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-LA SENORITASUPERMAN Y

OTRAS DANZASRegina Swain

FONDO ~:P..ITORIALTIERRtll\IENTRO

U ConsejoNacionalpara laCultura y las Artes

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Para mis padres,Jorge y Elma

Primera edición, 1993Portada: Natalia Rojas Nieto

D.R. © 1993, Consejo Nacional para la Cultura y las ArtesArenal 40, Chimalistac, D.F., C.P. 01070

Impreso y hecho en MéxicoISBN 968-29-5000-7

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Con lunático agradecimiento aRoberto Castillo, Pancho Moralesy Karin, quien prestó su oído ysu computadora

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Isabel Allende

Por cinco centavos entregaba versos dememoria, por siete mejoraba la calidadde los sueños, por nueve escribía cartasde enamorados, por doce inventaba insultospara enemigos irreconciliables. Tambiénvendía cuentos, pero no eran cuentos defantasia, sino largas historias verdaderasque recitaba de corrido sin saltarse nada.

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H. Daniel Gómez Nieves, 1981

Te digo una realidady no me crees,te narro un cuentoy piensas que es verdad

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MORUSA Y LA CIUDAD EN MIGAJAS

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Morusa Malaparte era una cosita de nada, apenas si ocu­paba un espacio en el mundo, de tan pequeña. Tal vezpor eso las pulseras y anillos, los ojos pintados de negronegro negro y las miles de campanas invisibles.Las faldassiempre le quedaban largas y daba la impresión de quesi no fuera por los collares estrambóticos que la anclabana la Tierra, saldría volando en cualquier momento.

Cierto, no era la única, pero sí era Morusa, con sucabelloespuma para acariciarel cuerpo del amante diario,el nocturno, el amado alegre, amigo de ojos claros ybrillantes.

Esta mujer niña, Morusa a diario y feliz de serlo,vivía voraz la vida caótica de todas las morusas blancas,porque también era blanca, suave y aromática como panrecién horneado. Vivía de acuerdo a la conjunción de losplanetas, siguiendo las fases de la luna y adivinando dra­mas y alegrías de toda la gente que se le acercaba.

Morusa siempre fue así, profeta de suertes desde queera sólouna migaja pegada a las faldasamplias y coloridasque su madre usaba para atraer a los turistas, porque sergitano en pleno siglo veinte es andar desafiando las for­malidades, y es que la gente ya no cree en la luna, queahora tiene una bandera gringa sobre su cara blanca, yano cree en la magia o en los sortilegios, sino en la videoy los detergentes.

Morusa se dio silvestre, como la yerbabuena entrelos caminos que van a todas partes, menos a Roma. Sededicó a observar el canto del ave, el tañer del viento y

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el silencio sabio de las piedras, escuchó también el colorde las flores e intercambió recetas con las mariposas.

La vida de su tribu siempre había sido la misma ysu andar por el mundo con el tiempo a la espalda loshabía enseñado a creer en lo que no se ve y no se toca,en aquello que no tiene focos o cordones eléctricos. Poreso, cuando Morusa predijo que el patriarca moriría em­papado, lejos de asombrarse, los gitanos se pusieron aesperar la inundación que le daría sepultura.

Por aquel entonces, la caravanapasabapor una ciudadenorme y caprichosa, cuyos pobladores vivían al filo dedos mundos distintos pero similares.Lascasas,construidasa lo largo de un gran cerco de alambre de púas, parecíanapretujadas por cerros secos color sepia, y lucían grisespor el mal humor de sus inquilinos.

Dicen los habitantes de la ciudadnocturna que fueronellos, los gitanos, los que trajeron las nubes a su ciudadcapricho,y que por eso las tormentas traían sonido comode circo,y luces intermitentes cruzaban el cielo de lado alado, dándole un aspecto de función de magia a la ciudadmojada y tiritante.

El acto final llegó con una capa negra de lodo espesoque cubrió -no sin cierta elegancia- un 95 por cientode la superficie cuadrada de aquella zona, mientras sushabitantes -que vieron la noticia por televisión-, conlos ojos redondos de espanto, se repetían unos a otrosque no era posible, que ahí no llovía nunca y que laciudad no era cuadrada, sino poliedra y pluriforme.

Morusa supo lo de la inundación al escucharel rumordel viento del Norte, que durante la noche susurró a suoído que los cerros preparaban su descenso, celosos delir y venir del polvo errante.

El resto del mundo lo supo cuando la muchacha rubiade las noticias lo anunció después de un comercial dequitamanchas.

Las autoridadesde aquellaciudad la declararon,sabias,zona de desastre y se sentaron a morderse las uñas ensus oficinassecasy acolchonadasmientras los damnificados

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luchaban día y noche contra el lodo espeso que cubríasus vidas.

Muy tarde recordó la gente que Morusa, la gitana,había pronosticado la venida del agua, pero al recordarlodejaron de buscar en los periódicos instrucciones y con­sejos y acudieron a ella para que interpretara el lenguajede los planetas.

Todos andaban por las calles como alucinados y sedecían unos a otros que el mundo estaba a punto deentrar en la Era de Acuario,poniendo como prueba irre­futable los litros de agua celeste.

El terror provocado por las lluvias les hizo ser bue­nos por un rato. Continuaban escarbando entre el fangonegro que desaparecía niños, perros y gatos como capade mago. Cuando todo volvió a la normalidad, olvidaronlo que el cielo les había enseñado y se dedicaron otravez a insultarse unos a otros.

