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Por qué yo, por qué ahora Fascismo, identidad e...
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Por qué yo, por qué ahora.
Fascismo, identidad e individuo en la crisis de la modernidad
Coloquio “Identidades fascistas. Fascistización y desfascistización en España”
Miguel Alonso Ibarra
Universitat Autònoma de Barcelona
“Lo que hice, lo hice con pleno conocimiento de causa,
convencido de que era mi deber y de que era necesario
hacerlo, por desagradable y triste que fuera.”
Maximilian Aue, Las Benévolas1
Una de las ventajas que tiene el género novelístico es la capacidad creativa que
permite al escritor. Las historias y los personajes que las componen son diseccionados
minuciosamente, permitiéndonos conocer sus más mínimos detalles. Esto hace, sin
duda, que podamos ponernos en la piel de los individuos que componen estos relatos,
algo que de otro modo resulta muy difícil hacer. Para los historiadores –especial aunque
no exclusivamente- resulta de gran valor el poder aprehender estas parcelas de la
realidad que han quedado al margen de los grandes relatos, que han pasado
desapercibidas por la dificultad que entraña el acercarse de una manera eficaz a ellas.
No en vano, la literatura es una las múltiples caras del prisma compuesto por las
manifestaciones culturales de un tiempo y lugar determinados, algo que no es sino un
reflejo de ese momento. Es decir, que a través de estas narraciones tenemos la
oportunidad de captar el pulso de muchas realidades de la Historia que no han
trascendido más allá de parcelas locales o familiares. Pero, ¿a qué viene todo esto?
He escogido como proemio de esta comunicación un fragmento de la novela Las
Benévolas. Esta obra no comparte las características a las que me estaba refiriendo de
manera exacta, pues no es contemporánea al tiempo en el que su historia se desarrolla,
la Segunda Guerra Mundial, pero sí que comparte uno de los elementos esenciales –
quizá el que más- que, a mi particularmente, me atraen de las novelas: esa capacidad de
situarnos en la mente de los personajes como si de nosotros mismos se tratase. Y no
1 Jonathan LITTELL: Las Benévolas, Círculo de Lectores, Barcelona, 2007, p.32.
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sólo eso, sino que además Jonathan Littell, su autor, nos sitúa en una de las mentes que
más han dado que hablar a lo largo del siglo XX. Una de las mentes que más debates ha
suscitado, que más ríos de tinta ha hecho correr. Esta no es otra que la mente de un SS,
de un perpetrador alemán que tomó parte en los asesinatos de millones de judíos,
eslavos, gitanos, homosexuales y discapacitados –entre otros muchos colectivos
políticos, sociales o raciales- durante la Segunda Guerra Mundial. La profundidad
psíquica que alcanza la obra de Littell, en la que las percepciones del protagonista
acerca de lo que está haciendo se entremezclan con sus recuerdos de un pasado
traumático y sus visiones de una realidad en constante cambio, es simplemente brillante.
Llega a tal extremo que en muchos pasajes del libro llegamos a empatizar con el
protagonista. Sentimos pena por él cuando él la siente, y nos alegramos cuando le
ocurren cosas buenas. Todo ello pese a que sabemos que es el responsable de la muerte
–en el papel- de muchos seres humanos. Es decir, que Littell nos recuerda que bajo los
negros uniformes de las SS, tras los fusiles que disparan en los barrancos de Babi Yar o
en las botas de los soldados que ‘limpian’ los pueblos ucranianos de partisanos no se
encuentran sino seres humanos. Personas que, por un motivo u otro, han decidido que
tenían que estar allí y hacer lo que hacían. Personas, en definitiva, que como Maxiliam
Aue, hicieron el trabajo que tenían que hacer; y ya está2.
Claro, tomar en consideración esto último nos lleva a una pregunta fundamental:
¿qué fue lo que llevó a estos individuos a creer que asesinar de manera masiva a otros
individuos era su trabajo? Porque hemos de partir de la base de que creían en la tarea
que estaban realizando y que existía algo que les impulsaba a hacerla. Algo en lo que no
nos valen las explicaciones maximalistas, que arrojan ideas generales para colectivos
aún más generales. Necesitamos, por tanto, recurrir a lo particular, a lo concreto. Es
decir, que volvemos nuevamente al término personas, individuos. Un término que, de
manera harto sorprendente, no ocupa un puesto de relevancia en los estudios que
abordan este tipo de procesos eliminacionistas. Esto puede deberse, quizá, a la enorme
dificultad que presenta un análisis centrado en el individuo concreto, por cuanto resulta
ciertamente complicado hallar las fuentes que nos permitan abordarlo. Pero da la
casualidad –por decirlo de algún modo- que el periodo en el que tuvieron lugar buena
parte de los procesos eliminacionistas del siglo XX, el periodo de entreguerras, está
surcado por toda una miríada en conflictos bélicos. Conflictos que generó una literatura
2 Ibid., p. 13.
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memorialística en torno –fundamentalmente pero no solo- a la experiencia de combate
que nos permite, quizá como en pocas ocasiones antes y después, adoptar un enfoque
que descienda sobre el individuo.
Todo esto resulta especialmente interesante a la hora de abordar el fascismo. En
primer lugar, porque este fenómeno ha sido tratado de manera generalizada a través de
grandes estructuras, de granes colectivos y de grandes generalizaciones. Es decir, que
las grandes teorizaciones en torno al fascismo no han prestado atención a los individuos
que, en palabras de Ferran Gallego, dieron significación histórica al fascismo3. Porque
no debemos olvidar que fueron estas masas que confiaron en el fascismo las que le
otorgaron su fuerza y su relevancia. En este sentido, resulta paradójico que no se haya
indagado en la fuente de la que se nutría el fascismo, y que se haya soslayado este
elemento para dar más importancia a otros aspectos que, si bien la tienen, carecen de
sentido sin una visión de cómo inciden en los individuos sobre los que se proyectan. Por
tanto, consideramos que es fundamental dar un paso más allá en los estudios del
fascismo a través de responder a dos preguntas esenciales. En primer lugar ¿a qué
respondía el fascismo?; o lo que es lo mismo, ¿qué fue lo que motivó que tantos
individuos creyesen en él? Y, en segundo lugar, ¿cómo el fascismo pudo adaptarse a
contextos sociopolíticos tan diferentes? Algo que desde un punto de vista mucho más ‘a
ras de suelo’ nos lleva a preguntarnos, ¿qué hueco era el que el fascismo llenaba en cada
uno de los individuos a los que sedujo? Estas preguntas serán las que intentaremos
abordar en la presente comunicación, trazando las que nosotros creemos que son las vías
fundamentales para su correcta resolución.
¿A qué respondía el fascismo? La crisis de la modernidad como eje
Antes de intentar profundizar en las diferentes facetas que muestra el fascismo
resulta necesario, tal y como hemos planteado en la introducción, discernir el por qué un
movimiento semejante fue capaz de triunfar en Europa. Cómo pudo seducir a un
número tan enorme de individuos, llevándolos hasta los límites de lo humano para hacer
realidad la utopía que planteaba. En este sentido, debemos de partir del contexto en el
3 Ferran GALLEGO : “Fascismo y fascistización. La crisis de 1934 y la definición política del período de entreguerras”, en Alejandro ANDREASSI y José Luis MARTIN RAMOS (coords.): De un Octubre a otro. Revolución y fascismo en el periodo de entreguerras, 1917-1934, Barcelona, El Viejo Topo, 2010, p. 287.
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que el fascismo eclosiona, se desarrolla y triunfa. La sociedad de finales del siglo XIX
y comienzos del XX era una sociedad eminentemente burguesa, dominada por un clara
y en muchos casos inamovible jerarquización social. Una sociedad que en el plano
político es monopolizada por el liberalismo, si bien algunas tendencias nacidas de este
están comenzando progresivamente a ganar terreno, merced a la voluntad de las masas
de acceder a la política. Del mismo modo, esta sociedad está dominada por la tecnología
como motor del progreso. Un progreso que, para muchos, pone al individuo en segundo
plano, en tanto que el poder de la técnica le relega como mero instrumento de la misma.
Características todas ellas que generan rechazo en diversos sectores, que generalmente
se sitúan en los márgenes sociopolíticos y cuya influencia aún no se deja notar en
demasía, si bien irá creciendo a medida que se vayan consumiendo los primeros años
del siglo XX. Unos sectores entre los que podríamos situar los orígenes de los
movimientos fascistas, en tanto que fuentes de las que estos beberán posteriormente.
Por tanto, una sociedad que para algunos es percibida como decadente, constrictora y
asfixiante.
Esta sociedad es la que en agosto de 1914 ve cómo se declara una nueva guerra
en Europa. Una guerra a la que acuden muchos voluntarios que no buscan sino la
posibilidad de escapar de una anodina existencia, de emular las heroicas gestas
medievales idealizadas por el romanticismo, de resignificar su vida al dotarla de un
sentido trascendental4. Por tanto, la Primera Guerra Mundial constituirá una ruptura
muy clara y evidente con el mundo anterior, con la sociedad industrial, burguesa y
jerarquizada socialmente que minaba las expectativas de muchos individuos. No en
vano, Stefan Zweig apunta a este respecto como la declaración de guerra y la
generación de la denominada ‘comunidad de agosto’ implicó una “intensificación de su
'yo' por parte de todos los individuos que la experimentaron. Ya no eran los seres
aislados de antes, sino que se sentían parte de la masa, eran pueblo, y su 'yo', que de
ordinario pasaba inadvertido, adquiría un sentido ahora”5. Pero, al mismo tiempo,
supuso una ruptura en otro sentido muy distinto y, ciertamente, mucho más importante.
La confrontación con la realidad bélica transformó las esperanzas de un mundo
nuevo en todo lo contrario. Así, los combatientes pudieron constatar el dominio de la
guerra por parte de la tecnología. Una tecnología que, dada su monstruosidad, escapaba
4 Eric J. LEED: No man's land. Combat and identity in World War I, New York, Cambridge University Press, 2009 (1ª ed. 1979), pp. 39-40. 5 Stefan ZWEIG: El mundo de ayer, Barcelona, Acantilado, 2001, p. 201.
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al control de aquellos que la habían generado, obedeciendo solo a sus propias
dinámicas6. De este modo, la individualidad que los voluntarios habían creído encontrar
en la guerra se diluyó frente al inmovilismo impuesto por el sistema de trincheras. La
guerra no era heroica, ni dinámica, ni permitía sobresalir al combatiente en base a sus
hazañas. La guerra era sucia, era frustrante, era una realidad opresiva en la que la
imposibilidad de hacer algo ante la constante presencia de la muerte generaba una
presión insoportable en el soldado. Para los voluntarios, ni siquiera era posible
encontrar complicidad en su amargo destino entre sus compañeros de la tropa. La
mayoría de estos procedían de las clases bajas y veían con desprecio los valores que
inspiraban la lucha de los voluntarios7. Mientras que estos se jugaban la vida por
términos como honor o sacrificio, que en el mundo de las trincheras habían caído ya en
el absurdo, los ‘obreros’ habían sido forzosamente reclutados, con lo que eludían toda
acción que pusiese en peligro sus vidas8. Todos estos elementos –falta de camaradería,
la guerra vista como un trabajo, la disolución del yo entre la masa informe de la guerra-
contribuyeron a generar una sensación de desilusión entre los combatientes, al
comprobar que la guerra no era, ni mucho menos, como la habían imaginado. En
definitiva, que todos los individuos que creyeron encontrar un sentido trascendente en el
nuevo escenario bélico se encontraron con que todo aquello de lo que estaban huyendo
les dominaba por completo. El sometimiento a la técnica, la incapacidad de tomar el
control de su destino y la carencia absoluta de sentido de su sacrificio pusieron de
manifiesto la decadencia del mundo en el que vivían. Y ahí es donde se sitúa la
relevancia de esta ruptura, de este momento en extremo liminoide. Para estos individuos
las miserias que, de una forma más o menos aguda, más o menos evidente, habían
percibido en la sociedad del momento se situaban frente a sus ojos, mostrando el fracaso
de su existencia y la falta de sentido de sus vidas. Es decir, que era esencial una ruptura
de la magnitud de la que supone una guerra para que estos individuos se dieran cuenta
6 Eric J. LEED: No Man’s Land…, p. 38. 7 La falta de camaradería y el desprecio hacia aquellos que acudían a la guerra de manera voluntaria finalizaba cuando estos alcanzaban el escalafón de la oficialidad. La similitud en los marcos de referencia culturales que podía encontrarse en este nivel de la jerarquía militar hacía mucho más fluidas las relaciones sociales. En este sentido, vemos como en la Gran Guerra se dibujaron dos esferas dentro del tratamiento del enemigo. Así, aquellos soldados que caían en manos enemigas eran susceptibles de ser tratados con brutalidad y encerrados en campos de concentración en condiciones muy duras. Sin embargo, los oficiales capturados eran tratados en base a un código de buena conducta y respeto mutuo, siéndoles ofrecidas todas las comodidades posibles en su cautiverio. Un reflejo de ello es la película de Jean Renoir, La gran ilusión. 8 Eric J. LEED: No Man’s Land…, p. 84.
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de la necesidad de operar un cambio en su mundo. De la necesidad de soltar amarras
con una sociedad decadente y partir con un rumbo nuevo hacia un mañana mejor.
La primera oportunidad que se presentó vino de la mano de las consecuencias de
la propia Gran Guerra. Un proceso en el que se combinaron dos elementos esenciales.
Por un lado, el miedo a la revolución que desde la francesa de 1789 había operado en
muchos sectores conservadores europeos y que parecía haberse hecho realidad con el
triunfo bolchevique en Rusia9. Triunfo que amenazaba como un virus con extenderse a
toda Europa. Y, por otro, la pérdida de legitimidad, fuerza y, en no pocos casos,
integridad territorial, de los países derrotados en el conflicto bélico10. La combinación
de ambos elementos, en tanto que se consideraba a la revolución como uno de los
causantes fundamentales de la derrota y al estado como incapaz de combatirlo debido a
su pérdida de legitimidad, lanzaron a cientos de miles de individuos a las
organizaciones paramilitares que, por toda Europa Central y Oriental, combatieron con
el fin de poner la primera piedra de ese nuevo mañana. A través de esta lucha
paramilitar, resituaban las fronteras de muchos territorios y estados del crisol étnico de
la Europa Centro-oriental, que no era sino un modo de –mediante la violencia- producir
nuevas realidades territoriales, étnicas y nacionales. Y, al mismo tiempo, dotaban su
sacrificio y su propia existencia de pleno sentido, en tanto que estaban acometiendo un
proyecto de gran trascendencia11. Una lucha que, en tanto que precursora del culto
fascista a la violencia, deberemos tener muy en cuenta y situarla como un elemento
esencial. Por tanto, vemos cómo resulta fundamental la delimitación de un contexto
efectivo que explique el surgimiento y triunfo del fascismo. Un contexto que no es otro,
en este caso, que el de la crisis de la modernidad generado por los elementos –y otros
más que escapan a los límites de este somero planteamiento- citados anteriormente. El
fascismo no vino sino a llenar ese hueco dejado por la falta de trascendencia de una
sociedad dominada por las apariencias. Una sociedad que había perdido los valores
esenciales que conformaban el destino tanto del individuo como de la comunidad.
Destino que será claramente delimitado por el fascismo en su utopía social, en la cual la
violencia será tanto el pico como el ladrillo, y la sangre de los caídos el cemento.
9 Robert GERWARTH y John HORNE: “Bolshevism as Fantasy: Fear of Revolution and Counter-Revolutionary Violence, 1917-1923” en Id., War in peace. Paramilitary Violence in Europe after the Great War, Oxford, Oxford University Press, 2012, p. 40. 10 Robert GERWARTH: “Fighting the Red Beast: Counter-Revolutionary Violence in the Defeated States of Central Europe” en Id. y John HORNE: War in peace…, p.53. 11 Ibid., p. 57.
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En este sentido, si bien es cierto que en los últimos años el concepto de crisis de
la modernidad ha venido siendo incorporado como punto importante de los análisis del
fascismo, sobre todo merced a los trabajos de Roger Griffin12, creemos que no se le ha
dotado de la importancia que merece. Especialmente si enfocamos la cuestión desde el
análisis identitario. A este respecto, resulta significativo ver cómo no ha sido ponderada
la relevancia del lenguaje como generador de identidades. Y, sobre todo, cómo no se
han alumbrado los evidentes nexos textuales, narrativos y perceptivos entre la
experiencia liminoide que hemos abordado, la Primera Guerra Mundial, y el fascismo.
Por ejemplo, resulta difícil no ver las evidentes similitudes entre la percepción de las
masas que relata el oficial de húsares Miklós Kozma a su retorno a Budapest en 1918,
calificándolas como “muchedumbre sucia y afeminada […] que no se había lavado en
semanas y que no se había cambiado de ropas en meses; el olor de las ropas y de los
zapatos pudriéndose en sus cuerpos es insoportable”13 y la que el fascista español
Fernando Sanabria tiene de los republicanos madrileños durante la guerra, a los que
define como “jóvenes con mono de mecánico o en camiseta, sudorosos y
congestionados, junto con muchachas desgreñadas, mujerzuelas repugnantes de carnes
fofas y andar de sapo y hombres sin afeitar, de rostro patibulario”14. O entre las visiones
de Ernst Jünger acerca de la trascendencia de su lucha, cuando afirma que “la Tierra se
abre ante vuestro ataque; [...] Adelante, adelante, sin compasión ni miedo, ¡está en juego
la posesión del mundo!”15 y las percepciones que sobre la misma cuestión tiene el
fascista italiano Renzo Lodoli al apuntar: “Che cosa sarebbe stato per noi il domani? E
la settimana prossima che cosa ci avrebbe riservato? E l’anno di là da venire? Che
pensieri! Tutti noi l’avevamo superati. Che valore poteva avere il domani e l’anno di là
da venire? Sciocchezze. Andavamo verso la lotta ed eravamo felici. Non ci capivano.
Eramo felici. Una lunga serie di anni può non uguagliare un instante, un nostro
instante”16. En definitiva, creemos en la necesidad de resituar el concepto de crisis de la
modernidad como el elemento esencial que nos permita resolver la pregunta de a qué
respondía el fascismo, en tanto que entendemos que las percepciones generadas en el
marco de la Gran Guerra no hicieron sino recoger y potenciar toda una serie de 12 Roger GRIFFIN: Modernismo y fascismo. La sensación de comienzo bajo Mussolini y Hitler, Madrid, Akal, 2010. 13 Robert GERWARTH: Fighting the Red Beast…, p. 55. 14 Fernando SANABRIA: Madrid bajo las hordas, Ávila, S.H.A.D.E., 1938, p. 33. 15 Ernst JÜNGER: Tempestades de acero, Barcelona, Tusquets, 1998, p. 171. El fragmento corresponde a la obra del autor El bosquecillo 125, incluida en el mismo libro. 16 Renzo LODOLI: Domani posso morire. Storie di arditi e fanti legionari, Roma, Ed. Roma Fascista, 1939, p. 23.
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inquietudes previas en torno al mundo del momento. Inquietudes que se tradujeron en la
necesidad, para muchos individuos, de hacer una tabula rasa con el mundo anterior.
Algo que tendría una herramienta ideal en la violencia, entendida como un acto de
creación en sí misma en tanto que el arrancar las raíces del tejido enfermo de la nación
no constituía sino la colocación de la primera piedra del nuevo mañana.
¿Qué hueco viene a llenar el fascismo? La identidad fascista y el individuo
Una vez delimitados aspectos esenciales de lo que el fascismo enfrentó, hemos
de responder a la segunda de las preguntas que formulábamos en la introducción. El
fascismo triunfó a lo largo y ancho de toda Europa, llegando al poder de maneras muy
diferentes y permaneciendo en él hasta las últimas consecuencias. Algo que, de ningún
modo, consiguieron otros de los movimientos revolucionarios surgidos al calor, al igual
que el propio fascismo, de la crisis de la modernidad, como el comunismo. En este
sentido, el comunismo únicamente triunfó en Rusia, siendo derrotado tras un breve
periodo de gobierno en Hungría, o en los intentos revolucionarios que llevó a cabo,
como en Alemania. Por su parte, el fascismo dominaba la escena política europea
cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial. Se había aupado al poder en Italia nada
más acabar la Gran Guerra, tras una demostración de fuerza –de cuestionable éxito,
profundización que escapa a los límites de esta comunicación- de los squadristi; había
alcanzado la cancillería y la presidencia de Alemania, tras un victoria electoral y
mediante la presión en las calles de las milicias de las SA –nuevamente aquí cabría
profundizar bastante más pero solo estamos intentando dar un visión rápida y por
encima-; y había vencido una cruenta guerra civil en España en la que los diversos
sectores sociopolíticos sublevados coincidieron en la idoneidad de unirse bajo el
paraguas de un proyecto fascista17. Del mismo modo, al calor de la guerra, el modelo
fascista fue exportado e implantado en los países que iban cayendo bajo la bota del Eje.
Rumanía por un breve periodo o Croacia construyeron regímenes cimentados en sus
respectivos partidos fascistas, la Guardia de Hierro y la Ustaša. Regímenes que llevaron
17 Esta cuestión es un elemento de profundo debate entre los historiadores del franquismo. Por un lado, autores como Javier Rodrigo, Ferran Gallego o Francisco Morente defiende la naturaleza fascista del régimen de Franco, al menos hasta finales de la década de los 40. Como ejemplo, puede recurrirse, entre otros muchos, a Javier RODRIGO SÁNCHEZ: “Violencia y fascistización en la España sublevada”, pp. 79-95, en Francisco MORENTE (ed.): España en la crisis europea de entreguerras, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2011. Por su parte, otro grupo de historiadores rechazan que el régimen de Franco fuese fascista, calificándolo generalmente de ‘fascisitzado’. Ver como ejemplo paradigmático en el plano español a Ismael SAZ: Fascismo y franquismo, Valencia, PUV, 2004.
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a cabo cruentas y masivas políticas de limpieza étnica y de profilaxis social que
contaron con la colaboración de muchos individuos. No olvidemos los pogromos de los
legionarios rumanos contra las poblaciones judías o las políticas eliminacionistas
implementadas por los croatas en el campo de concentración de Jasenovac. Por tanto,
vemos como el fascismo triunfó en contextos muy diferentes. En países avanzados y en
países menos desarrollados económicamente. En países derrotados en la Gran Guerra y
en países que habían vencido. Y aún en países que no habían participado en la misma. E
incluso, vemos como alcanzó el poder en un país donde la fuerza del partido era muy
escasa, de la mano de las tropas nazis.
En este escenario, resulta esencial alumbrar los elementos coincidentes entre las
diferentes experiencias fascistas, en aras de elaborar una teorización operativa en torno
a la naturaleza y el desarrollo del fascismo. Elementos que pueden ser abordados desde
diversos puntos de vista. El primero, y más explorado, incide en las similitudes del
proyecto fascista. Organización social, estructura política o proyecto económico son
elementos clave a la hora de comparar los diferentes casos. Del mismo modo, esta
perspectiva ahonda en las masas que dieron su apoyo al fascismo como colectivos,
como generalidades. Algo que, a fin de cuentas, no son sino constructos que soslayan
una mayor complejización en las motivaciones que llevaron a muchos a apoyar al
fascismo. Y es aquí donde hallamos el segundo de los puntos de vista. Si lo que
queremos es averiguar por qué el fascismo sedujo a tantos individuos o qué hueco llenó
en sus vidas para llevarles a los límites de lo humano en la tarea de construir la utopía
fascista, debemos descender ‘a ras de suelo’ e incidir en las visiones y percepciones de
los mismos. Individuos que, en definitiva, fueron los que hicieron que un movimiento
procedente de los márgenes sociopolíticos del sistema fuese capaz de erigirse como
centro gravitacional de muchos otros movimientos, dotándole de los instrumentos
necesarios para hacer realidad su utopía social.
A este respecto, es necesario ponderar en primer lugar las dificultades inherentes
al enfoque pretendido. No es ciertamente fácil abordar las percepciones particulares que
muchos individuos tenían acerca de la sociedad en la que vivían o acerca del proyecto
que estaban construyendo. Si bien, tal y como hemos planteado en la introducción, el
periodo de entreguerras conforma un escenario especialmente propicio a la hora de
intentar articular un enfoque de estas características. Tanto la propia experiencia de la
Gran Guerra, como las posteriores que vivieron muchos individuos enrolados en los
distintos grupos paramilitares en la Europa Centro-oriental, así como la experimentada
10
por los combatientes de la Guerra Civil española o la Segunda Guerra Mundial,
generaron una miríada de narrativas cimentadas en la experiencia bélica e impregnadas
decisivamente de las percepciones individuales acerca del sentido de la lucha y el
sacrificio. Narrativas que conformaron una literatura memorialística a la que se le
dieron alas como elemento legitimador en muchos países y como elemento
conmemorativo en otros –algo que no sucederá ya tras la Segunda Guerra Mundial18-, y
que nos permiten aprehender de manera efectiva muchas de estas realidades personales
que, de otro modo, no habrían dejado huella. Por tanto, esta literatura constituirá la
fuente esencial de la que nos nutriremos en nuestra aproximación al fascismo,
alumbrando los contornos de la identidad –identidades, mejor dicho- fascista que
construyeron estos regímenes y que nos permitirá conectar los unos con los otros.
Esta conexión será realizada a través de un concepto central como es el de
militancia. Ya hemos apuntado en varias ocasiones a lo largo de la presente
comunicación la esencialidad de las masas en el triunfo del fascismo y la idoneidad de
no tratar a estas como una generalidad, sino más bien de manera mucho más concreta.
En este sentido, hemos de profundizar también en el modo en que se construye,
transmite y recibe la identidad fascista, en tanto que entendemos que el discurso
codificado desde arriba no es absorbido tal cual por los individuos. Estamos, por tanto,
planteando una imagen de la militancia con carácter activo, y no meramente pasivo.
Una militancia que no consume sin más el discurso fascista sino que juega un papel
activo en su transformación y en su conformación. Algo en lo que deberá tenerse en
cuenta el sentido de las dinámicas constructivas de la identidad fascista, las cuales no
discurren solo desde arriba hacia abajo sino que también lo hacen en sentido inverso y
horizontalmente. Un proceso que nos recuerda a los planteamientos elaborados por
Javier Rodrigo en torno a la fascistización del bando sublevado durante la Guerra Civil,
en los que desempeña un rol esencial la retaguardia como espacio de transformación en
contacto permanente con el frente a través de dinámicas de alimentación recíproca19.
Por otro lado, no estamos planteando una militancia con carácter autónomo, en tanto
que partimos de la consideración de que son los líderes –la dirigencia- los que marcan 18 George L. MOSSE: Fallen soldiers. Reshaping the Memory of the World Wars, New York, Oxford University Press, 1990, p. 207. 19 Javier RODRIGO SÁNCHEZ: “Retaguardia: un espacio de transformación”, en Id. (Coord.), Retaguardia y cultura de guerra, 1936-1939, Ayer, 76 (2009), pp. 13-36. Una idea defendida también por Xosé M. NÚÑEZ SEIXAS: ¡Fuera el invasor! Nacionalismo y movilización bélica durante la guerra civil española (1936-1939), Madrid, Marcial Pons Historia, 2006.
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las fronteras identitarias del proyecto fascista. Unas fronteras cuya amplitud es
ciertamente significativa, lo que llevaría al fascismo a poder ejercer como polo
gravitacional de muchos otros movimientos de la derecha conservadora tanto en
Alemania, como en Italia o España20. Y, al mismo tiempo, permitiría que una amplia
multitud de individuos viesen en él una respuesta a la crisis que percibían del mundo
que les rodeaba –en este sentido, entendemos la crisis de la modernidad como un
conjunto de crisis individuales-. Algo que les haría entender el fascismo de un modo
particular y llevaría al fascismo a representar una solución para ellos, a dotar de sentido
y trascendencia, de destino al fin y al cabo, su existencia. Por tanto, vemos como esa
gran movilidad a la hora de conformar identidades proporcionó al fascismo una enorme
capacidad de adaptación y de síntesis –el fascismo como fenómeno extremadamente
sincrético-, que le permitirá triunfar en contextos tan diferentes y llenar los huecos
dejados en muchos individuos por la crisis de la modernidad.
Conclusión
A lo largo de la presente comunicación, hemos intentado desgranar dos
elementos interpretativos que creemos fundamentales a la hora de dar respuesta a
algunas de las preguntas que más debate han suscitado en torno al estudio del fascismo.
El intentar aproximarnos a las realidades que percibían y que intentaban transformar
aquellos individuos que llevaron a cabo, mediante la violencia ‘purificadora’, la
construcción de la utopía fascista es una de las tareas más complicadas que los
historiadores hemos de afrontar a la hora de comprender la naturaleza del fenómeno
fascista. A este respecto, Sönke Neitzel y Harald Welzer han apuntado que el
advenimiento del Tercer Reich modificó las escalas de lo bueno y lo malo, de lo
correcto y lo incorrecto, de lo ético y lo moral, generando un nuevo marco de referencia
en el que la progresiva extensión de la diferenciación categórica entre razas –entre otros
elementos- permitió la socialización y aceptación de las dinámicas excluyentes y
eliminacionistas entre la sociedad alemana21. Algo con lo que estamos plenamente de
acuerdo pero que creemos que debe ser situado en un contexto más amplio. En este
20 Una obra interesante, contemporánea al fin de la Guerra Civil, que aborda una comparativa entre los partidos fascistas español, italiano y alemán es la de José María COSTA SERRANO y Juan BENEYTO PEREZ: El partido, Zaragoza, Imprenta Heraldo de Aragón, 1939. 21 Sönke NEITZEL y Harald WELZER: Soldados del Tercer Reich. Testimonios de lucha, muerte y crimen, Barcelona, Crítica, 2012, p. 42.
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sentido, hay que atender por un lado a las razones que motivaron ese triunfo del
nazismo y por qué llevó aparejado una modificación de los marcos de referencia válidos
hasta el momento. Y, por otro, hemos de prestar atención a por qué esa modificación
influyó en los alemanes de tal modo que los condujo a ejercer como piezas esenciales,
ejecutores, del proyecto fascista de profilaxis social.
En primer lugar, hemos referido la necesidad de resituar la crisis de la
modernidad como el eje vector, explicativo, de los estudios del fascismo en tanto que
consideramos que son sus consecuencias las que viene a paliar, a las que responde, el
fascismo. Sin la percepción de una sociedad decadente en la que existencia no tiene más
sentido que el mundano y el terrenal, y sin el momento liminoide de ruptura que supone
la Gran Guerra resulta imposible comprender la necesidad, para muchos, del proyecto
fascista. En este sentido, si adoptamos una perspectiva de análisis del lenguaje –la cual
consideramos única vía posible para un descenso ‘a ras de suelo’, en tanto que las
fuentes de que disponemos para ello son, esencialmente, literarias- las continuidades
entre las percepciones de los contemporáneos a la Gran Guerra y las de los fascistas son
evidentes. El miedo a la revolución, la decadencia nacional o la falta de elementos
trascendentes que doten de sentido a la propia existencia son lugares comunes a ambos
tiempo. No se puede soslayar los fuertes lazos existentes entre las percepciones del
combatiente alemán de la Gran Guerra Edwin Erich Dwinger acerca de sus enemigos, a
los que ve en clave líquida y disolvente, cuando apunta que “the whole world poured
out over Germany: Americans and New Zealanders, Australians and Englishmen,
Portuguese and French. The bitterest pill to swallow was the stationing of blacks
everywhere by the French: Moroccans, Senegalese negroes, Indochinese and Turks”22;
y las visiones que del mismo tema tiene el fascista español Francisco Lluch cuando
habla de la necesidad de “contener y encauzar por nuevos rumbos las olas rojas que
querían invadir el suelo hispano”23. Al tiempo que tampoco podemos obviar las
evidentes similitudes entre la percepción que sobre la mujer tienen, por ejemplo, el
escritor ultraconservador rumano –cercano a la Guardia de Hierro- Gib Mihăescu en su
novela La Rusa24, o el escritor fascista francés Pierre Drieu de la Rochelle en su obra
22 Citado en Klaus Theweleit, Male Fantasies, v. 1: Women, Floods, Bodies, History, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1993 (1ª edición 1987), p. 231. En esta misma obra, en la que el autor aborda el fascismo desde una perspectiva psicoanalítica a través de –fundamentalmente- un análisis del lenguaje, podemos encontrar numerosos ejemplos de la conexión que estamos intentando plantear. Sobre todo, en el caso de la obra de Theweleit, de los Freikorps alemanes. 23 Francisco LLUCH F. VALLS: Semilla azul, Granada, Hº de Paulino Ventura, 1939, p. 49. 24 Gib MIHAESCU: La Rusa, Valencia, Pre-textos, 2012.
13
Gilles25; y las que el fascismo español construyó sobre la mujer republicana.
Percepciones que incidían en la relación entre la sexualidad y la mujer y en el miedo
que al fascista le producía esta manifestación de la sexualidad femenina, que no era sino
una subversión de los roles de género26. Es decir, que desde el punto de vista del
lenguaje podemos alumbrar importantes nexos que, por un lado, nos ayudan a esclarecer
aspectos esenciales de la conformación de la identidad fascista y que, por otro, nos
remiten a situar la crisis de la modernidad que genera estas percepciones como un punto
esencial en los estudios del fascismo.
En segundo lugar, creemos en la absoluta idoneidad de utilizar un enfoque ‘a ras
de suelo’, que dialogue con los individuos particulares y no con estos englobados en
generalidades artificiales. Máxime cuando hemos puesto de manifiesto la potencialidad
que nos ofrece la literatura memorialística como medio para ahondar en la disección de
la identidad fascista. En este sentido, si el fascismo pudo llegar tan lejos fue porque
aportaba algo a los individuos que lo llevaron hasta allí. Y ese algo es en lo que
debemos profundizar. Quizá para algunos no era sino tener una meta concreta a la que
dirigirse, algo por lo que mereciese la pena sacrificarse y, sobre todo, haberse
sacrificado. Para otros, puede que el fascismo les aportase el armazón ideológico e
identitario que necesitaban para llevar a cabo las tareas que les habían encomendado.
Algo que tendría especial relevancia en la era de la guerra total27. En cualquier caso, lo
que está claro es que un estudio del fascismo desde la perspectiva de la militancia no
puede sino proporcionarnos herramientas analíticas de gran valor, por cuanto podremos
esclarecer el proceso constructivo de la identidad fascista y cómo esta respondía a las
particulares necesidades de cada individuo. Algo que quizá nos aporte claves
interpretativas que nos ayuden a conocer de un modo más efectivo el por qué millones
de individuos a lo largo y ancho de toda Europa se lanzaron a la tarea de ‘purificar’ sus
25 Pierre DRIEU DE LA ROCHELLE: Gilles, Madrid, Alianza, 1989. 26 Un ejemplo para el fascismo español del arquetipo de la miliciana en Joaquín PÉREZ MADRIGAL: Memorias de un converso. Vol VIII. Los guerreros y los cautivos, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1951, cap. VIII, pp. 51-66. 27 En este sentido, la influencia del nacionalsocialismo en los combatientes alemanes de la Segunda Guerra Mundial se vio potenciada por la brutalización de los combates y por la necesidad de generar marcos identitarios fuertes que mantuviesen la voluntad y el sentido de combatir en una ya perdida. Ver Omer BARTOV: The Eastern Front, 1941-45: German Troops and the Barbarisation of Warfare, New York, Palgrave, 2001 (1ª ed. 1985) Un planteamiento que, para el fascismo español, compartimos plenamente. Ver Miguel ALONSO IBARRA: “Identidad y alteridad en la Guerra Civil. La experiencia de combate como medio de socialización de elementos identitarios y culturales del fascismo español”, en Historia, Identidad y Alteridad. Actas del III Congreso de Jóvenes Historiadores, Ed. Antema, Salamanca, 2012, pp. 911-934.
