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SEÑOR JESÚS QUIÉN ERES TU? ( Relectura de los Evangelios) Antonio Gallo Armosino 2017

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SEÑOR JESÚS

QUIÉN ERES TU? ( Relectura de los Evangelios) Antonio Gallo Armosino 2017

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I N D I C E INTRODUCCIÓN PRIMERA PARTE: El Anuncio 1. La casa de mi Padre (Lc.2,48) 2. Toda justicia (Mt. 3,15) 3. Venid y lo veréis (Jn,1,37) 4. El espíritu del Señor está sobre mi(Lc.4,18) 5. Sí, lo quiero! (Mt.8,18) 6. Qué hay a mi y a Ti?(Jn.2,4) 7. Deslumbrante cielo (Jn.3,3) 8. Y los otros? (Lc.17,11) 9. Porqué los niños? (Lc.18,16) 10. A la diestra del Poder (Lc.3,21) SEGUNDA PARTE: El corazón de Dio 11. Entregado 12. Viñadores asesinos. 13. Somos Uno. 14. Oscuridad de Caifás 15. La Víctima 16. Vivo para siempre 17. En nombre de Jesús 18. Mi carne y mi sangre. 19. Junto a ti REFERENCIAS “””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””

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INTRODUCCIÓN Esta es mi pregunta. Muy personal. Porque delante de Tu Yo está también mi Yo. Ya existen muchas historias que narran la vida del Señor Jesús y están enfocadas a fundamentar la Fe en El, el Hijo de Dios, dirigidas a todos los creyentes, en diferentes tonos, y perspectivas: el Redentor, el Salvador del mundo, el Judío marginal, el Profeta de Nazaret, y muchas más. Mi pregunta es solamente mía. No quiero una historia más: solo una respuesta a mi afán, curiosidad e inseguridad. Quiero que Él me conteste. Quiero oírlo, como lo oía María, ese día, en la casa de Lázaro, con el riesgo de dejarlo sin almuerzo. Busco sus palabras. En los Evangelios hay numerosas respuestas, sobre todo cuando habla de sí mismo y se dirige a mi, o a quien esté en mi lugar. Todos los que meditan, observan los hechos y las palabras de El y de los personajes que lo acompañan; desde sus acciones y sentimientos, desde su Gracia en las almas y desde las repuestas de los corazones que lo reciben y lo aman. Pero quién es Jesús? A pesar de todas las descripciones, y reacciones, su persona permanece como apartada de los hechos: se retira a orar, habla en parábolas, multiplica los panes, camina sobre el agua, hace andar a paralíticos, da la vista a ciegos, expulsa demonios, resucita a muertos, y hasta perdona los pecados. Son hechos, deslumbrantes, y hasta increíbles, pero siempre hechos, que acontecen ante la mirada de muchos, como la aparición del sol, la caída de la lluvia, el vuelo de los pájaros, las olas del viento en los trigales, el cansancio de una jornada, el vaivén de la barca, el sobresalto de los discípulos, el apretazón de los oyentes. Hechos que conmueven, entusiasman, hacen gritar a los fanáticos, o dejan fríos a los escépticos, o escandalizan a los fariseos; hechos interpretables, discutibles, o admirables, registrados en las historias, cantados por los poetas; pero en fin solamente hechos, consignados a la imaginación, al dominio de la fantasía, al poder ordenador del intelecto. La persona de Jesús permanece como en sombra, detrás de los hechos. Él no es un hecho, su persona no se confunde con los acontecimientos; si queremos, los trasciende. Su persona no se configura con los hechos, no hay proporción, entre el milagro y sus manos, entre su compasión y su corazón, entre su palabra y su mente, entre su presencia y Él. La fuerza de su vida es escondida, se pierde en el misterio. Su figura es tan enorme e inabarcable si es vista solo desde la perspectiva humana; y de sus admiradores, o de la historia de la salvación, o desde la idea que tenemos de Dios y los dogmas en que se le encierra. Yo deseo un Jesús liberado de toda sobre estructura, uno que cuando habla, lo haga por mi, y me llegue a mi alma, y que su alma esté en sus palabras; oír de sus propios labios, lo que Jesús piensa de sí mismo. Quizás yo alcance entender algo de la esencia de su misión y de la intimidad de su persona y de mi intimidad con él. Para ello he seleccionado algunos de sus discursos, de sus respuestas o de sus impactantes afirmaciones, aquello en que directa o implícitamente expresa una opinión sobre sí. Cada episodio nos obliga a levantar la mirada directamente sobre él,

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e intenta descubrir una faceta de su personalidad. Un ojo penetrante va de lo superficial hasta el sentido oculto, en la medida en que la mente puede adentrarse, más que con el conocimiento intelectual, con la imaginación con el aprecio y el corazón. EL PUNTO CERO Ese nacer en Belén concentra la atención sobre su modo de ser: es único extraordinario. No fue un hecho desconocido, ni silencioso, en la mitad de la noche. Esta cueva en la colina de Belén está en la proximidad del campo de los pastores, donde se reunía la gran muchedumbre de ovejas, la más importante base económica de este pueblo, bien resguardadas en un redil, como defensa contra animales nocturnos y el frio intenso, de la noche. Cuando el resplandor de los ángeles llenó el valle, iluminó también la entrada de la cueva, y la melodía celestial celebró el nacimiento de su rey. Las palabras de gloria resonaban dentro de la cueva. David la había conocido. No lejos estaba el pozo de la familia, ahora lo aprovechaban María y José, ambos descendientes de la estirpe real. El anuncio decía – “Os ha nacido hoy en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor”- (Lc.2,11). Marcos aclara: ”es Jesús el Cristo, Hijo de Dios” ( Mc.1,1) Mateo añade –“Hijo de David, hijo de Abraham “ ( Mt 1,1). Jesucristo es el punto cero: el centro; a su alrededor gira la vida del cristiano, giran los acontecimientos que se irradian de aquella luz de Belén durante su vida en la tierra: su predicación, sus doce, el grupo de mujeres discípulas, el sufrimiento por la hostilidad de los sacerdotes y autoridades del templo, el amor de la Magdalena, de Marìa, Marta y Lázaro, la voluntad del Padre, y la entrega del Cordero, y la Fe de millones que comen su pan. Es el centro de la historia, y el centro de mis pensamientos, y deseos del espíritu: cuál es mi destino, el sentido de mi alma, del amor, de mi felicidad? Es el punto de referencia, en cada lucha de mi vida, cuando trabajo o estudio, juego o reposo, atiendo a la familia, o me arriesgo en el peligro. Cada día, cada hora, vivo mi experiencia en el mundo, gozo, suspiro, me amargo, me libero. Desde este mundo real camino hacia El, con esperanza, entusiasmo, o angustia, o duda, o desconfianza. Cualquier reflexión profunda sobre mi mismo arranca de esta experiencia de Él. Hay algún acto de mi vida en el que esté ausente, marginado, olvidado? Sin Él estoy vacío, sin rumbo. Él ha nacido. Recupera todos los eventos maravillosos que vivió María su madre: el día del Ángel, con el estremecimiento de su presencia en ella; la agonía de José ante el milagro increíble, y aceptado, solo por que ” lo engendrado en ella es del Espíritu Santo “(Mt 1.20). Recupera la exaltación de su mensajero el Precursor, a los pocos días del alumbramiento de Isabel su prima, cuya noticia le llegaría con el cántico de Zacarías –“ Y tu niño, Juan, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Mesías para preparar sus caminos”- ( Lc.1,76). Recupero el sentir de su pulsar, dentro de su vientre, día tras día. Hubo que releer las palabras de Isaías:” La virgen concebirá y dará a luz un hijo” (Is 7,14) para aceptar lo sublime. Toda la familia del linaje de David comprometida con el milagro, todos los descendientes del rey alborotados, en un éxtasis colectivo, como si este hubiera resurgido desde su tumba en Jerusalén. El que el rey poeta previó y anunció,

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ochocientos años a tras, ahora está entre nosotros. Y que Miquea confirmó:-“ Y tu Belén tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá, por que de ti saldrá un caudillo que regirá mi pueblo Israel .“(Mi 5,1-13). El punto cero es inagotable, sigue enviando sus mensajes de verdad y de amor: una verdad que solo reside en la intimidad de mi secreto; un amor que solo nace con su presencia, y da luz a mi vida espiritual y material al mismo tiempo. Es un proceso de doble corriente de inteligencia y de valor: es mi visión para encontrar las dimensiones de este secreto, que va hacia Él, y es la corriente de su poder hacia mi, que afecta mis decisiones y mi entrega. Para cada tiempo hay un reflejo de su poder en mis días: en la calle, en el campo, en la oración, en la cumbre del gozo, y en el mar de tristeza. Él es la brújula, el horizonte, toma mis decisiones, solventa mis dudas, da fuerza a mis intenciones, claridad a mis ideas. En general las explicaciones responden a unas preguntas. María pregunta al ángel; cómo será esto posible si no conozco varón? Los magos preguntan: donde está el rey de los Judíos que ha nacido?

María su madre pregunta: Hijo, por qué nos has hecho esto? Juan y Andrés preguntan, donde vives? San Juan Bautista le manda a preguntar: eres tu el que tenía que venir? Nicodemo pregunta, como puede uno nacer de nuevo? El demonio pregunta: qué tengo yo contigo, Jesús hijo del Altísimo? La gente pregunta, cómo vino usted aquí? El joven rico pregunta: cómo puedo entrar al reino de los cielos? La Samaritana pregunta, hay que adorar a Dios aquí o en Jerusalén? Un escriba preguntó: cual es el Primer Mandamiento de la ley? Marta pregunta: no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Los Fariseos cuestionan, como puede ese hombre perdonar los pecados? Pedro y Juan preguntan: donde quieres que preparemos la Pascua? El Sumo sacerdote pregunta: eres el Cristo, el hijo del Dios Altìsimo? Pilato pregunta, es Usted un rey? Los discípulos preguntan, ahora vas a restaurar el reino de Israel? Saulo, caído al suelo, pregunta, en la oscuridad: Señor quién eres?

A cada pregunta, una respuesta que surge del misterio, de la intimidad, del corazón. El señor de la verdad no puede mentir. A cada respuesta corresponde una dimensión de su conciencia, un relámpago del espíritu que habita en Él. Es como un rayo de sol que pinta una imagen. Imágenes tras imágenes, se compone el diorama de su mera esencia. Nada es estático, o muerto; es el devenir de su existencia, un camino que se eleva hacia el enigma de Dios, que da a un ser humano, como yo, la comprensión del infinito, en el cual Él es el centro. Un camino de aproximación, nunca logrado; qué bien lo expresa Zacarías:

“ Cuando nos visite, Jesùs, una luz de lo alto, “a fin de iluminar a los que habitan en las tinieblas y sombras de muerte,

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“y de guiar nuestros pasos por el camino de la paz.”- ( Lc. 1,78) A su vez la introduce San Juan: “La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, cuando viene a este mundo” - ( Jn, 1,9). Ya pasaron los días de andar por el desierto, buscando una ciudad donde habitar, seres humanos con quien conversar, sin encontrar caminos, ni una fuente de agua para nuestra sed. Él está entre nosotros , nos deja hacerle más preguntas ; sus respuestas se dan de alma a alma. El agua que nos da brota en nosotros, y fluye de los lados del templo hasta la vida eterna. Es real, es un anillo en la cadena de la historia sagrada. El ángel había dicho:” será grande, le llamarán Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre” (Lc. 1,32)- Está situado en la historia de Israel. A José el Ángel le recordará: “José hijo de David”. (Mt.1,20). También él entra en la historia por la familia. Ese hombre, el que permanece en la sombra, igualmente ocupa un lugar en la línea del poder de Dios. Él le pondrá el nombre “Yehoiuá”, en hebreo: Yeho , (Yahvé), y suá (salva).” Salvará a su pueblo de sus pecados”. (Mt.1,21). José, hasta ese momento solo era el novio de una muchacha de Séforis. Posiblemente trabajaría en la reconstrucción de esta ciudad, distante solo cinco kilómetros de Nazareth. Los romanos que la habían reconquistada y destruida, ahora se dedicaban a volverla edificar, como centro administrativo de toda Galilea. Ahí conocería a la joven María, hija de una familia sacerdotal, de su mismo linaje. A través del sentido tradicional de los judíos, conscientes de ser pueblo de Dios, Jesús, el punto cero de referencia, no es un nombre suspendido en un sueño, es el nuevo rey de Israel, que recupera, de David, la santidad, la inspiración poética, la protección incondicional del Padre Dios, revive su espiritualidad, y la autoridad para rescatar a su pueblo de la infidelidad, por el perdón de sus culpas. Es rey y pastor, guía y maestro, profeta y víctima, taumaturgo y hermano, al mismo tiempo. Su realidad queda establecida: cuerpo y sangre,” nacido de mujer” ( Pablo, ), adorado en la cuna, venerado como profeta, sitiado por las masas, mortal y triunfante de la muerte. El anuncio de la conciencia histórica de Israel, es dado por Zacarías, en su inspirado resumen: “ ha visitado y redimido a su pueblo, y nos ha suscitado una fuerza salvadora, en la casa de David su siervo.” David es el modelo ejemplar con el cual se reza en los salmos, a quien Dios aseguró su amor:-“ como había prometido desde antiguo, por boca de sus santos profetas,…recordando su santa alianza, y el juramento que hizo a Abraham nuestro Padre.” (Lc. 1,68). Por él se sitúa la Encarnación al centro de la historia sagrada, en la esperanza “de servirle sin temor, en santidad y justicia, en su presencia todos nuestros días.”(ibíd.) Con José, simple obrero, se acentúa la decadencia en la pobreza; pero en una familia de parientes ilustres que no olvidaba su origen. Surge de la noche este personaje misterioso que toma su lugar al lado de María, esperando el nacimiento de este niño, que se llamará: Dios salva!. En todos, es una explosión de júbilo: el àngel a Zacarías, “te llenará de inmenso gozo y alegría”; el ángel saluda María, “alégrate”; Isabel exclama,” saltó de gozo el niño en mi seno”; la Virgen a Isabel, “mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador; y todas las

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generaciones me llamarán bienaventurada”; el ángel a José, “no temas tomar con tigo a María tu mujer”; a los pastores, “os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo; los pastores se volvieron” alabando y glorificando a Dios”; los magos,” se llenaron de inmensa alegría”. Qué significa tal exaltación y optimismo? Una luz se ha prendido desde la eternidad donde habita Dios, y ha iluminado el pasmoso espectáculo de una humanidad condenada por sus pecados, y sometida al imperio del mal. Solo nos quedaba una verdad: la de sentirse culpables ante Dios. Es una visión, digna de la del profeta –Ezequiel.—“me colocó en medio de la vega que estaba llena de huesos. Entonces me dijo, profetiza sobre estos huesos: huesos secos escuchad la palabra de Yahvé. Hubo un temblor, y los huesos se juntaron, unos con otros. Me fijé y vi que se recubrían de nervios que la carne brotaba, y que la piel se extendía por encima. Pero no había espíritu en ellos. Entonces dirás: esto dice el Señor Yahvé: Ven espíritu de los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos, para que vivan. Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; entonces revivieron y se pusieron de pié: era un ejército enorme, inmenso”. ( Mi, 37, 1-10).No hay representación más parecida a la humanidad pecadora. La luz era la palabra con el poder de Dios. –“En el mundo estaba y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció” (Jn.1,10) El mundo estaba lleno de huesos de muertos. La palabra era Jesús el hijo de María- “ Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros.”(ibid,) Y esta luz llevaba un mensaje: -“La Palabra era la luz verdadera, y a todos los que la recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios” ( Jn, 1,9,) Los muertos eran la humanidad entera, y la Palabra era Cristo, Jesús, Dios que salva. El centro se ha extendido y cubre esta humanidad., ofrece la salvación a todo el que crea en la Palabra, la oiga, y diga con Isaías:”aquí estoy señor para hacer tu voluntad” ( Is. )

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Capítulo primero.

“LA CASA DE MI PADRE” (Lc 2,48)

Jesús solo tenía doce años. En la sociedad de Israel ya era un adulto. Por eso fue a Jerusalén a celebrar la Pascua. Para todo joven israelita era un motivo de orgullo, sentirse miembro del pueblo amado por Dios. Para Jesús fue diferente. Entrar en Jerusalén la ciudad elegida por Dios para habitar, entre todas las ciudades de la tierra; subir a la plataforma del templo y sentirse invadido por su presencia, fue un traspasar el umbral de lo humano y del tiempo, y entrar a la esfera del poder divino; al lugar señalado por el rey David, construido por Salomón, reconstruido por Esdras y Nehemías, y por último rehecho por Herodes el Grande, con el esplendor del estilo helenístico. Ahora caía en la cuenta de que su padre estaba vigilando a su pueblo. De allí podía observar el mundo: Dios y la indiferencia humana, la santidad del Padre y la materialidad de las ciudades, pueblos y reinos; las escrituras sagradas, y los profetas, el rito de los sacerdotes, y el gobierno. Tuvo la emoción de pasar por el patio de los paganos y entrar al recinto de los israelitas; contemplar de ahí la actividad de los sacerdotes asignados a alimentar la gran hoguera del sacrificio diario; ver elevarse el humo de las victimas y del incienso, y entrar en oración, en comunicación con el Padre. Acompañado, ya había revivido el rito de la presentación a Diós de los primogénitos y las palabras del viejo Simeón y de la profetisa Anna. Con la Virgen y San José aprendió todos los detalles de la conmemoración del Éxodo, desde la salida de Egipto a la caminata por el desierto y el cumplimiento de la promesa de la tierra; asistió a las ceremonias en el templo y en la intimidad de los hogares; asistió, con un estremecimiento, cuando degollaron el corderito que habían traído de su casa de Nazaret y vio brotar la sangre, y como se llenó el guacalito, hasta que el sacerdote lo elevó, hacia arriba, para arrojarlo en la gran caldera de bronce, que recogía la sangre de todas las víctimas; en la vigilia sagrada comió las hierbas amargas, el pan ázimo, y la carne asada. Cantó el himno de liberación, de Moisés. Todo terminaba siempre en el Templo, en la sensación de su presencia. Percibía, que el sentimiento de amor hacia el Padre crecía en su alma e invadía su pecho, su cabeza, y la totalidad de su ser, hasta transformarse en un solo destino: el Padre y yo; las víctimas, los novillos, los corderos y yo; los cantos, los salmos las danzas, las arpas y yo; sentía crecer dentro de sí la tarea de su misión: ser la voz del Padre. No había dicho el ángel a su madre: será Emmanuel, Dios con nosotros? En este lugar sagrado reina la presencia del Padre, por que Él ha escogido Jerusalén, como lugar preferido, por que la ha amado entre todas las ciudades de la tierra. De hecho allí convergían peregrinos desde las regiones más lejanas. Oyó hablar egipcio, por otro joven, y enseguida trabó amistad con él, recordando su estancia en la patria

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del Faraón, y aceptó su invitación a su tienda, conmemorando con esta familia la noche de las jambas de sus puertas manchadas de la sangre del cordero. Oyó hablar griego, con la lengua que había aprendido, trabajando en la reconstrucción de Séforis. Y cuantas lenguas desconocidas; lo transportaban a Atenas, a Roma, a Hispania, a las Galias, a Siria, a la tierra de los temidos Partos, desde los cuatro puntos cardenales el mundo hacía cabo al Templo, a ese encuentro con el Padre. Todo el mundo gravitaba alrededor de este centro. Pero los hombres andaban dispersos, cada pueblo con sus dioses, su ignorancia y sus pecados, sus crueldades y violencias. No era Él, el Señor de todos? El Creador de todos los humanos? A qué servían las victimas que se inmolaban cada día en su santuario, si los hombres seguían en su oscuridad? Hasta donde llegaba el poder de la sangre de sus víctimas? De repente recordó el sacri8ficio de Isaac, allí mismo en el monte de Dios, el Oreb. Vio el muchacho ofrecido por Abraham, por pura fidelidad al Padre, al punto de ser la víctima. La mano del ángel que detuvo el cuchillo del sacrificio. Entonces la misericordia de Dios se convirtió en promesa. La víctima no fue sacrificada, y la humanidad siguió con sus crímenes. Ninguna victima de corderos, o bueyes, podía lavar la mancha de una traición que hería la gloria del Padre, desde antiguo. Jesús se sintió íntimamente involucrado, el Padre quería una victima de verdad, no solo un símbolo. Y pensó, yo soy de verdad, yo soy su amor, daré hasta mi última gota: desde mi vida, mi pensamiento, mi palabra. Recordó las jambas de las casas, en Egipto, manchadas por la sangre del cordero pascual, signos de perdón y de salvación; recordó la serpiente de bronce que sanaba a los infectados por el veneno; recordó la roca transformada en río de salud para un pueblo sediento. Yo seré el cordero, la sangre que salva, el agua que transforma el desierto en pradera llena de flores para mi Padre. Le brotó en el alma el canto de Ezequiel: “derramaré sobre vosotros una agua pura que os purificará, os daré un corazón nuevo, os infundiré un espíritu nuevo”. Esta será mi empresa digna del Padre: reconducir este pueblo al corazón de Dios, lanzar a toda la humanidad la invitación al amor. Vendrán a adorarlo, desde los extremos de la tierra, los dispersos se integrarán en una fe, y poseerán el único bien, la gracia que santifica: todos serán llamados. Y rezó con Jeremías: “Tu estás en medio de nosotros; Tu Nombre ha sido invocado sobre nosotros, no nos abandones Señor Dios nuestro. “(Jr.14,9). Cuanto más su alma se unía al Padre, igualmente se alejaba de la materialidad de las cosas: el sacrificio, los patios de la oración, los amigos. Rezaba con el salmo 118:”Tus manos me hicieron y me formaron, instrúyeme para que aprenda tus mandatos”. Y se unía al cántico de Ha. “ su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza, su brillo es como el del día”. La iluminación celeste lo invadía y lo poseía, y a la vez lo separaba . - “Mis amigos y compañeros se alejan de mi, mis parientes se quedan a distancia”.(Sal. 37). Regresó a la tierra y buscó inspiración en los sabios. Se unió a los grupos de estudiantes, a las oraciones colectivas; a las clases que impartían los doctores de la ley.

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Fue entonces, cuando vio entrar la pareja de José y su madre. Era evidente el estado de agotamiento de ambos: cansados y polvorientos, sin dormir y sin comer, después de haber tocado a un centenar de puertas, sin respuestas. No pudieron callar una pregunta. –“Su madre le dijo: ”Hijo, por qué nos has hecho esto?” ( Lc 2,48 ). Fue un diálogo difícil. La distancia entre los dos era infinita. La Virgen hablaba desde su corazón de madre, y aún así, desde la tierra. En el medio había un abismo. Él contestó desde la otra orilla, desde el cielo. –“ No sabíais que yo debía estar en la casa de mi padre?” La casa era demasiado grande, abarcaba todo el mundo y todos los hombres. Solo había pecadores; era el dominio de Satán. Las palabras cayeron sobre los mármoles del pórtico de Salomón. Quién las recogería? Qué sentido tan grande! No había mente humana que las comprendiera. María bajó los ojos al suelo, y solo vio un largo camino y recordó las palabras del viejo sacerdote Simeón, allí en el templo: una espada atravesará tu alma. Jesús estaba ahí a pocos pasos de ella, pero no le reconocía; estaba por medio el Padre; el Padre se encontraba en todas partes; el templo estaba lleno de su fuerza terrible. Se sentían como perdidos en una alborada que no conocían. San José del todo marginado. “Tu padre y yo te hemos andado buscando llenos de angustia” (ibid,). Se quedaron atónitos: quién era su padre? por qué buscarlo? Qué había sucedido? No eran una familia? No era este el hijo que habían estado cuidando, año tras año, como la niña de sus ojos? Al que habían entregado su vida, su amor, su conocimiento de Dios, su sabiduría? Por qué buscarlo? Qué había sucedido para separarlo de ellos? Ahora lo miraban como un ser extraño. José sintió que todo el mundo se desplomaba alrededor de él: su Padre? Es cierto, su padre es el Señor del cielo. José estaba en la entrada del aula. Sintió que las últimas fuerzas le abandonaban; para no caerse se apoyó a una de las columnas del pórtico. Yo no soy su padre. Esta verdad evidente nunca había sido dicha en público. Era verdad y había sido proclamada en este lugar sagrado. José se sintió totalmente solo, y de repente viejo y sin fuerzas. Lo había tenido como suyo desde la noche de Belén. Lo había llevado por el desierto hasta Egipto, y alimentado con su trabajo de migrante pobre. Le había transmitido lo mejor de sí, en la casa, en sus faenas, en la sinagoga. Esta verdad yacía escondida en su corazón. Y no tenía derecho a ser proclamada a la luz del sol. Pero aquí en el Templo de Dios, se había clavado en el suelo como una piedra miliar, inamovible, eterna. Miró a María delante de sí y sintió que no era suya. Ella sí, era su verdadera madre, pero él, tampoco le pertenecía a ella. Ella también había sido aislada, separada: tampoco tendría parte en el asunto: eran cosas del Padre. Los tres se mantenían cerca, a un brazo de distancia; pero en realidad, José, María y Jesús estaban tan lejos, el uno del otro, tan solos! Y Jesús cautivado por esta extraña concurrencia. Con él estaría su Padre? José entendió que su tarea de padre legal, se haría cada día más difícil; y también su función de esposo de María se desvanecía. El Espíritu Santo, su verdadero esposo hacía sentir sus derechos absolutos. Desde este día José empezó a morir visiblemente, cada día un poco más. María recuperó a su hijo, solo por un tiempo, pero ya no era el mismo, ya no era totalmente suyo; había sido conquistado, sumergido por una ola de gente que le exigía, lo buscaba, y a la vez amenazaba de adueñarse de él.

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Sin embargo ella y José estuvieron satisfechos de que la energía de su presencia los envolviera. Empezaba una nueva etapa en su familia: él entregado a su misión, y ellos a volverse discípulos. Tenían grabado en la mente, que, en medio de los maestros ” todos cuantos le oían estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas” ( Lc. 3,46), pero más que todo por sus preguntas. Estas, no inducirían una diferente visión de la fe? Un calor de devoción más humano, un Dios más cercano, un padre dispuesto a perdonar y a salvar? Tales preguntas ya no pertenecían a la ley antigua, miraban hacia el futuro. Por esto, “ellos no comprendieron la respuesta que les dio.” (Ibid, 2,50).Todavía estaban amarrados al pasado: él era el futuro, como enseñará más tarde, en el mismo Templo: “ mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado” (Jn,7, 15) Era la doctrina que subvertía el orden antiguo desde sus raíces: en la casa del Padre.

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Capítulo segundo.

“TODA JUSTICIA” (Mt.15)

Jesús abandona Nazareth y se desplaza al río Jordán, donde San Juan estaba bautizando y predicando la penitencia. Es el encuentro entre los dos mensajeros de Dios: el Precursor y el Mesías, ambos cumpliendo un preciso mandato de Dios. Pero no dejan de ser humanos, y de razonar con su mente humana. Juan se niega a bautizar a Jesús, porque lo reconoce como el verdadero salvador. Pero él ignora el misterio de Jesús en el nuevo orden puesto por Dios: su hijo está destinado al sacrificio, su humildad rebasa todas las categorías: es el que va a sufrir. El diálogo de Juan es correcto desde el punto de vista humano. Tu eres mi señor, el santo, yo soy el pecador; como puedo bautizarte a ti el inocente? La respuesta de Jesús llega desde el punto de vista del salvador: mi tarea es la humillación: la victima carga con los pecados de la humanidad entera. Cumplir toda justicia es identificarme con todos los pecados. Juan acepta la justicia de él. Esto es algo más que predicar as los pecadores; es entrar el mundo de Él, el inocente víctima. Ya no se extrañará si algo extraordinario suceda. Juan realiza su humilde tarea, pero el Padre Dios interviene desde el cielo. La respuesta de Jesús se entiende desde la encarnación del Hijo. Se ha rebajado, anonadado, situado en la categoría de los pecadores. Cumplir toda justicia es identificarse con su propia misión. Las dos misiones son complementaria pero esencialmente diferentes. La de San Juan es de suscitar la conciencia de los pecados, personales y colectivos. Por ello asume la fogosidad de Elías, el profeta que hizo bajar el fuego del cielo, y tuvo la autoridad para masacrar los cuatrocientos profetas de Baal. Con esto demostró el error de Israel. Al ver consumida por el fuego la víctima, la leña, el agua, ese pueblo reconoció el error de su idolatría y el poder del Dios del Cielo, y este reconocimiento incluía el horror por este poder desbordante: el pueblo de Dios se reconoció pecador, merecedor de castigo. Los que escuchaban a Juan el Bautista, estaban presos por el mismo horror. Miraban dentro de si y allí encontraban el dominio del mal, su idolatría. Juan predicaba el arrepentimiento, descubría el pecado dentro de uno. Él bautizaba, pero no perdonaba los pecado. Su tarea consistía en hacer ver los pecados. Bautizaba en penitencia para hacer brillar, en la conciencia, una luz sobre la gravedad del pecado, la podredumbre del vicio, la vergüenza de la traición y la infidelidad. La conciencia del penitente se enfrentaba directamente con su culpa, provocaba dolor, no había absolución. Lo mismo le había sucedido al rey David, cuando el Profeta Natán le espetó en voz alta su pecado, y lo obligó a reconocerlo. Hasta entonces lo había ocultado con la técnica del silencio, una extraña nube de polvo en el desierto que impedía ver. - Que nadie me lo recuerde! Pero el profeta lo proclamó a grito pelado. Ya no podría apelar al silencio, esconder su vergüenza. La lujuria que lo arrastró, al ver una mujer bella y desnuda, e indefensa, lo cegó; y un delito, la cobardía de exponer el marido de ella a la

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muerte. Desde ahora ya no sería su querida amante, sino una pecadora y por culpa de él, el presunto amigo del Dios altísimo. Lo que tenía oculto , explotó con un grito:” He pecado contra Yahvé” (Lib.IIª Re. 12, 13). El que cantaba en los salmos el amor de Dios, la devoción incondicional a Dios, ahora, se reconocía como su enemigo, uno más de los traidores. Por esta confesión, Dios le perdonó la vida. Pero no fue perdonado su pecado. Dios se cobró su parte de muerte. El delito de David era demasiado grande para seguir medio escondido en la niebla del desierto: ahora estará a la vista de todos, porque el hijo nacido de Betsabé iba a morir. David se castigó con ayunos y tomó una actitud de duelo, hasta que el hijo engendrado en el pecado sucumbió a la enfermedad. Entonces recuperó su tranquilidad. Pero sus relaciones con la mujer de Urías ya no serían las misma; ya no será la bella amante raptada. La escritura asegura que David arrastraba en sí su culpa, y consoló a su mujer, la cubrió de dones, y al nacer Salomón le prometió, que este sería su heredero, y no dejó de educarlo en la sabiduría. El pecado seguía entre ellos y los dividía. No había perdón de pecados en el Bautismo de Juán: su predicación inducía en el penitente, una angustia, un profundo temor de Dios, un deseo de conversión , les obligaba a pedir cuentas a su conciencia, por su indigna relación con el Altísimo. –“Yo bautizo con agua, pero entre vosotros hay uno que no conocéis y que viene detrás de mi” (Jn. 1,25). Y con Isaías :” detrás de mi viene un hombre que se ha puesto delante de mi por que existía antes que yo “ (Is. 40.3). Surgía en ellos una espiritualidad, la esperanza de una renovación de Israel, el deseo de un Redentor, como lo habían anunciado Isaías, Daniel y Ezequías: la expectativa de un Salvador. En su humillación y pecado encontraban con suelo y una esperanza. – Yo soy la voz del que clama en el desierto, rectificad el camino del Señor “ (Is. R40,3). Juan Bautista, el último de los profetas, y despertaba en Israel y en todos los que acudían a él desde la diáspora, un deseo irrefrenable de purificación. Muy diferente era la misión de Jesús. Él si perdonaría los pecados ,rescataría el amor del Padre. Pero su humillación presente era esencial. Ser pecado entre pecadores. Por eso vino a que Juan lo bautizara. Sumergido en el agua sagrada del Jordán era uno entre tantos culpables, hombre entre hombres, bajo el peso de la maldición del Génesis: “Comerás el pan con el sudor de tu rostro; hasta que vuelvas al suelo. Pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás” (Gen. 3,19). Por esta maldición todo hombre se ha convertido en un expulsado, no solo del paraíso sino del corazón de Dios. La recuperación será una tarea sobrehumana, encomendada al Hijo. Desde el peldaño más bajo de la humillación, le costará sangre, sangre humana purificada por la persona del Hijo. Pero en este momento nadie lo podría distinguir de los demás pecadores de este pueblo protegido y rebelde. Solo su espíritu seguía en unión con el Padre. La perspectiva de la tarea salvadora no dejaba de agobiar su fuerza humana y su pensamiento. Cómo encarar la arriesgada empresa del Mesías? -“Tu no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificios expiatorios. Entonces yo dije, aquí estoy, para hacer tu voluntad.” (Sal.39). La desproporción entre la naturaleza humana y la justicia divina era demasiado

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evidente, infinita la distancia. Desde el desorden absurdo del pecado, y la dominación de las pasiones y de satanás sobre los pueblos de la tierra, la idea de un rescate aparecía a todas luces inconsistente. Quién escucharía una llamada? Quién entendería mi mensaje? Entonces brotaba, de lo más profundo del corazón asustado, del hijo de María, una invocación:” Inclina tu oído y escúchame, que soy un pobre y desamparado”. A pesar de todo, la confianza en el padre no lo abandonaba. “Da fuerza a tu siervo; salva al hijo de tu esclava, dame una señal propicia, que lo vean los adversarios y se avergüencen; por que Tu Señor me ayudas y consuelas”. ( Sal. 85). San Lucas se refiere a esta inmensa tensión, cuando anota: “Jesús, ya bautizado se hallaba en oración cuando se abrió el cielo y bajó sobre Él el espíritu Santo” ( Lc. 3,22) Desde aquí empieza Jesús su misión, desde lo último de la tierra, sepultado por el agua de las generaciones idólatras, hasta que esta misma agua sea convertida en río de salvación. Siempre en la lengua de los profetas, esta misión de Jesús había sido anunciada últimamente por la voluntad del Padre a Juan, –“Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu Santo , y se queda sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo “ (Jn.1,33). El tiempo se detiene, el Jordán obedece a su dueño- En el esplendor de una tarde, la nube oculta la presencia del Señor que contempla los destinos de los hombres. A la humillación, el Padre responde con la exaltación: “ tu eres mi Hijo amado; en ti me complazco”. Entró al agua como pecador; ahora sale al mundo como quien anuncia el reino. La voz retumbaba desde el cielo -“ Tu eres mi Hijo; hoy te he engendrado”- (Lc.3,22). Los pecadores se estremecieron, juan se sintió invadido por el Espíritu. La última vez, Dios había hablado a Elías en el Monte Santo, y lo había acariciado en su paso como una brisa suave. Ahora, ha asumido la figura de un símbolo de paz. Un vuelo blanco y ligero como el de la paloma que anunció a Noé el final de la ira, y el arco iris de la reconciliación. Su misión será de paz en los corazones. El gesto de humildad ha sido aceptado, la autoridad del Padre es transmitida al hijo. Con esta voz el Mesías ha sido proclamado: el Hijo, entre el Padre y el Espíritu Santo, es decir, en unión con la santísima Trinidad. El Bautista añadirá su testimonio: “ Yo no lo conocía pero he venido a bautizar con agua para que Él sea manifestado a Israel.” El mediador entre el hombre y el Padre es el Espíritu, y Juan da testimonio de haberlo visto :” He visto el Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él.” ( Jn. 1,32).No dice que vio una paloma, ni que la paloma estaba sobre Él; sino que vio el Espíritu, y el Espíritu permaneció sobre Él. Y esta era la prueba de que: “ese es el que bautiza con el Espíritu Santo” (Jn.1, 34) En Isaías estaba dicho en nombre de Dios: ”Este es mi siervo quien yo sostengo, mi elegido en quien me complazco. He puesto mi Espíritu sobre Él para que dicte el derecho a las naciones “(Is. 42,1). Y como si esto no fuera suficiente, añade los secretos íntimos de su relación: ”Yo, Yahvé te he llamado en nombre de la justicia, te tengo asido de la mano ; te he formado y te he destinado a ser alianza de un pueblo, a ser luz de las naciones” ( ibídem 42,6). Y como juramento final Dios pone su nombre: “Yo, Yahvé –ese es mi nombre- no cedo a otro mi gloria” ( ibídem). Entonces el profeta exaltado suelta un poema: ”Haré andar a los ciegos por un camino que no conocían, trocaré a su paso las tinieblas en luz, convertiré lo tortuoso en llano. Retrocederán confusos de vergüenza los que confían en los ídolos: los que dicen a las estatuas fundidas: Vosotros sois nuestros dioses” ( ibídem 42,16).

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Y por último lo define Juan: “ He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo “ (Jn.1,29), dicho en toda su universalidad: por un lado Cristo, el santo, el Espíritu de Dios, el cordero; y por el otro el mundo con todos sus pecados. Este momento marca el inicio de una nueva era, la del plan de Dios para rescatar el amor de la Humanidad hacia su creador; en el mismo Jordán, que vio detenerse los sacerdotes con el arca de la alianza, mientras el pueblo de Israel entraba, a pie enjuto, a tomar posesión de la Tierra, la Prometida a Abrahán mil años antes. Otros mil años habían pasado, hasta llegar a este momento. En aquel tiempo antiguo, era la tierra, la que Dios les daba, para salvarlos de los enemigos; ahora les da el Mesías, su hijo, quien los salva del mal y el pecado. -“Solo hay un plan establecido por Dios, para rescatar la humanidad condenada, y ustedes los que han sido incorporados a Cristo por el bautismo también son hijos de la promesa de Abrahán,” como asegura Pablo a los Gálatas (3,29). “Si Ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abrahán y la herencia que Dios le prometió, les corresponde a Ustedes”-. Esta conexión queda establecida, más tarde, con la respuesta que Jesús dará a los discípulos de Juan, cuando le preguntan, si es el Mesías o si deben esperar a otro: “He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti ´, (Ex 23,20), “que preparará tu camino delante de ti “(Dn,4,14). Y da la prueba de su realidad mesiánica;-“los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, y se anuncia a los pobres la Buena nueva” (Mt.11,5). Lo habían anunciado Isaías (Is, 26,19) y Daniel (Dn 7,13). El futuro ya está en el presente. El poder del Padre, quien le envió, está incorporado en sus acciones. Todas la obras que él anuncia y realiza, son actos de amor del Padre y de Él.

