Raúl Porras Barrenechea -Oro y leyenda del Perú. Por Hugo Vallenas

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    ORO Y LEYENDA DEL PERRal Porras Barrenechea, 1959

    Habr, tal vez en el futuro, cancilleres que superen la gestin diplomtica dePorras o investigadores que igualen su minucioso aporte a nuestra historia, oestilistas que logren, como l, adquirir un dominio tan airoso y sutil de lapalabra. No habr, en cambio, quien pueda sustituirlo con ventaja en lactedra de peruanidad que deja vacante con su muerte.

    Andrs Townsend Ezcurra, 1960.

    Ral Porras en 1950.

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    Presentacin por Hugo Vallenas Mlaga

    Recordando a Ral Porras Barrenechea(Pisco 23-III-1897 Lima 27-IX-1960)

    Historiador y diplomtico formado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en

    su juventud fue integrante del movimiento reformista de 1919 y del ConversatorioUniversitario que junto con Jorge Guillermo Legua, Luis Alberto Snchez y otrosestudiantes de Letras intent sentar las bases de un nuevo enfoque de nuestra historiarepublicana.

    Siendo todava universitario se incorpor al Ministerio de Relaciones Exteriores comosecretario del ministro Melitn Porras (1919). Integr la delegacin peruana quecautel la realizacin del plebiscito de Tacna y Arica (1924) y redact lafundamentacin de la posicin peruana presentada a la Comisin Especial de Lmitessobre las fronteras norte y sur del territorio de Tacna y Arica (4 tomos en 3 vols.,1926-1927).

    Graduado como doctor en Letras y Derecho ejerci la ctedra de Fuentes HistricasPeruanas e Historia de la Conquista en San Marcos y la Universidad Catlica.Interrumpi por breves perodos su labor docente para cumplir misiones diplomticasen el exterior. Fue nombrado embajador en Espaa en 1948-1949 y a su regresoasumi la direccin del Instituto de Historia de la Facultad de Letras de la UNMSM,cargo desde el cual organiz con gran suceso el I Congreso Internacional dePeruanistas (1951). Elegido senador por Lima en 1956, ejerci la presidencia de sucmara antes de ser designado ministro de Relaciones Exteriores (2-IV-1958 a 12-IX-1960). Presidiendo la delegacin peruana en la Conferencia de Cancilleres Americanosefectuada en San Jos de Costa Rica (1960) que deba examinar la propuestaestadounidense de adoptar sanciones diplomticas contra el gobierno revolucionariocubano, defendi con brillantez e hidalgua el principio de no intervencin.

    Su amplia obra como autor y como documentalista aport un enfoque renovador delconcepto de peruanidad, considerando parte de este proceso la rebelda hacia lacorona espaola y la vocacin de mestizaje con la cultura indgena que caracteriz alos primeros conquistadores.

    Entre sus libros ms importantes podemos mencionar:-Historia de los lmites del Per (1926),-El Congreso de Panam, 1826 (1930);-Crnicas perdidas, presuntas y olvidadas sobre la Conquista del Per (1951);-Mito, tradicin e historia del Per (1951);-Fuentes histricas peruanas (1954);-Tres ensayos sobre Ricardo Palma (1954);-El Inca Garcilaso en Montilla (1955);

    -Coleccin de Documentos Inditos para la Historia del Per 1529-1538 (1959).

    El ensayo que ofrecemos a los lectores de El Ojo izquierdo, Oro y leyenda del Per,fue escrito por Porras como prlogo para un libro documental e iconogrfico sobremetalurgia precolombina peruana publicado por Manuel Mujica Gallo, Oro en el Per.Obras maestras de orfebrera preincaica incaica y de la poca colonial (1959). En ldilucida con gran erudicin y talento expositivo el origen del mito ureo del antiguoPer y la importancia real que tuvo la explotacin de este metal en cada etapa de lahistoria del Per.

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    ORO Y LEYENDA DEL PER1Ral Porras Barrenechea, 1959

    La leyenda urea

    Un mito trgico y una leyenda de opulencia mecen el destino milenario del Per, cunade las ms viejas civilizaciones y encrucijada de todas las oleadas culturales deAmrica. Es un sino telrico que arranca de las entraas de oro de los Andes. Millaresde aos antes que el hombre apareciera sobre el suelo peruano, dice el humanistaitaliano Gerbi, el futuro histrico del Per estaba escrito con caracteres indelebles deoro y plata, cobre y plomo, en las rocas eruptivas del perodo terciario. Los agoreros

    astrlogos egipcios, los shamanes indios o los sacerdotes taostas de la Chinamisteriosa e imperial haban establecido ya, milenios antes, la supremaca del oro

    1 El presente ensayo de Ral Porras no form parte de una obra publicada en vida por el autor. Tuvo comofinalidad servir de Prlogo al libro de Manuel Mujica Gallo, Oro en el Per. Obras maestras de orfebrera

    preincaica incaica y de la poca colonial(Recklinghausen. Verlag Aurel Bongers, 1959). En forma pstumaha sido incluido en una coleccin de ensayos titulada Indagaciones peruanas. El legado quechua (UNMSM,Lima, 1999, pp. 321-364), perteneciente al tomo I de las Obras completas que publican el Instituto RalPorras Barrenechea y el Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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    sobre los dems metales; y el propio desencantado poeta del Eclesiasts reconoci laplata y el oro como tesoro preciado de reyes y provincias. Los metales eransemejantes a seres vivos que crecan, como las races de los rboles bajo la tierra, ymaduraban, diversamente, en las tinieblas telricas, regidos por los astros y el cuidadode Dios. La plata crece bajo el influjo de la Luna, el cobre bajo el de Venus, el hierrobajo el de Marte, el estao bajo el de Jpiter y el plomo, pesado y fro, bajo el de

    Saturno. Pero slo el oro, que recibe del Sol sus buenas cualidades, que no semenoscaba, ni carcome, ni envejece, es el smbolo de la perfeccin y de la pureza yemblema de inmortalidad. El plomo y los dems metales que buscaban ser oro soncomo abortos, porque todos los metales hubiesen sido oro dice Ben Johnson sihubiesen tenido tiempo de serlo. Pero, el oro, a la par de su primaca solar y su poderde preservar del mal y de acercar a Dios, implica, en la hierofana del Cosmos, unazaroso devenir en el que juegan los agentes de disolucin y dolor y en que seretuerce un sentimiento agnico de muerte y resurreccin. Es el destino azaroso deeste pueblo de maana sin fin, de este pas de vicisitudes trgicas, que vislumbrel poeta espaol Garca Lorca cuando dijo: Oh, Per de metal y de melancola!.

    Todos los mitos de la antigedad sobre riquezas fabulosas y las alucinaciones de laEdad Media sobre islas afortunadas o regiones de Utopa y ensueo y todas las recetas

    arcanas y la experiencia mgico-religiosa de los alquimistas medioevales paratrasmutar los metales en oro, se esfuman y languidecen en el siglo XVI, ante elhallazgo de asombro del imperio de los incas y de los tesoros del Coricancha. Pudodecirse que en la imaginacin de los filsofos que soaron la Atlntida o de loscosmogrfos y pilotos que buscaban el camino de Cipango, hubo ya una nostalgia delPer. Pizarro es el nico argonauta de la historia que le tuerce la cabeza al dragninvencible que custodia el Toisn de Oro y rompe en mil pedazos la redoma de laciencia esotrica medioeval para obtener la Piedra Filosofal, ya innecesaria. El Persobrepasa, con sus tesoros, la fama de la Clquida y de Ofir. Es el nico Vellocinohallado y tangible de la conquista de Amrica. El inca Atahualpa, avanzando en sulitera urea por la plaza de Cajamarca, entre el rutilante cortejo de sus soldadosarmados de petos, diademas y hachas de oro, o llenando de planchas y vasijas de oro

    el cuarto del rescate, es el nico autntico Seor del Dorado.Se explica bien, entonces, las noticias escalofriantes de los cronistas, el asombroeuropeo de los humanistas, portulanos y gacetas y la hiprbole de los poetas ehistoriadores. Las noticias que llegan del Per, escribe desde Panam el licenciadoEspinosa al rey, apenas apresado el inca en Cajamarca, son cosa de sueo. GonzaloFernndez de Oviedo, que ha visto y palpado durante veinte aos, desde SantoDomingo y Panam, para ponerlas en su Sumario de la natural historia de las Indias,todas las riquezas naturales halladas en el Nuevo Mundo, se admira de estas cosasdel Per al tocar con sus manos un tejo de oro que pesaba cuatro mil pesos y ungrano de oro, que se perdi en la mar, que pesaba tres mil seiscientos pesos, o al verpasar hacia Espaa tinajas de oro y piezas nunca vistas ni odas. Y comenta,venciendo su desconfianza y escepticismo naturales: Ya todo lo de Corts parece

    noche con la claridad que vemos cuanto a la riqueza de la Mar del Sur. El tesoro delos incas del Cusco excede al de todos los botines de la historia: al saco de Gnova, alde Miln, al de Roma, al de la prisin del rey Francisco o al despojo de Moctezuma dir maravillado el cronista de los Reyes Catlicos , porque el rey Atahualpa tanriqusimo e aquellas gentes e provincias de quien se espera y han sacado otrosmillones muchos de oro, hacen que parezca poco todo lo que en el mundo se ha sabidoo se ha llamado rico. Francisco Lpez de Gmara dira: Trajeron casi todo aquel orode Atabalipa, e hinchieron la contratacin de Sevilla de dinero, y todo el mundo defama y deseo. Y el padre Acosta, con su severidad cientfica y su don racionalista, nos

