Rebelión de los Generales

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    1/1058 Noviembre-Diciembre 2010 MILITARY REVIEW

    Martin L. Cook

    El doctor Martin L. Cook es Profesor de Filosofa y asistentedel Director de Departamento de la Academia de la Fuerza

    Area de EUA. Previamente ha enseado en la EscuelaSuperior de Guerra del Ejrcito de EUA, la Universidad

    Rebelin de los Generales: Un estudio de caso

    sobre la tica profesional

    de Santa Clara, el Colegio de William y Mary, GustavusAdolphus College y St. Johns College. Tiene a su haber unaMaestra y Doctorado de la Universidad de Chicago y unaLicenciatura de la Universidad de Ilinois.

    Tomado de la revista Parameters, nmero deprimavera de 2008.

    Este artculo est basado en las presentacionesdel autor expuestas en el Seminario de la

    Interuniversidad sobre las Fuerzas Armadasy la Sociedad el 27 de octubre de 2007 y en elSimposio sobre la tica Militar en la Universidadde San Diego el 25 de enero de 2008.

    Veamos a quines tenemos aqu esta noche.El General Moseley, Jefe de Estado Mayor de laFuerza Area de EUA. El General Peter Pace,Presidente de los Jefes de Estado Mayor Conjunto.Ellos siguen apoyando a Rumsfeld. Cierto,todava no se han retirado, verdad? Correcto,todava siguen apoyando a Rumsfeld. Miren, dicho

    sea de paso, tengo una teora de cmo lidiar conestos generales retirados responsables por todosestos problemas: no los dejen jubilarse! Por

    favor, por eso tenemos un programa para detenerla prdida de tropas; usmoslo con estos tipos. Stephen Colbert, Comediante, Cena de periodistas de la

    Casa Blanca 2006

    EL HECHO DE que se pueda decir una

    broma como esta frente a un pblicoincluyendo al Presidente, al Presidente

    de los Jefes de Estado Mayor Conjunto, alJefe de Estado Mayor Conjunto de la FuerzaArea y frente a muchos otros dignatarios enWashington dice mucho de la relacin que existeentre los lderes militares de mayor antigedady sus superiores civiles. Evidentemente, paraque los generales recientemente retiradosdecidieran criticar en pblico al Secretario deDefensa Ronald Rumsfeld (y como se entiende

    la poltica de Irak), la situacin ha llegado a unpunto donde consideraron que su discrepanciaera parte de su obligacin a la profesin de lasarmas y a los ciudadanos estadounidenses. Talmarcado criticismo por parte de los autoridadesmilitares quienes previamente ocuparon puestosde gran responsabilidad en la implementacinde las polticas de la Administracin es algoque muy pocas veces se ha dado en la historia

    de Estados Unidos. En este artculo se intentarevaluar las consideraciones ticas que llevana los ociales a contemplar tal accin en todacrisis civil-militar.

    Profesionalismo militarLa pregunta sobre la naturaleza del

    profesionalismo militar y las exigenciascaractersticas derivadas de sus obligaciones

    profesionales han recibido un considerableestudio en los ltimos aos. Hasta ahora, la

    mayor contribucin aportada a esta discusin laha realizado el Ejrcito, en un proyecto sobre elProfesionalismo del Ejrcito desarrollado en WestPoint el cual culmin con la publicacin de The

    Future of the Army Profession.1El mpetu de eseproyecto y una serie de artculos relacionadossurgi por el temor de que los ociales del Ejrcitoestuvieran perdiendo el sentido de su profesin yobligacines arriesgando a convertirse, segn las

    palabras del Dr. Don Snider, director del proyecto,en una burocracia simplemente obediente.

    Frente a ese riesgo percibido, Snider (y muchosotros autores en el proyecto) hacen un llamadoa dar un sentido renovado a las caractersticasdistintivas de una profesin, incluyendo elcompromiso con un cuerpo de conocimientoabstracto que la profesin est obligada a poner

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    en prctica y a perfeccionar. Ese conocimiento,maniesta el autor, constituye la experienciasingular de la profesin y el compromiso con lamisma, el criterio de la independencia intelectualrequerida de la profesin.

    Una implicacin de esa lnea de pensamientoera que lo integrantes de la profesin tienenla responsabilidad tica de poner en prcticael conocimiento profesional actual al gradomximo posible cuando se enfrentan condesafos operacionales, manteniendo la capacidadde adaptar ese conocimiento a novedososrequerimientos y exigencias operacionales.En vista de que el estudio del proyecto estvinculado a la teora especca de profesionesdesarrolladas por Andrew Abbott, quien percibela profesin como diacrnicamente involucradaen una lucha por la jurisdiccin profesional,este aspecto del estudio destac la necesidad detoda profesin de adaptase o morir mientrasevoluciona en competencia con otros actores en laexperiencia relevante de su propia rama histricade experiencia.2

    Del otro lado de este debate, haba unapercepcin en la administracin del PresidenteClinton de que un buen nmero de militares fueronirrespetuosos con la personal del Presidente,desaprobando el uso de fuerza militar ordenado

    por el mismo, especialmente en la Pennsula delos Balcanes. Tales intervenciones colocaron ala institucin castrense en un rol que muchos,dentro de la profesin, consideraron fuera delugar para una organizacin militar concentradaen pelear y ganar las guerras estadounidenses(lo que en ese entonces el Jefe de Estado Mayor,General Eric Shinseki se reri como el contratono negociable del Ejrcito con los ciudadanosestadounidenses).

