Respeto a La Esposa

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EL RESPETO A LA ESPOSA Basado en el libro Jardín de la Fe de Rab Arush (Consejos prácticos y simples de cómo lograr la paz en el hogar y la verdadera felicidad) Con ayuda del Creador aprenderemos como transformar nuestro hogar en una sucursal del paraíso en la tierra, con simples consejos. Quien lea estas palabras y las ponga en práctica, muy pronto verá como lo que parecía un caso perdido puede florecer de nuevo y llevar hacia una vida matrimonial dulce, hermosa y plena de amor. ¿Cómo podemos lograr el shalom bait”, la paz y la felicidad en el hogar? Antes de responder debemos hacer la siguiente pregunta: ¿por qué tenemos que casarnos? ¿Por qué el Creador quiere que tomemos una mujer en matrimonio? Según la Torá, el hecho de casarse es una obligación del hombre; pero, ¿por qué? Si decimos que es para perpetuar la especie humana, respondemos que para eso, no hay necesidad de casarse…, biológicamente no es necesaria la institución del matrimonio para perpetuarse. Entonces, ¿para qué necesitamos una esposa? Vamos a hablar abiertamente. Viéndolo superficialmente, diremos que una esposa nos consume mucho tiempo, hay que prestarle atención, estar con ella, acompañarla, escucharla… a veces durante horas; y esto, no es todo. Hay que acompañarla a hacer las compras, luego ayudarla en la casa con los niños. Al casarse surgen todo tipo de demandas domésticas todo el tiempo, por lo tanto, si no tuviéramos el peso de una esposa sobre nuestros hombros, aparentemente tendríamos mucho más tiempo 1

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EL RESPETO A LA ESPOSA

Basado en el libro Jardín de la Fe de Rab Arush

(Consejos prácticos y simples de cómo lograr la paz en el

hogar y la verdadera felicidad)

Con ayuda del Creador aprenderemos como transformar nuestro hogar en una sucursal del paraíso en la tierra, con simples consejos. Quien lea estas palabras y las ponga en práctica, muy pronto verá como lo que parecía un caso perdido puede florecer de nuevo y llevar hacia una vida matrimonial dulce, hermosa y plena de amor.

¿Cómo podemos lograr el “shalom bait”, la paz y la felicidad en el hogar?

Antes de responder debemos hacer la siguiente pregunta: ¿por qué tenemos que casarnos? ¿Por qué el Creador quiere que tomemos una mujer en matrimonio?

Según la Torá, el hecho de casarse es una obligación del hombre; pero, ¿por qué? Si decimos que es para perpetuar la especie humana, respondemos que para eso, no hay necesidad de casarse…, biológicamente no es necesaria la institución del matrimonio para perpetuarse. Entonces, ¿para qué necesitamos una esposa?

Vamos a hablar abiertamente. Viéndolo superficialmente, diremos que una esposa nos consume mucho tiempo, hay que prestarle atención, estar con ella, acompañarla, escucharla… a veces

durante horas; y esto, no es todo. Hay que acompañarla a hacer las compras, luego ayudarla en la casa con los niños. Al casarse surgen todo tipo de demandas domésticas todo el tiempo, por lo tanto, si no tuviéramos el peso de una esposa sobre nuestros hombros, aparentemente tendríamos mucho más tiempo libre para nosotros; podríamos vivir con un presupuesto mucho más pequeño; podríamos pasar todo el tiempo estudiando Torá. Supuestamente, Hashem debería darle al hombre la opción de elegir casarse o no según su deseo. Y especialmente, sabemos que Hashem aprecia mucho el estudio de la Torá y que nos dediquemos a su aprendizaje; ¿entonces, por qué nos sobrecargó con la carga de una esposa?

La finalidad de toda la Creación.

La respuesta es la siguiente: la finalidad de toda la Creación, del cumplimiento de la Torá y todos sus preceptos, todo es para llegar a conocer a D-s, el Creador del Universo; ésta es la meta y el objetivo final del ser humano en este mundo, pero un hombre no puede llegar a conocer al Creador a menos que contraiga matrimonio, a menos que tenga esposa. Espiritualmente, el hombre no logra alcanzar la perfección de su alma si no por medio del casamiento y la formación de una familia. El sagrado libro del Zohar dice que un hombre soltero, ni siquiera puede ser llamado hombre, hasta que no se casa según la Torá. Hay que entender que el casamiento no es un ritual folclórico, sino que es el acto de la

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unificación individual de un alma dividida. Cada pareja es creada desde el principio de la Creación como una unidad singular homogénea conocida como el alma. Cuando esta alma individual desciende a este mundo físico se divide en dos: un parte masculina y otra parte femenina; y esto es lo que conocemos como hombre y mujer. Quiere decir que el hombre y su esposa, no son dos almas independientes, sino las dos mitades de la misma alma. El acto de casamiento, según la Torá, es el acto espiritual de la unificación de las dos mitades de la misma alma y la única forma de lograr esta unificación. Así que el hombre se completa y puede empezar a buscar al Creador en una vida espiritual plena, solamente después de casarse. Y esta es su finalidad en este mundo: acercarse al Creador.

Yetzer hará vs. Shalom.

Y ahora podremos entender las palabras de Rabí Najman de Breslev: “La principal ocupación del “yeter hará” (la mala inclinación) es planear cómo destruir la paz de los matrimonios, invirtiendo enormes esfuerzos en esta tarea. El “yetser hará” sabe que el que tiene una mala vida matrimonial cae en sus manos. Las personas que no gozan de paz en sus hogares pierden las ganas de vivir, andan angustiadas, deprimidas, no tienen fuerza para moverse, no pueden pensar claramente, y hasta pueden llegar a abandonar su fe en el Creador y nunca lograr su finalidad en la vida.

Lo contrario también es verdad. A un hombre al que nada le va bien, que tiene dificultades en su trabajo, con sus compañeros, etc., pero tiene una buena relación con su esposa, nada lo puede quebrar o desanimar. Tal como dice el rey Salomón, el más sabio de los hombres: “Mejor es un bocado seco y en paz, que una casa llena de festines y banquetes, pero en discordia”. La Torá nos revela que la paz es tan importante a los ojos del Creador, que Él está dispuesto a borrar su Nombre Sagrado, para favorecer la paz de la pareja. Y hay un “midrash” que dice que el Creador ha entregado la Torá entera para lograr la paz entre los esposos. La paz es el camino de la Torá. “Todas Sus sendas son sendas de paz”. “Shalom” es uno de los nombres de D-s. Y así como D-s es perfección, también Shalom, la paz, es el estado óptimo del alma. Un alma apacible es el recipiente más apropiado para recibir la luz de la Torá, que como dijimos, también es paz.