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    dir en su Historia natural y moral de las Indias: Y entre todas las partes de Indias,los Reinos del Per son los que ms abundan de metales, especialmente de plata, oroy azogue. Len Pinelo, que situara el Paraso en el Per, escribe: La riqueza mayordel Universo en minerales de plata puso el criador en las provincias del Per. Y SirWalter Raleigh, avizorando el Dorado espaol desde su frustrada cabecera de puentesajn de la Guyana, en Amrica del Sur, escribira: Ipso enim facto deprehendimus

    Regem Hispanum, propter divitias et Opes Regni Peru omnibus totis EuropaeMonarchis Principibusque longue superiorem esse. [De ello sabemos que el rey deEspaa es superior a todos los reyes y prncipes de Europa por causa de la abundanciay las riquezas del reino del Per] Por las fronteras del imperio espaol de Carlos V,quien hubiera necesitado para sus guerras riquezas seis veces mayores an, correra lavoz de los tesoros del Per, que serviran al Csar espaol para combatir msardidamente a Francisco I, Lutero y el Turco y se urdira el nuevo ensalmo de lafortuna, el nuevo mito del oro peruano, que cristaliza en la mente alucinada deleuropeo en frases que tientan imposibles o resumen desengaos. Ser el sbditofrancs de Francisco I, quien despus de leer en un pequeo folleto titulado Nouvellescertaines des les du Perou, publicado en Lyon en l534, la lista de los objetos yplanchas de oro trados del Per, gruir su sorpresa o su irona en dichos como el deGagner le Perou que vale por una utopa o fortuna irrealizable, o el de Ce nest pas leProu ante la mezquindad de un propsito defraudado. O ser el epteto deperulero, aplicado por los pcaros de Sevilla y por el teatro del siglo de oro a losindianos enriquecidos a los que se iba a desplumar, o acuchillar la bolsa, aldesembarcar en la ra; o el hiperblico Vale un Per, que trasciende la euforia de unmedioda imperial en la historia del mundo y que ha recogido el poeta peruano J. S.Chocano en su estrofa altisonante:

    Vale un Per! Y el oro corri como una ondaVale un Per! Y las naves llevronse el metal;

    pero qued esta frase, magnfica y redonda,como una resonante medalla colonial.

    Paisaje asctico, entraa del oro

    Amrica precolombina desconoci el hierro, pero tuvo el oro, en un mundo regido,segn Doehring, por el terror y la belleza. En toda Amrica hubo, en la poca ltica ypremetalrgica, oro nativo o puro que no necesitaba fundirse ni beneficiarse conazogue, en polvo o en pepitas o granos que se recogan en los lavaderos de los ros oen las acequias; pero se desconoci, por lo general, el arte de beneficiar las minas. Lamayor cantidad que se saca de oro en toda la Amrica dice el padre Cobo es delavaderos. Decase que el oro en polvo era de tierras calientes. Pero la veta estabaescondida en las tierras fras y desoladas, en las que el oro, mezclado con otrosmetales, necesitaba desprenderse de la piedra y abrazarse con el mercurio, comodecan los mineros, con simbolismo nupcial.

    El oro y la plata encerrados en los stanos de la tierra se guardaban, segn losantiguos filsofosy segn recuerda el Padre Acosta, en los lugares ms speros,trabajosos, desabridos y estriles. Todas las tierras fras y cordilleras altas del Per,de cerros pelados y sin arboleda, de color rojo, pardo o blanquecino dice el jesuita,padre Coboestn empedradas de plata y oro. Un naturalista alemn del siglo XVIII,gran buscador de minas, dir que las provincias de la sierra peruana son las msabundantes en minas y al mismo tiempo las ms pobladas y estriles (Helms). Sepuede considerar toda la extensin de la cordillera de los Andes, en mayor o menor

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    grado, como un laboratorio inagotable de oro y plata. Y lo confirmar, con su estrovidente y popular, el poeta de la Emancipacin al invocar en su Canto a Junn comodioses propicios y tutelares, dentro de la sacralidad proverbial del oro:

    A los Andes..., las enormes, estupendasmoles sentadas sobre bases de oro,

    la tierra con su peso equilibrando.

    Puede establecerse, as, una ecuacin entre la desolacin y aridez del suelo y lapresencia sacra del oro. Y ninguna tierra ms desamparada y de soledades sombras,que esa vasta oleada terrestre erizada de volcanes y de picos nevados, que es la sierradel Per y la puna inmediata el gran despoblado del Per, segn Squier queparece estar, fra y sosegadamente, aislada y por encima del mundo, despreciativa ylejana, en comunin nicamente con las estrellas. De ellas brota la tristeza y elfatalismo de sus habitantesla tristeza invencible del indio, segn Wienery sus vidascasi monsticas, grises y fras como la atmsfera de las altas mesetas y en las quela felicidad es hermana del hasto. Es casi el marco asctico de renunciamiento y depureza que, en los mitos universales del oro, se exige por los astrlogos y loshierofantes, para el advenimiento sagrado del metal perfecto, que arranca siempre deun holocausto o inmolacin primordial.

    El oro argentfero y la plata, su astral compaera, abundaron en todas las regiones dela Amrica prehispnica, aunque no se descubriera sino aquella que arrastraban losros o estaba a flor de tierra. El oro asom, por primera vez, ante los ojos alucinadosdel Descubridor, como una materializacin de sus sueos sobre el Catay y de la lecturadel Il Milione en la Isla Espaola, ante las riquezas del Cibao, que se pudo confundir,por la obsesin de las Indias, con Cipango. Y surgi, luego, en la isla de San Juan,dando nombre a Puerto Rico, y en Cuba. Llegaron, entonces, los gerifaltes de laconquista, posedos de la fiebre amarilla del oro, que, segn el historiador sajn y eldonaire de Lope:

    So color de religinvan a buscar plata y orodel encubierto tesoro.

    Surgi ms tarde la joyera de Mxico, que captur Corts, hasta dar con la ruedagrande con la figura de un monstruo en medio, que se rob, en medio del mar, elcorsario francs Juan Florn. Sierras y cursos fluviales de la Nueva Espaa estuvieroncargados de oro, por lo que dijo el cronista Herrera que en toda ella no hay ro sinoro. Y el oro surgi, en Veragua y en Caribana, custodiado no ya por toros quedespedan llamas o por dientes de dragn sembrados en la tierra, que pudieranvencerse, como en el mito griego, con la ayuda de Medea, sino defendido por caribesantropfagos, con clavos de oro en las narices y con las flechas envenenadas, msmortferas que los caballos y los arcabuces. Los espejismos dorados de Tubinama, de

    Dabaibe y del Cendonde el oro se pescaba con redes y haba granos como huevosde gallina, decidieron las razzias de Balboa y Espinosa contra los naturales de TierraFirme, abrieron el camino de la Mar del Sur, reguero de sangre que esmaltan las perlasdel golfo de San Miguel y las esmeraldas de Coaque. A las espaldas de las Barbacoas,de la regin de los manglares y del Puerto del Hambre, donde los soldados de Pizarrocumplen la asctica purificacin que exige el hallazgo de la piedra filosofal, segn laliturgia del Medioevo, estaba el reino de los chibchas, que dominaron la tcnica deloro, lo mezclaron con el cobre y crearon el oro rojo de la tumbaga, inferior en quilatesy en diafanidad al oro argentfero del Per.

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    No hay ro sin oro

    En el Per primitivo hubo tambin el oro de los ros y de las vetas subterrneas. Losprimeros cronistas y gegrafos mencionan las minas de Zaruma en el Norte, detrs deTumbes, y las de Pataz, que proveeran a los orfebres del Chim; y hacia el interior, en

    Jan de Bracamoros, Santiago de las Montaas, el Aguarico clebre por sus arenas deoro, el Morona, la tierra de los jbaros y la de los chachapoyas. En Hunuco, a diez jornadas de Cajamarcadice la crnica de Xerez, y en el Collao, hay ros que llevangran cantidad de oro. En la regin de Ica debieron existir yacimientos o criaderos deoro en Villacur, en Guayur, en Porum y en Nazca; y en la de Apurmac, los deCotabambas, explotados ms tarde. Las minas ms ricas, segn Xerez las mayores,eran las de Quito y Chincha; y el cronista oficial Pedro Sancho habla, en 1534, de lasminas de Huayna Cpac en el Collao, que entran cuarenta brazas en la tierra, las queestaban custodiadas por guardias del Inca.

    El oro ms puro del Per fue el del ro San Juan del Oro, en Carabaya, que alaban elpadre Acosta, Garcilaso y Diego Dvalos y Figueroa, por ser el ms acendrado y pasarde veinte y tres quilates. Carabaya es la regin aurfera por excelencia del Per, el

    ltimo trofeo de su opulencia milenaria. El cuadro geogrfico de Carabaya se acomoda,por su adustez y hostilidad, a la mstica metalrgica, porque una inmensa muralla decerros nevados y ventisqueros separa la altiplanicie, en que se hallan ciudades comoCrucerodonde el agua se hiela en las acequias y se recoge en canastas, segn donModesto Basadre de la regin hmeda y tropical, hacia la que descienden, casiperpendicularmente, por graderas, los ros que van al Inambari y al Madera, afluentesdel Amazonas y que llevan sus aguas cargadas de cuarzo aurfero. En los valles deCarabaya, donde las lluvias torrentosas arrastran rboles y tierra formando aluvionesinmensos de agua y tierra rojiza, se hallan los lavaderos de oro Huari-Huari y deSandia, de San Juan del Oro, de Aporoma, de San Gabn, de Challuma,Huaynatacoma, Machitacoma, Coasa, Marcapata y los cerros famosos de Cpac Orco yde Camanti, que alucin ste ltimo algunos espejismos republicanos. Esta regin

    inmisericorde, azotada por el viento y las aguas y por las apariciones sorpresivas del jaguar, fue tambin arrasada por los indios selvticos que degollaron en 1814 a losmineros de Phara a golpes de maza, destruyeron las labores de oro de San Gabn,masacraron a los obreros de Tambopata y en el cerro de Camanti, famoso mineral deoro desde la conquista, mataron los indios chunchos a un capataz ingls, asaltndole ala salida de su casa y dejndole muerto, de pie y sostenido por las flechas que leenclavaron contra la pared.