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Capítulo tercero

VENID Y LO VERÉIS . (Jn. 1, 37) Los dos eran discípulos del Bautista, y habían sido bautizados, a pesar de ser buenos israelitas. Vieron a Jesús pasar de largo, y oyeron la exclamación de su maestro: ”He ahí el cordero de Dios!”. A Juan, el Hombre duro, no le importó que sus discípulos le abandonaran, con tal que se fueran con Él. Les dirá mas tarde: “ era necesario que yo disminuya y el crezca”. Los primeros en acompañarlo fueron Juan y Andrés. Viendo que lo seguían, Jesús fue el primero en hablar: “Qué buscáis?” En realidad no era una pregunta, era como un decir: hay una fuerza que nos une? Hay un sueño que nace en esta soledad? Y la razón era Él. Jesús percibía que una vibración emanaba de él, una energía envolvía a los dos desconocidos y los amarraba a Él. A pesar de un mundo solitario y extraño. En aquella soledad, nada movía los dos jóvenes a seguirlo; nada que descubrir, más que un vacío, unas rocas, y un valle seco, y polvoriento, y Jesús caminando hacia la montaña. Ambos evocaban en la memoria la historia de antiguos profetas: Moisés viendo arder áridos matorrales en el desierto; Samuel oyendo la voz del Señor en la oscuridad; Elías extendiendo su manto al hombro de Eliseo mientras araba en el campo. Se preguntaban: qué haría Jesús con nosotros? –“Rabbí, donde vives?”- La pregunta sonaba casi absurda en aquella inmensidad abandonada. Qué podría haber allá, arriba de la montaña? Mas que una cueva excavada en la roca, y un puñado de hierba seca para sentarse? Sin dejar de caminar, Jesús hizo un gesto de amable acogida: -“venid y lo veréis”-. ( Jn. 1,39). Era una respuesta? Una invitación? Un mando? En todo caso tenía algo de definitivo; no cabía un paso a tras. El Mesías con una palabra se entregaba, todo entero, y para siempre. Se dieron cuenta de que ya pertenecían a la familia: no había un lugar encerrado, su casa era el mundo, con él habitarían la tierra. Se sintieron de repente libres. Quedaban atrás, en el sendero, todas sus cadenas. Ya no había compromisos, ni amigos, ni parientes, ni casas, ni patria. Ni había camino que recorrer hacia adelante; habían alcanzado la meta, el fin, el centro. El centro era Él y todo el mundo alrededor. En el atardecer, las sombras estaban invadiendo el valle, el sol se ponía de tras de la cordillera de las rocas de la tentación. El Jordán se había perdido en la niebla. Se asentaron en la plataforma de la cueva, bajo el alero, viendo hacia el oriente. Jesús trajo desde una rústica alcancía unos panes y algunos dátiles de las palmeras de Jericó. Comieron en silencio contemplando los espacios abiertos, y la puesta del sol. La presencia del sol lo invadía todo, y le daba esos colores increíblemente tiernos y transparentes del anochecer. Luego Jesús empezó a hablar. Delante de los ojos de Juan y Andrés, desfilaban los dramáticos episodios de la historia de Israel, y corrían las aventuras del pueblo elegido, guiados paso tras paso, por la mano del Padre de Jesús, el Dios Único. En esta historia de luchas entre el bien y el mal, entre la obediencia y la infidelidad, entre la

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santidad y el pecado, se trazaba un camino que terminaba en Jesús. La creación del mundo estaba a sus pies a través del desierto de Judea hasta el horizonte. El pecado del primer hombre tenía vigencia en las ciudades más lejanas que se perdían en la oscuridad. Los pueblos sufrían la angustia de una esperanza perdida que atravesaba los siglos, para terminar allí al pie de aquella montaña, en la que Jesús empezaba a recopilar su pequeña grey. Revivían los grandes personajes del Génesis, desde los patriarcas descendientes de Adán: Set, Enos,” el primero en invocar el nombre de Yahvé” (Gen.4,29). Siguen Quenan, Mahalalel, Yered y Henoc, -“quién anduvo con Dios y desapareció, porque Dios se lo llevó”-. ( Gen,5,24) Hasta Matusalén y Lamec, quien engendró a Noé. Los paladines de la devoción a Dios, en la historia que narraba Jesús, iban discurriendo hacia la oscuridad, mientras la humanidad se alejaba de la verdad y el respeto hacia Él, hasta provocar el hastío y la repulsa del Señor. La ira de Dios se volcó sobre el mundo – “ Entonces dijo Yahvé: no permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne” ( Gen. 6,3) Por eso decidió salvar el último justo, quien todavía profesaba el temor del Creador, creía en Él, para volver a empezar con una humanidad nueva, mientras condenaba al exterminio la totalidad de la estirpe. - “Viendo Yahvé que la maldad del hombre cundía en la tierra, y que todos los proyectos de su mente eran puro mal de continuo, le pesó a Yahvé haber creado el hombre en la tierra, y se indignó en su corazón.” -( Gen.6,5). Difícilmente, podría expresarse, mas amargamente, la tristeza del corazón del Padre. No solo veía destruido su plan de santificación; sino tergiversada su inteligencia, y herida su santidad infinita, y la dignidad de su amor. -” Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahvé. Noé andaba con Dios”- Obedeció a Dios en la construcción del arca , y ofreció el primer sacrificio después del diluvio.- Entonces “ dijo Dios a Noé y sus hijos,: he pensado establecer mi alianza con vosotros y con vuestra futura descendencia” ( Gen. 9, 8). En realidad también la descendencia de Noé fue adulterando la fe en el Dios único. El símbolo de esta deserción está en la torre de Babel: un pueblo único, con una lengua –única” ( Gen ). Se dispersaron a lejanas regiones, en los cuatro puntos cardenales: no solo invadieron toda la tierra y los idiomas se multiplicaron y se diferenciaron los alfabetos, entre cuneiformes, fenicios y egipcios. Se multiplicaron los dioses. Y produjeron las más absurdas divinidades, protectoras de sus pasiones. Para resistir a esta degradación la Biblia enumera otros siete patriarcas, encargados de perpetuar la fe, después del diluvio. De los descendientes del hijo de Noé, Sem: Arfacsad, Selaj, Heber, Peleg, Reu, Serug , Najor, y por último Seraj el padre de Abraham. Este último emigró con la familia desde Ur de los Caldeos “para dirigirse a Canaan.” Dios consagró a Abraham para proclamar la pureza de la fe y ser responsable de una nueva alianza. Le exigió una fe absoluta y la entrega de su propio hijo, Isaac, cuyo sacrificio fue suspendido; hasta que llegara la plenitud de los tiempos y la víctima designada por el mismo Señor Padre. Transcurrieron mil setecientos años. De la Fe de Abrahan se genera toda la historia del pueblo de Israel. Liberado de la esclavitud de Egipto por el gran Profeta Moisés., entra a la tierra prometida para proclamar en Jerusalén el verdadero Dios, en oposición a todos los pueblos paganos. El Señor

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Yahvé suscitó en su pueblo nuevos profetas para corregir las desviaciones y las maldades de sus reyes. Ellos se encargaron de anunciar el prometido por el Padre para la salvación de los pecados. Pero el anuncio de su palabra les costó la vida, y todos fueron finalmente trucidados. Isaías intuye en sublime visión la figura del Mesías, el salvador. El Ungido sufrirá persecuciones y tormentos, y será sacrificado como la víctima , el cordero de Dios. Jeremías cantará sus dolores y la remisión de los pecado; Zacharías y Malaquías penetran en el misterio de la salvación, y Juan el último de los profetas dará testimonio de su venida. La palabras de Jesús, se perdía en la inmensidad del cielo estrellado. llenaba el silencio de la noche, abría el corazón a la oración dirigida al Creador del universo perfecto de los cuerpos celestes, y de una humanidad pecadora. iluminaba la mente de los primeros dos discípulos. Les hizo ingresar al plan infinito de Dios proyectado hacia la salvación eterna de su pueblo. Todo lo material se había esfumado alrededor de sus vidas, la figura del Mesías llenaba todo el espacio y los tiempos desde antiguo : - Él estaba en el centro del plan, el extremo anillo de la inmensa cadena el punto de unión entre tierra y cielo. Cuando cesó la voz, salió espontaneo de su corazón el grito del salmo 85. ;

Restáuranos,Dios Salvador nuestro, Cesa en tu irritación contra nosotros Estarás siempre airado contra nosotros? Prolongarás tu cólera de edad en edad? Escucharé lo que habla Dios Sí, Yahvé habla de futuro Para su pueblo y sus amigos Que no recaerán en la torpeza . Amor y verdad se han dado cita. Justicia y paz se besan; Verdad brota de la tierra. Justicia se asoma desde el cielo.

Jesús también rezaba con ellos. Por primera vez, dos corazones humanos vibraban al unísono con el Mesias. Pero Él, sobrevolava las distancias, de la noche y del día, en íntima comunión con el Padre.

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Cuarto-Señor Jes. Capítulo cuarto

“El Espíritu del Señor está sobre mi” (Lc.4,18) Nazareth fue el pueblo de Galiléa, más hondamente grabado en el corazón humano de Jesús, el lugar de su infancia y primera juventud. Regresar a Nazareth era como volver a vivir los días felices , con María, José y los de la familia, descendientes del Rey David. Formaban una pequeña isla iluminada por el sol de la Gracia guardando en silencio el gran secreto del rey que había unificado Israel en un solo estado y una fe profesada radicalmente. Lucas nos relata ese regreso, que no fue una visita de cortesía: ”Jesús volvió a Galilea, guiado por la fuerza del Espíritu” (Lc.4,14). Era un paso adelante en el camino de la Salvación. No era la primera vez, en que el Espíritu, soplara con fuerza sobre Nazareth. Su madre, María vivía en comunión con El, desde el momento en que el Ángel le dijo: “ El Espíritu Santo vendrá sobre ti “(Lc. 1,35). Y la promesa se había vuelto una realidad cotidiana en el hijo. José, por su parte, se regía con el impulso de aquella noche en la que oyó: ”Lo engendrado en ella es del Espíritu Santo “ ( Mt. 1,20). El gran secreto estaba siendo vigilado , en Nazareth, por el Espíritu Santo. Ese pequeño pueblo no tenía fama exterior: ahí nada sucedía . Estaba lejos de las conocidas rutas, no pasaban caravanas de grandes camellos, ni patrullas de a caballo. No había leones como en el Neguew, ni dromedarios salvajes, solo coyotes famélicos amenazando las ovejas. En sus estrechas calles de paredes de adobe, sin ventanas, solo cabían esos minúsculos burritos, con un odre de vino, o de agua, o cestas de hortalizas en la espalda. Bien lo califica Natanael: “puede algo bueno venir de Nazareth?” (Jn.1,46). Para Jesús, era su tierra, el nido donde creció el amor. La gente sabía que eran diferentes, su historia, su honradez excepcional, su observancia de la ley, un prototipo de Israel, el pueblo escogido. Entre ellos no había desacuerdos o peleas; siempre dispuestos a la compasión, y a ayudar, a pesar de su pobreza. Pobres sí, pero no tan ignorantes: les reconocían una gran distinción, su frecuencia en la escuela de Biblia en la sinagoga, en la oración del Sábado, de los salmos que se sabían de memoria. Admiración mezclada con desprecio; quizás un sombra de envidia. Para qué darse aire de grandeza, por su estirpe, si son pobres como nosotros! Tampoco María, por ser de la ciudad de Séforis, les había aportado nada, para sacarlos de la miseria. Séforis, esperanza fallida de Galilea, sueño de los nacionalistas quienes habían masacrado la guarnición romana, y se habían apoderado del depósito de armas, entre gritos de independencia. Ciudad libre por un día. Los romanos de la Décima Legión de Siria no tardaron en llegar, iracundos y crueles. Séforis ardió en llamas: no quedó ni una casa; los insurrectos, colgados por miles a cruces improvisadas.

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Con los legionarios se estableció el orden y la paz de los cementerios: el silencio. Se empezó a reconstruir la ciudad bajo sus órdenes y vigilancia. Todos los pueblos vecinos, invitados a trabajar en la reconstrucción: albañiles y carpinteros. Ahí no morirían de hambre; también la cuadrilla de los descendientes de David, acudió desde Nazareth. Ahí José había encontrado a María: un amor entre ruinas, entregado al misterio. Esta historia venía de cerca de treinta años a tras, y Jesús bien la recordaba, porque se relataba en la noche entre comentarios amargos y suspiros de dolor y odio. Jesús había dejado el pueblo, algunos meses antes, y corría de boca en boca la murmuración de que se había asociado al profeta Juan, y también bautizaba en el río Jordán. Hasta relataban de ciertos enfrentamientos con los demonios, espíritus del mal. Nadie sabía lo cierto. Al enterarse que Jesús mismo había regresado, y estaría en la sinagoga el sábado, los ánimos se exaltaron. Qué habría de verdad? Si todo el mundo lo conocía! Había sido niño entres los niños, y jóven entre los adultos. Tan pobre como todos. Haciendo mandados, ayudante de carpintero. Y ahora, qué? Jesús llegaba a su tierra con toda la alegría de su juventud, recordando sus pequeños amigos de un tiempo, las calles, los tugurios; reviviendo cada rincón de la aldea: las cosechas de los ulivos, los campos de trigo, dorados, sobre las loderas, y el vino generoso. Nazareth, villa escondida, sembrada en una garganta verde que engullía las torrentadas de los chubascos y la tempestades del verano. En la hendidura del valle brotaba la fuente de la que todos se surtían. Los más afortunados habían edificado cerca del agua. No lejos estaba también la casita de José, el taller donde El se había ejercitado en tomar medidas, clavar clavos , componer, ensamblar puertas y ventanas. Qué emoción, volverse a encontrar con María y José; estar un tiempo juntos, rodeados por los demás parientes, en su vieja habitación, en la paz de las horas nocturnas y la oración. Sería la despedida final, de algo que le pertenece a uno, por haberlo vivido, trabajado recorrido, hecho parte de sí, con toda su geografía de patios y portales. Las casitas se multiplicaron desde lo hondo hacia el monte, y las más atrevidas, sobre la explanada arriba del collado; sobre el acantilado que ceñía como una barrera, y un abrazo, a toda la región. A Jesús le encantaba imaginar esta breve cadena que protegía el valle de los vientos del norte, con su corte vertical en el frente como un derrumbe. Y en lo alto de la plataforma se destacaba la sinagoga, casi en la orilla, con su modesta sala, las aulas de estudio y la escuela bíblica. Cuantas oraciones al Padre Celestial; cantos, horas de estudio de los profetas y de la ley. Hasta allá arriba había que subir para las fiestas, la oración del Sàbado. Este punto era como el centro del mundo. Desde allá se divisaba toda Galilea, y se podía imaginar el universo. Qué lugar ideal para lanzar al mundo la idea del Reyno! Precisamente ahora que la voluntad del Padre lo empujaba a dar comienzo a su misión entre el pueblo: el discurso glorioso del Reino de Dios. Él había escogido este punto, como el púlpito, a la vista de todos, para anunciar la buena nueva; el lugar del corazón. Ofrecer a ellos las primicias de su anuncio,

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entregarles la nueva visión de Israel, y la nueva esperanza: Israel perdonado, rescatado, iluminado por una Fe nueva y una alianza universal, para todos los pueblos de la tierra. Con este entusiasmo en el alma, Jesús trepó la cuesta hasta arriba, al mirador de la sinagoga; acompañado con saludos, abrazos a familiares y amigos de antes. El sabía que sería el día del gran anuncio, a Nazareth la humilde, pero también la fiel, y la primera, en Israel y en el mundo, en recibir la revelación; el cumplimiento de una profecía de Isaías, de quinientos años antes, hecha realidad entre ellos. De allí se irradiaría el mensaje de salvación a todos los hombres, a todos los pueblos. Con este sueño en el alma entró a la asamblea. Jesús recibió el rollo de las escrituras, desenrolló el papiro, tuvo que buscar en Isaías, (Is.61,1-2). Se hizo un gran silencio; la asamblea vibraba como por angustia. De repente sonó su voz. No era la de Isaías. Era Él quien hablaba y hablaba de sí: “El Espíritu del Señor está sobre mi”. Un suspiro de maravilla corrió por todos los rostros. Todo el mundo entendió, de que hablaba de sí mismo. Al instante, la asamblea se partió en dos: unos, extrañados, escépticos, la gran mayoría; unos pocos, admirados, sorprendidos, y dudando, se estremecieron. Corrió la indignación: lo querían oír de su boca: era como una blasfemia. Los bandos estaban formados: los de las piedras en contra de la presunción; los de la humildad, reprimidos, buscando una fe. Jesús percibió la frialdad y el desprecio, como la cara del maligno; donde estaba su público? No encontraba caras de amigos; tenían los ojos cerrados. El encanto ya se había roto, su imaginación del pasado se disipó. Se abrió delante de él un mundo nuevo, extraño, desconocido: un pueblo sin fe, sin amor, sin relación con el Padre; su pueblo elegido, dispersado, como ovejas sin pastor sobre las colinas y por las hondonadas,: No habría que buscar Fe donde solo había confusión y desengaño. La lectura continuaba: El Espíritu me ha ungido para anunciar a los pueblos la Buena Nueva. Ahora la mente de los oyentes se representaba a Jesús como, ungido, a la par de los reyes y profetas, pero rechazaba lo del espíritu. Él, seguía hablando: proclamar la liberación a los cautivos, la vida a los ciegos, la libertad a los oprimidos; proclamar un año de gracia. Cómo creerlo, allí donde los sueños se habían ofuscado, y las esperanzas agotado; y donde los oprimidos seguían siendo dominados? Qué habría de verdad? Se terminó la cita profética. El silencio era absoluto. Y como si la intención no fuera ya por sí evidente, Jesús añadió: “ Hoy se ha cumplido esta escritura”; este discurso profético se ha vuelto realidad. Es el año de gracia, es el amanecer de la iluminación. El Reyno de Dios empieza aquí hoy, Nazareth está al centro de este milagro. La Palabra que anuncio hoy es la luz de la verdad, concede la libertad, indica el camino de la salvación; de aquí brillará hasta invadir el mundo entero, palabra de alivio, gracia, de amor a los pobres. Delante de Él corrían la multitudes humanas de todos los tiempos y lugares buscándolo. Se sintió invadido por el Espíritu, su corazón vibraba de amor. Pero el anuncio cayó en el desierto. No hubo reacción, no lo entendían. Sus preguntan iban por otro rumbo: qué clase de anuncio? Qué tiene que

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ver con nuestras vidas? Quién es él, el que habla? No es uno de nosotros? Por qué no actúa? No hace algún milagro? Un anciano fariseo, se puso de pié y le dijo: Todos los verdaderos profetas hacen milagros con el poder de Dios; Moisés hizo brotar el agua de las rocas , para todo el pueblo; Elías hizo bajar el fuego de el cielo; Eliseo resuscitó un muerto. Tu qué haces? La asamblea le hizo eco; si es solo el hijo de José! Si su madre es María, y sus hermanos están aquí! (Mt 13,55). Les contestó: habéis oído de las maravillas que se hicieron en Cafarnaún, pero aquí no podré realizar signos, porque ustedes no tienen Fe. No creen: ni en el Padre, y mucho menos en el Hijo que Él envió al mundo, ni en el Espíritu, quién habla a través de mi. El anciano cometía un error. Su criterio estaba formado según la antigua ley. La ley era el fruto de la alianza con Dios. Pero él ignoraba que la ley tenía un recorrido: desde un principio para recolectar el pueblo elegido al servicio del Dios único. Y además tenía también un destino: realizar el plan de Salvación a través de la Presencia del Mesías. La ley era el ayer, el Mesías está presente hoy: la frase de Isaías era un anillo de conjunción: entre la profecía de ayer, y la realidad de hoy. En el presente no está solo Dios Padre: está el Padre, con su Hijo y el Espíritu: un solo Dios, trinitario. El Antiguo Testamento cobraba existencia desde la presencia de su Cristo Hoy. La revelación de hoy iluminaba la antigua alianza. Ya pronto una nueva alianza será sellada con sangre: con la sangre del cordero. Este Cordero era Dios hombre. Para el anciano solo existían los profetas del anuncio hacia un futuro, ignoraba que el profeta presente, daba vida al pasado y al futuro, desde hoy. El hoy estaba tan envuelto en el misterio como el pasado. Por esto el anciano se refugió en las apariencias exteriores de los profetas sin conocer la realidad profunda. Pedía señales materiales, mientras la realidad interior estaba ante él. Por esto se refiere a Cafarnaún y las maravillas. Esta alusión a Cafarnaún hirió el orgullo local, hizo enardecer los ánimos. No somos mejores que ellos, estos pescadores del lago? Tu has venido para humillar a Nazareth? Somos el pueblo más pequeño de Galiléa, el más despreciado, ignorado, marginado. No soportaremos que uno de nosotros , el hijo de un carpintero, nos insulte. La consciencia colectiva se encendió con una llamarada de odio, como una hoguera . La identidad étnica agredida surgió como una ola, despertó la historia de los levantamientos: quitémoslo de en medio! La masa se agitó, y salieron de la sinagoga. Empezaron a moverse, hacia fuera, hacia el borde del precipicio, y lo empujaban para despeñarlo. Adelante se desplegaba el gran valle de Nazareth , y Galilea, hasta el Occidente lejano. Desde allá arriba, desde la plataforma, caía el acantilado de varios centenares de metros, suficiente para hacer justicia. Un furor ciego, se había apoderado de cada uno. Se iban acercando al límite. Jesús se volteó. Tenía en frente un hombre, y le dijo: ”Todavía no es mi hora”. El hombre sintió su mirada como una espada que lo atravesaba y tuvo miedo, y se apartó. Jesús se echó a andar, nadie lo detuvo. Caminaba hacia las colinas, hacia el

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oriente, hacia el lago, hacia la casa de Pedro, de Juan y de Santiago. Al poco tiempo , había un pequeño grupo de hombres, mujeres y niños. Se arrodillaron; alguien dijo: Señor, nosotros creemos en ti, te amamos, y te seguiremos. Él los bendijo, y continuó por el sendero que iba hacia otros pueblos. Los rayos del sol se posaban sobre su espalda, anunciando ya el atardecer; pero más que el calor del sol sentía el peso amargo de la desilusión. Jesús vió que sus lágrimas caían sobre la tierra. Y suspiró: Nazareth, nunca regresaré a tí! Y me llamarán El Nazareno! Qué ironía! Los nazarenos se han alejado de mi: con sus sentimientos de culpa y resentimiento; y su odio en los corazones. Los que fueron mis amigos; los que yo invité, no me escucharon.

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Capítulo quinto

SÍ, LO QUIERO! (Mt. 8,2 Mc 1,40)

La figura de Jesús condensada en esta frase, le coloca al centro de dos horizontes: uno más restringido al tamaño se du interlocutor, el leproso que ha pedido su intervención; otro más grande , y abierto a toda la humanidad enferma y deseosa de auxilio. El primero es más bien la manifestación de su compasión, el segundo hace brillar su poder universal de sanación. En ambos casos, el poder es guiado por el amor, el milagro posee la virtud de un signo, que conduce al sentimiento interno del Salvador y es parte de toda la cadena de símbolos que alimenta la fe de sus oyentes: las que repetidamente llama: las obras de mi Padre. Esto se ve claro en la organización de Mateo, quien coloca este milagro al comienzo de una serie de otras sanaciones. En resumen: El es el poder, él es la vida. La voz del leproso, resuena estridente de cara a la alegría de los acompañantes; él solo, ante una masa de gente que venían con el señor al bajar de la montaña: ellos vienen de arriba, él se encuentra abajo, doblemente humillado por su soledad y la enfermedad que a todos horroriza.—“Señor, si tu quieres puedes sanarme”- No es una súplica, directa, violenta. Es como un suspiro guardado en el fondo del alma como último recursos: sin mucha esperanza: “si quieres”. Un suspiro resguardado por una fe naciente, no muy formulada, ni muy segura: una fe que busca un poder, pero un poder de amor; en la mano de un querer. Compasión es una palabra extraña para él; una mirada de compasión, sería ya un alivio. Pero la cara de la gente era más bien de espanto; apartaban su vista, se alejaban; guardaban su distancia. Pero el Maestro tenía fama de ser bondadoso, justo, atrevido: tendría compasión de él? Por esto, el diálogo debía ser breve, condensado, amigable: “con tal que quieras”. No será necesario nombrar la enfermedad, que estaba ante los ojos: solo expresar el deseo, y la confianza. La voluntad era la del Mesías, del ungido, del que hablaba de Dios como de su Padre. Una voluntad de compasión? El leproso sintió que su voz se perdía en la vastedad del campo; era una voz de la tierra, que pretendía penetrar hacia arriba hacia Él que viene del cielo. Su petición manifiesta un abandono total, en sus manos, en su misericordia. Sería capaz de escucharla? - Si tu quieres puedes, - si tu voluntad es amor; solo hay un espacio intermedio, la compasión. La compasión fue superada: se entra en el horizonte del querer: esto es amor. El hombre con su lepra interrumpe el camino del señor y sus oyentes, brota como una sorpresa en la rutina. Quién es este leproso solitario, que burló la vigilancia de la comunidad, insensible a su desgracia, y marginación? Esa enfermedad no conocía remedio; venía de lejos, desde los tiempos de Aron, como una amenaza silenciosa que pesaba sobre el pueblo; quebraba las familias. La defensa era la de siempre, la expulsión, la soledad, la marginación; y la obligación de gritar desde lejos: hay lepra! Cuidado! Aún en este pequeño círculo, su oración puede entenderse como la expresión

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de un deseo : “ si quieres”. Ojalá lo quieras! Es una formulación humilde temerosa, de algo que está encarnado en ese hombre, amarrado a su enfermedad, encarcelado: sálvame! La súplica, era también la proclamación de su poder: si quieres puedes sanarme. Tu poder es vida, puedes darme la alegría, la fuerza, el gozo de estar sano. La respuesta inmediata de Jesús refleja su pensamiento: sí, puedo! tengo el poder de la sangre que corre en tus venas, del aire que respiras, del sol que te alumbra y te calienta. De la lluvia que fecunda, del trigo que madura, de la uva que crece dulce, embriagante: que significa gracia y amor; lo derramo sobre ti que has escuchado la llamada de tu fe. Tengo el poder de endurecer tus pies en el camino, tus pasos en el andar, para ensanchar tu pecho al respirar, tus manos para obrar, tu mente en el pensar. Sobre ti extiendo este poder; que es mi poder dentro de ti. Todo este poder para que tu carne se fortalezca, tu piel rejuvenezca, reconstruya sus tejidos corroídos, tus músculos enflaquecidos; la juventud regrese a tus gestos, la sonrisa a tus labios: soy el creador, de la mano del Padre, soy el ímpetu del Espíritu. Vete en paz, con todo el poder en tu cuerpo, y la alegría; pero no lo digas. No quieras crear ilusiones de bienes de la tierra; no quieras adulterar mi doctrina del espíritu, para exaltar valores míseros , terrenos, materiales; lo que sería un falso anuncio de bienes perecederos y oscurecer la visión interior. La respuesta le cayó, inmediata, sorprendente, como un vendaval: “¡Sí lo quiero!”. Tu has oído de mis mensajes, los has creído: iluminan, liberan. Yo libero del dolor, de las enfermedades, del mal. Quienes me siguen caminan en la luz,, elevados al cielo de las estrellas, al Padre de todos, en la alegría de la verdad. Era el viento de la vida, de la libertad. Jesús continuó hablando: no lo digas a nadie. Él ya no oyó estas palabras: se miró las manos, tocó su nariz, todo estaba sano, perfecto. Vio a la gente que rodeaba a Jesús y se lo llevaba , ya iban lejos. No se sintió solo, algo había penetrado en él, estaba lleno. No era solo salud física; la idea de lepra se perdía en el recuerdo, solo permanecía El , el que dijo “sí”, el que puede y quiere. Cuando dijo “quiero” el mundo desapareció: era como el primer día de la creación, el “Espíritu del Señor aleteaba sobre las grandes aguas.” La Santidad de Dios estaba caminando sobre esta tierra entre nosotros. El mundo entero se estremeció, y vibró por la presencia del milagro. Un milagro es un acto nuevo de creación: lo quiero!, como el que dio existencia a las estrellas. Esta voluntad era eterna, había lanzado los astros en el vacío; y ahora le había cambiado a él. Él es ahora el milagro de la creación: me ha creado de nuevo. Antes existía el enfermo, ahora existe el milagro; una cosa nueva que ocupa un lugar en el mundo, la creación entera se ha estremecido para darle lugar. Yo soy ese milagro y soy obra de él: el mundo sabrá que soy suyo. Hubo una laceración en su horizonte restringido de enfermo: su yo, su vida, sus relaciones con la comunidad humana y el mundo: soy nuevo, soy una creación, el mundo vibra alrededor de mi: quieren oírme.

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Lo que se había instalado en él era la Fe. Le ardía, no podía guardarla dentro de sí, era necesario comunicarla. A eso se dedicaría por el resto de su vida: a comunicar esta fe. Y la gente lo escuchaba, se conmovía. Ese hombre era nuevo, rehecho desde su raíz en el momento en que Jesús dijo ese: ”sí”. Mateo añade que por esta propaganda, Jesús no podía entrar a los pueblos, donde la gente no cabía, y debía permanecer afuera, en el descampado. La fuerza del hombre creado de nuevo tenía poder de adhesión. La súplica había sido también la proclamación de poder: “ puedes!” Tu voluntad es poder. Tu poder es vida, alegría, verdad. Ya no hay diferencia entre el poder del Señor que proclama el Padre, y el poder creador que hace que las cosas sean. El poder está siempre en Él. Solo dijo: “quiero!” Yo quiero, y mi poder es el mismo que el del Padre celestial. Yo se lo pido a Él para que nuestro querer sea siempre uno solo, juntos obramos los milagros, cada milagro es un nuevo acto de creación fruto de nuestro mutuo amor. Esa breve introducción, del leproso, “si quieres”, había resonado en el corazón de Jesús, mucho más allá que el ámbito subjetivo del leproso: había ciegos, endemoniados, acosados por las fiebres, paralíticos, enfermos desesperados, envueltos en dudas, en angustias espirituales, con deseo de liberación del mal. Que veían en su mensaje un escape, o mejor una sublimación. El que le dijo: te seguiré a donde vayas; el que le pidió: déjame primero despedir de mis viejos! Estos deberán ser cambiados, renovados, reconstituídos. Mateo ve la jornada de Jesús entretejida de milagros; todos los recoge en un solo viaje: bajar de la montaña, caminar hacia Cafarnaún, pasar la noche en oración, y temprano volver a recolectar su grey : el criado del centurión romano, la suegra de Pedro, los acosados por el mal espíritu, los endemoniados violentos de Gerasa, el paralítico en su camilla, la mujer de la sangre, la niña muerta del magistrado, los dos ciegos, el endemoniado mudo. Vienen al Señor, deslumbrados por su amistad y dulzura, emocionados por la energía que irradiaba, y penetraba en los enfermo. Es un río de milagros que emanan de Él: cada milagro , una presencia transformadora de la divinidad.- “ Al ver esa muchedumbre, sintió compasión de ellos por que estaban vejados y abatidos “ ( Mt. 9,36). Un mundo nuevo estaba naciendo, como en la primera creación: la Buena Nueva hacía el reyno-nuevo :“sanando toda enfermedad y dolencia.” Mateo, el evangelista, está tan entusiasmado con estos milagros, que se enumera a sí mismo entre ellos. El suyo fue un milagro en el alma pero tan poderoso como el dar la vista a los ciegos. Él tampoco veía, pero fue suficiente una palabra suya para cambiarlo. Solo dijo “ Sígueme”. Entonces vio su vida de banquero, las bolsas de monedas, su entrega al negocio, las ganancias, la ley de la economía en le círculo poderoso de amigos. Cómo pudo salir de él? Qué clase de poder hubo en esta palabra? Seguir con él hacia donde? Mateo se vio a sí mismo como un milagro más: un milagro del espíritu: los ciegos vieron, el paralítico agarró su camilla, la niña de Jairo se despertó de la muerte y tuvo hambre. Qué recibiría en cambio al seguir el Maestro?

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Sintió que un poder había entrado en él, y se había apoderado. Él mismo no se reconocía, ya no era él mismo: no se trataba de las monedas que suenan, ni de los peces del lago, ni de las ovejas perdidas por los montes, ni de las mieses doradas en las colinas; era un poder de otro género: ese mundo antiguo se había perdido en la niebla y un nuevo sol brillaba: era su palabra, un despertar revolucionario que urgía desde su interior, más fuerte que las rocas, más impetuoso que un río, más penetrante que la lluvia o las olas del mar. Había sido cambiado de repente, y este cambio había establecido nuevas relaciones con las cosas de la tierra y del cielo: él era nuevo, una nueva creación, un milagro como tantos había visto: no de los ojos, ni de los pies, ni de una parálisis, ni de la muerte; mucho más que esto; su liberación lo había arrojado a un mundo diferente, en el cual el Señor era el centro, él reinaba, y los males del mundo terreno pesaban sobre él, caían sobre él, lo aplastaban , lo martirizaban, lo aniquilaban: para que volviera a resurgir, entre clamores populares.- “Él se levantó y lo siguió” ( Mt. 9,9). No era una aventura, sino su nuevo ser. Un mundo en el que el poder se daba como un don, y el negocio era el amor. El nuevo milagro de la creación era él, Mateo, o Leví, el nombre ya no tenía importancia, era uno de los suyos, uno de los doce. De acuerdo, este capítulo 9, termina con la frase:” rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”(Mt. 9,38). El poder de que se hacían venía desde la eternidad: por el Hijo alcanzaba al Padre. Igual le daba a Dios: seguir con las leyes establecidas, en el mundo, o de repente cambiarlas, para dar vida a un ser nuevo, en la materia o en el espíritu. Y lo había demostrado esparciendo los signos a manos llenas. Estos eran sus milagros; en el mundeo natural: sanar enfermedades, caminar sobre el agua, multiplicar los panes si era necesario, aunar los peces en la red, calmar el viento y la tempestad, detener la ira loca de sus conciudadanos. El mundo de la naturaleza estaba debajo de su poder. También dominó la muerte: del muchacho dejado tendido por el demonio, del hijo de la viuda, ante la ciudad doliente; de la hija del magistrado; de su amigo Lázaro. No había límite en su poder. Los demonios eran sus enemigos personales, avanzadas del reino del terror; se inclinaban ante su dominio y lo reconocían; lo agredían, protestaban al huir, proclamaban su ira , tergiversaban su obra. A pesar de la presencia de los espíritus buenos y malos, su poder no era espectacular, se realizaba con sencillez, como un acto natural y familiar: La suegra de Pedro les sigue sirviendo, a todos; el resuscitado de Naim regresa a su madre y a la ciudad con los compañeros de antes; el ciego de Jericó, consigue su milagro y ve, y se une a sus acompañantes; el ciego del templo, y de Siloé, luchador por su fe, al encontrarlo, solo pregunta: “Quién es?” y la respuesta es igualmente simple: “Soy yo”, y acepta su reconocimiento. Lázaro resucitado, celebra con la familia. La vida divina no estaba desconectada de la existencia en la tierra: a los pecados se les perdonaba con el poder de la compasión del Hijo y del Padre.

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Los milagros materiales sacuden el mundo, los milagros espirituales transforman las criaturas en hijos amados; el reino de Dios conquista la humanidad. Los signos hacen visible el mensaje, y confirman la fe. El poder del Hijo es concedido temporalmente a sus discípulos. Hay un punto de encuentro entro lo material y la vida del espíritu, esta es la Fe. La Fe es la puerta de entrada al mundo nuevo, dispone al milagro. El Señor Jesús ve en los corazones, y asiste al espectáculo de la Fe que se difunde , de alma a alma, para crear el pueblo nuevo, la comunidad de los creyentes.

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Capítulo sexto QUÉ HAY A MI Y A TI? Era una exclamación corriente, para acortar distancias (ma lí va lá?). La usó el rey David en su desgracia (2 S. 19,21):” Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, que os convertís hoy en adversarios míos?” Lo cual, evidentemente rechaza un conflicto. También la mujer de Sarepta la dirige a Elías en la desesperación -“ Se acabó todo entre tu y yo, hombre de Dios? Has venido a recordarme mis faltas?”( 1.Re. 17,18). Lo cual el profeta desmiente, con un milagro. Más evidente el caso del rey Josías. El Rey de Egipto Necó, le envió una carta pidiendo pasar por su territorio, lo cual Josías no quería. Le decía: “Qué hay entre mi y ti, rey de Judá?” No he venido hoy contra ti, sino contra la dinastía de Asiria, con la que estoy en guerra.( 2.Cron.35,23). En el mismo sentido Jesús excluye una diferencia: Tu y Yo somos uno, puede haber algo malo entre nosotros, que nos separe? Aquí estamos en el gozo del amor; no hay que sufrir; ‘mi hora’ , la del calvario, de tristeza y muerte no ha llegado, Señora.(Jn,2,4). La llama Señora, como toda la gente en esa boda. Ella también había sido invitada, pero no llegó en plan de decoración ilustre, de la familia de David, sino como colaboradora voluntaria, desde los primeros días de la compleja celebración y de los días del banquete. Su humildad y dulzura la habían revelado como un complemento necesario: fue aceptada, admirada, solicitada. Ella tuvo que echar mano a todas sus experiencias , para planificar, negociar, buscar. No había momento en que no estuviera presente, duda que ella no supiera superar, alimento que ella no supiera sugerir y acondicionar. Se reveló la estrella del equipo. Aún en el cansancio extremo ella sonreía, ante los errores ofrecía paz y remedio. Su figura creció de repente ante todo el servicio. Para todo se fiaban de su juicio y previsión. Se convirtió simplemente en la “Señora”. Había que reunir y almacenar suficiente trigo, y cebada, dulces y aromas. Lo primero, serían las carnes de los novillos, los asados de los corderos y cabritos , las aves y el pescado de Cafarnaún y Betsaida. Nada se escapada de su revisión y control; sabía calcular y prever. Quién no confiaría en la Señora? Y como traer los dátiles de Jericó, y los cargamentos de granadas desde la Franja de Gaza, y las aceitunas de Samaría, y las naranjas y limones de Canaan; y hasta las uvas pasas desde Mambré y el Neguew. Todo debía estar listo con extrema precisión, y la Señora, a la mano: para medir, calificar, distribuir las cargas. Parecía todo perfecto. No era nada extraño en la historia de Israel, que una mujer se revelara extraordinaria y tomara las rienda de un proyecto. Se recordaba fácilmente a Ana, la mística, entregada a la oración; que resultaría la madre del primero de los grandes, el Profeta Samuel. Se admiraba a Débora, quién allí mismo, en la llanura de las batallas, contigua a Caná, frente al Tabor, se había asociado al rey, para que este pudiera ganar la guerra, y había elevado a Dios su glorioso canto de victoria, que todos cantaban: el Canto de Déborah.

