Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

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3 Ojos en fuga

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Libro con conjuntos de poemas del Escritor y poeta Ignacio Nacho Bermúdez

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Ojos en fuga

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Ojos en fuga

Ignacio Bermúdez

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Quiero agradecer con todo mi corazón a mi madre, a mi

hermana, a mis tíos, a mi abuela Tita y un especial cariño

profundo a Silvia y Horacio Anizton que hicieron posible este

libro.

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Nacho Bermúdez: El poeta de la vida que canta

por Carlos Garrido Chalén

Decía que el negro es la sombra del blanco y el blanco,

la luz del negro; que el espíritu se refleja en la materia y la

materia sólo se muestra para revelar el espíritu; que la

materia es la letra del espíritu; y el espíritu el pensamiento

de la materia. Para él, si no existiera la sombra, la luz no

sería visible; y si no existiera la luz, la sombra sería

inapreciable e informe. «Dios escribe en la página negra

de la noche —alegaba— con el esplendor de las estrellas y

en la página blanca del día con la negrura de la tierra. La

vida única serpentea entre el día y la noche y se mantiene

para su equilibrio. Esta sombra y esta luz existen también

en el pensamiento. El pensamiento indecible es la sombra,

el pensamiento accesible al verbo es el día. Nuestra sombra

es el día de Dios y la luz de Dios es para nosotros una

sombra infinita». Y es que en todo ese mundo de símbolos,

a veces alucinantes, y de verbos que promueven vida, hay

mucho por descubrir. No estoy muy seguro si el negro es

la sombra del blanco o si el blanco es la luz del negro, pues

de repente cuando descubramos toda la verdad, cuando

nos sean quitadas las vendas de los ojos, el negro resulte

blanco y el blanco resulte negro y la luz y la sombra

procedan de la misma cantera en donde se manufacturan

los sueños más epónimos. El poeta argentino Ignacio Nacho

Bermúdez, en su libro «Ojos de Fuga», anda, parece, en

esas búsquedas, que no son más que ir hacia sí mismo —

ahora que él cree que la creación es un monosílabo— para

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ver a los demás —a los suyos, a los tuyos, a los nuestros—

e interiorizarse —poniendo su cuerpo en la perspectiva

del tigre— en el sumun de su propia cartomancia —la de

sus cartas echadas al viento, no la que pregonan los reptiles

y chacales—, para encontrar una respuesta a su visionario

sentir de hombre, buscador de caminos y silencios, ahora

que «el pueblo carcajea/ del leviatán/ para cortejar» y su

«respiro en manada, cerca del contenido» lo hace decir,

que «el venerado es una cicatriz que está por llegar», una

fogata inextinguible. Se representa con centelleos y anillos

y el vientre siente su ausencia. Con daga y tinta sombras

miran su olvido. Y víctima del fuego hojas en un telar de

plagiarios en una espalda por sobriedad sepultan imágenes

del futuro. Detrás de las urbes crucifico o traiciono.

(Encuentro) Nacho Bermúdez es en ese entrar al cielo y al

infierno, en ese tratar de coger la luna con sus sueños y al

propio sol desde el perfecto silencio de sus hábitos secretos,

un poeta que mismo Juan Bautista clama en el desierto, no

para trazar un plano del paraíso,– convencido que el

infierno es el olvido de Dios, sino para demarcar, mismo

león – no el de Judá – sino el del trópico de su propia

estructura molecular, un territorio que le es propicio,

porque tiene el temple y la ilusión, la fortaleza y el talento

de un poeta. El cielo aparta. La edad hela. Debo certeza.

Murmuro como idiota. Temo que hundas las manos ahora

que entiendo que hasta la crueldad tiene amor. Y tengo la

expresión de aquel vidente. que levanta la imagen del

destierro. Cada solitario tiene rostro y en la tierra, las

estrellas son un signo hecho de luz y de sombra inacabable.

Al amante lo cruza la ingenuidad y la ventaja de la mentira

desespera. Morir sin morir, vivir sin vivir y me esculpo en

las olas de tu nombre.(Ríe) «Casi la escalera del caracol/

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rompe el doble./ Miro y no encuentro nada tan querido./

A través de la ley / la sangre es consagrada./ La última

campanada del cielo / desparrama en campos./ Hacia allí

agobia/ la aspiración de la rosa./ El ritmo corteja./ En

amor todo es olvido./ Mi deseo es saciar/ con mi beso/ el

espíritu. /Con ojos de gato/ vi el otoño./ El límite del

espejo/ deambula el puerto./ Ebrio en un palacio de

poesías./ Cisnes en edificios/ trasmiten las centellas./ Con

pretextos echo».(Equilibrio) Dormí en la parte trasera de

un auto y llegué con razón de perplejidad con un poema

en la mano que hace relucir el asiento contra los vidrios

para almorzar párpados. (Descanso) A la poesía de Nacho

Bermúdez va por eso la historia, que es la vida resumida;