El patriarca de la caravana murió en un deslave, talcomo dijera Morusa, pero nadie tuvo tiempo de registrarsu muerte ya que en ese momento, dos olas mansas yalgo turbias lamían las puertas de las oficinas guberna­mentales y eso les pareció más importante a todos queandar registrando los muertos anónimos de la poblaciónflotante.

Por aquel tiempo empezó a suceder un fenómenocurioso,y fue tan lento el acontecimiento,que al principiosóloMorusa se percató de ello.Primero fueron sólohechosaisladosque la gente adjudicóa extraños espejismos pro­vocados por el reflejo del agua: una dirección perdida, elno encontrar una calle, el perder -literalmente- unacolonia del mapa urbano. Los de la Cacho fueron losprimeros en advertir que su barrio estaba desapareciendo,pero no se atrevieron ni siquiera a comentarlo unos conotros por temor a que se les considerara locos y se lesexcluyera de las actividadessociales.El problema se hizocada vez más notorio y en dos semanas ya no existíanmás calles que la Brasil y un pedacito del bulevar.

Cuando ya sólo quedaban unas cuantas colonias del

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centro y el Fraccionamiento México -porque su lideresano permitió la entrada a las tormentas-, aparecieronentre el lodo piedras de todos tamaños, de colores yformas extrañas, que se asemejaban a trozos de sillones,orejas de gato y uno que otro bigote humano. Una señoradel Soler creyó reconocer en una piedra redonda la figurade su esposo, pero como no se hablaban desde hacíavarios años, guardó silencio. Estaba feliz de no haberloencontrado entre el fango oscuro como a su lavadora yal sillón reclinable.

Continuaron los deslaves y así se fue la ciudad enteracon sus habitantes, todos convertidos en migajas de tor­menta petrificadas por el miedo y el rencor que sentíanunos por otros.

Los jóvenes se convirtieron en cuarzos y en amatistas,las niñas buenas en piedritas redondas color de rosa ylos viejos en trozos ambarinos. Los gobernantes cobardesse convirtieron en piedras de metate y los poetas en ópalosiridiscentes. El resto de los habitantes, los que componíanesa masa gris y malhumorada, se transformaron poco apoco en piedra pómez por falta de interés en el prójimoy la mayoría acabó tallando los pies callosos de los viajeros.

Los enamorados adquirieron brillo de diamante enbruto, porque aún tendrían que pasar muchas pruebas, ylos escritores que fumaban dos cajetillas diarias se convir­tieron en pedernales.

Morusa, que era una cosita de nada, no alcanzó airse en el deslave y continuó su vida de morusa suavecon miles de pulseras y campanas invisibles.

Aún sigue recorriendo el mundo, escuchando el silenciosabio de las piedras y adivinando la suerte de la genteque se acerca a ella.

Por eso, si alguna tribu de gitanos llegara un día atu ciudad dormida, deberás buscar a la de los ojos negrosy prepararte a recibir las lluvias que vendrán con lucescomo función de magia.

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EL DIABLO TAMBIÉN BAILAEN EL ALOHA

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Chico Buarque

Ocurre que la doncella,y eso era secreto de ella,

tenía también sus caprichos

Fiebre del sábado en la noche.La ciudad sigue siendo la misma, no importa cuántollueva o cuánto se vaya en los deslaves.La Frontera siguesiendo la misma: Zona Libre desde que era sólo unapequeña isla llamada California.

Los bares, que siguen siendo los mismos, se vistende colores para atraer a los incautos.

Es Semana Santa.En el Aloha, las luces le pintan el pelo a las mujeres,

"pura sabrosura y puro vacilón" baila la negra Angustiasbalanceando las caderas peligrosamente; el vientre, pro­tuberante, se confunde al compás de uno dos tres, vueltay a un lado. No hay nada mejor que bailar abrazaditos,cuerpo contra cuerpo, piel negra sobre piel morena.

Las lámparas son globos multiformes suspendidosentre humo sabor a fruta artificial; ahí, donde todo esposible, los colores toman forma y se solidifican.

"Somos dos niños discutiendo sin razón", canta lagüera Yuri desde las bocinas, mientras las niñas Clairolson estrellas por una noche. Medias sobre medias, ¡tantasfajas!,los escotes, tristes, son una boca abierta y vacía.

Hombres-lobo afilan sus colmillos en la barra, con

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dos o tres cervezas, mientras la negra Angustias, rotunda,gira y gira sobre su eje, contoneando su enorme trasero.

En una esquina con cara de aburrida, una jovencitarechaza invitaciones a bailar con gesto de niña desobe­diente. Nadie es como ella, la de blanco, olor a reciénbañada y pelo largo -cortina sujeta a dos peinetas-:ha salido de su casa sin pedir permiso y ahora sus pechos-diminutos- se delinean a través de ese mar blancoque es su ropa, delatándola.

Nadie le llena el ojo, con nadie baila, y cuentan susamigas que le ha rezado a los santos para que le mandenun hombre guapo, jurando bailar con él aunque sea elmismísimo demonio.

"San Heriberto, que no sea tuerto...", un tipo alto,pelo güero-ojos azules atraviesa la puerta con todo y unpar de mancuemillas al estilo James Bond. Es el DiabloJiménez, judicial respetable, hombre de ley al serviciodel pueblo.