    Gnesis de la metalurgia americana

    La aparicin de la metalurgia fue una hazaa cultural de la Amrica del Sur, segn PaulRivet. En Mxico slo aparecen los metales hacia el siglo XI. El mundo maya tuvo unaindustria metalrgica muy rudimentaria y slo los del segundo imperio trabajaron el

    oro y conocieron el cobre, pero no el bronce. La utilizacin del oro nativo y del cobrees, en cambio, general en la regin andina de Colombia, Per, Ecuador y Bolivia yparece que se gener en el interior de la Guayana y en la costa del Per. El oro fueutilizado en el Per antes que el cobre. En Nasca y Chavn se da el oro en los estratosms antiguos; el cobre era, en cambio, desconocido hasta el siglo IV, a la aparicin dela civilizacin de Tiahuanaco y en el antiguo Chim. La tcnica de la tumbagaaleacindel oro con el cobre llamada tambin guanin, es tpica de toda la zona del Caribe,desde el comienzo de la Era Cristiana. En las Antillas y Tierra Firme escribe Oviedolos indios lo labran y lo suelen mezclar con cobre o con plata y lo trabajan segn

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    quieren. Los Chibchas son los propagadores de ella y quienes perfeccionan lastcnicas de la puesta en color, laminado del oro, soldadura autgena, soldadura poraleacin y modelado a la cera perdida. Esta tcnica se propaga al Ecuador y a la costaperuana segn Rivet, muy afecto a una gnesis caribe de la metalurgia americana.

    Los chims desarrollaron una de las ms avanzadas tcnicas del oro, el que trataron

    por fundicin, al martillo, soldadura, remache y repujado. En la costa del Per sedesarroll, esencial y originariamente, la metalurgia de la plata, desde la poca deParacas, la que slo se conoce en la alta meseta Per-boliviana en el segundo perodode Tiahuanaco y en el Ecuador de la poca incaica. El bronce, por ltimo, proviene,segn Rivet, del segundo perodo de Tiahuanaco y slo aparece en la costa en el ltimoChim y en el Ecuador en la poca incaica. Los principales propagadores del bronce,son los incas, que lo llevan a todas las provincias sometidas a su imperio.

    Los mochicas y el oro lunar

    Los mochicas de la costa del Per, radicados en los valles centrales de sta, teniendocomo centro las pirmides del Sol y de la Luna en Moche, desarrollaron antes que losdems pueblos del Per el arte de la metalurgia. Dominaron las tcnicas de la

    soldadura, el martillado, fundido, repujado, dorado, esmaltado y la tcnica de la ceraperdida. Al mismo tiempo que decoraban su cermica en dos colores, ocre y crema,con dibujos giles y finos con escenas de cetrera o de guerra, de frutos y plantas,como tambin de seres monstruosos idealizados, perfeccionaron la orfebrera ureaforjando dolos y mscaras, adornos e instrumentos, armas, vasos repujados, collaresy tupus, brazaletes y ojotas, orejeras y aretes, tiranas para depilar, cetros, porras,cascos, tumis o cuchillos ceremoniales incrustados de turquesas y esmeraldas, vasosretratos de oro puro, rodelas de oro con estilizaciones zoomorfas e dolos grotescoscoronados con una diadema semilunar. En todos ellos parece que el oro argentado delPer recibe el plido reflejo lunar; y la imagen de la luna, diosa nocturna del arenal ydel mar, inspira a los artfices chims formas decorativas y homenajes litrgicos, quese materializan en la diadema semilunar de los dolos o hroes civilizadores y en la

    predileccin por los smbolos de la araa y el zorro. Esta metalurgia ceremonial,religiosa o civil, reviste las formas ms caprichosas y grciles, con laminillas de oro enforma de rayos, campanillas o cascabeles en que el oro es hueco, o pesados objetos enlos que se imita el arte ltico o la cermica: vasos de oro y turquesas, huacos de orocomo el ejemplar nico exhibido por Mujica en los grabados de esta coleccin. Todaesta ferica bisutera dorada de los imagineros mochicas, como ms tarde de sussucesores los chimsque acaso recibieran ya el influjo quimbayafue asimilada, enparte, en lo tcnico, por el arte sobrio de los incas, pero se perdi el estilo y el alma delos orfebres de Moche, Lambayeque y Chanchn. Los incas, al conquistar el seoro deChim y su capital Chanchn, con Tpac Inca Yupanqui, por cuanto los yungas de laregindice Ciezason hbiles para labrar metales, muchos dellos fueron llevados alCusco y a las cabeceras de las provincias donde labraban plata y oro en joyas, vasijasy vasos y lo que ms mandado les era.

    Profanidad de los huaqueros

    Si los incas borraron de sus anales la destreza y el adelanto del arte metalrgico de losvencidos yungas, ste qued encerrado en las tumbas ms tarde violadas porconquistadores, huaqueros y arquelogos. Entonces empez a resurgir para la historiacultural la maravillosa orfebrera chim.

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    La primera revelacin de los tesoros enterrados del Chim la dio el cacique de estepueblo Sachas Guamn, en l535, cuando obsequi al teniente de Trujillo, Martn deEstete, con un deslumbrante e irisado tesoro de objetos de oro, de plumas y de perlas,que fue extrado de la casa de dolos o huaca de Chim-Guamn, junto a la mar.Figuraban en el lote miliunanochesco, una almohada cubierta de perlas, una mitra de

    perlas, un collar de oro y perlas y un asiento en cuyo espaldar haba borlas de perlasque cean cabezas esculpidas de pjaros. Equipo marfileo que acaso perteneciera aalgn sacerdote del culto lunar, que era, segn el cronista Calancha, el privativo de losyungas, en contraste con el andino culto solar. Se repiti despus el ureo donativohecho legendario de la huaca del Peje Chico a Garca de Toledo, que le dio 427,735castellanos en 1566 y 278,134 en 1578, y volvi a rendir 235,000 castellanos en l592.De las huacas de la gran ciudad de Chanchnllamadas popularmente de Toledo o delPeje Grande y Chico, del Obispo, de las Conchas, de la Misa, de la Esperanzasurgieron en la poca colonial tesoros que se fundieron y dieron ros de onzasdeslumbrantes. De la huaca del Sol de Moche se extrajo, segn Calancha, como800,000 pesos. Y el desvalijo continu por los huaqueros de la poca republicana,como aquel emprico coronel La Rosa, que reparti sus trofeos arqueolgicos con elviajero Squier y confes a Wiener que haba hecho fundir ms de cinco mil mariposas

    de oro, de apenas un miligramo de espesor, lindos juguetes con alas de filigrana, a losque se poda, por su levedad, lanzar al aire y ver revolotear alegremente venciendo lapesantez hasta caer en tierra. La mayora de los objetos de oro encontrados enChanchn y en otros lugares, fue fundida o emigr a los museos extranjeros, paraconstituir las innmeras colecciones que poseen ejemplares y muestras que no tienenlos escasos museos peruanos y las colecciones particulares peruanas, torpementeprohibidas.

    Joyeles antiguos peruanos

    El desfile del oro peruano continu hacia Europa despus de la independencia,enriqueciendo joyeles y colecciones del Viejo Mundo. La coleccin Macedo, peruana,

    fue vendida y forma parte de un museo alemn. Los excepcionales objetos de oro delCusco, que Markham y Bollaert vieron en manos del general Echenique, Presidente dela Repblica, antes de 1853frutos y hojas vegetales de oro, llautu tejido de oro, tupuo prendedor ricamente ornamentado, con cruz de Malta, estrellas y animales encrculos, y por ltimo la tincuya de oro o disco con 34 compartimientos a modo dezodaco, con crculos, facciones humanas, ojos, boca y ocho agudos caninos y las carasdel inca y la coya se han repartido entre el Museo Indiano de Nueva York y donMatas Errzuriz en Chile. En Alemania existen las mejores colecciones de cermica ymetalurgia peruanas, no bien identificadas e inventariadas. Se mencionan en ella comodepositarias de objetos de oro: la coleccin Gaffron, en el Museo Etnogrfico deMnich, con vasos de oro repujado de Lambayeque, adornos femeninos de oro para elpecho, parejas de colibres de oro, pjaros de oro para coserlos a la vestidura; lacoleccin Schmidt, con tiranas de oro para depilar; la coleccin Alfredo Hirsch de vasos

    retratos de oro; la coleccin Ricardo W. Staudt, con vasos retratos de plata; lacoleccin Gretzer, con vasos retratos de oro puro, repujados, de 17 cm. de alto,provenientes de Ica, mascarillas de oro, etc.; y la coleccin Suttorius, de Stuttgart, conpuetes, pinzas depilatorias, mscaras con liga de oro y cobre. Ctanse en elextranjero tambin las colecciones de Herget, con el disco del sol en oro pursimo,grandes vasos de oro, puos, brazaletes incrustados de turquesas y esmeraldas, tupusde gran tamao con el sol flamgero, orejeras, etc.; la coleccin Allchurch, con un discosolar y cara humana ensangrentada; la coleccin Ferris, que Squier vio en Londres yfue a parar al Museo Britnico; la George Folsom, en la Historical Society of New York;

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    la coleccin de Bliss, en Nueva York; la propia coleccin Squier, con ricos ejemplares;la coleccin Bandelier, en el Museo de Historia Natural de Nueva York; y el archivoBaessler, con sus trofeos del cerro de Zapame, en Lambayeque, y sus chapas de orocon representaciones de peces y bhos. Se citan, tambin, la coleccin del poetaargentino Oliverio Girondo, con objetos de oro de Nasca, mscaras funerarias, puos obrazaletes de oro laminado y estilizaciones fito-zoomorfas, y la del Museo Histrico de

    Rosario, en Argentina, con dos rodelas de oro con estilizaciones zoomorfas y adornosde turquesas. Charles Wiener menciona, como ejemplares que vio en el Per y llev aPars, brazaletes, orejeras, sortijas y collares, y como ejemplares sugestivos, un pjarode oro martillado llevando una hoja o fruto en el pico, procedente de Pachacamac, unafigurilla de oro encontrada en Chancay y un tupu de oro macizo de Recuay. Wienerconfiesa que llev de la regin de Trujillo antiguo Chimtres cajones conteniendo652 nmeros, entre los que figuraban collares, sortijas, brazaletes, aretes y otrosadornos. Por ltimo, se citan las magnficas colecciones del Museo Rafael LarcoHerrera, de Chicln, del coleccionista don Hugo Cohen y de Miguel Mujica, el autor deeste libro.

