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Capítulo 2

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L INAJE Y FAMIL IA

V ÍNCULOS DE SANGRE

Durante el medievo aragonés, los vínculos

de solidaridad judía se tienden en dos niveles

diferentes: la familia —paradigma de la subsis-

tencia— y la comunidad religiosa —engranaje

de las creencias—. No obstante, el individuo se

siente protegido no tanto por la tutela de las

autoridades del kahal como por una red de

parentesco, lo más extensa posible, identificado

con la bayt —la casa del padre— y un apellido

hereditario formado a partir del antepasado

fundador, apoyado sobre un sistema de concen-

tración de linaje. El Talmud propugna la endo-

gamia y una solidaridad más estrecha que la

cristiana, de la que se distancia radicalmente;

mientras que la Iglesia católica califica de inces-

to la unión con la prima por parte paterna (hija

del hermano del padre), aquí es consorcio estra-

tégico porque consolida el linaje por encima del

antagonismo entre hermanos, junto con las

nupcias con la prima por parte de madre (la hija

del hermano de la madre).

La casa o domus —unidad territorial y fron-

tispicio elemental— y la familia —nivel primario

de identidad personal— son núcleos, por tanto,

que coadyuvan y favorecen la conformación de

las señas de identidad. Aunque cada unidad

posea su propia casa —no necesariamente con-

viven hermanos y padres en torno al mismo

hogar— sí comparten el mismo techo, puesto

que las viviendas se dividen y subdividen, man-

teniendo la condición jurídica proindivisa para

albergar a los familiares próximos. En otro esca-

lón, las relaciones vecinales y el barrio generan

un nivel de identidad más amplio, donde la calle

es una elaboración cultural que agrupa a una

colectividad vinculada por la territorialidad.

Estas unidades de convivencia y de produc-

ción se modulan en tres niveles: a) hogares con-

yugales simples o domésticos, en torno a un

fuego, compuestos por matrimonios con o sin

hijos, y viudos o viudas con hijos, cuya descen-

dencia no se ha emancipado. Este modelo

nuclear es poco viable, ya que no asegura un

relevo generacional, supeditado a la muerte por

enfermedad o accidente del cabeza de familia.

Dado que la esperanza de vida se sitúa en torno

a los cuarenta o cincuenta años, sólo la mitad

de los hijos alcanza la mayoría de edad sin que

su progenitor haya fallecido, siendo el promedio

de hijos supervivientes mayores de edad de tres;

b) hogares conyugales extensos que incorporan

ascendientes (padre, abuelo, tío, tía), descen-

dientes (nieto, sobrino, sobrina) o colaterales

(hermano, hermana, primo), con posible in-

clusión de la familia política (yernos, cuñados);

c) hogares múltiples, donde, en respuesta a un

medio hostil, el clan presenta fuertes lazos de

solidaridad verticales (ascendientes y descen-

dientes binucleares o polinodales) u horizonta-

les (fratrías).

A este respecto, el diseño de las redes

comerciales judías en Aragón se comporta como

estructuras de casa múltiple, fundándose sobre

una base familiar que se extiende a primos y

asociados, y que utiliza empleados, aunque

reposa en una relación de autoridad y afecto. A

fines del siglo XV, donde conocemos mejor la

estructura socioprofesional, se demuestra que

los núcleos basados en la práctica de un oficio

artesanal están más amenazadas por la extin-

ción que aquellos que han procurado cierto

grado de diversificación. La mayoría disponen

de medios de producción para sacar adelante su

pequeño taller y se encargan de canalizar su

producción.

La viabilidad de un nuevo hogar, y el esta-

blecimiento o fundación de un segmento de

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linaje, impone a sus descendientes la indivisióndel patrimonio solariego y la corresidencialidadestricta (ante un mismo fuego y una mismamesa) o relativa (vecindad), referente en torno alcual fraguan las interrelaciones familiares, pre-servando el buen entendimiento de los herma-nos, tanto en vida del padre como a su muerte.En este contexto, el levirato es una instituciónnacida de una concepción patriarcal. Según lasdisposiciones contenidas en el tratado Yebamot,

que glosa los principios vertidos en el Deu-

teronomio, si un varón muere sin descendencia,el hermano superviviente, en primer lugar elmayor y sucesivamente su inmediato, ha de con-traer nupcias (yibbum) con su cuñada, que nopuede casar con un extraño, y el primogénito queengendren llevará el nombre del hermano falleci-do para que no desaparezca su estirpe. No esinsólito que las licencias nupciales sean otorga-das por los monarcas, como es el supuesto vivi-do por Bonafos Cresques, judío de Zaragoza, aquien en 1412 Fernando I concede venia paramatrimoniar con su cuñada Bonafilla, viuda deCesques Samuel.

El varón a quien afecta esta obligación ha de

proceder del mismo padre y haber vivido con-

temporáneamente al difunto. Si el levir —cuña-

do— no quiere cumplir con este imperativo reli-

gioso, o existen poderosas razones que lo prohí-

ben o desaconsejan, se procede a la halizah, en

virtud de la cual la viuda queda libre para con-

traer segundas nupcias. Si el hermano se nega-

re a tomar por mujer a su cuñada, subirá ante

los rabinos y les dirá: mi cuñado se niega a sus-

citar en Israel el nombre de su hermano; no quie-

re cumplir su obligación de cuñado, tomándome

por mujer. Una vez convocado en acto público, si

el compareciente ratifica que no me agrada

tomarla por mujer, su cuñada le despojará de

uno de sus zapatos y le escupirá en la cara

diciendo: esto se hace con el hombre que no sos-

tiene a la casa de su hermano. Su casa, a partir

de ese momento se denominará la casa del des-

calzo. Empero, no es aconsejable ante determi-

nadas circunstancias, como impotencia o estre-

chez, esterilidad de la mujer por frigidez u obs-

truccion de la matriz; grave enfermedad, edad

dispar, etc.

El padre ejerce una patente autoridad sobre

el destino de sus hijos, cuya edad nupcial se

demora ante la dificultad de independizarse

económicamente —fasta el dicho tienpo qual-

quiere cosa que los fijos ganaran o trobaran, todo

sea de sus padres—, y al dictado de los requeri-

mientos colectivos, siendo aquél responsable de

los actos cometidos por sus hijos. La mujer

casada aparece con su marido sólo para afian-

zar alguna solicitud de préstamo o aprobar ena-

jenaciones o reducciones patrimoniales que

pudieran afectar al consorcio del régimen eco-

nómico, pero sin un papel directivo. En efecto,

la capacidad real de que los vástagos vivan al

margen de la empresa familiar —los hermanos

trabajan bajo la autoridad del padre o del pri-

mogénito— sólo es posible mediante el matri-

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Pleito en aljamiado aragonés por una herencia (1465). Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Zaragoza.