(Cierto, cierto, Jiménez es un diablo muy de fábula,metafórico, pero un diablo al fin.)

"San Sebastián, que sea galán...", docenas de ojos fe­meninos observan de arriba a abajo al recién llegado.

"San Saturnino, que sea muy fino...",Jiménez se aco­moda la corbata y recorre el bar con desdén estudiado.La joven de la esquina, aburrida, se acomoda las pestañas;el Diablo, muyJames Bond, muy Jiménez, se aproxima.

"Santa Silvana, que tenga lana...", el guapo de lasmancuernillas pide un whiskey straight, etiqueta roja yse lo bebe de un tiro.

"San Neftalí, que se fije en mí...", el Diablo la observay el tiempo se detiene un momento, como juguete sincuerda (chistosa se ve la negra Angustias detenida enmedio de una complicada pirueta).

"San Clodomiro, que baile conmigo...", la joven nopierde la compostura ni en los pasos más violentos, gar­gantilla y aretes, suéter coqueto resbalando sobre hombroizquierdo,gira y gira alrededor del diablo metafórico quebaila en su lugar con pasos chiquititos.

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Jiménez no es un diablo feliz, dejó de serlo cuandola Iglesia Católica advirtió a sus compañeros de escuelaque "con el diablo NO se juega", es por eso que ahoravaga de bar en bar, de fiesta en fiesta, buscandorecuperarsu niñez perdida; es por eso que frunce el entrecejo enun gesto que a la joven de la esquina aburrida le pareceencantador.

"Encantador..." canta una voz melosa mientras lasparejas, apretadas, bailan sobre la pista, y es que no haynada mejor que bailar abrazaditos... si no fuera por esaluz... luz... ¡luuuzzz!...

El Aloha se ha quedado a oscuras y los de seguridad-grandotes y bigotones- se mueven apresurados: nadiedebe salir sin pagar, nadie debe aprovechar el pánico,nadie debe... pero en cuestión de segundos todo vuelve ala normalidad, rodo menos...

La joven del vestido blanco se encuentra tirada en elsuelo con todo y peinetas, no hay rastros del DiabloJiménez, que parece haber partido sin pagar la cuenta yel humo con sabor artificial ha sido sustituido por undesagradable olor a azufre y piel quemada. La muchachasolloza sobre el parquet de la pista y se lleva la mano alas nalgas; sus amigas, que han acudido a ver qué sucede,se horrorizan: ahí donde la mano del Diablo guapo seposaba hace unos minutos, hay una mancha de vestidochamuscado. "San Ignacio, qué ardiente el muchacho..."

Se escucha una patrulla en medio del pánico general.La del vestido blancoy sus amigas huyen, llorosas,jurandono volver a salir sin pedir permiso.

La Frontera sigue siendo la misma.En el Aloha, las lucesle pintan el cabelloa los turistas

que observan asombrados la mancha negra que el diablodejó sobre la pista de baile. Un voceador anuncia desdela entrada:

Pásele,pásele, amigo, tenemos pelos del diablo,azufreinfernalpara lavarsus baños,pásele,amigo,aquímeritoes donde baila el diablo.

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SHANGRI-LA

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¿Conoces a Donovan?Cantaba sobre flores, sobre viernespor la mañana, sobre amigosque no se han visto,eres como una canción de Donovan.

L.H.C.

Shangri-La es un paraíso en el Fraccionamiento Playas.Un paraíso en el número trece de un hotel con barcospirata en la regadera. Una película de Capra que ha sidoreinventada.

¿Conoces a Donovan?, yo no lo conozco, pero medicen que era "jipi" y le cantaba al amor, pero al deverdad, no al de uno dos tres copas, acostón y buenastardes.

¿Conoces a Donovan?, yo no, pero me he pasado lanoche en Shangri-La y nunca seré la misma. Fue ahídonde nos conocimos, donde contamos nuestro cuento,durante la única, la última, la dulce madrugada.

Diría la gente:

Se conocieron en un bar atiborrado, un sabio se in­terpuso entre sus sillas.Se miraron de perfil para notorcerse el cuello. Ella era redonda y chaparrita, él,muy alto y muy de lentes.

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¿Conoces a Donovan?, yo no, pero me dicen que esigual al amor de primavera, lleno de niños, risas y mor­didas en la espalda.

Dirían los libros:

Se conocieron en un bar atiborrado, fue el destino,usted sabe, así empiezan estas cosas. Ella usaba pul­seras, muchas, y un cencerro en la cadera, él le cubrióel cuerpo de flores y palabras. Se amaron a las dosde la mañana, y a las tres, a las cuatro y a las cinco,después se amaron otra vez para no olvidarse denada.

¿Conoces a Donovan?, yo no, pero me cuentan quecantaba como agua de río, leche fresca y pan con quesoen la ventana.

Shangri-La vence a la una. En el cuarto se quedaronlas cobijas,algunos besos y un triste par de almohadas.

Dirían ellos:

-Me moviste el tapete.Ella preguntó si era persa y si volaba.-Escoge un día, el que quieras.Ella contestó:-Escoge tú, es tu sueño.Y se metió vestida entre las sábanas.

Él dijo que a sus veintitantos años se había pasadotoda una vida buscándola, pero era tarde y tendría quepartir por la mañana.

¿Conoces a Donovan?, yo no, y ahora camino porlas calles con un hueco en el alma, como gris, comoexiliada.

