Revista Barataria Nº 15

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La mirada del Otro en la literatura infantil y juvenil • Entrevista con María Teresa Andruetto • El reflejo de las minorías en la LIJ • Los adolescentes, tras un sentido de pertenencia N° 15 • 2013 Revista latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil

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La mirada del Otro en la literatura infantil y juvenil

• Entrevista con María Teresa Andruetto • El reflejo de las minorías en la LIJ

• Los adolescentes, tras un sentido de pertenenciaN° 15 • 2013

Revista latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil

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CC 29006884ISSN 1690-57733

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BARATARIA VOLUMEN XX • NÚMERO 13 • 20114

Número 15

Editorial

El reflejo de las minorías en los libros para niños y jóvenes por Sergio Andricaín

Entrevista: Maria Teresa Andruettopor Fanuel Hanán Díaz e Hinde Pomeraniec

Los adolescentes, tras un sentido de pertenencia por Freddy Gonçalves Da Silva

Los Otros del pasado por Krystyna M. Libura

Los niños leen a Lygia BojungaUn repaso a los trabajos ganadores de un concurso docente

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Directora Hinde Pomeraniec • Argentina [email protected]

Editor Fanuel Hanán Díaz • Venezuela [email protected]

Consejo editorial Laura Leibiker • Argentina y Chile Nancy Ceballos • ColombiaJael Gómez Pinilla • ColombiaMaría Eugenia Lasso • EcuadorMaría Geraldina Camargo • GuatemalaLorenza Estandía • MéxicoFiorella Bravo • PerúMildred Correa • Puerto Rico

Ilustraciones Roger Mello • Brasil [email protected]

Diseño Daniela Coduto • Argentina [email protected]

Viñetas Roberto Echeto • Venezuela [email protected]

Impresión

Agosto de 2013

Depósito legalISSN 1690-57733 CC 29006884

Ínsula imaginaria cuyo gobierno le fue otorgado a Sancho Panza como parte de un episodio burlesco que vive con Don Quijote.

Palabra cuyo valor fónico está vinculado al juego y al disparate; su sentido remite a mundos imaginarios y a motivos literarios.

CC 26505008 ISBN 9789875455672 288 PÁGS.

En los barrios bajos de Bath, en el gueto de los duendes, Bartolomeo y su hermana Queta viven bajo una terrible regla: No te hagas notar y nadie te colgará. No son humanos, no son duendes: son distintos.

La primera novela del jovencísimo Stefan Bachmann es ya un suceso de ventas y crítica en Europa y en los EEUU.

(The Peculiar)

Entra a un mundo fantástico en el que ser diferente… es peligroso

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a literatura infantil y la construcción del Otro es el tema central de esta revista Barataria, con el cual alcanzamos 15 números de ininterrumpida y vigorosa publicación. Las minorías y su re-

conocimiento en el tejido social, las diferentes formas de discrimina-ción y la diversidad como rasgo distintivo de las sociedades modernas son tópicos que se enlazan en los diferentes artículos de esta revista, y también la forma en que son trasladados con distintas soluciones a la ficción para niños y jóvenes.

Sergio Andricaín explora, en el primer artículo, diferentes rostros de la discriminación en un análisis panorámico y envolvente, que nos permite explorar algunos hitos en el vasto universo de los libros contemporáneos para niños. Muchos personajes de ficción desde su estatura nos hacen partícipes de las vicisitudes que experimentan por su condición de ser diferentes, como representantes de sectores marginados de la sociedad o desvalidos por sus capacidades físicas o mentales. La literatura infantil muestra sus posibilidades para re-gistrar esta realidad y diversos caminos para reconocer al Otro como una parte fundamental del mosaico humano.

Del mismo modo, Freddy Gonçalves recorre en sus reflexiones la otredad como tema aglutinador de diversas obras juveniles, partien-do del presupuesto de que los jóvenes en sí mismos forman parte de un grupo ambiguo, que se ubica a mitad de camino entre la infancia y la adultez. Diferentes obras marcan reflexiones profundas y dramá-ticas, que estremecen al lector en un intento por hacerlos partícipes de una realidad y expandir su horizonte hacia nuevas construcciones de la relación entre la individualidad y la alteridad.

Como complemento a estos abordajes, Krystina Libura, desde su trabajo como antropóloga, nos relata la experiencia de restaurar la mirada del Otro en libros de ficción histórica, a partir de diferentes episodios de la Conquista. Los hablantes periféricos, testigos más que protagonistas, desde su perspectiva ofrecen un ángulo inespe-rado que muchas veces se enfrenta con las versiones oficiales.

Desde la ficción a la no ficción, los libros para niños y jóvenes permiten darle visibilidad a diferentes grupos que engrosan sectores periféricos, que orbitan alrededor de una cultura hegemónica. Para-dójica y afortunadamente es gracias a un discurso marginal que se abren anchos espacios para aceptar las minorías.

Junto a estos artículos destaca la entrevista a María Teresa An-druetto, ganadora del Hans Christian Andersen. Una visita a la inti-midad de su escritura nos adentra a ciertos resortes que sostienen el lenguaje y la ficción en una autora versátil y profunda, que también aborda en sus libros el tema de la diferencia.

Para acompañar a los mediadores y docentes en sus iniciativas para formar lectores, ofrecemos algunas claves de los ganadores del Concurso Norma de Estrategias de Animación a la Lectura, donde destacan las propuestas más innovadoras para abordar los libros de la aclamada autora brasileña Lygia Bojunga.

Con este número consolidamos un espacio de reflexión sobre un tema de actualidad, que compromete a todos los actores en un esfuer-zo compartido para integrar la diferencia y asumirla como parte de la existencia. Los libros para niños y jóvenes definitivamente aseguran un reconocimiento del Otro, en la medida que abrazan el reconocimiento de lo distinto y tienden puentes para el encuentro de lo diverso.

Editorial L

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El reflejo de

las minorías

en los libros para

niños y jóvenes

Una buena manera de iniciar una aproximación al re-flejo de la situación de algunas minorías en la litera-tura infantil y juvenil podría ser haciendo referencia

al concepto de minoría. ¿Qué define este término? Las dos primeras acepciones que ofrece el Diccionario de la Real Aca-demia de la Lengua Española hablan de la “parte menor de las personas que componen una nación, ciudad o cuerpo” y de la “parte de la población de un Estado que difiere de la mayoría de la misma población por la raza, la lengua o la religión”. Sin embargo, en el contexto contemporáneo la identificación de los grupos minoritarios suele ser objeto de discusiones. Y es que el concepto minoría trasciende, sin duda alguna, esas acepciones filológicas, y va más allá de la nacionalidad, el origen étnico y la filiación religiosa o lingüística. Al hablar de grupos minoritarios, estamos haciendo referencia, también, a comunidades y colectivos que son objeto de invisibilidad, marginalización o persecución por razones políticas, econó-micas o sociales.

Las minorías, al margen de sus peculiaridades, suelen te-ner condiciones en común. Una de ellas: encontrarse en una posición social no dominante. Otra, particularmente grave: la dificultad para ser entendidas y reconocidas, y para obte-ner el reconocimiento de sus derechos sociales, culturales,

Por Sergio Andricaín*

UN RECORRIDO POR LA FIGURA DEL OTRO EN DIFERENTES LITERATURAS

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económicos, civiles y políticos. Más que toleran-cia, lo que precisan y reclaman las minorías es respeto y aceptación, armonía en la diferencia.

Este complejo debate social, en el que coexisten las posiciones antagónicas y polari-zadas junto a las que apelan a estrategias que promuevan el respeto y la aceptación de los gru-pos minoritarios de cualquier índole, ha sido reflejado en las últimas décadas, en muchos ca-sos con notables aciertos artísticos, por los au-tores de libros para niños y jóvenes. Este reflejo podría interpretarse, de alguna manera, como un acto de justicia y solidaridad elemental, si se toma en consideración que la literatura infantil y juvenil es, en sí misma, una minoría dentro de un sistema cultural que, con mucha frecuencia, observa su producción desde una posición de condescendencia.

La intolerancia y las actitudes hostiles a las minorías son resultado de la ignorancia y de arraigados prejuicios de muy diversa na-turaleza, de ahí que la mejor vía para comba-tirlas sea a través de acciones educativas que contribuyan al entendimiento intercultural y el respeto al diferente. Así pues, los libros para niños pueden desempeñar un importante papel en esa labor. Los libros pueden ser excelentes dispositivos culturales e ideológicos para des-armar los estereotipos sociales, para decons-truir y reconstruir la imagen que tenemos del otro, para darle nuevas perspectivas a nuestra apreciación de la realidad, para combatir los prejuicios que tenemos con relación a ciertos grupos de seres humanos.

A través de la obra literaria, el niño o joven lector tiene la posibilidad de conocer mejor al Otro –físicamente cercano o distante–, de dialo-gar con él y consigo mismo, y de transformar o fortalecer su posición ante la problemática que el autor ha recreado artísticamente. De esa for-ma, los libros contribuyen a combatir las ideas que los distancian de otros grupos humanos, favoreciendo que mediante la comprensión, los acepte y los incluya en su visión del mundo.

En estos apuntes se hará alusión a algu-nas minorías sociales y se comentarán obras narrativas de autores de diferentes naciona-lidades que han reflejado artísticamente sus problemáticas.

La niñez: la minoría más vulnerable

Los niños de menos de 15 años representa-ban el 27 por ciento de la población mundial en el 2012. Su condición minoritaria no solo se define a partir de las cifras estadísticas, sino también por el hecho de que ellos dependen, desde que nacen hasta que alcanzan la mayoría de edad, de los adultos. Eso explica por qué en muchos lugares del planeta la infancia es una de las víctimas más notorias de la injusticia so-cial, al negársele derechos tan elementales como una adecuada alimentación que garantice su de-sarrollo físico y mental, una educación básica y los más esenciales servicios de salud. A lo ante-rior hay que añadir que millones de niños en el mundo sufren actos de violencia que van desde la agresión física y sicológica hasta la explota-ción laboral (en términos casi de esclavitud) y el abuso sexual.

Numerosas obras contemporáneas destina-das a los lectores infantiles y juveniles se han acercado a distintos aspectos álgidos de la vida de esta minoría en el planeta. Algunos suma-mente dolorosos, que constituyen vergüenzas mayúsculas para la sociedad, como los que re-crea Jordi Sierra i Fabra en su libro Material sensible. Cuentos crueles (2009): sometimiento a la ablación del clítoris, explosiones de minas personales, sicariato infantil, etc.

