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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XL, N o 80. Lima-Boston, 2 do semestre de 2014, pp. 117-138 SIMULANDO EL TESTIMONIO DE VISTA: LOS INDIOS DEL PERÚDE JOSÉ DE ACOSTA EN LA EDICIÓN LATINA DE DE BRY Rocío Quispe-Agnoli Michigan State University Resumen Este ensayo se aproxima a la representación textual y visual de “los indios del Perú” y su entorno en la edición ilustrada de la Historia natural y moral de las In- dias (1590) de José de Acosta, elaborada por los hijos del editor Theodore De Bry. Dicha edición se publicó en 1601-1602 como el volumen IX de Los Gran- des Viajes. Se discuten las posibles razones de los De Bry para seleccionar la obra de Acosta y los cambios que operaron en la elaboración de grabados para ilustrarla. Se analiza en detalle la producción del grababo IV y el simulacro del testimonio de vista de Acosta para construir imágenes alternativas de los habi- tantes de los Andes. El análisis revela cómo diferentes formas de mirar al “in- dio del Perú” se superponen o contradicen. Los De Bry lograron el éxito edito- rial con una visión iconográfica del Nuevo Mundo que simulaba la experiencia directa del testigo de vista y al mismo tiempo la alteraba. Palabras clave: testigo de vista, José de Acosta, Theodore De Bry, relatos ilustra- dos de viajes, indios del Perú, historia natural, grabados. Abstract This essay studies the textual and visual representation of “the Indians of Peru” and their place in the illustrated edition of the Historia natural y moral de las Indias (1590) by José de Acosta, prepared by the sons of publisher Theodore de Bry. Such edition was published in 1601-1602 as the ninth volume of The Great Vo- yages. This essay discusses the criteria used by the De Brys to select the work of Acosta and its redesign through the elaboration of engravings to illustrate it. The detailed analysis of engraving IV allows observing the mimicry of the eye- witness’ experience that provides alternative images of the inhabitants of the Andes. This study reveals how different ways to look at the “Indians of Peru” may overlap or contradict each other. The De Brys had editorial success thanks to their iconographic view of the New World, which mimicked and made changes to the direct experience of the eyewitness.

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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XL, No 80. Lima-Boston, 2do semestre de 2014, pp. 117-138

SIMULANDO EL TESTIMONIO DE VISTA: LOS “INDIOS DEL

PERÚ” DE JOSÉ DE ACOSTA EN LA EDICIÓN LATINA DE DE BRY

Rocío Quispe-Agnoli Michigan State University

Resumen

Este ensayo se aproxima a la representación textual y visual de “los indios del Perú” y su entorno en la edición ilustrada de la Historia natural y moral de las In-dias (1590) de José de Acosta, elaborada por los hijos del editor Theodore De Bry. Dicha edición se publicó en 1601-1602 como el volumen IX de Los Gran-des Viajes. Se discuten las posibles razones de los De Bry para seleccionar la obra de Acosta y los cambios que operaron en la elaboración de grabados para ilustrarla. Se analiza en detalle la producción del grababo IV y el simulacro del testimonio de vista de Acosta para construir imágenes alternativas de los habi-tantes de los Andes. El análisis revela cómo diferentes formas de mirar al “in-dio del Perú” se superponen o contradicen. Los De Bry lograron el éxito edito-rial con una visión iconográfica del Nuevo Mundo que simulaba la experiencia directa del testigo de vista y al mismo tiempo la alteraba. Palabras clave: testigo de vista, José de Acosta, Theodore De Bry, relatos ilustra-dos de viajes, indios del Perú, historia natural, grabados.

Abstract This essay studies the textual and visual representation of “the Indians of Peru” and their place in the illustrated edition of the Historia natural y moral de las Indias (1590) by José de Acosta, prepared by the sons of publisher Theodore de Bry. Such edition was published in 1601-1602 as the ninth volume of The Great Vo-yages. This essay discusses the criteria used by the De Brys to select the work of Acosta and its redesign through the elaboration of engravings to illustrate it. The detailed analysis of engraving IV allows observing the mimicry of the eye-witness’ experience that provides alternative images of the inhabitants of the Andes. This study reveals how different ways to look at the “Indians of Peru” may overlap or contradict each other. The De Brys had editorial success thanks to their iconographic view of the New World, which mimicked and made changes to the direct experience of the eyewitness.

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Keywords: eyewitness, José de Acosta, Theodore De Bry, illustrated travel ac-counts, Indians of Peru, natural history, engravings.

En los primeros años del siglo XVII, la imprenta de Theodore De Bry sacó a la luz dos ediciones del noveno volumen de la serie Los Grandes Viajes1. La primera fue publicada en alemán en 1601 y le siguió una edición en latín en 1602 a la que me referiré de aquí en adelante como America pars nona2. Ambas ediciones reunieron mate-riales de tres relaciones de exploración de América y parte de Asia: la Historia natural y moral de las Indias del padre Joseph de Acosta (1590) y los reportes de dos navegantes holandeses que cruzaron el Estrecho de Magallanes entre 1598 y 1600: Sebald van De Weert y Olivier van Noort3. El contenido de America pars nona en ambas edi-ciones es el mismo: la traducción de la Historia de Acosta en la que se describe la geografía, naturaleza de las Indias Occidentales (espe-cíficamente México y Perú) y las costumbres de sus habitantes4, se-guida por los relatos de los exploradores holandeses.

Este ensayo se aproxima a la representación textual y visual de “los indios del Perú” y su entorno en America pars nona. Dichas re-presentaciones fueron elaboradas por un conjunto de observadores

1 La serie dedicada a libros de viaje en América consta de 13 volúmenes

publicados entre 1590 y 1634. Theodore De Bry participó activamente en la preparación de los volúmenes I-VI hasta su muerte en 1598 (Del Pino-Díaz, “Texto y dibujo” 14). Sus hijos, Johann Theodore y Johann Israel De Bry, co-laboraron en el desarrollo de la serie desde su inicio en 1588 hasta el final (Groesen 112-117). Uso el plural “los De Bry” para enfatizar que la edición de estos volúmenes fue producto de un esfuerzo colectivo que involucró a los De Bry así como sus empleados.

