Roland Barthes

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Roland Barthes y los trucos de la experiencia 1

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Roland Barthes

y los trucos de la experiencia

"La experiencia es una figura moderna", escribi Jean-Franois Lyotard en 1981, "requiere en primer lugar un sujeto, la instancia de un 'yo', alguien que habla en primera persona. Necesita un arreglo temporal del tipo: Agustn, Confesiones, libro Xl (obra moderna como pocas), donde la visin del pasado, el presente y el futuro est siempre tomada desde el punto de vista de una inasible conciencia presente. Con estos dos axiomas, uno puede ya engendrar la forma esencial de la experiencia: ya no soy lo que soy, y an no soy lo que soy. La vida significa la muerte de lo que uno es, y esta muerte certifica que la vida tiene un sentido, que uno no es una piedra. Un tercer axioma le otorga a la experiencia su alcance completo: el mundo no es una entidad externa al sujeto, es el nombre comn para los objetos en los que el sujeto se aliena (se pierde, muere a s mismo) para llegar a s mismo. para vivir".

Para Lyotard, la experiencia comprendida as se derivaba de modelos cristianos de salvacin cuyo correlato filosfico es la superacin dialctica de las anttesis, y cuyo correlato esttico es el aura, que todava poda encontrarse tanto en la obra de Proust como en la de Michelet. Pero ahora, segn l. la experiencia est en una crisis terminal, socavada por la tecnociencia capitalista, la vida masiva de la metrpolis y la prdida de todo sentido de dialctica temporal que culmine en un sentido retrospectivo.

Al sostener eso, Lyotard expresaba un juicio que ahora es ya familiar, compartido por muchos intelectuales franceses de su generacin postfeno-menolgica. Sera fcil multiplicar los ejemplos de Derrida, Althusser, y otros de su grupo para mostrar que l'exprience vcu fue estigmatizada como un concepto sospechoso ideolgicamente, construido discursivamente y terriblemente pasado de moda. Aunque, como he intentado mostrar en otra parte, Foucault y Bataille fueron excepciones parciales a esa regla, la mayor parte de los pensadores a los que solemos conocer como estructuralistas y postestructuralistas tenan serias sospechas en cuanto a la legitimidad de la experiencia como un trmino autoevidente o fundacional. Me propongo aqu preguntar dnde se situaba Roland Barthes en este panorama intelectual. Podemos discernir una actitud coherente respecto a la experiencia en su notable obra, pese a no haber sido nunca esta nocin objeto en ella de anlisis o crtica sostenidos? Podemos encontrar en l modos alternativos de pensar la experiencia que se opongan a la descripcin desdeosa que de ella propone Lyotard como poco ms que un tropo cristiano secularizado?

El primer punto que uno debe subrayar al plantearse estas preguntas es que Barthes nunca parece haber estado especialmente incmodo o haber adoptado un tono apologtico para usar la palabra "experiencia" a lo largo de su obra. En numerosas ocasiones, reconoci explcitamente haber aprendido de su experiencia personal, Cuando se le pidi definir su identidad, por ejemplo, replic: "Lo que hago en m es filosofar, reflexionar sobre lo que me ocurre", Incluso durante su periodo ms militantemente estructuralista, sostena que "existen escritores, pintores, msicos para quienes un determinado ejercicio de la estructura (y ya no solamente su pensamiento) representa una experiencia distintiva, y que hay que situar a analistas y a creadores bajo el signo comn de lo que podra llamarse el hombre. estructural, definido, no por sus ideas o sus lenguajes, sino por su imaginacin, o mejor an su imaginario, es decir el modo con que vive mentalmente la estructura.