El que logra caminar por la senda de la Torá como es debido, es decir, quien verdaderamente logra obtener el conocimiento desde el punto de vista de la Torá, nunca se conducirá con ira, disputas, crueldad, y nunca, pero nunca, despreciará a su esposa o la ofenderá.

Muchos piensan que estudian la Torá, pero en verdad no tienen ni idea de lo que hacen y su estudio no tiene nada que ver con ella (la Torá), si se comportan mal con sus esposas. El que realmente vive

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según la Torá se conduce con paciencia, tranquilidad, compasión, con paz.

La paz fuera del hogar es muy fácil.

Algunos cuestionan, que saben cómo vivir en paz pero fuera de sus hogares. Se las arreglan perfectamente con sus amigos de la “ieshivá” o del deportivo. No, no y no… eso no es paz. La paz con tus compañeros no es la paz auténtica. Ese no es el nivel de paz que puede llevarte a conocer mejor al Creador y lograr la perfección de tu alma. Y además, la paz con su compañero tampoco es una prueba sobre tu capacidad de vivir en paz. ¿Por qué? Porque tu compañero no demanda nada de ti. Él no te pide que le hagas las compras, que le tires la basura, que lleves a los niños a la escuela; no te pide más dinero, o cuando tienes un gran deseo de hacer algo, no te pide que te sientes media hora o más a escuchar sus problemas y angustias. Es muy fácil estar en paz con quien no tienes ninguna obligación ni responsabilidad. Estar casado es la verdadera prueba. Vivir en paz con la esposa: ésta es la verdadera misión. Justamente en casa, donde tienes obligaciones y responsabilidad, donde no puedes encubrirte con máscaras, ahí se encuentra la verdadera prueba.

Obteniendo la paz del hogar, el hombre verdaderamente puede conocer a Su Creador, aprender la Torá y perfeccionar su carácter. Entonces, ¿cómo se logra la paz en el hogar?

¿Cómo se logra la paz en el hogar?

Hoy en día hay un sinfín de métodos, consejos, estrategias, pero… ninguno tiene verdadero éxito. Entonces, ¿cuál es el secreto para obtener la paz en el hogar? Se llama “EMUNÁ”: la auténtica y firme fe en el Creador del Universo. Veremos cómo la EMUNA se refleja en la vida conyugal.

Hay tres reglas básicas, fundamentales para la fe que deben ser aplicadas en nuestra vida matrimonial:

PRIMER PRINCIPIO DE LA EMUNÁ: Todo proviene del Creador. Todo está bajo la Supervisión Divina. Por lo tanto, cuando nuestra esposa nos grita, nos contradice, nos maltrata, no es ella la que lo está haciendo… recuerden siempre: “No hay nada fuera de Él”. Ella es sólo un agente en las manos del Todopoderoso.

SEGUNDO PRINCIPIO DE LA EMUNÁ: Todo es para bien. D-s nos ama, somos sus hijos. Él sólo desea lo mejor para nosotros. Aunque no lo entendamos ni sepamos por qué nuestra esposa se conduce de tal o cual forma con nosotros, es para nuestro bien eterno. Lo que nos hace nuestra esposa es obra de Hashem, y Él siempre quiere nuestro bien.

TERCER PRINCIPIO DE LA EMUNÁ: En cada cosa que nos pasa hay un objetivo específico; se esconde un mensaje Divino. Y por lo tanto, debemos meditar: ¿qué es lo que quiere el Creador de mí? ¿Por qué me pasa tal y cual cosa? D-s me ama y quiere dirigirme hacia la rectificación de mi alma. Entonces, me

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está insinuando qué es lo que tengo que corregir para elevarme, para cumplir mi misión individual en este mundo.

Por ejemplo: llegas a casa después de un largo y agotador día de trabajo, abres la puerta de casa con una sonrisa, y de pronto ves un tigre esperándote listo para atacar. Y tú no lo comprendes, todo estaba bien, hablaron por la tarde, incluso le enviaste flores a casa, pero, nada… ella está igualmente furiosa.

Otro ejemplo: estás tranquilamente sentado en tu casa y llega la hora de irse al trabajo o la ieshivá y tu esposa te lo impide: “No, no vas a ningún lado, no te permito irte”, etc. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué está pasando aquí? Un hombre sin fe (EMUNÁ), inmediatamente se enoja, grita, desprecia a su esposa: “¡Qué! ¿Tú me vas a decir qué hacer y qué no hacer? Tengo una clase fija cada día y tú me dices que no puedo ir”. “¡Cómo! Después de un día entero en el trabajo, así me recibes, no tienes vergüenza”, etc., etc.

El hombre piensa equivocadamente que él es el gran justo y que ella es la gran malvada. Grave error. Si sólo hubiera tenido un poco de EMUNÁ. Si sólo conociera las tres reglas mencionadas, entendería que D-s es el que le pone trabas por medio de su esposa, es D-s el que provoca ese comportamiento en la esposa: “NO HAY NADA FUERA DE ÉL”. Y esto que le sucede con la esposa, aunque no lo entienda, es para su bienestar eterno. Un hombre que atraviesa una situación difícil debe meditar, ¿por qué? ¿Por qué el Creador me está

haciendo esto? ¿Acaso no quiere que vaya a mi clase de Torá?

Una falla en la Tefilá: RECUERDA QUE TODO DEPENDE DE ÉL.

Hay una regla espiritual inherente a cada impedimento que encuentres en la vida. Siempre que hay una carencia, hay dos opciones: o no se rezó nada sobre ella o se rezó muy poco. Cada acción debe ser acompañada por una plegaria. Si tienes algún impedimento para conseguir algo es muy probable que D-s quiera que reces sobre eso y que lo anheles verdaderamente. D-s quiere que dejes tu arrogancia y sepas que nada está en tus manos. Debes dirigirte a Él para que te ayude, debes entender que todo depende de Él. Esto es en general. Pero, específicamente hablando en relación a la esposa, como por ejemplo, su ira, tan impredecible e ilógica… es en verdad, un mensaje lógico del Creador y para nuestro bien eterno. El Zohar dice que el alma de una esposa es realmente la otra mitad del alma del esposo. Y como tal, releja el alma del marido como un espejo. Este es un principio básico que se debe recordar.

