Revista El Archivo Nº 11 - Agosto 2004

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Bomberos Voluntarios de Punta Alta. Historia Oral: Severiano Argüello Vara. Patrimonio: Cuartel de bomberos.

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autoridadesIng. Néstor Hugo StarcINteNdeNte MuNIcIpal

Fernando QuirogadIRectOR de cultuRa

equipo de trabajocoordinación general prof. luciano Izarra

entrevistasprof. Guillermo Bertinat

lic. Sergio Solerinvestigación y texto

prof. paola centurióncolaboradores

lic. Gustavo chalierprof. Romina amarfilprof. Fernanda Martel

arq. Graciela BritosFederico Merodio

Gaspar totorolorenzo Ramos

diagramación y diseño d.G. Mauricio Rossello

impresión

Multigráfica

sumario

Editorial

Municipalidad de Cnel. de Marina Leonardo Rosales

Punta AltaDirección de Cultura

Nota de Tapa |Orígenes de la salud pública en Punta Alta

Entrevista | Felix Luna

Nuestro Pasado en Imágenes

El Arcón |Lazaretos

Patrimonio Arquitectónico | Hogar Municipal del AncianoNovedades

Foto de tapa | Ambulancia frente al edificio de la Sala de Primeros Auxilios de Punta Alta, 1941.

e-mail: [email protected]

El Archivo cierra el año de la mejor manera posible: con un número más en la calle y con un reconocimiento que nos alegra sobremanera.A fines de septiembre del corriente año, la Honorable Cámara de Diputados de la Pcia. De Buenos Aires declaró «de interés legislativo» a la revista El Archivo y al Archivo Histórico Mu-nicipal de Punta Alta. Lo hizo mediante las resoluciones N° D/2030/04-05 y N° D/2029/04-05, respectivamente , refrenda-das por el presidente de la Cámara Osvaldo Mércuri. Entendemos que estos galardones prestigian y honran no solamente a nuestra revista y a nuestra institución, sino tam-bién a toda la ciudad de Punta Alta, que siempre nos brindó su apoyo incondicional y que nos cobijó y nos hizo suya. Vaya pues nuestro reconocimiento a toda la comunidad.Ambas distinciones, además de llenarnos de orgullo, nos com-prometen a seguir trabajando en pos de rescatar, preservar, acrecentar y difundir nuestro rico patrimonio histórico como lo hemos seguido haciendo hasta ahora.No queremos dejar pasar la oportunidad sin agradecer a todos los amigos, colaboradores, medios de comunicación, profesionales y comerciantes que, leyendo o comentando la revista, escribiendo algún artículo o publicitando en sus páginas permiten que este proyecto siga vigente y alcance próximamente su quinto año de vigencia.Hasta el año que viene.

esta revista ha sido declarada de interés legislativo por la Honorable cámara de diputados de la provincia de Buenos aires - Resolución N° d/2030/04-05

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por Paola Centurión

Orígenes de la salud pública en Punta Alta

los inicios

Debido al incremento poblacional progresivo que tuvo Punta Alta a principios del siglo XX, pronto se hizo me-nester atender los aspectos concernientes a la salud pública.Ya en los planos de la Base Naval estuvo incluido el emplazamiento de un hospital. Las obras de edificación del Hospital de Marina (nombre que posteriormente fue reemplazado por el de Hospital Naval Puerto Bel-grano) se iniciaron en 1897 y demandaron tres años, inaugurándose el 6 de julio de 1900. La mencionada construcción vino a satisfacer una de las más impor-tantes necesidades de la población. Dicho hospital fue, además, pionero en la zona. Absorbió un elevado porcentaje de la demanda local, especialmente aquella vinculada directamente con la Armada.Pero el carácter casi exclusivo del hospital impedía a una importante franja de la población acceder a la atención médica. Por eso, la salud pública seguía siendo un problema para la Municipalidad de Bahía Blanca y fue-ron constantes sus esfuerzos para tratar de resolver la situación. En consecuencia, a partir de 1902 y en forma sucesiva, se designaron varios médicos para atender en Punta Alta, pero esto no representó una solución definitiva. Al respecto, el periódico bahiense El Comercio, en su edición del 5 de mayo de 1904 expresaba: «A pesar de la numerosa población, no existe médico municipal ni de policía en Punta Alta, atiende a los enfermos y acci-dentados de la empresa constructora, el doctor Mario Vigo, que se traslada desde Bahía Blanca.» También el doctor Sixto Laspiur, médico municipal bahiense, acu-día una vez por semana a Punta Alta con el objeto de practicar revisiones de carácter higiénico. No obstante, en muchas oportunidades era el farmacéutico Aquilino del Álamo quien hacía las veces de médico1.