Minorías étnicas: judíos y romaníes

Un tema relacionado con la problemática de las minorías étnicas que ha sido reflejado en numerosos libros para niños y jóvenes es el an-tisemitismo: la persecución y exterminio de los

“ La intolerancia y las actitu-des hostiles a las minorías son resultado de la ignorancia y de arraigados prejuicios de muy diversa naturaleza

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judíos, especialmente durante los años que van de 1933 al final de la Segunda Guerra Mundial. Un clásico dentro de esta vertiente temática es Cuando Hitler se robó el conejo rosa (1971), de Judith Kerr. En esta novela somos partícipes del vía crucis de una familia hebrea obligada a huir de país en país para ponerse a salvo cuando los nazis toman el poder en Alemania. Su paso por Suiza y Francia, hasta llegar a Inglaterra, donde la familia consigue finalmen-te refugiarse para lograr reconstruir su vida, permite a Ana, la niña protagonista, consta-tar, con tristeza, el odio y el recelo irracional que su pueblo provoca a muchas personas. A medida que el desarraigo le va arrebatando su infancia, Ana irá madurando y tomando con-ciencia de que pertenece a una comunidad dis-criminada y perseguida.

En otra obra de gran impacto emocional, El hombre del otro lado (1989), el escritor Uri Orlev enriquece esta temática con diferentes y com-plejos ángulos. El héroe de su novela es Marek, un adolescente de trece años que vive en Varso-via a principios de los años 1940 y que ayuda a su padrastro Antony a contrabandear mercan-cías con los judíos. Para poder introducirse en el gueto donde las autoridades nazis mantienen confinados a los hebreos, Marek y su padras-tro deben viajar a través de sucias alcantarillas. Para Marek, criado en un hogar católico y vin-culado a un universo antisemita, los judíos son seres desagradables y extraños; sin embargo,

distintos acontecimientos lo llevarán a cambiar su visión. Primero, cuando se entera de que su verdadero padre –un comunista al que los ale-manes dieron muerte cuando él tenía cuatro años– era judío; más tarde, cuando ayuda al señor Yusek, un hebreo que se ha escapado del gueto; y finalmente, cuando combate a los ale-manes junto a otros muchos jóvenes judíos. Las últimas páginas del libro contienen una emotiva recreación de la trágica sublevación del gueto de Varsovia. El padrastro, ese contradictorio per-sonaje que odia tanto a los comunistas como a los judíos, pero que insiste en adoptar a Marek, hijo de un hebreo comunista, es uno de los ma-yores logros de la obra y un indicador tanto de su complejidad sicológica como de su abarcador abordaje de un tema a menudo desarrollado de forma maniquea.

En Historia de Pimmi, Ursula Wolfel coloca en el foco de su atención a otra minoría étni-ca que, a lo largo de los siglos, ha sido cla-ramente identificable y objeto de suspicacia y rechazo por buena parte de la sociedad: el pueblo romaní o gitano. Los valores culturales de esta etnia, sus formas de comunicación e interacción y su tendencia al nomadismo se reflejan en esta novela que vio la luz en Ale-mania, en 1962, con el título original Mond, mond, mond (Luna, luna, luna). Pimmi y su hermana Nauka se separan de su tribu y cho-can dolorosamente con el rechazo, la incom-prensión y la intolerancia.

La presencia de comunidades gitanas en América Latina es el eje central de La llamara-da verde (2012), primera novela de la autora argentina Cecilia Moscovich. Aunque se trata de una realidad insuficientemente conocida, en esta región vive alrededor de un millón y medio de gitanos (principalmente en Brasil, Argentina, Colombia y México). Muchos de ellos abandona-ron sus costumbres nómadas y se han asenta-do en barrios populares de las ciudades; otros, como los que aparecen en La llamarada verde, continúan deambulando y solo permanecen du-rante algunos meses en determinados lugares donde son contratados para realizar labores agrícolas en condiciones abusivas.

Si en Historia de Pimmi son las niñas gi-tanas quienes nos conducen a través de las

“ Los movimientos migrato-rios de un país a otro, ya sea por razones económicas, po-líticas o de otras índoles, ge-neran confrontaciones que la literatura ha reflejado

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peculiaridades culturales y éticas de su pueblo, en La llamarada ver-de conocemos a los romaníes a través de la mirada de la pequeña Ana, la hija de un hacendado azu-carero de Pernambuco. La amis-tad que la niña entabla con Zahir, un muchacho gitano, le permite descubrir la humanidad de ese grupo étnico. Haciendo caso omi-so de los estereotipos racistas que esgrimen contra los romaníes los adultos que la rodean, Ana no solo se aproxima afectivamente a los familiares y amigos de Zahir, sino que comienza a recoger en un cuaderno sus costumbres e his-torias en un acto de aceptación y entendimiento.

Miradas a los refugiados y desplazados

La precariedad económica y los conflictos bélicos de distintas regiones del mundo han ge-nerado numerosos éxodos a lo largo de la histo-ria. Esta situación, lejos de desaparecer, se ha complejizado de forma cada vez más acucian-te, dando lugar a la aparición de numerosos grupos de refugiados y desplazados en todo el planeta. La realidad de estas minorías ha sido abordada en obras literarias que van desde la denuncia política hasta el testimonio de las cir-cunstancias en que transcurre la vida cotidiana de esas comunidades.

Palabras de Caramelo (2002), del español Gonzalo Moure, recrea el día a día de Kori, un niño sordomudo, en un campamento de refu-giados saharauis y su relación con un camello al que llama Caramelo. Cuando el animal crece, deberá ser sacrificado para poder alimentar a las familias, una dolorosa realidad que el niño tendrá que enfrentar. El relato tejido en torno a este personaje infantil refleja las condiciones de los dos grupos minoritarios a los que perte-nece: los desplazados sarahuies y el de las per-sonas con discapacidad auditiva. Por su parte, el colombiano Gerardo Meneses Claros relata en La luna en Los Almendros (2012) el drama de una familia rural que, a causa de los en-frentamientos entre la guerrilla y el ejército, se ve obligada a huir, renunciar a su tierra e ini-ciar una nueva vida en un pueblo. La historia,

contada en primera persona por un niño llamado Enrique, es representativa del acoso y la violencia que sufren miles de familias en todo el mundo por parte de fuerzas contendien-tes, situación que obliga a es-tas personas a abandonar su residencia dejando atrás todo lo que tienen.

Entre los creadores de Co-lombia el tema de los desplaza-dos ha sido objeto de especial interés; así lo evidencia la pu-blicación de otras obras sig-nificativas, como Eloísa y los bichos (2009), de los colombia-

nos Jairo Buitrago, texto, y Rafael Yockteng, ilustraciones, y El mordisco de la medianoche (2009), de Francisco Leal Quevedo. A veces, un conflicto bélico convierte en minoría desvalida a los sobrevivientes de la guerra, como se apre-cia en el álbum El principio (2012), con texto de la española Paula Carballeira y gráfica de la alemana Sonja Danowski; sin que los protago-nistas de esta historia hayan tenido que mar-charse del lugar donde siempre han residido, al final de la contienda se han quedado sin nada, totalmente desprotegidos: solo poseen su fe en el mañana.

Entre la discriminación y la exclusión

Si bien las sociedades contemporáneas han dado importantes pasos de avance en la lucha contra la discriminación entre los seres huma-nos por motivos de raza o color de la piel, el segregacionismo, las ideas supremacistas y el odio racial continúan siendo problemas preocu-pantes. Los movimientos migratorios de un país a otro, ya sea por razones económicas, políticas o de otras índoles, generan confrontaciones que la literatura para niños y jóvenes ha reflejado a veces de forma alegórica –como ocurre en libros infantiles como El hombre de la Luna (1966), del francés Tommi Ungerer; El manzano (1980), de la austríaca Mira Lobe, con ilustraciones de la suiza Angélica Kaufmann; Sapo y el forastero (1993), del holandés Max Velthjuis, o Comple-tamente diferente (2002), de la cubana Yanitzia Canetti, con ilustraciones de la española Ánge-les Peinador– o de una manera realista, a veces

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cercana al testimonio documental. Un ejemplo de esta segunda tendencia es la novela La noche del polizón (2011), de la argentina Andrea Ferra-ri, inspirada en casos reales que la autora docu-mentó en su condición de periodista. Karmo, el protagonista de la obra, es un adolescente afri-cano que escapa de la guerra civil que agobia a Liberia, su país natal; consigue llegar a Guinea y una vez allí viaja como polizón a Argentina. En Buenos Aires, Karmo debe sobrevivir como refugiado y conocerá en carne propia el dolor de ser marginado por negro y por diferente, pero, a la vez, conocerá la solidaridad de un grupo de personas que lo ayudarán a insertarse en el país adonde ha llegado y le brindarán su apoyo para que localice a su hermano. Al igual que otros emigrantes negros, Karmo debe aprender a lidiar con la mirada de los otros: una mirada que, como ha explicado Ferrari en una entre-vista “es curiosa, pero también muy a menudo hostil. En algunos casos la hostilidad es directa: gente que ni siquiera los conoce les grita cosas como ‘negro de mierda’ o ‘andate a tu país’”.

En Tony (2010), novela de la ecuatoriana Cecilia Velasco, uno de los protagonistas, un adolescente de ascendencia asiática de nombre Dewei Wang, pero que ha preferido que lo lla-men Tony, tiene que enfrentarse no solo a las bromas de sus compañeros por su origen racial, sino incluso a las burlas de uno de sus profeso-res. En Cartas al cielo (1998), la cubana Tere-sa Cárdenas testimonia desde su experiencia la problemática de la población negra en su país. “De verdad eres prieta y bembona”, le dicen a la niña protagonista, pero, al mismo tiempo, su propia abuela le asegura “que es bueno adelan-tar la raza. Que lo mejor que puede pasarnos es que nos casemos con blancos”.

Concebido para lectores de más corta edad, Cuando yo hice de María (2010), álbum de las alemanas Jutta Richter, texto, y Jacky Gleich, ilustraciones, gira alrededor una niña negra que llega con su familia a una comunidad don-de recibe un trato despectivo por parte de sus compañeros de clase a causa de su aspecto di-ferente y del color de su piel. La niña ha tenido que lidiar con el hecho de ser distinta. “Cuando yo todavía era pequeña, creía que tenía que la-varme con nieve para ser tan blanca como los demás niños”, nos confiesa. “Pero mamá dijo

que era un tontería y que a ella le parecía her-moso que yo fuera oscura. Ella dijo oscura, pero soy negra”. La niña encontrará una ines-perada reivindicación cuando el azar la lleva de interpretar el papel de oveja del pesebre, al que había sido relegada en una representación escolar navideña, al de la Virgen María: una inesperada lección de integración y respeto a la diferencia.