Las causas del comportamiento de la esposa hacia nosotros pueden ser varias.

1.- Cuando un marido deja de cumplir con sus obligaciones hacia su esposa, ella refleja su comportamiento casi al instante. Cuando el esposo deja de respetarla como la Torá determina, como un buen marido debería, ella no lo respetará a él. Cuando él se impacienta con ella, ella estará

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enojada e impaciente con él. Y todo esto se manifiesta como un impedimento en las cosas que él quiere hacer. Esto es lo que sucede en un nivel inferior de la comunicación, como causa y efecto de la comunicación espiritual.

En un nivel superior, cuando la esposa muestra desacato hacia el marido, esto es una señal de que el marido no respeta al Creador ni cumple su voluntad. En realidad, la relación entre D-s y el hombre es paralela a la relación entre marido y mujer. Por lo tanto, a partir del comportamiento de la esposa hacia el marido, el hombre puede entender la manera en como él mismo se comporta con el Creador.

Por ejemplo, si su esposa no hace lo que le pide es señal de que él tampoco hace lo que el Creador requiere de él.

Medida por medida.

Hashem dirige el mundo según el principio de “Midá kenegued midá”, medida por medida. En la misma medida que el hombre se conduce, asimismo, con esa misma medida D-s se conduce con él. (Con la misma vara que mides serás medido).

Otra causa muy común es la delicadez en la pureza espiritual del hombre. Un hombre que mira a otras mujeres, aunque su esposa no lo sepa fehacientemente, o que tiene todo tipo de fantasías lascivas o eróticas, o que habla con groserías, que no se sorprenda si de pronto, sin saber por qué, su esposa le comienza a gritar, despreciar o enfurecerse con él. Mirar a

otra mujer, o pensar en ella y peor, observar imágines sensuales tan comunes en internet o la T.V. es como cometer un adulterio espiritual, y la esposa se resiente con ello y sufre. Es muy probable que tampoco ella entienda por qué está molesta y enojada con su marido.

La relación entre los esposos no es solamente física sino espiritual. Ellos son dos partes de la misma alma. Y no hay nada que manche más la pureza del alma que la lujuria. Y cuando el marido profana su santidad, la segunda mitad de su alma, su esposa, lo siente y lo manifiesta. Esto perjudica su sustento y su salud y muchas cosas más.

Además, el hombre no debe sorprenderse de no sentir amor hacia su esposa. ¿Cómo puede amarla si está constantemente observando otras mujeres? Incluso si su esposa es la más hermosa, cuando lo domina el apetito de la lujuria, siempre la parecerá que las demás son más lindas que ella.

No existe ninguna razón válida para enojarse con la esposa: tu esposa es tu espejo.

El hombre creyente ve cada dificultad con fe, y sabe que todo proviene de D-s, en una forma calculada y comprende que cada dificultad que se le presenta es un mensaje.

Por medio de la emuná, la fe, entendemos que no existe nunca ninguna razón para enojarse con la esposa, ni decir nada en su contra. Jamás se le debe gritar u ofender, al contrario, hay que tratarla con

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paciencia, comprensión, compasión. El hombre debe honrar a su esposa por ser el megáfono del Creador, que transmite sus mensajes.

La esposa es el espejo personal del marido, que refleja su propia imagen, y su propio nivel espiritual. El hombre que no interioriza este hecho nunca podrá adquirir la verdadera paz en su hogar. Sin esto, no se puede empezar a trabajar sobre la paz conyugal. Este es el primer concepto que debemos definir y reconocer: TU ESPOSA ES TU ESPEJO. Si te miras al espejo y ves una mancha en tu camisa, ¿empezarías a insultar al espejo o a limpiarlo, o mejor, te cambiarías la camisa? Si miras al espejo una imaginen desagradable, ¿te enojarías con el espejo? Es ridículo.

El que comprende esta realidad ya nunca más criticaría a su esposa, y por el contrario, siempre buscaría en si mismo lo que se debe corregir, lo que debe mejorar. Y así se evitaría muchas penas. Pero, el que no es consciente de esta verdad, culpa a su esposa por cada cosa. Y no sólo está siempre enojado y sin paz interior, sino que su vida se transforma en un infierno. Y lo peor es que se aleja de cumplir su misión en la vida, ya que nunca tendrá éxito en la rectificación de sí mismo. El que piensa que debe corregir a su esposa, que ella no está bien, que ella no sabe cómo comportarse, se prepara muchos sufrimientos. El hombre se casa con el fin de aprender a corregirse a sí mismo por medio de su esposa.

El hombre se casa con el fin de aprender a corregirse a sí mismo por medio de su esposa.

Cuando el Creador dice sobre la mujer: “Le haré una ayuda frente a él”, significa que ese es el espejo que está frente a él y es la mejor ayuda que existe para corregirse. Pero, hay que saber que a un hombre que responde con agresividad e incluso con violencia, (D-s no lo permita, pues es uno de los pecados más horribles que existe), su esposa no puede servirle como espejo, ya que podría romperlo en mil pedazos. Y como ella le tiene miedo a causa de su violencia, se doblega y aunque ella se conduzca como un ángel (por temor) ya no es su espejo, no refleja la realidad que provoca su esposo en ella.

¿Cuántas veces escuchamos de casos de maridos que maltratan a sus esposas? D-s nos libre de eso. No hay un pecado tan terrible como este. El sagrado libro del Zohar dice que esto es espiritualmente incorregible. Incluso está prohibido despreciarla, apenarla, decirle una mala palabra, y mucho más atacarla o usar de la violencia física.

Les revelo algo más: la esposa no es solamente el espejo del marido, sino que es además, un espejo muy especial, es un espejo de aumento, agranda las cualidades y los defectos de su marido. Ella expone todos los defectos del carácter del esposo en forma ampliada. Porque el hombre está tan concentrado sobre sí mismo al punto que no puede ver ninguno de sus defectos y malos rasgos. Por lo tanto, si se mirase en un espejo común no se daría cuenta de

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que algo está mal. Sólo nos estimulamos cuando vemos algo enorme y así el hombre puede despertar de su sueño de que todo está muy bien. Una esposa enojada e irascible representa básicamente un mensaje del Creador, indicándole al marido que aunque esté muy seguro de que tiene un carácter noble y calmo, debe buscar en sí mismo muy bien, y encontrará que tiene mucho enojo (frustraciones) dentro de sí y que no conocía.

