Reimpresióncosta.x10.mx/Munilla/SanVicenteDeMunilla.pdfde Munilla, Peroblasco y muchas tierras y...

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Reimpresión Copyright (c) Abel Marrodán Pellejero, 2006. Reimpresión del libro: Abel Marrodán Pellejero y Carmelo Mazo Gil, San Vicente de Munilla: La aldea abandonada y sus gentes. Logroño: Quintana, Industrias Gráficas, 2006. Este material se publica aquí (http://costa.x10.mx) con el permiso del autor. El uso personal de este material está permitido. Sin embargo, para reimprimir / volver a publicar este material o para crear nuevos trabajos colectivos para su reventa o redistribución se debe obtener permiso del autor: Abel Marrodán Pellejero. Al optar por ver este documento, usted acepta todas las disposiciones de las leyes de derechos de autor que lo protege. José M Costa [email protected]

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  •  Reimpresión

     Copyright (c) Abel Marrodán Pellejero, 2006.  Reimpresión del libro: Abel Marrodán Pellejero y Carmelo Mazo Gil, San Vicente de Munilla: La aldea abandonada y sus gentes. Logroño: Quintana, Industrias Gráficas, 2006.  Este material se publica aquí (http://costa.x10.mx) con el permiso del autor. El uso personal de este material está permitido. Sin embargo, para reimprimir / volver a publicar este material o para crear nuevos trabajos colectivos para su reventa o redistribución se debe obtener permiso del autor: Abel Marrodán Pellejero.  Al optar por ver este documento, usted acepta todas las disposiciones de las leyes de derechos de autor que lo protege.

       

    José M Costa [email protected]

  • LA ALDEA ABANDONADA Y SUS GENTES

    LUGAR DE INTERÉS

    ETNOGRÁFICO y ARQUEOLÓGICO

  • Presentación

    Leyendo un día el Catálogo de Documentos existentes en el Archivo Diocesano de Logroño, encontré uno que decía:

    «Crónica Parroquial de San Vicente de Munilla»

    Sentí curiosidad por saber qué es lo que contaba aquella crónica y lo pedí para leerlo.

    Pasé muchas horas y meses leyendo los dos tomos que componían el documento, anoté y resumí todos sus contenidos.

    Al acabar pensé que a muchas personas relacionadas con el . pueblo de San Vicente les gustaría saber todas las cosas interesantes que decía la Crónica y que hasta les encantaría tener la Historia del Pueblo que les vio nacer y que les era tan querido. Aún así no me animaba a escribir un libro. Sentía que faltaban muchas cosas: la esencia íntima de sus valores humanos de convivencia, sus costumbres, dolores y alegrías, sus trabajos, su estilo de vida, sus actividades y sucesos y el modo de ser de sus gentes.

    Todo esto lo encontré leyendo las Memorias de un Pastor de San Vicente De Munilla, escritas por Carmelo Mazo Gil.

    Para tener una visión completa de la historia del pueblo se imponía completar y compaginar los contenidos de la Crónica y de las Memorias.

    Aún así faltaban muchos datos, documentos y personas a quienes consultar ... Todo se andaría.

    En esta breve historia el protagonista es el pueblo y sus gentes. En él brillan sus virtudes humanas: solidaridad, amistad desinteresada, ayuda mutua, paciencia y fortaleza.

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  • Alegres y unidos en la dura lucha diaria por la supervivencia. Muy pobres en bienes materiales, pero muy ricos en virtudes humanas, viviendo en unas tierras pobres y sufriendo un clima de lo más duro y hostil.

    Objetivos del libro son: Recuperar la memoria histórica del pueblo y sus gentes, para que un día sus descendientes lejanos (quizás venidos de América) puedan conocer la vida de sus antepasados y sus virtudes. Dar a conocer la meritoria labor de la Asociación de los Amigos de San Vicente de Munilla (aunque ellos en su gran humildad no le dan ninguna importancia) que tanto y tan bien han trabajado durante 18 años y tantas mejoras han logrado para recuperar su pueblo y mantener su convivencia y amistad.

    Que estas páginas sean una mínima aportación a la cultura etnográfica riojana.

    Quedo muy agradecido a todas las personas que han contribuido a la elaboración de este libro, en especial a Olga Domínguez. Muchas gracias.

    Abel Marrodán Pellejero

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  • Edita: Abe{ Marrodán Pe{{ejero

    Imprime: Quintana, Industrias Gráficas

    D.L.: LR·103-2006

    I.S.B.N.: 84-611-0718-7

  • íNDICE

    Presentación. . ................................................................................ , .................................... 3

    Amanece la vida sobre la tierra ....................................................................... · .11 La Condesa: el Santo Vicente. San Vicente, presbítero y mártir.

    Relieve, clima, carácter y censo de 1533 .......................................................... 15 Las noticias más antiguas.

    El Milagro de la Virgen de Arriba ....................................................................... 19 Era costumbre.

    Del Catastro Marqués de la Ensenada a la Guerra de la Independencia ........................................................................ 23

    Noticias del siglo XIX (1800)

    Capellanías, misas y fincas amortizadas ............................................................ 27 Amortización. Desamortización. Segunda parte del siglo XIX (mucho peor que la primera).

    San Vicente y su censo de población (1874) .. : ................................................... 33 Matrimonio religioso-matrimonio civil. Sacerdotes del pueblo. Cementerio. Rezo por los difuntos.

    Romería a la Ermita de Santa Ana ...... ............................................................... 39

    Días de fiesta y otras costumbres ..................................................................... .43 Fiestas de la Virgen de Arriba. Fiesta de Acción de Gracias. Los bautizos. Otra costumbre: post-partum.

    La agricultura ...... ............................................................................................. .47

    Los aperos del campo de San Vicente ................................................................ 51

    La iglesia parroquial ... ....................................................................................... 57 Características de su arquitectura.

    La dura lucha de un cura rural ...................................... .................................... 61

    Epidemia universal: La gripe del año 1918 .. ...................................................... 65 Crónica de sucesos tristes.

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  • Las obras del intrépido Don Enrique .................................................................. 69

    Aquellos obreros de la banda de música.

    La curiosa costumbre de los mayordomos ......................................................... 73

    Los sucesos del siglo xx.

    La Segunda República (1931-1939). Sucesos. Los padres y la clase de religión ......................................................... 83

    Sueldo del cura. Su traslado.

    Años difíciles (1933-1950) .................................................................................. 83

    Vida y aventuras de un pastor ........................................................................... 87

    La mujer perdida en el monte.

    Las mujeres ....................................................................................................... 93

    Romería a Santa Ana contada por un pastor (1957) ........................................... 97

    Diversiones de los mozos ................................................................................... 99

    La fiesta de Antoñanzas.

    La ganadería ..................................................................................................... 1 01

    Edades de las ovejas. Nombres del término de San Vicente.

    Las fiestas del pueblo ....................................................................................... 105

    La fiesta del Domingo de Ramos ...................................................................... 109

    La Virgen de los Dolores ................................................................................... 111

    La mítica fiesta de San Juan ............................................................................ 115 La fiesta de la Virgen de Arriba (la Madre del Amor Hermoso)

    .. A matar el cuto» ............................................................................................. 117

    Todos los Santos y Navidad ............................................................................... 121

    El trasnocho ....................................................... ···· ...... ···································· .125

    Calzado y manta ............................................................................................... 127

    El pueblo y la luz eléctrica .............................................................................. 129

    Tormentas con rayos. Fuego en la escuela ....................................................... 133

    Valeriano el cabrero. Todo un héroe. Niña abandonada ................................... 135

    Humor. Cosas de niños. Tres anécdotas ............................................................ 139

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  • La juventud y la música. La orquestina ........................................................... 143

    Vecinos que había en el año 1950 .................................................................... 145

    Don Bernardo Fernández del Rincón ................................................................ 149

    La emigración ................................................................................................... 151

    La Asociación Cultural "Amigos de San Vicente de Munilla" ............................ 157

    Recuerdos ......................................................................................................... 167

    Anexos: Anexo 1. Fechas y hechos ........................................................................... 171 Anexo 2. Habitantes de San Vicente en el año 1874 ................................... 176 Anexo 3. Léxico. Voces y palabras usadas

    por las gentes de este pueblo ...................................................... 184

    Fuentes documentales y bibliográficas ............................................................................. 191

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  • Amanece la vida sobre la tierra

    Hace millones y mHlones de años, tantos que nadie sabe contarlos, el paisaje era de tierras pantanosas, donde se confundían las aguas dulces con las saladas de un mar indefinido. Los bosques de grandes helechos alimentaban a enormes y monstruosos dinosaurios herbívoros, que a su vez eran pasto de gigantescos y ferocísimos saurios carnívoros y todos ellos eran los únicos pobladores de los lugares que muchos siglos después serían el hábitat de los seres humanos con sus vidas, alegrías, dolores y trabajos; sociedades en evolución continua, incesante paso de siglos y de generaciones ... Pero entre aquellos dinosaurios y los primeros humanos, a lo largo de otros millones de años, tenía que dar sus estruendosos latidos el planeta Tierra, con sus temblores y gemidos, con sus terremotos y basculaciones, mientras se retiraban los mares, se alzaban los montes y se hundían los valles «cada cual a ocupar el puesto asignado» ...

    Aún no habían llegado los seres humanos a perturbar la paz de la Madre Naturaleza cuando la superficie terrestre mostraba así su faz salvaje: Praderas, montes y barrancos cubiertos de bosques y matorrales, largos y paralelos bancos de rocas cruzaban los montes estrato terrestre fracturados ... los torrentes arrastraban caracolas y bivalvos hechos piedra, en otros tiempos llanuras fangosas eran ahora lastrones inclinados de rocas lisas que encerraban como joyeros misteriosos las ocultas pisadas de los

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    desaparecidos dinosaurios y hasta en los farallones rocosos de algunos montes, quedaba el lejano recuer-do del mar en forma de pequeñas oquedades de paredes pulidas.

    y a su debido tiempo llegaron los humanos: es-casos, desvalidos, inde-fensos, buscando el amparo de las cuevas, defendiendo su super-

  • vivencia a diario y sin cesar contra inclemencias y fieras. Con sus brazos y su inteligencia lo dominaron todo.

    Con inusitada rapidez pasaron los siglos y con ellos las hordas invasoras, sus guerras, sus efímeros reinos, sus sociedades primitivas. Hojarasca de la Historia fueron sus gentes: celtas, berones, pelendones, celtíberos, romanos, visigodos, musulmanes y reinos cristianos, cada cual con sus leyes, su lengua, sus jefes y costumbres, con su variopinta organización social, su política defensiva y de dominación.