El estatus económico conlleva, a menudo, a una estratificación social rígida donde la mayo-ría olvida o desdeña a aquellos que disponen de menos recursos y sobreviven en áreas periféri-cas, realizando a menudo tareas de reciclaje, o en las calles de las grandes ciudades, vendiendo mercancías baratas o mendigando. Desde pre-misas artísticas diferentes, libros como Cuen-tatrapos (1991), del chileno Víctor Carvajal, y Soñar con la ciudad (1998), del panameño Ra-món Fonseca Mora, proponen acercamientos realistas a la problemática de los niños pobres que se mueven en espacios marginales.

Margot, la pequeña, pequeña historia de una casa en Alfa Centauri (2011), del mexicano An-tonio Malpica, apuesta por la imbricación de lo real y lo fantástico al abordar la dura realidad que comparten una niña y su padre, miembros de una comunidad de recicladores. Por su par-te, el álbum Trapo y Rata (2011), de la chilena Magdalena Armstrong Olea, se vale de la fábula y de lo metafórico para presentarnos, a través

“ El estatus económico con-lleva, a menudo, a una estra-tificación social rígida donde la mayoría olvida o desdeña a aquellos que disponen de me-nos recursos y sobreviven en áreas periféricas

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mentales, en obras como Toby (1997), de la ar-gentina Graciela Cabal; Jesús Betz (2001), de los franceses Fred Bernard, texto, y François Roca, ilustraciones, y Óyeme con los ojos (2000) y Maia (2010), de la colombiana Gloria Cecilia Díaz.

Literatura contra la invisibilidad

Estos y otros libros que hablan de mino-rías constituyen valiosos espacios para el co-nocimiento, el análisis y el diálogo, y deberían ser leídos no solo por los niños y jóvenes para quienes fueron escritos, sino también por los padres, maestros, bibliotecarios y demás me-diadores de lectura para generar debates que contribuyan a dejar de mirar a los integrantes de las minorías como rarezas sociales, como personas hacia las que hay que mantener un actitud recelosa y hostil.

Solo un mejor conocimiento de estos grupos permitirá eliminar actitudes suspicaces, agre-sivas y segregacionistas, permitiendo aceptar e incorporar al otro en el rico y vasto entramado social, para crear un espacio en el que todos los grupos humanos puedan desarrollarse y con-tribuir al bien colectivo. La literatura infantil y juvenil puede actuar sobre la invisibilidad social y cultural a la que están condenadas muchas minorías. Seguramente el contacto con estas obras hará posible que muchos niños y jóvenes encuentren en la ficción caminos seguros para valorar la diferencia como parte de la riqueza del ser humano.

*Sergio Andricaín, autor e investigador literario cubanoa-mericano, dirige la Fundación Cuatrogatos (www.cuatrogatos.org), con sede en Miami. Ha publicado libros para niños como Había otra vez. Historias de siempre vueltas a contar (2013), Cuando sea grande (2013), Libro secreto de los duendes (2008) y Hace muchísimo tiempo (2005), y la investigación Escuela y poesía. ¿Y qué hago con el poema? (1997), en coautoría con Antonio Orlando Rodríguez.

de un relato visual que prescinde del texto es-crito, a dos personajes excluidos (un ser hu-mano y una rata) que unen sus fuerzas para ganarse un espacio un poco más digno en el sombrío basurero donde viven relegados.

Pero la marginación y el rechazo social no solo pasan por lo económico, sino por otras con-diciones. Así queda demostrado en obras que presentan a niños y jóvenes excluidos por alguna característica personal que los hace diferentes y genera la no aceptación por parte de una mayoría dominante, empeñada en imponer sus códigos.

Un ejemplo de ello es la diversidad sexual que rompe con el estereotipo heterosexual arrai-gado en la conciencia social a lo largo de siglos. En Jim ante el espejo (1977), novela juvenil de la sueca Inger Edelfeldt, el protagonista es un retraído adolescente que descubre poco a poco su condición homosexual. Víctima de la agresión de sus compañeros de aula y de la incompren-sión de sus padres, Jim tendrá que recorrer un difícil camino hacia la aceptación de sí mismo y la defensa de su derecho a ocupar un lugar en la sociedad, tal y como es, junto a su pareja del mismo sexo. También en Para Nina (2009), del mexicano Javier Malpica, un personaje diferen-te reivindica su derecho a ser él mismo. Eduar-do tiene la certeza de que llegó al mundo en un cuerpo masculino que no le correspondía: piensa y siente como una mujer y lucha para que aflore la Victoria Citlali Dorina de la Concepción que habita dentro de él. Este relato plantea la con-frontación, en el seno del hogar y fuera de él, que debe asumir Eduardo/Victoria como parte de una minoría sexual duramente hostigada.

Este breve panorama nos ha permitido ex-plorar cómo la literatura infantil registra el des-precio a las minorías y las duras condiciones de las personas que se ubican en estas franjas. Sin embargo, hay libros que apuestan por reflejar no el cuestionamiento y el rechazo social, sino la aceptación de las minorías. Así sucede, en el caso de los niños con discapacidades físicas o

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Maria Teresa Andruetto:

“Escribir ficción siempre es jugar a ser Otro”

por Fanuel Hanán Díaz

e Hinde Pomeraniec

ENTREVISTA CON LA GANADORA DEL PREMIO HANS CHRISTIAN ANDERSEN 2012

La escritura, al igual que la lectura, es entre otras cosas un modo de salirse de uno para vivir otras vidas. Parafraseando a Darcy Ribeiro, en esta charla la autora de Veladuras explica cómo es ese movimiento que lleva a un autor a ver el mundo “desde los ojos de los demás”.

L a escritora argentina María Teresa An-druetto es esa clase de personas que eli-ge delicadamente las palabras, tanto al

escribir como en cualquier conversación formal o circunstancial. Cuando habla, sus ojos y sus manos también lo hacen y, por eso, siempre es un placer escucharla, así como leerla. Autora de una obra compuesta por varios e importan-tes títulos tanto para adultos como para niños y jóvenes, Andruetto es además una gran pro-motora de la lectura. Consagrada hace tiem-po entre sus pares y también por la elección de los lectores, en 2012 terminó de revelarse como un nombre clave de la literatura inter-nacional al recibir el Premio Hans Christian

Andersen, el más importante galardón que se otorga a los autores de literatura infantil y juve-nil. En esta entrevista, la prestigiosa escritora habla sobre algunos temas recurrentes en sus libros, cuenta su modo de abordar los textos y recuerda el origen de algunas de sus novelas.

–El contenido central de este número de Barataria es la figura del Otro, desde la perspectiva de las diferencias de todo tipo. ¿Cree que la literatura infantil puede ayudar al lector a tomar conciencia de la existencia del Otro?

–La literatura es eso. La ficción es eso. Es-cribir (y leer) para ver cómo es el mundo desde

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Maria Teresa Andruetto:

“Escribir ficción siempre es jugar a ser Otro”

por Fanuel Hanán Díaz

e Hinde Pomeranieclos ojos de los demás, como decía Darcy Ribeiro; escribo porque no me conformo con vivir una sola vida, dijo Tabucchi y podríamos seguir por ese camino; escribir ficción es jugar a ser otro, más aún, jugar a mirar desde los ojos del otro. En consecuencia, leer ficción también es eso. Cuando uno lee juega a mirar y sentir desde un otro hipotético. Eso expande la experiencia, por cierto, nos descoloca de lo que somos o de lo que creemos que somos y nos coloca en otro sitio, en el de un otro distinto capaz de mos-trarnos al mismo tiempo cuánto tenemos de él, cuánto hay de común en nuestras pobres hu-manidades.

–En su obra hay temas recurrentes, cons-tantes, como la familia, los viajes y la cons-trucción de identidad. ¿Cómo logra ese tejido?

–El viaje aparece mucho, sí. Por años no supe bien por qué, algunos lectores me pre-guntaban si yo había viajado mucho, pero mis viajes han sido todos de grande, casi no he salido de mi casa y de mi pueblo cuando era niña o joven. Pero soy hija de un viaje. Cada año mi papá sacaba un álbum con fotos de su viaje desde Génova a Buenos Aires, viaje des-pués de la guerra, también viaje que le había permitido conocer a mi madre. En fin, tal vez

sea eso. La construcción de la identidad está todo el tiempo porque esa ha sido mi búsqueda individual, un camino de conocimiento y de conciencia acerca de quién soy, y eso hizo y hace eco de muchos modos con la historia de mi país. Desciendo de italianos, hija por par-te de padre y nieta por parte de madre, pero sobre todo mi papá deseaba fuertemente que fuéramos “de aquí” en la necesidad, creo, de que fuéramos de alguna parte. Supongo que habrá sido porque a él le era muy costoso el exilio, el trasplante desde otra tierra a la que nunca quiso volver, ni siquiera a pasear.

Maria Teresa Andruetto nació en 1954 en Córdoba, hija de un partisano piamontés que llegó a Argentina en 1948 y de una descendiente de piamonteses. En los años 70 estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba. Des-pués de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura trabajó en un centro especializado en lectura y literatura destinada a niños y jóvenes y for-mó parte de numerosos planes de lectura de su país, municipales, provinciales y nacionales, así como de equipos de capacitación a docen-tes en lectura y escritura creativa. En 1922, su novela Tama obtuvo el Premio Municipal Luis de Tejeda y desde entonces no ha dejado de publicar obras de diversos géneros tanto para

adultos como para niños y jóvenes. Es autora de Stefano, Veladuras, La Mujer en Cuestión, Lengua Madre, La niña, el corazón y la casa, Palabras al rescoldo, Kodak y numerosos li-bros para niños y jóvenes, entre otros El ani-llo encantado, Huellas en la arena, La mujer vampiro, Benjamino, Trenes, El país de Juan, Campeón, El árbol de lilas y Zapatero pequeñi-to. Reunió su experiencia en talleres de escri-tura en dos libros realizados en colaboración, La escritura en el taller (2008) y El taller de es-critura en la escuela (2010) y sus reflexiones en Hacia una literatura sin adjetivos (2009). Su obra ha sido traducida a varias lenguas. Tiene dos hijas y vive con su marido en un paraje de las sierras cordobesas.