Y así sucede con cada mal rasgo del carácter. La mujer refleja la intimidad del hombre. Y si el hombre es honesto y se examina, encontrará en su esposa lo que se encuentra arraigado muy profundo dentro de él mismo.

Esto lo vemos muy bien en la perashá de Vayerá, cuando los ángeles prometen a Abraham Avinu, nuestro patriarca, que siendo muy viejo, en el plazo de un año tendría un hijo con Sará Imenu, nuestra matriarca. Sará que estaba en el interior de la tienda al escuchar esto se ríe de esta noticia ficticia según su opinión. Y entonces, Hashem reprende a Abraham preguntándole por qué se rió Sará. ¿Acaso ella no tiene fe en D-s de que pueda darle un hijo a pesar de que ella sea una anciana?

Surge la siguiente pregunta: ¿por qué D-s le hace este reclamo a Abraham si Sará también era profetiza y hasta de más nivel que Abraham? ¿Por qué D-s no se dirigió a ella directamente? ¿Por qué no le preguntó a ella la causa de su risa? Vemos aquí el concepto de que la mujer refleja el

nivel espiritual de su esposo. Y aunque no podemos entender en lo más mínimo el inmenso nivel espiritual de nuestro patriarca Abraham, sin embargo, en relación a su grandeza, tenía cierta falla en su fe, lo que se expresó (manifestó) en forma de risa en Sará, su esposa.

Y ahora llegamos a otro fundamento muy importante que debemos implantar en nuestra vida conyugal.

Nunca, pero nunca jamás critiques a tu esposa.

El Rab Arush me contó que cuando era un joven estudiante, poco antes de casarse, le pidió a su rabino que lo orientara en el tema de la paz conyugal. Y su rabino lo dijo: “NUNCA CRITIQUES O HAGAS UN COMENTARIO NEGATIVO A TU ESPOSA. Aunque cometiera el más grave pecado o hiciera la peor cosa posible; en lugar de criticarla ve a hacerte un examen de conciencia y encuentra en qué debes corregirte y arrepentirte frente al Creador.

El Rab Arush dijo que esas palabras fueron de las más importantes que hubiera escuchado en toda su vida. Esto es esencial para la paz doméstica. Todo el tiempo que el hombre critica a su esposa no puede tener paz en su hogar, es imposible. Puede ir a todos los consejeros del mundo y no lo ayudarán. Si le haces críticas a tu esposa no tendrás Shalom Bait, paz en el hogar, nunca en tu vida. Solamente, la encontrarás deprimida, triste, sin vitalidad. Un hombre con emuná, sabe claramente, que si critica a

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su esposa es como si criticara al Creador mismo.

Pero cuando corrige en si mismo lo que debe se corregirá su esposa también, aún sin necesidad de pronunciar una sola palabra sobre el tema.

Hay que buscar el lado bueno de todas las coasas.

El Rabi Najman de Breslev enseña que hay que buscar el lado bueno de todos los aspectos en los demás, y hasta en las peores personas. ¿Por qué?

Al encontrar lo bueno de alguien y juzgarlo favorablemente, eso mismo provoca la ayuda Divina para conseguir que esa persona supere lo malo y corrija su conducta. Entonces, esto es mucho más pertinente con nuestras esposas. Con más razón debemos ver lo bueno que hay en ellas; y no buscar lo malo. ¿Pero qué hace la mala inclinación? Le hace pensar al esposo justamente lo contrario de lo que dice el Rabí Najman. Le dice que busque los defectos de su esposa y que la critique por eso, que le haga reproches para que ella se corrija y mejore. Esto es una gran mentira. Está prohibido criticarla. Sólo se debe alabar las cosas buenas, alentarla, animarla. Cada persona a la que la anima y alienta quiere mejorarse y devolver lo bueno que recibe a quien se lo dio.

El hombre debe cumplir el precepto de alegrar a su esposa. ¿Acaso conocen a muchas personas que gozan de críticas y reproches? A nadie le gusta eso. Así no se alegra a nadie. Por medio de tus críticas

haces lo contrario de lo que te fue ordenado: alegrar a tu esposa.

El Arizal nos reveló que la otra parte del alma del hombre que se llama mujer, ya está espiritualmente rectificada, es decir, que la mujer no tiene nada que corregir en sí misma, sino que fue obligada a bajar a este mundo inferior sólo para ayudar a su esposo a corregirse. Esto es asombroso. Y ahora entendemos porque la obligación de casarse recae sobre el hombre; ya que la mujer si desea permanecer soltera, conforme a la Torá se le permite, no tiene obligación de casarse.

La paz en el hogar depende únicamente del marido.

Vemos claramente que la paz en el hogar depende únicamente del marido. La mujer llega a este mundo únicamente para ayudar al hombre. Entonces, ¿cuánto debemos honrarla y apreciarla?

Vemos que todo depende del marido, de sus acciones, de su trabajo espiritual, de su purificación. Esto es lo que determina si tendrá el mérito de tener una verdadera paz y armonía en el hogar o no.

Humildad vs orgullo.

Otro punto muy importante para la paz conyugal es ser humilde. Cuando un hombre es realmente humilde y sincero, su esposa lo respeta automáticamente, lo aprecia y lo ama.

Nadie puede tolerar al hombre arrogante, al orgulloso; y sobretodo la esposa no puede soportarlo y tampoco lo respeta. La esposa respeta al hombre que sabe

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realmente quien está sobre él (D-s), al que respeta y siente temor al Cielo. Y no puede respetar al que va como un tirano o un gorila pensando que el mundo es suyo y todo se lo merece.

El hombre debe ser humilde, no buscar honores ni respeto. La cábala, la parte esotérica de la Torá, nos revela que Hashem fijó una regla general en su Creación: el hombre es el mashpiah, el que influye, y la mujer es la mekabelet, la receptora de esa influencia, la influenciada, la que recibe.

Como el sol y la luna.

Así como sucede con el sol y la luna. En un nivel espiritual, el marido se parece al sol, mientras que la mujer se parecer a la luna. Ella refleja la luz que recibe de él.

Las emociones positivas como felicidad, respeto, paciencia, todo lo recibe de la luz o iluminación espiritual del marido.

Las emociones negativas, como la cólera, desacato, tensión, provienen de la oscuridad o carencia de la iluminación espiritual.

