PseudoDionisio fuera1

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PseudoDionisio Nombres Divinos IV, VII Nuestros teólogos sagrados, celebrando lo infinitamente bueno, dicen aún que es bello y la belleza misma, que es la dilección y el amado; y le dan todos los demás que pueden convenir a la belleza llena de gracias y madre de las cosas graciosas. Ahora bien, lo bello y la belleza se confunden en esta causa que resume todo en su potente unidad, y se distinguen, al contrario, en el resto de los seres, en algo que recibe, y en algo que es recibido. He aquí porque, en lo finito, llamamos bello a lo que participa en la belleza, y llamamos belleza a este vestigio impreso sobre la criatura por el principio que hace todo bello. Pero lo infinito es llamado belleza porque todos los seres, cada uno a su manera, adoptan de él su belleza; porque creó en ellos la armonía de las proporciones y los encantos deslumbradores, vertiéndoles, como un raudal de luz, las radiantes emanaciones de su belleza original y fecunda; porque llama todo hacia él (lo que los griegos señalan bien derivando kalos, bello, de kaleo, llamada), y que en su seno agrupa todo en todo. Y es a la vez llamado bello porque tiene una belleza absoluta, supereminente y radicalmente inmutable, que no puede empezar ni terminar, que no puede aumentar ni decrecer; una belleza donde ninguna fealdad se mezcla, ni ninguna alteración le afecta, perfecta bajo todos los aspectos, para todos los países, a los ojos de todos los hombres; porque de él mismo y en su esencia posee una belleza que no resulta de la diversidad; porque posee excelentemente y con anterioridad el fondo inextinguible de donde emana todo lo que es bello. Efectivamente, la belleza y las cosas bellas preexisten, como dentro de su causa, en la simplicidad y en la unidad de esta naturaleza, tan eminentemente rica. Es de ella que todos los seres han recibido la belleza de la cual son susceptibles; es por ella que todos se coordinan, simpatizan y se alían; es en ella que todos no forman más que uno. Ella es su principio, pues los produce, los impulsa y los conserva por amor por su belleza relativa. Ella es su fin y la persiguen como su condición ulterior; pues es por ella que todo ha sido hecho. Ella es su modelo, y han sido concebidos sobre este modelo sublime. Asimismo

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Estudios para el acercamiento crítico de las obras místicas

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PseudoDionisio

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Nombres Divinos IV, VIINuestros telogos sagrados, celebrando lo infinitamente bueno, dicen an que es bello y la belleza misma, que es la dileccin y el amado; y le dan todos los dems que pueden convenir a la belleza llena de gracias y madre de las cosas graciosas. Ahora bien, lo bello y la belleza se confunden en esta causa que resume todo en su potente unidad, y se distinguen, al contrario, en el resto de los seres, en algo que recibe, y en algo que es recibido. He aqu porque, en lo finito, llamamos bello a lo que participa en la belleza, y llamamos belleza a este vestigio impreso sobre la criatura por el principio que hace todo bello. Pero lo infinito es llamado belleza porque todos los seres, cada uno a su manera, adoptan de l su belleza; porque cre en ellos la armona de las proporciones y los encantos deslumbradores, vertindoles, como un raudal de luz, las radiantes emanaciones de su belleza original y fecunda; porque llama todo hacia l (lo que los griegos sealan bien derivando kalos, bello, de kaleo, llamada), y que en su seno agrupa todo en todo. Y es a la vez llamado bello porque tiene una belleza absoluta, supereminente y radicalmente inmutable, que no puede empezar ni terminar, que no puede aumentar ni decrecer; una belleza donde ninguna fealdad se mezcla, ni ninguna alteracin le afecta, perfecta bajo todos los aspectos, para todos los pases, a los ojos de todos los hombres; porque de l mismo y en su esencia posee una belleza que no resulta de la diversidad; porque posee excelentemente y con anterioridad el fondo inextinguible de donde emana todo lo que es bello. Efectivamente, la belleza y las cosas bellas preexisten, como dentro de su causa, en la simplicidad y en la unidad de esta naturaleza, tan eminentemente rica. Es de ella que todos los seres han recibido la belleza de la cual son susceptibles; es por ella que todos se coordinan, simpatizan y se alan; es en ella que todos no forman ms que uno. Ella es su principio, pues los produce, los impulsa y los conserva por amor por su belleza relativa. Ella es su fin y la persiguen como su condicin ulterior; pues es por ella que todo ha sido hecho. Ella es su modelo, y han sido concebidos sobre este modelo sublime. Asimismo lo bueno y lo bello son idnticos, todas las cosas aspirando con igual fuerza hacia el uno y el otro, y no habiendo nada en realidad que no participe de lo uno y de lo otro. An me atrevera a decir que se encuentra algo de lo bello y de lo bueno hasta en lo no-existente; as, cuando la teologa seala excelentemente a Dios por una negacin sublime y universal, esta negacin es cosa buena y bella. Lo bueno y lo bello, unidad esencial, es pues la causa general de todas las cosas bellas y buenas. De all viene la naturaleza y la subsistencia de los seres; de all su unidad y distincin, su identidad y diversidad, su similitud y su desemejanza; de all los contrarios se alan, los elementos se mezclan sin confundirse; de all las cosas ms elevadas protegen a aquellas que lo son menos, las iguales se armonizan, las inferiores se subordinan a las superiores, y as todas se mantienen por una inmutable persistencia en su condicin original. De all an todos los seres, en razn de su afinidad recproca, se influyen, se adaptan el uno al otro, y entran en perfecto acuerdo; de all la armona del conjunto, y la combinacin de las partes en el todo, y el inviolable mantenimiento del orden y la perpetua sucesin de las cosas que nacen y perecen, de all en fin el reposo y el movimiento de los espritus puros, de las almas y de los cuerpos: pues aquel es reposo y movimiento para todos, que, por encima del reposo y del movimiento, da a cada cosa su inmutable razn de ser, y le imprime el camino conveniente.