“ La construcción de la identi-dad está todo el tiempo en mi obra porque esa ha sido mi bús-queda individual, un camino de conocimiento y de conciencia acerca de quién soy

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–El tema de la migración en sus libros (posiblemente Stefano sea el mayor ejemplo) se vincula con el nomadismo y la no perte-nencia... ¿Por qué está tan presente en su trabajo esta idea?

–Una no sabe bien por qué aparecen ciertos asuntos en la escritura, por qué ciertas cuestio-nes insisten en ser contadas. Me ha sucedido descubrir en mí dolores, preocupaciones, que habían aparecido en la ficción, puestas en un personaje, muchos años antes. Entre los asun-tos que se repiten y reaparecen en mis cuentos y novelas está el salir a buscar; el viaje en cier-to modo, pero me parece que es un viaje en busca de algo, de un sentido de vida. Se va a buscar algo que no siempre se encuentra, porque no se trata del voyeur ni del turista, es el viaje del que emigra, del que va a buscar un tesoro, de la que quiere encontrar al amado, del que va a cumplir una misión… La búsque-da de lo que se es, la escucha y la fidelidad a eso que se es, aunque vaya a contrapelo de lo que otros esperan, la desobediencia a ciertos mandatos o a cierta lógica que el entorno tie-ne…, lo de la no pertenencia sí, ahora que lo pienso sí, pero es la no pertenencia de quien no deja de buscar un lugar (interno o externo) al cual pertenecer.

–En La niña, el corazón y la casa aparece el otro, el diferente, como el gran protagonis-ta desde la perspectiva de Tina, una niña de cinco años. No es usual que haya un persona-je con síndrome de Down en una novela para

jóvenes. ¿Cómo surgió esta historia? ¿Qué la llevó a escribir sobre un tema tan sensi-ble? ¿Es doloroso?

–El origen de La niña, el corazón y la casa es una respuesta que una mujer me dio hace muchos años, acerca de su embarazo. Esperaba una hija, pero habían convenido que la criara su pareja, porque ella ya tenía hijos. Esa res-puesta me perturbó un poco, quedó por años en mi cabeza, interpelándome. La escritura nace, para mí, casi siempre de ese modo, como una escena, imagen o frase levemente pertur-badora que me inquieta, me lleva a imaginar consecuencias posibles. De todas formas entre ese hecho y la escritura misma pasaron más de veinte años, hasta que una tarde, acomo-dando mi biblioteca, abrí al azar La balada del café triste, de Carson McCullers, y se me apareció el narrador capaz de hablarme de esa niña, de su dolor y de su casa. Lo demás fue apareciendo…, buscando alguna razón por la que la madre no pudiera o no quisiera criar-la, apareció el hermano que “necesitaba más que ella” y con él apareció esa forma sutil de abandono que a veces sufren los hermanos de niños con ciertas diferencias o discapacidades o enfermedades. Esa cuestión tan naturalizada en las familias, en las cuales de algún modo alguien debe pagar el costo de estar en mejores condiciones para afrontar la vida. Pensé que la madre tendría sus razones (algo “muy de ma-dre” por otra parte), para querer compensar al hijo más necesitado, pensando que la niña era más fuerte. Me gustó ir hasta el fondo del corazón de esa niña, a la que vi muy sola y

“ Todos somos diferentes en algún punto, todos únicos, particulares en nuestras fal-tas y necesidades, faltas a ve-ces más evidentes y a veces más secretas

“ La escritura nace, para mí, como una escena, imagen o frase levemente perturbado-ra que me inquieta y me lleva a imaginar consecuencias po-sibles

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muy triste, con muchas ganas de que las co-sas fueran de otra manera, finalmente ella me fue guiando: había otros modos posibles para esa familia, modos distintos a los que sus pa-dres, con las mejores intenciones, habían ima-ginado. Me interesaba mucho plantarme en las buenas intenciones, en nombre de las cuales muchas veces causamos tanto daño, porque me parece que lo que le da ese dolor suave-cito a la niña es que nadie comete maldades, todos ac-túan queriendo lo mejor para ella, para ellos. Al escribir yo no pensaba tanto en el niño Down, pensaba en la niña y en cómo ella lo veía a él, y cómo iba pasando por distin-tos sentimientos, que son los sentimientos que elaboramos con nuestros hermanos: los celos, la envidia, la rivalidad por la madre, el dolor de per-derlos, el miedo a la muerte, el deseo de compartir, la ne-cesidad de estar con el otro, el amor… En cuanto a eso de que aparece el diferente, el Otro…no es algo específi-co de este libro, más allá de que en la novela haya un chi-co Down, todos somos el otro de otro. Ella también es dife-rente, diferente de su amiga que vive con los dos padres, diferente de su hermano que tiene el privilegio de vivir con su mamá, diferente de su mamá que no recuerda a la suya. Todos somos diferentes en algún punto, todos únicos, particulares en nuestras faltas y necesidades, faltas a veces más evidentes y a veces más secretas. De eso tratan los cuentos y novelas.

–Algunos lectores críticos de LIJ creen que buena parte de la literatura infantil hoy en día se ocupa de temas políticamente co-rrectos como la tolerancia, la no discrimina-ción o la multiculturalidad más que por un interés genuino como una búsqueda de éxito asegurado. ¿Qué opina sobre esta lectura?

–Coincido con esa apreciación, lamenta-blemente hay mucho de eso en el mercado. Se trata de productos destinados a “las buenas conciencias”. La literatura, si en algún lugar habita, es en el lugar donde las buenas con-ciencias se sacuden, se ponen molestas, se descolocan. Un buen libro nunca es “política-mente correcto”, un buen libro siempre es in-cómodo, en algún punto (a veces ni demasiado

visible) incómodo, lo políticamente correcto es un eufemismo de lo superficial, lo oportunis-ta, lo que silencia y tranquiliza. Se supone que escribimos para mirar con mayor profun-didad; si miramos en profundidad vemos que aun en lo más común habita lo extraordinario y aun en lo más correcto, anidan la incorrec-ción y la incomodidad. Es a través de esa in-comodidad que la lectura de un buen libro nos provoca, que aprendemos…

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–En su novela Veladuras, puede leerse la figura del Otro en la propia narradora, aislada y anclada en su memoria. Hay allí también una mirada sobre el extravío mental. ¿Cómo lo definiría?

–Sí, ahí está Rosa, sola en medio de la Puna, atravesada por el drama familiar, el deseo de saber quién es, el lenguaje andino, la locura…. Me propuse escuchar la voz de una chica con la cabeza confundida por el drama familiar y su amor por el padre. Pero el extravío mental en mi vida es muy antiguo, tanto que me sorprende que haya aparecido por primera vez en Veladu-ras, porque me crié en las inmediaciones de un asilo de enfermos mentales que, cuando yo era chica, era el más grande de Sudamérica. Llegó a tener 7.000 pacientes, un “puertas abiertas” fundado en la época de Domingo Cabred. Por entonces yo estaba muy lejos de comprender el dolor de esas personas, veía a esos hombres y mujeres como si se tratara de algo folclórico; casi todo el pueblo trabajaba ahí, íbamos cada tanto a pasar el día o a mostrarles a las visitas ese sitio curioso…, recuerdo los rostros, las his-torias, los nombres de muchos de ellos…

–Cómo empezó a escribir? ¿Cuándo y cómo se convirtió la escritura en una profesión?

–Uh, empecé muy joven, adolescente. Siempre como una catarsis, una diversión, un consuelo, un vicio, sin imaginar siquiera en ser escritora ni tampoco en mostrar lo que escribía, en ser leída. Eran textos breves. Unos años antes de los treinta durante una convalecencia, comencé una novela y con ella llegó el deseo de publi-carla alguna vez. A los cuarenta, a raíz de un premio pude finalmente publicar, pero seguí por mucho tiempo considerándome una profesora que escribía en sus ratos libres. Ni sabría decir si la escritura es una profesión para mí, es un poco incómoda la palabra profesión para esto que siempre se desacata, que hace lo que quie-re con uno. Pero podría decir que alrededor de 2005, empecé a sentirme algo así como una “es-critora de tiempo completo”, lo cual es también una ilusión, porque no escribo todos los días, ni siquiera todos los meses…

–¿Cómo vivió la entrega del Andersen?

–Como una sorpresa muy grande y una alegría también muy grande. Recibí muchos

reconocimientos pero también, y sobre todo, mucha alegría de pares y lectores, gente que me conocía de otras épocas o de otros lugares y roles. Muy conmovedor. Y después lo que pasó o va pasando con los libros, el crecimien-to de los lectores, las ediciones en otros paí-ses, en otras lenguas…

–En América Latina hay muchos jóvenes escritores que ven en la literatura infantil y juvenil una prometedora cantera. ¿Qué les recomendaría para encontrar su propia voz?

–Escribir siempre es fruto de una necesidad interna, me parece que uno no debiera verlo como una cantera prometedora sino como un espacio de búsqueda, por supuesto siempre muy incierto. Lo más difícil, me parece, es sa-ber mirar y escuchar más allá de las aparien-cias. Y leer, claro. Eso ayuda. Pero diría que lo más interesante es no esperar demasiado en términos de “éxito”, no atar nuestra vida a los resultados que eso pueda darnos, dejar que el vicio se desarrolle libre, que siga su derrotero en nosotros hasta ver qué nos trae…

Escribir: una catarsis, una diversión, un consuelo, un vicio

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–Su obra exhibe una gran variedad de gé-neros. Ha escrito libros de poesía y narrativa para adultos, libros para niños, para jóve-nes... ¿Qué marca la diferencia entre un li-bro para adultos y uno para niños?

–Pienso mucho en el lector interno, en esa lectora que yo soy, como alguien con cu-yas estrategias de comprensión y emoción debe jugar y luchar la escritora que soy. Pero no pienso en el lector real, no me importa ir a chequear qué entiende y qué no. Para mí es lo mismo escribir Stefano que El anillo encantado o Lengua Madre, es decir, es siempre distinto, único el camino, el proceso, las facilidades y complicaciones. En los únicos casos donde tuve en cuenta a ese lector niño -se me presentaba ese lector niño interno-, fue durante la escritu-ra de Benjamino, Zapatero pequeñito y princi-palmente en las historias de Fefa, que son casi diría guiones para que trabajara el ilustrador, más que escritura en sí misma.

