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ARTURO ARDAO, LA INDEPENDENCIA URUGUAYA COMO PROBLEMA

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Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin

Curso: Historia del Uruguay I

Encargadas del curso: Prof. Ana Frega y Asistente Ariadna Islas

Otra participante en el curso: Ayudante Ins Cuadro

Posturas historiogrficas sobre la independencia del Uruguay

ARTURO ARDAO, LA INDEPENDENCIA URUGUAYA COMO PROBLEMA

Nuestra independencia vista como problema, lo ha sido en dos sentidos. Uno histrico, en cuanto interpretacin del pasado: del proceso que condujo a ella, de sus figuras y episodios esenciales, especialmente -aunque no nicamente- de la personalidad de Artigas y el significado del 25 de agosto. Otro poltico, en cuanto diagnosis del presente y previsin del futuro: posibilidad o capacidad del pas para mantener su lograda condicin de independiente.

Esos dos sentidos configuran en realidad dos problemas. No son el uno separable en absoluto del otro; por algo sus respectivos planteamientos han andado a veces mezclados. Pero son s, discernibles, y a medida que pasa el tiempo, cada vez ms autnomos. As por ejemplo, para el problema histrico seguir siendo siempre vlida la frmula: entre Brasil y Argentina; mientras que para el problema poltico -poltico en acepcin suprapartidaria, o poltica nacional, o todava poltica internacional- esa frmula, vlida a lo largo del siglo XIX, ha perdido vigencia en el actual, sin que el problema mismo haya desaparecido.

1. LA POSICIN NACIONALISTA

PABLO BLANCO ACEVEDO, LA INDEPENDENCIA NACIONAL

En puridad de trminos gramaticales: unir o unin no es sino el efecto de atar, juntar dos cosas, convenirse en pareceres, aliarse para un objeto comn. Fue con este significado y no otro que declararon la unin con las dems Provincias, y as de esta manera la entendieron los Diputados de la Florida [...].

Cul es pues, la nica interpretacin clara de la segunda acta del 25 de Agosto? Ella no estableci sino un pacto de unin, de alianza, de identidad de intereses con las provincias argentinas, a las cuales tantos vnculos de raza, de lengua, de comunidad en sus instituciones democrticas y en sus orgenes histricos la ligaban desde aos atrs. Pudo representar eso una abdicacin de independencia y soberana? No. Tampoco lo fue de sometimiento a Buenos Aires, y, en este sentido, no hubo contradiccin aparente o real entre las ideas sustentadas por Artigas y las que predominaron el 25 de Agosto. Artigas se vali de las provincias argentinas para luchar contra Buenos Aires, y la Asamblea de la Florida intentaba hacer lo mismo a fin de llevar la guerra al Brasil.

Fue, por tanto, la segunda declaratoria, una manifestacin terminante de unin territorial o ratificacin expresa de que la Provincia Oriental haba pertenecido por los vnculos ms sagrados (comunidad de idioma, de raza y vecindad geogrfica) al conglomerado que constituyera el antiguo virreinato. La incorporacin no resulta de esas palabras y no slo el acta y los antecedentes de ella no lo dicen sino que tampoco la situacin poltica y orgnica de las provincias argentinas en 1825, lo permita.

JUAN E. PIVEL, LA INDEPENDENCIA NACIONAL

La nacionalidad uruguaya est prefigurada desde los orgenes de nuestra formacin social. En las pginas de las Races coloniales de la revolucin oriental de 1811 hemos estudiado ese proceso histrico; la influencia preponderante para precipitar un destino particular y una vida propia a esta regin del Plata, ejercida por el puerto de Montevideo, sus gobernadores y cabildantes. [...]

El Virreinato del Ro de la Plata, creado en 1776, no lleg a ser nunca una realidad poltica y administrativa. Naci tardamente para unificar territorios cuya existencia social y econmica se haba desarrollado bajo el impulso de ciudades hegemnicas como Montevideo y Asuncin. El Virreinato no pas de ser una denominacin terica. Esa es la patria grande que nunca existi, cuya fragilidad pusieron de manifiesto la lucha de puertos, las disputas suscitadas despus de las invasiones inglesas y la Junta Montevideana de 1808, que no hizo otra cosa que rubricar una escisin platense prefigurada desde la fundacin de Montevideo. [...]

