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RESEÑAS DE LIBROS Elisa María DOMÍNGUEZ DE PAZ, La obra dramática de Juan de la Hoz y Mota, Valladoüd, Universidad de Valladolid, 1986,176 p. La publicación de un libro sobre cualquiera de los "autores menores" de nuestro teatro del siglo XVII siempre tiene que ser bienvenida. Es importante el hecho de que salgan a luz y de que se les valore, incluso, en su papel.de secundarios. Ya Tomasesky, en 1925, resaltó el valor fundamental que tienen estos autores dentro de la historia de la literatura, incluso para apreciar a las grandes figuras. Hoy en día sigue siendo difícil y poco reconocido el trabajo de los investigadores que intentan desentrañar, interpretar, y sobre todo publicar estas piezas. Esto es lo que ocurría en el caso de Juan de la Hoz y Mota, escritor de transición entre los siglos XVII y XVIII, cuya única reseña hasta hoy la podíamos encontrar tan sólo en el poco asequible catálogo de la Barrera. Elisa María Domínguez de Paz intenta un acercamiento a la obra de este autor, y también a su vida. El estudio comienza pues con una biografía de Juan de la Hoz y Mota, donde los datos sobre su vida quedan notablemente ampliados con informaciones interesantes extraídas sobre todo de documentos jurídicos encontrados por la autora, y que son útiles para saber qué ambiente frecuentaba el escritor. Se continúa el libro con una serie de capítulos, similares entre ellos, que se corresponden con cada tipo de comedia. Todos ellos siguen un mismo esquema : tras un breve repaso para introducirnos en las características de cada género, se hace un estudio individualizado de las piezas, comenzando con una lista de manuscritos y ediciones, un resumen del contenido, un largo repaso a las fuentes y una descripción formal de la métrica. Es una lástima que junto al estudio correspondiente no se hayan publicado las obras de teatros referidas, aunque este problema se relacionará más con necesidades editoriales que con el deseo de la autora. Incluso sin tener en cuenta este inconveniente, la primera impresión del lector al acabar el libro es que hay algo importante que no está estudiado. Opinamos que le falta a Elisa María Domínguez situar a Hoz y Mota en la trayectoria del teatro aurisecular. También se echa de menos un estudio profundo de los personajes dramáticos, del espacio teatral... Difícilmente se puede pasar esto por alto en un estudio monográfico, como nos sugiere el título, y

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RESEÑAS DE LIBROS

Elisa María DOMÍNGUEZ DE PAZ, La obra dramática de Juan de la Hoz yMota, Valladoüd, Universidad de Valladolid, 1986,176 p.

La publicación de un libro sobre cualquiera de los "autores menores" denuestro teatro del siglo XVII siempre tiene que ser bienvenida. Es importante elhecho de que salgan a luz y de que se les valore, incluso, en su papel.desecundarios.

Ya Tomasesky, en 1925, resaltó el valor fundamental que tienen estosautores dentro de la historia de la literatura, incluso para apreciar a las grandesfiguras.

Hoy en día sigue siendo difícil y poco reconocido el trabajo de losinvestigadores que intentan desentrañar, interpretar, y sobre todo publicar estaspiezas. Esto es lo que ocurría en el caso de Juan de la Hoz y Mota, escritor detransición entre los siglos XVII y XVIII, cuya única reseña hasta hoy lapodíamos encontrar tan sólo en el poco asequible catálogo de la Barrera.

Elisa María Domínguez de Paz intenta un acercamiento a la obra de esteautor, y también a su vida. El estudio comienza pues con una biografía de Juande la Hoz y Mota, donde los datos sobre su vida quedan notablemente ampliadoscon informaciones interesantes extraídas sobre todo de documentos jurídicosencontrados por la autora, y que son útiles para saber qué ambiente frecuentaba elescritor.

Se continúa el libro con una serie de capítulos, similares entre ellos, quese corresponden con cada tipo de comedia. Todos ellos siguen un mismoesquema : tras un breve repaso para introducirnos en las características de cadagénero, se hace un estudio individualizado de las piezas, comenzando con unalista de manuscritos y ediciones, un resumen del contenido, un largo repaso a lasfuentes y una descripción formal de la métrica.