2 Además de las portadas, ambas ediciones incluyeron 39 ilustraciones. La edición en latín que estudio aquí tiene también un mapa del Estrecho que se menciona, pero no aparece en la alemana.

3 Los viajes de De Weert y van Noort tenían como objetivo llegar a Asia navegando el océano Pacífico.

4 En su artículo “Crossing Gazes”, Walter Mignolo observa que los De Bry usaron “América” para designar los territorios dominados por los británicos, mientras que “Indias Occidentales” denominaba aquéllos dominados por los españoles y portugueses (176). Cabe añadir que la mayoría de las portadas de los volúmenes de Los Grandes Viajes usaron “América”, excepto el I (“Virginia”) y el XII, que tradujo la Descripción de las Indias Occidentales de Antonio de Herrera (1601).

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externos (Theodore De Bry y aquéllos que trabajaron en su empresa editorial) para el consumo de lectores europeos que no tuvieron ac-ceso a la experiencia directa del Nuevo Mundo. Si bien volúmenes anteriores y posteriores a América pars nona (re)presentaron a las so-ciedades nativas América, entre las cuales se incluyen los “indios del Perú”5, me detengo en la selección, interpretación y reescritura que los De Bry hicieron de la obra de Acosta porque, en mi opinión, proveía elementos que resultaban convenientes para el proyecto edi-torial de Los Grandes Viajes. A partir de las ilustraciones que acom-pañan a la traducción de la Historia del jesuita, discuto una serie de decisiones que los De Bry tomaron para construir imágenes de los habitantes de los Andes. Con este objetivo, comento primero los posibles factores que motivaron a De Bry a seleccionar el texto de Acosta para que formara parte de la conclusión de Los Grandes Via-jes. Enseguida explico los elementos de la posible experiencia visual de Acosta como testigo de vista en el contexto en el que escribió, así como el uso de esta experiencia visual en la edición de los De Bry. Para entender las posibles experiencias visuales de Acosta y los De Bry, analizo en detalle un ejemplo textual e icónico que nos re-vela cómo las formas de mirar al “indio del Perú” tanto del historia-dor como sus editores se confirman, superponen o contradicen.

De Bry selecciona la Histor ia de Acosta

Michiel van Groesen ha identificado factores del proceso de se-

lección de materiales que los De Bry utilizaron, como su populari-dad y la experiencia directa de sus fuentes (117-121). Otros incluyen el lector y la censura política y religiosa del mercado editorial del si-glo XVI y, en el caso del volumen IX, la necesidad de ofrecer una conclusión totalizadora de América (Norte, Centro, Sur e insular) que sirviera de transición a la serie Los Pequeños Viajes o las Indias Orientales.

5 Los indios del Caribe, Noratlántico, México y la Amazonía son represen-tados en los ocho primeros volúmenes de la colección. El volumen VI incluye la relación de la conquista de los incas según la Historia del Mondo Nuovo (1565) de Girolamo Benzoni quien, aunque católico, fue enemigo acérrimo de los es-pañoles. Años después los De Bry seleccionaron la Descripción de Herrera como el volumen XII de la serie.

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Theodore De Bry favorecía las relaciones de viaje que se habían publicado con cierto éxito editorial en el siglo XVI. Después de la muerte del padre, los hijos de De Bry tendieron a elegir textos de reciente o pendiente publicación, como los que formaron parte de America pars nona (Groesen 118). En cuanto a sus lectores, el artículo de Mignolo citado en la nota 4, caracteriza a Theodore De Bry co-mo un protestante del norte de Europa que organizaba sus narrati-vas y dibujos publicados entre 1590 y 1634, en oposición al Catoli-cismo del sur de Europa, y con un lector protestante en mente. Esto explica, escribe Mignolo, que los De Bry no utilizaran fuentes espa-ñolas o portuguesas en los volúmenes dedicados a Brazil y los An-des (184). Este comentario no considera las traducciones ilustradas de la Historia de Acosta que se publicaron en 1601 y 1602 ni el vo-lumen de 1623 que recogió la Descripción de Herrera. Otro aspecto a tener en cuenta aquí es la conciencia que los De Bry tenían del nivel educativo y/o social de sus lectores. Por ejemplo, las ediciones en latín se prepararon con un lector más educado que las ediciones en alemán que también requerían un lector educado, pero menos exi-gente y/o elitista que el lector de latín (Groesen 147). Si bien la dife-rencia en el tiempo de publicación de ambas ediciones es relativa-mente corto (menos de un año), el hecho de que las ediciones en alemán salieran primero nos indica el interés que tenían los De Bry en divulgar sus textos entre hablantes de lengua vernácula con el probable objetivo de crear expectativas en la élite intelectual que leía en latín.

A pesar de poner de lado el uso de fuentes españolas en Los Grandes Viajes, Mignolo hace una observación que nos ayuda a en-tender la elección de la Historia de Acosta por los De Bry: “Hasta el séptimo volumen de la serie sobre América, De Bry cuenta la histo-ria del contacto entre europeos e indios así como las luchas de los europeos entre ellos” (197, la traducción del inglés es mía). En efec-to, el volumen VIII, publicado en 1599, incluyó tres relatos descrip-tivos de viajes de exploradores ingleses. Su carácter descriptivo se anuncia en la portada de las primeras ediciones (en alemán y latín) y se puede asociar con el discurso descriptivo de las relaciones geo-gráficas, aunque sus informaciones no respondan a cuestionarios preestablecidos por la Corona a la que sirven. El discurso descripti-vo que domina este volumen prepara el terreno, en mi opinión, para

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la Historia etnográfica de Acosta que ocupa la mayor parte del vo-lumen IX.

