Por Una Revolución Estudiantil

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Por una revolución estudiantil. “Y entonces de pronto algo se rompe. La aventura ha terminado, el tiempo recobra su blancura cotidiana. Me vuelvo, detrás de mí, la hermosa forma melódica se hunde entera en el pasado. Disminuye; al declinarse se contrae, ahora el fin y el comienzo son una sola cosa” Jean- Paul Sartre. La náusea. 1. Compañeros(a) y adversarios(a), como no pudiese ser de otra manera, nos manifestamos con una única esperanza, con una única pretensión: entablar un diálogo o una discusión. Dialogamos con nuestros compañeros con el fin de avanzar en el entendimiento mutuo. Discutimos con nuestros adversarios con el fin de aclarar nuestros desacuerdos. En última instancia, nos aventuramos a obtener o bien una palabra de aliento por parte de una voz amistosa, o bien, una buena razón para seguir haciéndonos manifiestos, para seguir pensando la mejor forma de resolver nuestros desacuerdos. En éste sentido, lo que diremos a continuación debe ser tomado como un discurso serio, como un discurso que no pretende enmascarar sus debilidades ni hacer valer sus argumentaciones según una posición dogmática. Si se hace una lectura carente de prejuicios se puede constatarlo. Para ello es necesario que se abandone la defensa dogmática de ideas preconcebidas hipostasiadas como estatuto de verdad. De cualquier manera, éste ejercicio intenta responder a la necesidad que tiene la comunidad universitaria de reconstruir, siempre de manera renovada el espacio público y de enfocar con mayor claridad los debates pertinentes para tal propósito. De modo que quienes nos manifestamos lo hacemos en condición de ser estudiantes, bajo la responsabilidad que con la sociedad adquirimos al desarrollar conocimiento nuevo y bajo las responsabilidades que adquirimos al asumir procesos de transformación social. Como nosotros, todos aquellos que se encuentran involucrados en la política estudiantil, no pueden más que permanecer a la expectativa del camino que pueda tomar la problemática que gira en torno a la Ley 30 del 1992 en la cual se reglamenta el manejo estatal de la Educación Superior en Colombia. No puede más que tratar de afrontar 1

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Por una revolución estudiantil.

“Y entonces de pronto algo se rompe. La aventura ha terminado, el tiempo recobra su blancura cotidiana. Me vuelvo, detrás de mí, la hermosa forma melódica se hunde entera en el pasado. Disminuye; al declinarse se contrae, ahora el fin y el comienzo son una sola cosa”

Jean- Paul Sartre. La náusea.

1. Compañeros(a) y adversarios(a), como no pudiese ser de otra manera, nos manifestamos con una única esperanza, con una única pretensión: entablar un diálogo o una discusión. Dialogamos con nuestros compañeros con el fin de avanzar en el entendimiento mutuo. Discutimos con nuestros adversarios con el fin de aclarar nuestros desacuerdos. En última instancia, nos aventuramos a obtener o bien una palabra de aliento por parte de una voz amistosa, o bien, una buena razón para seguir haciéndonos manifiestos, para seguir pensando la mejor forma de resolver nuestros desacuerdos. En éste sentido, lo que diremos a continuación debe ser tomado como un discurso serio, como un discurso que no pretende enmascarar sus debilidades ni hacer valer sus argumentaciones según una posición dogmática. Si se hace una lectura carente de prejuicios se puede constatarlo. Para ello es necesario que se abandone la defensa dogmática de ideas preconcebidas hipostasiadas como estatuto de verdad. De cualquier manera, éste ejercicio intenta responder a la necesidad que tiene la comunidad universitaria de reconstruir, siempre de manera renovada el espacio público y de enfocar con mayor claridad los debates pertinentes para tal propósito. De modo que quienes nos manifestamos lo hacemos en condición de ser estudiantes, bajo la responsabilidad que con la sociedad adquirimos al desarrollar conocimiento nuevo y bajo las responsabilidades que adquirimos al asumir procesos de transformación social. Como nosotros, todos aquellos que se encuentran involucrados en la política estudiantil, no pueden más que permanecer a la expectativa del camino que pueda tomar la problemática que gira en torno a la Ley 30 del 1992 en la cual se reglamenta el manejo estatal de la Educación Superior en Colombia. No puede más que tratar de afrontar la crisis provocada por dicha ley la cual se evidencia en el conjunto de reformas que han sido aplicadas a la Universidad Nacional de Colombia durante los últimos años. Todos hemos sido testigos del carácter antipedagógico del uso mercantilizado de créditos académicos, del carácter ineficiente de sus mecanismos administrativos y del carácter autoritario de su normatividad la cual tiende a la flexibilización de las libertades civiles. Sin embargo, ya otros han dicho mucho al respecto y no tiene sentido redundar sobre lo mismo. En ésta ocasión quisiéramos poner de presente otro asunto muy descuidado en debates públicos los cuales siempre tienden a ahogarse en lo inmediato sin pensar seriamente lo que implica la

