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.1 1 1 .1 Primera edición en alemán, 1834-1836 Segunda edición en alemán, (última por el autor) 1874 Primera edición en español, 1943 Décima reimpresión, 2002 l . '-l CY\ \l-ún.., \'-e. J -\\ 1 a & \o s '?g\>ú.S 1 -\.-. \1'<\.o..--=t- 1 '-le'l<-i.co; --:re. e 1 \ rr· · ::r ,Jcf-;2637- 33 Viñetas de I:.LvtRA GAzcóN Se prohíbe reproducción total o parcial de esta obra -i::cluido d diseño tipográfico y de por'.ada-. sea cual fuere el medio, o mecánico, sin el consentim:ento por escrito del editor. Comentarios y sugerencia s: [email protected].mx Conozca nuestro catá!ogo: www.fce.com.mx D. R. © 1943, FONDO De CULTURA EcONÓMICA ..; . R. 2 : ':: ::: , ... .. : :.:- .: 0 ··:::1J RA Err.'\:r'¡¡'I. Jl r" <: 1\. OF. r V D. R. © ! 997, Fvr.jüv DE CU LTIJRA EcONÓMICA Ca rr etera Pi cacho--'. jusco 227: 14200 M•'x ic" , u. F. ISBN 96 8- 16-0909 -3 lmprcso en México . ; ; ; : .. '\ . PROLOGO T ódo el mundo conoce el poderío de Ronza en la Edad Antigua y en la Media; también en los tiempo= modernos ha visto el renacimiento de su imperio mun- dial. Después de la decadencia que experimentó en la primera mitad del si- glo XVI, ha podido constituirse otra vez en el centro culminante de la fe y del .pensamie,Ho de las naciones románicas y ha llevado a cabo ostukis intentos, no pocas veces afortunados, para dominar de nuevo al resto. Esta época, la de un poder espirituúl-temporal renovado, su rejuven_ecimie:11- to y desarrollo internos, progreso y decadencia, es la que pretP.ndo describir, por lo menos a grandes rasgos. Empresa ésta que, si bien puede resultar fallida, ni siquiera podría haberse intentado de no haber tenido ocasión de utilizar'unas fuentes desconocidas has- ta_el_m.anwua. .. Mi obligación prlrnera será referirme a ella.>. ¡ En otra ocasión trabajé los documentos berlineses_ Pero Viena, pot ejem- plo, es mucho más rica en esta clase de tesoros_ Además de su fundamental espíritu alemán, · Viena presenta un elenumto europeo: costumbres y lenguajes múltiples se dan cita en las clases altas y en las bajas y ya Italia se anuncia con la nzayor viveza_ Las co!: xciones M_ ofrecen tambié11. un carácter amplio_ Nos hablan de la polít;ca y de la posici6n mundial del Estado, de sus vi .: jas relaciones wn España, Bélgica, Lombardía, de la s fr ecuentaciones vecinales }' can Roma; todo ello de una ma- ne ra di [§cJ.q _ Siempre gustó esa ciudad del acarreo y la posesión. Y a sólo por esto las primi ti vas colecciones de la Kaiserlich-Kaniglichen Hofbibliothek poseen :m gran valor. s tarde se han enriquecido co ;; colecciones traídas de fuera. Se co mpró e;¡ Módcna una colección de volú,zenes pareridos a nuestras hfo rma- zioni, . procedente de lu casa Ran.gune, y en Venec ia los Íttapreciah le s manus- critos dei Dogo Mwc·o Foscari ni; entre ell os lo s planes t1el propie- tnr io 1· ,arn la de su obra literar ia. crónicas italianas .l :e las que no se !t alla hu ell a al guna en otra part e. 'l ' aml.n ell se ennqu ec zo aquelLa 'Ji iJtwteca cvn u;w de n sa co leccion ele numu <r. ritos históri u-¡. JOlíti<A» JliOCe demes <le los pape- les del 11ríncip:.- E11ge nio. que este excelente estadis ta había reanido con gran. verspicacia . Se hojea el ca logo con ávitin esperanza: ¡qué alega, an te la •nse- guri dad que ofrece la m ayrwía de las ob rs impresas de historia 11101!. t a, tropezar ,z t. an. to tes timonio inédito 1 ¡Todo un pon·enir de tr abajo pa ..: el estudioso! 7 008 r) r 3 '- V. ·t

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Primera edición en alemán, 1834-1836 Segunda edición en alemán,

(última revi~ada por el autor) 1874 Primera edición en español, 1943

Décima reimpresión, 2002

l . '-l CY\ \l-ún.., \'-e. J -\\ 1 ~-\or1 a & \os '?g\>ú.S 1

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,Jcf-;2637-33 Viñetas de I:.LvtRA GAzcóN

Se prohíbe !~ reproducción total o parcial de esta obra -i::cluido d diseño tipográfico y de por'.ada-. sea cual fuere el medio, ~lectrór.ico o mecánico, sin el consentim:ento por escrito del editor.

Comentarios y sugerencias: [email protected] Conozca nuestro catá!ogo: www.fce.com.mx

D. R. © 1943, FONDO De CULTURA EcONÓMICA ..; . R. 2 : ':: ::: , ~~ ... .. : :.:- . : 0 · ·:::1J RA Err.'\:r'¡¡'I.Jlr" <: 1\. OF. r V

D. R. © ! 997, Fvr.jüv DE CU LTIJRA EcONÓM ICA

Carretera Picacho--'.jusco 227: 14200 M•'x ic" , u . F.

ISBN 968- 16-0909-3

lmprcso en México

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PROLOGO

T ódo el mundo conoce el poderío de Ronza en la Edad Antigua y en la Media; también en los tiempo= modernos s~ ha visto el renacimiento de su imperio mun­dial. Después de la decadencia que experimentó en la primera mitad del si­glo XVI, ha podido constituirse otra vez en el centro culminante de la fe y del .pensamie,Ho de las naciones románicas y ha llevado a cabo ostukis intentos, no pocas veces afortunados, para dominar de nuevo al resto.

Esta época, la de un poder espirituúl-temporal renovado, su rejuven_ecimie:11-to y desarrollo internos, ~u progreso y decadencia, es la que pretP.ndo describir, por lo menos a grandes rasgos.

Empresa ésta que, si bien puede resultar fallida, ni siquiera podría haberse intentado de no haber tenido ocasión de utilizar'unas fuentes desconocidas has-ta_el_m.anwua. .. Mi obligación prlrnera será referirme a ella.>. ¡

En otra ocasión trabajé los documentos berlineses_ Pero Viena, pot ejem­plo, es mucho más rica en esta clase de tesoros_

Además de su fundamental espíritu alemán, · Viena presenta un elenumto europeo: costumbres y lenguajes múltiples se dan cita en las clases altas y en las bajas y ya Italia se anuncia con la nzayor viveza_ Las co!:xciones M_ docu~tos ofrecen tambié11. un carácter amplio_ Nos hablan de la polít;ca y de la posici6n mundial del Estado, de sus vi.:jas relaciones wn España, Bélgica, Lombardía, de las frecuentaciones vecinales }' eclesiá~ticas can Roma; todo ello de una ma­nera di[§cJ.q_ Siempre gustó esa ciudad del acarreo y la posesión. Y a sólo por esto las primitivas colecciones de la Kaiserlich-Kaniglichen Hofbibliothek poseen :m gran valor. Más tarde se han enriquecido co;; colecciones traídas de fuera. Se compró e ;¡ Módcna una colección de volú,zenes pareridos a nuestras hforma­zioni, . procedent e de lu casa Ran.gune, y en Venecia los Íttapreciahles manus­critos dei Dogo Mwc·o Foscari ni; ~ncontramos entre ellos los planes t1el propie­tnrio 1·,arn la ce> "tim::~cwn de su obra literaria. crónicas italianas .l:e las que no se !t alla huella alguna en otra parte. 'l 'aml.nell se ennqueczo aquelLa 'Ji iJtwteca cvn u;w de nsa coleccion ele numu <r.ritos históri u-¡.JOlíti<A» JliOCedemes <le los pape­les del 11ríncip:.- E11genio. que este excelente estadis ta había reanido con gran. verspicacia. Se hojea el catálogo con ávitin esperanza: ¡qué alegría, an te la •nse­guridad que ofrece la mayrwía de las obrr¡s impresas de historia 11101!. ta, tropezar cú ,z t.an.to tes timonio inédito1 ¡Todo un pon·enir de trabajo pa .. : el estudioso!

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8 PflÓLOGO

Y, no obstante, unos pocos yasos más allá, Viena nos ofrece todavía sorpresas mayores. El archivo '· nperial contiene, C01'"' es fácil presumir, los documeato~ más importantes y fidedignos en lo que se refiere a la historia alemana en gene­ral, y también a la historia italiana. Después de varios avatares la mayor parte d_e los archivos venec.'unos ha vuelto n Venecia, pero una cantidad no insigai­f¡~a~te de docum~ntos venecianos se encuentra todavía en Viena: despachos ongmales o su copza; extractos de los mismos para el servicio político, conocidos con el nombre de "rubricarias"; relaciones, no 11ocas veces en ejemplar único, de gran valor; registros oficiales de las autoridades; crónicas y diarios. Las noticias que _ofrecemo: sobre Gregario XIII y Sixto V proceden en su mayor parte del

_ arch1~~ de Vzena. Nunca ensalzaré bastante la liberalidad con que se me ha ---permltzcl7:r el- acc-eso- a- él.

Sería ésta ocasión de agradecer en detalle las muchas ayudes que se me han dispensado lo mismo en casa que fuera. Sin embargo, para hacerlo siento

cierto reparo, no sé si con razón. Tendría que citar demasiados nombres y entre ellos algunos muy importantes: mi agradecimiento cobraría así cierto aire de vanagloria y un trabajo que tiene todos los motivos para presentarse con modes-tia se revestiría de una aureola que no le iría muy bien. _ ·

Después de Viena mi intención se encaminú preferentemc;fte \ a Venecia -va Roma '\ ; . En Venecia las grandes familias tenían la costumbre, casi todas, 1he insta­lar junto a ia biblio,eca un gabinete dP- manuscritos. Es natural q?•e s~ refieran con preferencia a cuestiones tocantes a la República: relatan la participación que la casa ha tenido en los asuntos públicos y se ::~servaban como documentos

' familiares para instrucción de las nuevas generacion~s. De estas coleccfiones pri-1'aqas se cón~ervan todavía algunas, a las que me fué permitido el acceso. Mu­chas más se perdieron en la catástrofe del año 1797 y a partir de entoizces. Si se ha conservado más de lo que era de presumir, se lo debemos a los bibliotecarios de San Marco, que en el naufragio generaL procuraron saivar todo lo que per­mitían ias posibilidades del Insiituto. De hecho, esta biblioteca conserva 1.m respetable tesoro de manuscri:os, i-mprescindibles para la historia inter~·a J.e la

1ciudad y del Estado y de importanciu, sin duda, para la historia europea. Pero no hay que cifrar de1nasiada:; esperanzas. Se ;;..ta de un haber ;elat.ivumente nuevo, surg~do accidentalmente de colecciones privadas, sin que domine ningún plan de conpmto. Nn tiene comparación con las riquezas del m·c?! ivo 11úblico, tal como está organ i:ado hoy en día. f:;, ocasión de una investigación acerca de la conjuraciór. del élño 1618 descril,; ya ei archivo veneciano y no es menester que 1ne_ rer'ta. Po~ lo que se refi ere a la 11arte romana tenÍ11 q11e a1JO)'C1111le so/;re toao en las relaciones de los endmj!'! ·lores que volvían de Homa. Pero rlcsealJa poÚer uúi.i-_to lt.i J t ~iéh v , , ,, .) ... ~,~ : _ ... .... :v, . ._,., l"v . ' l " '" ,,. , e;: j :;:;:!·!_: ._~ · it r: ; 1. : .. 1.:_;::·· 15, y este archlvO, a {:: : rza d: ::- ·:tos trc~ 1arl"', ha padec;rln r¡ I~ 'I1WS 1"!r,/i r ln~ . P-11 rle juntar ct:arenta )' ocho relaciones acerca de Roma: la nuís antigua, de l aiio 1500; dieciséis del s;gio xvr; veintin ll eve del xvn - uua serie casi cowple!a, con su/o alg11n as intermpciones- ; ocho del XVT", muy instm ctivas. En la wayoría de los casos pude 1:tilizar el. original. Con <~nen una gran crml idad rlc 111!/Ícins i 11 t ~ -

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PRÓLOGO 9

resrmtes, trasiego de una visión directa, que parecían perdidas con la vida de los coetáneos, y fueron las que me dieroa la idea y el ánimo p{/Ta una exposición de largo alcance.

Para su corroboración y ampliación sólo en R01na, conw es natmal, podrían encontrarse los medios.

¿Era de esper{IT que se permitiera la libre entrada, para descubrir los se­cretos del Papado, a 1m extranjero que, además, tenía religión diferente? Acaso la presunción favorable no era tan infundada, pues ninguna investigacióu puede sacar a flote algo peor de lo admitido ya sin base y que elmuíido consi­dera, sin más, como verdadero. Siu embargo, no puedo alardear de que las cosas sucedieran como yo esperaba. He tomado noticia de los tesoros del Vati­cano y tttilizado, para mis fines, toda 1ma serie de volúmenes, pero la libertad que yo deseaba en nwdo alguno me fué concedida. Afortunadanrente,-s-e--'lne­abrieron otras colecciones que permitían una información, si 110 completa, por lo menos auténtica y suficiente. En lc5 tiempos del apogeo de la aristocracia ---princ;ipalmente en el_ s1glo XVI~- en toda Europa las fam ilias de rango que intervenían en los negocios públicos conservaron también una parte de la docu­mentación. Acaso en ninguna parte al grado que en Roma .. Los familiares del Papa, que siempre dispasieron del poder, legaron a las casas principescas que ellos fundaron una gran parte de los documentos públicos que cayeron en sus manas en el período 4-e su administración. Esto..formaba parte del haber de una familia. En los palacios que erigieron, ror la general en las habitaciones de arri­ba, había siempre unas salas reservadas para libros y manuscritos, que solían ser llenadas dignamente como lo habían hecha los antepasados. Las cclecci;:mes privadas, en este caso, son, en CÍ!!rto respecto, colecciones públicas, y el archivo del Estado se dispersa, sin extrañeza de n11die, en las casas de las diferentes grandes familias que tuvieron intervención en los negocios. Así como el exce­dente del pat.rimonio públ.ico enriquerió a los linajes papales, J' la galería 1'ati­cana, c:unque excelente por m selección de obras maestras, no puede compe!ir, sin embargo, en riqueza e importancia histórica, con algunr.s galerías priw111as, como l.a Borghese y la Doria, así también lus n¿pnuscritos conservados en los palacios Barberini, Chigi, i\ltieri, Albaní, Cyrsini resultan de inestimal1le 11alor para la ;,.istoria del ?apc.3c, !lel Fstado 1'!1pal y./¿ la Iglesia. Establec:.lc :: :: !::::e .:::"1w el archivo público, es import.ante en cuanto a !a E,iad Media por m colección de "vegestos"; segummente, 7!1Zil pa;;e de la historia de ese tiempo SP. escond¡¡ aq11í para ser descub ierta, ¡1ero, en lo que a mí se me alcanza, creo que no aportara )!. rcm cosa para le época moderna. Es te archi vo, si no he sidc e11gniiado, res1! 1t a il! signifzc"nte mtte la riq ueza de las cvl!'cciones privadas. Como es de s1rponer, cncln una de ellas abare(! en es1Jeciél l el 1Je ríodo fm que govemó el Papa de la 1 :mz ilin resvectira; vera co, llo /.os (nmilinres siguieron dese 111pciirmdo Hn 1Jr;pel inlJJOrtnn. te, )' C01HO oc1trre tpte t..:lllll (,j11 1era se tili pefia en cun tiuu ur y L v lliJH

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ww colccciÓ11 ya i111 rinria y esa taren 110 res1 dtnba muy cli(ícil _-¡; !1oma, d01ui: ~. lznl;ia ori gimnlo 1111 comercio literario ele 7111l111! SC rit o<, uingmro de los r. rcl!i­·ros privados duja ele poseer noticias ¡Jrcc iosns fle tiem¡,os anterioreS y posteriores . Lu II!IÍS rica ,/ .; estas coleccio 11 es - a CO II SCC IWtt cia ele lzcrcncias importn11t es tm1z :

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men ~n, este respec~ es la Barberiniana; la Corsiniana, d:!sde un principio, se or~~mzo con el me7or criterio de amplitud y selección. Tuve la suert.e de poder !ttthzar estas dos colecciones y otras de menor importancia, en ocasiones con absolu~a libertad. Pude cazar todo un botín insospechado de materiales seguros Y pertm:ntes. Cor_respondencia de las nunciaturas, con las instrucciones que les a?ompanan, relacwnes, descripciones vivas de varios Papas, tanto menos 1'reca­vtdas. ,cuanto que no se escribieron pensando en el público; descripciones tambzer~; ~e cardenales de nota, diarios oficiales y privados, ex¡1licaciones de ac.:ontectmtentos y circunstancias, vistobuenos, cousejos, informaciones sobre la administración de las provincias, sobre ~u comercio e indust.ria, cuadros estadí~ti­cos, pr_esupuesto! de gastos e _ingresos. E!!_ su mayor l'arte documentos desconoci­cU:s, redactados por h011'lbres que poseían un conocimiento vivo del'"tenw-y-tan~ dtgnos de conftan:a que, si bien no dispensan del examen y la crítica analítica, nos ganan como solo pueden hacerlo los testimonios de coetáneus bien enterados. ~~tre estos docm~P.ntos, el ~ ~tiguo, utilimdo por mí, se refiere a la conjura­cwn de los Porcarz contra Ntcolás V; sobre el siglo xv cayeron en mis manos otros pocos; en el siglo xvr los testh1wnios se van haciendo más densos y numerosos a cada pc;so; a todo lo largo del XVII, época en la CJtal tan poco ¡;onocemos de segr!;o _sobr~ R_oma, nos acompaiüm informaciones tanto más preciad.us; pe:- el contrano, dtsmmuyen en cantidad y en valor a partir del xvm. El Esbao -· la corte hab<an de-caído también de su rango. Pienso examinar con detalle fstos documentos _romanos y venecianos con propósito de recoger todo lo que todavía me p~ezca mteresante j que en el curso de la presente historia he tenido inne­cesana;nent~ qu~ sacrificar. Porque,__.cUida la .masa enorme del materiq}. que se presenta a ws OJOS en tantas hojas escritas o impresas, se le imponen al .relaw_ ' forzosas limitaciones .