–La literatura juvenil es un territorio bastante ambiguo. De hecho el adolescente vive un cruce de fronteras entre el mundo adulto y el mundo infantil. ¿Qué piensa de esta literatura en términos de la construc-ción del Otro?

–Me parece que la literatura juvenil for-ma parte de una construcción de ciertas es-trategias de acercamiento de nuevos lectores a los li-bros. Y está muy bien que así sea; hay ciertos textos que por sus características estéticas, tal vez por ciertas zonas temáticas o por azar, editados en ciertas coleccio-nes y colocados en ciertos si-tios, pueden ir a la búsqueda de nuevos lectores, ayudar a construirlos o a hacer el tránsito hacia un lector au-tónomo más completo. Todo esto conforma una zona de libros “juveniles”, es decir –así lo entiendo yo- libros que pudiendo pertenecer a la li-

teratura en general son adoptados (por ciertas características de los mismos libros o por esas estrategias de edición o de promoción de lec-tura) por lectores jóvenes, todavía en forma-ción, en transición…, literatura pasarela como le llamaban los franceses o crossover como se dice ahora…, pero por lo menos en los libros de mayor calidad de lenguaje, no creo que es-temos ante textos diferenciados por caracterís-ticas muy precisas.

–Uno de los rasgos más intensos y apre-ciados en su obra es la reivindicación de lo íntimo. ¿Cómo logra la tensión -en términos

de técnica narrativa- en espa-cios de morosidad narrativa?

–Cómo lo logro, no sé; sólo diría que escribo y corrijo has-ta que yo misma soy capaz de creerme esa historia. Si me la creo yo y por eso me entristezco o me río o me enojo o me asus-to, entonces pienso que eso tam-bién le puede suceder a otro…Me atrae mirar en lo hondo, en lo íntimo y privado, sospechan-do que tal vez en lo más privado se refleje lo público y así es casi siempre. Lo privado y lo públi-co, lo personal y lo político, lo local y lo universal están siem-pre en tensión…

“ La literatura juvenil parte de una construcción de cier-tas estrategias de acerca-miento de nuevos lectores a los libros. Y está muy bien que así sea

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Sentado en una exposición de arte moder-no, un adolescente de trece años observa con curiosidad una pieza. Se trata de la

proyección de Alicia en el país de las maravillas (versión Disney). Entre el foco del proyector y la pared de la sala cuelgan unos pequeños es-pejos, lo que genera la ilusión de que fragmen-tos de la película vuelan alrededor de sus vi-sitantes. El adolescente, que sigue atento uno de los ojos de Alicia que vuela por todo el lu-gar, pregunta en voz alta: ¿qué tanto me ves? Y, aburrido, sale de la sala.

Esta anécdota real sirve como imagen que nos hace pensar en el adolescente en la actuali-dad. A pesar de que el joven se acople a la voraz evolución de la tecnología, a las redes sociales, o a los nuevos discursos y lecturas, sigue sien-do vulnerable a la mirada del Otro: del adulto, de los demás jóvenes, de la sociedad. Actual-mente, los adolescentes poseen muchas alter-nativas que les generan una aparente libertad, pero que terminan comportándose como esos ojos fragmentados que flotan sin orden. Es di-fícil verse como individuo ante tanto acceso a la información. La identidad de los adolescen-tes se construye a partir de referentes cada vez más efímeros. Más aún dentro de Latinoaméri-ca, donde diferentes países están en un cons-

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IDENTIDADES FRAGMENTADAS EN LA LITERATURA JUVENIL LATINOAMERICANA

tante proceso de reforzamiento social, político e ideológico en contra de la idea colonizadora.

Contar al adolescente latinoamericano im-plica adentrarse en un espacio de reconocimien-to que descubre, comparte, conecta y niega a este entorno. Su cuerpo cambia, sus ideas tam-bién, su contexto varía, ellos se sienten como Otros dentro de la sociedad, y algunas veces son adultos sin más etapas de tránsito. No en vano, muchos de los autores latinoamericanos que han publicado libros para jóvenes a partir del año 2000 los representan así: víctimas que narran sus historias en primera persona, de for-ma crítica pero con humor en los descubrimien-tos cotidianos; son marginados, cuestionadores, creativos y resignados. A continuación, se revi-sarán algunas obras publicadas en los últimos trece años, y se indagará acerca de las formas en que son representadas entidades sociales que se mantienen al margen, en situación des-favorecida, incluyendo al mismo adolescente.

Encuentros cotidianos

Los adolescentes, por excelencia, buscan un espacio propio. Esta necesidad espacial y social, les hace apartarse de la familia, figura que re-presenta su primer lugar de reconocimiento con el Otro. Son ellos: padres, hermanos, abuelos,

Los adolescentes, tras un sentido de pertenencia

por Freddy Gonçalves Da Silva*

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primos los que hacen posible esta confronta-ción… aún más en Latinoamérica, donde mu-chos jóvenes comparten habitación o casa con familias numerosas. Saber el lugar al que per-tenecen, reconocerse en el adulto, los lleva a cuestionarse sobre lo que tienen, lo que son y lo que no quieren ser. La mexicana Berta Hiriart en su libro Revelaciones lo determina al señalar que “la casa también es el mundo (…) No sólo los partidos políticos, las cámaras de diputados o los presidentes. El mundo también son las zanahorias y los platos sucios”.

Desde esta mirada hacia la cotidianidad, au-toras como la venezolana Mireya Tabuas en No abrir hasta el año 3000, establece un diario ín-timo donde cuenta la entrada a la adolescencia pero con humor. Así como años atrás lo hiciera la colombiana Yolanda Reyes con sus persona-jes en Los años terribles. Son chicas conflictivas tratando de entender al mundo mientras se la-mentan de la vida oyendo su disc man.

Los chicos también crecen. Antonio Santa Ana (Argentina), con su libro Nunca seré un sú-per héroe, crea a un personaje suspicaz, que es capaz de cuestionar sus fallas tanto como la di-námica familiar. Sabe, al menos, que no quiere ser como su papá, cuya vida se reduce a echarse para ver el fútbol. Tema que varía en Jaime Alfon-so Sandoval (México) con su personaje “nihilista” en Operativo nini. Un joven cínico y holgazán que no trabaja ni estudia, al que su hermana llama ninista por no participar de la dinámica social establecida. Es decir, es un nini: ni para un lado, ni para el otro. Con humor e ironía narra las vi-cisitudes para amoldar su forma a la sociedad mientras evade la fi-gura del padre ausente junto a un agudo desencanto social.

En este cuestionamiento a la sociedad, los adolescentes se ven obligados a pararse ante el espejo. Buscan identificar aquello que los hace individuos peculiares. Esta dinámica consiste en relacionar-se con su imagen, no solo la que conocen sino la que transmiten. Es él o ella observándose como el Otro. Un ejemplo de esta búsqueda individual se maneja en la novela La Fortaleza, del mexicano Víctor

Ronquillo. Los devaneos de identidad de su pro-tagonista, un joven emo, hacen que se reconozca ante otras tribus urbanas en busca de un amigo.

Por su lado, el mexicano Javier Malpica re-sulta más polémico en Para Nina: Un diario sobre la identidad sexual. Su protagonista, Eduardo, opone sus dudas, rencores y miedos contra su familia para defender el derecho a ser mujer. Este derecho a tener el control sobre su indivi-dualidad, aparece cercenado en el caso de Cris-tina en El abrazo, de la brasileña Lygia Bojunga. Su identidad, confusa tras un trauma que sufrió en la infancia, la lleva a reconocerse en la perso-na que abusó sexualmente de ella.

Pero dentro de la adolescencia hay casos mu-cho más rebeldes. Algunos defienden e imponen su imagen ante el Otro, aunque esto arrastre ges-tos de intolerancia. La mexicana Isabel Velázquez establece en Gordas: historia de una batalla, una mirada actual de esos personajes marginados en la sociedad: “En estos tiempos en que reina lo políticamente correcto, es preciso esquivar los co-mentarios acerca de los negros, los extranjeros y mancos, y sólo nos queda la mansedumbre de los gordos para depositar en ella nuestra íntima ira, nuestras más secretas frustraciones”.

Es cuestión de fe

Dichos espacios de intolerancia suelen agu-dizarse ante la presencia de la religión. Y a pesar de la diversidad religiosa en Latinoamérica, no es un tema que se trate con especificidad en la literatura para jóvenes de estos países.

Inusuales ejemplos como en el libro Palomas son tus ojos de Eduardo Dayan (Argentina), es-tán enmarcados durante al aten-tado con bomba que en 1994 recibiera la sociedad judía AMIA en Argentina. Una adolescente colegiala se enamora de un uni-versitario judío, y en ambas vo-ces descubrimos su forma de ser, su interés en comprender al amado y pertenecerle. María Del Carmen busca estrellas de David en el cielo, mientras que Pablo solo ve mosaicos. Su amor es una cuestión de fe, ellos creen el uno en el otro; aunque

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un pilón, y evoca su recorrido al “Campamento” amasando la figura del padre, de los hombres del campamento, del Otro, al mismo tiempo que evita el miedo ante lo nuevo. Este, sin embargo, no es el mismo viaje de Aurora, personaje rural y anal-fabeta, que la brasileña Nilma Lacerda construye en la primera parte de Pluma de ganso. Es en la segunda parte de la historia, donde la sobrina de Aurora se dispone a darle voz a su tía y contar su historia como un acto liberador: “No para de escribir esta historia de una niña que no llega a educarse en un Brasil que crecía, que se movili-zaba anunciando una república de verdad.”

Incorporar a los jóvenes en situación de po-breza a esta literatura busca sensibilizar al lector. Implica la representación de espacios que dejaron de estar en el margen de las ciudades para perte-necer a ellas: favelas, barrios, vecindades, villas; con temas como delincuencia, droga, sicariato, hambre. Sus personajes se pasean en categorías disímiles como la mirada naif del niño que se en-frenta a la miseria; el adolescente que acciona como un adulto; o la defensa de los derechos de igualdad social. De las múltiples alternativas, hay interesantes construcciones de la realidad.

El colombiano Francisco Montaña en su novela No comas renacuajos revela una estruc-tura narrativa a dos voces que hilvanan una historia asfixiante, demoledora. Por un lado, se cuenta la vida de David y sus hermanos prácti-camente huérfanos; por el otro una narración en primera persona nos habla de una niña recluida en un centro de reinserción social cuyos padres están en prisión. David y la niña coinciden en el centro y entre ambos se establece un doble jue-go de espejos: ambos evaden su realidad ante la inspección al Otro. Ambos terminan por ser un enclave en el presente para poder imponerse sobre la miseria y el dolor.