Shangri-La es simplemente una película de Capra.

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EL NACIMIENTO

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Cuando Don Benito murió partido en dos bajo el cieloencapotadode Mesa del Huracán, la gente guardó silencio.Sabían que por las venas de aquel hombre corría unahilera larga de anuncios de neón y embotellamientos detráfico. Tal vez por eso a nadie le pareció extraño que elrayo lo escogiera a él para dar inicio a la función deluces y sonido que vendría de arriba para inundar larepresa del Aserradero con muchos metros de agua ator­mentada.

Los hombres se sentaron a esperar que pasara elaguacero y, como todos los años, las mujeres echaronmás leña al fuego donde prepararían pan de lluvia. Lascentellas cruzaron el cielo de lado a lado, como todos losaños, mientras el cuerpo de Don Benito esperaba, conun silencio seco de cuerpos quemados, que alguien lediera sepultura en un pueblo que no era el suyo.

En la casa más alejada quedaron sus libros y su trajeazul marino, tan extraños en la montaña; atrás quedarontambién la fotografía borrosa de una mujer antigua y loscuadernos de cuentas del Aserradero.

N adíe supo cómo llegó o de dónde vino, Don Benitomismo lo había olvidado y ahora vivía como extraño enun pueblo perdido de nombre poético, lejos de la ciudadamada y de la mujer amada, sin recordar la cara de unay el aroma de la otra, sin recordar siquiera por qué lashabía olvidado como olvidaba cada año la respetuosaadvertencia que los habitantes de Mesa del Huracán lehacían al verlo sentado bajo algún pino en tiempos de

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tormenta, con los ojos perdidos y el alma adolorida porno sé qué absurdo recuerdo escapista.

Y tal vez por eso a nadie le pareció extraño que elrayo lo escogiera a él y lo dejara esperando junto a aquelárbol, con un silencio seco de cuerpo quemado que seextendió por el pueblo y sólo fue interrumpido por elllanto agudo de la niña Palomo, que llegaba al mundoen el momento justo que el alma urbana de Don Benitose desprendía de su cuerpo negro y retorcido.

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AMOR NESTLÉ

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El amor, Amor, es una lata Nestlé de leche condensada,por eso te empalaga y luego, después de la tercera cu­charada, la pobre lata de amor termina siempre en elbote de la basura.

Tú sabes, Amor, que yo prefiero el TV-Guide a latelevisión y los cortos en el cine a las películas. No megusta ese letrero grande que dice FIN tan descaradamente.Tengo problemas al final de las funciones, y es que lomismo me da el beso feliz con gran close-up en la pan­talla que la trágica despedida de los amantes frustrados.Los dos finales son igual de malos, Amor, y terminansiempre haciéndome llorar.

Es por eso, escucha, que fue tan buena tu partida.¿Qué hubiera pasado con la magia al tener que lavar

tus calcetines, para después colgarlos del tendedero, las­timosamente convertidos en banderas de vecino? ¿Se­guiría siendo "preciosa" al despertar con gripa y unaque otra desvelada?

Magia, Amor, ésta es sólo una cuestión de magia.Te escribo entonces esta carta, Amor, porque pienso

que quizá será mejor que ya no nos veamos. Que ya norecordemos nuestros cuerpos juntos aquella madrugada.

Ya ves: no me acuerdo de tus besos, de la cicatriz enla espalda.

Y bien, será mejor que ya no imaginemos la bocadel ser amado, los paseos a Playas.

No pienses por favor que extraño tus caricias o sufroesos milquinientoskilómetrosdedistancia.

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No importa entonces, Amor, negar el mes de mayoy consolarnossolos,Amor, imaginandoel llanto del amado.

POSTDATA: Al fin y al cabo lo tengo todo planeado:si me olvidas, si me olvidas ... me dedicaréa la burocracia.

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BASILIO TAJADURA

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Yo vi a Basilio Tajadura caminar sobre la acera lisa, ibavestido de civily la cabeza le colgaba para enfrente comopera madura porque traía los pensamientos pesados.

Llevabalas manos escondidasen los bolsillosdel saco,como si con eso quisiera que nadie se diera cuenta quetenía diez dedos completitos, diez dedos que noche anoche recorrieron un cuerpo suave y aromático, hastaque cada uno de ellos se impregnó del olor a canela queguardaba aquella mujer bajo sus ropas.

Caminaba como si le costara llevar camino, y se veíasin trabajo, sin cabello y sin sonrisa. Ya no le brillabanlos dientes como le brillaron allá arriba en Mesa delHuracán, cuando jugaba futbol con los chiquillos e inter­cambiaba frutas en conserva con la gente del pueblo.

La gente siempre lo quiso,era simpático,dicharacheroy sus treintaitantos años eran más lozanos y alegres quelos de cualquier lugareño.

Ella lo quiso desde que lo vio por vez primera: teníalos ojos ardientes y las palabras le caían labio abajo comoleche quemada.

Los padres de ella también lo quisieron, al principio,antes del tiempo de frutas, cuando Basilio Tajadura pro­nunciaba discursos candentes frente a la iglesia y aúnpodría haberle sacado la vuelta a aquella enorme bromallamada Destino.