Nombres Divinos VI

I. Ahora hemos de alabar la vida, esta vida eterna de donde procede la participacin de la vida y toda vida particular, y de donde la fuerza vital se difunde, de la manera que les conviene, sobre todos los seres que la poseen. Es de ella que viene, es por ella que subsiste la vida, y la inmortalidad de los santos ngeles y esta actividad inamisible que los distingue: he aqu por qu se les llama perdurables e inmortales; as como tambin los llamamos mortales porque no es de ellos mismos que sacan la incorruptibilidad y la permanencia, sino de la causa fecunda que da y conserva toda vida. Y como, al hablar del Ser por excelencia, hemos dicho que es el eterno fundamento de donde emana la participacin del ser, igualmente afirmamos aqu que la vida divina produce y vivifica la participacin de la vida, y que toda vida y todo movimiento vital proceden de ese hogar situado ms all de toda vida y todo principio de vida. Aqu es an donde nuestras almas reciben la incorruptibilidad, es por aqu que, en los animales y las plantas, brilla un ltimo y lejano reflejo de la vida. Cuando desaparece este principio, toda vida se apaga, segn las Escrituras; pero cuando las cosas que, por debilidad, haban dejado de participar, se vuelven hacia l, en el acto reviven.

II. Dios produce, pues, primero el principio esencial de toda vida creada, luego todas las cosas vivas, comunicndose de una manera anloga a cada naturaleza. Da a los habitantes de los cielos una vida conforme a la suya, inmaterial, inaccesible al cambio y a la muerte, y una actividad que no sabra agotarse, extraviarse, ni acabar. Y deja desbordar su inmensa bondad hasta sobre los demonios mismos; pues es a l, y a ninguna otra causa, que deben su origen y la conservacin de su vida. Los hombres de naturaleza compleja reciben una vida que se acerca a la de los ngeles, y cuando huimos de l, Dios, en el exceso de su amor, nos llama y nos convierte a l, y lo que hay de ms maravilloso, ha prometido entregarnos enteros, nuestras almas y nuestros cuerpos, a una vida perfecta y eterna, a la renovacin que la antigedad juzgaba contraria a la naturaleza, y que vosotros y yo y los amigos de la verdad llamamos divino y superior a la naturaleza; me refiero a esta naturaleza que vemos y no a la naturaleza toda poderosa de Dios vivo, que, encerrando toda vida terrestre y celeste, no sabra encontrar ninguna vida opuesta o superior a ella. Por esta razn, estn lejos de la Iglesia de Dios, lejos de toda alma piadosa, los discursos insensatos de Simn que nos contradice en este punto. Veo que, a pesar de la buena opinin que tiene de su saber, no comprende que con un juicio recto no se evocarn jams argumentos fundados en la experiencia sensible, para atacar la causa universal que no cae bajo la aprehensin de los sentidos. Y hay que decir a este hombre que l mismo se encuentra fuera de la naturaleza; pues, para el soberano autor de todo, nada le puede ser contrario.

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