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La autoridad del pater familias sobre el futuro de sus hijos hasta su emancipación es incuestionable.

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monio (dote) y la muerte o envejecimiento de lospadres (herencia o donación inter vivos), en oca-siones a una edad tardía. En cualquier caso, noserá nunca radical, porque los recién casadosse integran en una de sus respectivas familias.

La política matrimonial conversa del siglo XVno presenta disparidad respecto a los judíos de

natura, consistente en anudar relaciones familia-res dentro de círculos, cada vez más estrechos,de familias conversas de similares contexturasideológicas y patrimoniales, lo que contribuyó acrear un nivel de conciencia de clase difuso. Estatendencia se quiebra, a lo largo de la segundamitad, con los hijos primogénitos de las familiasmás prestigiosas, al determinar un desembarcoselectivo, casándose con mujeres de ascendenciacristiana y, si ello era posible, asentadas en lanobleza, facilitándoles el desempeño de impor-tantes cargos municipales.

CLASES Y ESTAMENTOS SOCIALES

En el ecosistema cultural y político de los

cada vez más poderosos centros de resistencia

cristianos y el territorio de al-Andalus, una de las

virtudes de la comunidad judía descansa en su

situación transcultural, de ahí que fueran muy

apreciados como diplomáticos. Minoría osmótica

respecto a las condiciones socioeconómicas exis-

tentes, aunque celosa de su identidad, sabrá

adaptarse como ninguna a las necesidades del

medio circundante. De hecho, la situación políti-

ca atravesada por la Marca Superior desde la

segunda mitad del siglo XI hasta su incorpora-

ción favorece la actividad intelectual, cuya capi-

tal, Saraqusta, albergará a Mosse Sefardí, Ben

Ezra y Abraham bar Hiyya, tríada que contribu-

yó decisivamente a difundir en Occidente el apor-

te científico árabe, casi desconocido.

El devenir histórico del Reino engarza a la

minoría hebrea en las necesidades surgidas en

el afianzamiento de la estructura política que

eclosiona con la Reconquista y la Repoblación,

ante el desbordamiento de un marco muy limi-

tado en cuanto a sus recursos económicos, pero

precisado de aportes humanos sin restriccio-

nes, así como de la penetración de la cultura

urbana, hasta ahora incipiente, sustentada en

agentes económicos especializados.

Con estos postulados se prohijó una clase de

cortesanos e intelectuales que desempeñaron

puestos clave en calidad de intérpretes, diplomá-

ticos, proveedores, financieros, médicos, tesore-

ros y funcionarios de diversos rangos, logrando,

por su cercanía a los círculos palaciegos, con-

trastadas prebendas y un cierto grado de invul-

nerabilidad. Aunque en un principio su prestigio

les permitió actuar a favor de sus comunidades

de origen, no tardaron en generarse los primeros

conflictos con quienes se sentían por derecho

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La mujer desempeña una función primordial aunque silenciosa.

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propio representantes del judaísmo aragonés, a

pesar de que sus prerrogativas colisionaban con

los derechos de sus correligionarios (exención de

rota, provisión de carne, reducción de tasas

impositivas, etc.). En suma, se abismaron las

diferencias entre los distintos estratos, sin que se

invirtiera la tendencia en las centurias posterio-

res, lo que desembocará en las graves alteracio-

nes sociales de fines del siglo XIII.

En el entramado de la sociedad judía tres

son los elementos que generan prestigio: la for-

tuna; la sabiduría, la piedad religiosa y el cono-

cimiento de la Ley; y la distinción por la estirpe

y la cuna. A este respecto, Shem Tov ben Jo-

seph, en la década de los ochenta del siglo XV,

elabora en sus sermones una teoría sobre el

linaje: para que un hombre pruebe su nobleza

debe cumplir tres requisitos: tener sangre pura,

estar asociado con personas nobles y no ser

pobre; si una persona tiene sangre pura y noble

linaje alumbrará un hijo como él; sucediendo lo

propio de quien es mal parecido y manchado del

oro nacerá el oro, de la plata la plata y del cobre

el cobre, porque una ciencia no puede edificarse

sobre las excepciones.

Por desgracia, nuestro referente básico deri-

va de los supuestos fiscales, es decir, del nivel

de rentas declarado. Es por ello por lo que, a

tenor del régimen fiscal al que se adscriben, la

aljama se modula en dos grupos desproporcio-

nados: los francos y los pecheros, atendiendo al

mencionado imperativo tributario.

Judíos francos

No todos los judíos se hallan sujetos al pago

de impuestos; están exentos los que habían reci-

bido del rey una carta de franquicia, a título

excepcional, como la dispensada por Pedro II, en

1205, a rabí Asser Abentilca y a su hijo Azday.

En Huesca, Jaime II anuló en 1212 ciertas cartasde franqueza, restituyendo a sus derechohabien-tes bajo la autoridad de la aljama, lo que no obstapara que en 1369, de las 108 casas con las quecontaba la judería, ocho gozaran de inmunidad.Diversos componentes de la familia Surí —cuyopatriarca, Jucef, fue perlero de la reina Leonor(1350-56) como su hijo y sucesor Salomón (1356-1363)— obtuvieron la exención del pago de losimpuestos comunitarios, debiendo pagar sólo loque excediera de la tasación de 150 sueldos.

Esta situación de privilegio se documentaampliamente en Calatayud (Abentilca, Aben-dahuet y Constantín) y Zaragoza. En la capitaldel reino su existencia se debe a ciertas recom-pensas en favor de la Orden militar del Hospital,que no podían prescindir de ellos ni canjearlospor otros vasallos, a cambio de una compensa-ción simbólica en concepto de pecha, que

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La exención de impuestos se obtiene por medio de un privilegio real.Huesa del Común. Restos de la sinagoga.

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Sólo un sector de la sociedad es propietario de su vivienda.

asciende a diez sueldos en el caso de los Alazary cincuenta en el de los Constantín. Estasfamilias prominentes —incluyendo los Cava-llería, recaudadores de impuestos y arrenda-dores de rentas varias, entre ellas la acuñaciónde la moneda de oro de Aragón— cuentan consu propio barrio dentro de la judería cerrada omurada.