Laura Palomo llegó al mundo el mismo día que elrayo partió en dos a Don Benito. No se sabe qué fueprimero, la muerte o el nacimiento,pero dicen las lenguas

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del viento que desde entonces la vida de Laura estuvomarcada por la tragedia. Lo cierto es que nunca se per­teneció a sí misma: desde su primer día de estancia enla Tierra, su padre la llamó "mis ojos", su madre laofreció a la Virgen de Guadalupe, y total que para cuandola niña pudo decidir ser o no ser de ella-misma ya habíallegado tarde a la repartición de identidades.

La familia Palomo era muy respetada en el pueblo,porque Don Remigio recogía las limosnas en la iglesiade piedra que el Aserradero había construido con el finde alejar a sus obreros de los horrorosos demonios de labebida y la farra que, además de prometer boleto directoal mismísimo infierno, contribuían también a crudas yllegadas tarde al trabajo.

La señora Palomo tenía -de tanto andar cerca delas cosas celestiales- una voz angelical y una disposicióntan grande hacia lo divino que había dispuesto que todossus hijos se entregaran a la vida clerical.

Amoldo, el mayor, había terminado ya sus estudiosen el seminario, para ordenarse como el sacerdote másjoven de su generación y se encontraba haciendo su ser­vicio social en una diócesis lejana.

Refugio, el tercero, había ocupado enseguida la vacanteque Amoldo dejara en la escuela de sacerdocio.

De Agustín, el segundo, prefiero no hablar, porqueel malvado -a pesar de las inclinaciones familiares­mostraba una total indiferencia hacia los asuntos del Señory prefería talar árboles y platicar alegremente con lasnenas bonitas del pueblo.

Por su parte Laura, que seguía con aquello de nopertenecerse, se encontró de pronto en un convento deCarmelitas Descalzas, al que su madre la envió en pagode aquel compromiso que había adquirido con la Virgende Guadalupe.

Tras de dos años de devoción y mudez absolutas enaquel lugar, Laura realizó la primera de las dos accionesque le devolverían -al final- el título de propiedadsobre su persona: se puso los zapatos y dejó a las carmelas

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plantadas con todo y sus silencios para regresar a sucasa.

La señora Palomo se encontraba en la cocina -pre­parando un guisadode mediodía- cuandoLaura aparecióen el umbral de la puerta, algo despeinada por el viaje ysin zapatos, porque en dos años de no usarlos sus piesgrandes habían olvidadolos convencionalismos.Se saluda­ron sin hablar y llegaron al acuerdo tácito de que la hijacontinuaría guardando su virginal pureza para no hacerquedar mal a la madre ante la de Guadalupe, y que ésta,en cambio, no le reprocharía el no haber permanecidoen el convento.

El primer encuentro de Laura Palomo con BasilioTajadura ocurrió un domingo por la mañana, pero nofue un domingo cualquiera, sino uno que tenía muchode día de campo, un domingo en que la hierba huele avida y las flores son conciertos diminutos de colores bri­llantes.

Una docena de mariposas volaron sobre sus cabezas.(Laura se sentiría después como sandía madura: dulce,

frutal y pesada.)Las chicharras cantaron mucho más de lo acostum­

brado.(La madre de Laura sufriría una gran crisis.)El viento era sensual y el sol los acarició con sus

rayos sugestivos.(Amoldo tendría que dejar el hábito y Refugio aban­

donar el seminario.)Los pájaros se hicieron cómplices de la mañana.(La familia Palomo tendría después que huir de Mesa

del Huracán, deshonrada para siempre.)De haber sido cualquierotro día de la semana, alguno

de los dos habría desviado la mirada, pensando en susquehaceresy entonces Basiliono hubiera tenido que dejarla parroquia del pueblo; porque Basilio era el sacerdote,el padre Basilio,con su risa grande y sus chistes de domin­go; con su sotana negra, arremangada para jugar al futbolcon los monaguillos.

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Basilio era el confesor, con su voz encantadora y susmanos gandes, fuertes para atrapar los senos de LauraPalomo y atraparla toda, y beberse ese aroma de su cuello,y beberse a Laura entera con los pies desnudos, siempredesnudos, él y ella, Laura y Basilio.

Basilio hombre, que supo muy bien encontrar lasnotas musicales del cuerpo de Laura.

Y dejarla como sandía madura.Tan madura que se hizo imposible esconder su vientre

protuberante, y entonces estalló una bomba con cara deDon Remigio, quien gritaba violento: -¡Quién fue! ¡Quiénfue!- y zarandeaba a Basilio, exigiendo un nombre: éldebía saberlo, él, que confesaba a todos los habitantesdel pueblo, él, que les conocía a todos los mapas delalma, los pozos del pecado y los puentes del arrepenti­miento.

Él.Él que conocía los pozos de Laura, los ríos de Laura,

las piernas de Laura.Y yo vi a Basilio Tajadura caminar perdido sobre la

acera dura de la ciudad hermética y amenazante. Lo vicon la cabeza pesada y los ojos hundidos por no encontrartrabajo; nadie le ofrecía trabajo, porque lo sabían, sabíanque Basilio dejó a los parroquianos por Laura Palomo, yque con.ella se marchó a Chihuahua, desafiante.

Y lo vi con las manos hundidas en los bolsillos, y lovi sin sonrisa, sin pelo y sin trabajo.

Después lo vi sin vida.(Su corazón no pudo soportar tanta desgracia.)Laura Palomo realizó entonces la segunda acción que

le devolvería -al final- el título de propiedad sobre supersona: se fue a La Frontera para tener a su hijo.