pero también esa búsqueda por una palabra que no la

ofrece el mercado público, que no está allí para que la tomen

los badulaques y vacíos de alma, sino que llega del Cielo,

exactamente cuando nadie la busca, que está allí, como

una rosa que se abre, para mostrar su exuberancia

perfumada. Por eso es que busca «la hora madura de los

racimos», los «balcones que se dividen en sí mismos» y

esos «caminos con follajes que penetran el muro del

abismo». Allí donde él está «tiembla la turba» y «un tedio

navega los naufragios», «en cuatro paredes los broches

cuelgan» y «el amor canta su llanto» (Amantes entre

caminos) Mira y dobla la página. Aquí donde la niebla es

real: ante la pupila, hacia el jardín de los costados. (Mirada

al dormitorio) A lo largo del tiempo curaba alazanes con

el toque de espuma. (Contacto) Pone el arrojo que alza al

instante la vibra del patrono del océano y hasta los quietos

del cielo rimaron los besos y sus formas. (Caminar) Años

como piedras en el vapor del barco terminaron con la

soledad hacia la envoltura de oro. Comerse con la vista al

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canto. Espántense; traigo vacío un meteoro. (Izquierda y

derecha) La familia rodea al enfermo. Se adueñan del aire

en la casa del dolor. (Termómetro) No te tendré mañana,

y faltarán palabras. Es momento de partir del otro lado: la

justa manera. (Edificaré) Como muestra, basta un botón.

Estamos ante un poeta cabal, que irrumpe desde el fondo

de su alma con sus propias palabras y entelequias, con su

terquedad sin fondo y sus clamores, como un tsunami que

arrecia a causa del movimiento de fuego de su corazón

pletórico de alianzas con la vida, ahora que «las uñas de

los dedos del verano/ transforman las mijarras/ del pie

de la montaña» (Recostado), y «entre lo que ve y siente la

poesía se dice y se entiende» (Poética) y se le ocurre

vallejiano reconocer que nació un día de mayo «en que

valían los versos con sin sabor/ o los látigos de Rouseau

en líquido» y vivió «con propia nube y propio barro» un

día «en que salpicaba sangre/la frente de los obreros»

Muertos en casa bajo recuerdos de un rayo contra espíritus

que oyen el espacio sentados en luz. Quizás sin ojos vea

millones tropezar o crecer electricidad en el límite de la

frontera mientras arrojan caramelos de amapolas al río.

Todo es espacio en el lomo del árbol. Cazando rapaces en

la montaña yo fui paraíso y fui infierno. (Out of nowhere)

Este vicio de vivir enamorado de cuanta mujer aparezca y

ante el espanto de mirarte al espejo y darte el último abrazo

con conciencia de causa y heroína la porcelana que

perdimos en la fuerza de la tormenta o la desdicha de

deslizar sin fijarnos en la máquina del sol. Celebro por eso

la aparición de «Ojos en fuga», como ese poemario valioso

en el que Nacho Bermúdez atraviesa ojos hambrientos

«contra la música que arrasa/y los diptongos»; que se hace

vida cuando «el viento sopla dedos» la «cintura de

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espuma» de su amada «roza hostias» (palabras y más

palabras) y una «furiosa gracia» lo levanta «hacia la cima

de los besos» y «las uñas de sus dedos «están hechas de

arena» (Nupcias de la luz). Justo cuando Francisco de

Quevedo — «que un día volverá» — sale del túnel «para

comerse al león/ de hojas/ que aterraban/ pueblos/

aledaños»; y él resurge como poeta «a orillas del olvido»

(ira) «para dominar los cauces/de las golondrinas» «harto

de pecar en la gloria del éter» y «revuelto en fango y

calefón» y «un callo de rodillas», lo convence que existe,

sin importarle que «los sentidos escondan arcanos/ que

nadie podrá penetrar». Aleluya.

Carlos Hugo Garrido Chalén nació en el distrito de Zorritos de

la provincia de Tumbes, Perú, el 16 de octubre de 1951.

Realizó estudios superiores de derecho y periodismo en

la Universidad Nacional de Trujillo.

Fue reconocido en 1997 por el Instituto Nacional de Cultura (INC

de Tumbes, con la distinción «Patrimonio Cultural Vivo de la

Nación».

Ganador del premio mundial de Literatura «Andrés Bello», versión

poesía, el año 2009 en Venezuela.

Este poeta ha sido declarado Patrimonio cultural vivo de la

Nación por el Instituto Nacional de Cultura (INC) de Tumbes.

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Continente

A de recordarte América.

Propongo concentrar fuego en llantos.

Si quieres puedo ser el hueco de tu alma

o la alfombra del viento de Los Andes,

y si el acero de la noche desgarra tus heridas,

las lameré

untaré gotas dominicales.

Con espíritus

donde la tarde se oye

te oye tanto, con corazón en alerta.

Si me oyes con tus cicatrices

diré mil cuchillazos en soledad.

Barca en América

si quieres sientes

los ojos secos

la más amplia rosa

que un día fermenta lluvia

del día, del sol, del fresco.

Se quedan a medio trazo los póstumos

llamándonos por nombres efímeros.

¿Qué será del continente si su sonido de apuesta es

al sol?

Ojos soñadores que mueren en soledad,

pondré en vida amplia el limbo

sonido y luz

por ascendida sombra

andando con cadenas hasta el fin.

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Tanta noches

tantas manos y cuerpos

derritiendo la noche rumiante.

Padre te ofrezco al nuevo espíritu

hasta para morir prefiriendo

en esa donde esa hija

es Argentina

y esa madre es España.

¡Señor…! ponles silencio.

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Ensoñamiento

Te soñé.

Heraldos infinitos.

Suspiran escalas.

Un muelle

se ahoga.

Pronto al cementerio resbalarás.

Te soñé.

Ataúd desprovisto.