Las familias se mantienen al margen de la

organización de la aljama, donde no desempeñan

cargo público alguno ni asisten a las asambleas

comunitarias, sustrayéndose a la jurisdicción de

los tribunales y de sus oficiales, así como a las

penas de anatema y herem. En las actas de con-

cesión de sus prerrogativas se les confirmaba en

la posesión plena de sus bienes —de los presen-

tes y futuros— garantizándoles en todo tiempo y

lugar el derecho al cobro de sus préstamos. La

comunidad judía los respeta sin rechazarlos y no

restringe sus derechos de librecambio. Forman

parte de las cofradías y asisten a los oficios en la

sinagoga, aunque alguno de ellos, como el físico

Bayel Constantin (1371), obtienen licencias epis-

copales para poseer oratorios privados. Grandes

financieros, los linajes francos se dedican a la

práctica de la medicina, al comercio y los présta-

mos que reinvierten en la adquisición de bienes

raíces, de siempre unos valores económicos en

alza y no sometidos a las grandes oscilaciones

del mercado. Tras la Disputa de Tortosa comien-

za su declive; con la conversión de los Cavallería

—que conservarán su apellido— sólo quedarán

los Alazar, que en el año 1492 decidirán seguir el

camino de la diáspora rumbo a Nápoles con

todos sus bienes, gracias a la franquicia de que

disfrutaban.

Gozaba también de una situación de favor la

clase intelectual de los talmudistas —apare-

cida entre los siglos XIII y XIV— y la de los rabi-

nos profesionales —consagrados a la pastoral,

el estudio y los servicios colectivos—, que dis-

frutan de numerosos sufragios favorables. Esta

franquicia se plasma inequívocamente en el

contrato de pensión suscrito por el consejo de

Luna con el rabino Açach Calo para que ejerza

su ministerio. Entre las cláusulas de orden eco-

nómico se contempla: que siades franco y

exempto durant el dito tiempo de peyta, coffra et

qualesquiere otra carga de servitud.

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Este status es extrapolable a los cortesanos

hasta la promulgación del Privilegio de la Unión

(1284), durante su permanencia en cargos

palatinos, como retribución o agradecimiento

por sus servicios. Las aljamas, desde el siglo

XIII y especialmente a fines del siglo XIV, lucha-

rán contra estos privilegios, consiguiendo la

derogación de algunas sinecuras. El asunto

presentaba aristas más complejas en virtud de

disposiciones antiquísimas que les colocaba al

margen de la jurisdicción de la comunidad. Los

reyes, por anacrónicos, intentaban impugnar

estos privilegios, pero no lo consiguieron. En

localidades como Jaca, con motivo de la conce-

sión de nueva residencia, se exige la renuncia

expresa a la franquicia fiscal, entendiendo que

era deber solidario contribuir a los gastos gene-

rales en cuanto beneficiarios de los servicios

comunitarios.

Judíos pecheros

Dentro del grupo de los judíos contribuyen-

tes, la aljama —en cuanto cuerpo socializado—

se divide en tres estamentos socioeconómicos

que las fuentes coetáneas designan con el voca-

blo de manos: mayor, mediana y menor. Esta

articulación tripartita, que parece extenderse

desde Cataluña, es paralela a la mantenida por

la sociedad cristiana que habita en las ciuda-

des. Los primeros síntomas de la fractura se

producen a partir de 1286, año en el se dibujan

dos estratos con su propio registro fiscal e inte-

reses divergentes, en el que los judíos de los

niveles inferiores deseaban ampliar al máximo

el universo de contribuyentes y un reparto más

equitativo de las cargas impositivas.

El panorama fiscal, en cualquier caso, nos

describe una sociedad muy poco igualitaria en

cuanto al acceso y títulos sobre la riqueza. Si

atendemos al estudio de la prorrata de impues-

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Los judíos sujetos a tributos se dividen en tres estamentos o manos. Judería de Fraga.

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tos de Jaca (1377), la mano mayor estaría repre-

sentada por aquellos individuos que tributaran

más de 25 sueldos; la mano mediana los que

abonan entre 4 y 25 sueldos, mientras que la

menor se nutriría de los que no alcanzan los 4

sueldos. De este modo, de los ciento quince con-

tribuyentes nominados, diez personas corres-

ponderían al estrato superior, veinticuatro al

medio, y ochenta y una al inferior. Si la tasa

liquidable es traducción del patrimonio, los con-

trastes son obvios en una lectura meramente

superficial: la mano mayor, cuyos efectivos sig-

nifican el 8,7%, ostentan un 70,18% de la rique-

za. La proporción se invierte al hablar de la

menor, pues sus miembros alcanzan numérica-

mente un 70,43% (casi el mismo porcentaje que

los bienes poseídos por los más ricos), pero su

peso se reduce a un 12,63%. Adviértase, por

otro lado, la delgadez de la clase media, que

tanto en poder adquisitivo como en integrantes

gira en torno al 20%.

En la takkanah de Huesca de 1340, la clase

alta la componen ochenta individuos con una

tasa per capita superior o igual a veinte sueldos;

la clase media, con unos efectivos parecidos y

un tributo de diez sueldos; una clase media-

baja ponderada en noventa habitantes, que

contribuyen con cinco sueldos; mientras que los

exentos, por tener un capital inferior a cincuen-

ta sueldos —medio centenar de personas— se

enclavan en la clase baja. Si comparamos

ambos predictores —basados en datos empíri-

cos—, la capital oscense poseería un panorama

social más equilibrado, con un brazo medio y

medio-bajo que interesa más de la mitad de los

efectivos poblacionales.

Los mayores: la mano mayor

La mano mayor o aristocrática se alza en la

cúspide de la pirámide social. Con una instruc-

ción cultural contrastada, tiende a ampararse

directamente en el monarca, recibiendo nume-

rosas prebendas y prerrogativas. Un sector de

sus miembros padece los mismos vicios y

muestra idénticas actitudes que la nobleza

cristiana: luchas e intrigas, ambición, ostenta-

ción y fascinación por el lujo, etc. Su composi-

ción es homogénea, gracias a una inteligente

política matrimonial, a veces muy próxima a la

ingeniería financiera, como la desplegada en

Jaca por el clan de los Avingoyos, los Ampifaz y

los Almosnín, con lo que se incrementa, más

aún si cabe, su influjo.