Un italiano, un romano o un católico seguramente abordarían el .. sunto de otra m.anera. Su 1•encración o, acaso, tal como están las cosas en la actualidad su o~io !eñirí~ la expo,sici?n, ~:;~ du"!a algu;¡,;;, d<? colores brillantes y, en rmu:ho; pasa7es, podrta ,ser mas ctrcunstanctado, más eclesiástico, más local. Un protes­f(1nte. un aleman del Norte, mal podría competir con ellos. Mantiene una acti­tud de indiferencia f;em e al poder papai y ttene 'fue re:runciar de antenumn al cal.or que_ la simpat~a ~ el odio pudieran prestar al relato J' que servirían acaso para tmprest?~ar al publt~. europeo. También en lo que se refiere a es te o aquel detalle eclestastzco o ca;zom co nos encontramos bastante distantes. Pero en com­pensación, se nos ofrecen otros puntos de vista que, si no me equivoc;, pueden preten_der un carácter lzistóricv más puro. ¿Qué es, ciertame;¡te, lo que e;; la ar.:tualzdad ¡n>ede prestar interés al poder papal? No relación ,,¡ ~una con nos­ni•·· ·' ya Cf"'' nr: p¡erre ninguna irfluencia im¡wrtante; tam poco preoc1<pación tle nuest.r:: parte, y.~ q1w_ los tiemp?s en que algo poaumzos t e111 er ;1 1111 1;,1;,u/o )' nos sentmu:s segu~os.t Solo ¡mede •nt,resarnos su t!esanúl /.o /z.i , tórico y s11 accién

. 1 Esto fué lo que escribí el afio de 18) 4, en una époc ~ en que rc i u ;-~ba. o al menos parecía ~~~~~~1~1r, la pa~ cutre Rom~ y Alcmani ~. E l prólogo aquí lt'p rnducido, e in d uso tal vez el libro <' ut on~~s~on tJCne,. la exprcstó~. del a~IHcntc de esta époc:J. J ·, · r~>: ¡ c u ~n to ha. cambiado toCo desde ' ' '~ C tl c ntro ~~ P cparar, cua.cnta anos después de su :1 p:u• <.: 1Un pnmcr:1, 1 ;~. sexta cdJCJÓn, rnc

1 c¡uc la lucl1a, calmada entonces, h :1 esta llado ,le llll l'\'0 cu ll:l mas. Iluclg3 decir C]liC

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PI\ÓLOGO 11

sobre la historia universal. El poder papal no ha sido tan inmutable como se pretende. Si prescindimo~ de los principio:; que .:ondicionar. ~u existencia y a los que no puede renunciar so pena de hundirse, ha sido removido interna · mente en no menor grado que otro poder cualquiera par los avatares que ha sufrido la hunumidad europea. Lo mismo que han cambiado los aconteceres de la historia y una nación 11 otra ha ejercido el pr c ;~ominio y se ha movido la vida toda, así también el poder papal, sus máximas, sus empeños, sus pretensio­nes han ~xperimentado me tamorfosis esenciales y, sobre todo, su influencia ha sido afectada par los m<~yores cambios. Si seg11imos siglos arriba la pauta ele tan­tos nD11'lbres ilustres, desde Pío I, en el n , hasta nuestros contemporáneos Pío VIl y Pío VIII, recibimos de pronto la impresión de una continuidad ininterrum-

_pida. Pero no hay que dejarse engañar; en realidad, los Papas de las diferentes épocas se diferencian no mena> que la.> dinastías de :m reino. Para nosotros, que nos hallamos al margen, la observación de estos cambios ofrece el máximo inte­rés. En ellos vemos una porción de la historia general, del total desarrollo uni­••ersal. No súlo en los períodos de predominio indiscutible sino, y acaso de manera más marcada, cum;do fuerzas contrarias actúan, -€omo en los tiempos que pretend~:. •warcar este libro, en esos siglos XVI y XVII, en que contemi!la'I"''Is al Papado en peligro, pero recobrándose y hasta ganando poder durante algún ti!lmpo, retrocediendo de nu~ vo y bardeando una nueva decadencia, tiempos en que el espíritu de las naciones occidentales se ocupa de preferencir~ en cues­tiones eclesiásticas y en que ese poder, abandonado y atacado por algunos, sos­tenido y defendido con renovado · ardor por otros, se afirma indiscutiblemente con significación universal. Es:e es el punto de vista requerido por nuestra situa­ción y en el que este libro trata de colocarse.

C011'1ienw recordando la situación del poder papal a CI'J1nienzos del si­glo XVI y en el curso de !os acontecimientos que llevaron a esta situación.

no por eso :!IC hJ C~1111 b 1 JtiO 111 un .• i ll l l t.: e u \. • 11¡ ,, .. . 1 ,~... 1\~ : . .. . 1

., ' '"' r n lt ··~ ' " l!"'n rn m H· ha empezado :.:n.:: ~: ucva ép,..-• rl •· l P:JpJdo. :'<o he podid o !-:::o ind 1ca r por medio de ra '>[:OS genera· les el desarrollo ¿e és ta . conscrvamlo sic;J: 1HC el punto <.k v.s:J objl'U\u l¡ u ~ trat é U ~,.. u ..• u ~ ..: ncr desd e c.:l priPó pio, pe:o 11 1•.; J'.! : CC IÓ comcu ieu tc t1irigir mi at cn .:t0 n h:1 cia el actu:tl pontir icado en ese mi smo sentido. Con ;u rr.: ~ : J a C:!l to no h e podido rc:)L ~ir el títnlo origiml de b obra pr. r el que ést.J. se vin cuió a otra publi C""Jcibn <1 uc se limit :1b:t a los sig:o: xv1 y xvn, sino que cscogi un tít nlo m~s am pl io.

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LIBRO PiliMERO

l. f:.POCAS DEL PAPADO ., 1) El cristianismo en el Imperio romano

Si contemplamos el ámbito del mundo antiguu en los primeros siglos nos encon­tramos con un gran número de pueblos independiente>. Viven a) borde del Mecliterráneo, allí ha'sta dende llegan las noticias del mar: diferenciado>, en límites angostos, formando .Estados- libres y muy particularizados. b . indepen­dencia de que g;;z:m no es sólo política, puc:; en todos elios se ha originado u.aa religión local; las ideas de Dios y de las cosas divinas tie!len fuerte sabor local; se _reparten el mundo divinidades nacionales con los atributos más dispa­res; la ley a que obedecen los creyentes se halla unida iudisolublemente a la ky del Estado. Se puede decir que a esta .íntima unión del Estado y la religión, a esta libertad dl)ble, apenas limitada por leve:; obligaciones que dim~nan del pa­re!ltesco de las estirpes, ~-.: ::::-esrorr~_!a p:!rte mayor en la formación de lu Anti­güedad. Se hdlaba encerrada en límites estrechos ~ero, dentro de ellos, podía desenvolverse plenamente, abandonada a sus impulsos,_ una existencia despreo­cqpada y juvenil.

T odu esto canbió profundamente al surgir el poderío de Roma. Todas las autonomías que llenan el mundo se van doblegando y desaparecen una tras otra. De pronto ]a tierra se desnuda de pueblos libres.

En otras épocas los Estadcs se derrumbar. porque se deja de creer en la religión, mas esta vez el sojuzgamieuto de los Estados es el que acarrea ia cleca· dencia de la religión. Fatalmente, a consecuencia del dominio político, conflu­F:~ : ~ :!o .- )o< rnli :;iones en Homa: pero ¿qué significación podían guardar una "ez a rrancad~s al suelo que les dió vidar La aciuraciúu C:" I,;; ~..; ·.-e ~c:sc t~~ ~· ·n­

tido en Egipto porque divi::iz:!I:Ja l~s fuerLas nalu ra les ~a l como aparecían en la tierra, pero en Roma se couvirtió en un culto idolát rico d<''provisto de sentido. Además, al entrar en contac to las diferentes mi toln:~ i : l s, el test.!ltadv no pod í ~

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14 INTRODUCCIÓN

ser otro ~ue la l~cha y liquichciun mutua. No es posible imaginar un filósofo que hubiera podido allanar sus contradicciones. Pero tampoco, en este caso inve­rosímil, se habría dado satisfacci0n a i'· que el mundo necesitaba.

Por mucho que sintamos la desaparición de tantos Estados libres, no pode­mos negar que de sus escombros surgió una nueva vida. Al ceder la libertad cayeron también los límites de las angostas nacionalidades. Las naciones habían sido sojuzgadas, conquistadas, pero, a la vez, reunidas y fundidas. El ám· bito del Imperio coincidía con el supuesto perfil de la tierra, y sus habitantes se sentían como una sola raza. El género humano empezó a darse cuenta de su unidad.

En este momento del mundo nace Jesucristo, -su-vida transcurrió callao a-y esconolaa~uraoa enFermcrs;-c-onversaba- con unes pescadores, que no siempre le enteildían, hablándoles en parábolas acerca de Dios. No tenía donde reclinar su cabeza. Pero desde el punto de vista secu­l:u:, qt~_e_ es el nuestro, podemos decir que nada más inocente y poderoso, sublime y santo se ha dado en la tierra que su vida y su muerte; en cada palabra que sale de sus labios aletea el espíritu de Dios; palabras, como dice Pedro, de vida eter­na. El género humano no guarda en su memoria nada aue ni de lejos se le pueda wmpara.:. ' ' '

; Puede ser verdad que los cultos nacioitales albergar'ln un eiemento religioso efectivo, pero lo cierto es que, por entonces, se había perdido pe! completó; no conservaban ya sentido alguno y, así, el Hijo del Ho.nbre, el Hijo de Dios se presentaba frente a ellos como la relación eterna y universal de Dios con el ·JTlun­do y de los hombres con Dios.

Crist2 había nacido de un p.ycl>l9 que se había distinguido como nirig••no por el rigor exclusivista de su ley ritual, pero al que cupo el méritQ incomparable de haber mantenido enérgicamente desde un principio el monoteísmo: Cl::ro que no dejaba de ser una religión nacional, pero en este momentc. recibe c;.aa si~?i[;.:.a ... ;f)l¡ muy uistir.ta. CTistn ~r?ba con la ley dándole QJmplirnientp; e! HIJO del Hombre se presenta también como señor del sábadc; Dios descubre el contenido ete!nc de unas formas que un entendimiento tosco no había ::oro­prendido bien. lJe ese pueblo, que hasta entonces ~e había apartado de los .:lemás por una insuperable limitación de creencias y de costumbres, surge, con t~da la f_uerza de la verdad, una fe que llama a todos y a todos acoge. Se al).un:. cia el D10s de todos, el Ql!~. como dice Pablo a los atenienses, ha hecho de_u!la mism;LSJLngre .a. todas_la~ gel)t\!?. que pueblan k...ti~rr~. Cumo hemos dichc-, los tiempus ~staban_maduros para tan sublime enseñanza: existía ur. género humano que podta rectbirla. Conw un...@}'O de ]u~ dice Eusehj_g.2_ i)t,~mil}Q__toda la tic::ra_. F.n poco tiempo se cxnande flesde el Eufrates hasta el Océano Atlántico, por el Rm y por el Danubio, has ta los conbnes del imperio. . Aun::¡uc c~a :ma doctrin a inocen te y bondadosa, es natu1al que en~ontrara 1-uerte resJst_encta en los cultos existentes, apegados :: las costurr.bres y neces icl~ ­dcs de la _vtda, a tod0s los viejos recuerdos, y que ahora trataban de adaptarse a la constltuctón del Imperio.

1 1 Ii.'>t. cccls., n , 3.

ÉPOCAS DEL PAPADO 15

El espiritu político de las viejas religiones tantea en busca de una nueva forma. El conjunto de todas aquellas autonomías que poblaron el mundo, su riqueza total se había dado e. galardón a uno solo. !'lo h_:¡_~ia_ qu~_~do_ má~ _ _g!!_e ~~l.Q_ p~er, que no dependía sino de sí miS!IlQ y la religión reconocía este hecho al tributar al·emperador honores divinos. Se le levantaron templos, se le ofrecieron sacrificios, se juró t'n su nombre, se celebraron sus fiestas y sus esta­tuas ofrecían asilo. El culto rendido al genio del emperador fué acaso el único de carácter universal en todo el lmperio.2 Todas las idolatrías coincidían en esto, que era su apoyo.

Este culto del emperador y la doctrina de Cristo ofrecían cierta semejanza frente al conglomerado de las religiones locales; pero también se enfrentaban en términos '!_nt2gónicos.

- El empc~ador conceoía la- religión en el aspecto mundano, vinculada a b tierra y a sus bienes, que le habían sido donados, como dice Celso; todo lo que se posee a él se debe. El cristianismo concibe la religión en la plenitud del espíritu v en la verdad ultraterrena. . El emr~rador junta Estado y~; el cristianismo separa lo que es de Dios de lo que es del Césa1.

Cuando se sacrifica en honor del cmperado.:, se confiesa la servirlumbre más profunda. Aquelia unión de religión y Estado, que en otros tiempos h2bía representado la independencia, significaba ahoTa el rem;;te de la servidumbre. Fué un acto de liberación que el cristi~nismo prohibiera a SPS fieles sacrificar en honor del César.

El culto del emperador llegaba tan sólo ;; los confines del Imperio, supues­tos confines de la tierra; el cristian;smo e5taba destimdo a abarcar de verdad la tierra, todo el género humano.

La nueva fe trataba de despertar en todas las naciones aquella primitiva conciencia religiosa que se supone ha precedido a las diferentes idolatrías, de evocar, por lo menos, una conciencia pura, no enturbiada por ninguna relación con el Estru;kl, y se enfrei"'!Ó as! con este poder universal que, no contento con ,. · l!Lkrrenal. quería también someter lo divin~. De este modo el hombre se convir­tió en ''n eiementc espiritual, haciéndose de nuevo independiente, libre y per­somlmente insojuzgable; d mundQ.._r_~U?ió n~v~ida_ y fué fecundado para nuevas creaciones.

F,ra..k.9p9sic:ión de lo terr~n_q_ y lo espjritual, de la scrvi_d11mbre y la liber­tad, de un morir paulatino y de un vivo reiuvenecimiento.

No es lugar aquí para que describamos h larg~ lucha de estos rrincipius. Todos los .elementos _vivos 2el_Imperio romano ~ ueron arrastrados PQ! l\1 _Jl>.ICva cor•;"nte, emp~¡;Jdos c0n la esencia cristian a y ll cv~dos pQ.r el [email protected]} .c:.!!..ll!ÍIJO del .. ;· ' ·:•" ? -cr - f <Cil , r1 i ·r ~C:-A<tomo . se ex ti n ~"IÍÓ el error de los ídolos.3 El paga­ni'lnO se le figura com0 u:~ a ciudad conquis•Jd ~ cuyos muros ~e han c! ~splo-

!! Eckhcl. Dc:trina n umum r.1 octerum, P. n, vol. •tm, p. 456; cita un p~saje de Tertuliano . . \.poi., c. 25 ) dd cual par"c" dcé ·" :.rsc que la •·cncracióu del C ésar fu é, a ;cccs, muy viva.

'1 )..óyo; El,; ,;,v llUXÚQlO\ BaBúl.av xal xa<u "IovÁ1avoü ~al rrQo; tEkAT]va,;: Cl~ry· SvHomi C pp., cd. P;-¡rís, u, 540.

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16 INTRODUCCIÓN

m~do, cuyos merc~dos, teatros y edificios públicos son presa de las llámas y cuyo, ' defensores acaban J" sucumbir. Sobre los escombros se yerguen todavía unos

pocos viejos y unos niños. • Pronto desaparecen tamb; én estas figuras postreras y comienza una trans-

forma ción sin ejemplo. En las catacumbas surge el culto de los mártires. En los mismos emplaza­

mientos en que fueron adorados los dioses olímpicos, con las mismas columnas que sostuvieron SLb templos, se levantan los santuarios en hcnor de aquellos que habían ultrajado a los ídolos y habían sido castigados con la muerte. El culto. que tuvo sus principios en los yermos y en las prisiones, conquistó el mundo. A veces nos ascmbra que el edificio mundano de los paganos, la basílica, se haya convertido en el lugar del culto cristiano. Acnntc.cimiento que-encieH-a algo muy significativo. El ábside de la basílica contenía un augusteo,4 donde se guardaban las imágenes de los Césares que habían recibido honores divinos. En su lugar, como podemos verlo todavía hoy, se colocó la imagen de Cristo y de los af>ÓSto~ les_; donde estuvo el emperador del mundo, con atributos de Dios, se encuentra ahora el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios. Las divinidades locales se disipan y desaparecen. En todos los caminos, en las _abruptas alturas, en les puertos y gargantas, en las techumbres de las casas, er. el mosaico de los suelos se con­templa la cruz. Victoria dc::isiva y completa. Como en las monedas qe Constan· tino vemos el~ con el monograma de Cristo sobre ei dragón derribad~ sobre la ~anía derrotada se levanta el no.nbre venerado de Cristo._

También en este aspecto se nos ofrece la ilimitada significación dellmpgio_ ro;n::no. En los siglos rie su apogeo quebran;;í la independencia de las nacicnes y aniquiló aquel sentimiento de suficiencia que la particl.ilaridad significaba. Pero en sus últimos tiempos ha visto ~alir de su regazo la verdadera religign, la expresión más pura de una conciencia común, que excede con holgura los lími· tes de su Imperio, la conciencia de la wmur.idad en un solo Dios verdadero. Podemos decir que, en virtud de este ac0ntecimiento, el Imperio justificó S:J

propia necesidad. El género humano se había P-ercatado de sí mismo :<' había encontrado su unidad en la relig~

Esta religtón recibió rtel Imperio romano su forma externa. Los sacerdccios paganos tenían carácter de oficios civiles; en el judaísmo

incumbía a una tribu la m;sión espiritual. El cristianismo se diferencia porque constituye el sacerdocio una clase especial, formada de miembros que in~resan en ella libremente, co>:s~grados por b imposicién de manos, apartados de todos ios afanes de! mundo para entregarse a los negocios espirituaks y divincs. L~ Iglesia se desenvolvió al principio en formas republic::mas qu~ van dcsapmecicr.· do a medida ,¡ue la nueva fe va dominando. El clero se destacará cada vez mús trente a ws l<IJCos.

~cgún 11H . .: pJu.::ce, esto GCüL!:'ié ;-¡o sin cier~:1 ncc~s!dad interna. Lí1 llcg8rl;¡ del cristianiSJT-O vino a liberar ILrrJigif>Il_ ck lQL elementos políticos. Esto implica el establecimiento frente al Estado de una clase s&cerdotal separ:-t· da, con una ce:---.t itución propia. ~P-ª--r--ª-ción de 1-ª--.I_glesia y_ LE tado, que

4 Tomé este u:1to de E. Q. Visconti: Musco Pin-C icmcntino, vn, p. 100 (cd. de 1807)-

--------- -....,,.

1 ¡ l. ¡ '

ÉPOCAS DEL PAPADO 17

representa, acaso, .. d.-ªf9.!H~cimi_~;_fi.!Q____m_ay_o~ __ lll_ay_9re_s S_ü!!?_ecu_e_!l_C::ills !l_c_)o~ tll:m.pJ;J_.s_c_j:;tian.as. El peder espiritual y el temporal pueden encontrarse muy juntos y hasta constituirse en estrecha comunidad, pero su coinr idcncia total sólo excepcionalmente y por breve tiempo puede darse. Las ~c.1aciones mutuas entre estos dos poderes constituyen uno de los factores más importantes de toda la historia.

Pero este estamento sacro tenía que copiar en su constitución la del lmpe-¡· río. En correspondencia con la jerarquía de la administración civil, se constituyó la de los obispos, metropolitanos y patriarcas. No pasó mucho tiempo sin que los obi~pos romanos se arrogar@[email protected]~macía. Es una suposición inocente pen· sar que han gozado de un primado indtscutible en los primeros siglos o eJ' cualesquiera .. otros, si es que_pensamos en_unJeconc.ómi<:nto univer~al d~ Este a Oeste. Pero es cierto que ganaron muy pronto un prestigio que les hizo desta­carse sobre las demás potestades eclesiásticas. Muchas circunstancias favorecieron el hech o. Si por toda:; partes la importancia de la capital de provincia reper­cute en la autoridad del obispo de la misma, en mucho mayor grado habría de ser éste el caso en la capital de todo el Imperio, cuyo obispo llevaba su nom­bre.5 Roma er:1 una de las sedes apostólicas más veneradas; en ell a había corrido la sangre de la mayoría de los mártires; durante las perse:::uciones, los obispos de Roma se !1abían conducido con especial bravura y, a menudo, se :.ucedieron en el puesto, en la persecución y en la muerte. Por otra parte, los emperadores consideraron ccaveniente favorecer la formación de una gran autoridad patriar­cal. En una ley que ha sido decisiva para el dominio ejercido por el cristianismo, Teodosio el Grande ordena a todos los puebios que de él dependen se sJmetan a la fe que San Pedro predicó a los romanos.6 Valentiniano Ill prohibió & los obispos de la Galia y de otras provincias que se apanaran de ]::::; costumbres seguidas sin el consentimiento del obispo de la Ciudad Santa. Bajo los auspicios del César surgió ;::sí el poder del obispo de Roma. Pero esta circunstancia polí­tica significó, a la vez, un limitación ~a ese poder. Si no hubiera habido más que un solo emperador, el p.rimado univ~rsal podría naberse mautenido. Peio la división del Imperio lo hizo imposible. Mal podían los emperadores de Oriente, tan celosos de su:; derechos eclesiásticos, favorecer h Pxpansión del poder del patriarca de Occidente dentro del ámbito de sus dominios. También en est€: caso la constitución cie la Iglesia correspondió a la del lmperio.

