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Revista N° 10, Junio 2013 ISSN: 1659-3057 San José, Costa Rica.

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Revista N° 10, Junio 2013 ISSN: 1659-3057

San José, Costa Rica.

María Cristina Matamoros Calvo

Licenciada en Psicología

Brigada de Atención Psicosocial

Universidad de Costa Rica, Costa Rica

Resumen

El trabajo en la gestión para la reducción del riesgo por desastres, contempla diferentes elementos dentro de su estrategia, muchos de ellos de contenido técnico y otros de índole social; y para su ejecución y cumplimiento de los objetivos se requiere de esfuerzos interdisciplinarios, para poder hacer abordajes integrales. Por tanto, en este escrito se pretende hacer una reflexión en torno a la relación entre la gestión del riesgo y el aporte de la psicología como ciencia social, llamando desde ahí la atención sobre la importancia de considerar el factor psicosocial en las estrategias de reducción del riesgo. Para lo cual se hace un recorrido desde la concepción de la psicología, de la gestión del riesgo, para finalmente arribar a una mirada integradora como propuesta en el abordaje del riesgo, de las emergencias y los desastres.

Palabras clave: GESTIÓN DEL RIESGO, ABORDAJE PSICOSCIAL, INTERDISCIPLINARIO.

Abstract

The strategy for disaster risk reduction includes technical and social elements. Its objectives required interdisciplinary efforts in order to make comprehensive approaches. This paper is proposed to make an analysis on the relationship between social psychology and the risk management strategy.

Keywords: RISK REDUCTION MANAGMENT, DISASTER, SOCIAL PSYCHOLOGY, INTERDISCIPLINARY.

1. Introducción

En el abordaje de las emergencias y los desastres es importante contemplar no solo los elementos físicos, sino también los sociales, pues el impacto de este tipo de eventos no se da en el vacío, se presentan en contextos interpersonales. Amén de que son producto de los riesgos construidos socialmente y no manejados, se hace imperante superar el modelo fisicalista y se propone además incluir la lectura psicosocial, entendida como aquella que contempla elementos éticos en relación con la dignidad y los derechos humanos, superando enfoques asistencialistas y procesos de clientelismo. (Berinstain, 2000).

2. Una noción del quehacer general de la psicología como disciplina

Para comprender la relación entre la psicología y los procesos de gestión para la reducción de riesgos, es importante entender ambos procesos.

Iniciando por la ciencia social, es posible afirmar que la psicología es una disciplina de la salud, concretamente de la salud mental, que busca aportar al bienestar integral de las personas en sus entornos, para que se desenvuelvan de una manera asertiva y en condiciones favorables, tanto para sí mismas como en sus relaciones interpersonales, y en los distintos espacios de desarrollo e interacción (laboral, familiar, recreativo, otros).

La psicología concibe y entiende al ser humano, no como un ente aislado, sino como un ser en sociedad, y analiza la relación entre el individuo y su medio. Contemplando la conjugación de variables en un contexto y realidad particulares.

En el imaginario social puede darse que la psicología se percibe como amenazante, como aquello que arregla o cura algo que anda mal en un individuo; de ahí que se le entienda como

María Cristina Matamoros CalvoLicenciada en PsicologíaBrigada de Atención PsicosocialUniversidad de Costa Rica, Costa Rica

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1. ENTRE LA GESTIÓN DEL RIESGO Y EL ABORDAJE PSICOSOCIAL

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procesos clínicos individualizados que designan un paciente con trastornos mentales y esto le denota un estigma social sobre el cual recaen dinámicas de discriminación, hasta de exclusión y aislamiento.

Esto es una perspectiva que se ha generado a raíz de procesos que llamamos “patologizantes”, es decir que se dedican a señalar y etiquetar lo que está mal. El resultado ha sido que la psicología se haya convertida en una disciplina no muy aceptada en el medio cultural y social, y en parte evadida.