Esa unidad territorial, de la Capitana, Gobernacin o Provincia, que prefiguran la nacin, la buscaron tanto Montevideo como Artigas, por distintos caminos y bajo signos opuestos. La unidad sobre la cual habra de consolidarse el espritu y sentimiento nacional se logr y se quebr bajo la influencia del caudillo con el respaldo del pueblo, ya bajo la influencia de los dirigentes de Montevideo. [...]

La cruzada de 1825 reanud la lucha por la independencia. [...] Los actores de la revolucin de 1825, en la lucha por arrojar del pas a los usurpadores del territorio patrio y recobrar su independencia, no enajenaron ni comprometieron su soberana por ninguna declaracin. [...] Los vnculos con las Provincias Unidas ya no existan. Razones circunstanciales de orden poltico, militar y econmico pudieron impulsar a los dirigentes de 1825 a proclamar la unidad, pero los hechos nos dicen que cuando Rivadavia y sus agentes pretendieron anular el gobierno propio que la Provincia Oriental se haba dado y hacer efectiva esa unidad, se produjo la reaccin de 1827 que restaur el carcter originario del movimiento coronado en 1828 por la paz, que reconoci nuestra independencia del Brasil y de las Provincias Unidas.

2. LA POSICIN UNIONISTA Y SUS VARIANTESEDUARDO ACEVEDO,INDEPENDIENTES A LA FUERZA O POR LA PROPIA VOLUNTAD?

En cuanto a los orientales, sus tradiciones eran eminentemente federalistas, y a la enorme influencia de ellas no haban escapado ni los jefes militares que con Lavalleja y Rivera a la cabeza proclamaban la incorporacin incondicional, ni los hombres civiles que en la Asamblea de la Florida se encargaban de sancionar ese voto. Pero a la vez constituan un pueblo de acentuada fisonoma propia, que haba sido el punto de arranque del movimiento democrtico del Ro de la Plata. [...]

Acordarles la independencia no era darles una cosa nueva, sino una cosa que ellos tenan conquistada en buena lid, aunque subordinndola plenamente al rgimen federal, del que slo se haban separado de hecho, mientras no obtuvieron la unin a base de instituciones, nica que admitan.

Al tiempo de firmarse, pues, la convencin de paz los dos grandes contendientes de Ro de Janeiro y Buenos Aires tenan agotadas sus fuerzas y recursos, y estaban dominados por la influencia inglesa que los obligaba a reconocer la independencia de la Provincia Oriental. [...]

La convencin de paz limitbase, pues, a consagrar un hecho que ya exista por obra de las fuerzas vivas de la Provincia, sin que esto importe desconocer que la opinin general, movida todava por el grande y genial impulso de Artigas, habra optado, dentro de un ambiente de plena libertad, por la reincorporacin a las Provincias Unidas, en la forma y con las condiciones que en su caso hubiera prestigiado el Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres, a la sazn proscripto en el Paraguay.

EUGENIO PETIT MUOZ, LA CONCIENCIA PATRITICA

Hemos de comenzar adelantando que es nuestra firme conviccin la de que la conciencia patritica de la cruzada de los Treinta y Tres, que nos ha de servir para interpretar las actas del 25 de Agosto, es todava la del patriotismo rioplatense, con una fuerte dominante local encarnada en el espritu oriental, pero no era todava una verdadera conciencia nacional uruguaya. Los prceres de 1825 permanecan en esto fieles a la tradicin artiguista. [...]

Pero el localismo de la Provincia Oriental, perfilado frente a Buenos Aires, en Montevideo a consecuencia de la lucha de puertos desde la vida colonial, y en la campaa por obra del espritu de cohesin que le prestaron las luchas del perodo artiguista, [...] haba creado un nuevo subconsciente social, una conciencia nacional que an no se reconoca a s misma pero que estaba pronta a despertar, y con cuya sustancia [...] cada vez ms madura y perceptible, trabajaran dos aos ms tarde la mediacin inglesa y los afanes de don Pedro Trpani y del mismo Lavalleja, ya lcidos, ambos, en el sentimiento de la nueva patria de que al fin, y contando al mismo Trpani entre los primeros, acabara por tomar conciencia.

