Revista Mundo Montessori Edición Nº6

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La familia Además: Entrevista a Francisco Claro Huneus Bases para alimentar a un niño Charla de especialista Montessori Julie Noriega La apicultura Primavera 2010 / N o 6 / Valor comercial $1.500

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El segundo plano de desarrollo, Los niños de taller. El 7 de julio pasado la mexicana y especialista Montessori, Julie Noriega, dictó la charla “¿Cómo mantener los elementos esenciales en la práctica Montessori?”. En aquella oportunidad, la experta mexicana, sintetizó los principales aspectos de la educación para niños de entre 6 y 12 años y realizó una serie de recomendaciones sobre el trabajo con los menores de taller. El presente artículo rescata los tópicos relevantes de la charla. “Un grave error es ver a Taller como una Casa de Niños grandes”, asegura Noriega. Y es que por mucho tiempo se relacionó la filosofía Montessori con la educación preescolar y se buscó extrapolar dicha experiencia hacia los mayores. Ello no es posible porque aunque cada niño tiene su propia personalidad, hay etapas características en su crecimiento”

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La familia Además:

Entrevista a Francisco Claro Huneus Bases para alimentar a un niño Charla de especialista Montessori Julie Noriega La apicultura

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• Implementación de primera calidad• Ambientes amplios, luminosos y seguros• Materiales didácticos específicos• Actividades abiertas a los padres• Profesionales especializados• Atención personalizada

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Mundo Montessori /Primavera 2010 1

Director Responsable:Ellinor Barentin

Directores Periodísticos:Katerinne PavezJorge González

Director de Proyecto:Gaspar Ortiz

Grupo Editor:Bodeguita Montessori Ltda.

Diseño y Diagramación:David Cabrera

Fotografía:Juan Carlos Recabal

Ilustraciones:Jennifer Martínez A.

Periodistas:Jorge González

Katerinne Pavez

Colaboradores:Myrza Giancaspero

Opiniones y Sugerencias:[email protected]

www.centromontessori.cl

EditorialIndice

La FamiliaIntentar definir lo que actualmente es una familia se nos hace complejo, no sólo por las diferentes conformaciones que podemos encontrar en nuestra sociedad sino también porque cada uno puede construir su propia definición.

Sin embargo, podemos consensuar que familia implica ciertas normas de conductas aceptadas por todos los miembros y con roles más o menos definidos. Ambas condiciones las podemos encontrar desde el primer grupo de homo que pisó el planeta hasta el día de hoy.

Ya sean padres, madres o parientes a cargo de nuestros niños y niñas, hay un trabajo trascendental que hacer para que nuestra sociedad funcione de manera armónica. Y es en ese trabajo, que se establece una relación directa con quienes están guiando a los hijos e hijas en los establecimientos educacionales donde residen gran parte del día.

En esta edición de primavera, donde todo comienza a renacer y los árboles polinizados han comenzado a mostrar sus primeros brotes y flores, hemos querido entregarles una revista enfocada a la familia, desde diferentes puntos de vista y enfocado a niños y niñas de diferentes edades.

Los invitamos a reflexionar profundamente sobre nuestros roles, compromisos y protagonismos en esta organización ancestral: La Familia.

Centro de Estudios Montessori.

6.Con énfasis en el caminoHace varios años, Marisol Navon debió escoger entre la educación tradicional y la educación Montessori.

24. Alimentar a un niñoCecilia Schellhorn, con vasta trayectoria en lactancia y destete, entrega claves fundamentales para lograr exitosamente esta etapa de desarrollo del niño.

10. Francisco Claro HuneusFrancisco Claro Hunneus nos relata la experiencia Montessori que vivió en su primera infancia, y desde una mirada crítica y a partir de recuerdos personales.

22.LímitesGran tarea para quienes estamos a cargo de niños y niñas. Cuándo y cómo poner límites a los niños.

14. PublireportajeEn ambientes acogedores rodeados de naturaleza, los colegios Montessori: Colibrí, Yerpún y Millantú desarrollan su Misión Educativa.

28.ApiculturaSepa por qué estos pequeños insectos y su producto estrella, la miel, atraen cada vez más miradas entre los chilenos.