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Y el sueño de todas las reinas, era Esthér; quién había salvado a su pueblo de la destrucción, en la cautividad. Todos admiraban el atrevimiento maravilloso de Judit, aparente víctima oferta al invasor asirio, a las garras misma del enemigo; heroína que sola, detuvo la invasión. Más cercana se veía la sabia y hermosa Abigaíl, al placar las iras de David y de su ejercito, con generosas vituallas, para reparar la culpable avaricia de su esposo; y siendo pronto amada por el rey. Había modelos para todas la múltiples tareas de María de Nazareth; que encontraban su síntesis en la figura de la Señora, sin advertir cuán consagrado resultaría, en ella, este nombre para siempre. Pero una parte del gasto no se les había entregado: el vino era cosa de hombres, otros se habían reservado los odres y los transportes. La Señora no fue llamada a consulta; más bien la vieron como una sombra molesta, del lado de las criadas de la cocina. Solo al final, cuando vieron aflojarse los odres vacíos, y que el precioso líquido se había esfumado, entonces vieron aproximarse un desastre, y la avisaron. Ella recibió todo el impacto de la tragedia. Una multitud de invitados hambrientos y sedientes: listos para alborotarse, maldecir, imprecar; y la suerte de los novios expuesta a sus sarcasmos inclementes. El corazón de la Señora, se encogió: el cansancio , la decepción, el dolor de los pobres, la humillación, tenían el color rojo de una tempestad en el desierto. Con esto se presentó ella, delante de Jesús, y solo pudo formular entre lágrimas, tres palabras :” no tienen vino “ ( Jn. 2,3). Es allí donde se inserta la voz del hijo, que la llama :Señora. Era una simple constatación, pero en sus labios, sonó como un grito ahogado; no clama, no se lamenta, no acusa a nadie, solo contempla el agotamiento de las reservas, la extrañeza de los invitados, la difamación de la casa, la frustración de los criados, la decepción de los colaboradores. Cuántos días de trabajo se habían borrado? De esfuerzos, de entrega, yacen en la nada; nunca existieron por que todo se ha perdido. El futuro se veía como una nube negra, cargada de amenazas. Esta era su gente: la de los los pobres , y ella delante de todos. Del otro lado, como caídos del cielo, perdidos en las nubes, Jesús con los seguidores, con sus caras iluminadas de misticismo, perdidas en la contemplación, pendientes de Él con sus almas. Eran lo contrario de esta humanidad terrena, eran como el viento, como la lluvia. Qué papel jugarían, en esta fiesta de boda, de deseos de la carne, de un parentesco en la materia? Jesús no retrocede. Este fue el encuentro. Jesús no se niega a escuchar el latido de los corazones. Se da de frente. - ”Qué hay entre mi y ti Señora”?- La palabra Señora no excluye, que ella sea su madre. Soy tu hijo, y una sola cosa con tigo. Nada hay entre nosotros. Han transcurrido pocos meses desde que nos despedimos en Nazareth. Tu sabías de mi misión, y el adiós fue para siempre. Fue adiós a la infancia, a la educación que me diste, a la oración que me enseñaste, a la fe que me has transmitido, al conocimiento de las Escrituras, que me has inculcado, a la vida en la familia y con los parientes y amigos . Fue una ruptura, y al mismo tiempo una continuidad. Te estaba muy presente el día en que al ángel respondiste: “que se haga según lo que tu has dicho”; lo recordabas y sabías que aquella fue la ruptura. Que la

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era de los profetas se había terminado; que tu eras en la tierra, la cara del Espíritu de Dios; para la historia nueva que empezó contigo, para mi. A pesar de ello vivimos treinta años, en la maravillosa armonía de la esperanza: con José y los hermanos, y la historia de David en nuestra mente. La fruta caída se había podrido, pero la nueva semilla vivía, escondida en la tierra; y ahora ofreció sus ramas y hojas verdes. Hasta aquí madre soy tuyo y tu con migo: la esperanza se ha vuelto camino, y lo caminamos unidos. Esta boda es una jornada de amor y la vivimos unidos: tu amor con ellos y mi amor contigo. Es un día en el amor y lo construimos juntos; mis sufrimientos están todavía lejos en el plan de Dios: - “ mi hora no ha llegado “- y cuando llegue, la enfrentaremos unidos. Goza con migo de este amor, porque también estarás unida a mi en el día del holocausto, y de la sangre del cordero. Hasta ahora el diálogo era un discurso íntimo entre el hijo y su madre, entre el Mesías y la llena de Gracia. La virgen se miró alrededor, todos los ojos estaban fijos en su Señora: de los criados, de los colaboradores, de los amigos, como si de ella esperaran la solución. Se sintió perdida. Oró como Ester, identificada con su pueblo condenado a la destrucción por el enemigo: Señor Dios nuestro tu eres el único Ven en mi ayuda que estoy sola Yo no tengo socorro sino en Ti Yo oí desde mi infancia en mi tribu paterna Que tu, señor, elegiste a Israel De entre todos los pueblos, Para ser herencia tuya para siempre Cumpliendo en su favor cuanto dijiste Acuérdate y date a conocer El día de la aflicción Y dame a mi valor, dios de los dioses. Todavía perseguía en su mente el hilo de las palabras de él. Pero no había tiempo para reflexionar. Solo hizo un gesto con las manos : “hagan lo que él les diga.”- Entonces Jesús estuvo en el centro de la atención. Se levantó y se acercó a las seis grandes jarras de piedra, y habló con el Padre. Todos entendieron que había un nuevo poder que unía la tierra con el cielo. Les dijo que llenaran de agua limpia todas las tinajas. Fue una tarea dura, odre más odre, desde la fuente. Cuando todas se llenaron Jesús vio reflejado en el espejo de las aguas, el azul del cielo, como en el primer día de la creación: toda la naturaleza estaba en sus manos, para ser creada. Solo suspiró: Gracias Padre! Y ya , era diferente el color nuevo del vino, con sus reflejos morados, el amor que el Padre enviaba a la tierra. Solo los criados advirtieron el cambio; pero todavía no se atrevían a tocar el milagro. Intervino el Señor – “Sacádlo ahora, y llevadlo al maestre sala”. ( Jn. 2,8). Al hundir los guacales, para llenar las ánforas, el vino fluía, denso y

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oloroso, era de verdad el licor de los dioses. La angustia desapareció, los sirvientes lo reconocieron, ya no quedaban dudas; había que abandonarse a la fiesta. También lo vieron Pedro y Juan, y los demás del grupo: las seis tinajas enormes, rebosantes; el milagro se crecía ante sus ojos extáticos, y asombrados. El don rebasaba la necesidad, decía algo más; decía: mi amor no tiene medida, se da para todos. Fue el maestre sala quién resaltó la transformación y proclamó la excelencia del vino nuevo. Se encendió el entusiasmo : y todos querían más. La celebración tomó un rumbo nuevo, inesperado, este vino tenía el poder de hermanar, de animar la conciencia de una nación. La noticia corrió poco a poco, de boca en boca: el vino era un don del profeta de Nazareth, del hijo de María, la Señora: un don salido de su palabra, de una oración a Dios Padre. Con la alegría del vino, el don fue recibido con fuerza; asumido en la historia de este pueblo sin libertad, alejado de su propio destino anunciado por los demás profetas. Como el lucero de la mañana, la palabra proclamaba un nuevo amanecer. También sus discípulos se unieron al entusiasmo de la gente, y rodearon a Jesús y lo acosaron con preguntas. Él, solo les contestaba: creed en las obras de mi Padre. El amor antiguo de Dios por su pueblo elegido, se había agotado, como los odres del vino viejo. Un amor nuevo había brotado desde las aguas primigenias; y ese amor inundaba la tierra, y se expandía con el poder de su palabra. –“Así manifestó su gloria, y creyeron en Él sus discípulos” ( Jn 2,11). Jesús se levantó diciendo: tenemos que comunicar el anuncio del reino a todos los poblados de Galilea. –“Después bajó a Cafarnaún, con su madre, sus hermanos y sus discípulos”- (Jn,2,12) . Los invitados vieron, con ellos, alejarse la Señora, y entendieron que por ella habían ingresado nuevamente en el plan del Dios de Israel; y recordaron la gloria de Deborah, por la gran victoria, en la vecindad, delante del monte Tabor, y por ella, unida en su mente a la Señora, cantaron el canto nacional que todos conocían de memoria: “ Cuando saliste de Seír, Yahvé, cuando avanzaste por los campos de Edom, tembló la tierra, gotearon los cielos, las nubes en agua se fundieron . Vacíos en Israel quedaron los pueblos Vacíos , hasta tu despertar ,o Deborah Hasta tu despertar o Madre de Israel. El pasado se había vuelto presente en la Señora, el Dios de Israel había regresado a su pueblo, una nueva esperanza, había nacido en su corazón, el amor del Padre se había revelado. Los había liberado de la humillación y la vergüenza, y se unieron a las alabanzas de los ancianos de Betulia: Bendita seas , hija del Dios altísimo

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Más que todas las mujeres de la tierra Y bendito seas Dios, el Señor Creador del cielo y de la tierra. Juntos caminaban, María y su hijo, descendiendo, por las colinas, desde Caná hacia el lago, dejaban a sus espaldas la gran llanura de Esdrelon, donde la sierra de Megiddo, recordaba a Betulia y la fe de su héroe Judit. Ella repetía en su corazón el himno , de acción de gracias, de Judit: Cantaré a mi Dios un canto nuevo Tu eres grande Señor, eres glorioso, Sírvante a ti las criaturas todas Pues hablaste tu y fueron hechas, Enviaste tu espíritu y las hizo Y nadie puede resistir tu voz. Desde aquí en adelante, caminarán juntos, y estarán unidos hasta su muerte. Ya no habría separaciones ni adioses. La vida familiar había dejado de existir. José había descansado con sus antepasados, unos días después de la despedida. Ahora solo existía Él con su misión, y ella había sido insertada en esta misión, por su voluntad, entre los discípulos: para que Él fuera comprendido y amado. Y ella será la Señora, por clamor popular, para siempre. Esta era la idea: unidos para siempre. Ella revolvía en su mente la palabra de él: “mi hora no ha llegado”, pero pronto llegará y tu estarás conmigo en el sufrimiento. Nada me separará de ti, en el futuro; tu identidad de madre y discípula, se acrecentará cada día por el Espíritu y la Palabra. Tu la escucharás, la recordarás, y grabarás en tu corazón, la nueva historia de la Salvación, con el poder del mensaje. Como este crezca, te transformaré en mi. Mi vida ya te pertenece, y tu te pierdes en Mi. El viejo Simeón te lo anunció en la presentación del templo. Tu yo personal se anegará, en la niebla, para abrir espacio a mi nueva presencia en ti. Yo estaré en ti, con el Espíritu santo , para que tu, con Él, engendres y guíes mi iglesia: madre y Señora. Nuestra unidad es la del Espíritu, según dice la Sabiduría: “El Espíritu del Señor llena la tierra; lo contiene todo, y conoce cada voz.” (Sb,1,7). Juntos edificaremos la ciudad nueva. Y como anuncia Jeremías: “ Entre ellos se oirán alabanzas, voces de gente alegre; los multiplicaré, y no serán pocos, los honraré y no serán menguados; pues, quién se jugará la vida, para llegarse hasta mi?” (Jr.30,19). Solo quién se despoje de sí mismo y se abandone al poder del amor. Esta será mi nueva alianza: “pondré mis leyes en su mente; en sus corazones las grabaré; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”(Hb.8,6). Y Tu, madre, serás el modelo para la nueva generación: en el sacrificio y en la gloria. Será la unidad del amor, “porque todos los demás preceptos se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Rm.13,10). No será solo una ciudad, sino un cuerpo: bautizados todos en un solo Espíritu para no formar más que un cuerpo

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entre todos; porque todos los miembros , no obstante su pluralidad, forman un solo cuerpo (1 Cor.12,12). El amor en el espíritu, será el vínculo de la paz, entre hermanos. Cuál será esta iglesia, guiada por el Espíritu, y una mujer? - “ Que desaparezca entre vosotros cualquier clase de amargura, ira, cólera, gritos, maldicencia y maldad. Sed amables y compasivos entre vosotros, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios “ (Ef. 4,30). Será la nueva creación del Padre y del Hijo. Ya lo intuyó David ( en el salmo 16): “Me enseñarás el camino de la vida, me hartarás de gozo en tu presencia; de dicha perpetua, a tu derecha”. Estaba describiendo el resultado último de la misión y de su sacrificio. Este sería el final de la historia de salvación, después de atravesada “su hora”, la hora sangrienta del holocausto. Llegará una era de paz y justicia, cuando cada creyente me reconocerá, y se apoyará en mi, con abandono total y cambiará su corazón con la plegaria:

-” yo estoy siempre contigo; me tomas de la mano derecha, me guías según tus planes, me conduces tras la gloria. A quién tengo yo en el cielo?

Estando contigo no hallo gusto en la tierra Aunque se consuman mi cuerpo y mi mente tu eres mi roca, mi bien;

Dios por siempre : (S.73,24)

A ti te llamarán : madre de Gracia. Y tu derramarás todas tus energías para salvarlos, en el mundo entero; como hoy lo hiciste, para este pequeño pueblo de Caná. Tu celebrarás la fiesta: no con la antigua levadura , ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de sinceridad y verdad .“ (1.Co.5,8) Esta verdad será proclamada entre todos los pueblos, y la iglesia, contigo, será el arca de salvación. También Pedro y Juan estaban cerca de Jesús, mientras, caminaba hacia Cafarnaún, con María. Él explicaba a su Señora madre el destino final de la misión, y escucharon su discurso; algo quedó muy borroso en sus mentes, pero entendieron que siempre tendrían consigo una madre, modelada por el alfarero celeste, pero plasmada con el mismo barro que ellos; y que ella era la esposa del Espíritu.

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Capítulo séptimo.

DESLUMBRANTE CIELO Al comienzo de la actividad de Jesús en Jerusalén, San Juan introduce un personaje del Antiguo Testamento que podría ser el antítesis de él. Dos personajes, dos historias. Es Nicodemo, miembro de la máxima organización de poder de los Judíos. (Jn 3,1). Había presenciado la fuerte indignación del maestro, expulsando a los negociantes, proclamando, en el Templo, la casa de oración; había visto la realización de impresionantes sanaciones milagrosas. Cuál sería la conexión de estos signos con Dios? Nicodemo se siente autorizado a intervenir. Tiene alrededor de si la urgencia de la máxima asamblea de la Fe de los Profetas, el Sanedrín. Qué novedad es esta del joven maestro de Nazareth? Cuál es su anuncio? Por su parte Jesús, “todo el día enseñaba en el templo, y salía a pasar la noche en el monte llamado de los olivos” (Lc.21,37). Nicodemo desea evitar escándalos y alborotos, la noche es el tiempo apropiado, silencioso; es el tiempo del pensar profundo, de la cercanía del misterio: por esto escoge la noche. Él tiene Fe: detrás de los signos de Jesús, se intuye la presencia de Dios. Es una noche de las fiestas de la Pascua, de la luna llena, en el mes de Nisán. Podrá aclarar otra noche, más oscura y vacía, la de sus dudas? Quiere cautivarse las simpatías del taumaturgo: y reconoce sus milagros, reconoce sus signos, solo pregunta por el sentido: cómo se relaciona esto con el Dios de nuestros Padres? La repuesta de Jesús es directa, y tiene la solemnidad de un juramento: - “ En verdad, en verdad te digo”: es un “renacer”! un nacer de nuevo. Su palabra brilla en la noche, es clara y simple: “ el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.” (Jn. 3,3) Este es el anuncio: proclamar una nueva vida, que nazca “ del agua y del Espíritu.” (ibid.,5). En la mente sabia de Nicodemo, están catalogados todos los espíritus proféticos de la antigüedad, comunicaciones de Dios: las respuestas a los reyes, las predicciones de las victorias y de las derrotas, las amenazas de los castigos, el juramento de fidelidad de parte de Dios, la alianza. Ningún espíritu incluía un “renacer”. Cómo renacer desde esta tierra, desde la materia y la carne que nos sustenta? Jesús siente respeto por este anciano, magistrado y rabino: embebido de la historia de este pueblo Israel, interprete de sus leyes, y obsecuente a sus preceptos, devoto a sus costumbres. Nicodemo busca un punto de apoyo en los fenómenos de la tierra: y nombra el nacer natural de todos los seres; de los hombres y de los animales; de los seres del campo y de las semillas; de los bosques y los ríos: un sin numero de nacimientos que surgen del poder de la tierra. Esta referencia le ofrece a Jesús el punto de encuentro.

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Jesús acepta su alusión, a la tierra, y empieza de allí su largo discurso: para acompañarlo, desde la tierra; y mostrarle la dirección del cielo. Podrá elevarlo hasta la verdad? Es una empresa digna de Dios, Jesús la intenta, con una angustia en el alma: sabiendo que su esfuerzo resultará vano: “vosotros no aceptáis nuestro testimonio” ( ibid, 11). Su camino arranca precisamente de la tierra, de la carne. Pero “lo nacido de la carne es carne, y lo nacido del espíritu es Espíritu” (ibid 3,8). Nicodemo se pierde en esta oposición: habría un nacer que no fuera de la carne? Todo lo que nace sobre la tierra nace de la carne. Nada existe, de lo que nace en el mundo, aunque fuera en la mente, en el espíritu, que no posea sus raíces en la tierra. Hasta los pensamientos más sublimes brotan del deseo del cuerpo, del valor de las cosas terrenas. Pero Jesús insistía: Este “ renacer” no es de la tierra : sino del agua y del espíritu. -- Bien conozco el agua, pensaba Nicodemo: el agua, es la de la primera creación, la del diluvio, el agua es la del mar rojo, el agua es la del Jordán , el agua es la que cae desde el cielo. Jesús intenta elevar a su interlocutor, a niveles más altos de las superficies de la tierra: hacia la lluvia del cielo: el viento del cielo, el espíritu del cielo; más alto que el viento del cielo; y donde no alcanza el viento. –“El viento sopla donde quiere, y oyes su rumor; pero no sabes de donde viene ni a donde va” (ibid. 8). Y Nicodemo: -- sí he visto el viento, la tempestad de arenas en el desierto, los árboles arrancados desde sus raíces, las tiendas del campamento proyectadas al cielo, las paredes de las casas derribadas. Pero todo esto no es el viento, solo sus efectos, el viento pertenece al cielo, arriba del cielo, nadie ha llegado hasta el cielo. He visto volar los pájaros pequeños y grandes, y las águilas majestuosas, más altas que las cumbres más terribles, y las nubes más altas que las águilas, y los rayos y el trueno más allá de las nubes: pero nadie puede hablar de lo que hay por arriba del cielo. Jesús socorre la ingenua elevación de Nicodemo y añade: más arriba del cielo del viento, está el cielo del espíritu? Jesús lo confirma: nadie lo puede alcanzar desde la tierra: “nadie ha subido al cielo sino el que bajó de el cielo: el hijo del hombre” (ibid,.13). Jesús estaba frente a él, como figura humana, y a pesar de la oscuridad, el que se llamaba hijo del hombre se veía real y concreto, sólido y terreno. Cómo podía hablar de un cielo del espíritu? Se sintió perdido, cuando Jesús añadió: “nosotros hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto” ( ibid. 11). Era posible que esta figura envuelta en la oscuridad de las sombras nocturnas, poseyera algo más que lo visible, y el hijo de hombre fuera más que hombre, y ocultara una dimensión escondida; por comunicar con el cielo del espíritu? Qué había en la oposición entre carne y espíritu? Fue entonces cuando Jesús echó mano a una metáfora, a la pieza clave de su discurso: algo que Nicodemo recordaba perfectamente: la serpiente de bronce en el desierto. Las serpientes habían invadido el campamento, y Dios le ordenó a Moysés que hiciera

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una imagen de bronce como de serpiente elevado en el cielo. Ver la serpiente en el cielo restituía la vida. Quién estaría elevado en el cielo? El hijo del hombre? Nicodemo entendió la metáfora, pero no logró penetrar el significado: lo muerto se convertía en vida? Las serpientes en la tierra daban la muerte, y la mirada a la imagen de la serpiente en el cielo, les daba vida? Cuál sería condición para la vida eterna? Pero no existe la vida eterna: los salmos están llenos de esta verdad.

Podrá alguien vivir sin ver la muerte? Quién escapará a la garra del Seól?(S. 89,49)

La voz del Señor decía: -“ para que todo el que crea, tenga vida eterna!” ( ibid. 15) Una vida por encima de la muerte? Donde estaría el cielo del Espíritu? Ninguno de los antiguos profetas la había vislumbrado. Todos descendieron al Seól, al lugar de los muertos. Así rezamos en los Salmos( S. 115,17): Los muertos no alaban a Yahvé

ninguno de los que bajan al silencio

Estaba seguro de que no hay vida después. -“Como ovejas son llevados al Seól, los pastorea la Muerte , van derechos a la tumba, su imagen se desvanece, el Seól es su mansión.”( S.49,15) Tampoco entendió la analogía, referida a Jesus: “así tiene que ser elevado el hijo del hombre” (ibid. 14). Este profeta hablaría de sí o de otro, en el presente o en el futuro? Nada encajaba con sus conocimientos del antiguo testamento. No lo entendió a pesar del libro entero de Isaías, acerca del ‘ justo de Yahvé perseguido’; a pesar le las visiones de Daniel de la figura de hombre con cinturón de oro, y de Ezequías, lo huesos desconectados, que recobran vida. Su mente se perdió con el resplandor del cielo del Espíritu , que nadie podía ver. El mismo Moisé se lo había pedido: “Enséñame tu camino”. Y Yahvé respondió: Yo mismo iré contigo y te daré descanso”. Pero no le permitió ver su rostro:” al pasar mi gloria, te meteré en la hendidura de la roca, y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado” (Dt. 33,22). A nadie más le había concedido su conocimiento directo:” Si hay entre vosotros un profeta, en visión me revelo a él, y hablo con él en sueños. No así con mi siervo Moisés; él es de toda mi confianza en mi casa; boca a boca hablo con él.” ( Num. 12,7). No tenemos contacto con Él más que en sueños: “ Bendigo a Yahveh que me aconseja, aún de noche instruye mi conciencia” (S. 16,13). Tampoco lo pudo ver Elías: “ Después del fuego el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías enfundó su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pié a la entrada de la cueva” (ibid. 19,12). Pero hay un espíritu en el hombre, “el soplo del Shadday, que lo hace inteligente” (Jb.32,8). He rezado con el salmo 51 –“renueva en mi interior un espíritu firme , no me rechaces lejos de tu rostro, no retire de mi tu santo espíritu”. Más nunca se dice de un renacer! Qué significa esto de renacer por el agua y el el Espíritu? También se expresa en el salmo, la esperanza de estar viviendo con su ayuda:

“ Si escondes tu rostro desaparecen,

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les retiras tu soplo y expiran” Si envías tu aliento son creados Y renuevas la faz de la tierra (S.104,29)

No hay un abismo entre el hombre y el espíritu, solo una distancia que debe ser anulada por el culto al Señor. El hombre es de la tierra y del agua, pero no hay unión entre el agua y el espíritu. Hay un cielo del agua, pero donde hay un cielo de espíritu? El cielo del espíritu es más alto que el cielo del viento? Nadie lo conoce, ni nadie lo ha visto si no viene de arriba. Cómo dice este maestro que ha bajado del cielo? La tierra es de abajo, el espíritu es de arriba. Él dice: Nadie subió el cielo, sino el que bajó del cielo, el hijo de hombre? El que viene de arriba, ha visto lo de arriba; el que viene de abajo, no lo conoce. Sin embargo tenemos el espíritu. Cuál es la verdad del espíritu? “ El santo espíritu educador rehúye el engaño, se aleja de los pensamientos vacíos “ (Sb 1,5) Así se describe: Hay en ellos un espíritu inteligente y santo, Único, múltiple, sutil Ágil, perspicaz inmaculado, Claro impasible, amante del bien, agudo, Libre, bienhechor, filántropo, Firme ,seguro, sereno, que todo lo puede, Todo lo controla Penetra en todos los espíritus (Sb.7,22) El mismo Dios nos lo asegura, el espíritu del señor está con nosotros; el ser humano que obedece a Dios tendrá su asistencia en todas las empresas. El Hombre justo será protegido , tendrá la bendición del altísimo: Yo los guiaré entre consuelos, Los llevaré junto a arroyos de agua Por camino llano En que no tropiecen .(Jr.31,9) Como puede ese maestro hablar de un cielo del espíritu, cuando el mismo Yahvé se encarga de nosotros con todo su poder divino , protege su pueblo y lo defiende de los enemigos, como lo ha demostrado en los siglos de la historia de Israel; y revela a sus amigos el poder de su gloria. Yo derramaré mi espíritu sobre todo mortal

Y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas Y hasta sobre siervos y siervas, Y realizaré prodigios en el cielo y en la tierra (Jb.3)

En la Ley no cabe un espacio para el cielo del espíritu. Nicodemo se confirma con la palabra inspirada desde la antigüedad, en su visión utilitarista y material de un

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espíritu delimitado por las energías materiales. Mientras tanto Jesús lo abandona a sus elucubraciones preconcebidas, reconoce su resistencia a la acción del espíritu. El pensamiento espiritual de Jesús se contrapone al material de Nicodemo. Él recuerda que aún en el antiguo Testamento ya se anticipa la nueva realidad, y se habla de una nueva vida , don del Espíritu. Sobre todo Isaías , lo refiere al Mesías y lo intuye en su profecía con una alusión concreta a la persona del Redentor: Dará un vástago el tronco de Jessé Reposará sobre Él el espíritu de Yahvé Espíritu de sabiduría, de inteligencia Espíritu de consejo y fortaleza

Espíritu de ciencia y temor de Yahvé ( Is.11,7)

La profecía del Mesias es confirmada por las visiones de Ezequiel, prefigurando la nueva vida nacida en el espíritu:” os daré un corazón nuevo; infundiré en vosotros un espíritu nuevo: “ (Ez.36,27). El cielo del Espíritu adquiere entonces una luz nueva, en pleno día, cuando Juan el Bautista,” vio el Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre Él” ( Mt 3,16). De Él dirá el Precursor delante de sus discípulos: “Él os bautizará, con Espíritu Santo y fuego”(Mt 3,11). Ahora el discurso se eleva al misterio; Jesús ya no tiene en cuenta a Nicodemo, ya no se dirige a él. Aunque Él siga oyendo las palabras, su corazón las rechaza, como blasfemia: es una idolatría, una profanación! Es pecado atribuir un hijo a Dios santísimo ; y mucho más creer que se haga hombre y muera; rebajar a Dios, al nivel de los corderos degollados, y de las reses asadas en la hoguera; destruir la unidad absoluta del Dios único de Abrahán. Ahora mismo, el rey David se está revolviendo en su tumba, execrando ese discurso. El evangelista Juan , ahora se dirige a mi, y a ti; él, quien tiene Fe, ahora la trasmite, para todos nosotros, los que creemos: Por que tanto amó Dios al mundo Que entregó a su Hijo unigénito; Para que el que crea en Él No perezca, sino que tenga vida eterna. Ya no es el hijo del hombre; sino el hijo de Dios unigénito, elevado en el cielo, como la serpiente, para que el que crea en Él no perezca. Este discurso ha entrado hasta la intimidad de Dios: un hijo unigénito, un amor eterno; un dios Hijo, como un _Diós Padre, en el cielo del Espíritu. Pero el amor eterno de Dios ha bajado del cielo; el Hijo unigénito, ha sido entregado: el hijo del hombre ha sido elevado: su muerte está en el cielo del Espíritu: quien crea en él, quien eleve su mirada a Él en el cielo, desde la tierra de la muerte, tendrá vida eterna. El cielo del Espíritu envía sus rayos a toda la humanidad, a través del Hijo entregado, elevado en el cielo; para que vivan. El cielo

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del Espíritu es ahora el cielo de la vida eterna. El corazón del Padre ha invadido la tierra; el hijo unigénito está elevado en el cielo. Tanto amó Dios al mundo Tanto amó Dios al mundo Tanto amó Dios al mundo …………………………………… “La prueba de que Dios nos ama, está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores” ( Rom.5,5). Porque el hijo del hombre, ha sido elevado, por encima de la tierra, por encima del cielo de las nubes, por encima del cielo del viento, por encima del cielo del Espíritu, por que el Padre ha entregado su hijo unigénito, por amor. Nicodemo en su oscuridad, seguía interpretando a su modo el discurso; veía delante de sí una gran llanura como la de la profecía de Daniél y en ella muchas cosas pequeñas y grandes: eran pequeños y grandes amores de Dios. Pero no eran cosas, cada una era un valor, del amor de Dios, eran valores lanzados por Dios al mundo, porque los amaba, eran amores de Dios: - Pero su fe rehuía de la idea del Hijo. Mientras Jesús repetía:“ porque tanto amó Dios al mundo”. Solo uno era el amor infinito , el hijo unigénito, en el cielo del Espíritu, y a pesar de ello lo había entregado, para el “renacer” del mundo a la vida eterna .Porque” Dios no ha enviado su hijo al mundo para juzgar al mundo; sino para que el mundo se salve por Él.” (ibid. 17) Su mensaje de salvación, pasaba necesariamente por el “renacer” en la nueva vida del Espíritu: por el Cielo del Espíritu:

“vino al mundo la luz, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz”.

Estas palabras hicieron eco en la mente de Nicodemo, que ya estaba embotada: mientras él oponía: no hay un Cielo del Espíritu. Y decidió salir, nuevamente a la noche, desde la caverna del Getsemaní, donde el Señor se había refugiado: La Cueva de la Traición. Descendió lentamente por el declive del huerto de olivos, hasta el valle del Cedrón, lleno de las tumbas de los antepasados. La noche estaba iluminada por la espléndida luz de la luna de la Pascua, del 16 de Nisán. Sus rayos caían sobre el sepulcro de Absalón y los innumerable sepulcros de reyes y profetas. Todas las victorias, y derrotas de Israel, sus alabanzas y maldiciones, sus premios y castigos estaban grabadas en estas tumbas. Era esta la verdadera historia? El gran cementerio tomaba el aspecto de una ciudad dormida, habitada. No parecía aquello, una luz de día, en lugar de noche? Qué será mañana cuando la luz del sol traiga la claridad de la aurora? No tendrá algún sentido esto, de “hijo de Dios”? No será que además de hacernos oír su voz, como a los profetas, Dios quiere hacernos sentir su presencia? Establecer un canal de intercambio entre nosotros y Él? Traspasar su distancia, y hacernos algo de Él?

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No estaría yo confundiendo ambas cosas? No es posible estar en la noche, creyendo que fuera día? Delante de él corría el sendero hacia la ciudad alta de David, en la luz de la luna, vibrante como una cinta de plata, subiendo las gradas del monte. Estaría alguna verdad en la boca del profeta de Nazareth? Lo verdadero y lo falso se intercambiaban, con lo bueno y lo malo. Recordaba haberle escuchado: Pues todo el que obra el mal Odia la luz y no se acerca a ella Para que nadie censure sus obras Había sido suficiente su intento para conocer la verdad? Puede haber contradicción en la conducta del Dios de la alianza? No rezamos cada día (Dt. 6,4): “ Escucha Israel , el Señor es uno solo”? No es esta una verdad absoluta? Serán los pecados los que confunden la visión y obscurecen la verdad? Jesús había dicho: “ la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz” ( ibid. 19). Puedo yo ver la verdad en esta noche clara? No es suficiente mi fidelidad a la ley? Cuál obra es necesaria para salvarse? Esto repite el profeta:-” El que cree en Él no será juzgado; pero el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios” ( ibid. 18). Yo nunca podré cambiar mi Fe, la de Abrahán y de nuestros Padres; mi verdad, por sus palabras. No se trata solo de fe, sino de conducta: la buena conducta obra la verdad. Pero el que obra la verdad Se acerca a la luz. ( ibid. 21) Es posible que nuestras obras malas nos impidan ver la verdad? Este camino en la noche corre hacia el amanecer, cuando los rayos del sol descubran todos los pecados nocturnos, y el deseo de verdad sea irresistible; y la imagen de Dios vuelva a esconderse tras las sombras y las tinieblas de la noche, y resurgir la duda y la angustia del mal. Solo la figura de Jesús ocupaba todo el espacio de esta noche demasiado clara: era el hijo unigénito del Padre? También Jesús salió de la cueva y emprendió el camino contrario, el que subía por el monte de los olivos. Vio la sombra de Nicodemo descender hacia el valle y pensó: una oveja descarriada! Pero soy el buen pastor y la seguiré buscando y la cuidaré. Nicodemo intervendrá todavía, en una encarnecida discusión en el templo, con los fariseos, colocándose con los guardias enviados a capturarlo, y que no lo habían traído; y presentaba una débil defensa de Él con la frase: “A caso nuestra ley juzga un hombre sin haberle antes oído, y sin saber lo que hace?” ( Jn.7,50). Y solo tendría por resultado un sarcasmo: también tu eres galileo? Jesús, en lo alto, se dirigió al Padre. Ante él, allende el valle, estaba la gran ciudad de Jerusalén, la plataforma del Templo que Dios había amado y elegido como su residencia para siempre. Ya se había puesto la luna, y la ciudad empapada en una luz opaca, y gris. Y más alta que las nieblas, la silueta del Sancta Sanctorum, brillaba con sus paredes de oro, como un faro sobre las olas del mar. Era esto un mundo nuevo, el

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que estaba naciendo, en ese reflejo de aurora? No extenderá sus rayos el cielo del Espíritu? Jesús percibió como una marea el elevarse de la hostilidad sacerdotal, las olas del mal alrededor del cordero. El odio crecería hasta querer su muerte y ejecutarlo en su ciudad santa. Allí después de su respiro final, volverá a aparecer Nicodemo. Ese hombre y sus mezclas de mirra y aloe, llegaría ese día, con José de Arimatea, a cumplir con el acto final de su muerte, para dar sepultura al Hijo único del Padre: “Tanto amó Dios al mundo”. Por fin la oveja perdida, entre tantas, alcanzaría la Fe, y será bautizada con el “agua y el espíritu”; y con la Fe entraría al deslumbrante cielo del Espíritu Santo.

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Capítulo octavo

¿Y LOS OTROS? El evangelio de Lucas (17,11) introduce el milagro de sanación de diez leprosos, localizado en el límite entre el territorio de los Samaritano y de Galilea. En el viaje de regreso, entre Judea y Galilea, después de las fiestas de la Pascua, se encuentra con la escena denigrante de un grupo de enfermos de lepra. No son casos aislados, ya es una pequeña comunidad, unificada por la desgracia común. Se han reunido para sobrevivir al margen de una modesta aldea. No pueden esperar nada de nadie, sostenerse con sus propios medios. Cabe preguntarse si la lepra es una simple enfermedad o un castigo. Jesús observa el grupo ,y siente compasión, los ama; conoce a cada uno con su propio nombre, y como Dios los ama. Los ama más allá de las apariencias, sabe que cada uno de ellos ha traicionado este amor, y por su culpa ha incurrido en este castigo. La lepra, amenaza social ha sido legislada en el Deuteronómio ( Dt.24,8).-“Ten cuidado con la plaga de la lepra. Observando bien y ejecutando todo lo que os enseñan los sacerdotes. Recuerda lo que Yahvé tu Dios hizo con María”. (Num.12,1) “María habló con Aron criticando a Moisés a propósito de la mujer cusita que había tomado por esposa” A pesar de ser María una profetisa, Yahvé se indigna:” cuando se marchó, y la nube se retiró de encima de la tienda, María advirtió de que estaba leprosa, blanca como la nieve”. Tuvo que interceder por ella Moisés diciendo: ”Oh Diós cúrala por favor!” A través de la lepra se entra íntimamente a las relaciones entre Dios y su pueblo. Esta pequeña comunidad de leprosos poseía una particular historia. Una pasión los había llevado al castigo, y por esto unieron sus fuerzas, para conseguir: defenderse, alimentarse, trabajar y producir, a pesar del horror que causaba la enfermedad en los demás. Jesús conocía sus particulares historias y les daba un nombre: 1. Eliab, la avaricia 2. Alimabad, la ira 3. Samá , la envidia 4. Helí, la mentira 5. Matat la lujuria 6. Naún la soberbia 7. Maaz el robo 8. Resá el engaño 9. Nerí la presunción 10. Samaritano, la idolatría Cada personaje del grupo había exaltado una pasión; y el mal había atraído el castigo del Yahvé: un ejemplo para escarmiento de muchos, una defensa de la integridad de su pueblo. Pero ellos se habían unido para hacer frente a la enfermedad

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y a la sociedad. A caso, podía caber el amor de Dios. Podía una sociedad negativa, vencer la dignidad de la ley? Jesús conocía por experiencia esa barrera del mal que pretendía ser justa. Podría un acto de amor vencerla? Amor de Dios? Jesús la había experimentado al salir del rio Jordán donde había sido bautizado por Juan. Había vagado por el desierto por cuarenta días, y conocido la región de la transjordania, de sur a norte desde Petra de los salvajes Nabateos, al Maquir, a Madaba, a Pella a Jerasa, hasta Damasco y Persépolis. Era el reino del negocio, de la violencia, del asalto, y de la corrupción. Pasaban delante de él las grandes caravanas que corrían entre Babilonia y Egipto, cargadas de los productos más preciosos y elaborados del oriente lejano. Allí la pasión de Eliab, tenía sus adoradores, todo era ganar más, amontonar riquezas, allí satanás tenía su reino hasta sentirse Señor. Hasta un día se había acercado a Jesús : si eres hijo de Dios convierte estas rocas en pan, podrás pertenecer a mis dominios. Su reinado del mal no se elevaba más arriba de la tierra: solo le opuse la palabra de Dios que alimenta las multitudes. Pude ver las monumentales ciudades que los romanos iban promoviendo : Templos palacios, carreteras y puentes, fortalezas y cultivos: todo un imperio que crecía al otro lado de la tierra prometida. Quién dominaba el mundo, sino los aliados de Roma, los clientes de las grandes firmas, los dueños de las naves y sus cargamentos. También a ellos se había extendido el poder del mal. Samá, con la envidia, Helí con la mentira, Resá con las trampas en los negocios, tenían sus buenos modelos para constituir un poder, el poder del mal y de Satanás. También se había acercado a Jesús con todo el poder el dinero, del lujo, del engaño, y los asaltos. Satanás proponía: si te adhieres, serás mi ejecutivo número uno, tendrás todos estos reinados , si rompes tus barreras y te tiras a la vida. Solo le contesté: por encima está el poder de Dios: que nadie, por cuanto soberbio, se atreve a desafiar. Con eso entré en las tiendas de los mercaderes de joyas, de los expertos en perfumes, de los vendedores de sedas bordadas de oro, de los tronos de marfil, de las corazas relucientes, de los templetes de ídolos. Todo apuntaba a seres divinos. Maaz y Nerí, y Matat tenían allí sus modelos. También se acercó satanás , entre lámparas y llamas proclamando su divinidad, y me invitó: serás como un Dios. Únicamente le contesté: dice el Señor: solo yo soy Dios, y no hay otro. Toda esta ilusión, pronto será destruida; y el desierto volverá a reinar, con el vacío y el silencio, en la transjordania; por que Yahvé vigila sobre los que él ama. El dominio de satanás está destinado a las llamas, y su poder será superado por la fuerza del amor. Aunque el ángel caído no será eliminado: y llevará a todas partes y a todos los tiempos la tiranía destructiva del mal. También hay ángeles en el desierto: Y se acercaron e Él para servirle, para declarar su fidelidad a la misión que iba a emprender.(Mc.1,9) La lucha en contra del dominio del mal comenzaba ahora. El reinado de Satanás se iría reduciendo con la avanzada de la nueva fe y el poder del Espíritu, que es amor. Jesús vio los diez leprosos y escuchó sus voces. –“Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”. Solo pedían misericordia. Esta ya estaba concedida. Y se extendería a todas

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sus pasiones y pecados. Repasó con la mente, sus nombres y sus historias, a cada uno le ofreció un don: un milagro de amor y de vida. Sintió que el amor del Padre era superior a todas las pequeñas y grandes culpas del hombre. No había milagros de masas. Cada milagro era una nueva creación de Dios Padre, por su Hijo unigénito. Cada leproso tendría energía física en su vida y una fuerza nueva en el alma. “Les dijo, id, y presentaos a los sacerdotes.” (Mt.17,14). A cada uno les llegó su regalo, su acto de amor.- “ Y mientras iban quedaron limpios” (17,14).- Pero no fue lo mismo, en la conciencia de cada uno, al verse sanados. Los nueve galileos siguieron su camino hacia los sacerdotes del Templo, por la urgencia de legalizar su situación. Pero el samaritano reflexionó sobre el milagro. Fue al instante: verse libre, por la palabra del Maestro. Brincó de alegría, y en su alma resonó la palabra de Jesús. El samaritano pensó que la vida humana está en las manos de Dios; nadie que no sea Dios puede hacerlo; hoy Dios se la había dado de nuevo: era un renacer por la palabra de Él. Este milagro no podía quedar en secreto: el don que viene de Dios debe ser proclamado. –“ Y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús le dio las gracias “ ( 17,16). No solo estaba agradecido, sino admirado, quizás algo asustado, por estar en la presencia del poder de Dios. Ya estaba sano, pero su alma seguía en conflicto. Él ha demostrado quién es. Su dignidad supera todos los poderes humanos. El hombre seguía de rodillas delante del Señor. Era el simple modo para declarar la diferencia. Entonces escuchó la palabra que cambiaría toda su vida: ya no samaritano, sino discípulo. Jesús levantó los ojos hacia el padre y murmuró: ninguno de los que tu me has dado se ha perdido. Y añadió: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado”. Salvado de qué? Ya estaba limpio. No tenía enfermedad, de qué salvación se trataba? Su Fe en Él era total, sin límites. Seré suyo para siempre: seré de los suyos. Se levantó cristiano. Tu fe te ha salvado, pensaba Jesús; pero es uno solo: los otros nueve donde están? No quedaron limpios los diez? Fueron ciegos para ver el milagro? El lamento de Jesús es personal “No ha habido quien volviera a dar gracias a Dios más que este extranjero?” Se ha perdido la Fe de Israel? Dar gracias a Dios es efecto de la Fe. No pudo el milagro romper la barrera de sus pasiones, e insertarles la fe? Pudo más su antigua historia en el mal que el poder del espíritu? Ignoraban que un milagro es un don del amor? Jesús sintió en su corazón el frío de este abandono: no serían enemigos, ni adversarios polémicos, peor: serían indiferentes. Entonces revivió todo el mundo idólatra que había encontrado más allá del Jordán; las tentaciones del desierto, y el reinado de Satanás. No eran solo nueve los que desconocerían su amor, sino legiones enteras de los paganos y de los mismos judíos. No habían entendido que el reino de dios penetraba por las almas, era un mundo de creación espiritual. No entraría con clamores y movimientos espectaculares: -“ porque sabedlo bien, el reino de Dios ya está entre vosotros” Solo quienes lo reciben con fe lo pueden entender.- Diferente será la última venida del hijo del hombre: porque entonces, “como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el hijo del hombre en su Día. Pero antes tendrá que padecer mucho y

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ser reprobado por esta generación”. Tres veces había anunciado ya su pasión, pero ellos no lo entendían. Él repetía: “ya veis que subimos a Jerusalén donde se cumplirá todo lo que los profetas escribieron”. Caminando con Jesús llegaron a la vista de la ciudad. La angustia de su alma se desbordó; y dio voz a su amargura. Al contemplarla Jesús lloró. “Si también tu conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos”. ( Lc.13,34). Entonces entonó una triste elegía. Jerusalén, Jerusalén, Que asesinas a los profetas Y apedreas a los que te son enviados! Cuantas veces he querido reunir a tus hijos Como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas Y no habéis querido. (Mt.23,37) Ante sus ojos se desplegaba la ciudad con toda su historia. Las clases elevadas, conocían las aventuras del pueblo de Dios y sus pactos de alianza, la conquista de la tierra prometida y la infidelidad a la ley del Señor. Para los Sacerdotes del Sanedrín, los maestros y los escribas, la doctrinas de los profetas, era un instrumento de dominación para defender sus privilegios, negociar con los romanos, y afirmar su independencia . Los fariseos y los escribas, como movimiento conservador , interpretaban el cumplimiento de la ley como la fuerza de cohesión ante las inmoralidades del helenismo y la falsa mística de los gnósticos del oriente. La masa de la gente humilde, albergaba resentimientos y sueños de revuelta armada. La comunidad apagaba su devoción interior en las prácticas de culto y fiestas. Nadie estaba en actitud receptiva del anuncio restaurador del espíritu ofrecido por el Mesías. Un pequeño manípulo había vibrado de alegría al ver los signos. Pero nada fuerte. Y los demás donde están? El corazón del Señor se estremecía de pena y desilusión.- “Días vendrán, en que desearéis ver uno solo de los días del hijo del hombre y no lo veréis”( Lc 17, 22). Jesús abrazó con una mirada el reducido grupo de hombres y mujeres que lo acompañaban, y pensó: “Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mi” (Jn. 6,38). Su voluntad se entregaba con una adhesión total a la del Padre: su designio al haber bajado del cielo, no consistía en hacer su voluntad, sino la voluntad del que lo había enviado. -“Esta es la voluntad de mi Padre: que quien vea el Hijo y crea en él tenga vida eterna”.- Esta voluntad incluía el sacrificio final de todo su ser. Será necesario que el grano de trigo sembrado se muera, para que se multiplique y viva.

