Por Qué Se Matan o Inmolan Animales en La Religión Yoruba
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8/18/2019 Por Qué Se Matan o Inmolan Animales en La Religión Yoruba
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¿Por qué se matan o inmolan animales en la religión Yoruba?
Este patakie es de reflexion sobre todo para otras religiones que no encuentran un porque de
nuestra verdad liturgica religiosa a ellos dirigido este articulo y a nosotros para ampliar nuestro
acervo cultural
Los invito a difundirlo por el mundo de otras religiones y el nuestro
Hace mucho tiempo (hace miles de años), no habían muchos hombres en la tierra. Todas las
familias de la tribu vivían en la misma aldea.
El Creador (olodumare) había hecho al hombre y los animales que habitaban el planeta, todos
convivían en un pueblo muy grande; la paz reinaba entre los hombres y las bestias. Babá
(Obatalá) estaba a cargo de todo, cuando se producía alguna discrepancia (los mismos entre
los hombres que entre los animales), comparecían ante él, quien juzgaba con sabiduría e
igualdad para todos, pues era un viejo muy sabio.En algunas ocasiones, el Creador (Olodumare) venía a la aldea y todos le trataban con
cortesía y respeto. Conversaba con Babá que le mantenía informado de cómo se
desenvolvían los asuntos en la tierra.
Pero no pasó mucho tiempo, sin que se alterarse la calma. Una mañana se presentó un
problema con las mujeres de la aldea, ya que había muchas mujeres viejas y jóvenes. Cuando
las mayores llegaban a los campos de cultivo, trabajaban muy poco debido a su avanzada
edad, esto hacía que las jóvenes trabajarán mucho más, haciendo la parte de labor que les
correspondían a las mujeres viejas.
Esto hizo que las mujeres jóvenes se quejarán con sus esposos, éstos les decían que las
mujeres mayores tenían razón y Obatalá tenía la misma opinión.
En las mañanas, bien tempranito, cuando comenzaban a cantar los gallos desde los altos de
los tejados de las casas, las mujeres salían con grandes vasijas sobre sus cabezas y se
dirigían al arroyo cercano en busca de agua fresca. El riachuelo se encontraba al pie de la
loma donde Obatalá había construido la aldea, bien alta sobre la cima, cerca del sol que le
calentaba sus huesos ya ancianos. Todas las mujeres sin excepción iban a buscar agua. Las
mayores en paso muy lento por su edad avanzada y las jóvenes con un paso muy rápido
llegaban primero al río. Una vez que las jóvenes llegaban al riachuelo, llenaban sus tinajas y
enseguida se bañaban y se ponían a jugar entre ellas.
Obviamente cuando llegaban las viejas, el agua estaba revuelta y fangosa, viéndose obligadas
a llenar sus tinajas con agua sucia. Cuando los esposos de éstas bebían sólo encontraban
agua fangosa en los recipientes, formándose pleitos porque las mujeres le daban agua que no
estaba limpia. En algunas ocasiones regañaron a las jóvenes por su práctica de enfangar el
agua, pero no hicieron caso y continuaron desquitándose de esta forma con las otras.
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Esto creo una división profunda entre las jóvenes, las viejas, y entre los maridos de ambos
bandos, que se colocaron al lado de sus esposas.
Un día, una de las mayores llegó al río y al ver como las jóvenes jugaban con el agua, se
disgustó y le lanzó la tinaja, que fue a parar a la cabeza de una de las jóvenes.
Inmediatamente esto originó una gran pelea, donde empezaron a lanzarse todas clases de
objetos que se encontraban en el lugar, donde las jóvenes lograron apabullar a las viejasmarchándose del río maltratada y llorando.
Esa noche, las jóvenes se mofaron ampliamente de las que habían perdido la pelea, por varios
días esta situación se repetía y ya los insultos se hacían insoportables, generando una pelea
de puñetazos entre los hombres de la aldea.