Barthes, como sabemos, no permaneci estructuralista riguroso por demasiado tiempo, de modo que sera un error identificar su propia experiencia en general con la del homo structuralis. Cul era, entonces, la alternativa (o las alternativas) que l propona, o, mejor, encarnaba? Encarnar no es aqu, por supuesto, un verbo inocente, y nos ayuda a comenzar una respuesta, ya que Barthes saba que la experiencia no es una mera categora mental, sino que involucra a la dimensin somtica de la existencia humana. En consecuencia, obras como El placer del texto han sido comparadas con el fecundo ensayo "De la experiencia", de Montaigne, que incorpor tan vivamente las preocupaciones fisiolgicas y anatmicas de su autor. Ms que el cuerpo fenomenolgico situado en la carne del mundo, el cuerpo de, digamos, MerleauPonty, su cuerpo era ante todo un cuerpo deseante vido de encuentros sensuales con el mundo y con otros. Hay, en efecto. pocos escritores que hayan compartido con sus lectores las intensidades de sus placeres y las profundidades de sus frustraciones, la variedad de sus deseos y de sus enfermedades, tanto como Barthes. Adems, su hipersensibilidad a lo que l llamaba el "grano" del cuerpo del otro, que apareca no slo en la voz cantante, sino tambin en las extremidades durante una actuacin o en las manos escribiendo, muestra una apertura a las significaciones materiales que estaban all listas para ser experimentadas por cualquiera con la capacidad de aprehenderlas, en el sentido ertico. Pero no era, como seal cuidadosamente, el sujeto psicolgico en l quien estaba abierto erticamente al grano distintivo del otro, no el ego ortopsquico constituido por el doble especular cuyas implicancias ideolgicas Barthes ya haba aprendido de Lacan. Se trataba ms bien de algo menos organizado e integrado, una subjetividad dispersa, resistente a la reconstruccin narrativa coherente. Cuando Barthes escribi acerca de sus hbitos cinfilos, not que se dejaba fascinar tanto por la imagen de la pantalla como por todo lo dems que haba en el teatro, "como si tuviera dos cuerpos al mismo tiempo: un cuerpo narcisstico que mira, perdido en el espejo que lo absorbe, y un cuerpo perverso, presto a fetichizar no la imagen sino precisamente lo que la excede: la textura del sonido, la sala, la oscuridad, la masa indistinta de los otros cuerpos, los rayos de luz, la entrada al teatro, la salida de la sala: en suma, para distanciarme, para 'despegar', complico una 'relacin' con una 'situacin'. sta era una forma de experiencia que, pese a Lyotard, se sufra o disfrutaba sin que hubiera un sujeto fuerte, centrado. Pero, insista Barthes, implcitamente era experiencia de todas maneras.Otra clave respecto al tipo de experiencia que Barthes buscaba puede encontrarse, en mi opinin, en su descripcin de la seduccin homosexual en su prefacio a la novela Tricks, de Renaud Camus. Aqu, el cuerpo perverso predomina por sobre su gemelo narcisista:

"Los Tricks se repiten; el individuo hace 'surplace'. La repeticin es una forma ambigua; a veces denota el fracaso, la impotencia; a veces puede leerse como una aspiracin, el movimiento obstinado de una bsqueda que no se desanima; se podra entender perfectamente el relato de ligue como la metfora de una experiencia mstica".Cmo debemos interpretar esta osada analoga, que se atreve a comparar la bsqueda repetitiva del placer sexual prohibido con el anhelo de alcanzar la unidad con Dios? Nos pide Barthes realmente que creamos que la seduccin es semejante a la experiencia de un mstico religioso?

La experiencia mstica no es, por cierto, fcil de definir, pero acaso una de sus dimensiones pueda sostener la sugerente analoga de Barthes. La bsqueda de experiencia mstica, como seal una vez Michel de Certeau, puede implicar la separacin del discurso del orden objetivo y formal de las afirmaciones teolgicas. En cambio. implica una relacin ms directa entre el acto subjetivo del discurso y los mensajes que ste exterioriza. "El trmino 'experiencia"', escribe De Certeau, "connota esta relacin. Contemporneo al acto de la creacin, afuera de una historia ilegible, cuando el espacio utpico ha provisto a una nueva facultad de la razn un no-lugar donde ejercer su capacidad de crear un mundo como texto, se constituye un espacio mstico, fuera de los campos del conocimiento. Es all que el trabajo de escritura que se engendra por medio de la animacin del lenguaje por el deseo del otro tiene lugar".