14
respectivas naciones a través de la violencia, en lo que creían que era la construcción de
un futuro mejor.
1
Coloquio IDENTIDADES FASCISTAS.
Fascistización y desfascistización en España.
11 y 12 de abril, 2013. Facultat de Filosofia i Lletres, Universitat Autònoma de Barcelona.
“La identidad política del ejército sublevado.
Propaganda y medidas de encuadramiento dirigidas a su contingente bélico”1.
Francisco J. Leira-Castiñeira.
Universidade de Santiago de Compostela.
1. Introducción.
La guerra civil y el franquismo se convirtieron en temas centrales de la
historiografía española. Sin embargo, a menudo aparecen separadas en los debates y
análisis interpretativos, como ocurre con el de la identidad política del franquismo. Es
conveniente estudiar el periodo de la guerra civil, porque se constituye como hito
fundacional del franquismo y principal base de legitimación.
Esta comunicación, que forma parte de una investigación de tesis aun en
proceso, pretende abordar el debate sobre la identidad política del franquismo a través
del análisis de la movilización militar del ejército sublevado. A diferencia de otros
regímenes surgidos en el periodo de entreguerras, como el fascismo italiano y el
nacionalsocialismo alemán, el franquismo no alcanzó el poder mediante la movilización
política de la sociedad, encuadrada dentro de un partido político, sino a raíz de una
guerra civil, consecuencia del fracaso del golpe de estado perpetrado por un sector de la
jerarquía militar2. El objetivo es presentar las medidas adoptadas por el ejército
1 Esta comunicación se encuadra en una de las líneas de investigación del Proyecto Interuniversitario «Nomes e Voces» (http://www.nomesevoces.net/) y del Grupo de Investigación de Historia Agraria y Política do Mundo Rural. Séculos XIX e XX (HISTAGRA, http://histagra.usc.es/gl/) de la Universidade de Santiago de Compostela, ambos dirigidos por el Lourenzo Fernández Prieto. 2 Cfr. CAZORLA SÁNCHEZ, A.: “Sobre el primer Franquismo y la extensión de su apoyo popular”, Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales, nº 8 (2002), pp. 303-320. Véase también CAZORLA SÁNCHEZ, A.: Las políticas de la victoria: la consolidación del Nuevo Estado franquista (1938-1953), Madrid, Marcial Pons, 2000.
2
sublevado en relación con su propio contingente, para extraer unas primeras
conclusiones sobre su identidad política.
En el texto se intenta mostrar como en el proceso de movilización bélica el
partido único no tenía ningún tipo de responsabilidad en los mecanismos de control
militar y sociopolítico de los miembros del ejército sublevado. Las características de las
medidas impuestas marcan un interesante punto de partida: la supremacía de los
intereses militares, frente a cualquier cuestión ideológica o práctica política en el frente,
puesto que el ejército fue quién mantuvo el poder absoluto dentro de la coalición
insurgente.
Según esta hipótesis, el principal objetivo del ejército era la victoria militar,
produciéndose una voluntad integradora, incompatible con la idea de excluir a los que
sabían desafectos en distinto grado o medida. Pero esa voluntad de interesada
integración, se vio, lógicamente acompaña con el desarrollo de importantes medidas de
control militar y político, con el fin de evitar posibles deserciones y por lo tanto que se
pudieran filtrar noticias relevantes para el cariz de la guerra, ya que las propias
autoridades militares, con el transcurso de la contienda, van tomando consciencia de la
importancia que tenían los evadidos para obtener información3. En definitiva, la
comunicación pretende centrarse en estas medidas de vigilancia y castigo, y además de
en la propaganda empleada en el frente.
La relevancia de esta investigación, reside en que pretende analizar la
construcción política y social del régimen franquista mediante una cronología más
inclusiva, que no parte de la Victoria de 1939 sino del propio desarrollo bélico tras el
alzamiento del 18 de julio de 1936. Además tiene como objetivo estudiar y profundizar
en el papel del ejército sublevado más allá de las operaciones militares4 o su cada vez
más demostrado papel en la represión5.
3 En una orden de 1937 procedente del Cuartel General destacaba la trascendencia de los evadidos para facilitar información referente al campo enemigo. AIRMNO. Caja ANT210. 4 Vid. CARDONA, G.: Historia militar de una guerra civil. Estrategias y tácticas de la guerra de España, Barcelona, Flor del Viento, 2006. SÁNCHEZ, A. y DE MIGUEL, J.: Batallas de la Guerra Civil, Madrid, Libsa, 2005. DÍEZ, L.: La batalla del Jarama, Madrid, Oberón, 2005. MARTÍNEZ REVERTE, J.: La batalla del Ebro, Madrid, Círculo de Lectores, 2003. MARTÍNEZ REVERTE, J.: El arte de matar. Cómo se hizo la Guerra Civil Española, Barcelona, RBA, 2009. 5 Vid. RODRIGO, J.: Hasta la raíz: violencia durante la guerra civil y la dictadura franquista, Madrid, 2008. JULIÁ, S. (ed.): Víctimas de la Guerra Civil, Madrid, Temas de Hoy, 2004. Para el caso gallego: PRADA RODRÍGUEZ, J.: Ourense, 1936-1939. Alzamento, guerra e represión, Sada, Ediciós do Castro, 2004. GRANDÍO SEOANE, E. (ed.): Anos de odio. Golpe, represión e guerra civil na
3
La conformación de las unidades militares del ejército insurgente.
Para contextualizar las medidas adoptadas por la jerarquía militar a lo largo de
los tres años que duró el conflicto, es conveniente explicar brevemente quien componía
el grueso del ejército sublevado. A través de los primeros avances desarrollados por esta
investigación, se presenta un colectivo más heterogéneo y complejo que muestra una
realidad diferente a la expuesta tradicionalmente: la un grupo formado por militares,
conservadores, requetés, falangistas y las fuerzas del norte de África.
El fracaso del golpe de estado en algunas plazas militares provocó el
desencadenamiento de una guerra civil, por lo que ambos contendientes tuvieron que
desarrollar una movilización forzosa, realizada a través de la ley vigente de
reclutamiento militar. Con el Decreto núm. 29, 9 de agosto de 1936, publicado por el
BO de la Junta de Defensa Nacional, se obliga a las quintas de reemplazo de los años
33, 34 y 35 presentarse a filas, una movilización que continuó hasta que terminó la
guerra movilizando a todos los individuos pertenecientes a los reemplazos del 29 al 41.
Territorios como el gallego, en el que se centra la presente investigación, se
convierten en centros de reclutamiento del ejército sublevado. La movilización se
produce en el marco de una sociedad, que tanto en el ámbito urbano como rural había
venido experimentando un intenso proceso de transformación, culminado con la
vivencia republicana6. Desde esta perspectiva, los llamados a filas pueden tener un
amplio espectro ideológico y, desde luego distintas actitudes respecto a quienes
demandan su incorporación a filas.
provincia da Coruña (1936-1939), A Coruña, Editorial Deputación Provincial da Coruña, 2007. SOUTO BLANCO, M. J.: La represión franquista en la provincia de Lugo (1936-1940), Sada, Ediciós do Castro, 1999. VELASCO SOUTO, C. F.: 1936. Represión e alzamento militar en Galiza, Vigo, A Nosa Terra, 2006. DOMÍNGUEZ ALMANSA, A.: “De los relatos de terror al protagonismo de la memoria: el golpe de Estado de 1936 y la larga sombra de la represión”, Historia, antropología y fuentes orales (HAFO), nº 40 (2008), pp. 37-74. 6 Vid. GRANDÍO SEOANE, E.: A Segunda República en Galicia. Memoria, mito e historia, Santiago, Nigratea, 2010, pp. 56 – 57. DOMÍNGUEZ ALMANSA, A.: Historia social do deporte. Cultura deportiva e modernidade, Vigo, Galaxia, 2009. FENÁNDEZ PRIETO, L.: Labregos con ciencia. Estado, sociedade e innovación tecnológica na agricultura galega, 1850 – 1939, Vigo, Edicións Xerais, 1992. DOMÍNGUEZ ALMANSA, A.: A Formación da sociedade civil na Galicia rural: asociacionismo agrario e poder local en Teo (1890-1940), Santiago de Compostela, Grafinova, 1997. CABO VILLAVERDE, M.: O agrarismo, Vigo, Edicións A Nosa Terra, 1998. HERVÉS SAYAR, H., FERNÁNDEZ PRIETO, L., FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, A., ARTIAGA REGO, A. y BALBOA LÓPEZ, X.: “Resistencia y organización. La conflictividad rural en Galicia desde la crisis del Antiguo Régimen al franquismo”, Noticiario de Historia Agraria, n º 13 (1997), pp. 165-191.
4
La movilización forzosa promueve la conformación de un ejército
profundamente heterogéneo en cuanto a las identidades o sensibilidades políticas de los
soldados. Desde apolíticos, a conservadores, falangistas, o contrarios a lo que
representaba el golpe de estado, que por miedo a represalias personales o familiares,
indecisión o incertidumbre decidieron no oponerse activamente a la sublevación o a la
consiguiente movilización. Aspecto que se refuerza con la toma de nuevos territorios,
donde un número importante de miembros del ejército republicano capturados, siempre
que no fuesen comisarios políticos, oficiales o participasen en la represión republicana,
podían pasar a formar parte del ejército de Franco7.
2. Vigilar y castigar. Medidas de encuadramiento dirigidas a su contingente bélico
Entre las políticas de encuadramiento impuestas por las autoridades militares en
relación con su contingente bélico destacan las de vigilar y castigar. La duración del
conflicto provocó que tuvieran que apoyarse en todas las manos posibles para superar
las exigencias de la guerra. Para evitar que pudieran introducirse y organizarse
contrarios políticos en sus filas, las medidas empleadas fueron, en primer término, las
de vigilancia y aislamiento. En última instancia, si el soldado era considerado peligroso
para el correcto devenir de la guerra se recurría al castigo, principalmente al sistema de
trabajos forzosos, como los Batallones de Trabajadores (BBTT) o las Unidades
Disciplinarias o de Castigo (UUC).
En este sentido, es conveniente establecer algunas diferencias. Según las
primeras indagaciones realizadas en esta investigación se pueden diferenciar dos etapas.
La primera va hasta diciembre de 1937, y la segunda desde inicio de 1938 hasta el final
de la guerra, esta última caracterizada porque se produce una totalitarización de las
medidas de encuadramiento social y militar por parte del ejército sublevado, en donde el
control político adquiere un mayor protagonismo.
7 Comisiones de Clasificación de Presentados y Prisionero de Ejército del Norte, AIRMNO. Caja 02534
5
Con el triunfo del golpe de estado se intensifican las medidas de vigilancia en
los cuarteles del territorio gallego8. Tenía por objetivo mantener el control y la
disciplina dentro de las fuerzas armadas, a causa de los enfrentamientos producidos
entre militares leales a la república y golpistas, en localidades como Ferrol o Tuy, que
tuvo como resultado la implantación de una cruel represión. En este sentido, en agosto
de 1936, el Gobernador Militar de la Provincia de Lugo decretaba la intensificación de
la disciplina dentro de los cuarteles con el objetivo de evitar revueltas y asegurar el
triunfo del levantamiento militar9.
Como consecuencia del fracaso del golpe de estado en otras plazas militares,
comienza la guerra civil, que provoca que se inicie un proceso de movilización
forzosa10. Relacionado con el aparato de represión legal desarrollado por el ejército
sublevado, se procedió a realizar un control social de los reemplazos movilizados. A
medida que se iban incorporando las sucesivas quintas, el Coronel del regimiento
reclamaba los antecedentes sociopolíticos de los individuos considerados sospechosos.
En esta labor colaboraban, el Comandante del puesto de la Guardia Civil de la localidad
de pertenencia del soldado11, las Delegaciones de Orden Público de las diferentes
localidades12 y los nuevos poderes locales.
En este proceso de movilización tuvo gran importancia el castigo. Con la noticia
de la sublevación militar, un número de individuos aún sin determinar huyó, tanto para
evitar represalias políticas como para eludir el servicio militar. A los movilizados no
presentados con el resto de su reemplazo se les abría un expediente, que dependiendo de
las circunstancias que alegara el expedientado en el momento de reincorporarse, podría
ser enviado a una unidad destinada en un cuerpo de África13, con un recargo de cuatro
8 Cfr. GRANDÍO SEOANE, E. (ed.): Las columnas gallegas hacia Oviedo. Diario bélico de la guerra civil española (1936 – 1937) de Faustino Vázquez Carril, Pontevedra, Nigratea, 2011. El historiador Gabriel Cardona apuntaba que durante la II República se creara un servicio de policía secreta dentro del ejército que se encargaba de realizar listados de militares, de alta graduación, que pertenecían a logias masónicas. Cfr. CARDONA, G.: El Poder militar en la España contemporánea hasta la guerra civil, Madrid, Siglo XXI, 1983. 9 Escritos sobre la imposición de disciplina en los cuarteles. AIRMNO. Caja ANT861. 10 Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional núm. 5. Decreto núm. 29, 9 de agosto de 1936. Disponible en: http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1936/005/J00017-00018.pdf [Consultado: 01/03/2013] 11 Petición de antecedentes personales pedidos a los soldados del Rgtm. Infantería Zamora núm. 29. AIRMNO. Caja 02404. 12 Cfr. GRANDÍO SEOANE, E. (ed.): Las columnas gallegas hacia Oviedo. Diario bélico de la guerra civil española (1936 – 1937) de Faustino Vázquez Carril, Pontevedra, Nigratea, 2011, p. 21 – 22. 13 Tenemos numerosos ejemplos en AIRMNO//Expedientes judiciales del Regimiento de Infantería núm. 35. Años 36 – 39.
6
años en el servicio militar, según establecía el artículo 322 de Código de Justicia
Militar.
Esta cierta lógica de integración en sus filas por parte del ejército provocó que
individuos que no fuesen del todo favorables al golpe de estado formaran parte sus filas.
El Estado Mayor de las Fuerzas de Marruecos alertaban de la existencia de reclutas
considerados peligrosos por sus ideas políticas, a los que denominan marxistas, dentro
de sus unidades, por lo que establece que se aumente la vigilancia o el castigo si es
necesario14.
Las medidas de vigilancia se extendieron al resto de las unidades. Se
encomendaba a dos suboficiales – un Sargento y un Cabo – las consiguientes labores de
vigilancia de los considerados peligrosos notificando cualquier comportamiento que
consideran anormal. Se encargaban de organizaban las guardias de tal manera que no
estuvieran en zonas en las que se pudieran marchar15 o no se les destinaba a tareas que
entrañasen problemas, como la custodia de polvorines16.
No tenemos datos suficientes, pero las primeras indagaciones realizadas llevan a
plantear la hipótesis de que las primeras medidas de control militar y político fueron un
relativo fracaso. Las intenciones militares de conseguir una victoria rápida y la caótica
organización fueron las causas del mismo. Lo que provocó una reorganización con la
caída del Frente del Norte, a partir de la toma de Gijón el 22 de octubre de 1937. El
periodo de estancamiento de las operaciones bélica es aprovechada por las autoridades
militares para modificar su estrategia y su estructura militar. En este sentido, se procede
a la reorganización del sistema de espionaje y vigilancia, con la constitución en
noviembre de 1937 del Servicio de Información y Policía Militar (S.I.P.M) que sustituía
al Servicio de Información Militar (S.I.M.) que venía funcionando hasta el momento17.
Este nuevo organismo se encargaba de reunir toda la información referente al
espionaje, contraespionaje y orden público, con la coordinación de las 2º Secciones de
los Estados Mayores (EE.MM.) de las diferentes unidades que componían el ejército
sublevado. Al mando del SIPM se encontraba el militar “africanista”, Teniente Coronel
14 AGMAV, C. 2321, L. 41, cp. 60 15 AIRMNO//Procedimientos judiciales del Regimiento de Infantería Mérida núm. 35. Causa 334/38. 16 AIRMNO. Caja ANT209. 17 Carpeta sobre el SIPM. AIRMNO. Caja 02522.
7
del Estado Mayor D. José Ungría, uno de los encargados de la represión de octubre de
1934, y que durante la postguerra tuvo un papel destacado en la represión de Barcelona
y Madrid, en la confección de listas negras y en recopilación de documentación
decomisada a logias masónicas en Bilbao18.
Los objetivos que se encontraban detrás de esta restructuración era potenciar el
papel del Servicio de Información, porque eran conocedores de la importancia que tiene
en una guerra civil. Ya había señalado el historiador S. N. Kalyvas que las guerras
civiles «son un conglomerado de luchas diversas, y que nunca fueron conflictos binarios
formulados a través de divisiones bien definidas»19. La propia jerarquía militar era
conocedora de esta complejidad, de la existencia de partidarios o simpatizantes del
bando contrario dentro de su territorio, como la transcendencia que tenían los evadidos
para facilitar información referente al campo enemigo20.
Además era necesario fortalecer el sistema de control social y militar como
consecuencia del avance de la guerra. A la sucesiva movilización de reemplazos, habría
que sumarle la integración de una parte de los soldados del bando republicano.
Derribado el Frente del norte pasan integrar las filas del ejército sublevado un número
importante de nuevos reclutas, una vez clasificados por las Comisiones de Clasificación
de Presentados y Prisioneros, asentadas en los Campo de Concentración o en las Cajas
de Reclutamiento21. El riesgo de que alguno se tratase de espías del ejército republicano
que aportase información relevante para el devenir de la guerra centró la preocupación
de estas medidas. Además hay que tener en cuenta, que José Ungría participó
activamente en la coordinación de la “quinta columna”, pasando información de un
frente a otro.
Esta reorganización tuvo una inmediata transcendencia en el control militar. Se
estrecharon las medidas de vigilancia hacia los reclutas por dos principales motivos. Por
un lado, para evitar posibles sediciones dentro de las Compañías, al comprobar que el
ánimo que impregnaba los primeros meses de guerra se iba diluyendo como
consecuencia de la duración de la guerra, poniendo en riesgo la estabilidad de las
18 Cfr. NERÍN, G.: La guerra que vino de África, Barcelona, Crítica, 2005, p. 131. 19 Cfr. KALYVAS, S. N.: “Nuevas y viejas guerras civiles. ¿Una distinción válida?”, Zona Abierta, nº 112-113 (2005), pp. 22-47. 20 En una Orden de diciembre de 1936 en la que destacan la importancia del servicio de información. AIRMNO. Caja ANT210. 21 Carpeta de Evadidos del Frente Norte, AIRMNO, Caja ANT223
8
unidades. Por otro, pretendían evitar que se produjeran deserciones al campo
republicano, como sucediera en el frente de Asturias según remarcaba el servicio de
información en enero de 193822. Junto con la vigilancia, se procuraba aislar a los
individuos calificados de “peligrosos” para evitar que se organizaran entre sus filas,
tanto para preparar un acto de rebelión o la deserción. El objetivo era romper las
antiguas redes de solidaridad social y tejer otras basadas en los valores militares, como
la disciplina y el deber de obediencia debida.
El Servicio de Orden y Policía pasa a formar parte del SIPM y estaba formado
por el personal de cada Cuerpo de Ejército que llevara en el frente un mayor número de
días y que contase con una conducta intachable, encargado de mantener el orden en las
unidades militares23. El servicio de información en el escrito citado anteriormente de
enero de 1938 dictaminaba las medidas para evitar deserciones y espionaje, ordenando
que se estrechara la vigilancia en las líneas del frente, y disparar a quien se encuentre
allí sin autorización24. De este control militar estaban al corriente los soldados puesto
que se lo comunicaba la oficialidad25. Un excombatiente en una entrevista realizada en
2010 narra cómo estuvo vigilado porque “uno que se apellidaba como él se pasó al otro
lado”26.
La adopción de estas medidas coincide con la constitución del primer gobierno
franquista en enero de 1938. Por lo que comienza un proceso que hemos denominado
como totalitarización de las medidas de encuadramiento del ejército sublevado. En abril
de 1938 el SIPM se convierte en un órgano dependiente del Cuartel General de
Franco27. El 13 agosto de 1938 se estrechar la vigilancia, con la creación de ficheros del
personal que componen las unidades «con el fin de conocer en todo momento los
antecedentes del personal que forma parte de las Unidades»28.
22 Escrito del Servicio de Información de enero de 1938 relativo a las deserciones efectuadas por miembros del ejército. AIRMNO. Caja ANT216. 23 Orden sobre la vigilancia en las unidades militares. AIRMNO. Caja ANT474. 24 Escrito del Servicio de Información de enero de 1938 relativo a las deserciones efectuadas por miembros del ejército. AIRMNO. Caja ANT216. 25 AIRMNO. Procedimientos judiciales del Regimiento de Infantería Mérida núm. 35. Causa 334/38. 26 Entrevista realizada por Antonio Somoza Cayado a A. P. G (2010). «La socialización en la guerra contra la República y los apoyos de la dictadura franquista. Reclutamiento, movilización y participación en el “Ejército sublevado” (1936-1939)». Fondo 4006. 27 Servicio del SIPM, AIRMNO. Caja ANT866. 28 Orden del Cuartel General del Generalísimo sobre individuos considerados “peligrosos”, AIRMNO. Caja 02527.
9
Detrás de estas medidas de vigilancia se encontraba una lógica de integración,
pues el soldado no tenía porque se represaliado. Es hipótesis de esta investigación que
en el frente se dejaron a un lado las políticas de represión políticas aplicadas en la
retaguardia, conocedores de los problemas que podría ocasionarles en el frente, además
de las dificultades que tenía su aplicación. Por lo tanto, el soldado podría permanecer en
la unidad mientras mantuvieran una correcta disciplina militar. Esto aparece reflejado en
algunos listados, encontrados en el desarrollo de este trabajo, de individuos
considerados peligrosos por sus antecedentes políticos, en los que son retirados de la
primera línea sin que aparezca reflejado un castigo mayor29.
En el desarrollo del castigo tenía un papel fundamente los Batallones de
Trabajadores, especialmente a partir de la caída del Frente de Asturias. En una Orden de
Franco de 22 de octubre de 1937 se dictaminaba que los: «Individuos cuya vigilancia
sea difícil o que fuera peligroso su contacto con el resto de los soldados serán
destinados a los Batallones de Trabajadores pero recomendando que sean estrechamente
vigilados para corregir y castigar la más pequeña falta que cometa»30.
A partir de agosto de 1938, en el momento en el que se estrecha la vigilancia se
impone un sistema de castigo más fuerte, en el que sigue teniendo un papel importante
los BBTT, con la creación en cada Cuerpo de Ejército, de una Unidad de Castigo (UC)
con el objetivo de: «Sustraer a las unidades combatientes del personal de clase y
soldados incorregibles, sospechosos o denunciados»31. Los soldados castigados en una
UC estaban dedicados a los trabajos de fortificación en los lugares de mayor riesgo y a
la clasificación de cadáveres en el campo de batalla. Con el fin de agilizar la justicia en
el frente, no se les abría ningún tipo de expediente judicial, simplemente, el Jefe del
Regimiento notificaba el cambio de destino del soldado castigado al Jefe del Cuerpo de
Ejército. Las UUC se formaban, dependiendo del número de penados, en: pelotones,
baterías, compañías o unidades.
Es conveniente añadir que este sistema de castigo no era nuevo en el ejército
español, venía de una tradición que nace en el siglo XVIII. El origen se encuentra en la
29 Relación de personal sospechosos de la División 83 propuesto para que sean retirados de la primera línea. AIRMNO. Caja 02527 30 Orden del Cuartel General del Generalísimo de 22 de octubre de 1937 sobre individuos considerados peligrosos dentro de las unidades militares. AIRMNO. Caja 02527. 31 Orden del Cuartel General del Generalísimo sobre individuos considerados “peligrosos”, AIMNO. Caja 02527.
10
Legión que contaba con sus propias unidades de castigo, todavía más duras que los
batallones disciplinarios, con jornadas laborales que alcanzaban 18 horas. Los penados
no podían hablar, dormían en el suelo y solo recibían media ración de comida. Se
dedicaban a los mismos trabajos que las que empiezan a formarse en agosto de 1938, la
fortificación en primera línea de fuego32.
3. La propaganda militar en el frente de batalla.
La historiografía sobre los conflictos bélicos ha abordado la experiencia del
frente a través de la denominada «cultura de guerra». Este concepto se basa en que
durante un enfrentamiento militar se afianza una identidad, política o nacional, al
contraponerla a la imagen de un enemigo idealizado, al que dotan de todas las
facultades ideológicas, físicas y morales contra la que luchan. Esta identidad es
reforzada mediante la elaboración de símbolos y ritos propios, tales como himnos,
banderas o distintivos33, en donde la propaganda tuvo una gran importancia.
Se presenta una nueva interpretación, a través de un pequeño análisis de la
propaganda desarrollada en el frente. Se mantiene como hipótesis de esta investigación
que es en la retaguarda donde se impuso una cultura de la victoria, y donde la
propaganda de deshumanización del enemigo, la deificación de la nación, el culto a los
caídos, pudo tener una mayor repercusión que en el frente, donde la dinámica y los
objetivos eran otros, ganar una guerra.
Para el caso español, historiadores como Sevillano Calero y Nuñez Seixas
remarcaron la repercusión que adquirió la propaganda durante las campañas bélicas y
en la constitución de determinados regímenes político. Aspectos como la violencia, la
repetición o el estatuto de verdad que se adjudica al propagandista son fundamentales
para la creación de los mitos político. Es conveniente señalar que los mitos se afianzan
en la mentalidad colectiva de un sector de la sociedad cuando están dispuestos a
creérselo. Las palabras de un excombatiente relacionadas con las alocuciones del
general Queipo de Llano, son muy representativas: «O general que estaba sempre
dando charlas, dando charlas. Si tomamos cual, tomamos cual. Pero eran propósitos, si, 32 Cfr. NERÍN, G.: La guerra que vino de África, Barcelona, Crítica, 2005, pp. 155 – 160. 33 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: ¡Fuera el invasor! Nacionalismo y movilización bélica durante la Guerra Civil española (1936 – 1939), Madrid, Marcial Pons Historia, 2006. MOSSE, G. L.: Fallen Soldiers. Reshaping the memory of the world wars, Nueva York, Oxford University Press, 1990.
11
non eran cousas reais. As reales había que velas alí, efectivamente, como se vían
¿non?»34.
Por este motivo, conocedores de que no se puede adulterar la realidad que están
viviendo en el frente los soldados, provocó que la propaganda desarrollada en el frente
tuviera otras características. Es conveniente decir las autoridades militares controlaron
durante todo el periodo bélico la elaboración de la propaganda. La Delegación Nacional
de Prensa se encargaba de redactar la propaganda emitida en la retaguardia, pero con la
supervisión de las autoridades militares, con el fin de evitar que se publicaran
posiciones y ofensivas militares. En la zona de vanguardia la propaganda se encontraba
bajo la jurisdicción militar35. Por lo tanto, el ejército era quien se encargaba de redactar
las Normas para la propaganda en la zona de vanguardia y frente y el parte de
emisiones de los equipos móviles36.
La propaganda en el frente se efectuaba a través de un equipo móvil que
mediante altavoces emitían diferentes soflamas. También se realizaba mediante
octavillas lanzadas al campo enemigo a través de la aviación37. La propaganda estaba
dirigida tanto para sus propias unidades, como para los soldados del ejército sublevado.
Según las primeras indagaciones se puede afirmar que existía una mayor preocupación
por la propaganda enviada al campo contrario.
En la propaganda enviada al campo republicano sobresale la concepción de la
redención, dogma central de catolicismo y parte fundamental del nacionalismo español
de carácter conservador. La propaganda declaraba a los soldados republicanos como
engañados por sus dirigentes políticos, y que si lo deseaban podrían entregarse
libremente sin recibir represalias. Existe por lo tanto una lógica de compresión con el
enemigo “nacional”, un aspecto que lo diferencia de otros conflictos desarrollados en
del primer tercio de siglo XX. Una de las proclamas más repetida era la de “os llevan a
morir”, además de ser alertados de que eran mandados por fuerzas enemigas. Hay que
añadir que también procuraban, según el sector en el que se desarrolla la propaganda,
34 Entrevista a V. S. R. (1990), Fondo HISTORGA, USC, Referencia 151. 35 La Delegación Nacional de Prense se encargaba de redactar la propaganda emitida en la retaguardia, con supervisión mi 36 AGMAV, C. 1327, 38. 37 AGMAV, C. 1223, L. 14, cp. 73.
12
agudizar las posibles diferencias entre los partidarios de los distintos partidos
políticos38.
El contenido de la propaganda radiada en su propio campo tenía características
similares a la que tenía la emitida en el campo republicano. Por un lado porque la
escuchaban en los altavoces instalados en el frente y no podían modificar la esencia de
lo que se radiaba. Principalmente emitían los partes de guerra, buscando socializar a los
soldados en la victoria militar, dando el número de bajas, altas y prisioneros. Pero no se
encuentra un interés por el adoctrinamiento de la tropa en las consignas de propaganda.
Conclusiones.
Es en el transcurso de la guerra cuando se gesta el régimen franquista. Por lo
tanto no se puede desligar la identidad política del franquismo con lo que supone su hito
fundacional39. Gran parte de su retórica, mitos y ritos surgen del periodo bélico, sin
embargo su naturaleza procede de diversas culturas o identidades políticas presentes en
la España del primer tercio del siglo XX. Tanto en la retórica, como en las medidas
adoptadas por las autoridades golpistas e incluso en la voluntad represiva del régimen,
se puede encontrar componentes del antiliberalismo, del conservadurismo, del
catolicismo, del militarismo y de los movimientos fascista, que surgen en el periodo de
entreguerras. En este sentido, es fundamental la Cultura de la Victoria, que se intentó
imponer durante la postguerra, convirtiéndose en la principal fuente de legitimación del
régimen, al contrario de los regímenes fascistas, surgidos de una Cultura de la
Derrota40.
A diferencia del fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán, el franquismo
tuvo que tomar el poder mediante la movilización militar, principalmente forzosa y no a
través de la política de masas41. Por lo tanto, en el desarrollo de esta comunicación se
procuró estudiar la identidad política del bando sublevado a través de la institución
38 AGMAV, C. 1404, L. 8, cp. 13. 39 Cfr. AGUILAR FERNÁNDEZ, P.: Memoria y olvido de la guerra civil española, Madrid, Alianza Editorial, 1996 40 AGUILAR FERNÁNDEZ, P.: Memoria y olvido de la guerra civil española, Madrid, Alianza Editorial, 1996 41 CAZORLA SÁNCHEZ, A.: “Sobre el primer Franquismo y la extensión de su apoyo popular”, Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales, nº 8 (2002), pp. 303-320
13
militar, debido a que son quienes mantienen la hegemonía, tanto en relación con su
contingente militar como en el desarrollo de la represión política42.
Durante el periodo bélico, dentro del bando sublevado se pueden distinguir dos
realidades: la retaguardia y el frente. Es hipótesis de esta investigación que es en la
retaguardia, donde se intenta imponer la Cultura de la Victoria, a través del papel de la
Iglesia, la propaganda y la represión sociopolítica. El discurso de la nación en peligro, la
deshumanización del enemigo y otras retóricas más cercanas a la doctrina fascista que
defendía falange, tienen una mayor presencia en los territorios controlados por las
fuerzas golpistas, a través del control que ejercían de los principales medios de
comunicación.
La celebración de actos, como homenajes a los caídos o la reposición del
crucifijo en las escuelas, tenían como objetivo la construcción de una nueva identidad
política basada en esa cultura de la victoria, pero que no tuvo la misma presencia en el
frente bélico, especialmente a medida que avanza el conflicto como evidencia algunos
relatos orales43.
En el frente el principal objetivo era la victoria militar. Conocedores de los
vínculos afectivos que se tejen entre los compañeros de trinchera, el ejército mitigó la
represión ideológica, porque podría perjudicar la cohesión interna dentro de las
unidades si se extendía la persecución política44. Por eso se produjo una lógica de
integración en el momento de la movilización y el castigo no se imponía por cuestiones
políticas. El ejército no pretendía adoctrinar, como refleja el escaso contenido político
en la propaganda del frente, sino socializar en valores militares como el heroísmo, el
compañerismo, la disciplina y el miedo al castigo, al saberse constantemente vigilados.
Desarrolló unas medidas de encuadramiento basadas principalmente en los
valores militares, como la disciplina, la jerarquía y el castigo como medio para modular
el comportamiento de los soldados. Procedían de una larga tradición militar e impuesta
42 Como están mostrando los avances realizados en el marco del Proyecto Interuniversitario “Nomes e Voces”. 43 Entre otras: Entrevista a A. G. P. (1988), Fondo HISTORGA, USC, Referencia 10. Entrevista a M. G. A. (1990), Fondo HISTORGA, USC, Referencia 204. Entrevista a A. G. D. por Francisco J. Leira-Castiñeira (2010). Proyecto de investigación «La socialización en la guerra contra la República y los apoyos de la dictadura franquista. Reclutamiento, movilización y participación en el “Ejército sublevado” (1936-1939)». Fondo 4003. 44 Salvo por actos de resistencia activa como sediciones, deserciones o intentos de complots.
14
en las campañas militares del norte de África45. Es solo a partir de la constitución del
primer gobierno franquista cuando viran hacía una tendencia más totalitaria con un
mayor control sociopolítico de los soldados, y momento en el que se empieza a percibir
que la guerra estaba casi finalizada.
Es cierto, que el ejército recoge del fascismo parte de su ritual político, como
puede ser la adopción del saludo romano. Se considera que es como consecuencia del
contexto internacional, debido a que en los años 30 el fascismo se convierte en un
referente para la derecha europea, principalmente debido a su capacidad de atracción y
movilización política.
Sin embargo, esta utilización de la iconografía fascista no tuvo su referente en la
toma de decisiones en el frente, como se ha mostrado en la presente comunicación.
Existían ciertas reticencias tanto dentro de la jerarquía militar, como entre los soldados
al falangismo46. El ejército era quien mantenía el poder absoluto dentro de la coalición
insurgente, como se observa en un informe de septiembre de 1936 enviado por el E. M.
de las Fuerzas de Asturias donde advertía del problema de indisciplina existente dentro
de falange, para el que la solución “estaría en disolverla y organizarla de nuevo en 48
horas”47.
En definitiva, a medida que avanza la guerra se va constituyendo un régimen de
carácter totalitario, controlado por las autoridades militares. En relación con su
contingente bélico, el ejército mantiene una identidad política en la que se encuentran
presentes elementos propios de la cultura militar, con escasa presencia del fascismo
defendido por falange, marginado de todo tipo de decisión militar.
45 Cfr. NERÍN, G.: La guerra que vino de África, Madrid, Crítica, 2005. 46 Como se observa en la mayoría de las treinta entrevistas realizadas en el seno de esta investigación y en las más de cincuenta procedentes del fondo HISTORGA del Departamento de Historia Contemporánea e de América. 47 Informe del EM de Asturias al Sector Cangas Luarca. AIRMNO. Caja ANT861
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LA IDEA DE PARTICIPACIÓN Y DEMOCRACIA EN EL FASCISMO. MATERIALES PARA UNA VISIÓN
COMPARADA Y MAXIMALISTA.
