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Publicado en Revista de Arqueología del Siglo XXI, nº 361 1 ¿Qué le sucedió a Caral? La ciudad de Caral y sus vecinas en el valle del río Supe, datadas en el tercer milenio antes de Cristo, se deshabitaron en torno al siglo XVIII a.C. De pronto desaparecen los registros arqueológicos de fechas más tempranas y no se encuentra huella aparente de catástrofe o invasión en ninguno de los yacimientos. Áspero, en la costa, parece haber seguido habitada algún tiempo más, pero breve y en áreas muy reducidas. Caral, Chupacigarro, Lurihuasi, Era de Pando o Pueblo Nuevo, los núcleos habitados más grandes de la civilización Caral (ver Revista de Arqueología nº 359) simplemente fueron abandonados. ¿Qué sucedió en el valle del Supe hacia el 1800 a.C.? ¿por qué unas gentes que habían logrado una arquitectura compleja y una economía pujante, dominando los valles próximos, deshabitaron sus ciudades y campos? Podría decirse que tras aproximadamente 1.200 años de desarrollo la civilización caralina colapsó por alguna razón. Conocerla no es fácil, máxime porque no tiene por qué obedecer a un único factor, y además los posibles factores pueden ser naturales o humanos, o una mezcla de ambos, lo que complica la cuestión. Todo apunta a que una serie de fenómenos naturales adversos y una importante crisis de producción de alimentos contribuyeron al ocaso de esta civilización. Pero antes de intentar tener una fotografía que nos permita comprender qué fenómenos naturales, con qué intensidad y con cuál secuencia pudieron influir en la desaparición de Caral, es conveniente conocer algunas particularidades de las amenazas naturales y del medio físico del Perú. Medio físico-natural de la costa del océano Pacífico peruano Hasta la fecha no se han realizado estudios paleoclimáticos y paleoambientales que puedan explicar la incidencia del clima y los desastres naturales en Caral, estudios que nos permitirían conocer con algo de exactitud unos factores que pudieron influir en el declive de esta civilización, por lo que vamos a analizar las condiciones del medio físico (clima, sismicidad, corrientes marinas,…) existentes hoy día en ese área de Perú como punto de partida. En primer lugar la tectónica de placas en el Perú. El conjunto del país se localiza sobre la placa tectónica de América del Sur. Esta placa se encuentra frente a otra de carácter oceánico, la de Nazca, ubicada en el océano Pacífico. Esta segunda, al tener mayor peso específico penetra por debajo, subduce bajo la placa litosférica continental de América del Sur, que es menos densa. Las fricciones que se producen en la zona de subducción son las causantes de los numerosos seísmos que sufre el país, con especial mención al espacio marino-costero, y de la activación de los volcanes de la cordillera Andina. En segundo lugar hay que recordar que la existencia de la alta cordillera de los Andes, tanto en Perú como en Chile, provoca que no lleguen lluvias desde el este. Las nubes al atravesar los Andes sufren un efecto de desecamiento (Foëhn), que junto con la presencia de la corriente de aguas frías de Humboldt forma los desiertos costeros de ambos países. En tercer lugar hemos de saber cómo funciona el clima en el espacio marino-costero peruano, el cual se ve afectado por los vientos alisios del Pacífico Sur. Estos, provenientes de Chile, discurren paralelos a la costa peruana hasta las playas de Piura (extremo norte de Perú), donde giran en dirección oeste al encontrarse con la corriente cálida ecuatorial. Los