Es una lástima que junto al estudio correspondiente no se hayanpublicado las obras de teatros referidas, aunque este problema se relacionará máscon necesidades editoriales que con el deseo de la autora. Incluso sin tener encuenta este inconveniente, la primera impresión del lector al acabar el libro es quehay algo importante que no está estudiado.

Opinamos que le falta a Elisa María Domínguez situar a Hoz y Mota enla trayectoria del teatro aurisecular. También se echa de menos un estudioprofundo de los personajes dramáticos, del espacio teatral... Difícilmente se puedepasar esto por alto en un estudio monográfico, como nos sugiere el título, y

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limitarse a hace afirmaciones tan generales como la siguiente, refiriéndose a Elvillano en el Danubio y el buen juez no tiene patria : "Nuestro autor tiene elmérito de haber elaborado el asunto, dándole un trasfondo dramático muyinteresante" (p. 45).

Ese trasfondo dramático, donde radica la creatividad del autor, es lo másdigno de atención. El análisis profundo de cada obra, desde luego difícil derealizar, nos parece que debe tener en cuenta todos los elementos constitutivos dela pieza teatral, tanto anteriores (estudio y carácter de los dramatis personae,estudio de las fuentes, del espacio teatral, cambios de escena, valoración einterpretación de la obra, estilo en el que está concebida, sustentándonos para todoello en el conocimiento que hoy nos proporciona la abundante bibliografía delteatro del Siglo de Oro) como exteriores y relacionados así con la interpretacióncomo con la puesta en escena, y que sin duda nos acercan a su creación : públicopara el que se escriba, influencia de todo el teatro anterior, cronología...

Las insuficiencias que acabamos de describir nos explican que no quedemuy claro, después de cerrar el libro de Elisa María Domínguez, lo que aportaJuan de la Hoz y Mota al acervo teatral del siglo XVII. En el análisis de lascomedias históricas, por ejemplo, no queda suficientemente explicado cómofuncionan los diferentes hilos arguméntales de cada comedia. ¿ Cuál es laverdadera habilidad de Hoz y Mota para entretejer las diversas intrigas y dar unadimensión histórica a personajes como Carlos V en la comedia Carlos V sobreTúnez1)

En el estudio de El Abraham castellano y blasón de los Guzmanes no secomprende bien, en la narración del argumento, cómo se cohesionan las diferenteshistorias que forman la obra, y cómo finalmente una comedia que se dicehistórica funciona con los mismos mecanismos que una comedia de enredo.Tampoco se aclara en qué medida el tema del amor es, como dice la autora, unamodificación en la comedia. ¿ Modificación respecto a las fuentes ?¿ Modificación respecto a la historia real ? ¿ O modificación respecto a las demáscomedias históricas ?

A propósito de La acción más noble y guerrera del rey Don Alfonso elCasto, se afirma : "En la presente comedia de Juan de la Hoz y Mota el tema delas doncellas se trata de una forma somera centrándose en el milagro de la sagradaCruz de Oviedo como prueba efectiva de la fe manifestada por el rey Alfonso elCasto" (p. 56). Después de este comentario, cuando el lector esperaba pruebas yargumentos, sólo hay la transcripción de un párrafo de la comedia, para que seaposible la comparación con el romance que sirve de fuente, también transcrito, yuna única frase : "Las semejanzas con el asunto de la obra son muy abundantes"(p. 57). Desde luego, creemos que el estudio de las fuentes es importante y útil,porque nos sirve de base para ver el proceso de teatralización, adaptación odeformación que realiza el autor. En este caso, saber que la referencia más antiguade esta historia del descubrimiento del sepulcro es de 1077 es un dato curioso,

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pero que no aporta nada al valor intrínseco de la pieza, que es lo que realmentehay que desvelar. Nos hubiera parecido más interesante saber cómo el autor creaen su obra la tensión dramática utilizando una historia sabida por el público sinduda a través del romance o de la comedia de Lope de Vega del año 1623. Estefactor debió influir tanto en la composición como en la recepción de la obra.

También, y como último ejemplo, al hablar de la comedia histórica JuanPascual, primer asistente de Sevilla, se le escapa a Elisa María Domínguez dePaz la relación que puede haber entre Juan Pascual, actuando como asistente ocorregidor de Sevilla, y la conocida figura de Juan Rana, que aparece en multitudde piezas cortas del siglo XVII con este mismo oficio. Aunque el tratamiento seadiferente, sobre todo porque son distintos géneros, es un punto interesante y,lamentablemente, no se ha tratado : lanza la autora una posible hipótesis de queeste personaje fuera ya conocido por el público, pero en la bibliografía no constaningún estudio referente a este tema, como pudiera ser el libro de Cotarelo o elestudio de H. Bergman (1).

