Reaccion y Revolucion

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    203Reseas

    Daimon. Revista de Filosofa, n 39, 2006

    tensiones: la de la tradicin contra la de la nove-

    dad. Y es que los liberales, saben que uno de los

    mejores medios para hacer ms fcil la asimilacin

    de la novedad por el pueblo, esto es, la obedien-

    cia voluntaria, consiste en poner en relacin los

    nuevos principios con las leyes que en el pasado

    favorecieron las libertades populares (p. 51). La

    novedad est aqu en la puesta en marcha de la

    divisin de poderes, en la soberana nacional y en

    la defensa dogmtica de los absolutos e ilegisla-

    bles derechos individuales. Por su parte, el perodo

    isabelino no aport nada nuevo a la poltica espa-

    ola, slo el intento del Partido Moderado con su

    ambigua teora del justo medio por pacificar laherencia del liberalismo doceaista: No es otro

    el espritu del siglo: el justo medio entre la estabi-

    lidad de las antiguas monarquas y el progreso de

    los gobiernos liberales, entre el principio religioso

    y monrquico heredado de nuestros antepasados

    y la libertad de los moderados (p. 96). Idea del

    justo medio que, en opinin tanto de la izquierda

    como de la derecha, tiene una finalidad evidente:

    [] la consideran una simple excusa para obte-

    ner el poder absoluto (p. 101).

    b) Reaccin contra el parlamentarismo liberal.La reaccin contra la revolucin liberal no fue

    entendida en trminos polticos sino teolgicos,

    as no resulta en nada disparatado hablar de cru-

    zada contra el mal. El autntico mal del siglo XIX

    no es otro que el triunfo de las ideas liberales

    francesas y americanas: El liberalismo, con su

    poltica anticlerical, que haba minado el principio

    de autoridad, y su injusta distribucin de las rique-

    zas, que haba provocado el empeoramiento de la

    condicin de los pobres, era para los reaccionariosdel siglo diecinueve el verdadero responsable del

    caos poltico y de la cada vez ms inminente revo-

    lucin social (p. 161). Oponindose a la liberal

    definicin de libertad, encontramos como primera

    crtica una definicin de la libertad catlica un

    tanto especial. Libertad, s, pero para obedecer,

    ya que slo a Dios le corresponde una libertad

    ilimitada frente a la limitada de los hombres.

    La segunda crtica habla de una teologa de la

    historia: Para el pensamiento contrarrevolucio-

    nario, la filosofa de la historia, en tanto consideraa la divina providencia la razn ltima de los

    acontecimientos histricos, se transforma en una

    verdadera teologa de la historia (p. 172). Por

    ello, la revolucin no es otra cosa que un castigo

    divino contra el hombre que ha credo tener tanto

    poder como Dios. La tercera crtica nos habla de la

    ineficacia del parlamentarismo que dice gobernar

    para el pueblo, pero en realidad lo hace a espaldas

    de ste, provocando inestabilidad y dividiendo a

    la nacin. Y la ltima crtica defiende la implan-

    tacin de una Constitucin Monrquica Catlica:

    La monarqua pura, y no la constitucional, es

    la verdaderamente espaola, la nica que, como

    seala Donoso, puede garantizar la existencia

    de un poder unitario, fuerte, y a la vez limitadopor las instituciones representativas del congreso

    y el senado (p. 243). Contra el pecado de la

    revolucin, slo medidas audaces, exageradas,

    completamente catlicas, radicalmente opuestas

    al racionalismo liberal, pueden contener la revolu-

    cin y salvar la sociedad (p. 217). Medidas que,

    por supuesto, pretenden erigir al espritu cristiano

    contra la ilegitimidad de los tiempos modernos.

    c) Revolucin demcrata como ltima fase de

    la revolucin liberal. En ltimo lugar est la fase

    cuya ideologa es denominada como republicanis-mo liberal. Libertad, democracia federal y asocia-

    cin son sus fundamentos. Defender en estas

    pginas que el republicanismo del siglo XIX, el

    de los hombres de la democracia y, en especial, de

    sus tres ms importantes representantes, Fernando

    Garrido, Francisco Pi y Margall y Emilio Cautelar,

    es ante todo liberal. [] Estos republicanos inten-

    tan conciliar ambas tradiciones, la republicana y

    liberal, por esta razn creo conveniente aplicarles

    la etiqueta de republicanismo liberal (p. 284). Laclave de esta seccin va a ser que frente a la idea

    del contrato social se defiende la del pacto federal

    con la consiguiente exaltacin del individuo, de

    sus derechos naturales y de su soberana indivi-

    dual. Si a estas caractersticas individuales le uni-

    mos el principio de asociacin tendremos las bases

    tericas para emancipar a la clase trabajadora.

    Pedro Garca Guirao

    [email protected]