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¿Qué le sucedió a Caral? La ciudad de Caral y sus vecinas en el valle del río Supe, datadas en el tercer milenio antes de Cristo, se deshabitaron en torno al siglo XVIII a.C. De pronto desaparecen los registros arqueológicos de fechas más tempranas y no se encuentra huella aparente de catástrofe o invasión en ninguno de los yacimientos. Áspero, en la costa, parece haber seguido habitada algún tiempo más, pero breve y en áreas muy reducidas. Caral, Chupacigarro, Lurihuasi, Era de Pando o Pueblo Nuevo, los núcleos habitados más grandes de la civilización Caral (ver Revista de Arqueología nº 359) simplemente fueron abandonados. ¿Qué sucedió en el valle del Supe hacia el 1800 a.C.? ¿por qué unas gentes que habían logrado una arquitectura compleja y una economía pujante, dominando los valles próximos, deshabitaron sus ciudades y campos? Podría decirse que tras aproximadamente 1.200 años de desarrollo la civilización caralina colapsó por alguna razón. Conocerla no es fácil, máxime porque no tiene por qué obedecer a un único factor, y además los posibles factores pueden ser naturales o humanos, o una mezcla de ambos, lo que complica la cuestión. Todo apunta a que una serie de fenómenos naturales adversos y una importante crisis de producción de alimentos contribuyeron al ocaso de esta civilización. Pero antes de intentar tener una fotografía que nos permita comprender qué fenómenos naturales, con qué intensidad y con cuál secuencia pudieron influir en la desaparición de Caral, es conveniente conocer algunas particularidades de las amenazas naturales y del medio físico del Perú. Medio físico-natural de la costa del océano Pacífico peruano Hasta la fecha no se han realizado estudios paleoclimáticos y paleoambientales que puedan explicar la incidencia del clima y los desastres naturales en Caral, estudios que nos permitirían conocer con algo de exactitud unos factores que pudieron influir en el declive de esta civilización, por lo que vamos a analizar las condiciones del medio físico (clima, sismicidad, corrientes marinas,…) existentes hoy día en ese área de Perú como punto de partida. En primer lugar la tectónica de placas en el Perú. El conjunto del país se localiza sobre la placa tectónica de América del Sur. Esta placa se encuentra frente a otra de carácter oceánico, la de Nazca, ubicada en el océano Pacífico. Esta segunda, al tener mayor peso específico penetra por debajo, subduce bajo la placa litosférica continental de América del Sur, que es menos densa. Las fricciones que se producen en la zona de subducción son las causantes de los numerosos seísmos que sufre el país, con especial mención al espacio marino-costero, y de la activación de los volcanes de la cordillera Andina. En segundo lugar hay que recordar que la existencia de la alta cordillera de los Andes, tanto en Perú como en Chile, provoca que no lleguen lluvias desde el este. Las nubes al atravesar los Andes sufren un efecto de desecamiento (Foëhn), que junto con la presencia de la corriente de aguas frías de Humboldt forma los desiertos costeros de ambos países. En tercer lugar hemos de saber cómo funciona el clima en el espacio marino-costero peruano, el cual se ve afectado por los vientos alisios del Pacífico Sur. Estos, provenientes de Chile, discurren paralelos a la costa peruana hasta las playas de Piura (extremo norte de Perú), donde giran en dirección oeste al encontrarse con la corriente cálida ecuatorial. Los

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vientos alisios del sur son capaces de impulsar las masas de agua que discurren paralelas a la costa peruana y desarrollar la corriente peruana o de Humboldt que tiene dos ramales: la costera, y la oceánica, que fluye más hacia al interior del océano. Esta corriente está formada por aguas profundas muy frías que afloran a lo largo de la costa, y crea buenas condiciones para que se de una alta productividad en la zona marina de su influencia (por su alta salinidad y alto contenido en oxígeno y CO2), lo que hace que sean muy ricas en especies piscícolas que han sido explotadas por el ser humano desde los albores de la humanidad hasta el día de hoy. El afloramiento de las aguas profundas y frías de la corriente de Humboldt hace que las temperaturas superficiales del océano Pacífico en Perú oscilen entre los 13-14º C del invierno (mayo-octubre) y los 15-17º C del verano (noviembre-abril), siendo entre 5 y 10 º C más frías de lo que les correspondería al situarse latitudinalmente Perú en las cercanías del ecuador, próximo a la Zona de Convergencia Intertropical. Esta zona oscila de norte a sur del continente americano generando las épocas lluviosas (cuando se acerca a Perú) y las secas (cuando se aleja de Perú).

Sistema de corrientes en la costa peruana, con la variación que se produce al inicio del ENOS

A lo anterior se une otro fenómeno que hay conocer. En las zonas bajas de la costa peruana el contacto con las frías aguas superficiales enfría la capa inferior de la estratosfera, lo que provoca temperaturas menores a las de las capas inmediatamente superiores. Esto impide la formación de potentes nubes que descarguen importantes cantidades de lluvias, de ahí que las precipitaciones sean escasas y propias de las zonas desérticas. Así, durante la mayor parte del año las lluvias son cortas y esporádicas, aunque se produce el fenómeno de las nieblas que generan las garúas o lloviznas, precipitaciones cortas en el tiempo y escasas en