Los mismos reparos metodológicos se podrían expresar con respecto alúltimo capítulo del libro ("Comedias religiosas"), en el cual se realiza unadivisión en tres apartados (comedias bíblicas, hagiográficas y mañanas) sinexponer explícitamente los criterios adoptados para ello. Sí se nos explica sinembargo al final, de forma somera, cuáles son las características generales de estetipo de comedias y sus personajes.

Reconocemos que el libro de Elisa María Domínguez de Paz llena unhueco, dentro de la investigación sobre estos autores menores hoy tan malconocidos. Pero a pesar de este mérito, y de su valioso estudio bibliográfico, haymuchos aspectos, sobre todo relativos al contenido, que no han sido tratados.Con todo, el libro será imprescindible para cualquier investigación posteriorsobre este autor. En un género como la comedia, tan rico en todos sus aspectos,nunca se puede abarcar toda la verdad ; pero cada uno puede ofrecer una parte deella, como bien dice la autora, y con este propósito, y como un primer pasoprovisional, este estudio de la obra dramática de Juan de la Hoz y Mota tiene queser bienvenido.

Concepción Amelia SÁNCHEZ GONZÁLEZ

(1) Emilio Cotarelo, Actores famosos del siglo XVII : Sebastián del Prado y sumujer Bernarda Ramírez, Madrid, 1916 ; H. Bergman, Juan Rana se retrata, enHomenaje a Rodríguez-Moñino, Madrid, Castalia, 1979, pp. 65-73.

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Luis de GÓNGORA : Qvaderno de varias poesías (manuscrito palentino).Edición crítica de Lorenzo Rubio González. Palencia : Institución "Tello Téllezde Meneses", 1985, XIX + 588 + 12 hojas con facsímiles, sin numerar.

A Lorenzo Rubio, investigador de la poesía áurea, se debe la noticia deeste códice gongorino conservado en la Biblioteca de la Catedral palentina ydescrito por él en 1982 (Castilla, 4, pp. 154-176). Tras su edición, el mismoprofesor ha intentado averiguar algo tan escurridizo como el colector del ms., quepodría ser, a su juicio, el poeta y canónigo de Palencia don Francisco de Sandoval(Varia Bibliographica. Homenaje a J. Simón Díaz, Kassel, 1987, pp. 610-619).Dejando esto a un lado, veamos qué nos ofrece tal manuscrito y en qué medida lapresente edición ahorra su consulta directa.

La introducción se plantea cuál puede ser el origen de los poemasrecogidos en el códice y, por si algunos procediesen de impresos, se elabora alfinal del libro una lista de los primeros donde aparecieron poemas de Góngora.Desgraciadamente el editor no revela sus fuentes —costumbre que gana adeptos—pero, a juzgar por los gazapos, no cabe duda que son los datos de Foulché-Delbosc, III, pp. 111-119. Foulché fue un gran hispanista, versátil, incansable y/apresto, cuyos trabajos son "un curieux mélange de minutie et de négligence"(Jammes), juicio que, como se verá, viene de molde al libro que reseñamos.Pues, en efecto, desde 1921 se ha avanzado algo en varios dominios,especialmente en el bibliográfico, lo suficiente como para saber que no son taleslos primeros impresos sino que hay otros, que la Flor de Villalta no se editó en1588 ni en 1591, como tampoco en 1630 el volumen Delicias del Parnaso, y queen los Discursos de Rey de Artieda, lejos de haber aparecido dos poemas deGóngora, no aparece ninguno.

Dejemos también eso, de todas maneras, ya que se trata de tareasadicionales que el editor realiza sin necesidad, y que nadie espera encontrar en laedición paleográfica de un ms., cuya formación, en general, depende poco de losimpresos.