El primer día que Basilio Palomo, hijo natural deTajadura, habitó en la Tierra, su madre -que tenía unadisposición heredada hacia las cosas divinas- se lo ofrecióa la Virgen de Guadalupe.

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TEXTO PARA SER LEÍDO AL RITMODE UN BREVE TANGO DE GARDEL

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Inicia el tango Uno Lado Uno banda Uno...Tarán tan tan (turún tun tun), tarán tan tan (...) la

habitación cuadrirroca,paredes rosa sucio, es atacada porel humo -pasión copa de vino- del cigarro. El tan tantango tortuoso -mortífero, letal, malfibianquiano- aca­para los espacios, el silencio se convierte en escenario ya media luz, Gardel se bate con los celos.

Mano a mano se enciende la tragedia, ¡Que vivanlos amores malvividos!¡Quesuene el tango, señores!(Aquípor favor algún suspiro.) Las notas me demandan unbailemos. ¿Me invita usted, señor Perchero?, de cacheti­to, madera con madera... ¡Ah!, el once brilla hoy comonunca. ¡Qué amargura de esta mi alma de bohemio!,este mar negro que es la noche me domina... Sí... así .apriéterne usted, ¿se quita el saco? .¡SSSSSSSSSSSSSSILENCIO!!!!!!!La aguja baila el final delacetato.

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LA SEÑORITA SUPERMANY LA GENERACIÓN DE

LAS SOPAS INSTANTÁNEAS

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Hay días en que no enfríala cerveza, el tequilano calienta, tampoco tú

Baño apresurado a las siete; desnuda y a punto de entraren la pequeña cámara lava-cuerpos, se lleva la primerasorpresa:

NO HAY AGUA CALIENTE.

Cree escuchar risitas y enseguida piensa:-Debo estar dormida aún.¡Café!,un café sería muy bueno, conseguiría con ello

abrir los ojos. A tientas busca un cerillo.

SSSCRACH,

lo prende.

Gira la manivela para encender la hornilla.Segunda sorpresa:

NO HAY GAS.

Nuevas risas bailan al son de una modorra mañaneraque no cede.

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No hay agua caliente ... no hay gas ... que no cunda elpánico ... agua, sí... un vaso de agua sería bueno.

El garrafón la contempla impávido y muy, muy vado.Ella se resigna.Hay que consecuentar estas mañanas como a niños

caprichosos.La primera decisión del día sería: ¿baño con agua

fría sobre piel caliente, o piel caliente y adormilada bajola ropa?

Gana piel caliente y adormilada.El estómago se hace presente como espíritu chocarrero

y ella piensa en las consecuencias que traería engullir unpan con mermelada.

¡Al diablo las consecuencias! Gracias a Dios por elpan de cada día (aunque no haya mermelada).

Piensa en la hora.Piensa en qué ponerse.Piensa que le han salido arrugas en el almaPiensa.

Afuera, el sol le recuerda insensiblemente su calidad decriatura nocturna, le hiere los ojos y parece preguntarle:

-¿Te acuerdas, niña, de las copas de anoche y eljoven de los ojos grandes?

(Ella recuerda más el tequila que los ojos grandes.)De pronto, como en las películas de Warner Brothers,

podemos apreciar una escena retrospectiva en la queuna Ella más niña, aunque igual de despeinada, observael cuidado con el que su madre se maquilla, mientras ledice, con la gracia de una reina:

- Ya lo sabes, preciosa: las niñas buenas no tomantequila, sino Shirley Temples.

Termina la escena y de vuelta al rostro de Ella, ahoracon ojos rojos e inyectados. Se encuentra en una casa aoscuras, llena de humo, "jipis" y greñudos por doquier,sentados en flor de loto tan inmóviles que parecen estarjugando a las estatuas de marfil, una dos y tres así, ríeElla una risa estridente mientras enciende de nuevo la

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pipa verde que contiene una hierba verde, para que susojos verdes se pongan ... ¡rojos! (He aquí nuestro primererror cromático.)

~Las niñas buenas no fuman, y tampoco hablanmucho; comen como pajaritos y nunca llegan a su casadespués de las diez de la noche. ¿Lo entiendes, nena, loentiendes? -continúa una madrerreina desde su tronohermoso y perfumado.

Y la niña contesta:-Pero, ¿ylas sopas instantáneas,madre, y las carreras

de perro por conseguir trabajo? ¿Y las idas a la peni­tenciaría a recabar información, dónde meto todo eso?¿Dónde lo coloco? ¿A un lado de los osos de peluche?¿Entre las sábanas blancas?

¿Dónde guardo las prostitutas de la Zona, mamá,dónde pongo las angustias? ¿Dónde el miedo de no serlo suficientey la sarta de palabras agregablea "suficiente"?

Suficientementelinda,suficientementebuena, suficien­temente seria, alta, bella, fuerte brava o experimentada.

¿Cómo viven hoy las niñas buenas, entre gritos yconflictosbélicos,entre azul y buenas noches, entre listasde amores frustrados, líneas de cocay uno que otro arpo­nazo a la conciencia,entre nubes de humo que se burlan?

La madre la mira largamente:-¡Ay, niña, no preguntes tonterías!-¿Y la amenaza del SIDA, madre, y los condones de

colores, y el borracho de la esquina, dónde, dónde colo­carlos? ¿Dónde guardo al niño asesinado, madre, no alniño muerto, al a-se-si-na-do? ¿Dónde guardo los que­haceres innombrables mientras explicas a las amigas delcafecito que a tu niña le ha dado por jugar a Luisa Laney ser moderna, cuando yo me siento sólo una Clark Kentfracasada?