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cuanto a cantidad. Por el contrario en la estación lluviosa (de octubre a marzo) las precipitaciones son más prolongadas en el tiempo y algo más abundantes. Las nieblas cubren el espacio comprendido entre la costa y una altitud aproximada de 1.000 m. Las lomas que separan el océano pacífico del valle del río Supe, en donde se sitúa Caral, adquieren importancia por que son capaces de captar las criptoprecipitaciones de dichas nieblas, constituyendo una forma de aportación de agua al suelo, vegetación y cultivos. Por último, hay que hacer mención a un fenómeno complejo de tipo oceánico-atmosférico que termina de ayudarnos a comprender las condiciones climáticas no sólo de la costa peruana, sino del conjunto del Perú: El Niño / Oscilación Sur (ENOS) y La Niña. El primero implica el calentamiento de las aguas del océano Pacífico a lo largo de la costa occidental de Ecuador y Perú. Una corriente cálida a la altura del golfo de Guayaquil (Ecuador) se dirige al sur, hacia las costas peruanas, por donde discurre la corriente fría de Humboldt. Se trata de un fenómeno de irregular recurrencia en el tiempo, de irregular intensidad y área de impacto y de muy distinta duración, de tal forma que puede producirse en dos años consecutivos, tras varios años de ausencia, o en periodos de 7-14 años (periodo de recurrencia más habitual). La intensidad del ENOS puede ser baja, mediana, alta o muy severa. El inicio puede darse en los meses de febrero, mayo o septiembre y la duración puede ser de meses y hasta varios semestres consecutivos.

Anomalía térmica en el Pacífico en septiembre de 1997

Como puede observarse en la imagen de satélite de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de los Estados Unidos de Norteamérica, a veces se produce un ENOS especialmente fuerte. Este caso es de septiembre de 1997. El sector más oscuro y el color rojo indican el área donde la temperatura del agua ha subido más, para disminuir hacia la periferia (área de color amarillo). En la imagen la masa de agua cálida del ENOS baña las costas de Centroamérica, Colombia, Ecuador y Perú, extendiéndose los efectos hasta Chile. El ENOS genera tal cantidad de lluvias y tan intensas, que provoca el empapamiento del suelo, favoreciendo los deslaves, el movimiento de materiales e importantes inundaciones en

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los entornos de los ríos. Sin embargo, durante el desarrollo del episodio La Niña (que forma parte del ENOS) se dan las condiciones de precipitación contrarias, no llueve, o muy poco, por lo que el clima es seco con tendencia a generar importantes periodos de sequía en el continente americano. Los habitantes del valle del Supe en el tercer milenio a.C. conocían algunos de éstos fenómenos, sobre todo la amenaza de los movimientos sísmicos, y buena prueba de ello son las técnicas constructivas usadas para paliar sus efectos en la medida de lo posible. Los arqueólogos han documentado varias de ellas: La más frecuente es el uso de unas cestas de fibra vegetal como contenedores de grandes masas de piedra suelta en el relleno de los muros; son las llamadas “shicras”, un tipo de gavión arcaico que, una vez relleno y situado en el interior de las paredes, dota de una cierta flexibilidad a los edificios. Se han hallado “shicras” en todos los edificios monumentales de las ciudades de la civilización Caral, de tamaños que varían entre los 7 y los 600 kilos y puede afirmarse que eran una de las principales tecnologías para dar consistencia a los edificios piramidales. Las cestas, salvo las de gran tamaño, se usaban para transportar las piedras que formaban el relleno hasta los muros, pero no se vaciaban, se colocaban en el interior del muro sujetando las piedras. En el caso de un movimiento sísmico los muros construidos así tendrían un margen de oscilación antes de quebrarse. Una solución que palía, en cierta medida, la pobreza de los materiales constructivos, piedra suelta y tierra sin un aglomerante. La otra técnica antisísmica se conoce como “quincha” y consiste en la colocación de unos postes de madera de huarango (un árbol de gran dureza, similar al algarrobo) a modo de columnas que sujetan un entramado de cañas y carrizo horizontal. Todo ello se recubría con un mortero de arcilla sobre el que se colocaban capas de enlucido a veces decoradas con pinturas. Las paredes resultantes pueden cimbrear sin partirse hasta un cierto límite. Los muros de “quincha” se emplearon sobre todo para los recintos que coronaban los edificios piramidales, sirviendo a un tiempo para aligerar el peso de las paredes, lo que permitía construir habitaciones mayores, y para hacerlas más resistentes a los movimientos telúricos gracias a su elasticidad. Uno de los ejemplos más llamativos es el de la cima del edificio La Galería. Allí los muros de “quincha” se han combado por efecto de un seísmo pero no han llegado a derrumbarse. Los postes de huarango han proporcionado la solidez y la flexibilidad necesarias. Este tipo de muros fue muy común entre los pueblos precolombinos y muy utilizado después durante la colonia, pero los de Caral parecen ser los más antiguos conocidos, con la originalidad de utilizar postes de madera de huarango.