    En ese ambiente fue que varios escritoresplasmaron la voz de alarma en sus escritos encuanto a que la subordinacin esencial de losmilitares al liderazgo civil era cuestionable.Los escritos ms exhaustivos y estridentes deeste anlisis fueron los de Thomas Ricks en sunovelaA Soldier`s Duty, en el cual imagin laevasin deliberada de las rdenes por parte de

    El honorable Donald H. Rumsfeld (derecha), Secretario de Defensa de EUA, y el General Peter Pace (izquierda), Cuerpo deInfantera de Marina de EUA, Presidente de los Jefes de Estado Mayor Conjunto, responden preguntas formuladas duranteuna conferencia de prensa en el Pentgono, 29 de noviembre de 2005.

    (FuerzaAreadeEUA,

    Sgto.

    2Se

    anP.

    Houlihan)

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    los militares emitidas por sus superiores y delprofesor Richard H. Kohn en la Universidad deCarolina del Norte.3

    Ms recientemente, varias voces han planteadoel argumento de que el asesoramiento profesionalmilitar no fue tenido en cuenta por los lderesciviles de la Administracin de Bush. 4 La

    preocupacin era prcticamente contraria a laexpresada durante los aos de Clinton. En lugarde elegir la insubordinacin, el reclamo era que, aldiferir con las rmes convicciones del secretarioRumsfeld y otros en la jerarqua con respecto a lasnuevas formas de pelear las guerras, el liderazgomilitar haba aceptado los planes de guerra y elnmero de tropas en contrario al juicio de susmejores profesionales.5

    Fue en este contexto que varios escritoresargumentaron que el proceso de supervisin delCongreso en cuanto a los asuntos militares sehaba quebrado de mala manera, por dos motivos:En los ltimos aos el Congreso haba abdicado,en gran medida, su responsabilidad, y la culturadel cuerpo de ociales haba desarrollado unsentido excesivo de obligacin por parte delPoder Ejecutivo del gobierno, ignorando su igual

    por no decir mayor, responsabilidad,de proveeral Congreso evaluaciones militares directas yhonestas.6 Eso, estos autores argumentaron, es

    porque se parte de la base de que parte de la

    obligacin profesional de un ocial superior esdar su opinin profesional en forma objetiva ysin adornos a los integrantes del Congreso y en asus audiencias pblicas.

    Durante casi una dcada, el libro Derelictionof Duty de H. R. McMaster ha informado enforma importante el ethosy la autocomprensindel cuerpo de ociales.7 La demostracin deMcMaster sobre la complicidad de los Jefes deEstado Mayor en la formulacin y continuacinde polticas erradas en Vietnam ha servido de

    advertencia en muchas mentes de cuidadososociales. Segn el general Anthony Zinni, excomandante del Comando Central de EUA, (enese entonces, Presidente de los Jefes de EstadoMayor), el General Hugh Shelton envi unascopias del libro de McMaster a todos los generalesde la institucin castrense estadounidense.

    El mensaje para nosotros, despus deescucharlo de Hugh Shelton, es que eso

    jams sucedera aqu. Y el mensaje para

    nosotros del secretario (William S.) Cohenen ese momento tambin es que la puertasiempre estar abierta, y la obligacin con elCongreso, la cual es una obligacin con losciudadanos estadounidenses que es decirleslo que piensan, sigue en pie. Y eso es lo queesperamos. No quiero volver a escuchar quetenamos un problema, un poco atorado enla garganta, que no les informamos, que noexpresamos honestamente si considerabamosque tenamos que decirlo.8Segn Richard Kohn resume la leccin apren-

    dida del anlisis de McMaster, Haba una pro-funda amargura sobre Vietnam y la manera en quelos jefes (de los servicios) haban sido cooptados(Ociales del Ejrcito) dijo, Jams lo volveremosa permitir, no dejaremos que los civiles nos ponganotra vez en esa situacin.9

    Una nueva dimensin surgi de este debate hacedos aos con el criticismo del pblico en cuantoa la poltica de la Administracin y del secretarioRumsfeld, sobre todo por parte de un nmero deociales generales recientemente retirados. En casitodos los casos estos ociales haban estado en elcrculo interno de la formacin y ejecucin de la

    poltica de la Administracin.10

    Este nivel de criticismo pblico y discrepanciapor parte de un nmero tan grande de lderes milita-res en puestos de gran importancia inmediatamente

    despus de haber completado su servicio no tieneprecedentes. Jams en la historia de Estados Unidosse haba dado tantos lderes militares de alto grado,aparentemente carentes de motivacin poltica par-tidista, que sintieran la necesidad o la obligacin deexpresarse pblicamente con respecto a la polticay liderazgo durante un conicto en curso.

    La novedad de este suceso en medio del extensodebate acerca de las obligaciones y la naturalezadel profesionalismo militar clama por un anlisisnormativo. Es tal criticismo, al menos en algunas

    interpretaciones de las circunstancias y los motivosde dicha critica, de verdad una manifestacin delos estndares ms elevados del profesionalismomilitar? O es, por el contrario, un tipo de insubor-dinacin reprobable y poco profesional a los lderes

    polticos debidamente elegidos y para las personasque ellos designan para desempear un cargo?11

    Es importante dejar de lado una serie deposibles preguntas distracctoras antes de iniciar unanlisis normativo de este asunto. En primer lugar,