Perro y sus pupilas.

Buzo de araña.

Tus brazos dan siempre

sed.

Al callar tragedias.

Al abrir juegos.

Al descifrar ascuas.

Te soñé.

Libre.

Sola.

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Mordida

Como todos los traidores

un cigarrillo para dejar de lado.

Combatiendo

ir abajo y casi al indiviso

sentir muerte precisa

o en tiempo de cada mano

al escribir

con café y en noche

un lapso sin Eva ni Adán.

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Cantares

Busca nuestras manos como fusiles.

Esconde sospechas bajo el rey.

El pájaro se mudó de estrella.

Nubes se aíslan.

Sobre las constelaciones está la elegancia.

Golondrinas contemplan su nombre.

Aquellas lágrimas, no volverán, serán millones en otro.

Te quejas porque tus quinqués no son.

Siempre escribiré tu seudónimo. Suspiros y risas en el

diván.

Ha llovido y las ramas aún están.

Una espada, ya sabe su destino.

Del otro lado del espejo se entregó.

Respondo al puesto de ministro de lenguas extranjeras.

En la noche y el paraíso perdido te viste.

Lento en el albor de la tenebrosidad, el polvo se hizo

mármol, aplicó avenidas geométricas.

Morirá y me da condena. Correría hasta la flor.

Mis brazos están de reversa.

Detrás de la sombra hay otros.

Regresaste al hogar conyugal. Milton fue testigo.

Sin pétalos el mundo no puede vivir.

No sé cuál es tu continente. Ni tu figura.

Del pájaro y del hombre nació el hierro.

Tus pasos fueron ecos.

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No sé el antipoema de héroes.

No leeré ciego ni blando.

Traza cuentos, en donde la arena sea hiena.

El tejido del hombre trastoca.

Ese aroma evoca vírgenes.

Al aliento le digo:

no perturbes a los hijos del fruto.

Es falso el desayuno. Uno y otro.

Miró los retazos de astros.

Una jungla de alfombra y ballet.

Soltar, aliviar, cosificar la frialdad.

Te hundiste.

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Izquierda y derecha

Comerse con la vista al canto del ser y el tiempo.

Espántense traigo vacío un meteoro de luz.

Me gusta andar con el compás.

Una cruz se ha dispuesto.

Callan los anteriores criadores.

Y todos se inclinan.

El tambor llama con ritmo ascendente.

Entre las ramas se ve el horizonte.

¿De dónde proviene la oreja?

Manuscritos indicaron derechos.

Debería reclamar muebles y menos aves.

Paz sobre la muerte que agita.

Quise imitar la eternidad.

Quise ser principal.

Arrastré el mar al lecho.

Sobre mis oídos siento resbalar.

Humo en una mirada.

El corazón ascendió.

El espejo dice que estoy.

No lo sé.

No hablemos del rey.

De él se escucha.

Y un trueno podría planear.

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Antojarse

Quiéreme

como sombra.

A la vez huye.

Estoy triste.

Es el final de mis manos.

Destino de libro.

Delirio de la memoria que se bate.

Cuerpo sin paisaje.

Íntimo linaje.

Escena del abdomen

con roca.

Distancias

caminos no cesan

El calendario naufraga

por bocas y amores.

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Creciente

En mis manos un trébol

con crisol, enredé mis dientes en algodón.

Yo era la niña, la dispuesta a quemar el farol.

Sin la más grande muerte, de girasol.

Es azul y estoy viviendo, el rey y su abdicación

al trono mayor de días con íntima aducción.

Desgarraduras, y vienen las sombras con acción.

Hoy insisto en decirte, entre el espejo y yo; hay

admiración.

En él y lo que pienso que soy yo; hay adición.

En algún lugar tan abierto, prefiero la acumulación

a la afirmación.

Los ojos hablan lo justo, agudización.

Suavizo al canto lejano, con adoración.

Acocan campanas o sin ella arreglo la adornación.

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Súbdito

Debajo del ruin

se esconden ballenas;

a flor de piel

y establos

en vigilancia austral.

Moriré y los

ángeles irán.

Se retiró sin distancia.

Embriagó su piel.

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La vida es un pesar

Conocemos en parte lo apreciado.

Nuestro cosquilleo entre sus estatutos.

Sueño con virtud.

Freno los huesos.

El alma, pesa a cada instante.

Miro la trinchera.

Dejé que me guiaran.

Conduje con neblina.

La aflicción nos parece.

Recuerdo otra conciencia.

Rocíos caían trémulos.

Sin apuro, donde retozan.

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Unidos

Rostros sin vida

parecen contemplarlos.

Como si formaran parte.

Una mirada

iguala al amor.

En deseo

a los lejos

gimen.

Tras la piedra

desaparecen.

Con ternura

formamos olas.

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Gravedad

Acelera el cuerpo. Veo tu forma en oro.

Charlas y sonrisas alteran centros del planeta. Como sol,

bebes las partículas.

Prendes el campo y deformas la tierra.

La energía oscura expande sangre, devora.

Repelas labios. Escoges órbitas de otros colores.

Lunas alrededor de la tierra despliegan éter y pierden vida.

Lirismo de verano: efecto geométrico.

Voces curvan la canción, encierran heridas.

El vaso se deforma en esquinas.

Mis ilusiones y fuerzas rezan una despedida.

Son los ríos huérfanos de soles. Ni siquiera cumplen su

plaza.