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Capítulo noveno

POR QUÉ LOS NIÑOS? Los niños en los Evangelios, son un estallido de alegría, y todo un personaje que acompaña la historia del Mesías. Él mismo siendo niño ocupa un lugar grandioso: desde el anunciación del ángel , al viaje de Maria a Ain Karin;

desde el encuentro de ambos niños, Jesús y Juan Bautista, en el vientre de sus propias madres, hasta el asesinato de Juán por mediación de una niña; desde las visitas de los pastores al niño recién nacido; hasta la estrella de los magos de oriente que le ofrecen dones;

desde el canto de Zacharías al nacimiento de Juan, hasta la profecía del viejo Simeón en el templo;

desde la música de los ángeles en Navidad, hasta la persecución de Herodes y la masacre de los inocentes de Belén;

desde la huida del niño Jesús llevado a Egipto, por el sueños de José , hasta su regreso al pueblo de Nazareth; el niño es el primer peldaño de la escala de los misterios, en la historia de la salvación.

Pero el hijo del hombre es una persona adulta: ya a los doce años en el templo es consciente de su empresa salvadora; así como en el comienzo de su predicación, a los treinta, en el Jordán, es proclamado por el Padre, heraldo del Anuncio. Entre los signos , su predicación, se hace humilde hasta colocarse al nivel de los niños. Ellos entran en el anuncio como una dimensión esencial de la práctica del reino de Dios. Para explicar la forma de conducta del creyente, encuentra un modelo en un niño. Su actitud es de cariño y amor, y alcanza el valor íntimo de la persona-“ Tomando un niño lo puso en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos” . Su actitud es de amor: el niño es la criatura que Dios ha lanzado al mundo para que su vida alcance la gloria eterna. Hay una conexión directa entre esta criatura y la misión del Hijo:“ y les dijo: el que acoge un niño como este, a mi me acoge; el que me acoge a mi, no me acoge a mi sino a Aquel que me ha enviado ( Mc. 9,36)”- Hay una identidad de vida entre el niño y Jesús el Hijo por la comunicación en la gracia.- “ Y todo aquel que dé de beber, tan solo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa” ( Mt 10,42). La frase encierra un doble sentido: uno explícito, la unidad en la fe, y otro implícito la preocupación por la salud del niño. El sentido espiritual no excluye la necesidad inmediata del cuidado. Jesús manifiesta verdadero amor a los niños, a pesar de la oposición de los apóstoles exaltados en sus categorías machistas. No así las madres, “le presentaban también a los niños pequeños para que los tocara; pero los discípulos al verlo le reñían”. Sin duda entre los miles de peregrinos que acudían a Jesús, los pequeños eran un estorbo a los programas de las predicaciones colectivas; pero el Señor les enseña los valores

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de estas criaturas, con miras al futuro. “Jesús llamó a los niños y dijo: dejad que los niños vengan a mi, y no se lo impidáis”. No siempre los evangelistas subrayan su presencia; pero en ocasiones esta se filtra, como en el caso de la multiplicación de los panes y peces:- “ uno de sus discípulos , Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero qué es esto para tantos?” - Sin duda era la refacción que una madre previsora había preparado para su niño. El pequeño enseguida accedió, y sin comentarios, ofreció su pequeña bolsa de piel de cordero. Los apóstoles entregaron a Jesús los panes y los pescados y se olvidaron del niño. Pero él se acercó al maestro, y agarró fuerte su manto con las manos. Jesús oraba al Padre, y el niño levantó los ojos y vio como una mano dejaba escurrir los panes, y la otra los peces; y caían en las canastas que los apóstoles le presentaban vacías; hasta que se llenaban de pan y pescados. Se las llevaban y traían otras; y las entregaban a cada uno de los cien grupos ordenados de cincuenta hombres. El niño se extrañaba; nunca había pensado imaginar tantos panes y tantos pescados listos para comer. Y la cara de Jesús que con amor seguía ofreciendo alimento. Le parecía natural, si Él era el Hijo de Dios. Siempre que se haga memoria de los miles de gente hambrienta y del prodigio del poder divino, se recordará la presencia de este niño, con su pequeña bolsa , viendo correr sus cinco panes y los dos peces, en las manos de Él y multiplicados por miles. Y enseguida añade Lucas la razón verdadera del ejemplo “ porque de los que son como ellos es el reino de Dios” (Lc 18,16). Y esta es la razón del símbolo: el carácter de simplicidad y rectitud, que caracteriza los niños y los convierte en modelos de Fe: la fe llena de confianza y esperanza, la fe segura de la fidelidad de Dios. De hecho Jesús no niega una curación ni un milagro cuando se trata de niños. Uno de los milagros más emocionante es el de la hija de uno de los jefes de la sinagoga. –“Cayó a sus pies y lo suplicaba con insistencia: mi hija está a punto de morir.” Jesús no pone tiempo en medio, simplemente “se fue con él”. (Mc.5,23) Pero era tan grande el gentío que detienen su paso. Es como un milagro programado. Se le ve llegar. Primero la espera del desenlace; luego el aviso de la muerte, al final el clamor del pueblo, los músicos y las plañideras; por fin la entrada del Señor con tres testigos. Sin duda Jairo es persona querida entre sus vecinos, la gran masa lo acompaña en la pena y celebra con llantos y lamentos, la muerte de la niña. Jesús consuela el padre diciendo” no temas; basta con que tengas fe.” ( 5,36) Y a las gentes les reprocha su falta de fe y sus clamores insensatos. Les dice: “la niña no ha muerto, está dormida” mientras los presentes se burlaban de él. Sabe que en instantes, el alboroto de llantos se cambiará en desborde de alegría. La niña tendrá sus pequeños amigos que le feliciten. El milagro, en el recogimiento de la casa, ante papás y los íntimos, es todo un acto de amor: “Tomó entonces la mano de la niña y le dijo: muchacha a ti te digo, levántate.” Ella era el centro precioso de esta familia, se levantó y se echó a caminar; como siempre, su presencia llenaba todo el aposento, era la vida. A la gente de fuera les llegó con sorpresa, y fue un temor, el que los invadió. Pero al final fueron gritos de júbilo: toda una ovación de sentimientos y

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cantos. A pesar de la prohibición, la noticia corrió como una llamarada: el Mesías evocaba los primeros días de la creación, cuando el Padre sopló su espíritu en la creatura humana. El reino de Dios había venido a renovar la humanidad desde la infancia. No llegaba con clamores y violencias, sino en la comunicación de los corazones. Más extraño y doliente, es el caso de la mujer sirofenicia. ( Mc. 7,29) . Completamente ajeno al coro de acompañantes y amigos de la sinagoga de Jairo; en la soledad sin esperanza. Llegó a turbar la paz de una temporada oculta, en tierra pagana, de Jesús con sus doce. La fama lo había precedido. Los gritos de la mujer afligida persiguen al maestro, hasta enojar a los discípulos, quienes se resienten por sentirse públicamente señalados en un país extranjero. La mujer “gritaba diciendo: ten piedad de mi Señor hijo de David. Mi hija está malamente endemoniada”. (Mt 15,23) Ellos decían “ despídela, ella viene gritando detrás de nosotros”. (ibid. 24) Por diferente razón , Él no respondía palabra. Los milagros son signos, dentro de la economía de la conversión de Israel.- “ No está bien tomar el pan de los hijos y echárselos a los perritos”. Ella adora, se humilla, acepta su condición de ignorante extranjera, y en su desolación y abandono encuentra una fórmula, amarga pero real: aún los perritos reciben las migadas que caen de la mesa. En esta humillación estaban involucrados: el mal, el demonio , la hijita y su madre y la voluntad del Mesías. Jesús no pudo resistir a su desesperada declaración de fe. Entonces la aceptó, con todo su poder:”” Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas” ( ibid 28). El toque final de la tragedia lo añade el evangelista, por el cuál la niña es colocada bajo la mirada de Jesús: en aquel momento quedó curada la niña. Aquello que en la historia fue el punto final, en el corazón de Cristo fue la razón primera: darle la vida. Se unieron en ella las dos dimensiones: la transformación de la vida y el poder salvador de la Fe. Otro niño enfermo solicita la presencia de Jesús y su liberación del mal. Estaba Jesús de regreso a Galilea y a la ciudad de Caná, lugar de la conversión del agua en vino. El niño se encontraba en Cafarnaún, en la casa de un oficial del rey. La muerte rondaba ya muy de cerca. El padre, al enterarse de que Jesús había regresado de su gira por Judea, corrió hacia él. (Jn,4,46). Jesús sabía que el recuerdo del milagro de la boda había inclinado las mentes en su favor. Pero era el signo impactante aquello que atraía, no el significado divino. Por esto se lamenta:” Si no veis signos y prodigios no creèis” ( Ibid. 48). A pesar de esto ,no quiso abandonar al niño, le dijo al padre: “vete que tu hijo vive”. Estas palabras encerraban una doble orden: en la tierra y en el cielo; el hombre obedeció y el niño vivió. El hombre, se fió, y comprobó la verdad de las palabras . No era solo el cambio de agua en vino: era insuflar el espíritu en una criatura que languidecía, por una fiebre mortal. La salud fue inmediata, la familia extasiada por el empuje de la energía. Se apresuraron a enviar un mensaje al padre. Al recibirlo, este averiguó que la hora del milagro coincidía con las palabras de Jesús. Reconoció el doble milagro, por el niño él también había revivido: “ y creyó él y toda su familia.” ( ibid. 53).El amor al niño consiguió su verdadera victoria.

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Marcos nos relata todavía un episodio más dramático y emocionante. Se había discutido entre la gente sobre la incapacidad de los discípulos, ante un espíritu mudo y violento que atormentaba un niño endemoniado. El demonio rebelde se negaba a abandonar su víctima. Jesús advirtió la lucha y preguntó. Se le adelantó el padre:-“ Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo, que se apodera de él, lo derriba, le hace rechinar los dientes y lo deja rígido” ( Mc 9,17). Todo un cuadro clínico que no se había remediado por falta de fe. Jesús sintió compasión por el muchacho, e indignación por esa incredulidad: ” Ay, generación incrédula, hasta cuando estaré con vosotros, hasta cuando tendré que soportaros?” Y tenía razón. En el corazón del padre cabía el dolor, pero su fe estaba muerta.-“ Si algo puedes, ayúdanos”. Sin fe no habría milagro. El Señor se lo reprochó “ Qué es eso de si puedes? Todo es posible para quien cree.” El hombre se sintió perdido, desesperado, no había nada dentro de él que lo impulsara a creer: vencido , anulado. Su última oportunidad estaba en el Maestro “ Al instante gritó el padre del muchacho: creo, ayuda mi poca fe”. El corazón del Señor, se sintió herido, rasgado, entre dos abismos: la maldad de satanás y la infidelidad de los hombres: “El espíritu salió dando gritos”. Entonces Jesús tomó el niño de la mano y lo levantó. Para el padre amargado era su hijo único; para Jesús un amor también único. Los presentes, todavía aterrorizados, y los discípulos pálidos por el miedo. El poder de satanás se había exibido con todo su horror; mientras el valor de la fe, una lámpara agonizando en sus últimas gotas de aceite. Todavía vibraba en el aire el grito desesperado del padre : creo, ayuda mi fe. Los niños seguían siendo para Jesús el futuro de la fe. Recordaba sus juegos y sus dramas infantiles, eran un lección para los adultos, para que aprendieran a soñar con ellos y ver más lejos de los simples gestos: (lc 7,31) A quién podría comparar esta generación incrédula? A chiquillos que sentados en la plaza se gritan unos as otros: Os hemos tocado la flauta, Pero no habéis bailado Os hemos entonado elegías Pero no habéis llorado Todos escucharon a Juan el Bautista, incluso los publicanos y reconocieron la salvación que Dios les ofrecía, y se hicieron bautizar. Pero los fariseos y los legistas no aceptaron su bautismo. Es necesario un cambio: también en esto son modelo los niños: “Si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el reino de los cielos “( Mt. 18,2). Jesús se indigna en contra de los que escandalicen a los niños. Llamó un niño y lo puso en medio de ellos : “el mayor en el reino de los cielos será el que se humille como este niño.” Por esto es necesario protegerlos, defenderlos de los escándalos. “El que acoja un niño como este a mi me acoge”, mientras, ay, del hombre por quién viniere el escándalo: “ más le valdría que le colgasen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y lo hundiesen en lo profundo del mar” (Mt

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18,6). Y justifica teológicamente su admiración: y ordena, guardarse de menospreciar a uno de estos pequeños. “ Por que yo os digo que sus ángeles en los cielos ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos”.

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Capítulo décimo

A LA DIESTRA DEL PODER

La relación íntima de Jesús con el Padre celestial se hace evidente en su oración: acción de gracias, alabanza, súplica, respuesta, intercesión, abandono. La misma oración toma en su vida todos los matices de la gracia: actuar con él, perdonar con él , reprochar la falta de fe, indignarse con las autoridades, invitar, exhortar, aconsejar, enseñar con su doctrina, acatar su voluntad, cumplir con sus deseos. Toda esta realidad significaba el mundo interior de Jesús, un mundo impenetrable para nosotros a pesar de que se defina con palabras simples y transparentes. Un mundo que trasciende nuestra capacidad de imaginación y de pensamiento intelectual. En la imagen de Jesús, esta es la tercera esfera: la del misterio, del Dios encarnado, la más interior, invisible para nuestros ojos. Es el mundo divino del Hijo de Dios, de su alma y corazón; de su comunicación con el Padre; de su plan de salvación para la humanidad. Entrar a ese mundo interior, sería entrar al misterio, poseer una visión sobrehumana. Ese mundo se demuestra en las breves alusiones de los evangelistas, cuando lo presentan en contacto directo con el padre, generalmente en la noche, en la oración. Es la esfera divina del Mesías, prohibida para nosotros. La primera esfera, en cambio, es la esfera de Jesucristo visible: la que pertenece al Jesús hombre, o como Él prefiere llamarse: el hijo del hombre. Es el Jesús que camina por su tierra en Galilea, que sube a los montes, viaja al extranjero de la tierra de Tiro y Sidón, o llega más allá de la transjordania, a las ciudades romanas del oriente, o al norte a Cesarea de Filipo. Es el Jesús rodeado por miles de admiradores, que desean tocar su manto para ser sanados, del grupo reducido de apóstoles, entregados y celosos, conscientes de ser elegidos, sin conocer realmente para qué. Él es el maestro de Nazaréth con aspecto de profeta, pero con rostro humano, capaz de comer y beber entre nosotros, sentir cansancio y buscar amistad, sanar a enfermos realizar curaciones milagrosas, y hasta resucitar a muertos, cuando es preciso. Es el Jesús visible, admirable y hasta adorable. Esta es la primera esfera que conocemos de Él, la más exterior, y superficial; la que nos pone de rodillas a escuchar su palabras, intentar interpretar sus parábolas, descifrar su mensaje; apreciar su ideal de paz y de bondad ; que se da a todos, incondicionalmente. Creemos en este Jesús por el respaldo de sus milagrosas obras, por la claridad de sus verdades , y la dulzura de su disponibilidad, y la coherencia entre sus dichos y su conducta. Puede ser un riesgo: el de detenernos en esta esfera exterior, mientras la suya interior se nos hace incomprensible; más allá de la infranqueable barrera del misterio. Pero hay también, en Jesús, una segunda esfera, quizás intermedia entre la tercera y la primera, entre la exterior y la divina. Será una mezcla de las dos? Una ruptura de la

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pared de cristal? Un irrumpir de lo divino entre lo humano? Esta segunda esfera, ni superficial, ni interior, es igualmente visible; aunque no sea explicable. La vemos aparecer de repente entre situaciones normales, como una ruptura , una sorpresa una interrogante: cuando Jesús en la noche camina sobre el agua del lago,

cuando detiene el huracán en el lago y dice al viento, cálmate; cuando dice a los pescadores, tiren la red a su derecha, y se llenan las dos

barcas; cuando dice a la Samaritana: si conocieras el don de Dios, tu se lo habrías

pedido a él; y él te habría dado agua viva; cuando dice: quien quiera salvar su vida la perderá; quién pierda su vida por

mi la salvará; cuando se ilumina en la noche del Tabor, entre dos profetas , Moisés y Elías;

entonces llegó una voz desde la nube, que decía: este es mi hijo, mi Elegido, escuchadle;

cuando dice a la mujer adúltera: nadie te ha condenado? yo tampoco te condeno;

cuando proclama: nadie conoce quién el hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar

cuando detuvo en el templo a los que iban a apedrearlo, por que su hora no había llegado;

cuando Jesús les habló: yo soy la luz del mundo: la persona que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida;

cuando dijo en el templo: el Padre y yo somos uno. cuando le dice a Lázaro, sal del sepulcro. cuando afirma, en el sanedrín: el hijo del hombre estará sentado a la diestra del

poder de Dios; cuando le dice a las mujeres de la vía dolorosa, no lloréis por mi, llorad más

bien por vosotras y por vuestros hijos; cuando en la cruz le dice al ladrón , te aseguro que hoy estarás con migo. cuando le dice a su madre, ahí está tu hijo; y a Juan, ahí está tu madre.

No hay explicación humana que pueda justificar esta larga serie de intervenciones cuando la interioridad misteriosa se trasluce en una situación material. No se trata de milagros, no son signos; solo gestos, provocados por la exuberancia del espíritu. Esta segunda esfera, intermedia, del ser del Mesías, como en situación entretejída de sus enseñanzas, y el misterio divino; llena la distancia entre el hijo del hombre y el hijo de Dios; y proyecta nuestra fe hacia la vida del Espíritu. En este momento no analizaremos ni la primera ni la segunda esfera del Mesías, en cambio intentaremos explorar la tercera esfera: la más difícil y misteriosa, la de la divinidad. No poseemos medios apropiados, pero nos podemos acercar a los momentos en que Jesús se relaciona con el Padre: cuando Jesucristo ora, da las gracias, suplica. Corresponde a los momentos en que Jesús deja de ser nuestro, para

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irse lejos, a una distancia infinita, y a encontrarse con el Padre, cara a cara. Los Evangelistas señalan estos momentos con breves palabra, como de paso, como al llegar ante una puerta cerrada, sin llave, sin explicación. Lo vemos , en primer lugar, dando gracias ante de realizar una obra importante. En el Jordán, al ser bautizado por Juan, y haber recibido visiblemente el Espíritu santo, Jesús ora: “Ya bautizado estaba en oración, cuando se abrió el cielo”. Qué contraste entre la multitud de pecadores que lo rodeaban en el agua pera escuchar al Precursor, y Él recibiendo en su interior la vocación a la misión. Él iluminado por del Padre en su actitud de apertura hacia la humanidad de todos los tiempos, de todas las creencias y de todos los errores intelectuales y, en primer lugar los males morales; y cargarse la responsabilidad de todos los crímenes, las injusticias, las violencias y corrupciones, para abrir la era del perdón y de la misericordia. La respuesta del Padre fue inmediata y gloriosa: “Tu eres mi Hijo; hoy te he engendrado”. (Lc 3,21) El hijo es a la vez el Jesús humano: esa porción de humanidad insertada en la Persona del Hijo y destinada al sacrificio. Cuál misterioso flujo de vida, se intercambia entre el Padre y el Hijo, para reprogramar el destino de las almas, y redirigir sus existencias hacia la vida divina. No es la comunicación de un simple fragmento del tiempo, es un devenir constante que corre sin cesar de tras de las cambiantes situaciones de la vida. Solo aflora por tiempos y se da a la vista. Así en la multiplicación de los panes. (Lc 9,16) “ la realización de un milagro no es un acto material, es un regalo del padre y a través de Él. En la misma noche, despedidas las gentes , se retira al monte para orar (Mt.14,26). Mateo subraya su alejamiento del mundo: “Al atardecer estaba solo allí”. Imposible penetrar en la vida maravillosa de esta soledad. Igualmente Jesús ora ante de seleccionar los doce entre la multitud de discípulos. (Lc.6,12) Lucas lo observa: “pasó la noche orando a Dios . Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió doce.” Hay un nexo de continuidad entre la oración y la elección , la vida con el Padre es la que orienta y sanciona todos sus pensamientos: sus decisiones son efecto de la voluntad del Padre. Más espectacular será la oración en la cumbre del monte Tabor. “ Era una noche de estrellas. La bóveda nocturna brillaba con particular nitidez y encanto, con sus millones de luces , en la profundidad del espacio cósmico, cuando Jesús y sus tres acompañantes elevaron sus almas al Creador del mundo, con su oración, en una elevación que poseía la intensidad de un rapto místico del espíritu. La densidad de la presencia divina se hizo transparente cuando la figura de Cristo se iluminó desde su llama interior y la divinidad invadió sensiblemente su opacidad humana. -“Mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó y sus vestidos eran de una blancura fulgurante” ( Lc. 9,29). El escenario se completó con las figuras de los grandes profetas, Moisés y Elías, y su conversación. Pero mas que el sonido exterior de palabras, vibraba la adhesión de los corazones al plan del Padre, que resonó de inmediato entre la clara nube: “Este es mi Hijo, mi elegido, escuchadle” (Lc. 9,35). La visión se había vuelto mensaje, la contemplación, un compromiso. No había

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comentario, por que las palabras significaban el monte del calvario y la luz era la del día de la resurrección. Su oración atravesaba todos los días y las noches, Marcos apunta sus coloquios nocturnos: “ De madrugada , cuando todavía estaba muy oscuro se levantó y salió , y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración.” (Mc 1,35) . En estas largas oraciones solitarias su alma se identificaba con la misteriosa presencia del padre, su voluntad se unía a la divina, y en la unidad expresaba su alabanza: -“Se llenó de gozo en el espíritu santo y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado esas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a gente sencilla ( Lc 10, 21)”. No había más que una voluntad: “mi Padre me ha entregado todo “ ( ibid, 22). Y esta se entrega para siempre, hasta la hora final del sacrificio, y de las tinieblas. Cualquier reacción de la carne y de la sensibilidad humana es acallada ante la voluntad eterna del Padre. El sacrificio es completo, hasta el derramamiento de la sangre; y más adelante, hasta que vuelva a brillar la luz de la resurrección. Así como Jesús ora en su continua comunicación con el Padre, invita a sus oyentes a la oración-“Yo os digo, Pedid y se os dará; buscad y hallaréis,” (Lc 11,9). Jesús intenta trasmitir su fe en la oración, desde la perspectiva de Dios, Padre hacia sus hijos. Aquello que Él ha experimentado como Hijo , quiere que sea también nuestra vida interior. “ Si vosotros, aún siendo malos, sabéis dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu santo.” ( Lc. 11,13). Por esto nos exhorta a una oración sincera de comunicación de confianza con el Padre lo cual solo se consigue en la soledad y apertura del corazón: “ cuando vas a orar entra en tu aposento , y después de cerrar las puerta ora as tu Padre que está allì”. ( Mt 6,6) Por esto estalla su indignación, al ver el Templo, casa de Dios, convertido en centro de negocios, repitiendo “ mi casa será llamada, casa de oración” (Mt 21,12) . La razón? se esconde en el poder de la fe: la oración con fe, sin vacilaciones posee la eficacia de la creación : “ Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis,” ( Mt 21,22). Lo que más hiere y ofende la majestad de Dios es nuestra falta de Fe. Jesús lo ha experimentado y reprehende esa “generación incrédula y perversa.” –“ Por que os aseguro que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a ese monte : desplázate de aquí allá, y se desplazará. Y nada os será imposible.” La fe responde al deseo, el que tenga fe aspira a la perfección: la oración brota necesariamente del deseo de perfección. En el día solemne de la Pascua, Jesús proclama en el Templo: “ Si alguno tiene sed, que venga a mi y beberá!”( Jn.7,37). Los profetas habían anunciado el agua que debía regenerar a Sión: desde el templo correrán ríos; pero Jesús dará el espíritu santo. Es la fe de la hemorroísa: con tal de tocar el borde de su manto; de los samaritanos: “nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del Mundo.”(Jn 4,42); Es la fe del centurión quien se siente indigno y le dice: “mándalo de palabra” (Lc.7,7).

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Tal es la fe del ciego encontrado en la salida de Jericó, como lo presenta Marcos . Al percatarse de su presencia, grita detrás de Jesús, y a pesar de la oposición de los apóstoles sigue gritando, hasta que Jesús lo oye y les dice: traédmelo. La súplica del ciego tiene doble sentido: Señor que yo vea!. Se refiere a su visión física, pero también a su ignorancia espiritual. De ambas, los sana Jesús: Vete, tu Fe te ha salvado. -“ Al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.” Ahora podrá ver, delante de sí, no solo con los ojos del cuerpo; también, con la mente, su camino, y la esperanza en Él, para siempre. El ciego lo seguía; caminaba con Él; estaba unido a la diestra del poder.

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Segunda: Señor Señor Jesús: quién eres tu?

Segunda Parte.

Cap. 11, Entregado. Jesús! cada día, te sumerges en tu misión, por los caminos de Galilea. Un largo viaje, cuyo fin será la última etapa, bien presente en tu mente. Ya concluiste tu tarea de mensajero: anunciaste la venida del reino de Dios; has demostrado tu poder ante el príncipe de este mundo, el demonio, que has expulsado de las pobres víctimas que atestiguaban el dominio del mal. Qué te espera al final? Para las mentes simples de tus discípulos, no hay final: has cambiado sus vidas, los has entrenado en la evangelización. Ellos están conscientes de tus facultades humanas y divinas , en estas confían. No cabe en su cabeza la idea de quedar ellos solos: tu eres eterno. No hay un después, solo un presente, en que tu fuerza resuelve todos los problemas, socorres a todas las necesidades. Ellos rehúyen de palabras extrañas, como: quién me ha tocado? ; caminar sobre el agua; quién es mi madre y mis hermanos?; resucitar de entre los muertos. No podemos continuar así? Tenemos toda una vida por delante. A nadie se le ocurre preguntar, quién eres tu? Te conocemos, tus obras están a la luz del día. Nuestra empresa acaba de empezar. Pero en tu mente hay una imagen: es Jerusalén: “ningún profeta deber morir fuera de Jerusalén”. Y seré el último de la serie; y el primero, sin sucesores: la ley y los profetas terminan ahí: en un sacrificio de amor ofrecido al Padre, en nombre de esta humanidad que Él me ha dado. El sacrificio de Jsaac, al realizarse, habría sido un pálido símbolo, sin valor efectivo: Tu quieres un hijo de verdad, liberado de esta humanidad perdida y condenada. Ellos, los que me has dado, deben saberlo: debe ser el ancla de salvación en los momentos terribles de la humillación. Esta última etapa tiene una orientación, desde el Norte al Sur, desde un continente pagano, de esta Cesarea, dedicada al emperador, hasta el corazón de tu Fe, el lugar de la nueva alianza. Por esto es necesario que ellos conozcan mi nombre, que tengan un punto de apoyo para su Fe; que lo griten, que lo proclamen formalmente: como tu lo proclamaste en la cumbre del monte Tabor. Mi camino pasará por las cumbres del monte Hermón que delimitan la Tierra Prometida, y desciende primero hacia el lago, el gran teatro de la comunicación del anuncio, entre las multitudes extasiadas y asustadas. Ahora veo delante de mi la senda que vuelve a subir montañas hacia la cumbre del templo, consagrado por tu

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presencia: con la sangre de toros y corderos. El camino de Jesús es trazado, por los evangelista sinópticos, en tres momentos, los tres anuncios de la Pasión. Cada uno corresponde a un movimiento del viaje, paralelo al de Abrahán, conduciendo la victima de su hijo, desde la tierra de Canaán, hasta el monte de Dios Moriah: una misma meta, un mismo sacrificio. La noticia que da Jesús se articula, cada vez, en tres movimientos: un estallido de gloria, un avance en el misterio, y una consecuencia triste, que se desprende del mismo. De tal modo sucedió, en Cesarea de Filipo, en territorio pagano, fuera de la tierra de la Fe; en la plena oscuridad y lejanía de la verdad. Tu provocaste la respuesta de Pedro: Quién dice la gente, que soy yo? Un profeta? Juan bautista resucitado? El amor indicaría a Elías. Y Ustedes? Pedro se precipitó sin pensar, quizás recordando la voz terrible del Padre, en el Tabor: ”Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Mt.16,16). Jesús le contestó: “Bienaventurado, eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”(Mt 16,1u). Nunca le habían oído hablar con tal autoridad y claridad. Su messianidad estaba proclamada en público. Hubo un suspiro de alivio. Los doce reconocieron que Pedro les ganaba todos en la Fe. La reacción de Jesús fue más que de alabanza, lo confirma con la autoridad del Padre Celestial : ya no habrá lugar para la duda. Esta confesión los regresaba al día del primer encuentro cerca del Jordan, donde Juan bautizaba, y Andrès le había dicho a Pedro su hermano: ”Hemos encontrado al Mesías, que quiere decir Cristo, y lo llevó a Jesús”(Jn.1,41). Felipe lo había presentado a Natanael con las palabras:” hemos encontrado a aquel de quién escribió Moisés en la ley, y también los profetas; es Jesús el hijo de José el de Nazareth” (Jn.1,45). También fue una confesión la de Natanael:” Le respondió: ”Rabbí, tu eres el Hijo de Dios, tu eres el Rey de Israel.” (Jn.1,49). Vistas desde la vida de los tres años, juntos con Él, años llenos de maravillas, milagros, enseñanzas espirituales, y emociones, tales confesiones se habían perdido en el pasado y se veían muy borrosas. En aquel entonces, todos ellos iban saliendo de la lectura de la ley y vibraban por el deseo de encontrar la realización del gran evento. Su profesión de fe, resultaba haber sido: un minuto de entusiasmo por haberse asomado al plan de Dios. Con los meses y los años aquel encuentro se había convertido en una realidad diaria. Convivir con él hacía crecer su humanidad terrena: era de carne y hueso, concreto, fuerte, resistente, sabio, tan lleno de emociones, tan humilde con los pobres y los niños; pero, en fin, como uno de ellos: uno de nuestra naturaleza mortal. Como si la divinidad de Él se hubiera eclipsado: lo que llenaba sus vidas era su humanidad. Es cierto que hacía milagros con el Poder de Dios, pero también algunos profetas los hacían; es cierto que oraba al Padre con intimidad, en largas noches, pero los místicos de la antigua ley también lo hacían; es cierto que poseía una visión divina por el Espíritu, pero también Elías, Isaías, Jeremías, habían sido inspirados. Los demonios lo habían reconocido, en las expulsiones más dramáticas; pero quién puede tomar en serio una afirmación del padre de la mentira?

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La pregunta directa:” Y Ustedes, quién dicen que yo soy?” les tomó de sorpresa, les obligó a pensar, a tomar una postura ante Él. Hasta que se trataba de la opinión de la gente, era fácil no estar de acuerdo. Pero si se pretende entrar en mi conciencia: no hay como esconderse: es el santuario de mi propia Fe. Toda respuesta era un desafío a la verdad. Al escuchar a Pedro, hubo ese suspiro de alivio. La palabra de Pedro era universal: de uno para todos: absoluto: Es Hijo de Dios!. En otra ocasión, ante el misterio de la Eucaristía, mientras todos sus oyentes, indignados, decidieron hacerle el vacío, y lo abandonaron; la palabra de Pedro también había resuelto una situación angustiosa; había dado ese salto hacia lo incomprensible de lo divino; pero su opinión, entonces, había sido más insegura :”Señor, a quién vamos a ir? Tu tienes palabras de vida eterna”. (Jn.6,68). También entonces aceptaron sin comprender, y nadie se movió. Pero en la ocasión presente, no se hablaba de vida sino de Él. Y la palabra de Hijo de Dios, solo significaba una cosa: eres Dios!. Jesús habría podido aceptar con reservas, modificar la expresión demasiado tajante, suavizarla. Pero no fue así. Lo llamó ‘bienaventurado’, afortunado por la eternidad de Dios: “ porque Él te lo ha revelado, el Padre que está en los cielos” (Mt 16,17). El entusiasmo de Jesús no se detuvo allí. Extiende su mirada hacia el futuro, más allá de la resurrección: “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt16,18). Dos puertas, dos reinos: el de Cristo y el del Anti-Cristo. Las puertas del Infierno, frente a las puertas del cielo.- Y“ a ti daré las llaves del reino de los Cielos”. El Rey Jesús, toma posición ante su estado mayor, y sus ministros. Qué significa tal entusiasmo en Jesús, que conocemos, siempre tan comedido y reservado? Hay una razón aparente que justificaría cualquier exceso. Sin duda Pedro aquí representa la humanidad entera. Y representa, ante el anuncio que hará Jesús, a continuación, de sus sufrimientos y su pasión, la porción de esta humanidad que gozará de su rescate sangriento. Y todavía esta humanidad no lo ha reconocido ni adorado como Dios. Pedro es el primer hombre, miembro de esta comunidad material y pecadora, que le dé el tributo de un reconocimiento. Ni Adán, primera criatura; ni Noé, Salvador de un resto elegido; ni Abrahan modelo de los creyentes; ni Moisés, pastor de su pueblo; ni David su cantor predilecto, quien intuye la presencia de un redentor; ni Elías el profeta enamorado, saben nada de el Hijo. Solo los últimos grandes Profetas, como Isaías, Jeremías, Ezequiel, imaginan, entre sombras, la silueta del Justo cargando en su espalda los pecados. Solo Pedro, mirándole a Jesús en la cara, puede decir con corazón simple y sincero: Tu eres Hijo de Dios. Pedro rompe el encanto de la intimidad infinita de Dios y penetra en el misterio del Dios único, para encontrarle la vida infinita del Hijo, de su Palabra que ha creado el universo. Lo dirá más tarde S.Juan en su Evangelio :”La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”(Jn 1,1). No solo vino al mundo que Él mismo había hecho: “Sino que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn.1,14). Este habitar lo habían experimentado todos sus Discípulos, mientras su humanidad les había cegado su divinidad. Ahora, con Pedro hablando en nombre de los doce, la verdad estaba dicha, y brillaba ante el corazón de todos: eres el Mesías; eres el Hijo del Padre; eres Dios.

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Eres el Ungido, enviado desde el cielo a la tierra para salvarnos. Al instante todo cobraba sentido: su doble dimensión, humana y divina; su permanencia entre hombres, como uno de tantos, su poder excepcional , sus actuaciones que desbordaban el simple ser de hombre, su autoridad en los comentarios a la Escritura, su amor y misericordia sobrehumanas ante las masas desorientadas y sufridas. Ya no cabían dudas. En este plan nos ha elegido a nosotros, nos ha integrado en su misión. Los pensamientos de los apóstoles empezaban a moverse en una dirección: cuál es nuestro papel? Pero no toda la verdad había sido revelada. De repente el horizonte se enturbió, y se levantó un velo sobre el futuro:” Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos los sumos sacerdotes y los escribas; que le matarían y que resucitaría el tercer día” (Mt. 16,21). Nunca, antes, había hablado con tal claridad de su final. La chispa de gloria se ha esfumado, y la materialidad de las cosas retoma su solidez: este camino nos lleva hacia el holocausto. El anuncio de su pasión estaba igualmente claro como el de su divinidad. Más no les pareció así a los doce, fascinados como estaban por la idea del poder y del reino. No lo entendieron: ambas cosas sonaban extrañas: la muerte y la resurrección. Sobre todo la resurrección, el tema de las discusiones interminables entre fariseos y saduceos, quienes negaban que hubiera resurrección de los muertos. Un tema inútil sobre cosas sin consistencia, todo revuelto en una ensalada de palabras. Pedro quiso intervenir para expresar el rechazo, desde la opinión general, y solo se llevó una reprimenda. No había correspondencia entre los pensamientos de Dios y los de los hombres. Esta marcha desde el Norte al Sur llevaría a una bifurcación: él se iría solo a su destino; ellos permanecerían perdidos en su ignorancia. Y, de hecho, ellos continuaron con la idea del reino: de su participación en la gloria, buscando como establecer una jerarquía, en pos de Pedro; habría un lugar para cada uno. Este fue el final de primera gran advertencia, en tres movimientos: primero el brillo de una luz divina; segundo el gran anuncio del sufrimiento; tercero ,esta vulgar competencia de pequeñas ambiciones. Pero Jesús no la dejó caer sin corregirla:” Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt. 16, 24). No era solo una propuesta, sino una llamada: “quién pierda su vida por mi, la encontrará” (Mt.16, 25). Y todavía agregó algo que bien podía confundirse con las insanas ambiciones; pero era la luz final que coronaría los sufrimientos. Él sabe que el Padre estará con él, para recibir su ofrecimiento, y hasta el cumplimiento de su plan eterno: “Porque el hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles; y entonces pagará a cada uno según su conducta” (Mt 16, 27). No es solo una llamada, sino una obligación, de los que han gozado de su Fe, y han conocido su valor y santidad; porque S. Marcos añade: ”quién se avergüence de mi y de mis palabras, en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre, con los santos ángeles.” (Mc.8,38). La fidelidad que se les pide es personal, y penetra en lo más profundo de la conciencia de cada individuo. No había otra alternativa que seguirlo en su largo viaje. De allí en adelante hablaba libremente de su pasión y de los sufrimientos que le esperaban. Por el camino realizó todavía otros milagros. –“Salieron de allí y fueron caminando por Galilea” (Mc.9,30). También el segundo anuncio de la Pasión es

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preparada por un estallido de Gloria: la sanación de un joven invadido por un demonio mudo, y la desesperación de un padre que le suplica poder creer . Jesús expulsa el demonio del muchacho, quien se revolvía entre convulsiones horribles y cae como muerto. “Espiritu sordo y mudo, yo te lo mando, sal de él, y no entres más en él.” (Mc.9,25). Los apóstoles no habían podido con él. Jesús lo toma de la mano y lo entrega a su padre. No solo el hombre, sino los discípulos quedaron asustado por ese estallido de la divinidad, y el requerimiento de fe. Este fue el primer movimiento del segundo anuncio solemne de la Pasión: ”El hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; lo matarán; más, a los tres días de haber muerto, resucitará.” (Mc.9,31). La predicción es más nítida y detallada. Hay una traición ,un asesinado, y una resurrección: en un tiempo preciso. El tema de la resurrección cobra mayor fuerza. Y seguramente así lo captaron. Pero el efecto fue el miedo: no se atrevieron a hacer preguntas. Era el abismo del mal, el que se abría delante de sus ojos, y prefirieron no mirar. Mientras en su interior un dolor secreto se instalaba, con la prohibición de no verlo para no sentir. La distancia entre ellos y Jesús se hacía cada día más grande. A pesar de todo en la superficie seguían con el discurso del reino; “por el camino habían discutido entre sí, quién era el mayor” (Mc.9,34). Así cae en aparente olvido el segundo anuncio. Y cuando Jesús les pregunta: de qué hablaban en el camino? Ellos, por vergüenza, callaron. No había respuesta, no había armonía posible: el vacío era infinito. Entonces, se sentó, llamó a los doce, y les dijo:” Si uno quiere ser el primero que sea el último de todos, el servidor de todos “ (Mc.9,37); estaba claro: el reino de Él revolucionaba todos los valores. Lo que el mundo apreciaba, la fuerza, el poder, la riqueza, la superioridad, debía ser despreciado, y abandonado; y en contra exaltado lo más humilde, desencarnado, y místico. “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.