Aunque esta lectura de la experiencia mstica subraya el hic et nunc del momento creativo en oposicin a la repeticin ambivalente de la seduccin, a la vez frustracin y aspiracin, se puede sostener que ambas ponen en cuestin la nocin de que la experiencia es equivalente al relato dialctico de una Bildung progresiva que Lyotard propone como su estructura esencial. Por tanto, si es en cierto sentido religiosa, no se trata del relato soteriolgico que, segn Lyotard, proporciona el modelo de la experiencia tout court. Pues la experiencia religiosa del mstico no es de ningn modo la misma que la consoladora historia de la Cada Afortunada de la inocencia, que subyace a gran parte de la cultura occidental. Privilegia, en cambio. los momentos de intensidad que resisten la incorporacin en un relato progresivo, de un modo que no es muy distinto del que describe Barthes en los Tricks de Renaud Carnus.

Tanto la experiencia mstica como la seduccin, en el modo en que la entiende Barthes, implican una textualizacin del deseo del otro, ya sea el cuerpo sexual de un objeto de amor mundano o el cuerpo espiritual de Dios. Lo que De Certeau llama el "trabajo de escritura", en el cual el mundo se constituye como texto, no constituye, es preciso subrayarlo, la reduccin de la experiencia a una suerte de elaboracin secundaria post facto de sus elementos esenciales. No es una narrativa entramada con un momento culminante de clausura. En su estudio del fundador de los Jesuitas Ignacio de Loyola, Barthes not la hostilidad caracterstica a las imgenes en la experiencia mstica, que revelaba, en cambio, la oscura, sombra, invisible "cara de la nada sublime. A continuacin, caracteriz el intento de Loyola de superar el misticismo en sus ejercicios al privilegiar la imagen, pero hacindolo, nota bene, por medio de su organizacin en lo que equivale a un rgido sistema lingstico. "Constituir el campo de la imagen en sistema lingstico es precaverse contra las orillas sospechosas de la experiencia mstica: el lenguaje es garante de la fe ortodoxa, porque, sin duda, (entre otras razones) autentifica el carcter especifico de la confesin cristiana".El discurso mstico, por otra parte, resiste obstinadamente no slo a las imgenes, sino tambin su transformacin en un orden controlado como un sistema lingstico. No conlleva asociaciones secundarias. En cambio, produce un texto que excede los intentos de contenerlo, un texto que socava no slo la sistematicidad del lenguaje sino tambin la subjetividad centrada de quienes lo emplean instrumentalmente. Si el sujeto mstico intenta perder su personalidad integral fundindose con lo divino, el sujeto seductor, con su cuerpo ms perverso que narcisstico, hace lo mismo por medio de la supresin caracterstica de su nombre propio, ponindose al abrigo en el anonimato. Como ha sealado D. A. Miller en su emotiva y provocativa meditacin acerca de los diarios de seduccin del mismo Barthes, el sujeto significativo atado al Nombre es comprendido por Barthes como "un instrumento de dominacin y muerte, mientras que "por el contrario, la Letra es siempre para Barthes un objeto bueno". Incluso el acto aparentemente liberador de asumir la designacin de homosexual es uno que Barthes intent evitar, haciendo eco de la celebrada crtica hecha por Sartre al abogado bienintencionado de la sinceridad que, sin quererlo, reifica los actos sexuales de su amigo en la identidad fija de un "'pederasta". No hay, por tanto, ninguna verdad latente o reprimida que confesar al modo de la garanta de la fe ortodoxa de Loyola.