Obatalá tuvo que intervenir diciéndoles: “este estado de cosas no pueden continuar”.
Los guerreros del pueblo estuvieron de acuerdo con babá, ya que la situación era intolerable,
particularmente con las mujeres; lo mismo las jóvenes que las mayores, que perdían mucho
tiempo haciendo las nuevas vasijas de barro que se perdían en las trifulcas.
En vista de la situación que se estaba presentando, Obatalá tomó la decisión de llamar a
todos los habitantes de la aldea a un cabildo.
Todos asistieron a la casa de babá, hasta las mujeres, quien se quedaron a fuera de la
reunión, escuchando y curioseando entre las rendijas del bambú de la aldea ya que en este
tiempo, las mujeres no podían involucrase en las decisiones de la tribu.
La reunión fue muy larga, sin embargo llegaron a un feliz acuerdo, donde un día las mujeres
mayores irían temprano al río y, al día siguiente les tocaría a las mujeres jóvenes, de esta
manera se iban alternar durante toda la semana.
Todos se pusieron muy contentos, ya que en teoría se veía como una buena solución…pero
en la práctica, la cosa fue diferente. (Ya verán por qué).
Llegó la mañana siguiente, y las mujeres jóvenes esperaron pacientemente con sus tinajas en
la cabeza. Aquí surgió un nuevo problema, ya que ninguna de las mujeres quería admitir que
tenía una edad avanzada, por lo tanto ninguna quería ser la primera en recoger el agua. Al
invitarse unas a otras a que fueran primero al arroyo, lo consideraban como un insulto y se
volvían a caer a trompadas.
Obatalá no podía hacer más nada y decidió llevarle el caso a Olofi. El viejo jefe subió a las
montañas más altas, casi llegando al cielo donde estaba Olofi, quién llamó varias veces.
Olofi respondió: “jefe de los hombres de mi aldea, ¿a qué has venido?”
Obatalá respondió: “vengo a ti porque la paz no existe en el pueblo, las mujeres no me
obedecen, los hombres no me escuchan. Dime qué hacer.”
“¿Cuál es la razón por la que las mujeres no te obedecen? “-Inquirió Olofi, “¿y por qué los
hombres no oyen tus palabras?”.
“!Oh Olofi¡ hijo de Olodumare, maestro de todos, tú, creador de la aldea, me hiciste jefe de los
hombres y yo no me quejo, eso fue bueno…tu creaste los hombres, eso fue bueno. Pero
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también creaste a las mujeres…y eso no fue tan bueno. Con los hombres uno se puede
entender, pero con las mujeres, ¡ay¡ que con las mujeres no se puede hacer nada, no hay
quien las entienda. Fuiste tú quién nos hiciste a todos, es tu deber devolvernos la tranquilidad”.
Babá, le contó a Olofi todo lo que estaba sucediendo. Al finalizar el relato Olofi dijo: “te
devolveré la paz y el pueblo escuchará mi voz”.“Bien”.-Dijo Obatalá. “Tú puedes hacerlo pues eres el todopoderoso”.
Al día siguiente salieron los dos para la aldea, llegando en la noche cuando todos dormían,
Olofi le pidió a Babá que no los despertase y que no les dijera que él estaba en la aldea, pues
quería ver qué sucedía en el pueblo por la mañana.
Al amanecer, las mujeres se dirigieron al río a buscar el agua y enseguida empezó la pelea.
Desde lo alto de una loma, Olofi lo miraba todo al lado de Babá quien preguntó: “¿Qué vas
hacer?”, a lo que Olofi le respondió: “Espera y verás”.
Al regresar las mujeres del río, muchas mal heridas por la pelea que se había armado, Olofi le
dijo a Babá que llamara a una reunión en el medio del pueblo; una vez que todos estaban enel sitio tanto hombres como mujeres, Olofi apareció entre ellos, dándoles un frío en sus
corazones, un frío de muerte.