En la izq. de la imagen se aprecian varias “shicras” apelmazadas entre los materiales de

relleno. Foto cortesía del PEACS

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Muros de quincha en la cima de la pirámide La Galería. Los postes de huarango destacan por su color oscuro entre el enlucido

de las paredes. Foto cortesía del PEACS Caral en la ecorregión del valle del río Supe La civilización Caral se asentaba en una de las ecorregiones del oeste de Perú, la región de los valles, en este caso el del río Supe. Valles que se encuentran conectados hacia el este por la ecorregión Andina (la sierra) y al oeste con la costa del océano Pacífico. El valle del río Supe se localiza en el sector norcentral de Perú conectado con otros ocho valles: Santa, Casma, Huarmey, Fortaleza, Pativilca, Huaura, Chancay y Chillón, a través de la meseta altoandina, área en donde nacen los ríos que drenan dichos valles. Esta meseta posibilitaba, y posibilita hoy día, las comunicaciones con el sector amazónico peruano a través de las cuencas de los ríos Marañón y Huallaga. El valle del río Supe tiene 92 km de longitud y en algo más de la mitad de ellos se han identificado los 20 asentamientos humanos atribuidos a la civilización Caral. Como hemos podido ver al hablar de los fenómenos climáticos, el marco geográfico del valle presentaba elementos adversos y elementos positivos. Entre los primeros están las exiguas dimensiones del valle y el ambiente árido que rodeaba al mismo (zona de lomas y conexión altoandina). Mientras que entre los elementos positivos nos encontramos con una costa muy productiva en pesca y las fértiles tierras de regadío del valle del Supe. No obstante lo anterior, el riego, sometido a incertidumbre por el régimen irregular de precipitaciones habitual en esta región, debió requerir el uso del acuífero subterráneo del Supe para paliar la escasez en épocas secas. En resumen, las culturas asentadas en el valle del río Supe en el período Arcaico Tardío fueron capaces de adaptarse a unas singulares y duras condiciones ambientales y del

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territorio, en el que no abundaban las tierras fértiles, por lo que los asentamientos humanos hubieron de ubicarse en los sectores de menor valor agrológico, reservando el estrecho valle para las actividades productivas. La ciudad de Caral, por ejemplo, se localizaba sobre una de las terrazas aluviales abandonada por el río, en su margen izquierda, a unos 350 m de altitud. Medio ambiente y recursos naturales En época de lluvias el Supe llevaba abundantes aguas procedentes de la zona montañosa, lo que permitía la presencia de numerosa fauna ictiológica y astacícola, destacando sus camarones, un importante recurso alimenticio para la población. Además, el río Supe tenía un bosque ribereño denso, bien estructurado (estrato herbáceo, arbustivo, arborescente y arbóreo) y con una cierta biodiversidad. La potente densidad vegetal permitía la existencia de un corredor biológico entre la sierra y el mar que facilitaba el movimiento de la fauna y la dispersión de flora entre distintos ambientes naturales (sierra, valle, costa), evitando la barrera antrópica que implicaban los campos de cultivo y los sistemas de regadío. Entre las especies vegetales que todavía forman el bosque ribereño están el sauce o huayaco (Salix humboldtiana), caña brava (Gynerium sagittatum), carrizo o caña hueca (Phragmites communis) y la cola de caballo (Equisetum gigantum y Equisetum arvense). Especies arbóreas comestibles como el huarango (Prosopis juliflora), guayabo (Psidium guajava), achiote (Bixa orellana), pacay o guaba (Inga feuilleei). Y la fauna se componía de abundantes aves, roedores (caso de las vizcachas - Lagidium viscacia-, especie emparentada con las chinchillas) y venados (Mazama americana). En el ambiente de montaña, en donde la vegetación era abundante, los habitantes del valle se surtían de carne cazando vizcachas, venados y otras especies animales. Mientras, el ambiente de la costa proveía, igual que hoy, de diversidad de especies de peces (sardina, anchoveta, pejerrey, lorna, jurel, bagre, corvina, tollo, róbalo y bonito) algas, moluscos (chanque o pata de burro, almeja, choro común, lapa, chorito) y crustáceos, que no sólo se han utilizado a lo largo de la historia para la alimentación humana, sino también para el intercambio con otras poblaciones. Hoy en día las ruinas de Caral se encuentran en un ambiente en el que las condiciones desérticas se han acentuado, y del antaño gran bosque de ribera del río Supe tan sólo quedan pequeños parches aislados, fruto del intenso uso humano que se ha hecho de él a lo largo del tiempo, por lo que pocos son los recursos naturales que pueden obtenerse, salvo los pesqueros en la zona de costa, que siguen siendo abundantes, constituyendo el sector pesquero uno de los rubros económicos más importantes del país. La agricultura, en cambio, es muy reducida. ¿Qué pasó a principios del segundo milenio a. C.? Como se ha referido con anterioridad, los asentamientos del Precerámico o Arcaico Tardío del valle del río Supe se abandonaron progresivamente en una fecha indeterminada en torno al 1800 a.C. Las causas exactas no se conocen, pero es muy probable que una serie de fenómenos naturales combinados provocasen la ruina, económica y material, de los formidables centros urbanos que durante más de mil años dominaron el área central de Perú.