El autor describe el ms. con sus palabras de 1982, y relega al índice finalla lista de sonetos que contenían los folios perdidos. Tales cuestiones sonrelevantes, desde luego, para establecer la filiación del códice —asunto queL. Rubio aborda con extrema penuria de elementos—, como lo son, más aún,las lagunas. Una de ellas, los versos 185 al 232 del Polifemo, mencionada en tresocasiones por el editor (art. cit., p. 156 ; edic, pp. xi-xii y 506), nos llena deconfusión porque, cuando consultamos el ms. en 1983, el texto estaba completo.Habrá que pensar que los manes de la reprografía son culpables del desaguisado.

El contenido no coincide tampoco exactamente con el que diceL. Rubio. Las composiciones en décimas no son 45 sino 43, más una repetida.

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Y no hay 21 letrillas sino 23, pues dos figuran entre las décimas satíricas (XIy XIV). La afirmación de que todos los poemas menos uno constan en la ed. deFoulché-Delbosc requiere ser matizada : la garantía de autenticidad sólo afecta alos vols. I y II, que reproducen el ms. Chacón, mientras que el III contienepoemas atribuidos de procedencias diversas. Algunos son apócrifos y otros sólodudosos. Entre esos se encuentran los 48 que atribuye el ms. de Palencia. Sonfáciles de localizar, pues L. Rubio se ha tomado el trabajo de remitir al tomocorrespondiente de F.-D., cuyas variantes registra con escrupulosidad digna demejor causa, ya que se extienden a peculiaridades ortográficas, leísmos y demásminucias. Ello, sin embargo, permite al lector detectar las lecturas defectuosascuando ocurren. Llegado a este punto, el reseñador no se atreve a juzgar si el ms.palentino está bien o mal reproducido. Si se atiende al hecho incontrovertible deque en este país los adelantos en el arte de imprimir han supuesto otros tantosretrocesos en la fidelidad y estética de lo impreso, habrá que reconocer que no sepueden pedir peras al olmo. Si en cambio algún gongorisia se cree lo de "edicióncrítica" y aspira a evitar un viaje a Palencia, mejor será desengañarlo cuanto antesy rogar al profesor L. Rubio que publique la fe de erratas.

En una lectura rápida de los poemas —teatro aparte— hemos advertidomás de un centenar de pasajes averiados, sin contar los debidos a que la imprentade la Diputación no posee cédulas en el inestético tipo de letra en que se hacompuesto el libro (carencia a veces suplida con un borrón bajo la ce), y sinreparar tampoco en los fallos de puntuación introducidos por el moderno editor yque cambian el sentido del texto (son. 29 de p. 49, v. 11 ; son. 11 de p. 56,v. 9 ; son. 1 de p. 59, v. 4), ni en las faltas o sobras de acentos y diéresis(quién, p. 38 ; entróme, p. 39 ; súbtil, p. 57 ; océano, p. 228 ; sáphiro, p. 230),ni, por último, en las trasposiciones u omisiones de letras fácilmente restituibles(porfundas, p. 15 ; propia, p. 36 ; ciua, p. 67 ; mager, p. 170 ; percadoresp. 187 ; cint, p. 192 ; putualmente, p. 219 ; Balianís, p. 220 ; se, p. 227espima, p. 229 ; Boncerrages, p. 251 ; tieno, p. 266 ; eppetito, p. 288invernos, p. 299 ; cuchiladas, p. 308 ; requibros, p. 334 ; parace, p. 337amortalados, p. 338 ; purpurar, p. 515 ; carbras, p. 518 ; coduxo, p. 526celege, p. 530 ; carasteres, p. 532 ; frondoa, p. 534 ; aprolixo, p. 540 ; haybastantes más). Nada de eso impide al lector despejado percibir la lección del ms.Algo más problemáticas son las aglutinaciones mal deshechas :

Rom.Cana

6,4,

P-P-

199. v88. v.

.3534

Dicei osi anudada

Debe decirios (= io os)¡anudada (= ia anudada)

Señalamos ahora algunas de las erratas menos evidentes o de correcciónmenos obvia para ilustrar lo dicho y justificar lo que se dirá al final :

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Poema

19245925303946-1945710131441115

•----6142-1767-101

Pág.