Sus filas se nutren de judíos con considera-

bles posesiones inmobiliarias y capital disponi-

ble, destinado al crédito financiero y comercial.

Unos se dedican a tareas que requieren conoci-

mientos económicos y de gestión (recaudadores

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La sociedad presenta profundas desigualdades entre sus miembros.

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Las clases elevadas monopolizan el poder político y económico de las aljamas hasta el siglo XIV.Retablo de San Salvador. Ejea de los Caballeros.

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de impuestos, banqueros, administradores de

rentas eclesiásticas, nobiliarias, arrendadores

de derechos reales, etc.), otros se instalan en la

Corte como médicos y artesanos especializa-

dos. Era frecuente que estas familias acauda-

ladas —guebirim— entroncaran con familias de

rabinos por el prestigio que comportaba. A

cambio de sus fatigas en pro de la realeza fue-

ron recompensados con la disminución o exen-

ción total o parcial de impuestos, la dispensa

del distintivo judío, asignación de rentas vita-

licias, salvoconductos especiales, etc. En un

primer momento ostentaron —o detentaron—

el poder ejecutivo y los resortes de gobierno,

implantando un sistema de renovación de car-

gos mediante la cooptación, que permitía su

perpetuación, imposibilitando la necesaria

compartición de las tareas rectoras con los res-

tantes grupos.

Los menores: la mano mediana y menor

Hasta fines del siglo XIV, en que después de

las mutaciones estructurales emerge una socie-

dad nueva con un protagonismo político más

plural, la documentación menciona genérica-

mente a los judíos menores, no distinguiendo

todavía la mano mediana de la menor. Sin

embargo, a partir de entonces esta distribución

se perfilará en las comunidades más numerosas

como Zaragoza, Teruel, Huesca, Ejea y Jaca.

La mano media o mediana posee una base

social amplia y heterogénea. Prevalece la prác-

tica artesana o fabril por cuenta propia, el

comercio y las profesiones liberales en general,

compaginando el ejercicio de su profesión con el

negocio del préstamo a pequeña escala. De esta

suerte, se insertan desde los cirujanos y espe-

cieros hasta artesanos y gentes de oficios dedi-

cados a la producción de bienes de consumo

(cuero, metales, madera y tejidos). Alguno de

ellos, por sus dotes y aptitudes —cirujanos,

artesanos y artistas— desempeñan su cualifica-

do oficio de físico, platero, etc., en los círculos

palatinos. Suelen contar con un pequeño huer-

to y un corral, compartiendo el espacio con el

obrador, situado, por lo común, en los bajos de

su casa, y algún predio (viñedos, olivos, linares)

que le permite cierto grado de autonomía y una

pequeña diversificación en sus recursos. No se

acogieron a la exención tributaria por los per-

juicios que ocasionaba a sus convecinos, que se

resentirían al tener que incrementar sus apor-

taciones para nivelar el déficit presupuestario.

Las clases inferiores engrosaban las industrias

de transformación y pequeñas manufacturas

(sastres, zapateros, curtidores, etc.).

La mano menor agrupa a los judíos con

menos recursos, que afrontan grandes dificulta-

des para pagar sus impuestos. Su detección es

muy compleja, lo que les condena al anonimato,

salvo cuando la situación se deteriora ante la

insostenible presión ejercida por la mano

mayor. Gracias a su movilización política inter-

vendrán en la insaculación de los oficios de ade-

lantados, consejeros, almosneros, almutazafes,

jueces de apelaciones y otros oficios electos;

participarán en la promulgación de estatutos,

capítulos y ordinaciones, y entenderán en la

distribución de las pechas entre los tres esta-

dos; en fin, se les reconoce la vía judicial para

dirimir los conflictos de clase. Su indigencia

llega al extremo en algunos supuestos de care-

cer de recursos para comprar la capa larga que

los judíos debían portar, pagar el peaje o ente-

rrar a sus muertos. Un cuarto estado, comple-

tamente marginal, lo componen los indigentes

(el reglamento de Pedro II de 1284 declara exen-

tos a cojos, ciegos, lisiados y pobres de solemni-

dad), no incluidos en las listas de contribuyen-

tes, que subsisten de la caridad y engrosan el

servicio doméstico de los ricos.

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RÉGIMEN ASISTENCIAL Y SOLIDARIDAD HORIZONTAL COFRADÍAS Y HERMANDADES

La sociedad judía, como la medieval en gene-

ral, no presenta tendencias igualitarias, como

hemos tenido ocasión de comprobar, sino que

reproduce en sus estructuras palpables divisio-

nes internas, cuando no divergencias. La comu-

nidad —desde la iniciativa pública y la priva-

da— asume distintos deberes con el fin de pre-

servar un cierto equilibrio; se persigue paliar

unas desigualdades que, de otro modo, alenta-

rían tensiones imprevisibles. En respuesta a

estos requerimientos, en la Baja Edad Media

fundamentalmente, se crean las haburôt o cor-

poraciones filantrópicas de ayuda mutua.

Tras la recesión económica y demográfica

que acompañó a la propagación de la Peste

Negra, el artesanado, muy castigado, protagoni-

zó un fuerte movimiento asociacionista de

carácter sociorreligioso, fraguado en torno a las

cofradías y hermandades, pronto convertidas en

vehículos de presión y reivindicación política

frente a las clases privilegiadas. En Zaragoza, el

acceso de esta tensión se produjo en 1380,

cuando los artesanos cerraron filas en torno a

Ishaq ben Shéshet frente a la corriente aristo-

crática que abanderaba la familia Abnarrabí.

ALMOSNA Y HEQDÉS: LA POBREZA

Aunque con el transcurso del tiempo se pro-

duce un fenómeno de especialización en las

prestaciones, en sus orígenes se conocen gené-

ricamente como almosnas o heqdés, sinónimo

del óbolo entregado a los pobres, como se deno-

ta en la observación que rabí Yom Tob ben

Abraham ‘Asbili remitió a los miembros del tri-

bunal de Monzón en el sentido de que, acogién-

dose a la tradición de los grandes maestros, una

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Prorrata de contribuyentes y propiedades de una cofradía asistencial de Zaragoza. Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza.

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donación dada sin especificar su destino es para

las necesidades de los pobres.