Por el contrario, Nilma Lacerda (Brasil) en Rabo de estrella muestra las alternativas de una vida digna dentro de la miseria. Su protagonista recoge basura, admira a la abuela por el vigor y sus coquetos gestos para alegrar la vida. Estos gestos no merman su razón, y la hacen enfren-tarse al aparato político desde su verdad: “¿Y el trabajo?, preguntamos, nos decimos: una casa, el dinero, eso tiene su valor, pero, ¿después? ¿Y el sustento diario?”. Posibilidad que no tie-ne el personaje de Alex Dogboy, de Mónica Zak

la relación está parcialmente condenada por el adulto, que siente temor a lo desconocido.

Este vínculo con la religión permite adentrarse en búsquedas hacia una identidad con la reali-dad, con el entorno. Ella quiere sentir que perte-nece: “-A veces yo también me ilusiono con irme de Buenos Aires, al Sur, no sé, al Norte, llevar otro tipo de vida, ser maestra rural, titiritera, médica de pueblo… O estudiar en España, vivir en Méxi-co…”. Y él se construye desde una resignación que se hace costumbre: “El mundo había ganado otra vez. ¿Quién no sabe la vieja historia de cuáles son las reglas? Una mujer joven y atractiva con los pe-chos desnudos, si es blanca, aparece en la tapa de Playboy, si es negra, en National Geographic. Ellos, los dos blancos, sobrevivirían, sin duda, pero en distintos territorios. Cada uno a su manera, cada uno ahogado en sus ideas, cada uno en la cubierta de su revista, de su barco, de su lugar.”

De viajeros y viajantes

Las diferencias culturales en las sociedades latinoamericanas forman parte de la cotidiani-dad. En Stefano, la argentina María Teresa An-druetto presenta una compleja y vigente mirada del emigrante. El joven Stefano sale de Italia en la oleada europea que hace más de cincuenta años emigró a América. Sus diálogos cortos, y quiebres narrativos hacen que el lector se adentre en la esencia de sus recuerdos.

Existen otras respuestas adolescentes ante el tránsito entre naciones. Sobre todo ante la ne-cesidad de pertenecer a “algo” distinto al canon establecido. El argentino Sergio Olguín retrata en Springfield a un grupo de jóvenes que vene-ran la tradición norteamericana en su consu-mo de cine y televisión. En un viaje a Estados Unidos para aprender inglés se irán nombrando como personajes de la serie de dibujos animados Los Simpsons, pero su identidad los enfrenta a códigos que no les pertenecen. Por eso, deben establecer puentes, incluso en el lenguaje, para reconocerse extranjeros: “A los negros les decían ‘afroamericanos’. Pero nosotros, en la Argentina, les decimos negros hasta a los rubios.”

Existen también migraciones dentro de un país, a territorios desconocidos. Como el trayecto de Laina, personaje en Diente de león de la mexi-cana María Baranda. En un entorno rural, ella se apropia de la palabra como si las desgranara en

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(Guatemala), que vive en la calle junto a sus perros. Su madre había ido en busca de traba-jo a Los Ángeles para un mejor futuro y, entre excusas, se fue olvidando de él. La autora -de origen alemán- escribió la nove-la en Honduras, con una mirada casi antropológica de la biografía de un niño similar que conoció en las calles.

Mónica Zak aborda otro mo-delo con la publicación de su exitosa novela La hija del Puma. Ashlop, una joven de la tribu chuj, retorna a Guatemala en busca de su familia tras una ma-sacre que la hizo refugiarse en Chiapas, México. Esta especie de tormentoso viaje iniciático la conduce a una estrecha relación con sus raíces. Un proceso simi-lar experimenta la joven Lágrima Brillante en El oculto, de Marisa Vannini (Venezuela), que promete a su madre esperar en las costas el regreso de su padre. En esta espera, la joven corre el riesgo de cons-truir solo una identidad histórica sacrificando su derecho a ser, también, una persona inde-pendiente.

Al contrario, la boliviana Isabel Mesa en-salza mitos originarios de pueblos de América en El espejo de los sueños. En sus relatos, los jóvenes de distintas comunidades indígenas crecen e interactúan con sus tradiciones, que refuerzan su adhesión a una comunidad. Este sentido de pertenencia se agudiza en la obra de la argentina Liliana Bodoc, quien publicó con éxito La Saga de los Confines, una trilogía de carácter épico que profundiza en la representa-ción de jóvenes héroes que están reconociendo el mundo bajo sus tradiciones. La saga elaboró un discurso atractivo para los jóvenes lectores apasionados del género de fantasía épica.

El animal político

Muchos de estos conflictos que hacen enfren-tarse a unos con los otros no se construyen desde la épica sino desde una cruda y violenta realidad. La argentina Graciela Bialet, en Los sapos de la memoria, intercala la historia del joven Camilo con la de sus padres desaparecidos durante la úl-tima dictadura militar argentina. Camilo concilia

un tránsito complejo de rebeldía y dolor, al cono-cer la verdad de su familia. Aquel Otro histórico se hace inabarcable para él, y la cercanía de los afec-tos arrullan una venganza cotidiana. Enfrentar la

verdad lo hace reconciliarse con su mundo. En cambio, Paula Bombara (Argentina) en El mar y la serpiente, busca enlazar dos voces que reivin-dican la memoria histórica: la in-fancia de la protagonista, con vagos recuerdos, y su madre contándole en la adolescencia los acontecimien-tos que vivieron al ser perseguidos por la dictadura.

Cerramos este recorrido con el personaje de Emiliano en Mambrú perdió la guerra, de la colombiana Irene Vasco. Un niño de ciudad por razones que desconoce debe refu-giarse con su abuela en una zona rural donde permanece de mal hu-mor por estar apartado de su vida

llena de tecnologías. A través de Mambrú, un pe-rro que recoge, se inicia el cambio. Se reconoce un Otro en el campo. Pero al conocer a los des-plazados, Emiliano hace cara a una realidad más difícil de sobrellevar: la culpa. Una traumática ex-periencia lo lleva a la verdad, y vincula su vida de ciudad con la de la abuela por lo que digitaliza las fotos familiares para salvarlas. El nuevo Emiliano se siente “parte de una historia, de un país, para bien o para mal.”, aunque viva con una culpa que no merece.

La variedad de miradas en la creación li-teraria para jóvenes del siglo XXI, permite que afloren voces disidentes de algunos narradores en contra de lo establecido. En esta literatura buscan darle al joven un sentido de pertenencia en la ficción. Estos espacios de fuga literaria crean un vínculo íntimo para verse en otros espejos o colocarse en otros zapatos. La ficción y, en general, la literatura para jóvenes invita a pensar, sociabilizar, entretener, conmover y descubrir otras posibilidades de ser más que un individuo: ser el Otro.

*Freddy Gonçalves es Licenciado en Letras por la Universi-dad Católica Andrés Bello. Trabajó en el Banco del Libro donde se especializó en literatura infantil. Desarrolló en Madrid una especialización en escritura. dirige la página web Pez Linterna. Escritor de narrativa infantil y guiones de televisión.

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¿Quién es el Otro? Frente a la enorme lite-ratura sobre este tema, propongo una de-finición muy simple para el propósito de

mis divagaciones: el Otro es alguien a quien no puedo incluir en el Nosotros, alguien que nun-ca formaría un grupo común conmigo. Afirmar esta idea resulta contradictorio pues el Yo mis-mo no es un monolito, sino que está formado por múltiples influencias, se cambia sin cesar, siempre en conexión con los Otros, siempre se necesita del Otro para constituirse.

John Donne escribió: “Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo; todo hom-bre es un fragmento de un continente, un con-junto”. Todos estamos conectados en el espacio y en el tiempo. Pero seducidos por la belleza de esta meditación, no olvidemos que a veces so-mos capaces de aniquilar a quienes sentimos como Otros, con el fin de expandir más el terri-torio de lo Nuestro.

¿Cuándo “tú y yo” se transforma en Noso-tros? ¿Quién queda excluido de lo Nuestro y qué papel tienen aquí la historia y la literatura?

La literatura para niños está poblada de se-res extraños: Humpty Dumpty, hobbits, elfos, magos, dragones... Sin embargo, por más ex-traños que parezcan, no los concebimos como Otros. ¿Por qué? Un joven lector con enorme gusto se habría enlistado en la Comunidad del Anillo, tomaría té con el Sombrerero Loco, con-taría con la ayuda de inquietantes elfos. En la literatura infantil tradicional, en los cuentos po-pulares y las leyendas, y la fantasía épica que surgió de ellos, la frontera entre el Otro y Noso-tros se funde con la del Bien y Mal: los Nuestros, con quienes iríamos al fin del mundo, son los buenos, ingeniosos, aunque no necesariamente semejantes ni parecidos a Nosotros. Los Otros, contra los cuales arremetemos, son los malos: dragones, diablos, señores de Mordor. El Otro es incomprensible y amenazante.

Lamentablemente, muchas veces también la Historia se narra como una lucha entre los buenos contra los malos. Tomemos como ejem-plo más llamativo las grandes manipulaciones que presentan los libros de historia en los paí-ses bajo regímenes fuertemente ideologizados.

UNA MIRADA SOBRE LOS TEXTOS DE LA CONQUISTA

Los Otros del pasado

por Krystyna M. Libura*

El pasado es hoySólo más lejano

Detrás de la ruedaQueda la aldea No un más allá

Nunca habitado por la gente.

C.K. Norwid

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Cada vez que se modifica la configuración de los aliados, se cambian los libros de Historia y, con ellos, la división entre “buenos” y “malos”. Ob-viamente, no se trata de privar a la Historia de su dimensión ética, sino más bien de cuestionar un maniqueísmo simplista y manipulador.

Adentrarse en una lectura es siempre un encuentro con el Otro, pero es un encuentro muy peculiar, y sobre esta peculiaridad valdría la pena detenerse un momento.

La literatura como arte única nos permite rebasar las fronteras más frágiles y más impene-trables, a la vez: las de los cuerpos. Tal vez es fá-cil dañar al Otro, pero imposible estar seguro de lo que siente y piensa. Sin embargo, en los libros penetramos con facilidad en cabezas ajenas, y exploramos hasta los impulsos más íntimos.

