Jess confi en su Padre en la hora de su muerteJess confi en su Padre en la hora de su muerte

Dr. Frank Gonzlez

Hay alguien a quien le podarnos confiar todo lo que poseemos y amarnos? Es difcil imaginar que haya alguna persona en la cual pudiramos confiar tanto. Hay alguien a quien le podamos confiar nuestra salvacin eterna? Eso es todava ms difcil.

Muchos confan su salvacin eterna a la iglesia, al pastor o al sacerdote. Pero no es prudente hacer esto. A travs de estas lneas veremos cmo Jess confi todo lo suyo en manos del mismo Padre celestial que nosotros tenernos. Pero tambin descubriremos que Jess tuvo que aprender a confiar en Dios! Y si Jess aprendi. tambin podemos hacerlo nosotros.

Durante las ltimas horas de su vida, mientras colgaba de la cruz, nuestro Seor Jesucristo predic siete "sermones", breves mensajes de una frase, que a pesar de su concisin contienen una provisin inagotable de poder y sabidura. En la sptima y ultima palabra que Jess pronunciara desde la cruz, podemos ver el progreso asombroso que realiz el Salvador durante las horas que pas clavado all, en sufrimiento y agona.

En su cuarta palabra Jess articulo un clamor de abandono y desesperacin: Dios mo! Por qu me has desamparado? En ese momento especial de sufrimiento, toda la luz y gozo que haba experimentado antes se apartaron de l. y se sinti terriblemente solo y rodeado de tinieblas impenetrables.

La razn es que haba llegado por fin al punto lgido de su vida, en que deba cargar con los pecados de todo el mundo. En esa hora sombra, al que no tena pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros (2 Corintios 5:21). Cristo no poda ver el rostro benigno de Dios; se senta excluido del cielo, condenado a eterna soledad y abandono. Ningn pecador culpable se ha sentido nunca tan absolutamente intil, condenado, perdido, como Jess se sinti al exhalar ese clamor de angustia.

Esta sensacin de absoluta desesperacin se prolong durante cierto tiempo mientras colgaba de la cruz en tinieblas. Pero, si bien es cierto que su esperanza haba desaparecido, y pareca que su fe le iba a faltar, su carcter de amor se mantuvo inalterable.

Para muchos puede ser sorprendente descubrir que el Espritu Santo inspir a David a escribir varios salmos que describen la batalla que Jess tuvo que librar en su propio corazn en esos momentos. Cristo no quiso hacer lo que la esposa de Job le inst a ste que hiciera mientras se hallaba en medio de sus misteriosos sufrimientos: Maldice a Dios y murete (Job 2:9). Jess record cmo su familia terrenal no lo haba comprendido y se haba vuelto contra l (Salmos 69:7, 8; 5. Juan 7:5). Record cmo la gente pensaba que estaba loco (Salmos 69:9-12; S. Marcos 3:21). Record el gran amor de su Padre celestial (Salmos 69:13). Pens en el juicio venidero, y descans en la confianza de que sera justo (vers. 19-28). No oraba por salvacin para s mismo; no pens en su resurreccin inminente; su oracin era que no fuera a fracasar en su misin de salvar al mundo (vers. 16-20).

En esas horas terribles, Jess reprodujo la jornada de tu vida y de la ma. Vivamos en tinieblas, separados de Dios, sin conocerlo. No temamos esperanza en el mundo. Nos sentamos abandonados de Dios, y vivamos como si no tuviramos esperanza.

En los sufrimientos que Jess experiment en la cruz, nuestro Salvador recorri nuestros propios pasos. A eso del medioda, ese viernes fatdico. los pecados de todo el mundo fueron puestos sobre su corazn. Sinti como si l mismo los hubiera cometido.

Esa carga aplast su alma. Sinti lo que sentirn los perdidos al verse total y definitivamente condenados por el Juez que estar sentado en el Gran Trono Blanco. Jess se sinti desesperado y con su corazn quebrantado.

Pero ahora, al pronunciar su sptima palabra desde la cruz, el corazn de Jess est en calma. Ha evolucionado, de ese clamor de abandono a un grito de absoluta confianza en su Padre. No ha visto realizarse ningn milagro; no ha escuchado ninguna voz del cielo que le hablara, ni siquiera alguno de sus discpulos se ha dirigido a l; pero por fe ha ganado la victoria. Se ha aferrado a lo que aprendiera en su estudio de la Biblia.

Ahora ha llegado el fin. Y su oracin final es: Padre, en tus manos encomiendo mi espritu (S. Lucas 23:46). Ahora estaba listo para morir. Su obra haba sido realizada; muri triunfante.

Hay algo muy importante que debemos sealar. Estas palabras finales de Jess no eran suyas: son una cita directa de la Biblia. En el corazn del Salvador resonaban las palabras de David en el Salmo 31: En tu mano encomiendo mi espritu. Tu me has redimido, Seor, Dios de verdad (vers. 5). Todo lo que Jess saba de su Padre, lo haba aprendido de la Biblia. El Seor Jess fue en verdad Emanuel, Dios con nosotros. Dej a un lado todas las prerrogativas de la divinidad: se yaci a s mismo para llegar a ser uno de nosotros. Cuando naci en Beln, no tena conciencia alguna de su preexistencia. No se sentaba en el regazo de su madre a contarle ancdotas de cun maravilloso lugar es el cielo. Jess fue un verdadero beb humano, que tuvo que aprenderlo todo: caminar, hablar, etc.