¿Dónde guardo la presión del trabajo, las muertesde migrantes, la mujer de la maquila? ¡Ya no caben conlas Barbis!

Y es que vivimos en una generación de sopas ins­tantáneas y amores instantáneos, que no duran más de

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cuatro copas, madre, andamos por la vida con máscaraantigases, y nos brotan trincheras en el alma, y bombasen el cuerpo, una generación de "quítate o te como","me estorbas, te mato", donde el compact disc sustituyóal disco de pasta como las computadoras nos sustituyena nosotros, donde ahora las llamadas por teléfono sonde máquina contestadora a contestadora, madre, y la so­ledad es absoluta.Donde estamos fragmentados, diluidos,reciclados,mientras los que se dicen profetas/ defensoresecológicospululan por las calles pronosticando el últimodesastre y el número ganador de la lotería, y los clubesde intelectuales te juzgan por la cantidad de hojasgas­tadastintaderramada y se han asociado ya con tiendas ypapelerías, y la Nestlé reparte la cultura, y se repartensus ropas, madre, mientras uno se enamora del apóstolreacio y renegado, madre, y se lanza a vivir un amorlátex a fuerza de sexo enlatado, madre.

Donde estamos solos.Las ocho, se acabó la reflexión de la mañana.Es hora es hora es hora de ir al trabajo. Tercera sor­

presa:

NO HAY DINERO EN EL BOLSILLO.

¡Claro!Ella se aleja silbando una extraña tonada.

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CARTA AL CONQUISTADOR BALBOA

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~

ii;

Año 6704 del PeriodoJuliano, según lo marca el Calen­dario del Más Antiguo Galván. Desde una isla llamadaCalifornia.

Mi buen Conquistador Balboa:

Muchas lunas pasan ya desde que usted partiera aconquistarnuevas tierras con el sol a sus espaldas.Muchaslunas, Balboa. En este Imperio del Norte, las tardes aúnse despeinan sobre el reflejo del agua. Nada las perturba,sus coloressiguen pintando milagros sobre la piel marinade las mujeres de mi raza.

Sentada aquí,en la hierba,escucholos pasos del vientoque, como usted, se ha propuesto agotar todos los viajes.Lo escucho y pienso: es un buen imperio éste, con susplazas y mercados. Un buen imperio repleto de objetosque a usted alguna vez le parecieron mágicos: pieles desirena virgen, cuernos de unicornio, telescopios para verel alma y ramos de cilantro buenos para recordar porsiempre a la mujer amada. Es un buen imperio éste queusted conquistara con la espada de sus ojos miopes. ¿Leshablará de ello a sus amigos de armaduras plateadas?¿Le creerán, caballero Balboa?

Aquí, las palmas mecen fronteras que siguen siendoalcanzables; aquí, el reflejo de los sueños sigue siendoigual, no importan salidas o llegadas. Aquí, caballeroerrante, el conquistador sigue siendo conquistado por losojos grandes de las de mi raza. Mujeres hechas de deseo

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y metal, de piel y llama; porque en nuestra piel, viajero,se encuentra el secreto de la vida.

Se va la tarde, Balboa, rebaños de recuerdos pacen lahierba mágica del espejismo. ¿Tedrá usted rebaños deolas en su imperio marino? La distancia lo acerca ahora,como a la A y la Z en esa tabla tan suya de hacer palabras.

Está usted tan lejos que podría tocarme.¿Lo hará, caballero Balboa?Muchas lunas pasan ya desde que usted partiera en

su nave alada y mi cuerpo aún duerme entre su cuerpo.Muchas lunas y aún su boca no se aleja de mi almohada.Aquí, mi reino y su llegada; porque sepa usted, Conquis­tador Balboa, que aquella negra en blanco a quien llamóEvohé, no ha sido otra que la amazona Calafia.

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DE CÓMO SE CREÓ EL RÍO AMAZONAS(O ¡AY, CALAFIA, NO TE RAJES!)

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Su llegada al mundo fue un poco difícil, ya que en esemomento la destartalada camioneta azul-y-blancose es­forzaba por trepar la cuesta de la colonia Roma. Llovíaperros y gatos, lo cual también era molesto, porque encuanto los animales llovidostocabanpavimento, estallabanen un chilleríaensordecedor;los perros, por la frustraciónde no alcanzar a los gatos y los gatos, por molestar a losperros.

Su madre la llamó (alafia, en honor no del valle odel vino, sino del transporte público que le sirvió comoimprovisada sala de partos. Los pasajeros le llamaronreina porque jamás llegaría a princesa.

Las princesas no se dan muy bien en el Florido.La abuelamaterna -arquera de sueñosy lectoraasidua

de suertes ajenas- predijo que la niña crecería feliz,jugando entre el polvo sepia que hacía las veces de callesen el fraccionamiento y comprando chicles de a peso enlosabarrotesdelchino,llamadosostentosamente"ElPalacio",donde, a pesar de encontrarse alejado de los maravillososreinos del Norte, se podía encontrar diet coke, cherrycoke y coca cola clásica, por no mencionar el resto delas maravillosas invenciones de la comida chatarra.