2) El Papado se alía con el reino franco

Ap<?nas tuvo lugar este gra11 cambie, apenas sembrada la religión cristiana y establ ecida la Iglesia, ocurren nuevos acontecimientcs universales: .. :: ~~~~;~~ l v Jll ihfl-· 1 .... ::! ... ~ .:r ~1 .. ~ c : .. 1 ~ : : ::.. ~: :- :~ : po vc;: : ij y cC:-::jui~ : '· . :~ · . ... :::! : -:.: ....... -~ - ~· .... ,, in,-a¿:¿o y ~ -en cido por sus vecinos.

5 C:t li:tuboni. E.xcrc it :~tioncs ad :mn:1Tcs ccdc ~: i :¡s ficos R1ronii, p. 260. 6 C w lcx T/1 c0dos., X\'1, 1. 2: Cu JJ Ctos pnpu lus q uo.'i' ckJIICiJ/ i;¡c Jl 0~ lr:~ c rcg it lcmpcr:trncntum,

in f:ll i \ -rii !I IIIIIS rcligionc n :ts:1ri. c¡u:tm di\'illnlll Pctrnm Apostol111n f• atlidissc Hnm;111is rcligio 1.1 Sq uc Jnmc :dJ i ¡J ~;n i11 'i' irP LJil dcci:Jr:l t. T:1mhil·n Pl:lnck mcnr io n:1 d J·:di clo de Valent iniano r:n: Gcschichtc dcr dH !~ d i c: h - k·irc/d ic h c¡, ( : ~.:sc Ji s c!• :J!t srcrf:J s~¡¡ug . r, 6 -1 ~-

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18 INTRODUCCIÓN

En el cataclismo general también el cristianismo resultó conmovido. En los grandes peligros los romanes se acordaban todavía de los misterios etruscos y los atenienses pensaban que Aquiles y Minerva podrían salvarlos; los cartagine­ses ::npetraban al genio celeste; pero se trataba de perturbaciones pasajeras. El edificio de la Iglesia se mantiene firme mientras el Imperio se derrumba en las provincias occidentales.

Pero, como es natural, también la Iglesia conoció momentos de angustia y se vió ante una situación totalmente nueva. Una ~~cÜÍ!_! pag~!!_a _~-~P!?Q!:.~~~e Bretaña; los r_~es .!lrrianos cg_n.qyist'!_rQ!1Ja ma~:or parte c!el Occide11te; en Italia, y ante las puertas de Roma, los .kmgo~ru:rismos, siempre vecinos peligrosos, f.unrhmn un podern~.

_l'~1ie_n_tr-ª§ los -&bis¡:¡.os_de_Ro~_acosados_por todas_-p.aues, .se esforzaban_ ---y~~ "D verdad, con toda la ~agacidad y tenacidad que desde entonces les es pecu­liar- en conservar su señorío cuando menos en su demarcación, ocurre un desastre todavía mayor. No sólo conquistadores, como los germanos, sino E!>SeÍ­dcs_pQr__u_lliLfU-ª-.t:litig__y__QJgull_Q§J _ _E_ontrarü;__g¡_<ljf_a].!!!el!_t~ al cristianismo. los ára?es se de~arralllillLRor_Ü.Jler:t~_ y _ _Q..:ci_Q~l1~ conquist?I! en sucesivos ataq¡,es e) Africa y en uno solo España, y ivfuza procla¡na su intención de marchar hasta Italia a travé~ de los Pirineos y <le los Alpes, para plantar el esta~~ai:te del pro-feta en el Vaticano. \j

La situación en que se encontró el crisdanismo occidental era tanto más peligros_g cuanto que en ese momento se agitaban furiosas las disputas de los ~das!iS) El emperador de Constantinopb se había adherido a un p'llliQ__q distiruo_que e! Pap_a_d~oma; más de una ·:<::z trató de asesinarlo. Los longobar­dos se percataron pronto de cuán favorable les era esta situación. sJ rey Aistulfo se apoderó de provincias que hasta entonces habían estado sometid~s al empera: dor, se aproximé a Roma y exigió de la Ci!.!dad Eterna el p;-.go ~ei tributo en señal de sometimiento bajo terribles amenazas.7 f

~o era posible enc!.!!ltrar ayuda alguna en !0do el mundo roniano contra los bngQ_bardos y mucho menos COiltra los árabes salvajes que "!n aquella época empezaban a dominar el Mediterráneo y :;~ristianismo con una g1L~n:a-ª-muerte.

Por fortuna, el cristianismo no se encerraba ya en los confines del mundo romano. Hacía tiempo que había traspasado las fronteras siguiendo su destino original. Por el Oeste había entrado en los pueblos germánicos y se Labía cons­tituído ya en medio de ellos un poder al c¡ we no tenía m~s que acudir el Papa para encon trar aliados dispuestos contra toda -::b se de enemigos.

Ent~till!.QUQ!!_ _puebloL;::ermánicos, el franco, ya en su priwer levanta­miento en las provincias del Imperio romano, se había herho G~~OJJ CO_ Esta '='0nversióu l e había madurado para grandes progresos. Los hancos cncont~aron aliados naturales en los súbdiros católicos de sus enem1gos arrianos, los burgu~-

7 1\nastosi us BibiJOthecarius: Vit:~c Pontificum; "\lita Stcphani 11! ", cd. P:u is . p. S3. Frc­mc.ns ut leo pcsliferas minas Rom:mis dirigcrc nnn dcsincL.1t, asscrcns omncs uno glar!;

0

iugulari, lliSJ SU:Jc sese subdercnt dJtJOni.

ÉPOCAS DEL PAPADO

. dice la le enda, favorecieron a Clodoveo: dos _y _yisigodo_?_~ Mu~hos mil.agros, no~ del VieJne por medio de una perra; San San M~rtín le señalo el cammo a trav s . d r una columna de fuego. No es ; lilario le precedía e¡-. su marcha asu7¡ o aas representan las ayudas que los demasiado atrevido suponer que e_stas eye~ f cuando aquéllos "anhelaban" ;.,dígenas prestaban a un companeTro en a e, • . d' Gregorio de ours. · ól'

su victona, como Ice . é 't tan grandes, este sentu cat ICO Así fortalecido en sus comien:os con . XI os

fué reforzado por otra circunstanCia ~special. 1 mercado de esclavos de G · 1 G ande v16 una vez en e l

El Papa regono e r 1 'ón y le hicieron pensar en a 1 • le llamaron a atenc1 6

Roma a los ang osa]Ones, que . ecían Jamás un Papa tom r la naciÓn a que perten . 'ó 1 conveniencia de evange ,Izar d Con la doctrina cristiana se promovi en a

decisión de resultado mas fecun o. R 1. <:anta Sede como no se encon-. eracion por - ¡oma--v w ~ - R

Bretaña germámca una ven 1 . . . .:aron sus peregrinaciones a oma; traba en parte alguna. Los ang osaJ~nes IDJCJn en las cosas divinas; el rey Offa

1 'ó s para que se mstruyera 1 t de mandaban a os J vene "" d de lo; peregrinos; a gen e introdujo el dinero de San !:'edro. para layuC~ d d Santa y poder ser recibida

b n ara monr en a ·JU a d ranoo marcha a a •. :>ma P · ta naci6n hubiera traspasa o

" 1 del cielo Parece como SI es d 1 d' mejor por os santos . . . 1 . . " rstici6n gef!Tlánica e que os Jo-a Roma y a los saNos cnstJanos • a v~~=d~~lu-ar ue de otro. ses se hallan más cerca de un de.:rm ~ q los anglosajones conta~iaron .

A esto se añadi6 algo más II~portantle, pdues. ¡'os francos. El apóstoi de los 1 . ·a firme v os omm de esta manera de pensar a tien d 1 { de su naci6n nor San Pedro Y sus germanos fué un anglosaj6~. Llleno .e ervdoer su apostclado !someterse fielmente

B ·r · romeu6 a LOmienzo · La sucesores, om ac1o P cumpli6 con el mayor nQor. a los mandatos de la Santa SedeÍ pro~~a ¡u~n extraordinatio sentido de obe­Iglesia germánica fundada por é rec¡ J as 1 . eme~i:e mantenerse sometidos

b. • q~e prometer so emn . . p diencia. Los o Ispcs teman . ana a San redro v a sus sucesores. ero hasta el fin de sus días a la Iglesia :Cm b.' de la Ga!Ía habían estado maní-

no s6ln co~ven~i6 a Jos ge~a~os.R~:a~ É:~~e>cio, que lleg6 a p~esidir ~~gunas festanuo Cierta mdependenLJa ~ r también con sus Ideas e,,a por­veces sus sínodos, encontró oca~I6n para ~ardca él los "r:tobispos galos recibieron

, d 1 T lesia franca· a partir e • • · ¿- ' ¡ , ción occidental e a .g . . ' d. t''o anglosa]'ón se exten 10 ::s por , -1- d R a y - 1 -nmetlmiento e es u ' el pa io e om . . '-' ov• ..

tod~ ámbito del remo fra~co. . 1 centro de_ tQdo_el _l)lundo oermá-_Ei_r-oder fra~~__b_g_qg _c~n~%~dn u~Q1:-vi;;)a- ~;sa real, la dinastía m_~o:

nicn-occic!ental.__En nada le ~erJil " áq atrocec· su hlgar fué ocupado por otro ,-inoia s.; hundiera por los cnmen~s d m s ¿"' fu erza terrible. M:entras los n- • d ¡ tdno erosay e linaje Je hombres. e vo un a 1 l d estaba a punto de c;:Qpv_crti_r~e_ en ur.~ d onaban v e mun ° - · d J-I · t 1 que ot ros reinos ,~ esuJcr, ,1<-- n _;, " ,¡¡p ~< tÍ~ . la de Pipino e ens a' Pro¡)Jedacl_ uc: '" e' l"'" " .! ' "• • .. ·· ·-, .- _ resentó la primera y dec1s1va . r~_s;~ -- . -• ., ·' ombre dn ,., rnlmgia, p ckspues _recwJU '- ' n

tcncia . _, l olución rPligios:l gue iba te.ni P. n~oJ_g~~· A l mismo tiempo f:worecJO a cvl ¡· ·. ' - en mU)' buenas relaciones con - tramos a a e m asna Desde muy te::· ,-ra no en con

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20 INTRODUCCIÓN

Roma, y Bonifacio trabaja bajo la protección de Carlos Marte] y Pipino el Breve.8

Piénsese un momento en la posición del poder papal en el mundo. Por u~ ~ad?, el Imperio de Oriente, en decadencia, .d&Uncapaz de defender el cnstlamsmo contra el Islam y de asegurar su5 propios dominios italianos contra los longobardos y, sin embargo, con pretensiones de intervención soberana en los asuntos eclesiásticos. Por otro, las_na.ckm~s germánicas,Jle.P.SJs _ _d~da, pode­rosas, vencedoras del Islam, sometidas a la autoridad de que tenían menester con toda la ~rescura de su entusiasmo juvenil y llenas de fervor generoso.

. Gregono 11 ~e daba cuenta de lo que había ganado. "Todos los países de Occidente -escnbe lleno de seguridarl al emperador iconoclasta León Isáu­rico-- dirigen sus miradas a nuestra humildad y nos tienen por un Dios sobre la tie~ra." Sus sucesores se iban percatañdo cada vez mn mayor claridad de la

.n~~arta~se ?e un poder q~e no les ofrecía protección alguna y que sólo, les 1m poma obhgaGc:-: ~s: la suceswn del nombre y del Imperio de Roma no podm atarlos. Así, pues, volvían su mirada al lugar de donde únicamente podían esperar alguna ayuda. Entablaron una alianza con los Señores de Occidente c9n los príncipes francús, alianza que se . fué haci-~nclo más estrecha con eÍ tiemp0, aportó a ambas partes ventajas cc:1siderables y se desenvolvió pe t~I m~o que llegó a re·.·estir una significación_ de primer orden e~ l~' historia umversal. ~ '

Cuando el joven Pipino, no satisfecho con la realidad del pode~ 1k onár­quico, quiso también poseer el título, sintió que le era menester un iefrendo' s_:.!_rPnor, y ~l Papa se l? o~reció. A cambio, el nuevo rey prometió defepder "la t:ianta Ig!~s1a y la Ilepubhca de Dios" contra los longobardos. Pero a1 su celo no le b~sta_ba ~a ~era defensa. Muy pronto obligó a los longobardos a !entregar los terr:ton?~ Italianos arrebatados al _Imperio de Oriente; el <J?.xrc*. Parece que la JUStu?a recl~~aba_ ~ue los hub1_era_ de~uelto a su dueño e emperador, y ~n e~te :entid? recibió P1p1~o alguna ~ndicación. La contestación suya fué que no Habla sahdo a combatir por el b1en de un hombre, sino movido CIOr su

veneración a San_ Pedro, par? ganar así el perdón de sus pecados".o D~positó las llaves de las cmdades couqu:stadas sobre el altar de San Pedro. Este fué el f:.:~damento de todo_ d.poder temP-Q::al de los Papas.

Con tan animosa colaboración se fué desenvolviendo la alianza. Carlo­m~no. alivió J22r _fi? al PaRa de la vecindad de los prÍI)c_i_p~J. lO!!gQP.!l~ desde l~rgo t1en:po fastidiOsa. _Él en per~ona dió muestras de la más profunda sumi­SIÓ~: llego a Roma, sub16 de h!!10JOS los escalones de San Pedro, hasta liegar al patiO donde !e aguardaba el Papa, ~ quien confirmó la dunució~ de Pípíno. Por su lado, el Papa se mostró el amigo más fiel; las relacíoues del ubispo de Roma ~A:; 1">< ,;1-,i<;>n< ;t;¡]i~nos facilitaron a Carlom~n.no el sometimiento de los lon­gobardos v la adscripción de este reino al st;; o.

8 Bonifacii Epistolae; " cp. 12, ~d D:miclcrn cpisc." Sine p:~trocinio prin cipis Francorn m ncc · populum regere nec prcsbyteros vcl rlJac~nos, mon:~c/r os v,.1 a ¡~ ~iflas dci dcf::: r. (!ere possum ncc ipsos

paganorum ritus et sacrilcgia idolorum in Germanía sin e illins m:~ndal o ct ti more. . . , .9 An as.tas ius: .a~firman s ct iam sub jur:m1 e: •. :o , CJIIOd pcr nnllius hominis favorcm .1csc rcrtamini

saq)lus dcdJsset, nJSJ pro am a re Pcf1i ct \'CJJi:l dclictoru111 .

Pronto el curso de los acontecimientos conduciría a éxitos mayores. En su propia ciudad, donde las facciones se combatían con furia, no podía

el Papa sostenerse sin la protección de fuera, y Carlomagno volvió a la Ciudad Santa con este fin. El viejo príncipe aparecía nimbado de gloriosas victorias. En largas guerras había sometido uno tras o!'" a todos sus vecinos y casi habla llegado a agrupar a todas las naciones cristianas romano-germánicas; las había conducido a la victoria contra el enemigo común; se había hecho dueño de todas las comarcas sometidas a los emperadores de Occidente en Italia, en la Galia y en Germanía, y <.llipQnía de todo su poder.10 Es cierto que estos paises se habían convertido desde entonces en un mundo diferente, pero ¿excluía ello la dignidad suprema? Pipino había recibido la diadema real porque a quien tiene el poder corresponde el honor. También esta vez el Papa se decidió en favor del rey. Lleno de reconocimiento y necesitado dP una pcotección perm~­nente, coronó a €ar!os -con- la-€orona-del lmP.erio de O~;.cidente ~n aquel día de Navidad del año 800. -

Así tuvieron cumplimiento los acontecimientos iniciado~ con la invasión de los germanos en el Imperio romano.

El lugar de los emperadores romanos de Occidente lo ocuP.a ahora ug_FrÍn· cipe franco y ~erce todos los derechos corresP-ondientes. En la donación de los territorios al sucesor de San Pedro vemos la ejecución de un acto de suprema autoridad por parte de Carlomagno. Su sobrino -Lotario nombra :: los jueces y anula las confiscaciones llevadas a cabo por el Papa. El Papa, jefe supremo Je la jerarquía eclesiástica en el Occidente romano, se ha convertido en un miembro del Imperio franco. Se aparta del Oriente y poco a J?CCO cesa tie recibir ~:2miento. Hada tiempo que bs· emperadores griegos le habían arrebatado su base patriarcal en Oriente.11 En cambio. las igle~ias de Occidente -sin excep­taar la longobarda, a la que se llevaron las instituciones de la franca- le prestaban una audiencia que nunca habia conocido. Al acoger en Roma las escuelas de los frisones, sajones y franco~, con lo que la ciudad comenzó a ger­manizarse, entró en la combinación de elementos germánicos y románims que ha constih• í. ln desde entonces el carácter del Occidente. Su poder echa raíces en un suelo virgen en los momentos más angustio,os, y cuando parecía abocado a la ruina se afirma por largo tiempo. La jerarquía creada dentro uel Imperio romano se vierte cr. ~ ~- :::::t-: ::~rmánica; aquí encu~ntra un campo infinito para una actividad siempre creciente, en cuyo curso se Jesar:olla hasta la ple­nitud el núcleo de sn propia s:.~bstancia.

10 As! <nticndo los Ann,les Lauresl~amenses: ad annum 801. Visum est et ipsi apostolico Leoni -ut ipsum Carolum rcgem Francorum imperatorem nominare dcbuisscnt, qui ipsam Romam tcnebat. ubi ~emp..:r Cacs:n cs scdcic soliti crant, ct rdiquas sedes quas ip~: pcr ltaJiam scu GalJiam nec non et C: ..: rmania m tenebat (probablemente quería decir: ipsi ~.:nd>a nt): quia cleus omnípotens h;lS omnes s;::dcs in potcstatcm cjus conccssit, ideo justum eis essc vidcbarur ut ipse cum dei :4ri.intorio-- ipsum nomen liabcrct.

.l1 NiC"' .d..) i ~c.: ; ,,¡ ; ; ~ ;:~ <~. d ~ l.., '!"..<nl :.t;, <1 r1 ncder p<~.trinrc.1l de la Sede Rom::m:t pcr Epirum \'Ctercm E:-::-u mque not.:am afque Illyricum, .~Aaccdoniall o, i'llcssrt iJ J m, ,\<.: ii .Ji.uu, .: .. .. :.: :.: :- = ;" ·::: " ~ ..... Daciamqu~ mecl!!"rr~ncarn. Jvfoesiam, D:ud.:niam, !"raevaJim, y de las pérdidas del p:ttrimonio en Ca!abria y Sic'l ía. Pagi (Critica in Annalcs Baronii, m , p. 216) pone junto a este escrito otro de Adriano 1 dirigido a Carlowagnc ; de es te último rc,ulta que tales p.érdidas. fu eron ocasionadas por las h1 c~.l.1 de los iconodast01o:.

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22 INTRODUCCIÓN

3) Relación con los emperadores germánicos. Formación independiente de la jerarquía

Dejemos transcurrir varios siglos para detenernos en el punto a que nos con­ducen y, desde él, proyectar una mirada de conjunto.

El Imperio franco ha caído y el germánico surge poderosq. Nunca el nombre alemán ha tenido mayor valimiP.nto en Eurn~ue en

los siglos x y xr, bajo los emperadores sajones y los pámeros emperadores sáli­cos. Vemos a Conrado II dirigirse desde las fronteras oíientales -donde el rey ~e J?olonia ha tenido que someté,sele y entreg::~!e una [;acción de su reino, y

dOilaeeiCIUque de-Boheinia=ha-sidG"Gondenad~~sió_n- hacia el Oeste, para asegurarse la Borgoña frente a las pretensiones de los señores fra-nceses. Los vence en los llanos Je Champagne; a través del San Bernardo acuden en su auxilio sus vasallos italianos; se hace coronar en Ginebra y congrega su dieta en Solothurn. En seguida le encontramos en la Italia meridional. "En la fron­tera de su imperio -dice su cronista Wippo--, en Capua y Benevento, ha resuelto las discusiones con su palabra." Enrique III reinó con no meno_• Fode_!. Pronto lo encontramos -en el Escalda y ei Lys, vencedor de los condes Ae Flan­des, y en Hungría, a la que obliga durante cierto tiempc a prestar!J pleito homenaje, más allá del Raab, hasta que le dan el alto los e],.mentos. El rey de Dinamarca le visita en Merseburgo. Uno de los más poderosos señores de Fran­! cia, el conde de Tours, se le ofrece como vasallo, y las crónicas españolas 1 cuentan que exigió a Fernando 1 de Castilla, príncipe victorioso y lleno de po­I der, que le rindiese acatamiento como suFemo señor feudai de todos los reyes cristianos.