Es el hecho de sangrar por el prójimo.

Resiste el vigor en tu cabeza.

Vigila horizontes por una ventana o una lisonja.

Silencio en la tierra sin tinieblas.

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Ensoñación

Mi centella realza.Abyecta fantasía de su alarido.Hay furia, pues los gritos son tensión.

Las palabras dichas son sonidos dispuestos a lasemejanza.El poeta miente con cada beso.

Las variaciones nos tocan.Fuimos rápidos a quemar las rosas.Cosecho, abstractos pájaros, cantan, los dejo en mismanos.

Veo que camina por la luna y no quiero soltarla.Murmuro tu nombre en un cristal.

Mañana recogeré ternuras del jardín, lanzaremospiedras al sol.Corre hacia vos, la brisa; derrama silencio.

Es la araña, la que no me deja ver la Diana.Libre de confusión, te hablo, oído tras oído, enmudecen.

Pronto cae el sol, no estoy seguro si lo quiero.

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Ruptura

Rosa quemada con fósforo

atribuida, acumulación de versos,

sus corazones, como hojas;

en final, de tiempos hallan oro.

Si comprendieras la dicha infinita del alma

o abrazaras corazones innatos,

deberíamos atribuirlos a estos vientos;

pasos extravagantes encima del aroma.

Observaba aún los astros

con dos flores en mis manos pendientes,

emprendes caminos por algunos sirvientes;

hallo el tiempo, el aire en nosotros.

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Fundamentos

Fundo la palabra anódica

corro en tiempo

prolongando instantes,

malogro material sin remedio;

así conjugo.

Alondra de palabras.

Crudo y bestial

hasta el final.

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Gata

Vuelve los ojos sobre mis hombros.

Trepa el árbol, caza con sus garras de vuelo, un pájaro

que viaja al norte.

Sus patas dan el salto infinito. Son cuatro lágrimas del

mundo.

Pasa y vuelve con su cola, el pelaje por los techos.

Desgárrame. Que sus semblantes sin savia parecen

contemplar.

Es un crimen que estés siempre lejos. Tu instinto te ciega

y advierte.

Ondeas la cola con sangre.

Felino que la tierra dio.

Gata callejera y gata domestica, juntas entre los boscajes.

Flexibles como el dios que las creó, conviven en sí.

Soñaste un escape. Donde nadie te moleste, ni toque, ni

acaricie… pero

elegiste la visión del óleo y el amor.

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El cielo

Área de astros.

Magullado por rayos.

Relámpagos atacan los vigores.

Hay bordes que lloran nubes.

Planetas vecinos son mártires.

Quiero besar el arcoíris y reflejar colores.

El azul es desventura de licores.

Partículas coloras reciben los tiempos.

Apenas irradian mis besos.

Al final será luz.

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Ave de rapiña

El cuervo, la paloma.

Cubren memorias.

El corazón entre sol y luna presiente.

Estoy solo y escribo.

Escribo para el espejo.

Nadie me aguardó.

Nadie me aguardó al viento.

El agua tiembla.

Expuesta a la ebriedad.

Compro plata a medida.

En un cofre de cenizas

bestias dividen al niño.

Caída libre en el dibujo desértico.

Bajo la precipitación

poemas del muro.

Arrancar a puñados.

Jugamos sonrisa a sonrisa para anticipar días.

Llora bajo el tiempo que golpea.

Faltan palabras, falta poesía.

Pudiera ser tan feliz.

Sólo la sed, silencios, mentiras;

aletean con llaves.

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Encuentro

El pueblo carcajea del leviatán para cortejar el pan.

Respiro en manada, cerca del contenido.

Mi vida repela.

Mis ojos ven mugre.

Trato de hallar placidez,

en una pileta ociosa.

El venerado es una cicatriz que está por llegar.

Se representa con centelleos y anillos vulgares

que reciben la cerdas.

El vientre pide ausencia.

Parásitos amanecen

sangre.

Luz que fue obra.

Biblia sin fin.

Del infierno al edén.

Lo que es llanto es oro.

Con el corazón en mano

como puñal.

Con daga y tinta.

Sombras hasta ver.

Como campana.

Víctima del cuero.

Hecho pez, nado a caudal.

Metáfora de ángel.

Miles de litros

estremecen.

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Hojas en un telar de plagiarios con espátulas.

En una espalda por sobriedad.

Adormecida sepultó imágenes del futuro.

Azul el almíbar, amante de bostezos.

¿Qué vio el ciego?

Firmar bofetada.

Lo que debió el espíritu

delató la voz.

Con puertas, con féretros, maldiciendo.

Apelemos los químicos.

Historia de hojas al caer, no más mentiras.

De otras ha sido la limadura.

Detrás de las urbes

se hallan valles.

Crucifico o traiciono.

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Muertos en cadenas

Es preciso

no aparecer

no dormir.

Preparen sus mediocres

esquinas

llenas de puntos.

De una alborada

despertó vistas.

Cada vez que voy a ver agua

es veneno

es sangre.

Uno va y descarrilla

en fiebre por descarte.

Parecerá obligado

venir a la tierra

Vive su idilio

entre vías de aire

Llaves se enroscan

en pinceles.

Furia real de verte.

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Mendoza fuera de perales

Versos que vagan en azul

terminan de enamorar a la víbora sin cuerpo.

Ondea quien va a partir

por detrás.

En tragedia

tintas

se hace casta.