    Orfebrera chim

    Los ms sensacionales y reveladores hallazgos de oro precolombino en el Per hansido en el presente siglo los del alemn E. Brning, en el cerro de Zapame y los deBatn Grande e llimo en 1937, ambos cerca de Lambayeque. Los hallazgos de Brningcomprueban un arte metalrgico refinado y primoroso. Al lado de los vasos negros, dela etapa Chim, que revelan una decadencia de la cermica, surgieron joyas como laaraa de oro con huevos de perlas, con adorno emplumado de cabeza, que recuerda,segn Doehring, figuras toltecas; chapas de oro con figuras humanas o cabezashumanas que salen de cabezas de animales, como los dioses Anahualli mexicanos, yfiguras de peces y otros animales. En la huaca de la Luna, en Moche, hall don ManuelPo Portugal otro tesoro, con tupus, pectorales, collares, campanillas, estlicas, flautas,mscaras de zorro y coronas con laminillas colgantes, que han integrado diversascolecciones. Los hallazgos de Batn Grande se incorporaron en parte al Museo de la

    Cultura, en Lima, y en ellos figura, como pieza del mayor valor artstico representativodel arte chim, el tumio cuchillo ceremonial de oro laminado, de 43 cm y 1 kg depeso, engastado con turquesas, que se exhibe en dos ejemplares extraordinarios: unoexistente en el Museo Nacional de Antropologa y Arqueologa, y otro, que sereproduce por primera vez en este libro, con brazos abiertos y ligeramente trunco. Es,posiblemente, el dios o seor principal de la regin, con sus atributos jerrquicos.Algunos han querido ver en l al legendario caudillo NaymLap, que insurgi en la costade Lambayeque, con un squito oriental, en la poca pre-inca, segn el novelescorelato del clrigo trashumante.

    Ciertas joyas revelan la excepcional pericia y el gusto artstico finsimo de los orfebresdel Chim. Squier describe un grupo argentfero formado por un hombre y dosmujeres, en un bosque representado con gracia y discrecin y sentido de la armona,

    en el que la representacin de un retorcido tronco de algarrobo, descubre elsentimiento del paisaje en el artfice indio. Otro grupo escultrico, en plata, visto por elmismo viajero, fue el de un nio mecindose plcidamente en una hamaca, junto a unrbol, por el que sube, sigilosamente, una serpiente, mientras que al lado, arde unahoguera. Estos grupos, dice Squier, revelan pericia en el diseo, en el modelado yfundido y acaso el conocimiento del molde de cera. La araa de oro del cerro deZapame, las chapas de oro, con figuras zoomorfas, las mariposas algeras de Wiener ylos tumis ceremoniales de llimo, representan el pice de la joyera estilizada y barrocadel arte aurfero peruano.

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    Todo el esplendor de la industria metalrgica costea fue anterior a los Incas. Es yaaxioma arqueolgico que los descubrimientos tcnicos de los aurfices yungascomo laaleacin del oro nativo y de la plata bruta y las aleaciones cuproargentferas, ascomo los primores de la orfebrera costea, fueron asimilados tardamente por losincas, en el siglo XV, al conquistar el litoral. Arriesgados etnlogos y arquelogos

    sostienen an que el arte metalrgico del Chim se propag a la regin del Ecuador yalcanz a Guatemala y a Mxico, donde Lothrop ha hallado discos de oro del estiloChim medio y reciente en Zacualpa y una corona de oro emplumada con decoracinchim y discos del ltimo perodo de esta cultura.

    El oro: mito incaico

    Los incas no inventaron las tcnicas del oro; pero el oro fulgura, desde el primermomento de su aparicin, en el valle de Vilcanota en los mitos de Tamputocco yPacarictampu, como atributo esencial de su realeza, de su procedencia solar por laidentificacin de sol y oro en la mtica universal y de su mandato divino. Una fbulacostea, adaptada en la dominacin incaica, relataba que del cielo cayeron treshuevos, uno de oro, otro de plata y otro de cobre, y que de ellos salieron los curacas,

    las ustas y la gente comn. El oro es, pues, seal de preeminencia y de seoro, dealteza discernida por voluntad celeste. Los fundadores del imperio, las cuatro parejasparadigmticas presididas por Manco Cpac, usan todava la honda de piedra paraderribar cerros, pero traen ya, como pasaporte divino, sus arreos de oro paradeslumbrar a la multitud agrcola en trance de renovacin. Los cuatro hermanos Ayarportan alabardas de oro, sus mujeres llevan tupus resplandecientes y en las manosauquillas o vasos de oro para ofrecer la chicha nutricia de la grandeza del imperio. Lafigura de Manco, el fundador del Cusco y de la dinasta imperial incaica, fulge de oromgico solar y sobrenatural. Una fbula cusquea refiere que la madre de Mancocoloc en el pecho de ste unos petos dorados y en la frente una diadema y que conellos le hizo aparecer en la cumbre de un cerro, donde la reverberacin solar leconvirti ante la multitud en ascua refulgente y le consagr como hijo del sol. En los

    cantares incaicos el dios Tonapa, que pasa fugitivo y miserable por la tierra, deja enmanos de Manco un palo que se transforma luego en el tupayauri o cetro de oro,insignia imperial de los incas. Manco sale en la leyenda de Tamputocco de unaventana, la Capactocco, enmarcada de oro, y marcha llevando en la mano el tupayaurio la barreta de oro que ha de hundirse en la tierra frtil y que le ha de defender de lospoderes de destruccin y del mal. Mientras sus hermanos son convertidos en piedra, ldetiene el furor demonaco de las huacas que le amenazan y fulmina con el tupayaurialos espritus del mal que se atraviesan en su camino. En retorno, cuando Manco mandaconstruir la casa del Solel Inticancha, ordena hacer a los plateros una plancha deoro fino, que significa que hay Hacedor del cielo y tierra y la manda poner en eltemplo del Sol y en el jardn inmediato a ste, a la vez que hace calzar de oro lasraces de los rboles y colgar frutos de oro de sus ramas.

    El oro se convierte para los incas en smbolo religioso, seal de podero y blasn denobleza. El oro, escaso en la primera dinasta, obtenido penosamente de los lavaderoslejanos de Carabaya, brilla con poder sobrenatural en los arreos del Inca en eltupayauri, los llanquis u ojotas de oro, la chipana o escudo y la parapura o pectoralureoy se reserva para las vasijas del templo y la lmina de oro que sirve de imagendel sol colocada hacia el Oriente, que debe recibir diariamente los primeros rayos delastro divino y protector. La mayor distincin y favor de la realeza incaica a los curacasaliados y sometidos, ser iniciarles en el rito del oro, calzndoles las ojotas de oro ydndoles el ttulo de apu. Y los sacerdotes oraban en los templos para que las semillas

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    germinasen en la tierra, para que los cerros sagrados echasen oro en las canteras y losincas triunfasen de sus enemigos.

    Los triunfos guerreros de los incas encarecen el valor mtico del oro y su prestanciaornamental. El inca vencedor exige de los pueblos vencidos el tributo primordial de losmetales y el oro que ha de enriquecer los palacios del Cusco y el templo de

    Coricancha. Todo el oro del Collao, de los Aymaraes y de Arequipa, y por ltimo delChim, de Quito y de Chile, afluye al Cusco imperial. Los ejrcitos de Pachactecvuelven cargados de oro, plata, umia o esmeraldas, mullio conchas de mar, chaquirade los yungas, oro finsimo del Tucumn y los Guarmeaucas, tejuelos de oro de Chile yoro en polvo y pepitas de los antis. El mayor botn dorado fue, sin embargo, el que seobtuvo despus del vencimiento del seor del Gran Chim, en tiempo de Pachactec.El general Cpac Yupanque, hermano del inca y vencedor de los yungas de Chim,rene en el suelo de la plaza de Cajamarcadonde ms tarde habra de ponerse el solde los incas, con otro trgico repartoel botn arrebatado a la ciudad de Chanchn y alos rgulos sometidos al Gran Chim y a su corte enjoyada y sensual, en el quecontaban innumerables riquezas de oro y plata y sobre todo de piedras preciosas yconchas coloradas que estos naturales entonces estimaban ms que la plata y el oro.