12212223252729343637

4452535455575760646769103113125-131140146-153171181182186192

Verso

1112857121361061114365592610121375799

22375989163247922263

Dice

seesteñncaramenquearmadolapatrianoiafueseGregoriofiercastúmulodesembarastesoivisitaen unmacafrenacastassellandoveneradlascampillascuiaunaalaterrenode leiesdesembarcapara...placaembaraçaInfantesbarriosdixebamboleajacarandos

Debe decir

seresto

ficaramelque laamadolepatria ano aifusseGorgoriofiereçastúmbulodesembarcastesiovistauncacaenfrenacasta

selladoveneraldascampiñaslaunaterrerolas leiesdesembaraçapor...plaçaembraça

Infantadosbarrosdexebamboneajacarandos

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14-1019.19281-23.1-38.913-

-

----

196213216233251.

257271275276281281284301302309321324331339505509512515531532539543

86324215162021522751221353

81901163721119104517029641325573614849995

trincheandomás alláellasesmeraldasaJcalesAmalanteilustredueñoantendertodasrepugnesonorosentoçuelosai aimetidocomocosotososcarithartosque nosobraintroducesdecrystalapaciblesturdescosurcandobasó

trincheadomás

ellaesmeraldaalcaldesAthlantelustredaño

entendertoda

rempujesonorosos

en eltorçuelos

si aimentidocomecostososcarihartosnosombraintroducesesitialapacible

turquescosurcado

besó

En varios casos por "debe decir" ha de entenderse 'probablemente dice1,ya que la lisa, parcial e insegura, deriva tanto de anotaciones hechas con el ms. ala vista, como de la ausencia de variantes en la ed. respecto a la de Foulché-Delbosc. Lo más grave, con todo, es la omisión ya comentada de las estrofas 24-29 del Polifemo, y la de cuatro versos en otras tantas composiciones : son. 19,p. 44, v. 12 : que os repita el parlero cada hora / cómo ; canc. 3, p. 88, v. 19 :allá bueles, lisonja de mis penas ; canc. 4, p. 89, v. penúltimo : válganme contraabsencia ; y rom. 19, p. 254, v. 134 : las vanderas y estandartes (nuestraslecturas son conjeturales). De lo precedente se deduce que mientras los editores —en ambos sentidos, español y sajón, del vocablo— no restablezcan laobligatoriedad del tírese y de la fe de erratas en el proceso de impresión, la

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filología servirá sólo para engrosar, además de un determinado curriculum, la bolade nieve de los dislates que otros van a copiar y repetir en la gran ceremonia de laconfusión que es nuestra actividad editorial.

Dos palabras aún sobre cuestiones pendientes. Del ms. dice L. Rubioque "tuvo que ser copiado entre 1627 y 1630" (art. cit. en Varia bibliographica,p. 617), porque su contenido le parece semejante al modelo de Chacón yVicuña ; esto es demasiado primario y contradice supropia afirmación de que setrata de una antología (p. xiii de la éd.). En realidad el ms., cuyos poemascorresponden a la etapa cordobesa de Góngora, es semejante a otros muchos,igualmente caligrafiados, en los que se copiaba lo que iba apareciendo en losdistintos cartapacios. El terminus a quo es 1617 y lo demás se ignora. Eseelemento lo tiene en común, por ejemplo, con el ms. Alba (4075 BNM), puestopor Millé en relación con Vicuña —cosa a la que inexplicablemente no aludeD. Alonso en el prólogo de su edic. facsímil—, y donde, por cierto, se encuentratambién ese poema del ms. palentino que no publicó Foulché-Delbosc entre losatribuidos : las décs. "Pues es lunes con que empieza". Lo que de él dice Millé(RFE, XX, 1933, pp. 377-380) está descarriado por el falso epígrafe de los mss.M-132 (perdido) y 10.920 de la BNM.

En resumen, el códice de Palencia es bueno, tanto que casi carece deinterés el consultarlo y más el publicarlo, una vez comprobado que su buenacalidad consiste en coincidir con Chacón y otros conocidos. Su editor se hubieraahorrado una tarea costosa y engorrosa con reunir en un breve artículo lasvariantes más aprovechables, y si por razones de política local era oportuna laedición del ms., el facsímil hubiera resultado más fiel, legible y sencillo. Comodicen J. Cañedo e I. Arellano en el reciente volumen dedicado a Edición yanotación de textos del siglo de oro (Pamplona, Eunsa, 1987, p. 344), "elinmenso esfuerzo de atención que exige este tipo de reproducciones al mínimodetalle supone un gasto de energías que el editor pudiera emplear en la elaboracióncrítica ; para reproducir el texto base el facsímil es la solución más recomendableen nuestros días".