Es significativo, sin embargo, que Barthes no compartiera la hostilidad de Sartre respecto a la importancia del pasado en la formacin de la experiencia presente, aun cuando s se apart de las nociones convencionalmente dialcticas del modo en que el pasado poda integrarse exitosamente en el presente. Su cuerpo, segn l, no slo era capaz de disfrutar o sufrir el momento, sino tambin de registrar los efectos de lo que haba sucedido antes. Como seal en sus reflexiones sobre "La luz del sudoeste", "Entro en estas regiones de la realidad a mi manera, es decir, con mi cuerpo; y mi cuerpo es mi infancia, tal como la ha hecho la historia. (...) Pues 'leer' un pas significa, ante todo. percibirlo segn el cuerpo y la memoria. Segn la memoria del cuerpo. Creo que al escritor le est asignado precisamente este vestbulo del saber y del anlisis: es ms consciente que competente, es incluso consciente de los intersticios de la competencia ".

En los intersticios de la competencia, propone Barthes, yacen los residuos no digeridos del pasado, y se sienten en el cuerpo, tal vez con mayor claridad en el cuerpo perverso que niega la unidad holstica del cuerpo narcisista. Es, por lo dems, en la textualizacin y la escritura donde la experiencia hace su aparicin interruptiva. Al rescatar la dimensin de la experiencia que es equivalente a la experimentacin y realizndola por medio de lo que podramos llamar el grano de su lpiz, Barthes es un estilista cuyas innovaciones vienen ya siendo admiradas por largo tiempo. Incluso en obras autobiogrficas como Roland Barthes, llev a cabo experimentos sobre si mismo por medio de la escritura. Para citar a Miller nuevamente, fue ah que cambi las "seguridades autoafirmadas de lo personal por los efectos desorientadores de la intermitencia, la pluralidad, la violacin, el agotamiento producidos por el sujeto a travs del principio de aberracin que Barthes llama Texto". Como en la definicin de De Certeau de la experiencia mstica. el "trabajo de la escritura, el pasaje por la materialidad de la letra, es parte de la experiencia misma y no un intento atrasado de otorgarle coherencia retrospectiva.

Aunque uno podra resistirse a la idea barthesiana de la experiencia mstica en sus varias formas seculares, al menos nos ayuda a apreciar la tenaz resistencia del trmino frente a quienes querran escribir apresuradamente su epitafio. Pues lo que Barthes hizo al aferrarse a la posibilidad de la experiencia sin la nocin fuerte de un sujeto centrado fue alertarnos respecto a la presencia del cdigo naturalizado que subyace a crticas como la de Lyotard, un cdigo que Barthes habra llamado proairtico. En otras palabras, la experiencia comprendida como una versin secular de la historia cristiana de la salvacin basada en la inocencia, la alienacin y la redencin dependa ella misma de una nocin subyacente de sentido como dependiente de un desarrollo narrativo unidireccional y secuencial en el tiempo. Al reducir demasiado rpido la experiencia a ese modelo de entramado familiar, que podramos denominar el del clsico Bildungsroman, segn Barthes, sus crticos impiden la posibilidad de alternativas que no consistan en versiones degradadas o empobrecidas de esa norma dominante. Segn eso, habra poco en Barthes del amargo lamento por la supuesta declinacin, prdida o decadencia de la genuina experiencia que recorre los escritos de otros crticos culturales del siglo XX, como Raymond Williams en Inglaterra y Theodor Adorno en Alemania y Estados Unidos. Pues en la obra de stos se sola asumir una concepcin normativa de la experiencia como lo que Adorno, siguiendo a Benjamin, llamaba Erfahrung, en oposicin a Erlebnis. Es decir, como Lyotard, pero con mucha ms nostalgia y lstima, ellos discernan el fin de una nocin coherente de experiencia basada en una continuidad temporal entre el pasado, el presente y el futuro, una continuidad narrativa que le otorgaba sentido retrospectivamente desde el punto de vista de una muerte coherente y totalizante.