David ALEGRE LORENZ Universitat Autònoma de Barcelona
«Me pregunto si esta espléndida arquitectura cuyas nobles ruinas nos conmueven aún era privilegio de unos pocos o democracia, es decir, elitismo o participación, simulacro o estética. Cada civilización recrea sus mitos a modo de espejos fascinantes. Es la necesidad de sublimar a los protagonistas haciéndolos actuar imaginativamente en hábitats de escenografías espectaculares, moradas inventadas para albergarlos y fabularlos como paradigmas de vida. Una manera de participar los espectadores en lo inaccesible del mito: escenografía, democracia.»
Basilio Martín Patino1
I
Como puede deducirse, la inspiración para la puesta por escrito de las ideas que
planteamos a continuación surgió del visionado de La seducción del caos, obra de
Martín Patino. Poca duda cabe que los problemas que plantea la película del director
lumbralense son atemporales, de ahí precisamente que inviten a la reflexión. Sea como
fuere, la idea central en la cual se enmarcaría la película no sería otra que el problema
de la escenificación y manipulación de la realidad propias de la cultura moderna de
masas. Concretamente, por lo que respecta a la cita con la cual damos inicio a nuestra
comunicación, el protagonista, Hugo Escribano, se deleitaba y meditaba frente a las
ruinas de la Acrópolis ateniense. Casi inevitablemente, el historiador del fascismo
encuentra en estas palabras una puerta abierta a la abstracción guiada por su interés en
dicho fenómeno y, al calor de ello, todo un conjunto de preguntas a la espera de
respuestas. ¿Fue el fascismo elitismo o participación?, ¿privilegio de unos pocos o
democracia?, ¿simulacro o estética? Estas son algunas de las preguntas que
intentaremos responder a lo largo de las próximas páginas, tratando de realizar nuestra
aproximación a través de las inquietudes y percepciones de los propios fascistas y sus
espacios de circulación ideológica, para lo cual adoptaremos en todo momento una
perspectiva estrictamente transnacional.
A estas alturas, es de todos bien sabido el lugar central que el mito ocupó y
ocupa en el imaginario colectivo y en la articulación socio-política de las comunidades 1 Basilio MARTÍN PATINO: La seducción del caos, España, TVE/La Linterna Mágica, 1990.
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humanas, miles de trabajos han contribuido a demostrarlo. En este sentido, podemos
decir sin miedo a equivocarnos que el individuo ha enmarcado desde siempre su
existencia en el mito o, si se prefiere, ha codificado su experiencia vital en clave mito-
poética, entendiendo la realidad como un inmenso escenario donde se dirimiría la vida.
Con toda probabilidad, esta visión que en un principio podría parecer trasnochada ha
dominado las percepciones de generaciones y generaciones de hombres y mujeres
nacidos al amparo de diferentes códigos morales, religiones, culturas y civilizaciones,
desde la noche de los tiempos hasta nuestros días.2 Evidentemente, enfocar la historia de
este modo conlleva el peligro de caer en el anacronismo, es decir, de trasladar al pasado
estereotipos o tipos ideales guiados por visiones teleológicas las más de las veces. Sin
embargo, esto es algo que pronto desechamos al constatar el modo plenamente
consciente en que las comunidades humanas construyen imágenes mito-poéticas de sí
mismas encuadradas en coordenadas trascendentes que, después, elevan al rango de
dogmas de fe. Esto es algo que, quizás, se hace patente como en ningún otro fenómeno
en el caso del fascismo. Buena muestra de ello son las miles de memorias publicadas
tras la guerra por hombres de todo el continente donde éstos mostraban su visión de la
experiencia fascista, pero también los kilómetros de fotogramas filmados y montados
por el Deutsche Wochenschau, en la Alemania nacionalsocialista, o el NO-DO, en la
España franquista, por poner algunos ejemplos. Ambas formas de lenguaje o expresión
son reflexivas y, por lo tanto, conllevan un alto nivel de codificación, lo cual no quiere
decir que no sean observadas por sus autores y, más aún, por sus receptores como una
suerte de proyección o manifestación natural del espíritu trascendente que los imbuye.
De algún modo, el autor actúa inspirado por un dogma de fe al tratar de mostrar la
realidad en su versión más límpida o, si se prefiere, de hacer honor a lo qué él considera
la verdad. Lo mismo ocurre en el caso de otros lenguajes como el de la arquitectura, la
pintura, la escultura o el teatro, a través de los cuales el hombre busca el modo de
aprehender la realidad y encontrar su lugar en el mundo, expresándose a través del mito
y participando in situ en su construcción y tallado, levantando el escenario donde se
plasmará y dirimirá la historia.3
2 Hasta qué punto es así lo ha demostrado con gran claridad para el caso de los Estados Unidos Emilio Gentile en God’s Democracy. American Religion After September 11, Westport, Greenwood Publishing Group, 2008. 3 Quizás, una de las peculiaridades del fascismo es su intento por poner en íntima conexión mito y realidad, sobre lo que se sustentaría éste como experiencia vital. De algún modo, lo que busca el fascismo es alimentar la realidad con el mito y el mito con la realidad, llevando a cabo un constante proceso de codificaciones que generaría la particular Weltanschauung fascista. Los ejemplos en este sentido son de
Congreso Identidades fascistas. Fascistización y desfascistización en España. Universitat Autònoma de Barcelona. 11 y 12 de abril de 2013.
Las razones por las que las comunidades humanas se dotan de un ordenamiento
del mundo tal tienen que ver con la necesidad de generar un espacio físico-simbólico
seguro y aprehensible, es decir, aquél sobre el cual tiene vigencia dicha mitología;
superar la anomia dotándose de una razón de ser; y, en consecuencia, superar el miedo a
la finitud de la existencia humana. No obstante, es Martín Patino quien nos pone tras la
pista de algunas idea clave para comprender el lugar clave del mito en la vida del
hombre. En primer lugar, como ya avanzábamos más arriba, tendría que ver con la
necesidad de generar un espacio de confluencia para los múltiples sujetos individuales
que componen las diferentes comunidades humanas en que éstos se encuadran; por otro
lado, el deseo manifiesto de dichos individuos de alcanzar la representación y utilidad
dentro de su comunidad; y, por último, hacer posible de uno u otro modo la
participación activa de éstos –así como su continuidad y permanencia– en el devenir
histórico de ésta. El propio Mussolini señalaba cómo:
«La voluntad tiene que preparar el terreno sobre el que ha de desplegarse el destino. ¡Obrar, formar! ¿Qué es la gloria, entonces? Un consuelo a lo sumo: que uno no va a morirse por completo. La inmortalidad es la prenda de la gloria. Pero viene después».4
Esta es una idea consustancial al fascismo y su concepto de la democracia, es
decir, de la participación, pues éste es ante todo sublimación del principio de acción.
Así pues, para el historiador que adopte un enfoque clásico y observe el fascismo desde
una perspectiva externa y pretendidamente objetiva dicha participación o idea de la
democracia serán cuanto menos una mera simulación o, mejor aún, una absoluta
perversión. Sin embargo, un juicio de tales características, lejos de contribuir a explicar
el por qué del entusiasmo con que millones de personas se entregaron a la experiencia
fascista o de constituir un análisis histórico serio, no hace sino ahondar en viejos tópicos
lo más variado, yendo desde los planes urbanísticos y arquitectónicos concebidos en toda la Europa fascista para dar lugar a nuevas ciudades y pueblos acordes con los ideales del fascismo a películas españolas como Escuadrilla (1941), ¡Harka! (1941) o Porque te vi llorar (1941); italianas como Ettore Fieramosca (1938), Uomini sul fondo (1941) o Alfa Tau! (1942); o, por otro lado, alemanas como Ohm Krüger (1941), Der Grosse König (1942) o Kolberg (1945). 4 Cit. en Emil LUDWIG, Tres dictadores: Hitler, Mussolini y Stalin. Y un cuarto: Prusia, Barcelona, Acantilado, 2011, p. 88. Friedrich Nietzsche, cuya obra captó como pocas las necesidades y el clima socio-cultural derivados de la crisis de la modernidad, resume bastante bien lo que estamos intentando señalar: «En un triple sentido pertenece la historia al ser vivo: le pertenece como alguien que necesita actuar y esforzarse, como alguien que necesita conservar y venerar, y, finalmente, como alguien que sufre y necesita liberarse. […] La historia pertenece, sobre todo, al que quiere actuar, […] que […] necesita modelos, maestros o consuelo […]». Friedrich NIETZSCHE: Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. [II Intempestiva], Madrid, Biblioteca Nueva, 2003, p. 52
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como el de la locura o la criminalización colectiva,5 cuando lo cierto es que por suerte o
por desgracia la realidad tiene muchos más matices. Tal y como señalaba Nietzsche, el
hombre moderno necesitaría espolsarse la impotencia, y el fascismo supo presentarse
como el medio más adecuado para cubrir esa necesidad, ofreciendo el marco para la
participación directa y activa del individuo en la historia, para la construcción
permanente de la comunidad nacional en base a la movilización total y para la
comprensión y transformación de la realidad por medio de la acción. El mismo Hitler,
reflexionando en torno a la necesidad de convertir el ideal eterno encarnado en el
concepto völkisch en principio inspirador de la vida de la comunidad nacional alemana,
nos ayuda a ilustrar lo que pretendemos señalar:
«La transformación de una concepción ideal de la verdad suprema basada en una visión general de la vida en una comunidad política de creyentes y combatientes firmemente organizada y claramente limitada, uniformizada en espíritu y voluntad de poder es el logro más significativo, ya que toda posibilidad de victoria de la idea pasa exclusivamente por esta afortunada solución. […], un hombre tiene que dar un paso adelante con el fin de formar principios graníticos con una fuerza apodíctica, más allá de la vacilante fantasía de las grandes masas, y emprender la lucha justa por sí misma, hasta que de entre las agitadas olas del mundo libre del pensamiento surja una descarada roca que combine homogéneamente forma y voluntad. »El derecho general para una acción de este tipo se fundamenta en su necesidad, en el derecho personal, en el éxito».6
II
Desde nuestro punto de vista, una de las cuestiones que caracteriza mejor la
crisis de la modernidad es, precisamente, la definitiva quiebra del lenguaje como
transmisor de certezas o verdades absolutas compartidas.7 Precisamente, desde finales
del siglo XIX se abrió una enconada disputa desde todos los espectros del mundo
político y cultural por conceptos esenciales de la vida en comunidad, de forma que
conceptos como nación, socialismo, revolución o pueblo comenzaron a ser
resignificados desde múltiples perspectivas en un intento por monopolizarlos y, en
definitiva, restablecer la unicidad de un mundo que se tornaba impredecible por
momentos. Así, vastos espacios de circulación ideológica ya presentidos con
5 Para la criminalización del pueblo alemán véase Daniel J. GOLDHAGEN: Hitler’s Willing Executioners. Ordinary Germans and the Holocaust, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1996 6 Adolf HITLER: Mein Kampf, Nueva York, Reynal & Hitchcock, 1941, pp. 576-577. 7 A este respecto véase el apasionante estudio de Adan KOVACSICS: Guerra y lenguaje, Barcelona, Acantilado, 2007. Para los cambios acontecidos en el lenguaje a causa de la Gran Guerra véase especialmente pp. 67-135.
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anterioridad emergieron de forma masiva al calor de la enorme cesura que supuso la
Gran Guerra que, no lo olvidemos, vino acompañada por el decisivo episodio
revolucionario ruso. Ambos episodios tuvieron un impacto brutal sobre esas ideas
esenciales que articulaban la experiencia social, política y cultural de las comunidades
europeas, dando como resultado las más de las veces completas redefiniciones de éstas
con el fin de hacerlas útiles en una realidad altamente fisible. Tal y como señaló Edgar
Jung, uno de los intelectuales alemanes que participó de la corriente conocida como
revolución conservadora, se trataba de dar lugar a «[…] una nueva objetividad, que
restablezca la autoridad y el prestigio de las leyes de la economía, de la eficiencia y de
la personalidad» 8 , algo que era extensible a todos los ámbitos de la realidad. En
definitiva, tal y como hemos venido señalando, se trataba de restablecer unos valores
compartidos por todos, valores que pudieran servir como punto de confluencia para dar
lugar a una nueva comunidad nacional.
En este sentido, salta a la vista que en sus más variadas formas el lenguaje se
convirtió, como ocurre en el caso del fascismo, en un medio para ejercer diversas
formas y grados de violencia, al tiempo que participaba en la construcción de espacios
políticos, sociales y culturales propios. Así pues, se puede concluir que no hubo un
repliegue detrás de unas ideas o conceptos determinados, sino que se dio una lucha
activa por dar a éstos el contenido deseado, todo ello con el fin de definir la realidad a
través de ellos. Seguramente, llegados a este punto Walter Benjamin se equivocó al
señalar que «Hay una esfera del acuerdo humano a tal punto carente de violencia que
ésta le es por completo inaccesible: la esfera auténtica del entendimiento, a saber, la
esfera del lenguaje».9 El fascismo traspasó y ocupó por completo dicha esfera hasta
convertirla en su espejo, algo que quedó de sobra demostrado por Victor Klemperer.10
Precisamente, los fascistas invocaron la verdad y la justicia a través precisamente del
lenguaje, y a través de él construyeron el mito como espacio de confluencia y
participación de la comunidad nacional. Al fin y al cabo, el lenguaje siempre ha sido
observado como algo sagrado, sito en el reino de lo puro, en un marco trascendente de
la realidad, de ahí que siempre haya sido invocado como fuente de legitimidad y, en 8 Cit. en Alejandro ANDREASSI: “El significado del socialismo en los textos de la revolución conservadora alemana”, en Ferran GALLEGO y Francisco MORENTE (eds.): Rebeldes y reaccionarios. Intelectuales, fascismo y derecha radical en Europa, Mataró, El Viejo Topo, 2011, p. 27. Véase capítulo completo para una visión de los intentos por apropiarse la idea de “socialismo” desde la extrema derecha de la Alemania de Weimar. 9 Walter BENJAMIN: Obras, libro II, vol. 1, Madrid, Abada, 2007, p. 195. 10 Véase Victor KLEMPERER: LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo, Barcelona, Minúscula, 2001 [1947].
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última instancia, vaciado de sentido y razón de ser por el uso y abuso que se ha hecho
de él. Sin embargo, a través del estudio de éste, salta a la vista que en su particular uso
del lenguaje el fascismo actuó impulsado por un acto de fe, movido por la seguridad de
su poder para restituir la unicidad primordial del universo y la justicia entre los
hombres, por cruel que ésta pudiera llegar a resultar para el “convencionalismo”
burgués. Precisamente, Serrano Suñer señalaba entre las supuestas virtudes del
fenómeno en cuestión:
«su idealismo, su patriotismo, su fe de origen, su sentido de la certeza frente al escepticismo que pregunta siempre dónde está la verdad, su respeto a los más hondos sentimientos que constituyen patrimonio sagrado de las comunidades humanas, que pasa de generación en generación enriquecido con los frutos de la experiencia y del progreso, su solicitud por los débiles, su intransigencia con el error, su entusiasmo por empresas hidalgas y redentoras, [… su] huella no podrá borrarse».11
Pocos fragmentos muestran de un modo más claro el carácter religioso o, si se
prefiere, mito-poético y total de la experiencia fascista, que equipara fascismo y nación
como partes de una misma ecuación, tal y como afirmaba Gianni Carlotta haciendo
referencia al periodo de la República de Saló: «en ese momento no había distinción
entre Patria y Fascismo. En el choque de civilizaciones que tuvo uno de sus frentes en
nuestro suelo Italia y el Fascismo iban a ganar o perder juntos».12 Así pues, el fascismo
no sólo se apropia la idea de nación como única fuerza histórica capaz de darle carta de
naturaleza13, sino que además, la nación con todos sus mitos sería causa inmanente en
un sentido spinozista y motivación para la trascendencia del individuo, es decir, de
algún modo la nación se convierte en causa de todas las cosas que se engloban dentro de
ella, y éstas cobran sentido en base a dicha realidad. Por tanto, siguiendo con el
argumento, el fascismo es inmanencia en tanto que experiencia religiosa interna antes
que acto reflexivo, pues supuestamente garantiza al individuo imbuido por su fe un
acceso a un estado de conciencia superior, huyendo de un mundo en ruinas hacia un
nuevo futuro radiante donde se requiere su presencia, donde está todo por hacer. En este
sentido, no cabida para la contradicción dentro del cuerpo de la comunidad nacional,
siendo automáticamente expulsado de su seno todo lo que pudiera poner en discusión su
integridad. De algún modo, la posición de fuerza que eleva al fascismo a la condición de
11 Ramón SERRANO SUÑER: Entre Hendaya y Gibraltar, Barcelona, Planeta, 2011 [1947], pp. 286. 12 Gianni Carlotta: Memorie di un volontario della Repubblica Sociale Italiana, Milán, S.E.B., 2003, p. 7. 13 En tanto que se identificaría stricto sensu con ella, de hecho, cabe subrayar que el fascismo se vería a sí mismo como la más alta expresión de la comunidad nacional.
Congreso Identidades fascistas. Fascistización y desfascistización en España. Universitat Autònoma de Barcelona. 11 y 12 de abril de 2013.
dogma de fe o al rango de religión política no sólo procede del poder redentor y
reafirmador de la violencia, que sin lugar a dudas tiene un papel clave en su
Weltanschauung, sino que emerge de la creencia de hallarse en posesión de una verdad
absoluta14. Así pues, creemos que Sternhell no fue capaz de captar las dimensiones del
fascismo en toda extensión, pues según él, «[…] lo que importa en el catolicismo – y
ello es un elemento relevante en la síntesis soreliana que se encuentra en la base del
fascismo- no es la fe, sino las virtudes sociales – la disciplina, la castidad, el
pesimismo». Esto se hace especialmente patente en el caso del fascismo español, tal y
como defiende una de las tesis fundamentales de Ferran Gallego en El evangelio
fascista15: el cristianismo católico entendido como dogma de fe y como compendio de
valores organicistas constituyeron la columna vertebral del fascismo español, algo que
es completamente equiparable a la relación del fascismo rumano con el cristianismo
ortodoxo.16 Por tanto, hasta que no reconozcamos que dicho fenómeno lejos de ser mero
simulacro es aisthetikê o aisthesis en el más puro sentido de la palabra, 17 no nos
hallaremos en disposición de comprender sus múltiples manifestaciones e
implicaciones, su particular modus operandi, ni tampoco, claro está, las razones de su
tremendo éxito. Podrían resultar ilustrativas en este sentido las palabras de Drieu La
Rochelle, quien al contemplar los paisajes de la Francia rural dejaba constancia de la
existencia de ese espíritu inmanente que se convierte en manantial de toda comunidad
nacional y nos mostraba hasta qué punto el fascismo es una sensación a la par que una
necesidad, algo revelado desde el seno del mismo hombre, como trataremos de mostrar
en el siguiente apartado de esta comunicación:
«Cuando atraviesa las vastas extensiones despojadas y las aldeas escondidas, […]. Se le revela el duro reverso de las estaciones, el momento sombrío y penoso de las metamorfosis, la condición fúnebre de los renacimientos. Entonces ve que la vida se nutre de la muerte, que
14 Zeev STERNHELL et all.: El nacimiento de la ideología fascista, Madrid, Siglo XXI, 1994 [1989], p. 132. 15 Ferran Gallego en El evangelio fascista. Comunidad cristiana y Estado imperial en España (1931-1948), Madrid, Península, 2013, en prensas. Giménez Caballero señalaba que «si yo hablo de bandera fascista en España, es bajo una sola condición: que el fascismo para España no es fascismo, sino ca-to-li-ci-dad. Otra vez: catolicismo». Ernesto GIMÉNEZ CABALLERO: Genio de España, Madrid, Doncel, 1971 [1932], p. 198. 16 Basta con ver cualquier escrito de Codreanu para constatarlo: «resurgiremos, venciendo en nombre de nuestro Redentor Jesucristo y de la Estirpe rumana». Corneliu Zelea CODREANU: Circulares y manifiestos, 1927-1938, Karlsfeld, Colecţia Europa München, 2006, p. 35. 17 Al hablar de estética seguimos la reflexión iniciada al calor de la cita de Martín Patino con que dábamos inicio a estas páginas. En este sentido, nos remitimos a los orígenes etimológicos del concepto, que procede de las voces griegas referidas en el cuerpo del texto, relacionadas con el ámbito del espíritu e identificadas con las ideas de “percepción”, “sensación” o “sensibilidad”.
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la juventud sale de la meditación más fría y más desesperada y que la belleza es un producto del enclaustramiento y la paciencia. […] »No era sólo el invierno de la naturaleza lo que Gilles veía; era un invierno distinto y una muerte distinta, más duraderos, llevando en sí la amenaza quizá de lo irremediable. Se trataba del invierno de la Sociedad y de la Historia, del invierno de un pueblo».18
Así pues, la realidad cobra para Drieu La Rochelle la apariencia de un enorme
escenario trágico donde acontecen la vida y la muerte del hombre y, por medio de éstas,
los ritmos, el destino y la permanencia de la comunidad nacional. Su visión pesimista
nos mostraba un mundo ruinoso, completamente devastado, agotado y, finalmente,
desposeído a causa del impacto de la modernidad encarnado en los efectos de la Gran
Guerra. Sin embargo, más allá de una mera regresión a un pasado ideal que parece ya
inalcanzable, lo que se está planteando el autor francés es algo revolucionario como
sería la necesidad de aceptar el reto de la modernidad o, dicho de otro modo, servirse de
los medios brindados por ésta para responder a las necesidades esenciales del hombre y
crear el lugar de encuentro para una nueva comunidad nacional pura y plena.
III
En una de sus conversaciones de sobremesa, Hitler señalaba que «nunca he dejado
de recordarles a mis seguidores que nuestra victoria fue una certeza matemática porque
nosotros, al contrario que la socialdemocracia, no excluimos a nadie de la comunidad
nacional».19 Esta afirmación cuando menos discutible o, desde luego, matizable nos
daría una idea de la confianza del fascismo en su capacidad para ofrecer a los individuos
cauces de representación y mecanismos de integración y participación a través
precisamente de la comunidad nacional fascista. Buena muestra de ello es la famosa
afirmación de Goebbels, el cual, en un artículo del Völkischer Beobachter del 31 de
mayo de 1933 defendió que el nacionalsocialismo era la única fuerza capaz de dotar a
los alemanes de una democracia real, ajustada a sus necesidades, lo que por entonces
denominó autoritäre Demokratie, concepto que, no por casualidad, hizo fortuna en
lugares tan distantes como la España franquista o la Rumanía de Antonescu. De hecho,
el 19 de marzo de 1934, volvió a hacer hincapié en dicha idea al señalar a la alemana
18 Pierre DRIEU LA ROCHELLE: Gilles, Madrid, Alianza Editorial, 1989 [1939], pp. 382-383. 19 Adolf HITLER: “2 de noviembre de 1941, medianoche. Invitado especial el Reichsführer de las SS Himmler”, en Hitler’s Table Talk. 1941-1944, Nueva York, Enigma Books, 2000, p. 108.
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como «la forma más alta de democracia europea».20 Justamente en esta línea, señalaba
Serrano Suñer que:
[…], los Estados fascistas se creen poseedores de un espíritu capaz, de una voluntad, un pensamiento y unos ideales colectivos que, en parte, recuerdan la volonté générale de la doctrina roussoniana. […] imbuidos de la preocupación del mejoramiento de las masas, tanto por imperativo de justicia como por señuelo de propaganda, los fascismos, […] es evidente que han traído a la teoría política auras renovadoras y a los pueblos épocas de ilusión y de esperanza y –¿por qué no decirlo?– de gloria y esplendor.21
Conviene detenerse en la referencia al principio de voluntad general realizada
por Suñer, que no es ni mucho menos una alusión inocente o carente de reflexión sobre
la cual pueda pasarse a la ligera. De algún modo, lo que vemos en las palabras del que
fuera materia gris del primer estado franquista es ni más ni menos que un ejemplo de la
lucha abierta durante el periodo de entreguerras por los conceptos clave en la
articulación del poder y la ordenación de la vida pública, a la cual hacíamos referencia
más arriba. ¿De qué modo puede el fascismo declararse, siquiera parcialmente,
abanderado del principio de voluntad general enunciado por Rousseau? En el apartado
teórico, el fascismo europeo bebió en buena medida de las obras de Georges Sorel o
Maurice Barrès, quienes sostenía que la libertad sólo podía venir garantizada por el
predominio del liderazgo heroico y el poder nacional22, de hecho, en líneas generales la
democracia liberal parlamentaria era criticada como un sistema disgregador que
debilitaba a las naciones y fomentaba el caos social, así lo señalaba Giménez Caballero:
«el bloque continental y demócrata de Ginebra, quiere y necesita una España rota para
siempre. Dividida, cercenada, controlada, desmedulada, bastardeada, perdida, sifilítica
en sus ideales patrios».23 En este sentido, conviene recordar qué entendía el filósofo
ginebrino por volonté générale, concepto por lo demás no exento de polémica en lo
referido a sus implicaciones a lo largo de sus más de doscientos años de historia, pues
quizás así consigamos vislumbrar cuánto tuvo –o pretendió tener– el fascismo de
participación y democracia. Así pues, según Rousseau,
La voluntad constante de todos los ciudadanos del estado es la voluntad general: es a través de la voluntad general que son ciudadanos y poseen
20 Véase Erick R. VON KUEHNELT-LEDDIHN: “en Journal of History of Ideas, Vol. 9, 3 (1948), pp. 339-371 y, también, Uta GERHARDT: Talcott Parsons. An Intellectual Biography, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, p. 78. 21 SERRANO SÚÑER: op. cit., pp. 285-286 22 Véase STERNHELL et all.: op. cit., pp. 47-133. 23 GIMÉNEZ CABALLERO: op. cit., pp. 195-196.
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libertad. Cuando una ley es propuesta en la asamblea del pueblo lo que se les pregunta no es precisamente si aceptan o rechazan la propuesta, sino si está de acuerdo con la voluntad general, que es su voluntad. Del mismo modo, Frecuentemente hay una diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad general; esta última sólo tiene que ver con el interés común, mientras que la primera está relacionada con los intereses privados y es la suma de todos los deseos individuales: pero si dejamos a un lado estos deseos, sus excesos e insuficiencias, el elemento común que permanece de los diferentes deseos es la voluntad general. […], la voluntad general siempre emergería del grueso de las pequeñas diferencias, y la decisión sería siempre buena.24
La relación del fascismo con la idea de volonté générale tendría que ver con los
medios revolucionarios que éste concibió como vías para la participación y
representación de los individuos dentro de la comunidad nacional, que para los fascistas
y su interpretación de la democracia era el único marco donde podía darse de forma real
y efectiva. Precisamente, el ejercicio de la soberanía de dicha comunidad nacional tiene
lugar en el curso de la historia, entendida ésta como un gigantesco escenario donde
confluyen y entran en liza todas las fuerzas vivas, es decir, la historia elevada a la
categoría de mito construido a base de voluntad de poder que, por lo demás, se ejerce de
diversas formas, tal y como trataremos de ver a continuación. La voluntad del fascismo
es, dicho literalmente, hacer historia contribuyendo a la construcción activa del mito,
proporcionando a los individuos la oportunidad para ello a través de diversos
escenarios. Dentro de esta problemática resulta esencial la figura de Walter Benjamin,
quien reflexionó in extenso a lo largo de toda su obra sobre los diferentes modelos de
representación de la historia en Occidente o, dicho de otro modo, en torno al lugar del
pasado en la vida del hombre y su posición frente a éste. Buen ejemplo de ello son
trabajos como Ursprung des deutschen Trauerspiel [Los orígenes del drama barroco
alemán], de 1928, o Über den Begriff der Geschichte [Sobre el concepto de la historia,
que contendría las famosas Tesis de filosofía de la historia], de 1940, que nos sirven
para observar desde otro prisma las cuestiones que aquí nos ocupan.
La emergencia del Trauerspiel puso de manifiesto un cambio fundamental en la
percepción de la historia por parte del hombre que lo acompañaría desde la Reforma
hasta nuestros días, dando lugar a una visión caduca del tiempo histórico, sometido éste
24 Jean-Jacques Rousseau, Discourse on Political Economy and The Social Contract, Nueva York, Oxford University Press, 1999 [1762], pp. 137-138 y 66, respectivamente.
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a una decadencia imparable. De este modo, el triunfo de esta imagen finita de la
realidad acabó por elevar la violencia a la condición de fuerza reafirmadora de la vida
que se rebelaría frente a la muerte por un mero instinto de conservación, todo ello en un
desesperado intento por restablecer el tiempo eterno. De ahí que el Trauerspiel sea hasta
cierto punto un reflejo de la tragedia del fascismo, que buscaría precisamente alcanzar
por todos los medios la trascendencia, quedando cada vez más marcado por lo terreno
en el intento. El fracaso del fenómeno en cuestión queda evidenciado por la imagen
hegemónica de éste en la cultura occidental, grabado por los excesos de una violencia
supuestamente fría, irracional o, incluso, patológica y, al mismo tiempo, por una
escenografía histriónica, delirante y, casi podríamos decirlo, alucinatoria, quedando
excluido por completo su carácter espiritual. Sin embargo, más allá de ello lo cierto es
que el fascismo llevó al extremo la concepción de la realidad como gigantesco escenario
donde tendría lugar el drama de la historia, hasta el punto que siempre puso un mimo
obsesivo en su decoración, que lejos de ser mero cartón piedra era observado como
expresión natural del espíritu, como su encarnación justa y necesaria. No es extraño, por
tanto, que un intelectual fascista como Albert Speer formulara la teoría del valor como
ruina, que formulaba en los siguientes términos:
Hitler afirmaba que en la historia de un pueblo se dan siempre periodos de declive, y entonces los monumentos reflejan el poder que tuvo en otro tiempo. […] constituyen su recuerdo más efectivo. Nuestras obras tendrían que hablar a la conciencia de la Alemania de los siglos venideros. […]. Su punto de partida [el de Hitler] era que las construcciones modernas no eran muy apropiadas para constituir un puente de tradición hacia futuras generaciones […]. Mi “teoría” tenía por objeto resolver este dilema: el empleo de materiales especiales, así como la consideración de ciertas condiciones estructurales específicas, debía permitir la construcción de edificios que cuando llegaran a la decadencia, al cabo de cientos o miles de años (así calculábamos nosotros), pudieran asemejarse un poco a sus modelos romanos.25
En este sentido, desde su propia perspectiva el fascismo sería la plena
autoconsciencia del ego, es decir, de la condición del hombre, de su lugar en el mundo,
y en dicha autoconsciencia consiste la revolución antropológica que pretende y la forma
de participación que propone, que tiene lugar por medio de la construcción in situ del
mito de su propio momento histórico, dotándolo de los contenidos deseados y evitando
así su codificación a las generaciones venideras. Por tanto, enmarcado en lo
25 Albert SPEER: Memorias, Barcelona, Acantilado, 2001, pp. 104-105.
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estrictamente terrenal el fascismo se aferró a la eternidad, algo que se pone de
manifiesto cuando, impelido por el implacable paso de los años, actuó de formas
radicales en un espacio breve de tiempo, tratando de proyectar los efectos de su acción
sobre la historia. Dicho de otro modo, su objetivo sería marcar el cauce por el cual
discurrirá el tiempo futuro, encuadrarlo dentro del escenario deseado o, utilizando una
frase que ha hecho fortuna, dejar todo atado y bien atado. He aquí pues el modo en que
opera la democracia fascista, a saber, posibilitando una participación permanente en la
historia, es decir, hacer de la cotidianeidad historia, facilitando así la trascendencia del
hombre a través de un escenario privilegiado, de su plena integración en el seno de la
comunidad nacional. Para ello, el fascismo propone una transformación revolucionaria
de la realidad en todos los ámbitos, y es ahí donde entran proyectos como la
Welthaupstadt Germania, que hubiera supuesto la práctica destrucción de Berlín tal y
como se conoció hasta principios de los 40; la transformación de Roma con la Via
dell’Impero; los planes de Pedro Bidagor de 1941 para construir un Madrid imperial; o
el proyecto de la Ustaša para trasladar la capital del NDH de Zagreb a Banja Luka, con
los cambios radicales que tal hecho hubiera conllevado para una ciudad de mayoría
serbia en un estado croata.26 El objetivo era poner al individuo en directa conexión con
la historia a través de la comunidad nacional, hacerlo partícipe del mito en un espacio de
confluencia común que, además de garantizar la continuidad, penetra en la conciencia o
imaginario colectivo hasta transformar sus marcos y puntos de referencia. En este
sentido, el modelo de participación y democracia que proporciona el fascismo es uno
completamente reterritorializado, canalizado y capitalizado en su propio beneficio, tal y
como ha demostrado Klaus Theweleit para el caso de los desfiles y concentraciones
nacionalsocialistas.27
IV
En su idea de construir el mito en tiempo presente y sobre el terreno o, dicho de
otro modo, al mismo tiempo que tenía lugar la historia el fascismo ofreció otros
mecanismos de participación y representación más radicales y directos, siendo la guerra
el más paradigmático de todos al convertirse en el marco predilecto de confluencia, 26 Véase Leon KRIER: Albert Speer. Architecture, 1932-1942, The Monacelli Press, 2013 [1989]; Emilio GENTILE: Fascismo di pietra, Bari, Editorial Laterza, 2010 [2007]; Olivia MUÑOZ-ROJAS: Ashes and Granite. Destruction and Reconstruction in the Spanish Civil War and Its Aftermath, Brighton, Sussex Academic Press, 2011, pp. 56-67; Nevenko BARTULIN: The Ideology of Nation and Race: The Croatian Ustasha Regime and Its Policies toward Minorities in the Independent State of Croatia, University of New South Wales, tesis doctoral inédita, 2006, pp. 314-315. 27 Klaus THEWELEIT: Male Fantasies. Volume 1: Women, Floods, Bodies, History, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2007 [1977], pp. 429-435.