    El Coricancha: cerco de oro

    De la poca de Pachactec y sus sucesores proviene el esplendor ureo del Cusco quedeslumbr a los espaoles. El templo del Sol se reviste de una franja de oro de anchorde dos palmos y cuatro dedos de altor, que destella sobre la traquita azul de la piedrasevera. El disco del Sol era, segn el indito Felipe de Pamanes, de oro macizo, comouna rueda de carro. La estatua del Sol, llamada Punchao, con figura humana ytamao de un hombre, obrada toda de oro finsimo con exquisita riqueza de pedrera,su figura de rostro humano, rodeada de rayos, era tambin maciza. De oro se hacenlos dolos pares del Sol, Viracocha y Chuqui-Illa, el relmpago, y las dos llamas oauqunidos de oro corinapa, que con las dos de plata colquinaparecordaban laentrada de los Ayar al Cusco. De chapera de oro profusa llamada llaucapata,

    colcapata y paucar uncoestaban cubiertas las imgenes ureas de las divinidadesfemeninas Palpasillo e Incaollo y las momias de los Incas, desde Manco a Viracocha,puestas en hilera frente al disco del Sol. Pachactec manda guarnecerlas tambin conel metal divino: cbreselas con mscaras de oro, medalla de oro o canipa, chucos,patenas, brazaletes, cetros a los que llaman yauris o chambis, ajorcas o chipanas yotras joyas y ornatos de oro.

    Las paredes del templo del Sol, que segn algunos cronistas tenan en las junturas desus piedras oro derretido, se revisten enteramente como de tapicera, de planchas deoro y el inca, todopoderoso, manda que los queros o vasos sagrados, los grandescntaros o urpus, los platos en que coma el sol o carasso y los wamporos o grandesodres o trojes de oro y plata para la chicha solar, se funden en oro. La feera mayor deltemplo que pareciera relato de las mil y una noches, si la contaran nicamente

    cronistas tan parcos como Cieza y Cobo y no constase por inventarios del botn deCajamarca, era el jardn del Sol, en el que todo era de oro: los terrones del suelo,sutilmente imitados; los caracoles y lagartijas que se arrastraban por la tierra; lasyerbas y las plantas; los rboles con sus frutos de oro y plata; las mariposas de leve ycalada orfebrera, puestas en las ramas, y los pjaros en rboles, que pareca diceGarcilasocomo que cantaban o que estaban volando y chupando la miel de las flores;el gran maizal simblico con sus hojas, espigas y mazorcas que parecan naturales; laraz sagrada de la quinua y, para completar el ilusorio cuadro, veinte llamas de oro consus recentales y sus pastores y cayados, todos vaciados en oro. El metal solar es, para

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    los incas, el mayor tributo que puede ofrecerse a los dioses; y, como en las divinasletrasdice el padre Acosta, la caridad se semeja al oro, esta costumbre elimina lade los sacrificios humanos o la reduce al mnimo por el destino redentor del oro.

    En el Cusco se cumple tambin el doble sino del oro que purifica y salva, pero que, a lavez, precipita el ritmo del tiempo, acorta el placer y la efusin de la vida y acelera el

    momento de la catstrofe liberadora. La cancin del oro relaja las fuerzas vitales delIncario y enerva su energa guerrera. Rompe tambin la solidaridad social, porque elgoce del oro, siempre esquivo, constrie a crear restricciones y diferenciasjerarquizantes. El oro, que fue, en los primeros tiempos, atributo mtico y divino de losincas y de los homenajes al Sol, se convierte en un privilegio de la casta militar ysacerdotal. El oro es requisado celosamente por el Estado, como perteneciente al incay al Sol, y Tpac Yupanqui ordena prender a los mercaderes que traan oro, plata opiedras preciosas y otras cosas exquisitas, para inquirir de dnde las haban sacado ydescubrir as grandsima cantidad de minas de oro y plata. Y, en pleno apogeo incaico,se dicta la ley que ordenaba que ningn oro ni plata que entrase en la ciudad delCusco della pudiese salir, so pena de muerte. El Cusco, con su templo refulgente ysus palacios repletos de oro, recibiendo cada ao de las minas y lavaderos 15 milarrobas de oro y 50 mil de plata y las cargas de oro y piedras preciosas de todos los

    ngulos del imperio, vino a ser, por obra del tab imperial como un intangible Bancode Reserva de la Amrica del Sur.

    Palacios y tesoros incaicos

    Tanto como el esplendor del Coricancha fue, a medida que creca el podero incaico, elfausto y el derroche en los palacios incaicos. El Inca y sus servidores resplandecen deoro y pedreras. El Inca y su corte visten con camisetas bordadas de oro, purapuras,diademas y ojotas de oro. La vajilla del inca y de los nobles es toda de oro. Todo elservicio de la casa del rey dice Cieza, as de cntaros para su uso como de cocina,todo era de oro y plata. Beber en vaso de oro era hidalgua de seores y signo depaz. De oro eran los atambores y los instrumentos de msica, engastados en pedrera.

    El inca Pachactec dio en usar, despus de su triunfo, en vez de la borla de lanaencarnada de sus antepasados, una mascapaicha cuajada de oro y de esmeraldas. Elasiento del Inca o tiana, escao o silla baja, que era de oro macizo de 16 quilatesguarnecido de muchas esmeraldas y otras piedras preciosas y fue el trofeo dePizarro en Cajamarca, vali 25 mil ducados de buen oro, segn Garcilaso. La litera delinca o andas cargadas por 25 hombres eran segn los cargadores del inca, conquienes Cieza habl tan ricas, que no tuvieran precio las piedras preciosas tangrandes y muchas que iban en ellas, sin el oro de que eran hechas.

    La opulencia de los palacios incaicos tenda, adems, a ser eterna. No perece, y sedispersa como la de los monarcas occidentales, con la muerte. Cada inca al morir dejaintacto su palacio, con su vajilla y joyas que su sucesor no podr tocar. El nuevo incadeber edificar nuevo palacio y mandar a los orfebres de todo el reino que le fabriquen

    nuevos cntaros y tupus y diademas. Cada palacio incaico queda, as, como un museoo joyel de los antiguos incas: en l se custodia, adems, por su clan o panaca, subusto o quaoqui fundido en oro, mientras su momia hace guardia junto a susantecesores en la capilla del Sol del Coricancha. En Psac, en una bveda de tressalas, estaba el tesoro fabuloso de Pachactec; en Chincheros el de Tpac Yupanqui ylos de Huayna Cpac, en Caxana y en Yucay. El oro del triunfo se convierte, as, en ororitual y en prisionero del fatum incaico; por ello, segn el cronista Pedro Pizarro, lamayor parte de la gente y tesoros y gastos y vicios estaba en poder de los muertos,al punto de que el inca Huscar, posedo de un demonaco y fatdico propsito, anunci

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    que habra de mandar enterrar a todos los bultos de los incas, porque los muertos y nolos vivos tenan lo mejor de su reino.

    El imperio de Huayna Cpac y sus hijos de oro

    El gran instante jubilar del imperio, en orden a la riqueza y el despliegue de un lujo

    oriental, es el del inca Huayna Cpac. La plaza de Aucaypata, en el Cusco, resplandecede oro, plata, sederas de cumbi y de plumas y de piedras preciosas. Los palaciosdesnudos de los incas antiguos y patriarcales se llenan de decoraciones imprevistas,cercos de oro, puertas de jaspe y de mrmol de colores, y motivos escultricos delagartijas y mariposas y culebras grandes y chicas que parecan andar subiendo ybajando por ellas. El ejrcito incaico presenta sus cincuenta mil hombres armados deoro y plata. En el centro de la plaza se levanta un dosel o teatro cubierto de paos deplumas llenos de chaquira y mantas grandes de tan fina lana, sembrados de argenterade oro y pedrera. All va a posarse, sobre un escao de oro, la imagen del sol.Tenemos por muy ciertodice el cronista Ciezaque ni en Jerusaln, ni en Roma, nien Persia, ni en ninguna parte del mundo, por ninguna repblica ni rey del se juntabaen un lugar tanta riqueza de metales de oro y plata y pedrera como en esta plaza delCusco. Para rematar y circuir la gloria urea de la plaza y del imperio, el inca Huayna

    Cpac manda forjar una maroma o cadena de oro de trescientos cincuenta pasos delargo, para que los indios bailen asidos de ella alrededor de la gran plaza del Cusco, alcantarse las hazaas y glorias de sus antepasados. Y, en los remotos confines delimperio mand colocar dos porras de oro y plata en la raya de Vilcanota, como retoy defensa mgica contra los Collas, y en el Ancasmayo, en la frontera indmita de losPastos, ciertas estacas de oro, como alarde de soberbia y seoro.

    Acaso si toda la lucha del mundo y de la historia, el surgir y caer de los imperios, nosea, como dijo el ingls Carlyle, sino una etapa de la interminable y gigantesca luchade la fe contra la incredulidad. Parece que el incario se incorporara dentro de estanorma, porque su grandeza y podero comienza con un acto de fe, en el momento enque la barreta de oro de Manco Cpac se hunde en la tierra frtil y promisoria del

    Cusco, donde habran de surgir la urbe y el estado imperial; y su estrella se nubla ydeclina cuando los dos hijos bastardos del inca, Huscar y Atahualpa, mandan, el unodestruir las huacas y las momias del Cusco, y el otro golpea y azota con una alabardade oro al sacerdote de la huaca de Huamachuco, que le previene una catstrofeinevitable y cercana.