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inmediatez. De tal manera que nuestra propuesta parte de la necesidad de contribuir a la reflexión por el presente. La importancia de tal reflexión radica en que nos permite transformar nuestra relación con el mundo, con los otros y con nosotros mismos. Nos brinda la posibilidad de reelaborar la pregunta por el presente inmediato reevaluando nuestras formas de hacer y de pensar. Por lo tanto, no queda más que advertir el hecho de que nos ha sido muy difícil encontrar un lenguaje apropiado para exponer las ideas. Sin embargo, pese a las dificultades que puedan surgir en el ejercicio que proponemos, nos mueve la inquietud por aquello que sucede en la vida universitaria y el deseo de contribuir a aminorar los problemas de los cuales ésta padece. Estamos convencidos de que el problema que implica asumir la situación presente es lo bastante serio como para dedicarle una corta reflexión, si bien no con todo el rigor posible, si con el mínimo rigor necesario. De otra parte, no solamente nos ha sido imposible evitar juicios de valor, sino que nos ha sido absolutamente necesario incluirlos debido a la naturaleza de nuestra reflexión, pues, nuestro ejercicio no apunta sino al lugar de la pregunta y las afecciones que produce el ejercicio de pensarla y reformularla. Por lo tanto, no hay aquí, ni unos pocos que hablen en nombre de muchos, ni muchos que reproducen lo que ha sido impuesto por unos cuantos. Lo que hay aquí es un encuentro entre muchos que ríen, lloran, se aman y se odian. No pretendan encontrar aquí ni recetas para la acción ni esquemas para el pensamiento. No pretendan exigir de nosotros ni lecciones sobre el pasado ni planes para el futuro. En fin, absténganse de escucharnos si consideran que un estudiante o un grupos de estudiantes no tienen nada que decir, o si por el contrario consideran que deben decirlo todo. Nosotros no queremos ser llamados por nuestro nombre, no queremos que nos sean imputadas las cuentas usureras de quien hace del texto un pretexto para la usurpación y los reproches sin argumentos suficientemente responsables. Sólo queremos sugerir nuevos caminos para pensarnos a nosotros mismos, pensar a los otros y pensar el mundo. Por supuesto, sugerirlo a quien interese.

2. Algunos han considerado con cierta frecuencia que, en nuestra época, la tarea del conocimiento nada tiene que ver con fines altruistas. Creen por el contrario que todo saber tiene como destino su instrumentalización en el intercambio mercantil. Otros han reducido la vitalidad del trabajo humano a la reproducción inerte de un sistema alienante. Aquellos discursos han socavado las fuerzas positivas de la cultura occidental en favor del ciclo negativo que caracteriza a la producción capitalista. Su carácter dominante es un hecho generalizado y ampliamente conocido. Pero la gravedad de ésta situación no reside, como parece indicarlo el sentido común, en el hecho de que las instituciones del Estado tengan dificultades para hacer valer los principios democráticos reduciendo la utilidad del conocimiento al beneficio privado y dejando de lado su importancia para los asuntos públicos. Tampoco en que las instituciones del Estado constituyan un aparato al servicio de una clase dominante