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construcción y expresión del individuo y de la comunidad nacional como agregado de
las voluntades individuales. Llegados a este punto, cabe recordar ahora nuestras
reflexiones en torno a la volonté générale de Rousseau, algo que quedaría bien
expresado por el veterano de guerra alemán Öchelhäuser, quien recordaba así su
llamada a filas:
Estábamos en la edad del primer amor. […]. Teníamos la vida por delante. Y esperábamos vivir con acierto. Queríamos llegar a ser hombres decentes. Queríamos servir a la Patria. Queríamos realizar proezas. Queríamos ser comprensivos, obedientes, intrépidos y fieles. […] Nos sentíamos orgullosos. Nuestro juramento era sagrado; nuestra fe, auténtica; nuestra ambición, ardiente, y nuestra abnegación, incondicional. […] Los supervivientes trataron de comprender y apenas comprendieron lo incomprensible que habían vivido, […].28
Precisamente, a través de la guerra el fascismo ponía de manifiesto su relación
privilegiada con la historia, haciendo al hombre partícipe de ésta y, al mismo tiempo,
mostraba su radical compromiso con la modernidad. A través de ella, tenía lugar la
transvaloración que daría lugar al nuevo hombre, dotado de una conciencia
vanguardista, libre de sus cadenas, mito encarnado. Por tanto, la guerra se convierte en
marco propiciatorio del proyecto fascista, el lugar donde emergen y cobran forma en
toda su expresión la voluntad de poder o, simplemente, la voluntad de voluntad,
convertida en lugar de expresión del homo faber capaz de tomar las riendas de su propio
destino, haciéndose a sí mismo y al mundo que le rodea, produciendo realidad por
medio de sus actos. Esto constituye por sí mismo algo revolucionario que buscaría, tal y
como señala Ferran Gallego yendo aún más lejos, «no el cumplimiento auténtico de la
evolución, sino la elección de otro camino, de otro trayecto, con un destino distinto, que
evita la evolución para buscar la ruptura. En la voluntad del hombre revolucionario se
encuentra un deseo no tanto de hacer la historia como de abolirla. […]. El
revolucionario», en nuestro caso el combatiente, «sólo se reconoce en la inversión de lo
que le rodea, no en la negociación con lo que existe. No quiere cumplimentar el papeleo
de la historia, sino romper con todo trámite progresista y buscar la permanencia,
28 Justus Wilhelm OECHELHAEUSER: Nosotros estuvimos en el frente, Buenos Aires, Ediciones Sieghels, 2009 [1962], p. 7.
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eliminando por siempre lo transitorio»29, tal y como veíamos más arriba. De este modo,
podemos concluir en línea con lo señalado por autores como el propio Gallego o Javier
Rodrigo que la guerra civil española fue el espacio de confluencia físico y mítico del
fascismo español, el punto de encuentro, el lugar donde se produjo la participación
voluntaria, activa y revolucionaria de los sujetos individuales que estarían representados
en la comunidad nacional española.30 Pero esto que es cierto para el caso del fascismo
español es aplicable igualmente a otros casos tan distantes como el del propio
nacionalsocialismo alemán, tal y como veíamos, o el de la Croacia fascista, donde la
brutal violencia de los Ustaše contra los serbios, los judíos y los gitanos no sólo buscó
la regeneración del cuerpo de la patria, sino también la forja de la comunidad nacional
croata en base a la necesaria toma de conciencia y cierre de filas de ésta frente a la gran
amenaza que supuso la casi inmediata respuesta armada de sus víctimas serbias, huidas
y refugiadas en los bosques bosnios. Tal y como señala Rory Yeomans:
Además de celebrar la conducta abnegada de los guerreros y alabar su castidad sexual y pureza moral, los ideólogos y periodistas del movimiento también valoraron su violencia implacable y su carácter despiadado, codificando su ingreso dentro del movimiento como un rito de paso que requería de ellos limpiar sus almas no sólo de todo pensamiento impuro sino de todo sentimentalismo y blandenguería.31
Dicha alabanza del combatiente violento no refleja ni mucho menos un gusto
patológico por la sangre –salvo algún caso puntual, quizás–, sino más bien la
admiración ante el hombre que asume su responsabilidad para consigo, es decir, para
con su condición y para con la historia, en definitiva, el hombre convertido en mito
proactivo o en referente de la comunidad nacional. Por tanto, el individuo cuenta con un
cheque en blanco en lo referente a su representación y participación dentro del fascismo
y la comunidad nacional con la que éste se identifica de forma natural, pudiendo
construir una imagen de sí mismo a su medida, acorde con sus méritos y sus virtudes.
Así pues, por medio del acto de la guerra la comunidad nacional ejercería su soberanía,
algo que quedó retratado a la perfección en Kolberg32, película inspirada en un episodio
29 Conversación vía correo electrónico con Ferran GALLEGO (comunicación personal, 14 de diciembre de 2012). 30 Esta idea quedó expresada con bastante claridad en Ferran GALLEGO: “Construyendo el pasado. La identidad del 18 de julio y la reflexión sobre la historia moderna en los años cuarenta”, en GALLEGO y MORENTE (eds.): op. cit., pp. 281-337 y en Javier RODRIGO: “Santa guerra civil. Identidad, relato y (para)historiografía de la cruzada”, en Idem, pp. 181-211. 31 Rory YEOMANS: Visions of Annhilation. The Ustasha Regime and the Cultural Politics of Fascism, 1941-1945, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2013, p. 322. 32 Veit HARLAN: Kolberg, Alemania, UFA, 1945.
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de las guerras napoleónicas en Prusia y distribuida en medio del colapso del Tercer
Reich con una clara función proactiva, que no era otra que la de alentar a los alemanes a
la resistencia. El inicio de la película es ilustrativo en este sentido, pues en él vemos a
un pueblo que pide ir a la guerra por puro instinto de conservación y que, en medio de
un estado de movilización general, se apodera por completo del espacio público en
medio de los cánticos: «Despierta el nuevo día./Decidiremos el destino del mundo./Los
débiles se estremecen,/El pueblo se alza,/La tormenta estalla». Tal y como señalaba
Serrano Súñer, aquí entra en juego la volonté générale en los términos y límites
concebidos por el fascismo, convertida ésta en fuerza de ley por medio del permanente
estado de excepción instaurado por la guerra. De hecho, éste mismo señaló cómo la
libertad, el derecho a hacer historia y a construir el mito se ganaban en los campos de
batalla, lo cual nos sirve para constatar hasta qué punto la guerra civil, a sus ojos guerra
de liberación nacional o cruzada, fue el hito fundacional del fascismo español y supuso
su conquista del poder:
El ideal de España no es el odio ni la guerra, sino la paz. La paz para establecer sobre ella, con la justicia y el trabajo, el poderío y la grandeza de nuestro pueblo. Pero esto antes que […] ninguna otra cosa; porque justamente por esto cayó nuestra juventud en los frentes de batalla y por esto también caeríamos nosotros todos, ofreciendo nuestras vidas por la Revolución española, par que no se malograra en la esterilidad la sangre de nuestros héroes. Queremos la paz, sí, pero una paz que nos permita ser fuertes, no una paz que nos haga esclavos. La herencia indivisa de nuestras glorias ha sido aumentada en los campos calientes de la guerra de España. Yo pido a Dios que el porvenir reserve a nuestros pueblos el servicio a un gran destino común.33
V
Para concluir, cabe señalar que ésta comunicación no constituye nada más que
un camino abierto, una seria de sugerencias o unas propuesta de trabajo de cara al
futuro. No obstante, nos creemos en disposición de afirmar que a lo largo de estas
páginas hemos podido intuir siquiera someramente las vías de participación y
representación ofrecidas por el fascismo europeo, que se darían fundamentalmente a
través de la contribución activa del individuo a la historia y la posibilidad de su
integración en la mitología de la comunidad nacional a través del heroísmo moral,
fundado en la violencia como acto redentor o en el sacrificio en nombre del ideal
33 SERRANO SÚÑER: op. cit., p. 77.
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colectivo. Así pues, hubo una voluntad real por parte de los regímenes fascistas de
facilitar y promover la participación y la representación, para lo cual se previeron
mecanismos de diversa naturaleza y, por supuesto, siempre de acuerdo con sus
intereses, que desde su punto de vista eran los únicos capaces de garantizar la
satisfacción del interés común de la comunidad nacional. Esta última, como idea
abstracta que se convertiría en bandera del fascismo y cobraría pleno sentido a través de
él, se convirtió en el espacio para el ejercicio de la “auténtica” democracia. En este
sentido, más allá de posibles análisis económicos socio-políticos y económicos, queda
claro que cuando hablamos de fascismo hablamos de un acto estético de fe enmarcado
en unas coordenadas bien concretas. Sin esa fe que lo mueva y sin el poder sugestivo
del mito vivido y activamente construido el fascismo está condenado a perecer, aunque
sólo sea por el agotamiento y desaparición de lo que constituye ni más ni menos que la
argamasa y el punto de confluencia sobre los cuales se sustentaría.
Políticas de la fascistización y la desfascistización en la Secretaría General del
Movimiento (1937-1945)
Mercedes Peñalba Sotorrío
Universidad Internacional de La Rioja
La Unificación de 1937 supuso, para los distintos grupos políticos que apoyaron
la dictadura de Francisco Franco, un golpe considerable. En general, ni a los carlistas ni
a los distintos grupos de derecha nacionalista les agradaba la idea de un partido único,
mientras que a los falangistas no acababa de convencerles verse unificados desde arriba
con otras fuerzas que no eran realmente fascistas, por muy fascistizadas que parecieran
algunas. Sin embargo, no podemos olvidar que la guerra civil y el proceso unificador
suponían también dar la oportunidad al falangismo de llevar a cabo la definitiva
conquista del Estado, a la que habían aspirado desde su creación. Bien sabemos que
ninguna organización fascista ha llegado sola al poder. En su camino hacia la cumbre
siempre ha necesitado establecer alianzas con otras organizaciones políticas,
consideradas como fáciles de subsumir en la tentación fascista, o cuando menos,
políticamente necesarias para alcanzar el objetivo irrenunciable: la conquista del poder
político con vistas al establecimiento de un Nuevo Estado, que salve a la civilización de
la decadencia provocada por el liberalismo.
Si ningún partido fascista ha accedido por sí solo al poder, menos aún podemos
afirmar que Falange Española de las JONS estuviera capacitada para llevar a cabo una
conquista efectiva y, aún menos, duradera del poder político en España. Ya Ramiro
Ledesma Ramos y José Antonio Primo de Rivera se habían dado cuenta de que las
alianzas políticas y los acuerdos económicos con otras formaciones, e incluso la
colaboración con el Ejército, eran necesarias1. Por tanto, podemos afirmar, sin ninguna
duda, que la Unificación de 1937, aún vista como un duro golpe a sus objetivos e
independencia por una parte del falangismo, fue también la oportunidad dorada que
tanto habían estado esperando. Por eso mismo, el núcleo legitimista del partido cambió
pronto de opinión, optando por la colaboración dentro de la nueva coyuntura política,
con la vista puesta en el oportuno desarrollo de la tan anhelada revolución nacional-
1 Sobre Falange Española y sus alianzas con otras organizaciones políticas, consultar: Joan Maria THOMÀS: Lo que fue la Falange: la Falange y los falangistas de José Antonio, Hedilla y la Unificación, Franco y el fin de la Falange Española de las JONS, Barcelona, Plaza & Janés, 1999 y José Luis RODRÍGUEZ JIMÉNEZ: Historia de Falange Española de las JONS, Madrid, Alianza Editorial, 2000.
sindicalista. El camino más rápido y efectivo para iniciar y asentar dicha revolución
pasaba por fascistizar del todo el incipiente Estado y a la sociedad española en su
conjunto, pasando por encima de las reticencias de sus aliados políticos. No obstante,
este proyecto estaba destinado a fracasar si el máximo líder del partido único no llegaba
a transformarse en verdadero líder fascista, cosa que, en efecto, no llegaría a ocurrir
nunca. Franco no dejaría nunca de ser un dictador fascistizado, pero arbitrante entre las
distintas fuerzas políticas que sostenían su poder.
En este marco, nuestro objetivo es apuntar cuál fue el papel de la Secretaría
General del Movimiento en este complejo proceso que amenazó con fascistizar
completamente la dictadura franquista, para acabar negando toda relación con el
fascismo, de cara a asegurar la supervivencia del régimen ante la nueva coyuntura
internacional que estaba a punto de configurarse. Evidentemente, se trata de un proceso
que obedece, en parte, a la propia evolución de la Segunda Guerra Mundial, pero que
sobre todo responde a circunstancias internas, tanto de la política española, como de la
propia evolución de las elites falangistas, sus luchas de poder y sus enfrentamientos con
otros sectores de la dictadura.
Para comprender el papel que la Secretaría General llegó a jugar en este camino
de progresiva fascistización y de posterior desfascistización, es preciso entender la
naturaleza de este organismo y sus objetivos. La Unificación de 1937 supuso la
transposición de la estructura y del ideario falangista al naciente Movimiento Nacional,
que recibía la misión de erguirse en fuente doctrinal del nuevo régimen y en
organización intermedia entre la sociedad y el Estado2. El partido pasó a convertirse,
así, en una correa de transmisión, por medio de la cual las directrices estatales se
comunicaban al pueblo, y las inquietudes populares ascendían al Estado. De llevar a
cabo la construcción y estructuración de este nuevo Movimiento, se encargó la
Secretaría, organismo tomado de los Estatutos de FE de las JONS, que habían servido
de modelo para el partido unificado.
Entre 1937 y 1945, la Secretaría se encargó de tomar el control del nuevo
partido y de completar el proceso de unificación, para, a continuación, comenzar el
proceso de adaptación de la estructura tomada de FE de las JONS y poner en marcha
nuevos instrumentos y organismos dentro de la misma. Paralelamente, para llevar a
cabo este proceso, la Secretaría optó también por mirar hacia los regímenes hermanos
2 Decreto de Unificación, BOE, nº 182, 20/04/1937.
de Italia y Alemania, de modo que podemos ver cómo desde la creación del
Secretariado Político hasta la caída de Mussolini, existió una mayor preocupación por
las cuestiones internas del partido y una fuerte tendencia al mimetismo político, que
miraba a Italia y a Alemania buscando soluciones a los problemas nacionales y tácticas
que favorecieran una mayor influencia política del falangismo. Pero finalmente, bajo la
dirección de Arrese, se produciría la entrada en la fase de desfascistización o huida del
estigma totalitario, en la que el falangismo optó por dar mayor protagonismo a
elementos ya presentes en el Decreto de Unificación, como la cultura católica y la
democracia orgánica, para deshacerse de la etiqueta totalitaria, dirigiendo al partido
hacia una fase de desfascistización real y retrospectiva3.
Políticas de la fascistización 1937-1941
Tomando como punto de partida el concepto de fascistización planteado y
desarrollado por Saz 4 , vamos a plantear cuáles fueron las principales líneas de
fascistización originadas desde dentro de la Secretaría General.
En este sentido, entre 1937 y 1941, podemos apuntar unas líneas e instrumentos
principales destinados a lograr la total fascistización del partido, de la sociedad y del
Estado: asegurar el liderazgo falangista dentro del propio partido; incorporar a las masas
al proyecto falangista; anular la lucha de clases mediante el sindicalismo vertical;
alcanzar la reeducación política de la sociedad y su control; procurar la fascistización
del Estado; asegurar la defensa del partido por medio de sus milicias y hacer realidad la
aspiración imperialista.
Para lograr el primer objetivo fue muy útil la actitud impositiva de los miembros
falangistas del Secretariado Político, que se las ingeniaron para asegurar la mayoría
falangista en casi todas las comisiones de integración locales, provinciales y por
servicios5 que se crearon para consumar la Unificación. Esta táctica estuvo favorecida
porque, como ya avanzábamos, el falangismo optó por acoger a las masas dentro de su
organización, buscando con ello un doble objetivo, asegurar su mayoría numérica frente
a la organización carlista y fascistizarlas, integrándolas en su proyecto revolucionario.
Además, para garantizar esta superioridad falangista por encima de los demás apoyos
3 Ismael SAZ: «Paradojas de la historia, paradojas de la historiografía: Las peripecias del fascismo español», en Hispania: Revista española de historia 61, 207 (2001), p. 172. 4 Ismael SAZ: «El franquismo: ¿régimen autoritario o dictadura fascista? », en Javier TUSELL (ed.): El régimen de Franco, 1936-1975: política y relaciones exteriores, Madrid, UNED, 1993, pp. 189-202; Ismael SAZ: «Fascism, Fascistization and Developmentalism in Franco's Dictatorship», en Social History 29, 3 (2004), pp. 342-357. 5 Telegrama circular nº 1, 30/04/1937, Boletín del Movimiento, p. 6.
políticos del régimen, así como para asegurar la estabilidad necesaria para la
construcción del Nuevo Estado, todos los secretarios generales dieron prioridad a la
estabilización del partido, mediante políticas destinadas a garantizar la unidad, el
control y el respeto a la jerarquía dentro del mismo6.
Por otra parte, este afán de integrar a las masas en el proyecto falangista tuvo su
proyección en la coexistencia entre la admisión de nuevos afiliados y una depuración
interna, así como a través de tres organismos clave, los sindicatos verticales, la Sección
Femenina (SF) y las Organizaciones Juveniles (posteriormente Frente de Juventudes).
La preocupación por la depuración del partido existió desde el comienzo y no
resulta atípica en una organización de corte fascista como era la Falange. No obstante,
lo sorprendente es que coexistiera, en esta primera fase del desarrollo de FET, con la
llegada constante de nuevos afiliados7, lo que parece indicar que la integración de las
masas primaba aún sobre la necesidad de unidad y disciplina dentro del partido. Una
integración, por otra parte, que transcurría paralela a una búsqueda del elitismo entre los
afiliados más puros o fiables. En este sentido, podemos señalar las advertencias hechas
por el secretario general Raimundo Fernández Cuesta, que al tiempo que llamaba a la
afiliación de todos los españoles que no hubieran formado parte del Frente Popular,
advertía de la necesidad de que estos nuevos afiliados carecieran de apetencias de
mandos8. Encuadrar sí, pero movilizar sólo hasta cierto punto.
Igualmente, los sindicatos verticales, en constante proceso de configuración
desde 1937 hasta 19409, estaban destinados a cumplir con dos objetivos básicos, anular
la lucha de clases e integrar a todos los trabajadores en el proyecto común de
construcción de un Nuevo Estado, en el que cada uno habría de tener su lugar.
Asimismo, para integrar a dos sectores de la población claves para el asentamiento del
régimen y para asegurar la reproducción de la ideología falangista, la Secretaría contaba
con la SF y las Organizaciones Juveniles. La primera desarrollaría, además, muchas
labores de apoyo para con el resto de delegaciones nacionales, convirtiéndose así en uno
6 Ver Mercedes PEÑALBA SOTORRÍO: Estado y partido: la evolución de la Secretaría General del Movimiento (1937-1945), Tesis doctoral inédita, Universidad de Navarra, 2010. 7 A pesar de las dificultades que presentaba la integración de las distintas organizaciones políticas dentro de FET, el Secretariado Político optó por reabrir las admisiones en junio de 1937, Circular nº 8, 24/06/1937, Archivo General de la Administración 9 (17.12) 51/21102. Hasta la llegada de José Luis de Arrese a la Secretaría General, ninguna de las depuraciones ordenadas en el partido supusieron un freno a nuevas admisiones. 8 Circular nº 4, 10/06/1937, AGA 9 (17.12) 51/21102. 9 En 1940 se aprobó la Ley de Bases de la Organización Sindical, BOE, nº 342, 7/12/1940.
de los pilares del partido10. Respecto a las Organizaciones Juveniles, transformadas a
partir de 1940 en Frente de Juventudes, tenían por objeto el adoctrinamiento y
encuadramiento de la totalidad de la juventud española, si bien sus objetivos eran
excesivos para los medios con los que contaban11. Sin embargo, estos tres organismos
no llegaron a ser nunca instrumentos de movilización de masas, aunque tuvieran el
potencial para ello, sino que sirvieron más bien para el encuadramiento ordenado y
controlado de la población.
Como buen partido fascista, FE de las JONS se había presentado en sus orígenes
como una tercera vía, capaz de erradicar la lucha de clases de la decadente sociedad
liberal, transmutándola en una sociedad unida y cohesionada en un proyecto común: la
grandeza de la nación. Para conseguirlo, estaba dispuesta a estructurar España como un
gigantesco sindicato de productores al servicio de la patria12. Un objetivo que, gracias al
Decreto de Unificación y a la asunción de la estructura e ideología falangistas mediante
los Estatutos de 1938, se había incorporado a la hoja de ruta del Estado franquista. No
es lugar aquí para evaluar los cambios, aspiraciones y diversos proyectos que se tejieron
alrededor del proyecto sindical13, pero sí para señalar que existió una voluntad por parte
del falangismo legitimista de otorgar a estos sindicatos al menos cierta participación en
la orientación económica del Estado14. Proyectos, eso sí, que no contaron nunca con un
aval fuerte por parte de los distintos secretarios generales. Los sindicatos, construidos
sobre la base de un Fuero del Trabajo más próximo a la doctrina social de la Iglesia que
10 Sobre la Sección Femenina ver María Teresa GALLEGO MÉNDEZ: Mujer, falange y franquismo, Madrid, Taurus, 1983; Carme MOLINERO: «Mujer, franquismo, fascismo: La clausura forzada en un "mundo pequeño"», en Historia social, 30 (1998), pp. 97-117 y Kathleen RICHMOND: Women and Spanish fascism: the women's section of the Falange, 1934-1959, London, Routledge, 2003. 11 Ver José Ignacio CRUZ: El yunque azul: Frente de Juventudes y sistema educativo: razones de un fracaso, Madrid, Alianza Editorial, 2001 y José Antonio CAÑABATE VECINA: «La pugna entre la Iglesia católica y el Frente de Juventudes en el ámbito educativo. Referencias internacionales, antecedentes y trayectoria general durante el primer franquismo», en Historia de la educación: Revista interuniversitaria, 22-23 (2003-2004), pp. 105-121. 12 José Antonio PRIMO DE RIVERA: Obras completas. Edición del centenario, Madrid, Plataforma 2003, 2007, p. 796. 13 Ver Francisco BERNAL GARCÍA: El sindicalismo vertical: burocracia, control laboral y representación de intereses en la España franquista (1936-1951), Madrid, CEPC, 2010. 14 Hubo tres intentos claros de asegurar la participación de los sindicatos en la ordenación económica del Estado, aunque todos tenían un carácter limitado: el proyecto para la estructuración de la Organización Sindical, ver Documentos inéditos para la historia del Generalísimo Franco, Madrid, Fundación Naiconal Francisco Franco, 1992, pp. 378-379; las maniobras por parte del delegado nacional de Sindicatos, ver Erik NÖRLING: «Hacia el Estado Sindical. Revolucionarios y conspiradores. La etapa de Gerardo Salvador Merino al frente de la Organización Sindical, 1939-1941», en Aportes Año XVII, 50 (2002), pp. 28-43; y las distintas propuestas para la creación del Consejo Sindical de Ordenación Económica, ver Reunión de la Junta Política, 5/061943, Boletín del Consejo Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S., nº 7, junio de 1943.
a la Carta del Lavoro fascista 15 , acabaron convirtiéndose más que nada en una
herramienta de encuadramiento, orientada a erradicar la conflictividad laboral,
garantizar el orden e instruir a los trabajadores en el ideario nacional-sindicalista, que si
bien no era poca cosa, tampoco respondía a una fascistización exitosa.
Otra línea primordial del proceso fue la reeducación política de la sociedad,
destinada a inculcar en la población los valores de patriotismo, obediencia y espíritu de
sacrificio 16 . Para ello, el partido contaba con cuatro cauces principales: la acción
propagandística, las delegaciones nacionales de Educación Nacional, SF y Asistencia al
Frente y Hospitales, las Organizaciones Juveniles y las Escuelas para mandos, jóvenes y
obreros. La acción propagandística, impulsada más bien desde el Ministerio de
Gobernación y bajo la batuta de Ramón Serrano Suñer, no dejaba de ser más apariencia
que realidad. Por otra parte, la delegación nacional de Educación Nacional quedó pronto
sustraída al falangismo más ortodoxo a partir de la decisión, al quedar conectada
directamente con el ministerio del mismo nombre 17 . En este sentido, resulta más
interesante evaluar la actuación de las demás delegaciones. SF fue quizá la delegación
que con mayor éxito y planificación llevó a cabo la reeducación de la mujer española,
orientándola en su papel de esposa y madre e inculcándole el deber de transmitir a sus
hijos la doctrina nacional-sindicalista18. Asimismo, no deja de ser interesante destacar el
papel de la delegación de Asistencia a Frentes y Hospitales en “la vigilancia moral y la
asistencia religiosa de los heridos”19. Respecto al Frente de Juventudes, la nota más
característica fue su escasez de medios para la amplitud de objetivos que se proponía,
tal y como han destacado los expertos en el tema 20 . Además, su misión chocaba
inevitablemente con el Ministerio de Educación y la influencia de la Iglesia que
recortaban claramente sus posibilidades de éxito21. Por último, el proyecto de escuelas
de formación es quizá uno de los menos estudiados y de los más interesantes intentos de
reeducación política. Con la creación de escuelas destinadas a obreros, jóvenes, mujeres
y afiliados, la Secretaría buscaba garantizar la pervivencia y reproducción de la
15 Mercedes PEÑALBA SOTORRÍO: Estado y partido…, pp. 211-217. 16 Boletín del Movimiento, nº 6, 15/10/1937. 17 Mercedes PEÑALBA SOTORRÍO: Estado y partido…, p. 192. 18 La capacidad de organización e indoctrinación de la Sección Femenina queda bien explicada en Juan Carlos MANRIQUE ARRIBAS et al. (coords.): «La labor formativa desarrollada por la Sección Femenina de la Falange en la preparación de los mandos e instructores durante el periodo franquista», en Historia de la educación: Revista interuniversitaria, 27 (2008), pp. 347-365. 19 Circular nº 12, 19/07/1937, AGA 9 (17.12) 51/21102. 20 José Ignacio CRUZ: El yunque azul…, p. 13. 21 Ibid, p. 38. Ver también José Antonio CAÑABATE VECINA: «La pugna entre la Iglesia…».
cosmovisión falangista, al tiempo que formar a las futuras élites del partido. Sin
embargo, su desarrollo estuvo sujeto a la desigual evolución de la Secretaría, al variable
interés de los secretarios por el proyecto y a una puesta en marcha, un tanto caótica, que
parece haber evitado un desarrollo eficiente del mismo22.
Claro que no bastaba con la reeducación política, es preciso hablar también de
los mecanismos de control social establecidos desde la Secretaría. Es inevitable,
llegados a este punto, hacer referencia a la delegación nacional de Información e
Investigación, sin embargo no es posible evaluar la actuación de una delegación
fantasma, cuyos archivos no parecen haber sobrevivido al paso del tiempo ni a la
probable criba de personas interesadas. No podemos, por tanto, señalar nada más que
las quejas respecto a su escasa efectividad23 y su papel como avaladora de los nuevos y
antiguos afiliados durante los procesos de admisión y depuración24. No obstante, ni la
delegación de Información e Investigación, ni las de Sindicatos, SF ni Frente de
Juventudes fueron los únicos instrumentos de encuadramiento y control social utilizados
por el falangismo. La propia estructura provincial y local del partido constituía un
instrumento de control y vigilancia, en el día a día, como cauce para conocer el pulso de
la calle y transmitírselo a los organismos superiores. En este sentido, los eslabones más
útiles para llevar a cabo esta misión parecen haber sido los delegados de distrito, barrio
y calle 25 , encargados de controlar pequeñas parcelas urbanas en las que podían
desarrollar una labor muy efectiva de captación de información.
Pero si se aspiraba a una verdadera fascistización, no bastaba con reeducar a la
sociedad o con estabilizar el partido, era necesario fascistizar el Estado, garantizar que
FET fuera la única y verdadera fuente de inspiración de todas sus actuaciones. Para ello,
se creó una delegación nacional específica ya en 1937, la de Iniciativas y Orientaciones
de la Obra del Estado26. Sin embargo, nada indica que dicho organismo llegara a ser
22 El tema de las escuelas de mandos ya se ha tratado en otro lugar: Mercedes PEÑALBA SOTORRÍO: «Creando falangistas: las Escuelas de Mandos del régimen franquista (1937-1945)», comunicación presentada en el XI Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Granada (España), 12 a 15 de Septiembre de 2012. 23 A modo de ejemplo, un informe, fechado el 7 de agosto de 1940, señalaba que en la delegación “reina el ambiente de las Comisarías de Policía de España: Agentes escasamente instruidos, con poco espíritu de trabajo y nulo en cuanto al sacrificio por la Falange, dispuestos por su egoísmo a seguir una política de tipo personal”, Archivo General de la Universidad de Navarra / Gregorio Marañón y Moya. 24 Ordenanza de depuración del partido, 20/11/1941, Boletín del Movimiento, nº 128, 20/11/1941; AGA 9 (17.02) 51/18949. 25 Circular nº 54, 17/02/1939, AGA 9 (17.12) 51/21102 y 9 (17.04) 52/14107. 26 Creada en virtud de los Estatutos de 1937, BOE, nº 291, 7/08/1937 y desaparecida en virtud de su modificación, Decreto aprobando los Estatutos modificados de Falange Española Tradicionalista de las JONS, Boletín del Movimiento, nº 63, 10/08/1939.
realmente operativo. Claro que no todo estaba perdido, la reforma estatutaria de 1939
que sustrajo funciones al secretario general para reforzar la figura del presidente de la
Junta Política27, parecía anunciar una definitiva fascistización del régimen franquista.
Avalados por el hombre fuerte del gobierno, los legitimistas parecían haber encontrado
la oportunidad perfecta para llevar a cabo sus proyectos, al ver convertida la Junta
Política en alto consejo político del Jefe del Estado, conocedor de todos y cada uno de
los problemas del Movimiento y del Estado28. Sin embargo, en estos proyectos había
más apariencia que realidad, primero porque Serrano tampoco estaba decidido a situar
al partido por encima del Estado29 y porque, como demostró la crisis de mayo, la
ofensiva falangista podía ser fácilmente desmantelada por el arbitrismo de Francisco
Franco. También es posible, que la falta de colaboración entre el presidente de la Junta
y el secretario general tuviera bastante que ver en este fracaso.
Si quería hacer realidad sus sueños de fascistización, FET no podía tampoco
prescindir de un instrumento de presión y represión tan útil como las milicias, sin
embargo, desde su militarización forzosa en 193630 y su definición como fuerza auxiliar
del Ejército31, todos los intentos por reforzar estas organizaciones paramilitares para
convertirlas en fuerzas defensoras del partido fracasaron32. No es extraño, puesto que
contando con la fidelidad del Ejército, Franco no necesitaba a las milicias más que
como cuerpo de reserva, una función a la que se las orientaba mediante la Ley para la
Organización de las Milicias33. No obstante, el deseo de recuperar el papel de las
milicias es claramente indicativo de las aspiraciones fascistas del núcleo falangista.
Por último, hemos de hacer mención a la aspiración imperialista, que se proyectó
dentro de FET a través de dos líneas principales, el Servicio Exterior, una especie de
cuerpo diplomático propio del partido dedicado a establecer relaciones con otros países
y a fomentar la creación de grupos políticos de estilo falangista en ellos 34 , y las
27 Decreto aprobando los Estatutos modificados de Falange Española Tradicionalista de las JONS, Boletín del Movimiento, nº 63, 10/08/1939. 28 ABC, 27/10/1939. 29 Joan Maria THOMÀS: Los fascismos españoles, Barcelona, Planeta, 2011, p. 187. 30 BOE, nº 64, 22/12/1936. 31 Decreto de Unificación, BOE, nº 182, 20/04/1937. 32 Dionisio Ridruejo reclamó el fortalecimiento de las milicias en su proyecto de reorganización del partido, Anteproyecto de una reorganización de F.E.T. y de las J.O.N.S., AGA 9 (17.02) 51/18956. También José Antonio Girón de Velasco expresó quejas al respecto, Documentos inéditos…, pp. 156-157. 33 Ley para la Organización de las Milicias, BOE, nº 190, 8/07/1940. 34 Sobre el Servicio Exterior ver Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA: «¿Populismo o captación de élites?: luces y sombras en la estrategia del Servicio Exterior de Falange Española», en José ÁLVAREZ JUNCO y Ricardo GONZÁLEZ LEANDRI (eds.): El populismo en España y América, Catriel, 1994, pp. 61-90; Matilde EIROA SAN FRANCISCO: «Urdiendo el tejido exterior para el Nuevo Estado: la política internacional del Primer
presiones para participar en la Segunda Guerra Mundial35, que verían reducido su éxito
a la creación de la División Azul. Curiosamente, esta división más que un impulso a la
fascistización supuso un freno, al otorgar a muchos camisas viejas un cauce para
canalizar sus frustraciones con la lenta y postergada revolución nacional-sindicalista.
La desfascistización acelerada 1941-1945
La crisis de mayo de 1941, aparentemente resuelta a favor del falangismo,
supuso la entrada en escena del principal responsable de la desfascistización de FET y
de las JONS, José Luis de Arrese y Magra.
Arrese llegaba a la Secretaría General con una concepción muy personal del
falangismo en mente. Para él, el nacionalsindicalismo se planteaba también como una
tercera vía, pero siempre mucho más cercana a la doctrina social de la Iglesia, a la
organización gremialista del trabajo y con un catolicismo mucho más acendrado que el
de la Falange originaria. También él hablaba de revolución, pero de una revolución
individual y personal que implicara el reencuentro del hombre con Dios. No había en su
concepción de la revolución ningún objetivo específico como la nacionalización de la
banca, las aspiraciones imperiales o la estructuración realmente totalitaria del Estado36.
En el mismo sentido, ya dejó claro nada más acceder al cargo que había que
velar por el sentido religioso, militar y social del movimiento37. El culto a la patria por
encima de todo quedaba así sustituido por el sentido religioso de la vida. Aparte de sus
preferencias personales, parece claro que Arrese sabía que si quería asegurar la
pervivencia del falangismo era preciso considerar las posiciones irrenunciables de la
Iglesia y del Ejército. De este modo, dos de sus grandes objetivos fueron asegurar la
existencia de una relación cordial y cooperativa entre el partido y el Ejército y afirmar la
identificación entre falangismo y catolicismo.
Arrese procedió a la desfascistización del falangismo por varios motivos:
fidelidad a su peculiar modo de entender el nacionalsindicalismo, por conveniencia
internacional y para asegurar la pervivencia del partido. No obstante, es preciso apuntar
que si bien Arrese no tenía especial interés en proseguir con la fascistización del Estado,
esto no quiere decir que quisiera convertir FET en un organismo débil o prescindible.
Franquismo», en Historia y Comunicación Social, 6 (2001), pp. 203-214 y Antonio César MORENO CANTANO: «Unidad de destino en lo universal: Falange y la propaganda exterior (1936-1945)», en Studia historica. Historia contemporánea, 24 (2006), pp. 107-131. 35 Joan Maria THOMÀS: Los fascismos…, p. 202. 36 Sobre el ideario de Arrese ver Álvaro de DIEGO GONZÁLEZ: José Luis Arrese o La Falange de Franco, Madrid, Actas, 2001. 37 José Luis de ARRESE Y MAGRA: Treinta años de política, Madrid, Aguado, 1966, p. 377.
Muy al contrario, procuró asegurar el liderazgo del partido bajo su mando, reforzando el
control de la Secretaría General sobre la organización sindical, sometiendo la
propaganda y la cultura a su control mediante la creación de la Vicesecretaría de
Educación Popular38, depurando ampliamente el partido39, reforzando el carácter elitista
del mismo por encima de la movilización de masas y convirtiéndolo en sostén y apoyo
del Estado. Arrese logró que el partido comenzara a funcionar con cierta estabilidad, al
conseguir que tanto el Consejo Nacional como la Junta Política acabaran convirtiéndose
en organismos en los que sí podía apoyarse la labor de la Secretaría, e incluso intentó
introducir al Consejo Nacional como órgano vigilante de las Cortes40, aunque no lo
consiguió. Pero a cambio, prescindió de los aspectos más fascistas, sobre todo a partir
de 1943, cuando apoyado por los jefes provinciales, insistió en dejar de utilizar palabras
como partido o imperio, anunció la voluntad de FET de prescindir de las milicias y
procedió a suprimir las grandes demostraciones de masas41, que no sólo eran cada día
más deslucidas, sino que empezaban a resultar inoportunas ante los nuevos aires que
soplaban sobre Europa.