Hosptal Naval, sala de operaciones, 1900.

Sala de primeros auxilios, instalada en la comisaria, Revista punta alta, 11 de abril de 1928.

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la primera Salita

El doctor Mario Cornero, cirujano de división, y, a la postre, primer director del Hospital Naval, fue uno de los facultativos insignes de esta primera etapa. Éste, mediante auto-rización del Gobierno Nacional, en 1904 instaló un consultorio gratuito actuando como médico municipal para poder atender a los enfermos civiles. En actitud que merece des-tacarse, ahorró los honorarios que le correspondían por su labor civil (150 $m/n mensuales), y los aportó en beneficio de una sala de prime-ros auxilios para nuestra localidad. Ésta se encontraba instalada en un moderno edificio y contaba con ex-celente material quirúrgico, estufas esterilizadoras, dotación completa de medicinas, mesa de operacio-nes y dos camas. Al poco tiempo se anexó una sala de maternidad, que se inauguró con una cama para parturientas necesitadas el 25 de diciembre de 1908. Se supone que dichas instalaciones no tuvieron un uso prolongado, qui-zás debido a que su mantenimiento era llevado a cabo a través de dona-ciones de particulares. Hasta fines de 1928 sólo funcionó en Punta Alta una modesta sala médica en una habitación de la comisaría

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local. Su acción consistía en prestar atención en caso de accidentes o sucesos de orden policial y, en muy contadas circunstancias, se presta-ba labor de asistencia a enfermos indigentes. Por ello, la Delegación local, a cargo de Estanislao Boffi, hizo notar su preocupación instando su traslado a un local independiente y solicitando la adquisición de útiles y elementos apropiados. Esto fue posible a principios de 1929 cuando, por intermedio de la Dirección del Hospital Municipal a cargo del Dr. Alberto Medús, se habilitó la Sala de Primeros Auxilios, instalada en un local de Rivadavia Nº 55, al lado de la Sociedad de Fomento. Como médico jefe fue designado el Dr. Ramón López Camelo2 y el señor Martín Blanco, como enfermero. Con respecto al instrumental médi-co, le fue adquirido a los deudos del Dr. Delfín Cavada, joven profesional hijo de nuestra ciudad, fallecido a poco de haberse graduado e insta-lado su consultorio.3 No obstante esta sala presentaba una serie de carencias de infraestructura; La Nueva Comuna afirmaba: «[...] Debe dotársela de un teléfono para dar aviso al médico inmediatamente que llegue un enfermo grave; surtirla de agua caliente y fría de cuya insta-lación carece actualmente, pues el calentador con que se puede suplir por ahora esta necesidad no es fácil que en invierno llene su cometido. Conviene asimismo que cuente con un botiquín para acudir a cualquier llamado urgente y no hablamos por el momento de una ambulancia aunque sea bueno ir pensando en su pronta adquisición [...]»4

la Sociedad de Beneficencia

Para esta fecha, y desde un par de años atrás, las damas de la Sociedad de Beneficencia venían proyectando la construcción de un edificio que funcionaría como Sala de Primeros Auxilios. Una vez terminado, sería entregado a la Municipalidad de Bahía Blanca para su equipamiento y puesta en funcionamiento.La entidad se había conformado en abril del año 19275 y desde los inicios se hizo presente el deseo de la crea-ción de una Sala de Primeros Auxilios, pues era una gran carencia social a nivel local, idea a la cual adhería la Sociedad de Fomento. En la reunión del 5 de noviembre de 1927, la secretaria Sra. Avelina G. de Camagni planteó la idea de tratar de adquirir un terreno para edificar sobre él la Sala de Pri-meros Auxilios, moción que fue rápidamente aceptada. Seguidamente la presidenta, Sra. Larrosa Brí, designó una comisión (de la cual formó parte) para que se en-trevistara con el señor Juan Antonio Canessa6(a quien la unían lazos familiares) a fin de solicitarle la donación de alguno de los tantos lotes que poseía en nuestra localidad. Las gestiones dieron su fruto pues al tiempo se obtuvieron los terrenos ubicados en calle Irigoyen a la altura del 600, más precisamente los lotes Nº 15, 16

dr. Ramón lópez camelo, jefe de la Sala de primeros auxilios.