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cuyo objetivo con relación al conocimiento sea la privatización del proceso educativo con fines a la apropiación privada del trabajo intelectual socialmente acumulado. Sin duda, tales juicios son parcialmente acertados en cuanto al mecanismo visible de la dominación y sería un terrible desacierto no reconocer lo que por sí mismo es evidente. Sin embargo, también ha resultado un grave error descuidar el carácter dialéctico del proceso social y por lo tanto el carácter antagónico de la lucha política. En efecto, la otra cara de la situación radica en la dificultad que encuentra el conjunto de la sociedad civil para asumir, de manera efectiva, el antagonismo de lo social a través de una política antagónica en el espacio público. La comunidad universitaria no ha hecho posible un despliegue de fuerzas capaces de oponer a la mercantilización del proceso educativo otra idea relativa a la función del conocimiento y por lo tanto de la institución universitaria. Permaneciendo estática no posee una conciencia adecuada del movimiento. La forma política de su proyección no ha abandonado los términos sobre los cuales se ha realizado la captura del proceso educativo por parte del mercado global. Sus demandas han quedado ahogadas en la imposibilidad de trascender los límites del Estado del Bienestar y del trabajo intelectual como vía de acceso al mercado laboral. En último análisis, no ha sido capaz de hacer emerger en el espacio público un proyecto antagónico con respecto al discurso de la globalización neoliberal y su instrumentalización mercantil de la educación y el conocimiento. El carácter fundamental de ésta exigencia resulta innegable pues sólo a partir de una confrontación real es posible pensar y, en definitiva, construir una universidad distinta. No es posible obviar éste hecho pues toda transformación definitiva exige la construcción de un proyecto radical, por lo cual, resulta de gran importancia comprender que una auténtica transformación del proceso educativo y por lo tanto de la institución universitaria no es posible sino a partir de una auténtica transformación de la sociedad.

3. Los problemas de la democracia son, en el presente, síntomas de un posible fracaso del proyecto civilizatorio. Este hecho debe ser tomado en sus justas proporciones. Desde los albores de la cultura occidental la democracia ha estado en el centro del ideal político del buen gobierno, por lo cual, los síntomas de su imposibilidad no pueden ser otra cosa que un fracaso de magnitudes históricas. Éste malestar en la cultura, signado por la instrumentalización progresiva de la voluntad popular y por la hegemonía de un modelo de participación política sostenido sobre la base de una dudosa representación, ha hecho de la democracia un discurso en el que el liberalismo es su impronta esencial. Sus vicios son ya conocidos. La libertad, fundada sobre la primacía de la existencia individual de los hombres, ha sido piedra angular en el desarrollo del capitalismo cuya consecuencia directa es la desigualdad social. En las democracias parlamentarias, como instancias mediadas por mecanismos de representación, no existe una auténtica expresión de la voluntad popular la cual se pierde entre innumerables prácticas de corrupción.

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Los sistemas presidenciales, como dirección política y administrativa del gobierno, no manifiestan una verdadera autonomía con respecto al ejercicio soberano del poder ofreciendo condiciones para una sedimentación de la política imperial. De éste modo, pese a la paradoja, ni pueblo ni soberanía son categorías a las que se pueda recurrir en busca de una sociedad democrática e igualitaria. Todas sus promesas han sido incumplidas. Su decadencia como imaginario universal se suma a su degradación en el curso del proceso hegemónico que caracteriza a la política liberal. Pensar por lo tanto la democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, quizá ya no pueda ofrecer respuesta alguna. Sin embargo, la construcción de un proyecto antagónico con miras a la transformación de la sociedad y por lo tanto de la institución universitaria, exige afrontar los problemas que conducen a la desintegración de los regímenes democráticos. Nuestra generación debe asumir un compromiso ético y político con la situación crítica de al democracia, teniendo en cuenta las condiciones reales del presente e imaginando las posibles consecuencias en el porvenir. Realizar un ejercicio reflexivo y práctico, en el seno de la comunidad universitaria, con el fin de proveer un nuevo significado a los espacios de participación política, no deja de ser cuestión de urgencia. Repensar la democracia es una de sus más importantes tareas pues la crisis de la democracia es la crisis de las instituciones normativas que han regido el gobierno de las sociedades modernas. En éste sentido, sólo repensando la democracia es posible hablar con seriedad de los derechos comunes y por lo tanto de la participación colectiva.