Ewa Graczyk se pregunta: “¿Qué es la lite-ratura para la juventud?” –y contesta-: “Sobre todo es un diablo que levanta los techos. Exac-tamente, la literatura nos cuenta sobre lo que hay dentro de las almas de la otra gente...” Si la literatura nos permite penetrar en estas dimen-siones cotidianamente inaccesibles es porque no conoce más límites que el alcance de la experien-cia y la fantasía humanas. Sin problema rebasa las fronteras físicas, geográficas e históricas.

La literatura nos ayuda a imaginarnos en el lugar del Otro, vivir sus aventuras como pro-pias, conciliar diferentes espacios y tiempos. Es la forma más fácil de vivir las vidas ajenas o, por lo menos, de presenciarlas.

Un recurso bastante conocido de la literatu-ra es “el trasladado” o “cambio de lugar”, como ocurre en la novela Príncipe y mendigo de Mark Twain. En sus páginas, un joven príncipe cam-bia de ropa con un niño pobre que se introduce por casualidad en sus aposentos. Al no ser reco-nocido por los guardias en su nueva condición, es expulsado del Palacio. Afuera, le tocará vivir la vida del pordiosero, mientras que el mendigo ocupará su lugar. A los dos, esta experiencia les sirve para ver el mundo desde la perspectiva contraria. Encontrarse en el lugar del Otro sue-le conducir a una metamorfosis debido a que se adquiere una nueva experiencia y sensibili-dad. Vivir la vida del Otro es descubrir que en el fondo somos semejantes y que nuestra Otredad

reside en los roles que determina la sociedad en la que nos tocó vivir. A la vez, el joven lec-tor se identifica con ambos: el príncipe, ahora pordiosero, y el mendigo, elevado al rango de reyezuelo, y ve Londres desde dos perspectivas contrastadas: desde el palacio real y desde las madrigueras de los pobres.

A eso nos expone en cierta medida la litera-tura: aunque no podemos intercambiar lugares, podemos presenciar la vida de los Otros. Acep-tando la Otredad, el Otro deja de ser Otro, pier-de lo “exótico”, empieza a ser uno de Nosotros.

Marc Twain avanzó aún más: dotó de voz a los seres que la Historia había silenciado. Duran-te milenios, la voz de los niños no fue registrada, mucho menos si eran pobres. La historia abunda en esos silencios de las voces que no nos llegaron. Sin embargo, la literatura puede reclamarlas, re-construir esas voces calladas del pasado para las cuales no hubo lugar en el registro oficial.

Ése es el papel de la ficción histórica: com-pletar las versiones oficiales, cuestionar la verdad única de la narración científica, así como dotar al pasado de un rostro, recordar que la historia fue un presente vivido por los seres humanos. La literatura transforma lo general histórico en un acontecimiento único, recupera las vivencias excluidas de la visión panorámica de los grandes procesos históricos que quedaron sepultadas en el pulido y estéril discurso académico.

El discurso histórico suele descuidar esos detalles. La literatura puede recuperarlos y acercarnos a la historia a través de lo particular. De ahí el papel de los detalles que acompañan a cada evento histórico y le dan una dimensión humana. Esos detalles permiten revelar al Otro mediante una luz concentrada en algo pequeño, un objeto, un sentimiento, un momento.

Pero no idealicemos a la literatura. Es crea-ción de los seres humanos y producto de sus prejuicios, que también nos transmiten. En la literatura de ficción, entre Nosotros y el pasado siempre media un autor, mientras que los docu-mentos del pasado nos permiten acudir al en-cuentro directo con los Otros. Sabemos que estos textos suelen ser difíciles para los niños y los jóvenes, pero editados, adaptados, pueden servir de fascinante encuentro con el Otro histórico.

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Por eso voy a hablar de una experiencia de la cual participé en el desarrollo de dos colecciones de divulgación histórica para la editorial mexica-na Tecolote. Uno de los principales objetivos de la primera serie, titulada “Ya verás”, fue introdu-cir a los niños en la riqueza de los documentos históricos. Para ello, se utilizaron los testimonios visuales del pasado: cuadros, códices, objetos. En estos libros, la historia es narrada por alguien que presenció los acontecimientos, a veces por alguien “de la segunda fila” que no suele salir en el retra-to oficial de la historia nacional. Por ejemplo, la historia vista no por Juárez sino por su esposa Margarita desde su difícil quehacer diario en el tormento histórico. La llegada del virrey no na-rrada desde la corte sino desde la vivencia de un niño durante los festejos de bienvenida.

Con el mismo afán de rescatar las voces del pasado se creó la colección “Ecos de la histo-ria”, cuyo cometido principal fue mostrar las dos caras de un conflicto, confrontar a los Otros del pasado. Para iniciar la colección se escogió uno de los encuentros bélicos más dramáticos en la historia de la humanidad: la conquista de México-Tenochtitlan. El objetivo del libro fue muy complejo: enfrentar las distintas versiones ante los ojos del lector (el Otro narrado por el Otro, y el Otro narrado por sí mismo). En la primera parte, un soldado de las tropas de Cor-tés, Bernal Díaz de Castillo, relata lo vivido. La segunda es la versión indígena recogida por el fraile Sahagún entre los mexicas de Tlatelolco, el último bastión de la defensa de Tenochtitlan, lugar donde se consumó la Conquista. El obje-tivo principal fue oír los ecos de las voces de los testigos que vivían el acontecimiento como pre-sente incierto y no como historia petrificada. El carácter no lineal del libro pretende cuestionar la visión única de la Historia. Contraponiendo estas voces, se busca excluir una narrativa uni-ficadora, dejando al lector la tarea de sacar sus propias conclusiones, las que también podrían modificarse en cada nueva lectura. El lector confronta los diversos Otros de la historia ela-borando su propia postura frente a ellos.

Sin duda, la Conquista fue uno de los eventos más dolorosos e interesantes de la His-toria: habitantes de dos continentes distintos se descubren mutuamente, se enteran uno del otro y se observan. ¿Cómo se ven?

Primero, proyectan su propio mundo y a partir de ahí todo lo ajustan a esa pauta.

Los conquistadores eran gente de su época, convencidos de ser dueños de una verdad abso-luta: la de su propia fe. Increíblemente enjau-lados en su etnocentrismo, perciben el mundo desde la perspectiva “de mi verdad”; en todos los dioses ajenos ven solamente demonios, apo-yados en la autoridad de la Biblia de que “to-dos los dioses de los gentiles demonios son”. Además, esos hombres en su niñez, sin duda, contemplaban en las iglesias parroquiales las imágenes del Infierno o de la tentación en el Paraíso con Satanás representado como ser-piente alada. Aunque sus alas de murciélago no se asemejaran en nada a las verdes y sua-ves plumas de Quetzalcóatl, quizá la semejanza conceptual: serpiente alada versus serpiente-ave los espantaba. Europa trajo sus demonios a este continente y los proyectó hacia el Otro. Este tremendo espejismo los justificó para con-quistar y dominar al Otro. En la imaginación popular posterior a la Conquista, en pinturas, biombos e ilustraciones de libros, encontramos a las deidades prehispánicas representadas con rasgos de los diablos medievales.

Muchas veces vemos lo que esperamos ver, no al Otro sino nuestros prejuicios. Captura-mos la imagen del Otro deformada por nuestras expectativas. Miramos al Otro, pero nuestra mi-rada regresa como un reflejo de nuestras pro-yecciones.

Al conocer de la aparición de seres extraños en los confines de su mundo, Moctezuma pri-mero consultó con los sabios si en los códices había noticias que pudieran explicar de quiénes se trataba. Luego, entre muchas acciones, envía a Cortés los atavíos de los dioses. ¿Esto signifi-ca que fueron tomados por dioses realmente? La palabra teotl, que suele traducirse como “dios”, en náhuatl tenía un significado más amplio, ya que denotaba también todas las cosas extraor-dinarias que rebasaban lo común. Sin duda, los españoles –su físico, su vestimenta, sus utensi-lios– eran extraños para los indígenas. Además, surgieron del mar. Hay que recuperar la visión del mundo indígena para entender su asombro: el mar, llamado ilhuicáat, significaba, según Sa-hagún, “agua que se junta con el cielo”. Eso ya

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dotaba a los españoles de un carácter sobrena-tural, ya que habían surgido de un “más allá”. Eran semejantes a los hombres, pero los dioses podían manifestarse entre los humanos como hu-manos. Cuando se dan los primeros contactos, las fuentes indígenas ponen énfasis en la comida, se observa atentamente qué comen los españo-les. No olvidemos que los seres humanos tenían el deber de nutrir a sus dioses con sangre para fortalecer a las fuerzas cósmicas. Los indígenas hicieron otra prueba para sondear la naturaleza de los recién llegados: les mandaron comida divi-na, rociaron alimentos con sangre. Corroboramos el papel revelador de la comida: los dioses no co-men lo mismo que los humanos. Algunas fuentes indígenas cuentan que ellos asimismo recogieron los restos de lo que comían los recién llegados y se los llevaron a Moctezuma. Los españoles ha-bían mandado la típica comida de los marineros: carne y pan secos, vino; sin duda ya un poco rancios después de una larga travesía en el mar.

Los malentendidos de los primeros encuen-tros crecen debido a la falta de la lengua común. Todo ocurría a través de una compleja cadena de traducciones. Los españoles tuvieron suerte de encontrar a Jerónimo Aguilar, un náufrago es-pañol que ya tenía ocho años viviendo como es-clavo entre los mayas; además, entre las mujeres que les ofrecieron los indígenas había una que hablaba náhuatl y maya, la famosa Malinche. Lo interesante, y que ilustra la dificultad de comu-nicarse –y comprenderse–, es que antes de que aprendiera la lengua española, la línea de tra-ducción iba del español al maya, del maya al náhuatl, y de regreso, todo esto confrontando conceptos del mundo muy distantes.

Había aún otro tipo de percepción basado en la convivencia. A los españoles los acompa-ñan ejércitos indígenas que creían llegada la oportunidad de acabar con la hegemonía mexi-ca. Conviviendo se aprende: en su compañía los conquistadores empiezan a entender náhuatl, a vestir armaduras indígenas más adaptadas para el clima que las españolas, que se oxida-ban con las lluvias y eran inaguantables en los días de calor. Todavía la conquista no se había consumado y ya comenzaba el proceso de hi-bridación de las culturas que no ha terminado hasta el día de hoy.