Fermín Del Pino-Díaz ha estudiado varios aspectos del proceso de edición e ilustración que los De Bry operaron sobre la Historia de Acosta (“Texto y dibujo”, “Crónica de Indias”). Este estudioso lla-ma la atención sobre la novedad de incluir la obra del jesuita como volumen final de la serie, no sólo porque era un autor católico que no criticaba a los españoles como Benzoni y las Casas, sino porque “hablaba minuciosamente de los indios” (“Texto y dibujo” 14). Otros críticos de la obra de De Bry han observado su preferencia por la obra de escritores protestantes o católicos que condenaban a los españoles. Joan-Pau Rubiés, por ejemplo, menciona la neutrali-dad del relato de Acosta como un posible motivo de selección (124, 130). Groesen señala que, en contraste con la obra polémica de las Casas, la de Acosta era una obra más cautelosa que no los exponía a terminar en el Index de Libros Prohibidos (117-118). La prudencia edi-torial de los De Bry respondía a sus intereses de mercado de manera semejante a Acosta cuando éste negoció la publicación de su Histo-ria en Sevilla diez años antes6. Además el estudio de Anna Greve explica que los De Bry también tuvieron el cuidado de no alienar a sus lectores católicos (208-225, citado por Groesen 118). La conclu-sión de Greve nos invita a reflexionar una idea asumida acerca de la recepción de los textos de los De Bry en su momento: no sólo se dirigían a lectores protestantes, sino también católicos.

El tercer factor a considerar para la inclusión de la Historia de Acosta en America pars nona es la relación que establece con los otros textos del mismo volumen. La primera parte de este volumen reco-ge la historia escrita por un autor español jesuita publicada en Espa-ña; mientras que las dos partes siguientes se basaron en reportes orales –aunque en camino de escribirse– de exploradores holande-ses cuyo fines comerciales los impulsó a cubrir la ruta a Asia nave-

6 El jesuita enfrentó la censura inquisitorial cuando solicitó la publicación

de su Historia en España. En su artículo “Literary Production and Suppres-sion”, Rolena Adorno analiza en detalle la negociación discursiva de autores de historias etnográficas como Bernardino de Sahagún, Bartolomé de las Casas y José de Acosta.

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gando hacia el Oeste de Europa7. Los objetivos de las fuentes de las tres partes que constituyen este volumen no podrían parecer, en principio, más distintos. Por un lado, la historia de Acosta intenta describir con detalle científico la naturaleza del Nuevo Mundo y sus habitantes así como el carácter social de las sociedades nativas que se habían desarrollado en dicha naturaleza. En contraste, los relatos de De Weert y van Noort se centran en las adversidades de la natu-raleza deconocida, los indios y los enemigos españoles así como las maravillas geográficas del extremo sur del globo. ¿Qué elementos en común reconocemos en estos textos al parecer dispares que motiva a los De Bry a incorporarlos en un solo libro? Los De Bry concibie-ron en un principio America pars nona como la última instalación de la serie, lo cual se reflejó en los títulos de ambas ediciones: “Novena y última parte de América…”. Los tres textos comparten su interés en áreas del continente sudamericano que posiblemente los De Bry querían desarrollar en más detalle para redondear la temática de la serie. A esto se añade la conveniencia de incluir la experiencia de un autor español católico cuyo nombre no aparece en el volumen y que, además, no criticaba abiertamente al imperio español8. Es posi-ble que los De Bry hayan visto la obra de Acosta como un compen-dio hemisférico de América. Es posible también que los De Bry ha-yan complementado la historia de Acosta con las exploraciones ho-landesas del Estrecho de Magallanes en el punto más austral del hemisferio sur y pasaje hacia el océano Pacífico que los llevaría a Asia, tema de Los Pequeños Viajes. Ahora bien, en ninguna de estas ediciones se cita al jesuita ni como autor de la obra ni como fuente de información. Una posible explicación radica en la diferencia dis-

7 El relato de viajes de De Weert fue al parecer escrito por otro miembro de su expedición y publicado en francés en 1603. La relación de los viajes de van Noort fue publicada en holandés en 1602 y luego en 1612, con ediciones en alemán y francés en 1613. No sería la primera vez que los De Bry adquirieran información sobre estos viajes de los mismos protagonistas o miembros de las expediciones apenas regresaron a Europa para incluirlos como primicia en su colección.

8 Los volúmenes IV, V y VI reproducen la historia de Girolamo Benzoni y exhiben los abusos españoles en América, así como las narraciones espectacula-res de salvajismo y canibalismo indígena en el Caribe y la Amazonía sudameri-cana de los volúmenes III y VII, basados en relatos de Hans Staden, Jean de Léry y Ulrico Schmiedel.

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cursiva entre la Historia de Acosta y los textos que siguen. A dife-rencia de las relaciones de De Weert y van Noort, la obra de Acosta sigue principios filosóficos de conocimiento para aprehender lo nuevo con la misión de evangelizar a los indios. Al mismo tiempo, la aparente neutralidad del discurso de Acosta, como dice Rubiés, se afianza con su conveniente anonimidad.

Por último, los tres textos de este volumen comparten el testi-monio de vista de América que les concede la calidad de fuentes fi-dedignas de información para los objetivos de los De Bry. Dicho testimonio de vista es elemento fundamental para la composición de la serie y aflora en los textos visuales que complementan el texto es-crito. Como explico más adelante, creo que el proceso de ilustrar la Historia de Acosta en America pars nona no complementó la traduc-ción del texto escrito, sino más bien ofreció un texto alternativo so-bre los “indios del Perú”. Con el fin de entender esta lectura y escri-tura alternativas, reflexiono a continuación acerca del acto europeo de mirar en el siglo XVI y el rol del testimonio de vista. Esta refle-xión, añadida al proceso de selección de materiales que los De Bry ejecutaron, enmarcan mi análisis de una ilustración de los hombres y animales de los Andes que revela más de las proyecciones mentales que los De Bry y sus lectores tuvieron de los “indios del Perú” que de la experiencia directa atribuida a Acosta.