Por lo tanto lo que el marido da, es lo que el marido recibe.

Toda cosa de la que ella carece tiene como origen una falla en el marido, pues no la alumbra ni la ilumina con una luz adecuada. Pues, así como la luna está oscura y no es culpa de ella, sino porque el sol no la ilumina, del mismo modo, la mujer no es la culpable. Es el esposo que al no corregirse a sí mismo no la ilumina.

Un marido, siendo el dador, el iluminador, en toda circunstancia, debe hacer brillar constantemente la luz en su hogar sin ninguna oscuridad. Debe iluminar su hogar y darle a su esposa respeto, amor, calidez, alegría, seguridad, atención, consideración, fe, ánimo, y todo esto sin esperar nada a cambio. Y esta es la razón por la cual le ley judía obliga al hombre a respetar a su esposa. El es el mashpiah, él tiene el rol de dar, no de recibir. El respeto de la esposa hacia el marido es sólo el resultado de su propio comportamiento. Cuando el marido llega a su casa con el objetivo o la expectativa de recibir amor, comprensión, atención, está en un grave error y cae en la característica propia de la mujer.

Una vez que el hombre interioriza el hecho de que no merece nada, y que al contrario, se requiere de él que lo dé todo, entonces, de repente, comienza a conseguir grandes dividendos, su esposa comienza a reflejar su luz.

Por esta razón, cuando el esposo sufre el desacato y el insulto de su esposa, no sólo no debería enfadarse con ella, sino que además debería hacer doble examen de conciencia y arrepentimiento; primero, por no haber mejorado sus actos y segundo, por ser la causa del pesar de su esposa, ya que es ella la que sufre y se comporta de un modo molesto, como gritar y enojarse, todo esto, porque su marido no se comporta como se debe. El marido debe hace teshuvá, arrepentirse dos veces.

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Además, el desprecio y el desdén es la mejor forma de expiación de los pecados. Si recibes un desprecio de tu esposa, en realidad, le tienes que agradecer, ya que te lo mereces; y es mucho mejor que el reproche te llegue de un lugar del cual puedes preverte, y no de fuera de tu casa, como de tu jefe o un extraño o algo mucho más vergonzoso para ti.

La mujer es el altavoz del Creador.

Hemos comparado antes a la mujer como el altavoz o el megáfono del Creador. Otra buena comparación o alegoría para entender el sentido de las palabras de nuestra esposa hacia nosotros, consiste en definirla o verla como una grabadora del Creador, en la cual introduce todo tipo de discos de acuerdo con cada asunto.

Cuando Hashem desea alentar al marido introduce en la grabadora un disco de consuelos, fortaleza, palabras que levantan el ánimo, y lo contrario también es cierto. Cuando D-s quiere llamarle la atención le pone en la grabadora de su mujer un disco de desprecio e insultos.

¿Qué pensarían ustedes de un hombre que se enfrenta a una grabadora que lo desprecia e insulta respondiéndole con más insultos? Es un loco un enfermo mental, no? Pero, vemos a muchos hombres que actúan así con su esposa. ¿No es esto ridículo?

La mujer es la grabadora de Hashem. El marido tiene que poner atención y escuchar lo que el Creador le dice a través de su esposa, y luego reaccionar correctamente, es decir, realizar una

introspección y corregirse para retornar al Creador. Nunca debe pelear con la grabadora, porque seguramente, si el marido no se comporta adecuadamente frente a su esposa, esa es una causa por sí misma de los insultos que él provoca en ella.

Pero, en muchos casos, verá que no hay relación alguna entre su comportamiento y las reacciones de su esposa. Y esto no cambiará a pesar de lo que haga por ella, ya que esto no depende de ninguna manera de su comportamiento directo hacia ella, sino de sus actos ocultos que solamente él y D-s conocen. Por lo tanto, debe tratar de entender qué es lo que el Creador quiere comunicarle, qué es lo que tiene que corregir.

Una esposa es por lo tanto la verdadera prueba de nuestro auténtico nivel espiritual. Si un hombre soltero o sin paz conyugal (que es lo mismo) piensa que ya ha llegado a un nivel espiritual apropiado vive en un mundo de fantasía.

El ietzer hará del hombre es la lujuria; en la mujer: su deseo de recibir honores.

Hay un concepto esencial que tenemos que aprender. El ietzer hará, la mala inclinación del varón, consiste en la lujuria. Cuando un hombre obserba alguna pertenecía de una mujer, hasta un vestido colgado o una mantilla, de inmediato florecen todos sus sentidos y malos impulsos, empieza a crear imágenes y fantasías, y ¿quién sabe hasta

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dónde puede llegar con esos pensamientos?

Sin embargo, en la mujer las cosas son completamente distintas. Les revelaré el secreto de la mujer. La mala inclinación de ella consiste en su deseo de recibir respeto, honores. Ella está dispuesta a todo para conseguirlo. Por lo tanto, la mujer necesita que su esposo la honre, la alabe. Este es el gran secreto que se debe saber para alcanzar la verdadera paz en el hogar.

El respeto a la mujer es su vitalidad interna. Una mujer a la que su marido no honra y respeta no siente ninguna vitalidad, se siente la más desgraciada y miserable del mundo, pierde su voluntad de vivir. Aunque reciba todos los honores de parte de sus padres, se sus amigas, aunque tenga el trabajo más honorable y goce de una posición exitosa en la universidad, o tenga una buena posición o aunque sea rica, si su esposo no la respeta, la mujer se siente completamente desdichada. Pero, si el esposo la honra y la alaba, ella sentirá una maravillosa satisfacción, felicidad, una agradable sensación espiritual.

Cada mujer necesita la atención de su esposo como aire para espirar. El hombre piensa que es bueno porque trae el sustento y ayuda a su esposa. Piensa que es suficiente para que su esposa sea feliz. Pero, no sabe que todo lo que haga, si no sabe darle toda la atención y el honor que ella necesita, es como si no hubiera hecho nada. Su desdichada esposa

se sentirá desesperada y deprimida. Y este es punto principal de la paz del hogar.

Destacaremos otro principio fundamental que todo hombre debe saber.

Todo marcha según el comienzo.

Nuestros sabios enseñaron que todo va detrás del comienzo. Por lo tanto, la entrada del esposo a la casa, después de un largo día de trabajo o estudio, es de crucial importancia para la paz del hogar. Está prohibido llegar a la casa hambriento o cansado, ni con quejas o demandas. ¿Por qué?