: , _ Si preguntamos ahora qué fu~rza interior suster.ía .;stt poder expansivo que pretendía la ~upremacía europea, nos encontramos con que encerraba un irnpcr!ante elemento religioso. También los germanos conquistaban mientras convertían. Cou la Iglesia, marchaban sus fronteras a través del Elba hacia el Oder y a lo largo del Danubio; los monjes y los sacerdotes precedieren al infl:1jo germano en Bohemia y en Hungria. Por esta !'IZÓh las autoridades eclesiásticas disfrutaron de un gran poder. Los obispos y abades n'htnvieron en Germanía derechos condales y a veces ducales más allá de sus propios dominios, y no se describen las posesiones eclesiásticas como radicadas en les condados sino que, por el contrario, sonJmu;Q __ ndadoilº-Lfl'-' ~ radicap_____m__ }Q~ obis¡;1ados. En la Italia alta casi todas las ciudades es taban some[idas a los vicecondados de ~:1s obis­pcs. S--ªÍa un error creer qg~!a~ m_gq_!jgad~u~-~! esiástir<!?__ han ganado con esto una auténti!;_a_i_llikpendencia. Como 1-ª-----Fromoción ¡>ara las dionidades eclesiás­ticas correspono1a ai rey - la, i",m,lacic:~:: :~ ! ~ ~ n " '. v i ~ r p] anillo v el cetro del dignatario falleciclu a la corte, que los volvía a ceder de nuevo- , era hasta una ventaja para los príncipes conceder atribuciones temporales al hombre de su clccciún , ccn cuya fidelidad debían contar. A pesar de ia n~s i s tencia de la nohb.J, Erui_qg~JJI colocó en la sede de Milán a un ]Jlebeyo. de cuya fidelidad !' St~h~ seguro; la ob diencia que más tarde encontró en la Italia del Norte se dcl,i6 en gran parte a es ta manera de proceder. Así se explica que, entre todos

1 ÉPOC:.: DEL PAPADO

los emperadores, fuera Enrique.JJI el más generoso con la Iglesia y, al mismo tiempo, quic!: defend1era con mayor vigor el derecho de promover los obispos}2

También se .::nía cuidado en que Jo~ donaciones no se sustrajeran al poder del Estado. Los bienes eclesiásticos no estaban exentos de los gravámenes públicos, ni siquiera del deber de vasallaje. A menudo encontramos obispos que conducen a sus hombres' a la guerra. Y se puede comprender la ventaja que supon!a poder nombrar obispos como el arzobispo de Bremen, quien ejercía la máxima auto­ridad espiritual en los reinos escandinavos y sobre las diversas estirpes de los vendos.

Siendo el elemento eclesiástico tan importante en la organización del Im­perio germánico, se comprende la importancia que habla de revestir la relación que el e111perador mJntuviera con el jefe supremo, con el Papa de Roma.

Lo mismo que en el caso de los- emperadores-remanos y los S\Ke_?ores de Carlomagno, el Papa@ guardó estrecha relación con el emperador germánico. No se puede dudar de su situación política subalterna. E~ verdad que antes de que el Imperio cayera de manera definidv'l :!11 manos germánic::s, cuando era gobernado por jefes débiles y vacilantes, los Papas ejercieron actos de su­prema autoridad. Pero desde el memento f'n que los poderosos príncipes ger­manos se arrogaron la dignidad imperial fueron de hecho, aunque no sin tesistencia, tan señores del Papado como los <:arolingios. Ü!Ón el Grande prote­gió con mano de hierro al Papa que había elevado a la Sede 13 y sus hijo~ siguie­ren su ejemplo. Como las facciones_ romanas se levantaron de nue::vo y se apropiaron la dignidad papal, manejándola co::~o un inierés de fa.nilia, com- · prándola y vendiéndola, se hizo necesaria un:: intervención superior. Es sabido , con qué energía la llevó a cabo EHrique 111. Su sínodo Je Sutri depuso a lo~ Papas intrusos. Lueg6 de colocarse el anillo patriarcal en el dedo y haber reci­bido la c~rona im¡erial, señaló a su discreción quién había de ocupar la Sede. Se suced1eron cuatro Papas germanos, todos nombrados por él; al vacar la Sede, los delegados de Roma, así como los enviados de los O!J"OS obispados, se presentaban en la corte para recibir el nombramiento Jel sucesor.

E_n esta situación le cQnvenía al em-11era@r rnanteQt~L~Lpr~JigÍQ_~­r ado_,_ Enr!que III famen:é las reform~s que emprendieron io~ Papas nombra­dos por él, y el a:.:mento comiguiente de autoridad no provocó su recelo. El hecho de que León IX, contrariando la voluntau del rey de Francia, cc!1vocara a un sínoo:lo en Reims, nombrando y deponiendo obispos franceses y recibiendo la declaración solemne de que el Papa era e! único primado de la Iglesia ente­ra. nu podía sino sa ti ~fAcer al emperador mientTas t: .¡;1udiera disponeLd~der sqg_rc el Papado. Er3 congruente con la pretensión de prirnaL;J que trataba de o f i rrn ~ r en Europa. La •11ism2 relación que se aseguraba con respecto a los

1:.: F:":n plos de esta scvcridaU se cncucntr::w en Planck : (.;cscluc. j¡ (<.: .:..:I .... : .. :s tJ ic ~ · : . · ~- ' : ! :'ch e!"' Ccscllscha! ts\'(: rfassung, 111 , 407.

1:\ En Goldast, Constitutt. Imperiales, 1, p. 22 1, c: hCOn tramos un instrumento (jtlfltfl cou los Scl,._¡/u.·n de Dictrich \ 'O ll Nicm) según l.l cual el derecho de Ca rlomagno a elegir su propio sucesor ~· a nomh: J r en el futuro los P;1pas rom:mos "C tr;-~ spasa a Otón y a los ~mpt.: raciorCs gcrm~11icos. r ..:ro sin duda algun:l este_ in s t nll~'." " ; o es una invencl.Q_n.

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24 INTRODUCCI6N

nórdicos a través del arzobispo de Bremen, podía asegurársela sobre las otras potencias de la cristiandad a través del Papa.

Pero en esto se encerraba un ~ro. La organización del estamento eclesiástico en los dominios germánicos y

germanizados se había convertido en algo muy diferente a la que presentaba en los románicos. Se le había atribuído una gran parte del poder político; dispo­nía de poder principesco. Hemos visto que dependía del emperador, de la suprema autoridad secular, pero ¿qué podía ocurrir cuando esta autoridad caye­ra en manos débiles, si el jefe de la Iglesia, triplemente podewsO: por su dignidad,-objeto_de la veneración general, por la obediencia de los fieles y por su influencia sobre otros Estados, aprovechara el momento oportuno para enfrentarse con el poder real?

La situación se mostraba p.:c¡:icia en varios aspectos. El poder eclesiástico albergaba en sí un principio propio, antagonista de ese gran influjo secular, principio que debía manifestarse en cuanto se sintiera con fuerzas suficientes. Según creo, había también una contradicción en el hecho de que el Papa, Gue ejercía el máximo poder espi~itual, tuviera que est::r sometido pof iodas partes al emperador. Otra cesa hubie~e ocurrido si Enrique 111 se hubiera decidido a proclamarse cabeza de toda la cristiandad. Como no sucedió esto,\ es natural qne en un momento de confusión política el Papa se viera impeJido, por su sumisión al emperador, de aparecer plenamente como el padre de todos los fieles, como correspondía a su dignidad. ·

En esta situ::::ión sube a la Silla de San Pedro Gre¡¡orio VII. ,Gregorio es un espíritu osado, tenaz y de largo alcance; sistemátiW,Podríamos

1 decir, con\o

una construcción csrolástica; imperturbable en las consecuencias lÓgicas y m~1y diestro al mismo tiempo en eludir con la mejoi: apariencia contradicciones ver­daderas y fundadas. \'ió el camino qu~' llevaban las cosas, captó en el trajín de 'la vida cotidiana sus posibilidades hist6riras, y decidió emancipar al poder papal de la tutela imperial. Una vez que se propuso este fin, echó mano sin contem­placiones de todos los n.edlos r.ecesalÍos. La resolución que inspiró a les concilios de que <;¡; el futuro jamás ningu.m dignld:::d eclesiástica podría ser atribuída por una autoridad secular, tenía que chocar con ]a esencia misma de la consti­tución imperial, porque és~a descansaba sobre la unión de la organización ecle­siástica v la secula; : el vínculo lo representaba la investidura y significó tanto como una revoluci6r. que se arrebatara este derecho al emperador.

Es claro que G;:egorio Vll :10 hubien: pensado en tal cosa de no haberse dado cuenta de h descomposición del Imperio germánico durautc la minoridad ..;" ;:::,., ; ,1..:.: !V ;· ~ ~ 1 l ~v .1 rttom iPnto de los pueblos y príncipes germanos contra es ~ ::: emperador. Fncontró_aliados gn._lq_:¡ _ _gm.D.Q~.Lvas_auos_,_~f!~;,_" - .-::":; ; .:: sentían_QprimidQLJ..>Cr la_2!!~macía del poc! ~ r unperiili Y€''"b~" ~1 : liberar<~ q!O_ él. En cierto sentido el misn!Q.l'~R.'I era _tLIJ.Q_Q~.los gr.;mcl.e~._vasp\!ns_deLim­pr';iQ.:_ Así se comprende que el Papa declarara n Alemania imperio electivo --el ¡'oder de los príncipes crecía de este modo en gran manera - y que los prín­cipes no se opusier::tn cuando el Papa se libró del poder imperi nl. En la misma lucha ele las investiduras sus ven tajas ib::1 a la p:>r . El Papa estaba muy lejos

_..;;._ -_ . s-.-~.,.

ÉPOCAS DEL PAPADO 25

Jc querer de;ignar por sí mismo a los obispos , deió el nombramiento a caroo de los cabildos, en los que la gran nobleza ger~ánfca ejercía el máximo influjo. En una palabra: el Papa tenía a su lado los inte.resc;; de la aristocracia.

. Pero, a pesar de estos aliados de marca, ¡qué guerras más l~y_ san­gnentas costó a los Papas la co!l_quista _Q.~u_..!.ih~~~dl Desde Dinamarca hasta la Apulia, dice el salmo del Año Santo, desde la Carolinoia ha3ta Hunoría el

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Im~~no ha vuelto sus armas contra sus entrañas. La lucha entre el p.rincipio cspmtual y el temporal; que antes :;e entendieron tan bien, enzarzó a la cris­tiandad en fatales altercados. Los Papas tuvieron que abandonar a menudo la Ciudad Eterna y contemplar cómo ocupaban la Sede los An..tip.a.p.as.

P~r fin consiguieron el triunfo. Después de muchos siglo; de sumisión y otros más de lucna -indecisa;-se~lmbía-logrado~-de-~maner.a~efiníti.v~d.e:-__ _ pendencia de la Santa Sede y su principio. De hecho los Papas gozaban de una posici0n magnífica. La clerecía estaba completamen•t:! en sus manos. Es digno de notar que los Papas más enérgicos de este período fueron todos benedie­tinos,al igual que Gregario VII. Al introducir el celibato convirtieron a todo el sacerdocio en una especie de orden monástica. El obispado universal que se · arrogaban g'lardaba cierto parecido con el podt::r de un abaci cluniacense, que era la única autorid?d abacial en su orden. Y así estós P2pas pretendían ~er únicos obisvos de la Iglesia. No sintieron escrúpulo alguno p~ra intervenir en la administración de todas las diócesis.14 S:.ts legados fueron equiparados por ellos con los viejos procónsules romanos. Las pgtencias estatales iban dcca.y.endo , mientras se constituía este orden qüe obedecía a una sola cabeza, que estaba , organizado apretadamente y ·se ~ por todos los países, poderoso por sus riquezas territoriales y dominador de todos los aspectos de la vida. Ya a comien-zos del s!~lo XII el ~Gerohus pudo decir: "i..legarán las cosas al extremo de que los ídolos de oro del Imperio se derrumbarán y todo reino mayor · se romperá en cuatro principados: entonces la Iglesia estará libre y no oprimida, bajo la protección .-1 ,..) S~>mo Sa-:-fO'rdote coronado." 16 Poco faltó para que no se cumplier2 la profecía. Porque en realidad, ¿qnién era más p9deroso eu Ingiac terra en el siglo xm, Enrique III o aquellos veinticuatro señores que tuvieron durante cierto_jj_e_!!1po el go:.,; ,_.;,¡, "" ":.:: manos? ¿Y quién más poderoso en Castl!la, el re;r o los "altos homes"? No parecía neces:trio el poder de un g_m­¡_Jerador después que Fcdericc había otorgado a los vríncipes del Imperio los atnbutos eseTJciales de la soberanía territoriaL Se puede decir que sólo el ~a J isfrutaba de un poder amplísimo y unitario. Así ocurrió que la ind~p~n~_e_D.s: i a dd.]lliru:i.pio espirit"al se trasffiütÓ muy pronto en una nuel'a especie de ..silj2I.e-'1~ ... Llevabar. a ello el carácter temporal-espiritual que dominó la vida toda v el c 'ITSO de les acontecimientos. Cuando países dúrante tanto tiempo perdidos, ·amo España, habían sido recobraciu::, Ucl ludLvu ..... ~: .. ,·." , j' b:: :-:.: 8:--:s ~ ! ~v· ::; 1 n i ~ .nn

J4 Un0 de Jos puntos pnncipalcs , acerca del cual qu iero ci t:u tm pasaje de una cana de Enrique IV dir igida a Gregario (l\1ansi Concil, n. collccl io, xx. 47 ~ ). P. rc torcs $.1 nctac ccclcss i:tc, vi<lcl. ::rchiepiscopos, cpiscopos, prcshyt1:ros. sicut servas pcdibtiS tuis c:.k;¡sti. Co; ,¡o vc.: uws, el Papa tuvo en ~sto de su b do la opinión pública: !a quorum couculcafiom: tibi /av0rc m ab ore v11igi compar:~s t1. ·

15 Sch10cckh cila este paso jc en Kirc/Jengcsci!ÍciJ!c, Pl rL 27 , p. 11 7.

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-' 1

26 INTRODUCCIÓN

y pobladas con pueblos c.nst1anos provincias como Prusia; cuando las rr.ismas capitales de la religión griega se sometieron al rito latino y cientos de miles se alistaban para la reconquista de los santos lugares, nada tiene de extraño que gozara de un prestigio inmenso el sumo sacerdote, que intervenía en todas estas

1empresas y recibía la obediencia de los sometidos. Bajo su dirección y en su ¡nombre se expandían las naciones occidentales en innumerables colonias como si fueran un solo pueblo y trataban de adueñarse del mundo. Por lo tanto, no :puede extrañarnos que también en el interior ejerciera una autoridad indiscu­tihk_y que un rey de Inglaterra recibiera del Papa su reino como feudo, que un re)' de Aragón lo pusiera a disposición del apóstol Pedro y que Nápoles fuera cedido por el Papa a una dinastía extranjera. Asombrosa fisonomía ofrece esa época~ue naaíemdavíallo~a- pres-entado---en=su-"Plena verdad:-Es- una com­binación extraordinaria de dis~nsión interior y de brillante expansión hacia fuera, de autonomía y obediencia, de mundo espiritual y secular. Sorprende el carácter contradictorio del fervor religioso. A veces se recoge en la abrupta montaña, en el bosque solitario para entregarse por completo a la coatempla­ción divina, renunciando a todos los goces de la vida en espera de la muerte: , o, en medio de los hombres, se empeña con entusiasmo juvenil, en, ~c~ñar en form<>s penetrantes y magníficas lo;; misterios vislumbrados, lai/ id~~s que le alimentan. Pero junto a esto e!1contramos esa otra fuerza que ha .Í·nventado 1~ Inquisición y que blande la terrible es~ de la justicia contra loMherejes: "A nadie -dice el caudillo cont1a los@lbigensc~ de cu<~lquier sexo, edad 'o

, rango hemos perdonado, sino destrozado a todos con el filo de la espada." A veces ambos aspectos se concentran en un snlo momento. A la v;<ta de Jeru­sal~n los cruzados se apean de sus caballos y se descalzan par&. llegar como · verdaderos peregrinos a las Santas Murallas; en medio de los combates más fieros, se creen asistidos del auxilio de los santos y de los ángeles. P,ero apenas escaladas las murallas se entregan al saqueo y la matanza: en el emplazamiento d,_.l Temp!0 :le Salomón degollaron cuatro mil sarracenos, quemaron a los ju­díos en sus sinagogas y mancharon de sangre los santos lugares que venían a adorar. Contradicción inseparable de todo Estado religioso y q'le constituye 5U pn .. _p~a. t:!)CflLJ.d.

4) Contraste entre los siglos XIV y xv

En algunos momentos se siente uno tentado a indagar los planes del gobierno divino dd mundo, las fases de la educación del género humano.

Con todos sus defectos, el desarrollo que ::cabarnos de delinear fué necesa· rio para que arraigara bien el cristianismo en Occidente. Era muy difícil hacer que se empaparan con ~ct;-, ~'-1L:~ ~ ~..: L: ~ Ll i ~l iaui~tuu .. ,~..1 u.: !! :~:; :-.~ ~:: : .. ~ .. /·:-di e:~~ ~ ... ;:­cas, clorr.inadas por tii1tiqub mas superstici0!1es. Er? menester que Jo espiritual tuviera durante óerto tiempo r l predominio para que la levadura prendiera por completo en el alma germáni ca . A lo vez se verifica entre el clerr.~nto ger-111 <Í nico y el románico la unión sobre la que descansa el carácter de b Europa pus terior. Existe una comunidad del mundo moderno, que se ha considerado

ÉPOCAS DEL PAPADO 27

siempre como fun-:larnento principal de toda su formación, en la Iglesia y en el Estado, en las costumbres, t:n la vida y en la literatura. Para que esto se pro­dujera, las naciones occidentales tuvieron que componer alguna vez un solo Estado universal.

Pero en el iniP '>nso curso de los acontecimientos no pasó de ser un mo­mento. Una vez logrado el cambio, necesidades nuevas operan otra vez.

Anuncia una nueva época el hecho de que los idiomas nacionales cuaja­ran casi por el mismo tiempo. Poco a poco, pero de manera incontenible, se filtran en todos los campos de la actividad espiritual y paso a paso le disputan el terreno al idioma de la Iglesia. La universalidad se retrae y en el campo abandonado por ella crece una nueva particularidad de sentido superior. El

_elemento-ecl.J'!Siástico había_domeñado las nacionalidades y ahora, transforma-das, éstas discurren por un camino nuevo.

No parece sino que todo el afán de los hombres, que transcurre insigni­ficante y que escapa a la observación, se halla sometido al curse r0deroso e incontenible de los acontecimientos. El poder papal fué cosa que las anteriores circ~nstancias reclamaban, pero las nueva~ le eran contrarias. Corno las nac:ones no habían tanto menester del impulso del poder eclesiástico, pronto!~ ofrecieron resistencia. Sentían en sí la fuerza de ~u independencia.

Vale la pena de traer a recordación los hechos más importanfes en qt!e se manifiesta este nuevo sesgo.

Corr.::: es sabido, fueron los franceses los primews que hicieron frente de manera decidida a las pretensiones del Papa. Con unanimidad nacional se opu­sieron a las bulas de excomunión de Bonifacio VIII y en cientos de documen­tos todas las clases declararon su adhesión a la actitud de Felipe el Hermoso.

Les siguen los alemanes. Cuando los Papas atacan el Imperio con el.rnismo coraje de antes, aunque éste ni de lejos mantenía el antiguo poder, los prín­cipes electores se allegaron a orillas del Rin, reuniéndose en sus sitiales de pie­dra del c2mpo de Rense, con el propósito de a<;ardar. un~ medida general para reafirmar "el hc,-.cr y la dignidad del Imperio". Pretendían dcclarn solemne­mente la independencia del lmpP.rio contra toda intervención del Papa. Pronto les siguió la misma resolución de todas las fuerzas, emperador, príncipes y rrin­cipes eclesiásticos, y se enfrentaron unánimt::mente al poder temporal del Papa.!6

Inglaterra no se hizo esperar mucho. En ninguna otra parte gozaron les Papas de mayor influencia ni administraron más arbitrariamente los beneficios; cuando EJuardo III se negó a pagar el triLuto prometido por reyes anteri r.res, el Parlamento se adhir:6 a él y le aseguró su apoyo. El rey romú sus ;nc2idas ¡:ara pu.:caver~e contra otros ~husos del peder papal.