Antonio CARREERA

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Robert A. LAUER. Tyrannicide and drama, Franz Steiner Verlag, Wiesbaden,Stuttgart, 1987, 182 p.

(Archivum Calderonianum, 4 ; ISBN 3-515-04864-2)

Este estudio consta de dos partes : I - La tradición del tiranicidio desdePolibio hasta Suárez ; II - La representación teatral del tiranicidio en España de1579 a 1698.

En una breve introducción (pp. 11-14), el autor reseña la opinión devarios críticos respecto a este problema. Alude a los juicios de A. Castro, L.Pfandl, K. Vossler, R. Menéndez Pidal, J.A. Maravall, A. Alfaro, R.A. Young,H.B. Hall, A.A. Parker.

La primera parte es de sumo interés, ya que faltaba un examen detenidode la tradición del tiranicidio.

Después de definir la palabra tiranicidio, Lauer distingue a dos tipos detiranos : por usurpación y por opresión. El problema está en saber si los dosmerecen el mismo castigo. Dentro de la tradición clásica, analiza Lauer lasperspectivas de Herodoto, Tucídides, Plutarco, Xenofón, Dion Crisóstomo,Platón, Aristóteles, Epicteto, Cicerón, Séneca y los jurisconsultos. Se nota quelos historiadores, al hablar de la tiranía, están pensando en personajes históricos,mientras que los filósofos insisten más bien en la representación estilizada deltirano. Para los griegos, el tirano no es necesariamente un usurpador ; puede serun rey legítimo degenerado o un jefe elegido que abusa del poder. A excepción deEpicteto, quien aconseja la resistencia pero no sugiere el tiranicidio, los demás lojustifican con tal que resulte de una ofensa mayor y no de una ambición políticadel tiranicida. Entre los romanos, Cicerón y Séneca justifican también altiranicida, quien debe ser un hombre virtuoso que obre para el bien común y noen provecho suyo. Los juriconsultos conciben el Estado como una emanación delpueblo regido por el poder de la Ley que las más altas autoridades deben respetarcualquiera que sea el origen de su cargo.

En cambio en la tradición medieval se hace clara distinción entrePrinceps y Tyrannus, distinción que impera desde San Isidoro de Sevilla (sigloVI) hasta John de Salisbury (siglo XII). Se permite el tiranicidio con algunosreparos en cuanto a los modos de perpetrarlo, rechazándose el veneno comoMariana lo hará más tarde. En Santo Tomás de Aquino se oponen tyrannus exdefectu tituli y tyrannus ex parte exercitii con importantes consecuencias encuanto a la concepción del tiranicidio que sólo puede usarse contra el tiranousurpador. En cuanto al soberano legítimo, se debe evitar su tiranía y, de noconseguirlo, hay que destituirle pero no matarle. Conviene subrayar que dentro—o a consecuencia— de la oposición entre regnum y sacerdotium, los quecontribuyen al estudio y desarrollo de la idea de tiranicidio pertenecen a la Iglesia.Pero, si hasta el siglo XII se juzgaba al tirano en términos morales y se le podíamatar, adquiriendo el tiranicida gloria de libertador, después se complica el

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problema. Por emanar del rey todo honor, los conflictos entre él y sus subditosexigen la búsqueda de una solución justa y legitimada ; difiere el castigo según eltipo de tirano y emana de la colectividad. El concilio de Constanza, en 1415,condena al tiranicidio.

La tradición protestante distingue al rey del tirano, pero adopta el parecerque el gobierno es secular y emana del pueblo ; por lo tanto, cualquiera puedematar al tirano si se ha vuelto enemigo público. Los protestantes no aceptan latiranía, considerando al tirano como satánico y bestial. El rey tirano pierde nosólo la dignidad de su función sino también su humanidad y merece un castigo.