ALBERTO METHOL FERR, EL URUGUAY COMO PROBLEMA

Los nacimientos en todos los planos deciden. Y bien, a tono con la moda, es forzoso comenzar por el trauma del nacimiento uruguayo. No hay uruguayo que no sepa, en el fondo del corazn, que el Uruguay naci a la historia como Estado tapn. Es un fantasma persistente, no eliminable por las empecinadas acrobacias para censurarla de nuestra vieja historiografa. Es el saber de todos ms intensamente reprimido, abismado en el inconsciente, por ser el ms perturbador. [...]

El Virreinato del Ro de la Plata, luego Provincias Unidas, tambin salt en pedazos, por obra conjunta de la oligarqua portea y los ingleses. El gran caudillo de la Cuenca del Plata y Protector de los Pueblos Libres, Jos Artigas, terminaba derrotado por las tenazas inglesas desde Ro y Buenos Aires, y tras el breve perodo de la Cisplatina y la reincorporacin de la Banda Oriental a las Provincias Unidas, se declara en 1828 la independencia del Estado Oriental del Uruguay. La historia fronteriza que tenamos se defina. Habamos sido Banda Oriental y Provincia Cisplatina, dos posibilidades que nos eran esenciales desde el origen, que estaban ya en la pugna constituyente de la Colonia del Sacramento y Montevideo. [...]

El Uruguay no es hijo de la frontera sino del mar, y el mar era ingls. Este necesitaba una ciudad hansetica: Montevideo y su territorio.

3. HACIA UNA REVISIN DE POSTURASCARLOS REAL DE AZA, LA TESIS INDEPENDENTISTA TRADICIONAL

Excesivo sera -adems de cientficamente peligroso- homogeneizar en un solo, indiscriminado lote a todos aquellos historiadores que desde Bauz y Ramrez prohijaron lo que cabe llamar la tesis independentista clsica o tradicional. Sus rasgos comunes exigen, como es ms previsible, la debida matizacin; con todo, es tambin imposible no advertir en ellos la presencia de determinados supuestos prcticamente invariables y la operacin de un especfico estilo argumental. [...]

[...] Esa tesis es sta: desde comienzos del proceso social y poblacional que tuvo por escenario la zona oriental de ro Uruguay y norte del Ro de la Plata se marca en l una voluntad de conducta autonmica y una efectiva y ostensible diferenciacin con los grupos espaciales colindantes que, retrospectivamente apreciada y aun antes de configurarse en una meta ideolgicamente nacional implicaba potencialmente, aspiraba a ser, rotundamente, una nacin. Subconscientemente primero, conscientemente despus, esa voluntad y esa peculiaridad rotundamente nacionales fueron atributo de los comportamientos de la inmensa mayora, por no decir de la unanimidad, de los orientales; extremadamente fijos, mantuvieron incluso esa inamovilidad en condicin de subyacencia aun en todas las coyunturas que la presin de las circunstancias compeli a la adhesin o al mero consentimiento a cualesquiera otras formas que pudieran contradecir tan irrestaable tendencia.

Desarticulando la tesis en sus elementos, podra decirse que ella implica: a)la tendencia a la datacin remota o arcaizante de la voluntad independentista y autonomista; b)el rechazo de su ndole superviniente y el nfasis antagnico en su fijeza desde los orgenes; c)la identificacin de localismo y nacionalismo; d)la unanimidad o cuando menos la aplastante mayora del querer independentistaen condiciones de alta invariabilidad.

[...]

Si como tantas veces se ha recordado el proceso de implantacin nacional uruguaya se inscribe en un proceso prcticamente universal, cumplido bajo determinados meteoros ideolgicos, alentado por una dada estructura mundial de hegemona, la tesis historiogrfica tradicional tender a negar todo esto.[En cursiva en el original] Nada signific para ella ese preciso enclave histrico que es el comienzo del siglo XIX, en el que bajo el impulso de los prestigios doctrinarios del nacionalismo liberal, los nuevos imperialismos comerciales proceden a una reordenacin del mundo que involucra la liquidacin de los viejos Imperios y la promocin de naciones all donde existan autonomismos grupales perceptibles y enrgicos. La tendencia anticonectiva que alguna vez caracterizamos, concibi el proceso histrico del pas autogenerado en el estricto dinamismo de los factores locales; a lo ms, concedi la accin de las variables exteriores intervinientes a ttulo de meras perturbaciones o interferencias.

JOSE PEDRO BARRN, La Independencia y el miedo a la revolucin social en 1825

El descuido de lo socialDos rasgos me rechinan en las tesis nacionalista y unionista: su carcter excluyente y su total descuido por la posible incidencia de las tensiones sociales de los aos 1820 sobre el proyecto independentista.