Con voz severa les habló Olofi: “Soy yo quién comanda en todas las cosas”
“Sí, sí”, -contestaron todos en coro.
“Vengo a imponer el orden entre mis hijos”- dijo Olofi.
“Sí, sí”, -de nuevo dijeron todos. “Hágase su voluntad”
“Ustedes ya son muchos para seguir viviendo juntos; más que todo, han desobedecido mis
mandamientos. Les dije que vivieran en paz, pero no me hicieron caso” –dijo Olofi.
Los hombres interrumpieron gritando: “fueron las mujeres quienes desobedecieron”
Olofi le silenció y prosiguió: “escuchen los que les ordeno. El hombre es hombre, la mujer es
mujer, eso no se puede cambiar. Por tanto algunos de ustedes partirán hacia adelante, otros
hacia atrás, unos a la derecha, otros a la izquierda bien lejos de cada grupo donde vivirán en
armonía cada hombre con su familia y sus animales”.
Los hombres no entendieron muy bien y le preguntaron:
¿Los animales viven con nosotros, son de todos, quién se los llevará?”
A lo que Olofi respondió: “tomen uno de cada especie, macho y hembra, el resto los mandaré
a vivir al bosque por ellos mismos”
De nuevo y delante de Olofi, los hombres comenzaron a pelear pues todos querían los
mejores.
Olofi se enfureció y tronando les dijo: “deténganse inmediatamente”. Todos se quedaron
inmóviles. “Por ambiciosos le he de quitar el espíritu que anima dentro de ustedes, perecerán
sin mayor demora”.
“ !No, no¡ perdónanos, oh maestro del universo”, lloraban hombres y mujeres tirados en el piso
a sus pies.
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Obatalá intercedió: “Perdónalos señor, son humanos”.
Olofi se compadeció y ordenó:
“Muy bien, les perdono, pero con una condición. Sacrifiquen los animales que tanto desean,
dénmelos a mí, sus espíritus a cambio del de ustedes. Demuestren su falta de egoísmo, y
según sus sacrificios, mayores serán mis recompensas. Ahora tomen sus cuchillos y maten los
animales”
Los hombres, sacrificaron los animales a Olofin, carneros, chivos, toros, venados, gallos,
gallinas, todos los animales fueron muertos, la matanza fue grande llegando a formase un lago
de sangre. Al terminar los hombres se dirigieron a Olofin y le preguntaron:
“¿Qué hacemos ahora comer?, ¿Cómo protegeremos nuestros cuerpos del frío y la lluvia?,
¿Cómo le daremos huevos a nuestros hijos?, ¿Cómo le daremos leche a los pequeños?,
¿Cómo viviremos sin todas estas cosas que obtenemos de los animales?”
“Tomen sus vasijas”, les replicó Olofin, “llénenla de la sangre derramada por las bestias y
llévenlas con ustedes a los lugares donde van a fundar sus pueblos, viértanla en los bosques
cercanos al sitio y espere la recompensa a los sacrificios que habéis hecho. He terminado dehablar, hágase mi voluntad entre mis hijos”
Cada grupo tomó por su lado y cuando llegaron a los bosques de los lugares que decidieron
quedarse, enseguida derramaron la sangre, según les había ordenado Olofin. Pasaron tres
días sin que pasara nada extraordinario. Pero al amanecer del cuarto día, escucharon un gallo
cantar que provenía de la selva, se dirigieron corriendo al sitio y al llegar encontraron toda una
selva poblada por una variedad enorme de animales. El milagro se había realizado. Olofin les
devolvió todo lo que ellos necesitaban para vivir.
Y desde entonces se le hacen sacrificios a los santos, como agradecimiento por lo recibido y
para que mientras los hombres sigan peleando entre ellos, Olofin no descargue su furia y
termine con todos de una vez. Esta es la razón por la cual se sacrifican los animales en
nuestra religión Yoruba. y el oddun representativo de este mandato es Oshe meyi (5-5)