Las regulaciones talmúdicas que postulabanla obligación individual de mantener obras decaridad en proporción a la riqueza, convivieroncon un sistema que contemplaba las exaccionesobligatorias. En algunas localidades se impusoexcomunión a los que rehusaran efectuar estascontribuciones. Conforme a la tradición, cadacomunidad establece una kupah shel zedakah ocaja de caridad —que contiene fondos suficien-tes para repartir cuarenta comidas cada sába-do— y el tamhoi (bote) para las necesidades másimperiosas e inmediatas —especialmente de losextranjeros— que, además de alimentos, reque-rían sumas modestas para procurarse aloja-miento. Se designa su gabbaim o administradorque distribuye sus fondos. La postulación regu-

lar de fondos regulares tiene lugar en el Purim, el

Sabbath, etc. Los residentes de la judería se divi-

den en las siguientes categorías: una residencia

de treinta días obliga a contribuir al tamhoi; si se

prolonga tres meses, se ha de tributar a la

kupah; durante seis meses, a fundaciones cari-

tativas; y, por más de nueve meses, a las cofra-

días funerarias.

Sus fondos —que sólo pueden destinarse a

sus fines sociales y son inembargables— se

nutren de las cuotas de sus afiliados, los óbolos

de la limosna o cedaça, las donaciones testa-

mentarias (tenemos constancia a través de las

fuentes de cesiones de inmuebles en Monzón y

censales en Teruel a fines del siglo XIV), etc. Los

donantes solían designar los actores encargados

de su distribución, reduciendo considerable-

mente la responsabilidad directa de los dirigen-

tes en este capítulo; por el contrario, cuando no

se designaba expresamente, solía afectar a los

tesoreros, de modo que entraba dentro de las

competencias de los poderes públicos. Obvia-

mente, el patrimonio del heqdés y de las cofra-

días caritativas, salvaguarda del bienestar so-

cial de los indigentes, no se encuentra sujeto a

obligación fiscal ninguna.

La suerte corrida por las clases marginales

no se integró en la política comunitaria hasta el

siglo XIV, cuando se ocupaba de la administra-

ción patrimonial del heqdés y de la nominación

de sus gestores —en Huesca el almosnero de las

almosnas de los pobres—, experimentando un

proceso de institucionalización y un incremento

de las prestaciones, acometidas con mayor

intensidad en el marco de las cofradías. Las

agrias disputas que estallan entre los estratos

superior —partidarios de que anduviesen

pidiendo limosna de puerta en puerta y a expen-

sas de la piedad privada— y medio —postulan-

tes de que era una responsabilidad compartida

porque son nuestra propia carne y nuestra pro-

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El heqdés y sus administradores atenúan la pobreza de las clases más necesitadas.

Page 15: Prontuario Hebraica Aragonesa. Los judíos en Aragón. Libro · linaje, impone a sus descendientes la indivisión del patrimonio solariego y la corresidencialidad estricta (ante un

pia sangre— de la sociedad, de las que se hace

eco rabi Selomoh ben Abraham ‘Adret, sobre el

modo de encarar la asistencia a los desposeídos

de la fortuna, así lo demuestra. A tal fin, los edi-

ficios emplazados en las proximidades de la

sinagoga, o en el área más céntrica del barrio,

se destinan a uso público (hospital, yesibah,

escuela primaria…).

Su organigrama guarda similitud con el de

la aljama. Existía un consejo electo mediante

sufragios, y un cuerpo colegiado ejecutivo com-

puesto por los adelantados, que la presidían y

ejercían un estricto control sobre sus integran-

tes, gozando de plena autonomía penal y puni-

tiva contemplada en las takkanôt. Cuenta con

administradores o tesoreros —berurim, gizba-

rim, gabbaim, almosneros o mayordomos—,

aunque puede haber duplicidad de funciones

en las personas de los adelantados. Su elección

era anual —así se contempla en los estatutos

de 1415 de la confraria de la almosna de la al-

jama cesaraugustana (hasta 1391 conocida

como almosna de la aljama)—, bien entre los

cofrades bien por designación de los adelanta-

dos de la aljama, ocho días después de jurar

sus cargos. Estas regulaciones, y otras

muchas, tendieron a atemperar las crudas difi-

cultades económicas que venían padeciendo.

COFRADÍAS ASISTENCIALES

El deterioro de las condiciones materiales de

vida de un amplio estrato poblacional y la evolu-

ción sociopolítica vivida a fines del siglo XIV

—frente al omnímodo poder de los gobiernos oli-

gárquicos— constituyeron un excelente caldo de

cultivo en el nacimiento de las cofradías asisten-

ciales. La rebelión de los pobres tuvo su epicen-

tro en Zaragoza, organizados en la que se llamó

Kat ha-haburah, emulada en numerosos territo-

rios aragoneses con posterioridad, obteniendo un

reparto más equitativo de los impuestos y un sis-

tema político más participativo, gracias a las pro-

fundas reformas reglamentarias que se impulsa-

ron con el beneplácito del monarca.

Rodfei Sedeq o companya de la Merce

Tiene a gala ser una de las primeras cofradías

fundadas en Zaragoza —las primeras informacio-

nes datan de 1330—, ciudad que asiste a un

fuerte proceso asociativo en los primeros estadios

del siglo XIV. Entre sus objetivos definitorios se

cuenta proporcionar un entierro decoroso a los

pobres, pertenecieren o no a la comunidad, sin

interferirse con las sociedades funerarias. En

general, mantiene a los pobres y asiste a los

pobres sin recursos. Sus generosas prestaciones

se vieron refrendadas en 1425, cuando Alfonso V

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Las alteraciones de 1391 intensifican la piedad popular.

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autorizó a dos de sus integrantes a recaudar

quincenalmente fondos con el propósito de alle-

gar fondos en la construcción de un hospital

que acogiera menesterosos de ambos sexos.

Contaba con un Consejo de los Treinta y dos

tesoreros. Su influjo lo convirtió en una insti-

tución nuclear de la vida social, al punto de

que en la segunda mitad de esa centuria se

celebraban en su sede reuniones de distintas

cofradías. Además, de un modo u otro, estaba

vinculada con la sinoga menor o chica, donde

tenían lugar sus asambleas y donde muy pro-

bablemente rezaran sus miembros. De manera

similar, en Huesca tenía su razón social en el

beit midras, con idénticos objetivos: ayudar a

los pobres y asistir a los enfermos.

Osei Hesed o de la caridad

Sus estatutos declaran como misión pri-

mordial de sus afiliados la mejora de la condi-

ción de los pobres y de las novias sin recursos.