Ambos bandos historiogrficos han pensado en trminos maniqueos al suponer que, o toda la sociedad era independentista y odiaba a los porteos al grado que slo poda utilizarlos contra el ms odiado an brasileo, o que toda ella era unionista y vea en las provincias argentinas algo as como el desidertum de su destino, destino que la mano balcanizadora de Lord Ponsomby se encargara de frustrar para mayor gloria de los intereses de la City... o del comercio londinenses, para no cometer ms anacronismos. [...]

Partidos y tensiones socialesEs este contexto social de lo poltico, casi siempre olvidado por las corrientes historiogrficas que se han ocupado de la problemtica de 1825, el que da una nueva dimensin al bando argentinista, un nacionalismo rioplatense prudente en lo poltico y conservador en lo social con base montevideana; al bando abrasilerado, expresin franca y casi caricaturesca del inters de los capitalistas de la sociedad oriental, y al bando independentista, algo indefinido en lo poltico, por cuanto aluda a un pasado slo de hecho soberano, pero claramente cargado de tendencias igualitarias peligrosas para el orden establecido.

La Cruzada de los Treinta y Tres en 1825, obtuvo en la sociedad oriental un apoyo casi total -seguramente lleno de equvocos- porque logr concitar la desilusin de muchos ricos imperialistas, cansados de la dominacin militar brasilea que prefera a sus compatriotas en el reparto de tierras y ganados, las esperanzas de todos los argentinistas en el nuevo y fuerte gobierno central rivadaviano que se estaba gestando precisamente ese ao en Buenos Aires, como garanta de orden y estabilidad poltica y social; y el odio de las clases bajas a los usurpadores brasileos, quienes encarnaban la reaccin social y la dominacin extranjera, una combinacin por lo general explosiva.

Lo que ocurri luego -la cada de Rivadavia en 1827 y el renacimiento de la anarqua en Argentina; las ambiciones de los estancieros porteos por las tierras orientales el apoyo britnico al independentismo oriental- provoc otro realineamiento de fuerzas sociales y polticas en 1828 y, entonces s, todos terminaron apoyando la independencia absoluta, transformada por esas nuevas circunstancias, en garanta de estabilidad y control por los orientales de su propia riqueza.

Despus correspondera a la sabidura y el poder poltico de la clase alta jaquear el riesgo social por el que siempre haba evitado convivir en un Estado soberano, sin un solo apoyo externo que la ayudara a mantener su orden, con las mayoras compuestas de tantos facinerosos que se sentan, todava, artiguistas.

Arturo ARDAO, La independencia uruguaya como problema, en Cuadernos de Marcha, No. 4, Montevideo, agosto 1967, pp.83-96; p.83.

Pablo BLANCO ACEVEDO, La independencia nacional. Montevideo, Biblioteca Artigas, 1975, Tomo II. pp.92-95. Coleccin Clsicos Uruguayos, Vol. 146.

Prlogo de Juan E. PIVEL a la seleccin de textos titulada La independencia nacional. Montevideo, Biblioteca Artigas, 1975. Coleccin Clsicos Uruguayos, Vol. 145, pp.VII-XLVIII.

Eduardo ACEVEDO, Anales Histricos del Uruguay. Tomo I. Montevideo, Barreiro y Ramos, 1933, pp. 315-316.

Eugenio PETIT MUOZ, Significado y alcance del 25 de Agosto (1941), en Cuadernos de Marcha. N 19. Montevideo, noviembre 1968, pp. 28-65; pp. 31-42.

Alberto METHOL FERRE, El Uruguay como problema en la cuenca del Plata entre Argentina y Brasil. Montevideo, Editorial Dilogo, 1967, pp. 10 y 20-21.

Carlos REAL DE AZUA, Los orgenes de la nacionalidad uruguaya.(1975) Montevideo, Arca/Nuevo Mundo, 1990, pp.161, 173-174 y 180-181.

Bernardo Berro, el puritano en la tormenta, en Cuadernos de Marcha, N 5, Montevideo, setiembre 1967, pp.3-4.

Jos Pedro BARRAN, La independencia y el miedo a la revolucin social en 1825, en Revista de la Biblioteca Nacional, No. 24. Montevideo, 1986. pp.65-77. p.69 y p.76.