Sin embargo la psicología es mucho más que eso; trabaja también en promover y fortalecer la Salud Mental de las personas. Conlleva otras estrategias de trabajo social y comunitario, más allá de lo individual o patológico, para fortalecer los recursos y factores de protección personales y grupales para el bienestar integral.

Se considera que hay condiciones sociales, cotidianas que tienen impacto en la actividad humana, en las relaciones interpersonales, en la toma de decisiones, y a su vez hay condiciones sociales, políticas, culturales, que tiene impacto directo sobre las personas en su individualidad. Es una relación dinámica, multidireccional, y sistémica (interacciones que afectan en todas direcciones).

La psicología tiene lugar entonces, en los procesos personales, familiares, comunitarios, laborales y recreativos. Se trabaja en relación con la información que se “absorbe” de la realidad, y la elaboración de percepciones (cómo se comprende la realidad) constructos (construcción de conceptos e ideas a partir de la propia realidad) e imaginarios (imágenes creadas sobre la realidad vivida), a partir de los cuales se juzga y se actúa (conductas).

Ahora bien, ¿qué relación entonces se establece entre esta disciplina psicológica y el trabajo de reducción de riesgos desde un enfoque de la gestión del riesgo? Para esto es necesario también comprender a qué hacemos referencia cuando se dice “gestión para la reducción del riesgo”.

3. El enfoque de la Gestión del Riesgo

El enfoque de gestión de riesgo, es el resultado de un proceso de “evolución” desde un modelo de atención y respuesta a las situaciones

de emergencias y desastres originalmente emergencista y exclusivamente asistencialista. Desde ese modelo de tradición fisicalista, se trata solo la situación de emergencia o desastre inmediata (respuesta-atención), porque se concibe como un accidente, como algo inevitable, y que una vez que se controla la situación crítica todo parece haber acabado y se espera que todo vuelva a la normalidad.

Con el paso del tiempo y las experiencias en la atención de emergencias y desastres, se fue evidenciando que estaban quedando descubiertas otra serie de necesidades relacionadas con ese tipo de situaciones problemáticas. Autores como Linda Zilbert (1998), Allan Lavell (2002,1998), Wilches Chaux (1998), fueron llamando la atención sobre la importancia de hacer la transición de un enfoque “de atención de los desastres a la gestión del riesgo”.

Esto es entender que los desastres son en realidad riesgos no manejados, y no solo obra de la naturaleza. Y que los riesgos son procesos construidos socialmente, que se dan producto de una relación e interacción entre amenazas y vulnerabilidades, es decir las condiciones de peligro que atentan contra comunidades o grupos o la sociedad, unidas a las condiciones que harían que el daño fuera mayor. Por ejemplo un huracán puede constituir una amenaza natural, pero que un asentamiento humano esté ubicado en la zona de impacto del huracán, además en condiciones de pobreza, y sin preparación ni alertas frente al evento, esa comunidad se encuentra más vulnerable de sufrir mayores daños con respecto a otras.

Al decir que el riesgo es un producto social, se refiere a que la acción humana hace que las vulnerabilidades sean mayores o menores, según las condiciones del desarrollo social, económico, el acceso a la información, los elementos culturales e ideológicos, y a nivel político, con respecto a la toma de decisiones y ejecución de políticas públicas. Es decir, la relación con el medio ambiente, el uso de los suelos, la planificación territorial, la ubicación y dinámica de los asentamientos humanos, las actividades productivas, entre otras, pueden generar condiciones de vulnerabilidad.