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    no hay duda alguna del derecho legal de facto dedichos funcionarios para decir lo que les plazca.12De facto porque, segn lo que Richard Swain hasostenido recientemente, los ociales retirados,en vista de que tcnicamente forman parte dela institucin castrense y reciben una jubilacinmilitar, podran discutiblemente estar obligados

    por exactamente las mismas normas a las que seadhieren los ociales en el servicio activo. Sinembargo, jams ha habido ninguna inclinacinde tomar esa perspectiva del asunto por parte dela comunidad legal. En primer lugar, en calidadde ociales retirados, recuperan plenamentelas libertades de la Primera Enmienda que sonnecesariamente un tanto restringidas mientrasse encuentran en el servicio activo. En segundolugar, ver a ociales generales retirados que usansu poder moral y poltico para inuir en asuntos

    polticos se ha convertido en un suceso diario. Enlos ltimos aos, cada candidato presidencial haorganizado el respaldo de ociales retirados dealto grado. Sin duda, se podra argumentar que,si es permisible que los ociales retirados usen sucondicin de esta manera para un respaldo poltico

    partidista generalizado, pero seria bastante msadecuado que criticaran a los lderes polticos ylas polticas que se concentran bsicamente enreas de su especca experiencia militar.13

    Muchos observadores han criticado, hasta no

    decir, a esos ociales retirados en innumerablesocasiones. El Dr. Don Snider, en una charla inditaen West Point, argument que tal criticismosocava la conanza de los jvenes ociales,quienes podran pensar De verdad as era comose senta cuando yo peleaba por l en la OperacinIraqi Freedom, y de ser as, por qu no renuncien ese momento?14

    Incluso, en tono ms mordaz, el Dr. Snider citla armacin clsica de de Samuel Huntington deque los militares deben mantenerse completamente

    al margen de los asuntos polticos, y arm quela rebelin de los generales presenta a la

    profesin del Ejrcito y a su actual liderazgoestratgico (demasiados tmidos para dar suopinin como nosotros lo hacemos) de maneramuy negativa.15En esta evaluacin, las crticasdel general retirado cruzan la lnea que determinael juicio poltico de la experiencia militaradecuada que debe, segn la evaluacin de Snider,ser una distincin sostenida y clara.

    Por ltimo, antes de pasar a un anlisisnormativo del problema, es importante reconocery tratar de dejar de lado los juicios polticosespeccos con respecto a la guerra en Irak. Ahora,despus de que Estados Unidos ha pasado sieteaos en el conicto, evidentemente casi todaslas bases en las que se fundaron las presunciones(tanto en trminos de justicacin de causascomo la prediccin de cmo se desarrollara)han demostrado ser incorrectas, dejndoles a loshistoriadores del futuro la tarea de determinar qu

    proporciones tuvieron que ver con auto decepcin,duplicidad o verdadero error.

    Otros, por supuesto, han juzgado y juzgarnestos asuntos de distintas maneras. Si bienes importante reconocer que ese juicio y lossentimientos que el mismo genera son sumamenteconictivos para la sociedad estadounidense, elobjetivo de este artculo no es el de criticar oel de defender juicios especcos. En su lugar,la tarea en curso es intentar, incluso en mediode pasiones polticas, ampliar el pensamientonormativo con respecto al profesionalismo militarque ha avanzado tan beneciosamente en losltimos aos.

    Hacia un anlisis normativoEn principio, una manera de intentar abordar

    un problema, es estructurarlo como una situacin

    hipottica. Evidentemente, es importante quelo especulativo sea plausible en trminos delmundo real y ms all, pues este debate surgede eventos especcos, que es por lo menos unainterpretacin posible de esos sucesos. Por otrolado, la ventaja de la estructura hipottica delasunto es que nos permite armar el asunto comouna cuestin de trminos de principios, en lugarde atascarnos con cada detalle de personalidadesy sucesos especcos.

    Supongamos que usted es un General quien ha

    dado frecuentes y repetidos asesoramientos conrespecto a la viabilidad de las metas operacionalesy estratgicas. Suponga que su consejo esinexible en cuanto a que las metas perseguidasno pueden obtenerse por medios militares que loslderes civiles estn dispuestos a comprometer,o que no se pueden obtener (en su opinin) enlo absoluto por medios militares. Por supuesto,se pueden desplegar fuerzas en bsqueda deesos objetivos. Es slo que, en su opinin, todos

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    los esfuerzos sern intiles. Especialmente, suconsejo sobre el tamao y composicin de lafuerza necesaria para tener alguna esperanza dealcanzar las metas establecidas es completamenteignorado a n de favorecer un empleo que ustedconsidera condenado al fracaso.

    Una vez que qued claro que el liderazgopoltico opinaba de otra manera, usted saludinteligentemente e hizo lo mejor que pudo parallevar a cabo la orden de la Administracin.Ahora han pasado un par de aos desde que sellev a cabo ese despliegue y se encuentra frentea una situacin de se los dije. Ahora est msconvencido que nunca de que sus opinionesiniciales estaban correctas.

    Al principio, usted se dijo as mismo, puedoestar equivocado, y tal vez los lderes polticossaben algo que yo no s. A estas alturas, esevidente que estaba en lo correcto y que elliderazgo poltico, de hecho, no saba nada quehubiera podido hacer cambiar su opinin.

    As es que, en su opinin la continuidad de lapoltica actual jams lograr las metas polticasy resultar en el continuo aumento de bajas yen la degradacin del equipamiento, apresto,etc., del servicio. Adems, usted est conscientede otras amenazas que, en vista de que estcomprometido con sta, no podra de ningunamanera encontrar los recursos indispensables para

    lidiar militarmente con las mismas, ni siquiera situviera que hacerlo.