U n:--' •« r ' .. 11 n u n~ noriAn tras r- :T~ se nfirm~n en su independencia y uni­dad; el poder público nada quiere sabe~ de otra autc·idad suF nor; tampoco en el pueblo encuentran aliados los Papas. PrínCipe< y estamentos rechazan resueltamente sus intervencio:tes.

JO Licc r iur is utriusquc. En O lcnschJ;¡cgrr ~ St a:~tsgcs chichtc des rc.:mischcn K:Jiscrthums m dcr crslcn Il:J clll o des 14Lcu / Jhrhunc/crt ; , n ' _vJ.

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28 INTRODUCCI6N

Mientras tanto ocurrió que el Papado cayó en confusión y debilidad, lo que permitió a las potencias occidentales, que hast~ entonces no haLlan buscado más que afirmarse, influir a su vez sobre él.

. Apareció el cisma. Obsérvense sus consecuencias. Durante largo tiempo dependió de los príncipes nombrar uno u otro Papa según su conveniencia política, y el poder espiritual no disponía de medio alguno para acabar con la confusión que sólo el poder temporal podía dominar. Cuando se celebró una reunión con este objeto en Constanza, no se votó por cabezas corno antes, sino por las cuatro naciones y a cada una de ellas le fué posible decidir en reuniones previas a quién había de dar su voto; juntas destituyeron un Papa y el recién elegido tuvo que celebrar concordatos con cuda una de las naciones, concordatos

_cu.yo contenido ya _venía anticipado por la conducta s~guida. Durante el con· cilio de Basilea y la nueva disensión, algunos reinos se mantuvieron neutrales y sólo el esfuerzo de los príncipes consiguió impedir el nuevo cisma.U Nada podía ocurrir que fuera más favorable al pred0minio del poder temporal y a la independencia de cada reino.

De nuevu el Papa goza de gran prestigio y dispone de la obediencia de todos. El emperador le servía de escudero; hubo obispos, no sólo en Hungrla sino tambiér: en Alem~nia, que se d:::dan por la gracia de ia Sede :~postó!ica ; 18

en el Nort~ se seguía recogier:do el d¡aero de San Pedro; afbían peregrinos de todos los países en el jubileo d~>l año 1450 y u11 testigo compara su llegada con enjambres de abejas y ccn bandadas de pájaros. Pl!ro, a pesar de todo, no habían vuelto los tiempos pasados.

Para convencerse de esto basta con recordar el celo de los cruzados y com­parado a la friaidad con t:;ue se recibió en el siglo xv elllamamier.to para un~ resistencia común contra los turcos. Era mucho más u!gente defender la propia tierra contra un peligre que avanzaba irresistible, que rescatar el Santo Sepul­cro. Con la mayor elocuencia habló Eneas Silvia en la Dieta y el monje Capis­trano en las plazas de las ch.:dades, y los .crc::1istas nos cuentan la impresi6r: producida en el ánimü de los oyentes, pew no sabemos que naJie acudiera a las armas. Los Papas hicieron los mayores esfuer<:os. Uno equipó una flota; otro, Pío 11, "que! elocuente Eneas Silvia, acudió, ~óbreponiéndose a su enferme­dad, al puerta do¡1r'lP. debían r:::unirse los que estaban en mayor peligro. Quería estar presente, según sus palabras, para hacer lo único c¡ue le era posible: elevar sus brazos al cielo como Moisés. PP.ro ni los ruegos, ni las advertencias, ni los ejemplos sirvieron de nada. Había pasado la época de aquella juvenil cristian­dad caballeresca y a ningún Papa le fué posible resucitarla de nuevo.

Eran onos los intereses que por entances movían al mundo. Después de lar;1s lu :::has incestinas los reinos de Europa se consolidan. El poder central do­~;~, L•, forr;~ ni>s nnP. h os t ~ Pr. ~onces J, ~hí~n puesto en ncl :~~· el tr~no " cobija a todos los súbditos e¡, única obediencia. Muy pronto ~e e~pezó a minar el poder cstJtal del Papado, que lo quería dominar ludo y que en todo inter­venía. El princ;pado se :::Izó con mayores prctemiones.

17 Dccl:: - ' : ~ del PapJ Félix. en Ccorgins, Vilo Nicobi V , p. 65. 18 Con :·,""· Schwcrin, Fucnfkirchcn. En Schrocckh, Kirchc;¡gcschic/•lc, t. 33, p. 60.

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ÉPOCAS DEL PAPADO 29

Muchas veces se figura uno al Papado gozando de un poder casi ilimitado hasta la Rdorrna, pero la realidad es que los Est;:;dos se habían arrogado no pequeñas atribuciones en los negocios eclesiásticos durante el siglo xv y co­mienzos del XVI •

En Francia, las. intervenciones de la Santa Sede fueron esquivadas en su mayor parte con la Pragmática Sanción, que estuvo vigente más de medio siglo. Es verdad que Luis XI, poseído de una falsa piedad, que tanto más le podía cuanto más le faltaba la verdadera, hizo concesiones, pero sus sucesores recuperaron con ventaja lo perdido. Se dice que la corte de Roma alcanza de nuevo aquel poder antiguo cuando Francisco I celebra su concordato con León X. Es verdad que el Papa reciLi6 de nuevo las annatas. Pero, en : Jmbio, tuvo __ que renunciar a otra~ mucqas C.Qlia~. entr~_l.ru; p_rincipales -aLderecllo,_en_-__ = favor del rey, de promover los obispados y otros altos beneficios. Es innegable que la Iglesia galicana perdió sus derechos, pero no tanto en favor del Papa como del rey. El principio que Gregario VII quiso imponer al mundo fué aban­donado sin gran dificultad por León X.

En Alemania las cosas no podían ir tan lejos. Los acuerdos de Basilea, que en Francia se r.onvirtieron en la Pragm:l.tica Sanción.l9 En Aleman;a, donde también se aceptaror. en un principio, resultaron moderados por el C-oncordato de Viena. Pero tampoco esta moderación ocurrió sin alguna contrapartida de la S3nta Sede. En Alemania no bastaba entenderse con el jefe del Estado; era me­nester ~~narse a los diversos estamentos. Los arzobispos de Maguncia y Tré­veris obtuvieren el derecho de disponer ue los beneficios vacantes que corres­pondían al Papa; el t:lector de Brandeburgo adquirió la facultad de promover a los tres obispos del país; otros estamentos menos importantes, las ciudades de Estrasburgo, Salzburgo y Metz, consiguieron también cie~tas ventajas.20 Sin embargo, no se acalló con esto la oposicién general. En d año 1487 t~do el Imperio se opuso a un diezmo que el Papa quiso introducir.21 En el año 1500 la autoridad secuhr l~ retuvo al leg;;do del Papa dos tercios de la cantidad aportach por la venta de in.iuigencias, cantidad que deJicú a la guerra contra los turcos.

Sin necesidad de concordato al!Suno, ni de Pragmática Sanción, se llegó ~n Inglaterra a result:ld0s mayores que los derivados de Constanza. Enrique VII tenía el derecha de nowbrar un candidato para las sedes episcopales vacantes. No le bastó con tomar en sus manos el fomento de los inte~eses eclesiásticos sino que dispuso de la mitad de las annatas. Cuando, después de esto, a comien: zos del reinado de Enrique VIII, \11/olsey adjuntó a sus otms cargos oficiales ia dignidad de legado, el poder espiritual y el temporal aparecieron conciliados

. ~n ~e rc co.n.~ce la rd ación por las siguientes · pJlabras de En c:1s Silvia: Propkr decre ta n ' "rl':, .- ....,,,.. .. . ¡!' "; ' " ~ . ' ~ ·· · :tp0S!8!:.:.:.Jl .... ~· ;; .. : .'•:me ... . .. . ,:L .... ~: ... : ... . '-'" .,',, ... , . J/ J ~' IJ S 1;l.1 ¡.ro rsus t c n ~"nda dic~rc!i: , :tpostolica vcro sedes omni:t rcjiccrct. l t:zquc iuit dcn iqu~ cc:Jlpositio !:teta - pc r t¡U.'1m aliqua_ ex dc:c:rct is - concilii · !)r:wdrcti rtccpt:r vidcntur, aliqu::1 rc jcciJ. En EpistoiJ ad . l\'f:HIIIltllll l\•l:lrcn11n con!r:t murmur gravn minis Ccrm::i11ic.1c natiorris, ]~ 57. En J\HHlcr, l~elclls l .1 gs l/¡ c• lnull UIIICT Pridrich 111 , m, p . 604.

2u En Schr"cd: h, KircJ¡c ngcsci Jicl!lc, t. 32, p. 173 ; en Sra.1!s- und Í\ccht sgcschic!'!tc de F.ich-hom. l. 111, prf. 472 , n. c. .

21 En ~Hillcr, Rcichst.1gs !lJca lrum, n, p. 130.

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30 INTRODUCCIÓN

en cierto modo, pero antes de que asomara el protestantismo se acometió una violenta confiscación de gran número de monasterios.

Tampoco los países meridw.,ales se quedaron atrás. También el rey de España podía nombrar los obispos. A la Corona estaban vinculados los grandes maestres de las órdenes militares; y ella, que había establecido la Inquisición y la daminaba, disfrutó de muchas atribuciones y derechos de orden eclesiásti-co. Fernando el Católico se opuso no pocas veces a las autoridades papales. .

En no menor grado que las órdenes militares españolas, eran patrimonio de la Corona las pcrtuguesas de Santiago, de Avis, de Cristo, a la que habían correspondido los bienes de la orden del Temple.22 El rey Manuel consiguió de León X no sólo la tercera parte de la cruciata, sino también el diezmo de los

- bienes ec lesiáSticos, c(5i1e l ae.i:ecno -expfe~so deel!stn-t>l'fiflns a su-ñu en placer.-Por todas pa.:tes, tanto en el norte como en el sur, se trataba de limitar los

derechos del Papa. El poder estatal buscaba la participación en las rentas ecle­siásticas y la distribución de hs dignidades y beneficios. Los Papas no ofrecieron una resistencia seria. Trataron de conservar todo lo que pudieron, pero fueron cediendo. Lorenzo de Médicis, en ocasión de un altercado entre Fernando, rey de Nápoles, y el Papa, dice que aquét no pondrá ninguna dificultad en pro­m~ter lo que sea, pero que luego, er. el momento del cumplimiento; ,se verá lo que siempre se ha visto en estas contiendas entre Papas y reyes.23 Ha~ta la mis­ma Italia había llegado este espíritu de oposición. Se nos cuenta de Lorenzo de Médicis qHe siguió en estos asuntos el ejemplo de los grandes príncipes y no cumplí:: de los mandatos papales más que aquello que le venía ~"' &ana:24

Sería un error no ver en estos empeños más que actos de pura ;;:)Itrane-. dad. L:: inspiración religiosa había cesado de dominar la virla de las 'lacicnes' europeas en la medida de antes: el desarrollo de las nacionalidades r la forma­ción de los Estados marcaban poderosamente su fuerza. Por lo tanto, era nece­sarin que la relación entre el poder temporal y el espiritual sdrier~ u;:;. cambio :¡:::;fa::du. Y !i<.st" en los mismos Papas se notaba una gran mudanza.

II. LA IGLESIA Y EL ESTADO PONTIFICIO A COMIENZOS DEL SIGLO XVI

1) Engrandeómiento del Estadu de la Iglesia

Piénsese lo que se quiera de los Papas de los primews tiempos, lo cierta es que siempre tuvieron a la vista grandes intereses. Tuvieron que cuidar de una

22 "Instruttione picna dcll c cose di Portogall o al Coadjutor di Bergamo, nunt io dcstin ato in Pcc~o;:: ll o" . '11 S d e la Informationi politiche, que se i1alla en ia. Kocnigl icl1cu Bibliothá. de Bc:-1í 11, t. xn. León X otorgó a l3 orden cstr patronato : contcnlandost JI re dt pagare gr:m d iSS!Ina compositione di detto parronato.

23 Lorenzo a }u::m de Lanfridiu l:t. Fabroni Vita L:wrcntii Mcclici, n, p. 362. 24 Antonio Gallus (de rebm G cnuensibus: Muratori script. R. It. xxm, p. 28 1) d1 cc de

Lorenzo : regum majonunquc princi!' um contuma ccm Jiccntiam advcrsus rom.111:1m ccclcsialll stq nc­b.ltur, de juribus po ntificis nisi quod ci vidcrctur nihil prrmittcns.

LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SICLO XVI 31

religión perseguida, tuvieron que luchar con el paganismo, propagar el cristia· nismo en los pueblos nó"licos y establecer un~ jerarquía eclesiástica indepen­d}cnte. Ccnstituye uno de los títulos de la dignidad humana el afanarse por ejecutar algo grande y este ímpetu animó también con fuerza a ios Papas. Pero los nuevos tiempos había,, ' amortiguado aquellos entusiasmos. Se había domina­do el _cisma y había que avenirse a la imposibilidad de provocar una empresa colectiva contra los turcos. En esta coyuntura, ccurrió que el Papa persiouió con más decisión que nunca los fines de su principado temporal, dedicándole toda la tenacidad de que era capaz.

Desde largo tiempo el siglo estaba poseído por este espíritu. "Antes, decla­raba un orador en el C'.oncilio de Basilea, era de cpinión que sería bueno sepa­ra r-pot'=complet-o~el peder-S!'Gular-del -poder-espiritual~ Pero he aprendido <¡Ue la virtud sin poder es algo ridículo y que el Papa de Roma sin el patrimonio de la Iglesia no sería más que un siervo de los reyes y los príncipes." Este ora­dor, que gozó de tanta influencia en la asamblea que decidió la elección de P~pa a favor de Félix, con~idera que no es nada malo que un Papa tenoa hijos que le puedan prestar ayuda contra los tiranos!

0

Un poco más tarde, se ocuparon en Itali" de otro aspecto de 1~ cuestión. Parecía muy bien que un Papa sacara adelante su familia: más bien se tendría sospecha del que así no lo hiciera. "Otros -escribió Lorenzo de Médicis a lnocencio VII!- no han esperado tanto para querer ser Papas y tampoco se han preocup2au mucho por el honor-y la buena conducta que Su Sant;dad ha mantenido tanto tiempo. Ahora Su Santidad no sólo tiene excusa delante de Dios y de les hombres, sine <l,Ue esa conducta honutable pudiera serlc repro­chada y atribuída a otros motivos. El celo y la obligación fuerzan mi conciencia a recordar a Su Santidad que ningún hombre 'es inmortal y que un Papa tiene tanta importancia corno él quiera dársela: no puede hacer oLjeto de herenciz. la dignidad que posee, y sólo a los honcres y los favores que distdbuya a su gente podrá llan.ar propiedad suya." 2 Estos eran los consejos del homhre consi­derado como el más sensato de I1alia. Estaba interesado en el asunto, pues había casado a su hija con el hijo dd Papa, pero jamás podría haberse expre­sado Je manera tan desenfadada si no f~u::ra algo corriente en el gran mundo u11a opimÓii semejante.

Concuerda con esto que por el mismo tiempo los '!stados europeos arreba­tqron al Papa una parte rle sus atribuciones y que él comenzó a enredarse en empresas estrictamente seculares. Se S<"ntí¡¡ príncipP italiano antes que nada.

No hacía IT!urhc tiempo que lo:; flnrentinos habían vencido ~ su ·.recir! c­y que ·¡a farr;lia de los l'vl ~dicis hab:a fund ado su poder sobre ambos; el de los :- J ~·za en Milán, el de la casa de Aragó; , en l'liápoles y el de los 1·enecianos 1.. 1l L.'\.ll !lÜa LL;¡d i1 a;JJ..1n siUo lugJdciu;) y t...uu ~U J HJac.i o!> \ ' J uJcn~J n1 en te, en LiCP.lpos no

! .. )rrJclos todav:a de la ... ~mo ri u ..;._ los hulllbt ..:>; ¿por qué 11u haoía ele abri oar <' 1 Papa la es¡)eranza el<! establecer también un gran poder en aq uellos domit~os

~ Un cx tract~ de , este d i ~t urso_ se encuent ra en Sch ~occkh , KlrdtcngcscJuchlc: , t 32, p 90. - '1c_ un eseni o '-~ Lorenzo (~ 111 fecha. pero pr<' ·•J•i.: lll lllk del :~ i\ o H S9, , 1 que h.1hla en

d del qumto a1io de pontifi('Jdo de lnocc.·ncio) en Jo.,:Jroni, \'i t3 L:wn:nt ii 11 , 190.

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32 INTRODUCCI6N

cc:1~iderados como patrimonio de la Iglesia pero que se hallaban sometidos a toda una serie rlf' jefes independientes?

Con deliberada intención y efectivos resultados comenzó el Papa Sixto IV a cami~ar en esta dirección; Alejandro VI la prosiguió de manera poderosa y con éxito extraordinario; Julio li orientó esta política de forma inesperada y permanente.

Sixto IV (1471-1484) concibió el plan de fundar en los bellos y ricos llanos de la Rnmaña un principado a favor de su sobrino Girolamo Riario. Las demás potencias aliadas italianas se disputaban ya la supremacía, cuando no la posesión, de estos territorios y, en cuestión de derechos, sin duda que el Papa podía hacer valer uno mejor. Pero ni en fuert.as estatales ni en recursos bélicos cslaba-toda\LÍa. a la-altura de la empresa. !')o le pr-egcu-pó demasiado pcr.~r al servicio de sus propósitos todo su poder espiritual que se hallaba por encima de todo lo terreno por natnraleza y destino, rebajándolo así al plano de las con­fusas contiendas del mowento. Como eran los Mé<licis, sobre todo, los que se le cruzaban en el ~amino, se vió comprometido en las pugnas florentinas, desper­tó l~ sospe_cha de que estaba enterado de la conjtuación de los Pazzi y del asesmato eJecutado por éstos ante el altar de una t:atedral, y se habló de la con¡p]icidad del Padre de los creyentes. C.1ando los venecbnos,' p !saron de apo­yar la causa del sobrino, al Papa no le bastó con abaadonarlos len una guerra a la que él mismo les había empujado, sino que llegó al extre~o de excomLil­garlos mientras seguían en ella.3 Su estilo dentro d<! Roma no f~é distinto. Los enemigos de Riario, los Colonna, fueron perseguidos por él endarnizadamente; les arrebató Marino; r;:.:mdó prender al Fotonotario Colonna en¡sa propia casa, para llevarlo prisionero y ej.::cutarlo. La madre acudió a San Qlso en Bahchi, donde se hallaba el cadáver; alzó por los cabellos la cerc~nada cabeza y g:i_tó: "Esta es la cabeza de mi hijo; esta es la lealtad del Papt Prometió que SI Je entregábamos Marino dejaría er. libertad a mi hijo; ya tiene Marino, y en mis manos está también mi hijo, pero muerto. ¡Ivlirad, así cuniple el Papa con su pala1:>ra!" 4 _

H azañas como ésta eran necesarias para que Sixto IV lograra la victoria sobre sus enemigos de dentro y fuera del Estado. De hecho consiouió que su sobrino fuera señor ¿, Imola y Forli; pero no cabe duda que, si "'su piestigio secular ganó mucho en la ocasión, perdió mucho más ~u dignidad espiritual. Hubo un intento de convocar un co11cilio contra él.

Pero pronto Sixto IV sería superado. En el año 1492 sube a la Silla de Pe­dro Al <' jandro VI.

