Re-escrituras o cómo evitar el otoñoen las hojas de los librosLa vida canta victoria todo el tiempo y en todas partes: una gota, una hoja

verde en la ranura, un relámpago. Jesús Caviglia está persuadido de ese latido que le susurran los vientos, y por eso su vocación de reanimador de muñecas de pestañas enormes o de rayados discos de acetato: en sus manos tejedoras un encaje, un trozo de madera o una rosa pueden ser el traje de un cuerpo desnudo de papel. Desde esa vocación artística no utópica, más bien ecológica, y con la pasión con que ensambla lo fracturado, lo olvidado, lo que ha quedado en las orillas, le restituye el pálpito a las cosas. Glosa lo sepia y, según el albedrío de su trazo y las conexiones de un mapa imaginario, junta las partes —piedra, papel y tijera—, para hacer un nuevo compendio o unidad al que atraviesa la línea crucial de una �nisecular carta de amor.

Su trabajo, que parece sostenido por la nostalgia de un tiempo que pretende encapsular o tal vez esté impulsado por la búsqueda de una Pangea ancestral, es en realidad la versión de la mirada mágica de Alicia en el espejo. Escultor y pintor que convierte en narración vigente las historias de moñas o leontinas; que deshace con puentes los paréntesis y los lapsos; que se esmera haciendo collages desmesurados que nos llevan a la sala común habitada por polizones y fustanes, son los libros —objetos per sé sagrados—, un capítulo aparte en su obra.

Convertidos no por irreverencia —todo lo contrario—, en tierra abonada para la siembra, en objeto de culto dentro del marco, o en página abierta sin remedio para la eterna observación, este amante de los contenidos y de la posibilidad que ofrecen para viajar sin movernos de la silla o llorar sin haber

sido heridos por zarza alguna o pelado cebollas despechadas, los interviene y disecciona para extraerles la entraña.

Toma aquellos descuadernados y que se han deshojado como árboles tristes o han desdibujado su tinta tal vez de tan leídos y los pega hasta convertir pulpa, lomo y solapas en una compacta caja de sorpresas: un macetero, un autorrefer-ente silencioso o un joyero. Luego que los ahueca y extirpa las palabras que nunca se las puede llevar el viento construye en su interior una mínima perfor-mance de bienvenida. Puede nacer una planta, puede una bailarina pararse de puntillas, puede el sombrero loco sentarse sobre el tiempo, es decir, un reloj. Lo cierto es que los libros de Caviglia nos echan un nuevo cuento. Que nos interpe-la y enamora.

Re-escrituras es la nueva exposición de este creador formado en la Cristóbal Rojas y en cuya trayectoria de exposiciones y reconocimientos sobresale como distintivo, pues, esa obsesión de casamentero incurable, de enamorado de las reconciliaciones (mapas de Caracas como menús sobre platos rotos, hojas de árboles con hojas de libros) y seguro de la y copulativa con que transforma las partes en un todo que es arte.

En esta muestra que tiene lugar en la biblioteca Francisco Herrera Luque, desde los anaqueles, los libros que aguardan de pie nuevas lecturas dan la bienvenida a los otros que llegan para ser leídos de otra forma y convierten la estancia en un homenaje a lo escrito que es, pues, un homenaje a la vida y a su voluntad orgánica de cohesión. Como dice el poeta, todo existe solo para que sea escrito. Y como dice Caviglia, todo nace de (o renace con) la juntura.

Faitha Nahmens Larrazábal

Mirada Leonardo400 $

Alicia I. 400$

Alicia II. 400 $

Pajarera, acto I. 400 $

Libro de Toledo. 400 $

Libro de Caracas.

Álbum de postales. 400 $

Libro de San Jorge400 $

Libro Divino. 300 $

El Greco 300 $

Latido. 300 $

Refugio 300 $

Verbo. 400$

Fachada 300 $

La Historia Fabulada.