Entonces, la gestión del riesgo incorpora nuevos elementos y se construye como una estrategia de abordaje que busca prevenir, mitigar y reducir el riesgo existente en la sociedad. Coloca

a las comunidades y sus diferentes actores sociales en capacidad de transformar sus condiciones de riesgo, y con ello la posibilidad de evitar o disminuir el impacto de potenciales desastres. Para lo cual se hace necesario reunir iniciativas, propuestas y esfuerzos para una adecuada gestión del riesgo en beneficio de la seguridad y el desarrollo sostenible de la sociedad. (Zilbert, 1998; Lavell 1994, Wilches-Chaux 1998)

Es así posible afirmar que la gestión de riesgo también está enfocada en la promoción de la salud integral, pues esto está comprendido dentro del desarrollo sostenible. El fin último ha de ser resguardar la integridad física y psicológica de las personas y la protección de la vida en última instancia. Y así promover condiciones óptimas para el desarrollo humano para generar estados de bienestar integral (“saludables”).

De este modo la construcción de nuevos enfoques ha generado también nuevas estrategias que promueven una mayor participación de actores sociales y un mayor compromiso en la Gestión del Riesgo (Zilbert, 1998). Esto es lo que permite establecer esa interrelación entre la psicología, una ciencia social, y la gestión de riesgo como enfoque en el abordaje de los desastres, que entiende el riesgo como una construcción social: de este modo el punto de encuentro son “los actores sociales”.

4. Psicología y Gestión de Riesgo: una mirada en conjunto

Las formas de actuación frente a situaciones de desastres están directamente relacionadas con la visión que se tiene de los mismos.

El quehacer de la psicología dentro de la gestión del riesgo, conserva su objetivo original: velar por el resguardo y cuidado de la salud mental, contemplando elementos no solo físicos sino también sociales. La psicología entra a trabajar sobre las variables de vulnerabilidad social, sobre todo las que son de carácter ideológico, y relacionadas con la “percepción del riesgo”.

Precisamente porque el Riesgo es de carácter social es que una disciplina de las ciencias sociales puede hacer aportes importantes. Esto desde áreas de la psicología social, de la psicología comunitaria,

que es una de las labores de la psicología menos conocida en el imaginario social de esta disciplina.

Una vez entendiendo que el riesgo es socialmente construido se hace imperante comprender que por tanto su gestión debe ser participativa. Esto significa tomar en cuenta la opinión y sugerencias de las partes involucradas, no la imposición de decisiones tomadas unilateralmente. Quienes participan en la construcción del riesgo, deben ser parte de la gestión del mismo para la mitigación, reducción y prevención, pues el decir que son actores sociales significa que son personas o entidades activos y actuantes (no pasivos, ni receptivos), con capacidades y recursos.

La psicología social, puede aportar para que en los procesos de gestión para la reducción del riesgo sean procesos participativos y desde ahí se consideren los derechos y necesidades de las personas, adecuando las dinámicas y la información a las distintas poblaciones, es decir una metodología particular para niños y niñas y adolescentes, adultos mayores, hombres, mujeres. Así como la transmisión de conocimientos sea acorde a las particularidades y características de quien la recibe.

La labor de la psicología se hace “psicosocial”: no individual ni patologizante, sino colectiva, sistémica, enfatizado sobre los recursos y estrategias de afrontamiento y la autogestión. Entonces es cuando se empieza a hablar de un “abordaje psicosocial”. Este es el que promueve que los procesos (participativos), tomen en cuenta todas las variables posibles (económicas, culturales, políticas, ideológicas, sociales, individuales, grupales, familiares, organizativas) en todos los momentos de la gestión del riesgo y con todos los grupos, poblaciones y sectores involucrados.

Dentro de los procedimientos como el diagnóstico de necesidades debe ser desde un trabajo participativo, al igual que la identificación de factores de riesgo y factores protectores, de las poblaciones más vulnerables; la promoción de medidas de protección y de prevención. Y la satisfacción de necesidades -básicas primero y luego las de otros niveles o áreas emocionales, o familiares, o interpersonales, etc.-. Los desastres y emergencias como riesgos no manejados acarrean consecuencias que ameritan un

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abordaje psicosocial de acuerdo a esa “pirámide de necesidades”.