Barthes, por supuesto, estaba l mismo preocupado por la cuestin de la muerte y su lugar en la experiencia humana. Camera lucida acaso sea su meditacin ms profunda acerca de ese tpico imposible. Este no es el sitio de revisar su complicado argumento o detenerse en los innumerables comentarios que ste ha engendrado. Pero debiera notarse, en conclusin, que conceba la experiencia de mirar fotografas como precisamente lo opuesto a la nocin de experiencia segn Lyotard, una vida vivida progresivamente hacia adelante por medio de la negacin dialctica de lo que precede a cada momento. Lyotard, como ustedes recordarn, escribe que "la vida significa la muerte de lo que uno es, y esa muerte certifica que la vida tiene un sentido, que uno no es una piedra". Barthes replica: "Si la dialctica es ese pensamiento que domina lo corruptible y convierte la negacin de la muerte en poder de trabajo, entonces la fotografa es indialctica: la fotografa es un teatro desnaturalizado en el que la muerte no puede 'contemplarse a s misma', pensarse o interiorizarse". El fotgrafo, por tanto, no est al servicio de la memoria o del duelo una observacin hecha ya en el celebrado ensayo de Siegfried Kracauer de 1927, aunque con una estimacin diferente de lo que esto implica sino ms bien de un hacerse cargo no dialcticamente de la muerte, y sin el consuelo de adjudicarle un sentido.Aqu, fue el celebrado encuentro con la foto de su madre de unos cinco aos de edad, tomada en un invernadero de vidrio llamado el Jardn de Invierno, lo que constituy la experiencia crucial que le abri los ojos a Barthes: "Ella, tan fuerte", escribe Barthes, "que constitua mi ley interior, yo la viva para acabar como si fuese mi nia. Resolva as, a mi manera, la Muerte". Esa decisin vino porque Barthes, que no tuvo nios propios y por tanto no poda participar en el gran relato de la procreacin que supuestamente le da a la muerte del individuo un lugar con sentido en la historia de nuestra especie, haba en cierto modo fantaseado que era el progenitor de su madre. Pero cuando la nia en la fotografa muri, Barthes se dio cuenta: "Yo ya no tena razn alguna para seguir la marcha de lo Viviente superior (la especie) ( ... ). Ya no poda esperar ms que mi muerte total, indialctica".

Como en la vana e interminable bsqueda de la seduccin homosexual, la bsqueda repetitiva de la experiencia mstica, y el privilegio de la letra por sobre el nombre, Jo maniaco y lo melanclico se mezclan para producir intensidades experienciales que no pueden ser contenidas en relatos de clausura y completitud. Lo que Barthes llam el punctum, el detalle no codificado que elude la imagen unitaria que l llamaba studium, poda disturbar el potencial totalizante de la especularidad y desencadenar una sucesin interminable de desplazamientos metonmicos. Aqu haba una prctica visual que eluda el poder del estadio del espejo y de la recuperacin narrativa, una prctica que solventaba la dispersin del cuerpo perverso antes que la intensidad de su contraparte narcisstica. Fotografas como sa, concluye Barthes sobriamente, nos hacen confrontar la verdad de que los relatos totalizados nunca son realmente posibles: "Ante la foto de mi madre de nia me digo: ella va a morir: me estremezco, como el psictico de Winnicott, a causa de una catstrofe que ya ha tenido lugar. Tanto si el sujeto ha muerto como si no, toda fotografa es siempre esa catstrofe.

La experiencia, podramos decir, en desacuerdo con Lyotard, puede significar admitir la dura verdad de que en cierto sentido somos precisamente las piedras sin sentido que la ideologa de la Vida rechaza. Pero, como lo muestra tambin la notable vida de Roland Barthes, alrededor de esas piedras, pueden crecer perlas, cuyo lustre y brillo crea un valor que excede con mucho el de sus humildes orgenes. La experiencia, como propone este ejemplo, puede bien sobrevivir a la muerte del sujeto moderno y al agotamiento del modelo dialctico de la historia redentora, mutando de maneras que estn an por determinarse. La peligrosa jornada que siempre ha estado en la raz de la palabra latina experiri no necesita terminar, nos dice Barthes, ni siquiera en el mundo postmoderno de la tecnociencia capitalista y las metrpolis de masas. La experiencia, resulta, todava puede tener trucos que ensearle incluso al ms viejo de los perros.