Como dijimos, el hombre debe ser la influencia, no el influido. Si llegas a casa para comer, entonces, quieres recibir, no dar. Tienes que llegar a tu casa tranquilo, con la intención de influir, de ser el dador. Esto significa ser un hombre.

¿Tienes hambre? Ve a un restaurante y come antes de entrar a tu casa. ¿Tienes sueño? Ve a un hotel y duerme un poco antes de ir a tu casa.

Vienes a tu casa para cumplir tu función. Es tu esposa la que necesita recibir de ti la influencia positiva.

Y ni hablemos de llegar a casa triste. ¡Qué! ¿Esperas que tu esposa te alegre? La Torá dice que el marido debe alegrar a su esposa, no al revés.

¿Estás triste? Ve con un comediante que te alegre. Así podrás llegar a casa con una gran sonrisa en tu rostro y contarle a tu esposa unos buenos chistes y alegrarla.

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Otro error muy común es entrar a la casa con el propósito de salir; como por ejemplo cuando un hombre le dice a su amigo: “espérame un momento que sólo subo a casa a buscar algo”. Subir a la casa y marcharse de inmediato demuestra un desprecio. Si ya entraste a tu casa, mejor que te quedes y no salgas de inmediato, pues esto le molesta y enoja a la esposa.

Ella te espera durante todo el día, y de pronto tú entras para salir inmediatamente como si vivieras en un hotel. Sea cual sea el asunto por el que tengas que irte, eso es una falta de respeto.

Vamos a enfocarnos un poco en la intimidad del esposo y la esposa.

El Pirké Avot (5:16) dice que todo amor que depende de alguna cosa al cesar esa cosa termina el amor, pero todo amor que no depende de algo jamás cesará.

Cuando el amor del hombre hacia su esposa está basado en deseos físicos, apetitos carnales, decimos que ese no es el verdadero amor, sino que depende de alguna cosa, de su apetito sexual, de su lujuria. Él quiere satisfacer a su cuerpo, su parte animal, y no a su esposa, eso es todo. Es un amor egoísta.

Cuando el apetito sexual desaparece, inmediatamente desaparece el amor.

Un hombre que está hundido en la lujuria aunque dirija su apetito hacia su esposa, nunca podrá amarla verdaderamente. Sólo se ama a sí mismo, no a ella. Y esto es lo contrario de la intención del Creador.

El secreto de la verdadera y sana intimidad que debe existir entre los cónyuges se encuentra expresado en la Torá.

La mujer fue castigada al salir del Edén; su esposo tendría el dominio sobre ella. Medida por medida, por darle de comer del fruto prohibido. “Y hacia tu marido será tu deseo y él te dominará”.

Rabi Najman dice que si se cumple la primera parte del versículo (“hacia tu marido será tu deseo”), entonces, también se cumple la segunda parte (“él tendrá el dominio sobre ella”); lo que significa que él es la fuente de alegría y vitalidad de su esposa; su iluminación. Y ésta es una gran responsabilidad.

Pero si sucede al revés, y la relación del esposo hacia su esposa depende de sus deseos físicos hacia ella, su pasión por ella, entonces ella lo domina a él y los dos viven en un infierno, porque han cambiado sus roles; y esto es muy peligroso, ya que contradice las cualidades naturales que D-s implantó en ellos. Por lo tanto ese hogar se destruye completamente.

Además, cuando el hombre siente todo tipo de apetito hacia su esposa, eso crea un deseo inverso en ella. Ella no lo puede soportar. Ella siente que es un castigo tener relaciones físicas con él, es un sufrimiento. Ella no lo puede soportar y él piensa que es un don Juan, el príncipe azul que le viene a dar amor… y ella lo ve como a un gorila, un monstruo. Y cuando él la toca ella se siente como en una

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cámara de tortura. Y todo esto sucede porque él está movido por sus apetitos. Él atiende sus supuestas necesidades. No va a dar sino a recibir.

Las relaciones físicas son una obligación del hombre hacia su esposa. Él se compromete a ello en la ketuvá, el contrato matrimonial judío. Debe hacerlo por ella, no al revés. Pero, él busca solamente satisfacer sus apetitos, y no cumple con su compromiso hacia ella.

Hay un verdadero amor en una pareja cuando sus vidas no giran alrededor de las relaciones físicas. Cuando tienen una verdadera relación, comunicación, conversaciones, respeto mutuo, consideración.

La mujer no tiene el impulso a la lujuria. A ella no le interesa el acto sexual en sí. Y es la morbosidad de nuestro siglo la que pretende presentar a la mujer de otra manera para satisfacer la fantasía enfermiza de algunos.

A la mujer le interesa lo emocional y no lo físico. Quiere ser atendida, cariño, amor, comprensión, respeto, ese es el verdadero deseo que tiene hacia su marido. Ella no siente los mismos impulsos sexuales que el marido. Si una mujer siente lujuria es porque es la reencarnación de un hombre. A una mujer por lo común no le interesa el erotismo.

Por lo tanto, el hombre hundido en la lujuria es insoportable a los ojos de la esposa. Y esto aleja a los miembros de la pareja, hasta destruir el hogar.

Lo correcto es que el deseo de la mujer se dirija hacia su marido y no al revés. No está escrito sobre el marido: “y hacia tu esposa será tu deseo”.

¿Cómo puede liberarse un hombre de sus malos deseos? Sobretodo en esta época en la que reina la lujuria, donde todo parece girar alrededor de los apetitos mundanos.

D-s no espera que una persona cambie de un día para otro y se transforme en un hombre justo de la noche a la mañana. Pero si, espera que hagamos nuestro mayor esfuerzo; ante todo, nos pide que hagamos una plegaria personal diaria en aislamiento, lo que se llama “itbolelut”. Debemos dedicarle media hora al día a nuestra plegaria personal en aislamiento para lograr la pureza espiritual. Hay que rogarle a D-s que nos salve de esos apetitos e impulso lascivos. Una media hora diaria durante un tiempo traerá resultados satisfactorios.

Y cada hombre debe abstenerse de todo tipo de cosas que le estimulan esos malos pensamientos. Y debe hacer todo lo posible para que mantener sus ojos y pensamientos en un estado de santidad.

Algo más: hay que aprender a conducirse en las relaciones físicas con la esposa según la halajá. Esto es básico para poder cuidar la pureza espiritual. Cada uno debe anhelar salvarse de la imaginación de la lujuria, y cada vez ir subiendo de nivel gradualmente.