Calafia creció pues, entre los pastelitos de lodo ylluvia, los paseos a la vuelta de la esquina y los cuentosfantásticos que solía contar la abuela. El cuento que másle gustabaera el de Noé, que cuandovio venir las primerasnubes malhumoradas decidió hacer un barco y en{'ciarunaviso a todos los animales del mundo, para que se fueran

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de vacaciones y de paso se salvaran de lo que su abuelallamaba el Diluvio Universal, al que (alafia imaginabaigualito que las tormentas del Florido; con lo que laniña no estaba de acuerdo era con la parte en la que seahogaban los dinosaurios y las quimeras, las gargantúasy los grifos, porque la abuela afirmaba que ya no existíany Calafia estaba segura de conocer a varios.

EJEMPLO

le caía en su consultorio; hasta ahí llegó una tarde llu­viosa aquel joven con ojos de limón maduro, que habríade apresurar los acontecimientos y la vida de la bellaCalafia.

Un día lluvioso, Homobono, preocupado, trató desacar el caballo del lodo por cuarta vez, pero el malvadono cedía y las dos llantas de atrás estaban tan profun­damente hundidas en el lodazal que por un momentotemió que el animal estuviera adelgazando. Decidió de­jarlo descansar y se dirigió hacia un pequeño consultorioque parecía apesadumbrado por el rótulo de neón en elque se podía medio leer, escrito en foquitos verdes yrojos, lo siguiente:

Los grifos son criaturas extraordi­narias de luces jos/ orescentes. Tie­nen una piel dura y plateada quepodría confundirse con metal deno ser por su delicadatersura.Salende noche a reunirse con otros grifosy despiden un olor a humo duice.Se cree que la doncella que escucheel canto de un grifo al rayar eldía jamás podrá ser la misma deantes, por lo que noche a noche,dij erentes doncellas voluntarias

ofrecen sus castos oídos.

L C URA E SUERTES

Otro de los cuentos favoritos de la abuela era el deliraquí, aquél que se ganó el premio Nobel de la paz porhaber declarado la guerra mundial, aterrorizando de talmanera a los terrícolas, que decidieron hacer las pacesde inmediato.

Pero claroque eso eran sólo cuentos antiguosy Calafiaestaba más interesada en las tortas de lodo y la caceríade lagartijas con arco y flecha.

Al llegar a los quince años, Calafia había ya adquiri­do las formas robustas y seductoras de las mujeres de suraza y su piel morena relucía de puritito firme, lisa ysuave a pesar de las flechas de las lagartijas. Los cuentosde la abuela adivina habían quedado atrás y la mujeronaestaba contenta adivinando las suertes de cuanto cliente

Homobono, que era miope, no alcanzó a leer másque la última palabra del anuncio y sin pensar muchoen ello, decidió entrar a ver qué suerte le esperaba.

La abuela, que al verlo supo el destino de Calafia-pero no el de Homobono, porque no sabía adivinardestinos extranjeros- le ofreció un té de gobernadoraque quita todos los males, hasta el mal de humor, y sesentó a esperar que se cumpliera el destino de los jóvenes.

Calafia, que volvía de la tienda feliz de lluvia y em­papada de risa, al ver al muchacho sentado ahí se quedómuda como los mudos de vergüenza en el umbral de lapuerta y Homobono, con ojos de limónpartidodarneun­abrazoqueyotepido, recorrió lentamente el cuerpo de lajoven. La abuela supo inmediatamente que serían muydesgraciados, porque el limón y el café juntos producenagruras, y los ojos aromáticos de Calafia se agriaríanmuy pronto.

No tiene caso relatar lo que siguió, porque ya todoslo sabemos, sólo basta decir que lo nuevo con lo viejono se lleva bien y que dos por tres no son siempre seis.El chiste es que Homobono dejó a la reina del Floridoy a los hijos color café con limonada un buen día por la

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mañana, asegurándose de que la nena sonriente de latelevisión pronosticara buen tiempo y no confiando ple­namente en el pronóstico.

Calafia lloró y lloró.Las mujeres siempre lloran.Lloró porque ya nadie le platicaría que la Tierra es

redonda y que el Río Colorado no. tiene vergüenza, quelas misiones no son secretas y que los cirios no crecenen la iglesia, sino en el desierto. Lloró también porquese le dobló una uña y porque aprendió a querer a Homo­bono por zonas: la del norte, cabello sedoso y ojos defruta; la del sur, piernas fuertes para atrapar las suyas;la del centro, ¡ayla zona Centro!

Aprendió a amar sus meridianos y sus trópicos; susatlánticos y sus pacíficos y todo el cartograma rubio desu cuerpo.

Lloró tanto que sus lágrimas hicieron un riachueloque se fue filtrando mundo abajo hasta acumularse enun río impresionante que se llamó AMA-ZONAS,en honoral mapa fabuloso de la anatomía de Homobono.

Calafia no murió de vieja, sino de joven porque lasjuventudes sin amor no se sobreviven.

Su llegada al mundo fue un poco difícil...

ÍNDICE

Morusa y la ciudad en migajas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15El diablo también baila en el Aloha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21Shangri-La . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27El nacimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31Amor Nestlé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35Basilio Tajadura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39Texto para ser leído al ritmo de un breve tango de Gardel . . 45La señorita Superman y la generación de las sopas

instantáneas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49Carta al Conquistador Balboa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55De cómo se creó el río Amazonas (o ¡Ay,Calafia, no te

rajes!) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59

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