Lo psicosocial promueve que se trabaje desde un enfoque de derechos humanos, y de género. Es decir que se conozcan y se respeten las diversidades entre los grupos humanos, y así sus necesidades, recursos y limitaciones, a la vez que se les abre espacios de escucha y consideración en la construcción de soluciones dentro del proceso de gestión de riesgos.

Es decir, es necesario hacer procesos diferenciados entre poblaciones con diferentes edades, género, cultura, recursos, necesidades, etc. Por tanto el abordaje con niñez y adolescencia es particular, así mismo para masculinidad, o feminidad, o adultez mayor, etc. Para todos, la premisa de que se parte es que es fundamental el derecho a la información (correcta y oportuna).

Partiendo que el riesgo es dinámico, cambiante, social y diversamente percibido y comprendido. Es importante conocer esas diferencias y esas percepciones para lograr hacer algo con él. El trabajo en la gestión para la reducción del riesgo requiere que se trabaje con las comprensiones que de esto tienen las personas e instituciones directamente afectadas o involucradas. Pues de eso dependen las acciones y medidas, así como los roles que se desempeñen.

Por otro lado las emergencias y desastres, tienen efectos sobre las personas y grupos, muchas de ellas son psico-afectivas y más aun psicosociales, y es importante contemplarlas durante los procesos de respuesta, reconstrucción y rehabilitación. Es posible trabajar de manera preventiva para evitar el empeoramiento de situaciones a nivel de la salud mental (estrategias de afrontamiento de las personas). Las personas afrontan una situación dándole solución a través de estrategias antes usadas o nuevas, de las cuales pueden ser funcionales en tanto dan un resultado favorable, mientras otras tienen relación con decisiones no funcionales porque acarrean consecuencias negativas que atentan contra la salud e integridad de la persona y sus relaciones y su entorno. Por ejemplo el acudir al consumo de sustancias después de una situación de emergencia, es una forma de resolución pero no funcional. La psicología puede ofrecer e identificar estrategias de afrontamiento alternativas más saludables.

En la valoración psicosocial se contemplan factores de riesgo que son aquellos elementos o situaciones que pueden agravar una situación, por ejemplo en condiciones de emergencias o desastres, pueden agravar la pobreza y falta de recursos, la desorganización comunitaria, enfoques institucionales unidireccionales y verticales impositivos, ausencia de redes de apoyo, antecedentes de problemáticas de consumo de sustancias, violencia, etc. Y se identifican factores protectores para fortalecerlos, tales como buenas relaciones interpersonales y redes de apoyo solidarias, integración interinstitucional para el abordaje de situaciones, protocolos de respuesta claramente definidos, alternativas de desarrollo y esparcimiento comunales, etc.

Asimismo en los procesos de reconstrucción y rehabilitación se debe involucrar la labor psicosocial. Un desastre genera cambios importantes en la cotidianidad de las personas o poblaciones afectadas, sobre todo porque irrumpe con cambios drásticos tanto físico-espaciales, como sociales, en referencia a las pérdidas materiales y humanas que se pueden generar.

Esto es un impacto psicosocial a gran escala, todo lo que las personas tenían como seguro, muchas veces se pierde: el hogar, el vecindario, las fuentes de empleo; familiares y amigos. Esto provoca una ruptura de la concepción y comprensión de la realidad inmediata, se está frente a una situación desconocida, que no se puede resolver mediante formas conocidas.

La incertidumbre de no saber qué va a suceder, genera ansiedad, preocupación, estados de estrés generalizado. El no identificar las consecuencias individuales e interpersonales de una situación provoca un malestar psicológico, una sensación de estar “volviéndose loco” y no poder hacer nada al respecto. Por eso también se realizan los procesos de “psicoeducacion” que permiten explicar a las personas y grupos las consecuencias esperadas frente a situaciones de emergencias y desastres, según las diversidades (etarias, género, condiciones y necesidades particulares). Y de esta manera, reducido ese malestar, promover que las personas puedan seguir sus procesos de reconstrucción.