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Sabemos algo seguro: hacia el 1820 a.C. hubo un gran terremoto en la costa norcentral que causó grandes daños en Caral y en Áspero. Los movimientos debían ser algo común, pero en aquella ocasión la cosa fue diferente. La magnitud del seísmo ha sido calculada en 7’2 (escala de Richter) por un equipo de antropólogos, geólogos y arqueólogos de los EEUU de Norteamérica y de Perú (Sandweiss, D. et alii, 2009). Los habitantes de estas ciudades se repusieron y repararon la mayoría de lo dañado, pero en unos cuantos años tuvieron que hacer frente, además, a arrastres de tierras, lluvias torrenciales y al avance del desierto.

El temblor inicial, pudo haber más de uno, adquirió tal dimensión que provocó derrumbes en sectores de los edificios Piramidal Mayor y de la Galería de Caral, así como importantes daños a estructuras de otros asentamientos del valle del Supe (Lurihuasi) y la desestabilización de los materiales de los cerros cercanos a Caral que hicieron que las rocas y tierra quedaran en situación inestable, de tal forma que podían ser movilizados fácilmente por los agentes erosivos.

Según la idea más difundida, al daño provocado por el seísmo se unieron las inundaciones que afectaron a la zona como consecuencia del fenómeno ENOS, que acaeció con posterioridad al movimiento telúrico, sin que se sepa con exactitud la fecha. Un ENOS muy acentuado provocaría lluvias torrenciales y continuadas, las cuales arrastrarían en masa las rocas y tierra movilizadas por el terremoto hacia las zonas habitadas del valle aportando ingentes cantidades de lodo y piedra (huaicos). El efecto de las inundaciones se agudizó en la ciudad de Caral a causa de una quebrada que nace en los relieves que cierran por el sur el valle. El calentamiento de las aguas del océano Pacífico provocado por efecto del ENOS provocaría, en los mismos años, una pérdida importante de su riqueza pesquera por migración en latitud y en profundidad de las especies marinas. Otros tres factores acabaron por rematar el proceso: una importante bajada de las temperaturas en el continente que provocó una disminución de la producción agraria; la progresiva colmatación de la bahía donde desembocaba el Supe, que dificultó la actividad pesquera y marisquera; y la llegada de abundantes sedimentos, arrastrados por las quebradas que drenan las colinas que separan el valle del Supe del Pacífico, hasta el océano en los periodos lluviosos intensos. Estos sedimentos fueron acumulándose a lo largo de la costa gracias a la potente corriente oceánica y a las olas, lo cual provocó la aparición de un cordón arenoso denominado “Medio Mundo”, que separó la línea de costa de las zonas llanas costeras, formando terrenos encharcadizos en dichas llanuras.

Paredes tumbadas por un terremoto. Pirámide Mayor de Caral. Foto cortesía del PEACS

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Por último, los fuertes vientos procedentes de la costa transportaron las arenas acumuladas en el aludido cordón hacia las zonas agrícolas del valle del Supe, provocando la destrucción de los cultivos y de los sistemas de riego.