La tradición católica prosigue el proceso de secularización : el rey es unhombre que desempeña una alta función que exige ciencia de gobierno. Sinembargo se mantiene la distinción hecha por Santo Tomás. Los religiosos detodas las órdenes opinan que se puede matar al tirano usurpador, pero se registranvarios pareceres frente al problema planteado por las carencias y los excesos delos reyes legítimos. Queda claro que se extienden simultáneamente elabsolutismo real y la reflexión sobre la manera de limitarlo. Dentro de unaproblemática más amplia de Reforma y Contrarreforma, la opinión mayoritaria esla siguiente : se debe tratar de enmendar al príncipe legítimo que se vuelve tiranoy tolerarlo hasta el punto extremo. En efecto, a pesar de emanar del pueblo elpoder de los reyes, no se les puede quitar ya que su legitimidad les ha hechosuperiores a sus subditos y al Estado, menos si amenazan directamente a lacolectividad o depositan el poder en otras manos. En estos casos o en los detiranía absoluta no se les puede matar por iniciativa privada. Se tiene que apelaral emperador o, mejor, al papa o sentenciar al rey con todos los requisitos de laJusticia. En los casos particulares de ataque personal contra la vida o el honor, elvasallo pudiera legítimamente defenderse, pero es preferible que se sacrifique si dela muerte del rey pueden resultar desórdenes o desdichas para la comunidad,considerándose la monarquía hereditaria bien concebida como necesaria a laestabilidad del reino.

La segunda parte del libro de Lauer, que va dedicada al tiranicidio en elteatro español de 1579 a 1698, empieza por un "estado de la cuestión", en que seexamina la aportación crítica sobre el tema hasta la fecha de 1980.

Se estudian luego las tragedias neo-senequistas escritas entre 1579 y1609, y que revelan una constante preocupación por el problema, sea en relacióncon la influencia de Séneca, sea a consecuencia de la anexión de Portugal en1580 : Comedia de la muerte del rey don Sancho, Tragedia del príncipe tirano(Cueva), Alejandra (Argensola), Tragedia de la gran Semíramis (Virués). En lastragedias neo-senequianas la tiranía, vicio extremo, acarrea consecuenciasdesastrosas a la vez para los reinos y las personas. El tiranicidio es un remedio,pero el tiranicida debe actuar noblemente, para el bien común, por inspiracióndivina o por defensa legítima y no por ambición personal ; en caso contrario,

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también sale castigado : de ahí los desenlaces sangrientos de las tragedias neo-senequianas. El interés mayor de este capítulo es el cotejo de las obras estudiadascon las teorías descritas en la Parte I.

A continuación, confirma Lauer que en el siglo XVII no ha perdido todointerés el problema de la tiranía. Se representan varias obras dedicadas al temaentre la muerte de Felipe II (1598) y la de Lope de Vega (1635). De Guillen deCastro se consideran las obras siguientes : El renegado arrepentido. El amorconstante, El perfecto caballero, Las mocedades del Cid, II, cerrándose esteapartado con breves alusiones a Progne y Filomena, Cuanto se estima el honor yEl nieto de su padre. Lo que se nota, en ellas, es cierta evolución, ya que llega apreservarse la vida de los tiranos, de enmendar ellos su conducta. Añadiremos queunos cuantos casos —los de rex inutilis— pudieran agregarse a los ejemploscitados y que fuera preciso insistir más en la paternidad discutible de Castro encuanto a El renegado arrepentido y El nieto de su padre. En cuanto a Lope deVega, recuerda Lauer la trillada opinión de la adhesión del dramaturgo a lamonarquía absoluta y defensa de la misma, intentando luego refutar o matizar estetópico con el estudio de varias comedias : Roma abrasada. La reina Juana deÑapóles, El rey por semejanza, por una parte, y, por otra parte, El príncipedespeñado. El gran duque de Moscovia, Las almenas de Toro. En las primeras,anteriores a 1603, los tiranos, opresores degenerados, no inspiraban sinorepulsión ; en las segundas, aparecen personajes más complejos, que hastapueden mover a compasión. Y después de algunas observaciones sobre obras deMira de Amescua, Tirso de Molina, Jacinto Cordeiro, Cristóbal de Morales, sellega a las conclusiones siguientes : el tirano de este período (1598-1635) es unrey legítimo que usa mal del poder y de la dignidad reales por flaquezashumanas : desidia, liviandad, injusticia, crueldad. Los tiranicidas son personasnobles y virtuosas que castigan al tirano para restablecer un orden perturbado o unhonor manchado.