    En tal circunstancias, qu hace? Opina lomismo que McMaster sobre los Jefes de EstadoMayor Conjunto en Vietnam? Cules son susopciones Usted puede seguir cumpliendo laorden, metindose ms de cabeza en lo que ustedconsidera una situacin imposible. Usted no

    puede criticar abiertamente la poltica mientrasusa un uniforme salvo, quizs, mediante el uso desus oportunidades de testimonio ante el Congreso

    para dar sus opiniones sin tapujo alguno.No hace falta decir que si el asunto en cuestin

    es sencillamente un manojo de desacuerdos sobrela poltica, no existe un dilema moral en juego. Sinembargo, si la poltica es, en su opinin analizadacuidadosamente, sobre un asunto de extremaimportancia y amenaza con costos signicativos yde largo plazo a los intereses militares, nacionalesy de salud del cuerpo poltico, surge un dilemagenuino.

    Si usted se retirajubila, podra de hecho serparte de su obligacin profesional permanentey su responsabilidad ante sus amigos ysoldados an en servicio activo intentar salirde esa situacin? No podra ser importante

    para la futura credibilidad de los militaresy su liderazgo mostrar juicio profesionalindependiente en semejante situacin, enlugar de aparentar estar de acuerdo, hastaque los historiadores documenten que loslderes militares eran tambin cmplice de lasrealidades que enfrentaron?

    Estas son preguntas difciles. Por otraparte, hay motivo para dudar el alegar que lainsubordinacin es la mejor opcin, porqueel riesgo es muy alto de que al hacerlo seinterprete como permiso para que los lderesmilitares continuamente y en pblico dierande las polticas de los lderes polticos electos.De manera que si se quiere hacer un caso dedisidencia pblica de cualquier tipo, tiene queser respaldado con indicadores y precaucin.Cualquiera de estos argumentos correspondesolamente a las situaciones ms extremas donde,en el juicio concienzudo del lder superior, loque est en juego es la seguridad vital deEstados Unidos y el proceso constitucional.

    Segn lo mencionado previamente, en unextremo del debate est la postura planteada

    por Richard Swain. Swain alega rmemente (ycita leyes) para establecer su punto de que losociales retirados, en todos los sentidos, siguensiendo integrantes de las fuerzas armadas. Sealade manera acertada que estn sujetos a que seles vuelvan a llamar al servicio activo, recibenun salario en su condicin de retirado y an

    pueden ser nombrados a ocupar un cargo. Porconsiguiente, alega que estn sujetos exactamentea las mismas restricciones del personal en servicioactivo. Swain escribi lo siguiente:

    Es como mnimo una falsa alegacin deque una vez retirados los ociales vuelvena adquirir la plena condicin de ciudadanocivil en lo que concierne a las obligacionesa las que estaban comprometidos cuandoestaban en el servicio. La condicin deretirado no signica una renuncia de cargo.Es un asunto de hecho, no de interpretacin,de que los ociales retirados permanecensiendo integrantes de las fuerzas armadas

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    por ley y reglamentacin A menos quecomo George Washington renuncien a sucomisin, es sensato presumir que por lomenos permanecen ticamente obligadosa observar las limitaciones impuestas porel servicio encomendado, aceptado por su

    juramentacin y la comisin que todavamantienen.16

    Si bien Swain expone un caso legal slido,evidentemente la prctica real tolera una latitudmucho ms amplia en lo que toca a la conductade los ociales retirados que el estndar que lformula. Por otro lado, utilizado adecuadamente,los conocimientos especializados de los ocialesretirados que tienen ms libertad de hablarsobre poltica que cuando vestan el uniformeaparece en balance un valioso recurso nacional

    para informar el debate pblico sobre esas

    polticas. Al privar tal contribucin, el pas slotendra la postura del gobierno y la opinin de

    personas comparativamente sin experiencia decomentaristas civiles. Todo intento de hacerrealidad el estndar de Swain es casi seguro quesera utilizado selectivamente por superioresciviles deseosos de silenciar las crticas delos ociales retirados, mientras alientan a sus

    partidarios a seguir como defensores.En el otro extremo se encuentra la opinin

    derivada de algunas interpretaciones del librode McMaster. En este punto de vista, los lderessuperiores quienes tienen fuertes perspectivasdisidentes de la poltica de un gobierno tienenla obligacin de hablar o de renunciar en sealde protesta. Decididos a jams volver a serel equivalente moral de los cinco hombressilenciosos del Presidente Lyndon Johnson

    El general de brigada Herbert R. McMaster (derecha), Director de Conceptos y Desarrollo y Experimentacin en el Centrode Integracin de Capacidades del Ejrcito del Comando de Adiestramiento y Doctrina acta como moderador de un panelde discusin sobre el tema del Army Capstone Concept, 25 de febrero de 2010, en Fort Lauderdale, Florida.

    (EjrictodeEUA,

    Sgto.

    AngelicaGolindano)

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    (como se le denomin al JCS), los defensoresde este punto de vista evocan nuevamente lassiguientes reexiones retrospectivas del GeneralHarold K. Johnson sobre su propio silencio:

    Recuerdo el da que estaba dispuesto a ir ala Ocina Oval y entregarle al Presidente miscuatro estrellas y decirle, Usted ha rehusadodecirle al pas que no pueden pelear unaguerra sin movilizacin; usted me ha pedidoque enve a hombres a una batalla con muy

    pocas esperanzas de ganar la misma; y nosha obligado a que nosotros, los militares,quebrantemos cada uno de los principiosde guerra en Vietnam. Por consiguiente,renuncio y le informo que sostendr unaconferencia de prensa luego de que salgade su ocina.17Por supuesto, ni el General Johnson ni ningn

    otro alto dirigente hizo tal cosa durante la guerrade Vietnam. La leccin que por lo menos muchoslectores piensan que aprendieron de McMasteres que, en caso de producirse acontecimientosequivalentes mientras estn desempeando susfunciones, debern estar dispuestos a presentarsus renuncias. Los comentarios de Shelton,

    previamente citados por el General Zinni, sinduda parecen dar a entender una disposicinde su parte para tomar ese curso de accin, de

    presentarse la ocasin.