Mirada europea y testimonio de vista en el siglo XVI

Varios estudios han demostrado que el proyecto editorial de los

De Bry logró éxito en el mercado del libro moderno gracias a las ilustraciones que acompañaron al volumen como un apéndice al fi-nal o incorporados en la misma página del texto escrito9. Ni Theo-dore De Bry ni sus hijos tuvieron acceso a una experiencia directa de América, sus espacios naturales y sociales. Por ello los De Bry seleccionaron experiencias directas de viajeros europeos (testigos de

9 La gran mayoría de los volúmenes de esta serie dispone de las ilustracio-nes visuales en la portada y en un apéndice al final. En otros casos, como ocu-rre con el volumen XII (1623) que traduce la Descripción de Herrera, las imáge-nes se insertaron en la misma página del texto. Para una explicación detallada del proceso de producción y organización de imágenes en las publicaciones de los De Bry, ver Groesen 121-125.

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vista) al Nuevo Mundo y se apropiaron de dichas experiencias para construir simulacros de las mismas, sin perder de vista las restric-ciones políticas y religiosas que se imponían sobre el mercado edito-rial y las expectativas de sus lectores europeos.

Con el fin de entender la distancia entre la experiencia directa, su representación legible y sus inevitables distorsiones a fines del siglo XVI, hay que considerar las mediaciones entre el referente y sus imágenes. Los editores, traductores e ilustradores (De Bry) actuaron como mediadores culturales que controlaban, según sus intereses, la información del testigo de vista que se transmitía al lector europeo10. Podemos entonces hablar de por lo menos dos niveles de experien-cia visual: la mirada (y percepción) del testigo de vista que se con-vierte en autor (Acosta) y la mirada indirecta del editor/ilustrador (De Bry). Para entender estas miradas y sus productos, comento brevemente por qué la imprenta moderna consideró el testimonio de vista como la fuente más confiable para comunicar lo nuevo y extraño.

La ausencia de imágenes visuales en las historias y relaciones pu-blicadas en imprentas españolas, como la Historia de Acosta, es sig-nificativa si se le compara con las ediciones ilustradas alemanas y holandesas (Del Pino-Díaz, “Texto y dibujo” 4-5)11. A diferencia de Acosta y los cronistas españoles, viajeros franceses, alemanes y ho-landeses que se tornaron autores, como Jean de Léry (1536-1613), no sólo escribieron sus historias y las ilustraron con sus dibujos, sino asumieron un rol activo en la edición de las mismas. Debido a su intervención en el proyecto editorial de su Histoire d’un voyage fait en la terre du Brésil (1578), varios comentarios de Léry nos dan pautas para comprender la experiencia visual del testigo de vista y sus in-tentos de transmisión de dicha experiencia a una audiencia que nun-ca había estado en América.

10 Rubiés ofrece una discusión interesante acerca de la distancia entre lo

percibido y lo representado en los libros de viajes del siglo XVI. Así, la repre-sentación visual de los Tupinambá, por ejemplo, no podía dar cuenta de la complejidad de percepciones de la experiencia del testigo de vista (123).

11 Pocas crónicas de Indias fueron publicadas con ilustraciones como las de Fernández de Oviedo, Cieza de León y Herrera. Las ilustraciones de estos li-bros no alcanzaron el número ni el detalle de las publicaciones alemanas y ho-landesas (Del Pino-Díaz, “Texto y dibujo” 7).

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Léry participó en el establecimiento fallido de Francia Antártica en Brazil en 1557 y publicó veinte años después su experiencia con los indios Tupinambá. En su Histoire podemos leer el esfuerzo que hace para que su lector asimile la experiencia visual que desea com-partir. El autor francés empieza la transmisión de su experiencia en los siguientes términos: “Si se imaginara un salvaje […] se puede imaginar en su mente [su entendimiento] un hombre desnudo...” (62, trad. mía). La frase continúa con una descripción detallada del aspecto físico, vestido y ornamentos de un indio Tupinambá. En la página siguiente, Léry confronta a su lector con el dibujo de un hombre musculoso y desnudo que se encuentra de pie, con arco y flechas, y una mujer que carga un niño en la espalda. El grupo está rodeado por objetos exóticos del Nuevo Mundo como una hamaca y una piña. Con este simulacro de mirar al “salvaje” en Brazil, el lec-tor retorna al texto con un referente del indio. Lo que llama la aten-ción es que Léry utiliza su experiencia visual y su simulacro (la ilus-tración) como elementos estructurales de su discurso etnográfico. Éstos constituyen una evidencia de verdad que descansa en el testi-monio de vista. Varias ideas útiles para mi reflexión se desprenden de este quehacer discursivo de Léry. La primera es la verbalización e iconización de la experiencia visual del testigo de vista que Léry quería transmitir a su lector. Además, el autor francés ofrece un mé-todo para otros autores que, como él, habían sido testigos directos de lo que estaban contando: escribe la descripción de su experiencia al mismo tiempo que miraba el grabado de los Tupinambá. Este método, comenta Rubiés, revela que Léry sabía de la interacción en-tre texto escrito e imagen visual en la página y su impacto en la transmisión de información. De esta manera, prosigue Rubiés, el texto de Léry ofrece un modelo de observación auténtica para su lector al mismo tiempo que distingue su relato de otros que escri-bieron “de oídas” (Rubiés 120-121). Ésta fue una estrategia discur-siva recurrente en la validación de textos europeos. En el caso espa-ñol, Adorno ha analizado la crítica que Bernal Díaz del Castillo hizo a la Historia de la conquista de México (1552) de Francisco López de Gómara argumentando su testimonio de vista como prueba irrefu-table de los hechos que contó en su Historia verdadera de la conquista de

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Nueva España (1568)12. Díaz del Castillo y Léry compartieron la con-vicción de que su testimonio de vista era prueba irrefutable de la “verdadera historia” o los “verdaderos indios” que sus obras ofre-cían. Sin embargo, no podemos dejar de lado que los testigos de vis-ta tenían intereses propios para cuyos fines el testimonio directo otorgaba una autoridad textual conveniente.