Lirismo ignota vida;

burla el ataúd.

La sangre

de

ojos invisibles.

Hoy he visto montañas.

Aquí nomás,

rosas para codiciar.

Fabrico quimeras

jamás acostado en la mar.

Mendoza polvorienta

castigaré con pisadas

tu angular.

Será como librar tierra a Tucumán.

Será como inflamar fuego a Rosario.

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Será como auxiliar lluvia de Córdoba.

Será como perderse en Buenos Aires.

Y todavía, ayer mismo,

corrompí carne.

Tragué sustancia solar.

Entregué.

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Juventud

Eterna, te vas y no sé si vuelves

como mil aves.

Al venir tentación de quedarte

el niño que no vuelve a tomar el arte.

La miro con voluntad

acercarme un tanto más, para conquistar su

amistad.

Colando un amor de excesos

dejaría mis besos caprichosos.

Un manto con una gentil princesa

abarata, aunque yo eterno y retraído, en esa.

Cada puesto en su lugar,

como el corazón para abrigar.

Vísperas inmortales

atrayendo corazones de princesa.

Caballos atropan en burguesa

mientras se acerca el sol, con copas florales.

Eterna, te quedas con labios

de cristal que desean ser absorbidos.

Transparente sin pan, es dos

castillos de plomo, con el señor.

¿Por qué no me dijeron que los domingos

de fiestas son despertantes para el corazón?

La muerte de rodillas con chapuzón

arriesgándose a ser vergüenza sin apegos.

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Pasos del hombre

Criarlos para ahogarlos.

Acantilados por luz.

Contengo las mías.

Bebo sangre de la tierra.

Estrujón de manos.

Mantengo hocicos en velo.

Amparo comer con ojos,

sin recetas.

Defiendo el gentío.

Volver solo del betún.

Solicitar un introvertido.

Alquilar válvula.

Maciza el salmo.

¿Cómo olvidarte cerca del mar?

Vivimos esperando la muerte.

El corazón expira pincelazos.

Embrollar la harina.

Pide deleite

al sol del fuego.

Con espejo de espejos.

Rotulo del letrero.

La pobreza es despojarse.

¿Por qué en tu sueño es mitad de otro?

Y ¿cuántas veces ladran sin mí?

Aniquilo la historia con lengua. Sinfonía.

Subir a la galantería.

Ampliar luz.

Exponer gracia.

Batería de ángeles.

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Jugar con palabras.

Somos y seremos.

Somos y sabremos.

Somos y saldremos.

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Temblor

Cuando la noche

se hace

pañuelo

ni flores

ni laureles

Tembló sol.

¿Cuánto tiempo durará la anestesia?

A lo largo de la sala, sirve su protección.

Se escuchan quejas.

No es risueño morir, ni vivir, señor de arriba.

Y si hallo un lapso para esconderse, diré que es la

muerte, disfrazada.

Esperaré compañía.

En cama, en vida.

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Impune

Los pesares del esfuerzo

otorgan sangre.

Aquellos

tienen memoria del acomodo.

Una habitación con sus piñones

marcan el cielo.

Amé los dos plenos.

Arrastro mi ironía. Cuerpo a cuerpo.

Ballet de flores en primavera.

Relámpagos impiden el gusto.

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Matemáticas

Frente al futuro, confitado con tiempo.

Los números convulsionan.

Hay espacio donde mueren las golondrinas.

Ponte cabellos para mares.

Cuya inversa es continua.

¿Recuerdas el espejo?

Entidades formulan vidas. Hazme caso.

Envías mensajes con símbolos.

Oyes al demente decir el análisis lógico de

construcciones abstractas no cuantitativas.

La x es una aplicación, un lenguaje, una poesía.

Los números y puntos sirven para recordar el pasado.

Vienen salvaciones, con fuego y símbolos.

Tus axiomas son carne.

Las carcajadas, geometrías en rostros.

¡Qué me importa el homeomorfismo! Yo veo circular.

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Escribo palabras sin mirar el techo

Sufro la inocencia.

¿Pido el silencio?

Revelo anillos de ceniza.

En el paraíso, las piedras de este mundo.

Dice que no sabe del poema.

Sacudir el jugar, las palabras.

Anclar en algún lugar tanto frío y viento.

Veo la aurora encendida

curtida la voz

el telar de tierras.

Insisto en cavar el cielo.

Con remordimiento

vuelco de una sola vez.

la memoria.

Muerto con el corazón en tinta.

El puente y la palabra lastimados.

Barcos sobre huesos como suicidio.

Un miedo, algo horrible,

una sonrisa.

Sí al instante

que diga que se halló así misma.

Por supuesto.

Culpan recuerdos.

Partir desnudo

el día de la sustancia.

¿ave muerta?

Desangrarme ingenuo.

Para reconocer en mí el amor,

hay que oler el bosque como cuerpo inocente.

Page 44: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

46

Para atrapar en mí,

hay que sonreír de costado a la luna.

Para dibujar en mí,

hay que lanzar a correr la muerte.

¿Y qué de la pesadilla?

Pesadilla arremetiendo contra el desequilibrio de

sangre.

Volvió de Europa.

Y no un niño engañado por viajes.

(Turned on itself)

Eras mía

de verdad.

Ya no eres

mi carne.

Fuego en salas oscuras. Donde vivir vanas al

tiempo y luz.

Como vivir vanas.