Se procura abrir espacios para la generación de resiliencia, entendida aquí como esa capacidad de una comunidad para recuperarse de los efectos

de un desastre, a través de esa “generación de capacidades” y la “capacidad de recuperación”

Es importante recalcar que una perspectiva psicosocial con enfoque de derechos humanos y género, en ningún momento permite que se “revictimice” ni etiquete a la población afectada (con títulos de trastornos mentales por ejemplo, o reducidos a víctimas o damnificados, incapaces de recuperarse, sin recursos ni capacidades). Trabajar con enfoques de derechos humanos, implica un conocimiento de la población afectada, para identificar sus recursos y sus necesidades, para hacer frente a la situación (no solo sus necesidades, es decir no solo detectar de lo que carecen sino también con lo que cuentan). Y así generar condiciones propicias para su atención, recuperación y participación activa en los procesos de rehabilitación y reconstrucción.

Adecuar situaciones y procesos, por ejemplo a niveles laboral, educativo, de salud, para que se adecuen a las nuevas condiciones, mientras se retorna a la “normalidad” en condiciones iguales o mejores a las que se tenían antes del impacto de un evento (emergencia o desastre), es parte de lo que la gestión del riesgo debe contemplar. Recalcar que el trabajo desde los Derechos Humanos es no aceptar que se trata de damnificados ni víctimas, como entes pasivos y receptores. Sino de personas y grupos afectados pero con recursos, capacidades de afrontamiento. Esto no quiere decir que se nieguen las ayudas, sino que se hagan con una metodología respetuosa y acorde a los contextos concretos donde se presentan los riesgos o los desastres.

Es menester tener siempre presente que las formas en que las comunidades afectadas responden a una situación de desastre y el modo en que llevan adelante sus procesos de reconstrucción y rehabilitación, tienen relación tanto con las características del impacto de los hechos, como por la historia misma de las poblaciones o personas, esto unido a la manera cómo se desarrolla y se gestiona la ayuda.

5. Lo interdisciplinario en la Gestión del riesgo

Por otra parte, dentro de la gestión del riesgo,

para cumplir con las metas y objetivos, es pertinente el trabajo interdisciplinario, de sujetos con saber especializado y no especializado, con niveles de capacitación en diversas áreas, con experiencias diversas, para que se construyan estrategias en una suma de aportes, opiniones y sugerencias valiosas y adecuadas.

Dado que la Gestión del Riesgo involucra diversos sectores e instituciones con distintos profesionales en diversas disciplinas, es que otro espacio de injerencia de la labor psicosocial es en las instituciones involucradas en la gestión de riesgo, como los gobiernos locales. Donde también hay personas, con percepciones propias desde las cuales actúan. Sensibilizar esta población o sector es vital, para una mejor comprensión de cómo se construyen las condiciones de riesgo, y cómo abordarlas. Especialmente cuando el reto es gestionar el riesgo ajustándose a parámetros y agendas del sistema e instituciones y políticas de instancias superiores.

De ahí la importancia de que también quienes trabajan en las instituciones públicas, privadas, organizaciones no gubernamentales, desarrollen esa capacidad de los actores sociales para identificar su posición y su responsabilidad en el proceso. Lo cual está estrechamente relacionado con la percepción de roles y funciones asignadas frente a situaciones de emergencias y desastres en temas como la prevención, así como la respuesta y el manejo de las consecuencias.

Se evidencia la necesidad de brindar herramientas y estrategias para promover autogestión y no dependencia, en las comunidades Esto se logra si los actores sociales involucraos tienen claros sus roles y funciones, sus necesidades, sus recursos, así como sus condiciones de riesgo. Deben conocer y comprender su realidad para poder hacer algo con ella. Por ejemplo también se ha de crear conciencia que procesos de prevención se pueden trabajar en todo momento, pues el objetivo es prevenir el empeoramiento de cualquier situación, según las circunstancias específicas.