En su estudio sobre los grabados de “salvajes” por los De Bry, Michael Gaudio enmarca la obra de Léry a la luz del “nuevo méto-do” de la modernidad temprana para interpretar la naturaleza que el filósofo inglés Francis Bacon propuso en su Instauratio magna (1620): “todo depende del fijar los ojos en los hechos de la naturaleza y de recibir sus imágenes tan simples como son. Porque Dios probibió que demos cabida al sueño de nuestra propia imaginación como pa-trón [modelo] del mundo” (Bacon citado por Gaudio x-xi, la tra-ducción del inglés es mía). En palabras de Gaudio, los modos de representación visual de los siglos XVI y XVII respondían a la ne-cesidad registrar cosas y eventos como habían sido testimoniados por el ojo y no como los hubiera compuesto el artista (xi).

La conexión entre el método de Léry, la propuesta de Bacon y la escritura de Acosta se puede encontrar justamente en la obra de Pli-nio cuya Historia natural influyó en la obra del jesuita. Plinio citaba los modos de percibir la realidad según Aristóteles, quien equipara-ba la experiencia visual con sus referentes y sostenía que nuestros sentidos absorbían pasivamente la información del mundo exterior (De Anima, Libro III, 424a, 4-7). Este modo de mirar fue preponde-rante en la mirada europea de los siglos XV y XVI para interpretar la naturaleza, acto entendido de la siguiente manera: lo que veo es lo real. Acosta siguió el modelo de Plinio al describir la naturaleza y costumbres del Nuevo Mundo y consideró, por ejemplo, que des-cribir los diversos aspectos de la extracción de la plata en Potosí (Libro IV, capítulos 5-8) constituía una representación fehaciente de la realidad americana bajo el gobierno español. En su descripción del trabajo minero en Potosí, Acosta pasó de una experiencia visual a una reflexión moral cuando comparó al cerro de plata con el in-

12 En el mismo artículo, Adorno estudió el uso de la experiencia directa de

Alvar Núñez Cabeza de Vaca en la Apologética historia sumaria (1527-1560) de Bartolomé de las Casas (“The Discursive Encounter” 210-228).

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fierno en el cual los indios eran víctimas condenadas a sufrimientos eternos. Es decir, la descripción de Acosta en su Historia transmitía no sólo una mirada que aspiraba a ser factual, sino también una mi-rada que convertía su acto de mirar en un acto cognoscitivo moral.

De Bry ilustra la Histor ia de Acosta

Los editores De Bry anunciaron los temas generales de America

pars nona en su portada. Estos incluyen la naturaleza de la zona aus-tral de América, algunas supersticiones de sus habitantes, la dinastía de reyes mexicanos hasta Moctezuma II (Acosta) y las relaciones del Estrecho de Magallanes de De Weert y van Noort. Estos temas se resumen visualmente en la portada mediante imágenes de hombres y animales (Figura 1), la mayoría de los cuales aparecen en relato de De Weert (los pingüinos que flanquean al rey africano sentado en una silla y los dos indios semidesnudos que se identifican como ha-bitantes del Estrecho).

Figura 1. Portada de America pars nona (1602). Grabado en cobre. Reproducido con permiso de Rare Book Division, New York Public Library.

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El elemento icónico elegido por los De Bry para evocar el Perú es la llama con carga que se encuentra en la parte inferior del cuadro y que es el tema principal del grabado IV. Del Pino-Díaz ha descrito los temas de los catorce grabados que ilustran la traducción de la Historia en el primer apéndice de este volumen (“Crónica de Indias” 115-118). A continuación examino en detalle el grabado IV porque éste y el grabado III refieren exclusivamente el territorio de los “in-dios del Perú” cuyo contenido ha sido anunciado en la portada con la imagen de la llama.

El grabado IV lleva el título, aprobado por los De Bry, “De las ovejas indias que traen el metal de la montaña” (Figura 2) e ilustra los capítulos 40 (“De las vicuñas y tarugas del Pirú”) y 41 (“De los pacos y guanacos, y carneros del Pirú”) del Libro IV de la Historia13.

Figura 2. Grabado IV de America pars nona (1602). Grabado en cobre. Reprodu-cido con permiso de Rare Book Division, New York Public Library.

13 Todas las citas en español de la Historia de Acosta y de los grabados y le-

yendas que aparecen en las ediciones de De Bry, provienen de la edición crítica de Del Pino-Díaz.

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Los grabados creados por los De Bry seguían un formato em-blemático y estaba compuesto de tres elementos: inscriptio, pictura, subscriptio (Groesen 125). Inscriptio aludía al título de la imagen visual (“De las ovejas indias…”); pictura era la ilustración misma; y subscrip-tio era la leyenda o pie de página que explicaba el tema de la ilustra-ción (“Hay en el Perú…”). Una vez que fuentes y materiales se ha-bían seleccionado, el primer paso era traducir el texto al latín y ale-mán (Groesen 121). Cuando la traducción estaba en marcha, los De Bry elegían los temas a representar en las picturae y trabajaban con artistas para producir las imágenes visuales que luego ellos mismos prepararían en los grabados en cobre. Cuando la traducción y los grabados estaban listos, se procedía a la elaboración de títulos y le-yendas para las ilustraciones. Las leyendas se copiaban o parafrasea-ban de las mismas fuentes si contenían imágenes visuales que los De Bry usaban o, a falta de ilustraciones como era el caso de la Historia, los editores las escribían con la asistencia de un escritor o las revisa-ban cuidadosamente antes de enviarlas a imprimir (123-126). Hasta este momento no sabemos quién escribió las leyendas del volumen IX aunque Groesen ha identificado documentos de Theodore de Bry y de uno de sus escritores que nos da una idea de como se lle-vaba a cabo esta parte del proceso editorial (127-128).