    El capelln retirado de la Armada deEUA, Capitn George M. Clifford III intenta

    proporcionar el tipo de anlisis tico minuciosoque exige esta situacin en particular. Distinguecuatro categoras de asuntos que podra plantearel tema de la disidencia en niveles crecientes degravedad, a saber:

    Una responsabilidad asignada que el ocialpuede desempear con mnima incomodidad.

    Una responsabilidad asignada que el ocialpuede desempear solamente con considerable

    incomodidad moral. Una responsabilidad asignada que el

    ocial puede desempear solamente a costa decomprometer signicativamente sus estndaresmorales.

    Una responsabilidad asignada que el ocialno puede desempear.

    Los casos fciles (al menos tericamente)son los que se encuentran en la primera y enla ltima categora. La primera categora es

    fcil debido a que la objecin del ocial noes moralmente signicativa; la ltima es fcil

    porque se eleva a la categora de rdenesilegales las cuales se espera que los ocialesdesobedezcan.19

    Las categoras difciles son la segunda yla tercera. Obviamente, no hay manera dedelimitar notablemente entre estas categoras,y cada ocial trazar la lnea en su propia viday conducta de manera distinta. Clifford escribilo siguiente: Probablemente Ningn ocial, deningn grado, que posea un fuerte sentido demoralidad servir por mucho tiempo sin quese le asigne una responsabilidad de la cual l oella objete moralmente. Sin embargo, a menosque la situacin implique graves consecuencias

    para los dems o para el pas, la nacin espera,como es debido, que los ociales militareshagan su trabajo V.gr., obedecer.20 Enotras palabras, si la dicultad moral permaneceen la segunda categora a nivel de ociales,deberan subordinar su propio juicio moral alas necesidades de obediencia y buen orden.

    El dilema planteado para la tercera categorano puede descartarse tan alegremente. Si bien nohay una lnea clara que indique cundo un asuntoest pasando al nivel de incomodidad, comoClifford observa, tiene que ver principalmentecon el grado y cantidad de dao u otro

    mal ocasionado por el cumplimiento de unaresponsabilidad asignada.21En grado mnimo,un ocial que encara un alto grado de perjuiciocomo resultado de una poltica que l o ellafuertemente desaprueba, tiene la obligacin dehacer todo lo necesario para hacerse escuchar.Evidentemente, un ocial le debe lealtad asus superiores civiles, sin embargo, hay otraslealtades que compiten tambin en el trabajo, porejemplo: los subalternos militares, el bienestarde las distintas ramas de las Fuezas Armadas y

    la la percepcin a largo plazo de la integridadmoral de los servicios militares por parte de susciudadanos.

    Desde luego, la obligacin de hacer todo loposible para hacerse escuchar debera, en casitodos los casos, ser una avenida adecuada demodo inequvoco. Cules son esas? En privadocon otros lideres de jerarqua superior se podraesperar y conar el sostener una conversacinsincera por parte de todos los participantes.

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    Obviamente (aunque en la prctica es ms difcilde lograr) la sinceridad es adecuada ante losrganos del Congreso, donde se espera y se exigeque los lideres superiores provean una evaluacinmilitar honesta.22En la situacin ideal, todos los

    participantes saldran de estas discusiones con lasensacin de que han expresado sus opiniones,que han sido escuchados en el nivel adecuadoy se sienten satisfechos de que aunque la decisinno fue a su favor, pudieron comprender y aceptarel anlisis razonado.

    Qu sucede en el caso de que no todo salgatan bien? En un artculo, los generales retiradosRichard Myers y Dick Kohn alegaron que nohubo tregua entre los militares y los civilesdespus de los acontecimientos del 9/11, porque

    jams haba habido una guerra. Fue slo lafriccin y desconanza (jams abierta sinoexacerbada por el enfoque y estilo de Rumsfeld)inherente en las relaciones civil-militar.23

    Claramente, los altos dirigentes que disintieronpblicamente, no consideraron la situacin deesa manera. Uno de ellos, en una conversacin

    privada, la llam una crisis constitucionaly aleg que slo esa grave situacin podrahaberlo motivado a quebrantar la abstinenciade auto expresin de los ociales. Qu tipo dedesacuerdo podra justicar la conclusin de quela situacin era tan extrema y colocar rmemente

    la decisin en la tercera categora de Clifford deobjecin moral?

    El primer caso es tan extremo que se podraargumentar que cae en la categora de ordenilegal aunque no segn la denicin comnde rdenes ilegales, para violar las reglas delderecho de guerra (jus in bello) de guerra justa.Los Juicios Nuerenberg (juicio que fue hechodespus de la Segunda Guerra Mundial a loslderes nazis y criminales de guerra) destacarontres categoras singulares de crmenes de guerra.