Page 45: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

47

Sombras de edificios

Mi lluvia, mi voz.

Señales cercenadas.

Silencio en sed.

Estrella

con camisa en balas.

No vendrá.

Será polvo.

Muerte lejana al viento.

Al respirar, brillan huecos.

El ser y espacio;

me atrae la mirada al otro

el que fui

sentado

hablando con

el que soy.

La mudez cierta.

Conlleva virtud y deseo.

Recuerdo que bebía.

Y dejaba el fondo para los sedientos.

Escribía solo, sin cerrar.

Detrás, a punta de armas

al baldío con dos naranjas.

De pronto, era su hijo,

al viento lleno.

Escribo para no estar solo.

Page 46: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

48

Excusas los vocablos.

Estoy solo. Muy solo. Y muy acompañado.

Conmigo.

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Colocar diamantes

Errar es humano.

También callar la orquesta

de forma abrupta:

así; rudo ahoga infierno.

He soñado irme al cielo; por siempre

también dudad de su existencia

a lo largo de un bosque que se acucia.

Como un pico mayor la melancolía en pre.

Martirios de luz

convirtiendo rayos en esquirlas.

Con murmullos de sepultura, el avestruz.

Pero amada, la muerte es exquisita

secando a pausas

la adjunta.

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Agua

Regia vena con líquido

estimulando vinos de alondra.

Vienes y vas, ante vientos sos traicionada.

De tu esbelta mayor, el regreso que coincido.

Trago árbol; bajo forma ambigua.

Trazo coñac continua

detrás del cerro sin cumbre, analizo la mutua.

Cada cual distingue su risa ingenua.

En vaso la acumulativa

acuña centros de ávida

sin ella, morimos en el aire, crujimos con huesos y

palabra.

Page 49: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

51

Tierra de canto

En los ramajes,

aquel de larga fama se detiene afora,

hace señas, no duerman, no fuera que aburra.

Alzó la mirada y descubrió un semblante que

aflora

sin limitación, con sonido de voz acogerá.

Al tomar la piedra da fin a la obra.

Cual ecos despertare,

que burlara

en el momento de estar.

Himnos con su amada

escuchando hasta que marchara.

Arrojó luz de alta copa

¿en cuánto tiempo alabará?

A cada albor, gotea él

bajo desenfreno

rutila el campo con hierba.

De aquellos que dividen La Pampa

se halla el payador muerto.

Distante vate a vencer

bate el potro que señaliza batallas.

Luego, presa en movimiento

zarandea la montura

mas no cae ni en veloz inclinación.

Page 50: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

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El sol de frente

el talante

Buenos aires, Buenos Aires.

Arriba del ombú, se haya el encanto,

del sol y sus rayos

fama del payador muerto.

Por ramas

nuestra serpiente sutil

amenaza con cundir miedo al pueblo.

Page 51: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

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El fuego (al callar los labios cantan)

Quemas los ojos que vuelven. Son pocos pero son.

Leñas a fuerza de volar en vano.

Arden alondras de ayer.

El humo contamina. Da sed al infinito.

Tus pies regresaron del infierno.

Por las cenizas encuentro el ramalazo.

La providencia de la tarde se irá.

Tus ardores dan órdenes.

En la tragedia enciendo pétalos.

Luzco para fragor en labios.

Ilusiones se hacen humo.

Más tarde que temprano llorarás. Arrojarás piedras.

Page 52: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

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La siesta

En sombras donde circunda el olvido, se halla el vientre

de campanarios. De un ser que no piensa.

Almuerzo un corto aliento, para fulgurar.

Es la hilacha de una escaramuza.

Tus pies con castidad se estiran.

Eres ceguera a la carne.

Con crema en nervios, supiste llegar al sismo.

Lloras en una fiesta de café.

Camilo José Cela con pijama, Padrenuestro y orinal.

Al borde de la intimidación o de carcomer las sobras,

bordé el inconsciente.

Mueres a cada instante. Respiración párrafo a párrafo.

Churchill en Cuba besó el rumor.

Practicás la expiración. La llave que abre.

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¿Cómo miran los poetas?

Vida rosa en soledad

porque así deseo amarte

más llorarte

con ojos desde brújulas

arriba

mirándote

rotunda visión

apenas hacia la meta

paso a paso

estás conmigo

sembrándome

al revés de la sombra.

más feliz quedarte arriba

desde cumplir observando

los pequeños deseos

de ojos ancestrales

que besé sin vacilar

desde tempestad

hasta la fiebre

otra visión

que podríamos decir

con alucinación

como primera medida

con orgullo y pertenencia.

Page 54: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

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Oyendo, cayendo

Devienen en zozobras

payasos que enjoyan

la reyerta junto

al plebeyo.

Recluyó y poseyó

la cláusula

de sus obras al cabo

del buey.

Arguyó

como bocoy

y poseyendo

dos virreyes.

Yo yerro el cayo

caigo hacia el lacayo

voy , vaya muy dócil.

Page 55: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

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Diré lo que dije

Buscando mis amores

iré a afianzar atmósferas

donde palpitan noches y adiestramientos.

Clavado aplico dos razones.

Elección de votos e infiernos.

Callando, agora al árbol.

Por despreciar,

apunta agnado, el fin.

Con basta

dos, Antares ambas.

Incautas, avanzo

aúnas prosas con pasos

en un aguajero negro

que antes encontré,

plural

Expiado

pulmones con ancladas.

