Romano, Ruggiero. Algunas Consideraciones Alrededor de Nación, Estado (y Libertad)
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ALGUNAS CONSIDERACIONES ALREDEDOR DE NACIN ,
ESTADO (Y LIBERTAD)
EN EUROPA Y AM RICA CENTRO-M ERID IONAL
Ruggiero Rom ano J>
En nationalit, cest tout comme en gologie. La chaleur est en bas.
/. Michelet
Bien: creo que hay un paralelismo muy curioso entre el proceso europeo de los siglos X IV y
XV , en el que se produce la interpretacin de
dos sociedades, con el que se produce en Am
rica despus de la Independencia y hasta que
las sociedades nacionales se consolidan.
J.L. Romero
He aceptado hablar sobre Nacin, Estado (y Libertad) en el contex
to europeo y centro-suramericano solamente debido a la insistencia de
amigos que demuestran gran confianza en m. He sido alumno de Fede
rico Chabod, de F. Meineke, de Guido De Ruggiero y conozco hasta de
masiado bien la dificultad de enfrentar temas como los que he recin in
dicado. Lucien Febvre me ha enseado la ambigedad de conceptos co
mo frontera y/o nacin; Jos Luis Romero me ha indicado varias veces
todas las dificultades que se encuentran al moverse en el mundo del pen
samiento poltico centro-suramericano.
Pero en fin... ahora que me han puesto, cariosamente, en la fosa de
los leones, lo nico que tengo que hacer es tratar de amansarlos (cierta
mente no convencerlos).
Primera dificultad: Cmo empezar?
Podra, ciertamente, partir de las investigaciones de Meineke y Cha
bod sobre el Estado nuevo, del Renacimiento. Pero muy francamente y
con todo el respeto que debo a estos Maestros, no me parece una buena
pista (por lo menos en relacin al desarrollo americano que tendr que
dar a esta relacin).
En efecto, me parece necesario presentar todava antes de entrar
en el estricto mrito de Estado y Nacin otro concepto: Patria.
* Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Pars.
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Patria, etimolgicamente no es otra cosa que el lugar de nacimien
to. Pero en la Alta Edad Media el sentido originario de esta palabra se
altera, orientndose hacia una idea de patria como reino de los cielos:
Jerusalm es la nica, verdadera patria comn. Es solo en el siglo XIII
que patria adquiere un nuevo valor semntico, desenlazndose del si
gnificado religioso. La patria, ahora, tiene que ser defendida; por la pa
tria (de la cual la expresin ms alta y ms concreta es el rey) hay que
pagar tributos e impuestos. Pero el sentido limitado de lugar de origen
subsiste todava por mucho tiempo.
Paralelamente, se afirma la palabra Natio. Tambin sta, etimolgi
camente no significa otra cosa que nacimiento y por un largo perodo, la
palabra Nato posee un sentido restringido: la Natio identifica a las
personas pertenecientes a un lugar de nacimiento comn: la Natio (naci
miento comn) de los florentinos o de los barceloneses, de los escoceses o
de los lombardos. Pero progresivamente, tambin nacin ampla su esfera
de identificacin. As en el siglo XVI nos encontramos con dos palabras:
patria y nacin, y ambas poseen un dplice valor, un dplice sentido:
a) simple lugar de origen y/o nacimiento1
b) identificacin de un espacio geogrfico, cultural, ms amplio2.
Todo esto se presenta en manera muy clara en el contexto italiano
donde patria y nacin indican indiferenciadamente en sentido
ampio Italia (la bota ...) o bien en sentido restringido Florencia
y Venecia, aples y Gnova ...
Pero es precisamente durante el siglo XV I que la palabra Estado hace
irrupcin en modo determinante. No estoy para nada convencido que el
Estado del siglo XVI sea el Estado moderno, como se suele decir. Creo, en vez, que ei Estado moderno sea un hecho posterior, cuyas verdaderos
orgenes se tienen que buscar en la Inglaterra post-cromweliana. Pero lo
que es cierto es que el Estado del siglo XVI es nuevo. l sustituye progresivamente la vieja res-publica y despus de aver navegado (l tambin) en
aguas turbias (al principio, Estado significaba simplemente dominio; o
bien se identificaba con la simple ciudad-Estado ...) llegar a significar
una cierta organizacin estructural de la vieja res-publica. Patria, Nacin,
Estado entonces todava en el siglo XVI se encuentran bien lejos de
poseer el sentido corposo que asumirn despus: no me parece que en
sus sentidos originales puedan servir a las finalidades de nuestro en
cuentro de hoy da (aunque tienen su importancia) porque, con frecuen
cia, natio y patria se identifican con libertad3.Es solamente en el curso del siglo XVIII que la idea de Nacin empie
za a precisarse para triunfar definitivamente con el Romanticismo. En
qu sentido se encuentra sta definitivamente realizada? En el hecho que
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3 para citar Federico Chabod4 : la idea de nacin es, antes de todo,
para el hombre moderno, un hecho espiritual; la nacin es, antes de to
do, alma, esprritu y muy secundariamente materia corprea; y mucho
ms individualidad espiritual, antes que ser entidad poltica, Estado a la
Machiavelli, y mucho menos entidad geogrfico-climtico-etnogrfica.
Precisamente donde la idea de nacin durante el siglo XV I se haba
fijado, sobretodo alrededor de criterios geogrficos, climatolgicos y et
nogrficos avant la lettre, segn el cual los olandeses son activos porque su suelo es pobre, mientras los italianos son perezosos porque el clima
de la pennsula donde viven es idlico, a partir del siglo XV III la situa
cin cambia. Y si se quiere buscar un lugar y una fecha de nacimiento de
esta nueva manera de entender la Nacin habr que recurrir a Beat Lud-
wig von Murait, patricio de Berna, que en 1725 publica sus Lettres sur les Anglais et les Franais. Aqu, las consideraciones para discriminar, dividir, los caracteres nacionales tienen una naturaleza nueva. As, por
ejemplo, los ingleses son feroces, violentos pero su pas goza de una li
bertad que eleva el espritu, mientras los franceses son felices de servir.
La discriminante, ahora, es el hecho de la libertad.
Aunque en la obra de von Murait podemos todava encontrar trazas
del viejo modo de pensar, lo que es cierto es que ahora l identifica las
naciones (mejor dicho: los divers gnies des nations) sobre la base del
esprritu, de su carcter. Ciertamente tambin esta nueva investigacin
ms fina, ms penetrante de los caracteres originales de las varias
naciones, no impedir los estereotipos, los lugares comunes: los volvere
mos a encontrar otra vez, numerosos tambin, por la pluma de un gran
escritor de la fuerza de Voltaire en su Essai sur les moeurs et lesprit des Nations (1756).
El verdadero cambio se realizar con Rousseau (El Rousseau de la
Lettre sur les spectacles (1758) que llegar de hecho a una verdadera y propia identificacin entre nacin y libertad (libertad entendida como
independencia).
Von Murait, Rousseau, pero tambin Bedmar y Albert von Haller
(Die Alpen 1729). un ginevrino, dos berneses, un zurigus... Es de Suiza que llega este nuevo aire5.
Libertad, entonces. As la libertad se vuelve la caracterstica esen
cial del proprio pasado nacional; ella no es solamente un ideal futuro si
no es su misma historia6.
Todo este vasto movimiento del siglo XVIII encontr su punto de
coagulacin en la Revolucin Francesa: aqu, la Nation/Peuple afian
zar su originalidad ms fuerte. Ella fue acogida con entusiasmo por parte
de hombres como Kant, Fichte, Klopstock (para no hablar que de la sola
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4Alemania: pues el eco fue general en toda Europa). La sucesivas desvia
ciones de la revolucin condujeron a la desilusin: y fue en el crucial in
vierno 1807/1808 que Fichte escribe sus Discursos a la Nacin A lem ana , teorizacin completa de lo que ser la Nacin en el siglo X IX . Pero no es slo esto: el nuevo concepto de Nacin har alianza (y, a veces
matri-monio) con el nuevo concepto de Estado. Era Georg Wilhelm
Friedrich Hegel que consagraba la idea de un Estado que totaliza y deci
de sobre la base de una rigurosa tica laica o moderna cuanto se
quiera, pero siempre una tica7.
Y es a este punto que intervienen macizamente los historiadores8. Y
el siglo X IX ser el siglo de las grandes historias nacionales. Y es aqu
que se cumple la grande separacin. Cules historias nacionales? Es
decir: Quin merece una historia nacional? Francia, Espaa, Inglater
ra: los pases que tienen una pretendida unidad nacional constituida
desde hace tiempo.
Pero La Grecia dominada por siglos por los turcos? La Alemania
fragmentada? Italia una simple expresin geogrfica segn el
principe^von Metternich? Polonia, dividida entre rusos, austracos y
alemanes? Estos pases, y otros ms. Merecen una historia nacional?
Y, an ms, Es posible ecribirla?
Se forman, entonces, dos orientaciones historiogrficas:
a) el que llamara de la nacionalidades satisfechas: sus representan
tes se remontarn atrs en los siglos, molestarn a los Godos y a los
Normandos, leern a su manera papeles y documentos y lograrn en
contrar de todo: libertad y unidad, soberana y primaci nacional;
b) la otra orientaciin la que quisiera definir de las nacionalida
des frustradas se alinea, y se da maa: busca a toda costa l tambin,
el hilo rojo que muestre como bajo la dominacin extranjera y/o la
fragmentacin poltica, exista un hilo rojo constante subyacente la hi
storia nacional de estos pases.
As en Italia, Cattaneo recurrir a La citt considerata come principio ideale delle istorie italiane (1858). O bien, en Polonia, Cieszkowsi recurrir a una primaca nacional polaca... En otros lugares, como en
Hungra, se recurrir al criterio del sacrificio en defensa de la cristian
dad amenazada por los turcos. O bien, se creer verdaderamente (y se
har creer) en el principio unificador de formas institucionales decrpi
tas desde hace siglos: es el caso de! Santo Imperio que no logra resolver
sus problemas de Estado multinacional y multitnico.
Dos historiografas, pues, la na, orgullosa; la otra, acomplejada.
Una diferencia (y muy grande) entre las dos: la historiografa orgullosa
(la franco-inglesa antes de todo; pero tambin la espaola) no hablar
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5solo de viejas naciones, sino tambin de viejos Estados. La identifica
cin Nacin/Libertad ha sido sustituida por otra identificacin:
Nacin/Estado, Solo la historiografa acomplejada continuar en vez a
insistir mucho en el ramo Nacin/Libertad (Libertad como independa:
por otro lado, cmo poda hacer diversamente si los pases a los cuales
se refiere no son (totalmente o en parte) independientes del extranjero?
O sea que la libertad en este caso toma un sentido particular: precisa
mente el de Independencia. Y no se trata da una separacin nicamente
entre historiadores, porque la encontramos tambin en otros sectores:
desde el pensamiento poltico a la filosofa, desde el derecho a la litera
tura.
Le s: todo lo que he estado diciendo es ciertamente esquemtico y
puede setambin acusado de impresionstico.
Esquemtico: ciertamente. Por ejemplo al interior de la tendencia histonografica satisfecha, se tendra que establecer una necesaria dife
rencia entre la tendencia republicana de la historiografa francesa y la
monrquica de la historiografa inglesa. Igualmente se debera distinguir
la posicin de los historiadores alemanes del derecho de la de los histo
riadores franceses, por una parte, e ingleses (e italianos), por la otra. Pe
ro no es mi tarea trazar aqu una historia detallada de la idea de Nacin
y de Estado en la historia de Europa: nicamente dar algn elemento
esencial en funcin al tema de nuestro congreso. Ms bien, quisiera de
fenderme cuidadosamente de la acusa de impresionismo. Y esto no sola
mente y no tanto por razones de orgullo personal sino porque algunas
formulaciones a prmera vista impresiomsticas que he empleado, son
estrechamente funcionales a mi aproximacin al problema.
He aqu, pues.
He hablado de historiografa satisfecha y de historiografa frustrada,
acomplejada. Frmulas, dirn. Y frmulas, precisamente impresionsti-
cas. Qu significan exactamente?
Permitan que me explique indicando una experiencia personal. Jun
to con mi amigo Corrado Vivanti he dirigido una Historia de Italia; aquella conocida como Storta d Italia Einaudt. En el momento en que empez a ponerme el problema encontr que Benedetto Croce (tanto no
mine!) haca notar que no se poda hablar de historia de Italia antes de
1870, fecha en que se realiz la unificacin italiana. A lo ms se poda
hablar de una historia de los italianos (frmula utilizada despus por un
conocido historiador marxista).
Si sta no es frustracin, si ste no es complejo de inferioridad, no se
lo que sea. Hay que quedarse con el complejo de inferioridad? No lo
creo. Es cierto que una historia de Italia (o de Polonia o Hungra ..,) no
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6es posible segn el modelo de una historia de Francia o de Inglaterra, de
las historiografas de estos pases. Su molde es diferente. Pero no es cier
tamente el nico. Y nada absolutamente nada demuestra que sea
el mejor.
La prueba de esto ya la tenemos. Ese molde no vale para una historia
de Suiza la cual, se quiera o no, es, de hecho, la nacin ms antigua de
Europa.
Para confirmar este punto quisiera citar un ejemplo a primera vista
totalmente insensato. Un estudioso americano, Paul Barr, en un artculo
de 1923 se pona la siguiente pregunta: Is Germany a N ation?9 La posiciones de Barr eran simples (para no decir simplistas): la nacin alemana
no existe; esta no sera otra cosa que una creacin (una invencin, en el
sentido en que nuestro amigo Edmundo O Gorman hablaba de inven
cin de America) cultural (Goethe) y poltica (Bismarck).
Todo esto es de una ingenuidad desarmante. Pero Cmo haba lle
gado Barr a sus conclusiones? Simplemente porque Alemania no es una
nacin como lo es Francia! Pero Por qu tendra que serlo?Por qu la nacin alemana debera corresponder pena de inexistencia! al
modelo historiogrfico de la nacin francesa? Por qu la posibilidad
(por lo dems inexistente) de englobar una nacin en la historiografa de
otra nacin dara a la primera la patente de verdadera, perfecta nacin?
El hecho es que ms all de las naciones (este concepto es joven: un
par de siglos...) existe el pas, que es mucho ms viejo. Qu es entonces
el pais? Las supersticiones: (los italianos creen en la iettatura, los fran
ceses en el envoutement; los ingleses en los fantasmas; los alemanes en
los gnomos y en las ninfas ...); los fondos de cocina (aceite y mantequi
lla y grasa de ganso y grasa de cerdo ...) algunos tipos iiteraros (la no
vela por ejemplo que falta en Francia excepcin hecha de Maupassant y
que es fuertemente caracterizante de la literatura italiana); formas espe
cficas de derechos locales, etctera10.
Justamente por esto para huir de las imposiciones externas que
nada, ni conceptualmente ni polticamente, justificaban Corrado Vi-
vanti y yo habamos contrapuesto en nuestra Storia d'ltalia, una nacin
joven (como son ms o menos jvenes todas las naciones) a un pas viejo.
Fin de la experiencia personal.
Me parece que este discurso pueda servir para disipar las dudas acer
ca del pretendido caracter impresionstico de las definiciones que he da
do: historiografa satisfecha e historiografa frustrada. Pero un vez di
cho esto es necesario insistir nuevamente sobre un punto. La historio
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7grafa satisfecha no se ha limitado a construir un modelo de Nacin
ideal, sino que adems ide-ntifica esta Nacin ideal con un Estado no
menos ideal.
Como resultado se tuvo el acoplamiento Nacin^Estado unitario. Y
cuntos enormes tomos, cuantas paginas largas han sido escritas para
explicar a los especialistas (y a la pbl;ca opnion: volver sobre este
punto) que a partir del siglo XV se forman los Grandes Estados Unita
rios Modernos (todo en mayscula,naturalmente!): Francia, Espara,
Inglaterra. As, el complejo de inferioridad de los otros pases (de Euro
pa pero ahora tambin de Amrica Central y Meridional) se volva siem
pre ms grande ..
He dicho antes que estas obras donde se afirmaba la creacin de los
Estados Nacionales Unitarios Modernos se dirigan tambin (y, en algu
nos casos, sobretodo) a la opinin pblica. Resultado fu que estas
historias nacionales fueron, en buena parte, a las origines no slo del
sentido de nacionalidad (que es cosa positiva), sino tambin del nacio
nalismo (que es cosa deterior). Y, como consecuencia natural, del naci
nalismo se pasa al racismo implcito y esplcito11 Y es as que
para retomar las palabras de F,. Fueter la historiografa romntica
elimin a los hombres operosos y activos y a las fuerzas reales, para po
ner en su lugar potendas espirituales que actan misteriosamente. Hipo-
statiz conceptos como los de esencia de) pueblo (Volkstum), derecho
nacional, arte, nacional, fe religiosa e hizo en modo aue estos conceptos
produjesen de sv seno la historia12.Paralelamente, para justificar la nueva Nacin, se mobiliza la geo
grafa: rios^montaas, brazos de mar, pennsulas, concurren e ayudar
la identificacin nacional a travs de los limites naturales.
Pero en relacin a estos ltimos se deben hacer algunas considerado-
nes:
a) antes que todo, ellos contradicen la pretendida antigedad de la
historia de estas viejas naciones. Por ejemplo, si el Rhin constituye
verdaderamente una parte de la frontera natural de Francia, Cmo se
puede explicar que Alsacia haya entrado tan tarde (1681) a formar parte
de la nacin francesa?13
b) enseguida: estos son mucho menos naturales de lo que se quie
re hacer creer. Por qu, en la historia de Italia, los Alpes seran una
frontera natural para separarla de los Eslavos, Alemanes, Franceses,
Suizos y, al contrario, los Apeninos no lo seran? Y por qu los Alpes?
El ro Po podra ser muy bien una frontera natural. Y no se trata de pa
radojas: basta leer algunos peridicos de grupos nacionalistas alemanes
y austracos para darnos cuenta que an hoy, para ellos, la frontera na
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tural con Italia no son los Alpes sino el Adige! Entonces digamos con
Lucien Febvre: laissons lastuce des uns, la candeur des autres, la
frontire naturelle14
c) en fin, Cul sera, por ejemplo, la frontera natural entre Blgica
y Francia? Lucien Febvre otra vez l! cita una frase verdaderamen
te deliciosa (sin indicar el autor): dans des rgions aux profils indi
stincts (telle notre France du Nord), il serait peut-tre malais de faire
saisir des enfants le sens exact de cette expression: une frontire natu
relle. Y Lucien Febvre tena toda la razn de comentar: Nous voici
prvenus: la notion de frontires naturelles est une notion pour es gran
des personnes seules15.
Repito, tambin aqu se trata de esquemas rpidos pero me parece
(si la inmodestia no me confunde) que estos corresponden a una reali
dad. Esta realidad se puede resumir en el siguiente modo: hacia la mitad
(ms o menos) del siglo X IX la cultura europea (sobretodo la de los pa
ses que he llamado satisfechos; pero en parte tambin de los pases
frustrados) presenta un modelo de conjunto as constituido:
Una nacin es un espacio delimitado por fronteras naturales, pobla
da por hombres que hablan el mismo idioma y que practican la misma
religin y unidos entre ellos por un no mejor identificado espritu na
cional. El Estado administra estos hombres y concede algunos dere
chos a las eventuales minoras. La relacin entre Estado y ciudadano es
ejercida en rgimen democrtico, con garantas de plena libertad para
todos los ciudadanos. Este es el modelo. Pero la realidad es otra: las
fronteras naturales, no siendo para nada naturales para todos, la gente
se mata alegramente para defenderlas y/o conquistarlas. Las minoras
(tnicas, religiosas ...) gozan por lo general de muy pocos derechos. El
ejercicio democrtico de la libertad se reduce a muy poca cosa si se pien
sa en todos los lmites (culturales, sociales, econmicos) puestos para el
ejercicio del voto. No me corresponde aqu, hacer una crtica del pasa
do. Pero lo que me parece que se debe subrayar es el hecho que ese mo
delo tan perfecto en el papel y tan imperfecto en la prctica es con
siderado un verdadero, gran modelo16.
Este modelo cruz el Atlntico.
Si existen mltiples y notables estudios sobre la aculturacin en
Amrica durante el siglo XV I faltan (que yo sepa) trabajos, que nos di
gan lo que fue la nueva aculturacin acontecida en el siglo X IX .
No har una historia de las constituciones de los cuerpos jurdicos
europeos (y norteamericanos) emigrados y aplicados en el contexto
centro y suramericano. Este, s, sera un procedimiento verdaderamen
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9te impresionstico!
Quisiera, en cambio, proceder segn otras dos pistas.
La primera nos lleva a plantearnos un problema fundamental.
Qu significa un discurso constitucional europeo sobre las relacio
nes entre mayora y minora tnicas, encajado sobre la realidad america
na del siglo XIX? En el Per de los aos 30 del siglo X IX , Cul habra
debido ser el idioma oficial? El castellano?
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10
brbara, tiene que transformarse en una nacin de ciudadanos en el
pleno sentido de la palabra. Propsito muy bello, en realidad. Pero tam
bin un propsito ambiguo, porque si por una parte l ciertamente per
miti la emergencia de muy nobles figuras que tomaron en serio el
proyecto civilizador, por la otra, permiti que se siguiera tratando a
una masa de hombres como ciudadanos de segunda clase19.
Ahora bien, una nacin debe ser constituida aunque sea en mo
do encubierto, imaginario por ciudadanos iguales ante la ley: el rol
del imaginario social {que no es la utopa) sea el que los hombres espon
tneamente se construyen, sea el que se les impone, es enorme20.
He aqu los dos puntos de partida que establezco con antelacin pa
ra continuar mi anlisis.
Y volvamos a empezar: entonces, el modelo europeo es retomado en
Amrica. Pero fracasa en seguida. Un fracaso atestiguado en modo claro
por las numerosas dictaduras que aparecen en varias partes ya sea por
perodos largos o breves. Y entre dictaduras, revoluciones y contrarevo
luciones el hecho nacional americano se debilita siempre ms. Y es cier
to: dictaduras, revoluciones y contrarevoluciones (tambin si se
visten con etiquetas de democrticas y nacionales) no traducen otra
cosa que intereses de grupo (dejmos a un lado las clases), contrastes y
conflictos de sectores econmico-sociales diferentes. Cmo se podran
cuajar alrededor de ellos un sentido nacional? He aqu un punto aparen
temente de detalle, pero, a mi parecer, verdaderamente importante.
Qu son estas dictaduras? Me parece que, muy a menudo, stas se juz
guen sobre la base de los criterios de hoy. Seria quizs mejor juzgarlas a
partir de una crtica histrica ms fuerte ...
Tranquilzense, no quiero rehabilitar ninguna de las dictaduras
centro-suramericanas. Sin embargo, me parece que se tendra que obser
varlas ms de cerca. El caso de Bolvar, en este sentido, es ejemplar.
Ya sabemos que Bolvar fue visto ya sea en Europa que en la
misma America en modo diferente. Libertador, claro. Pero tambin
un tremendo dictador. El error de Karl Marx (entre otros) es, en este
sentido, conocido. Pero Bolvar Quera ser verdaderamente un dicta
dor?
Creo que para contestar a esta pregunta debamos remontarnos a la
dimensin del sentido de la historia de Roma que tuvo Bolvar. Roma
fue al mismo tiempo cuna de la libertad (en el periodo republicano) y cu
na de la tirana (en el perodo imperial). Entre estos, existi un persona
je: Julio Csar. De aqu nace el cesarismo democrtico bolivariano21.
Lo he dicho y lo repito. No tengo ninguna intencin de rehabilitar
dictaduras ni dictadores. Pero hay que reconducir las cosas a sus trmi
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11
nos histricos reales. Cuando hablamos de regmenes liberales del siglo
X IX en Europa (y an ms en Amrica centro-meridional) no se tiene
que olvidar que, por ejemplo, en 1831 la ley electoral francesa permite
el ejercicio del sufragio a 5 electores por cada mil habitantes (0,50%).
En la misma fecha, en Inglaterra, hay 32 electores por cada mil
habitantes22.
Pero me doy cuenta que todo lo que estoy exponiendo no da razn
del problema fundamental tratado muy claramente por Antonio Anni-
bo23 en relacin a Mxico (pero su planteamiento me parece vlido para
el conjunto de pases americanos):
La imgen historiogrfica del estado mexicano del siglo pasado es
fundamentalmente de inacabado: una minora progresista habra elabo
rado un proyecto liberal, derivado de una sntesis de principios europeos
y anglosajones, pero que no logr nunca realizarse, debido al conflicto
con los conservadores en un primer momento, a causa de la intervencin
francesa, y por la dictadura de Daz, despus. No obstante su fortuna,
esta imagen no ha logrado dar razn de un fenomeno de gran continui
dad: la capacidad de la oligarqua de mantener hasta la revolucin de
1911, entre hechos muchas veces dramticos, el dominio sobre el resto
de la sociedad. Como es posible que una sociedad se haya mantenido
por tanto tiempo estable en su estructura y con un estado inacabado?Y
si la formacin estatal de la que estamos hablando, la liberalburguesa
hubiera sido solo un referente ideolgico de algunos grupos, y la reali
dad histrica fuese otra, bien acabada, pero funcionante segn mdulos
diferentes al liberalismo clsico.?.
Resumiendo en palabras pobres: Cmo han podido sobrevivir estas
oligarquas? Porque el problema es ste: liberales y conservadores, fede
ralistas o centralistas, revolucionarios y contrarevolucionarios no impi
den a pesar que se hayan sucedido impetuosamente que las oligar
quas de los diferentes pases resistan. Y bien, me parece que la respuesta
pueda ser simple: a travs de una disyuncin siempre mayor entre Esta
do y Sociedad Civil, entre Nacin Real y Nacin Oficial.
Esta disyuncin dara origen a algunas grandes rupturas, como la
mexicana de 1911 Pero es un fenomeno ms nico que raro que por
ms de un siglo un continente entero haya sido regido a travs de las for
mas de un Estado inacabado, por una casi inmutable internacional
de las oligarquas.
Su punto de fuerza me parece ser el hecho de que las Naciones ameri
canas no logran encontrar nunca una fuerte unidad, propia. Ellas osci
lan siempre entre Nacin en estado natural y Nacin constituida.
Y, Por qu asombrarse? He aqu un continente que obtiene su libera
FernandoResaltado
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cin (por lo menos su parte espaola: el caso brasileo es diferente) por
medio de una guerra civil que terminar sin resolucin. Sin resolucin
porque, cortada la dependencia colonial (y sin tomar en consideracin
otras nuevas dependencias que la substituyen), queda intacta la vieja
estructura interna del poder oligrquico que es tal, cualquiera sean las
etiquetas con las cuales se disimula24.
Pero Qu es una oligarqua? Los propietarios. Pero los propie
tarios De que? En 1830, el Estado de Michoacn para definirlos (en
funcin de las normas del censo para al ejercicio del derecho de voto) di
ce: Llamamos pues propietarios a los que tienen bienes races y a los
que ejercen una profesin, como los jurisconsultos, los escribanos, los
militares, los letrados, los fabricantes, los banqueros, comerciantes,
agentes de cambio, artistas y otros que sobrellevan las contribuciones
personales y las indirectas, y cuyos intereses hallan ntimamente unidos
con la subsistencia del gobierno25 Antonio Annino tiene perfectamente
razn cuando comenta este texto diciendo: Es difcil encontrar una au-
todefinicin de oligarqua ms precisa que sta: el concepto de propie
dad es econmico, pero tambin y sobretodo de status social, de esta
mento. Agregara que la definicin no es slo precisa sino que, sobreto
do, indica bien el carcter fuertemente orgnico de esta oligarqua. Una
definicin as vale solo para Michoacn, para el Mxico? No lo creo:
Manuel Burga y Antonio Flores Galindo24 en el esplendido libro Apogeo y crisis de la repblica aristocrtica, dan un retrato muy similar de la oligarqua peruana. Y me complazco recordar un episodio que comple
ta, en cierto sentido, la precedente cita mexicana narrado por los dos
historiadores peruanos:
La condicin de oligarca no naca slo de la posesin de determina
dos bienes; contaba tambin la pertenencia a una determinada familia.
Pero esto ltimo no era slo un problema biolgico o la herencia de un
apellido: significaba asumir un determinado comportamiento donde
contaban la moralidad, el respeto de sus iguales y la obediencia de
sus subalternos. Este sentimiento seorial termin invadiendo la vida
cotidiana. Una ancdota puede ayudar a ilustrar al peso de su influen
cia: por 1900 la familia Porras Barrenechea habitaba en Barranco y en
los meses de verano acostumbraban don Guillermo Porras y su seora,
doa Juana Barrenechea, pasear alrededor de un parque cercano, como
lo hacan otras familias que frecuentaban ese balneario; una noche en la
banca que ellos acostumbraban ocupar en el parque se encontraba otra
pareja la que se haba sentado all a pesar que los Porras tuvieron la pre
caucin de enviar antes a una criada, esto dio lugar a un intercambio de
expresiones con los intrusos que oblig a su vez a un mutuo desafo a
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duelo entre el Sr. Porras y el Sr. Del Campo, que as era come se apelli
daba el inesperado ocupante de la banca. El duelo termin con la absur
da muerte de Guillermo Porras. No fue el nico caso.
He dicho antes que las rupturas llegan ms o menos tarde. Pero ahora
tenemos que regresar, aunque brevemente, a Europa. Tambin aqu, aho
ra, Nacin, Estado, Libertad reciben fuertes sacudidas de las que se nota
los signos ms claros en la primera guerra mundial, en que la Nacin abre
definitivamente el paso a los nacionalismos ms salvajes, a los ms crudos
chovinismos. El fin de la guerra dar lugar despues de Hungra a Por
tugal, de Italia a Alemania al nacimiento de nuevos nacionalismos de
tipo fascista, a nuevas concepciones absolutsticas del Estado.
Para complicar las cosas se agrega el hecho que ahora en casi todos
los lugares (tambin en el interno de las dictaduras de tipo fascista), apa
rece con fuerza la dimensin popular obrera (o por lo menos obrerista).
E interviene un hecho extraordinario. Esta vez es Europa (o por lo
menos, buena parte de Europa) la que recupera modelos de Amrica
Central y Meridional: as, por ejemplo, se asiste a la fascistizacin (so
bretodo en Italia y Alemania, pero tambin en Francia) de Bolvar. O
ms bien, el libro de Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo Democrtica se traduce en italiano27 con una introduccin de un tal Paolo Nicolai
que le cambia completamente el sentido. Y este problema se complicaba
an ms con la Revolucin rusa de 1917. En la inmensa Rusia zarista el
problema de las naciones, de las nacionalidades, era enorme. Sraiin, en
el ensayo escrito entre 1912 y 191328 conocido como El marxismo y la cuestin nacional pero que en la edicin original llevaba otro titulo: La cuestin nacional y la socialdemocracia, indicaba la complejidad del problema y ofreca soluciones. En el papel ellas tenan un cierto inters.