PROCESOS DE EROSIÓN Y SEDIMENTACION EN EL VALLE DEL SUPE EN EL SEGUNDO MILENIO a.C.

A.- Las fuertes lluvias de episodios de El Niño arrastran abundantes materiales movilizados por un seísmo. Los materiales llegan al cauce del Supe y a la costa. B.- Los sedimentos, una vez en el mar, son empujados por la corriente y las olas a lo largo de la costa, formando el cordón arenoso de “Medio Mundo”. C.- Estos sedimentos crean bancos de arena y dunas que el viento desplaza hacia el interior. El efecto llegaría también a las tierras de cultivo. D.- La bahía de Áspero y la desembocadura del Supe se colmatan.

Todos estos procesos han sido documentados en diferentes sitios del valle, pero su interrelación no es admitida por todos los científicos. Algunos centran la hipótesis del abandono de Caral en un único factor ambiental: un simple proceso de fuerte sequía muy prolongada, que destruyó los cultivos existentes e impidió utilizar el sistema de regadío creado para desarrollar nuevas plantaciones. Esta situación habría provocado la emigración de los habitantes de Caral a otros lugares. Se descartaría un fenómeno El Niño muy intenso y se piensa en el caso contrario.

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Conclusión En definitiva, los estudios realizados hasta la fecha no dejan claro si la desaparición de Caral fue el resultado de la acumulación, en un espacio muy corto de tiempo de todos los fenómenos naturales expuestos anteriormente, lo que debió implicar una sucesión de catástrofes naturales que afectaron y socavaron intensamente las bases económicas y productivas de esta civilización; o bien dichos fenómenos naturales fueron apareciendo sucesivamente, en cascada, no dando tiempo a los pobladores de Caral a superar una catástrofe, cuando ya estaba en marcha otra u otras, lo que debió provocar el paulatino abandono de los asentamientos. Pese a las dificultades que entraña lanzar una hipótesis de cómo se sucedieron los hechos, el análisis minucioso de los escasos estudios realizados hasta la fecha nos hace descartar la hipótesis de la sequía, sobre todo por las numerosas huellas de inundaciones, y pensar que

la tesis más cercana a la realidad del fin de Caral comienza con el fuerte seísmo documentado. El terremoto fue capaz de afectar intensamente a todas las edificaciones, incluidas las estructuras principales, que posteriormente fueron reconstruidas, lo cual requirió una fuerte inversión en tiempo, personal y dinero, que debilitó la sociedad y la economía de Caral. El seísmo no sólo se centró en el valle del río Supe, sino en el vasto territorio que la civilización Caral controlaba

(valles al norte del Supe, etc.), y del cual obtenía recursos naturales. Con posterioridad al seísmo, y estimamos que en un breve plazo de tiempo, hizo su aparición el fenómeno ENOS provocando intensas precipitaciones que arrastraron en masa las rocas y tierras que el seísmo había movilizado. Las aguas que discurrieron en tromba por las vertientes de los cerros que rodean a Caral formaron extensas masas lodosas con un alto poder destructivo y de cubrimiento de todo lo que encontraban a su paso, afectando nuevamente a las estructuras que habían sido reparadas tras el seísmo, pero que ésta vez, al no poder ser arregladas, quizás por falta de mano de obra, recursos económicos, o ambos factores a la vez, fueron perdiendo la funcionalidad para la que habían sido creadas, y eso motivó su progresivo abandono. Un

Huellas de un terremoto en la Pirámide de los Sacrificios de Áspero. Foto

cortesía del PEACS

Huellas de aluvión en el templo del Anfiteatro. Las líneas verdes indican la dirección de

una o varias riadas de lodo que cortaron la plataforma del Anfiteatro.