El texto de Acosta ofrece muchos elementos que no se incluyen en el grabado de America pars nona y su respectiva leyenda. En pri-mer lugar, el cronista reconoce la diversidad dentro de la especie que denomina “carneros de la tierra” (y no “ovejas indias”) y des-cribe cada ejemplar (vicuña, taruga, paco, guanaco y llamas o “car-neros de las Indias”) de manera detallada tanto en su aspecto físico como en su comportamiento y las funciones que cumplen en la economía andina. Sin embargo, mientras Acosta revela un interés etnográfico, los textos de America pars nona describen ligeramente al animal como “una extraña especie de oveja, llamadas llamas por los indios” (144). La relación que se establece entre los tres elementos del grabado de los De Bry ofrece varias claves para identificar los modelos que los editores y sus empleados, que nunca habían visto una llama, tenían en mente.

El referente visual más antiguo que describe un animal como la llama se encuentra en el tratado zoológico Historiae animalium (1551-1558) del naturalista alemán Conrad Gesner (1515-1656) quien pri-

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vilegiaba la observación y descripción de especies a partir de su ex-periencia directa. Sin embargo, la aparición de nuevas especies de las Indias Orientales y Occidentales, hizo que recurriera a la asociación de la nueva fauna con los bestiarios imaginarios de la Antigüedad. En el caso de las llamas, Gesner, quien nunca estuvo en América, las describe con elementos que corresponden al Allocamelus. El Allo-camelus, cuya imagen se conoce ampliamente gracias a los grabados en madera de Edward Topzell (1607, 1658), era un animal imagina-rio muy dócil con el cuerpo de un camello y la cabeza de una mula o burro (Figura 3). Según reportes de Gesner, el viajero alemán Theo-dorico de Neus trajo este animal a Europa y lo presentó al empera-dor en Diciembre de 1558. Al parecer, Gesner vio al animal, lo aso-ció con el Allocamelus y lo llamó “ovis indica de Piro (sic)” no por-que se pareciera físicamente a una oveja, sino porque era dócil y domesticada (Asúa & French 194-195).

Figura 3. Allocamelus 1658. Grabado en madera. Reproducido con permiso de Special Collections, University of Houston Libraries, Houston, EEUU. Girolamo Benzoni y Pedro Cieza de León, coetáneos de Gesner,

hablan de las llamas a partir de sus experiencias directas en los An-des. La semejanza entre llamas y burros fue anotada por Benzoni en su Historia. Pocos años después, Pedro Cieza de León también usó

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“oveja” para referirse a las llamas o alpacas del Perú, aunque las dis-tinguió de las vicuñas y guanacos. El grabado en madera que se in-serta en el capítulo CXI de su Crónica del Perú representa cuatro lla-mas con características físicas de camellos, burros y ovejas. Esta imagen se confirma con la descripción de Cieza (ed. de 1553, 124r).

Los capítulos 40 y 41 de la Historia presentan a los animales an-dinos con sus mejores atributos: “mansos”, “donosos”, “atentos”, “serenos”, “notables” y “domésticos” en su mayoría. Los “carneros de las Indias”, dice Acosta, son “la mayor riqueza y ventaja” que tiene el Perú y “el animal de mayores provechos y de menos gasto de cuantos se conocen” (143). Mientras el jesuita nos recuerda va-rias veces que el suyo es un testimonio de vista y de experiencia di-recta, descarta asociaciones imaginarias europeas antes de describir en detalle estos animales. En el capítulo 40, el cronista nos dice que las vicuñas no son las capreas de las que hablan Aristóteles y Plinio, ni las cabras de la India Oriental, ni ciervos o venados que se en-cuentran en Nueva España. Es cierto, admite Acosta, que vicuñas, cabras y ciervos comparten similitudes que las pueden identificar erróneamente (“la ligereza por andar en los montes”), pero son es-pecies diferentes14. Enseguida el jesuita procede a la descripción de-tallada de los animales en su aspecto físico, su comportamiento, y los servicios que prestan al hombre.

Acosta explica varias razones que fundamentan su admiración ante las vicuñas, llamas y pacos que, en opinión del cronista, son superiores a animales domésticos de Asia y Europa. Los servicios que prestan al hombre son útiles (comida, vestido, labor, carga, propiedades medicinales) a un costo mínimo ya que se alimentan de los pastos silvestres de los Andes. Ofrecen también una diversidad complementaria: la lana de las vicuñas es tan fina (“como una seda blanca”) que los Incas habían regulado su caza, mientras que la lana de los pacos es abundante y produce ropa “grosera y común que llaman abasca, otra delicada y fina que llaman cumbi” (143). Además, la lana de estos animales es un recurso natural que no necesita tintes adicionales porque su color es perpetuo. Acosta deduce que la

14 De esta forma, Acosta descarta sin decirlo, la asociación de vicuñas (y

llamas más adelante) con el mítico Allocamelus, asociación que hizo Gesner y continuó Topsell.

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abundancia de estos animales es un factor primordial no sólo para proveer vestido a los indios, sino también para el desarrollo de la sofisticada textilería Inca.

Por otro lado, la carne de llamas y pacos es sabrosa mientras que la carne de vicuña no es tan buena. Sin embargo, añade el jesuita, la carne de vicuña tiene propiedades medicinales para contrarrestar las quemaduras del sol y el frío como él mismo ha experimentado (142). Los “carneros de las Indias” contribuyen a la economía andi-na con su fortaleza y resistencia física ya que son animales de carga que “trajinan vino, coca, maíz, chuño y azogue, y otra cualquier mercadería; y lo mejor de ella, que es la plata”. Por último, llamas y pacos eran tan apreciados en el mundo andino que se usaban como ofrendas en rituales incas (143).