16. Los niños de tallerLa mexicana y especialista Montessori Julie Noriega dictó la charla “¿Cómo mantener los elementos esenciales en la práctica Montessori?”

32. NoticiasFamilias mexicanas reciclan desechos para dar educación de calidad a sus hijos.

2. Educación en la familiaPaulina Villarroel, trabajar a la par con las familias de los más de 60 niños que asisten diariamente al jardín Andalué.

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Las infancias de Dominique y Alberto Assael se acercaban, con decisión, al Instituto Hebreo; sus padres, de religión judía, poseían una profunda conciencia

de comunidad y miraban con agrado el colegio “de la familia”. Un desvío posible, más hermanado con los logros deportivos y académicos, era alguna de las instituciones “fuertes” en inglés, muy útil en las esferas laborales. Pero a la hora de la elección, un tercer camino surgió desde el interior de Marisol y Jaime, padres de los hermanos Assael Navon. Se trataba de una intuición, de una visión particular de mundo, que terminó por guiar a los niños hasta un colegio Montessori.

Marisol, ¿tú estudiaste en un colegio Montessori?

No, yo estudié en el Colegio Hebreo.¿Pero tenías algún lazo con Montessori

antes de inscribir a tus hijos?Nada, nada, nada. De hecho, en mi formación

de pedagoga en la Católica no recuerdo que se nombrara la educación Montessori.

Entonces, si no venías del “mundo Montessori”, si no lo conocías, ¿por qué es-cogiste ese rumbo para tus hijos?

Cuando empecé a buscar un jardín visité distintos lugares y me pareció que todos trabajan una relación de masa, de grupo, no de persona. Pero al llegar a un jardín Montessori, por casualidad, noté que los niños establecían una relación muy íntima con lo que hacían, con los materiales, y entre ellos vi que se respetaban. Esto coincidió además con un estudio que estaba revisando mi mamá en el Instituto Carlos Casanueva sobre los jardines de Santiago. En él se concluía que una opción distinta y con buenos resultados era la educación Montessori. Fue una sincronía: por una parte yo espontáneamente llegué a ver la educación Montessori y por otro lado había un estudio que la estaba avalando. Entonces dije: no tengo ninguna duda, los voy a poner en este jardín Montessori.

Eso fue el jardín. Luego debes tomar la decisión del colegio. ¿Por qué uno Montes-sori?

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Con énfasis en el caminoHace varios años, Marisol Navon debió escoger entre la educación tradicional y la educación Montessori. De la primera sabía mucho, ella misma era pedagoga en Matemáticas y conocía bien sus métodos, aunque no le convencían. De la segunda no sabía nada, era conciente de algunas opiniones contrarias a ésta y la dominaba la incertidumbre. Se decidió por la última. ¿Qué la motivó? O todavía más importante: ¿está satisfecha de su elección? Las respuestas son parte de un cuestionamiento que todo padre debe hacerse.

por Jorge González

La familia

Por qué no y por qué sí. Había tantas opciones y tantas posibilidades de ponerlos en un colegio tradicional como en uno alternativo.

¿En qué te fijaste cuando fuiste a reconocer el Colegio?

Vi las salas y los materiales, eso me impactó mucho. Veo que los niños aprenden tocando, experimentando y no sólo a través del lenguaje verbal. Veo que al interior de una sala de clases hay tranquilidad, no hay ansiedad, los niños realmente están interesados en lo que están haciendo. Veo que hay diversidad. Veo los círculos y las conversaciones y que los niños chicos tienen opinión aunque tengan cinco años.

Pero seguía siendo una “apuesta” de tu parte.

Yo tuve dolor de guata por cinco años, de verdad. Todos los años me preguntaba: ¿lo estaré haciendo bien? ¿O no lo estaré haciendo bien? El colegio, llevaba dos años de experiencia, pero algo en mi visión de pedagoga, y también de idealista, me hizo seguir en él.

¿Y por qué no el Colegio Hebreo? Para un judío, en general, el tema de la comunidad y las creencias son súper importantes.