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caso significativo es lo ocurrido en el Templo del Anfiteatro. En su plataforma norte, que servía de antesala a la plaza circular, una riada bajó por la quebrada que cruza desde el sureste y se llevó por delante una buena parte de la estructura. La quebrada aportó importante cantidad de aluviones que fueron sepultando parte de la ciudad, proceso que ha continuado en el tiempo, hasta que comenzaron los trabajos de recuperación del Sitio Arqueológico. En este proceso también debió quedar muy dañado el sistema de regadío del valle, afectando al cultivo de algodón. Además, el ENOS no se desarrolló en un único episodio, sino que pudo repetirse en periodos de recurrencia cortos (¿de 7 en 7, de 14 en 14 años?). Los efectos devastadores de las lluvias seguirían golpeando en sucesivas oleadas e intensamente a los asentamientos y al sistema productivo. Esas masas de agua lodosas también bajaron hacia el Pacífico a través de las quebradas existentes en los cerros que separan el valle del río Supe del océano, encargándose la corriente marina de Humboldt de distribuirlas por la costa. Esta distribución de materiales implicó la formación de cordones o mangas arenosas que dejaron entre la costa y el continente zonas húmedas, excepto en la bahía del Supe que fue colmatada completamente por los sedimentos arrastrados por el río, impidiendo la actividad marisquera y pesquera de los pobladores del valle, que no poseían embarcaciones para desarrollar pesca de altura, lo que provocó una disminución en la obtención de recursos. Las arenas del cordón del Medio Mundo y de las colinas formaron campos dunares móviles que avanzaron, como hemos visto, hacia el valle medio del río Supe cubriendo campos de cultivo y edificios y colmatando los canales de riego. Se han encontrado numerosas huellas de depósitos eólicos en varios lugares de habitación de Caral y de Áspero. La población, bastante afectada por las otras catástrofes naturales y con pocos recursos técnicos, humanos y económicos para detener el avance de las dunas, vio como la producción agrícola se reducía de forma drástica. La inseguridad alimentaria se incrementó de forma notable y los daños al cultivo del algodón destruyeron las bases de la economía agroexportadora de Caral, pues ese era el principal producto de intercambio comercial.

Depósitos pluvio-eólicos en una zona de viviendas de Caral. Foto cortesía del PEACS.

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En el marco de este proceso de sucesivas catástrofes se sabe que se produjo un enfriamiento inusual e impredecible del clima en la costa peruana que disminuyo aún más la productividad y el rendimiento de los campos de cultivo. La crisis de producción que ya padecía Caral se agudizó. Del análisis efectuado, que no deja de ser una mera hipótesis, concluimos que no sólo se fueron produciendo una serie de catástrofes naturales que afectaron a las comunicaciones, estructuras de Caral y sistema productivo, sino que la seguridad alimentaria de la población se vio seriamente comprometida, ya que Caral y los otros asentamientos no dependían sólo de la producción agraria y ganadera del Supe, sino de otros valles localizados más al norte, que sufrieron también, tal vez antes que Caral y con mayor rigor si cabe, todos estos efectos. El valle del río Supe no tenía la extensión suficiente como para surtir de alimentos a toda la población que allí vivía, por eso Caral importaba de los valles del norte producción alimentaria suplementaria. Lo que hoy denominaríamos la “huella ecológica” de Caral sobrepasaba el ámbito del río Supe, para penetrar en los valles vecinos, así como en las sierras y la amazonía. Cuando esa huella ecológica no pudo seguir manteniéndose debido a la sucesión de fenómenos naturales adversos que hemos tratado de describir con el mayor rigor posible, el proceso de abandono de los asentamientos del valle del Supe se incrementó hasta el total despoblamiento de los mismos. Las fuerzas de la naturaleza combinadas destruyeron el sistema de vida de la sociedad Caral. Las divinidades asociadas a la Tierra no fueron clementes con sus habitantes esta vez, pese a que los caralinos las invocasen con frecuencia a través de sus ídolos, templos y geoglifos.

Superposición de los geoglifos de Chupacigarro y Caral sobre el Templo del Anfiteatro.

Texto y gráficos Hilario Villavilla Asenjo Licenciado en Geografía

Jesús Sánchez Jaén Doctor en Historia Antigua

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BIBLIOGRAFÍA - Klauer, Alfonso, El Niño – La Niña: El fenómeno océano-atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia. Agosto 2000, Lima (Perú). - Shady Solís, Ruth, La civilización Caral: cambios ambientales en el contexto social. Conferencia, 23 de octubre de 2010. Proyecto Especial Arqueológico Caral Supe (PEACS) (www.scribd.com/).

- Sandweiss, D. H., Shady Solís, R.; Moseley, M.E., Keefer, D.K., y Ortloff, C.R., “Environmental change and economic development in coastal Peru between 5.800 and 3.600 years ago”. Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) 2009 106 (5) 1359-1363.