Retomemos el tema de dar el debido respeto y atención a la esposa.

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Uno de los fundamentos más importantes para lograr la paz en el hogar es el siguiente. Debemos hacerle sentir a nuestra esposa que ella se encuentra en primer lugar para nosotros, que ella sepa que es lo más importante en nuestra vida. El marido debe transmitirle a su esposa de diversas maneras, que ella es lo principal, lo primordial de su existencia.

En cada oportunidad que se le presente debe decirle a la esposa lo mucho que la quiere, que ella es lo más importante, la más inteligente y la más hermosa para él. Y también, debe demostrar esto con hechos. Cuando ella pide cualquier cosa, necesita algo, o su voluntad es contraria a la del marido, el hombre debe anular su propia voluntad ante la de su esposa y cumplir la voluntad de ella. Y así le demostrará que ella es más importante para él que cualquier otra cosa. Y ella sabrá que la tiene en la más elevada prioridad en su vida.

Cuando un hombre llega a su casa del trabajo y en vez de sentarse en la mesa gritando que tiene hambre como un troglodita, sonríe, le da a su esposa una flor, un chocolate y le dice: “estoy tan feliz de verte”, esto le provocará gran alegría y regocijo.

Antes de hacer cualquier cosa, antes de hablar con sus hijos, el esposo debe buscar primero a su esposa: “¿dónde está mi querida esposa?, hola, niños, pero… ¿dónde está mamá?” Ante todo mamá. Y cuando la vea, la saludará con una sonrisa, con amor: “¡Hola, querida esposa, ¿cómo estás? Quiero hablar

contigo unos minutos”. Luego la estimulará a hablar. Le hará preguntas que muestren que se preocupa por ella. Y le mostrará un verdadero interés. Lo principal es mostrarle mucha atención de inmediato al entrar a la casa.

Cuando la mujer sienta que ocupa el primer lugar en la vida de su marido, es indescriptible el grado de seguridad, alegría y vitalidad que sentirá. Ella será la mujer más dichosa del mundo. Y el marido será el primero en disfrutar de eso.

Pero, sorprende que muchos hombres afirmen que no pueden alabar a sus esposas alegando que no pueden mentir. Ellos dicen que si no están convencidos de dichas alabanzas, no las pueden pronunciar. Cuestionan: “¿Cómo puedo decirle que está guapa si no lo está? ¿Cómo decirle que es hermosa si no lo es?”

Estos maridos en lo referente a sus esposas, de pronto se convierten en minuciosos perseguidores de la verdad. Para ellos expresaremos algunas enseñanzas de nuestros sabios (z”l). Así verán que pueden expresar muchas alabanzas auténticas a sus mujeres.

Un sabio sintió orgullo una vez y al encontrarse con un hombre muy feo declaró: “¡Qué feo es este hombre!”, a lo que le respondió: “Ve a decirle al artesano que me creó que es muy fea esta obra que ha creado”.

El escuchar el sabio esta llamada de atención se avergonzó mucho, pues entendió la gravedad de su pecado, había

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blasfemado contra el Creador. Luego se arrodilló a suplicarle perdón, pues si D-s lo creó con esa forma física, ésta no podría tener defectos.

La regla es la siguiente: si una persona tiene fe en el Creador y tiene fe en que Él creó a su mujer de tal forma, entonces, ella es la más bella del mundo. Porque si D-s le dio esa forma, esa es la adecuada, pues, D-s siempre hace lo más bello y bueno. Entonces ella es la mujer más hermosa que existe, D-s le dio la belleza más completa para la rectificación de sus almas (de ambos cónyuges).

Por lo tanto, puedes y debes decirle a tu esposa con sinceridad: “¡Eres hermosa! Tu belleza es muy especial.” Y si ella te responde que lo dices por decir, contéstale que sobre gustos no hay nada escrito.

Dile con firmeza que para tu gusto ella es la más linda del mundo. Y aunque ella no crea que lo dices con convicción, tú debes permanecer firme y continuar diciendo esas palabras. “Para mí eres perfecta. No existe una mujer como tú”. Y debes ser sincero porque sabes que esa belleza se la ha dado el Creador. Por lo tanto, es la belleza perfecta y ella es la mujer perfecta para ti.

Los sabios del Talmud dicen que todo hombre que no tiene esposa no tiene alegría. Por eso hay que decirle a la esposa: “Tú eres mi alegría, mi felicidad”.

Además, está escrito que el que no tiene esposa no tiene bendición, ni bienestar, ni siquiera puede ser llamado hombre. Y por

eso le dirá: “Tú eres mi bendición, mi muro protector, mi bienestar”. “Sin ti, no soy nada, ni siquiera un ser humano”. “Yo no valgo nada sin ti”.

Y no hay falsedad alguna en esto, pues si crees y confías en que la Torá es la verdad, estarás confirmando sus palabras verdaderas.

El marido debe buscar siempre la forma de dirigirle a su esposa palabras de honor y alabanza. Por ejemplo, cuando ella prepara algo para comer, debe decirle: “qué buenas manos que tienes”, “benditas manos”, “que rica comida preparaste”. Si se pone un vestido nuevo, “qué lindo que te queda ese vestido”. Y aunque alabe todos los días la misma cosa, eso también le causará alegría. Y con más razón si encuentra una nueva causa para alabarla. Hay que dar a la esposa un sinfín de cumplidos y elogios.

Y lo más importante es rezarle a D-s que tu esposa crea en que tú la amas, que sienta que la amas. Porque la mujer tiene la tendencia a pensar que su marido no la ama. Y a veces llega a pensar que el marido la odia; y esto para ella es peor que morir. Es un sufrimiento terrible que los hombres no podemos entender. Una mujer que piensa que el marido no la ama puede perder la cabeza y hasta morirse espiritualmente, emocionalmente; es decir, que no tiene ninguna alegría llegando a al cólera, la desesperación y a la depresión. Por eso hay que alabarla y demostrarle mucho amor.

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Nunca, pero nunca compares a tu esposa con otra mujer.