Sí, sin duda. Estaba esa opción, era el “colegio familiar”, por decirlo de alguna manera; mi hermana era profesora ahí, mis sobrinos estudiaban ahí, muchos parientes estudiaban ahí (al menos mis sobrinas por el lado Assael fueron compañeras de mis hijos). De verdad me dolía no ponerlos en el Colegio Hebreo porque estaba esa cosa de las raíces, como también me dolía perder el deporte y el inglés del Santiago College, por ejemplo. Pero yo no veía la educación como un instrumento de meter información externa en la mente de los niños, sino como un proceso que tenía que ser un despertador de su potencial. Entonces tuve que elegir entre una educación sustentada en un niño que viene en blanco y al que hay que meterle conocimiento y otra más respetuosa, más armónica, menos invasiva. Elegí la educación Montessori.

Tu marido, y la familia en general, ¿tam-bién estaban inseguros de la decisión?

Todos estábamos con muchas dudas. Además no sabíamos cuales eran las competencias de nuestros hijos, porque no se evaluaba en el colegio Montessori. Entonces yo decía: En realidad, quizás tengo una hija que aunque quiera no va a poder estar donde elija, pero con el tiempo me fui “segurizando”, en parte porque pasó una evaluación en el Santiago College y quedó seleccionada, aunque no se cambió.

Ese dolor de estómago del que hablaste, ¿de qué nacía?, ¿cuál era tu temor principal? ¿Tal vez que la educación Montessori no fuera práctica para la vida?

No. Era que fuese por un camino demasiado diferente del camino tradicional, tan diferente que no hubiese puentes que los relacionaran. Ése era mi temor; yo no dudaba de que esto les iba a servir para la vida, pero sí me preguntaba para qué vida. No quería una vida demasiado desconectada de la vida que, aunque sea mala, es la que todos tenemos. Pero me fui convenciendo cuando vi que sí se podían hacer puentes entre lo que les estaba pasando a mis

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hijos y lo que le pasaba a todos los cabros de otros colegios, que tan distinto no era, sino que la forma de transmitirlo era diferente.

¿Veías a tus hijos felices con el cole-gio?

Felices, dichosos, ellos querían ir. ¿No hubo un momento en que los

niños se cuestionaran estar en un colegio distinto –Montessori- y no en el Colegio Hebreo, por ejemplo?

Sí, eso les pasó en sexto o séptimo, ya más adolescentes o preadolescentes. De hecho, en primero medio mi hijo Alberto quiso salirse del colegio Montessori.

¿Y qué pasó?Mi hijo decidió salirse en primero medio.

Entonces fue a dar unas pruebas a, un colegio inglés, porque él quería aprender inglés. Dio su examen, de matemática, de lenguaje, obtuvo muy buenos resultados y quedó (eso me volvió a tranquilizar, constatar que mis hijos estaban aprendiendo). En ese momento, antes de matricularlo, nosotros le dijimos: anda un día y prueba si es lo que buscas. Después de ir ese día, al llegar a la casa, me dijo: “mamá, me puedes creer que durante todo el día no se mueven del asiento más que para los recreos, ¡están dos horas sentados mirando la pizarra mientras

el profesor les habla! Yo no podría estar aquí, no me gustaría tener esa educación”. Entonces volvió al colegio Montessori, y empezó a valorar una serie de cosas que antes no se había dado cuenta, como las prácticas laborales, el hecho de que lo dejaran investigar lo que necesitaba o que no hubiese tanta rigidez.

¿Y Dominique? Era feliz en el colegio.¿Dirías que tus hijos egresaron satisfe-

chos de la educación que recibieron?Ellos consideran que hasta Sexto es la mejor

educación que hay. Pero la enseñanza media no la encontraron tan buena, la sintieron poco exigente, no les parecía bien que algunos alumnos fueran tan desordenados y no existieran límites más firmes. También criticaban la rotación de alumnos, que muchos se fueran y que llegaran otros que tenían problemas en sus colegios de origen.

Una vez que egresan tus hijos, ¿tuvieron problemas para enfrentar las exigencias tradicionales, como la PSU o la misma universidad?

No, para nada. Ambos dieron una excelente prueba y ahora Alberto está en cuarto año de Sicología en la Universidad Católica, mientras que Dominique en sexto año de medicina.

En ese sentido, se manejaron de inmediato, absolutamente bien con todos los recursos que les dio la sociedad. Lo que sí les costó fue el ritmo y la exigencia, pero igual como le costó al resto de sus compañeros.