    Entre los ms conocidos se encuentran lasviolaciones de la ley de la guerra y crimenescontra la humanidad. La tercera, crimenescontra la paz, se dene como (i) Planicacin,

    preparacin, iniciacin o ejecucin de unaguerra de agresin o una guerra en violacin detratados internacionales, acuerdos o garantas;(ii) La participacin de un plan comn oconspiracin para el logro de cualquiera de losactos mencionados en (i).24

    Si bien resulta difcil saber con precisin ququiso decir el Mayor General Greg Newbold,uno de los crticos, cuando describi a Irakcomo una guerra innecesaria, es razonableinterpretarlo como si hubiera dicho que su

    participacin prolongada en la planicacin dela guerra signicaba que tomaba parte en uncrimen de este tipo. El anlisis, con propsito deanlisis moral, no tiene que determinar si l o ellacoinciden con esa evaluacin, sino solamenteque (si esta es la interpretacin correcta) elGeneral Newbold considera sinceramenteque es el caso. El que nadie en el gobiernoestadounidense probablemente sea enjuiciado

    por tal crimen en el ambiente geopoltico actuales tambin irrelevante. Se puede ver por qu unocial quien cree que la situacin se aproximaa este nivel estara, como mnimo, en las trescategoras de aiccin moral de Clifford.

    Otra rea donde el disentimiento pblico debeser, por lo menos, considerado, de ser apropiado,es el caso donde un ocial es lo ms consciente

    posible de los detalles del plan de guerra y, en elejercicio pleno de su juicio militar profesional,cree honestamente que el plan tendr resultadosdesastrosos para el pas y para las fuerzas que

    El general de divisin Gregory S. Newbold, Cuerpo deInfantera de Marina.

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    estn por ser empleadas. Esto no es un asuntode que el plan tenga ciertas fallas o puntosdbiles. En su lugar, el caso tiene que parecer,lo ms posible, (por un argumento el cual esinherentemente un asunto de criterio profesional)a una receta para el desastre de conformidadcon todo principio de juicio militar profesionaldisponible para el ocial. Aqu, seguramente, siel estndar para los ociales es el de ejercer el

    juicio profesional en lugar de caer en el rol deburcratas sencillamente obedientes, este es elmomento donde se espera que los ociales no

    participen voluntariamente en la ejecucin delplan.

    Los ociales tienen la creencia sincera (ancuando sea objetivamente desacertada) de queestn en tal situacin que justica aprovechar laoportunidad de dejar su puesto (de ser permisible

    por ley). A nivel de ociales superiores, esaparente que las jubilaciones solicitadas por talmotivo, por lo regular, sean otorgadas aunquesea slo por la razn prctica de que a nadie legustara que un ocial llevara a cabo un plan alcual no le tiene fe.

    Qu hay sobre el ltimo paso: criticarpblicamente a los lderes y planes desde elnuevo puesto adquirido de ocial retirado ? Todofundamento que sustente esto, evidentemente,es elaborado de mala gana por todas las razones

    de primera que citan los crticos de la rebelinde los generales. Una regla incontrovertiblecontra tal anunciacin, no obstante, se niegafrente a cualquiera nocin de responsabilidadmoral fundamental y de lealtad al pas y a laConstitucin. Evidentemente, puede que no hayareglas algortmicas para determinar el umbraladecuado para tan singulares desacuerdos. Dehecho, el capelln Clifford, pasa a un anlisis delas virtudes de prudencia, valenta y templanza enun intento por guiar tales elecciones, y al n y al

    cabo, coincide con las alegaciones de Aristtelesde que tales virtudes permanecen vigentes. Nohay reglas para ellas, salvo reconocemos lavirtud cuando la vemos.

    Es en este tema Clifford encuentra errado alGeneral Newbold. Clifford escribe lo siguiente:La decisin de jubilarse del General Newbolden 2002 ejemplica la inadecuacin de la opcinde simplemente jubilarse. Su retiro no ocasionninguna oleada y por lo visto no incit una

    reevaluacin de las polticas y planes con loscuales l desavena con tanta vehemencia.

    En su lugar, Clifford alega lo siguiente:Si (Newbold) hubiera podido presentar

    un caso convincente contra las polticas yplanes que encontr moralmente objetablessin revelar informacin clasicada,entonces, dada la magnitud de los asuntosen juego, debi haber (renunciado y hacerseescuchar), en su lugar (sencillamente se

    jubil). Ese fracaso seala las inecienciasen uno o ms de estas tres virtudes, a saber:

    prudencia (carencia de sentido comn paraver la pletrica importancia de los asuntoscuando se jubil), valenta (demasiadolengicorto), templanza (demasiado

    preocupado sobre el puesto que ocupabadentro del equipo o inuencia que pudieraejercer en el futuro).26

    Si bien, como quien dice, un juicio severo,todo en el argumento que lleg a este puntolo sugiere correcto. El aprobar semejante

    postura es correr un gran riesgo de parecerautorizar la insubordinacin siempre que surjauna desavenencia con respecto a la poltica.Francamente, esa no es la intencin, y el autorha alegado en alguna otra parte contra taldisentimiento.27

    En toda profesin, surgen circunstancias en

    donde las consecuencias negativas y claramenteprevisibles de adherirse a las reglas profesionalesson tan grandes que la mesura espera que esasreglas sean segregadas. Por ejemplo, un casode corte en California decret que, si bien los

    psiquiatras tiene un requisito casi incuestionablede condencialidad hacia sus pacientes, eserequisito debe segregarse cuando el advertirlesa las potenciales vctimas de violencia puedesalvar vidas, agregando un deber de advertira los requisitos morales de la profesin.28

    Anlogamente, si el componente intelectual delprofesionalismo militar tiene algn signicado,se circunscribe a casos poco comunes de juiciosmilitares llanamente errados que garantizanfunestas consecuencias. En tales casos, laobligacin de los profesionales militares,

    precisamente porque son profesionales y nosimplemente burcratas obedientes, necesitasuperar la conducta regida por las reglasderivadas de contextos ms habituales.MR

  • 7/23/2019 Rebelin de los Generales

    10/1067MILITARY REVIEW Noviembre-Diciembre 2010

    REBELIN DE LOS GENERALES

    1. Snider, Don M. y Matthews, Lloyd J., eds., The Future of the ArmyProfession (2d ed.; Boston: McGraw-Hill Custom Publishing, 2005).