Otro principio básico es el siguiente: la más grande competidora de la mujer es otra mujer. Nunca, pero nunca compares a tu esposa con otra mujer, ni con su propia madre o hermana y con mayor razón, con tu propia madre. Una esposa siempre está feliz de saber que su esposo la respeta y considera más que ninguna otra mujer. Está prohibido que la mujer sienta que está en competencia con cualquier otra cosa del mundo, y con más con otras mujeres. La más pequeña alusión del esposo sobre la preferencia de alguna cualidad en otra mujer provocará que el corazón de su esposa se llene de odio y celos, aunque se la haya comparado con su madre u hermana. Para la mujer lo más importante es saber que su marido la ama más que a nada en el mundo. Si llega a sentir que el marido ama más a su rabino que a ella, sentirá celos de él. La mujer necesita saber que ella es lo más importante en el mundo para él. Incluso si ve que el esposo ama más a D-s que a ella estará celosa. Por eso, hay que conducirse con mucha inteligencia y mostrarle todo el respeto y el amor posibles.

Nunca compararla con nadie. Y si ella necesita cualquier ayuda de él, él debe decirle que ella ocupa el primer lugar en su vida, y ayudarla. Ella debe saber que si te necesita tú te entregarás a ella completamente, y que ella está antes que todo lo demás. Esto le da una gran fuerza y confianza a la mujer.

La mujer debe sentirse segura y especialmente en el aspecto financiero.

Otra cuestión importante: la mujer debe sentirse segura y especialmente en el aspecto financiero. Un marido tacaño jamás podrá ser cariñoso o respetuoso. No hay un rasgo peor en el marido que la tacañería. Por lo tanto, lo correcto y adecuado es permitirle a la esposa manejar la economía de la casa. Esto te salvará de muchas quejas. Incluso si eres incapaz de cubrir los deseos de tu esposa, nunca deberías decirle “no tengo”, sino que debes prometerle que harás todo lo posible para conseguir lo que te pidió, y que tan pronto tengas los medios estarás feliz de acceder a sus pedidos. Y esto hace sentir a la esposa amada, respetada, valorada y segura.

También hay que saber que la mujer necesita relatar todas sus vivencias, contando detalles que podrían parecer irrelevantes al esposo. Por lo tanto, el esposo debe tolerar que ella le cuente todo, incluso chismes. Porque ella necesita revelar todo lo que tiene en su corazón, y debe sentir la confianza y la seguridad de poder relatarle todo a su marido. Por ello, el marido jamás debe llamarle la atención sobre lo que ella le relata, pues ello sería traicionar la confianza que ella ha depositado en él. La debe escuchar con plena atención y en su corazón sabrá lo que debe filtrar. No debe censurarla en lo más mínimo y le mostrará una atención absoluta. Así la mujer podrá desahogarse y se evitarán los chismes con las amigas.

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También se debe conversar con ella sobre las cosas que a ella le interesan. Esto es amor, esto es respeto.

El hombre está obligado a satisfacer las necesidades emocionales y sentimentales de su esposa. Y esta es la esencia del respeto a la esposa: la consideración, la atención, el amor. Esto es lo esencial para ella. Este es su placer.

Está prohibido burlarse de lo que te parezca que son los puntos débiles de la mujer. En ella los aspectos sentimentales y emocionales dominan sobre la parte racional. Está prohibido despreciar el modo en que ella piensa, sus intereses. Al contrario, hay que respetarla ya que Hashem la creó así para el bien de tu casa, para la crianza de los hijos y otras razones.

El hombre y la mujer son dos puntos opuestos, cada uno completa lo que al otro le falta. Se complementan mutuamente. Y por medio de su unión logran una unidad perfecta. Y esta unidad es el shalom bait, la paz del hogar.

La mujer es más sensitiva y sensible. Cuando un hombre se ofende al poco tiempo se olvida de lo que pasó. Pero, la mujer si se ofende, aunque diga que te haya perdonado, cuando suceda algo similar que no sea de su agrado, te recodará lo que pasó hace unos meses o incluso hace años atrás. ¿Por qué? La Guemará en el tratado Nidá plantea esta pregunta: ¿Por qué es más fácil para el hombre apaciguarse y reconciliarse que a la mujer?

Responde que se debe a la materia con que fueron creados. El hombre fue creado del polvo de la tierra que es blando y todos lo pisan, por eso le es más fácil aceptar la conciliación. Pero, la mujer que fue creada de un hueso, que es duro, no puede aceptar la conciliación con facilidad.

Por eso hay que tener mucho cuidado de no ofender o entristecer a nuestras esposas.

Otra cosa muy importante: sea cual sea la situación en que se encuentre la pareja, nunca, pero nunca se deben hacer participes de la crisis a los padres. Sólo se deben aconsejar con un rabino que tiene el conocimiento de que todo depende del marido. Pero si es un consejero matrimonial que piensa que es importante hablar con la esposa, deben buscar otro rabino.

Sólo un rabino que sabe que el 100 % del shalom bait depende del marido, como ya lo explicamos, solamente él puede ayudar a la pareja, y enseñarle al esposo como arrepentirse y como corregirse.

TODA LA RECTIFICACIÓN DEL MUNDO DEPENDE DE LA PAZ EN EL HOGAR (shalom bait).

Por lo tanto, hay una guerra espiritual muy fuerte contra la paz en el hogar de cada pareja. Hay que saber entonces que aunque un hombre lea mil veces este texto o escuche mil conferencias sobre este tema nada cambiará, nada lo ayudará, si no dedica un tiempo fijo cada día para rezar sobre este tema,

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sólo así se logrará un verdadero cambio en su vida matrimonial.

Debe pedirle al Creador que lo ayude a no volver a criticar nunca más a su esposa, que lo ayude a no engañarse, a entender que ella es su propio espejo, que aprenda a respetarla más allá de todas sus diferencias, que acepte sus áreas de interés que le parecen inútiles, que lo ayude a creer que D-s la ha creado según su voluntad y de acuerdo a su rol y función en el hogar.

De la paz del hogar depende toda la vida del hombre. Su felicidad, su éxito, sus hijos, su sustento, su rectificación espiritual. Todo depende del shalom bait.

Respetando a nuestras esposas hacemos que nuestro hogar sea no sólo una sucursal del paraíso en la tierra, sino también que el mismo paraíso sea literalmente una sucursal de nuestro hogar. Además que añadimos paz en el mundo y así hacemos de nuestro mundo un lugar digno de la Presencia Divina. Por medio de la paz en el hogar transformamos a nuestros propios hogares en pequeños santuarios, y así apresuramos la gueulá, la redención completa de nuestro pueblo y del mundo entero, la llegada del mesías y la reconstrucción del Beth Hamikdash.

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