La cofraria de las mulleres de Tarazona pudo

tener entre sus fines constituir dotes para las

judías (huérfanas y sin fortuna). Recibe diver-

sas denominaciones Hoce Hece u Oce Ocet

(Zaragoza), Gomen Leçet (Jaca), y Oce Çedacot

o de los hacedores de caridades (Épila). No

parece que tuvieran una ejecutoria continua-

da, ya que en 1425 Alfonso V accederá a la

solicitud de algunos judíos piadosos de

Zaragoza para que reanudara sus actividades.

Sus adelantados tenían como privilegio recibir

de los colectores de la sisa de la carne la can-

tidad de sesenta libras de carnero anuales,

libres de impuestos, para distribuirla entre los

pobres en la víspera de la Pascua, atendiendo

a usos consuetudinarios.

Malbisei ‘Arumim o vestir desnudos

Su cometido diferenciador consistía en faci-

litar ropa a los desvalidos; no en vano la de

Calatayud se conoce como la cofradria que bis-

ten los esnudos, que derivó en la palabra judeo-

aragonesa malvisar. La pionera, una vez más, es

la aljama de Zaragoza, donde, atendiendo a

legados de Tolosana de la Cavallería, se distri-

buían vestidos por valor de 150 sueldos a seis

pobres anualmente. A mediados del siglo XV

contaba con una treintena de socios, que se

reunían de modo ordinario en el hospital de

Rodfei Sedeq, cuya junta directiva la componían

cinco adelantados y una persona honorable.

Conocemos que sus propiedades en la localidad

de Oliete (Teruel) le reportaban una renta anual

superior a los mil sueldos.

ATENCIÓN DE ENFERMOS

De la primera mitad del siglo XIV datan las

fundaciones pioneras destinadas al cuidado de

los enfermos, fruto de los nobles esfuerzos por

atemperar el nivel de prestaciones de la mano

menor. Unas tenían como razón social visitarlos

y acompañarlos, procurándoles alimentos y

medicinas; otras garantizaban la asistencia

facultativa de los que revestían gravedad. La

finalidad última consistía tanto en subvenir las

necesidades materiales del paciente como exo-

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«No hay en mi cuerpo parte sana, a causa de tu enojo. No hay sosiego en mis huesos, a causa de mis pecados».

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nerar en lo posible las cargas familiares, econó-micas y psicológicas.

Biqur Holim

La cofradía de Biqur Holim, clamada de visi-

tar enfermos, enraiza con fuerza en tres de lasprincipales juderías, es decir, Zaragoza, Huescay Teruel, desde el ecuador del siglo XIV. EnZaragoza, su prestigio le permitió obtener en1382 un permiso del infante Juan para fundaruna sinagoga en una de sus dependencias —enHuesca, por su parte, contaba con un bet

midras propio—, convirtiéndose, al poco, en ellugar de culto primordial del barrio hebreo. Su

interior fue testigo, en los duros momentos quesucedieron a las persecuciones de 1391, deimportantes acuerdos como la promulgación delos estatutos de 1396 —claramente lesivos paralas capas inferiores por su tendencia aristocrá-tica— por el rabí Hasday Crescas, parcialmenteenmendadas en 1399, donde se incluían algu-nas aspiraciones de los menos poderosos querecobraban un papel activo en la conducción delos asuntos comunitarios. De igual modo, ple-

gados en la sinoga de la confraria, los adelanta-dos se reunieron en 1397 para deliberar sobrela distribución de la sisa.

Dispone de recursos propios administradospor los muqdamim, entre los que se incluíanbienes raíces de distinto tipo que se arrenda-ban o enajenaban para obtener liquidez. Susingresos ordinariamente provenían de las cuo-tas de sus afiliados y de las donaciones inter

vivos o post mortem de particulares. Para evitarla suspensión de pagos se suscribían prés-tamos, a veces onerosos, que solía avalar laaljama.

Somerei Holim

Cofradía complementaria de la anterior —dehecho, en Valencia tiene como fin el cuidado delos enfermos— en cierto sentido, entre sus obje-tivos pretendía atemperar el infortunio de losenfermos, cuya fundación se remonta al año1387 en Zaragoza, luego de recibir la corres-pondiente autorización del infante don Martín.Sus miembros se cuidaban de que siemprehubiera una persona en la cabecera del lechovelándole, así como enseñar hebreo.

COFRADÍAS FUNERARIAS

Este tipo de cofradías, cuya misión radicabaen garantizar un entierro digno y universal—met mitzva—, adquieren una importancia

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En la judería de Alcañiz existió una cuidada red asistencial.Calle Luna Alta.

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sustantiva en todo Aragón. Sus orígenes se

remontan a los últimos decenios del siglo XIII,

alcanzando un desarrollo institucional muy

avanzado, así como un prestigio de honorabili-

dad. El derecho al sepelio de sus difuntos era

uno de los privilegios capitales entre los judíos,

de ahí el afloramiento de la hebra-kadishá,

donde sus integrantes aseguran las diferentes

operaciones mortuorias (purificación de los

cuerpos, confección del sudario, preparación de

la tumba, conducción y sepelio, responsos,

etc.), que suponían grandes y onerosos desem-

bolsos para las familias, agravados si debía

trasladarse el cadáver al cementerio de otra

población. Donde estas ayudas y prestaciones

no recaían sobre la comunidad, era una vez

más la iniciativa privada la que tomaba sobre sí

esta responsabilidad, lo que comportó que los

estratos inferiores cobraran una mayor con-

ciencia de clase. Este hecho denuncia, una vez

más, que esta actividad asociacionista se hacía

cargo de unas personas de las que la comuni-

dad no se preocupaba.

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Kat ha-Qabarim: enterrar muertos

La Haburat ha-Qabarim, Kat ha-Qabarim o

Hebrat ha-Qabarim, sincréticamente, Cabarim,

alias de soterrar los muertos, era conocida entre

los cristianos como la cofradia de los cavafuesas

o de los cavadores. Tal y como se estipula en

sus estatutos, el cometido primordial radicaba

en enterrar a los pobres de la comunidad y a los

foráneos que fallecieran en tránsito, incluyendo

la colocación de la lápida.

La agrupación de cavafuesas oscense, cuyatakkanah fue ratificada por el infante Alfonso en1323, divide a sus cofrades en turnos paracavar las fuessas de muertos de jodios que fin-

caran en la ciudat d'Osca. Sólo son relevados losenfermos, los funcionarios y los mayores desesenta años, debiendo designar sustitutocuando tuviera imposibilidad material de ocu-par su puesto, previo placet de sus dirigentes.Ni siquiera existe discriminación por razón desexo, ya que admite a confrades e confradessas.