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y 17 de la manzana B.Luego de realizada la donación, la Sociedad de Benefi-cencia dispuso la colocación de la piedra fundamental del edificio, el 14 de abril de 1928. Se contó con la pre-sencia del entonces gobernador Valentín Vergara, quién actuó como uno de los padrinos de la ceremonia. Las damas integrantes de la comisión jamás descansa-ron en su labor, y mientras seguían con su obra de ayuda a los hogares necesitados, trabajaban incansablemente para concretar el proyecto del edificio.En plena labor de una nueva comisión directiva, elegi-da el 26 de julio de 1929, y cuya presidencia ejercía la señora Avelina Gilmore de Camagni, se dio comienzo a los primeros estudios técnicos del inmueble. La comisión técnica nombrada para tal fin cumplió con desinterés la importante labor que se le había encomendado y estuvo integrada por los señores Calixto Barbieri, José Diez Terreros, Vicente Tonella y J. Billisio.Gracias al apoyo del vecindario, con su consecuente par-ticipación en fiestas y veladas, la entidad fue reuniendo los fondos necesarios para encarar la obra los que, al momento del inicio, sumaban unos $8.000 en efectivo y alrededor de $ 4.000 en materiales de construcción.

dr. león Silbering,presidente, de la comisión Vecinal pro ambulancia.

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la obra en marcha Una vez que se contó con las escrituras de los terrenos a nombre de la Sociedad de Beneficencia, gestión que se vio algo dificultada y dilatada en el tiempo7, a fines de 1932 dio comienzo la obra, bajo la dirección y asesora-miento del constructor Calixto Barbieri y el desempeño del señor Domingo Mengucci como capataz. La obra fue finalizada en forma parcial a principios de 1933. La parte edificada constaba de un pórtico, una sala de espera, un consultorio externo, una sala de cu-raciones, una sala de farmacia, casa para el encargado consistente en una habitación, cocina y baño, garaje para ambulancia, puerta de entrada y salida para vehí-culos. Contaba con instalación eléctrica, sanitaria y de aguas corrientes.

la ambulancia

Para esta época, Punta Alta aún no contaba con una ambulancia para trasladar a los enfermos o accidenta-dos al Hospital Municipal de Bahía Blanca: vehículos particulares e incluso el tren suplían este servicio.Por eso, a partir de la iniciativa del Dr. León Silbering, y bajo su presidencia, se constituyó una Comisión Vecinal Pro Ambulancia, la cual luego de múltiples gestiones8, logró reunir los fondos necesarios para adquirir una ambulancia. Así fue posible la compra de un auto Chrysler-Fargo con su correspondiente carrocería para ambulancia. Su costo fue de $3700, pagado parte al contado y parte a plazos.Previo al acto central, la Comisión Vecinal Pro-Ambulan-cia, hizo entrega a la Sociedad de Beneficencia de la ambulancia para la Sala de Primeros Auxilios.

Inauguración y traspaso del edificio

El flamante edificio fue entregado a la Municipalidad para que allí fuera trasladada la Sala de Primeros Auxilios. Así, se contaba con mayor espacio para poder trabajar con más comodidad y eficiencia. Pero la propietaria era la misma Sociedad de Beneficencia, situación que perdura hasta nuestros días.La cesión a las autoridades municipales y posterior inauguración del edificio y ambulancia fue un acto de gran orgullo y profundo interés para la comunidad.

chrysler-Fargo, la marca elegida para la primer ambulan-cia de punta alta.

damas integrantes de la comisión directiva de la Sociedad de Bene-ficencia, 1933.

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Se hicieron presentes autoridades municipales, provinciales, militares, medios gráficos, cuerpo médico, etc.El acto contó con la presencia del Regimiento V de Infantería de Bahía Blanca, que amenizó la reunión con su banda. El edificio recibió la bendi-ción del padre Donato Pacella.«Favorecido por un día expléndido (sic), se efectuó el domingo ppdo, la ceremonia inaugural del flamante edificio de la Sociedad de Beneficen-cia, levantado en el amplio terreno de la calle B. de Irigoyen 750 [...]», relataba El Regional en su edición del 24 de octubre de 1933.La Sala de Primeros Auxilios fun-cionó como tal en el mismo edificio hasta la inauguración y posterior traslado de los servicios al Hospital Regional Menor, hoy conocido como Hospital Municipal «Eva Perón». Las gestiones para su creación se iniciaron en el año 1940, y desde