Pero todo esto no hubiera sido posible si Arrese, nada más hacerse cargo de la
Secretaría, no hubiera optado por deshacerse de la tutela de Ramón Serrano Suñer,
cuyas potestades en el partido logró recortar42, hasta que los incidentes de Begoña
acabaron con su carrera política. La salida de Serrano de la escena política implicó el
triunfo de la falange oficial, una victoria que quedó claramente reflejada en la negación
del totalitarismo por parte de Arrese43, un giro político que no venía a ser sino la
acentuación de una parte de su retórica. Sin embargo, la indiscutible tendencia de
acercamiento político, e incluso mimético en algunos de sus elementos, hacia los
regímenes de Italia y Alemania, que experimentó el falangismo de posguerra, validado
además por las declaraciones de Franco, de las jerarquías falangistas y de la prensa del 38 Para más información sobre la Vicesecretaría de Educación Popular, Marie-Aline BARRACHINA: «La Création du Vice Secrétariat de l’Education Populaire», en Cahiers de civilisation espagnole contemporaine, 3 (2008), p. 13. 39 Ordenanza de depuración del partido, Boletín del Movimiento, nº 128, 20/11/1941; AGA 9 (17.02) 51/18949. 40 José Luis de ARRESE Y MAGRA: Una etapa constituyente, Barcelona, Planeta, 1982, p. 228; Álvaro de DIEGO GONZÁLEZ: José Luis Arrese…, p. 152. 41 Conclusiones del I Consejo Nacional de Jefes Provinciales, 1943, AGA 9 (17.02) 51/18972. 42 En la práctica, Arrese logró llevar a cabo toda una renovación de personal dentro del partido que significó, a la larga, un claro recorte de la influencia del jefe de la Junta Política, Mercedes PEÑALBA SOTORRÍO: Estado y partido…, pp. 375-377. 43 Ejemplo paradigmático de esta negación fue el discurso que pronunció con motivo de la celebración del Milenario de Castilla, “Discurso pronunciado con motivo del milenario de Castilla”, Burgos, 8 de septiembre de 1943, así como su obra El Estado totalitario en el pensamiento de José Antonio, José Luis de ARRESE Y MAGRA: Treinta años…, pp. 438-449 y 207-231.
Movimiento, lógicamente restaba al discurso arresista casi toda su credibilidad. Por ello,
a partir de 1942, la Falange oficial se esforzó por borrar de sus anales a la Falange
“ortodoxa” o declaradamente fascista, como si ésta no hubiera nacido de unos orígenes
comunes, sino de la errónea interpretación del pensamiento joseantoniano. El partido
entraba así en una fase de desfascistización real y retrospectiva, que condujo a la
organización de una fase fascista a una fascistizada44.
¿Por qué se frenó la fascistización? Desde el comienzo, el partido nació
subordinado al poder militar y enseguida se encontró igualmente subordinado al
gabinete ministerial, figurando así como órgano auxiliar del Estado, pero nunca como
su principal inspirador. Sin embargo, aunque estos frenos tuvieron una importancia
decisiva a la hora de evitar el triunfo del proceso fascistizador, no podemos olvidar
tampoco otros factores que ayudaron a ello. En este sentido, la falta de medios, ya
apuntada por Joan Maria Thomàs45, fue uno de los obstáculos principales junto con la
primacía de la cultura católica, las disputas en el seno del partido y el enfrentamiento
entre FET y las instituciones tradicionales, el Ejército y la Iglesia, así como con los
otros grupos políticos del régimen. Finalmente, en lo que específicamente atañe a la
Secretaría General, todo apunta a que hubo dos obstáculos principales: el endeble
compromiso de los secretarios con el proyecto fascistizador y la falta de colaboración
entre las elites del partido.
44 Ismael SAZ: «Paradojas de la historia…», p. 172. 45 Joan Maria THOMÀS: Los fascismos…, p. 198.
1
La construcción de una alternativa falangista al régimen de Franco: El proyecto político de Adolfo Rincón de Arellano
Juan Carlos Colomer Rubio
Universitat de València
«El Régimen no era un Régimen falangista, como habíamos soñado. Gran participación de los grupos capitalistas y de derechas, escasos ministros falangistas, le daban un talante que a veces poco tenía que ver con nosotros, a pesar de que el nuevo Estado se basaba en los 26 puntos de la Falange. Muchos camaradas en altos puestos hicieron lo que pudieron […] También algunos gobernadores falangistas: Carlos Ruiz, Utrera Molina, Pardo de Santayana, José Luna, Pinilla, Labadíe, Julve, Tomás Romojaro, Rincón de Arellano, Salas Pombo... y, por supuesto, la Sección Femenina»1.
La cita que encabeza este texto corresponde a las memorias y recuerdos de una
de las guardianas de la ortodoxia falangista más notable de todo el régimen de Franco:
Pilar Primo de Rivera. En un punto de su biografía enumeraba figuras que, según su
parecer, habían hecho lo que pudieron por construir un régimen propiamente falangista
frente al acoso de otras fuerzas y grupos. Su ensalzamiento está en la línea de lo
afirmado por otros falangistas que, a la altura de los años sesenta, veían muy alejado su
objetivo de control político e ideológico de un régimen por el cual habían trabajado
desde antes del golpe militar de Franco. Conocemos con escasa profundidad las líneas
maestras de esa argumentación y poco el perfil político de sus defensores, entre ellos, el
del médico falangista Adolfo Rincón de Arellano García (1910-2006). La presente
comunicación, inserta en un proyecto de tesis doctoral más amplio2, pretende arrojar luz
sobre la figura de uno de los defensores del peso del falangismo en la reforma del
sistema y de una lucha contra una supuesta presencia de una «derecha tradicional».
Además, rastrea la vida y personalidad ideológica de uno de los impulsores falangistas
El autor participa del proyecto HAR2011-27392, «De la dictadura nacionalista a la democracia de las autonomías: política, cultura, identidades colectivas» financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. 1 Pilar PRIMO DE RIVERA Y SÁENZ DE HEREDIA: Recuerdos de una vida, Madrid, Dyrsa, 1983, p.50 2 El presente trabajo se encuadra en un proyecto de tesis doctoral en redacción sobre el Ayuntamiento de Valencia entre el tardofranquismo y la Transición atendiendo al personal político, los grupos de poder y las políticas públicas de los diferentes consistorios. Para la elaboración de la presente comunicación ha resultado fundamental la documentación presente en el archivo personal de Adolfo Rincón de Arellano García depositado en la Fundación Cañada Blanch de Valencia y de forma microfilmada en el Archivo del Reino de Valencia. [Archivo del Reino de Valencia-Fondo Rincón de Arellano, en adelante: ARV/F.RdeA]
2
en territorio valenciano, amigo personal de José Antonio Primo de Rivera y figura clave
en la evolución del régimen en la provincia. Un conocimiento en profundidad de los
rasgos de Rincón de Arellano nos permitirán comprender la evolución de este grupo
falangista que, si bien fracasó en sus propuestas de dotar de peso y papel a Falange al
final del régimen, consiguió tener determinada influencia en la crisis final del sistema y
provocó un ruido mediático que fue aprovechado, tanto por sus defensores como sus
detractores, para plantear alternativas al anquilosado sistema franquista.
«Impasible el ademán»: orígenes y evolución de un hombre del régimen
Nacido en Valencia en 1910 e hijo del médico Adolfo Rincón de Arellano Lobo.
Su padre, según varias referencias encontradas en la documentación, fue un militante de
Izquierda Republicana y conocido después como el «Jefe Rojo» pues figuró como
responsable del hospital militar durante la guerra3. Posiblemente, las divergencias
políticas con su progenitor propiciaron su afiliación, en fechas tempranas, a un
movimiento estudiantil conservador: Juventud Monárquica, sobre todo derivado de sus
estudios universitarios en medicina, donde vivirá las críticas de todo un sector
generacional antirrepublicano concentrado en dicha facultad. De su etapa en la
universidad conocemos sus peleas de claustro, una fuerte socialización en el mundo
reaccionario, lo que se tradujo en fuertes enfrentamientos con miembros de la FUE y,
por último, sus primeros contactos con el «Jonsismo»4.
En torno a 1932, Rincón previsiblemente en conexión con Maximiliano Lloret,
compañero de clase y amigo personal, entró en contacto con las JONS y se empapó de
3 Sobre la militancia del padre de Rincón de Arellano véase: Vicente ALÓS FERRANDO: Reorganización, supremacía y crisis final del Blasquismo (1929-1936), Valencia, Ayuntamiento de Valencia, 1992, p. 208; Vicent OLMOS (ed.): Procés a Joan Peset Aleixandre, Valencia, Publicaciones de la Universitat de València, 2001, p. 57. 4 En 1930 formará parte de un grupo que se situará en defensa del monarca Alfonso XIII y que encabezado por A. Larrea Sanz publicaba, el 15 de marzo de 1930, un llamamiento a la juventud valenciana en apoyo del monarca en el diario conservador Las Provincias. Entre los firmantes del manifiesto se encontraba el propio Rincón. El resultado de este llamamiento fue la creación de la Juventud Monárquica Valenciana, presidida por el estudiante de derecho Rafael Luis Gómez y Carrasco, contando en su junta directiva con Adolfo Rincón de Arellano García. Véase: Germán PERALES BIRLANGA: Católicos y liberales: el movimiento estudiantil en la Universidad de Valencia (1875-1939), Valencia, Publicaciones de la Universitat de València, 2009, p. 303.
3
la ideología y percepción de Ramiro Ledesma5. Todo ello inserto en su crítica juvenil
basada en sentimientos de inconformismo, repugnancia al servilismo y crítica al
separatismo que marcará toda su evolución política posterior. El propio Rincón de
Arellano relató, años más tarde, ese cruce de sentimentalismo para explicar la
motivación de su pronta filiación política:
«Mi inconformismo ante las injusticias sociales que el Estado liberal con su indiferentismo era incapaz de resolver y mi oposición al sistema capitalista, mi desprecio por la política al uso, que provocaba cambios de Gobierno sin haberles dado tiempo de desarrollar ninguna labor constructiva. Mi repugnancia ante el servilismo de nuestros gobiernos ante los deseos de las potencias extranjeras, y de lástima ante el papanatismo de muchos españoles que creían que siempre lo de fuera es mejor. Mi repulsa ante la estúpida destrucción de riquezas y obras de arte, que en todo caso podrían haber llegado a ser patrimonio de todos. Mi preocupación ante los brotes de separatismos, política antirreligiosa, desorden público, huelgas, anarquía en el campo: destrucción de cosechas, árboles, ganados…Asesinatos. Impunidad… que trabajaban en beneficio del imperialismo soviético. Todos estos hechos trajeron como consecuencia nuestra guerra civil. Guerra civil que José Antonio trató de evitar con la creación de Falange, que buscaba sobre todo la unidad de los españoles. Habló pero no fue escuchado y la Falange que había nacido para unir a los españoles, tuvo que ser beligerante en una guerra entre hermanos»6.
En el grupo de las JONS empezará a asumir responsabilidades, entre ellas, la
captación de estudiantes de medicina hasta el punto que, como miembro de la
organización, protagonizará su apoyo a la «Sanjurjada» en la ciudad por lo que acabará
encarcelado y liberado a los pocos días7.
En 1933, Lloret llegará a la jefatura regional de las JONS y como miembro del
Consejo nacional votará la fusión con la recién creada Falange apoyado por Rincón y
otros miembros del grupo. La personalidad de Rincón jugará un gran papel en dicha 5 El «Jonsismo» en Valencia, tal y como apuntan algunas fuentes, había tenido un gran auge en los años treinta. Antes de su creación, varios grupos de jóvenes como «la Garra Hispánica» y el «Imperio Solar» ya se hacían ver por las calles de Valencia; a ellas le siguieron la célula de «La Conquista del Estado» dirigida por el estudiante Bartolomé Beneyto Pérez junto con su hermano Juan Beneyto, Maximiliano Lloret y Gaspar Bacigalupo, todos ellos amigos de Rincón de Arellano. De hecho, en el caso de la ciudad como en otras partes del Estado, las JONS prepararan el camino a Falange. Véase: Germán PERALES BIRLANGA: Católicos y liberales…, p. 327. Sobre la importancia de las JONS en la ciudad destacar las referencias en: Sheelagh M. ELLWOOD: Prietas las filas: historia de la Falange Española, 1933-1983, Barcelona, Crítica, 1984, p. 32; José Alberto GÓMEZ RODA: «La primera jefatura provincial de FET-JONS de Valencia, 1939-1943», en Comunicaciones presentadas al II Encuentro de Investigadores del Franquismo, Valencia, Institut de Cultura Juan Gil Albert, 1995, pp. 127-134. Una buena fuente para estudiar la construcción del falangismo en Valencia es el escrito realizado por sus propios iniciadores y publicado después de la guerra: Bartolomé BENEYTO PÉREZ y José María HERRERO HIGÓN: Falange en Valencia antes del alzamiento, Valencia, Imprenta F. Doménech, 1939. 6 Miguel VEYRAT y José Luis NAVAS-MIGUELOA, Falange, hoy, Madrid, G. del Toro Editor, 1973, p. 261. 7 ARV/F.RdeA, caja 1, elemento 1, «Detenidos en la cárcel de Valencia 10-8-1932».
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fusión pues prontamente verá la oportunidad de apoyar a la nueva organización como
fórmula de ascenso político y por la propia amistad que le unía con su fundador, José
Antonio Primo de Rivera8.
«A fines de octubre de 1933 llegó a Valencia la noticia de la fundación oficial de Falange en el teatro de la Comedia, Javier Pérez Miralles, un abogado de Alicante, se entrevistó con Adolfo Rincón de Arellano, estudiante de medicina y entusiasta ‘Jonsista’ y Rincón fue a Madrid donde conoció a José Antonio y Ruiz de Alda. De vuelta a Valencia reunió a los ‘Jonsistas’ en su local de la calle avellanas y les propuso su paso en bloque a Falange, La propuesta fue aceptada por la mayoría, y así quedó constituida la Falange Valenciana»9.
Ese papel primordial que jugó Rincón en el establecimiento y posterior fusión de
Falange con las JONS le llevarán a ser propuesto como jefe regional en poco tiempo.
Ambas organizaciones compartían, aparte de sus semblanzas ideológicas, vínculos de
amistad entre sus miembros -Rincón y Lloret- y un órgano de expresión común: «Patria
Sindicalista»10. En marzo de 1934 se produjo la unificación definitiva y una de las
primeras reuniones celebradas tras la unión fue desmantelada por la policía a finales de
ese mes. A partir de aquí, la nueva organización realizó una serie de actividades y
reuniones públicas, con una amplia renovación de sus dirigentes, muchos de ellos
jóvenes que afectados por sus estudios marchaban al extranjero, por lo que ostentaban el
cargo de dirección poco tiempo. Este fue el caso particular del propio Rincón de
Arellano que con una beca de la Unión Internacional de Lucha contra la Tuberculosis
marchará a Italia a finales de 1934. Allí continuará formándose en el espíritu de
falangismo, manteniendo correspondencia con Valencia sobre estos temas. Con el
estallido del conflicto armado, en julio de 1936, asaltará la embajada de Roma en el
Quirinal y el barco Ebro protagonizando, desde la distancia, un claro apoyo y exaltación
a la sublevación militar11. Durante la guerra asumirá varias acciones en la milicia de
Falange, primero en el frente de Andalucía, Teruel y Albarracín. Por último, ostentará el
cargo de alférez médico y teniente médico en las banderas de XII y VII de Aragón. De
8 David JATO: La rebelión de los estudiantes, Madrid, Editorial Romero-Requejo, 1968, p. 156. 9 María Fernanda MANCEBO: La Universidad de Valencia, de la monarquía a la República (1919-1939), Valencia: Publicaciones de la Universitat de València, 1994, p. 139. 10 La revista Patria Sindicalista actuó de órgano expresión común de ambas organizaciones. Fundada en 1933, constó de 6 números hasta su desaparición y entre los trabajos publicados podemos encontrar los de autores como: Bartolomé Beneyto, Maximiliano Lloret, José María Herrero Higón y el propio Adolfo Rincón de Arellano. Véase: Bartolomé BENEYTO PÉREZ y José María HERRERO HIGÓN: Falange en Valencia…, p. 18. 11 ARV/F.RdeA, caja 1, elemento 8 y 17, «Ocupación de la embajada del Quirinal y del barco Ebro».
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allí, asumirá la jefatura provincial de Falange en Valencia en 193812, encargándose de la
reorganización tras la victoria. Ocupará dicho cargo hasta 1943, fecha en la que será
designado presidente de la Diputación de Valencia.
De su etapa como primer jefe provincial de Falange después de la guerra,
destacamos la labor organizativa del Movimiento que realizó incorporando a multitud
de sectores reaccionarios o que habían apoyado el golpe -no menor fue la incorporación
masiva de miembros de Derecha Regional Valenciana- y sus propios conflictos
derivados de la alta competencia establecida con el gobernador civil -el monárquico
Francisco Javier Planas de Tovar- que le llevaron a vivir una crisis política sin
precedentes y su desplazamiento a la presidencia de la Diputación, tras rechazar su
nombramiento como gobernador civil de Alicante13. La presidencia de dicha institución
-mucho más cómoda que la jefatura provincial- le llevó a la revisión de determinadas
condenas establecidas a determinados funcionarios del cuerpo provincial, a muchos de
los cuales reintegró durante su mandato. Fiel a su personalidad política, acabará
renunciando a la presidencia de la institución tras la aprobación de las elecciones por
tercios y los conflictos derivados de la propia naturaleza de los comicios.
«Me metí en la Diputación porque me decían que era un sitio tranquilo y luego no había prácticamente nada que hacer […] se habían inventado esto de la democracia orgánica y yo era partidario de respetar la cosa de la democracia orgánica porque me parecía que no era una cosa mala, sino una cosa buena; una participación por el pueblo[…]pero el mando llegó un momento en que impuso dos nombres y entonces yo cogí y dije ‘toma la vara’ y me fui y ya no volví por allí»14.
Tras un tiempo alejado de la primera fila de la política, será propuesto para
ocupar el cargo de alcalde de Valencia tras la dimisión del monárquico Tomás Trénor
Azcárraga15. Ocupará dicho cargo hasta 1969, cuando dimitirá tras el cambio de
12 Boletín Oficial del Estado, 6 de abril de 1938. 13 ARV/F.RdeA, caja 4, elemento 2, «Renuncia nombramiento gobernador civil de Alicante en enero 1943». 14 Entrevista a Adolfo Rincón de Arellano realizada por el Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de València el 14-03-1988. En adelante: DHC-AO/CU133, p. 655 de la transcripción. 15 La riada y desbordamiento del rio Turia a su paso por ciudad de Valencia en 1957 supuso un auténtico problema político para el franquismo. A los problemas económicos y materiales lógicos, debemos añadir la tardanza en una respuesta por parte de las autoridades centrales, lo que se tradujo en unas críticas públicas por parte de un sector de la elite de la ciudad. Ello llevó al cese del alcalde y el nombramiento de una figura fiel y leal a los principios del Movimiento como era Adolfo Rincón de Arellano. Para conocer más sobre el proceso véase: Juan Carlos COLOMER RUBIO «‘Entre la vida y la muerte’ el Ayuntamiento de Valencia de la dictadura a la democracia. Un estudio de caso (1969-1979)», Hispania (2013) En prensa.
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gobierno ministerial y el supuesto triunfo, a su parecer, de esa «nueva derecha» del
régimen representada por la tecnocracia vinculada al Opus Dei. Por ello planteó, junto
con otros «falangistas disidentes», la posibilidad de crear una organización «de
izquierda nacional» dentro de la propia Falange basada en la firme creencia de un nuevo
Estado revolucionario, una patria común indivisible y un Movimiento integrador de
todos que acabase con los partidos y las ideologías.
«Una nueva izquierda» para la reforma del régimen
Adolfo Rincón de Arellano, valiéndose de su puesto como Consejero Nacional
del Movimiento a partir de 1972, participó activamente de las reuniones, ponencias y
debates derivados del informe político que presentó Luis Carrero Blanco el 1 de marzo
de 197316. De las respuestas a los cuestionarios que presentó Rincón puede extraerse
gran parte de su percepción política e ideológica.
Él, ya por aquel tiempo, se mostró partidario de realizar reformas conducentes a
reafirmar la representatividad en vigor y poner los cauces para ampliarla. Consideraba
que los diferentes sectores que quedaban representados debían ampliarse y moverse por
otro tipo de intereses, incluida cierta oposición.
«Aquí la representación municipal tampoco está lograda, su primer tercio adolece de defectos que hemos planteado anteriormente al referirnos a la representación familiar. En el segundo, los representantes sindicales obreros, en su mayoría, dejan de pertenecer a este estamento durante el ejercicio con posterioridad al desempeño del mismo, dedicándose más o menos plenamente a su función municipal, no apareciendo por sus puestos de trabajo, siendo envidiados primero, y despreciados después por sus propios compañeros»17.
Aquí pasaría a ser fundamental la creación de una oposición al gobierno fiel a
los principios fundamentales. Apoyándose en sus conocimientos médicos sugería:
16 Presentado por Carrero ante el Consejo Nacional del Movimiento, se trató de una nueva reafirmación de los principios del régimen, una defensa cerrada de sus características y una negativa rotunda a cualquier cambio. Pero, a partir de las anteriores consideraciones, Carrero propuso al Consejo Nacional el estudio de las medidas que aquél considerara convenientes en una serie de puntos como eran: Política cultural, criterios operativos para una política que sirva a la unidad de los hombres y las tierras de España, política económica, social y sindical, formación y promoción de la juventud, desarrollo político desde la base constitucional de las Leyes fundamentales del Reino, relaciones Estado-Iglesia y estudio sobre la juventud. Véase: Pere YSÀS y Carme MOLINERO: La anatomía del franquismo. De la supervivencia a la agonía, 1945-1977, Barcelona, Crítica, 2008, p.171 y ss. 17 ARV/F.RdeA, caja 9, elementos 1 al 17, «Contestaciones y sugerencias de los consejeros nacionales».
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«En el organismo humano hay dos sistemas uno que excita y otro que frena. El simpático y el vago. Yo creo, aunque no por deformación profesional, que dentro del Régimen interesa un sistema que excite y otro que frene. Entre un sistema y otro, yo estoy alineado desde luego con el que excite, esto es, con los españoles que pretenden avances sociales lo más rápidos posible»18.
En definitiva, la creación de una «izquierda del régimen». Aunque la idea parece
muy ambigua, como bien se concretó19, propuso la autorización de dos grandes
asociaciones: una más conservadora y otra de acusado sentido social. Una asociación de
«carácter aperturista, socializador, avanzado y creador». Una «izquierda», en sus
palabras, que fomentase la participación en determinadas decisiones y ámbitos relativos
a la política, dirigida a la reforma de la empresa y que impidiera la especulación del
suelo, frenase el monopolio de la banca privada por el camino de la nacionalización o
por sistemas de competencia sindical.
Ello conectaba claramente con una de las primeras aportaciones destinadas a
sentar las bases de una supuesta «izquierda nacional» y que ya fueron propugnadas por
muchos falangistas contemporáneos a Rincón como contrapunto a esa «nueva derecha
española» surgida por el gran equipo de tecnócratas, sobre todo tras la reforma
ministerial de 195720.
La reivindicación de una personalidad propia y distintiva dentro del Movimiento
nacional fue reivindicada por muchos de estos falangistas pensando, en primer lugar,
que tenían una base de apoyo amplia que les permitiría desplazar a los tecnócratas en el
poder por medio de la crítica ideológica. Además, en segundo lugar, las políticas
puestas en marcha por este sector tecnocrático, conducentes a la gestión de un Estado
garante del ordenamiento político y de la moral católica frente al movilizador ideológico
de la sociedad pretendido por el falangismo fueron duramente criticadas por los
18 Número de Diciembre de 1969 de la Revista Índice y ARV/F.RdeA, caja 9, elementos 1 al 17, «Contestaciones y sugerencias de los consejeros nacionales». 19 Pere YSÀS y Carme MOLINERO: La anatomía del franquismo…, p. 196. 20 Tal y como afirma José Luis Rodríguez Jiménez, una de las primeras aportaciones teóricas al término vino de las conclusiones de las «Conversaciones sobre el futuro político de España», celebradas en Madrid en marzo de 1966 y que indicaban «la necesidad de una nueva izquierda nacional, superadora de los extremismos, de los resentimientos, de los sectarismos y de las exclusiones del pasado, que pudiera alinearse -en una coexistencia pacífica- frente a la derecha insolidaria española». Véase: José Luis RODRÍGUEZ JIMÉNEZ: Historia de la Falange española de las Jons, Madrid, Alianza, 2000, pp. 531-535. Muchas de estas ideas falangistas aparecen resumidas en la obra de Juan C. GARCÍA (comp.): La Falange imposible, Barcelona, Ediciones Nueva República, 2007 y en cuyos capítulos encontramos a impulsores como el propio Rincón de Arellano o José Miguel Ortí Bordas, entre otros.
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falangistas21. Así se constituyeron como alternativa frente a sus competidores y se
pudieron presentar como izquierda, con toques populistas, y como opción de recambio
de los grupos en el gobierno, algo en lo que fracasaron estrepitosamente.
En la línea de formación del grupo falangista de disidencia e impulsor de una
supuesta «izquierda nacional», encontramos, en un primer lugar, el amplio desarrollo de
los círculos doctrinales de José Antonio -con un gran auge en varias ciudades españolas-
y, posteriormente, a figuras como el propio Ortí Bordás, Eduardo Navarro, Antonio
Castro o Manuel Cantarero del Castillo. El desarrollo de todo ese constructo ideológico
en su conjunto, explica los choques de Rincón de Arellano con el Opus Dei, esa «nueva
derecha española», como él decía, conformada como una «santa mafia» y a la que había
que combatir con todos los medios22.
¿Cuáles fueron, por tanto, los principales rasgos ideológicos de esa generación,
dentro de la cual podemos encontrar al propio Rincón?
Centrándonos en el caso del Rincón de Arellano, parte de esos trazos deben
encontrarse en su primera etapa política, en la configuración y creencia de la Falange
inicial, dónde fue consciente del carácter «revolucionario de su tarea». Además, dichas
creencias estuvieron fuertemente radicadas en las obras de referencia del fascismo
italiano, como la «Dotrina del Fascismo» de Mussolini que releyó durante su estancia
en Italia en 1934-1936. Gracias a su formación y contactos con el fascismo italiano
aprendió que en un sistema en el que la raza carece de toda importancia, el Estado es el
elemento sustancial: el Estado es el principal artista, el genuino creador. En definitiva,
una concepción orgánica del mundo que tiene el Estado como centro: la institución
política pone orden, supera los conflictos, las luchas y crea propiamente la nación23.
Tampoco podemos desdeñar las conversaciones mantenidas con José Antonio y Ruiz de
Alda, de los que era amigo personal y que denotan su perfecta sintonía con sus ideas
reaccionarias planteadas.
21 José Luis RODRÍGUEZ JIMÉNEZ: Historia de la Falange…, p. 514. 22 Tomamos aquí la referencia que usa Rincón en su correspondencia cuando se refería al Opus Dei, recomendando la lectura del libro de Jesús YNFANTE: La prodigiosa aventura del Opus Dei: génesis y desarrollo de la santa mafia, Paris, Editorial Ruedo Ibérico, 1970. Véase: ARV/F.RdeA, caja 75, elemento 19, «Alcaldía. Dimisión 8-11-1969». 23 Este libro fue donado por el propio Rincón de Arellano a la Universidad de Valencia. He tomado la idea del blog del profesor Justo Serna. Consultar: http://justoserna.wordpress.com/2009/02/07/la-doctrina-del-fascismo/#comments [Fecha de comprobación: 12/03/2013]
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Junto con ello, el estallido del conflicto y su lucha en varios frentes, como
responsable de la Falange en territorio valenciano, también marcaron su evolución
ideológica posterior, sobre todo en sus primeras decisiones políticas. Como hijo de
republicano depurado y combatiente en el bando franquista, la vida de Arellano estuvo
marcada por el fuerte conflicto familiar por su militancia. Esto le llevó, durante su
mandato en los diferentes cargos políticos que desempeñó, a la máxima de integración
en Falange de personalidades diversas:
«Quizás la meta inmediata estaba en aglutinar a todos los grupos falangistas un poco independientes, reunirlos a todos y disciplinarlos, ya que estaban algo dispersos. Me encontré con una serie de problemas que la Falange no había podía resolver hasta el final de la guerra. No podíamos poner sólo a las derechas, porque nosotros no éramos de derechas ni de izquierdas. Había venido un abogado de Zaragoza, apellidado Salas, que dio certificados tradicionalistas a los de la Ceda y a los de Renovación Española, que les estaban agradecidos. A la vista de ello, yo hice militantes a muchos jóvenes cedistas, y nombré secretario provincial a José María Torres Murciano, que era el jefe de esos jóvenes e la Ceda, para atraérmelos»24.
En el momento asumió la presidencia de la Diputación esa condescendencia se
tradujo en la asimilación de funcionarios pertenecientes a la administración republicana.
«Franco a mí me aguantaba muchas cosas que yo no sé cómo me aguantaba, porque usted calcule que yo en la presidencia de la diputación hice lo que no ha hecho nadie en España que es la redepuración, o sea, volver a meter prácticamente a todos los que habían tirado por rojos después de la guerra […] Los volví a meter a todos»25.
Además, los sucesos de Begoña de 1942 fueron determinantes en la
conformación de su determinada visión ideológica del régimen pues aparte de suponer
la culminación de un largo proceso de enfrentamiento entre falangistas y militares,
llevaron paralelamente a un replanteamiento del papel de Falange dentro de la dictadura
en la cual Rincón jugó un papel. Hasta entonces «varias falanges» habían coexistido en
el interior del partido. Una de ellas, la oficial de un Arrese que poco a poco había ido
reafirmando sus posiciones frente a un cada vez más debilitado Serrano Suñer, se había
conformado progresivamente como la Falange de Franco. Esa es la Falange en la que
acabará creyendo Rincón, acosada por los militares y la Iglesia, tradicionalistas,
monárquicos y que se había mostrado dispuesta a renunciar a elementos esenciales de su 24 Rafael BRINES LORENTE: La Valencia de los años 40, Valencia, Ayuntamiento de Valencia, 1999, p. 19. 25 Entrevista a Adolfo Rincón de Arellano realizada por el Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de València el 14-03-1988. [CU133-Transcripción], p. 660 de la transcripción. En adelante: DHC-AO/CU133.
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propio discurso fascista con la esperanza de desactivar tal acoso. Todo ello, a costa de
perder ilusión en sus bases y jugando a la carta del caudillaje franquista. La Falange de
Rincón de Arellano se fue reafirmando, a partir de este momento, como española,
tradicional, frente a los enemigos interiores que la amenazaban. Falange permaneció
frente a todos26:
«Mira vosotros no os fieis de toda esta parafernalia, de uniformes, de saludos, de himnos, de historias, nosotros no pintamos un pimiento. Si nosotros queremos conquistar el Estado, tenemos que conquistar al pueblo»27.
Y será esa imagen de resistencia y cambio que, por otro lado, ya le venía de su
etapa juvenil, como hemos visto, unida a la permeabilidad ideológica, la que forjará la
personalidad de Rincón de Arellano y su respuesta crítica en los sesenta.
Pero vista en su contexto, la reacción de nuestro biografiado no dejó de ser
generacional. Pues podemos afirmar, sin ánimo a equivocarnos, que las reacciones de
esa disidencia falangista en los años sesenta mucho tienen que ver con la perdida de
sentido que el propio régimen de la «Falange de Franco» había tenido para toda una
generación socializada, en parte, en ese Falangismo de preguerra e inmediata posguerra.
Según esos sectores Falange podía dar respuestas y no se le dejaba, silenciada por los
intereses de esa «derecha tradicional».
«Opino que así como los pertenecientes a una religión deben admitir toda la vida los dogmas, en política no puede ocurrir lo mismo, las circunstancias cambian. No se puede pensar ahora como en 1933 o 1936. Yo soy fiel a las líneas fundamentales: la unidad de España y una acusada conciencia social. […] Incluso el concepto de Patria, la concepción orteguiana de José Antonio, requiere ser adaptada al tiempo que vivimos»28.
Todo ello indica que, en un momento determinado, la desunión ideológica
presente en la clase dirigente, entre esa «derecha tradicional» y esa «nueva izquierda»,
hiciera imposible continuar con un proyecto franquista unificado muerto el dictador.
Determinados sectores de esa Falange vieron la oportunidad de expresarse y de plantear
cierta oposición, sin éxito.
26 Véase: Ismael SAZ CAMPOS: España contra España. Los nacionalismos franquistas, Madrid, Marcial Pons, 2003, pp. 369-370. 27 DHC-AO/CU133, p. 674 de la transcripción. 28 Declaraciones de Rincón de Arellano a la Revista Índice, diciembre de 1969.
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Inconformismo, reacción y oposición: las caras de la disidencia falangista
Como hemos visto Rincón de Arellano fue un falangista más, dentro de los
papeles políticos que jugó, que propugno alternativas políticas al sistema franquista,
derivándolo hacia ese sistema falangista ideal que él había pretendido desde su
juventud. Pero la carrera y reacción de Rincón, pese los múltiples matices de su vida,
no puede situarse fuera de un grupo mayor de presión que propugnó un renacimiento
falangista en el ocaso del régimen franquista. Esta reacción fue fruto de la gran
decepción de toda una generación que se iba alejando del supuesto servilismo y
seguidismo de la falange oficial modelada por el dictador. La reacción de los sesenta
demuestra el inconformismo de todo un grupo que no se contentó con ir
progresivamente perdiendo las cuotas de poder que supuestamente le correspondían por
ser una de las bases ideológicas del «glorioso Movimiento nacional» La vida y carrera
política de Rincón de Arellano demuestra el peso decreciente del falangismo dentro del
sistema pero también una adaptación a la realidad social y política que el régimen iba
experimentado a la vez que un intento de perpetuación tras la ya evidente decrepitud del
dictador. Todo ello combinado explica la evolución de uno de los personajes
fundamentales para entender la progresión del régimen franquista en territorio
valenciano, para comprender la respuesta ante lo inevitable.
Cabe decir que la trayectoria de Rincón de Arellano fue la similar a la de otras
figuras falangistas críticas. Muchas de ellas acabaron estableciendo grupos políticos y
asociaciones críticas desde las cuales plantear alternativas al régimen franquista29.
Rincón de Arellano nombrado consejero nacional del Movimiento a propuesta de
Franco en 1972, ocupó dicho cargo hasta la desaparición de la institución.
Posteriormente será tentado por algunos grupos de tendencia falangista para el salto a la
política democrática pero no acabará recalando en ninguno. Se reintegró en sus tareas
como médico y morirá en Valencia, alejado de la vida política, el 17 de marzo de 2006.
29 Uno de los casos más conocidos fue el de Reforma Social Española (RSE) que acabó derivando en partido político de la mano Manuel Cantarero del Castillo. Éste ya se había caracterizado por una fuerte contestación al régimen desde las líneas falangistas con su obra Falange y socialismo de 1973.
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Fascistización y desfascistización en la universidad española: el caso de Carlos Alonso del Real1.
Luis Velasco Martínez2
Universidad de Santiago de Compostela
Resumen: La biografía y la prosopografía están comenzando a adquirir un valor reseñable a la hora de abordar el estudio e interpretación del fascismo español anterior y posterior a la Guerra Civil. En este texto abordamos la figura de un intelectual fascista de entreguerras que después de la Guerra Civil se irá distanciando progresivamente del corpus ideológico y doctrinal del régimen hasta converger en el apoyo a los movimientos de resistencia a la dictadura en el seno de la Universidad de Santiago de Compostela. A través del análisis de su trayectoria pretendemos mostrar un periplo de desfascistización individual en el seno de un colectivo particularmente adepto al régimen: El profesorado universitario que vio su carrera fuertemente acelerada tras la Guerra Civil por su simpatía y/o apoyo al bando sublevado.
Palabras clave: Fascismo, Falange Española, antifranquismo, universidad.
Abstract: Biography and Prosopography are beginning to acquire a remarkable value when approaching the study and interpretation of Spanish fascism before and after the Civil War. In this paper we address the figure of an intellectual interwar fascist who became separated progressively from the ideological and doctrinal corpus of the franquism after the Civil War until converging in supporting resistance movements to dictatorship within the University of Santiago de Compostela. Through the analysis of its trajectory we intend to show a process of individual stop being fascist within a group particularly adept to dictatorship: The university professors who had an academic career brought forward after the Civil War due to their sympathy and/or support rebel side.
Keywords: Fascism, Spanish Falange, Anti-Franco movement, university.
1. Sobre Carlos Alonso del Real y sobre su interés: Fascistización y desfascistización en la universidad española.
Carlos Alonso del Real y Ramos (Madrid 1914, Id. 1993) se formó como filólogo en las aulas de la Universidad Central de Madrid, licenciándose y doctorándose en filología clásica, posteriormente su interés investigador se centró en el estudio de la prehistoria a través del prisma de las interpretaciones antropológicas. Podría definirse en lo académico como un investigador prolífico y disperso, su amplia cultura y su capacidad políglota le permitieron acercarse a una amplia diversidad de temáticas; esta falta de especialización se vio agudizada por las numerosas experiencias vitales y profesionales
1 Agradecemos al profesor Xosé Manoel Núñez Seixas de la Ludwig-Maximilians-Universität de Múnich sus comentarios, sugerencias y recomendaciones. Este texto no habría sido posible sin el generoso tiempo de los profesores Antón A. Rodríguez Casal, Ramón Villares Paz, Isaura Varela González, Ramón López Facal y Xosé Armas Castro de la Universidad de Santiago de Compostela, que tuvieron la gentileza y la paciencia de acercarme a la figura de Carlos Alonso del Real. 2 Este trabajo se ha desarrollado en el marco del grupo de investigación "Educación, cultura y sociedad", Instituto de Investigaciones Histórica, UMSNH (México). I.P.: Javier Dosil Mancilla.
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previas a su llegada a la Universidad de Santiago de Compostela, y a una curiosidad académica sin límites. Estas cualidades le llevaron a abarcar un amplio campo de temáticas de las que da buena fe su abundante bibliografía3.
Fuera del mundo de la prehistoria, la antropología y la arqueología, es probable que su nombre no resulte especialmente familiar. Se trataba de un catedrático de prehistoria, uno más, con un pasado fascista que a lo largo del franquismo supo reinventarse, cambiar y adaptarse4. Su nombre ganó cierta visibilidad, después de su muerte5, al hacerse pública su participación en la denuncia que llevó a su mejor amigo de juventud, el filósofo Julián Marías, al borde de la ejecución en la inmediata postguerra6.
Tras doctorarse en 1940, fue un colaborador habitual de Julio Martínez Santa Olalla, otro conocido prehistoriador y arqueólogo que participó activamente en el movimiento fascista de preguerra, convirtiéndose, una vez finalizada la contienda, en un importante referente académico dentro de la universidad de los vencedores. Junto a él y a Julián Marías participó en el verano de 1933 en una de las iniciativas académicas y pedagógicas más salientables de las realizadas por el gobierno republicano: El crucero por el Mediterráneo. En el verano de aquel año, casi dos centenares de los mejores estudiantes de las facultades españolas, acompañados por algunos de sus más destacados profesores, recorrió a bordo del crucero Ciudad de Cádiz la cuenca del Mediterráneo. Fue un viaje de estudios que permitió a los alumnos, llamados a ser las próximas figuras de la universidad del país, familiarizarse in situ con los países del norte de África, Oriente Próximo, y el Sur de la Europa mediterránea7. De aquel viaje nacería la primera publicación de Alonso del Real y Julián Marías, un libro con sus diarios del periplo8.
A la vuelta de aquel viaje, Carlos Alonso del Real comenzó un proceso de progresivo acercamiento a Falange Española que acabaría por hacerle romper los lazos con el que era su mejor amigo y, finalmente, denunciarlo. Este proceso de acercamiento al fascismo se realizaría progresivamente a lo largo de su formación en la Universidad Central de Madrid, de la misma forma, años después, su progresivo alejamiento de la
3 <<Bibliografía básica>>, en Rodríguez Casal, A.: Humanitas. Estudios en homenaxe ao Prof. Dr. Carlos Alonso del Real, Santiago de Compostela, USC, 1996, pp. 17-20; VV.AA.: <<Carlos Alonso del Real: In Memoriam>>, Trabajos de Prehistoria, 50, 1993, pp.1-9. 4 Recomendamos la reciente biografía de uno de ellos: Vid. Núñez Seixas, X. M.: La sombra del César. Santiago Montero Díaz, una biografía entre la nación y la revolución, Granada, Comares, 2012. 5 La información la publicó su hijo Javier Marías Franco, primero dentro del contenido de una novela y más tarde a través de otros medios. Marías Franco, J.: Tu rostro mañana. 1 Fiebre y lanza, Madrid, Santillana, 2002, pp.192-224. 6 Julián Marías quiso borrar de su recuerdo el nombre del que fuera su mejor amigo durante su etapa en el instituto Cardenal Cisneros de Madrid y durante la Universidad, incluyendo un viaje de estudios por toda la cuenca mediterránea. Jamás volvió a mentarlo ni hizo público su papel como delator. Vid. Marías Aguilera, J.: Una vida presente. Memorias, 1914-1951, Madrid, Alianza, 1988, pp.135-139, 267-278. 7 De entre el resto del profesorado y estudiantado participante hoy sólo tenemos constancia de que sobreviva el destacado historiador mexicano Silvio Zabala, del resto sólo señalaremos a algunos fascistas de preguerra y a otros que ocuparon puestos de importancia durante el régimen, entre otros: Luis Díez del Corral, Esmeralda Gijón Zapata, Conrado Morterero Simón, Antonio Tovar Llorente, Francisco Almagro Basch. 8 Alonso del Real y Ramos, C.; Marías Aguilera, J.; Granell, M.: Juventud en el Mundo Antiguo, Madrid, Espasa-Calpe, 1934.
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ideología fascista y de un franquismo con el que nunca acabó de identificarse se realizó en otra universidad, a la que él solía referirse como la Minerva compostelana9.
2. Familia, amigos, universidad y fascismo.
Carlos Alonso del Real fue hijo del matrimonio formado por el abogado Francisco Alonso del Real y Concepción Ramos Martín. Pese a la posición acomodada de sus progenitores, a la altura de 1986 recordaba a su padre como un trotskista10 y a su madre como una mujer empeñada en que no se enrolara en la División Azul para que las tropas soviéticas no les dieran de palos, ya que eran muchos y muy valientes11.
Pese a ello, tanto él como su hermano Guillermo acabaron acudiendo al frente del Este para combatir al comunismo. Su hermano fue otro destacado falangista con un proceso de fascistización parecido al suyo; acabó trabajando como censor12, además de compartir con su hermano el dudoso honor de ser señalado como delator por antiguos compañeros de café y tertulia13, motivos, quizá, por los que le fue concedida, entre otras distinciones, la Gran Cruz de la Orden de Cisneros14.
Fue, precisamente en el instituto Cardenal Cisneros de Madrid, donde comenzó a forjarse su amistad con Julián Marías15. Las dos familias se conocían y tenían un trato cotidiano16, fomentando una amistad fraternal entre los dos jóvenes17. Precisamente, esta amistad llevó a que conocieran juntos el fascismo, durante las escalas que realizó el Ciudad de Cádiz en la Italia de 1933. Para ambos la visualización del fascismo fue algo impactante, algo atractivo y diferente a lo que habían experimentado políticamente hasta ese momento: algo que, bueno o malo, en Italia era mucho18, en expresión compartida por ambos19.
Rememorando aquel viaje a la altura de 1948, del Real recuerda una Italia en la que el fascismo no habría llegado a endurecer a toda la población, ni a sus fuerzas armadas, algo que lamenta. En los mismos términos recuerda una España desgarrada por el separatismo y el comunismo en la que sólo brillaría una luz, precisamente la del fascismo que había conseguido convertir a la España de 1933 en una España mejor: la de 194820.
9 Fernández Nieto, F.J.: <<El maraviolloso guía de Borrow en el viaje a Finisterre>>, en Rodríguez Casal, A.: Humanitas. Estudios en homenaxe ao Prof. Dr. Carlos Alonso del Real, Santiago de Compostela, USC, 1996, Vol. I, p. 285. 10 Folgar de la Calle, J. M.: <<Con Alonso del Real: sobre cineclubes, cine e outros temas>>, en Rodríguez Casal, A.: Humanitas. Estudios en homenaxe ao Prof. Dr. Carlos Alonso del Real, Santiago de Compostela, USC, 1996, Vol. II, p. 1012. 11 Ibíd., p.1014. 12 Abellán, M.L.: <<Censura y práctica censoria>>, Sistema, 22, 1978, pp.29-52. 13 Perejón Rincón, A.: <<Eugenio Morales Agacino y la Real Sociedad Española de Historia Natural>>, en Viejo Montesinos, J.L.; Gomis Blanco, A. (coord.): Eugemio Morales Agacino (1914-2002). Un naturalista español del Siglo XX, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2006, 14 ABC, 18/07/1956, p.35. 15 Marías Aguilera, J.: Notas de un viaje a Oriente: diario y correspondencia del Crucero Universitario por el Mediterráneo de 1933, Madrid, Páginas de Espuma, 2011, p.12. 16 Ibíd., p.115, 136, 195.; Hidalgo Navarro, R.: Julián Marías. Retrato de un filósofo enamorado, Madrid, Rialp, 2011, p.71. 17 Ibíd., p.101, 137. 18 Ibíd., p.84. 19 Alonso del Real, C.: <<Revisión de un viaje>>, Alférez, Año II, 12, p.8. 31/01/1948 20 Ibíd.
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No podemos aclarar si el joven al que evoca quince años más tarde del Real era efectivamente un fascista, aunque durante el crucero mostró en repetidas ocasiones su admiración por el fascismo italiano, su contenido revolucionario y por la obra de inspiración fascista que realizaba en España la Falange de José Antonio Primo de Rivera21. Esa fascinación no desapareció a la vuelta a España, Julián Marías nos informa que en 1936 su amistad con del Real se verá fuertemente convulsionada por la militancia política de aquel en Falange, en medio de un clima en el que aseguraba que la acción política juvenil se había centrado en la violencia22, augurando las altas posibilidades de que esa situación acabara desembocando en una solución política autoritaria23. Será entonces, cuando su amistad se verá definitivamente separada por la militancia fascista del antiguo crucerista, deslumbrado por Falange y su líder. Tras recitar del Real un juramento fascista en el que se despreciaba a las voces amigas que aconsejaran en contra de la militancia en Falange, Marías advirtió a su amigo de que tal juramento imposibilitaba su relación de amistad, que pese a todo él creyó vigente24.
El inicio de la Guerra Civil llevó a del Real de la zona republicana a Burgos25, donde colaboró con la maquinaria del Nuevo Estado y de Falange. Allí se encontró con otros cruceristas y compañeros de estudios de la Universidad Central de Madrid que optaron por las mismas armas26. A partir de entonces, y hasta su llegada como catedrático a Santiago de Compostela en 1955, será un cuadro medio de Falange Española que sobrevivirá al proceso de unificación, y cuya estela irá decayendo según avance la década de 1940.
En el equipo del Servicio Nacional de Propaganda estuvo a las órdenes de Pedro Laín Entralgo –a su vez dependía de Ramón Serrano Súñer y Dionisio Ridruejo-, allí colaboró con Antonio Tovar Llorente, Luis Moure Mariño, Gonzalo Torrente Ballester, Melchor Fernández Almagro, y otros nombres importantes de la postguerra, algunos de los cuales también pasaron por un proceso de desfascistización durante el largo régimen franquista.
21 Esteve Gálvez, F.: A l'entorn de les aigües lluminoses: el creuer universitari 1933, Castellón, Diputación de Castellón, 1985, p.293. 22 Marías Aguilera, J.: Op. Cit., 1988, p.148. 23 Ibíd., p.174. 24 Ibíd., p.182. 25 Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p. 104. 26 Destacan particularmente Martín Almagro Basch, que durante el crucero había defendido postulados cercanos al comunismo, y Antonio Tovar Llorente. El primero alcanzó la zona nacional desde Berlín, donde estaba disfrutando de una beca postdoctoral, una vez en España se encuadró en Falange y participó destacadamente durante la guerra, participando también en la Jefatura Nacional de Prensa y Propaganda, tuvo una gran cercanía con el grupo Hedillista, tras el decreto de unificación fue detenido y procesado en consejo de guerra, del que logró salir indemne. Después de la guerra, y pese a su menor edad, logró arrebatarle la cátedra de Hugo Obermaier a Martínez Santa-Olalla (uno de los máximos apoyos académicos y políticos de Carlos Alonso del Real) que la venía ocupando de forma interina. El segundo era amigo de Ridruejo desde la adolescencia y fue fundador del FUE en la Universidad de Valladolid, acompañó a Almagro Basch desde Berlín, ya que también contaba con una beca: Gracia, F.: <<Arqueología de la memoria. Batallones disciplinarios de soldados-trabajadores y tropas del ejército en las excavaciones de Ampurias (1940-1943)>>, en Molinero, C.; Sala, M.; Sobrequés, J. (eds.): Una inmensa prisión. Los campos de concentración y las prisiones durante la guerra civil y el franquismo, Barcelona, Crítica, 2003, pp. 38-39.; Santos, J.: Historia de las dos Españas, Madrid, Taurus, 2005, p.321.
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Finalizada la contienda, Alonso del Real se centró inmediatamente en la Universidad, donde alcanzó el grado de doctor en 194027, y en donde participó de manera activa en el SEU y en algunas muestras de estilo fascista, como la quema de libros con contenidos darwinistas de los fondos del Museo Etnológico Nacional en compañía de Julio Martínez Santa Olalla, vistiendo el uniforme azul mahón28.
3. Entre las denuncias, la universidad, Rusia y el movimiento.
Con el fin de la guerra, llegó el momento de redimir viejas cuentas pendientes. En 1937, como un presagio de lo que ocurriría, el crucero Ciudad de Cádiz había sido torpedeado y hundido por el Ferrari, un submarino de la Italia fascista29. Carlos Alonso del Real delató a su viejo compañero de instituto y universidad Julián Marías, acusándolo de colaborar con el diario Pravda, acompañar voluntariamente a bandidos rojos y realizar acciones de propaganda30. Marías, al que le habían llegado rumores sobre la acusación, fue detenido el 15 de mayo de 1939 y supo de la veracidad de sus fuentes a través de un encontronazo de su mujer con el propio delator, que le advirtió de que si Marías no vuelve a acordarse de que tiene una carrera podrá vivir, en otro caso lo hundiremos, porque gente como Ortega en España sobramos31. Por aquel entonces, la misma madre a la que del Real evoca como mujer de un trostkista y ensalzando el valor de los comunistas rusos, dirá que su hijo denunció a Marías porque la patria es la patria32. Otro de los viejos compañeros de Marías, también pudo escuchar de los labios de del Real: He metido a Marías en la cárcel y le van a salir 30 años. Pese a los esfuerzos de del Real, y a lograr contar con el apoyo de Santa Olalla en la denuncia33, la defensa de Marías convencida de la falsedad de los hechos logró el testimonio favorable al acusado del falangista Salvador Lissarague34, que encontró presiones en el tribunal para que no exculpase al reo35. Marías jamás llegó a creer que la excusa para aquella dolorosa traición fuera tan sencilla como la pura envidia36, y borró de su recuerdo para siempre al que había sido su amigo más querido, jamás volvió a mentar su nombre en sus memorias o evocaciones de juventud, al contrario que Alonso del Real, que si lo citaba37, aunque jamás volvieron a verse.
Tras este suceso, la carrera del joven doctor parecía abocada a la política y al mundo académico-cultural. Fue profesor ayudante en la Universidad Central entre 1939 y 1941,
27 Alonso del Real y Ramos, C.: Las ideas de la antigüedad clásica sobre la humanidad primitiva. Tesis doctoral inédita. Universidad Central. Madrid. 1940. 28 Caro Baroja, J.: Los Baroja (memorias familiares), Madrid, Taurus, 1972, p. 368; Mederos Martín, A.: <<Julio Martínez Santa-Olalla y la interpretación aria de la prehistoria de España (1939-945)>>, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología: BSAA, T. 69-70, 2003-2004, pp. 13-56 29 Marías Franco, J.: Op. Cit., 2002, p.144. 30 Marías Aguilera, J.: Op. Cit., 1988, p.275. 31 Carlos Alonso del Real gustaba incluirse entre los discípulos de Ortega: “Somos de la acreditada ganadería de Don Pepe Ortega”: Eiras Roel, A.: <<Recordando a un maestro>>, en Casal Rodríguez, A.: Op. Cit, 1996, V. I, p. 27. 32 La madre entendió o quiso disculpar a su hijo por la denuncia a Marías: La patria es la patria: Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p.106. 33 Curiosamente Santa-Olalla logró salir de la checa ubicada en el ministerio de Fomento gracias a la mediación de Julián Besteiro, persona de la confianza de Julián Marías: Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p.104. 34 Otros testigos de la defensa fueron Camilo José Cela y Soledad Ortega Spottorno: Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p.105. 35 Ibíd, p.276. 36 Ibíd. 37 Eiras Roel, A.: Op. Cit., 27.
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pero entonces decidió pasar por una nueva prueba de fuego. Como otros tantos falangistas convencidos, él y su hermano Guillermo se alistaron en la División Azul. En el frente del Este combatieron contra aquellos hombres valientes, cuya madre vaticinaba que les iban a dar de palos, y a los que los dos hermanos encontraron no sólo valientes, también disciplinados y magníficamente instruidos38, un pueblo que se defendía, que no huía, contra el que era honroso luchar39. Tras su paso por Rusia entre julio de 1941 y el mismo mes de 1942, encontró las mieles del regreso heroico y de una renovada ascendencia política40, comenzó una etapa en la que su pluma y sus discursos comenzaron a ser requeridos en numerosos medios y ocasiones41. En esa época sus responsabilidades políticas fueron en aumento, el pasado divisionario cobró especial relevancia en su ascenso, su calidad de cuadro intermedio del falangismo era por él cumplimentada a través de su calidad de académico y sus amplios conocimientos culturales, no era difícil encontrar una sobrerrepresentación de jerarcas de FET de las JONS entre los asistentes a sus conferencias42; incluso durante el séptimo aniversario del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, fue el orador principal del acto organizado en Alicante por el Frente de Juventudes en su calidad de Jefe del Servicio Nacional de Formación43.
Esta actividad política, continuaba siendo compaginada por su participación el mundo de la intelectualidad falangista, a través de sus artículos en diversos medios de prensa escrita y su relación con el grupo Escorial dirigido por Dionisio Ridruejo44; así dedicó varios artículos en la revista El Español para glosar el contenido falangista del libro de Laín Estudios de Historia de la Medicina y de la Antropología Médica45, una labor tediosa pero que le permitió continuar ganándose el favor de las jerarquías46. Su participación en este diario nos mostró a un del Real moderadamente católico -quizá más de lo que nos podríamos esperar de un falangista-, y dispuesto a entrar en el debate político con el comunismo representado por la URSS y el estalinismo47. Su papel como defensor de la obra de Ortega cobró importancia en su prolija obra como columnista48, se pretendía entre sus naturales continuadores, aunque pese a ello no tuvo ningún reparo en atacar sin mesura a otro de los que él mismo consideraba miembros de la acreditada ganadería de don Pepe Ortega49, José Gaos ex rector de la Universidad Central durante la república y miembro del PSOE: traición a España, a la Hispanidad y a Europa que cometió este hombre al ponerse al servicio de la causa pro-soviética. Aquí no se trata 38 Ramos, F. [Alonso del Real y Ramos, G.]: División Azul, Madrid, Publicaciones Españolas, 1953, p.24. 39 Folgar de la Calle, J.M.: Op. Cit., 1996, p.1014. 40 Su grupo de educación política en la Academia Nacional de Instructores estuvo en su ausencia bajo la batuta del propio director de la academia, Julián Pemartín: ABC, 13/02/1942. 41 En su calidad de Jefe de Estudios de la Academia Nacional de Instructores y Mandos del Frente de Juventudes de FET de las JONS su ausencia en actos relevantes durante su etapa en la División Azul debía ser explicada en algunos actos de singular importancia, una ausencia que era jaleada por los asistentes: ABC, 19/08/1941, p.7. 42 P. Ej.: A su conferencia “Meditaciones de un soldado de Europa” asistieron: Pilar Primo de Rivera, Laín Entralgo, Jesús Suevos, Julián Pemartín, diferentes cuadros del SEU y el Frente de Juventudes, además de representantes de las principales instituciones culturales alemanas e italianas en el país: ABC, 17/12/1942, p.12. 43 ABC, 20/11/1943, p.16. 44 Juliá, S.: Op. Cit., p. 349. 45 Laín Entralgo, P.: Estudios de Historia de la Medicina y de la Antropología Médica, Madrid, Escorial, 1943. 46 El Español, 1943, Nº36, p.11; Nº37, p.10.; Nº40. p.10. 47 El Español, 1943, Nº48, p.3. 48 <<Otra vez Ortega>>, Alférez, Nº21, 1/10/1948, p.4. 49 Eiras Roel, A.: Op. Cit., p.27.
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de ninguna política de manga ancha, de esas de que tanto se abusa ahora y que tan mal resultado dan. Aquí no se trata de una persona, se trata de un pensamiento, se trata de valorar debidamente un hecho intelectual, tanto más valioso cuanto que se ha producido partiendo de la posición espiritual de un enemigo total e irreductible50. Gaos, pese a su destacado papel intelectual, al magisterio de Ortega y a las virtudes que él mismo le reconocía, era un traidor con el que no se podía tener ningún tipo de consideración, y calificaba irónicamente su condición de exiliado como de emigrado51. Para Carlos Alonso del Real en 1948 aún no había acabado la guerra, seguía existiendo un enemigo contra el que no cabían contemplaciones.
A lo largo de los años cuarenta también colaboró en numerosas ocasiones con la revista La hora. Semanario de los estudiantes españoles, aunque en 1944 había alcanzado la edad de 30 años. Pese a su condición de camisa vieja, excombatiente, exdivisionario, y a su relación con grupos de poder falangista, su carrera política comenzó un lento declive que llegaría a su cénit en la década de 1950. En La hora colaboro con un amplio número de representantes de su generación entre los que ahora cabían no sólo los viejos camaradas, también se abrió la puerta a una progresiva pluralidad ideológica52. En su consejo de redacción compartió responsabilidades con otro joven que había sido deslumbrado por el contenido revolucionario del falangismo en su juventud Carlos París Amador53, con el que más tarde se reencontraría en la Universidad de Santiago de Compostela.
No le faltaron ocupaciones, su papel en el Frente de Juventudes le llevó a dedicarse también a cultivar el verso, siendo autor de algunas de las más características piezas del cancionero que debían entonar sus miembros: Nuestras escuadras jóvenes, Canción del Campamento Ordoño II y A la voz del capitán, son algunas de las obras de su autoría54. Durante aquellos años compaginó su dedicación al proselitismo falangista con una carrera profesional paralela; pese a haber abandonado la actividad docente como ayudante de clases prácticas en la Universidad Central para combatir en Rusia, desde 1939 hasta su llegada a Santiago de Compostela, y gracias a su principal promotor académico, Julio Martínez Santa Olalla, fue secretario de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, ejerciendo a la vez como vicedirector y conservador del Seminario de Historia Primitiva del Hombre, además de conservador en el Museo de la Fuente del Berro. Esto le permitió emprender diferentes excavaciones arqueológicas por toda la península y Marruecos. Este alto número de cargos, sin embargo, no facilitaban la subsistencia económica55, tuvo que ejercer también como profesor del Instituto Ramiro de Maeztu (1945), y gracias a su falangismo en la Escuela de Mandos de la
50 <<Un texto de la emigración>>, Alférez, Nº 14, 30/04/1948, p.12. 51 Ibíd. 52 Juliá, S.: Op. Cit., p.425. 53 París Amador, C.: Memorias sobre medio siglo: de la Contrarreforma a Internet, Barcelona, Península, 2006. 54 Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p.114. 55 “Transcurridos más de dos años sin que el Sr. Alonso del Real, como nadie de esta Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, haya percibido ni un céntimo de sus gratificaciones, correspondientes, puesto que en ningún sitio se dice que estos cargos, como el sostenimiento de la Comisaría General, sean gratuitos”: Díaz-Andreu, M.; Ramírez Sánchez, M.E.:<<La comisaría general de excavaciones arqueológicas (1939-1955). La administración del patrimonio arqueológico en España durante la primera etapa de la dictadura franquista>>, Complutum, Nº12, 2001, p.330.
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Sección Femenina, donde impartió los cursos de Historia de las ideas políticas e Interpretación de la Historia56.
Conforme iba finalizando la década de 1940 y empezando la de 1950, Alonso del Real fue abandonando su protagonismo político y centrándose en sus investigaciones, sus lecturas, el cine, la vida social del contexto cultural madrileño de la época y su papel en el grupo Escorial57; así como intentando asentar su posición en la universidad, a la que había regresado como ayudante de clases prácticas en 1951, seguramente intentando romper su dependencia de Martínez Santa Olalla. Pese a ello, en 1949 aún nos encontramos ante un viejo falangista capaz de continuar incidiendo en la actualidad del mensaje de José Antonio, en lo adecuado de la revolución nacional-sindical, un viejo falangista que recurre al discurso original y hace autocrítica de lo sucedido desde la muerte del fundador: acaso los que le hemos seguido nos estamos volviendo -¿o nos hemos vuelto ya?- parte, parcialidad, partido. Lo contrario de lo que él quería. Que Dios nos lo demande58. El recuerdo del mártir, y la biografía de José Antonio, con sus contradicciones, sigue plenamente vigente para Alonso del Real, quizá esas dudas sobre el carácter de la falange posterior a la guerra civil, y a la caída definitiva del fascismo en Europa, sean el presagio de su progresiva separación de sus orígenes ideológicos.
Ya en 1954, intentando huir de la sombra de su mentor, se presentó a la cátedra de historia de las religiones de la Universidad Central; aunque perderá el concurso frente a Ángel Álvarez de Miranda59, contó con el apoyo del exjonsista gallego Santiago Montero Díaz60, que le otorgó su voto favorable61, el mismo que había sugerido a Martínez Santa Olalla que continuara en la Universidad de Zaragoza para todo lo que no fuera intentar ganar una plaza de prehistoria y, de paso, facilitándole el camino a del Real. Su relación con el exjonsista será siempre fluida, y probablemente sea para él un ejemplo de fidelidad a los paradigmas revolucionarios originales del fascismo español, como él su viaje de ida y vuelta acabará alejándolo completamente del oficialismo y acercándolo a los movimientos estudiantiles contrarios al régimen62.
Su inquietud universitaria, ya rozando la cuarentena, sobrepasó el interés por alcanzar la condición de catedrático; en aquellos años comenzó a granjearse una acusada fama de heterodoxo, también en lo político, cuestión que causó gran inquietud entre las autoridades académicas, e incluso policiales; al igual que otros camisas viejas y antiguos falangistas revolucionarios fue sospecho de haber ingresado en la FUE63. En este contexto, en el que su pérdida de influencia y su visión política le habían hecho replantearse su posicionamiento ideológico y para con el régimen, sus inquietudes 56 VV.AA.: Op. Cit., 1993, p.1. 57 Moreno Fonseret, R.; Sevillano Calero, F. (eds.): El franquismo. Visiones y balances, Alicante, Universidad de Alicante, 1999, p.40. 58 Alonso del Real, C.: <<José Antonio. Sobre el sentido de una muerte>>, Generación, 01/12/1949. 59 Parece que el prehistoriador no guardó ningún tipo de rencor hacia el ganador de la plaza: Alonso del Real, C.: «En campos de zafiro pace estrellas (a propósito de Ritos y juegos del toro de Álvarez de Miranda)», Cuadernos Hispanoamericanos ,Nº163-164, 1963, pp. 285-293. 60 Díez de Velasco, F.: <<Ángel Álvarez de Miranda y la cátedra de historia de las religiones de la Universidad de Madrid: un proyecto truncado>>, BANDUE. Revista de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones, Nº1, 2007, p.107. 61 Ibíd. P. 86. 62 Núñez Seixas, X.M.: Op. Cit., 63 Fernández-Montesinos Gurruchaga, A.: <<Los primeros pasos del movimiento estudiantil>>, Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, V.12, Nº1, 2009, p.17.; Id. Hijos de vencedores y vencidos: Los sucesos de febrero de 1956 en la Universidad Central. Tesis de Máster inédita. Universidad Complutense. Madrid. 2009.
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intelectuales también pasarán a centrarse en la Universidad, como si su mundo se hubiera hecho más pequeño64. Ya entonces comenzó una labor que continuaría después en Compostela, la organización de actividades culturales y debates dentro de la comunidad universitaria -en su etapa madrileña dentro del Colegio Mayor Santa María, del SEU, y en Santiago en el San Clemente-.
4. 1955-1981: Santiago de Compostela
El 8 de febrero de 1955, a punto de cumplir cuarenta y un años, gana por fin una Cátedra, y firma el certificado de adhesión al régimen indispensable para ejercerla. Pero lo hará lejos de Madrid, en una universidad de provincias considerada como de entrada, ideal para buscar lugares más atractivos a los que trasladarse después de un tiempo prudencial en ella65, alejada de su núcleo madrileño y de la mujer con la que se había casado, María Ana Manteola Cabeza, que continuaría viviendo en Madrid66. Sin embargo, esta Universidad de Santiago de Compostela se convirtió en su hogar hasta que su retorno a Madrid, ya al borde de la jubilación, y fue donde dejó una mayor pisada intelectual, social y humana.
En 1955 la Universidad de Santiago de Compostela era una universidad pequeña y aislada, de paso. Mientras el ayuntamiento de la ciudad realizaba gestiones para inhumar a José Calvo-Sotelo en el interior de la Catedral67, los periódicos locales encontraban de interés lo que ocurría en la universidad: una conferencia de José María Pemán en el Colegio Mayor “La Estila” propiedad del Opus Dei68, el curso que la cátedra de derecho político había organizado para celebrar el centenario del nacimiento de José Canalejas69, el nombramiento del catedrático70 y teniente de alcalde Manuel Lucas Álvarez como director del Colegio Mayor Generalísimo Franco71, la próxima construcción de un bloque de viviendas para los catedráticos72, y la espera impaciente que el claustro de la universidad y las autoridades compostelanas hacían de su nuevo catedrático Alonso del Real73.
64 “La Universidad es débil socialmente y políticamente nula, […] Hay que enseñar a la gente a divertirse […] Hay que despertar el gusto y la aptitud por cierto género de cosas […] hay que enseñar a leer, a ver cine, a oír música”: Alcalá, Nº68, 25/03/1955. 65 París Amador, C.: Op. Cit., p.91. 66Once años más joven que su marido, formaba parde de una familia acomodada, su hermano fue asesinado en el Madrid republicano, llegó a registrar algunas patentes, nunca tuvieron hijos y según varias fuentes su matrimonio fue complicado, murió en Madrid en agosto de 2001: Registro patentes: ES0254444 A1 y U0210350; Dirección General de Información: La dominación roja en España. Causa General, Madrid, Publicaciones Españolas, 1961.; Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p.166.; ABC, 02/08/2001, p.61. 67 El Correo Gallego, 12/02/1955. 68 El Correo Gallego, 13/02/1955. 69 El Correo Gallego, 19/02/1955. 70 El Correo Gallego, 09/02/1955. 71Felizmente hoy ha recuperado el nombre de su promotor, el diputado y rector durante la etapa republicana, Alejandro Rodríguez Cadarso: Velasco Martínez, L.: <<Espacios de memoria en la ciudad de Santiago de Compostela: el Campus Universitario>>, en VV.AA.: Congrés Internacional "Espai urbà, memòria i ciutadania". Restauraciones, transmisiones i resignificaciones del patrimonio democrático, Barcelona, UAB, 2011. [Recurso electrónico] 72 El Correo Gallego, 12/02/1955. 73 El Correo Gallego, 24/02/1955.
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Nada más tomar posesión de su cargo, el flamante catedrático se instaló en el Colegio Mayor San Clemente74, en el que vivirá hasta su regreso a Madrid en 1981. El colegio, dependiente del SEU, era dirigido en aquellas fechas por un viejo compañero de sus tertulias en el Madrid de la década de 1940, el joven catedrático de Filosofía Carlos París Amador75, otro exfalangista desengañado que acabaría militando durante los años de la transición en el PCE. Éste, había sido nombrado para el cargo por el ministro aperturista Joaquín Ruiz-Giménez Cortés. Carlos París, relata como su llegada a Santiago de Compostela en 1951 supuso un contacto con un SEU muy alejado del falangismo revolucionario que se podía respirar en algunos ambientes madrileños en los que coincidía con del Real, en su nuevo círculo falangista el mono azul de operario era desdeñado76, por lo que en 1955 recibió con agrado a su viejo camarada, aunque el proceso de desfascistización de ambos ya había comenzado77.
El Opus Dei contaba con un alto número de sus miembros entre el personal docente de la Minerva compostelana: Álvaro D’Ors, López Rodo, López Amo, Federico Suárez, Juan Jordano; un grupo que restaba influencias a los escasos grupos carlistas y a los más numerosos falangistas. En una Galicia en la que Falange se encontraba asociada a la represión no se conocía ningún tipo de falangismo revolucionario o crítico. La impopularidad social del falangismo se trasladaba al ámbito universitario de manera semejante, el SEU contaba con escasas simpatías, un odio que era acrecentado entre el estudiantado por las prácticas nepotistas y el conocido clientelismo que se movía en su entorno78. Para alguien llegado del ambiente madrileño, donde las diferencias doctrinales entre falangistas revolucionarios y el régimen seguían aumentado, y en el que algunos falangistas se declaraban antifranquistas e incluso organizaban grupos residuales de oposición interna79, era difícil encontrarse un panorama político-intelectual más desolador que aquel en el que, carentes de una intelectualidad falangista propia, el único sentido de la organización era crear una red clientelar servil con el poder, cuando no aprovecharse directamente de los recursos a su alcance para hacer carrera política y/o académica80.
En ese ambiente, su residencia en un Colegio Mayor dirigido por un viejo aunque joven amigo, permitió a del Real gozar de una segunda juventud en la que disfrutó de la vida colegial y desarrolló aquellas premisas que había propuesto en la revista Alcalá: la formación cultural y la extensión universitaria. En un ambiente de camaradería con su alumnado y los colegiales, no dudaba en plantear el modelo universitario republicano como un ejemplo de aperturismo y de ideal pedagógico que debería ser recuperado81, a la par que fomentaba actividades culturales de diferente índole82, actividades
74 Su cátedra era de Prehistoria e Historia Universal de las Edades Antigua y Media y de Historia General de la Cultura (A. y M.), como él aseguraba tenía que enseñar a sus alumnos todo lo hecho por el hombre desde el paleolítico hasta hace cuatrocientos cincuenta años. 75 Actualmente catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente del Ateneo de Madrid. Fue yerno del intelectual galleguista y miembro de la RAG Fermín Bouza-Brey. 76 París Amador, C.: Op. Cit., p.65. 77 Gurriarán, R.: Inmunda escoria : a universidade franquista e as mobilizacións estudantís en Compostela, 1939-1968, Vigo, Xerais, 2010, p.117. 78 Gurriarán, R.: Op. Cit., 2010, p.97. 79 Ibíd., p.62. 80 Ibíd., p.92. 81 Ibíd., p.36, p.87. 82 Ibíd., p.96-97.
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deportivas83, entre otras diversiones propias del ambiente festivo y juvenil de una universidad84. Era pues, un modelo de catedrático muy poco corriente para aquella Compostela troyana a la que había ido a parar85, cercano y especialmente abierto a la crítica y a la discusión.
Pese a que su falangismo revolucionario se fue apagando, no paró de colaborar como conferenciante con el SEU, tampoco dejó de recordar su paso por las trincheras de España y Rusia86, trufando sus pláticas de simpáticas anécdotas que ayudaron a hacer de él un profesor querido y popular. Pese a su pasado comprometido, no sólo con el régimen, sino también con el fascismo, su aura era indiscutible, al contrario de lo que ocurría con otros ejemplos del profesorado compostelano, ortodoxamente afines al franquismo y a la figura de su líder.
A lo largo de su primera década en Santiago se desarrollará en sus concepciones ideológicas los cambios más profundos, aquel joven fascista que quemó libros darwinistas vestido con camisa azul y correajes junto a Martínez Santa Olalla, organizó junto a su camarada París y al lector de portugués de la Universidad87 un ciclo de conferencias en homenaje al centenario de la publicación de El origen de las especies88. El antimarxista que había atacado a José Gaos a finales de la década de 1940, organizó el primer ciclo de conferencias sobre Marx y su obra en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago de Compostela, con un gran éxito de público89. No en vano, el materialismo histórico y las corrientes historiográficas marxistas habían adquirido para él un renovado interés90 que le llevaría a guardar un alto concepto de la obra de Marx y a revalorizar su vigencia científica91.
Este proceso de desapego al régimen y a sus fórmulas ideológicas y de inculturación continuó a lo largo de la década de 1960; acabó por bautizar al régimen franquista como el Francato, con cierta sorna92, pero mantuvo su participación en los actos del SEU93, y continuó viviendo en un colegio adscrito al mismo, pero siempre desde sus particularismos, así impartió de esperanto dentro del colegio94, dictó conferencias
83 Su completa falta de interés en el deporte parece indicar un interés por alcanzar la integración: Ibíd., p.97. 84 Las carreras de burros que anualmente se continúan celebrando en el Colegio Mayor San Clemente fueron inauguradas por Carlos Alonso del Real y Carlos París: Ibíd., 85París Amador, C.: <<La Compostela de los cincuenta>>, en Agís Villaverde, M.; et alii (Coords.): La filosofía y sus márgenes: homenaje al profesor Carlos Baliñas Fernández, Santiago de Compostela, USC, 1997, p.71. 86Su anécdota más recurrente fue su nombramiento como Alcalde de un pueblo en Rusia durante el año que pasó destinado en la División Azul gracias a sus conocimientos del idioma ruso. P. Ej.: Bouza Álvarez, J.L.: <<Santiago Montero>>, El Correo Gallego, 06/11/2012 87 Carlos Eduardo Bastos de Soveral. 88 París Amador, C.: <<Darwim en Compostela>>, en Díaz-Fierros Viqueira, F.: O darwinismo e Galicia, Santiago de Compostela, USC, 2009, pp. 251-252. 89 Ibíd. 90 Alonso del Real y Ramos, C.: <<Autobiografía>>, en Rodríguez Casal, A.: Op. Cit., p.16. 91 Durante los primeros años de la década de 1970, ante el discurso de un alumno militante que el propio del Real consideró una vulgarización del mensaje de Marx: “Cuarenta años estudiando el marxismo para que usted venga ahora a hacer aquí marxismo de tebeo”, López Pazos, C.X.: <<Un mestre que repartía coñecemento. Carlos Alonso del Real ven de morrer en Madrid>>, A Nosa Terra, Nº553, 1993, p.23. 92 Ibíd. 93P.ej.: Conferencia: ¿Está la Universidad llamada a desaparecer? (1961), Gurriarán, R. (Coord.): De gaudeamus igitur a venceremos nós, Santiago de Compostela, USC, 2006. 94 Gurriarán, R.: Op. Cit., 2010, 191.
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centradas en los roles de género95, organizó ciclos de poesía social en los que se recitaba a Miguel Hernández, José Hierro, Blas de Otero y Miguel Celaya96, logró que se celebrara un homenaje en el veinticinco aniversario de la muerte de Antonio Machado en el que participó Montero Díaz y en el que se recitó a Alberti97, etc. Se convirtió en un personaje familiar para el estudiantado, conocedor de su singularidad, de su pasado y de su presente, con ellos compartía innumerables tardes y noches de conversaciones y copas en los bares de la ciudad.
Durante los años finales de la década, particularmente 1967 y 1968, el clima de agitación universitaria fue creciendo. Participó de forma habitual en el cineclub del SEU y en su posterior escisión, junto con el profesor de la Escuela Normal Gonzalo Anaya Santos98, y logró que en alguna ocasión Santiago Montero Díaz participara en alguna de sus actividades culturales99. Todas las actividades en las que participaba estaban siempre plagadas de comentarios mordaces y referencias de actualidad con un cierto aire opositor, ejerciendo habitualmente como un enfant terrible de pasmosa cultura y agudeza entre el cuerpo de catedráticos, para regocijo de sus alumnos. En 1968, durante una charla suya titulada La evolución del hombre, no dejó pasar la oportunidad de enseñar al público su carné de Falange con la intención de explicar algo más que la teoría darwinista100, tampoco dejó de regocijarse cuando al pasar lista se encontró con un Jaime de Andrade en clase101. En aquel contexto llegó 1968 y estalló la situación, llegó una huelga universitaria que del Real apoyaría junto con un escaso número de sus colegas102, dejando claro, ya entonces, un sereno interés por la identidad gallega y sus formas culturales103; no en vano en 1966 se había podido encontrar su firma en el manifiesto Carta urgente a todos los gallegos en contra de la política de la empresa FENOSA y la construcción de presas, al lado del por aquel entonces cuadro de la Unión do Pobo Galego Xosé Luís Méndez Ferrín104.
Durante los últimos años del Francato, continuó actuando con cercanía a los alumnos, intermediando con la policía en su defensa105, frente a un jefe de policía al que enmotó como El Mulo106, enfrentándose con la policía107, llevando flores a una alumna herida en una carga policial108, etc. Aunque estas actividades se tradujeran en ocasiones en un trato hostil del alumnado más identificado por el franquismo durante los últimos años de la dictadura, especialmente en el Colegio Mayor en el que continuó viviendo, con su actitud aperturista y, en boca de muchos de sus alumnos y discípulos, demócrata, logró hacerse con el respeto, el cariño y la comprensión de su alumnado; que defendió su 95 Ibíd., 188. 96 Ibíd., p.222. 97 Ibíd., p.235. 98 También colaborador ocasional de El Español durante la década de 1940. 99 Álvarez Fontenla, P.: <<Por dentro da facultade de Ciencias>>, en Gurriarán, R. (Ed.): 1968 en Compostela. 16 testemuños, Santiago de Compostela, USC, 2010, p.68. 100 Ibíd., p.70. 101 Fernández Rodríguez, M.: <<A visión dun sentimental: de Santiago a "Tegus" pasando por Valencia e Parga>>, en Guarriarán, R. (Ed.): Op. Cit., 2010, p.138. 102 González Casanova, X.A.: <<Un profesor catalán en la corte compostelana>>, en Guarriarán, R. (Ed.): Op. Cit., 2010, p.192. 103 Ibíd., p.195. 104 Reguera, A.: <<Castrelo de Miño: loita, represión, espolio, desastre humano, desastre ecolóxico>>, en Guarriarán, R. (Ed.): Op. Cit., 2010, p.314. 105 Folgar de la Calle, J.M.: Op. Cit., p.1012. 106 López Pazos, C.X.: Op. Cit., p.23. 107 Ibíd. 108 Ibíd.
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papel incluso en la época en la que era vicedecano de la facultad de Filosofía y Letras. De entre aquellos, muchos comenzaron una carrera académica bajo su dirección, siendo remarcable el alto número de tesis de licenciatura y tesis doctorales que dirigió hasta el día de su muerte.
5. Vuelta a Madrid y fin.
En 1981 logró el traslado a Madrid, la Universidad Central que él había abandonado en 1955 ahora era la Universidad Complutense de Madrid. Había intentando el traslado a Madrid en varias ocasiones anteriores109, con nulo éxito pese a su curriculum y años de servicio. Hasta su jubilación en 1984 ejerció como Director de su departamento de prehistoria, y mantuvo una estrecha relación con la Universidad de Santiago de Compostela, en la que continuó impartiendo docencia en los cursos de doctorado.
Fue un camino de ida y vuelta en lo académico, pero no en lo ideológico, la Universidad Central en la que se había socializado dentro de los círculos falangistas, y en la que había respirado la inculturación fascista, ya no existía. Tampoco muchos de sus contactos de aquella época mantenían aquellas posiciones, los que no habían muerto habían pasado por un proceso de desfascistización parecido al suyo, baste recordar a todo el grupo Escorial en el que había estado involucrado. Desde que se marchara de Madrid, pasó a ser un federalista extremadamente receptivo a la identidad cultural gallega, pese a su mejorable dominio del idioma110, y un hombre abierto que era capaz de tener amigos en la embajada soviética de Madrid pese a la facilidad con la que contaba anécdotas de su paso por la División Azul, o con la que enseñaba su vetusto carné de Falange111.
Parece que entre sus cercanos sólo su hermano Guillermo continuó mostrando una abierta hostilidad hacia las novedades que había ido trayendo la democracia al país112, incluso el hijo de éste fue elegido Senador por Cádiz como independiente dentro de las listas del PSOE en la legislatura constituyente113. Pero, pese a todo, él nunca negó la influencia fascista bajo la que se formó, ni la trascendencia que ésta tuvo a lo largo de su vida, él siempre se mantuvo fiel a cierto estilo fascista114.
6. Conclusiones: Fascismo y desfascistización en la universidad española: el viaje de una generación.
Personajes como Alonso del Real son especialmente interesantes para entender el proceso ideológico de ida y vuelta que se dio en un número nada desdeñable de fascistas españoles. En su caso, nos sirve también para entender el papel capital de la universidad de la república en cuanto a lugar de inculturación y socialización fascista, y viceversa durante la etapa franquista. Las mismas redes que podían haber facilitado lo uno, años después y en un ambiente de represión, podían permitir lo contrario, pero, ¿por qué? En el caso de del Real la respuesta puede ser sencilla: podía.
109Díez de Velasco, F.: Op. Cit., p. 122. 110 Folgar de la Calle, J.M.: Op. Cit., 1011. 111 Ibíd. 112 Alonso del Real y Ramos, G.: <<Hay algo más que el divorcio>>, Fuerza Nueva, N775, 14/01/1981, pp.38-39. 113http://www.senado.es/web/composicionorganizacion/senadores/composicionsenado/fichasenador/index.html?legis=0&id1=12000 114 Alonso del Real y Ramos, C.: <<Autobiografía>>, en Rodríguez Casal, A.: Op. Cit., p.16.
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Al romper con los círculos más genuinamente adeptos al régimen -Santa Olalla por ejemplo- y no con el de los disidentes falangistas que recorrieron el mismo camino ideológico que él –grupo Escorial, Montero Díaz, Carlos París, etc.-, en un contexto en el que sus ventanas de oportunidades políticas dentro del régimen se cerraron, y mientras su frustración ante la revolución pendiente aumentaba, la concatenación de acontecimientos acabó logrando romper sus nexos con el régimen en cuanto a teórico heredero político del fascismo en el que él había militado115. De la misma forma, esta ruptura, sumada a su paso a nuevas áreas de influencia política y a nuevos contextos de socialización e inculturación, permitió una revisión crítica de su propio pasado que de otra forma podría haber sido mucho más dificultosa.
Desconocemos si, tal como cita Javier Marías, llegó a presumir de izquierdista116, pero desde luego su actitud tuvo un cambio nada desdeñable entre 1936 y 1968 que merece ser analizado y contextualizado para poder ser entendido. Probablemente para estudiar este tipo de procesos sea necesario plantear una investigación prosopográfica que nos permita comparar trayectorias semejantes, por lo menos, en los puntos de partida y llegada, especialmente en el marco de la universidad española, o de algunos colectivos más específicos como los que hemos citado a lo largo de este trabajo: los prehistoriadores o los arqueólogos españoles podrían ser un ejemplo.
115 Laín Entralgo, P.: Op. Cit., pp.283-284. 116 Marías Franco, J.: <<El padre>>, El País, 16/06/1994.; Id.: Op. Cit., p.195. Tampoco queremos entrar a valorar su papel en la denuncia de Julián Marías, entendemos que es trabajo para la psicología de la violencia y la historia social de la guerra.
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FALANGE SIN FASCISMO: PROPUESTAS PARA LA HISTORIA DE FET DE
LAS JONS TRAS 1945
Claudio Hernández Burgos Universidad de Granada
La presente comunicación tiene como objetivo principal esbozar posibles
caminos para la investigación de FET de las JONS tras el derrumbamiento de los
fascismos europeos. Con ello trato de advertir de la que, en mi opinión, ha sido una de
las grandes carencias de la historiografía dedicada al análisis del fascismo español y, en
especial, al estudio de Falange: el evidente desequilibrio entre los trabajos que han
examinado al partido en los años de la posguerra y el de los que han abordado la
evolución del mismo desde la II Guerra Mundial hasta el hundimiento de la dictadura
franquista. Un déficit que encuentra su justificación parcial en la escasez de fuentes
documentales relativas al los últimos veinticinco años del régimen, pero que no oculta
que los historiadores que se han ocupado del funcionamiento, la estructura, la evolución
interna y el papel de Falange en España han podido y pueden hacer más por conocer la
historia del falangismo español después de 1945.
A fin de una mayor claridad expositiva, he estructurado el siguiente texto en dos
partes. En la primera de ellas, haré un breve recorrido por el modo en que los
investigadores se han acercado al estudio de FET de las JONS, señalando someramente
los principales logros obtenidos y el buen nivel alcanzado en el conocimiento de
muchos aspectos esenciales para la comprensión de la naturaleza y funcionamiento del
partido fascista español. Y, en segundo lugar, señalaré algunas vías –transitadas ya por
algunos trabajos– que, a mi juicio, podrían resultar interesantes para el análisis de esa
“Falange franquista” que ocupó la mayor parte de los años de vida del régimen. Para lo
cual, considero que puede resultar más útil una perspectiva “a ras de suelo”, que nos
informe de la dinámica del partido a nivel provincial y local y de los instrumentos que
empleó tanto para mantener resortes de poder e influencia social como para tratar de
atraer a la ciudadanía hacia sus postulados ideológicos y sus planteamientos políticos.
De esta forma, creo que podremos perfilar mejor los límites de la fascistización
alcanzada por el régimen, la evolución de la desfascistización de la dictadura y los
cambios y permanencias en la identidad fascista de FET de las JONS.
2
La centralidad del fascismo: fortalezas y debilidades de la historiografía
sobre Falange
Lógicamente, el espacio disponible en esta comunicación no es suficiente para
siquiera citar los numerosos trabajos que se han encargado del estudio de Falange,
incluso aun restringiendo nuestra mirada a la historia del Partido tras el Decreto de
Unificación de abril de 1937. Aquí solo señalaré algunos de los principales focos de
atención de los investigadores ocupados de la historia del partido fascista español. Un
recorrido que tendría que partir del reconocimiento de una ausencia de consenso entre la
comunidad de historiadores sobre el peso y el lugar ocupado por el fascismo durante los
casi cuarenta años de dictadura. Porque lo cierto es que, aunque hoy en día la mayor
parte de las investigaciones reconocen la importancia del fascismo dentro del régimen
de Franco, siguen existiendo posturas enfrentadas entre quienes consideran que
podemos calificarlo como fascista y los que, por el contrario, sostienen que ha de
entenderse como una dictadura fascistizada.1
Hoy en día podemos afirmar que tenemos una visión muy completa de bastantes
aspectos del fenómeno fascista durante el franquismo. Ello ha sido posible gracias –
aunque no solo– a los avances realizados en dos direcciones fundamentales. En primer
lugar, son considerables los trabajos que han analizado las raíces sociales y los orígenes
culturales del fascismo español. Diversos investigadores han tratado de rastrear los
gérmenes que posibilitaron su surgimiento en España y examinado con detenimiento la
evolución de las culturas políticas de las derechas españolas para detectar la relación, la
"contaminación" y los choques existentes con la revolución palingenésica defendida por
estos nuevos movimientos de masas.2 Junto a éstos, han sido numerosos los estudios
sobre los fundamentos intelectuales del fascismo español, centrados tanto en el análisis
de los perfiles biográficos de sus principales ideólogos como en el desentrañamiento de
1 Estas dos visiones pueden verse respectivamente en: CASANOVA, Julián et al. El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939), Madrid, Siglo XXI, 1992; y SAZ, Ismael. “Les peculiaritats del feixismo espanyol", Afers, 25 (1996), pp. 623-637 y su libro Fascismo y franquismo, Valencia, PUV, 2004 2Entre otros, pueden verse desde clásicos como JIMÉNEZ CAMPO, Javier. El fascismo en la crisis de la Segunda República. Madrid, CIS, 1979; a los más recientes de: SAZ, Ismael. “Paradojas de la historia, paradojas de la historiografía. Las peripecias del fascismo español”, Hispania, 207 (2001), pp. 143-176; y GALLEGO, Ferrán y MORENTE, Francisco (eds.). Fascismo en España: ensayos sobre los orígenes culturales del franquismo. Barcelona, El Viejo Topo, 2005.
3
los pilares fundamentales del pensamiento falangista.3 Y, por último, algunos
investigadores han enmarcado adecuadamente el franquismo en el contexto más amplio
del surgimiento de los regímenes fascistas y fascistizados en la Europa de entreguerras,
mostrando la impregnación recibida por su ideología, lenguajes, liturgias y políticas, así
como la importancia de la experiencia bélica para su nacimiento y consolidación.4
El otro gran foco de atención de las investigaciones sobre el partido único se ha
centrado en el papel de la organización durante la posguerra, analizando su
implantación a nivel provincial, el funcionamiento de las diferentes delegaciones bajo
su control o las relaciones con las otras fuerzas del régimen franquista. En primer lugar,
hoy son mejor conocidos los instrumentos y organismos empleados por Falange para
aumentar su poder en el interior de la dictadura y tratar de sumar nuevos efectivos a sus
filas.5 En segundo lugar, se han descrito claramente las luchas de poder entabladas por
los miembros de FET de las JONS tanto con los integrantes de otras organizaciones
políticas como con otros hombres que figuraban al frente de los puestos de mando
nacional, local y provincial. Gracias a su análisis, conocemos mejor la difícil
convivencia entre los diferentes componentes del régimen y la evolución de las
dinámicas de poder durante los años cuarenta.6 Finalmente, tenemos una noción más
completa de la estructura de la Falange de posguerra, debido a trabajos encargados de
examinar el perfil sociopolítico de quienes se afiliaron a la organización y la
composición de las gestoras locales y provinciales de diferentes puntos del país.7
3Por ejemplo: PENELLA, Manuel. La Falange teórica. Barcelona, Planeta, 2006; o IAÑEZ, Eduardo. No parar hasta conquistar. Propaganda y política cultural falangista: el grupo Escorial (1936-1986). Oviedo, Trea, 2011. 4ALCALDE, Ángel. “1914 y 1936: ‘culturas de guerra’, excombatientes y fascismos en Francia y España durante el periodo de entreguerras”, Amnis, 10 (2011); PAREJO, José Antonio. “De puños y pistolas, Violencias fascistas y violencia falangista”, Ayer, 88 (2012), pp. 125-145. 5 SESMA LANDRIN, Nicolás. “Propaganda en la alta manera e influencia fascista. El Instituto de Estudios Políticos (1939-1943)”, Ayer, 53 (2004), pp. 155-178; PEÑALBA, Mercedes. Estado y Partido. La evolución de la Secretaría General del Movimiento (1937-1945). Tesis doctoral inédita, Pamplona, Universidad de Navarra, 2010. 6 SANZ ALBEROLA, Daniel. “Jefatura Provincial de FET de las JONS y Gobierno Civil en Alicante: la Unión Personal”, Actas del II Encuentro de Investigadores sobre el franquismo. Alicante, Instituto Alicantino Juan Gil-Albert, 1995, Vol. II, pp. 215-224; GARCÍA RAMOS, Domingo. “Conflictos entre FET y de las JONS y el Gobierno Civil en Palencia (1939-1943)”, Actas del VI Encuentro de Investigadores sobre el franquismo, Zaragoza, CCOO, 2006, pp. 34-47; y GELONCH SOLÉ, Josep. Falange i poder. Lleida durant la dictadura franquista. Tesis doctoral, Lleida, Universitat de Lleida, 2010. 7 GONZÁLEZ MADRID, Damián. La Falange Manchega (1939-1945). Política y sociedad en Ciudad Real durante la etapa «azul» del primer franquismo. Ciudad Real, Diputación de Ciudad Real, 2004; PAREJO, José. Antonio. Las piezas perdidas de la Falange: el sur de España. Sevilla, Universidad de Sevilla, 2008; y SANZ HOYA, Julián. La construcción de la dictadura franquista en Cantabria. Santander, Universidad de Cantabria, 2009.
4
Por supuesto, otros muchos aspectos han llamado la atención de los
investigadores interesados en la historia de FET de las JONS, dando lugar a trabajos que
han permitido dibujar un panorama muy alentador. Pero, en la gran mayoría de las
ocasiones, los estudiosos del fascismo español han optado por reducir la cronología de
sus investigaciones al periodo del nacimiento y llegada al poder político de la
organización falangista, ignorando la trayectoria del partido desde 1945 hasta su
desaparición. Esto se ha traducido en un evidente desequilibrio temporal que, lejos de
ser subsanado, ha continuado arrastrándose hasta el presente por los trabajos centrados
en el partido fascista español.8
Tomemos como prueba de lo dicho las aportaciones del reciente encuentro
organizado en Zaragoza a finales de 2011 y titulado Falange: las culturas políticas del
fascismo en la España de Franco, en el que algunos de los más destacados
investigadores del fascismo en España trataron de esclarecer el peso de FET de las
JONS y de la ideología fascista en el régimen franquista. Aunque los organizadores del
congreso señalaron explícitamente que uno de los principales objetivos era el de
“recapitular la investigación de los últimos años sobre el aparato político del falangismo
hasta el final del franquismo y también sobre su influencia social y cultural en la
sociedad de la transición”, los trabajos presentados por los investigadores no
respondieron, en general, a las metas marcadas. De las treintaicinco comunicaciones
aceptadas, veinticuatro se ocuparon en su totalidad de aspectos correspondientes al
periodo 1933-1945 y únicamente siete de ellas escogieron un marco temporal posterior
a la II Guerra Mundial.9 Una norma que se repite permanentemente en los textos
presentados en Encuentros de Investigadores sobre el franquismo o en otros congresos
ocupados del fascismo o de la historia del siglo XX español.
A pesar de lo dicho, mentiríamos si afirmásemos que el vacío para este periodo
es absoluto. Hoy en día, contamos con diversos estudios que se han encargado de
analizar el papel del falangismo en la cultura de la España de los años cincuenta, los
enfrentamientos sostenidos por las fuerzas políticas del régimen a raíz de los proyectos
de institucionalización del Movimiento capitaneados por José Luis de Arrese, las
disidencias internas dentro del falangismo en los años sesenta o el proceso de creación
8Algo que ha sido puesto de manifiesto en THOMÀS i ANDREU, Joan Maria. “Los estudios sobre las falanges (FE de las JONS y FET de las JONS): revisión historiográfica y perspectivas, Ayer, 71 (2008), pp. 293-318. 9Las comunicaciones pueden consultarse en RUIZ CARNICER, Miguel Ángel (ed.). Falange: las culturas políticas del fascismo en la España de Franco, Zaragoza, PUZ e IFC, 2013 (en prensa).
5
del “búnker” político conformado por las fuerzas de la extrema derecha en el
tardofranquismo.10 Pero, en su mayoría, se ha tratado –y ahí reside, a mi juicio, el otro
gran reto pendiente de la historiografía sobre FET de las JONS– de investigaciones
excesivamente enfocadas “desde arriba”, que han abordado brillantemente las disputas
de la intelligentsia falangista con otras “familias” del régimen y el fracaso del proyecto
político en las altas esferas del poder franquista, pero que han dejado de lado aspectos
de enorme interés para calibrar el verdadero alcance del proyecto fascista en España.
La escasez de estudios sobre la Falange postfascista y de trabajos que aborden
“desde abajo” el papel de FET de las JONS de 1945 en adelante solo resulta explicable
si pensamos o bien que los especialistas han considerado que el fascismo constituyó un
fenómeno marginal en la España posterior a la II Guerra Mundial que no merece más
páginas de las recibidas hasta el momento, o bien que no han encontrado las fuentes
archivísticas necesarias para indagar con mayor profundidad en la historia de Falange
durante el periodo 1945-1975. Pero, en primer lugar, tanto los historiadores que han
concebido el régimen de Franco como fascista, como aquellos que lo han calificado
como una dictadura fascistizada, han subrayado el peso del fascismo hasta las
postrimerías del franquismo, han recordado las importantes áreas de poder conservadas
por Falange tras el declive de los fascismos y han advertido sobre la relevancia de su
apoyo para el sostenimiento del régimen franquista durante tantos años.11 Y, en segundo
lugar, pese a que la menor disponibilidad de fuentes para la historia de FET de las JONS
a partir de 1945 es, a grandes rasgos, un problema real, lo cierto es que existen –y así lo
han demostrado algunas investigaciones– caminos que pueden contribuir a mejorar
nuestro conocimiento del partido fascista español durante este periodo.
Creo que podemos hacer más por conocer la vida de Falange tras la caída de los
fascismos. Falta por analizar con mayor precisión las estrategias empleadas por la
organización para adaptarse al mundo sin fascismos posterior a la II Guerra Mundial,
por conocer mejor los mecanismos utilizados por el partido para intentar engrosar sus
apoyos sociales y examinar las continuidades y cambios en sus discursos y políticas
durante los años cincuenta y sesenta. Igualmente, debemos indagar en las razones por
10Véanse FERRARY, Álvaro. El franquismo: minorías políticas y conflictos ideológicos, Pamplona, Eunsa, 1993; y MOLINERO, Carme e YSÀS, Pere. La anatomía del franquismo: de la supervivencia a la agonía, 1945-1977. Barcelona, Crítica, 2008. 11Véase SAZ, Ismael. “Escila y Caribdis. El franquismo, un régimen paradigmático” en MELLON, Joan Antón (coord.). Orden, jerarquía y comunidad. Fascismos, dictaduras y postfascismos en la Europa contemporánea. Madrid, Taurus, 2002, pp. 159-196; o MARÍN, Martí. Els ajuntaments franquistes a Catalunya. Política y administració municipal, 1938-1979. Barcelona, Pagès Editors, 2000.
6
las que algunos de estos elementos dejaron de ser útiles para el régimen y en las
dinámicas de desfascistización imùlsadas durante el tardofranquismo. Pero,
especialmente, pienso que es muy necesario acercar la mirada al funcionamiento del
partido “por abajo” y saber con certeza el poder real de Falange en las ciudades y
pueblos del país, donde convivía diariamente con los españoles corrientes.
¿Cómo acercarnos a la Falange posfascista? : una visión “a ras de suelo”
La pregunta que da título a este epígrafe no tiene en absoluto una respuesta
sencilla. De hecho, los párrafos que siguen no quieren ni pueden arrojar una solución
definitiva para las carencias detectadas en la historia de FET de las JONS más allá de
1945. Más bien, lo que pretendo aquí es destacar y profundizar en caminos ya
explorados por algunas investigaciones, sugerir ideas para futuros trabajos enmarcados
en los últimos años de la dictadura y exponer aquellas cuestiones que, a mi entender, no
han recibido toda la atención que merecen por parte de los historiadores interesados en
la historia del partido único. Para ello, pienso que uno de los enfoques más útiles de los
que podemos valernos–aunque por supuesto no es el único– es el de la historia desde lo
local. Desde esta perspectiva, podemos percatarnos de que, aunque la organización
falangista tuviera su centro de poder en Madrid o sus círculos culturales más influyentes
en otras ciudades importantes de la nación, en el día a día de los ciudadanos españoles,
Falange fue percibida como algo más cercano que formaba parte de la comunidad.
Fueron las concentraciones, manifestaciones y actos políticos organizados por las
jefaturas locales o provinciales del partido los experimentados y “representados” –ya
fuera desde los márgenes de la celebración o desde el interior de las ésta– por los
españoles de a pie que vivieron en la España de Franco. Y, por último, fue en este
ámbito donde los ciudadanos sintieron el poder de las delegaciones, instituciones y
organismos dependientes de FET de las JONS, pasando a formar parte de ellos en
muchas ocasiones y resistiéndose otras veces a lo que consideraban una invasión de sus
vidas. Por ello, conocer lo que sucedía en las ciudades y pueblos españoles de 1945 en
adelante resulta fundamental para rastrear las múltiples similitudes, pero también las
notables diferencias, que presentaron los discursos, las prácticas y hasta la propia
identidad falangista en los niveles nacional, provincial y local durante el franquismo.12
12Véanse las reflexiones de CARASA “El giro local”, Alcores, 3 (2007), pp.13-35.
7
Algunas investigaciones han señalado acertadamente las negativas
consecuencias que para Falange supuso el ocaso de la Italia fascista y de la Alemania
nazi. Aunque Franco nunca llegó a plantearse seriamente deshacerse de los “azules”, lo
cierto es que los falangistas no tardaron en verse obligados a vivir en aparente silencio,
perdiendo desde algunos de sus símbolos externos, hasta un considerable peso en el
interior del sistema franquista.13 Pero, ¿hasta qué punto y en qué medida fue
generalizado este proceso de desfascistización y “maquillaje” político impulsado por el
régimen de Franco? Si volvemos la vista a lo sucedido en las provincias y atendemos a
los informes elaborados por las jefaturas de FET de las JONS podemos palpar el miedo
de muchos elementos del Partido a que Falange fuera disuelta por decisión del
“Caudillo”. Pero mirando estos mismos informes o la documentación elaborada por los
diplomáticos extranjeros se detectan divergencias entre la línea oficial marcada por el
Estado y las actuaciones de algunas jefaturas locales. No debió ayudar mucho a las
intenciones desfascistizadoras alentadas desde el gobierno que los dirigentes del partido
en Granada enviaran en 1944 un telegrama a Hitler felicitándole por una victoria o que
los falangistas malagueños repartieran entre sus afiliados una circular en la que se daba
orden de expulsar de la organización a “todo lo que huela a inglés”.14
Junto con ello, hay otra razón para tener presente la diferente percepción que del
proceso de desfascistización tuvieron los españoles corrientes. Y es que, aunque las
camisas azules se guardaron en el armario y los saludos brazo en alto dejaron de
realizarse, muchos ciudadanos no percibieron una reducción significativa del poder
falangista. En sus localidades, los miembros del partido controlaban todavía las
organizaciones de masas y tenían bajo su poder muchos gobiernos civiles, diputaciones,
ayuntamientos y organismos estatales. Si a ello le sumamos que, pasado el temporal de
las “presiones” externas, Falange volvió a ganar presencia en la vida nacional, mirar a
“lo local” se convierte en una necesidad para entender los intentos del partido por
extender la cultura política fascista.15
Porque, en efecto, desde 1948 y hasta bien entrada la década de los cincuenta,
Falange experimentó una revitalización que le devolvió al primer plano de la escena
13 RUIZ CARNICER, Miguel Ángel. “El aparato falangista a la caída de los fascismos. FET-JONS en 1945”, Spagna contemporánea, 4, (1993) pp. 127-141; y del mismo autor “Violencia, represión y adaptación. FET de las JONS (1943-1945)”, Historia Contemporánea, 16 (1997), pp. 183-200. 14The National Archives (TNA), Foreign Office (FO) 371/39676, 12-6-1944 y FO 371/34789, 2-9-1943 15MARÍN, Martí. Elsajuntaments… Op. Cit., pp. 202-204. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis. Historia de Falange… Op. Cit., pp. 480-483.
8
política. Una “primavera” falangista que puede y debe ser examinada con mayor
detenimiento por los historiadores, porque se desarrolló en un periodo crucial para la
evolución del régimen franquista. De un lado, ese resurgir vino de la mano de una
redefinición de parte de sus postulados –muchos de ellos formulados en clave cultural–
a través fundamentalmente de revistas e instituciones vinculadas a la organización, que
llegarían a confeccionar un discurso “integrador” y “aperturista” también rastreable
entre sectores del falangismo local y provincial. De otro lado, la revitalización del
partido quedó patente en los intentos por ganar presencia en las ciudades y en los
pueblos españoles, por ejemplo a través de la creación de seminarios políticos; en el
evidente aumento de su visibilidad en la esfera pública a partir de 1948; y en un impulso
de sus políticas de “justicia social” como mecanismo de atracción de diversos sectores
sociales hacia la ideología falangista.16 En ello, una mirada a las provincias resulta
fundamental para comprobar hasta qué punto tuvo éxito esta revitalización de FET de
las JONS, conocer en profundidad las importantes áreas de poder que retuvo durante los
años de “silencio” y obtener una visión más completa sobre la aparentemente lánguida
vida que caracterizaba al partido en las provincias.17
La salida de José Luis de Arrese del Gobierno tras el fracaso de sus proyectos
para la institucionalización del régimen en un escenario dominado por Falange ha sido
acertadamente señalada como un punto de inflexión a partir del cual los miembros del
partido vieron imposibilitada cualquier tentativa por imponer su concepción de nación.
Pero no debemos perder de vista que los falangistas siguieron valiéndose de
mecanismos e instituciones que les ayudaron a preservar importantes baluartes de poder.
A pesar de algunas investigaciones recientes, todavía resta por estudiar más
detenidamente el efecto de las políticas y el ámbito de influencia mantenido por
organizaciones como el Frente de Juventudes –gracias al encuadramiento de
determinados sectores juveniles atraídos por su monopolio en la gestión del tiempo libre
y las ventajas obtenidas en campamentos y excursiones–, la Sección Femenina –cuyas
cátedras ambulantes y divulgadoras siguieron permitiéndole controlar la vida de
importantes grupos de mujeres pertenecientes a las zonas rurales del país– o la eficacia
16De ello me he ocupado en HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio. “Primavera azul: revitalización falangista y lucha por la nación en el marco local, 1948-1953”, Historia del Presente, 19 (2012), pp. 131-142. 17GARCÍA RAMOS, Domingo. “El canto del cisne. La Falange palentina en los cincuenta”, Actas del VII Encuentro de Investigadores del franquismo, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2011 y CARNICER, Miguel Ángel. “La vieja savia del régimen. Cultura y práctica política de Falange” en MATEOS, Abdón (ed.). La España de los cincuenta, Madrid, Eneida, 2008, pp. 277-304.
9
de mecanismos de asistencia social –por ejemplo, a través de las obras sindicales
controladas por FET de las JONS y cuya influencia sobre la cobertura médica, la
vivienda o el trabajo no deben ser menospreciadas.18 Del mismo modo, sería preciso
rastrear los matices introducidos en el discurso falangista de los años sesenta y, en
especial, prestar mayor atención a la apuesta sindical encabezada por el nuevo secretario
general del Movimiento, José Solís Ruiz. Un estudio detenido de la influencia falangista
sobre el mundo laboral y sindical del segundo franquismo en las provincias,
examinando, de una parte, la instrumentalización de las elecciones sindicales y el
control ejercido sobre los trabajadores a través de las distintas delegaciones y del
empleo de mecanismos asistenciales y, de otra, los intentos por ampliar sus apoyos
sociales mediante la creación de nuevas publicaciones sindicales o de actos destinados a
la revitalización política de la organización a nivel local, despejaría muchas dudas
respecto al verdadero peso conservado por Falange en la vida nacional.19
Finalmente, analizar el proceso de desfascistización experimentado por la
dictadura en sus últimos años, requiere complejizar nuestra visión sobre el partido en
los años setenta. Por un lado, es necesario demostrar si la división entre “reformistas” e
“inmovilistas”, experimentada tanto por la clase política franquista como en el seno de
FET de las JONS, también se dio a escala local de una forma tan clara. Para ello,
debemos conocer mejor cuál era la identidad del fascismo español a estas alturas,
examinando quiénes eran sus guardianes en las provincias españoles y qué papel
jugaron muchos en el interior de un régimen en pleno proceso de bunkerización e
identificado con sus perfiles menos amables. Pero también calibrar hasta qué punto esta
identidad podía haber quedado reducida a la lealtad al “18 de Julio” y al “Caudillo”. Por
otro lado, no debemos dejar de lado las motivaciones que llevaron a una mayoría de los
españoles a separarse de la ideología y políticas falangistas y examinar si, por encima de
identidades y discursos, los ciudadanos únicamente percibían el proceso de
descomposición de un régimen agotado. De nuevo en ello, mirar a las actitudes
cotidianas de los españoles podría responder muchas cuestiones pendientes.
18 CAÑABATE, José Antonio. “Juventud y franquismo en España: el Frente de Juventudes (1940-1960)” en MIR, Conxita (coord.). Jóvenes y dictaduras de entreguerras: propaganda, doctrina y encuadramiento. Italia, Alemania, Japón, Portugal y España. Barcelona, Milenio, 2007, pp. 135-196; MARÍAS, Sescún. “Por España y por el campo”: la Sección Femenina en el medio rural oscense. Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2011; y LANERO, Daniel. “‘¿La salud es lo que importa?’ La O.S. 18 de Julio y la asistencia médica en Galicia (1940-1965)”, Historia Social, 68 (2010), pp. 47-67. 19Véase por ejemplo: AMAYA, Álex. “El acelerón sindicalista y sus contradicciones internas: imagen y realidad en la propaganda de la OSE, 1957-1969”, Ayer, 76 (2009), pp. 269-290.
10
Conclusiones
Las camisas azules y brazos en alto presentes en la plaza de Oriente en
noviembre de 1975 deben servir para recordarnos que Falange tuvo su espacio dentro
del régimen hasta el final de sus días. Por esta razón, sigue resultando pertinente volver
a insistir sobre la necesidad de prolongar la mirada sobre el partido único más allá de las
fronteras marcadas por la derrota del Eje en 1945. Solo de este modo podremos valorar
el papel que ocupó el fascismo español en el interior del franquismo, acercarnos a los
mecanismos de fascistización empleados y a la manera en que el proyecto de FET de las
JONS fue percibido por los ciudadanos y, por último, conocer con mayor precisión el
proceso por el que la identidad falangista acabó diluyéndose en el crisol del propio
franquismo para finalmente desaparecer
Como hemos mostrado en las páginas precedentes, quedan muchos caminos por
explorar para conocer la evolución de la Falange “postfascista”. Pero, quizás, uno de los
más interesantes sea el proporcionado por una perspectiva que, “desde lo local”, nos
permita enlazar la existencia diaria del partido en las provincias y regiones españolas
con los grandes procesos y acontecimientos vividos en las grandes esferas de Falange.
En este sentido, sería especialmente interesante prolongar cronológicamente algunas
investigaciones recientemente encargadas de examinar la evolución de FET de las
JONS en el ámbito local de la posguerra.20 De esta forma, no solo aumentaremos
nuestro conocimiento sobre esa “segunda” Falange que ocupó la mayor parte de la
dictadura franquista, sino que podremos analizar mejor las continuidades y las
diferencias en sus discursos y prácticas. Después de todo, la estructura, el lenguaje, las
políticas y la identidad de Falange, como la del propio franquismo, no permanecieron
estáticas.
20Sería conveniente que se realizaran para los años cincuenta y sesenta estudios de tanto interés como los elaborados para los años cuarenta por: LÓPEZ VILLATORO, Francisco. La Falange republicana en Andalucía. Guerra Civil, Movimiento y División Azul, Córdoba 1934-1945, Castro del Río, Asociación Cultural Cantamora, 2012; y GONZÁLEZ ORTA, Juan Ignacio. La Falange y sus hombres en la provincia de Huelva, Valverde del Camino, 1936-1946. Huelva, Universidad de Huelva, 2012.
E'Waiso Ipola “mujer levántate”: el proyecto de género de la Sección Femenina para las colonias y su recepción
Enrique Bengochea Tirado
Técnico Superior de Investigación*
Universidad de Valencia
Este texto forma parte del proceso de reflexión sobre una investigación doctoral iniciada
recientemente. Se trata de uno de los primeros pasos de un camino mucho más largo por lo que su
contenido se acerca más a una serie de hipótesis de partida que a una exposición de resultados. La
tesis en la que se inscribe trata la problemática de la Sección Femenina en la provincia de Sáhara
desde una perspectiva postcolonial, esto es, teniendo en cuenta los diferentes procesos de
dominación colonial y sus efectos, tanto en los sujetos colonizados, como en los colonizadores1.
En las páginas que siguen se va a reflexionar sobre sobre el proyecto de género que llevó la
organización falangista a las colonias convertidas en provincias en la segunda mitad de los años
cincuenta (Rio Muni, Fernando Poo y Sáhara). En un primer momento se va a repasar las
propuestas de género que se llevaron a las colonias; más adelante analizaremos lo que se hizo y qué
significó respecto al modelo de la falangista, finalmente daremos un vistazo a las formas de
recepción que esto tuvo.
Puntos de partida
Una de las reflexiones más interesantes aportada al análisis histórico desde el campo de los
estudios del género y colonialismo es la problematización y el desarrollo del concepto agencia2. Al
respecto, Sabaa Mahmood propuso reconceptualizarlo cuando, al investigar el movimiento de las
mujeres de la mezquita, se encontró con que su acepción más feminista, es decir, aquella que asocia
agencia con resistencia en las relaciones de dominación, impedía comprender sus sujetos de estudio.
* La presente investigación se inserta en el proyecto MICINN HAR 2011-27559: Democracia y Culturas Políticas de Izquierda en la España del siglo XX: desarrollos y limitaciones en un ámbito comparativo. El autor también es miembro del grupo de excelencia Prometeo de la Conselleria d'Educació: Grup d'Estudis Històrics sobre les Transicions i la Democràcia, Prometeo 2012/046.
1 Esta reflexión sobre la acepción “postcolonial” la podemos ver desarrollada en el capítulo de Catherine HALL: Histories, Empires and the Post-Colonial Moment. En, I. CHAMBERS y L. CURTI (eds.): The Postcolonial Question. Common Skies, Divided Horizons. Nueva York, Routledge, 1996
2 Respecto a los estudios coloniales de género cabe citar el interesante análisis bibliográfico realizado en Durba GOSH: “Gender and colonialism: Expansion or Marginalization?” The Historical Journal, V. 47 I. 3, Septiembre 2004. pp. 737-755
1
En esta línea propuso conceptualizar agencia como “una capacidad de acción que se habilita y se
crea en situaciones de subordinación históricamente específicas3”.
Esta nueva definición ilumina procesos tanto para las mujeres en Sección Femenina como para las
mujeres colonizadas. Por una parte, al entender la agencia dentro de situaciones de subordinación
específicas, se acaba con el concepto mujer promedio del tercer mundo4 eliminando las
connotaciones de eterna dependiente. En lo que respecta a nuestro estudio esto significa estudiar las
sociedades saharaui y guineana como sociedades en cambio y a las mujeres dentro de las mismas
como sujetos inscritos en unas dinámicas de poder ante las cuales contaban con ciertas herramientas
para desarrollarse.
Por otra parte estas reflexiones han servido para entender la participación de mujeres en
movimientos sociales en las propias metrópolis. Nuevos estudios están proponiendo analizar la
posibilidad de agencia en Sección Femenina5, en este sentido proponemos pensar esta organización
desde una perspectiva colonial. La intersección entre género y colonialismo ha contribuido a
desmontar el entender las mujeres blancas como faltas de poder, protegidas y vagas mostrando
como contribuyeron con un trabajo necesario a las empresas coloniales6. Así, partimos del
reconocimiento de la capacidad de acción de las falangistas y su contribución a la obra colonial.
El área de intervención de la organización será la doméstica. Poner en orden el hogar y el cuidado
de los niños es un ámbito a través del cual se tratarán de “modernizar” las sociedades colonizadas 7.
Poner de relieve la intervención en el ámbito doméstico elimina la división entre esfera pública y la
privada, lo que a su vez es uno de los puntos de partida de la reflexión sobre género y
nacionalismo8. De este modo, esta investigación cruza las dimensiones colonial, nacional y de
género sacando a la luz formas de intervención y reacción.
Un concepto interesante en este sentido es el del mimetismo tal y como lo desarrolla Homni
3 Sabaa MAHMOOD: Teoria feminista y agente social dócil, algunas reflexiones sobre el renacimiento islámico en Egipto en Liliana SUAREZ NAVAZ y Rosalva AÍDA HERNÁNDEZ (eds.): Descolonizando el feminismo, teorías y prácticas desde los márgenes. Valencia, PUV: 2008. p. 177
4 Concepto de cuya crítica parten los feminismos postcoloniales, una interesante reflexión puede ser encontrada en Liliana SUAREZ NAVAZ: Colonialismo, gobernabilidad y feminismos poscoloniales en Liliana SUAREZ NAVAZ y Rosalva AÍDA HERNÁNDEZ (eds.): Descolonizando el feminismo... pp. 31-73
5 Este concepto es utilizado, por ejemplo por Ángela Cenarro en Ángela CENARRO: Trabajo, maternidad y feminidad en las mujeres del fascismo español en Ana AGUADO y Teresa María ORTEGA LÓPEZ (ed.): Feminismos y antifeminismos: culturas políticas e identidades de género en la España del siglo XX. Valencia, PUV, 2011.
6 En Durba Gosh: Gender and colonialism... p. 7397 Al respecto: Mary HANCOCK: Gendering the Modern Women and Home Science in British India en Antoinette
BURTON (ed.): Gender Sexuality and Colonial Modernities. Londres, Routledge, 2005. 8 Anne Mc Clintock: “No Longer in a Future Heaven. Gender, Race and Nationalism” en Anne McCLINTOCK,
Aamir MUFTI y Ella SOHAT (ed.): Dangerous Liaisons. Mineapolis, University of Minesota Press, 1997. p. 259
2
Bhabha9. Para este autor el mimetismo colonial es “el deseo de un Otro reformado, reconocible,
como un sujeto de una diferencia que es casi lo mismo, pero no exactamente. Lo que equivale a
decir que el discurso del mimetismo se construye alrededor de una ambivalencia10”. Aunque las
falangistas intentan “asimilar” a las sociedades colonizados esta no será nunca una empresa
terminada, nunca serán exactamente lo mismo. Bhabha enlaza este fenómeno con lo que Benedict
Anderson llama la compatibilidad interna de imperio y nación, señalando que implica el punto en el
que lo nacional ya no puede ser más “naturalizable11”
Esto nos lleva a reflexionar sobre las identidades y su estudio. Partimos en este sentido de lo que
Judith Butler define como performatividad, este concepto nace de la reflexión sobre las identidades
de género y significa que “el cuerpo generizado no tiene una existencia ontológica más allá de los
diferentes actos que constituyen su realidad12”. En esta reflexión pretendemos extrapolarla a toda la
formalución identitaria más allá del género (o mejor dicho, junto al género) tomando los elementos
nacionales, de clase, de raza... en linea con las propuestas de Umut Özkirimli entre las que destaca
entender las formulaciones identitarias como algo nunca acabado totalmente inmerso en procesos
sociales y políticos13.
De este modo, por lo que respecta al análisis de las respuestas a los modelos falangistas, los
consideraremos en términos políticos en su contexto social específico. Debemos considerar el
entorno creado por la Sección Femenina como un ámbito dominado por ciertas relaciones de poder
específicas que se solaparán con las existentes en la sociedad colonial. Los sujetos que resulten de
tales relaciones pueden ser estudiados en tanto se performaron en diferentes ocasiones.
Un proyecto de género para las colonias
Pilar Primo de Rivera describe en sus memorias14 como en 1963 recibió la visita de Federico
Ngomo y Díaz de Villegas, en ese momento secretario general de Río Muni, proponiéndole la
implantación de la organización falangista en las recientemente nombradas provincias africanas. En
consecuencia, el mismo Marzo de 1963 la regidora central del SEU Dolores Bermudez Cañete viajó
al Aaiún, Villa Cisneros y Daora para evaluar las posibilidades para la Sección Femenina en el
territorio. En Mayo de 1964, mientras se empezaba a organizar la delegación de Sección Femenina
9 Homni BHABHA: El mimetismo y el hombre. La ambivalencia del discurso colonial en Homni BHABHA: El lugar de la cultura. Buenos aires, Manantial, 2002. pp. 111-121
10 Ídem p. 11211 Ídem, p.11412 Traducción de Judith BUTLER: Gender Trouble: Feminism and Subversion of Identity. Londres, Routledge, 1990.
p. 17313 Al respecto, seguimos las reflexiones de Umut Özkirimli en Umut ÖZKIRIMLI: Contemporary Debates on
Nationalism, a Criotical Engangement. New York, Palgrave: 2005. p. 54 en adelante 14 Pilar PRIMO DE RIVERA: Recuerdos de una vida. Madrid, Drysa, 1983. p. 75
3
en Sahara, la misma regidora se dirigió a Bata y Santa Isabel para cumplir con una misión similar.
Los informes que redactó resultan interesantes para comprender el proyecto de género para las
colonias así como el propuesto para las propias falangistas.
En estos informes se realiza un diagnóstico sobre las sociedades colonizadas caracterizándolas
respecto a una serie de “problemas”. En lo que respecta al Sáhara15 la inspectora hace un repaso a
varios ítems (hombres, mujeres, niños, casa, situación político-administrativa...) describiendo el
sistema de género. Entre los problemas que encuentra está el que la distribución del trabajo no es la
adecuada, se queja de que los hombres sean los que hacen las tareas normales de la casa y de que
las mujeres estén siempre ociosas; junto con esto se describe a ambos como vagos, ellos por no
saber hacer demasiados oficios y ellas por estar siempre “tomando el té”. Se trata también de una
sociedad extraña en lo que respecta a la familia, la inspectora da cuenta de la existencia del divorcio
(en forma de repudio) que, según da cuenta, puede realizar tanto los hombres como las mujeres. Por
su parte, las mujeres tienen el primer matrimonio muy tempranamente, a la edad de los 12 o 13
años. Una vez dentro de la familia las mujeres no responden a las tareas que deberían realizar: no
saben tejer, “casi solo saben hacer las telas de lana de camello para cubrir las jaimas”; no cuidan de
los niños y por último no limpian sus casas, es más, ni siquiera tienen casas ya que según el informe
el 95% de los saharauis siguen viviendo en jaimas.
Por su parte, el análisis sobre la situación en Rio Muni y Fernando Poo16 se centra en otros
aspectos. Describe el sistema tribal dominado por las tribus Bubi y Pamne y sus odios. Respecto al
trabajo dice que “Los Pamnes o habitantes del territorio continental son más primitivos, ingenuos y
trabajadores que los babús” aunque en otras partes se refiere al “hecho” de que no hay suficiente
pescado “porque nadie es lo suficientemente trabajador para salir a pescar sistemáticamente”.
También se refiere la regidora a las supersticiones y la religiosidad sospechando de la catolicidad de
los guineanos “son católicos, pero supongo que su religiosidad está mezclada con un sin número de
supersticiones”. Sobre las mujeres dice que “hasta ahora no era más que que la esclava del hombre”,
siendo ella la que tenía que realizar todos los trabajos, domésticos y extradomésticos, no obstante,
sigue el análisis, esto está cambiando pues empieza a haber educación para las mujeres, dando el
problema de hacerla más apetecible para los hombres blancos “hay muchos mulatos que confirman
tristemente todo esto”
Estos análisis iluminan los modelos que se crean sobre las sociedades colonizadas. Nos damos
15 AGA, Fondo sobre Delegación Provincial de la Sección Femenina de Sáhara (1974- 1975), Informe Previo, 1963, c. 325
16 AGA, Fondo de Cultura, Informe del viaje de la regidora central del SEU a la isla de Fernando Poo y a Río Muni , Mayo 1964, c. 248, l. 1.
4
cuenta de que hay algunos rasgos que se repiten en todos los sujetos, así, todos estos sujetos son
retratados como vagos a su manera (unos por no saber hacer, otros por no necesitarlo). En cada una
de las dos sociedades hay que intervenir, pero en este sentido el objetivo parece ser el mismo,
conseguir hacerlas productivas. Esto significa que la forma que adopte el reparto genérico del
trabajo debe ser el adecuado, no es correcto que las mujeres no sepan hacer lo que deben saber
hacer, como en el caso de las saharauis que son representadas “siempre tomando el té”. Sin
embargo, tampoco es correcto que las mujeres se dediquen a hacer todos los trabajos, como parece
ser el caso en guinea.
Para ello se hace necesario incidir en la forma que adopta la estructura familiar en ambas colonias.
El peso de esta reestructuración, aunque significa que ni hombres ni mujeres actúan de forma
correcta, cae sobre las mujeres. En el Sáhara se encontraba un sistema de poligamia diacrónica (lo
que significa que las personas se solían casar con diferentes personas a lo largo de la vida a través
de la fórmula del repudio); en Guinea la estructura familiar prevalente era la poligamia en la que un
hombre tenía varias mujeres. Se intentará educar a las mujeres para evitar estas formas familiares,
entendiendo como a priori se trataba de fórmulas peores para ellas y para la sociedad.
Otro de los aspectos que se tiene en cuenta en estos análisis es el de la religión, en este sentido el
Islam es permisible, mientras que las religiosidad guineana debe ser vigilada. Las saharauis no son
susceptibles de ser convertidas, en el informe dedicado a Sáhara podemos leer “El Prefecto
Apostólico, encantado porque ve que al no poder actuar la Iglesia con alguna orden religiosa no
habría nadie que se ocupara de la nativa17”. Sin embargo las guineanas sí y ese será un punto muy
importante a tener en cuenta, la asimilación vendrá dada por el grado de aceptación del
cristianismo.
Todas estas ansiedades nos dan un mapa de qué es lo que las falangistas esperan de la sociedad.
Podemos ver como el modelo familiar propuesto es el nuclear, sin ninguna forma de divorcio, el
cual se inscribiría en una forma económica concreta en el que los hombres se puedan dedicar a
producir y las mujeres al hogar y la familia. Pese a que a primera vista este análisis puede parecer el
del ángel del hogar podemos encontrar elementos en la descripción que se hace de las sociedades
colonizadas que remiten a algo más que a la “perfecta madre y devota esposa”. Una de las
preocupaciones es la educación, la Sección Femenina se preocupa sobre las posibilidades de
“capacitar” a las mujeres de las colonias y sobre las medidas necesarias para protegerlas mientras
esto ocurre. El horizonte de las mujeres que pretenden educar no estaría solo en sus hogares, sino
que podrían desarrollar algún trabajo “en resumen, la mujer nativa solo puede ser o maestra o
17 Informe Previo... op. cit.
5
ayudante en el hospital”18. Este análisis debe ser tenido en cuenta en el debate que pretende dar
cuenta de la propuesta identitaria de la Sección Femenina para las mujeres, el cual no es puramente
decimonónico sino que incluye elementos modernos19.
Una labor altruísta
La situación de las provincias africanas es diferente en el momento en que se implanta la Sección
Femenina, así, el Estado español solo empezará a tener verdadero interés por el territorio del Sáhara
a finales de los años cincuenta, una vez terminada la guerra de Ifni-Sáhara. Este interés se
multiplicará desde principios de los años 60 con una explosión de prospecciones que recorrerían el
territorio buscando minerales, petroleo y fosfatos20. El mismo 1963 se dio a conocer el
descubrimiento de la mayor mina de fosfatos del mundo, la mina de Bucraa. Todas estas actividades
llevarían al Aaiún grandes inversiones, así como gran cantidad de población metropolitana, la
provincia iría pasando de ser un remoto puesto militar a tener cierta relevancia industrial. La
población saharaui, sumida en un profundo cambio social a raíz del declive de la economía
camellera, también se estaba acercando a las ciudades y puestos militares españoles.
Por otra parte, en el caso de Guinea la implantación de la organización falangista forma parte de un
giro en las políticas coloniales sobre el territorio. En 1964 se ponía en marcha el régimen de
autonomía, una especie de self-government en el que se combinaba la participación de ciertos
estratos de población africana en el funcionamiento de las provincias con cierto control por parte de
la metrópolis a través de la Comisaría General que asesorarían intensamente a las nuevas
instituciones21, dando lugar a un proceso de fusión22. Hasta ese momento la política seguida hacia la
población africana fue la de un intento de asimilación a través de parámetros cristianos23, una labor
en la que la jerarquía eclesiástica y las órdenes religiosas tenían un papel importante.
Las actividades desarrolladas por la institución falangista fueron similares en todas las provincias
18 Informe del viaje de la regidora central del SEU a la isla de Fernando Poo y a Río Muni... op. cit.19 Como propone Inbal Offer: “My contention is that in the case of the SF one cannot talk of a model of “old
fashioned” femininity, which was replaced over the years by a model of “modern” femininity, but rather about a modernist and conservative elements, which existed in the organizational rhetoric side by side from the beginning. Within this context the “modern” elements were highly significant and their definition was more or less constant as long as the messages were aimed at a population of a specific socio-economic standing and education” en Inbal OFFER: A “New” Woman for a ‘New’ Spain: The Sección Femenina de la Falange and the Image of the National Syndicalist Woman. European History Quarterly, 2009, Vol. 39(4), 583–605
20 Se hace un interesante análisis en: Jesus María MARTÍNEZ MILÁN: “L’Espagne face á la décolonisation: Ifni et Sahara occidental, deux exemples de colonialisme résiduel”, en AGERON, C. y MICHEL, M.: L’ère des décolonisations. Paris, Karthala CNRS, 1995, pp. 324-327
21 Alicia CAMPOS SERRANO: De colonia a estado Guinea Ecuatorial, 1955-1968, CEPC, Madrid, 2002. p. 19522 Concepto acuñado por Jean-François Bayart y que implica la estrategia de integrar las élites colonizadas en la
estructura de control colonial, aparece en: Jean-François BAYART: El estado en África. La política del vientre, Edicions Bellaterra, Barcelona, 1999.
23 Raúl SÁNCHEZ MOLINA: “Homo infantilis: asimilación y segregación en la política colonial española en Guinea Ecuatorial”, RDTP, 2 (2002). pp. 105-120
6
africanas. Se fundaron “escuelas del hogar” para mujeres nativas, círculos de juventudes, centros
sociales y escuelas-hogar y colegios menores donde hospedar a jóvenes mientras estudiasen la
EGB. También se procedió a becar algunos estudios, sobre todo relacionados con la enseñanza y la
sanidad. Por último, en las zonas más recónditas, se intentará llevar a cabo cátedras ambulantes con
mayor o menor éxito24. En líneas generales se trabajarán los mismos temarios que en la metrópolis
con cursos de “labores del hogar”, “educación física” y “formación del espíritu nacional”, incluso la
comida que se enseñaba a preparar era la misma que en los colegios de la península25. No obstante,
en la provincia de Sáhara se daban clases de “árabe y corán”26 para las jóvenes de los colegios
menores.
El primer análisis hecho sobre las sociedades colonizadas será profundizado con el desarrollo de
las actividades en las provincias. Por lo que he podido comprobar al estudiar los informes existentes
sobre la provincia de Sáhara27 uno tras otro no hacen más que reafirmar el mismo discurso: hace
falta despertar a las mujeres saharauis de su condición de objeto28. A través de las falangistas este
discurso llegó a otros ámbitos, así encontramos en 1972 un artículo en la Revista Española de
Opinión Pública sobre el “Proceso de aculturación de la mujer saharaui29” que define el la forma de
entender “la mujer” en la sociedad saharaui “en un sentido misógino; la mujer es para el hombre
solamente un objeto.” Otro elemento indicativo de este discurso, esta vez en las provincias
ecuatoriales, es el nombre del colegio menor de Fernando Poo E'Waiso Ipola, el único en una
lengua diferente al español cuya traducción sería ¡Mujer levántate!
Este discurso se complementa con el de la entrega altruísta que realizan las falangistas ayudando a
potenciar a las mujeres colonizadas. No es difícil encontrar referencias a las inversiones
desinteresadas de España en sus provincias africanas30, lo que resulta interesante es como la Sección
24 Para una relación de todas las actividades realizadas en Sáhara se puede consultar: AGA, Fondo sobre Delegación Provincial de la Sección Femenina de Sáhara (1964- 1975), Informe Noviembre 1974, 1974, c. 235. Por su parte, para las provincias guineanas: AGA, Fondo Cultura, Informe de la labor que la Delegada Nacional de la Sección Femenina del Movimiento, ha desarrollado en las provincias de Guinea Ecuatorial, 1969, c. 251
25 Al respecto Nerín describe como “Los colegios menores eran una copia mimética de los internados españoles de la SF (incluso las comidas hispanas, al más puro estilo madrileño” en: Gustau NERIN: La Sección Femenina de la Falange en la Guinea Española (1964-1969). CEIBA, Valencia, 2006. p. 12.
26 AGA, Fondo sobre la Delegación Provincial de la Sección Femenina de Sáhara (1964- 1975), Informe de Julio de 1975, 1975, c. 325
27 Documentación depositada en el Fondo sobre la Delegación Provincial de la Sección Femenina de Sáhara, en el Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares.
28 Esta frase la podemos encontrar desde el “Informe previo” de 1963 hasta el “Informe de julio de 1975” en muchos de los informes enviados al Secretario General del Movimiento y a los Consejos Nacionales... Así como a través de las falangistas este discurso llegó a otros ámbitos, así encontramos en 1972 un artículo en la Revista Española de Opinión Pública sobre el “Proceso de aculturación de la mujer saharaui”, en
29 Baldomero LÓPEZ SÁNCHEZ: El proceso de aculturación de la mujer saharaui. Las diferencias psicolingüísticas de base. Revista Española de Opinión Pública, Centro de Investigaciones Sociológicas. Nº 28, Abril-Junio 1972. pp. 141-214
30 Por poner solo un ejemplo, citaríamos el artículo “España, sin afán de lucro alguno, trabajando por la prosperidad del Sáhara” publicado en la revista África en Julio de 1968 aunque también encontramos artículos de este tipo sobre
7
Femenina utiliza este discurso para reafirmar su posición en las colonias. A lo largo del tiempo que
esta institución estuvo en las provincias africanas encontramos más referencias a este juego, así,
Bartolomé Mostaza en 1966 escribió una carta a Pilar Primo de Rivera en estos términos “Pero
insisto que si el Sáhara llega a incorporarse plenamente como provincia española, será solamente si
prevalecen los criterios de Concha Mateos y los médicos y maestros que prestan allí servicio y
conviven con pleno sentido humano con la población indígena. Los que van sólo por los fosfatos o
por los minerales, a esos, creo que hay que tenerles a raya, porque, si no, darán pretexto para que el
pequeño número de separatistas que hay en el territorio acudan a la ONU y todo se venga abajo31”.
La investigadora Jo Lobanyi ha puesto de manifiesto las implicaciones transgenéricas y de cierto
empoderamiento que tuvo la apropiación de este concepto por parte de algunas falangistas durante
los primeros años de la organización32. Así, en 1968 Bartolomé Mostaza escribió un reportaje para
el semanario Sáhara sobre la labor de la Sección Femenina titulándolo “La abnegada acción de la
mujer española en Sahara”
Efectos inesperados
Pese al entramado simbólico creado alrededor de estas mujeres colonizadas, cuando se vuelven
peligrosas para el orden colonial urge reinterpretar sus acciones, dando pie a un nuevo discurso
sobre su forma de ser. En estos momentos la Sección Femenina aparece como una organización de
control. Más allá de sus labores de formación, actuó como una fuente de información para el
régimen. Por ejemplo, en la provincia de Sáhara, a raíz de la manifestación de Hatarrambla33, se
creó en 1971 el Órgano Conjunto de Información y Propaganda al cual nutría de información
diferentes órganos del régimen tales como la OJE, el movimiento... y, también, la Sección
Femenina34.
En los momentos más cercanos a la independencia o justo tras la misma se abrieron una serie de
oportunidades políticas en las sociedades colonizadas. La Sección Femenina, como organización de
encuadramiento fue un espacio desde el cual algunas mujeres de las sociedades colonizadas
realizaron demandas políticas que sirvieron para conseguir una posición de poder relativo. Para ello
tuvo cierto papel las formulaciones identitarias propuestas desde la propia organización falangista,
Guinea. 31 AGA, Fondo sobre la Delegación Provincial de la Sección Femenina de Sáhara (1964- 1975), Carta a Pilar Primo
de Rivera de Bartolomé Mostaza, 28 Octubre de 1966, c. 325 32 Jo LABANYI: La apropiación estratégica de la entrega femenina: identificaciones transgenéricas en la obra de
algunas militantes falangistas femeninas. Revista Científica de Información y Comunicación, Nº 6, 2009. pp.489-426
33 En Junio de 1970 se celebró una manifestación organizada por el OALS, el primer movimiento nacionalista saharaui que terminó con varios muertos.
34 Claudia BARONA: Hijos de la nube: estructura y vicisitudes del Sahara español desde 1958 hasta la debacle . Madrid, Langre, 2004
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las cuales fueron apropiadas por las mujeres colonizadas. En ciertos documentos pertenecientes a
estos informes políticos se ve reflejado el rechazo por parte de las falangistas a esta estrategia y el
deslizamiento del discurso hacia uno que hable de la irresponsabilidad o inmadurez de las guineanas
y saharauis en un caso de mimetismo35. Las colonizadas no podrán estar nunca lo suficientemente
desarrolladas para ser iguales a las españolas.
Para el caso de Guinea, es una vez independizado el territorio que empiezan a salir a la luz las
primeras identidades problemáticas. Sophie Stehrenberger cita ciertas imitaciones no deseadas por
parte de jóvenes guineanas de los modelos ofrecidos por los coros y danzas36, en este caso el
análisis que queremos realizar se extiende a la reinterpretación del modelo expuesto por Sección
Femenina37. Tras la independencia las guineanas que llegaron a mandos empezaron a exigir mayor
control sobre la organización (que todavía era administrada por falangistas españolas), lo que
produjo ciertas tensiones. Cuando las guineanas empezaron a tomar el control de la propia
organización y empezaron a comportarse como personas “independientes” se desplazó el discurso,
se hicieron peligrosas.
Por lo que respecta a Sáhara, podemos leer en un informe sobre “la actitud política de la mujer
saharaui” un fenómeno similar, en este caso no se había descolonizado el territorio, pero, en el
momento (1974) esto parecía inmediato. La inspectora encargada de redactarlo se sorprende con la
actitud de un grupo de ex-alumnas de la Sección Femenina “he podido observar un cambio en la
actitud de estas jóvenes. Su agresividad es manifiesta en las más promocionadas (…)38”. Esta forma
de comportarse la atribuye a una malinterpretación de las propuestas falangistas “Es curioso
observar cómo ya empiezan a devolvernos nuestras propias palabras, repetidas tantas veces, para
hacerles ver la importancia de la mujer en un pueblo. Nuestras enseñanzas sobre el sentimiento y
actitud para con la Patria, por encima del concepto de tribu, están siendo utilizadas de manera
desquiciada con fines propagandísticos39”
Conclusiones
En este pequeño texto hemos querido abordar el tema de las propuestas identitarias de la Sección
Femenina para las colonias y lo que ello significaba, tanto en la propia sociedad metropolitana (qué
significaba para el modelo de mujer española) como en las sociedades colonizadas (cómo se
35 El mimetismo y el hombre. La ambivalencia del discurso colonial... op. cit.36 Cécile Sophie STEHRENBERGER: Los Coros y Danzas de la Sección Femenina en Guinea Ecuatorial. Un caso
de estudio del vínculo entre política de género y colonialismo en Raquel OSBORNE y María ROSÓN: Mujeres bajo sospecha, memoria y sexualidad (1930-1980). Fundamentos, Madrid, 2012. pp. 311- 321
37 También el trabajo: Gustau NERIN: La Sección Femenina de la Falange Española en Guinea... p. 738 AGA, Fondo sobre la Sección Provincial de la Sección Femenina de Sáhara (1964-1975), informe sobre la actitud
polítivca de la mujer saharaui, 1974, c. 325, h. 5 39 Ídem, h.6
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interpretaron estas propuestas). Se pretendía ir más allá en el análisis que simplemente constatar la
función de la institución franquista como “españolizadora40”. Esto significa ver la labor aculturadora
desde diferentes prismas, teniendo en cuenta que ninguna categoría se trasmite sola sino en un
entramado de propuestas de género, nación, política...
En este sentido podemos ver como las propuestas identitarias de la organización para las mujeres
incluían toda una forma de ver las relaciones de género y a su vez estaban enmarcadas en una
lógica capitalista. Amina Loomba describe el colonialismo europeo de época contemporánea como
a restructuring of non-capitalist economies in order to fuel European capitalism41, podemos
reconocer aquí el proyecto de Sección Femenina, cuando, en una entrevista para el semanario
Sáhara preguntaron a la delegada provincial de la organización sobre qué hacer con los “(…) más
de veinte mil habitantes nómadas de nuestro Sáhara? -ella respondió- Crear necesidades en ellos
para que sientan el deseo de satisfacerlas con su esfuerzo personal”. En este sentido también se
puede seguir un marco de referencia en el que se insertan estos discursos en una lógica nacional.
La propia actuación de la Sección Femenina, sus formas de comportarse y de relacionarse, puede,
a su vez, ser leído como un texto, como algo susceptible de ser interpretado. Si bien durante sus
clases utilizaban en sus libros de texto un modelo de mujer pasivo, centrado en el hogar y centrado
en su familia, sus actitudes no correspondían en absoluto con esto. Las falangistas enviadas desde la
península para hacer de mandos en la organización eran mujeres independientes, con cierto nivel de
empoderamiento y que realizaban sus labores fuera del hogar. Debemos de ser conscientes en ese
desfase entre discursos y cuestionarnos sobre cual fue el efecto cuando fueron interpretados por las
mujeres de las colonias.
Tenemos indicios de que el espacio creado por las falangistas pudo ser utilizado por algunas
mujeres de las sociedades colonizadas para llegar conseguir cierta posición de poder. Como se ha
indicado en un principio, estos procesos pueden no resultar totalmente obvios y son difíciles de
detectar a no ser que hagamos una interpretación amplia del término agencia. Una vez realizadas
estas operaciones los efectos pequeños pueden no ser tan pequeños y revelar cierta importancia a la
hora de interpretar los cambios sociales.
40 Al respecto cabe señalar que los fragmentos dedicados a esta empresa de la Sección Femenina en Rosario SANCHEZ LOPEZ: Mujer española, una sombra de destino en lo universal: trayectoria histórica de SecciónFemenina (1934-1977), Murcia, Servicio Publicaciones Universidad de Murcia, 1990 o en Hijos de la Nube... op. cit... se refieren al fracaso de la organización falangista en españolizar a las mujeres sahrauis.
41 Ania LOOMBA: Colonialism-Postcolonialism. London, GBR: Routledge, 1998. p 39
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