Mientras el Otro es narrado por el Otro, ex-puesto en el discurso ajeno, es imposible hacerle justicia. Por eso es necesario recuperar su discur-so. Se hace imprescindible saber qué dice el Otro sobre sí mismo. En el proceso de la Conquista, los españoles evidencian un esfuerzo manipulador con el fin de pasar por inmortales: entierran de noche a sus muertos para que los indígenas no se den cuenta de que eran mortales ni de cuántas pérdidas habían sufrido, pero, por otro lado, con-fiesan que se orinaban de miedo en las batallas.

En las páginas de Ecos de la Conquista se confrontan tanto los dos discursos sobre la Conquista como el imaginario visual que plas-ma este encuentro. Cada imagen revela tam-bién manipulaciones simbólicas. Al comparar el encuentro pintado en el ambiente criollo, se aprecian tronos de oro macizo, mientras que los mexicas representaban a sus gobernantes en un asiento de petate. El metal precioso era un sím-bolo de poder y esplendor, sinónimo de riquezas fabulosas y reinos legendarios para Europa. Así, se representa al Otro no como era sino como “me gustaría” que fuera, porque mi visión del es-plendor del Otro fortalece mi propio yo, funda la leyenda del grupo con el cual uno se identifica.

Estas versiones confrontadas nos permiten recuperar el lado humano de las dos partes. La Historia transcurre a través de gente como no-sotros, con caras, costumbres, sentimientos y creencias singulares. Un saber conseguido de esta forma no puede ser, espero, maniqueo.

Una vez T. S. Eliot escribió que alguien quien no viaja es provinciano de su comarca y alguien que no conoce la historia es provinciano del tiempo. La literatura histórica de hechos y de ficción nos permite salir de nuestro barrio o de la jaula de nuestra limitada experiencia tempo-ral. Impide que seamos provincianos del tiem-po. Nuestra meta debe ser ensanchar nuestro mundo, ampliar la noción del Nosotros en la cuál nos inscribimos.

*Krystyna Libura es Licenciada en Filología Polaca por la Universidad Jagellónica de Cracovia y tiene estudios en Socio-lingüística por la Fundación Friedrich Ebert, en España. Ha escrito libros de no ficción para niños donde explora la visión del otro y un acercamiento antropológico a los eventos desde la perspectiva de los testigos y no de los protagonistas.

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Los niños leen a Lygia Bojunga

Durante el año 2012 la editorial Norma realizó el Concurso latinoamericano de Estrategias de Animación a la Lec-tura en torno a la obra de Lygia Bojunga. El premio era

un viaje a Rio de Janeiro, para conocer personalmente a Lygia y además tomar contacto con su obra en la fundación que lleva su nombre. Docentes de diferentes países enviaron sus propuestas de actividades, lo que permitió registrar un amplio abanico de estrategias alrededor de los libros de la premiada autora bra-sileña. En este número queremos compartir con los lectores la experiencia de los ganadores de los tres primeros lugares de este concurso y algunas pistas de su propuesta metodológica.

Primer lugar

Desafío 2012. Un juego literario para leer, aprender y disfrutar. Alberto Rafael Alandete. Centro de Educación Bilingüe Colegio Anglo Ameri-cano de la ciudad de Barranquilla, Colombia. Libro elegido Los amigos

Poner en marcha un debate sobre un libro puede resultar un desafío para un docente en el aula, especialmente porque esta estrategia tiene un for-mato tradicional. Una importante dosis de entusiasmo y formas creativas para instalar el riesgo y la emoción, sin embargo, pueden darle una fuerza inesperada a la comptencia de diferentes grupos que se enfrentan para de-mostrar su apropiación de los contenidos de un libro. La actividad propuesta por el ganador de este concurso ofrece de forma detallada el desarrollo de un debate en torno al libro Los amigos, en una modalidad de juego literario. Diferentes modos de leer activan una relación dinámica con el libro, espe-cialmente porque esta lectura permite desarrollar preguntas que tienen que ver con la historia (internas) y otras preguntas relacionadas con el contexto en que la obra fue escrita (externas). Como base del juego literario, se debate por grupos para alcanzar el mejor puntaje de acuerdo a la cantidad de inte-rrogantes respondidas de forma acertada. Los objetivos de esta propuesta, además de construir caminos de interpretación, se extienden más allá del libro escogido y, en su conjunto, esta actividad involucra a diferentes miem-bros de la comunidad educativa.

CONCURSO DE ESTRATEGIAS DE ANIMACION A LA LECTURA

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Segundo lugar

Animación y desarrollo de la lectura y la utilización del juego dramático como recurso. Álvaro Ramón Cárde-nas, Pamplona, Colombia. Libro elegido: Angélica

Esta propuesta combina la actividad teatral y la sensibi-lidad poética para la producción de textos escritos. A partir del texto Angélica, se explora la palabra en un viaje creati-vo, se leen párrafos, se realizan pequeñas representaciones teatrales y se escriben textos poéticos. A partir de la lectura placentera, se suscitan diferentes actividades que combinan ejercicios de escritura y puestas en escenas, lo que promue-ve una forma dinámica de acercarse al texto, detenerse en sus páginas y promover la creación. Poemas y expresión corporal hacen de esta propuesta una actividad original, llena de entusiasmo por detenerse en un texto y disfrutar su calidad literaria.

Una casa soñada en Santa Teresa

Tras los gruesos vidrios de sus anteojos, los ojos de Alberto Alandete iluminaban con su asombro y su emoción. Eran las tres en punto de la tarde de un feriado cálido en Rio de Janeiro cuando llegamos en taxi hasta la cima del barrio Santa Teresa, una maravilla en los altos de la tierra carioca. Cálida y atenta, Lygia Boyunga nos recibió con una sonrisa y nos invitó a pasar para conocer su casa, su estudio, su fundación y su editorial. Había llegado el momento del mayor de los premios para Al-berto, ganador del Concurso de Estrategias de Animación a la Lectura de la obra de la gran escritora brasileña.

Tomamos el té, comimos budín de naranjas, hablamos de literatura, de política y de la vida durante dos horas sentados a una mesa pequeña, mirando hacia la terraza bellísima que cuelga sobre la ciudad. Alberto había llegado a Brasil desde Barranquilla con todas sus preguntas y su admiración. Y allí estaba Lygia, para responderlas y convertir el encuentro entre un lector y su autora en un momento mágico. Una iluminación.

Hinde Pomeraniec Directora editorial global de LIJ

RIO DE JANEIRO

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Tercer lugar

Una conversación entre dos libros. Cecilia Haydée María Fernández, de Buenos Aires, Argentina. Libros ele-gidos: Los amigos y Angélica

Desentrañar el contexto en que una obra fue escrita, sus referencias y parte significativa de la vida de la au-tora, representa una modalidad interesante para acer-carse a un libro. En esta actividad se propone releer Los amigos, obra germinal de Lygya Bojunga Nunes, a la luz del Carnaval, la música brasileña y el espíritu festivo… Una inesperada actividad propone el diálogo con otra obra de la autora, Angélica, lo que permitirá explorar los vasos comunicantes en el mundo de una misma autora. La conversación se intala en esta propuesta como una manera de prolongar el libro en la cotidianidad de los lec-tores, pero también como una forma de adentrarse en di-ferentes territorios que pueden llevar al análisis literario.

Crear lectores: el gran desafío

Formar lectores es una de las principales consignas de las editoriales y los mediadores. Ello implica ofrecer libros de cali-dad y oportunidades seguras y reconfortantes para encontrase con esos libros.

La amplia participación de los docentes en este Concurso de Estrategias de Animación confirma que la creatividad y las conexiones emocionales son motores poderosos para desper-tar el interés por los libros. Diseñar la estrategia adecuada para cada libro resulta una experiencia retadora, en la medida que nos exige que conozcamos el libro y su autor, su contexto de producción y el grupo donde lo queremos presentar, pero sobre todo porque demanda soluciones creativas. Hacer que los libros dialoguen con otros discursos, que descubramos en ellos sus capas de sentidos, que exploremos sus intangibles lazos emocionales y que disfrutemos de su belleza literaria, seguramente abrirá muchas posibilidades para pensar en es-trategias que conduzcan a encuentros seguros y permanentes con la lectura.

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BARATARIA VOLUMEN XX • NÚMERO 13 • 20114

Número 15

Editorial

El reflejo de las minorías en los libros para niños y jóvenes por Sergio Andricaín

Entrevista: Maria Teresa Andruettopor Fanuel Hanán Díaz e Hinde Pomeraniec

Los adolescentes, tras un sentido de pertenencia por Freddy Gonçalves Da Silva

Los Otros del pasado por Krystyna M. Libura

Los niños leen a Lygia BojungaUn repaso a los trabajos ganadores de un concurso docente

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Directora Hinde Pomeraniec • Argentina [email protected]

Editor Fanuel Hanán Díaz • Venezuela [email protected]

Consejo editorial Laura Leibiker • Argentina y Chile Nancy Ceballos • ColombiaJael Gómez Pinilla • ColombiaMaría Eugenia Lasso • EcuadorMaría Geraldina Camargo • GuatemalaLorenza Estandía • MéxicoFiorella Bravo • PerúMildred Correa • Puerto Rico

Ilustraciones Roger Mello • Brasil [email protected]

Diseño Daniela Coduto • Argentina [email protected]

Viñetas Roberto Echeto • Venezuela [email protected]

Impresión

Agosto de 2013

Depósito legalISSN 1690-57733 CC 29006884

Ínsula imaginaria cuyo gobierno le fue otorgado a Sancho Panza como parte de un episodio burlesco que vive con Don Quijote.

Palabra cuyo valor fónico está vinculado al juego y al disparate; su sentido remite a mundos imaginarios y a motivos literarios.

CC 26505008 ISBN 9789875455672 288 PÁGS.

En los barrios bajos de Bath, en el gueto de los duendes, Bartolomeo y su hermana Queta viven bajo una terrible regla: No te hagas notar y nadie te colgará. No son humanos, no son duendes: son distintos.

La primera novela del jovencísimo Stefan Bachmann es ya un suceso de ventas y crítica en Europa y en los EEUU.

(The Peculiar)

Entra a un mundo fantástico en el que ser diferente… es peligroso

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La mirada del Otro en la literatura infantil y juvenil

• Entrevista con María Teresa Andruetto • El reflejo de las minorías en la LIJ

• Los adolescentes, tras un sentido de pertenenciaN° 15 • 2013

Revista latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil

www.librerianorma.comwww.literaturainfantilnorma.comwww.literaturajuvenilnorma.com

CC 29006884ISSN 1690-57733

7 7 0 6 8 9 4 8 6 8 8 4 1

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