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Fuentes:

·La Nueva Comuna; 1928 a 1943.·El Regional; 1929 a 1933.·Álbum de Punta Alta, Editorial Nueva Época; 1919.·Gran Álbum de Punta Alta; 1941.·Actas de la Sociedad de Beneficencia; desde 1927 a 1929 y desde 1929 a 1936.·El Hospital Naval Puerto Belgrano; ayer, hoy y siempre orgullo regional de la salud»; Marcela Caballero, año 1999.

entonces se bregó por su concreción, que se llevó a cabo finalmente el 18 de abril de 1953. Con este logro, la Sociedad de Beneficencia destinó el inmueble al fun-cionamiento del «Hogar Municipal del Anciano».

Notas:

1 Entre los profesionales de la primera hora se recuerda al Dr. Ramón Ayala Torales, quien fue el primero en instalarse y permanecer en forma definitiva en Punta Alta. Su consultorio se ubicaba en la calle Rivadavia al 100.2 Fue reemplazado al poco tiempo por el doctor León Silbering. Por ese tiempo también se incorporó, a instancia de la Sociedad de Beneficencia el dentista Esteban Notari llevando a cabo su actividad ad-honorem.3 El Dr. Cavada fue el primer joven puntaltense en recibirse de médico cirujano. Su temprana desaparición, a causa de apendicitis, causó gran consternación y enlutó a todo el pueblo.4 La Nueva Comuna, 15 de Febrero de 1929.5 La iniciativa fundacional de la institución fue del cura párroco Dionisio Pío, con la intención de crear una sociedad de caridad de orientación eminentemente católica. De esta manera, las primeras reuniones tuvieron lugar en la misma sacristía de la vieja parroquia. No obstante, pronto surgieron divergencias en este sentido, ya que muchas damas se manifestaron a favor de una entidad abierta a todo culto, lo que derivó, con el tiempo, en un divorcio con la curia local. 6 Canessa (1870-1929) era un próspero comerciante y reconocido miembro de la sociedad bahiense. Integrante de la Sociedad Rural y fundador de la Bolsa de Comercio, formó parte del Directorio de la empresa Telefónica Bahiense y fue concejal durante cuatro períodos.7 Debido al fallecimiento del Señor Canessa y a que él mismo había cedido los terrenos en forma verbal y no a través de un documento firmado, todos los temas legales pasaron a sucesión, y es por esta razón que hubo que insistir mediante abogados para poder obtener el documento donde se dejaba constancia de la donación.8 Dicha comisión gestionó y obtuvo un subsidio del Concejo Deliberante por la suma de $2000 para contribuir a la

compra del vehículo.

edificio de la Sala Médica en calle Brdo. de Irigoyen, 1933.

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los archivos y la historiaLa entrevista se estableció gracias a los oficios de su hija Felicitas, secretaria de redacción de Todo es Historia en ocasión de publicación de un artículo gestado por el staff de el Archivo.«La historia oral tiene mucha impor-tancia en una época como ésta en que no se escriben cartas, en que lo escrito es fugaz y desaparece rápidamente. El testimonio oral es muy, muy importante porque remite un poco a la vida cotidiana, y, en ese aspecto, es muy difícil revivir ... (las cosas) de esa manera», dijo en uno de los párrafos de la extensa charla.Abogó, en tal sentido, para «seguir trabajando y protegiendo los archi-vos, tratar de que las colecciones de diarios y revistas no se pierdan, de seguir haciendo la historia oral, buscando los temas que puedan ser locales pero de interés general».Además, consideró fundamental a la enseñanza de la historia local en las escuelas «para que la gente sepa dónde está parada, de dónde vienen las instituciones, de dónde se fue creando poco a poco la realidad actual que, en general, tiene oríge-nes muy duros y difíciles. Lo que hace que tengan el orgullo de saber que son las resultantes de esfuerzos continuos».Confirmó que el desarrollo de la historiografía regional, tal como aquí se realiza, está a la par de la inves-