Se puede evidenciar que es un trabajo horizontal entre actores sociales, el profesional de salud mental (psicología) no está por encima de la población con la que trabaja. Y está en la obligación de compartir su saber y de respetar el de los demás. En el trabajo de gestión de riesgo,

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es posible, que en las condiciones actuales del país, la psicología no sea una disciplina que esté siempre presente en esos procesos, sino que entra y se retira en determinados momentos, por lo cual ha de asegurarse de promover la autogestión y las capacidades de afrontamiento, que permita seguir ejecutando las buenas prácticas, y evaluando los procesos para mejor.

La labor psicosocial, es un elementos que también debe ser incorporado en los procesos de planificación, en los diferentes ámbitos que esta se realice, pues permite hacer una lectura de la realidad desde lo social y lo humano, desde las vulnerabilidades más difíciles de abordar, para que haya mayor y mejor comprensión de los procesos que son dinámicos y cambiantes.

Desarrollar esfuerzos que también permitan la flexibilidad, para que se alcance el fin último del bienestar integral de las personas, grupos y comunidades. Lo que se ha visto es que la planificación se hace muy bien, pero muchas veces los resultados no son los esperados y parece haberse perdido o desperdiciado recursos, y esto puede corresponder a que la planificación no ha incluido el factor humano de la manera más óptima. De ahí el aporte que puede hacer la psicología desde una abordaje psicosocial.

6. Conclusión

La gestión del riesgo requiere necesariamente otra concepción de los desastres y de los actores sociales dentro de ellos, el enfoque fisicalista ha de ser superado, para integrar otras variables y elementos, también sociales, de la dinámica y construcción socio-histórica de los procesos humanos.

Un enfoque de gestión de riesgo, ha de realizar un trabajo sobre la dinámica del riesgo de cara a las vulnerabilidades, identificándolas para hacer algo con ellas (más allá de los diagnósticos), es decir construir estrategias de solución y afrontamiento, promoviendo cambios para fortalecer a las comunidades y diferentes actores sociales dentro de ellas.

Para ello es necesario fortalecer el trabajo interdisciplinario, entendido como el actuar

conjunto en la lectura y análisis de la realidad, en el diagnóstico de las necesidades, en la planificación y ejecución de propuestas para la prevención, reducción y mitigación de riesgos y desastres. Este enfoque y metodología se ha de integrar a los procesos locales, sectoriales, institucionales, de la planificación social. Gestionar el riesgo es una labor permanente, en construcción constante, donde las medidas que se tomen sean conjuntas y flexibles.

Es así que la atención de las situaciones de desastres debe contemplar más allá de la respuesta inmediata. La reducción del riesgo se refuerza también en el momento post-desastre, pues es necesario también en esas circunstancias reducir las vulnerabilidades de las personas y comunidades afectadas, y promover la resiliencia y las condiciones necesarias para retomar su vida en condiciones de calidad y sostenibilidad.

7. Referencias Bibliográficas

Beristain, C. (2000). Apoyo psicosocial en catástrofes colectivas. De la prevención a la reconstrucción. Venezuela: AVEPSO.

Lavell, A. (2002) Sobre la Gestión del Riesgo: Apuntes hacía una Definición. Recuperado de http://www.bvsde.paho.org/bvsacd/cd29/riesgo-apuntes.pdf

Lavell, A. (Comp.) (1994) Al norte del Río Grande: Ciencias Sociales y Desastres, una Perspectiva Norteamericana. Colombia: LA RED.

Wilches-Chaux, G. (1998). Auge, caída y levantada de Felipe Pinillo, mecánico y soldador o yo voy a correr el riesgo. Guía de La Red para la Gestión Local del Riesgo. Recuperado de http://www.desenredando.org/public/libros/1998/gglr/

Zilbert, L. (1998). Módulos para la capacitación. Guía de La Red para la Gestión Local del Riesgo. Recuperado de http://www.desenredando.org/public/libros/1998/mpc/

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