    El botn de oro de Pizarro

    La cruzada de sangre y oro de la conquista lleg con Pizarro a Cajamarca y desbarat,en el espacio de cincuenta minutos, con ciento sesenta y ocho aventureros haraposos,al invicto ejrcito incaico de treinta mil hombres, que haba conquistado toda laAmrica del Sur, como tres siglos ms tarde el imperio espaol, en que no se pona elsol, sera desbaratado en cincuenta y cinco minutos de combate por ochocientos

    peruanos, en el campo de Junn. De la captura del inca, en medio de su corte enjoyadaen lo alto de su litera impasible, cargada por los estoicos lucanas, arranca el ro de oroalucinante que lleva el nombre del Per a los confines del mundo occidental. Y no fuementira el relato fabuloso de los cronistas, ni de los humanistas europeos o loscomerciantes genoveses o venecianos que en Sevilla vieron el desfile del fantsticobotn y lo divulgaron por Europa con cifras de envidia. Aquel da, en aquel rincnandino del Per, la historia del mundo haba dado un salto o un viraje: el oroamericano, principalmente el del Per, iba a transformar la economa europea, porque

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    al aumentar el circulante y producir la repentina alza de los precios, iba a surgir elauge incontrolado del dinero y del capitalismo.

    Xerez y Pedro Sancho, secretarios de Pizarro, describieron en sus crnicas que setradujeron y adaptaron en publicaciones europeasel botn obtenido por Pizarro enCajamarca y el Cusco. El primer botn de la cabalgata sudorosa y jadeante, que recorre

    el campo de Cajamarca y saquea el campamento del inca, es de 80 mil pesos de oro ysiete mil marcos de plata y 14 esmeraldas. El oro y plata se hubodice, maravillado,el escribano Xerez, secretario de Pizarro, informando oficialmente al reyen piezasmonstruosas y platos grandes y pequeos y cntaros y ollas y braceros y coponesgrandes y otras piezas diversas. Atabalipa el Inca presodijo a los espaoles quetodo esto y mucho ms que se llevaron los indios fugitivos era vajilla de su servicio.

    El inca, astuto y sutil, en quien los espaoles se espantaran de ver en hombrebrbaro tanta prudencia, comprendi que el oro, buscado ansiosamente por lasoldadesca era el precio y el talismn de su vida e hizo espectacularmente, elofrecimiento fabuloso que llen de asombro a su siglo y a la historia: llenar la sala desu prisin, de 22 pies de largo por 17 de ancho, de cntaros, ollas, tejuelos y otraspiezas de oro y dos veces la misma extensin de plata, hasta la altura de estado y

    medio. Del Cusco, de donde deba traerse el oro a Cajamarca haba, por lo menos,cuarenta das de ida y vuelta, con los que el inca haba ganado una prrroga efectivade su vida, plazo dentro del que sus generales de Quito y del Cusco podran reaccionary aplastar a aquella cohorte andrajosa de jinetes que, para custodiar al inca y elprecario botn del da de su captura, tenan que velar todas las noches, con armadurasy sobre el caballo, en atisbo de la emboscada india.

    El resplandor del oro alumbra, al par que los hachones nocturnos, a los actores deambos bandos de aquella dramtica pugna y zozobra. Por los caminos incaicosempiezan a llegar las acmilas humanas cargadas de oro y plata. Cada da llegancargas de treinta, cuarenta y cincuenta mil pesos de oro y algunos de sesenta mil. Lostres comisionados de Pizarro que llegan al Cusco, ordenan deschapar las paredes del

    Templo del Sol y los palacios incaicos de sus lminas de oro. Y parten para Cajamarcala primera vez 600 planchas de oro de 3 a 4 palmos de largo, en doscientas cargas quepesaron ciento treinta quintales y, luego, llegaron sesenta cargas de oro ms bajo, queno se recibi por ser de 7 u 8 quilates el peso. Ms tarde lleg todo el oro recogido porHernando en la mezquita de Pachacamac.

    El rescate de oro de Atahualpa

    La mayor parte del oro fue fundido por los indios, grandes plateros y fundidores quefundan con nueve forjas. El incentivo trgico del oro divida ya, no slo a indios yespaoles, sino a stos mismos, porque los soldados de Almagro, llegados despus dela captura del inca, no tenan derecho al enorme y resplandeciente botn que ingresabatodos los das a Cajamarca y que ellos ayudaban a custodiar. Hubo que apresurar el

    reparto, sin que la estancia aladinesca estuviera totalmente llena, porque Almagro ysus soldados y otros cuervos adiestrados y ansiosos de partir, exigan se terminase deuna vez la comedia del rescate para que el oro fuera de todos. Para interrumpir latrgica espera no haba solucin ms llana y segura, segn los almagristas, que lamuerte del inca. Para impedir la contienda y la explosin de la codicia de los doscientosadvenedizos de Almagro hubo, a la vez, que eliminar al inca y cerrar la cuenta delbotn de su prisin. Muerto el inca, el oro era ya no nicamente de sus captores, sinode todos. El oro haba sido el can Cerbero de su vida y a la postre fue su taln deAquiles. Llegaron juntos la condenacin del Inca y el reparto del oro del Coricancha,

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    cuyo dueo legtimo el inca Huscar acababa de perecer por una orden deAtahualpa, en otro rincn hasta entonces incgnito del Imperio.

    El reparto del botn

    En el fabuloso botn del inca en Cajamarca llaman la atencin la extraordinaria suma

    de oro recogida y la calidad artstica del oro pulido y exornado. La cantidad recogidafue, segn el acta oficial del reparto, 1326,539 pesos de buen oro, cada peso decuatrocientos cincuenta maraveds. De stos se sac para el rey el quinto, ascendientea 264,859 pesos y 2,245 por los derechos de fundicin. Para la compaa desoldados quedaron lquidos, 1059,435 pesos. A Pizarro, que tena compaa universalde sus bienes con Almagro, le toc 57,220 pesos de oro y 2,350 marcos de plata. AHernando Pizarro, 31,080 de oro y 1,267 de plata; a Hernando de Soto, 17,740 de oroy 724 de plata; a Juan Pizarro 11,100 de oro y 407,2 de plata; a Pedro de Candia,9,909 de oro y 407,2 de plata. A los capitanes inmediatos les correspondi alrededorde 9 mil pesos de oro. A los cronistas soldados Cristbal de Mena, Miguel de Estete yFrancisco de Xerez, les tocaron sumas iguales: 8,800 pesos de oro y 362 marcos deplata. A los 48 restantes hombres de a caballo, les entregaron entre 9 mil y 8 milpesos de oro y 362 marcos de plata. Los de infantera recibieron un promedio de 4,500

    a 2,200 pesos de oro y 180 a 90 marcos de plata. Aun la cuota otorgada al ltimopen era fortuna apreciable, porque con lo ganado por un hombre de a caballo, comoJuan Ruiz de Albuquerque, pudo ste regresar a Espaa para ayudar al rey con susdonativos, fincar 600 ducados de renta en juros perpetuos en Jerez en Sevilla, gastartren de escuderos y esclavos negros, fundar mayorazgos y dedicarse a la montera deperros y volatera de azores en su pueblo natal y en su casa solar con un escudo depiedra en el frontis. Otros volvan de ciudadanos labradores, de pobres, hechosseores y, como Rodrigo Orgez, mandaban fundar capellanas y entierros en SanJuan de los Reyes en Toledo; o como Pedro Sancho se casaban con damas de laaristocracia, o como Francisco de Xerez, era elogiado en coplas porque:

    Tiene en limosnas gastados

    mil y quinientos ducadossin los ms que da escondido.

    Es posible que la suma de oro reunida fuese mayor que la que da el acta oficial delreparto. Sumando la plata al oro lo recogido en Cajamarca fue, segn Len Pinelo,3,130,485 pesos. Pero, dada la abundancia de metal, los repartidores veedorestuvieron mano larga para el peso y el oro de catorce quilates lo ponan a siete y lo deveinte a catorce. No todo el oro fue registrado y mucho se evadi de la cuenta. En elhartazgo de oro de Cajamarca nadie reparaba en peso de ms y de menos, y eratenido en tan poco el oro y la plata as de los espaoles como de los indios, quealgunos conquistadores ambulaban por las calles de Cajamarca con un indio cargadode oro, buscando a sus acreedores para pagarles, y entregaban por cualquier cosa unpedazo de oro en bulto, sin pesar. Otros, pordioseros de la vspera, jugaban en una

    apuesta a los bolos o en una carta del naipe, miles de ducados. Los precios subieronfantsticamente: por un caballo se pagaba de 2 mil a 3 mil pesos, 40 pesos por un parde borcegues, 100 pesos por una capa y 10 pesos de oro una mano de papel.

    El oro perulero en Sevilla

    La crnica de Xerez explica, con su fra parsimonia y exactitud notarial, los objetosms notables del botn de Cajamarca que se salvaron de la fundicin. Dice el cronistaque, aparte de los cntaros grandes y ollas de dos y tres arrobas, fueron enviados al

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    rey, una fuente de oro grande con sus caos corriendo agua; otra fuente donde haymuchas aves hechas de diversas maneras y hombres sacando agua de la fuente, todohecho de oro; llamas con sus pastores de tamao natural de oro; un guila o cndorde plata, que caba en su cuerpo dos cntaros de agua; ollas de plata y de oro enlas que caba una vaca despedazada; un dolo del tamao de un nio de cuatro aos,de oro macizo; dos tambores de oro, y dos costales de oro, que cabr en cada uno

    dos hanegas de trigo. Pedro Sancho habla de que se fundieron piezas pequeas ymuy finas, que se contaron ms de 500 planchas de oro del templo del Cusco, quepesaban desde cuatro y cinco libras hasta diez y doce libras y que entre las joyas habauna fuente de oro toda muy sutilmente labrada que era muy de ver, as por el artificiode su trabajo como por la finura con que era hecha, y un asiento de oro muy fino latiana del Inca o del sollabrado en figura de escabel que pes diez y ocho mil pesos.