tigación desarrollada en los más encumbrados círculos académicos. «En general, se está trabajando muy bien en historiografía regional, y el conjunto de esos trabajos conforma un rompecabezas que se completa cada vez más», manifestó.Calificó como importantísimo al pa-pel de los archivos en la preservación del pasado. «Ellos contienen todas las materias críticas sobre las cuales deben trabajar todos los historiado-res. Por lo tanto, su preservación es fundamental. Sin archivos, no hay historia. Deben estar abiertos y la gente debe frecuentarlos aunque hay que tomar las medidas para que ello no los deteriore», afirmó.La conversación derivó en temas tales como la globalización y la influencia de los medios de comuni-cación en la transmisión de los acon-tecimientos históricos. A criterio de Luna, la historia local no oficaría de freno a la tan mentada globalización, pero servirá para tener datos sobre la identidad local y eso, de imponer-se, matizará a este proceso al que definió de indetenible. En cuanto a los medios, ponderó, a pesar de la pobreza y chabacanería existentes en algunos medios, la sana intención de otros para dedicar espacios de difusión.Los conceptos finales incluyeron felicitaciones a la tarea realizada por nuestro Archivo y saludos para los rosaleños en general y las hacedo-res de El Archivo en particular.

<Félix luna, uno de los máximos referentes contemporá-neos de la historia argentina y director de la revista Todo es Historia, la más importante y de mayor continuidad sobre el tema, mantuvo una entrevista con nuestra revista.>

por Sergio Soler

Nota: Una versión detallada de la entrevista fue publicada en La Nueva Provincia el domingo 19 de Septiembre de 2004.

Entrevista

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Dicen que una imagen vale por mil palabras. Es que ella muestra y demuestra lo que no se puede decir más que vién-dola. Imagen para imaginar. Imaginar las voces, los olores, los roces de la piel. Los invitamos a revolver en viejos álbumes familiares, en cajitas de cartón que duermen sobre el ropero y rescatar esas fotos, memoria de celebraciones y de seres queridos. Y si pueden, acérquenlas al Archivo. Así se podrá, a partir de ellas, indagar en los hombres y en las mujeres, en los ambientes, en las actitudes y en las circunstancias que hicieron nuestro pasado común, que está hecho, en definitiva, con los pasados de cada uno de nosotros.

Cosecha en Bajo Hondo (1928)

Este interesante documento gráf ico nos muestra las típicas faenas agrícolas llevadas a cabo en la zona rural de nuestro partido. En primer plano, cosiendo las bo lsas de arp i l le ra utilizadas para almacenar e l grano, se encuentra Manuel Rodríguez. Atrás, manejando la cosechadora, Luis Barrera, propietario de la chacra ubicada en la estancia Santa Teresa, de Bajo Hondo. La cosechadora era una McCormick Nº 2, con una capacidad de plataforma de descarga de tres bolsas; poseía dos boquillas, una para trigo y otra para triguillo y era tirada por diez caballos de un solo palo (color) zaino oscuro, vale decir, castaños sin ningún pelo de otro color. La fotografía es propiedad de Ismael Barrera, hijo de Luis.

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laZaRetOSpor Pepe Recuerdos

Atender la salud de la población en al-guna emergencia, da la posibilidad –a la sensibilidad humana- de manifestarse en toda su potencialidad. En las peque-ñas poblaciones alejadas de los centros urbanos importantes, tanto los maestros rurales como los médicos de campaña, se llevan las palmas en tal sentido. Tanto unos como otros, llevan conocimientos adquiridos en los claustros, acompa-ñados solamente por su extraordinaria vocación de servicio. Acá, entre nosotros, hemos asistido a actos de entrega total en tiempos críticos para la salud de los pioneros. En épocas en que no existían ni el hospital municipal, ni las clínicas, ni el sanatorio o tan siquiera una sala de primeros auxilios, los primeros médicos que decidieron fijar su residencia en el incipiente poblado, hacían todo lo que estaba a su alcance para atender las necesidades de control de enfermedades contagiosas mortales –a principios del siglo XX- como por citar algunas: rubiola, sarampión o difteria, que cada tanto se manifestaron en Punta Alta, expuesta a ello por recibir contingentes de personas provenientes de todas partes del país y del extranjero. Una de las personas que prodigaron sus esfuerzos en beneficio del bienestar de la salud del pueblo, fue don Aquilino del Alamo, quien no era precisamente ni médico ni maestro, sino: el «boticario»; toda una autoridad por entonces.Don Aquilino instaló la primera farmacia puntaltense, en 1902, en la calle Colón. Era español, y había arribado al pueblo desde Adrogué, donde tuvo un negocio