    Fundado el pueblo de Munilla en fecha muy remota e indefinida (su nombre parece indicarnos que fue fundación de los romanos) pronto hubo alguna familia que rebuscó por las alturas su medio de subsistencia: tierras cultivables, pastos, caza, frutos, madera ... Creció la familia y llegaron forasteros buscando lo mismo y su fue formando el pueblo casa con casa, calle tras calle ... Pero aquí salta la leyenda: ¿Dónde su fundó el primer pueblo de San Vicente? Porque la tradición oral contada de padres a hijos nos dice que se fundó por primera vez en el lugar y término llamado «la Condesa» en tierras situadas a la orilla izquierda del barranco llamado de «Sobaquillo». Añaden que allí hubo un cementerio que se quemó y por ello los habitantes se fueron y fundaron el pueblo por segunda vez en el emplazamiento donde hoy se encuentra. Parece confirmar esta leyenda los restos humanos encontrados en «Sobaquillo», en lugar llamado «la Condesa». Pero ¿Existió esa condesa? ¿Quién fue? ¿Cuándo vivió? La Historia de Munilla nos lo dice.

    «La Condesa»: El Santo Vicente

    Algún tiempo después del año 1040, Don Garda Sánchez, rey de Navarra y de Nájera, de acuerdo con su esposa Doña Estefanía Berenguer de Foix dio el «Señorío de Cameros» a su yerno Fortún Oxoiz, casado con su hija Menda. Fortún tenía que defender y gobernar como «Tenente» las tierras y pueblos de los Cameros y el Valle del río Cidacos, desde Yanguas hasta Arnedo. En el Señorío entraban además de Munilla, Zarzosa, San Vicente de Munilla, Peroblasco y muchas tierras y pueblos más.

    Era el siglo XI y ya existía San Vicente de Munilla. Los descendientes de Fortún Oxoiz se llamaron «Los Fortuniones» que siguieron gobernando el Señorío, sentenciando juicios, cobrando tributos, nombrando alcaldes, etc., hasta 1334. Después vendrían los Ramírez de Arellana (1366 - 1837). Pedro Ximénez, séptimo Señor de Cameros, tenía tres hermanas Sancha, Urraca y Teresa. Pues bien, dice la Historia que Doña Sancha era propietaria en Munilla de muchas tierras y montes y que se fue a vivir a

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  • Munilla. A esta señora le llamaban «La Condesa». Antes de morir, la condesa hizo testamento y dejó todas sus propiedades a los frailes del convento del monte Laturce (Clavijo).

    Era el año 1189 (siglo XII). Si el pueblo de San Vicente fue fundado en el término de la Condesa, o no fue así, no lo podemos saber. Habría que hacer costosas excavaciones que actualmente nadie asume.

    Lo cierto es que los primeros habitantes del pueblo eran gentes enormemente duras y sufridas. Se enfrentaron a la difícil y durísima tarea de colonizar tierras y montes: desbrozaron bosques, abrieron caminos, roturaron tierras, formaron bancales y los defendieron a de las aguas con buenas paredes de piedras encajadas que resistieron durante siglos.

    El pueblo está situado sobre un alto cerro, a mil metros de altura sobre el mar, en un cerro escalonado de los muchos que, partiendo del monte Nido Cuervo, descienden hasta el río Manzanares de Munilla.

    Tampoco hoy podemos asegurar desde que año San Vicente fue tomado por Patrono del lugar al que dio nombre. Quizá fue porque el día 22 de enero, fecha de la muerte del Santo, fue un día importante en la fundación del pueblo.

    San Vicente, presbítero y mártir

    Nació en Huesca y fue ordenado en Zaragoza por el obispo Valerio, el cual conociendo bien las virtudes, el talento, la elocuencia y el amor a los pobres lo nombró ayudante. Vicente fue apresado en Valencia por el gobernador romano Daciano, el cual siguiendo las órdenes del emperador romano Diocleciano dio persecución y muerte a todos los cristianos del Imperio. Sometió a Vicente a toda clase de malos tratos y torturas.

    Durante 300 años fueron torturados y asesinados a millares en todo el Imperio, desde Asia Menor hasta España, y desde Inglaterra hasta el norte de África. Empezó Nerón en Roma matando a Pedro y a Pablo (año 64), y terminaron pasado el año 300 Diocleciano y Maximiano. Los cristianos se negaban a adorar al Emperador como un dios, se negaban a quemar incienso ante los ídolos de Roma. Acabaron las persecuciones y muertes en el año 313, cuando el Emperador Constantino publicó el «Edicto de Milán» y con el dio total libertad a los cristianos.

    Referente a San Vicente, escribió San Ambrioso obispo de Milán en el año 390: «San Vicente fue torturado, golpeado, flagelado y asado al fuego sobre una parrilla; pero no vencido. La valentía con la que en todo

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    momento confesó el nombre de Dios y de Jesucristo, no sufrió el menor fallo. Murió en el año 304 y Daciano ordenó que su cuerpo fuera abandonado en el desierto para comida de aves y fieras, pero un cuervo misterioso lo defendió día y noche hasta que lo hallaron los cristiano y le dieron sepultura. Su muerte y entrada en el cielo fue el 22 de enero.

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  • Relieve, clima, carácter y censo de 1533

    El cerro en el cual se asienta el pueblo está flanqueado por dos barrancos; al este «la Cárcara», es el más profundo y por su izquierda recibe dos barranquitos menores. Al oeste y de norte a sur, baja el barranco de «Fuentemarín». El de la Cárcara desagua en el río de Munilla, el Manzanares. Al mediodía está el ancho valle del río «Aydillo» que recibe las aguas de Fuentemarín y también va al Manzanares. Las parcelas de regadío son pocas y pequeñas. Todo el terreno está bien aprovechado. Los suelos rocosos de las montañas abren sus breves paréntesis para encajar los bancales en los cuáles la escasa profundidad del suelo vegetal apenas permiten a las aceradas rejas de los curvos arados romanos profundizar unos veinte centímetros. A poniente se alzan «los Cabezos», dos montañas de cierta elevación que dominan el valle del Aydillo.

    A este relieve que es alto, duro y escabroso, corresponde un clima extremado de largos y muy fríos inviernos; cortos, secos y muy calurosos veranos. Las lluvias son escasas. Las precipitaciones en forma de nieve son menos frecuentes que en siglos pasados, cuando caían grandes nevadas en

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  • los inviernos. Todos los vientos baten el paisaje especialmente el cierzo del norte y el viento del poniente de Nido Cuervo. Por esto se construyeron las viviendas mirando unas hacia el este y otras a mediodía.

    El clima, el suelo y los duros trabajos forjaron el carácter de los habitantes a través de generaciones: «serios, callados, ahorradores, calculadores en extremo», pero siempre «educados, amables, sencillos y hospitalarios» .

    Al estudiar los documentos referentes al pasado de este pueblo, llama mucho la atención la insistente repetición de los mismos apellidos «Gil», «Pellejero», «Dcón», «Torre», «Fernández», «Benito» y el más nombrado «Santolalla», que luego deformaron escribiendo «Santolaya». Todo lo cual demuestra que hubo una continua endogamia familiar.

    El censo de población del siglo de 1533 cuando gobernaba España el rey Carlos 1, (Carlos V de Alemania), Emperador, nieto de los Reyes Católicos, se hizo el censo, contabilizando que entre Munilla y sus aldeas reunían 136 vecinos (no dice cómo se repartían entre las cuatro localidades) Se calculaba a cinco personas por cada vecino, luego el total era de 650 habitantes. De ellos se pueden atribuir a Munilla, pueblo de tejedores y exportadores de mantas «munillanas» para los pastores de «la Mesta», unos 450.

    También Zarzosa era importante por sus rebaños de ovejas merinas en la mesta, porque exportaba lana fina y poseía telares; tenía 90 habitantes .. San Vicente en aquellos años tendría unos 70 y Peroblasco que siempre estuvo menos habitado, tendría 40 habitantes.

    Teniendo San Vicente en el siglo XVI esos 70 habitantes se podían mantener bien con sus rebaños y con sus cultivos de cereales; pero tenían que esforzarse también mucho para poder vivir y pagar los impuestos del rey, del Señor de Cameros, que ya se le llamaba «Conde de Aguilar», sin olvidar que a la Iglesia se le pagaban los diezmos.

    Las noticias más antiguas

    Datos que nos dejó escritos en su crónica parroquial, en 1916 el párroco Don Enrique Calleja Teruel.

    En el año 1588 reinando Felipe 11, hijo de Carlos 1, se construyó «El Hórreo» pagando por ello 227 maravedíes, que era tanto como 6 reales y medio. Era un habitáculo grande que suponemos serviría como iglesia para actos de culto cuando la iglesia del pueblo no estaba terminada de

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  • construir. En la década de 1940 este hórreo se usó como salón de baile. En 1950 aún existía cerca de la casa de Bernardo, la cuesta del hórreo, bajando a Aydillo.

    Ese mismo año de 1588 compraron una custodia pequeña de plata sobredorada, les costó 1.462 maravedíes, en moneda de entonces 3 ducados y 10 reales. A finales del siglo XVI ya tenían construida la iglesia del pueblo, les faltaba poner el retablo mayor, realizado por Martín Sebastián (no dice de donde era). Le pagaron por la obra, mesa, un cuerpo y ático con sus cajas, tres imágenes y columnas 36.311 maravedíes (97 ducados y 33 maravedíes).

    En 1622 visitó San Vicente el Sr. Obispo (no dice su nombre) les mandó dar cuenta de los ingresos y gastos de la ermita de la Virgen de Arriba y hacer la lista con los nombres y apellidos de los mayordomos con las cantidades que debían a la fábrica (edificio) de la iglesia.

    En 1647 hace el obispo nueva visita al pueblo y ordena a Pedro Gil que había sido mayordomo de la iglesia (para el pueblo era mayordomo del Señor) que pague los bienes que han faltado de la sacristía del templo. Al año siguiente (1648), los hombres del pueblo trabajan duro para fundir la campana. Está claro que tendrían que traer de fuera los materiales a fundir (cobre y estaño) para formar el bronce y hacer esto bajo la dirección de un técnico.

    En 1655 compraron una cajita de plata que llevar el Viático de los enfermos; pagaron 756 maravedíes (22 reales y 8 maravedíes) En 1668 traen un gran cuadro de «San Buenaventura». Como más tarde se verá, un día sentirían la protección de este Santo. Dieron por el 6 ducados y 6 reales

    En 1671 los carpinteros les hicieron los grandes cajones de la sacristía donde se iban a guardar las albas, roquetes, casullas y demás vestiduras del sacerdote para el culto litúrgico.

    y llegó el año memorable, digno de ser recordado por todos los siglos, fue el 14 de julio de 1677, fiesta de San Buenaventura cuando la Virgen del Amor Hermoso intervino con maternal poder para salvar al pueblo de San Vicente de una gran catástrofe, de muchas muertes de inocentes (este hecho se relata aparte).

    En 1695 la Parroquia compró un Palio que era necesario para las procesiones eucarísticas. Costó 34 ducados y 7 reales a la ermita de la Virgen de Arriba, a los que se añadieron 24 reales y 3 maravedíes de la Parroquia. De todo lo anterior se deduce que si en el siglo XVII la vistieron

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  • y completaron: custodia, campana, cajita, retablo mayor, cuadro, palio, cajonería; cómo, si antes no tuvieran nada.

    ¿De dónde salía tanto dinero para pagar las construcciones religiosas y sus objetos de culto? Salía de los «diezmos». Además de los diez Mandamientos de la Ley de Dios los cristianos, como personas bautizadas obedientes a la Iglesia tenían otros cinco Mandamientos que cumplir: oír misa los domingos, confesar y comulgar por lo menos una vez al año, abstinencia de carne los viernes y el quinto ... pagar diezmos a la iglesia. Tenían que dar a la parroquia la décima parte (diezmo) de todos sus ingresos, de la agricultura, de la ganadería, de la industria y del comercio. Así se levantaron durante siglos en toda Europa las grandes catedrales, miles de iglesias y ermitas en todas las naciones. En los archivos se pueden leer los «LIBROS DE TAZMíAS» donde se apuntaban los ingresos de los diezmos.

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  • El milagro de la Virgen de Arriba

    En San Vicente, aldea de Munilla. Construida en tiempo inmemorial sobre el morro de un cerro rocoso que antecede al pueblo, se alza una sencilla y espaciosa ermita destinada a cobijar una imagen de la Virgen María llamada «Virgen del Amor Hermoso» (vulgo Virgen de Arriba).

    Por delante del edificio y rodeándolo hay un pasillo o mirador, como de tres metros de anchura, defendido por un murete bajo, que se asoma en alto sobre las eras. Por detrás del templo el suelo es una suave pendiente verde que llega a la iglesia hoy derruida. Desde el mirador se contempla al sur un dilatado y maravilloso paisaje, es el valle del río Aydillo y sus montañas; por el este sé admira el profundo barranco de la Cárcara con los montes de Caralavilla ... y al fondo está Munilla y se ve su cementerio. Este fue el escenario del prodigio.

    Corría el año 1677, día 14 de julio, mes de muy calurosos días y a veces de terribles tormentas, espanto de los pobres labradores. Se formó aquel día una tormenta formidable, estaba el cielo negro y se hizo el día en tinieblas. Truenos horribles hacían temblar a personas y animales despavoridos de miedo. En tales circunstancias era costumbre que las gentes del pueblo subieran a la ermita del Amor Hermoso, a implorar de la Virgen auxilio, amparo y protección. Pero aquel día, en el fragor del temporal nadie pudo entrar en la ermita. Estaba bien cerrada y el mayordomo se volvía loco buscando la llave, pero no la encontró, Francisco Santolalla se llamaba.

    De pronto estalló un trueno horrísono, el mayor, brilló un relámpago vivísimo y de las poderosas nubes bajas y negras fulminó un rayo. Una enorme descarga eléctrica cayó sobre la ermita y dentro de su interior se derrumbó el tejado con gran estruendo. ¿Y si las gentes hubieran estado allí dentro rezando como querían hacer? Huyó despavorido todo el pueblo; también Francisco el mayordomo corrió y al llegar a su casa palpándose todo el cuerpo mojado palideció al descubrir ... que la famosa llave de la ermita la había llevado él durante horas metida entre su faja. Comprendió que la Virgen le había obnubilado el cerebro, le había quitado la memoria para que no abriera la ermita, para que así se salvaran de la muerte

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  • docenas de personas. Este suceso lo dejó escrito en el Archivo parroquial el sacerdote que lo presenció. Don José Eugenio Santolalla.

    Año 1703, las andas para llevar la imagen de la Virgen estaban en mal estado, tuvieron que hacer andas nuevas que les costaron 800 reales (72 ducados y 8 reales). Al año siguiente 1704 dieron 354 reales (32 ducados y 3 reales) al pintor Bernardo Alesón para que trajera oro y con el dorase las imágenes. No era oro en polvo sino delgadísimas laminas de oro llamadas «panes de oro». No sólo las imágenes, sino también el antefrontal y por el trabajo cobró 54 reales (4 ducados y 10 reales).

    En el año 1666 había nacido en San Vicente un niño que de mayor fue monje benedictino en el monasterio de Santa María La Real de Nájera, de la cual llegó a ser abad en 1711. Se acordó de su pueblo y les envió un regalo muy apreciado en aquellos tiempos: «las reliquias de San Marcial y otros santos». Estas y otras que se dirán se guardaban en relicarios, (especie de hueco o cajas cerradas bajo llave) y situados en el retablo mayor. Estas reliquias se sacaban el día de la fiesta del Santo para darlas a besar a los fieles, después de los oficios.

    Imagen de la Virgen de Arriba (del Amor Hermoso)

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  • En 1717 hicieron la gran obra de reconstruir la ermita de la Virgen de Arriba. Se llamó en siglos anteriores ermita de S. Pedro y su cofradía recibió donaciones de fincas que se llamaban Piezas de S. Pedro. Casi en ruinas permaneció durante 40 años. En 1717, los del pueblo, movidos por su gran amor a la Virgen María, decidieron reconstruirla, haciéndola de nueva planta. Con el dinero de la cofradía, donativos y el duro trabajo de todos, durante nueve años, la edificaron, rebajando el suelo del monte más de una vara (0,86 m.) y con paredes de gruesos muros.

    El día 10 de octubre de 1726, se bendijo y se abrió al culto esta ermita. A su titular llamaron la Virgen del Amor Hermoso, hoy conocida por Virgen de Arriba.

    En 1728, dice textualmente el libro Crónica Parroquial:

    Reunido el pueblo a campana tañida el día 1 de diciembre del año 1728, en la ermita de la Virgen de Arriba, y debido a las grandes calamidades públicas, enfermedades conta-giosas y pestilentes existentes, el pueblo hizo la promesa de ayunar (hacer una sola comida al día) la víspera de la Fiesta de la Inmaculada Concepción, o sea el 7 de diciembre, todos los años y a perpetuidad.

    Es asombroso constatar que este Voto lo hacía un pueblo humilde a cientos de kilómetros de Lourdes, 130 años antes de que la misma Señora se apareciera en 1854 y confirmara «Yo soy la Inmaculada Concepción».

    En 1731 estaba rota la campana mediana. Fundiendo sus restos y otros materiales sacaron dos campanas pequeñas. Del año 1733 es el legajo número 1 O que certifica que las reliquias que tenían en el pueblo y eran de los mártires San Vicente y San Constancia eran reliquias auténticas, se las había donado (no dice por qué) fray Sebastián de Amatriain que era abad del monasterio de Ayerbe (Aragón). El obispo les dio permiso para exponerlas y venerarlas. En el inventario del año 1735 aparece el nuevo retablo con la imagen de Santa Catalina y la gran verja de hierro que hubo en la ermita de la Virgen de Arriba. ¿Cómo es posible que en el año 1736 no tuvieran sagrario para guardar la Eucaristía? Pues la crónica parroquial dice que en el pueblo de Navarrete les hicieron un Tabernáculo, costándoles 462 reales (42 ducados). El pago del mismo motivó un juicio con la viuda del artífice María Andrés Urízar. Ese mismo año de 1736 los vecinos reconstruyeron la ermita del Humilladero, que así llamaban a la ermita de la Dolorosa. No les salió barata la obra pues pagaron por ella 3.000 reales (272 ducados y 8 reales). Además de la imagen titular, tenían la de S. Juan.

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  • Era costumbre

    Que desde el día de la Cruz de mayo hasta el día de la Cruz de septiembre los niños tocaran la campana a la hora de comer (oración del Ángelus). El 3 de mayo de 1926 y debido al desorden, los abusos y los desperfectos que ocasionaban los niños se suprimió esta costumbre.

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  • Del Catastro Marqués de la Ensenada a la Guerra de Independencia

    El Marqués era riojano, nacido en Hervías y llegó a ser ministro de Hacienda, Guerra, Marina e Indias con el rey Fernando VI (1746-1759) En 1751 ordenó el Marqués de la Ensenada, Don Zenón de Somodevilla y Bengoechea, que en toda España se hiciera una investigación, un catastro para conocer la producción agrícola, ganadera e industrial que tenían los pueblos de España, los bienes de los Ayuntamientos, así como todos los ingresos que tenían todos los españoles en sus variados oficios. Y todo esto ¿Para qué? Pues para que cada español pagara un impuesto anual «único» y no como ocurría entonces que cada persona pagaba impuesto anual por 8-10 conceptos.

    En Munilla se hizo el catastro en 1753. Se formó una Comisión para ello. El subdelegado del Intendente General de Soria, dos regidores de Munilla, un regidor de San Vicente, un regidor de Peroblasco, el cura mayor de Munilla, dos peritos de Munilla y dos peritos de oficio. Se trataba de asegurar que las valoraciones de fincas y las declaraciones de los ingresos de los vecinos fueran datos verdaderos.

    Munilla y sus aldeas (ya no estaba Zarzosa, desde 1708) pagaban al rey contribución al año por 10 conceptos y le daban 6.825 reales. También pagaban al Conde, Señor de Cameros, 2.529 reales. El total era de 9.354 reales.

    Cada localidad pagaba según los vecinos que tenía: Munilla 1.035 habi-tantes, San Vicente 205, Peroblasco 139 y Antoñanzas 71. Pagaban con fanegas de trigo, de cebada y en metálico. Se contaron las casas: Munilla 260 casas, San Vicente 50, Peroblasco 32 y Antoñanzas 15. Entre todos tenían 357 casas, 134 pajares, 102 corrales, 56 eras de trillar. Los jornales declarados eran: labradores y pastores ganaban 3 reales al día, los obreros pañeros (pelaires) 4 reales, los oficiales pañeros 5 reales. El médico era el que más ganaba 4.350 reales al año, pero tenía que curar a los enfermos de cinco pueblos: Munilla, dos aldeas, Zarzosa y Lasanta. La ganadería era lo más boyante, pues reunían entre Munilla y sus dos aldeas, más el barrio de Antoñanzas 4.022 ovejas, 870 cabras y otros 244 animales varios.

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  • Calcularon los ingresos por la lana de las ovejas churras: cada 6 ovejas daban una arroba de lana. Podían sacar 650 arrobas de lana que 52 reales la arroba (1 arroba tenía 11,5 kg.) podían sacar 33.800 reales. Se apuntó toda la industria textil de Munilla y el valor de su producción pañera. Como San Vicente no tenía telares, no contó esto. ¿Cuántas ovejas y cabras podía tener entonces San Vicente? Algunos dicen que tuvo diez rebaños o sea, más de 1.000 ovejas y más de 200 cabras.

    Pasaron 35 años, al rey ilustrado que era Carlos 111 (1759-1788), le sucedió su abúlico hijo Carlos IV (1788-1808) acompañado por su esposa, la inmoral María Luisa, que dejaban gobernar a Manuel Godoy «amigo» de María Luisa. Antes de 1808 el emperador de Francia Napoleón Bonaparte invadió España con sus ejércitos y colocó a su hermano José como rey de España.

    En 1801 dice la crónica parroquial que se sacaron del depósito de trigo de San Vicente (arca de misericordia) 20 fanegas de trigo (920 kg. ) para remediar el hambre de los pobres del hospital de Munilla. Tenía que haber devuelto el Ayuntamiento a Munilla y a San Vicente ese trigo, más (92 kg.), pero nunca se devolvió.

    En la posguerra de 1814 era tanta el hambre y la pobreza de la gente de San Vicente, arruinada por los impuesto y malas cosechas que la parroquia tuvo que venir en auxilio de la gente. Para ello vendió las tierras que tenía en el pueblo de Herce y sacó 11.090 reales (1.008 ducados) También vendió todos los objetos de oro-plata que poseía: Incensario, naveta, platillo, cáliz, cruz de estandarte etc., y sacó 1.859 reales (169 ducados) que unidos a los anteriores sumaban 11.200 reales o sea (1.008 ducados y 2 reales) Esta cantidad se la entregó la iglesia al concejo en 1814. Se formó así un «censo» o préstamo de la iglesia al pueblo por el importe anteriormente mencionado que no sabemos si el pueblo devolvió a la iglesia.

    Noticias del siglo XIX

    1803. Se revisaron las cuentas para comprobar las deudas del concejo (Ayuntamiento) y de los mayordomos de la iglesia.

    1811. Se formalizó el «censo del pueblo a la iglesia de San Vicente». Esto nos obliga a hacernos una pregunta ¿De dónde le venía a la parroquia de San Vicente la propiedad de estas fincas que tenía en Herce? Desde 1246 Herce era un Señorío y la Señora era la abadesa de las monjas Bernardas (del Cister) que fueron expulsadas por la ley del 19 de febrero de 1836 del ministro J. Á. Mendizábal que

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    además les arrebató sus propiedades. Fue una' suerte que se vendieran las fincas que San Vicente tenía en Herce, pues de otro modo se las hubiera arrebatado Mendizábal (ley del 29 de julio de 1837) sin indemnización.

    1814. Con aumento del metal y por 330 reales (30 ducados):se fundió la campana grande. Aún tuvieron que poner 500 reales más (45 ducados y 5 reales) por herrajes, jornales, leñas ... iyhúevos para el molde! Etc., Estos vecinos de San Vicente eran grandes trabajadores y al año siguiente 1815 arreglaron la ermita situada dentro del cementerio del pueblo. Ermita de los Santos Santiago y Felipe.

    1817. Surgieron pendencias y disputas entre los alcaldes pedáneos de San Vicente y Peroblasco sobre las preferencias de las aldeas con Munilla. Hicieron juicio y el juez basándose en un documento del año 1730 dictaminó que: después del alcalde de Munilla será la preferencia para el pedáneo de San Vicente. Que su demarcación empieza en la Peña Maiserranos y para Peroblasco empieza en el Barranco Landano (Barandano). Fuera de los territorios de la preferencia del pedáneo, su cruz, pendones, etc., después de Munilla pasa a San Vicente los años pares comenzando en 1730, y la de Peroblasco, los impares empezando en 1731. Esto por siempre, comprendida ida y vuelta.

    182 ~ . Se bendijo el cementerio de San Vicente y desde entonces ya nadie fue enterrado ni en el suelo de la iglesia, ni en sus alrededores, «ya nadie volvió· a pagar a la iglesia el canon de romper sepultura».

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  • 1832. Construyeron el Pórtico de la iglesia y no les salió barato, pues les costó 1.050 reales (95 ducados y 5 reales).

    1837. Año de gran alboroto nacional, pues el ministro de Hacienda, Juan Álvarez Mendizábal (era tan alto que le llamaban Juan y medio), reinando María Cristina, viuda del rey Fernando VII (1814-1833), dio la ley del 25 de enero de 1837, por la cual el gobierno liberal arrebató para sí todas las casas y fincas de los obispos, parroquias y cofradías y todos los bienes y objetos de oro y plata que poseyeran. Vinieron a San Vicente comisionados del gobierno y se llevaron la «Cruz Procesional» que era de plata. Era un símbolo muy querido del pueblo, pues siempre iba delante de la gente en las romerías, procesiones y entierros. Todo el pueblo sintió mucho aquel «robo legal». El gobierno llamaba a la cruz «un bien nacional»

    No era bastante con lo anterior y con la gran desgracia que tenía España metida en la primera guerra carlista (1833-1839), donde se disputaban el trono español los ejércitos liberales de la reina niña Isabel 11 y las tropas de su tío Carlos (carlistas «los de la boina roja»). Fue una guerra salvaje, brutal e inútil. Ganaron los liberales. A esta catástrofe se unió otro mayor pues en el verano de 1834 se extendió por toda España, matando a miles de personas la epidemia del «cólera morbo». Era una bacteria que producía fuertes vómitos, diarreas y muerte por deshidratación.

    En Munilla murieron 319 personas (191 eran niños) En San Vicente murieron 54 personas (38 eran niños) Como las defunciones dejaban solas a muchas viudas, viudos y huérfanos, además del vació, les quedaba la pobreza, la miseria y el desamparo. ¡Terribles tiempos aquellos!1

    1.' Libros de Finados del Archivo Diocesano

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  • Capellanías, misas y fincas amortizadas

    En el año 1662, reinando el rey Carlos 11 de Austria «

  • hacía porque el sistema de cultivo era el «barbecho», también llamado de «año y vez», según el cual cada pieza se cultivaba un año si y al siguiente se le dejaba descansar en barbecho. Las piezas se adjudicaban por cuatro años de sembradura al vecino que más trigo había ofrecido de renta. Las rentas se cobraban en septiembre y se remitían las cuentas a la Comisión de capellanías del Obispado, al menos mientras han sido subastadas y adjudicadas. El administrador general de Calahorra revisaba las cuentas y enviaba el importe deducidos gastos al pueblo, para que se hicieran los sufragios por las personas fundadoras de la capellanía y de misas anuales y perpetuas.

    Amortización

    Con el paso de los siglos se formaron en los pueblos de España miles y miles de capellanías y fundaciones con el mismo fin. Tenían cientos de miles de fincas rústicas y urbanas que quedaban amortizadas es decir, que no pagaban contribución al gobierno, pues eran de la Iglesia, «de manos muertas» (aunque estaban alquiladas y cultivadas).

    Desamortización

    El gobierno dejaba de ingresar cada año muchos millones por las fincas amortizadas ... Al llegar los liberales al poder en 1834 estas fincas y todas las de la iglesia se las arrebataron por las leyes de desamortización; las subastaron y malvendieron a los ricos. Una vez desamortizadas entraron a pagar contribución, pero los labradores que las tenían alquiladas tuvieron· que pagar una fuerte subida de alquileres y si no podían pagarlos a los nuevos ricos pasaban a ser jornaleros.

    El diputado liberal Álvaro Flórez Estrada propuso una solución más justa por la cual las fincas podían haber pasado a los labradores y así hacerlos propietarios. Consistía en dar una ley por la cual los colonos se harían dueños de las tierras que cultivaban pagándoselas al gobierno a plazos, con el alquiler que pagaban y con los diezmos que también pagaban a la iglesia. El ministro de Hacienda Juan Álvarez de Mendizábal no le hizo caso. Así se consumó el gran expolio en perjuicio de los más pobres. La buena noticia es que las fincas de la capellanía de San Vicente se salvaron de las muchas rapiñas de los gobiernos liberales. No sabemos cómo se salvaron, pero la crónica parroquial dice que fue el 1 de enero de 1917 cuando se hizo la última subasta de arriendo de las fincas de la capellanía.

    También está escrito que en 1924 todas estas fincas se vendieron en subasta y que se las quedó por 3.720 pesetas el vecino Timoteo Ocón Benito unido con otros vecinos.

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  • Segunda parte del siglo XIX (1850-1900) (Mucho peor que la primera)

    1848. Otra vez a vueltas con las campanas. Este año se fundió la campana grande y se le puso yugo nuevo y herrajes. También se repararon los yugos de las dos campanas pequeñas. Todo por 2.178 reales (198 ducados) ¿Cuántas veces fundieron campanas? Años: 1648,1731,1814 Y 1848. ¿Es qué no las fundían bien y se rajaban pronto? Otra cosa inexplicable es de ¿Dónde sacaban el dinero para esta y otras obras?, Porque antes de 1840 el dinero provenía de los diezmos que pagaban los vecinos, pero en 1843 el gobierno liberal ya tenía prohibido a la iglesia que les cobrara diezmos para el culto y clero.

    También ocurrió que al ver los vecinos el gran peso de la campana que habían fundido comprendieron que la pared de espadaña donde iban a colocarlas no resistiría y elevaron la pared de las campanas, la reforzaron en lo alto con otras paredes y les salió el extraño campanario que hoy vemos, ya destartalado.

    Pinturas en la Ermita de la Virgen de Arriba

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    El año 1855. Fue tremendamente malo para este pueblo y para casi todos los de España por dos grandes y penosos sucesos: «la desamor-tización del ministro de Hacienda, Pascual Madoz» y por «la epidemia de cólera morbo».

    La ley desamortizadora no sólo arrebató a la Iglesia los pocos bienes que se habían salvado de otras desamortizaciones anteriores, sino que además expolió a los municipios, quitándoles para venderlos en su beneficio; montes, dehesas, bienes del común y de propios.

    En San Vicente diremos que los agentes del gobierno declararon «bienes nacionales» los ingresos, bienes y fincas de dos cofradías antiquísimas: la Cofradía del Rosario y la Cofradía de la Vera Cruz (esta última conocida desde el año 1622).

    Las limosnas y donativos que estas cofradías recaudaron durante siglos ayudaron en miles de ocasiones a los vecinos a salir de problemas económicos angustiosos y a remediar muchas necesidades.

    La bacteria del cólera (vibrón) productora de la pandemia se transmitía por las aguas, verduras y viandas infectadas y por las aguas residuales. El cólera atacó a todas las regiones de España matando a 40.588 personas y enfermando a más de .120.000.

    Munilla tuvo en el quinquenio (1854-1858) 416 muertos, de ellos 219 eran niños. En San Vicente el registro de finados señala que el 31 de mayo de 1855 murieron 17 personas. Nos podemos imaginar lo que serían, 17 entierros en un solo día; en un pueblo pequeño y en un cementerio también muy pequeño. En los meses siguientes siguieron falleciendo enfermos hasta contarse 31.

    En el quinquenio (1854-1858) se certificó la defunción de 82 personas: 22 hombres, 24 mujeres y 36 niños. Las autoridades prohibieron tocar a muerto las campanas. Prohibieron llevar a los muertos a la iglesia para hacerles funerales. En cuanto moría una persona se la enterraba inmediatamente y se quemaban sus ropas y el colchón. Los médicos no tenían medicinas para curar esta enfermedad. ¡Cuantos dolorosos dramas familiares en las casas! ¡Cuantas viudas, ancianos y huérfanos quedaban desamparados en la mayor pobreza!

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  • Pinturas de la Ermita de la Virgen de Arriba

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  • San Vicente y su censo de población (1874)

    Tenemos a la vista un libro que es el censo de población que había en Munilla, San Vicente, Peroblasco y el barrio de Antoñanzas en el año citado. ¿Cómo se hizo? Un paciente y detallista secretario del Ayuntamiento fue tomando nota de cada persona: nombre, apellidos, edad, estado, profesión, numerando uno por uno desde el 1 al 1768 a todos los de Munilla, agrupados por familias y por calles.

    Del 1.768 al 2.075 son personas de San Vicente .................. 306 Del 2.076 al 2.287 son personas de Peroblasco .................... 211 Del 2.288 al 2.330 son personas del barrio de Antoñanzas ......... 42

    Así, pues, el total de habitantes de Munilla, sus dos aldeas y su barrio era de 2.330 habitantes.

    Resumen de lo referente a San Vicente en el citado censo:

    En pleno siglo XIX hace 131 años San Vicente tenía: 63 labradores, 29 jornaleros, 7 pastores, 105 niños de pocos meses a 14 años, 3 propie-tarios de tierras, 4 criadas, 2 empleados, 1 sastre, 1 tabernero, 1 comerciante, 1 herrero, 1 calderero, 1 maestro ... 75 matrimonios, 10 viudos y 6 viudas.

    Es lógico que las esposas ayudando a sus maridos tuvieran la misma profesión que ellos, así se contaban 45 mujeres de labradores, 19 de jornaleros, 12 amas de casa con maridos profesiones varias.

    En el censo no figura el párroco pues había fallecido el año anterior (1873) Se llamaba Don Félix Martín Martínez.

    Si comparamos este censo con el que se hizo 121 años atrás en 1753 vemos que la población de este pueblo había pasado de 176 habitantes a 306, con un crecimiento demográfico de 130 personas y todo a pesar de las épocas de hambre, de las epidemias y de la emigración.

    Se observa la falta de industria en el pueblo, aunque es verdad que muchos de los 29 jornaleros eran obreros en las fábricas de Munilla. Si había 7 pastores se podía caLcular el número de ovejas que tenían: en 700

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  • y 800, además de las 200 cabras que reunían entre todos los vecinos y que turnándose las sacaban campo cada día.

    Las 4 criadas lo serían de los 3 propietarios de tierras. Los 63 labradores formaban la masa popular más productiva. Había 105 niños / as desde 1 hasta 14 años pero no hay que asustarse pensando que el maestro tendría en la escuela 60-70 alumnos, pues no era así. En 1874, año del censo, todavía regía la ley que obligaba a ir a la escuela a los niños / as de 6 a 9 años. Y en esas edades sólo había en el pueblo (lo dice el censo) 30 niños / as, aún así eran muchos para un local pequeño. Esta ley ocultaba una explotación infantil pues permitía trabajar a los niños desde los 10 años.

    Tenían que pasar 35 años para que el gobierno liberal se diera cuanta de la explotación infantil que imperaba en los pueblos de España y dio una severa ley el gobierno de Don Antonio Maura, ordenando que la edad escolar sería a partir de 1909 de los 6 a los 12 años, imponiendo multas a los padres que no la cumplieran.

    El comerciante que cita el censo se dedicaría a traer al pueblo alimentos y materias básicas como vino, aceite, azúcar, pienso, etc., Los dos empleados eran el maestro y el cartero.

    También el número de casas habría aumentado desde las 50 que tenía en 1753, ahora con 130 habitantes más, el número de viviendas sería mayor aunque de ello no hay datos seguros.

    Matrimonio re(jgioso - matrimonio dvU

    Hoy, en el 2005 también este aspecto social - religioso creemos tenerlo resuelto, pero no es así. Las posiciones Iglesia Católica- Estado Español, a veces están enfrentadas. Venimos a estar casi como en el año 1906.

    Hasta el año 1870 no hubo problemas: el 90% eran católicos que se casaban por la Iglesia y el resto, los no bautizados lo hacían por lo civil. Pero llegó la «revolución de septiembre de 1868». En ella las tropas de los generales Juan Prim y Francisco Serrano derrotaron en el puente de Alcolea (Córdoba) al ejército de la Reina Isabel 11, ésta fue destronada y huyó a Francia. Gobernó a España el general Serrano y sus liberales progresistas. Empezaron las reformas. En 1870 dieron una ley por la cual era totalmente obligatorio para todos los españoles casarse por lo civil. Esta obligación no gustó nada ni al pueblo ni a la Iglesia. ¿Para qué casarse por lo civil si ya lo estaban por la Iglesia? Ésta reaccionó como hoy: "Todo bautizado que se casaba sólo por lo civil renegaba a su religión, rechazaba el sacramento del matrimonio". Los liberales impusieron después que todo

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  • el que no quisiera casarse por la Iglesia y quisiera hacerlo sólo por lo civil tenía que presentar al juez «una renuncia escrita a su religión». Para la Iglesia el que hiciera esto cometía una falta muy grave: «Era apostasía».

    En septiembre de 1906 los obispos comenzaron una gran campaña contra esta exigencia y esta coacción. Cedió el gobierno presidido por el Conde de Romanones, Don Álvaro de Figueroa y Torres y suprimió la obligación de la renuncia escrita, pero ¿Qué pasaba con las gentes que la habían hecho y luego querían casarse por la iglesia?, como les ocurría a Silvestre Ocón Benito y a María Gil Gil (de San Vicente) Por lo civil y con renuncia a su religión se habían casado en el año 1904. Habían vivido juntos 12 años y tenido hijos. En este caso el Tribunal Eclesiástico les hacía un «expediente de abjuración» de la apostasía en que habían incurrido y se lo envió al párroco de San Vicente, Don Enrique Calleja, dándose poder para que lo tramitara «Había que levantarles la censura de apostasía». La pareja tenía que abjurar (renegar) de la renuncia que habían hecho ante el juez. Tenían que hacer profesión de fe católica. El párroco los absolvía (perdonaba) y luego los casaba dándoles el Sacramento del matrimonio con la ceremonia religiosa más o menos solemne de costumbre. Así se hizo el 6 de marzo de 1916.

    Sacerdotes del pueblo

    Este pueblo siendo pequeño dio bastantes vocaciones sacerdotales a la iglesia. Varios seminaristas una vez consagrados fueron luego párrocos de su pueblo natal. El hijo del pueblo que alcanzó un cargo más destacado fue fray Juan Martínez Santolalla que llegó a ser abad del famoso monasterio de Santa María la Real de Nájera. Nació en San Vicente el año 1666. Fue abad en 1711. En ese año donó a su pueblo las reliquias de San Marcial y otros Santos que se guardaron en relicarios de la parroquia, en el retablo mayor.

    En 1761 falleció Don Eugenio Santolalla, cura del pueblo y nacido en él. Fue enterrado en el presbiterio, debajo de la lámpara, frente al Sagrario.

    En 1855 murió otro del pueblo, Don Jerónimo Morales, también sacerdote y de San Vicente. Fue enterrado en la ermita del cementerio de Santiago, entrando a la derecha.

    Don Higinio Ocón Santolalla. Era párroco del pueblo de Armejún (Soria), pero por ser hijo del pueblo, lo enterraron en San Vicente en 1864.

    En 1873 ingresaba en el cementerio de San Vicente el párroco sanvicenteño, Don Félix Martín Martínez.

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    En 1914, durante 37 años había sido párroco de San Vicente y nacido allí, Don Juan Martínez Sobrón (1877-1914) se le enterró en el centro del cementerio.

    En 1918, el 29 de mayo cantó su primera misa en San Vicente, su pueblo natal, Don Rufino Santolalla Pellejero. No dice La Crónica donde fue destinado.

    En 1915, el 1 de agosto, tomó posesión como párroco de San Vicente, Don Enrique Calleja Teruel, nacido en Arnedillo y que había sido párroco durante 9 años de Hornillos de Cameros. Estuvo hasta el 12 de septiembre de 1932. Hizo por San Vicente muchas obras buenas y recibió ingratitudes y desprecios. Dejó escrito un libro en dos tomos: «Crónica parroquial».

    Cementerio

    En 1821 se bendijo e inauguró el cementerio del pueblo. La primera que se enterró fue una niña de 17 meses, María Santolalla Torre. El primer adulto sepultado, Vicente Santolalla Pellejero.

    Entrada al pueblo

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  • En siglos pasados, hasta ese año, a los muertos se les enterraba en la iglesia, debajo del pavimento, cada familia en un lugar donde en el Día de Difuntos cada una ponía velas encendidas. Por ello había que pagar a la parroquia un canon llamado «romper sepultura». Al crecer mucho la población los enterramientos eran en el pórtico o alrededor de la iglesia y ya antes de 1800 se necesitaba un cementerio.

    En 1824 los del pueblo se negaron a pagar el canon, pues el cementerio lo habían hecho ellos. Se les dijo que tenían que cuidar de él, pero la ermita del cementerio era propiedad de la Iglesia.

    Rezo por Los difuntos

    Durante 175 años o sea desde 1700 hasta 1875 era costumbre en los días festivos que los vecinos se fueran alternando en la tarea de ir por las casas pidiendo limosna por los difuntos. Iban tocando, agitando una campanilla. Llamaban en cada casa y en aquella que recibían limosna, en su puerta rezaban un Padrenuestro por los muertos de esa familia.

    Todos los lunes del año, el párroco iba a la iglesia y rezaba por los difuntos del pueblo: vísperas, invitatorio, un nocturno y tres responsos. A estos rezos asistían todos los fieles que lo deseaban.

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  • Romería a la ermita de Santa Ana

    Era el día 13 de septiembre de 1598, en sus austeras habitaciones del monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) moría el rey más poderoso de Europa, Señor de millones de vasallos, ciudades y tierras en cuatro continentes, Emperador de dos Imperios, el de España y el de Portugal. Sin embargo moría sumido en un infierno de dolores, cubierto su cuerpo de llagas purulentas y agusanadas ... «sic transit gloria mundi». En muchos pueblos de España también sufrían y morían a millares a causa de la peste. Acabó el año terrible no así la pandemia infecciosa y mortal que siguió segando vidas hasta el 26 de julio de 1599, fiesta de Santa Ana, Madre de la Virgen María. Los pueblos de España no cesaron de rezar, llorar y enterrar. Los habitantes de Munilla y sus aldeas hicieron voto perpetuo de que todos los años el 26 de julio subirían a la ermita de Santa Ana en rogativas y Acción de Gracias.

    La ermita de Santa Ana está situada al noroeste de Munilla, edificada sobre una de tantas lomas que partiendo del monte Nido Cuervo van en dirección este hasta asomarse al barranco del Vadillo, al pie de la sierra de la Hez. La loma de la ermita señalaba la divisoria de aguas: al norte de ella unas aguas van al río Jubera y otras, al sur descienden al río Cidacos por el Manzanares y sus afluentes. Esta ermita era conocidísima desde muy antiguo. Junto a ella se reunían los pastores y ganaderos de Munilla. La Santa y Hornillos para hacer «la Concordia del reparto de pastos». La historia cita la reunión para ese fin efectuada el año 1412, el día 8 de febrero (siglo xv) Después en el año 1550, llegó a La Santa el canónigo visitador (enviado por el obispo de Calahorra) Juan Vernal de Lugo. Este clérigo hizo un informe y en él describió las iglesias Santa Maria de La Santa, la de Santiago en Ribalmaguillo, la de la Magdalena en la Mongía y las ermitas de Santa Ana y Santa María de la Torre.

    La ermita de Santa Ana es un templo pequeño, rústico, achaparrado, con paredes de piedras encajadas, sin tallar, los muros están sostenidos por machones o contrafuertes del mismo material que las paredes, la cubierta es de maderas que hacen tejado a dos aguas. Todo el edificio está

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  • orientado al este con ingreso al sur. En el presbiterio tiene un retablillo de un solo cuerpo y a la derecha, una pequeña sacristía con ventana. El retablo presenta en relieves el grupo familiar que llamaron la Santa Generación: Joaquín, Ana, José, María y el niño Jesús.

    Como anexos tiene la ermita dos habitáculos: uno ante la entrada al exterior, a la derecha, con tejado y dos paredes, adosado a la ermita y otro también adosado al exterior en la pared oeste.

    Retablo de la ermita de Santa Ana

    La Hermandad de la ermita de Santa Ana fue formada en los años 1990 por afiliados originarios de La Santa, Ribalmaguillo y Munilla. Se ha esforzado año tras año en mantener la tradición de la fiesta que se hace el primer domingo después del 26 de julio. Se ha procurado arreglar el

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  • edificio y mejorar su entorno que luego se ha visto tan trasformado por la instalación de los aerogeneradores productores de electricidad.

    Vamos a evocar el día 26 de julio de un año cualquiera entre (1600 y 1960) ¡cuatro siglos y medio!

    En el pueblo de San Vicente el día comienza con un rito un tanto extraño, cuyo significado no alcanzamos a comprender y cuyo origen se pierde en la noche de los siglos pasados ... Es la costumbre del «cuartal de pan». Al amanecer y cumplidos los tres toques de campana, uno cada cuarto de hora, empezaba la misa de alba en la parroquia, pero antes de ella, en la sacristía, el párroco revestido de alba y casulla reza, bendice y echa agua bendita a un «cuartal de pan» que después el sacristán y los monaguillos se apresuran a partir en trozos pequeños y ponerlos sobre dos bandejas. Acabada la misa con la bendición y el «ite, Misa est» los mismos partidores de pan se dan prisa en repartir los trocitos a todos los asistentes. Era costumbre que ese cuartal de pan (torta de 2 y 3 kilos) lo diera a la iglesia cada año la familia en la cual hubiera muerto el último fallecido antes de ese día. Quizá con todo esto querían recordar a través de los siglos aquel año de 1598 cuando rezaban y bendecían los alimentos para que Santa Ana les librara de la peste.

    Después de la misa, el pueblo se preparaba para ir en rogativa a la ermita uniéndose a la procesión formada por las gentes de Munilla y Peroblasco. Era verano. El cielo lucía un grandioso y brillante manto azul, la gloria del sol llenaba los montes y los valles, una suave brisa templaba los ardores del día, las doradas mieses de los bancales cubrían las montañas. Desde su alto mirador de la Virgen de Arriba los de San Vicente contemplaban la larguísima procesión multicolor de gentes, pendones y voces que en los montes de enfrente había pasado ya el término de Revillalhombro y caminaba en llano, a media ladera por Río de la Dehesa, ribera derecha del río Aydillo.

    Las campanas de San Vicente volteaban saludando a aquellos de enfrente y a estos del pueblo que iban a su encuentro con su alcalde, sacerdote, pendones y fieles. Caminaban presurosos y ordenados cantando las letanías de los Santos. La cruz parroquial, los hombres y los pendones los primeros, después el cura, el alcalde y las mujeres. Salían de la iglesia, iban por la calle del Sol y el lavadero, cruzaban el barranco de Fuentemarín, con sus frescos y sombreados huertos, pasaban por el término de «La Condesa» y luego por el barranco Sabaquillo y llegaban al punto de encuentro que era el camino de Aldamejo en unas lastras rocosas que llamaban Estapuelas. Allí se juntaban las dos procesiones, la de Munilla y la de San Vicente.

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    Se saludaban los pendones tocándose las cruces de sus puntas, se saludaban las autoridades, los clérigos y los vecinos y marchaban todos barranco arriba, por un estrecha y empinado camino durante más de una hora. Después de llegar a la fuente y corrales de Aldamejo, tenían que subir La Cuesta de las Sillas muy empinada y rocosa que les hacía sudar.

    Ya en la ermita de Santa Ana se reunía una muchedumbre de gentes pues habían llegado procesiones de La Santa, Ribalmaguillo, La Monjía, Hornillos, Larriba y Oliván. No había tiempo que perder, tenían que oír la misa, rezar, cantar, bendecir las ofrendas, subastarlas y marchar. Eran diez pueblos en plan de rogativas y cumpliendo un voto secular. Acabadas éstas, volverían a sus casas para la hora de comer. Así se hizo hasta 1900, pero cuando la fiesta degeneró porque muchos desocupados de Munilla, se quedaban a comer junto a la ermita, hacían gamberradas con el vino y bromas groseras, entonces el clero, las autoridades con los pendones, las gentes más laboriosas se iban antes del mediodía y los dejaban solos. La vuelta la hacían por el mismo camino por el que habían venido y cantando la letanía de la Virgen.

    Desde el día anterior, en San Vicente, el alcalde había nombrado a dos comisionados cuya misión era tocar las campanas cuando se iban los de San Vicente y cuando veían subir por el camino a la procesión de Munilla y tocarlas de nuevo cuando retornaban a sus tasas los del pueblo y a lo lejos los de Munilla.

    Cuando volvían, los de Santa Ana subían a la ermita de la Virgen de Arriba cantando «Regina coeli laetare» y bajaban a la iglesia cantando «Pange lengua». No daban descanso a sus gargantas.

    A la hora de comer, sacaban los bancos de la iglesia al planilla y acompañados por el cura y el alcalde comían lo que las mujeres traían de las casas. Al final rezaban por sus muertos y se iban a trabajar. Eran gente dura e infatigable. La tarde era larga. Había muchas horas de sol y muchas tareas agrícolas y ganaderas que hacer.

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  • Oias de fiesta y otras costumbres

    nestas de la Virgen de Arriba

    Se celebraban estas fiestas el primer sábado y domingo después del 1 de junio. A las 7 de la tarde del sábado volteaban las campanas llamando al pueblo para cantar las vísperas en la ermita. Después rezaban el rosario y después con la música de los gaiteros acompañaban al cura a su casa parroquial en la calle Estrecha. Allí eran obsequiados los gaiteros con vino.

    El domingo, el volteo de campanas era a las diez, momento en el que salía la procesión con la imagen de la Virgen del Amor Hermoso (Virgen de Arriba) iban por la calle Estrecha hasta la calle de Abajo, de allí, a la esquina y luego a la iglesia. Entraban en esta para hacer misa solemne y al ofertorio el mayordomo de la Virgen de Arriba hacía colecta destinada al fondo de la cofradía para el culto, arreglos y mejoras. Al finalizar y fuera del templo hacían la subasta de las roscas, regalos ofrecidos por el pueblo y cuantos donativos hubieran puesto en las andas. Nuevo acompañamiento de los gaiteros al cura hasta su casa y allí se les obsequiaba con licores y pastas.

    La procesión sale del planilla de la iglesia

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  • -A las tres de la tarde nuevos toques de campanas llamaban a las

    vísperas y al rosario. La imagen se quedaba en su urna de la iglesia para todo el verano. Por tercera vez iban los gaiteros tocando cruzando la Plaza hasta la casa parroquial y de nuevo eran obsequiados.

    Fiesta de acción de Gracias

    Se celebraba cuando el pueblo había acabado las faenas de la recolección. Se ponían de acuerdo el alcalde pedáneo, el pueblo y el cura. Muchos años se celebró el día 10 de septiembre. A las 6 de la tarde del día anterior las campanas llamaban a vísperas y al rosario. La música de los gaiteros alegraba el pueblo. En la casa del cura se daba a todos presentes, pedáneo, mozos y gaiteros, vino abundante.

    Al día siguiente, fiesta principal, gran volteo y procesión con las imágenes, de la Virgen de Arriba, la Inmaculada y San Antonio. Al acabar la misa solemne hacían la subasta de las ofrendas.

    Todos se desplazaban detrás de la música de los gaiteros a casa del pedáneo y mientras este obsequiaba al cura con la taza de chocolate y pastas, a todos los demás les daba licor y pastas. Por la tarde, a las 3 lo de siempre, campana, vísperas y rosario, con mayor o menor asistencia; pero nadie faltaba a la procesión en la cual subían a la Virgen de Arriba desde la iglesia a su ermita. Se trasladaban cantando las letanías.

    Al domingo siguiente salía el mayordomo del Señor a pedir limosna casa por casa. Solía recoger 4-6 celemines de trigo (la fanega de trigo pesaba 46 kilos) y se dividía en 12 celemines, luego cada celemín pesaba 3'830 kg. Y la cantidad recogida (en 1930) sería de 15 a 22 kilos de trigo que vendidos a 5 pesetas el kg. eran entre 76 y 114 pesetas; todo dependía de la buena o mala cosecha del· año y de la mayor o menor generosidad de los donantes.

    Los bautizos

    También eran fiestas populares, sobre todo para los niños y niñas del pueblo que no se perdían ningún bautizo. Se hacían en la iglesia, los domingos por la tarde, después de rezar el rosario.

    Los niños esperaban fuera de la iglesia y los más atrevidos se colaban al ,;. interior para fisgonear y no perderse detalle. Cuando salía del templo el niño o niña bautizado con sus padres, padrinos, familiares y amigos, un tropel infantil los seguía alborotando. Al llegar a la casa del bautizado los niños gritaban en la calle: ¡echa! ¡echa!. Salía el padrino a la ventana y_ arrojaba a la chusma puñados de caramelos y monedas pequeñas que los

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  • niños recogían del suelo empujándose y peleándose. Si no había suerte porque la casa era de gente pobre o muy tacaña y no les echaban nada a la tropa infantil ésta se indignaba y gritaba: ,,¡bautizo cagao, si cojo al chiquillo lo tiro a un tejao ... !»

    Otra costumbre: post-partum

    Era una costumbre religiosa muy antigua. Las mujeres que cumplían un mes después del parto iban a la iglesia con su hijo o hija en brazos y oían misa teniendo en sus manos una vela encendida. En el ofertorio sus familiares daban unas monedas.

    Con esta ceremonia daban gracias e imitaban a María en su Purificación y Presentación del Niño en el templo.

    Ermita de la Virgen de Arriba

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  • -

  • La agricultura

    ·Si al principio de los tiempos, allá por el año 1000, cuando en el pueblo empezaron a vivir unas pocas familias, éstas podían dedicarse a la ganadería para vivir con sus productos, también se vieron obligados a formar terrazas, bancales o piezas en las tierras más fértiles para sembrar trigo, alimento básico entonces de la raza blanca. Practicaron una agricultura de secano y de subsistencia.

    Con el paso de los siglos, a pesar de todos los males, la población aumentó de forma imparable, sobre todo en el siglo XVIII, y para alimentarla se vieron forzados a renunciar a baldíos y pastizales poniéndolos en cultivo, aumentar mucho la producción cerealista para alimentar al creciente número de bocas. Sembraban también cebada, centeno y avena.

    En el año 1854 tenían Munilla y sus aldeas 1 A50 fanegas de tierra de las llamadas «de pan llevar». Eran unas 310 hectáreas ... ¿Cuántas de éstas eran labradas por los vecinos de San Vicente? ¿Recogían bastante trigo para que se llegara a dar pan a las 306 personas que vivían en el pueblo en el año 1874?

    Con los pocos datos que tenemos facilitados por personas que vivían en la aldea en el año 1950 podemos hacer algunos cálculos aproximados de la producción cerealista, en concreto del trigo, aunque también era importante la producción de cebada, avena y centeno con destino a la alimentación de la numerosa cabaña ganadera que poseían y que era el otro pilar de su subsistencia.

    Un testigo dice que en su juventud vio trillar en el mismo día 12 parvas en la eras bajeras y otras 12 en las eras someras. Sabemos que de una parva pequeña podían salir, en cosecha normal, de 350 a 400 kg. de trigo; suponiendo que en todas las eras se estuviera trillando gavillas de trigo, cosecharían aquel día entre 8.400 y 9.600 kg., que repartidos entre los 300 habitantes del pueblo les correspondía una media de 300 kg. por persona y año. Descontadas las mermas por el salvado y la molienda, la ración de pan por persona al día se quedaba escasa. Seguramente trillarían trigo otros días más y la producción pasaría de los 10.000 kgrs.

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    Es posible que estos cálculos hayan sido hechos a la ligera y a la baja, pues otro testigo asegura que su padre trillaba diez parvas, aunque no todas eran de trigo.

    También sabemos que en el pueblo había, en 1874, 63 labradores y 29 jornaleros. Todavía hay casetas en las que se guardaban máquinas aventadoras fabricadas en Vitoria, que aunque las trajeran en camiones hasta Munilla tenían que subirlas desmontadas en mulos por caminos de herradura hasta San Vicente. Era un trabajo ímprobo, muy duro.

    El tío Perulo fue más ambicioso y trajo una máquina del n.O 7, con lo que los trabajos para subirla al pueblo fueron doblados. La existencia de estas máquinas nos dice que tenían dinero para comprarlas, que era negocio cederlas en alquiler y que había buena producción de cereales trillados que las hacía necesarias.

    El trabajo de moler el trigo cosechado era otra dura y penosa tarea para los hombres y sus mulos, pues aunque tenían cerca el molino de la Cari y en Peroblasco el de Parrango, por la razón que fuera, los labradores de San Vicente llevaban su trigo a moler a la fábrica de harinas en Enciso. Largo camino de varias horas cruzando montañas y valles, ida y vuelta.

    Con la harina producida, las mujeres amasaban en sus casas tortas grandes, cuyo peso oscilaba entre los 2 y 3 kilos. Cina, así llamaban al gran montón de haces que tenían apilados en la era para luego hacer la parva. y después trillar y aventar para separar el grano de la paja.

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  • Cantil de pan: así llamaban las mujeres a un gran trozo de pan que cortaban de la torta y la daban a los pastores para que se alimentaran en el campo durante el día acompañado de un trozo de tocino o de chorizo.

    En San Vicente se trabajaba mucho y se cogía poco, las tierras eran muy malas y muy trabajosas, cuando iban labrando aquellas tablas (bancales o piezas) que a veces cogían lo justo los machos (mulos) y cuando iban por el orillo, enseguida tropezaba el aladro (arado) con las peñas del subsuelo.

    En este pueblo eran todos muy trabajadores y les parecía que no había otra cosa. Todo era cavar con la azada todos los rincones y trabajar más que las caballerías. La gente se había hecho a esa vida y les parecía que tenía que ser así.

    En la cruz se ve el horno de hacer el pan

    En el pueblo vecino de La Santa iba a labrar un hombre con la yunta y en San Vicente iban 2 o 3 para no dejar poyo ni orillo sin cavar. Estastierras se sembraban un año si y otro no. En dos años sólo había una cosecha. No sembraban más que trigo y cebada. Lo justo para mantener a los animales y dar de comer a las personas. También se ponían muchas berzas (coles).

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  • Eran para dar de comer al ganado en el invierno en los corrales. Se plantaban en verano. Se regaban llevando a las tierras de secano cuatro cántaros de agua en cada caballería. Se les echaba un bote de agua a cada planta tres veces. Los cogollos de las berzas eran tiernos y los comía la gente. A cada planta se le hacía una pocita alrededor del tallo y allí mantenían la humedad. En los inviernos nevaba mucho y pasaban los días picando berzas para dar de comer a las ovejas. En el mes de junio empezaban las faenas del campo, comenzando por las esparcetas (planta herbácea), luego la cebada y después el trigo.

    El oficio de segador era duro porque dolían mucho los riñones (lumbago) lo cogían con resignación y ganas. Salían al campo y en la mayoría de los tajos todos cantaban. Los que mejor cantaban eran Sergio y su hermana Petra. Tenían unas gargantas estupendas y hasta cantaban a dúo. Animaban mucho a todos. Luego venía la trilla.

    Tenían los machos unos collares de cascabel o campanillas y con el sonido de ellas le salía mejor el cantar al hombre que montaba el trillo. Lo peor era si llovía y se mojaba la parva. Paraba el trillo de dar vueltas cortando los tallos de las haces de trigo. Hacían una parada para beber agua fresca, fumar y charlar y luego otra vez vuelta sobre el trillo, hasta que se molía bien la paja. Luego se amontonaba la mies ya trillada y se reunían para merendar conejo con caracoles (si los había) guisados en caldereta. Se colocaba ésta en medio de todos y de allí cogían todos, no había platos ni vasos. La bota de vino no paraba de pasar de mano en mano. Luego, si venía viento ablentaban (aventaban) echando a lo alto paletadas de trilla. El viento se llevaba la paja haciendo un montón. Así se hizo durante cientos de años, hasta que en 1900 se fabricaron aventadoras marca «Ajuria», hechas en Vitoria. Del n° 3 se compraron muchas.

    En el pueblo estaban todos muy unidos, se ayudaban los unos a los otros en lo que fuera, y en lo que hiciera falta, y sin interés, porque hoy le toca a uno y mañana a otro. El que no tenía aventadora le daba su parva para que la ablentara al que tenía máquina. Al terminar el dueño del trigo daba al de la máquina 1 '9 kg. por cada fanega de trigo (46 kg.) que saliera de la parva. Se cogía poco trigo de cada parva porque las tablas (bancales) eran muy estrechas. ¡Cuantísimo trabajarían nuestros antepasados para construirlas! Parece que hay tierra y es todo piedra y en el fondo hay capa rocosa.

    Para labrar las tierras se juntaban dos hombres (coyunteros) e iban a la-brar, un día para uno y otro día para otro. No miraban si su jornada era más larga que la del otro. Así, hasta labrar todas las tierras de ambos. Lo mejor que tenía el pueblo era su buen humor y gran conformidad.

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  • Los aperos del campo de San Vicente

    Para labrar la tierra con las caballerías, se usaban estos. Lo primero para vestir al macho; el cabestro o cabezadas, este llevaba una chapa de hierro que tenía unos dientes como serruchos,que se llamaban el gatillo y cuando le tirabas del ramal un poco fuerte se le clavaba y como le hacía daño obedecía y lo llevabas como y donde querías. Luego se le ponía la albarda, lo primero una mantita para que no le hiciese malla albarda; para bien de cargarlos se ponía la silleta encima que se acoplaba muy bien, esto era de madera, con sus salientes para atar con sogas las cosas, bien amarradas que no se movían, también llevaba el cincho que le abarcaba por debajo de la tripa y bien prietito que sujetaba los aparejos.

    También había otra clase de albarda que era los lomillos, este aparejo no se usaba más que para ir a caballo montado y podían ir dos cómodamente, a este aparejo se la acoplaba los estribos para colocar los pies e ir más cómodo, estos tenían una ruedita pequeñita que le llamaban espuelas, que cuando querías que corriera le dabas unos toques en la tripa y los verías correr al galope, esto lo solíamos hacer cuando subíamos a San Ana, que llevábamos a las novias a La Santa a tomar café.

    Cuando íbamos a labrar se les ponía encima de la albarda los ganchos y así no te entretenías en atar con las sogas, ya que era más rápido y más cómodo, se ponía el aladro a un lado y al otro el yugo. El aladro más antiguo era de madera que se componía. La esteba, la camba, las orejeras, el timón de hierro no llevaba más que la reja y muy bien aguzada. Luego sacaron otro modelo que era todo de hierro menos el timón, pesaba bastante más pero merecía la pena, era mucho más duradero. El yugo era de madera donde se acoplaban los rollos que iban atados y hacían todo una pieza. Cuando íbamos a yuncir (uncir) los machos se hacían en un momento y fácil. Se les echaba encima del cuello, les atábamos con unas hebillas y correas, les poníamos las anteojeras para que no vieran más que de frente, porque había tantos peligros, que no vieran mas que donde tenían que pisar. En el yugo tenía puesto el barzón donde se metía el timón, se le metía la clavija y ya quedaba todo unido y listo para labrar, se unían los ramales, se pasaban por un agujero que tenía la esteba, se cogía la tralla

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  • en una mano y en la otra agarrando la esteba y apretando para que entrase más e hiciera más labor en la tierra.

    Las fincas se labraban tres veces al año que le llamaba: romper, vinar y sembrar, normalmente se hacían en marzo, en junio y en octubre, que era cuando se sembraba. Teníamos varias fincas, pero todas pequeñas y malas, eran las tablas muy estrechas que a veces lo justo que cogían los machos uncidos. El terreno es todo básales (rocas) y todo paredes y peligroso, si se les iba una pata fuera y se vencía un poco el equilibrio se caía uno pero como iban uncidos se iban los dos, como ya estábamos acostumbrados y las caballerías lo mismo pasaban pocas veces, pero teníamos que tener mucho cuidado.

    Una vez a un chico que se llamaba Daniel le ocurrió este percance, que se le cayó la yunta estando labrando y al caer los machos abajo, el aladro quedó clavado en la tabla de arriba y se vio muy apurado hasta que cogió la navaja y pudo cortar y así pudo evitar que no se pincharan los machos, decía que se asustó mucho y pensó que no se le caerían dos veces. Como era un chico joven pensó en abandonar semejante oficio, desde aquel día se puso a estudiar y se metió en el cuerpo de la guardia civil. También se puede decir que tenía la mala suerte encima, él estaba muy contento de haber salido guardia y de haberse retirado de estas tierras, pero cada uno teníamos nuestra cruz encima. Cuando salió guardia lo destinaron a Fuenterrabía y a los cuarenta días de estar allí, decía que iba en el estribo

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  • de un camión y se le cayó el tricornio y se tiró a por él. Ese fue el cuento que le dijeron a la familia, pero los que conocíamos a esta persona, no nos lo creemos. El caso es que se mató, sería así o sería de otra forma, el ochenta por ciento no nos lo creíamos ¡con sus treinta años y con lo que él era! Nadie sabe donde tenemos la suerte, por mucho que la busquemos. Los de este pueblo a donde quiera que vayamos a trabajar, siempre nos ira bien porque peor y más duro, no vamos a encontrar.

    No sé que pasó, pero en que empezó uno a desfilar del pueblo, luego vinieron unos cuantos jipis que se metieron donde querían en las casas; de primera nos ofrecían pagarnos algo, pero uno que dejé entrar en la casa de mi abuela me dijo que ya nos entenderemos y te pagaré, pero aún estoy esperando; en las otras de la plaza se metieron sin decir nada y no fueron capaces ni de quitar una gotera que caía a una madera principal, así ocurrió lo que ocurrió, cayendo el agua en la madera, llegó a partirse y se vino un corro de tejado abajo y cuando se hundió entonces la abandonaron; como tenían otras donde meterse no se preocupaban de nada, sí lo único para coger lo que se podía aprovechar. Se llevaron la cocina económica, un baúl que era hermoso, hasta una cama, un comodín. Esto fue que subí un día y me di una vuelta, lo que más me chocó fue que daba pena, estaba llena de ropas viejas, de muchas tarrias (andrajos) que no se podía ni andar por ellas de cosas que había.

    Como estaba hablando de los aperos y herramientas que teníamos, sigo con lo mío, las caballerías eran las máquinas para todo, para labrar, para trillar, se les ponía el rollo, el gancho, las anteojeras, la onda con la víncula para enganchar el trillo o la trilladora que era mayor y con unas cuchillas que molía mejor la paja. Los pobres machos todo el día corriendo por encima de la parva y cuando hacía buen tiempo daba gusto, pero cuando caían dos gotas y se humedecía la paja les costaba Dios y ayuda para molerla. Trabajaban más los animales y las personas, había que tornear más veces y dejar descansar un poco a los machos; para tornear teníamos las orcas y las palas, estaban también los orquillos que éstos se usaban para ablentar (aventar) el rastro para recoger la parva cuando ya estaba molida y para meter la paja si estaba el piso llano en el pajar.

    Para ablentar (aventar) antes lo hacíamos con el aire, cuando andaba, que si no, no teníamos medios, nos poníamos 3 o 4 con los orquillos echando al alto y entonces el aire se llevaba la paja y el grano se quedaba hasta que separaba el grano de la paja. Cuando ya estaba casi lo mayor lo cernían con las cribas, primero con una clara y luego con la prieta que se quedaba bien; para esto, el que trabajaba era el aire. Se recogía el grano en talegas o costales se llevaba a casa y se metía en alorines, para después

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  • llevarlo al molino a hacer harina para amasar y hacer el pan. Algunos cuando trillaban no tenían el pajar en la era y tenía que portear la paja al hombro, con mantas grandes que eran destinadas sólo para ello. Mi abuela cuando trillaba tenía el pajar aparte de la era y teníamos que portear la paja con las mantas y cuesta arriba ¡que menudo desayuno que teníamos! Los últimos años que estuvimos se compraron unas cuantas ablentadoras (aventadoras) y con eso se trabajaba, pero se hacía mucha labor.

    En la siega también se trabajaba mucho, cogíamos las hoces en junio y no se dejaban hasta últimos de agosto, empezábamos con las esparcetas y seguido con las cebadas, seguido con los trigos y después con las avenas o centenos. El caso que los riñones no se enderezaban y hacíamos ganas que se acabara porque en San Vicente se segaba todo a hoz. Nos poníamos una faja para sujeción de los riñones y un sombrero de paja grande y las mujeres un pañuelo en la cabeza y unas sayas largas que no se les veía ni los pies. Lo bueno que tenía la siega era que nos animábamos el uno con el otro, en todos los tajos teníamos buen humor, como era casi todo cuadrillas ¡cada cantar! Que daba gusto salir al campo, y cada uno a su estilo.

    En San Vicente se segaba muy curioso y bien, hacíamos la manada con revuelta de cada tres o cuatro manadas una gavilla, después de atar que era hacer los haces digamos fajos para poderlos llevar con el macho a las eras, en cada caballería se cargaba seis haces, así que cuando estaba la finca lejos, costaba mucho el acarreo, también buscaban a un chaval para que mientras los amos estaban segando el chaval hacía viajes todo el día y se le pagaba seis reales y mantenido, desde que amanecía hasta que . anochecía, pero tan contento.

    Antiguamente mientras no terminábamos de segar y de acarrear no se empezaba la trilla. Traíamos toda la mies a las eras y la hacíamos cinas I muy grandes que parecían torres, usaban sogas y escaleras, las preparaban en forma de pirámide por si llovía que no se mojara mucho, en el final poníamos una manta y por lo demás se escurría el agua. Cuando se iba a empezar a trillar, como las eras eran de varios, teníamos que echar suertes a ver que días nos tocaba a cada uno. El caso es que trabajábamos mucho para hacinar y luego para tirar la cina también, pero eso de trabajar no lo teníamos en cuenta. La trilla también era alegre, los caballos con sus campanillas y los hombres con sus cantares cuando íbamos en el trillo.

    En este pueblo éramos muy pobres pero al mismo tiempo muy ricos, no se conocía la envidia, porque como todos teníamos poco y nos conformábamos con lo que había nos ayudábamos los unos a los otros sin interés y en lo que podíamos. Nos prestábamos las cosas, hoy el uno y mañana el otro, había mucha libertad y confianza, por eso se vivía bien.

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  • De los aperos para labrar me había dejado el forcate que eso era para una caballería sola la, más o menos como para la yunta y labraba igual, también estaba la vertedera o mariposa, era como el aladro pero con una chapa que giraba y le daba vuelta a la tierra para echarla al lado. Si querías también estaba la rastra que era de 1,50 x 0,70 más o menos, este apero era para deshacer los tormos y dejar la tierra planchada y lisa. Cuando se iba a sembrar casi siempre la usábamos.

    Las fincas eran malas, pero como había mucho ganado y se hacía mucho ciemo, a la finca que se le echaba se conocía el sembrado de lejos. Esta tierra era muy agradecida gracias al ciemo que si no se quedaba la mies cortita y mala. Lo bueno que la arreglábamos mucho con la azada que no dejábamos ni un rincón sin cavar ni limpiar de brozas. Ya nos habíamos hecho a esto y nos parecía que no podíamos hacer otra cosa ni ir a ningún sitio, nos sentíamos indecisos, habíamos visto a nuestros padres y a los abuelos y creíamos que tenía que ser así.

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  • La Iglesia Parroquial

    Hoyes un edificio en lamentable ruina, sólo se conservan las paredes exteriores y el campanario, son muros de piedras sin tallar, de mortero y sillarejo, sostenidos por varios contrafuertes. Su hundimiento se produjo a finales de 1970.

    Según la información que dan las personas mayores que la frecuentaron este templo era de reducidas dimensiones, de unos 18 metros de largo, 8 de ancho y unos 15 metros de altura. Su planta era de cruz latina, ancha la nave central y reducidos los laterales. Orientada al este, con ingreso al sur y coro bajo sobre vigas a los pies, presbiterio rectangular en la cabecera y la cubierta de aristas apoyada en arcos fajones de medio punto, similar a la que cubre la ermita de la Virgen de Arriba. La torre en principio fue de espadaña, pero en 1814 elevaron el muro y cerraron la espadaña formando una semitorre que hoy se ve. Tuvo una campana grande, dos pequeñas y un campanil.

    En 1832 construyeron un pórtico cubierto ante la entrada y j unto a ésta tenían una imagen llamada de San Vicentito, a la izquierda del pórtico en el interior de éste, estaba la entrada y la escalera para subir al campanario.

    Entrando al interior del templo en el muro de la derecha y cerca de la puerta estaba elevado el púlpito, donde subía el sacerdote para predicar a los fieles, a continuación y siguiendo el mismo muro estaba la entrada a la capilla del Santo Cristo con su mesa y retablo y más adelante venia la sacristía precedida de un pasillo.

    En el muro opuesto a la entrada y frente a ella se veneraba una bella imagen de tamaño natural de San Francisco de Asís y frente a la capilla del Cristo, en el otro brazo de la cruz de la planta del templo, se abría la capilla de la Virgen del Rosario (mesa y altar), a la izquierda de esta Virgen en la misma capilla se situaba la imagen de San José. Siguiendo, ya cerca del presbiterio estaba la mesa y la imagen de la Inmaculada.

    En el presbiterio, el retablo mayor, era de reducidas dimensiones. Constaba de banco, un cuerpo y ático. En el banco y a cada lado tenía

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  • sendos relicarios, eran cavidades cerradas donde se guardaban las reliquias de los Santos que se veneraban en sus fiestas. En el cuerpo del retablo, al centro estaba la imagen de San Vicente, titular del templo, a la derecha (lado de la epístola, la imagen de San Pablo era lo normal) y a la izquierda del templo, al lado del Evangelio, la imagen de San Pedro. En el ático, la escena del Calvario y el Crucificado.

    Capilla del Rosoño

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    1. Entrada al pórtico 2. Subida a la torre 3. Entrada al templo 4. San Vicentito 5. Púlpito 6. Capilla Sto. Cristo 7. Entrada sacristía 8. Sacristía 9. Presbiterio 10. Mesa

    Caracteristkas de su arquitectura

    6

    Sto. Cristo 8

    11. Retablo mayor 12. Altar Inmaculada 13. Capilla del rosario 14. San José 15. San Francisco 16. Coro alt