Al mismo tiempo, Jess era el divino Hijo de Dios, pero nadie poda notarlo por su aspecto exterior. La diferencia que haba entre l y los dems, consista en que l haba absorbido (por fe) la Biblia a tal punto (en su educacin de nio, adolescente y joven) que lleg a ser la Palabra hecha carne.

Por eso en la ltima hora de su vida, su mente estaba todava saturada con lo que haba aprendido cuando era muchacho. Todo lo que haba ledo estaba almacenado en su memoria; ahora, en su hora de mayor necesidad, estaba a su disposicin para consolarlo y darle nimo. Haba vivido por la Palabra, y ahora tambin podra morir por la Palabra, en perfecta paz y contentamiento.

Amigo lector, si t te alimentas de este mismo pan de vida. en tu memoria se almacenarn en forma permanente esos mismos tesoros de verdad, porque Jess ha prometido que su Santo Espritu os ensear todas las cosas, y os recordar todo lo que os he dicho (S. Juan 14:26). En otras palabras, cuando Satans procure asaltar tu mente y corazn con tentaciones a dudar que Cristo es tu Amigo y Redentor, el Espritu Santo activar tu mente para que recuerde las palabras que hayas ledo. Fortificado por la Palabra de Dios, podrs reprender a Satans tal como Jess lo hiciera: Qutate de delante de m, Satans (S. Mateo 16:23).

Es por medio del estudio de la Biblia como nos identificamos con Jess; as entramos a l por fe, y l entra a nuestro corazn. As podemos vivir en l. Pablo dijo: Para m. el vivir es Cristo (Filipenses 1:21). Porque has puesto al Seor. que es mi refugio, al Altsimo, por tu habitacin. no te sobrevendr mal, ni plaga tocar tu morada. . . Sobre el len y el spid pisars. . . Por cuanto ha puesto su amor en m dice el Seor, yo lo librar; lo pondr en alto, por cuanto ha conocido mi Nombre. Me invocar, y yo le res- ponder (Salmos 9 1:9-15).

El cuidado de Dios por su Hijo es una promesa de que cuidar igualmente de nosotros. No necesitamos temer la muerte, si nos toca afrontarla (recordemos que muchos no morirn, porque vern a Jess venir). La Palabra de Dios que hayamos atesorado en nuestros corazones estar disponible a nuestra memoria cuando ms la necesitemos, porque habremos puesto nuestro amor en l. El Espritu Santo nos ha llamado a darle la espalda a la vanidad y necedad que llenan el mundo, y no le hemos ofrecido resistencia; por el contrario, le hemos dado la bienvenida.

No slo en nuestra hora final nos trae felicidad la Biblia. A travs de sus pginas, el Espritu Santo tendr comunin con nosotros cada da. Cuando te sientas tentado a desanimarte, l te reanimar. Jess prometi: El os ensear todas las cosas, y os recordar todo lo que he dicho (5. Juan 14:26).

Preguntmonos, por qu cit Jess precisamente ese salmo, el 31, al pronunciar sus ltimas palabras?

Al leerlo, descubrimos por qu. Aqu se describe su propia experiencia; en este salmo, Jess se vio retratado: Soy el oprobio de mis enemigos, y el espanto de mis vecinos y conocidos. . . Oigo la burla de muchos que se conjuran contra m y traman quitarme la vida. Pero yo en ti confo, Seor. . . En tu mano est mi tiempo. . . Seor, no sea yo avergonzado. . . Yo deca en mi premura: Cortado soy de tu presencia. Pero t oste mi ruego cuando clam a ti (Salmos 3 1:11-22).

Comienzas a comprender, amigo o amiga de La Voz, cun real es Jess, cunto se ha acercado a nosotros? Te das cuenta de cun bien conoce nuestras experiencias, cmo ha sido tentado por nuestros temores igual que nosotros, cmo nuestras debilidades tocan su corazn?

En su cruz, Jesucristo se convirti en el ser humano ms dbil y despreciado; se entreg por nosotros, y con su ltimo aliento testific de su fe en su Padre. Le entreg su espritu; reprodujo la experiencia de David al matar a Goliat, la de Jos al triunfar sobre sus hermanos, el Cordero victorioso sobre el len. Cristo conquista su reino, no por la fuerza de las armas ni las intrigas polticas, sino slo por el amor.

Resucitar el Padre a su Hijo, concedindole nuevamente la vida? En su ltimo momento. Jess entrega todo su ser en las manos del Padre. Su oracin quiere decir, en efecto: Ya sea que me resucites o no, de todos modos entrego mi espritu, mi vida, mi todo, en tus manos. Oraba con la misma actitud de Moiss, quien siglos antes haba orado pidiendo que, si Dios no iba a perdonar a Israel, reme ahora de tu Libro que has escrito (xodo 32:3 2). Lo ms prominente en la mente de Jess en el momento de su muerte no era la gran recompensa que le esperaba, sino la gran recompensa que heredaran los que creyeran en l. Cristo es el nico ser humano que en verdad derram su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos (Isaas 53:12). S, Jess FUE resucitado, porque la Biblia dice que la tumba no pudo retenerlo (Hechos 2:24).

Amigo, amiga de La Voz, el amor de Jess por ti era tan fuerte que el Salvador estuvo dispuesto a elevar la plegaria de Moiss, con tal de que fueras salvo, Abre tu corazn a ese inmenso amor!Publicado porFelsyen17:24