Afora, en la oscuridad

está el peligro.

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Término medio

Hasta una cúspide

maldice

su decoro.

Con estructura de puñal

se alimenta.

Voces

alborotan

el cementerio.

El dicho apego

lo hacen amor

o el rojo vino.

Jerigonza fue

de un niño

desafiando.

Uno va por el mundo

aprovechando el olvido.

Me levanto y duermo

martillando

tu boca.

Aquellos príncipes

contrajeron velas.

Page 57: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

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¿Es roca en el alcohol de la luna?

Su aliento

hipnotiza.

Ojos y bembos

dan abrigos.

Muecas como ocaso

pasman hogar.

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Huida

Te fuiste sin descarga.

Espero en una comunión de copas, tengo sed, en la nube

del mar.

A la mañana, en los álamos, no anda mi cuerpo.

Bajo orfandad en cada instante, instalo el ser con

huertas.

Pasamos la muerte, al borde de la pureza, sin embargo te

corriste y

ya no queda más que las lilas.

Tus pies mostraban entre risas la retirada.

Y hoy llueve. Busco bendecir cada gota.

Poseo otras rosas para bucear, pero ese no es el caso.

Necesito una caída de luminosidad y no de chaparrón.

Veo en cada llanto una mujerzuela. Pero no sos vos, soy yo.

Fuiste hasta el dolor. Ahora me queda el funeral.

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Reloj de arena

Regreso del desierto y veo que la maquinaria se apoderó

del personaje.

Trenza energías. Mide la gravedad.

Cede el tiempo.

Y has de esperar sentada. Mientras el receptáculo corre.

La pieza llora hasta que se apaga.

Está al borde de lo fugaz. El orden tuerce líneas.

Y naves inclinan.

Soy dulce, con ella en manos, rellenándose entre la

mitad y tres cuartos.

El orificio del centro enaltece la carne. Un puñal resbala.

Al inicio, el bulbo permanece, hasta que el movimiento

dispone.

Tiempos tardan en pasar. Ni tu voz, ni tus nervios lo

permiten.

Fluye de arriba hacia abajo, cumpliendo su prometido.

Ella lo acomoda y vuelve a empezar.

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I

Existimos de una existencia irreal.

O de una verdadera.

Lo que me aflige es el tiempo.

Cuánto tiempo ha de tener.

Un signo falso en la santidad del lapso.

Crease o no, el tiempo es espacio en expansión.

Tanto como pudo haber sido creado.

La lengua expresiva.

Existe, cómo lengua.

Atardecer como libro.

Alarde con tiempo y lugar.

Más tiempo visible será necesario.

II

La poesía circunda como fuego.

Vemos ciertos dominios alrededor, que callan.

Se hace visible.

Detrás de murales están las flores que acaricio por

las mañanas.

Se hace tremendo el día.

Se hace propicio al leer más poesía.

Aquí ser visible es la realización del ejercicio.

Los ricos leen árboles.

Sufren el verde del día. En el glacial lo blanco

La corona en el viento se desnuda.

Cómo leer hojas vacías.

Rey y corona son un modo.

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III

Voces cercan.

Como cercan canciones.

Y mirar un mirlo en plena montaña.

No habrá en el paraíso una playa o voces.

Solo cantos.

Voces prófugas de palabras.

Cantos, más cantos.

Frío congela el aire.

Quema la garganta.

Cambia la estación. Cambia la blancura. Cambian

las voces.

Sobre curvas; soledad. Tanto como el viento.

Un ejercicio extremista cae como estupor sobre

ardor.

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Azulado

Ve con la donosa luz

el anciano mira hacia la flamígera cabeza.

Y mientras alza,

deja cumbre y apunta: «en ella, sobrecruz».

¿Esperarás el sol del verano?

Dejarás los versos perpetuos en mesas.

Y si por tu tesoro hablara, mezquino

pasado. Podría aburrirte con alcaldesas.

Sentirás el placer de verte transparente

este reciente hijo cubre mis vicios y salpica el aire

con diferencia.

Morirás un primero, robándote.

Deja al hijo que morirá,

así el sol con su tez dorada

un sueño será.

Page 63: Poesía, Ojos en fuga de Ignacio Nacho Bermúdez

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Súplica

¡Señor; finita con los bandidos, aunque sufran

destierros!

Y todos cuando vagan

espacien con ardor

el aumento del agua

apretando

la serpiente de antaño.

Cuidadosa de la antigua.

Ha sido apenas,

Ha sido arenas.

De núcleo poco amaba

de reproche

inculcando antes que todo

sin decir poco a las seducidas

parece despedirse con fieras.

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Cercanía

Mi alba pared tiembla.

Como palabras en la boca respirando

canto… «me fui, me fui con seda».

Dice que no sabe del miedo a la muerte

y rompe con ladrillos su entorno.

Con espejos

sabios animales.

Pequeña viajera

en la noche, piedras blancas, representan agujeros.

Pequeña déjate.

La que murió con su vestido puesto

me pide muerte de los muertos

condena los nombres al instante.

Manos seguramente vendrán.

Sube un canto en silencio.

Recuerdo el aliento de la luz.

¿Lavaría el infierno?

Arrástrese enamorada

el tiempo necesario

por los pisos no ungidos

del rey.

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¡Viajera arremete!

¿Quedarán fundas?

Irme me dijo.

Sin más.

Irme.

Otra vez.