Un resumen de los servicios de estos animales ocupa la primera mitad de la leyenda, aprobada por los De Bry, que acompaña el gra-bado IV de America pars nona. “Esta extraña especie de ovejas” sir-ven por su carne, su lana y como medio de transporte a largas dis-tancias. También se apunta su costo mínimo. La imagen del grabado IV muestra varias llamas y/o pacos con sendas cargas en sus lomos, pero su aspecto físico no responde a los animales descritos en deta-lle por Acosta, sino más bien se asemejan a camellos pequeños. Como los De Bry usaban la iconografia familiar del siglo XVI en sus grabados, es posible que hallan tenido en cuenta la descripción de Gesner para dibujar a las llamas. Groesen también observa un cambio de disposición de los grabados en el volumen. Aquéllos de los primeros volúmenes siguen el formato de un libro de costum-bres o tipos humanos estáticos, mientras que los que se producen por los hijos de De Bry son mas dinámicos con una narrativa visual que incluye escenas de alguna anécdota descrita en el relato. Este formato fue frecuente cuando la fuente original no tenía ilustracio-nes como sucedió con la Historia de Acosta (124).

El grabado IV ofrece la narrativa visual de observaciones del je-suita en la segunda mitad de su capítulo 41. Y la segunda mitad de la leyenda que lo acompaña ancla el sentido de lectura de dicha ilustra-ción, pero omite (y niega) la admiración que el jesuita expresaba por estos animales y los indios que los domesticaban. Acosta puntuali-zaba que vicuñas, llamas y pacos eran un regalo divino que combi-naba de manera eficiente “ovejas y jumentos” en un mismo animal.

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El buen aprovechamiento de llamas y pacos se debe al trabajo de los indios y la inteligencia que demuestran en la obtención y transfor-mación de estos recursos naturales. En otras palabras, la llama y sus atributos son evidencia del nivel avanzado y complejo que la socie-dad inca alcanzó en un lugar geográficamente difícil para los euro-peos. Este carácter moral de la historia natural de llamas y pacos no se transmite en la ilustración de los De Bry.

Como he indicado antes, el título del grabado revela el nombre con el que se conocía a las llamas en Europa desde, por lo menos, la observación de Gesner y/o, en el caso de lectores españoles, la cró-nica de Cieza: “ovejas indias”. El título también destaca su calidad de animal de carga que “traen el metal de la montaña”. Esto explica el tipo de carga sobre los animales en la pictura y el interés europeo en el famoso cerro de plata de Potosí que se consideraba una de las maravillas naturales del Perú15. Ahora bien, en la Historia el autor habla de la carga de plata de las llamas no sólo para dar un ejemplo de su fortaleza, sino también para mostrar la seguridad de los cami-nos incas así como la destreza de los indios que guíaban a los ani-males en su viaje (143-145).

Los “indios del Perú” del grabado IV se representan siguiendo la tendencia clasicista que los De Bry y otros editores europeos del si-glo XVI utilizaban en sus obras: altos, musculosos, sin cabello o sumamente corto, casi desnudos, con un taparrabo, arcos, flechas y lanzas. Son las mismas imágenes usadas por Léry y De Bry para re-presentar a los indios Tupinambá de Brazil. Acosta no describe el aspecto físico de los indios del Perú en su Historia por lo cual los De Bry deben buscar un modelo. Si bien los Tupinambá fueron creados bajo la dirección de Léry en su relato de 1578, el resultado estuvo condicionado, como en los grabados de los De Bry, por convencio-nes artísticas de su tiempo. Los indios de los De Bry, entonces, tie-nen cuerpos hermosos y armoniosos con el fin de producir imáge-nes más atractivas para sus lectores europeos (Rubiés 121).

15 El grabado anterior al de las llamas (III. “De cómo extraen los indios el

oro de las montañas”) presenta el interior de la mina de Potosí y el trabajo de los indios. Al lado izquierdo de la falda del cerro un indio arrea un par de lla-mas que llevan su carga de plata.

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Los indios aparecen en varias actitudes que Acosta menciona en su Historia y que los De Bry recogen de manera abreviada en la le-yenda. En la imagen, un indio dirige la caravana; otro parece hablar-le a una llama que está sentada, y un tercer indio camina detrás de los animales. Un personaje español, mencionado por Acosta de modo casual, camina al frente de la caravana con el primer indio. Al fondo de esta escena hay tres elementos adicionales. El primero es el paisaje que los De Bry añaden que resulta familiar para el lector europeo. El segundo y el tercero añaden escenas que permiten la narrativa visual: a la izquierda se ve un campamento con llamas que descansan. Acosta menciona cómo los “carnereros” construían “toldos” para acampar de noche sin riesgo alguno de ser robados. A la derecha, una llama se encuentra sobre un pico escarpado y un es-pañol le dispara. Estas escenas se explican en la leyenda como pro-blemas de comportamiento de estos animales: por un lado, si la lla-ma se enoja, se sienta y no hay manera de levantarla a menos que un indio se tumbe a su lado “y ansí quedarse a veces una o dos horas y acariciarla hasta que torne a levantarse y proseguir su camino” (144). Acosta cuenta esta anécdota desde un punto de vista ligeramente distinto. Él habla de los pacos (y no las llamas) que “se enojan y aburren [se cansan] con la carga”. Si bien la solución india es la misma que recoge la leyenda, Acosta la presenta de un modo positi-vo enfatizando que los indios tienen el remedio al problema porque saben manejar a sus animales16. La segunda escena del grabado IV se explica de la manera semejante, pero diferente al mismo tiempo. Se-gún Acosta, la llama escapa con la carga porque “se espanta súbito”, mientras que los De Bry atribuyen este comportamiento a su natu-raleza caprichosa. El final es el mismo: un español les dispara para recuperar la carga de plata (145-146).