Alejandro no había pensado en todos les días de su vida más que en gvzar del Jl¡,mdn, viví :: alegrement" y dar satisfacción a todos sus deseos y ambicin-­

. ~ ~~ i.--·· .. .:. ~ - ~ ..._ .. ~ t .. . ' ~: .... L:. f,_¡i~...k1 a Li eu.) .... ,.;1 , l''.Jr f:u , :.1 SUlJít!llld ~~ onidaU ,.. ,-lo, iástica . Eo1 :1 satisfacción r:rrda rejm· en ~c~rle pcr días, :: pesar ~1 :: l~ -. .- iejo

3 Sobre la guerra con Fcrrara h:m sido publicados en Venecia, en el aiío de 182.9 lm Ct·····­m entari i di Marino Sanut o; en la p. 56 se hace alusión a b defección del Papa. Refiriéndose a los d iscursos del embajador veneciano, di t..:c : Tutti vcdranno, avcr ns i corninci:tJo qucsfa gncrr:z di ,-olon ta del ; · p:O : cgli pcró si rnosse a rom pe re la lega.

-1 AlcgrcUu "Aicgrctti, diar¡ Sa ncsi, p . 8 17.

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LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 33

que era. Ninguna idea molesta duraba de un día J otro. Lo únioo que le prco:::u_pa~a era lo que pudi_era serie útil, la manera de enriquecer a su hijo con d1gmdades y Estados; Jamás ningún otro pensamiento !.:: entretuvo de­masiado.5

Sólo este _rropósit? s~ h~llaba en la base de todas sus alianzas políticas, que tan gran mfluencia eJercieron en los accntecimientos históricos· un factor importantísimo de la política europea era la cuestión de cómo el Papa habría de casar a su hijo y cómo lo dotaría y enriquecería.

Cés_ar Borgia, el hijo de Alejandro, siguió la carrera de Riario. Comenzó en el _mtsmo tra_m~: su primer~ hazaña _consistió en expulsar de lmola y Forli a la vt~da de Rtan?. Con. cordtal de~~t~do prosiguió su tarea, y lo que aquél no habg.Jecho mas que mtentar__o-miCiar, él-lo-llevó-a wmplimiento,--Consr­dérese_ ~1 camino escogido. Lo podemos trazar en pocas palabras. El Estado pontlfl~IO- era presa de la disensión a causa de los güelfos y de les gibelinos, de ~os Orsm1 y les Colonna. Como los otros Papas, como el mismo Sixto IV Ale­Jandro y s~ l~ijo se :liaron al principio con uno de los dos partidos: el güelfo de los Orsm1. En vutud de esta alianza pronto pudieron con sus enemigos. Expu!saron a los Sforza de Pesara, a los Malatesta de R;n¡ini, a los Man­freddi de Faenza y se apoderaron de estas ciudades poderosas y "bien amu. rallada~ . fundando en ella_s un import~nte poder. Pero apenas lograron todo esto y acabaron con sus enemigos, se volvieron contra sus amioos. En esto se distin­g_uió el pcde~ de l~s Borgia de los anteriores, que siempr; habían quedado pri­SI?ner~s d: la facuón a la q_ue se habían adherido. César Borgia, sin empacho m vacilaciÓn, atacó a sus abados. El duque de Urbino, que le había apoyado hasta entonces, fué r?d.e.ado por una red ~i~ que se diera cu.enta, y apenas pudo e~capar_de ella, convut1e~~ose e_n_ un fugitivo en su propio país.c Vitelli, Baglio­m, ~ap1tanes ~e los ?rsmi, qmsieiCn mostrar que eran capaces de .resistencia. Dec1a César: Está bien engañar a los que son maest!os de todas las traiciones." Con u~a crueldad bien calculad~, l~ atrajo a su trampa y sin piedad alguna se deshizo de ello~. L_uego de haoer uomeñado así a los dos :::'artidos, ocupó su puesto: a los parudanos, nobles de rango inferior, los atrajo y los ccloc6 a mel­do; mantuvo en orden los territorios con'lui<torlr< :: ¡:: ~~"~do al terror.

De este modo vió sa tisfecho Alejandro su deseo más vivo: los barones del país a~·¡jq~ilados y su casa en c~mino de establecer en Italia una gran dinastía heredttana. Pero tuvo que sentir, a su vez, el poder de las pasiones desatadas. César no c¡uería compartir con ningún familiar ni favorito su poder. Asesinó a su hermano, que se cruzaba en su camino, h ~ ciéndol o arrojar al Tíber; en b s escaleras de palacio fu é acometidc por orden suya su cuñado .7 La mujer y

5 Relatione di Polo Ca pclio, 1500. MS . 6 _r.. l .., g ~ ~ -"': ::-· '~< : ·~ .. .. :. ·· ~~-: : ... de Sau uiu, <.: 11 imio ci l U 11 10 cu:.HI'O, se cncucntr .. n aún más

d a to~- ~ntcrcsantes sobre Césai Borgia, y también algunas cart..1s escritas pnr él, dirigidas a Venecia u 1 ou..:1embre de 1502, y al Papa. En esta últi!!': f i .. ma: ''rac.Stis.hum ilJimns scrvus ct dcvotissirna factura.

: Di,io de Sebastiano de Bronca de Tclin i, MS. Bibl. Ba rbcrini , n ' 11 03. Enmt'era bs •1.rocJdadcs de _Cés~ r d: l ;~1odo siguiente : 11 primo, il fratcllo c..· hc si ch.ia mava lo dnca di G:mdia ~~-. lec~ bu ttar m lnu_nc: fccc ;um_wu:zare In cognato, elle <.' rrJ (iglio del duco di Cabbria, t•ra Jo pi~

d io ¡ova nc che JlliH s1 vcdessc m Roma : 3ncora /ccc ammazzarc Vitcllozzo dc11a citt:\ di castcllo

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34 INTHODUCCIÓN

la hermana cuidaban del herido; la hermana le preparaba la comida para tener seguridad de que no sería envenenado. El Papa puso vigil,mcia en la casa para proteger del hijo al yerno. Precauciones ,l e lns que se reía César. Solía decir: "Lo que no ha pasado al mediodía puede pasar por la noche." Cu;mdo el prín­cipe se encontraba convaleciente entró en su cuarto, hizo salir a la mujer y a la hermana, y llamó a su verdugo, que estranguló al des¡;raciaclo. No le interesaba demasiado la persona del Papa, en el que no veía más que un instrumento de su propio poder. Mató al favnrito de ¡\lcjandro ; Peroto, cuando éste se guarecÍ:l bajo el manto pontifical: la sangre le saltó al Papa en b :::ara.

César tenía Roma y el Estado pontificio hajo su poder. De bella figUia, de fuerzas que le permitían en las fiestas de toros ccrc~nar de un gc!pc la ca­beza del- bruto, -gtmeroso hasta - la -magnificencia.- v_olup.tu.o...<&,~mancila.do .de. sangre, Roma temblaba ante su nombr.::. César necesitaba dinero y tenía ene­migos: todas las noches aparecía gente asesinada. Todo el mundo callaba y nadie había que no temiera le llegara su vez. Al que no le alcanzaba el poder le destruía el veneno.8

Sólo un punto había en la tierra donde todo esto fuera posible. E~te pun:o era aquel donde coincidían la plenitud del poder secular y la ~uprema instanci~ espiritual. Este es el centro ocupado por César. También la degen'eraéió'n tiene su perfección. Muchos familiares de los Papas habían intentado cosss ·\semeja!1· tes, pero nadie llegó tan lejos. César es un virtuoso del -:rimen. '/

¿No fué acaso una de las tendencias fundamentales del cristianismo en sus orígenes hacer imposible un poder semejante? La suprema dignidad e~lesiástica debía servir ahora para hacerlo viable.

No era menester la prédica de un Lutero para ver en todas estas' historias la mfu; perfecta contradicción del cristianismo. Pronto se empezó a decir que el Papa preparaba el camino al Anticristo y que cuidaba de la instauración del reino satánico y no del reino c'le Dios.9 1

No intPntamos describir en sus detalles la historia de Alejan~ro. Como consta por testi1nonio cierto, se propuso una vez eliminar por medio del ve!Jeno a uno de los cardenales más ricos, quien pudo sobornar con regalos, promesas y ruegos al jefe de cxin, ,j pl P2:'~ La pócim~ destinada al cardenal fué ofret:icla ai Papa y así murió del veneno que él había preparado para otro.10 Después

et era lo piu valcnt!w omo che fusse in yuc/ tcmpo. Llama al se iior de Faenza lo piu beJJo figlio del mondo.

S He aiíadido al cúmulo de noticias existentes al gtmJs tomadas de Polo C apcllo. E n ca!-.o de muerte de personas importantes, en segui da se pensó en cm·cncnamicn tns causados por el Papa. Sanuto csc1ibc sob1r..: la muc:-~c del cardenal de \'cron:t: Si juCica, sia ~ l ato attosca to pcr tuorli le lacult?t. pcrclH~ ;,\' :J nfi c1 spir:1ssc el papa mJnd,l gu;udic :1ttorno la cax;J.

11 Una h oja ,-o!an tc, tv1S, de 1:1 crónica de S:m ut o. 10 Succcsso de b mortc di Papa AJcssandro. 1\ lS. Ebcncb. Cf. Analcct. n9 4. Sé pcrfccl:nn cntc

\¡ u~ >;,,~,.;¡,; poco :¡~ pu!)u c.:u duU ..... ~ l.. lll l,. dt.:l• ..... : ... .. . . , 1~ . ·, 1 •• ~ :v.J ~!:.u;.., .... :: ... .. .... : .... .... : ~ ... . ' :; ¡· porq ue lo ignof3n los' re latos privados o públi cos de oqucll os días. Pero incluso éstos. hablan de aqu c!b cena e n C:! ~:~ del card ,.. •lJl Ad ri:mo, dond e se cl! ec que empezó l;t cnfcn nclbd que fué m ort al a los pocos cE1•;;. F.l cJrdcnal .'\cl ri:mo h .1 bl6 cxplícitamcn lr con el histnr:arlnr CiO\·io ele int ent os de CI1 \' C u c n;:~rni c nt o que le :nncn:l"I.:Ib:m liunbién en tone ... · ~ (C~. R r)m:w: ~chc 11nrl r;c rm:miscl!c Ccs­chichtc, p. 2 13). Según mi opiui /}¡1. no hay ningun a razbn d e peso p~ra nc ar el envenenami ento frente :1 la af irn1ación u n:inimc de los contcmpodn coo;;. Enlrc los rc\:Jt os ~.obre <. ;te; lu ·cho, b in­forP1 J. ci6n citad a m:ís arriba n1 c pa rece la m~s fid cdig n:1 por su t01 10 y con ten ido.

1

LA IGLESIA A COMIENZOS DEI. SIGLO X\"1 35

Je ;u mu erte, los resultado~ ele to•las sus emprsas fueron muy otros de los que se había im aginado.

Los bmiliares de los Papas es!Jeraban siempre hacerse con principados hereditarios, pero, en general, con la vida del Papa acababa también el poder de sus parientes, que desaparecía C! , la forma que había venido. S1 los vene­cianos dejaren hacer a César Borgia, ello tenía sus motivos, y uno de los más admisibles nos lo revela el juicio c¡ue expresaron sobre los acontecimientos: "Todo esto es humo de pajas; a la muerte de Alejandro volverán las cosas como esta han." 11

Pero esta vez se engañaron. Sucedió un Papa de apariencia muy contraria a les Borgia, pero que prosiguió sus empresas, aunque en otro sen tido. El Papa Ju! ;o JT (l 5D3:.l5J 3) tU-llO la enorme vcntaja. de encontrar ocasión de poder sa­tisfacer por vías pacificas las ambiciones de su linaje: le proporcionó la heren· cía de Urbino. De este modo, sin ser perturbado por sus familiares, pudo entregarse a su pasión guerrera, conquistadora, innata en él, que las circuns· tancias ele! momento y el sentimiento de su dignidad encendieron violenta· mente; pero fué en provecho de la Iglesia, de la Sede apJst0lica. Otros Papas

' habían tratado de procurar principad0s a sus sobrinos e hijos, pero Julio II con· centró toda su <1mbicíón en el engrandecimiento del EstJdo de la Iglesia. Hay que considerarlo como fundador del mismo.

Comenzó a actuar en medio de la confusión mts extremada. Hablan reg::e­sado todos los que pudie::m escap2r de César: los Orsini y los Cnlonna, los Vitelli y los Baglioni, los Varani, los Malatesta y los Montefeltri; por todas partes surgían los antiguos partidos, que se combatían basta en el Borgo de Roma. Se ha comparado a Julio con el Neptuno virgiliano que emerge con rostro sereno sobre las ondas y aplaca su tumulto.12 Fué lo bastante artero para deshcerse de César Borgia y quedarse con sus castillos, arrogándose el ducado. Supo meter ea cintura a los barones que entorpecían sus proyectos y cuidó muy bien de que no pudieran echar mano de los cardenales en co.lidad de jefes, pues en la ambic!6n de ésto:; podría h;.ber semill~ pa!a las viejas disensiones. Arre· metió sin más contra los que le negaban obedie!1cia_13 Sus artes llegaban al punte de hacer que un Baglio!1e, que se había vuelto ~ ap0der~r de Perugia, se somcriera a los lí1!1 it~s de un:: subo,dínación legal; sin prest~r la menor resis· tencia, Juan Bentivoglio, ya viejo, tuvo que retirar d<:!l magnífico palacio que erioió en Bolonía aquella inscripción de que tanto se había vanagloriado. Dos ci udades que habían sido siempre tan poderosas cnnocieron el poder directo , ¡ ~ la Sede apostólica . ·

Sin embargo, Jt!lio II es taba toclaví;:; lejos de su mt:tJ. La mayor parte de 1 !S costas de' Est~do puutificio se hallaba en p"éler d2 los venecianos. No esta-1 ~ : · .~ i~ ~: --~ : : :"' ~~ ~ ,,. ,.. l .. ,.. :-!·, .. ,.1. ~¡¡ lf;!! = .. ..,,.1,'\ :· l.,, fn· l.,,',l jr· :l' rirl r -l p:1 ('f;¡ :l

11 Prwli C ron :J ca rF \'cnczi:1. !\.1S. Ut.·l rcs!o p !J-.0 !llilll:'l\':1 11 '1, crn , .:.: ndn d1 c qLH .. )•U :l l..lJu isto , ·. ~ : = -.!1" /JO ra f3:.c·,•:J il du c.1 Valcu tinois. s:1 rcbbe f (/co di p. l[~/i ,J, che p . ) dnr:1.

.i:.:: 'i' l''ll:J ~ O lnghi rai:.i :;n Nothif· f:-~ t o rno R:lf.Jdc S:IJ11iO d :J [J; b::: . rk f \:1 . p. 57. 1.1 ~laqu :J\cl O, Principc, cap. XI, no ::s el único en :uh-cr l irl n L11n l1i ( .. en Jm· in<>:, \ 'ita

1': -: -c_i i Cnln mn:w. p. 140, se c¡ncj~1n los nobles rOIII:ln ns. dur.1n' ... pontif iu<!o .de Juli o ll : 1 :. : ·~ : pl'S urhis !J rnijl:JS s o li~o purpurci {;Jkr i IJOH urc pcrtin.JU pon! .. . ·.::: ln·o rc: p:-¡·.:m.

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36 INTRODUCCIÓN

inferiores. Es de comprender que el ataque a estos territorics produjera conmo­CJOn en Europa. ¿Pedía su osadía llegar a tanéo?

Con sus muchos años, ccn el desgaste acarreado por los avatares de su larga vida, por los rigores de la guerra y de la huída, por todos sus excesos, este an· ciano no conocía, sin embargo, el miedo ni la vacilación. A su edad, conservaba la gran cualidad varonil: un valor indomable. No le preocupaban mucho los príncipes de su tiempo porque se sentía superior a todos ellos y esperaba alzarse con la ganancia en el alboroto de una lucha general. Cuidaba siempre de tener dinero, para poder aprovechar el momento favorable con teda su fuer­za. Como dijo un veneciano acertadamente, quería ser amo y señor en el juego del mundo.14 Con impaciencia esperó el cumplimiento de sus deseos, pero mantuvo la mayor cautela. Si se busca la clave de su conducta, se encuentra que sentía la necesidad de proclamar su propósito, de prohijar! o ,y gloriarse de él. El restablecimiento del Estado de la Iglesia se consideraba por entonces como una empresa famosa y hasta religiosa. Todos los pasos de! Papa se encaminab1n a esta meta y tedas sus pensamientos estaban animados de esta idea y templa­dos por ella. Acudió a las combinaciones más atrevidas, poniendo en ello toda su voluntad y presentándose hasta en el campo de batalla; en Mirandola, con­quistada por él, .::ntró por la brecha a través U.e las heladas trincheras y, como no había desgraciJ qt!e le arredrara, sino que, por el contrario, p~recía clarle nuevas fuerzas, consiguió lo que quería: no sólo arréató sus territorios a los venecianos, sino 'lue en la lacha necesaria conquistó Parma, Plasencia y Reg­gio, fundando un poder como nunca había poseído Papa alguno. 'La hermosa región desde Plas~"ncia hasta Terrafina le rendía pleno acatamiento. Quiso ap'lrecer siempre como un libertador y así trató a sus súbditos con bondad !y prudencia, granjeándose su simpatía y sumisión. No sin temor 'C<lntemplaba el mund:> tanta poblaciÓTl, militarmente dispuesta, obediente al Papa. "Antes, dice Maquiavclo, ningún barón había, por modesto que fuera, que no despre­ciara el poderío papal; ahora hasta el rey de Francia lo respeta." 1

2) 0ecularizaci6n de la Iglesia

Es natural que toda la organización eclesiástica tuviera su parte, colaborara y se dejara arrebatar en la nueva dirección emprendida por los Papas.

No sólo la dignidad suprema sino también las demás fuer'm consideradas cerno patrimonios secu lares. El Papa nombraba cardenales a su antojo, ya para agr2dar a un príncipe y~ -cosa no 1ara-- por dinero. En estas circ;.mstancias no e~a de esperar que estuviera a la altura de su misión espiritual. Sixto IV otorgó a uno de sus sobrinos uno de los ca rgos princip3les : la peniten7iaria, a ia .¡ue mcumbw tP1a gran parte oe la concesión de dispensas. t\mplió sus facul-

H So1um.1r io de la rcbtion di Domcnigo Trivix :t n. \tS. 11 p:1p:1 ,·oJ csscr iJ dominus cr maistrn del joc ho del mundo. 'I'ambién existe una scguuda rclaci0n i.: .... Polo Capello, del ano 1510, el-: la cu:1\ hem os rcprod 11 cido aquí algunas 110 ti cias. Fr:lll ccseo Ycttori , Sommario dcli' istori.a cf'l~J/ i :1 , d ice de él : Jul io pil! fortnnato da.: prudent e , e piú animoso che fortc, ma ambitioso e c :~ si dcro.o;¡ ) di gr:mdezza olt r:t a mudo.

LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 37

tadcs y las reforzó con una bula csp-::cia!, declara~do que cualquiera qu~ dudar: de la legi timidad de tales disposiciones perteneCla al grupo de les remtente~ hijos del ma!Y• El resultado fué que su svbrino consideró el cargo como un e­ndicio cuyos ingresos trató de aumentar en lo posible.

Por esta época, los obispados se otorgaban por todas. parte.s, co~ una gr~n intervención de las autoridades civiles, tomando en consideracwn mt~reses e familia 0 la voluntad de la corte, y distribuyéndolos en concepto de smeeuras. La curia roman a trataba J. e sacar el mayor provecho p_osible de teda clase . ~le nombramientos. Alejandro recibió annatas dobles y estipulaba dos o tres·¡~~~;::~­mos, lo que repr~scntaba algo parecido a una venta. Las tasas de. ~-~ canc1 ena . ' de día en día· su cúmulo provocó protestas, pero la revisiOn se en:o-crecian ' J h b' f" a lD fl ~Jquier mendaba generalmente a les-mismos qu·e- as - ·a 1an IJa · o.- -··~f- @tl, certificado expedido por la dataría habia que entregar una determmada sum?. Los altercados entre Jos príncipes y la curi:: no se referían, por lo genera.\, mas

a estas cuestiones de dinero. La curia trataba de sacarles el mayor JUgo y ~e 1 . en cada país procuraba defenderse de a meJor manera. . , .,

Fatalmente este carácter dominó todos los grados de la ¡erarqma. Se so~Ia renunciar al obispado pero reteniendo la mayor parte, por lo menos, de los m-

, a veces b colación de los párracos diocesanos. Se burlaba b lPy que oresos y, • ' d 1 d · ad'e "'ruhibía que el hijo de un clérigo recibiera el cargo c. pa re ,m que n I ~udiera disponer de aquél por testamento. Como ~ualq~1era podia llega; a ~er coadjutor si no ponía reparo en la siím::, se prcdu¡o de ne(;ho una efectiva e-

1enc!a de este cargo. l . d 1 f · Es natural que con este sistema padeciera el cmnp imiento e .as uncw~e~

, · 't alPs Me atenoo en esta breve descripción a las observaciOnes hec 1as ~!Ir~r~Jad~S bien inte~cionados de la curia romana. "¡Qu.é espectáculo p~ra rn ~ristiano que se pasee por el mundo cristiano: desolac1ón de la Iglc:.Ia;

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•Jastores han abandonado a sus rebaños y los han en~egado a, mercena.IOs .. d ' En tc.¿a:; -:.:mes e.:aa les incapaces, las gentes sm v?c~ciOn.', no ~o~~ti. as

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. Hl r ho cl c~ ¡)\' (s de su 'HI ) :r:l ('Hl l\, q u L, ~ u L: ,e t! ,lh.l t' ll 1:1 :'l<lrnini!:llracu)n . 1'. '\ IC uC'C lllllUl (1, .~u n 11 · . ' 1

J .. Rn:l::l (. 1\ b s colecc iones de docun H.: nt ns 11 1 111\: ~ c rltos de l.r U\fl.l.

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·11

tada por '· 1, ·ntní po1· I:L hr!:dl:L :L trav{s d ·las lw i:Jd :ts t1inth T:l . y, como no habh desgracia que le arn.:drara, sino que, por el conlrano, parecía darle nuevas fuerzas, consiguió lo que quería: no sólo arrebató sus territorios a los venecianos, sino que en la lucha necesaria conquistó Parma, Plasencia y Reggio, fundando un poder como nunca había po­seído Papa alguno. La hermosa región desde Plasencia hasta Tena­fina le rendía pleno acatamiento. Quiso aparecer siempre como un libertador y así trató a sus súbditos con bondad y prudencia, granjeán­dose su simpatía y sumisión. No sin temor contemplaba el mundo tanta población, militarmente dispuesta, obediente al Papa. "Antes, di¿e Maquiavelo, ningún barón había, por modesto que fuera, que no despreciara el poderío papal; ahora hasta el rey de Francia lo respeta)'.

S eculariz.ación de la 1 glesia

Es natural que toda la organización eclesiástica tuviera su parte, colaborara y se dejara arrebatar en la nueva dirección emprendida por los Papas.·

No sólo la dignidad suprema sino también las demás fueron con­sideradas como patrimonios seculares. El Papa nombraba cardenales a su antojo, ya para agradar a un príncipe ya -cosa no rara- por dinero. En estas circunstancias no era de esperar que estuvieran a la altura de su misión espiritual. Sixto IV otorgó a uno de sus sobrinos uno de los cargos principales: la penitenz.iaria, a la que incumbía una gran parte de la concesión de dispensas. Amplió sus facultades y las reforzó con una bula especial, declarando que cualquiera que dudara de la legitimi­dad de tales disposiciones pertenecía al grupo de los renitentes e hijos del maJ.lr. El result-ado fué que su sobrino consideró el cargo como un beneficio cuyos ing resos trató de aumentar en lo posible.

Por esta época, los obispados se otorgaban por todas partes con una gran intervención de las autoridades civiles, tomando en conside­ración intereses de familia o la voluntad de la torte, y distribuyéndolos en concepto de sinecuras. La curia romana trataba de sacar el mayor provecho posible de toda clase de nombramientos. Alejandro recibió annatas dobles y estipulaba dos o tres diezmos, lo que representaba algo parecido a una venta. Las tasas de la cancillería crecían de día en día· su cúmulo provocó protestas, pero la revisión se encomendaba ' ..

1r. Bula del 9 de m ayo de 1484-. Quoniam nonnulli iniquitatis filii, elationis et pertinaciae . wac sjJirit·u assttmpto, potestatem m.ajoris poenitentiarii nostri -in dubittm revocare- praesmnttnt, - drcl't 110s adver;'us tales adhibere reme1ia, etc. B ellarinm Romanum) ... ed. _Cocquelines, In, p. 187.

l',· "' l ,dlllilll t· :1 lo:-1 rni sntos <¡ll (.! la~ lt :thí:tn rijado. 111 l'or tll:tlc¡uit·r t'l'l' f JI 11 ,ldtt ¡ · JH'dldtl por la r/CI/tlt'itt había que t:lllre ':LI" lll1 lt d<.:lt:l' llliii :Ld:t '·"'"" l ,t .... di t'lt':l dm: 'lltr · los príncipes y Ja ·curia no se rdc:.:rí:Ln, por ltt 'l' ll l' l .d, 111 .'1•, q1t<· :1 vstas cuestiones de dinero. La curia trataba de

11 11 l1 1 1 II I. I VII I Í II J'. '' 1' 11 mth paí procuraba defenderse de la m jor 111 lllt 1 1,

l• 11 il111 1 "' ' t' le· 1 :¡r(tc(t:r- dominó todos los grados de la jerarquía. "'' 1 11 111111: i 1 ,ti !lhisp:Ldo pero reteniendo la mayor parte, por lo

111 " 11 , tlt 11 t' '"L111"111:: y, a veces, la colación de los párrocos diocesanos.

' '"' 1 ,¡, 1 l.1 le• IJIIl' prohibía que el hijo de un clérigo recibiera el 1 11 1

' t1 1 1 l'.!diC• 11i IJII • nadie pudiera disponer de aquél por testamen-11• ' " '' 111 tll.t lq11ivra podía llegar a ser coadjutor si no ponía reparo

11 ¡, ·11111 .1, ~·t· produjo de hecho una efectiva herencia de este cargo. 11

,' ll :lllli ':d que con este sistema padeciera el cumplimiento de las llllltllllll '' • t'.: piritualcs. Me atengo en esta breve descripción· a las obser­\ .11 11 1111 "1 hl'c h:Ls por prelados bien intencionados de la curia romana. "1 1 >t~t'· ¡·spcn(Lculo para un cristiano que se pasee por el mundo cristia11o: de •t .1 .ll·it'lJi ele la Iglesia; los pastores han abandonado a sus rebaños y ¡,, l1 :111 L' lltrcgado a mercenarios!".17

11:11 todas .Partes eran los incapaces, las gentes sin vocación, no some-1 ¡tl,1•1 il pn1 <.:ha alguna, las que escalaban los puestos de la administración 1 1 !1 i.'1 1 ir:t. -omo los titulares de los beneficios no pensaban sino en 1 111 ""': :11 los gc~tores más baratos, pudieron disponer de candidatos entre ' "'· .'' :11 k s ntell~tcantes. Con el título desacostumbrado de sufragáneos los 111\ll'l'on los ol:nspados y con el título de vicarios las parroquias.

) ::L d.e por .sí las órdenes. mendicantes gozaban de privilegios ex­ll . tllrd~ttanos. S1xto IV, franc1scano, los aumentó de buen o-rado. Les 1111't'Wl on cdidas licencias para confesar, dar la comunión ; los óleos ' t'llfi' IT:tr en los conventos con el hábito de la orden. Licencias éstas

'Jill ' :t¡Hir(ah:tn prestigio y provecho, y los desobedientes es decir los Jltll 1 ~ H 1 1<1 1 lll · pudieran molestar a las órdenes por la cues;iÓn de la; he-1 '111 1:1s, fut'ron amenazados con la pérdida de sus cargos.18

111 ll ' f"""'ltioll l'.l tnnce!laria; apostolicae. Smi Dni Nri Pault' lll 1540 MS d 1 B'bl' t , · · · · , · · . e a 1 10 eca

llo~ol,,.,ilol 1' 11 Ro111:~, 1.1: 2275 . Enumera todos los abusos introducidos desd,e Sixto y Alej andro. 1 •• t¡111 ·!·'" .d t• _Jn nac10n a lemana se refieren, especialmente, a estos "nuevos hallazgos" y car os ol1 l1 ( 11111 tll n 1:1 romana. § 14, § 38. g

1 ( ( 'tnllll i fllll rltr/eclormn ca1·din-alium et ali~rum praelatorunz_ de emendanda ¡ · S

/1 ¡• 1 1// . · ¿ . ecc esza. m o. ,,. ,w " tjun ¡tt Jcnte cons~riptum anno zs38, que fué publicado ya entonces con frecuenCia, y

11111

' IIIIJIOOI I II III I' P~ll·~¡uc ~:nm1c1a el mal de un modo riguroso e indudable en la medida en que 11 ol ,¡,' 1 " In 11111111 III Nlracwn. Este documento aun mucho después de s bJ' · ' d-1 11111 ' 111 l• • i n h 1 ~\ ion(' 8 de documentos manusc;itos de la curia. u pu tcacion, que o en

IN 1mtd, .,,,., f1 JrlliiÍtUJ ct privilegia frattunz minorum conventualium ordt'nis S F · .. • rancr.sct-, quae

/ •ft "' filo/ '1111111 11/WCttP,antrw, 3 I de agosto de '474· Bullm·ium Rom., III, 3

, 139, A los

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IN ' l 'ROIJ ' ' IÓN

Como J legaron a gobernar los obispados y hasta las parroquias, se omprende la enorme influencia de que disponían. Todos los altos car­

gos y dignidades, el disfrute de sus rentas, estaban en manos de las grandes familias y de sus partidarios, de, los favoritos de la corte y de la curia, pero la gestión efectiva corría a cargo de los mendicantes. Los Papas les protegieron en esta tarea. Fueron ellos los que manejaron el asunto de las indulgencias, que tal empuje recibió en esta época; fué Alejandro VI quien declaró oficialmente que las indulgencias libraban del fuego del infierno. Pero también las órdenes se habían mundani­zado. Apenas se puede imaginar la intriga dentro de ellas para alcan­zar los altos cargos. ¡Qué celo, en época de elecciones, para deshacerse de los contrarios! Cada cual procuraba ser enviado como predicador o como vicario y a ~ste propósito no se escatimaba el puñal ni la espada y tampoco d veneno en ocasiones.19 Por otra parte, se traficaba con las gracias espirituales. Alquilados por poco dinero, los mendicantes se ha­llaban al avío de lo que saliera.

"¡Ay, exclama un prelado, quién me hace llorar! También los firmes han caído y la viña del Señor está devastada. Si sólo ellos se hubieran hundido sería un mal, pero soportable; mas como atraviesan toda la cristiandad como las venas al cuerpo, su hundimiento traerá la ruina del mundo".

Dirección espiritual

Si pudiéramos abrir los libros de la historia tal como ha tenido lugar, y si el pasado pudiera hablarnos como la naturaleza, ¡cuántas veces percibiríamos en estas decadencias que tanto lamentamos la nueva semilla escondida, y veríamos surgir la vida de la muerte!

Si lamentamos esta mundanidad de las cops religiosas, esta co­rrupción de la organización eclesiástica, también tenemos que pensar que difícilmente el espíritu humano hubiera podido emprender sin este desorden una de esas direcciones gloriosas que le son peculiares.

Por muy llenas , de sentido, ricas y profundas que sean las creacio­nes de la Edad Media, no podemos negar que encontramos en su base una concepción del mundo fantástica y alejada de la realidad de las cosas. Si la Iglesia se hubiera sostenido en su fuerza íntegra también

dominicos se les otorgó una bula parecida. Durante el- concilio de Letrán del año 1512 se habló mucho de este mar e magnuin: pero es más fácil -o al menos lo era en aquell a época- otorgar privilegios que suprimi rl os.

10 En una importante información de Caraffa a Clemente, que aparece en la Vita ·di Paolo IV tan sólo de un modo incompleto y deformado, se dice sobre los conventos: Si viene ad homicidi uo11 solo col vcucno, ""' apcrtnmentc col coltello e con la spada, per non dire con scMopetti.

LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 47

hubiera mantenido aquel sentir. Pero su postración dió lugar a la liber­tad de .l o espíritus, que iban a orientar los acontecimientos en una dirección completamente nueva.

1<:1 hori ·;,ont · qtH.: durante aquellos siglos medios encerró sin sa­lida :t loH n;píritus lT:t <tngosto y limitado y sólo el conocimiento reno­v:lll" dt· In /\ntiglkdad hizo posible su ruptura, para que apareciera 1111 ,1 IH ' I '~ JH ' ltiv : t lll:'ts ancha; alta y profunda.

N11 t 't. quv los iglos medios no hayan conocido la Antigüedad. 1. 1 .t v ld l'/ ltlll qu~.: los árabes, a los que el Occidente debe importantes IJllll t.11 ioll l.'S •n d campo científico, reunían y asimilaban las obras de h . ,1 11t ig uos no tiene mucho que envidiar al fervor de los italianos del •n¡ •, ltl X V y c

1

l caJif~ Al Mamun bien se puede comparar con Cósimo Mé­dit is. l;c ro notemos la diferencia que, a mi parecer, es decisiva aunque pa:·t"/,CL pequeña. Los árabes solían traducir y a menudo destruían los tll·ig inalcs y, como mezclaban en las traducciones sus propias ide~s, ocu­ITi(> que Aristóteles, por ejemplo, fué teosofizado, que la · astronomía •,t· convirtió en astrología, que · ésta se aplicó a la medicina. De este r11odo, contribuyeron no poco a la formación de aquella fantástica visión t k 1 mundo de que hemos hablado. Los italianos, por el contrario, leye­r 011 y aprendieron .. De los romanos pasaron a los griegos y la imprenta p:t>p:tgó los originales por el mundo en ejemplares innumerables. El !\ r i ~ tc>tt.:lcs auténtico desplazó al arabizado y de los textos no corrom­pidl>S de los antiguos se aprendieron las ciencias, la geografía de Ptolo­IIH't>, la botánica de Dioscórides, la medicina de Galeno e Hipócrates. 1 'ro11to se disiparon las fantasías que hasta entonces habían poblado el llllln lo.

J<: xageraríamos si dijéramos que en este tiempo existía un espíritu 1 it·lll ífim independiente y que se descubrieron grandes verdades y se 1 r1 ·: rrt 111 grandes pensamientos. Se trataba de comprender a los antiguos

1111 t ' lll' II S:tba en superarlos; su influjo no se debió tanto a la herencia d1· •, u 111 ( i vidad científica cuanto a "la imitación.

t•:n t'Hia imitación reside uno de los factores más importantes en el cksarro ll t> d ~,; aquc.lla época.

S · w111 p ·t í:t con los antiguos en la bella expresión. El Papa .1 ,(.'(¡ 11 X fu(: uno de los grandes fomentadores de esta tendencia. Leía a su sl:qu ito la bien escrita introducción a la Historia de Jovio, pensando qu · nrtda semejante se había escrito después de Tito Livio. Si recor­d:unos qu~ favoreció a improvisadores latinos, podremos imaginar có-1110 le :trrt.:bataría el talento de un Vida, que era capaz de describir el ju~·go de ;tjedrcz en sonoros hexámetros latinos. Mandó llamar de

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INTRODUCCIÓN

Port;tgal un matemático que dictaba sus lecciones en elegante latín y quen~ que se enseñ.ara _en esa lengua la jurisprudencia y la teología, lo mtsmo que la htstona eclesiástica.

Pero no era posible permanecer en este estadio. Por mucho que se tra~ara .de imitar la dicción de los antiguos, no por eso se abarcaba todo el ambtto del espíritu. Había algo de insuficiente, y muchos se daban cuenta de ello. Así se vino en la idea de imitar a los antiguos en la lengua materna, considerándose con respecto a ellos como los romanos con los griegos. No se. quiso competir ahora en detalles, sino en todo el vasto campo de la hteratura y se puso manos a la obra con osadía juvenil.

Por fortuna, el lenguaje llegaba a tomar por entonces bastante cuerpo. Los méritos de Bembo no residen sólo en su latín estilizado ni en sus muestras de poesía italiana, sino en sus esfuerzos coronados por el éxito, de prestar .. a la lengua materna corrección y ;restancia y de someterla a reglas ftJaS. Esto es lo que en él celebra Ariosto: era el momen~o oportuno y sus ensayos sirvieron de ejemplo de su doctrina.

Constderemos ahora el grupo de los que recibieron este material prepr~rado con tan sabi~ . i~1itación de los antiguos y que había lograd~ un~ mcomparable flextbthdad y elegancia, y podremos observar lo si­gutente.

No se daban por contentos con una imitación demasiado estre­cha. Ningún efecto producían tragedias como la Rosmunda de Rucellai que había sido escrita según el modelo de los antiguos, aÍ decir de lo; editores, ni. p~e~ías di~~cticas ~on:~ las Abejas, del mismo autor, que desde un pnnctp!O remttlan a Vtrgrlw y se servían de él de mil maneras. La comedia se mueve ya con más desembarazo, pues tenía que vestirse con los colores y los caracteres de la actualidad por la naturaleza del asunto. .Sin embargo, c~~i sie~pre ~e servía de base una fábula antigua o una. pteza de Pla~to, y m escntores tan dotados como Babbiena y Maqmavelo har: podtdo lograr para sus comedias el reconocimiento ple­no de la postendad. En obras de otro-género tropezamos a veces con cierta contradicción en sus partes constitutivas. Así, produce extraño

20 M M' . h ' ~reo Into, entre ot~·as mue as cosas Interesantes, cuenta a su señor una de las primer.as represe~tacwnes de una comed!~ en Roma. E~cribe, _el 13 de marzo de 1519: Finita dita festa [se refiere al Carnaval] se ando ad una comedza, che fece , el reverendmo. Ciho, dove e stato bellis­sima cosa lo a~par~to tanto superbo che non s! potria dire. La comedia fu questa, che fu fenta una Ferrar_a e tn dtta sala fu Jata Fenara prectso come la e. Dicono che Monsignor Revmo. Gibo venendo. pe_r Ferrara e volendo una. comedia. li fu data que:ta comedia. E sta tratta parte d• li Suppos:tt dt Plauto e dal Eunucho dt T_eren.to molto bellísima. Se trata sin duda de los Suppositi de Anosto, pero, .como v_emos, no menciOna el nombre del autor, ni el título de la obra, sino tan só lo la procedencia de esta.

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e~cto en. la Arcadia, de Sannazzar.o, la prosa prolija y latinizante junto a-l~ senc1llez, intimidad y musicalidad del verso.

' N o hay que extrañar que el propósito no se lograra pOr completo a pesar _de todo el empeño. Se ofreció un gran ejemplo y se llevó a cabo un mtento de una fecundidad sin límites, pero el elemento moderno no :>e d c~a..: rwo lvía con completa libertad dentro de las formas clásicas. 1~: 1 l':-ipÍ r:itu l' u6 dominado por una regla_extrínseca y no por el canon de ~ill pl '() jll:t naturaleza.

1 'l.: ro ¿era posible el logro a base de imitación? Existe el efecto del lll( >~k: l o, de las grandes obras, pero es uri efecto del espíritu sobre el tspll'ltu, y hoy estamos todos de acuerdo en que la forma bella debe educar, formar, despertar, pero nunca sofocar.

La obra sorprendente había de venir cuando un genio partícipe en los esfuerzos de la época tanteara una obra en que la materia y la forma se apartaran de la Antigüedad y en la que se diera cámpo libre a la fuerza interna.