Entre sus obligaciones consta la visita sabática

Lápida de Jacob, hijo de Isaac, hijo de al-Saraqostán.Museo Sefardí de Toledo.

Columna de un edificio público.Judería de Uncastillo.

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de los enfermos; cumplimentar a los hijos de loscofrades en la noche de bodas, portando seis

brandones de cera encendido a hondra del novio

o de la novia; velar los difuntos; consolar a susfamilias en el duelo; y rezar la setena por sualma en la sinagoga. Cada brigada es coordina-da por un mandadero que convoca a los cofra-des de guardia, en turnos de tres horas. Lossepelios se realizaban preferentemente con luzsolar, aunque podían existir acuerdos explícitospara que se hiciera tras el crepúsculo. Este tra-bajo era remunerado con tres dineros por cadatumba, si eran niños menores de cuatro años, yocho para todas las demás. La jornada noctur-na se tasa en ocho dineros; si precisaban dosdías para acondicionarla, el precio ascendía adoce dineros. Cuentan con instalaciones paraamortajar y preparar a los muertos, un depósi-to de cadáveres y personal contratado, consis-tente en dos bañadores y un pregonero.

Paulatinamente afrontaron otras tareas y

miswot que no tenían relación directa con su

capítulo, pues conjugan el aspecto religioso con

el social y educativo. Éste punto era muy sensi-

ble, sobre todo cuando las instancias públicas

se desentendían de alfabetizar e instruir a niños

y adultos. Esta sociabilidad se pone de relieve

en la mencionada asistencia en momentos espe-

ciales, como los fastos nupciales o la azarosa

enfermedad. Pero también se imponen un códi-

go de conducta bajo compromisos personales de

evitar las disensiones entre ellos: reducir la jor-

nada laboral la víspera del sábado en la estación

invernal, no entregarse a juegos de azar, no

mantener relaciones sexuales con cristianos ni

frecuentar sus casas, no robar ni engañar a los

cristianos, rezar en los oficios matutinos en la

sinagoga y comportarse de conformidad con la

Ley (alimentos, vestidos…). Profundizando en

este sentido, en la novación de estatutos reali-

zada en el reinado de Pedro IV el año en que se

había declarado la peste (1348), se habla de

incorporar a un rabino que enseñara a leer la

Torah a sus miembros en su propio beit midras,

reforzando la clave educativa. Para su contrata-

ción bastaba el voto afirmativo de los muqade-

mim y dos personas de cada uno de los ocho

turnos.

Ello concuerda con el hecho de que a la

cofradía hermana de Jaca, la confrearia de

Cabbarim, se le intervinieran cerca de medio

centenar de volúmenes proscritos en la bula de

Benedicto XIII, promulgada como consecuencia

de la Disputa de Tortosa (1412-14). En el inven-

tario inquisitorial figuran: Talmud de Babilonia

(Pesahim, Sanhedrin, Gittin, Hulin, Qiddushin,

Yebamot, Berakoht, Ketubot, Sabbath, Eruvin);

Misnah (Seder Moed, Abot); Sulhan Arukh;

Misneh Torah (Shoftim, Qedushah, Zebahim,

Ahavah, Nashim, Qinyan); Midrash Tanhumah:

Comentarios del Talmud (Sanhedrin, Sabbath,

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Los artesanos promueven el nacimiento de las cofradías de ayuda mutua en el siglo XIV.

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Baba Qamah, Hulin, Eruvin); Comentarios de

Alfasí (Seder Nezikin, Seder Nashim);

Comentarios de Rashi; Comentarios a Job &

Responsa de Alfasí.

La constitución de la cofradía de los sepultu-

reros de Zaragoza se debe a las acciones que

promovió el judío tudelano Samuel Abenabeç,

que vivió entre 1270 y 1341. Se ocupaba de las

inhumaciones; los pobres y de los transeúntes

quedaban bajo el cuidado de la cofradía de la

Merced. Entre sus cofrades se cuentan las fami-

lias francas de la Orden del Hospital y los lina-

jes más selectos de la oligarquía intelectual y

socioeconómica. La segunda comunidad más

importante del Reino, Calatayud, dispone de

una asociación similar, llamada de banyadores

de los muertos; gracias a los inventarios forma-

lizados en 1492 sabemos que se ubicaba frente

a la sinagoga mayor y que disponía de dos cal-

deros, uno de treinta libros de capacidad y el

menor de diez. En otros puntos de la geografía

se citan más tardíamente (Tarazona, 1418).

Dichos muqademim o berurim, que se colo-

can al frente de la cofradía y atienden los asun-

tos financieros, son elegidos entre sus cofrades,

y suelen adoptar rangos y dignidades paralelas

a los dirigentes aljamiales: gabaim, adelanta-

dos y procuradores. Responsables de invertir

con inteligencia las donaciones recibidas,

adquirían una responsabilidad civil que no

prescribía al abandonar su cargo. Interlocutores

válidos en sus relaciones exteriores —el rey o el

concejo esencialmente—, no es anecdótico que

prácticamente nunca se elevaran peticiones

conjuntas aljama-cofradía en beneficio de esta

última, ya que no seguían la política oficial del

kahal, no siempre sensible hacia los pobres. En

las agrupaciones más numerosas, como en

Zaragoza, existía un consejo formado por vein-

te miembros, poco antes de las persecuciones

de 1391, que asesoraba a sus dirigentes. Entre

el personal contratado figura un bedel encarga-do de convocar las reuniones ordinarias yextraordinarias del capítulo. Transcurridasunas décadas tras su implantación, las familiasmás poderosas de la ciudad tuvieron a galaingresar como cofrades, prueba del proceso deinstitucionalización sufrido, paralelo al de lascorporaciones de oficio.

Los berurim ejercen su autoridad, de confor-midad con los estatutos, de modo vinculante, loque despertó el desagrado de las autoridades dela aljama; de tal suerte que la capacidad orga-nizativa de que gozó la cofradía oscense consti-tuyó un logro en el reparto de las cuotas depoder. Ello fomentó que se configuraran comocélulas autónomas, con rígidas regulaciones ycontrol en el ingreso de sus miembros. Susrecursos provenían de píos legados —fue una de

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«Éste es el lugar de Moseh Axivili». Texto hebreo sobre enlucido hallado en el barrio del Cinto de Borja.