No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados;

perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará” (Lc.6,36). Más tarde había añadido:” El hombre bueno saca lo bueno del tesoro de su corazón, y el malo, del malo saca lo malo”. Los doce se sintieron agobiados, por un proyecto tan oscuro, y empezaron a opinar sin rumbo. Cómo pretende cambiar el mundo? Con su propia sangre? Con la eliminación de los perversos? Por qué va a Jerusalén? a ser sacrificado? El primero en expresar su desengaño ante la idea de salvación, fue Tomás el hombre de los ímpetus. Tomás: ”Corta y triste es nuestra vida, la muerte del hombre no tiene remedio, y de nadie consta que haya vuelto de la tumba.”(Sb.2,1) Felipe, (con la prudencia de la cultura helénica): el destino es inevitable, que cada uno tome su responsabilidad, para eso somos libres (helenismo). Mateo: el hombre está bajo una nube de interrogantes, y dudas (judaísmo). Andrés: No se pueden disipar las poderosas y perturbadoras emociones de alegrías y penas, esperanzas y temores (judaísmo).

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Iscariot: el individuo humano debe enfrentarse a su propio destino (helenismo). Felipe: El hombre es medida de todas las cosas, él es pensante, y capaz de crear un mundo nuevo sin apoyarse en creencias (helenismo). Andrés: Pero los malos no conocen los secretos de Dios, ni esperan recompensa por la virtud (Sb.2,22). Iscariot: “que nuestra fuerza sea norma de la justicia, porque la debilidad se demuestra inútil” (Sb.2,11). Juan: Dios creó el hombre para la inmortalidad (Jn,1 ). Mateo: Sin embargo: la muerte entró en el mundo por envidia del diablo( Sb. 4,12), quién puede cambiar esta realidad? Andrés: la fascinación del mal ensombrece el bien, y el frenesí del deseo pervierte el espíritu ingenuo. (Sb. 4,13). Felipe: todo ser humano debe enfrentarse a su propio destino. ( helenismo). Iscariot: cada cual es una emanación de la gloria del Omnipotente, es un soplo del poder de Dios (gnóstico). Andrés: es reflejo de la luz eterna (Sb. 7,26). Mateo: pero, son precisamente vuestras faltas las que os separan de vuestro Dios (Is.59,2). Santiago: La sangre contamina vuestras manos, y la culpa vuestros dedos (Is. 59,3). Iscariot: compañeros y amigos huyen de mi llaga, mis allegados quedan a distancia, los que persiguen mi vida tienden lazos (S.38,12). Mateo: el malvado espía al honrado, tratando acabar con él (S. 37,32) Andrés: A Jerusalén?cómo se ha prostituido, la que fue villa real! Ahora la habitan los asesinos (Is.1,21) . Iscariot: sus jefes son sediciosos, aliados con bandidos, todos son amigos de sobornos y van tras los regalos (Is. 1,23). Mateo: todos ellos son adúlteros, un hatajo de traidores; es la mentira, no la verdad, la que prevalece en esta tierra(Jr.9,14). Felipe: Se engañan unos a otro, nadie dice la verdad han avezado sus lenguas a mentir se han pervertido; fraude más fraude, engaño más engaño (Jr 9,15). Andrés: Se ha llenado la copa de la maldad ; “Está cerca el día del juicio “ (Joel,1,15). Santiago: qué reparo puede ofrecerse a tal generalidad de pecado? “Venden el justo por dinero, al pobre por un par de sandalias, y pisan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles “( Am. 2,6). Iscariot: nosotros, apenas nacidos, desaparecemos sin poder mostrar ningún signo de virtud; nos consumimos en nuestra maldad (Sb.5,13). Nos salvamos por nuestro conocimiento (gnosticismo). Felipe: “Alzo mi voz a Yahvé, a mi Dios imploro piedad; qué ganas con mi sangre, con que baje a la fosa? “(S.30,9). Tadeo: Él aniquiló a los que no creyeran y también a los ángeles que no mantuvieron su dignidad; los que se fueron a otras moradas los tiene guardados bajo ligaduras eternas; bajo tinieblas, para el juicio del gran día (St. 6.). Juan: quien aborrece a su hermano sigue todavía en tinieblas , sin saber a donde va, por que las tinieblas han cegado sus ojos (Jn.1ª ep.2,8). Tadeo: En sus delirios contaminan su cuerpo; desprecian al Señorío; e injurian las Glorias . (Jd, 5).

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Juan: si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él (Jn.1ª.2,15). Santiago: Tomad como modelo de sufrimiento y paciencia, a los profetas: ya sabéis que solemos proclamar felices a los que sufrieron con paciencia (St. 5,10-11). Juan: cuanto hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos, la jactancia de las riquezas - no viene del Padre (Jn,1ª, 2,16). Santiago: al contrario: toda dádiva, todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las leyes (St. 1,16). Alfeo: Ay! de los que han imitado la conducta de Caín, que por dinero se han abandonado al descarrío de Balaan, y a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre (Jd. 11 - 14). Santiago: la religión pura e intachable es esta: ayudar a los huérfanos, y viudas, en sus tribulaciones, y conservarse incontaminados del mundo (St.1,27) Andrés: habrá alguna esperanza de que el Señor Jesús, pueda transformar esta comunidad humana? –“Porque el justo aguantará firme y lleno de confianza frente a los que lo oprimieron y despreciaron sus sufrimientos” (Sb.5,1). Iscariot: lo dicho es imposible:” ni siquiera sus hermanos creen en Él!”(Jn.7,5). Andrés: Si el justo es hijo de Dios, Él lo rescataría (Sb.2,18). Iscariot: pensemos más bien en su liberación personal. No querrá Él, abandonar sus despojos mortales en el sacrificio, y volar con su alma pura y espiritual, hacia la santidad del Padre? (evangelio apócrifo de Judas). Thomás: Si él va a la muerte: ”vayamos también nosotros, a morir con Él!” ( Jn. 11,16). Con estas serias reflexiones el camino hacia Jerusalén se hacía largo y problemático. Pero Jesús no daba muestra de cansancio; al contrario, aceleraba su paso como si le apremiara la urgencia del Espíritu. Ya próximo al final, lanza su tercera declaración. ”Tomando consigo a los doce, les dijo: Ya veis que subimos a Jerusalén donde se cumplirá todo lo que los profetas escribieron sobre el hijo del hombre”(Lc.18,31). No fue un gesto casual, sino tan organizado como los dos anteriores. En el primer tiempo un hecho impactante y maravilloso; luego, la noticia triste, claramente identificada; y por fin una consecuencia humana , muy humana. El fenómeno nuevo fue el encuentro con un joven rico. ”Maestro bueno, qué debo hacer para tener en herencia la vida eterna?” Ahí estaban los dos términos del problema: la conducta humana y la vida eterna. Como Jesús escuchó que se habían cumplido los mandamientos , todavía le presentó una condición. “ Vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos” (Lc. 18,22). Eso era guerra declarada a las riquezas. Y el joven se marchó triste. Al mismo tiempo el corazón de los apóstoles se estremeció: es lo imposible! Quién se podrá salvar entonces? La respuesta ponía a prueba la Fe: - ” lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.” (Lc 18, 27). Todo se hacía más evidente: para obtener de Dios lo imposible, era necesario el derramamiento de la sangre. Jesús continuaba:” lo entregarán a los paganos, y será objeto de burlas, insultado y escupido: y después de azotarle le matarán.” (Lc.18, 33). La pintura era cruel y chorreante sangre. Nadie pudo captar la última frase que decía:” Y al tercer día resucitará” ( Lc.18, ibid). Todos se levantaron con la llaga en el alma, y sus lámparas apagadas, sin una gota de aceite,

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ni la esperanza de una luz. También se indignaron, cuando se enteraron, en el tercer momento de este anuncio, que la madre de los Hijos de Zebedeo, le había pedido a Jesús que sus hijos lo acompañaran, en su triunfo, a su derecha y a su izquierda. El desmembramiento de los doce ya se veía definitivo: la distancia entre ellos y Él, se volvía infinita. Estaría solo en su Pasión.

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Doce Jesús Capitulo 12. Viñadores asesinos Los tres sinópticos, al aproximarse el tiempo de la pasión, unifican sus relatos y concentran su atención en la autoridad de Jesús, desplegada en los discursos del Templo.( Mt.21,33;Mc. 12,1; Lc.20,9). Después de la entrada gloriosa a Jerusalén, la figura de Jesús, con su predicación, se instala en el centro mismo de la Fe de Israel, y domina la escena del Templo, con actos y anuncios sorprendentes: revolver las mesas de los cambistas, expulsar a los vendedores , proclamar la oración. Todo gira alrededor de su presencia con la autoridad del Ungido de Dios. La asistencia de las autoridades alrededor de Él se hace de momento en momento más apremiante. Jesús ya no esconde su autoridad, y la defiende. Se convierte en una amenaza al orden de poder establecido y reconocido. Los evangelistas preparan de antemano, los hechos que legitiman la pregunta, más o menos indignada:” con qué autoridad hace esto?” La higuera estéril, el poder de la Fe, la parábola de los dos hijos, el tributo al César, los invitados a la boda. Hablan de un desplazamiento de la responsabilidad, de una trasposición de funciones, una sustitución. La parábola que lo resume todo, es la de los viñadores asesinos. Un señor, que es Dios, ha plantado un viña, ha construido una torre, y un cercado, y cavado un lagar, para que todo el trabajo sea efectivo, y la ha entregado a unos labradores, los hombres, para exigirles a su tiempo los frutos que le correspondan a Él. Todo esto se resume con una palabra en “La Tierra Prometida” y consignada. Los viñadores se niegan a entregar los productos. Recurren a la violencia hacia los mensajeros, y hasta la muerte. La conclusión será de que los viñadores serán castigados y la viña será trasladada a otros. Cómo es, que los sumos sacerdotes y autoridades de Israel, se reconocen enseguida por ser los viñadores infieles, y se sienten amenazados por las consecuencias de la parábola? Para entender la fuerza del argumento escondido en la metáfora es necesario recordar algo muy grande, que se sitúa en el trasfondo de la parábola: la historia de ese poder. Los detentores actuales de la autoridad del pueblo de Dios, poseen una fuerza religiosa , limitada y supeditada al dominio romano; pero no fue así desde el principio. Si remontamos hacia a tras, encontraremos a Abrahán, el padre de la fe, el hombre elegido por Dios con todos los poderes. Es jefe religioso, ofrece a Dios el culto debido; pero también posee la autoridad política y decide del destino de ese pueblo que, según la promesa se convertirá en una nación numerosa como las estrella del cielo. No solo dialoga con Dios, y le ofrece víctimas, también persigue a los ladrones, y negocia con los pueblos de Canaán , y de Egipto. Los siguientes patriarcas, Isaac, y Jacob, conservan la unidad de los poderes: la dimensión mística, y la dimensión económica temporal.

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Solo con Moisés asistimos a la división de poderes: la autoridad política en manos de Moisés; y Aarón jefe del culto y de las ceremonias y sacrificios. La tribu de Leví conservará las prerrogativas del culto, mientras la organización civil pasará, a través de los Jueces y los reyes, de Judá y de Israel, por más de quinientos años , hasta la invasión de los ejércitos asirios y las diferentes deportaciones. Con el despojo de poder de la doble autoridad y la destrucción del templo. La conciencia de unidad nacional es despertada por una creación intermedia, por la cuál Dios comunica su voluntad a su pueblo: los profetas. La edad de los grandes profetas, Samuel, Elías Eliseo, Daniel, levanta una voz de esperanza para corregir las desviaciones idolátricas, y las conductas paganas de esta nación , a la cual Dios le seguía exigiendo el cumplimiento de su obligación: los diezmos de los frutos estaban destinados a Dios. Pero no eran solo los frutos materiales: la obediencia a la ley, la santidad de las costumbres, la verdad de las buenas relaciones, la fidelidad en la fe. Los viñadores infieles se rebelaban por sus corrupciones, injusticias e idolatrías. También los Profetas fueron sacrificados a la codicia de los viñadores infieles. Basta con escuchar al profeta Amós, del tiempo de Ozías rey de Judá, en tiempo de Jeroboán hijo de Joás, rey de Israel, entre los años 700y 600 a.C. El profeta lanza maldiciones en contra las ciudades paganas: Damasco, Gaza, Filistea, Tiro y los fenicios, con Edom y Moab en el oriente, pero se incluyen Judá, e Israel: como culpables de los mismos crímenes.- “ Por haber despreciado la Ley de Yavé, y no haber observado sus preceptos, por que los han extraviado sus Mentiras” (Am.2,4).Sus pecados son graves: ”porque venden al justo por dinero, el pobre por un par de sandalias; pisan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles, y desvían el camino de los humildes” (Am.2,7). Yahvé anuncia sus castigos, y pronuncia en contra de ellos sus palabras. Y la palabra revelada a sus siervos los profetas pregona la perdición de Samaría: “pregonad en los palacios de Asiria, y en los palacios del país de Egipto”(Am.3,9). Samaría será la primera región invadida por los Asirios, (el año 712 a.C): “ El adversario invadirá la tierra, abatirá tu fortaleza, y serán saqueados tus palacios “ (Am.3,11). Y el antiguo centro del culto Betél , altar profético, será derribado. Hasta las mujeres están involucradas en la culpa: “ las que oprimís a los débiles, las que maltratáis a los pobres, las que decís a vuestros maridos: Tráe de beber!” (Am. 4,1). La amargura embarga el corazón de Dios: “Os he herido con tizón y añublo, he secado vuestras huertas y viñedos; vuestras higueras y olivares los ha devorado la langosta, y no habéis vuelto a mí!”…Buscadme a mí y viviréis y no habéis vuelto a mí!....—“Buscad a Yahvé y viviréis, no sea que caiga él como el fuego sobre la casa de José y devore inextinguible a Betél”. El profeta contrapone a la maldad humana un himno a la maravillas del Señor, al contemplar el orden del universo que Él ha creado:

” Él, forma las Pléiades y Orión, convierte en aurora las tinieblas,

y oscurece el día como noche, él es quien reúne las aguas del mar

y las derrama sobre la faz de la tierra.

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Yahvé es su nombre!”-(Am.5,8)

Las exhortaciones del profeta a buscar el bien y no el mal, a implantar el derecho y no aceptar soborno, no serán oídas; y la maldad de ellos acarrea la destrucción sobre la ciudadela. Por eso la derrota y la dispersión son interpretadas como castigo –“ En todas las plazas habrá lamentaciones, y en todas las calles se oirán ayes” (Am.5,16). El día de Yahvé será tinieblas, lóbrego, sin luz ni claridad. Será manifiesta la ira del Señor: ”Aborrezco la soberbia de Jacob, detesto sus palacios, y voy a entregar la ciudad con cuanto contiene” (Am.6,8). Dios prepara diferentes plagas ( que no llegan a ejecutarse): las langostas, la sequía y el fuego, la destrucción de los santuarios de Israel, porque ya ha llegado la madurez para su pueblo : este será como una canasta de fruta madura. El pueblo tendrá hambre de oír la palabra de Yahvé: “Entonces vagarán de mar a mar, andarán errantes de norte a levante, en busca de la Palabra de Yahvé, pero no la encontrarán” (Am.8,12). Corrían los tiempos de las infidelidades de los reyes de Judá: Anasías. Ozías y Jotán, período de prosperidad económica, y de luchas para dominar Edom y los Amalecitas, construcciones en el templo, y estatuas a los Baales.: servicio de Dios y reverencia a los Baales. La ira del Señor es descrita como la decepción de un amante traicionado; su venganza se mezcla con un pálpito de añoranza: “Aquel día desfallecerán de sed las muchachas hermosas y los jóvenes. Toda la gente que jura por el pecado de Samaría, los que dicen: Vive tu dios, Dan! Y Viva el camino de Berseba!”(Am.8,13). Él es, el que edifica en los cielos sus altas moradas, y asienta su bóveda en la tierra. Por esto Dios siempre está dispuesto a volver a empezar, y reconstruir lo que está destruido : al final vuelve a aparecer la idea de la renovación de los viñaderos asesinos: “Aquel día levantaré la cabaña ruinosa de David; repararé sus brechas; yo los plantaré en su tierra y no serán arrancados nunca más, de la tierra que les dí” (Am 9,15). La oscilación entre el amor y el odio, se hace más patética con el profeta Oseas. El hombre de Dios es convertido en espejo viviente de la corrupción de su pueblo, en los tiempos de los reyes, Jotán, Ajaz, Ezequía ( 740—700 a.C) anteriores a la conquista de los Asirios.—“Anda, y toma para ti una mujer dada a la prostitución”(Os.1,2); porque el país se está prostituyendo”. La analogía con el matrimonio, es un tema recuperado constantemente; para cualificar la relación entre Dios y los viñadores de la tierra entregada. Sus consecuencias son la traición, el amor pecaminoso, la idolatría. A pesar de ello, el pueblo va creciendo, y formará una unidad poderosa. Esta Unidad será bendecida(Os.2,1): “donde se les decía, no-mi-pueblo, se les dirá hijos-de-dios-vivo”. Se juntarán los hijos de Judá y los hijos de Israel en Uno; se nombrará un solo jefe y desbordarán la tierra(Os.2,2). Esta reunión, no reconstituye el pueblo en el favor de Yahvé. Ante la traición de su esposa no tardará en oponerse su indignación: ”Por eso yo cerraré tus caminos con espinas, ya no encontrarán su sendero” (Os.2,5).

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Pero tampoco el enojo durará siempre, Dios siente nostalgia de sus días felices. La conducta dictada por el amor superará la fuerza de la indignación. “Por eso voy a seducirla, voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón”(Os.2,16). Lo que Dios busca no es un servicio de esclavos, sino una dependencia del amor. ”Aquel día ella me llamará marido mío; ya no me llamará Baal mío” (Os.2,18). La recuperación en el amor implica la realización de un nuevo pacto de fidelidad. “Te haré mi esposa para siempre, te desposaré en justicia y en derecho”(Os.2,21). Mientras, a pesar de la clemencia de Dios, Israel volverá a pecar: ”no hay fidelidad, ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre y más sangre” (Os.4,1-2). La responsabilidad de tanto mal y de su ignorancia, recae en los Sacerdotes. A ellos se dirige la reprimenda; ellos los mantienen en la oscuridad. La acusación es directa y terrible, toda la corporación es culpable de ignorancia, de negligencia y de codicia, y hasta de bandidaje, y vale para los sacerdotes de todos los tiempos: “Mi pueblo se va muriendo, por falta de conocimiento. Por haber rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; por haber olvidado la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos” (Os. 4,6). Por causa de la ignorancia, y de las malas prácticas de culto a los ídolos, lo buscarán en su angustia; irán en pos de Yahvé y no lo encontrarán: ”Vuestro amor es nube mañanera, rocío matinal que se evapora” (Os.6,4). Por esto han sido castigados por medio de los profetas, con las palabras de Dios: ”Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, mejor que holocaustos” (Os.6,6). A pesar de las llamadas del profeta Miqueas, los reyes de Judá siguen las costumbres de los paganos , o como dice la Biblia haciendo lo que Dios detesta(Reyes II y Cronicas ). La primera parte de palestina, Samaria con todo el reino del norte será castigada con el destierro: ”Mirad que Yahvé sale de su morada, baja y camina sobre las alturas de la tierra. Los montes se derriten debajo de Él, y los valles se agrietan, como la cera junto al fuego” (Mic.1,4). Jeroboam III 40 años, Zacharías, Salún, Menajén 10 años, Peccajielos, 10 años, Pecaj 20 años, Oseas 9 años, desatan la ira de Dios :”Voy a convertir Samaria en un campo de ruinas. Haré rodar sus piedras por el valle dejaré desnudos sus cimientos.” (Mi 1,6). El pecado infame de su idolatría será destruido: “ Todos sus ídolos serán machacados, todas sus ganancias quemadas en el fuego aniquilaré todas sus imágenes” (Mi.1,7). Con Oseas ,el año 721, será la primera deportación, la de Samaría y el reino del Norte: ”Los habitantes de Safir van desnudos al destierro. Expulsáis de sus hogares confortables a las mujeres de mi pueblo, y arrancáis a los niños, para siempre mi honor.” (Mi. 2,9)”. Hay una analogía entre la situación de pecado y las penas impuestas: ”Levantáos y marchad, que este no es lugar de reposo. Por la impureza pagaréis hipoteca, una hipoteca agobiante” (Mi 2,10). Habían hecho de la tierra el lugar de sus crímenes : ” Codician campos y los roban, casas y las usurpan, atropellan al hombre y a su casa al individuo y a su heredad”.(Mi.2,3). El castigo caerá de inmediato en sus pecados” Han vendido la herencia de mi pueblo, y no me la devuelven, los invasores se rifan nuestros

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campos” (Mi.2,4). La destrucción de Samaría se adelantó de 120 años; sobre la de Judá y Jerusalén. Otros reyes infieles y otros profetas anunciando el castigo. Construyendo altares en los montes, y los bosques sagrados dedicados a dioses paganos, atraen las execraciones del profeta. Hasta los profetas se han corrompido: ”Esto dice Yahvé, contra los profetas que extravían a mi pueblo, los que mientras mastican con sus dientes gritan ‘Paz!’ pero a quienes no ponen nada en su boca le declaran la guerra santa” (Mi.3,5). La corrupción ha invadido todas las esferas :“aborrecéis la justicia y torcéis el derecho, que edificáis a Sion con sangre y a Jerusalén con crímenes. Sus jefes juzgan con soborno, sus sacerdotes enseñan a sueldo, sus profetas vaticinan por dinero “ (Mi.3,11). El efecto es devastador. El profeta se emociona, ante el destierro: ” Retuércete y grita hija de Sión como parturienta, por que ahora vas a salir de la ciudad y habitarás en el campo”(Mi.3.12). El profeta vincula la calamidad social con la responsabilidad personal :”Por eso, por culpa vuestra Sion será un campo arado, Jerusalén un montón de ruinas” (Mi. 3,12). Sin embargo siempre está vigilante el pastor de Judá y habrá un tiempo para el rescate. “Irás a Babilonia y allí serás liberada; allí te rescatará Yahvé.” (Mi 4,10). La visión profética traspasa los años inmediatos y conjuga el posible retorno de la esclavitud, con el rescate más profundo de Dios, quién enviará a su propio hijo el Mesías. Haciendo propia la intuición de Isaías, Miqueas, regresa a las raíces de Israel , hacia David rey y salmista: “En cuanto a ti, Belén Efratá, la menor entre los clanes de Judá, de ti sacaré el que ha de ser el gobernador de Israel, sus orígenes son antiguos, desde los tiempos remotos” (Mi.5,1). Y de repente la proyección mesiánica se concretiza con la imagen de la Virgen madre: “ Por eso Él los abandonará; hasta el momento en que la parturienta dé a luz, y el resto de sus hermanos vuelva, con los hijos de Israel.” (Mi. 5,2). Este regreso no es un detalle de la historia de un pequeño pueblo perdonado; sino de la humanidad entera llamada a la renovación del Mesías. Miqueas no olvida la excepción de los reyes justos y fieles, como Ezequías 29 años, y Josías 31 años, quienes con sus reformas religiosas, reconducen el pueblo hacia el Dios verdadero. Ezequías retiró los santuarios, derribó las estelas y cortó los bosques sagrados, hizo pedazos la serpiente de bronce que Moisés había hecho, pues hasta entonces los israelitas habían quemado incienso en su honor ( Lib II Re, 18). Josías al descubrirse el rollo de la Doctrina, organizó una gran reforma religiosa, que se extendió hasta el antiguo reino del Norte. En unión con el sumo sacerdote Jilquías hizo limpiar el santuario, de todos los objetos profanos, fabricados para Baál y Acerá. Suprimió a los sacerdotes paganos que los reyes de Judá habían designado para quemar incienso, y los que ofrecían incienso a Baal, al sol, la luna, a las constelaciones, y a todo el ejército de los cielos. (II,Re. 23,4). Todavía está delante de los ojos del profeta, la imagen de los viñadores asesinos, y su misión personal que lo obliga a denunciar el mal, que terminará con el sacrificio del hijo. Más allá del sacrificio, triunfará el poder y la misericordia de Dios, que se expresa en el canto final del profeta: un himno al perdón de Dios. “ Qué Dios hay como tu, que

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perdone el pecado y absuelva al resto de tu heredad? No mantendrá para siempre su cólera, pues ama la misericordia, volverá a compadecerse de nosotros, destruirá nuestras culpas.” (Mi. 7,18). Sin embargo la lista de los reyes infieles sigue adelante con Manassés 55 años, Amón 2 años, Joacaz 3 meses, Joaquin 11 años. Ven por fin la llegada de Nabucodónosor . Cunde el pánico en la capital de Judá; Jeconías 3 meses (598), con el rendimiento y el someterse a los Asirios, piensa evitar lo peor del castigo. Pacta con el enemigo y sale al destierro con toda su familia. Es la primera deportación de Judá. No vale la denuncia de los profetas que claman por la justicia y la santidad de Yahvé. Los Asirios dejan a Sedecías 11 años, pensando tener un súbdito y aliado fiel. Pero este trata en secreto la traición con Egipto, y será la causa de la destrucción total. Sofonías, desde los tiempos de Josías (640-609), descubre la infidelidad de los viñadores: “Extenderé mi mano contra Judá, contra todos los habitantes de Jerusalén” (So.1, 4). La reforma de Josías no ha sido suficiente; las llagas de la idolatría demuestran su cruda realidad: “Extirparé de este lugar lo que queda de Baal: el nombre de ministros y sacerdotes, los que se postran en los terrados, ante el ejército del cielo, los que se postran ante Yahvé y juran por Milcón” (So.1,5). La amenaza pendiente es la del día de Yahvé; a todos cubrirá la nube del mal; construyeron sus casas más no las habitarán, plantaron sus viñas pero no beberán su vino: “ Se acerca el gran Día de Yahvé, se acerca, viene a toda prisa”(So. 1,14). Dios castigará a todos los pueblos de los alrededores, desde los habitantes de la costa hasta el oriente y el norte, siempre con la ilusión, y el deseo de que Jerusalén sea sin culpa : “pensé, Ella al menos me temerá, sabrá aceptar la corrección, no podrá apartar de sus ojos todo lo que he castigado” (So.3,7). Dios solo reservará un pequeño grupo de la población del campo: “Dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, se cobijará al amparo de Yahvé. Ya no cometerán injusticias ni dirán mentiras” (So.3,12). Esta es la pequeña comunidad de los creyentes de todos los tiempos y fieles a su ley. El profeta Nahún comparte la misma desesperación, y le contrapone el poder de Dios: ” Yahvé tardo a la cólera; pero grande en poder; ya a nadie deja impune . Yahvé; viaja en la tempestad y el huracán, las nubes son el polvo de sus pies” (Na.1,3). Su geografía es tan universal como la de Sofonías : Todos los pueblos serán derrotados, Egipto en el sur , Canaán en al costa, Nínive y Babilonia, en el norte: “Su furor se derrama como fuego, las rocas se quiebran ante Él” (Na.1,7). A pesar de todo, el horror se ilumina desde una nueva fuente, desde la promesa mesiánica: “ Mirad por los montes, los pies del mensajero que anuncia la paz” (Na.2,1). Es toda una renovación de los espíritus, nace una era de tranquilidad, obra de Yahvé: “ Celebra tus fiestas Judá, cumple tus votos, que ya no volverá a pasar por ti Belial, ha sido extirpado del todo: Yahvé, repara la viña de Jacob” (Na.2,3). Los viñadores siguen ante la vista del profeta, y de Jesús, en su alternativa de obediencia o rebeldía. Habacuc interpela directamente a Dios por no intervenir entre tanto mal: ” No eres tu desde antiguo, Yahvé mi Dios, mi Santo? Tu no mueres! Tus ojos puros no pueden ver el mal” (Ha.1,12). En el corazón del Señor siempre hay compasión. Él con furia camina por la tierra, con cólera aplasta las naciones, pero sale a salvar su pueblo. ” Espero tranquilo el día de la angustia. Yo me

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alegraré en Yahvéh, gozaré del Dios de mi salvación” (Ha.3,18). Habacuc es el último profeta en anunciar la ira de Dios el castigo que reyes infieles han merecido para su pueblo. Los setenta años de destierro y esclavitud, serán como un baño de purificación, para que se vuelvan a juntar la pureza de fe de los sacerdotes con el poder político que volverá a servir a Dios. Zacharías en la cautividad recibe la inspiración profética.”Me vuelvo con piedad hacia Jerusalén, en ella será reedificado mi Templo y el cordel de medir será aplicado a Jerusalén “ (Za.1,16). Las visiones de Zacharías describen en detalles, el proceso de la liberación: “Aquel día se unirán a Yahvé, numerosas naciones, serán un pueblo para mi” (Za.2,15). Habla de un pueblo nacido del perdón de los pecados. El discurso de Zacharías ya no se ajusta al caso material de la liberación de la cautividad, está viendo pueblos numerosos y naciones poderosas que vendrán a visitar a Yahvéh Sebaot . “Me vuelvo con piedad hacia Jerusalén: en ella será reedificado mi Templo y el cordel de medir será aplicado.” (Za.1,16). Las visiones del profeta pintan la imagen de una nueva creación: ”pues vengo a morar dentro de ti – oráculo de Yahvé - Aquel día se unirán a Yahvé, numerosas naciones, serán un pueblo para mi, y yo moraré en medio de ti” (Za.2,15). La transformación penetra al interior del hombre: “Poseerá Yahvé a Judá como su lote en Tierra Santa” (Za.2,16). En la quinta visión del profeta, la del candelabro de oro macizo, hay siete lámparas, y dos olivos: ”Estas siete cosas son los ojos de Yahvé, que recorren toda la tierra” (Za.4,4). Y qué significan las dos ramas de olivo que vierten aceite dorado por los tubos de oro?:” Son los dos ungidos, que están al servicio del Señor en toda la tierra” (Za.4,14). Con ello nos sumerge por completo en el misterio de la nueva creación. Zorobabel restablece el mesianismo real. Dios declara que estará en el medio de Jerusalén, cuando sea reconstruida; pero la comunicación profética tiene valor mesiánico, que se simboliza en la imagen del Germen, el Mesías: “ He decidido traer a mi siervo Germen. Y esta es la piedra que pongo delante de Josué, … y quitaré la culpa de esta tierra, en un solo día” (Za.3,9). En este momento el sacerdote Josué simboliza el Germen,” Este es el hombre llamado Germen, debajo de Él habrá germinación. Él edificará el Templo de Yahvé, llevará las insignias reales, se sentará dominador en su trono.” (Za.6,12). El plan de reconstrucción se extiende hasta proyectar la venida del mesías: “Siento celos de Sión, unos celos terribles, siento por ella pasión, una pasión enorme. Jerusalém será llamada Ciudad-de-Fidelidad, y el monte de Yahveh-Sebaot, Monte-de-Santidad.” (Za.8,2). La profecía de Zacharías sobrepone dos imágenes: una la material de la edificación del Templo y el Culto en la ciudad Santa, con otra: la restauración de la Fe por Cristo y la instalación del reino de Dios en las almas. Solo así se hace espontánea la explosión de gozo: “ Exulta sin freno, Sión grita de alegría Jerusalén. Que viene a ti, tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un asno” (Za.9,9). No es el triunfo inmediato de la recuperación de las libertad; sino la victoria decisiva del Santo con el rescate del Mesías.

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Así los profetas, con la intervención de Dios medían entre la línea sacerdotal y la política, reconstituyendo la unidad armónica entre la fe y la praxis del pueblo de Dios. Con Esdras, sacerdote y guía, quien conducirá la restauración: volverán a juntarse los dos poderes, en la pureza de la Fe. Por medio de dos emperadores paganos, de Ciro(538-520) y de Darío, logran nuevamente la unión, entre Zorobabel y Josué (520—515 a C). A pesar de la interrupción debida a la envidia de los gobernadores de transeufratina, y la intervención de Artajerjes que detuvo la reconstrucción del templo, la voz de Yahvéh se comunicó a Ageo: “”El profeta Ageo y el profeta Zacharías empezaron a profetizar a los judíos c de Judá y de Jerusalén en nombre de Dios de Israel que velaba sobre ellos” (Esd. 5,1). Así Zorobabel y Josué decidieron reanudar la construcción del Templo de Dios, y terminada la obra, (Esd.6,16), celebraron la Pascua. Se reconstituye nuevamente la unidad, para la edificación del nuevo templo, y el redescubrimiento de la Ley con Nehemías. Solo la gran epopeya de los Macabeos marca un resurgir del autentico espíritu de fe y de unidad. Desde este heroico episodio( de unos treinta año Manasséss): de Judas y de Jónatan , se llega hasta los años 140 a C, con Simón el etnarca, y la renovación de la alianza con los romanos. La gran sombra de Roma se levantará, de aquí en adelante, como signo de esclavitud. Fue todavía con la reina Alejandra y el hijo Hircano II, que se renovó la ilusión de la unidad; pero fue su segundo hijo Aristóbulo IIª quién realizó nuevamente la unidad entre la autoridad política y el cargo de sumo sacerdote. ( del año 67 al 63 a C). Esta continuará todavía con Hircano IIª sumo sacerdote que gobernaría por su ministro Antipatro; y finalmente conseguiría ser a la vez etnarca por la determinación del emperador Julio César (47 a C). Más adelante interviene el ejército de los Partos, quienes imponen como sumo sacerdote a Antígono (39 –37 a C) a la vez de que la autoridad política es ejercida por Herode el Grande, con el respaldo de Roma. Uno de los procuradores, Valerio Grato,( años15-16) será el que destituye al Sumo sacerdote Anas, al cual sucederá (en los años 18-36) su hierno Caifás. Todavía el año 37 Herode conquista Jerusalén, y el año 6 a.C, Judea es declarada provincia Romana procuratorial y será gobernada por Procuradores: Copronio( los años 5-9), Valerio Grato,( los años 15-26), quien destituiría al Sumo Sacerdote Anas(6-15) cuyo sucesor será su hierno Caifás (18-36) . A continuación de los cuales , Poncio Pilato es encargado en los años 26 –36 de la nueva era cristiana. Se llega entonces al momento en que Jesús relata en el Templo la historia de los viñadores asesinos. Los mensajeros de Dios, los profetas han sido apaleados o ajusticiados, y los viñadores se han quedado en la propiedad, pero con un poder limitado, ahora que el poder político está en mano de los Romanos. Tendrán suficiente autoridad para sacrificar al Hijo de Dios cuando llegue como Mesías a reclamar a los viñadores los derechos del Señor? Quizás, este breve recorrido histórico nos haya sido útil para revivir el drama de persecución que desde este momento envuelve la última etapa del camino de Jesús. La parábola de los viñadores asesino, no fue solo parábola, sino una metáfora transparente de lo que había sido, en las historia de Israel la continuada batalla entre la fidelidad a Dios y la idolatría. Y esta historia estaba delante de la mirada del Señor Jesús en el mismo instante en que Él la exponía en su presencia. Metáfora tan transparente, y real, que de inmediato ellos se la aplicaron y la

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transformaron en odio mortal. Al oír esto dijeron “ Dios no lo quiera!” (Lc.20,16). Pero Jesús, indignado, y clavando en ellos la mirada les responde con palabras del Salmo 118: ” La piedra que los constructores desecharon en piedra angular se ha convertido. Todo el que caiga sobre esta piedra se destrozará; y aquel, sobre el cual caiga, será aplastado” (Lc 20,17). Ya no era metáfora; sino un discurso directo; excluía toda duda. --”Los escribas y sumos sacerdotes comprendieron que había dicho aquella parábola por ellos y trataron de echarle mano en aquel mismo momento, pero tuvieron miedo de la gente” (Lc. 20 19). El combate final había comenzado; de ahora en adelante, cada palabra de Él será un desafío, y cada respuesta un motivo de condena. Señor Jesús ya estás expuesto a todos los golpes. Alguien de entre la muchedumbre, como relata San Juan, te preguntará: “ Y quién eres Tu? “(Jn 8,25)

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Trece.Jesus

Capítulo 13 Somos Uno

Los capítulos 7 y 8 del Evangelio de S. Juan , con el respaldo de Mt. 21, Mc.11, Lc. 19, nos presentan los días de predicación de Jesús en el Templo de Jerusalén. Se suman aquí, dos celebraciones de fiestas: la de las tiendas, y la e la dedicación. El evangelista, solo nos dice que Jesús enseñaba, sin revelarnos el contenido del mensaje; este, en realidad, extendía a la gente de Judá lo que ya se había comunicado en Galilea. Aquí el Evangelista enfoca la situación particular del Templo. Los sacerdotes, escribas y fariseos del Templo, constituyen la máxima autoridad de la Fe de Israel, y son conscientes de este privilegio. Nadie más, que no esté autorizado por ellos, tendrá permiso para sentarse como maestro en el Templo. Y es exactamente lo que hace Jesús en largas jornadas, ante una muchedumbre extasiada. El Evangelista enfoca esta situación, que es marginal a su predicación: la cual, al comienzo no se presenta con excesiva importancia, pero con los días va asumiendo un papel dominante, hasta volverse: primero un reto amenazador, y a continuación, un inmediato riesgo mortal. Es la recepción, o aceptación de su palabra por parte de las autoridades y la sabiduría del Templo. Jesús capta la diferencia entre la reacción de la masa de feligreses que acuden a rezar y lo admiran; mientras las autoridades, pasan del escepticismo y la duda, a la hostilidad , condena , execración y el odio; y rechazan su dignidad, como profeta. Pasan de las preguntas capciosas a la agresión directa. Jesús penetra en la intimidad de sus corazones y los encuentra reacios, impenetrables a la doctrina del reino. Precisamente en este punto tiene inicio la discusión, que no es realmente un diálogo, sobre el valor de su palabra. P./ “ Cómo entiende de letras sin haber estudiado? R./Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado.”(Jn.7,16) Jesús apela a la voluntad del oyente: el que quiera escuchar; solo quien desee cumplir con la voluntad del Señor quién lo envió, podrá averiguar la verdad de su palabra. Hay una conexión directa entre Dios autor de la Palabra, y su mensajero. La pregunta sobre la Palabra se vuelve ahora problema de identidad: “ Me conocéis a mi y sabéis de donde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta, sino enviado por alguien que es veraz” (Jn.7,28). La duda recae ahora sobre el origen de su Palabra. “Que este es el Cristo? Pero sabemos de donde es éste. Mientras, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de donde es” (Jn.7,27). Ellos insisten en un origen terreno, mientras Él habla de una persona divina. Los interlocutores evitan hacer referencia a Dios, pero Jesús no deja dudas, sobre quién es el autor de la palabra. Todo el mundo sabe que el Mesías vendrá, enviado por Dios . “Yo lo conozco por que vengo de Él” (Jn.7,29). La

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declaración de identidad entre Jesús y el Mesías se hace más evidente. El Evangelista nota la reacción contraria de los Judíos, que ya están dispuestos a prenderlo; pero nadie se atrevió; por otra parte: muchos de los presentes creyeron en Él. En este momento, al diálogo, se añade un tercer personaje, el pueblo; este manifiesta la duda de los oyentes fieles: -” Cuando venga el Cristo, hará más signos de los que ha hecho este?” (Jn. 7,31). La mente sencilla del pueblo relaciona de inmediato la palabra con los signos, los milagros realizados; que prueban la presencia del poder divino. Asustados por estos comentarios, los fariseos enviaron guardias para detenerlo. Pero Él sabe que su hora no ha llegado todavía. Continuará con su misión. “Voy a estar con vosotros todavía un poco de tiempo y volveré al que me ha enviado” (Jn 7,33). Pero ellos no cambiarán de actitud; lo buscarán y no lo encontrarán; ellos son lo opuesto de los discípulos, han dejado pasar el tiempo favorable, otros vendrán en su lugar. Sin embargo, el último día, el más solemne de la fiesta, mientras todo el pueblo reza con emoción, pidiendo la lluvia; pidiendo el agua que da vida, como la Torá, su ley, y fuente de regeneración, Jesús lanza su propio llamado:- ” Puesto en pié, dijo en voz alta: si alguno tiene sed que venga a mi y beberá. De su vientre manarán ríos de agua viva”(Jn.7,38). Es la transformación de la Gracia, que lleva en sí la inmortalidad : “Si alguno quiere venir en pos de mi , niéguese a sí mismo tome su cruz y síganme” (Mt 16,24). El agua es la vida y la comunidad de creyentes participa de esta vida que da Cristo, a condición de que se identifique con Él :” Porque quien quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mi la encontrará” (Mt. 16,25). Es impactante esta doble visión del Señor, en el momento de la espera angustiosa de su pasión . Por un lado la inutilidad de los valores materiales: “ Qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?” (Mt 16, 26). Por otra parte la realidad inmortal de la divinidad:” el hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles” (Mt. 16,27). Esta certeza, pronto será confirmada por una voz celestial , que hará estremecerse el auditorio en el Templo. El mismo Juan, evangelista, siente, ahora, la necesidad de intervenir en la discusión y de aportar una aclaración, diciendo que este sería el Espíritu Santo que todavía no conocían, y se concedería a todos los creyentes (Jn, 7,39). El cuadro que el evangelista nos pinta a continuación, no es solo muestra de una insana lógica: en favor o en contra; más bien abre una herida en el corazón humano ante el poder de la Palabra de Jesús, en la borrosa niebla de deseos y egoísmos. La discusión continúa trenzándose con las exclamaciones: De los incrédulos: “A donde irá este, que no lo podamos encontrar?” (Jn.7,39). Captan la incomprensibilidad de su anuncio. De los adheridos: “Este es verdaderamente el Profeta!” ( Jn. 7,40) . Ha sido anunciado por los grandes: Isaias. Jeremías, Daniel. Un escéptico:” Cuando venga el Cristo, hará más signos de los que hace este? (Jn. 7,39) Como los que habían presenciado sus milagros. Y otros, con más preciso sentido mesiánico : “Este es el Cristo” (ibi).