Traduccin de Fernando Prez Villaln.

Jean-Franois Lyotard y Jacques Monory. The Assassination of Experience by Painting Monory._ Trad. Rachel Bowlby (Londres. 1988), p. 85.

Martin Jay. "The Limits of Limit-Experience: Balaille and Foucault", en este mismo volumen .

Para tomar slo dos ejemplos escogidos al azar, ver la entrevista

que dio en 1973, "Una relacin casi obsesiva con los instrumentos

de escritura", en El grano de la voz. Entrevistas 1982-1980 (Mxico.

Siglo XXI, 1985), pp. 187 y 189-90.

Barthes, "Opiniones sobre la violencia", en El grano en la voz, p. 312.

Barthes, "La actividad estructuralista, en Ensayos crticos (Barcelona. 1983), p. 256.

Steven Ungar. Roland Barthes: The Professor of Desire (Lincoln,

Nebraska. 1983), p. 138.

Bartnes declara no recordar que "la fenomenologa clsica (...) hubiese nunca hablado de deseo o de duelo" (La cmara lcida. Nota sobre la fotografa, trad. Joaqun Sala-Sanahuja. Barcelona. 1982. p. 57).

Barthes. "The Grain of the Voice, The Responsibility of Forms, trad. Richard Howard (Nueva York, 1981).

Barthes, "Leaving the Movie Theater", The Rustle of Language, trad. Richard Howard (Berkeley, 1989), p. 349.

"Prefacio para Tricks de Renaud Camus", en El susurro del lenguaje

(Barcelona: Paids, 1987) p. 344.

Michel de Cerleau. "Mystic Speech", en Heterologies: Discourse on

the Other. trad. Brian Massumi (Minneapolis. 1986). p. 89.

El tratamiento clsico del poder de este relato es M.H. Abrams. Natural SupernaturaJism: Tradition and Revolution in Romantic Literature (Nueva York, 1971)-

Barthes. Sade, Fourier, Loyola, trad. De Alicia Martorell (Madrid, 1977), p. 82. La frase le pertenece al mstico belga del siglo XIV Jan van Rusbroeck.

Ibid., p. 83.

D.A. Miller, Bringing Out Roland Barlhes (Berkeley. 1992), p. 18.

Jean Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo (Buenos Aires, 1985)

Barthes. "La luz del sudoeste, Incidentes (Barcelona., 1987). p. 33-36.

Miller, Bringing Out Roland Barthes, p. 50.

Para una consideracin de este tropo ver Is Experience still in Crisis? Reflections on a Frankfurt School Lament". en este mismo volumen .

Barthes, La cmara lcida, p. 157.

Siegfried Kracauer, Photography. en The Mass Ornament:

Weimar Essays. Trd y ed. Thomas Levin (Cambridge. Mass., 1995.

p. 50). All, Kracauer escribe: -La fotografa atrapa lo que se da

como un confinuun espacial (o temporal); las imgenes de la

memoria retienen lo que se da slo en la medida en que tiene

significancia. Como lo significativo no puede reducirse a trminos

meramente espaciales o temporales las imgenes de la memoria

se oponen a las representaciones fotogrficas. Su argumento

contina cuestionando implcitamente el argumento posterior

de Barthes. en el sentido de que lo que las fotografas, por su mera

acumulacin intentan expulsar, es el recuerdo de la muerte, como

parte de cada imagen de memoria (p. 59) .

Barthes, La cmara lcida, p. 128.

Ibid., p. 129.

Ibid., p. 165.

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