La Historia de Acosta nos permite entender de qué manera se utilizaron las descripciones del Nuevo Mundo natural como parte de una relación comprehensiva de las Indias: la historia natural en-marca las acciones de los hombres. El jesuita demuestra que el indio del Perú domestica la naturaleza y la pone al servicio de su econo-

16 Además el jesuita usa esta historia para explicar el significado del término

“empacarse” como “que ha tomado tirria o porfía o despecho” (145)

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mía17. Al final del capítulo 41, Acosta apunta que el único problema que los “carneros de Indias” pueden presentar es su exposición a climas calientes de la costa y enfermedades que los matan. Y aún así el autor nos dice que los indios sabían cómo remediar esta situación.

Los De Bry asumían, como europeos de su tiempo, que todos los animales se podían domesticar y poner al servicio del hombre con suficiente entendimiento para lograrlo. La comparación que Groesner hace entre el grabado IV de America pars nona y otro gra-bado con un tema semejante que los De Bry prepararon para otro volumen provee pistas para entender su representación de llamas e indios. En el grabado II de las Indias Orientales, los De Bry presentan a mercaderes persas montados a caballo y dirigiendo una caravana de camellos con carga. Según el análisis iconográfico de Groesen, los De Bry presentan a estos mercaderes como domesticadores efi-cientes de camellos y de otros animales que los acompañan: caba-llos, burros y mulas. En contraste, los indios del Perú fallan en su domesticación de las llamas porque no saben y/o no pueden con-trolar sus acciones caprichosas. Los De Bry indican así la inferiori-dad de las llamas frente al caballo, el burro y la mula, que se extien-de a sus domesticadores: los persas versus los indios del Perú (Groe-sen 160). Es posible entonces que los De Bry eligieran, entre los va-rios capítulos de los cuatro libros de la Historia natural, aquellos pa-sajes en que había animales como las llamas para magnificar las dife-rencias entre Europa y esta parte de América. Hay que tener en cuenta que, a diferencia de las especies animales domesticadas en Europa y Asia, en el siglo XV, llamas y pacos eran los únicos anima-les domesticados para el servicio de los indios. Pero su domestica-ción es ineficiente o incompleta y necesita la intervención del euro-peo para llevarla al siguiente nivel de efectividad.

17 También podríamos leer la descripción de las llamas domesticadas como

una extensión de las cualidades de los indios: mansos, dóciles, trabajadores infa-tigables y eficientes, seguros y confiables. Si los pacos o las llaman causan algún problema, Acosta lo justifica como reacciones naturales ante el miedo o el ex-ceso de carga.

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La circulación de imágenes Como he mencionado páginas atrás, los catorce grabados que

ilustran la Historia de Acosta en America pars nona no son exclusivos de este volumen. Se utilizan de nuevo en el volumen XII de los Grandes Viajes que edita en latín la Descripción de Herrera. Los graba-dos no forman parte de un apéndice sino se insertan en el texto sin títulos ni leyendas. Varias veces el mismo grabado se usa en diferen-tes capítulos. El reciclado de estas imágenes no era inusual en el mercado editorial de la época. En comparación con los grabados en madera, los grabados en cobre representaron un avance tecnológico en el arte de imprimir libros que permitió más licencia artística para los ilustradores, pero también costos más elevados para el proceso editorial (Rubiés 124). Entre la falta de la experiencia directa de un testigo de vista que los De Bry intentaron suplir con la selección de materiales escritos por viajeros que habían tenido una experiencia directa con América, la expectativa de lectores europeos que no ha-bían estado en el Nuevo Mundo, las restricciones de un mercado editorial cuya censura tenía un impacto decisivo en la publicación de libros, y los imaginarios visuales así como los intereses religiosos y políticos del los espacios europeos en los que se movían, los De Bry lograron el éxito editorial con una visión iconográfica del Nuevo Mundo que simulaba la experiencia directa del testigo de vista y al mismo tiempo la alteraba.

El grabado IV de America pars nona aparece de nuevo en 1688 como una de las cinco ilustraciones que acompañan la traducción al inglés de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso18. Cada ilustración aparece en una página independiente del texto escrito y lleva un títu-lo que parte del original de los De Bry, pero toma su propia direc-ción. En el caso del grabado IV se trata de “Del ganado doméstico, y de las grandes caravanas, o manadas en ellas” (citado por Macchi 145, la traducción del inglés es mía). Fernanda Macchi explica cómo la imagen en este contexto ilustra “el uso que los españoles realiza-

18 Para una explicación detallada de esta traducción y la lista de ilustraciones de De Bry que se insertan, ver Macchi 134-149. Además el grabado IV de los De Bry aparece en esta edición de manera invertida. La pregunta pendiente es si se usaron los mismos grabados de cobre de los De Bry o si se elaboraron nuevos a partir de las imágenes en papel.

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ran de las llamas y guanacos” (145). Es decir, a la naturaleza estática de la representación del indio del Perú que se repite casi cien años después, su rol como domesticador y guía de llamas se traspasa al español que aparece en la imagen como líder de la caravana.

La naturaleza dinámica que se desprende de la interacción del texto escrito y la ilustración icónica intenta suplir el vacío en los lec-tores que no tienen contacto directo con el referente, pero también crea nuevos significados y asume otros con el paso del tiempo y el reciclado de las mismas. Este breve análisis comparativo entre las miradas de Acosta y los De Bry, evidencia no sólo la construcción de imágenes alternativas de América y los Andes que responden a intereses oficiales europeos, sino también omisiones y silencios pendientes de estudio. La distorsión resultante participa en un pro-ceso de retroalimentación del imaginario visual europeo cuando se “mira”, pero no se “ve” al indio. En conclusión, la mirada testimo-nial y directa de Acosta que se transmite por medio de la escritura se encuentra con la mirada refractaria del equipo editorial De Bry que selecciona el material más conveniente para sus intereses, lo traduce, lo ilustra y lo reescribe. Finalmente, si miramos a la historia de la recepción y lectura de America pars nona en los siglos XVI y XVII, es posible concluir que la mayoría de sus lectores hayan prestado más atención y hayan otorgado más credibilidad a la mirada refractaria de De Bry que al testimonio de vista de Acosta.

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