Últimamente está apareciendo en fábrica una figura que era bastante entrañable en las películas de Western y no era otro que el vendedor ambulante de crece pelo que encima era calvo. Esos timadores de poca monta se ganaban la vida engatusando a la gente pregonando lo que querían escuchar. Era una época en que la incultura reinaba y eso hacía más fácil la tarea de engañar al personal. Pues bien en esta época que estamos viviendo que el paro y la precariedad laboral es un hecho consumado todavía existen predicadores que se hacen pasar por obreros y que contaminan a la plantilla en contra de la acción sindical. Después de haber pasado una época no muy lejana en la que por ser sindicalista te fusilaban o te tenías que ir al exilio, ahora tenemos que aguantar la constante desconsideración de un sector de la sociedad. Casualmente la crítica a los sindicatos siempre viene del mismo sector. A dicho sector suelen pertenecer las barrigas agradecidas, los escépticos, los que sólo les importa su persona y la cuenta del banco. Hacer de marionetas de la empresa haciendo una puesta en escena para colgarse medallas, puede ser un acto egoísta e incluso déspota, pero encima creerse sus mentiras es de total incultura. Menos mal que no estamos en el antiguo oeste y aquí todos sabemos quien es cada uno. Suele pasar que el cojo es el crítico que enseña a correr. Sigamos luchando por mejorar nuestro puesto de trabajo y nuestro mejor apoyo es y serán los sindicatos que siempre están dispuestos a asesorarnos y ayudarnos siempre que lo necesitamos.

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