En la producción teatral del ciclo de Calderón, la comedia parece llevar lasutileza y la intención moral a mayor grado que en el período anterior. Laadmiración debe reemplazar la piedad y el horror. Después de aludir a la repulsiónde Calderón frente al autoritarismo (real o paterno), el investigador se proponedemostrar la importancia del problema de la accesión al poder y de su pérdida envarias obras del dramaturgo y de sus contemporáneos : El monstruo de ¡afortuna(1636), Los cabellos de Absalón (1650), La hija del aire (1650), La GranCenobia (1625), Yerros de naturaleza y aciertos de la fortuna (1634, de Calderóny Coello), Hados y lados hacen dichosos y desdichados (1678), El parecido deRusia (1698). Mientras que los reyes modelos son personajes monolíticos, lostiranos parecen más complejos. Pueden perseguir cinco objetivos principales : elpoder absoluto, el asesinato de un personaje real para sustituírsele, un amorimposible y hasta prohibido, la opresión del pueblo (casos menos frecuentes), lavenganza del honor. Entre los tiranicidas se pueden distinguir cuatro categorías.

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La más frecuente es el "vengador" que mata al opresor para vengar a un reymuerto o deshonrado. Siguen los casos de venganza personal (que a menudo sonal mismo tiempo venganza de una comunidad o de una persona real). Otro caso esel del vengador popular que deshace los agravios del despota contra el Estado ; esla visión más negativa, ya que se presenta al pueblo como movedizo y pocofidedigno. El último es un defensor que protege al soberano contra un usurpador ;pero en este caso el tiranicida no actúa solo como en las tragedias neo-senequianas : goza de la protección de un superior (rey, amigo, padre) ; puedeocurrir que desempeñe este papel un inferior que quiere aprovecharse de lasituación, como el soldado (por esto castigado) de La vida es sueño. Entre lasjustificaciones del tiranicidio en este período, la más importante es la razón deEstado. Pero no se debe olvidar, al lado de ésta la ley civil, la ley moral (defensadel honor) y la ley natural (auto-defensa).

En conclusión : el interés de este estudio estriba en su doble enfoque : lahistoria y el teatro. Parecen paralelas las evoluciones en cuanto al tiranicidio,siendo el teatro el reflejo de los problemas político-sociales. Después de unavacilación entre las palabras rey y tirano, se van diferenciando claramente y nacela distinción : tyrannus absque titulo y tyrannus ex parte exercitii. Si se justificaconstantemente el tiranicidio en cuanto al primero, el caso del segundo exigemuchos reparos : siempre hay que examinarlo detenidamente para encontrarsoluciones satisfactorias : enmienda, apelación a un superior, sacrificio delsubdito ofendido, destitución ; pero, en fin de cuentas, cuando extremosinsoportables ponen en peligro el Estado o el reino, se admite el tiranicidio contal que resulte de una sentencia legítima y nunca se perpetre por ambiciónpersonal. En el teatro, la evolución es constante entre el tirano bestial monolíticoy el tirano polifacético, entre el horror, la piedad y la admiración. Se representaprimero al tirano como un monstruo sediento de poder y de sangre, gigante capazde destruir la humanidad por su fuerza satánica. Luego pierde esta dimensión y sevuelve humano, demasiado humano, ya que sus pasiones y flaquezas lo llevan ala tiranía. El tirano pervive en nuestra conciencia moderna y con él la figura delvengador, quien, inspirado por el pueblo, trata de erradicar la tiranía.

Al cerrar este interesante libro diremos que constituye una aportaciónvaliosa a la interpretación del teatro español, siendo la primera parte uninstrumento imprescindible para los estudios venideros sobre el tema. La segundaparte relaciona muy acertadamente las obras dramáticas con las teorías vigentes enel momento en que fueron escritas. Pero el autor tuvo que elegir un corpus y porlo tanto dejar de lado otras obras no desprovistas de interés. El mayor reprocheque se le puede hacer es escribir en 1987 sin tomar en cuenta los numerosos

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estudios publicados desde 1980 a propósito de las obras citadas (1). Lapresentación es clara y esmerada ; señalemos sin embargo algunas erratas : p. 48,El amor costante por constante ; p. 128 : £"/ renegado arrepentido por El renegadodel cielo.

(1) No se citan, por ejemplo, los trabajos recientes de J. Crapotta, M. Delgado,C. Faliu-Lacourt {Criticón, 15, 1981 ; 23, 1983), ni se utilizan ediciones recientespara los textos estudiados (por ejemplo, la de Las mocedades del Cid, II, por J.Weiger, de 1980).