    La hiprbole aparente de los cronistas se halla, esta vez, respaldada por losdocumentos fehacientes que obran en el Archivo de Indias. Toda la ciudad de Sevillapresenci la descarga del tesoro de los incas cuando se llevaron de la nao Santa Maradel Campo a la Casa de Contratacin las vasijas y grandes cntaros del Templo del Sola lomo de mulas y el resto en cajas conducidas por lentas carretas de bueyes, enveintisiete cargas. Pero los funcionarios del Consejo de Indias tomaron inventario

    minucioso de todo el oro y la plata llegados del Per, el que coincide absolutamentecon la relacin sumaria y asombrada de los cronistas.

    De la relacin del oro y plata tomada en Sevilla, en el mes de febrero de 1534, porLuis Fernndez Alfaro, tesorero de la Casa de Contratacin, y publicada por JosToribio Medina, aparece, en la lista del oro del Per, llevado por Hernando Pizarro, losiguiente: 38 tinajas de oro de un peso medio de 60 a 25 libras; una figura de mediocuerpo de indio, metida en un retablico de plata y oro; dos atabales de oro; dosfuentes que pesaron 17 libras; un dolo a manera de hombre, que pes 11 libras; y enotro inventario una de las caas de maz de oro con tres hojas o mazorcas de oro,descritas por Xerez y por Garcilaso; una figura de indio, de veinte quilates; unaalcarraza de oro de 27 libras y un atabal de oro de 21 quilates y peso de cuatro

    marcos. En el inventario de la plata aparece, poco ms o menos, el mismo arteorfebreril en 12 figuras de mujer, pequeas y grandes, que pesaron 937 marcos, uncarnero y cordero de plata lase llamas, que pesaron 347 marcos; y una tinajacon dos asas y una cabeza de perro y su pico, de 27 libras. Mujeres de oro, un hombreenano, de oro, con su bonete y una corona y 3 carneros de oro, aparecen en otroenvo al rey, entregado por Diego de Fuentemayor, en 1538. En el Per, la historiasupera en asombros a la leyenda.

    El botn del Cusco

    El cronista Agustn de Zrate dice que en el Cusco se hall tanto como en Caxamalca.Gmara dice que fue mas, aunque como se reparti entre ms gente no parecitanto. Pero Garcilaso afirma que en el Cusco ovo mas. De las publicaciones hechas

    por el historiador peruano don Rafael Loredo sobre el acta indita del reparto delCusco, se deduce que el botn de esta ciudad ascendi a 588,226 pesos de oro de 450maraveds, y a 164,558 marcos de plata buena a 2,110 maraveds y 63,752 marcos deplata mala a 1,125 maraveds, lo cual da un total de 793,140 080. En Cajamarca,segn el mismo documento, se obtuvo 1326539 pesos de oro de 450 maraveds y51610 marcos de plata a su verdadera ley de 1958 maraveds, lo que da un total de697994 930. Esto confiere, evidentemente, una ligera ventaja, en las cifras oficiales,al tesoro del Cusco sobre el de Cajamarca, aunque bien sabemos que en esta villamucho no fue quintado ni fundido y hubo mltiples evasiones. nicamente el escao

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    de Pizarro que pes 83 kilos de oro de 15 quilates y no fue contadorestablece labalanza a favor del botn cajamarquino. Por de pronto, el oro habido en Cajamarca fuems del doble del que se hubo en el Cusco. Es la plata la que predomina en este ltimoreparto. La cuota asignada en el Cusco a cada soldado tuvo que ser menor, ya que eramayor el nmero de participantes. Se hicieron 480 partes, sobre las 168 deCajamarca, y a cada soldado le toc, segn unos, 4000 pesos y 700 marcos de plata.

    De las pocas cifras dadas por Loredo, se percibe que un soldado comn, como JuanPrez de Tudela, recibi 1023 marcos de plata de diversa ley. Los de a caballo parecenhaber recibido 1126 pesos de buen oro y 2553 pesos de oro de 22 1/2 quilates. En elquinto del Rey, se mencionan algunos objetos que no fueron fundidos, como unamujer de 18 quilates que pes 128 marcos de oro o sea 29 kilos 440 gramos, lo que,segn Loredo, corresponde a la suma actual de 736000 soles oro; tambin figura,como en Cajamarca, una oveja de oro de 18 quilates que pes 5 750 pesos o sea 26kilos 450 gramos, lo que equivaldra, segn el mismo clculo, a 661000 soles. En elquinto hubo 11 mujeres de oro y 4 ovejas o llamas del mismo metal. Pizarro recibilo que le corresponda en piezas labradas de indios y en ciertas mujeres de oro. Lapieza ms extraordinaria del botn del Cusco fue, segn el documento glosado porLoredo, una plancha de oro blanco que no ovo con que pesalla, y que se presumefuera la imagen de la luna arrancada al Templo del Sol.

    El oro necrfilo

    El oro recogido por los espaoles en Cajamarca y el Cusco, no obstante sucaudalosidad, no fue sino una mnima parte de la riqueza incaica. No fue sino muypequea parte de lo que de estos tesoros vino en poder de los espaoles, afirma elpadre Cobo. La mayor parte de sus riquezasdice Garcilasola hundieron los indios,ocultndola y enterrndola de manera que nunca ms ha parecido. Y Cieza referaque Paullo Inca le dijo en el Cusco que, si todo el tesoro de huacas, templos yenterramientos se juntase, lo sacado por los espaoles hara tan poca mella, como sehara sacando de una gran vasija de agua una gota della, o de una medida de mazun puado de granos. Los espaoles se llevaron el oro de los templos y palacios que

    los indios no alcanzaron a esconder, pero no vislumbraron la enorme riqueza sepultadaen las tumbas. El hombre del incario se preocup tanto o ms de la morada eterna quede la provisoria de la vida. En el Per antiguo hubo ms necrpolis que ciudades yestas ciudades estaban plenas de tesoros maravillosos. Los seores y caudillos seenterraban con todo su atuendo de mantas lujosas, vajilla de oro y plata, joyera deperlas, turquesas y esmeraldas, ollas y cntaros de barro y de oro. Se crea que quienno llevaba mucho a la otra vida, lo pasara muy pobre y desabridamente. Haba quepagar, como en el mundo clsico europeo, el pasaje a Carn, el barquero de lastinieblas.

    Desde el da siguiente de la conquista surgen las leyendas de tesoros ocultos quealucinan a tesauristas empeosos y a aventureros de la imaginacin. Tras delresonante desentierro del tesoro del cacique de Chim y de la huaca de Toledo, crece

    la fiebre funeraria de los conquistadores vacantes. Se habla de los tesoros enterradosen Pachacamac, del tesoro de Huayna Cpac enterrado en el templo del Sol, de los deCuramba y de Vilcas, de los tesoros de doa Mara de Esquivel y de la cacica CatalinaHuanca en el cerro del Agustino, veinte veces perforado intilmente por los huaqueros.El poder moral de los frailes reacciona contra la profanacin de tumbas y aparece laadmonicin de fray Bartolom de las Casas, que defiende los cuerpos y las almas delos indios en De Thesauris qui reperientur in sepulchrum Indorum, y el implacablepapel Duda sobre los tesoros de Caxamalca que incita a los encomenderos y dueosde tesoros, minas y heredades, a recibir la ceniza sobre la frente y devolver lo

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    arrebatado a los indios so pretexto de idlatras y enemigos de Dios. Est prximo elarrepentimiento y la baladronada pstuma del testamento de Mancio Serra deLegusamo y las mandas contritas de Francisco de Fuentes en Trujillo, azuzado por suconfesor, para devolver todo el oro manchado con la sangre de Atahualpa. Va llegandola hora prevista por Gmara para los que mataron al Inca, en que, castigados por eltiempo y sus pecados, acaben mal.

    Ninguno de los tesoros famosos clamoreados en el siglo XVI apareci ante suspesquisadores. No hallaron el tesoro de Huayna Cpac el tesorero de Arequipa, ni sussocios fray Agustn Martnez y Juan Serra de Legusamo, autorizados por cdulas realesde 1607, 1608 y 1618, para excavar en el templo del Sol en pos de sus ilusosderroteros. Tampoco pudo nadie llegar a la cumbre nevada del Pachatusan, donde 300cargas de indios antis, portadores de oro en polvo y en pepitas, fueron enterrados pororden de Tpac Yupanqui. Ni la plata y el oro sepultados por los indios de Chachapoyaso los de Lampa, que escondieron los caudales que conducan 10 mil llamas y quebuscaba an en la hacienda Urcunimuri, en 1764, un soador autorizado por el virrey.Hay una estampa de la poca que podra iluminarse con la luz dudosa de un candil, enla que un individuo vendado es conducido a una cueva en que el oro est tirado por lossuelos en tinajas, cntaros y alhajas de todo gnero, que un cacique generoso pone a

    su disposicin.

    Las minas coloniales

    Pasado el deslumbramiento de los botines del oro de Cajamarca y del Cusco y de losentierros famosos, los economistas modernos tratan de enfriar aquella emocin nica.Garcilaso y Len Pinelo haban ya reaccionado, enunciando la tesis de que las minasdel Per y el trabajo sistematizado de ellas haban dado a Espaa ms riquezas que lasde la conquista. El inca Garcilaso asegura que todos los aos se sacan, para enviarlos aEspaa, doce o trece millones de plata y oro y cada milln monta diez veces cien milducados.