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Y los contrarios: “ A caso va a venir de Galilèa el Cristo? (Jn.7,39) De nuevo se exhibe el origen galileo de Jesús en contra de la posibilidad de que sea el Mesías. Un Sabio: “No dice la escritura que Cristo vendrá de la descendencia de David? Otro argumento que se apoya en la suposición de que el Mesías como hijo de David habría de nacer en Judea, en la ciudad de Belén. (ibid)

Los guardias habían sido enviados para detenerlo. Los sacerdotes y Fariseos a los guardias:” Por qué no lo habéis traído?”(Jn. 7,45). Los mismos guardias se habían impresionado ante la doctrina de Jesús. Los guardias:” “Nunca nadie ha hablado como habla ese hombre!”(Jn.7,46). Los Fariseos: “ Vosotros también os habéis dejado embaucar?” (Jn.7,47). Se replica, con el desprecio de los escribas hacia los ignorantes. Los escribas: ”A caso ha creído en Él algún magistrado, o algún fariseo?” (Jn.7,48). Loa magistrados: ”Esa gente que no conoce la ley son unos malditos “(Jn.7,49). Sugieren que todos los que han aceptado la palabra de Jesús sean, miserables, ignorantes de la ley. Un miembro del Sanedrín contradice, con su aceptación, la idea anterior. Nicodemo: “ A caso nuestra ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace? “( Jn.7,51). Los Fariseos, enardecidos ridiculizan su modesta defensa. Ellos: -”Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta!” (Jn. 7,52). San Juan, ha querido dejarnos la memoria de esta densa selva de emociones y pasiones, en contraste con la serenidad y claridad del Maestro. Jesús va llevando un plan de iluminación, que se desarrollará según un orden progresivo, hasta la declaración brillante de su divinidad; mientras por la otra parte, la indignación irá creciendo, hasta que la ira estalle en una llamarada de odio. Podemos seguir y acompañar el orden de este largo contraste. El Evangelista nota que esta discusión se realizó cerca del edificio del Tesoro del Templo, lugar donde se reunía la máxima concentración de los fieles (Jn.7,33). La inconformidad comienza con la duda sobre el valor de la palabra. Desde este hecho concreto, Jesús se eleva a realidades más íntimas, de su ser, hasta descubrir la esencia de su identidad. Separemos las gradas de este camino. Primero: lo inmediato, el valor de la Palabra de Jesús. Es palabra de verdad y vida, porque es palabra del Padre: por la unión íntima de la Palabra con el Padre: esta palabra es una voz profética, inspirada. ”Yo soy la luz del mundo: la persona que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn.8,12). Segundo: se discute la autoridad de Jesús en sus actos, y gestos proféticos: autoridad que deriva de la unión de Jesús con el Padre, la autoridad de Dios –“Yo no estoy solo, sino yo y el que me ha enviado (Jn.8,13). Tercero: El Mesías siendo hijo de David, al mismo tiempo es superior a él, por la doble naturaleza del Hijo: es humano y divino a un tiempo. Cuarto: Cristo se define a sí mismo con el mismo nombre de Dios, la conocida comunicación a Moisés en el Sinaí: “Yo soy”. –“Si no creéis que: ’ Yo Soy’, moriréis en

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vuestros pecados” (Jn.8,24). Y es esta indiscutible declaración de identidad con Dios; es el término al que nos conduce la dramática progresión que el apóstol Juan lleva grabada en su corazón desde los días de la traición. Jesús proclama tres veces su identidad de Dios:” Yo soy”. Y cada vez con un significado y una enseñanza nueva, hasta el relámpago final, ante el cual los enemigos, a falta de argumentos, levantan piedras del suelo: para asesinarlo ahí mismo. La primera declaración de “Yo Soy”, es punto final de un camino de elevación: Jesús se ha distanciado, liberado, de todos los elementos materiales , que impiden la visión de su ser real, detrás de las meras apariencias sensibles. Doy testimonio de mí mismo, pero somos dos personas. ” También da testimonio de mi el Padre que me ha enviado” (Jn.8,18) No me conocen: ”Ni me conocéis a mi , ni conocéis a mi Padre, si me conocierais a mi, conoceríais también a mi Padre” (Jn.8,19). Este conocimiento es negado a los que no son discípulos. Me buscaréis.” Pero moriréis en vuestro pecado. Vosotros no podéis ir a donde yo voy ” (Jn.8,21. La distancia entre el Hijo, y los hombres se hace, ahora, mayor. “Vosotros sois de abajo, mientras yo soy de arriba” (Jn.8,22). Ellos pertenecen a un mundo que es incapaz de dar una vida duradera. “Vosotros sois de este mundo: yo no soy de este mundo” (ibi). Por esto ha venido desde el cielo para darles esta vida verdadera. La síntesis final es: “moriréis en vuestros pecados “ (Jn.8,24); es como una amenaza, pendiente sobre sus cabezas; y a la vez un suspiro de añoranza por parte del corazón de Él. “Si no creéis que “Yo Soy”, moriréis en vuestros pecados” (Jn.8, 24). La fe en su divinidad es condición absoluta para la salvación. Ahora lo podemos contemplar, con la mirada del Espíritu, en su divinidad de Hijo: se ha declarado con la misma identidad del Padre “Yo Soy”; se ha elevado por encima del mundo: el Hijo pertenece, en su totalidad, a la divinidad de Dios. La definición del nombre de Dios, “ Yo Soy”, proyecta a Jesús al interior de la divinidad: yo soy, y estoy con el Padre, en la vida infinita de Dios; lo humano de Cristo queda destinado a la esfera de lo divino, en la santidad de Dios, y desde allí es miembro y actor de la historia de la salvación establecida por el Padre desde la eternidad. Desde allí nos convoca: ”Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad.” (Jn.8 32). Pero él ya está situado a la derecha del Padre. La segunda declaración, de “Yo Soy”, indica su presencia histórica en el templo, en la humanidad, en la vida de cada uno de nosotros. Desde la intimidad eterna de Dios se proyecta hacia nosotros, ha venido. Da respuesta al grito anónimo, desesperado y angustioso, de uno de los oyentes: “Y quién eres tu?” (jn.8,25). Ya se lo ha explicado pero ellos no creen. La afirmación es absoluta: “lo que estoy diciendo!”(Jn.8, 25). Y se lo he dicho desde un principio. “El que me ha enviado es veraz”. Jesús no juzga; se limita a comunicar la palabra del Padre. Este envía su verdad al mundo. ”Y solo lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo” (Jn.8,26). Y esta Palabra los condena, en virtud de su origen divino.

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No hago nada de mi propia iniciativa, “solo hablo lo que el Padre me ha enseñado” El que me envió está con migo, “ por que yo hago siempre, lo que le agrada a Él” (Jn.8,29). Lo reconoceréis y comprenderéis que yo enseñaba palabras de vida; pero será demasiado tarde.-“Cuando hayáis levantado el hijo del hombre, entonces sabréis, que “Yo Soy”. La exaltación del Hijo del Hombre , con su resurrección, brillará delante de todos : cuando yo regrese al Padre. En este segundo contexto el Cristo del “Yo Soy”, es ahora el Dios presente, entre los hombres; el que habla y enseña, y extiende su poder a nuestra historia personal, y a la historia de Israel. Es el que se hace cercano a su pueblo para salvarlo. Por esto añade: “El que me ha enviado está con migo, no me ha dejado solo” (Jn.8,29). Nuestra unión es perfecta: ”porque yo hago siempre, lo que le agrada a Él.” No es solo una unión en la verdad; sino en el amor. La verdadera Fe es un permanecer en la palabra del Padre y realizarla en la vida; es cumplir, con la voluntad personal, la voluntad de Él, es amarla. La Palabra germina en el corazón para transformarlo. Entonces, “si os mantenéis en mi palabra seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad” (Jn.8,31). La tercera declaración de “Yo Soy”, nos instruye doblemente: desde la altura de Dios; pero sin abandonar la tierra. Este ungido (el Cristo) es verdaderamente el Hijo, pero es el que está encarnado en nuestra humanidad de pecado: con todo el poder del Padre, y el mérito de su oblación en la muerte: unido a Dios, y unido a los hombres. La verdad de su palabra es también la fuerza que sacude, de la espalda del hombre la opresión de su condición de pecado. “ La verdad os hará libre “ (Jn.8,32). Realiza la plenitud del tiempo y de la promesa; mi palabra es liberadora de pecado , y trae la vida eterna. Los temas de la discusión se elevan como los peldaños de una escalera, hasta la proclamación escueta y definitiva, según este orden: la verdad, la libertad, el pecado, el padre Dios, la vida eterna : y “Yo Soy!” Intentemos una paráfrasis, de esta difícil elevación; que va hacia la esencia misma del Salvador; desde sus mismas palabras; buscándole sentido. 1ª. VERDAD. La palabra de Él, revela la verdad; y esta genera la libertad. Si se mantienen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad. Pero su Fe es defectuosa, ellos se creen libres por la Ley.

Nosotros somos descendencia de Abraham La verdad os hará libres!

No somos esclavos de nadie. Todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en la casa para siempre. En cambio el Hijo se queda para siempre. Él, os da la Libertad. 2ª.LIBERTAD. La Paternidad de Dios, es la libertad del Hijo. Es una paternidad de vida, no de muerte. Los adversarios han entendido bien, que Jesús habla de una libertad espiritual, y ellos pretenden que ya la poseen, por el hecho de tener la Ley. Pero Jesús no se refiere a una norma legal, sino a un cumplimiento: una conducta espiritual. Por eso, contrapone la santidad del Padre a su mala conducta.

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Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre: Y vosotros hacéis lo que habéis oído a vuestro padre. Tratáis de matarme, porque mi palabra no prende en vosotros. Si sois hijos de Abrahán haced las obras de Abrahán.

Nosotros no hemos nacido de la prostitución. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.

No tenemos más padre que Dios. Estáis impedidos para escuchar mi palabra. Si Dios fuera vuestro Padre me amaríais a mi. Sois hijos de vuestro padre el Diablo.

No decimos con razón que eres samaritano? El que es de Dios escucha las palabras de Dios. Vosotros no las escucháis porque no sois de Dios.

Y que tienes un demonio! Yo no tengo un demonio sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a mi. 3ª. VIDA ETERNA. La palabra del Padre lleva en sí la vida eterna. Si alguno guarda mis palabras , no probará la muerte jamás.

Eres tu acaso más grande que nuestro padre Abrahán, que murió? Vuestro padre Abrahán se regocijó, pensando en ver mi Día.

Aún no tienes cincuenta años y has visto Abrahán? “En verdad, en verdad os digo, que antes de que Abrahán existiera,” -“Yo Soy”.( Jn.8,58): Yo soy Dios, Yo soy Hombre y Dios, Yo soy el Hijo de Dios viviente; Yo soy el cordero de Dios ofrecido. Los Judíos volvieron a acosarlo en las siguiente fiesta de la Dedicación. Ninguno de los argumentos les había penetrado. Su corazón petrificado volvía sobre la misma pregunta, una y otra vez: quién eres? Regresan a la cuestión inicial: “Si tu eres el Cristo, dínoslo abiertamente” (Jn.10,25). Jesús se rebajó a nivel de su entendimiento, haciendo referencia a los milagros, a las obras que evidentemente eran de Dios: “Ya os lo he dicho; pero no me creéis: las obras que hago en nombre de mi Padre, son las que dan testimonio de mi” (Jn.10,25). El extremo esfuerzo, está condensado en las palabras, que únicamente Dios habría podido pronunciar, no bastan los milagros: “Yo les doy la vida eterna “ ((Jn.10,28). Y como si la salvación no superara la pluralidad, entre el Padre y su hijo, añade: “ Yo y el Padre somos uno” (Jn.10,30). Esto significaba, tener el poder de Dios, y hablar el lenguaje de Dios. La mente de ellos, está polarizada por una idea; y expresan lo entendido, con toda claridad: “ Por una blasfemia, porque tu, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios” (Jn. 10,33). A parte de la blasfemia: esta podría ser una auténtica profesión de Fe: Dios y Hombre. Y otra vez levantaron piedras para arrojarlas. Por falta de las razones, vuela la muerte. La respuesta, confirma su absoluta incapacidad, para entrar al misterio. Esta ‘realidad-divina’ coloca a Jesús en la perspectiva eterna del Dios Creador; y al mismo tiempo, en la perspectiva temporal, del Salvador de la humanidad: en la historia que comienza con Abrahán, el hombre de la Fe, y a través del culto de siglos, en el Templo, y los demás profetas, concluye con el Hijo, el Cristo de la liberación del

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pecado. El grito anónimo de la muchedumbre: “quién eres Tu?” Ha recibido una iluminación del intelecto, para comprender su palabra; y a la vez la llamada, al corazón, hacia la liberación del pecado; una respuesta materializada en la sangre de la cruz, pero inspirada en el amor del ofrecimiento, en la identidad con el Padre. Yo soy Dios por que conozco el Padre, pienso lo que piensa Dios, y amo lo que ama Dios, y más Soy Dios porque lo amo. -“ Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó, y salió del Templo” (Jn.8, 59). La razón enmudece ante el misterio del hombre-Dios: ya no quedan argumentos en contra, ni protestas; solo el odio del corazón , que se cierra al Espíritu; y una lluvia de piedras, que se eleva desde la tierra, en el aire, pero sin un destino.

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Cator-Jesús Capítulo 14

La oscuridad de Caifás La aparición del personaje de Ben José Caifás, como sumo sacerdote de Jerusalén ( por los años 18 – 36 d.C.) en la historia de la Pasión de Jesús, no tiene el fragor de un trueno. Al contrario, más se parece a un atardecer brumoso y triste, de una jornada de temblores. Solamente dos de Evangelistas, Mateo y Marcos, relatan el momento preciso de su sentencia condenatoria, en la noche del viernes de dolores. La violenta expresión de su imperativo, se condensa en las palabras : “Te conjuro, por Dios vivo!”. Pide a Dios ser testimonio de su pregunta. Es el sumo sacerdote quien tiene conciencia de su absoluta autoridad, y pregunta, en nombre del Dios de Israel. No podría faltar una confesión directa y clara de la esencia del Señor Jesús. De esta proclamación, y la condena a muerte, de inmediato, se escurre la cadena de insultos y torturas que terminarán sobre la cruz. Por qué? Porque Caifás es el Pontífice, el hombre que representa a Yahvé. Ante esta condena, agresiva y sangrienta, cabe preguntarse: quién es este hombre Caifás, el Pontífice, el jefe religioso de Israel, y representante del pueblo? Cuál es su Fe, en el Dios supremo? En qué Dios cree realmente? El puro Espíritu de Abrahán, el protector y acompañante de Moisés o aquella síntesis de pueblo, que se formó históricamente, entre devociones paganas, supersticiones y dioses de la tierra? en la lucha entre los reyes infieles y las maldiciones de los profetas? Su tarea es la de imponer la Ley, y defender la autonomía de este pueblo y negociar con el invasor. Su misma autoridad depende del gobernador de turno. Ya, su suegro Anás fue nombrado por un procurador romano, Copronio, y destituido por el siguiente, Valerio Grato, quien impuso otros tres pontífices antes de entregar la autoridad a Caifás. Él mismo estaba en repetidos negociados con el Gobernador actual Poncio Pilato (26—36), para placar las sospechas de conjuras y levantamientos. De paso, el mismo evangelio registra un hecho de represión de Pilato contra un Grupo de Galileos, supuestamente independentistas, masacrados al punto de ofrecer un sacrificio( ). Esto, lo colocaba como blanco, en el fuego cruzado, de los radicales independentistas y la vigilancia de los espías del imperio. Su conducta política responde a esta situación. Diferente es su vista interior de Pontífice ofreciendo sacrificios, de sacerdote, dirigiéndose al Dios de Israel, de sabio, administrando sus conocimientos de la Torá. Para entrar a su corazón, solo poseemos las expresiones más salientes del diálogo. Aparentemente las insinuaciones contrarias a Jesús, responden a las ideas expresadas por el Pontífice: con qué poder lo hace? Si yo no lo autoricé?; cómo enseña sin haber estudiado? No respeta el sábado? Somos hijos de Abrahán, los auténticos

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representantes de este pueblo, protegido por Dios; por qué matar una mujer sorprendida en adulterio? Hay que pagar el impuesto a los romanos? Todas estas preguntas apuntan a un solo objetivo: quién es Jesús, en la mente de Caifás? ; como ve el Sumo sacerdote surgir la estrella de un joven profeta, capaz de entusiasmar multitudes, rodeado por un grupo de discípulos, hombres y mujeres, en un círculo cerrado, de devotos y alborotados galileos. La actitud de Caifás puede encerrarse en una sola palabra: es un “anti-discípulo”; es lo contrario a las personas, hombres y mujeres, quienes andan con Él constantemente, y acogen con amor su doctrina. Caifás sospecha, se niega, critica y se enfrenta con toda su fuerza. Opone su propia autoridad, su política de equilibrio, su escepticismo en la fe tradicional. Al contrario Jesús es la bandera de un movimiento que crece detrás de Él; un ejercito de soñadores quienes vislumbran la aurora de un mundo nuevo cementado en el amor, iluminado por la ilusión y la esperanza de una Jerusalén celestial. Es una fuerza que tiende a desequilibrar las difíciles relaciones que permiten sobrevivir entre el hierro de las legiones romanas , y las arbitrariedades de los Gobernadores. Por supuesto, conoce, por los espías que ha enviado a seguirlo, el tema de predicación del Maestro: el reino de Dios. Lo conoce y lo niega. No es, a caso, un retorno del mítico reino de David? No podría convertirse de repente en una insurrección sangrienta de los alborotados galileos , como sucedió hace menos de sesenta años con el asalto a Séforis? Y eso de comunicar la sabiduría del Padre? Quién es el Padre? No encierra ya una filiación divina? No soy yo el defensor nato de la Unicidad del Señor Altísimo? Pero la acción de condena y persecución de Caifás no comienza en esta noche de odio. En el relato de la Pasión, el nombre mismo de sumo sacerdote, se confunde en un plural: “los sumos sacerdotes”, asociado con los escribas, fariseos y miembros del Sanedrín. Pero él es el principal responsable, él formula las preguntas, él prepara las trampas, él se esconde entre las masas. Su presencia pesa como una densa nube oscura sobre las protestas y actitudes de la discusión; él respalda con su autoridad el rechazo, la sospecha hacia este increíble profeta, que derriba la sólida jerarquía establecida en el Templo. Esta densa nube oscura, acompaña todos los movimientos y las acciones de este predicador no autorizado, capaz de polarizar la atención y la fascinación de miles de personas que acuden al santuario. Cuál es su doctrina? Por qué no respeta las normas establecida? Por qué hacer milagros en Sábado? Cuál es su condenación: de las clases poderosas, de la Ley de Moisés?

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Su oscura imagen, cubre de tristeza la alegre exposición del Profeta: que anuncia el reino de Dios, que invita a las bienaventuranzas, que acoge y sana a quienes se le acercan. Esta sombra lo persigue, organiza la resistencia de grupos tradicionales, inventa sospechas.(mc. 15,12) ( Lc.22,1).Los interrogatorios, las ocultas amenazas, las insinuaciones astutas, tienen origen en la mente de Caifás, aunque, él no se exponga. Estas preguntas engañosas y respuestas ambiguas han sido elaboradas en su mente astuta y amargada , antes de ser comunicadas a sus fieles servidores, quienes le dan la cara a este predicador subversivo.

Le reprochan a Jesús los gritos de los niños, que cantan himnos en el Templo y dicen alabanzas (Lc.19,47). Evidentemente, trastornan ese lugar que detiene la presencia del Dios altísimo y terrible, y contaminan la pureza de la oración personal.

Le piden con qué autoridad derriba las ventas (Lc.20,20). Porque el orden, se ha impuesto y organizado para la comodidad de los fieles y peregrinos que llegan desde las lejanas ciudades de la diáspora.

Le niegan una respuesta sobre el Bautismo de Juan (Lc. 20,7). Cómo detectar un espíritu profético, de ese Juan, sin la educación de nuestros escribas y maestros, que nos viene desde las comunidades ‘essénias’ del desierto y condena, con su fanatismo el culto establecido en este santuario?(Mt. 21,27) (Lc.20,20).

La pregunta sobre la entrega del tributo al César (Lc.23,2) (Mt.22.15). Es la que todo Israelita auténtico, le hace a su conciencia: de si no es una traición a la seguridad en la protección de Yahvé, que hace de nosotros su pueblo protegido e independiente; y el reconocimiento de la dominación pagana de los Romanos, y la aceptación de la idolatría?

Le solicitan a Él su aprobación a la muerte de la mujer adúltera; en el riguroso cumplimiento de la sagrada ley de Moisés para la pureza de la conducta moral de los fieles. Su conciencia quedará limpia, y sus admiradores decepcionados.

Rechazan con odio, la parábola de los viñadores asesinos (Mt 21,45), y sus insinuaciones profanas, a una posible destrucción del culto, con la expulsión de los herederos de la promesa.

En contra de las maldiciones a los Escribas (Mt.23,31)” Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Vosotros ciertamente no entráis, pero además impedís el paso a los que están entrando”. Nada hay de verdad; porque asume el papel del Dios supremo para juzgar y condenar.

Negociar con el traidor para capturarlo?(Mt 26,14). Para darle apariencia de legalidad, se entregan monedas al delator. Es un evaluarlo , con el precio de un esclavo.

Rechazar la devolución del dinero (Lc 22,4). Con la pureza formal de las manos limpias, es un dinero manchado de sangre: no debe incorporarse en las ofrendas sagradas.

La traición de Judas (Mt 21,23) “Y a nosotros qué?” ( Mt 27,6).Un criminal no merece compasión, ni perdón. Él carga con su culpa.

Promover los ultrajes ( Lc. 22,63)de soldados y criados? No es una forma de purificación para, negar el pecado y alejarse de la maldad.

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La entrega en la noche,(Mc.14.43) no encierra un engaño oculto, si el maestro posee realmente poderes misteriosos? No son necesarios los soldado El interrogatorio (Mt,26,47)Mc.14,53)

El Juicio Mt, 14,50) Mt.26,57) El proceso (Mt.27,2) La condena(Mc.15,1) Respuesta de Jesús a Caifás (Mt.26,66) Donde Pilato con acusación política (Lc 23,2) (Mc.15,12) Acusan ante Pilato (Mt.27,12) Acosarlo en la visita a Herodes (Lc 23,10) Condena en el Sanedrín (Lc, 22,66) En el regreso a Pilato, azuzar la muchedumbre (Lc 23,18) Persuadieron a la gente (Mt.27 20)a la insistencia (Lc.23,m23) Que sea crucificado, (Mc15,29) (Mt,27,22) La sangre sobre nosotros ((Mt.27,25) Insultos debajo de la cruz (Lc 23,35) A otro salvó, que se salve (Mt27,41) Volvían golpeándose el pecho (Lc.23,48) La sombra de Caifás se vuelve más borrosa y nocturna ante la tumba de Jesús. Creería que los apóstoles serían capaces de robar el cadáver? O un oculto temor le hacía dudar de que realmente podía resucitar? Era su Fe la fe negativa de Satanás? Qué pensaría del testimonio de los soldados puestos de guardia al sepulcro? Y de su corrupción que los obligaba a jurar en falso sabiendo que era una mentira? Y de la noche en el Gólgota, a las tres de la tarde? Y del terremoto y las rocas rajadas y sepulcros abiertos? y del velo del Templo rasgado en dos desde arriba hasta abajo? Tan poderoso vería el poder de imperio romano, que eclipsaba el poder del Dios de Abrahán y de Moisés? Qué pensaría Caifás cuando Pedro, puesto en la cárcel, saldría en paz, atravesando todas las barreras y guardias, y volviera a predicar en el templo? Y cuando Saulo, el fidelísimo, se convirtiera en predicador de este Cristo resucitado, que él había llevado hasta la cruz? Ninguna de estas preguntas puede tener una respuesta, hoy. Nadie borrará de su memoria la noche de la condena , cuando É invocó la autoridad directa de Yahvé, y oyó la respuesta del Mesías: ”Sí, Yo soy”, y veréis al Hijo del hombre, sentado a la diestra del Poder, y venir entre las nubes del cielo”. El “Yo Soy” (Yah-vé) volvía a repetir la definición de Dios oída en el desierto del Sinaí. El comienzo de la historia de ese pueblo se cumplía hoy con su punto final: el mismo Ser, como Dios, y como Hombre: un pensamiento infinito, la visión de un misterio, superior a toda mente humana. Caifás rasgó sus vestiduras: el horror fue auténtico.

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Capítulo 15 La Víctima En la Historia del Antiguo Testamento, la relación entre el hombre y Dios poseía un punto de contacto: la víctima. Con la muerte de la víctima, la sangre, que encerraba en sí la vida, era separada para Dios. Era un sacrificio de sangre. La vida iba para Dios, y el cuerpo de la víctima al fuego. Del fuego gozaban Dios y el hombre: una parte para Dios y la otra para la comida del hombre. Esta identificación en lo sagrado: hombre, victima y Dios, honraba la divinidad y defendía la persona humana culpable, de la ira divina, y del castigo merecido por el pecado. No solo había víctimas sacrificadas y derramamiento de sangre; también había víctimas de fruta ofrecida, de cereales, dinero, tejidos, y otros bienes, que conservaban el carácter esencial de la víctima, el de ofrenda de vida, sin destrucción de la misma. Esta dualidad de significado es fundamental para entender el carácter cristiano de la víctima, y el sentimiento de identidad y de amor que acompañaba el sacrificio de la víctima. Hay célebres modelos de ‘víctimas’ en la antigüedad: Ifigenia, en Grecia , da vía a los Aqueos, para la conquista de Troya; la reina Dido, en Cartago, víctima voluntaria, funda las raíces de un nuevo imperio ; Alceste, en el mito griego, se ofrece, como víctima de muerte, al dar sepultura a su hermano, y entrarlo a la esfera divina , de los bienaventurados; el Cordero de la Pascua, cuya sangre mancha las puertas, en Egipto, consagra un pueblo, a la protección de Yahvé; Sansón, víctima y verdugo, libera Palestina de la opresión de los Filisteos. No hay víctima que no eleve el ser humano , hasta el Dios de la Creación. La sangre derramada en el holocausto, rescata la humanidad , con proyectarla, transformarla , hasta alcanzar el reino de un poder superior. En el Antiguo Testamento, descrita en el Deuteronomio y Levítico, se sustenta la idea de la fecundidad de la muerte. La víctima es convertida en chivo expiatorio: dar para recibir, para aplacar la ira de Dios ofendido por el pecado. Esta idea del sacrificio sería la estructura esencial de la existencia humana: la victima concentra en sí todo el pecado: destruir la víctima era destruir el pecado. Esta se combina con otra idea: el reconocimiento de la total soberanía de Dios sobre sus criaturas. Pero, qué sentido tiene destruir las cosas que Dios ha hecho y Él ama? No así en el pensamiento derivado de la enseñanza cristiana. Esta rechaza la idea de la ‘compensación’. La idea de destrucción de la víctima es superada por la idea de la “ofrenda”. Dios es dueño de todos los seres vivientes, nada puede ser dado a Dios como “compensación”: no hay valor en la destrucción; sino en la “ofrenda”. El hombre puede ofrecer libremente un don, el valor se encuentra en la ‘entrega’ a la voluntad infinita de Dios. El Nuevo Testamento niega lo antiguo; los cristianos son los que sacrifican, y ofrecen sus vidas

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para todos. Pablo nos dice: “ofreced vuestros cuerpos como víctimas santas” (Ro.12,1) es un culto espiritual, como una analogía a la víctima que es Cristo. Se produce una nueva hermenéutica: el sacrificio es espiritualizado por la voluntad libre del hombre. Ya lo intuye Isaías (2,11) “La mirada altiva será abajada, humillada la altanería humana, solo Yahvé será exaltado aquel día”. Esta revelación es vista como una nueva luz: ”El pueblo que vagaba a oscuras, percibió una luz cegadora; a los que vivían en tierra de sombra, una luz brillante los cubrió” (Is.9,1). Es como regresar al amor de Dios desde la juventud, como lo expresa Jeremía: -“Qué hermoso ves tu camino en busca del amor! “(Jr.2,33). Todavía hay muerte, pero el Espíritu de Yahvé está en El, no hay destrucción. Así se intuye el Mesías, invadido por el espíritu: “Reposará sobre Él el espíritu de Yahvé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvé” ( Is. 11,2). San Pablo a los Filipenses para expresar la misma idea de oblación, dirá: “ mi sangre se derrame como ‘libación’ sobre el sacrificio y la ‘ofrenda’ de vuestra Fe” (Fil.2,17). Dentro de este contexto heroico, en el Nuevo Testamento, la naturaleza humana y sagrada de Cristo, en comunión con la Segunda Persona, ‘se-ofrece’ como víctima al Padre celestial, para que la comunidad humana, liberada de la ira y del castigo de la divinidad, sea recibida “ a la diestra del Poder” y reine con el Padre. JESÚS VICTIMA La consagración de la víctima, que es Cristo, el Hijo de Dios encarnado, comienza con las primeras páginas de los Evangelios: Juan en su introducción atribuye a la figura del Hijo, miembro de la trinidad divina, su misión de salvador, de hombre entre los hombres; un enviado que no ha sido recibido. En la mente de las autoridades que condenaron a Jesús, Él no es una víctima, sino un enemigo, una amenaza a la existencia del pueblo, del cual, pensaban, era necesario defenderse, dándole la muerte. Como anota San Juan (12,17) “Aunque había realizado tan grandes signos delante de ellos, no creían en él”. Es la ceguera intelectual, de los que siguen atrapados en una ideología, y niegan la realidad que han visto, con tal de justificar sus intereses y tradiciones.-“ Ha cegado sus ojos, ha endurecido su corazón para que no vean con los ojos, ni comprendan con su corazón, ni se conviertan, ni yo los sane” ( Jn 12, 40, citando Isaías . 6,9). El enfrentamiento de Jesús con los fariseos y sacerdotes, había alcanzado su máxima tensión, el altercado se había cargado de odio, e ira manifiesta, hasta se habían levantado piedras con la intención de apedrearlo. No podían soportar que Él les dijera “ vosotros sois hijos de vuestro padre el diablo” (Jn. 8,44). Había que actuar, imposible ir hacia atrás, ni esperar. “Faltaban dos días para la Pascua y los ázimos, los sumos sacerdotes y los escribas buscaban como prenderle con engaño y matarlo” (Mc.14,1). Y esto, ante los miles, de la gente sencilla, que lo escuchaban con entusiasmo, y lo aplaudían. Capturarlo a la vista de todos podría desembocar en un levantamiento popular y un estallido? Era

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necesario tomar medidas autorizadas. ”Se reunieron en el palacio del sumo sacerdote, llamado Caifás y se pusieron de acuerdo para prender a Jesús con engaño y matarlo”(Mt.26,3).Todavía los recrimina, resaltando su falta de fe e incoherencia “Si Dios fuera vuestro Padre me amaríais a mi; por que yo he salido y vengo de Dios” (Jn.8,42). Sabe que lo odian y desean matarle; pero su misión lo lleva a la obediencia al Padre. La víctima se entrega, lo ha dicho muchas veces, por su calidad de buen Pastor. – ”Doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente” (Jn. 10,18). Por que su relación con el Padre es de amor; es un amor que realiza la unidad. Pero ellos no aceptan su identidad divina, por eso han decidido matarle. Jesús es consciente de ello, y se lo advierte a los discípulos : ”sabéis que dentro de dos días es la Pascua, y el hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado “ (Mt.26,2). No se trata ya de un vago anuncio de sufrimiento en la pasión, sino de una advertencia precisa e inmediata: la muerte en la cruz. Lo había intuido Isaías: ” ofrecí mi espalda a los golpes, mi cara a los que mesaban mi barba” (Is. 50,6). Así prepara los ánimos de los suyos para que el terror del crimen no los domine. El halo, alrededor de la victima, ya es una densa nube. La hora de la victima se aproxima: ” Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Y mientras comían dijo: os aseguro, que uno de vosotros me entregará”(Mt.26,21).Todos, asustados, le hacen la misma pregunta ”Acaso soy yo, Señor?” También Judas: “Soy yo acaso Rabbí? Le respondió: tu los ha dicho.”(Mt.26,25)Por su cuenta Lucas comenta:” Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los doce” (Lc.22,3). La ejecución de la victima ha empezado. El camino pasa por el huerto de los olivos. Mas, su sacrificio no es de destrucción, es vida que se da y perdura: ”Jesús les dijo: todos os vais a escandalizar, pues está escrito heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección iré delante de vosotros a Galilea” (Mc.14,28). La victima prepara su victoria final.“ Pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto donde entraron él y sus discípulos” (Jn. 181). “Pero también Judas, el que le iba a entregar, conocía el sitio” (Jn. 18,2). San Juan, por un sentido de indignación, no registra la señal, que el traidor les había dado a los guardias, el beso de Judas, al contrario: es Jesús el que se adelanta y pregunta: A quién buscáis? Y la fuerza de su presencia los aplasta: “Cuando les dijo ‘Yo soy’, retrocedieron y cayeron en tierra” (Jn.18,6). Con plena conciencia del peligro, se interesa por los suyos: “ si me buscáis a mi, dejad marchar a estos” (Jn. 18,8). En la cena les había descrito con amargura, la laceración de esta huída, en su espíritu: ”cada uno de vosotros se dispersará por su lado y me dejaréis solo” (Jn.16,32).Aún en la deserción, su amor los alcanzará. “ Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn.15,13). Y a Pedro, dispuesto a demostrar su valentía con una espada: ” es que no voy a beber la copa que me ha dado el Padre?” (Jn. 18,11). Su entrega no es más que una copa, aunque llena de las

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maldades de la humanidad entera, pero una copa en la mano de su amado Padre. La respuesta al abandono de los suyos es: “el Padre está con migo” (Jn. 16,32). Jesús es víctima de Amor, su esencia es la oferta y la adhesión total del cuerpo y del alma. Sin embargo hay un recorrido que conduce el Mesías hasta el holocausto. El carácter de la víctima refleja la historia del pueblo elegido. Las víctimas de Abrahan habían sido animales partidos por medio, para que el fuego de Dios recorriera su sacrificio como fundamento de la alianza; los de la Pascua, corderos ofrecidos en el fuego y distribuidos en la mesa con Dios, y sangre en las jambas de las puertas; y los de Moisés con sangre rociada sobre los fieles ,sellaron el juramento ante Dios. Ahora en el Templo, la gran balsa de bronce repleta de la sangre de víctimas dedicadas por los sumos sacerdotes, atestiguaba la presencia de este pueblo. La cadena terminaba en un punto anunciado por los profetas, el Mesías, fiel al recuerdo del antiguo espíritu de un sacrificio de destrucción y proyectado a una esencia nueva, con el sacrificio de inmolación por amor. Jesús acepta el orden establecido de que la victima sea : reparación e intercambio con Dios, y rescate. Pero su intención surge desde su interior y renueva la tradición, sin destrucción; sino cumpliéndola; y en ella infunde el espíritu del Hijo.Yo amo al Padre y él me ama, de un amor que entrega su voluntad por amor. Su amor no es deseoso de víctimas que destruyan la vida; sino de amantes que se entregan sin condición. Su amor no va a la muerte; sino que da la vida a través de la muerte. JESÚS ES REY Desde las sesiones del sanedrín en la casa de Caifás, hasta las acusaciones ante el procurador romano, Pilato, la Victima es: acusada, abofeteada, odiada; pero también es reconocida sin culpa, proclamada inocente ante el estado y ante Dios, y por último , rey de Israel. Su regalidad, hostilizada o apreciada, es el título esencial que lo sitúa en la historia de los reyes de Israel, hasta triunfar ostensiblemente en el encabezamiento de la cruz. El mismo Gesú lo introduce en su discurso sobre el juicio final - “ Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso”.( Mt 25,31) todas las naciones se reunirán delante de Él , “entonces dirá el Rey a los de su derecha” (Mt. 25,34); igualmente en la entrada mesiánica “Mira tu rey viene a ti, manso y montado en un asna”(Mt. 21,5). Marco también lo recuerda:” Bendito el reino que viene de nuestro padre David (Mc.11,9). Por esto, el mismo David lo llama Señor (Mc.12,37). Hasta la identificación absoluta con el rey eterno “El Padre y yo, somos uno” (Jn.10,30). Y ante el sumo sacerdote: ” veréis el Hijo del hombre sentado a la diestra del poder” (Mt. 14,62). Más directo, Pilato pregunta simplemente: ” Eres rey de los judíos?” (Jn.18,30). Y durante todo el proceso de la causa, en que el juez romano lo encuentra inocente, la figura del rey Jesús sobrevuela a la marea de los gritos. Y hasta los soldados del presidio, en simulación y burla, lo nombran: “Salve! Rey de los judíos “(Mc. 15,18).