similar. Llegó a cubrir una imperiosa necesidad, pues las me-dicinas recetadas por los muy pocos facultativos que atendían las dolencias físicas, se debían traer desde la vecina ciudad de Bahía Blanca. Hubo un hecho que pinta la hombría de bien del nuevo farmacéutico local. Fue en 1904, en que ocurrió una epidemia de viruela que produjo una importante cantidad de fallecimientos en Arroyo Parejas y Ciudad Atlántida. Ante la emergencia sanitaria, don Aquilino instaló en aquella zona, un lazareto –luego de declarar la cuarentena y aislamiento de los afectados- al que atendió de día y por las noches hasta que el peligro de extensión de la peste pasó. Esta circunstancia se repetió dos años después (1906). No viene al caso analizar ahora las causas que hicieron que aquella terrible enfermedad azotara a la población. Sí es motivo de este recuerdo, destacar la humanitaria labor de este vecino que supo granjearse el agra-decimiento de quienes supieron de su entrega total a favor de los demás. Todo un ejemplo de amor al prójimo ¿Verdad?.

don aquilino del alamo

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por Arq. Graciela Britos

Patrimonio arquitectónico

Hogar Municipal del Anciano

Hogar del anciano MunicipalEste edificio de fachada continua, de ritmo tranquilo y sobria ornamentación, sólo interrumpida por una especie de atrio que avanza hacia la calle enmarcando el ingreso, es característica del clásico italianizante de la primera época. El ritmo en el aventanamiento; simples molduras en la parte superior definiendo el remate; el atrio con columnas que avanzan, generando el único movimiento de volumen, son elementos característicos de este movimiento dado a fines del siglo XIX y principios del XX.El elemento que enmarca el retiro de este edificio dado por una serie de pilares y rejas, es de neto estilo Art Decó.El marcado escalamiento en movimiento de la volumetría del pilar, son características marcadas de este movimiento.Esta conjunción de estilos, este encuentro de formas, ritmos perfectamente combinados y juego de volúmenes, dan origen al Eclecticismo.

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eclecticismoSi bien no se da como un movimien-to, mucho menos como un estilo, es común verlo en la arquitectura ame-ricana, después de los movimientos migratorios del siglo XIX.Éste toma elementos de distuntos movimientos (ornamentación, vo-lúmenes, materiales, formas, etc.), para conjugarlos en un todo armó-nico y único. Así es como se combina una facha-da de estilo clásico con un cierre volumétrico Art Decó.La armonía de las formas, de las líneas y los volúmenes deja como resultado, una obra, con caracterís-ticas únicas en su tipo.

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Novedades

Urquiza 123(02932)432063 de martes a viernes; de 08:30 a 17:30; sábados de 10 a 13 y de 16 a 19; y los lunes de 08:30 a 14:00.

Mitre 101 - (02932)[email protected]

de lunes a viernes de 07:00 a 19:00

Museo Naval de lunes a viernes de 10:00 a 17:00 ; sábados y domin-gos de 13:00 a 17:00. Para con-sultas, llame al (02932)487526

Museo Bateríasde lunes a viernes de 08:00 a 13:00; sábado, domin-go y feriados de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 17:00(02932)-488325.

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Una vez más, El Archivo comunica a sus lectores y amigos que la revista Todo es Historia, en su número 447 del mes de octubre acaba de publicar un extenso artículo sobre los inicios de la Cooperativa Eléctrica de Punta Alta. Esta nota lleva la firma de dos integrantes del Archivo Histórico Municipal, Luciano Izarra y Gustavo Chalier y es el fruto de una larga investigación al respecto que se vio coronada con la edición, el año pasado, de un libro publicado en conjunto con la Cooperativa Eléctrica local. El escrito aparecido ahora en la prestigiosa revista porteña-dirigida por el historiador Félix Luna- condensa parte de lo narrado en esa publicación. Es ésta la segunda oportunidad en el año en que Todo es Historia, el órgano difusor de historia más importante del país, da a conocer trabajos generados por el equipo de trabajo del Archivo Histórico (El anterior, se recordará, apareció en el número del mes de abril y versaba sobre las inversiones francesas en Punta Alta). Pero quizá lo más importante sea que ya se establecieron vínculos con la editorial y están en carpeta otros artículos susceptibles de aparecer en las páginas de la afamada revista. Esto servirá para posicionar al pasado regional dentro del panorama historiográfico nacional, con todo lo que ello conlleva de difusión, conocimiento y valoración de Punta Alta y su entorno inmediato. Por otro lado, y dada la calidad de las notas de Todo es Historia, la publicación de estas reseñas llevan implícito el reconocimiento a la seriedad y rigor con que el equipo de trabajo del Archivo Histórico Municipal desarrollo su labor cotidiana.