Ramirez

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Del pragmatismo a la Utopía Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar y lo mejor de todo es despertar, decía: Antonio Machado. Y por que no soñar con nuevos y mejores tiempos, ahora que en el APRA se ha dado un recam- bio generacional en la conducción del mismo. Con una dirigencia renovada, producto del sentir mayoritario de los delegados asistentes al último congre- so de ese partido, quienes cumplieron con el pedido y mandato de renova- ción aprista que las bases exigían. Podría sonar inverosímil para un obser- vador externo, hacerse la idea de que el APRA, hoy en el gobierno, podría pasar de lo pragmático a la utopía, cuando sus funcionarios estatales con el presi- dente Alan García a la cabeza, dedican la mayor parte de su tiempo en hacer grandes obras con el objetivo de que estas se conviertan posteriormente en el mejor recordatorio de la ciudadanía respecto de su paso por el poder y, que a la vez, les sirva como el mejor espe- jo para tener éxito en las elecciones municipales, regionales y por que no, presidenciales del 2011, o en el mejor de los casos el 2016, que parece ser el objetivo de regresar a palacio por parte del presidente García. Realizar pragmáticamente las obras que permitan satisfacer las necesida- des básicas de la ciudadanía, está en la línea correcta, además es la obligación que tiene todo buen gobernante para con su pueblo, con la salvedad que, esto no le garantiza una fidelidad tem- poral ni eterna con quien las realice. Se tiene necesariamente que ir a la utopía de soñar cada vez más, en la búsqueda de la justicia social, de una sociedad con pan y libertad, tal como fuera el sueño de los fundadores del aprismo con el maestro Víctor Raúl como hom- bre pionero y rector de ese sueño. Se tiene que invitar a repensar y reescribir la historia del APRA; seguir en la terca obsesión de la utopía de conseguir un Perú con equidad y justicia. Ningún líder político podría tener fide- lidad eterna de su pueblo, si es que no despierta en sus seguidores un sueño. Haya de la Torre ha trascendido más allá de su muerte, y vive en el corazón del pueblo aprista y de muchos perua- nos, por habernos hecho soñar con una sociedad más justa, donde todos ten- gamos los mismos derechos y deberes que cumplir, con una constitución que ampare a todos por igual y, que no solo beneficie a unos cuantos poderosos, en desmedro de las inmensas mayorías empobrecidas. Hay que recordar que, Víctor Raúl, Marx, Mariátegui, Gandhi, solo por mencionar algunos de los grandes hombres de la historia mundial. No son grandes por su pragmatismo, son grandes y se les sigue con gran admi- ración, por habernos creado la utopía de soñar con un mundo mejor, libre de exclusiones y de toda forma de segre- gación humana. Sin esto solo habrían sido aves de paso en la historia, recor- dados solo momentáneamente por las obras que realizaron pragmáticamente, cuando tuvieron poder y si es que fue- ron gobernantes de un país (Aunque a veces muchas obras han sido hechas por dictadores), que luego pasaron al ostracismo y al olvido total. No hubo una motivación mayor de parte ellos para con sus pueblos, solo saciar sus apetitos personales. El aprismo se ha manejado también con sus contradicciones a lo largo de la historia, pero esto lejos de separarlos, los ha acercado, porque sus dirigentes y militantes tienen un sueño, un objeti- vo superior que cumplir, que les fue tra- zado por su fundador, el maestro Víctor Raúl y continuado por figuras de la talla de Manuel Seoane, Luis Felipe de Las Casas, Luis Alberto Sánchez, Rami- ro Prialé, Armando Villanueva, Manuel Arévalo, Luis Negreiros Vega, Arturo Sa- broso, y mejor no seguimos por que la lista es interminable. Este ejemplo de servicio al pueblo, heredado de los líderes y mártires del movimiento, debe ser seguido por las nuevas generaciones del partido, que también tienen que tener sus utopías, que tendrán que buscar y utilizar nue- vas fuentes de análisis, que permitan la aparición de nuevos cuadros políticos y la construcción de nuevos discursos que respondan a las expectativas que el momento actual exige. Hay que vol- ver a tener en el partido una clase inte- lectual como la de antaño, que trazó el camino hasta hoy recorrido en defensa del pueblo, pero que parece irse ex- tinguiendo y necesita el recambio con nuevos actores, para no permitir que lleguen arribistas y oportunistas que no aportan nada y que mucho daño le han hecho al partido en los últimos tiempos. Si dentro de las metas está tener un partido que perdure en el tiempo, este no debe estar amarrado al silencio cóm- plice o estar sujeto a la comodidad del poder. Hay que romper los estereotipos y categorías reduccionistas, que solo limitan el pensamiento y la comuni- cación humana. Hay que actuar con la rebeldía que permite la intelectualidad. Hay que abrir el partido al conocimiento plural e interdisciplinario, de tal manera que, disciplinas como la Antropología, Literatura, Psicología, Economía, etc. sean parte de las discusiones cotidianas entre sus militantes. Hay que volver a tener el partido - escuela. Esto forma parte de la renovación partidaria tan re- clamada por los militantes, no solo hay que entender la renovación como el cambio de rostros si no también como el cambio de actitud, de nuevas ideas, frescas y transformadoras. La solución de los problemas del Perú es una tarea colectiva; es un quehacer diario rescatando la defensa de los ideales, que grandes hombres sembra- ron a lo largo de su historia: Haya, Ba- sadre, Mariátegui, entre otros, ninguno de ellos fue presidente, por lo tanto no pudieron realizar ninguna obra pública, pero fueron sus luchas y pensamientos utópicos por un Perú mejor, los que hicieron que las obras se realizaran, razón por la que se mantienen vivos en las mentes y corazones de quienes generacionalmente se suceden en po- blar este país, que merece ser grande y desarrollado, tal como fuera el sueño de estas egregias figuras. El Perú y el aprismo recuerdan al maes- tro Haya de la Torre, por haber llevado una vida de lucha constante en favor de las grandes mayorías nacionales, y porque tuvo una gran dimensión utó- pica, que recorrió los escenarios del pasado, buscando respuestas de so- lución a problemas de larga duración. No se dejó ganar por el pragmatismo simplista (de haberlo hecho hubiese sido presidente del Perú, no una, si no varias veces), pero hubiera abandona- do los sueños e ideales por las cuales creó el APRA, para ponerlo como herra- mienta de cambio y transformación al servicio del pueblo. Víctor Raúl nunca abandonó la nave de la historia, aún en los momentos más difíciles que le tocó vivir a él y a su partido, en su azaroso y largo trajinar político en el país. Aún en circunstancias, cuando la desespe- ranza y la desilusión, parecía no dejar espacio para las esperanzas o las uto- pías. Eso fue el maestro del aprismo, íntegro y lúcido en todo el sentido de la palabra. Es por eso que sigue siendo admirado por los diversos sectores del país, por habernos hecho soñar con un mundo mejor, con una sociedad justa e igualitaria. Hoy que lo pragmático, parece querer reemplazar a lo utópico, cabría pregun- Escribe: Alejandro Ramírez. Periodista-analista político. [email protected] 14 tarnos, que ha cambiado en bien de los pobres en el país para seguir escuchan- do constantemente la muletilla “hay que ser pragmáticos”. Esta es la forma como pretenden adormecernos los grupos de poder en nuestra patria. Lo que hay que discutir es: donde está el poder, quien lo detenta y como hacer para llegar has- ta él, y seguir cuestionando el discurso simplista de las clases acomodadas de nuestra nación, “se pragmático, no seas soñador”. Los jóvenes deberían estar en primera fila con sus sueños de juventud, con sus utopías de cambio, exigiendo nuevas formas de actuar en la distri- bución de la riqueza, por un Perú más inclusivo. Revolución no es solo sinóni- mo de violencia. Hay que proponer con nuevas ideas, una sociedad alternativa, más justa, como lo soñó Víctor Raúl y los mártires del aprismo. Si el APRA quiere tener éxito en los próximos procesos electorales que se avecinan, se tendrá que pasar de lo pragmático a lo utópico, buscar acercar nuevamente el partido, al pueblo, como lo hiciera desde su fundación el maes- tro Víctor Raúl, por eso permanece vi- gente en las mentes y corazones de los peruanos. Este maestro indoamericano, supo encontrar y transmitir optimismo al país, incluso hasta cuando fue priva- do de su nacionalidad (ser apátrida no es poca cosa). Pero tenía la utopía de que el Perú podía cambiar, que los po- bres de este país podían tener acceso a la educación y salud gratuita, a una jornada de 8 horas de trabajo, soñó con un Perú desarrollado, libre de injeren- cias extranjerizantes, y libre también de grupos de poder y explotación, que pudieran frenar su desarrollo. A pesar de su desaparición física, sus escritos y sus ejemplos de humildad y de vocación de servicio hacia los que menos tienen, nos sigue inspirando para seguir en la brega, para luchar por una patria libre y justa, sin exclusiones. Ese es el legado dejado por Víctor Raúl, y es deber de todo aprista, seguirlo en la línea correcta, acercándose y sirvien- do al pueblo, sin dejarse ganar por el pragmatismo mediato y pasajero, si no encontrar la “dimensión utópica” del maestro, que buscaba un nuevo amanecer, un nuevo Perú. De hacerlo, se habrá cumplido con el maestro, de desviarse la línea, rondará el fracaso y a la vez traicionado al pueblo. GENTE pepitas

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Escribe: Alejandro Ramírez. Periodista-analista político. [email protected]

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Del pragmatismo a la UtopíaSi es bueno vivir, todavía es mejor soñar y lo mejor de todo es despertar, decía: Antonio Machado. Y por que no soñar con nuevos y mejores tiempos, ahora que en el APRA se ha dado un recam-bio generacional en la conducción del mismo. Con una dirigencia renovada, producto del sentir mayoritario de los delegados asistentes al último congre-so de ese partido, quienes cumplieron con el pedido y mandato de renova-ción aprista que las bases exigían. Podría sonar inverosímil para un obser-vador externo, hacerse la idea de que el APRA, hoy en el gobierno, podría pasar de lo pragmático a la utopía, cuando sus funcionarios estatales con el presi-dente Alan García a la cabeza, dedican la mayor parte de su tiempo en hacer grandes obras con el objetivo de que estas se conviertan posteriormente en el mejor recordatorio de la ciudadanía respecto de su paso por el poder y, que a la vez, les sirva como el mejor espe-jo para tener éxito en las elecciones municipales, regionales y por que no, presidenciales del 2011, o en el mejor de los casos el 2016, que parece ser el objetivo de regresar a palacio por parte del presidente García. Realizar pragmáticamente las obras que permitan satisfacer las necesida-des básicas de la ciudadanía, está en la línea correcta, además es la obligación que tiene todo buen gobernante para con su pueblo, con la salvedad que, esto no le garantiza una fidelidad tem-poral ni eterna con quien las realice. Se tiene necesariamente que ir a la utopía de soñar cada vez más, en la búsqueda de la justicia social, de una sociedad con pan y libertad, tal como fuera el sueño de los fundadores del aprismo con el maestro Víctor Raúl como hom-bre pionero y rector de ese sueño. Se tiene que invitar a repensar y reescribir la historia del APRA; seguir en la terca obsesión de la utopía de conseguir un Perú con equidad y justicia. Ningún líder político podría tener fide-lidad eterna de su pueblo, si es que no despierta en sus seguidores un sueño. Haya de la Torre ha trascendido más allá de su muerte, y vive en el corazón del pueblo aprista y de muchos perua-nos, por habernos hecho soñar con una sociedad más justa, donde todos ten-gamos los mismos derechos y deberes que cumplir, con una constitución que ampare a todos por igual y, que no solo beneficie a unos cuantos poderosos, en desmedro de las inmensas mayorías empobrecidas. Hay que recordar que, Víctor Raúl,

Marx, Mariátegui, Gandhi, solo por mencionar algunos de los grandes hombres de la historia mundial. No son grandes por su pragmatismo, son grandes y se les sigue con gran admi-ración, por habernos creado la utopía de soñar con un mundo mejor, libre de exclusiones y de toda forma de segre-gación humana. Sin esto solo habrían sido aves de paso en la historia, recor-dados solo momentáneamente por las obras que realizaron pragmáticamente, cuando tuvieron poder y si es que fue-ron gobernantes de un país (Aunque a veces muchas obras han sido hechas por dictadores), que luego pasaron al ostracismo y al olvido total. No hubo una motivación mayor de parte ellos para con sus pueblos, solo saciar sus apetitos personales. El aprismo se ha manejado también con sus contradicciones a lo largo de la historia, pero esto lejos de separarlos, los ha acercado, porque sus dirigentes y militantes tienen un sueño, un objeti-vo superior que cumplir, que les fue tra-zado por su fundador, el maestro Víctor Raúl y continuado por figuras de la talla de Manuel Seoane, Luis Felipe de Las Casas, Luis Alberto Sánchez, Rami-ro Prialé, Armando Villanueva, Manuel Arévalo, Luis Negreiros Vega, Arturo Sa-broso, y mejor no seguimos por que la lista es interminable. Este ejemplo de servicio al pueblo, heredado de los líderes y mártires del movimiento, debe ser seguido por las nuevas generaciones del partido, que también tienen que tener sus utopías, que tendrán que buscar y utilizar nue-vas fuentes de análisis, que permitan la aparición de nuevos cuadros políticos y la construcción de nuevos discursos que respondan a las expectativas que el momento actual exige. Hay que vol-ver a tener en el partido una clase inte-lectual como la de antaño, que trazó el camino hasta hoy recorrido en defensa del pueblo, pero que parece irse ex-tinguiendo y necesita el recambio con nuevos actores, para no permitir que lleguen arribistas y oportunistas que no aportan nada y que mucho daño le han hecho al partido en los últimos tiempos. Si dentro de las metas está tener un partido que perdure en el tiempo, este no debe estar amarrado al silencio cóm-plice o estar sujeto a la comodidad del poder. Hay que romper los estereotipos y categorías reduccionistas, que solo limitan el pensamiento y la comuni-cación humana. Hay que actuar con la

rebeldía que permite la intelectualidad. Hay que abrir el partido al conocimiento plural e interdisciplinario, de tal manera que, disciplinas como la Antropología, Literatura, Psicología, Economía, etc. sean parte de las discusiones cotidianas entre sus militantes. Hay que volver a tener el partido - escuela. Esto forma parte de la renovación partidaria tan re-clamada por los militantes, no solo hay que entender la renovación como el cambio de rostros si no también como el cambio de actitud, de nuevas ideas, frescas y transformadoras.

La solución de los problemas del Perú es una tarea colectiva; es un quehacer diario rescatando la defensa de los ideales, que grandes hombres sembra-ron a lo largo de su historia: Haya, Ba-sadre, Mariátegui, entre otros, ninguno de ellos fue presidente, por lo tanto no pudieron realizar ninguna obra pública, pero fueron sus luchas y pensamientos utópicos por un Perú mejor, los que hicieron que las obras se realizaran, razón por la que se mantienen vivos en las mentes y corazones de quienes generacionalmente se suceden en po-blar este país, que merece ser grande y desarrollado, tal como fuera el sueño de estas egregias figuras. El Perú y el aprismo recuerdan al maes-tro Haya de la Torre, por haber llevado una vida de lucha constante en favor de las grandes mayorías nacionales, y porque tuvo una gran dimensión utó-pica, que recorrió los escenarios del pasado, buscando respuestas de so-lución a problemas de larga duración. No se dejó ganar por el pragmatismo simplista (de haberlo hecho hubiese sido presidente del Perú, no una, si no varias veces), pero hubiera abandona-do los sueños e ideales por las cuales creó el APRA, para ponerlo como herra-mienta de cambio y transformación al servicio del pueblo. Víctor Raúl nunca abandonó la nave de la historia, aún en los momentos más difíciles que le tocó vivir a él y a su partido, en su azaroso y largo trajinar político en el país. Aún en circunstancias, cuando la desespe-ranza y la desilusión, parecía no dejar espacio para las esperanzas o las uto-pías. Eso fue el maestro del aprismo, íntegro y lúcido en todo el sentido de la palabra. Es por eso que sigue siendo admirado por los diversos sectores del país, por habernos hecho soñar con un mundo mejor, con una sociedad justa e igualitaria. Hoy que lo pragmático, parece querer reemplazar a lo utópico, cabría pregun-

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tarnos, que ha cambiado en bien de los pobres en el país para seguir escuchan-do constantemente la muletilla “hay que ser pragmáticos”. Esta es la forma como pretenden adormecernos los grupos de poder en nuestra patria. Lo que hay que discutir es: donde está el poder, quien lo detenta y como hacer para llegar has-ta él, y seguir cuestionando el discurso simplista de las clases acomodadas de nuestra nación, “se pragmático, no seas soñador”. Los jóvenes deberían estar en primera fila con sus sueños de juventud, con sus utopías de cambio, exigiendo nuevas formas de actuar en la distri-bución de la riqueza, por un Perú más inclusivo. Revolución no es solo sinóni-mo de violencia. Hay que proponer con nuevas ideas, una sociedad alternativa, más justa, como lo soñó Víctor Raúl y los mártires del aprismo.

Si el APRA quiere tener éxito en los próximos procesos electorales que se avecinan, se tendrá que pasar de lo pragmático a lo utópico, buscar acercar nuevamente el partido, al pueblo, como lo hiciera desde su fundación el maes-tro Víctor Raúl, por eso permanece vi-gente en las mentes y corazones de los peruanos. Este maestro indoamericano, supo encontrar y transmitir optimismo al país, incluso hasta cuando fue priva-do de su nacionalidad (ser apátrida no es poca cosa). Pero tenía la utopía de que el Perú podía cambiar, que los po-bres de este país podían tener acceso a la educación y salud gratuita, a una jornada de 8 horas de trabajo, soñó con un Perú desarrollado, libre de injeren-cias extranjerizantes, y libre también de grupos de poder y explotación, que pudieran frenar su desarrollo. A pesar de su desaparición física, sus escritos y sus ejemplos de humildad y de vocación de servicio hacia los que menos tienen, nos sigue inspirando para seguir en la brega, para luchar por una patria libre y justa, sin exclusiones. Ese es el legado dejado por Víctor Raúl, y es deber de todo aprista, seguirlo en la línea correcta, acercándose y sirvien-do al pueblo, sin dejarse ganar por el pragmatismo mediato y pasajero, si no encontrar la “dimensión utópica” del maestro, que buscaba un nuevo amanecer, un nuevo Perú. De hacerlo, se habrá cumplido con el maestro, de desviarse la línea, rondará el fracaso y a la vez traicionado al pueblo.

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