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También en la última hora, delante del crucificado, suena la expresión: rey de los judíos, en boca de Fariseos y Sacerdotes: “ Si tu eres el rey de los judíos, desciende de la cruz” ( Lc.23,35). La ambigüedad de la oración, entre escepticismo y deseo, es más evidente en la afirmación : ” Es rey, baje ahora de la cruz, y creeremos en Él” ( Mt. 27,42). Una blasfemia, que, por ironía, de repente puede cambiar de sentido , e interpretarse como una súplica, al estallar el terremoto ,rajarse las piedras , y caer la oscura nube del terror en las consciencias.” Ese a otros salvó; que se salve a sí mismo” (Mt 27,42) A pesar de las protestas, el letrero de la regalidad de Cristo permanecerá, clavado a la cruz, de la víctima divina, para dar testimonio a los siglos venideros: Jesús el Cristo, rey de los judíos. No solo lo reconocerán como rey, sino como el auténtico Hijo de Dios. Caen las afirmaciones de alborotador, de negador de los tributos, de destructor del Templo; y brilla el motivo central de las iras: declararse Hijo de Dios. Su postura es explicada, ante Pilato: por su poder que viene de lo alto ( Jn. 19,11). Jesús contesta desde su trono, de rey de Israel, un rey cuyo poder viene desde arriba: mi reino no es de este mundo. Por esto” los que me han entregado, tienen mayor pecado”. Esta es la clave central del misterio: el pecado. La victima ha sido acusada por los pecados, y ofrecerá su entrega para destruir el pecado. Pero nadie puede destruir el pecado sino el que posee el amor infinito del Padre. Por esto Jesús víctima, no es solo el cordero sacrificado al Padre, sino la ofrenda que se entrega, el amor infinito del Hijo. JESÚS ES HIJO DE DIOS La afirmación de la divinidad del hijo, resuena en el santuario, los últimos días de su ministerio. La misma definición de Dios a Moisés es el nombre de “Yah-vé”, Yo-soy, mi existencia es sin límites. Él conoce quien lo traicionará: “ para que cuando suceda creáis que ‘Yo-soy’ “(Jn.13,19). Mientras Jesús lleva adelante su misión, lo hace en comunicación con el Padre: “El Padre, que permanece en mi, es el que realiza las obras “ (Jn.14,10). Su precisión es inequívoca, en breves palabras sintetiza la historia de la salvación: “ Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo otra vez el mundo y me voy donde el Padre” (Jn.16,28). Ahora es el Hijo de Dios en el mundo. La verdad de esta proclamación ha acompañado toda la historia del pueblo de Israel, sus profeta la han atestiguado con el testimonio de sus propias vidas, es una verdad inspirada por Dios y lleva en sí el carácter divino que compromete la aceptación por parte del hombre: la negación de esta verdad es culpable. Por esto Jesús repite: “Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo” (Jn. 8,23). Su esencia nos obliga, su luz nos deslumbra, el que pretenda negarla, cae en pecado: con tristeza en el corazón, percibe la infidelidad: “ Si no creéis que ‘yo soy’, moriréis en vuestros pecados” (ibi). Y les da una prueba, de acuerdo con la

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obstinación de su ignorancia: “Cuando hayáis levantado el hijo del hombre , entonces sabréis que yo-soy “(ibi,28). Al apóstol Felipe: “ El que me ha visto a mi, ha visto al Padre” (Jn.14,9). El Padre y el Hijo, realizan las obras en perfecta unidad: ” Si alguno me ama guardará mi palabra y mi Padre le amará; y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn.14,23). Por fin, delante del sumo sacerdote : eres tu el Cristo, el hijo de Dios Bendito? Responde sin titubear con la fórmula del Sinaí: ” Sí, Yo-soy” (Mc.14,62). El gobernador Pilato queda asustado, cuando la presión de los acusadores, abandona el pretexto político y descubre la verdadera razón de su odio, como lo habían dicho ya en el Templo: “por una blasfemia, y porque tu, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios” (Jn.10,33). Y más explícitamente ahora: “ Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir; por que se tiene por Hijo de Dios” ( Jn. 19,7). Se levanta un velo, el de un mundo que el juez romano, no domina: de los pontífices, los filósofos y los dioses: la caótica asamblea de los habitantes del Olimpo y sus protegidos humanos. Pilato siente que el proceso se le fue de las manos: “Cuando oyó Pilato estas palabras se atemorizó aún más”(Jn.19,8). No era cuestión de diferencias, o partidos, se invocaba la Fe. Y la fe de este pueblo lo exponía, cara a cara, ante un mundo nebuloso e ignorado; como se concentra en la pregunta cósmica: “De donde eres Tu?” (ibi). De qué clase de Ser, eres Tu? De la tierra o del cielo, humano o divino, real o irreal? Y el estruendo de toda esa masa furiosa, gritando: crucifícalo!? Los límites del mundo se habían desvanecido delante de él. Todavía intentó liberarlo. Hasta le pidió ayuda a Él: “ a mi no me hablas?” (ibi.).Y la última referencia de Jesús lo desplazó mas, lejos de sus argumentos lógicos: “ no tendrías poder sobre mi si no se te hubiera dado de arriba “(ibi). No había espacio para un juicio terreno cuando los términos eran trascendentes. Completamente derrotado “ se lo entregó para que fuera crucificado” (ibi). Como lo predijo el profeta: se entregó indefenso a la muerte y fue tenido por un rebelde, cuando él soportó la culpa de muchos e intercedió por los rebeldes” (Is.53,12). Mientras la insinuación de su divinidad seguía polarizando el trascurso de esta tragedia, desde el Pretorio a la cruz. Y lo acompaña durante las tres largas horas de agonía. ”No tenía apariencia ni presencia y carecía de aspecto. Despreciado, marginado hombre doliente y enfermizo, como de taparse el rostro por no verle” (Is.53,3). Aún pensando en retorcer sus palabras le reconocían:” De hecho dijo: soy Hijo de Dios.” (Mt.27,43). Los insultos se referían a su divinidad. “ si es el Cristo de Dios elegido”(Lc. 23,35). Pero estas voces humanas se van apagando poco a poco, en el silencio, mientras el mundo natural de las cosas creadas, vibra alrededor de su sufrimiento. La tiniebla invade ese silencio angustioso, hasta que la tierra tiembla y las rocas se desmoronan:” desde la hora sexta hasta la hora nona, cubrió la oscuridad toda la tierra “( Mt.27,45). El profeta Zacharías ve derramado sobre los habitantes de Jerusalén ,un espíritu de gracia, de oración; y el desgarramiento de los corazones :” En cuanto a aquel a quien traspasaron, harán duelo por él como se llora un hijo único, y le llorarán amargamente como se llora a un primogénito” ( Za. 12,10).

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Qué largas se hacen las horas en esta lenta y sangrienta agonía! La ofrenda al Padre llega a ese dolor extremo :”El príncipe de este mundo, en mi no tiene ningún poder”(Jn14,29). Su ofrecimiento al Padre llega a su fin:” “pero el mundo ha de saber, que amo al padre, y obro según el Padre me ha ordenado” (Jn. 14,31). Su corazón se ofrece, hora tras hora , en armonía con el Padre, hasta la consumación total. Las voces externas se han ido apagando. En este silencio espeluznante, le queda algo que ofrecer.

A las mujeres de Jerusalén, les ofrece esperanza “ no lloréis sobre mi, llorad más bien sobre vosotras y sobre vuestros hijos” (Lc.23,28).

Al ladrón arrepentido, y cautivado, le ofrece el cielo. “ Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”(Lc. 23,43).

A su madre ofrece un hijo: “ Mujer, ahí tienes a tu hijo”(Jn,19,26). Al apóstol Juan una madre: “ Ahí tienes a tu madre”(Jn.23,27). A los discípulos su amor: ”Como el Padre me ha amado, yo también os he

amado”(Jn.15,9). Al Padre su ultimo respiro.” Dios mío, Dios mío, por que me has abandonado?”

(Mc.15,34).

Las energías de la vida se van con la luz: entonces reconoce que ha alcanzado el grado supremo del amor infinito ; lo ha dado todo: “ Todo está cumplido” (Jn.19,30). El holocausto ha sido completo, se ha convertido en fuente de gracia. “Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días; su mano ejecutará el designio de Yahvé” (Is.54,10). El mismo profeta lo prevé:” habrá una fuente a disposición de la casa de David, y de todos los habitantes de Jerusalén , para lavar el pecado y la impureza” ( Za.13,1). La sangre del Hijo, su amor, se derrama, como un río de gracia y purificación. Lo acompaña en su sufrimiento el profeta: “Todos nosotros somos impuros, valemos lo que vale un paño inmundo, todos caemos igual que hojarasca, arrebatados por el viento del pecado” (Is.64,5). Pero Dios ha aceptado su ofrenda, y convierte el pecado en redención: ”dirijo hacia ella como un río el bienestar, como caudal desbordante la riqueza de las naciones”(Is. 66,12). Ya ha abandonado la tierra. La victima ha ofrecido su ser mediador. Es un grito que rompe el silencio, y raja las piedras, y divide el velo del templo, y hace reventar los sepulcros: “ Padre, en tus manos pongo mi Espíritu” (Lc.26,65). El Padre y el hijo están unidos en la eternidad: y lo humano de Cristo ha alcanzado lo eterno: el hijo de hombre ha sido glorificado. Está solo. No hay enemigos ,que se fueron, con su mala conciencia. Quedan unos extraños: los apóstoles que ya no creen; y unas mujeres, que se niegan a ver la realidad; y los soldados que lo han ejecutado, y esperan una aclaración. Mateo y Marcos, recogen el testimonio de un pagano que va a ser evangelizado, el centurión romano: “verdaderamente, este era Hijo de Dios!” (Mt. 27,54 ; Mc.15,39). Su testimonio les llega desde las orillas del Tiber, y pronto alcanzará Gallia y Britania, y conquistará las islas remotas. La divinidad del Hijo, nos revela la divinidad del Padre.

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El profeta se admira: no hay más Dios , para instalar su presencia en la tierra: ”no hay como tu, Yahvé, grande eres tu, y grande es tu poderoso nombre; no hay nadie como tu!” (Jer. 10,6). El dolor del hijo de hombre nos ha liberado de la culpa: ”de hecho cargó con nuestros males y soportó todas nuestras dolencias” (Is.53,4). Ha conquistado el amor del Padre, nos ha entregado a su misericordia: ”fue herido por nuestras faltas, molido, por nuestras culpas” (Ibi.). Ya Cristo ha entrado a la gloria del Padre, para que este reine en la tierra. “Mirad que viene un día en que suscitaré a David un Germen justo, reinará un rey prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra” (Jer.23,5). La victima, el Hijo, es testimonio de amor verdadero, mientras el de los hombres, es como nube mañanera, como rocío matinal que se evapora: “Porque yo quiero amor, no sacrificio; conocimiento de Dios mejor que holocausto.” (Os. 6,6). Dios prevé una renovación en la humanidad, que reconozca su gloria: “los cielos nuevos y la tierra nueva que voy a hacer, perdurarán en mi presencia (Is.66,22).

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Resuscitado Capítulo 16 Vivo para siempre. La mañana del primer día de la semana, cuando empezó a circular la inquietud de que el sepulcro de Jesús estaba vacío, solo distaba, un día y medio desde el viernes del entierro. El cálculo romano que amarraba el día de la muerte con este domingo, tenía en cuenta el punto de partida y el de llegada. Con eso se hablaba de tres días. En realidad solo habían transcurrido 36 horas, un tiempo muy corto, para que las heridas de los corazones se fueran marginando. Las mujeres que llegaron con sus cargamentos de vendas y perfumes, sentían que en realidad el entierro no había terminado: Él, acababa de morir. Y de repente resulta desaparecido. El aturdimiento, el espanto, las invade. La vida real, de las canastas, de los permisos, de la piedra tumbal, de los guardias, ha desaparecido. Solo les quedaba un mensaje: Él vive. Vive entre nosotros, más allá de nosotros: entre el cielo y la tierra. Aparece y desaparece, se hace tocar, y se desvanece como una nube, como un sueño. Esos primeros días fueron un tormento para nosotras, las mensajeras. Vivíamos colgadas de ese hilo sutil : lo real era la tumba vacía, el resto era un suspiro: Él vive. Y nadie le ponía atención a esa palabra, hasta que los doce lo vieron. Pero para nosotras seguía desaparecido, suspendido en el aire, a mitad camino entre lo real y lo irreal, hasta el día de hoy que nos convocó para la despedida. Han transcurrido cuarenta días desde la Pascua.” Durante 40 días después de su resurrección se presentó dándoles pruebas de que vivía” (Hch.1,3). En muchas ocasiones había estado con ellos, y les había repetido su mensaje y estimulado sus mentes, con la idea de la evangelización. Pero ellos se habían cristalizado en una esperanza vuelta hacia a trás: y después qué? Ha llegado el momento en que sea restaurado el reinado de David, e Israel recupere su libertad antigua? Sus miradas continuaban dirigiéndose al pasado. No había futuro, el presente era incierto, desbaratado. El, seguía repitiendo, delante de nuestros ojos “ cuando todavía estaba con vosotros”( Lc.24,44 ) lo cual era un “antes”. Esto significaba ampliar más nuestra distancia, hasta volverla infinita. Pensaban: nunca volvería a ser uno de nosotros. Ese número de cuarenta los volvía locos: 40 años en el desierto, 40 días de ayuno , 40 de apariciones, qué vendrá más adelante? Sus palabras eran más enigmáticas que la misma resurrección: “Ahora voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre, permaneced en Jerusalén hasta que seáis revestidos de poder, desde lo alto” (Lc.24,49). Esto significaba un cambio, un horizonte nuevo. Y todavía pesaba sobre ellos, como una amenaza, la frase de Él: ”es necesario que yo cumpla” (Lc.24,45). Él, sí

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había cumplido, pero ahora los estimulaba a ellos, como quien transmite una antorcha: “recibiréis una fuerza que os hará mis testigos “(Hch.1,8). No lo podían comprender. Más tarde, a esto , se referirá Pablo: “grande es el misterio de esta devoción: El, ha sido manifestado en las carnes, justificado en el Espíritu, aparecido a los ángeles, proclamado a los gentiles, creído en el mundo, levantado a la gloria” (I Tim.3,16). Era también preocupación de Lucas, cuando nos advierte al comienzo de su evangelio:” las cosas que se han verificado entre nosotros, para que conozcan la solidez de las enseñanzas” (Lc.1,4). Bien revivían las mujeres ese primer encuentro del día de la resurrección: “ Jesús les salió al encuentro y les dijo: salve! Ellas acercándose, se asieron a sus pies, y lo adoraron” (Mt.28,9). Pero ese recuerdo se diluía en el pasado, ante la expectativa de una separación final. Sí, regresará pero muy tarde. Cuando?: “Por que el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con los ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta” (Mt.16,27). La confusión de los tiempos, borraba el presente en el futuro. Ese destello de vida iluminaba esta tarde la montaña: “ Estando sentado en el monte de los olivos, se acercaron en privado los discípulos”. El no cesaba de instruirlos, de aclarar su mensaje, de anunciar la buena nueva. Continuaba su obra en la tierra; pero ya era, desde el cielo. “Después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo, fue levantado a lo alto “(Hch. 1,2). Es el punto final. Solo regresaría al acabarse los tiempos, como él mismo lo había proclamado delante de la asamblea del Sanedrín:” veréis al hijo del hombre, sentado a la diestra del Poder” ( Mt.26,64). Todas las miradas se dirigían hacia él, en lo alto, y él se iba fundiendo en una blanca nube: ” mientras ellos estaban mirando al cielo” (Hech. 1,9). Solo era una dirección; esta historia no tenía fin, iba hacia el cielo, sin parar. Esta historia venía desde muy lejos, desde los tiempo de los Patriarcas, de Abrahán a Isaac y Jacob, por Moisés y David, y los últimos Profetas, y los tres años transcurridos con Él, codo con codo, como hermanos; y ya no es de los nuestros. Solo nos queda esta mirada hacia arriba, una dirección que indica su ida al cielo. Y estos dos hombres de blanco, salidos de la nube, que nos reprochan algo: serán la primera y la segunda alianza? Hemos penetrado en el misterio, y no nos cuesta interpretarlo. ” Este Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, volverá tal como lo habéis visto marcharse” (Hech. 1,11). Nuestra mirada traspasa esta blanda masa de aire celestial, para alcanzarlo a él en los profundo. No está entre nosotros; esto lo entendemos bien. Nosotros aquí en la tierra: su sepulcro sigue vacío, sus lienzos en el suelo, la piedra corrida, la tumba abierta: los caminos hablan de él, el lago de Galilea sigue estremeciéndose al recordar que estuvo paseándose en su orilla y caminando sobre su espalda y aplacando los vientos: todo esto, entre nosotros”. Pero Él no está, porque vive: vive para siempre. Ahora vive en el cielo, vive con el Padre, con su humanidad transparente, transformada, espiritualizada, en el abismo de la Trinidad resplandeciente.

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Hemos transcurrido esta semana en la tristeza, solo aplacada por nuestras oraciones en el templo, y más aguda cada día. Solo pendientes de un hilo de esperanza que nos dejó: enviaré el Espíritu Santo. Hay que escuchar lo que dicen estas mujeres. MAGDALENA. Me siento perdida. Se fue según lo había anunciado. No nos engañó: tenía que cumplir con otro misterio: regresar al Padre. El vacío de él me atormenta, me destruye. Voy recorriendo, instante tras instante, esta divina historia de su amor, desde que Él me miró por última vez. Recuerdo sus ojos, como pozos profundos, como la oscuridad de la noche. Nunca revelaba la totalidad de su misterio. Ahora no me siento tan segura de Él. Lo veo yéndose en la nube, le recuerdo en Galilea, en la enorme pesca del lago, y junto a la viuda de Naím. Él siempre tan seguro, tan adherido a la voluntad de su Padre. Pero estas imágenes se van palideciendo, cada día más, como en un crepúsculo. Hasta llegar al mero día de la Pascua, ante el sepulcro vacío, cuando le oí esa voz: María! Por poco me muero. Olvidar ese sonido. Algo vibraba en él. Nadie podía pronunciar mi nombre como Él lo hacía. Me lo vi delante en la cruz, en las rodillas de María, muerto. Y lo repetía una y otra vez: María! Era real; estaba vivo. Es cierto, lo toqué por un instante, que fue eterno. En una distancia. Ya no era mío. Había que gritarlo, anunciarlo. Nadie me creyó entonces. Me decían la loca, la histérica, la visionaria: amante traicionada! Hasta llegué a dudar si no le había soñado, en mi desesperación, si no me proyectaba en Él. Solo me quedaba esta voz, este sonido único grabado en mi oído: María! Ahora se ha ido, y nos dejó de testigos con el Espíritu. Todavía lo veo, discutiendo en el Templo, caminando por las calles. “ Así dice Yahvé,volveré a Sion, habitaré en medio de Jerusalén, y Jerusalén se llamará, ciudad de fidelidad” (Zac.8,12). Estuve en Mágdala, vi mi gran casa, que siempre estaba llena de hombres alborotados: negociantes de perlas, camelleros, importadores de sedas y tejidos de la india, jugadores empedernidos. Una fiesta continua; y yo era la reina de la fiesta. Solo cuando lo escuché a Él, mi vida cobró sentido, flotaba en el aire, pendiente de sus labios, llena del amor al Padre, con Él. El viejo mundo desapareció, se hundió, en la nada que era. Solo quedó Él, en mi vida. Todavía los caminos hablan de Él, las olas del lago lo recuerdan, los montes custodian los respiros de su plegaria nocturna. Donde estás mi amor? Está ausente pero el reino crece, alrededor nuestro: “ Él proclamará la paz de las naciones su dominio alcanzará de mar a mar, desde el Rio hasta el confín de la tierra “( Zac.9,10). ANA, hermana de su madre. _El era para mi como un hijo. Desde que ella había recibido el ángel irradiaba luz como una lámpara. Me pegué a ella y la acompañé todo el tiempo. Con Isabel en Ain Karin, me di como esclava. Me entré como metiche, en el gran misterio. La seguí en la noche de Belén, en Egipto, en la casa de Nazareth. Era como una segunda madre. Me aprendí de memoria sus oraciones, escuché sus discursos, vi sus milagros, y estuve con ustedes en la pasión, debajo de la cruz. “El revela honduras y secretos, conoce lo que ocultan las tinieblas y la luz le acompaña” (Dn. 2,22). El me enseñó a creer; pero no entendí la razón de tan cruel sacrificio. No

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soy nada, sin Él. Sigue siendo un misterio:” Y esas heridas que hay entre tus manos? Responderá: las he recibido en casa de mis amigos” (Zac.13,6). Soy mujer de pueblo, muy apegada a la tierra. Qué puedo pensar ahora que Él nos dejó y se fue de viaje? Mi hermana María lo sigue viendo en sueños; yo he sido feliz con Él, y afortunada por haber rozado, con Él, la cercanía del Padre. Solo me queda, desaparecer, en el silencio de Nazareth. Quizás lo vuelva a encontrar al contemplar las estrellas. SAMARITANA. Me dejó. Era toda mi pasión. Como lo puedo pensar, más allá de las nubes, en una noche sin estrellas? Yo he sido fuerte he dominado los hombres. Cómo los estrujaba, dándoles lo máximo de placer, hasta hacerlos gritar por el dolor. Y cuando lo encontré a Él, me dije: este es tu amor eterno! Y me fui tras Él, arrastrada, por su mística presencia del Padre. Era todo mío. Cómo es que me dejó? Hasta cuando? Serán miles y millones de años, antes de que regrese?” Más de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, solo el Padre “ (Mt.24,36). Aún no lo puedo despegar de mi. Solo sufro esta distancia; segura de Él, porque “habrá una fuente a disposición de la casa de David, y de los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza”(Zac.13,1). Habrá algún camino para atravesar la nube y llegar a donde Él está? Era todo mío: mío como la lluvia que cae del cielo; mío como la luz de la aurora que acaricia tu piel; mío como el perfume de azucenas que te envuelve, y penetra hasta tu alma. Nadie me lo arrancará, aunque me toque esperarlo, año tras año, en mi tarea de testigo.” Se convertirán en mi propiedad personal, dice Yahvé, y seré indulgente con ellos; como es indulgente un padre con un hijo que le sirve” (Mal.3,17). SALOMÉ. Lo vi entre una multitud de enfermos que corrían tras Él, desde tierras lejanas, y ciudades paganas. Y me preguntaba: de donde es? Solo veía alrededor, llagas, sufrimiento y miseria. Y a todos les daba esperanza y sanidad. Yo había aprendido de mi marido, como se administran la finanzas de un estado. Y veía que a pesar de las reformas, los pobres seguían aumentando, y el peso de los impuestos caía sobre los miserables. Sin remedio. De Él aprendí que el amor a los pobres, es una extensión necesaria del amor a Él. Me sentí despegada de mi pequeño mundo egoísta, fui con ustedes, y lo amé. Vi cuando multiplicó los panes y los pescados, para dar de comer a los miles de pobres. Y los dio en abundancia para que comieran hasta saciarse. Quizás era la primera vez que podían consumir alimentos, sin restricciones, sin miedo a que se les terminaran. Y tu seguías dando sin límites. Y al terminar se llevaron las doce canastas llenas, para cuando el hambre les regresara. Fue entonces cuando aprendí que el amor al pobre venía del Padre, a través de El; hasta que el Padre los recibiera en su seno, como lo hizo Abrahán en la historia de Lázaro. Recuerdo el profeta Sofonías: “Dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, se cobijará al amparo de Yahvé el resto de Israel” (So.3,12).Y ahora lo veo, a Él,

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en los ojos de cada pobre: Sus ojos me dicen, aquí estoy entre hermanos. Pero siempre me falta la fuerza de su entrega, y la dulzura de su presencia.” Yo me alegraré en Yahvé, y gozaré del brillo de mi salvación” (Habac. 3,18). ADULTERA. Cuando me agarraron los guardias del templo en aquella sucia cueva, en la confusión de la fiesta de los tabernáculos, me sentí precipitada en un abismo de terror. No era la muerte, la que más me asustaba. Juzgada por la ley, condenada por el Santísimo del cielo. Mi pecado me sumergía en un castigo eterno. El horror al juicio de Dios, neutralizaba hasta el dolor de la muerte. Pero me llevaron a Él, para que rematara con su autoridad, mi destino. Enseguida descubrí que su rostro lucía como el de los serafines que están en la presencia de Dios. Lo vi agacharse y escribir en el polvo del suelo, los pecados. “ No había en sus labios maldad! En paz y rectitud, caminaba con migo! Y a muchos recobró de la culpa” (Malac. 2,6). Entonces entendí, viéndolos en el polvo, que también se podían borrar. Su dignidad y autoridad eran superiores a las de todos sus adversarios. No dio ninguna respuesta, pero dijo: “El que esté sin pecado, que lance la primera piedra” (Jn.8,10). Él era la respuesta; su presencia borraba el mal. Me dijo “Tampoco yo te condeno.” Su voz era dulce y fuerte. Y añadió:” Vete, y no vuelvas a pecar” (Jn.8,11). Era una orden, y yo sentí que con esta orden me llegaba una fuerza. Sí Señor: tu has hecho los cielos , la tierra y los hombres. - ” El, hace alternar años y estaciones, destrona y entroniza a los reyes, da sabiduría a los sabios y ciencia a los expertos” ( Dn. 2,21). Tu me darás un poder de inocencia. Antaño, lo anunciaron los profetas” Yo derramaré mi Espíritu sobre todo mortal, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros ancianos tendrán sueños”(Joel,3,1). Gracias a ustedes, las que me recibieron con cariño, sin indignarse por mis pecados. Y me dieron una razón para vivir, agregada entre sus discípulas. Su santidad es grande para mi debilidad e ignorancia. Pero, Él dijo: ”meteré en el fuego a este tercio, lo purgaré como se purga la plata, lo refinaré como se refina el oro! El, invocará mi nombre y yo le responderé” (Zac.13,9). Yo también suspiro por él y seré testigo de su misericordia infinita. Mi amor es amor de pecadora arrepentida. Siempre, el pecado que yo cometí estará ante sus ojo; y son los mismos que se escribieron en el polvo. “Qué Dios hay como tu, que perdonas los pecados, y absuelves el resto de tu heredad?” (Mich.7,18). Por su misericordia se hicieron polvo y fueron barridos por el viento, para que su amor entrara en mi. También yo seré testigo de su poder, de hijo de Dios, quién busca a los caídos y perdona los pecados. Y cantaré con el profeta Baruch: “Levántate, Jerusalén, súbete a lo alto, mira hacia oriente y contempla a tus hijos convocados desde Oriente y Occidente.”(Bar.5,4). Hasta aquí el coro de las mujeres que han seguido a Jesús, y no han recibido todavía, la transformación del Espíritu Santo. Sus miradas ,sus vivencias, rebotan en contra de la nube que raptó a Jesús, y regresan al pasado, renunciando a la novedad del anuncio. Más tarde lo explicará Pablo a los Gálatas: “ Esto fue así, para que la bendición de

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Abrahán llegara a los gentiles a través de Cristo Jesús, para que, por la Fe, recibieran el Espíritu de la Promesa” (Ga. 3,14).

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Capítulo 17 En nombre de Jesús. “Pedro y Juan subieron al Templo para la oración de la hora de nona” (Hch. 3,1). A pesar de que la comunidad de los creyentes en Jesús contara ya con unos miles de adheridos, el grupo no había llamado la atención, o sospecha, de las autoridades. Podía ser considerada una secta devocional, como había habido numerosas en el pasado, como los Esenios, que se distinguían por su estricta observancia de la ley, o una comunidad profética. Hasta que se verificó un hecho extravagante y provocativo. El hombre raquítico, y tullido, que acudía, cada día, a la puerta, para pedir limosna, se convirtió de repente en un joven robusto y sano, ante los ojos de la turba de los fieles más asiduos. Había algo más: sonaba el nombre de Jesús el profeta ajusticiado y muerto en la cruz. Los simples fieles estaban emocionados y perplejos: qué significaría este portento? Solo unos días atrás, la casa habitada por los doce, había vibrado con el rumor de piedras derrumbadas, como por un terremoto; acompañadas por el fragor del trueno y las ráfagas de un viento huracanado. Una muchedumbre alarmada se había amontonado alrededor del grupo de Galileos. Los oradores, en gran excitación, lanzaban mensajes a los reunidos. Sonaban lenguas de todas las regiones lejanas: de Partos, Medos, Elamitas; de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Asia Frigia y Panfilia, Egipto , Libia y Cirene. Cada cual escuchaba el discurso en el idioma de su propia tierra. Era una babilonia de lenguas, pero todos los discursos exaltaban un solo nombre: el Nombre de Jesús, profeta de Nazareth, resucitado y viviente, entre los suyos, por cuarenta días. Pedro, el principal de ellos, había arengado a la población, haciéndolos culpables de su asesinado y muerte, y exhortándolos a reconocerlo como el Hijo de Dios, profetizado desde antiguo. “Todos estaban estupefactos y perplejos”(Hch.2,13).El mismo discurso en múltiples expresiones. Qué significa esto? Estamos viviendo una nueva manifestación del Sinaí? Una nueva relación con Dios? Lo que está ocurriendo es lo que anunciaron los profetas (Joel 3,1-5). ” Derramaré mi Espíritu, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, antes de que llegue el día grande del Señor” (Is.2,13). Pedro explica el sentido de ese Jesús el Nazareo” hombre acreditado ante vosotros con milagros, prodigios y signos “ (Hch.2,22). No le falta la acusación directa de ser ellos los asesinos: ”vosotros lo matasteis clavándole en la cruz por manos de unos impíos” ( Hch. 2,23). El es el testigo. El nuevo papel de Pedro, y de los suyos, es de dar testimonio de lo ocurrido, exponer la vida para dar sentido a la resurrección. Será testigo ante el pueblo, los devotos del templo , ante el Sanedrín, recibiendo con gozo los 39 golpes. Una hola de culpabilidad y de conmoción invadió los espíritus de los oyentes. Miles se sintieron penetrados por el Espíritu Santo y se bautizaron en el nombre de Jesús. Este

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Jesús resucitado y elevado al Cielo, a la diestra del Padre, es ahora su razón de vida , según estaba anunciado: ” y todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará.” (Hch. 2,21 Jl. 3, 1-3). Las lenguas de fuego habían sido la respuesta a la angustia de su despedida. El Espíritu Santo, por su Palabra, ha sido enviado; Jesús ha cumplido su promesa. Lo hemos recibido, y estamos transformados, Jesucristo vive entre nosotros. El Cristo no ha sido sepultado en el Hades, sino que resucitó y vive” (Hch.2,24). Para los que conocen la Escritura, este es el heredero de David, que había sido prometido, y que “se sentaría en su trono uno de su linaje” (Hch.2,30). El razonamiento de Pedro se concentra en el hecho real del poder de Cristo.” Dios ha constituido, Señor y Cristo, a ese Jesús, a quien vosotros habéis crucificado” (Hch.2,36). El testimonio de Pedro es confirmado por el hecho impresionante del hombre tullido, de más de cuarenta años, presente e indiscutiblemente real. La explosión del milagro es principio de acción: “ no tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo el Nazareo: hecha a andar” (Hch.3,6). El Nombre Jesús, se ha vuelto principio de actividad y de conversión; su Nombre es el que entrega poder. “Se enderezó y se puso a andar, y entró con ellos al Templo” (Hch.3,8). Siempre hay referencia a la historia antigua de Israel: “El Dios de nuestros Padres ha glorificado a su Siervo, a quien vosotros entregasteis, y de quien renegasteis” (Hch.3,12). No se trata solo de un delito, sino de una falsa interpretación de la historia: “matasteis al que conduce a la vida” (Hch.3,15). Este hombre que está delante de Ustedes, ha sido sanado por la fe en el Nombre de Jesús. El testigo, Pedro, abre entonces una perspectiva teológica de valor universal; el plan divino de la salvación: ”Dios cumplió lo que había establecido y anunciado por todos los profetas: que su Cristo había de padecer” (Hch.3,18). Pero el Dios de los Patriarcas ha glorificado a su siervo. El discurso del testigo Pedro, ahora cambia de auditorio. Son los miembros del Sanedrín y sumos sacerdotes, quienes hacen preguntas. La figura de Pedro, como testigo de Jesús resucitado, se crece ante las sumas autoridades de Israel. No es solo cuestión de palabras. Un hombre está siempre pegado a él. El tullido que pedía limosna ante la puerta del Templo. El nombre de Jesús vuelve a sonar, pero lleno de poder. Ese hombre que todo el mundo, que acude al Templo, ha reconocido, está sano por el nombre de Jesús. El hecho es irrefutable y público. Las preguntas se dirigen a la inquietante presencia del Nombre de Jesús: “Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho esto?” (Hch.4,7). Evidentemente se refieren a un poder de salvación. La palabra trasciende el mero hecho natural de la salud; salvación se extiende a lo eterno anunciado por Cristo. Pedro se apresura a dar la respuesta del Espíritu: “Ha sido por el Nombre de Jesucristo el Nazareo”(Hch.4,10) Y no solo este hombre que conocéis ha sido sanado por el nombre de Jesús. El testimonio de Pedro se extiende a toda salud, pensando en

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la santidad de las almas, la amistad eterna y la liberación del mal. Habla, ya como el jefe de la nueva iglesia, la institución en que Cristo vive, y salva. El Nombre de Jesús es elevado, en su función de ancla de salvación. Su afirmación es absoluta y general: ” Porque no hay, bajo el cielo, otro Nombre, dado as los hombres, por el que nosotros debamos salvarnos.” (Hch.4,12). Y es precisamente la prohibición que las autoridades imponen a los apóstoles: de no hablar a nadie en el Nombre de ese. Y al desacatar a tal orden, son encarcelados. La liberación de la cárcel por intervención de un ángel, y el regreso a la predicación en el templo , son los momentos dramáticos de este testimonio. La tensión con las autoridades alcanza un pico extremo que anuncia sangre. Ante lo milagroso e inexplicable, los sacerdotes permanecen mudos; perciben la oculta presencia de ese Cristo todopoderoso, sin poseer la valentía para enfrentarlo. Se llega a una alternativa, para el sanedrín: o decretar nuevas muertes, o inclinar la cabeza ante lo maravilloso y divino. Afortunadamente se encuentra una salida oblicua en la sugerencia del sabio Gamaliel: confiar en la aclaración del tiempo: el tiempo despejará la verdad. Mientras tanto se les impone a los testigos la pena de la flagelación. La comunidad creyente clama al cielo, en oración, y los apóstoles alaban a Dios por haber sido dignos de sufrir por la dignidad del nombre del Señor. De aquí en adelante el Señor, será para siempre el Señor Jesús. Pedro, el pescador y testigo, seguirá al timón de la barca que fue de Cristo, y la iglesia enfrentará nuevas amenazas y tempestades para llevar la verdad al mundo de pecado. La comunidad crecía y los apóstoles realizaban nuevos signos y prodigios, que robustecían los nuevos adeptos en la Fe. El Templo seguía como punto seguro de concentración y de oración. La iglesia podía ser definida Iglesia de Jerusalén. Sus feligreses eran judíos conversos o prosélitos. El Nombre de Cristo quería extender sus dones al los paganos, y lo realizó a través del amor y del sacrificio. Fue el amor de un joven como Esteban el que rompió el cerco, y descubrió perspectivas infinitas hacia el mundo pagano. La sinagoga de los Libertos, era un lugar inquieto, inconforme y muy aguerrido. Las experiencias de los libertos, en diferentes regiones del mundo, entre paganos, había simplificado su fe hebrea , la habían fortalecida. Fueron los que más violentamente rechazaron la predicación del Jóven diácono de la iglesia cristiana. Pero este joven estaba enamorado de Jesús. Su carácter de diácono era efecto de una reestructuración interna de la Iglesia. De hecho el crecimiento acelerado de la comunidad había obligado a los Apóstoles a crear ese servicio como un segundo nivel de autoridades. De hecho los “discípulos” se habían centuplicado en Jerusalén, no por centenares sino por millares, y los Apóstoles vieron llegado el momento de dar a la misión una estructura de crecimiento y eligieron siete Diáconos. Nace así la segunda generación apostólica de evangelizadores. Los diácono se dedicarían al kérigma de la Palabra, o

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sea a catequizar a los ya conversos, y a la organización de la Comunidad Eclesial. Se realiza entonces una nueva distribución de poder. De los siete, Nicanor era un prosélito de Antioquía, Felipe Procoro, Timón, aparentemente griegos, abrían una perspectiva hacia el mundo pagano, superando el ámbito cerrado entre los muros de Jerusalén, para mirar hacia el gran mundo exterior, de las ciudades de la diáspora. En las sinagogas de los Libertos, la Biblia se leía en griego, y el lenguaje era griego, y en cierta medida la cultura; mientras en las demás sinagogas, el lenguaje era arameo, y la biblia se leía en hebreo. Hombres de Cirene y Alejandría, Cilicia y Asia, habían sido esclavos en las conquistas romanas, y posteriormente liberados, habían regresado a la fuente de su fe. Llevaban las huellas de sus culturas mezcladas, y de una fe, defendida entre las lisonjas de los vicios paganos. Estos fueron los más recalcitrantes adversarios de la catequesis de Esteban, al mismo tiempo de que abrían un horizonte nuevo, ilimitado, que se extendía, delante de los hombres inspirados por la fe cristiana. Los siete diáconos se unieron en la oración y recibieron el Espíritu Santo, cuando los Doce les impusieron las manos: un nuevo envío que recordaba los orígenes del tiempo de Josué, cuando doce eran la tribus de Israel, y siete las naciones paganas que habitaban en Canaán. Esta podía ser una indicación de nuevas metas. La palabra de Dios iba creciendo y una multitud de Sacerdotes se habían adherido a la Fe en Jesús (Hch.6,5). La nueva generación de evangelizadores, gozaba también de los dones del espíritu. “Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y signos entre el pueblo” (Hch.6,7). Fueron precisamente algunos de la sinagoga de los Libertos quienes se pusieron a discutir con Esteban, para convencerle de su error.” Pero no eran capaces de enfrentarse a la sabiduría y al espíritu con que hablaba” (Hch.6,10). El fanatismo y el odio, consagran el primer mártir de la nueva Fe: el amante de Cristo. “Amotinaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas” (Hch.6,12). La primera persecución de cristianos había empezado en Jerusalén: ”vinieron de improviso, lo detuvieron y lo condujeron al Sanedrin” (Hch.6,12). “Al fijar su mirada en él, todos los que estaban sentados en el Sanedrin, vieron su rostro como el rostro de un ángel” ( Hch. 6,15). La transparencia de lo sobrenatural infundía terror. Ya Moisés, había tenido un rostro misteriosamente radiante, después de haber hablado con Dios, y los Israelitas atemorizados por esta interferencia de lo misterioso y divino. También en la transfiguración de Jesús delante de los tres apóstoles, había producido terror. Y la voz escuchada en la nube, una vibración grabada para siempre. Los presentes sintieron el espanto, pero no por ello dejaron su hostilidad. El discurso de Esteban es un modelo de historia de la salvación, para la exaltación de Jesús al centro de la historia del Antiguo Testamento, y a la vez un himno de alabanza brotado del corazón para el Dios del amor. Esteban no pretende repetir un relato objetivo de los acontecimientos, sino pintar desde los antiguos patriarcas y los Profetas la figura de Cristo anunciada por el Espíritu y rechazada por las autoridades. ”En cada episodio de esta historia crecía la identidad de Esteban con el modelo de

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Cristo, y su amor. Ellos mataron a los que habían anunciado de antemano la venida del Justo “( Hch.7,52). Esta muerte se veía como inseparable de la culpa de los que lo habían odiado y condenado: “ de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado” (Hch.7,53). Al amor de Esteban por Jesús, le correspondía la indiferencia e incomprensión de ellos.- “Vosotros siempre ofrecéis resistencia al Espíritu Santo. Sois iguales que vuestros antepasados” (Hch. 7,51). Su voz sonaba llena de angustia y de compasión; por el deseo de instalar a Cristo en sus almas. El amor de Jesús no penetraba en ellos. “Ellos se consumían por dentro y rechinaban sus dientes contra él” (Hch. 7,54). Continuaba su discurso en plena identidad con Jesús, hasta que su amor, se le hizo visible .” Miró fijamente al cielo, y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a su derecha”(Hch.7,55). Y lo proclamó ante la turba enardecida. No pudieron soportar que él exclamara: “Estoy viendo los cielos abiertos, y al Hijo de Hombre, de pie a la derecha de Dios”( Hch. 7,56). Lo arrastraron hasta fuera de los muros, y lo apedrearon. Mientras llovían las piedras con sus golpes mortales, él se había recogido en Cristo y le susurraba:” Señor Jesús, recibe mi espíritu” (ibi ), viéndose con Jesús en la agonía. Y se encogió exhausto, y con un último esfuerzo , con voz fuerte, repitió la oración de Cristo en la cruz:” Señor no les tengas en cuenta este pecado” (Hch. 7,60). La identidad con el Crucificado, había alcanzado su perfección , del mismo modo, como Jesús se había entregado al Padre. Algunas personas de la comunidad cristiana recogieron el cadáver del mártir y lo lloraron; el amante de Jesús, fue aclamado. La flor de la Iglesia de Jerusalén, brutalmente segada, los discípulos amedrentados y diseminados. Pero la puerta cláusa, de la sinagoga de los Libertos, derribada; y por ella salieron, al mundo; a evangelizar en Nombre de Jesús, a todas las naciones paganas .