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las preferentes en las disposiciones testamenta-

rias en aras de su propia naturaleza— cuyos

dividendos y rentas se destinaban a sufragar los

entierros. Este afán de rentabilizar sus activos,

que conducía indefectiblemente al préstamo con

interés —en ocasiones se invertían en negocios

de personas pertenecientes a su círculo—, contó

con la abierta oposición de los rabinos. Los

inmuebles —el incremento patrimonial suele

ser sostenido— eran arrendados, estando exen-

tos de las tasas municipales.

Nos’ei ha-mitah: portadores del ataúd

Aljamas tan notables como la de Zaragoza

—la de Murviedro nace tras las persecuciones

padecidas en Valencia— podían permitirse con-

tar con cofradías complementarias respecto a la

función primordial de las cofradías de enterrar

muertos. Una de ellas es la conocida como Nozé

Amitá o de los portadores del ataúd. Establecida

en 1287 con el refrendo del infante Martín, se

ocupaba de lavar el cadáver, amortajarlo y con-

ducirlo a hombros hasta el cementerio para su

sepelio. Aunque en sus estatutos no hacen

distinción respecto a los medios de fortuna

(banyar los ditos judios quando sian finados e

levar en el cuello al fossar por enterrarlos, asin

pobres como otros, queda claro que los ricos no

precisaban de sus servicios, corriendo la familia

con todos los gastos de estos preparativos. Parte

de sus fondos se dedicaban a la contratación de

un maestro para que instruyera a los meneste-

rosos, con lo que coadyuvaba a erradicar el

analfabetismo.

Haburot miswah: piedad sinagogal

En ciertas comunidades de creyentes, dis-

tintas iniciativas privadas dentro del ámbito

sinagogal ponían especial cuidado en el cumpli-

miento de los preceptos bíblicos o en la creación

y mantenimiento de grupos de oración.

‘Asmoret ha-boqer: maytinal

La cofradía de maytinal o de Azmuro, nacida

en el último tercio del siglo XIV al amparo de los

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Inscripción funeraria del rabí Yom Tob, vecino de El Frago(siglos XIV-XV).

Page 23: Prontuario Hebraica Aragonesa. Los judíos en Aragón. Libro · linaje, impone a sus descendientes la indivisión del patrimonio solariego y la corresidencialidad estricta (ante un

aires de contricción que prevalecen en el Reino,

obligaba a sus miembros a levantarse al ama-

necer con el objeto de rezar a la salida del sol.

Además, repartía limosnas entre los necesita-

dos, así como diversas obras de caridad.

Propietaria de algunos inmuebles, permaneció

en activo hasta la expulsión. La llamada cofra-

día Ma’or se ocupaban de la provisión de aceite

y de todos los adminículos relativos a la

iluminación.

Ceffarim

Los libros de la Torah, los oracionales y

otros libros afines eran muy costosos. Sólo los

ricos podían permitirse tener estos volúmenes

para uso personal o para la educación de sus

hijos. Esta escasez de libros comunitarios

impedía que los pobres pudieran estudiar. Para

atajar esta calamitosa situación, en Zaragoza

se constituye la confraria de Ceffarim, alias de

las Atoras, encargada, al parecer, de los libros

necesarios para la sinagoga, siendo sus benefi-

ciarios los estratos inferiores. Su carácter

transversal auspiciaba que colaborara con

otras fraternidades y asistiera a sus reuniones,

como la habida en 1414 con la de zapateros y

la de Cabarim. Al frente se sitúan dos o tres

muqademim, con un consejo compuesto por

once miembros. La reuniones tenían lugar en la

sinagoga menor. Durante el siglo XV, parte de

sus ingresos provenían de las sisas de la carne

y el vino, además de la explotación de su patri-

monio inmobiliario.

EDUCATIVAS: TALMUD TORAH

Dada la importancia concedida al estudio

de la Ley, podría parecer a priori que la educa-

ción era gratuita y los impuestos comunitarios

sostenían el material escolar y los salarios del

personal docente. Sin embargo, no siempre

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La sinagoga es también un centro de irradicación cultural.Entrada a la sinagoga mayor de Calatayud.

Page 24: Prontuario Hebraica Aragonesa. Los judíos en Aragón. Libro · linaje, impone a sus descendientes la indivisión del patrimonio solariego y la corresidencialidad estricta (ante un

esta norma se cumplió. Si bien existían beth

midras —en Calatayud tiene en nómina uno o

dos rabinos— donde los alumnos mayores

estudiaban con prestigiosos eruditos, por el

contrario no se registra una directriz educativa

generalizada para todos sus integrantes. En

aljamas de menores dimensiones, como la que

habitaba en la localidad de Biel, contaba en el

barrio de la sinoga con la casa clamada la

escuela de los mocetes, de propiedad pública.

Por su parte, algunas licencias expedidas por

el arzobispo de Zaragoza nos ponen sobre la

pista de la habilitación de un midras, propie-

dad de la cofradía de Talmud-Torah de Alcañiz,

el año 1406.

Las familias poderosas —los Portella de

Tarazona, por ejemplo— contrataban precepto-

res privados. La ausencia de unos programas de

estudio bajo los auspicios de la aljama provoca-

ba que en algunas localidades fueran quienes

promovieran la impartición de clases públicas.

Son, una vez más, las cofradías de donde parten

los primeros intentos para proporcionar un

marco educativo, encargadas de contratar a

estudiosos para que adoctrinaran a sus afilia-

dos adultos.

Este fenómeno se propaga con fuerza en el

siglo XIV, con especial cuidado entre los niños

pobres, cuyos padres no se podían permitir

grandes dispendios. Se halla en Zaragoza una

de las más antiguas elemoine docendi scolares

de Sefarad, precediendo a la de Lérida,

Gerona, Murviedro o Tortosa, ya que cuenta

desde mediados de la centuria con mayordo-

mos propios y tiene su sede social en la jude-

ría murada. El esplendor económico del que

gozó, al punto de ser acreedora en diversos

préstamos a la comunidad, entró en declive a

fines de la Edad Media por la sangría que

supuso la conversión de alguno de sus mece-

nas más distinguidos. En Borja disponía de un

fondo bibliográfico compuesto por casi medio

centenar de volúmenes, mientras que en Jaca

existía un adelantado de la conffraria clamada

Talmut Tora de la judaria de la dita ciudat que

se ocupaba de las tareas dirigentes.

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La alcabala de Huesca (1389) determina la franquicia de las hermandades.

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Maestro enseñando a unos escolares. Haggadah de Sarajevo.