Irme

sin cosecha

sin despechos

sin sangre o espasmos.

Irme.

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Metido

Desperté en lluvia

con cuenta literaria

¿Cómo? ¿Rescate? ¿Amnistía?

Tu prisionero orgulloso, otro; todavía.

¿A mí? trataría de verla

un espacio, una falta tardía de ella.

Fuera del paraíso, permanecía

cauteloso con abundancia.

Un día con pelo de Huarpe

el desembarazo con salidas.

Prohibir descanso, ver cosechas.

Alabo cada piedra, cada quinientas.

Comienzo leve.

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De día

Estrellas encubrieron. Condujo las piernas. Continuó

con dificultad. Ardió el coro.

El sacerdote indicó. Cayó. Una mujer lo levantó.

—Prefiero la dureza del suelo —contestó.

La dama se deleitó, mientras el joven continuó. Movía

sus remos, parecía nadar hasta las gradillas. Miró la luna.

Derribó polvo blanco. Lo aspiró y revivió.

Salió de las escaleras para montar un caballo.

Quedó sin ojos, tuvo que aterrizar. Una sensación de

despojo lo hundió. Sombra como carne al caminar. Alargó

los pasos. Topó con un amigo y le dijo:

—Tuve que trepar un muro para estar aquí. Estoy

agotado. ¿Tenés algo para mí?

—Una crema que refrescará tu garganta.

La ungió y se la pasó por la lengua. Al minuto saltaba.

Bailaba de regodeo.

—Lo traje de un viaje por Virginia —indicó Lucas

Durán.

Una niña cercó el cuello del caballo, y le dijo:

—Retírate de este lugar… demasiados son los muertos

que galopan. El ciruelo ve ahí, detrás del auto, mostrará el

corazón. Nieblas, sencillez arrancan del méndigo sus patas.

Pequeño el gorrión achicó el vuelo. Y no puedo estar en

dos lugares, debo elegir uno. ¡Estar vivos!, no es por nada,

pero tuve muchos quilombos. Agaché el hombro a beber

leche. ¡Así quién puede vivir, carajo! recién en el amanecer

del verano pude concluir con la multitud. Llegó junto a

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mí. Como cualquier sapo de pozo, desplegó su sonrisa,

tratando de morir. El suicidio no se comete así—le dije.

—¿De qué ciudad?

—Nací en un campo de uvas, o algo así. El día que mi

madre me parió, había muerto una estrella importante del

mundo. Prosperé, un céfiro construyó juegos. Cada juego,

un hueso. Así, por lo menos, me indicó antes de nacer. En

un tribunal lleno de jueces, proyectaron rayos y compasión.

Debería renacer allí. Hijo, compasivo, hijo, malevo.

—El poder de la iniciación es así –relató Lucas-. Por

eso estoy aquí. La fuerza me hizo nacer. ¿Hacia dónde

debería continuar?

—El oeste por calle Rufino Ortega. Busca a Hérculos

dos cuadras hacia abajo.

Corría el horóscopo. Multitud de vecinos ardían al ver

los árboles incendiar el asfalto. Desplomaban como

pendientes, uno detrás del otro. El dominó, en fila ínfima.

Tomé la bandera que nos representaba y salpiqué el

vientre. Algunos de los caminantes continuaron el canto.

Frío, cuellos de señores. ¡Pobre gente!

Información sutil, armoniosa con lo debido. Así fue que

la pena se retiró con la herida. Cubrió un gran médico…

¡vive!

La voz desde dentro del azul viajó. Fluían en la negrura

de la calle. Esquivé pozos. Ruedas sin estallar. Bendije a

los acompañantes

Uno de ellos, acometió al volante. Disipando dudas.

Gatos limpiaron. Rodeado de seres por pertenecer a una

clase estricta de diabéticos. Aves merodearon el área. No

jugué. Mi tobillo se hundió al patear. La circunferencia

vibraba por las líneas. Colombia incorporó jugadores. Una

vuelta más. Dos rayas.

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Consulté cuál era su método de éxitos.

—Uno más uno, es dos.

No entendí. Avancé hasta calle Paso de los Andes. En

la esquina un pordiosero me miraba. Aquellos que vigilan

los autos se mataban de risas.

Caen lágrimas. El viejo es amado. Parto sus manos, no

puedo llegar a él. Es corazón, flama balance.

Barrotes controlaron mi pesar. Seguí en el camino.

Grité a la vieja de ojos celestiales, garganta de león,

sopla, lleva el cabello. Mira con cercanía. No puedo llegar.

La chica dividí. O eso intentaba.

Siempre hay algún desprevenido que deja las puertas

abiertas.

Con su mochila incorporaba lo que encontrase. La vi.

Grité por algún policía. La muchacha corrió. Quedé quieto,

se esfumó en la esquina.

Al irse, un río de leche bajó por la ciudad. Dando

alimentos a miles.

En una casa de pared. Entré patinado y vi una anciana

tendida en el sofá. Estaba muerta. Lloré, me hizo acordar

a mi abuela.

Una niña, con trenzas sonreía:

—Dejen de llorar, la muerte es chiste.

En el casamiento, los novios dijeron ¡sí!, con champagne

entre las piernas, fui al baño. Desoí las voces que me

incitaban a expeler y tomar al salir.

El pasto, esos costosos, fastuosos, por donde se vean,

más boca abajo…

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Índice

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pie de imprenta

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