Más allá de los logros tangibles de tus hijos, ¿estás conforme con tu decisión?

Sí, pero no estoy del todo conforme con la enseñanza media. Creo que, comparativamente hablando, fue peor que la enseñanza básica. Considero que en enseñanza media se requería un abordaje mucho más acucioso. La enseñanza básica está perfecta, es coherente desde lo que plantea María Montessori hasta cada detalle diario. En media no vi esa coherencia.

¿Lo ideal sería, entonces, hacer la básica en un colegio Montessori y luego la media en una escuela tradicional?

No. Yo apostaría a que la enseñanza media se perfeccione, porque tampoco hay una enseñanza media óptima en otras partes. Si Montessori tiene una base que es distinta y que da buenos resultados, lo que cabe es pensar una mejor enseñanza media.

¿Qué crees que harían tus hijos si fueran padres?

No les he preguntado, pero yo creo que Alberto los pondría en Montessori y Dominique... no se.

¿Y qué consideras que un padre debe sopesar en la disyuntiva de una educación tradicional o una Montessori?

Creo que lo primero es preguntarse qué quiere que les pase a sus hijos, qué quiere que les pase en la vida. Que tengan una carrera o que, además de ser profesionales, vivan la vida con una cierta pertenencia a ella. Pienso que lo importante es el proceso, más que el punto a donde se pretende llegar, porque siempre estás andando y nunca llegas del todo; primero es la universidad, luego la pareja, después la familia. Entonces una pregunta válida para hacerse es qué te va pasando en ese proceso. Qué quieres, que el proceso sea integral o sólo llegar a una meta. Para mí ésa es la pregunta que determina el tipo de educación que un padre elige.

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Padres y madres, alrededor de todo el planeta, conviven con eventos diarios que los colocan en uno de los grandes desafíos de la crianza: cuándo y cómo

poner límites a los niños. Como un péndulo entre el ser permisivos y

autoritarios, vamos encontrándonos con un sin fin de situaciones desde que nos levantamos y tomamos el desayuno, hasta la noche en la hora de ir a dormir y evitar que se pasen a la cama de los padres. Y siempre caemos en las mismas preguntas: ¿debo poner límites? ¿cómo conseguimos poner los límites?

Partiendo desde la base que la crianza es una escuela de por vida, aprender a colocar los límites es una asignatura más que debemos ser capaces de aprobar para lograr un vida armónica con nuestros hijos-hijas y sobretodo, transmitirles a ellos amor, seguridad, respeto y autonomía.

Si tendremos que aprender, entonces, debemos tener ciertas cosas claras, para poder facilitarnos el proceso de aprendizaje. Un adulto se puede sentir en conflicto al momento de poner un límite a su hijo, porque podría frustrar al niño y como consecuencia el adulto se angustia o se siente culpable. También podría pasar que nos sintamos imposibilitados de tolerar las manifestaciones de desagrado del niño o en casos más extremos, el adulto podría

temer perder el cariño del niño. Cada una de las situaciones son válidas y debemos aceptarlas dentro de nuestro aprendizaje.

Entonces, ¿cómo hacemos para ayudar a los niños y niñas a sentirse seguros y amados cuando les ponemos un límite y a la vez, podamos hacerlo sin sentirnos culpable nosotros?

En un primer acercamiento con el tema, debemos preguntarnos qué hace el límite y cómo nos beneficia la convivencia. Sin duda alguna, podemos afirmar que un niño con límites claros y consistentes se siente más seguro, más querido y considerado y ahí está el punto fundamental que motiva este artículo.

Y en relación a la convivencia, un buen manejo de límites desde los primeros años de vida permite vivir en armonía, donde los gritos y las pataletas no tienen cabida. Al poner límite, el tira y afloja se acorta y se abren las posibilidades de conversación.

¿Qué son los límites?Los límites son las normas que a lo largo

de toda la vida, nos permitirán regular nuestras conductas de adaptación a la vida social y familiar; se vuelven fundamentales al momento de formar a nuestros hijos porque les permiten formar su identidad desde el mismo momento del nacimiento, independientes de los padres

y con el correspondiente desarrollo de la autoestima y la valoración del respeto por sí mismo y por otros.