    En 1595, dice el mismo inca, entraron por la barra de San Lcar treinta y cincomillones de plata y oro del Per. Y Len Pinelo, con los libros del Consejo de Indias enla mano, dice que en el Per se labraban, a principios del siglo XVII, cien minerales deoro y que en ellos se haban descubierto dos minas de cincuenta varas, de otrosmetales. Es el momento del apogeo de la plata. Las minas de Potos dieron de 1545 a1647, segn Len Pinelo, 1674 millones de pesos ensayados de ocho reales. Cadasbado daban 150 200 mil pesos, dice el padre Acosta. El padre Cobo escriba hacia1650: Hoy se saca cuatro veces ms plata que en la grande estampida de laconquista. Las minas del Per y Nuevo Reino dieron, en el mismo lapso, 250000 000pesos. La mina de Porco daba un milln cada ao, la de Choclococha y Castrovirreyna900 mil pesos ensayados, la de Cailloma 650 mil y la de Vilcabamba 600 mil. El oroprevaleci, en los primeros aos, hasta 1532, en que se descubrieron las primerasminas de plata en Nueva Espaa y, en 1545, las de Potos. Len Pinelo calcula que las

    minas de oro del Per, Nueva Granada y Nueva Espaa daban al rey un milln depesos anuales. Desde la conquista hasta 1650 el oro indiano dio 154 millones decastellanos, o sea 308 millones de pesos de ocho reales, o sea quince mil cuatrocientosquintales de oro de pura ley. Segn el economista Hamilton, el tesoro dramticamenteobtenido por los conquistadores fue una bagatela en comparacin con los productosde las minas posteriores. Hasta el cuarto decenio del siglo XVII, el tesoro de las indiasse verti en la metrpoli con caudal abundancia. La corriente de oro y plata disminuyconsiderablemente, pero no ces por completo.

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    Plateros coloniales

    El Incario fue, segn Gerbi, la poca del auge del oro, la Colonia la de la plata y laRepblica la del guano. No cabe, en este estudio sobre el oro precolombino, seguir latrayectoria del oro en estas ltimas pocas. En la poca colonial el oro sigue siendo,

    sin embargo, como en el Incario, smbolo de majestad y de seoro. Se prodigaprincipalmente en los retablos barrocos, verdaderas ascuas de oro retorcido yflamgero galimatas dorados, en los clices y en las custodias cuajadas depedrera, en las coronas y en las joyas de oro de las vrgenes, en tanto que la plataabunda en los frontales, sagrarios y tabernculos de los altares, los blandones ycandeleros, andas y urnas de plata, pebeteros e incensarios, hisopos, azafates,palanganas y bandejas, hacheros y lmparas de los templos.

    En los vestidos masculinos predomina el oro en los galones, bordados, trencillas ypasamaneras; abundan las joyas de oro y pedrera, las cadenas y las abotonaduras deoro, las sillas de filigrana de oro y los estribos y jaeces de oro y plata. Los negros y loszambos usan capas bordadas, sillas de montar de plata, reloj y sortijas de oro,vestidos de tis, lana y terciopelo.

    La indumentaria femenina tambin incide en el amor ceremonial del oro; las mujeresde Lima, segn Frezier, gustan de los encajes de oro, las cintas y los tiss de oro, losbrocados y briscados y los adornos extraordinarios de alhajas, pulseras, collares,pendientes o sortijas de oro, perlas y pedreras. Frezier dice haber visto bellsimasdamas que llevaban sobre el cuerpo como 60000 piastras, o sea 240000 libras.Concolorcorvo apunta la riqueza de las camas, con colgaduras de damasco carmes ygalones y flecaduras de oro; y Terralla habla de cortinas imperiales, con catres de dosmil pesos. La vajilla de las casas es, en cambio, casi ntegramente de plata labrada,que trabaja con originalidad y maestra el gremio de plateros, tradicional en Lima y enel Cusco, en las calles que llevan sus nombres. Y como es el apogeo de la platapotosina, las calles de la ciudad virreinal se pavimentan para el paso de las

    procesiones o para la entrada del virrey con lingotes de plata. Para la entrada delduque de la Palata los comerciantes de Lima alfombraron de barras de plata de 200marcos, de 15 pulgadas de largo, cinco de ancho y 2 a 3 de espesor, las calles de LaMerced y Mercaderes, echando por los suelos una suma que representaban 320millones de libras. Lima, era, entonces, el ncleo del comercio sudamericano y eldepsito de todos los tesoros del Per.

    La decadencia econmica del Virreinato a fines del siglo XVIII se produce por lasegregacin de Nueva Granada y Buenos Aires y la apertura del comercio por el Ro dela Plata. Las minas decaen por las sublevaciones de los indios y la inseguridadeconmica y social. El vendaval revolucionario arrasa con la riqueza privada y la de lostemplos, cuyos joyeles desaparecen o son fundidos para necesidades de la guerra.Instaurada la Repblica, se pospone la industria minera por falta de capitales.

    Abandonados minas y lavaderos de oro, la produccin lleg al mnimo, segn Gerbi,entre 1885 y 1895. El oro se explotaba en las primeras dcadas del siglo XX como unsubproducto del cobre. Se extraa de los lingotes de cobre que se exportaban de Cerrode Pasco. Hacia 1920 se exportaba un promedio de 840 kilos por ao. En 1938 y 1939,reiniciada la extraccin directa del oro, ste alcanz a casi 8000 kilos y a cuarenta ycincuenta millones de soles. Elevado el precio del oro, revivieron los lavaderos de orode Carabaya y adquirieron repentino auge las minas de Parcoy y de Buldibuyo,acaparadas por la Northern Peru, las de Nasca, de prestigio precolombino, la de

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    Cotabambas, ruidosamente frustrada, y la de Santo Domingo, de la Inca MiningCompany.

    El fatum del oro

    Otras riquezas sustituyen al oro en el siglo XIX, caudillesco y republicano. Como en el

    Incario o en la Colonia, el Per volvi a disfrutar de una riqueza fcil, corruptora de sudisciplina social y poltica y extinguible a corto plazo. Como los conquistadoresderrocharon el oro indio del botn y lo despilfarraron en el juego, en la rivalidadenconada y sangrienta, en la inercia destructora o en el boato imprevisor y ostentivo,los caudillos republicanos jugaron tambin el destino de la Repblica en el tapete verdede las salas de Rocambor, en la estulticia y falta de plan gubernativo, en la guerra civilimplacable y anarquizadora, en los derroches presupuestales y suntuarios de laConsolidacin y en la megalomana de los emprstitos y de las obras pblicas,mientras en el horizonte se acentuaba una amenaza internacional. Llegamos incluso,en el pas proverbial del oro y la plata, al absurdo paradojal del papel moneda. Elguano, deca don Luciano Benjamn Cisneros, ha sido acaso la maldicin del Per. Sinesa riqueza fcil habramos sido sobrios, laboriosos y fecundos, en vez de prdigos eimprevisores. Del guano provinieron, como del oro incaico o la plata virreinal, la

    fiebre del dinero y la hidropesa de la opulencia burguesa.

    Pero, no obstante estas vicisitudes y contrastes, el oro no dej tan slo desconcierto ycorrupcin. El oro tiene, entre sus virtudes mticas, la de buscar la perfeccin ydesarrollar un sentimiento de confianza y orgullo en el que se esconde un propsitoegregio de prevalecer contra el tiempo y las fuerzas de destruccin.

    El oro tuvo en el Per, desde los tiempos ms remotos, una funcin altruista y unavirtualidad esttica. En el Incario el oro libert al pueblo creyente y dctil de labarbarie de los sacrificios humanos y elev el nivel moral de las castas, ofreciendo alos dioses, en vez de la ddiva sangrienta, el cntaro o la imagen de oro estilizados,fruto de una contemplacin libre y bienhechora, con nimo de belleza. El oro tuvo,

    tambin, una virtud mtica fecundadora y preservadora de la destruccin y la muerte.En la boca de los cadveres y en las heridas de las trepanaciones colocaban los indiosdiscos de oro para librarlos de la corrupcin. El oro acumulado durante cuatro siglos enlas cajas de piedra de seguridad del Coricancha, con un propsito reverencial ysuntuario, fue a parar, a travs de las manos avezadas al hierro, de soldados que sejugaban en una noche el sol de los incas antes de que amaneciese, a los bancos deAmsterdam, de Amberes, de Lisboa y de Londres. No fue nunca el dinero, el oroacumulado, inhumano, utilitario y cruel. Fue el tesoro, conjunto mgico, cosasoada e innumerable, suscitadora de aventuras y hazaas. En el Virreinato espaol laplata no se convirti, tampoco, en negocio y dividendo, sino que aflor en el altar, enel decoro domstico o en el alarde momentneo de la procesin, en la cabalgata o elsquito barroco del Virrey o del Santsimo Sacramento. Por imposicin de su medio, elPer tuvo oro y esclavos como denost Bolvar, en su carta de Jamaica, que

    produjeron anarqua y servidumbre y el peruano de la Repblica, como el indiofatalista y agorero y como el conquistador vido y heroico, no tuvo cuenta del maanay se entreg al azar y a la voluntad de los dioses, con espritu de jugador, hasta que lafortuna se cans de sonrerle. Surgi entonces la comparacin del humanista europeo,que llam al Per, un mendigo sentado en un banco de oro.

    El recuerdo legendario de su arcaica grandeza, que se trasunta en la imagen del cercoy los jardines de oro del Coricancha, o en las calles pavimentadas con lingotes de platade la Lima virreinal, dej en el ser del Per, junto con la conciencia de una jerarqua

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    del espritu que, como el oro, no se gasta ni perece, una norma de comprensin yamistad que brota de la ndole generosa del metal y es el quilate-rey de supersonalidad y seoro.