    2. Abbott, Andrew, The System of Professions: An Essay on the Divisionof Expert Labor (Chicago: Univ. of Chicago Press, 1988).

    3. Kohn, Richard, H., Out of Control: The Crisis in Civil-Military Rela-

    tions, The National Interest, p. 35 (primavera de 1994), pgs. 3-17. Vasetambin Ulrich, Peterson, Infusing Normative Civil-Military RelationsPrinciples in the Ofcer Corps, in The Future of the Army Profession, pgs.655-82., Cook, Martin, L. The Proper Role of Professional Military Advice

    in Contemporary Uses of Force, Parameters, p. 32 (Invierno de 2002-03),pgs. 21-33.

    4. El debate ms amplio de esta pregunta puede encontrarse en Bush,

    Michael, C., and the Generals,Foreign Affairs , p. 86 (mayo/junio de2007)y en los artculos en donde se critican las obras de Desch en el Salute and

    Disobey? nmero de septiembre/octubre de 2007, edicin deForeign Affairsla cual contiene escritos individuales de Richard B. Myers y Richard Kohn

    (quienes desaprueban las alegaciones de Desch por considerarlas exageradas),

    Mackubin Thomas Owens (quien deende la complicidad deliberada de los

    militares en la mayora de las presunciones decientes del plan de Guerra de

    Irak), y Lawrence Korb (quien alega que el problema ms grave es la ten-

    dencia de la Administracin de Bush a usar a los militares como accesorios

    de escenario para sus polticas, criticando especcamente al General David

    Petraeus por publicar una pgina de tribuna en The Washington Posten el cualapoyaba las polticas del Presidente Bush en Irak en la vspera de las elecciones

    de 2004). Korb y Desch tienen razn en cuanto a que el asunto ms grave es

    que los militares estn siendo manipulados de una manera en donde el apoyo

    de las tropas pareci, en gran parte de este periodo, signicar no critiquen

    la poltica. Resulta difcil saber cmo puede ser esto controlado cuando el

    Comandante en Jefe solicita un fondo de soldados uniformados en un discurso.

    5. Es importante observar que los generales Myers y Richard Kohn, en su

    crtica deForeign Affairsde Desch, niegan contundentemente esta alegacin.Cuanto ms, alegan que, a menudo, el comandante combatiente encontr el

    fondo y el interrogatorio de los planes provenientes del Secretario de Defensa

    Donald Rumsfeld y de los Jefes de Estado Mayor de muy mal sabor. Sin

    embargo, al nal, todas las personas involucradas en el proceso apoyaron el

    plan nal indistin tamente de los desacuerdos encarados en el proceso. The

    MilitarysPlace,Foreign Affairs, p. 86 (septiembre/octubre de 2007), p. 147.6. Ulrich, Marybeth y Cook, Martin, L., US Civil Military Relations

    Since 9/11: Issues in Ethics and Policy Development, The Journal of MilitaryEthics (forthcoming).

    7. McMaster, H. R.,Dereliction of Duty: Lyndon Johnson, Robert McNa-mara, the Joint Chiefs of Staff, and the Lies that Led to Vietnam (New York:Harper Collins, 1997).

    8. Comentarios del General Anthony Zinni, USMC, (Retirado) en la

    cena de la Junta de Directores de CDI, 12 de mayo de 2004, Centro para la

    Informacin de Defensa, 22 de mayo de 2004, http://www.cdi.org/program/

    document.cfm?DocumentID=2208. Es impactante ver cun importante se ha

    convertido el libro de McMaster para todas las partes de este debate. Owens, en

    particular, culpa la actual confusin que hay entre las relaciones civil-mil itar en

    gran parte a lo que l considera una mala interpretacin del lib ro, lo que lleva

    (alega) a una creencia generalizada de que los ociales deberan defender

    polt icas especcas en lugar de senci llamente servir en sus funciones de roles

    tradicionales. Failures Many Fathers,Foreign Affairs, p. 86, (septiembre/octubre de 2007), p. 150.

    9. Spiegel, Peter y Richter, Paul, Anti-Rumsfeld Chorus Grows, TheLos Angeles Times, 13de abril de 2006.

    10. Estos ociales incluyendo al Brigadier General Charles Swannack,

    recientemente retirado del mando de la 82 Divisin Aerotransportada; Bri-gadier General John Batiste, ex comandante de la I Divisin de Infantera

    en Irak y por su ex asesor el Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz en la