4. La mercantilización del proceso educativo y el conocimiento a través la institución universitaria así como la imposibilidad actual de la democracia que afecta a la comunidad que la compone, son parte de las condiciones que han motivado el ejercicio que el colectivo De-mentes nómadas ha pretendido realizar. En efecto, su proyección parte de considerar como una urgencia la construcción de un proyecto antagónico capaz de reelaborar la función social del conocimiento como de la necesidad inaplazable de reconstruir el cuerpo político que ha de servir como base a través de procesos democráticos, entendiendo a la democracia como una modalidad de la participación política que trabaja con elementos heterogéneos. Por supuesto, ha considerado que tanto la construcción del proyecto como la identificación del sujeto de la transformación universitaria deben partir de ciertas precisiones. En primer lugar, la reelaboración con respecto a los referentes de sentido que han de guiar el proyecto de transformación teniendo en cuenta la necesidad de trascender los límites del Estado del Bienestar y del trabajo intelectual como vía de acceso al mercado laboral. Y en segundo lugar, una invención de mecanismos prácticos capaces de poner en juego el conjunto de las fuerzas activas cuya manifestación esencial se sitúa en el escenario de la diferencia. Por ello, una propuesta antagónica en relación a la hegemonía neoliberal y en el marco de una lucha por la liberación del

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proceso educativo, no solamente exige la transformación de sus referentes de sentido como un conjunto discursivo que apunta hacia la proliferación de otra mirada. Es necesario hacer de ello un conjunto de prácticas cuya naturaleza desborde los límites de la reacción abandonando, a través de un ejercicio crítico y creativo, costumbres manidas y tradiciones obsoletas.

4.1. La época contemporánea se caracteriza por ser una época de caducidad. Los discursos en boga ya no satisfacen los ideales universalistas que en otro tiempo habían impulsado los movimientos de transformación revolucionaria. La idea misma de revolución se encuentra en crisis. Es por ello que los estudiantes, como parte activa de la comunidad universitaria en el proceso político de transformación, deben asumir como primera tarea el pensarse a sí mismos en relación con la totalidad social. En efecto, las generaciones del presente así como las generaciones futuras, tendrán que asumir una transformación de los imaginarios que gobiernan su propia identidad. Ésta transformación encuentra su razón de ser en la necesidad de ser consecuentes con el momento histórico por el cual atraviesa la lucha revolucionaria. No podrán, por lo tanto, evadir la tarea de pensar la revolución misma tomando en cuenta su progresivo deterioro al interior del programa político que, por tradición, ha caracterizado a las vanguardias obreristas. Ni el partido ni las masas son hoy entidades objetivas. No es posible desconocer que el declive del discurso universal trae, como consecuencia lógica, la derrota anticipada de todo discurso vanguardista. No es posible negar que la desaparición de toda identidad universal traiga consigo la inutilidad de toda identidad que se presente a sí misma como vanguardia. En éste sentido, no hay organización que éste llamada a dirigir el destino de la lucha estudiantil ni esencialidad que determine el curso de la transformación revolucionaria. La revolución sólo puede tener sentido a partir de nuevas alianzas entre identidades distintas.

4.2. Lo que es ignorado y permanece como una preocupación consciente e inconsciente, es aquello que se vislumbra a lo lejos sin estar presente, aquello que se prevé sin tener certeza de su realización. Todo aquello es lo que suscita la pregunta por una realidad distinta, por una realidad más digna para la realización humana. Pero aquella resulta ser una indagación en el vacío cuando se pretende encontrar en la respuesta un contenido capaz de dotar de sentido a la totalidad de la existencia, capaz de transformar la nada en algo. Frente a aquello que se presenta como lo inasible, frente a aquello que permanece en la forma de su ausencia, no cabe más que deslizarse, penosa y arrebatadamente por los márgenes de la pregunta. ¿Será posible pensar una realidad distinta? No para encontrar en realidad un respuesta. La verdad está lejos de ser una respuesta. Sino para confrontar la posibilidad incierta de una respuesta. El nombre de aquello que parece mover los esfuerzos de nuestro grupo es la Utopía. Esta fuerza afirmativa de la pregunta en su relación con lo utópico es lo que nos permite reencauzar el