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Capítulo 18 MI CARNE Y MI SANGRE El misterio más entrañable de Cristo es el que ÉL ha vinculado con lo más material de nuestra vida: el alimento. “ No trabajéis por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna.” (Jn. 6,27). Haber multiplicado panes y pescados para cinco mil, haber caminado sobre el agua del lago, en la noche, calmado el susto de los pescadores, y enfrentado el viento contrario, podría ser una excelente preparación, para estimular el pensamiento de los Apóstoles, a que trataran de discernir mejor el misterio de su presencia, cuando Jesús estaba al punto de explicar con sus propias palabras, el sacramento de la Eucaristía. Nadie podrá decir que no conoce lo que significa comer y beber. Es lo más elemental de nuestra existencia: aquello que nos hace crecer y nos conserva en la vida. En la sinagoga de Cafarnaún, intentará explicar: que existe otro modo de alimentarse, y otra forma de vida: y una vida eterna, que les dará el Hijo del hombre. Solo hay una condición:; “ la obra de Dios es que creáis en quién Él ha enviado” (Jn. 6,29). La fe se les hace difícil. Incrédulos, no les bastan los signos, citados arriba: ellos piden algo que se pueda comer! Y lo que se les ofrece, es un acto de amor. Ellos no tienen otro punto de referencia que el maná, comido por sus antepasados en el largo camino: “ pan del cielo les dio a comer” (ibi). Jesús acepta ese recuerdo, pero lo corrige: El pan que Él dará no es mortal. “El pan de Dios es el que baja del cielo” (ibi). Un viento refrescante sopla ahora en su discurso: un viento entre la tierra y el cielo. Ellos, todavía no lo han entendido, y siguen pensando en una vida terrenal. Él mantiene su discurso en la intimidad del Espíritu ”Yo soy el pan de vida “ (Jn.6,48). La identidad de Cristo crea el enlace entre el Hijo de hombre y esta vida celestial; no hay mediación, sino una continuidad : este pan es vida, porque Él es viviente. La gente recuerda haber comido el pan del milagro, para vivir en la tierra; nada que se parezca a este pan. Este cumple con la voluntad del Padre: salvar, en la resurrección, a todos los que han sido incorporados a Jesús por la fe. Imposible comprender, desde la tierra las palabras de Jesús: “ el que venga a mi no tendrá hambre, y el que crea en mi no tendrá nunca sed.” (ibi. 35). Esta vida implica la presencia del Padre, y de aquellos que el Padre entregue a su Hijo: “ Esta es la voluntad de mi Padre: que quien vea el hijo y crea en él, tenga vida eterna.” (ibi,40). Ver y creer son las dos condiciones de esa vida. Esta vida es eterna, más allá de la muerte. Seguirán comiendo y bebiendo según la naturaleza humana, pero no para vivir en la tierra: “Si uno come de este pan, vivirá para siempre” (Jn 6,51). Su alimento y su vida estarán más allá de la condición humana, en una naturaleza superior. Hay una continuidad en el comer y beber, pero una iluminación en el acto humano, llenado de lo sobrenatural: “ el pan que yo les voy a dar es mi carne, para vida del mundo ( Jn. 6,51). Es la carne y la sangre del resucitado, que está en el seno del

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Padre: nada material ha entrado a la vida eterna con el Padre: esta carne y esta sangre, pertenecen al espíritu. La vida en el espíritu, se alimenta del Hijo, o no existe. “ En verdad, si no coméis de la carne del hijo de hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn.6,53). Con una suave amenaza, termina Jesús su larga introducción al misterio de la Eucaristía. Este, es sacramento de salvación. Con sus palabras, Jesús nos traslada de golpe , al discurso, del capítulo 17 de San Juan. Este enigmático capítulo 17 está colocado como acto final de los discursos de la última cena. Muchos dudan de si sea este su lugar apropiado, o cabría más correctamente en su última despedida. La atmósfera de este lenguaje es la del resucitado, y glorioso, como a final de los 40 días de estar todavía entre nosotros. Jesús al término de su misión, y ya triunfante, manifiesta su relación con nosotros y con el Padre. “ Así habló Jesús y dijo, mirando al cielo: Padre ha llegado la hora” (Jn.17,1). La hora de Jesús fue la de su muerte; pero también es su hora de despedida, de adiós a la tierra.” Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti.” (Ibi.). La gloria de Jesús, inundará pronto toda la tierra, pero Él vivirá con el Padre, lejos de nosotros. El discurso posee toda la tristeza de una separación de amigos. No porque se vaya a morir, sino porque regresa al Padre. Él ya no está en el mundo mientras que los suyos se quedan allí, con el peligro, las dudas, las ansiedades y la persecución. Podrán salvarse? Jesús pide, por la misericordia del Padre, la ‘vida-eterna’ para todos los que Él le ha dado. La vida eterna es el misterio de Cristo, que debemos reproducir en nuestra vida. “ Esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que tu has enviado, Jesucristo” (Jn.17,3). Él es el ‘Ungido’, el destinado y consagrado, para nosotros. Le agradece al Padre por ser glorificado “según el poder que le has dado sobre toda carne”(Jn.17,2). Jesús desea comunicar a ellos este poder. Ha hecho conocer, a los suyos, el nombre de Dios; ahora, ese nombre es “ Padre”. Ya conocen su palabra, como guía de sus vidas, para que cumplan con su obligación. Toda la última parte de este discurso, es un rogar por ellos: “ahora voy a ti, ellos sí están en el mundo” (Jn.17,11). Te pido que los guardes del mal: santifícalos en la verdad. Tu Palabra los guiará a la perfección. Al final su mirada atraviesa los siglos y llega hasta nosotros:” No ruego solo por esto, sino también por aquellos que creerán en mi por medio de su palabra” (Jn. 17,20). El objetivo es la unidad: “ para que sean uno como tu Padre en mi y yo en Ti” (Jn.17,21). La visión de Cristo es la revelación de la Eucaristía: su carne y su sangre, son los factores de esta unidad, y Jesús se dedica a profundizar este misterio. Él sabe que no a todos será concedida esta unidad. Solo a los que se hayan adherido a Él. “Nadie puede venir a mi, si el Padre, que me envía, no lo atrae” ( Jn. 6,44). Es necesario oír la llamada del Padre, por su palabra, y esta les llega a través del Hijo. Todos los que escuchan al Padre creen en el Hijo. Y en esta fe encuentran la vida eterna. Jesús emprende ahora la difícil tarea de hacernos penetrar en el misterio de su carne y su sangre. La puerta de entrada es su identidad con el sacramento de la eucaristía, el pan y el vino: ”Yo soy el pan de vida”(Jn.6,48) ; es lo equivalente a decir: ese pan y vino

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consagrado, yo soy. No tiene que ver con el maná, un puro signo material, que los antiguos comieron en el desierto, insertado en la muerte.” Este es el pan que baja del cielo, para que, quien lo coma, no muera”(ibi,50). La vida en el cielo, y la victoria sobre la muerte, están unidas en Jesús, y él se da a comer y beber, para que, quien lo come y bebe viva para siempre. Y como si la explicación no fuera suficiente ,vuelve a aclararlo: ” el pan que voy a dar es mi carne para la vida del mundo” (ibi, 51). El centro de este misterio es su presencia real, allí, en forma de carne y sangre. Es carne y sangre viviente, del resucitado del que vive para siempre; del que está a la derecha del Padre: nada queda de la materialidad humana, que no haya sido transformada en la espiritualidad de Dios. El valor que se entrega pertenece a esta espiritualidad, es vida. Es como recuperar acceso al árbol de la vida, de la primera creación, del que Adán había sido privado. “ Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn.6,53). La vida natural de la tierra, es superada por este nuevo valor celestial, que es eterno. Este es el poder de transformación que coloca el hombre en el umbral de lo eterno, en un trance liminal de enajenación, más alto que su propia naturaleza. Abandona su propia vida para asumir la que desciende del Padre. No es un encuentro casual o transitorio, es la misma vida de Cristo la que se transmite: “ El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi y yo en él” (Jn. 6,56). Es el valor eterno del Hijo, que se vuelve valor eterno en el hombre. Pero esta vida, pertenece al Padre. En las palabras de Jesús se vislumbra el abismo luminoso de este misterio cuando añade: ”lo mismo que el Padre vive” (ibi,57). Nos precipita en la infinitud de la vida divina, como la viven: el Padre y el Hijo. En la sabiduría eterna que ha creado el universo y lo ama:” el Verbo que estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios” (Jn.1,1). Hoy se da en carne y sangre de Cristo, viviente de la misma vida: “ Yo vivo por el Padre” (In.6,57). Sin dejar de ser Él, vive en nosotros:” lo que se hizo era la vida”(Jn.1,3). Todavía le falta le último relámpago de luz: es la vida del Padre y del Hijo:” también el que me come, vivirá por mi” (Jn. 6,57). Lo cual significa: la vida del Padre, por Jesús, habita en nosotros. Nuestros ojos se quedan ciegos por el exceso de luz; vemos sin ver; pero sentimos en el corazón el rapto de su poder creador; y el calor de su Espíritu. Nos atrae el resplandor de la nueva creación: ” la vida era la luz de los hombres, la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” (Jn.1,5). Todavía nos queda permanecer en este misterio, aunque no lo comprendamos, porque “ a todos los que la recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios” (Jn. 1,12). Son las palabras que no pudieron creer los oyentes de Cafarnaúm. Se escandalizaron y lo abandonaron. Y Jesús les rebatió: ”Las palabras que les he dicho son espíritu y son vida” (Jn.6,63). Entre los mismos apóstoles había quien no le creía. La amargura de ese día, nada la podrá aliviar; y todavía vibrará , como un eco, en el discurso de la despedida, antes de regresar al cielo. Dirigiéndose al Padre, como recomendación final, la más sufrida, piensa en nosotros, y en todos los que creerán en Él, a lo largo de los años: “ No ruego solo por estos, sino

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por aquellos que creerán en mi, por medio de su palabra, para que todos sean uno” (Jn.17,20). La unidad de la vida eucarística tendrá su cumplimiento en la eternidad de Dios. “Como tu, Padre en mi y Yo en ti, que también sean uno en nosotros” ( Jn.17,21). La perfección del amor es la unidad: el Padre, y Jesús en nosotros. La vida eterna del Padre, a través de Jesús se hace vida en nosotros; o , de otro modo, la vida de Jesús en nosotros es la vida del Padre. Este deseo de fusión, en el amor, solo es comprensible a la luz del misterio de la eucaristía. Sus últimas palabras están llenas de luz, pero, como decimos vulgarmente, con un nudo en la garganta: “ Padre, deseo, que los que tu me has dado, estén también con migo, allí donde yo esté, para que contemplen la gloria que tu me has dado, porque me has amado, antes de la creación del mundo”(Jn.17,24). El destino de Jesús en la tierra, de su predicación y pasión, se terminaría con la ascensión al cielo. Y allí permanece para siempre. Pero Él se la ingenió para regresar furtivamente a nosotros: comer su carne y beber su sangre será la forma oculta de hacerlo descender, no visible, pero con todo su poder, para que nuestra vida sea su vida. La amargura de la despedida ha sido remediada, por el abrazo oculto en la intimidad, con el Padre presente en el Hijo, y el Hijo, Jesús, en mi. Mi vida ya no es mía, sino de ellos. Me pierdo en esta infinitud. ¡”Eres digno, Jesús, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, por que tu has creado el universo” (Ap. 4,11). Tu historia no tiene historia, tu luz no tiene ocaso. “Fuiste degollado , y con tu sangre compraste para Dios, hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación” (ibi). Todos comen y todos beben, pero con comer tu carne y beber tu sangre, viven para siempre. Todos comen y beben de Ti, pero en lugar de destruirte a ti, resucitado, Tu los transformas a ellos, para que vivan en Ti. Millones de mujeres y hombres, niños y ancianos, comen y beben de ti, en todo este planeta, para vivir tu vida, Señor Jesús. OBSERVACIÓN. Este último capítulo 18, completa la serie de las estampas que responden a alguna de las virtudes del Señor Jesús. Cada una le enfoca desde una perspectiva limitada y particular; a la pregunta sin límites: Señor Jesús quién eres Tu? Son simples meditaciones que pueden ser recorridas hacia adelante y hacia a tras. La gallería de los dieciocho cuadros , debe ser enlazada con el corazón, en una unidad; para que la imagen del Señor se vaya integrando. La intención de la descripción fue de hacerlo visible, más que razonado, para aproximarnos a la que fue su presencia humana; y demostrar que, a pesar del infinito misterio que lo rodea, él está muy cerca de uno.

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Capítulo 19 “ Junto a Ti” Terminada la cena Pascual, ( al final del capítulo 14 de s. Jn.) Jesús despide la fiesta diciendo: “Levantaos. Vámonos de aquí.” En grupo con los doce, toma el camino que desciende hacia el fondo del Valle del Cedrón, por una calle de lozas escalonadas. Y, llegados al plano, les faltaba como un kilómetro, para alcanzar el huerto de los olivos. Es noche, y la luna, del mes de Nisán, resplandece como de día, sobre las tumbas de los reyes y los Profetas: que llenan la necrópolis, sobre la ladera, y en la profundidad de la Gehena. Las palabras de Él llenan este vacío, por los capítulos 15 y 16, y se refieren a los pequeños viñedos cultivados a lo largo del valle: “ Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador, él corta todo sarmiento que en mi no da fruto.” Qué piensan ellos de la perfección del maestro? Habla de sí, para que se lo apliquen, y como si no fuera tan claro añade: - ” Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. El que permanece en mi y yo en él dará mucho fruto, porque separados de mi no podéis hacer nada” (15,5). Los exhorta a permanecer unidos con él; porque separados, como sarmientos secos, les espera el fuego. Dar mucho fruto es gloria para el Padre. La fuerza de él llena con su vigor, la vida de cada uno. Él es Padre, y como tal os ama. El discurso, ahora, se eleva hasta dirigirse al amor del Padre. ”Como el Padre me amó, yo también os he amado” (Jn.15,9); ellos no recogen la alusión, porque los ojos de ellos están todavía llenos de las luces de la fiesta. Se pierden en esta claridad insegura y se confunden. Su vista en cambio, lo transporta al día de la separación. Ya no está en ese valle, sino sobre un monte igualmente oscuro, el de la ascensión; y al punto de despedirse para siempre, siente la llamada del Padre . Han transcurrido 40 días desde su muerte y resurrección. El trauma del Calvario se ha grabado en los corazones para siempre; pero suavizado por la luz de la nueva Pascua . Lo vieron vivo, en el cenáculo, por la calle, en sus casas, en la orilla del lago, asando pescados sobre las brasas. La última pesca portentosa, ya era parte del nuevo camino. Ya no quedaban dudas de su resurrección y su vida inmortal, no le tenían miedo al misterio de Él; estaban listos para una transformación. Ha llegado la hora del despegue final. Su voz desprende un sabor de nostalgia. “Salí del Padre y he venido al mundo, ahora dejo otra vez el mundo y voy donde el Padre” (Jn.16,28). El Cielo es su lugar natural, al lado de su Padre Dios como Hijo predilecto. Pero no irá solo , para ello dirige al Altísimo esta oración de despedida. EL PADRE Así habló Jesús y dijo , mirando al cielo:”Padre! ” (Jn. 17,1). El problema son ellos, los que se quedan en el mundo. Estarán solos, entre los errores del mundo. Ahora, Padre, glorifícame tu: mi regreso es un amanecer, en los orígenes de la creación”. La hora triste del sufrimiento ha quedado a tras, un nuevo horizonte se abre ante su mirada eterna, es la hora de la glorificación del Padre. Dios Padre ha regresado a los hombres

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a través de su Hijo. El abismo excavado por el pecado ha sido colmado. Las distancias han sido anuladas por el resplandor de la cruz. Dios ha regresado a la tierra de sus creaturas (1ª Jn. 5,20). El Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado inteligencia para conocer al Verdadero. El Verdadero es el Padre, para esta humanidad, errante entre tinieblas. El que amenazaba venganza en el Antiguo Testamente, ahora nos invita con la claridad de su rostro: (1ª Jn 5,20).” Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo”. Este es el Dios verdadero y la vida eterna. La misión del Hijo en la tierra ha sido consumada, la resurrección lo ha exaltado para todos los siglos de este mundo. Un deseo eterno me llama hacia Ti. (17, 5) “ Ahora, Padre, glorifícame Tu, junto a Ti”, en la paz y felicidad de la vida divina. Juntos realizamos la transformación de esta humanidad, como Tu lo has prometido. (Jr. 24,7) “Les daré corazón capaz de conocerme, pues Yo soy Yahvé y ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios, y volverán a mi con todo su corazón.” Ellos han sido purificados en virtud de la palabra que posee poder: “estáis ya limpios gracias a la palabra que os he dicho” ( id 15,3). Su desafío será el de no volver al pecado del mundo; por eso elevarán su oración: ” no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal” (Mt 6,13). Si cumplen sus mandamientos como Él ha cumplido los mandamientos de su Padre permanecerán en su amor. Por eso, sus ovejas escuchan su voz, y ellas le siguen; él conoce sus ovejas y las suyas le conocen. “Del mismo modo el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre” (Jn .10,14). Lo han visto y lo han seguido. Han convivido , algunos años con él, su apariencia no se distinguía de uno del pueblo; y han creído en él. Ya no hay separación entre el Padre y el Hijo. El Padre se ha mostrado en sus prodigios: se ha revelado en la sanación de los enfermos, en la resurrección de los muertos, en la pesca milagrosa, en la multiplicación de los panes, en perdonar los pecados . El invisible se ha hecho visible en sus obras. Jesús se lo aclara a Felipe: (Jn 14,9,) “ El que me ha visto a mi ha visto a mi Padre”. No hay separación entre los dos; ambos operan y hablan en perfecta armonía.” Yo y el Padre somos uno” (Jn.10,30). LA PALABRA También la palabra procede de los dos. “Yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar” (Jn. 12,49). Su palabra ha sido instrumento de salvación; ha sido confirmada, en la noche del Tabor, y en el templo; por una voz desde el cielo. (Jn 8,32) “Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” La verdad libera del pecado: a la pecadora pública, a la samaritana, a la mujer adúltera, al ladrón crucificado. La verdad es poder que transforma, es obra de las manos de las del Padre y del Hijo: “ El Padre ama el Hijo y ha puesto todo en sus manos.”(Jn.3,35). Ahora Jesús entra al diálogo con el Padre. Él ha cumplido con su misión, y se despide, pero los suyos siguen en el mundo. Es la primera vez en la historia de todas las religiones que a Dios se le atribuye el título y la función de “Padre”. Esta palabra

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establece la relación de Dios como padre con los hombres como hijos. Esta implica una comunicación de bienes. No todos los hombres aceptarán personalmente esta paternidad. Por eso quienes han creído son privilegiados, han sido escogidos. (Efes. 1,4) “Dios nos ha elegido en él, antes de la fundación del mundo.” Ningún otro Dios es comparable a una divinidad como padre. En él no hay el engaño de los ídolos .(Sb.13,3)” Si cautivados por su belleza los tomaron por dioses, sepan cuánto los aventaja el Señor”. La comunicación que el Padre establece con los hijos es espiritual. (Jr.31,33) “Esta será la alianza que yo pactaré con la casa de Israel, pondré mi ley en su interior, y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.” Por este pacto los hombres estarán destinados a la vida con el Padre. Pero nadie podrá llegar a la salvación de su Hijo Jesucristo si no ha sido llamado por el Padre. ( Jn. 6,44) ”Nadie puede venir a mi si el Padre que me envía , no lo atrae”. La oración del Señor Jesús pide que se realice esta identidad con el Padre ( Jn. 17,21). “Como Tu, padre, en mi y yo en Ti”. No hay oposición: los creyentes en el Hijo entran a la unidad con el Padre. La fe en el Hijo conduce al Padre . No se puede separar la devoción al Padre, de la fe en el Hijo . (Iª Jn. 2,23)” Todo el que niega al Hijo, no posee al Padre”. No se puede adorar al Padre por haberlo visto, solo el Hijo lo conoce. (Jn. 6,46) “No es que alguien haya visto al Padre, el único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios”. Él ha visto el Padre, y ha venido al mundo para hacer su voluntad, para darlo a conocer y comunicar su sabiduría al mundo. (17,25 ) “Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido”. He comunicado al mundo tu nombre, para que se salven. (Jn 6,45) .” Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mi”. Por las obras del Hijo se reconoce el Padre, para que el mundo crea. ( Jn. 10,37) “ Si no hago las obras de mi Padre no me creáis; pero si las hago aunque a mi no me creáis, creed al menos por las obras”. Del Padre vienen todos los bienes, como enseña la Escritura. ( Num. 6,24) “Que Yahvé te bendiga y te guarde”. Sus padres comieron el maná, el alimento que perece; reciban el pan que no perece. (Jn. ,6,12) “ Es mi Padre el que os da el verdadero pan del Cielo”. Los que han sido alimentados con este pan celestial, son dignos de la vida eterna. Pero el mundo los odia por que no son del mundo; si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo. Si el mundo los odia es porque lo han odiado a Él. No es que ellos lo hayan elegido a Él; más bien Él los ha elegido a ellos, y al elegirlos los ha sacado del mundo. Los expulsarán de las sinagogas, los llevarán a los tribunales, los condenarán y los matarán entre tormentos. Como a El le han perseguido; así también les perseguirán a ellos. Jesús pide por ellos. ( 17,11) “ Padre santo, cuida en tu nombre a todos los que me has dado”. No es un imperativo, si no una súplica. Sabe que la voluntad del Padre está en la suya. (Jn. 6,40) Esta es la voluntad de mi Padre: que quien vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna. No será suficiente que ellos demuestren su fidelidad en la tierra. Su amistad es eterna, Jesús quiere asegurar su compañía por siempre, y expresa su corazón como un suspiro. (17,24) “Padre, deseo, que los que tu me has dado, estén también con migo, allí donde yo esté.” Será la plenitud de la gloria. Han dado sus propias vidas, , su contribución ha sido global, la vida entera con Él; y tendrán la

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misma eternidad: (17,5) “Ahora Padre glorifícame tú, junto a ti.” Su palabra ha sido comunicada al mundo, para cambiarlo, y para los que todavía permanecen en este mundo. Oh! Padre, yo he sido tu palabra en este mundo. Desde la muerte del Precursor he sido tu voz ,en medio de tu pueblo. Me han oído las multitudes, dispersas entre los gentiles, y también los infieles de la decápolis, por la orilla del lago, sobre los montes de Galilea y el desierto de Judá. La han escuchado los apóstoles y los discípulos. (17,8) “Las palabras que tu me diste se las he transmitido a ellos y ellos las han aceptado”. Tus palabras son mi enlace de santidad y de amor, con los que las han recibido. Quienes las han rechazado, me han odiado y conducido a la muerte. ( 17,14)” Yo les he dado tu palabra, pero el mundo los ha odiado, por que no son del mundo”. Pero la semilla que el Sembrador ha sembrado en buen terreno, ha producido sus frutos. (1ª Pe. 1,23) “Habéis sido reengendrados a partir de una semilla no corruptible, sino incorruptible: la palabra de Dios viva y permanente”. Es una palabra viviente, que transmite la vida a todos los que la reciben .”Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará” (Jn,14,22). Serán miembros del reino, y la Palabra los transformará en apóstoles para que la entreguen a los hombres de buena voluntad, a las comunidades y a los individuos particulares: ignorantes como sabios, niños y ancianos, nobles y esclavos. Ellos transmitirán tu palabra hasta los extremos de la tierra; y derramarán su sangre para dar testimonio de la verdad. (17,17) ” Santifícalos en la verdad, tu palabra es verdad”. Los hombres buscan la verdad en la oscuridad de sus mentes, en el torbellino de sus pasiones, en los laberintos científicos, en las angustias de sus enfermedades. No hay amor más grande que el que sacrifica su vida por la verdad. Este amor procede de ti, Padre. Veo los santos ermitaños en el desierto, los mártires de las persecuciones terribles, las vírgenes enclaustradas, los predicadores en sus esfuerzos extremos por los caminos de la tierra, la sabiduría de los obispos, la humildad de los pastores. No hay rincones de este mundo que no haya sido invadido por tus palabras. (1ª Jn. 2,5)” Quien guarda su palabra tenga por cierto, que el amor de Dios ha llegado, en él, a su plenitud.” Han ofrecido sus vidas, en la oración, en el trabajo apostólico, en los testimonios sangrientos. Sus vidas se desvanecen en la fugacidad de sus días, la fragilidad de su construcciones, en los conflictos de las teorías, en la frustración de sus diálogos, los fracasos de la pura razón. Ningún saber humano les satisface, ni llena sus aspiraciones. Pero: “la palabra de Dios permanece eternamente “(1ª Pe. 2,24). Las palabras que el Padre me ha dado, no son sabiduría humana, sino vida que santifica. Un nuevo reino se está extendiendo sobre toda la superficie terrestre, es el reino de la Palabra, el resplandor de la Verdad; un reino del espíritu. (Jn. 6,63).” Las palabras que os he dicho, son espíritu y son vida. (Dt.18,18) “Si un hombre no escucha mis palabras, las que este profeta pronuncie mi nombre; yo mismo le pediré cuenta.”

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SU NOMBRE La Verdad lleva su Nombre. No es un nombre humano, ha sido revelado por el Padre, ante el fuego, en la nube de la tempestad y relámpagos del Sinaí, en la cumbre del Tabor. En la predicación ha sonado su nombre, en la intimidad de los hogares, ante el pozo de Jacob, sobre el agua del Jordán, ante los cinco mil; en la sacralidad de tu santuario, siempre ilustrado por una maravilla desbordante. Jesús lo ha proclamado con el amor de Hijo predilecto(17,6). “ He manifestado tu nombre a los hombres que tu me has dado tomándolos del mundo”. No queda ninguna duda sobre tu identidad con el Hijo. Es el mismo que fue anunciado a Moisés. (Ex,3,13) “Si, cuando vaya a los Israelitas y les diga: el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros, ellos me preguntan: cual es su nombre? Qué les responderé?”. Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy…Este es mi nombre para siempre.” Lo denuncian, en voz alta, los mismos demonios que Jesús ha expulsado de los invadidos. (Mc.1,22)”Qué quieres tu con nosotros, Jesús de Nazaret? Ya sé quien eres, el Santo de Dios”. Ese nombre se convirtió en garantía de salvación: (Hech.2,21) “Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Con ese nombre se bendecían los Israelitas: (Num.6,24) “Que Yahvé te bendiga y te guarde”. Jesús nunca se apropió ese nombre, prefería llamarse, modestamente : hijo de hombre. ( Filp.2,6) ”Siendo de condición divina, no reivindicó su derecho a ser tratado igual a Dios.” Pero reclama el derecho de que los suyos, en ese nombre, sean salvados.(17,11) “Padre santo cuida, en tu nombre, a todos los que me has dado; para que sean uno con nosotros.” Ellos me han acompañado por todas las dificultades, en el ministerio de la revelación y de la salvación por el evangelio. “Cuando estaba con ellos yo cuidaba, en tu nombre, a los que me has dado “( 17,12) . En el momento de irse y abandonarlos, se los confía a Él: “Salí del Padre y he venido al mundo, ahora dejo otra vez el mundo y me voy donde el Padre” (Jn.16,27).” Ellos quedarán en el mundo, embargados de tristeza, expuestos a las tentaciones, y a los males del mundo. El mundo los odia, por que no son del mundo. “No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno”(Jn.17,15). Ellos me conocen a mi, y conocen también a mi Padre. Las obras de los milagros fundamentan su fe conduciendo mis discípulos por los caminos de la verdad. “ El Padre que permanece en mi, realiza las obras” (Jn.14,10). He visto, en mi, el Padre dar la vida al hijo de la viuda de Naim. Él hizo correr de nuevo, la sangre en las venas del muchacho, y despertó la energía con su poder creador, para levantar el tallo de esta flor truncada, en su primavera, y que volviera a sonreír. El Padre sostuvo el agua debajo de mis pies, para que yo caminara sobre el mar. Solo la fe, descubre la presencia del Hijo en el Padre, y del Padre en el Hijo. Por esto en cada milagro, Jesús ha pedido Fe. (Jn.14,11) “Creedme, yo estoy en el Padre.” La Fe anula las distancias, y fusiona en un solo ser el hombre con Dios. Es la unión simbolizada por el padre del hijo pródigo quien expresa su amor al primogénito: (Lc.15,31) “Hijo, tu siempre estás con migo”. No es cuestión de dinero, ni de otros bienes materiales, sino de las almas, y de vida, en la identidad del espíritu. Jesús había manifestado esta unidad como signo del pan eucarístico. (Jn. 10,38) “El Padre está en

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mi y yo en el Padre.” Ahora lo dialoga directamente con Él, como alusión a la unidad trinitaria en la intimidad de la existencia divina: (Jn. 17,10) “Todo lo mío es tuyo, y todo lo Tuyo es mío.” Ese ‘ Todo’ posee resonancias infinitas: no es la totalidad del mundo terrestre, sino el todo eterno de la infinitud creadora del autor de la vida. ‘ Todos’ es el valor supremo de verdad y justicia, de santidad y amor; ‘todo’ es la proyección de sí mismo en las criaturas celestes y terrestres, en las mortales e inmortales, temporales y eternas. El Hijo se complace en reconocer la dignidad consagrada del Padre, y admirar su esplendor; y sobre todo su bondad y misericordia. En el `todo`, dice Jesús: “ Yo y el Padre somos ‘uno’ “ (Jn. 10, 30): uno en el pensar, en juzgar, en desear, en querer, en planificar, en crear, en proveer, en perdonar, y uno en amar. Como una densa nube de unidad, envuelve el universo y lo penetra, lo sostiene, desde la eternidad infinita. Penetra la condensación primitiva de la materia cósmica, la concentración de gases de hidrógeno y helio primigenio, la opacidad del polvo estelar, la agregación de los rayos de estrellas, la aparición fabulosa de las nebulosas estelares, galaxias, por millones de ellas; los restos de estrellas muertas, o que están acabando; estructuras fundamentales de reflexión, de emisión, de absorción, y planetarias. Y entre las miríadas de sus creaturas: el ser humano, su obra maestra; en su mente y libertad sintetiza los diferentes niveles de la creación: los minerales, aparentemente inertes, los vegetales que han estratificado la vida, los animales que han poblado el planeta, y lo han inundado con sus bellezas y emociones. El hombre, fluctúa sobre los sistemas vitales; piensa y se relaciona , se organiza y critica, renueva las sociedades y las organizaciones políticas; inventa objetos, científicos y lógicos; imagina obras de arte y de literatura, de sabiduría y de bienestar. Su mente y su deseo, poseen apertura hacia lo numerable, lo multiplicable, lo ilimitado: posee la conciencia de ser un reflejo del ser infinito. EL AMOR A este ser humano alcanza la afición del corazón de Jesús, empezando por los doce apóstoles: quienes, primeros, creyeron en él y lo siguieron. Para ellos se extiende su amor personal: un amor que invita a la metamorfosis de la unidad. Al Padre le encarga este milagro: “para que sean unos con nosotros” (Jn.17,11) Y no solo la unión sino la más esencial intimidad e identidad: la unidad que solo el amor puede explicar. El deseo de Cristo supera todas las distancias, y anula las barreras de las diferencias, las fracturas de la imperfección: y llena el vacío con la plenitud de la gracia. Puede lo finito del hombre alcanzar al infinito del Espíritu? De otro modo lo expresa la carta del apóstol Santiago (St.4,8) “ Acérquense a Dios y Él se acercará a Ustedes.” Y es más que una proximidad, sino progresiva identificación: de corazón a corazón, de pensamiento a pensamiento; en la unidad del querer y del espíritu. Ya no hay oposición entre creador y creatura, se anulan las carencias, y las sombras de la ‘otredad’ entre los tres ( Jn.17,21): “ para que todos sean uno, como tu , Padre, en mi ; y yo en Ti! Que también sean uno en nosotros “. El esclavo se ha sentado en el

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trono del rey; el hombre finito, ha sido abrazado por una comprensión infinita. Lo humano ha sido invadido y transformado por la divinidad. Tu has dado una demostración fulgurante de esta unión, en la cumbre del monte Tabor, delante de tres testigos. La totalidad oscura de la noche y del universo estaban de bajo de mis pies; y mi figura encendida, irradiaba su fulgor, sobre la marea negra de las cosas, como un árbol de luz, un puente hacia lo alto. Tu descendiste en tu nube de fuego; y con tu verbo eterno, declaraste nuestra unidad con los hombres; la unidad que hoy se hace efectiva. “Para que sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos y tu en mi; para que sean perfectamente uno” ( Jn.17, 22). Al oír tu voz los hombres se estremecieron, sin poder entender; hasta que los animé y les confirmé en tu Fe. “Todo lo que me da el Padre, vendrá a mi, y al que venga a mi no lo echaré fuera” (Jn. 6,37). Jesús no ruega solo por ellos sino por todos los que tengan Fe. “(Jn.17,20) “por aquellos que creerán en mi , que también sean uno en nosotros “. Él ha velado por los suyos, y no ha perdido ninguno de los que el Padre le había dado. “ Tuyos eran y tu me los has dado tomándolos del mundo” ( Jn. 17, 6). Ellos han dejado todo: la familia, las barcas, su trabajo y ganancias y su pueblo, para estar con él. De ellos dirá S. Pablo: ” (Ga. 3,27), os habéis revestido de Cristo, de modo que ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno, en Cristo Jesús.” La mirada de Cristo que traspasa el cielo, quiere vislumbrar la nueva vida comprada con su sangre, y prevé la nueva comunidad con ellos: (Jn.17,24)”que los que tu me has dado, estén también con migo , donde yo esté.” Será una comunidad de amor en la vida con el Padre. Se arraiga en la tierra con la comunidad de los fieles, para que este amor florezca en la eternidad: ”(1ª Pe. 1,22 ) habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los otros, sinceramente como hermanos”. Es una realización terrestre del amor eterno de Dios que se ha comunicado a los hombres por el Evangelio, en la predicación de Jesús: (Jn.17,23) “ el mundo conozca que Tu me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mi.” En la tierra se ha prendido como un deseo, y un ideal, despertado desde la profundidad del corazón humano que aspira a la plenitud de lo eterno, según había cantado el salmista: (Sal. 42, 3) “ Mi ser tiene sed de Dios del Dios vivo; cuándo podré ir a ver el rostro de Dios?” Este amor ha sido comunicado por el Padre a través del Hijo (Jn.17,24) “para que el amor que me has tenido esté en ellos”. Es un amor eterno nacido en el corazón de Dios en los orígenes de la creación. (Ef. 1,4) “ Nos ha elegido en él, antes de la fundación del mundo”. Jesús lo pide al Padre para esta humanidad. Dios vio desde el principio, la limitación de lo humano, su infidelidad y los pecados que le indignan; por esto prometió cambiarlos , y lo revela a los profetas:” (Ez. 36,26) “ Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo”; para que aún los pecadores sean transformados: (Ef. 1,5) “ ante él, santamente y sin defecto alguno en el amor.” Los anuncios de los profetas se realizarán, rompiendo el límite entre lo temporal finito, y lo infinito; para hacer nacer este amor en la eternidad . (Ez . 36,33) “ El día que os purifique de todas vuestras culpas, repoblaré las ciudades, y las ruinas serán

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reconstruidas.” Una reconstrucción edificada fuera del ámbito terrenal, en el seno del Padre. El mismo apóstol San Juan, se extraña de esta situación increíble, sobre humana, (1ª Jn, 3,1) “Mirad que amor nos ha tenido el Padre, para llamarnos Hijos de Dios.” El amor es la sustancia de la vida eterna en Dios. Lo había anunciado Jesús a Marta ente la tumba de Lázaro, prometiéndole la resurrección. “ Todo el que vive y cree en mi no morirá jamás.”(Jn.11,26). El posee el poder sobre toda carne, y le manifiesta al Padre su voluntad: que le conceda también la vida eterna a todos los que le ha dado. (Heb.10,10). “En virtud de esa voluntad, quedamos santificados, merced a la oblación , para siempre, del Cuerpo de Jesucristo”. Es la voluntad que nos participa el amor de Cristo; y por él también el amor que procede del Padre; por que, en él, ya fuimos amados: “Los has amado a ellos ,como me has amado a mi.” (Jn.17,23) El amor de Cristo se convierte en vida, para que ellos, protegidos por el pastor que los guía y los alimenta, también vivan:” “Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás” (Jn.10,28). Recordó claramente, Jesús, la depresión y tristeza de aquel día, en que se sentó junto al pozo de Jacob. Estaba muy cansado, y disgustado por la incredulidad de los pueblos de Judá; que se habían negado a creer; y veía, alrededor las abruptas montañas de Samaría, ahora región paganizada; la que fuera, centro de Fe, y la patria de Samuel, de Saúl, y David, y sede del antiguo templo del Garizin. Allí, llegó la Mujer samaritana, como abanderada de toda una muchedumbre, sin número, de pueblos rebeldes a la verdad. Su pregunta, pretendía establecer el culto de Dios en un lugar de la tierra. Fue entonces que Él tuvo la visión del Padre, entregado al deseo de extender su reino hasta los confines del mundo. Su mirada recorrió todos los lugares y los tiempos, y los pueblos de todas las edades. VIDA ETERNA “Los adoradores verdaderos, adorarán al Padre en espíritu y en verdad”( Jn.4,23). No hay lugar en la tierra , capaz de aprisionar su amor infinito. Este culto es ‘en verdad’, por que responde a la revelación que de él hace Dios por Jesús. “Esta es la voluntad de mi Padre: que quien vea el hijo, y crea en él , tenga vida eterna “(Jn. 6,40). Esta vida eterna es la misma que anima el amor eterno del Hijo y del Padre. “Concederé al vencedor, que se siente conmigo en mi trono, pues yo también cuando vencí me senté con mi Padre en su trono” (Hech.3, 21). Todo discurso puede ser resumido en una frase: “Padre, deseo que los que tu me has dado estén también con migo, allí donde yo esté.” El deseo pide la unión perfecta para siempre, y esto es el final: “ al vencedor le pondré de columna, en el santuario de mi Dios, y ya no saldrá de allí” (Hech. 3,12). El saludo a los suyos ha terminado con el encuentro definitivo. En este largo adiós, Jesús captó la estrechez del tiempo, y quiso dilucidar la idea de la vida eterna. Cómo sintetizar en breves palabras, la diuturna esperanza del día final? “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero” (Jn.17,3). Pero ellos no pueden entender el valor de este conocimiento. Ya les dijo anteriormente: solo el Hijo conoce el Padre, porque viene de Él. Jesús busca algo que sea inteligible a

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su limitada mente humana. Lo encuentra en el deseo de felicidad “ digo estas cosas para que tengan en sí mismos la perfecta alegría que yo tengo.” (Jn,17,13). También apunta el interés por los bienes, la herencia de su poder, la santidad y sabiduría: “ (Ga.4,7) ya no eres esclavo sino hijo; y si eres hijo, también heredero por voluntad de Dios.” Y encuentra algo más profundo en su comunicación de vida (Jn 6,54)” El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”. Se trata de la misma vida del Padre que se comunica al Hijo, y por el Hijo se nos da: “ (Jn 6,57) lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado, y yo vivo por el Padre, también el que me coma, vivirá por mi”. Esta vida no se ha manifestado exteriormente; pero transforma el mundo por sus obras de santidad. “Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, por que lo veremos tal cual es” (1ª Jn. 3,2). EN LA GLORIA Mientras hablaba, Jesús se iba elevando, en el aire, sus pies habían abandonado la tierra, y su figura iba desvaneciéndose , mientras su voz hablaba de la gloria.” Padre, glorifica a tu hijo, para que tu hijo te glorifique a Ti.” La gracia se ha derramado por toda la tierra: “ yo te he glorificado en tierra llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar”. Mientras se alejaba, contemplaba su vida; veía mucho más lejos y más allá, que el grupo de quinientos que habían venido a despedirle: “una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordánia y de la parte de Tiro y Sidón; era tanta la multitud que estaba a punto de aplastarlo” (Mc.3,7). Había, también una infinitud, de todas las regiones del mundo. Y todos se dirigían a Él: los pobres, los necesitados, los enfermos ”todos los que padecían de algún mal se le echaban encima para tocarlo” ( Mc.3,12). A cada uno entregaba su amor: desde María su madre, a San Juan, a la Magdalena, a San Pedro, a los Apóstoles y Discípulos: “yo conozco a los que he elegido” (Jn.13,18). San Pablo contemplará su obra en la conversión de los paganos :” ha llevado a la perfección definitiva a los santificados”(Heb.10,14). Ha cuidado de todos los que el Padre le ha confiado, y los ha elevado a la gloria. Mi gloria se ha manifestado en ellos (Jn.17,10). ”Les he dado la gloria que me diste” (Jn. 17,22). Habla y sigue elevándose; y se disuelve, hasta confundirse con la claridad del cielo, mientras todavía ora: “glorifícame junto a ti con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo existiese.” Los extremos del universo se han encontrado, el Génesis y la Parusía ; el primer día de la creación, con el triunfo del Cordero. OBSERVACIÓN. Este último capítulo, 19, completa la serie de las estampas que responden a alguna de las virtudes del Señor Jesús. Cada una le enfoca desde una perspectiva limitada y particular; y responde a la pregunta sin límites: Señor Jesús quién eres Tu? Son

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simples meditaciones que pueden ser recorridas hacia adelante y hacia a tras. La galería de los diecinueve cuadros , debe ser enlazada con el corazón, en una unidad; para que la imagen del Señor se vaya integrando. La intención de la “descripción” fue un modo hacerlo visible, más que razonado, para aproximarnos a la que fue su presencia humana; y demostrar que, a pesar del infinito misterio que lo rodea, él está muy cerca de ti.

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REFERENCIAS Biblia de Jerusalén (2009) Desclée de Brouwer; Bilbao . Lohse Edwartd (1986) Introducción al Nuevo Testamento. Ed Cristiandad; Madrid Von Balthsasar, Hans Urs (1969) Arte Cristiano y predicación. In:Misterium Salutis T.Iª ; Ed Cristiandad : Madrid Sanchez - Céspedes (1967), Los Ejercicios a la luz de la Biblia. Ed. Cristiandad; Madrid Gallo Antonio(1996), El hombre, mi hermano. Ed Dirección General de Arte y Cultura; Guatemala C.A. Brown,E.Raymond, et al. (1972), Comentario Bíblico “San Jerónimo”(5 vol.).Ed Cristiandad ; Madrid Brown, E. Raymond (1982), El Nacimiento de Jesús. Ed.Cristiandad; Madrid Schökel, Alonso (1984), Los Proverbios. Ed. Cristiandad; Madrid