    concentracin de tropas para la guerra; el General y ex Secretario de Estado

    Colin Powell; el Mayor General Greg Newbold, Director de Operaciones (reti-

    rado) de Estado Mayor quien se jubil antes de tiempo debido a su oposicin

    a la guerra y el Brigadier General Paul Eaton, a cargo del adiest ramiento de la

    nueva fuerza militar iraqu. Adems, el ex Comandante de l Comando Central,

    General Anthony Zinni ha sido un acerbo crtico de la guerra desde su inicio,

    as como lo ha sido el Mayor General William Odom, ex Director de la Agen-

    cia de Seguridad Nacional y ex comandante del CENTCOM, General Joseph

    Hoare. A n de cuentas, varios generales retirados especcamente solicitaron

    la renuncia del Secretario de Defensa Rumsfeld. Greg Jaffe, The Two Star

    Rebel, The Wall Street Journal, 13 de mayo de 2006, A1.11. Evidentemente, en vista de que todos los ociales en cuestin estn

    retirados, tcnicamente no son considerados insubordinados dado que ya no

    estn en la cadena de mando. El estatus profesional de los generales retirados

    (tal vez, especialmente los ociales recientemente retirados que han ocupado

    puestos de crucial importancia de los cuales han observado de manera ntima

    la poltica e implementacin) es una pregunta tica profesional importante.

    Francamente, la fuerza de sus crticas y el peso que ejercen las mismos con elpblico, los medios de comunicacin y el Congreso proviene de sus previos

    estatus militares.

    12. Hasta esto es cuestionable. El ttulo 10 del Cdigo de Estados Unidos

    claramente incluye a los integrantes retirados de la fuerza del servicio activo

    como integrantes plenos de la fuerza. No han renunc iado a sus comisiones, y

    todava estn bajo la jurisdiccin del Cdigo de Justicia Militar. Sin embargo, a

    pesar de esto , no hay precedente que yo pueda sealar en lo que toca a discipli-

    nar o acusar a un ocial retirado quien ha criticado a los polticos, las polticas

    o las prcticas de manera que evidentemente no seran permisibles si todava

    vistieran el uniforme. Adems, sera muy difcil acusar a un individuo sin dar

    la apariencia de una observancia selectiva de la ley, dada la prevalencia de los

    ociales retirados que sirven como consultores de informtica para el ciclo

    de noticias de 24 horas y, quizs ms alarmantemente, usando su estatus de

    ociales retirados como una plataforma para respaldar a candidatos polticos.

    13. Por un lado, actualmente se podra cuestionar el sentido comn que

    observan los ociales al aprovecharse de su prestigio militar para interven ir a

    favor de la divisin poltica bimodal que involucra, en la mayora de los casos,

    asuntos de los cuales no tienen experiencia alguna. Snider, en una charla indita

    en West Point, coment lo siguiente: A menos que las ramas del servicio

    puedan auto vigilar a sus ociales re tirados a travs de la persuasin moral, el

    riesgo de tal intensicada erosin de las normas morales civil-militar (un militar

    no partidista) es probable que, en algn punto, sean corregidos por medio de

    legislacin que los militares, los retirados y en servicio activo no acogern.

    14. Snider, Don, mensaje al autor va correo electrnico .

    15. Ibd.

    16. Swain, p. 19.

    17. Citado en George M. Clifford III, Duty at All Costs, Naval WarCollege Review, 60 (invierno de 2007),p. 103.

    18. Ibd., p. 106.

    19. Recalco que la categora ilegal es fcil solo tericamente. En la

    realidad, los militares hacen un trabajo mediocre cuando preparan al personal

    alistado a reconocer las rdenes ilegales, y hasta peor en elaborar estructuras

    para fomentar la desobediencia. El libro de Mark Osiel, Obeying Orders: Atro-city, Military Discipline, and theLaw of War (New Brunswick, N.J.: TransactionPublishers, 1999) es un excelente intento de aclarar distintas maneras en las

    que esto podra, sustancialmente mejorarse, mientras se mantiene el respeto a

    las necesidades de buen orden y disciplina.

    20. Clifford, p. 108.

    21. Ibd.

    22. Un perfecto ejemplo de la complejidad de este problema en la prctica

    aconteci en septiembre de 2007 cuando el General Petraeus, al testicar

    ante el Comit de los Servicios Armados del Senado, el Senador John Warner

    le pregunt si el invadir a Irak haba hecho a Estados Unidos un lugar ms

    seguro. La respuesta cautelosa del General Petraeus se circunscribi a cmo

    manejar mejor el asunto inminente que le competa al tratar de lidiar con Irak.

    Evidentemente evadi la pregunta que el Senador Warner le haba formulado:

    si las justicaciones estratgicas de trabar guerra con Irak fueron legtimas en

    primer lugar. En mi opinin, estuvo en lo correcto al tomar esa avenida, en vista

    de que invitaba a que se hiciera un juicio completamente retrospectivo sobre

    decisiones tomadas aos antes de que la responsabilidad fuera suya. Resulta

    una pregunta interesante que si estara dentro del alcance de la competencia

    profesional de un comandante combatiente regional, enfrentado a una preguntasimilar por parte del Congreso en las vsperas de una operacin militar, brindar

    una evaluacin estratgica de la sapiciencia por parte de la administracin

    sobre el compromiso militar contemplado e inminente. El autor op ina que s.

    23. Myers y Kohn, p. 147.

    24. International Committee of the Red Cross, Principles of International

    LawRecognized in the Charter of the Nremberg Trial and in the Judgment of

    the Tribunal, 1950, http://www.icrc.org/ihl.nsf/FULL/390?OpenDocument.

    25. Clifford, p. 120.

    26. Ibd., p. 124.

    27. Cook, Martin L., TheMoral Role of ProfessionalMilitary Advice,

    in TheMoralWarrior: Ethics and Service in the U.S. Military (Albany: SUNYPress, 2004).

    28. Tarasoff v. Regents of the University of California, 17 Cal. 3d 425(1976).

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS