Relato
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EL MEJOR DESTINO PARA LOS DOS
La historia de esta familia comenzó en Damasco, donde una abuela vivía con sus nietos.
La abuela Fátima tenía un carácter algo triste que le hacía parecer más mayor de lo que era y
vestía siempre de negro. Pero, eso sí, era una mujer muy culta y le gustaba enseñar lo que sabía
a sus dos nietos. Fátima siempre intentaba que sus nietos tuviesen una vida lo más feliz posible.
Sara tenía trece años, en tanto que Josep tenía ocho. Eran huérfanos; sus padres, arqueólogos de
gran prestigio, habían muerto en una expedición. La abuela Fátima era la única familia que le
quedaba a los dos hermanos. Llevaban una buena vida, pero en el fondo sabían que les faltaba
algo. Esto les impedía ser totalmente felices.
Vivían en una casita pequeña rodeada de árboles, en un barrio muy frecuentado por la gente.
Cada mañana, los niños acudían al colegio de su ciudad. Cuando salían del colegio, a las cuatro
y cuarto, iban hacia su casa. Después de estudiar, tenían tiempo para jugar un rato con los demás
niños del barrio. A los dos hermanos les gustaba jugar a los exploradores, buscar fósiles y bucear
en el mar a gran profundidad. La abuela decía siempre que llevaban el carácter aventurero en la
sangre. A las diez de la noche la abuela mandaba a los niños a la cama. Entonces, para no
aburrirse, la abuela empezaba a leer libros, a cantar canciones de su época o a recordar
operaciones matemáticas que aprendió durante su niñez. Fátima padecía un gran insomnio
debido al estrés que había aparecido en su mente hacía algunos años.
Una mañana al levantarse, a Josep se le ocurrió una pregunta que nunca antes se había
planteado. No se atrevía a pronunciarla y mucho menos a decírsela a su abuela. Así que
empezaría preguntándole a su hermana mayor. Estaba seguro de que ella no conocía la
respuesta, pero podría decirle si sería aconsejable preguntar a la abuela o no. Así que, al salir del
colegio se armó de valor y fue capaz de plantear esa pregunta que se movía en su cabeza de un
lado para otro, como buscando la respuesta en el cerebro del niño.
-Esto... Hermana... ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Sí, claro – le respondió su hermana mayor.
-¿Sabes dónde murieron papá y mamá?
-Josep, sabes que yo siempre he estado contigo y que cuando murieron papá y mamá éramos
muy pequeños. Lo único que sé es que eran arqueólogos muy famosos. Pero, ¿por qué me
preguntas eso?
-Es que necesitaba saberlo.- se limitó a contestar.
-Creo que debemos consultar a la abuela.
-Sí, – Josep respondió afirmativamente, aunque no estaba seguro de querer preguntar a Fátima-
hablaremos con la abuela por la noche.
Y es que a Josep empezaba a parecerle triste su vida. Por las noches le parecía oir el murmullo
de las voces de sus padres en su cabeza. Lo que no sabía es que a su hermana comenzaba a
ocurrirle algo parecido.
Después de todo un día de rutina, por la noche, la abuela los mandó a dormir. Sin embargo, sus
nietos se negaron a irse y le hicieron prometer que respondería a su pregunta con la máxima
sinceridad. Cuando le hicieron la pregunta, la abuela esperó un rato antes de contestar. Después,
dijo con fingida calma:
- Sé poco más que vosotros; vuestros padres murieron en una cueva de Afganistán arrastrados
por la corriente de un gran río.
Más tarde, los niños estaban en el dormitorio. Sara expresó a Josep su decepción por no tener
más información sobre la muerte de sus padres. Pero Josep no estaba nada decepcionado, ya que
creía que había una diminuta posibilidad de que sus padres no hubiesen muerto.
- Os encontraremos, papá y mamá- pensó para sus adentros.
El tiempo pasaba muy rápido en Damasco. Josep y Sara seguían con su vida cotidiana. Hasta
que un día, una empresa de viajes quiso que todos sus socios conocieran las maravillas de varios
paíser asiáticos. Uno de ellos era Afganistán. Josep planteó a su hermana la posibilidad de poder
viajar hasta allí, pero Sara, más prudente, se acordó de su abuela y explicó a su hermano que no
sería una buena idea marcharse sin decirle nada. Pero Josep ya tenía un plan: dirían a Fátima que
se irían de excursión diez días con sus compañeros de clase a un hotel de lujo con el fin de
aprender sobre los distintos monumentos del país.
El día 7 de mayo Josep y Sara pagaron con sus ahorros el carné de socios del club y el viaje.
Luego, entraron al avión. Algo nerviosos se sentaron y esperaron a que el tiempo pasara.
Sara despertó. Habían llegado a Afganistán. Suspiró aliviada: el vuelo había salido bien.
Josep no había dormido nada. No podía dejar de pensar si aquel viaje tendría algún sentido.
Al bajar del avión, no pudo evitar emocionarse y que se le saltaran las lágrimas.
La empresa tenía planeado enseñar a la gente los ríos del país y hacer grandes caminatas por
empinadas montañas. Josep y Sara, en cambio, no podían perder tiempo. Tenían diez días para
buscar a sus padres y los días volaban.
Después de dormir en un hotel de Afganistán no muy lujoso, toda la gente comenzó a andar
hacia el río Kabul. Josep quiso seguir un camino diferente al de las demás personas, pero su
hermana mayor se empeñó en visitar los mismos lugares que todo el mundo.
A las cinco de la tarde llegaron a la orilla del río. Toda la gente hundió los pies en las frías y
cristalinas aguas del Kabul. Mientras Sara disfrutaba de los paisajes y se refrescaba con el agua
del río, Josep comenzó a caminar por un estrecho sendero que conducía a un estanque sucio y
profundo. Detrás del estanque había una casita pequeña de madera y al lado, unos papiros
escritos con unas letras muy raras. Josep tuvo tiempo para observar aquellas maravillas
detenidamente y, después, no dudó en entrar a la casa.
Sara, mientras tanto, hundía los pies en el agua fresca del río Kabul. Al darse cuenta de que no
estaba su hermano, comenzó a preocuparse. Sabía que debía haberlo vigilado mejor, pero ya no
podía hacer nada. Había infinitos senderos por los que Josep podía haber tirado.
Fátima, en su casa, no paraba de dar paseos de un lugar para otro. Estaba nerviosa y presentía
que sus nietos no estaban con sus compañeros del colegio. Podía sentir un latido interior de su
corazón que le reprochaba no haber hecho más feliz la vida de los dos hermanos; y es que la
felicidad de sus nietos era lo más importante en su vida. Pero pensar en eso era inútil, pues el
problema de los niños ya no tenía arreglo:una pérdida tan grande como la que habían sufrido
siempre quedaría grabada en sus corazones.La abuela se dejó envolver lentamente por un manto
de nubes y ascendió, mientras se relajaba y comenzaba a sentirse dichosa...
Al abrir la puerta, Josep no pudo ahogar el grito de sorpresa al ver lo que había allí. Y es que no
era para menos. Allí, sentado en una silla, había un hombre. Un hombre de aspecto demacrado y
piel curtida y arrugada. Allí estaba, sí, un señor algo peculiar.
-Siento molestarle – Josep había enrojecido
Pero cuando este se disponía a salir, el hombre lo llamó:
-Te estaba esperando, Josep. Llevamos mucho tiempo sin vernos.
-¿Quién es usted? - preguntó Josep sorprendido.
- Trae a tu hermana- se limitó a contestar.
El niño salió a toda velocidad para buscar a Sara. Pero no hizo falta que bajase hasta el río,
porque su hermana ya ascendía por el camino.
- Ven, he conocido a alguien.
- ¿Quién es?
- Es un hombre. Un hombre de edad mediana. Tiene una cara muy estropeada, pero me inspira
confianza. Quiere verte.
- Vayamos a ver.
Al entrar en la sala, Josep casi se cae de nuevo al suelo por la sorpresa. Junto al hombre, ahora
había una mujer rubia, joven y muy guapa.
- Hola hijos. Os guiaremos hacia el más bonito lugar que nadie haya podido ver.
El padre, la madre y los niños caminaron por un camino que ascendía y parecía terminar en el
pico de una montaña muy alta, rozando las nubes. Caminaron durante mucho rato sin hablar.
Sara y Josep no estaban nada sorprendidos y en sus cabezas no rondaba el miedo, sino una
extraña sensación de victoria y alegría. Un rato después habían llegado a la cima. Josep y Sara
se sentían muy felices. Entonces, llegó la hora de descansar.
En la mente de los dos muchachos reinó para siempre el sol. Durante toda la eternidad
durmieron al lado de sus padres. La abuela los esperaba en aquel maravilloso lugar con los
brazos abiertos. Y allá en aquel reino de paz permanecieron para siempre con la mayor alegría y
mejor compañía que nadie pueda soñar.
EL MEJOR DESTINO PARA
LOS DOS
Autor: Nube Baja