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conjunto de la fuerzas escapando así a la decepción de no hallar en el horizonte un fin último para la vida. Esta fuerza afirmativa es el impulso heroico de un inquebrantable orgullo, de una incasable valentía que se proyecta sobre lo posible imaginando lo imposible. Esta fuerza afirmativa de lo utópico es a la vez una fuerza activa que hace de los hombres criaturas que, a pesar de todo, no renuncian a su capacidad de poder crear. En 1918, los estudiantes ganaron en Córdoba una reforma universitaria para ser absorbida con el tiempo por los mecanismos de la institucionalización. En 1968 los estudiantes ganaron en París un movimiento nuevo a costa de quebrar la identidad en mil pedazos. El mismo año, los estudiantes ganaron en Tlatelolco la estatura moral suficiente para cuestionar a las autoridades del Estado a costa de de haber entregado la sangre, de haber entregado al vida. Sin embargo, las fuerzas reactivas de la sociedad actual enmascaran toda victoria, no cesan de recordar todo lo que tuvo que ser pagado y alimentan así el tedioso adormecer de los hombres contemporáneos. Los estudiantes no somos ajenos a ésta crisis cuya dinámica poco a poco se ha ido generalizando. Somos constantemente víctimas de una realismo hegemónico que se ocupa de ocultar la verdad detrás de una manto trágico, de perdida, resignación y arrepentimiento. Frente a ello, nuestra rebelión se presenta contra la caducidad, contra la falta, contra la nostálgica remembranza de los días de victoria. Sólo conocemos un presente y en éste la potencia de la creación.

4.3. De-mentes nómadas ha sido demasiado ingenuo al creer que su modesta propuesta pudiese ser acogida. Pese a los cambios que últimamente puedan haberse presentado, quiso utilizar el espacio de la revista como un espacio para la deliberación, esto es, para la discusión con nombre propio. Envió una invitación muy concisa a varias de las organizaciones estudiantiles que ocupan el campus universitario. Propuso una discusión con el fin de hacer visibles las distintas posiciones que caracterizan la política estudiantil, cuestionando el orden de las prácticas y el carácter ilusorio del imaginario convencional. Insistió en la necesidad de darle un giro a la forma en como se desarrolla la política estudiantil y en la necesidad más urgente de hacer concretos unos compromisos y unas responsabilidades en el escenario público. Pero erramos por ingenuidad. Muy pocos respondieron al llamado y quienes no lo hicieron, no se preocuparon por esgrimir razón alguna. Interpretamos ese silencio como una necedad alimentada por la desconfianza en el mejor de los casos. En el peor, que es el que más nos llena de preocupación, como un entendimiento ensombrecido por el carácter segregacionista de las organizaciones cuyo ejercicio, más comprometido con los intereses de la política de partido que con la real autonomía de la política estudiantil, conmociona desde el anonimato sin asumir las consecuentes responsabilidades de su injerencia. Pero tal ingenuidad ha sido todavía más costosa. De-mentes nómadas no ha podido ver que el pasado histórico se ha convertido en una muletilla del discurso de agitación y que los

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grandes símbolos no son más que ornamentos de un sectarismo extraterritorial. No hemos sabido ver que la situación del conocimiento permanece signada por los límites de una crítica negativa de lo existente sin posibilidad alguna de transformación pues pretende transformar la sociedad sin transformar los modos del pensar y del hacer. No hemos sabido ver que la política estudiantil, reticente al debate público acerca de sus propios fracasos, permanece enferma en tanto naturaliza lo político sobre la base de un realismo vulgar que no cesa de reproducir el orden establecido. No hemos sabido ver que tal actitud, lejos de reflejar una conciencia obstruida por la ausencia de una saber, refleja por el contrario una conciencia amañada que no pretende una verdadera autonomía y que todavía atiende al paternalismo de las instituciones, que no goza de la suficiente autonomía como para dar orden y legitimidad a sus propios procesos.

Subb ZeeroColectivo De-mentes Nómadas.

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