La épica está en este caso y a ello debe su originalidad. Como ma­teria, se disponía de una fábula cristiana de contenido espiritual heroi­co. Los caracteres más nobles se presentaban con trazos grandes y fuer­tes y se dispolJ.Ía de situaciones, aunque no fueran muy desarrolladas . . También existía la forma poética surgida inmediatamente en el habla ~opular. A ·todo se añadió la tendencia de la época a apoyarse en la An­ttgü~dad y el efecto fué conformador, humanizador. ¡Cuán diferente el Rmaldo de Boyardo, noble, modesto y lleno de una alegre actividad del hijo de Haymon de la vieja leyenda! Lo fabuloso y gigantesco s~ había transformado en algo comprensible, gracioso, atractivo. También las viejas leyendas sin afeite poseen atractivo en su sencillez, pero ¡cuán otro el placer de sentirse arrebatado por la música de las stanzas de /\riosto Y-caminar de aventura en aventura conducido por un espíritu se reno! Lo feo y lo deforme se ha transformado en algo con perfil l'onna y música.21

'

.Pocas épocas suelen estar preparadas para la recepción de la pura belleza ck. la forma y sólo unos cuantos períodos afortunados poseen e~t~ don s111gular. Tal el período que corre desde fines del xv a prin­ctpws del xvr. N o me sería posible describir ni a grandes rasgos aquel cúmulo de hazañas artísticas. Me atrevería a sostener que lo más bello que la época moderna nos ha traído en arquitectura, escultura y pin­tura pertenece a ese bréve período. Su tendencia no es el razonamiento,

!J I 1 le ti·ntado de , desa rrollar esto en mi trabajo "Zur Geschichte der italienischen ( Ah!uwdlllll![<'ll " ''' K. Alwt!rmÍII dcr W isscmchaften, Berlín, 1835 ··

Poesie,

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~() 1 N'l'li.OI>U ' 'lÓN

h iiH ! l:t pr(tct'ica y el ej ercicio. La fortaleza que erige el príncipe, / las notas l1l<trg inalcs del filólogo tienen algo de común. Debajo de t,6das h s creaciones de esta épo<:::a encontramos el mismo fundamento bello y sólido.

No hay que olvidar que cuando el arte y la poesía trabajan con asuntos religiosos no dejan de influir en el contenido. La epopeya que actualiza una leyenda sagrada tiene que elaborarla de algún modo. Arios­to se vió obligado a despojar a sus fábulas del t'l'asfondo que les acom-pañaba en la leyenda. .

En otros tiempos la religión tomaba tanta parte como el arte mis­mo en las obras de los pintores y los escritores. Pero desde el momento en que el arte sintió el hálito de la Antigüedad se desligó de las ata­duras de las representaciones religiosas. Podemos darnos cuenta de este fenómeno siguiendo a Rafael año por año. Si sé quiere, se puede repro­char esto, pero parece que era necesario el elemento profano para que el desarrollo iniciado alcanzara su esplendor.

¿Y no es significativo que un Papa se decidiera a derruir la vieja basílica de San Pedro, metrópoli del orbe cristiano, cada una de cuyas piedras estaba s;mtificada y en la que los siglos habían ido acumulando los monumentos venerables, para levantar en su lugar un templo al estilo de la Antigüedad? El propósito era puramente artístico. Las dos facciones en que se dividía por entonces el mundo artístico, tan pre­dispuesto a la disensión, se pusieron de acuerdo para convencer . a J u­lio II d'e que acometiera la empresa. Miguel Angel desea un digno emplazamiento par a el sepulcro del Papa que ha proyectado magnífi­camente, de manera grandiosa, como el Moisés que acaba de cincelar. Bramante todavía urge más. Quería realizar su atrevido pensamiento de erigir una imitación del Panteón montado sobre columnas colosales. Muchos cardenales se opusieron y hasta parece que la oposición era bas­tante general, pues todo templo antiguo es centro donde convergen muchos sentimientos personales, y, en grado extremo, éste era el caso en el santuario supremo de la cristiandad.22 Pero Julio II no estaba acostumbrado a tomar en cuenta ol)jeciones; sin más contemplaciones, mandó derribar la mitad de la vieja iglesia y él mismo colocó la pri­mera piedra de la nueva ..

22 De la obra no publicada dé PANVINius, De rebus antiquis memorabilibus' et de praestantia lut.tiliCilo S. Pet·ri Apostolomm Principis, etc., cita FEA en Notizie intorno Rafaele, p. 41, el si­guiente pnsaje: Qua in re [en cuanto a la nueva construcción] advi}!'sos pene habuit cunctorum tJrdinum /JrJI)IÍ-11-CS et p·raese1·tim cardinales, non quod novam non cuperent hasilicam magnificentis­,f/mn/11 r.tlrui, srd qnia antiqumn toto terrarum orbe venerabilem, tot sanctorum sepulcris augustissi­ti/UII/1 tol rrlrht'rrimis itt. ca gcstis insignmn fundittts deleri ingemiscant.

LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI

De este modo se yerguen en el centro del culto cristiano las mls­mas formas en que se había expresado tan adecuadamente el espíritu del culto antiguo. Sobre la sangre de los mártires, en San Pietro de Montorio, construyó Bramante una capilla con todo el estilo sereno y aJado de un períptero.

J':st<t l'l)ltt·rad i · ·ión se manifiesta en toda la vida. Se iba al Vaticano no t:Lillo par:t r ·zar en .el santuario del Apóstol, como para visitar en l'l p:tl :1cio d<.:l Papa las grandes obras del arte antiguo, el Apolo de lklvnll're, e l Laoconte.

T :ullhi6n por entonces se le propuso al Papa provocar una guerra l'O 11 ( ra 1 os infieles, según nos cuenta en un prólogo N avagero; 23 pero IH> piensa en el interés cristiano de rescatar el Santo Sepulcro, sino que espera que el Papa podrá encontrar los manuscritos griegos, y acaso los romanos, que se perdieron.

León X vive en medio de toda esta plenitud de esfuerzos y crea­ciones, de espíritu y de arte, gozando en el esplendor mundano de las dignidades eclesiásticas. Se le ha querido disputar el honor de que su nombre presida la época y es posible que sus méritos no alcancen a tanto . Pero lo cierto es que fué él quien tuvo más éxito. Creció en medio de los elementos que constituían aquel mundo y su espíritu es­t<lba dotado de libertad y sensibilidad bastantes para fomentar su flore­cimiento y gozarlo. Si se complacía tanto en los trabajos latinos de los imitadores directos, menos podría dejar de participar en las obras inde­pendientes de sus coetáneos. En presencia suya se representaron la primera tragedia y las primeras comedias en idioma italiano, a pesar de las resistencias provocadas por la escabrosidad de los asuntos, proce­dentes de Planto. Apenas hubo una que no fuese el primero en verla. i\ riosto era un conocido de la juventud; Maquiavelo ha escrito expre­s: tll1 ·nte para él más de una vez; Rafael cubrió sus habitaciones, gale-1 Í¡¡ ¡; y ·:tp ill as con los ideales de la belleza humana y de una existencia vxquisit:t. Sentía pasión por la música, que por entonces era cultivada co11 fL: ¡·vo¡· en Italia, y todos los días resonaban las paredes del palacio de ecos mu~ i calc~. E l Papa acompañaba en voz baja las melodías. Qui­zá todo esto no sea más que una especie de voluptuosidad espiritual, en todo caso la única d igna del hombre. Por otra parte, León X era un hombre bondadoso y de simpatía personal; jamás -y para ello se valía de las expresiones más indulgentes- negaba algo, aunque era imposible concederlo todo. "Es un buen hombre, muy generoso y de buen na­tu r::d, dice de él uno de· esos embajadóres perspicaces; si no le empu-

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j:11 :111 ~ : u s fa111i li :trc..:s, cv itaría l a~ cquivoctcioncs ". ~~ "l•:s un hombre doc­to, di ce.: otro, amigo de los doctos, y también religioso aunque le gusta vivir" .:.:r. Es verdad que no sierrwre mantuvo el decoro papal. E n oca­siones abandonaba Roma, con pesar del maestro de ceremonias, no sólo -in las vestiduras, "sino, lo que es peor, calzando botas", como anota ese maestro en su diario. Pasaba el otoño en diversiones rústicas: la cetrería en Viterbo, la caza del ciervo en Corneto; en el lago de Bol­sena se entregaba al entretenimiento de la pesca; luego pasaba una tem­porada en Mallana, que era su residencia favorita. Le acompañaban para animar la compañía talentos fáciles e improvisadores. A la entrada del invienÍ.o volvía a la ciudad. Esta crecía por entonces y en pocos años la población había aumentado en un tercio. El artesanado sacaba su provecho, el artista su gloria y cada quien su seguridad . . Nunca ' la corte estuvo más animada, mis agradable y espiritual. Ninguna suma era bastante grande para las fiestas religiosas o mundanas, para los jue­gos y el teatro, para regalos y donaciones: no se reparaba en gastos .. Se recibió con alegría la noticia de que Juliano de Médicis y su joven esposa iba~ a residir en Roma. " Alabado sea Dios, le escribió el carde­nal Bibbiena, porque aquí no nos falta más que una corte de damas".

Hay que condenar los vicios de Alejandro VI, pero no hay reparo que oponer a la vida cortesana de L eón X . Sin embargo, no se puede negar que no estaba muy a tono co n las exigencias de un jefe d,e la Iglesia.

La vida fácilmente encubre Jas contradicciones, pero al reflexionar y fijar la mirada sosegada sobre ellas, no tenían más remedio que des­tacarse.

N o se podía hablar en estas circunstancias de un sentido y de una convicción netamente cristianos. Más bien se produjo un ánimo con­trario.

Las escuelas filosóficas comenzaron a disputar sobre si el alma racional, inmaterial e inmortal, era la misma en todos los hombres, o si no sería también mortal. Esto último afirmaba el más famoso filó­sofo de entonces, Pietro Pomponazzo. Se comparaba a sí mismo con Prometeo, cuyo corazón devoró el buitre por haber robado el fuego a Júpiter. Pero con todos sus dolorosos esfuerzos, con toda su agudeza, no llegó a otro resultado que a afirmar: "Cuando el legislador declara que el alma es inmortal lo hace sin preocuparse mucho de la verdad".26

2·1 ZoRzJ, Per il papa, non voria ni guerra ni fatich.e, ma questi soi lo intriga. 2G Marco MJNJO, Relazione. E docto e amador di docti, hen religioso, ma vol viver. Le llama

ho1ut jJcrso1ta . :lO P omponazzo abriga sobre el particular serias dudas, lo cual se puede deducir, entre otras

1, II:I.I •S I A A l ll l'vliE N '/ ,(l 111 •, 1, 1! , 1.11 X'\1 1

Nt> hay qu e pcns:tr que este sentir f uera exclusivo de.: pocos o se ll\:tnt uvina ·n s ·cret·o. J•:rasmo se asombra de la cantidad de blasfemias qu ¡; oye ; cnt n.: otras <"osas ~~ · k quiso demostrar, apoyándose en Pli­nio, qtl t; 11 0 ha7 ning tlll;l dif Tcnci•t entre el alma de los hombres y la de los :11ti111 :1 b :."'

Mit· ntr:l c·l ptt vl1l o c: tía en una superstición casi pagana, que bus­t :t hn l.t •,¡ ti v: 11 i 1, 11 ·n 1 os actos del culto, las clases superiores se orien­t,d,;cJI ¡tt ll t·l v:tlttino de la incredulidad.

C ;, ,1 11d v fu¿· ·1 :Lsombro de L utero cuando llegó a Italia. Una vez "' .1 l ,.t d:t l:t 111 is: t los sacerdotes proferían blasfemi2.s que eran su mayor lll 'l',: t( 1()11.

I•:ra de buen tono en la ·alta sociedad discutir los fundamentos tlt.:l cri stianismo. No se pasaba por un hombre distinguido, dice el padre J\ 11t oni o Bandino,28 si: no se tenían opiniones absurdas sobre el cristia­lti srn o. E n la corte se hablaba todavía en broma de los principios de la Jg.lesia católica y de los pasajes de la Sagrada Escrituq., pero se sentía menosprecio por los misterios.

Se ve cómo todo está condicionado y cómo una cosa trae otra: las pretensiones eclesiásticas de los príncipes, las seculares de los P apas; h decadencia de la institución eclesiástica, el desenvolvimiento de una nu c.:va dirección espiritual. Hasta que, por último, se halla minado en l:t opinión pública el fundamento mismo de la fe.

La oposición en Alemania

I•,s muy notable la posición que Alemania adopta en este desarrollo ¡·· pi ritu al. Tomó parte en él pero desviándose.

Mientras en Italia había poetas como Boccaccio y Petrarca que ltl lll ' lt 1: lron el estudio de las humanidades y animaron a la nación en t •. tc• •,t'Jl1id o, en Alemania el movimierito , surgió de una hermandad r '• ! 'J I it tt :tl : los Jerónimos de la vida en común, hermandad unida en el (J ,th,tjl, y t• l r¡;tiro. Uno de sus miembros era el profundo místico T o-

111 d tl 1 d1• H it ¡•x ft.!,fo de cartas papales de Contelori. Petrus de M antua -se dice en él- asseruit t¡ nnd ""/"' '' ¡ 1 t! ( rut ¡~/il· rrnmd1t11t propria philosopltiae et mentem Aristotelis sit sett videatur 1nortalis,

1 011 t 111 dt'lr'UIIIIIt tlt'rnu· m ron cilii L ateranensis : papa mandat ut dictus Petrus revocet: alias contra f/HIW I f l ¡t}f' f ' r/ t t /f/1, 1 \ .J 1111i i '1518.

'1 Bl!rt rc;N\' 1 f ~ ,· /Jt ' ll dts Ernsm,us, 1, 139· Citaré aqu í todav ía de Pablo CANENSIUS, V:ita Patt-

11 11 , /un ll i ¡: u il'r ll l'n fr· o~ n t· A : Pru i qrt oqtte diligentia e 1nedio romanae cttria.e nefanda·m n onnttllormn j m ·1•1w m ,\·t •c' l rflll sct· ! r slrlllfr¡flc ' o¡,ini011-em sttbstulit, qu i dep·ravatis 1noribus asserebant nostram fidem

111 t !J oJo.\. /lll fHJii ns r¡ nihusdam snnclont11t astutiis qua·m. veris rerunt testim oniis subsistere . En el pnr ' JI\ ,1 / •,'/ 'l'titm/n dr Cnrlouutgno, de Ludovici, se advierte un materiali sn1o m uy desa rrollado, 1 ntq 11 \'1'1 1\0tl por l:w cita s de Daru en el tomo 40 de la H istoire de V enise.

" 11 1111 ( ' A HAI'< '•I11 . 101 Vil a [M S] de Patdo IV. In qttel lem po n on pMeva /os se galantttomo e 1 1w 1 ¡¡¡fr~i,nw 1 (J I II i r/Jt' d r· 'd ogJJii de lla c/; iesa 1't011- aveva qunlche opinion en·onea ed /t.eretz:ca.

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rn(ts <.k J\.t:mpis, y en su escuela se formaron todos los hombres que, atraídos a Italia por la luz de la literatura clásica, volvieron luego para expandirla por Alemania.29

N o sólo los comienzos fueron diferentes en ambos países, smo también el desarrollo.

En Italia se estudiaban las obras de los antiguos para instruirse en las ciencias; en Alemania se fundaron escuelas. Allí se buscaba la solución de los grandes problemas del espíritu humano, ya que no en forma independiente, por lo menos a la zaga de los antiguos; aquí los mejores libros se dedicaron a la enseñanza de la juventud.

A los italianos les encantaba la belleza de la forma; se comenzó por imitar a los antiguos y, como dijimos, se llegó a producir una lite­ratura nacional. En Alemania estos estudios tomaron un sesgo religioso. Conocida es la fama de Reuchlin y de Erasmo. Si preguntamos cuál es el mérito principal del primero encontraremos que escribió la primera gramática hebr~a, un monumento del que espera, lo mismo que los poetas italianos, "que será más duradero que el bronce". Con esto hizo posible el estudio del Viejo Testamento; pero Erasmo se aplicó al Nue­vo: lo hizo imprimir en griego, y sus paráfrasis, sus notas, tuvieron una influencia mucho mayor de la que él mismo esperaba.

En Italia la dirección emprendida se iba apartando de la Iglesia y hasta oponi¿ndose a ella, y algo parecido ocurrió en Alemania. Allí se filtró el libre pensamiento en la literatura, libre pensamiento que no puede ser reprimido de manera completa, y desembocó en algunas ocasiones en la más resuelta incredulidad. También una teología pro­funda, surgida de fuentes desconocidas, había sido puesta de lado por .1 a Iglesia, pero nunca pudo ser sofocada. Esta teología se sumó en }\] emania a los esfuerzos literarios. Es digno de destacar en este aspecto que, ya en el año 1513, los hermanos bohemios se aproximaron a Eras­mo, aun cu<tndo éste Llevaba una dirección completamente distinta.30

Y d · l:Ste mod las cosas marchaban en el siglo a un lado y otro de los 1\ lpl:S <.: n oposi iÓI) a .l a Iglesia. Abajo de los Alpes la ocupa­ción eran 1:t cic ncia y l:t lit<.:ratura, y arriba los estudios religiosos y la teología profunda. J\ Jlí c l movimiento era negativo e incrédulo, aquí positivo y creyente. En un .lugar desaparecía e l fundamento de la Igle­sia, en el otro se restablecía. En una parte reinaban la burla y la sátira y el sometimiento a la autoridad; en la otra, la gravedad y el resen-

29 Meiners ti ene el mérito de haber sido el primero en descubrir esta genealogía de la Revius Daventt"ia illustrata. Lebensbeschreibungen berüh.mter Maenner a11s den Z eiten der W iederherstellung der W issenschaftert, 11, p. 308.

30 F uEsSLJ N, K irchen- und Ketzergeschichf¡: , 11, p. 8z.

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l111tl1 1111•, 1 .t JI ,/'~' :ti .1L1q11 · m{ts osado que jamás había sufrido la 1 1 11

1 1 11 ¡1

111111 1111 11111111 1111.r tll ~i: t :tccidcntal que este ataque comenza-11 d 11" .1 1 11HI1 d¡·1 111 i.1 : , p ·ro hay que comprender que el tráfico

• • 1111 1111111 111 lt ' JIII ' ·~' II( :t d : t por la indulgencia, ponía derelieve 1 1111 1 11 11111 1· t•l pllltl o !oloroso de la mundanización de lo 11 11 1 111 .tl ltll ' l ll vgo 'io se presentaba en la más aguda opo-

1 ~~ 11 1111 Jilll'• q11 v se había n ido formando en la teología 11 111 , , , li¡·i¡', ,. i11t -rior, empapad o de los conceptos de pe­

l" lilll .lt lllll ¡, ¡J IIIIIHI habían sido expresados en los libros de 1 , 1, 1 .. 11 d1 111 ,111.1, 11 11111:1d u Wll la lectura árida d e la Biblia, un hom-111 11111111 1 111 1111 11 111 11 .11l:r plldo habl:r sido removido tan profund~-111 111 1 lltlllll 11111 t i o~· . 1111l11 d v l:l s indul gencias. E l tráfico con la reml­ttlll ¡j l11 l"1111 l11 ' ii ' II Í.I qtll' rl'volvl:r precisamente a quien, partiendo 1 1 1 111 1 tl~l l "' · 1111,, lt:liJÍ :t t'1Jhr:1d o co nciencia íntima de la relación

1111 1til1 ll111 \' 1 1 lilllllill ¡· y l1 :thí:t pod ido, de ese modo, comprender ll 1 111 1 d 1111 . ;,, '1 .i d ll' .

1 JIIIII I IJ>I II .• 'iJitl .u :1 li ld :l :d111 So l' ll p:trticubr, pero las resis ten-1111ll'""'111 \ l•lllll i ll l,'.l•l"" t(ll l' (l'i1pl'1(> k fueron l.l cvando más

1 1 11 , 1 1 ¡J,, 1 11 1l1 .1 1111111 J., 111111 ¡,'1 11 1(\11' :tqll t' l :d>uso g u:lrd;tba. con 1 ¡ 1 11 1 , 1 ¡, 11 ,, 1!1 l1 I ~ .J ,j 1 !•', 1.1 1111 lt' IIIJH 'I':I III l' lll o :d <¡lll: nada ,11 111 d 1 11,, d l 'q11 11111 l111111t11id 11' .,1di.t. 11:1 ll ll!l r:tdi ctor más

1 1 1 l1 ld1 1l l11 1111 tl1111 l1tl"' .J ,· It'll'' 'll 'l'S d·l P:tpado, llll tt 1 111 111 1•11 ".¡, 111.111!1 ',,, 1" 11111 I:L 111 :tyor energía

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1 1 ¡, .¡, 1 .!1 1111111.1.11• 11111 ·· ti Y ,·I •IJH.: ntos positivos- com­¡11 11 ''""' 1 11 1 !11 111111 dlilt l'•, ' ttllliP 1 p(lr otra parte, al contener '1'1 ll11 t l1111 11111• 1 tl .d1.1 · .. !li ·. l:tni /llt al ;tnbdo de los creyent~s, sus

¡,.¡ lt1 v11 ci:t cnorm<.: : en un momento cundieron