Cuando existe un límite, estamos delimitando el espacio donde el niño podrá moverse, le estamos entregando un territorio donde tanto el niño como el adulto estarán seguros y confiados. El límite ordena al mundo exterior e interior, lo cual ayuda a generar seguridad por donde camina el niño; entrega las herramientas para diferenciar lo correcto de lo incorrecto y a su vez ello permite tener una mejor percepción de la realidad.

Los límites se conversan, son acuerdos preestablecidos que tienden a reconocer las necesidades de las diferentes personas que conviven en una casa o comunidad, de manera que al aplicarse, cada quien se siente respetado. Es clave el hecho que deben ser claramente explicitados, especialmente con los niños más pequeños, el mensaje debe ser muy seguro y preciso. Los límites no son negociables, aunque sí van a ir cambiando a medida que el grupo social vaya teniendo otras necesidades, por ejemplo, no pueden ser los mismos límites que se establezcan con niños de 3 años, que con niños de 10 años, y si son miembros de una misma familia, el niño menor deberá entender que el mayor tiene libertades qué él tendrá

LímitesGran tarea para quienes estamos a cargo de niños y niñas por Ellinor Baretin y Myrza Giancaspero

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cuando llegue a esa edad, y pueda asumir responsabilidades acordes a su madurez.

A los niños pequeños les cuesta controlar sus impulsos y tienen menos noción de las consecuencias de sus actos y de las necesidades de los demás, por esto, los adultos deben estar a su cargo y no basta con sólo decirles o explicarles cada situación, hay necesidad de estar permanentemente atentos a recordar los límites y ayudar a sobrellevar la frustración que el respetarlos podría generar. En la medida que lo vayamos haciendo con constancia, calma y visión del total, los niños irán notando los beneficios que esto les trae: se sentirán más aceptados por los demás, podrán jugar e interactuar con más alegría y se sentirán más seguros, y lo más importante, sentirán que a “esa persona que está a mi cargo, le importo y me quiere”.

De esta forma, podemos entender que poner límites es una forma de entregar amor, de mostrarle al otro que me importa, que haré el esfuerzo de ser consistente en todo momento, aunque esté cansado/a. Poner límites puede ser percibido como agotador y difícil, sin embargo, es algo que a la larga, los hijos y jóvenes reconocerán y agradecerán. En

la medida que la persona va evolucionado en su madurez y va desarrollando su discernimiento, podrá ir asumiendo por sí mismo los límites necesarios para una convivencia armoniosa y placentera.

Niños y niñas que crecen con claridad con respecto a lo que se espera de ellos, (límites claros) se mostrarán más seguros de sí mismo, más autónomos, irán sembrando el respeto por sí mismos y por otros, reafirmando su identidad personal. Cuando conocemos los límites, tendemos a tomar decisiones basadas en un análisis, encontrando soluciones a conflictos de manera autónoma.

Y cuando no hay límites, ¿qué sucede? Niños y niñas que crecen en ambientes

sin límites, o que éstos son ambiguos e inconsistentes, generan sentimientos de abandono, de inseguridad y de baja autoestima, lo que a su vez puede generar conductas agresivas. No sabrán hasta dónde pueden actuar y si lo que hacen es malo o bueno para sí mismos o para otros.

Para reconocer un límite, podemos estar atentos a las siguientes características:

• Es silencioso, se conversa, no hay gritos.• Es claro, siempre es el mismo, independiente

de las condiciones que puedan presentarse.• Es preciso, apunta solamente a la conducta

que queremos reforzar como positiva.• Es firme, se expresa con seguridad. • Es consistente, tiene fundamentos y se

relaciona con la realidad.• Es congruente: está relacionado con la acción

que se quiere normar.• Es estable, no cambia a cada rato, es

predecible. • Es flexible en la medida que cambien las

circunstancias externas. • No satisface la autoridad: al centrarse en el

diálogo, el adulto no se vuelve autoritario ni el niño sumiso. No es una medida de presión por parte del adulto al niño, ni un castigo.

• Da seguridad y estabilidad: el límite entrega al niño o adolescente un camino seguro y un entorno conocido nos ayuda a movernos con seguridad en el mundo.

• No cambia la personalidad del niño: fomentando la seguridad en sí mismo y ayudando al proceso de crear su propia identidad autónoma del adulto.

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