Pero siempre en el papel, ellas presentan una neta evolucin negativa en
los diversos ensayos que escribi sucesivamente hasta llegar a Las desviaciones en el campo de la cuestin nacional (intervencin en el campo de la cuestin nacional: de la relacin del XVI Congreso del Partido Co
munista bolchevique de la Urss, 27 de junio 1930), donde si bien
se condena el chovinismo gran-ruso, se condena tambin y con vio
lencia sin par las desviaciones hacia el nacionalismo local. El hecho
verdadero es que el aporte de Marx al problema de la Nacin29 ha sido
conceptualmente escaso. Y el de sus epgonos sin hablar de las conse
cuencias etnocidarias de las soluciones nacionales de Stalin en el plano
de los hechos todava mucho ms. Pero desgraciadamente esta esca
sez de ideas ha sido vehculada por otros aspectos del marxismo que
contienen mritos indiscutibles. Quiero decir que las notables ideas (en
el contexto europeo) de Karl Marx a propsito, por ejemplo, de los mo
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dos de produccin, han funcionado como vehculo para las dbiles ideas
sobre la Nacin (y esto vale tambin por lo que hace referencia a la con
cepcin marxiana y marxista del Estado).
Resumiendo, hacia los aos 20 de nuestro siglo el modelo europeo se
encuentra completamente descompuesto, en lo que se refiere a la Nacin y
al Estado, y tanto en la vertiente democrtico occidental, como en la ver
tiente del socialismo real (para no hablar de las concepciones fascistas).
Ciertamente no es un caso si en muchas partes se denuncia la crisis
de la democracia, de! Estado, de los valores y se discuta para saber si
la crisis se encuentra en el sistema o es del sistema.Creo que esta imposibilidad de hacer referencia ahora a un modelo
europeo (o tambin norteamericano) se pueda encontrar, en el contexto
americano, en un fenmeno al que no se ha prestado la debida atencin
que l merece: entre 1927 y 1950 todo un grupo de intelectuales, desde
Maritegui a Paz, pasando por Freyre, Ortiz, Subercaseaux, Leopoldo
Benites ... (pero no se tendra que olvidar de agregar, en otro modo, Wal-
do Franck) se iba poniendo el problema de la propia identidad nacional27.
Extraordinaria concentracin en el tiempo, cuyo equivalente es el grande
florecimiento de las historias nacionales europeas entre 1830 y 1860.
A qu atiene esta inquietud; este plantearse el mismo problema:
Quienes somos? Porque de hecho, los 7 ensayos, como Laberinto de Solededad, como Chile, una loca geografa, como Radiografa de la Pampa, como el Contrapunteo cubano del azcar y del tabaco, como Ecuador: drama y paradoja, constituyen tentativos de respuesta justamente a esta pregunta: Quienes somos?.
Creo que ello corresponda sobretodo a por lo menos tres factores:
a) al hecho de sentirse reducidos a una etiqueta: Amrica Latina,
pegada artificialmente en sus espaldas;
b) al hecho que por lo menos en algunos pases: sobretodo Ar
gentina, Uruguay, Brasil y Venezuela la oleada inmigratoria europea
haba descompuesto completamente la imagen (aunque plida) de una
supuesta nacionalidad;
c) al hecho, en fin, de que las comunicaciones siempre ms fciles
entre el viejo y el nuevo mundo se resolvan en una dependencia cultural
(en el sentido ampio de la palabra) siempre ms grande.
Permtanmne examinar estos tres aspectos separadamente:
Amrica Latina: Creo que no se haba llevado a cabo un acto de colonialismo ms brutal, que aqul de imponer a un continente entero una eti
queta con la qual l no tena nada que ver. Vale la pena recordar breve
mente la historia28.
La explosin del viejo imperio espaol plante problemas internos
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de onomstica. Ciertamente no era posible seguir llamando a estos pa
ses independientes Nueva Espaa o Nueva Granada. A. von Hum-
boldt fue uno de los primeros en darse cuenta del equvoco de la
situacin29.
Pero no solo existen problemas internos sino tambin externos. Cmo se poda distinguir esta nueva America independiente de los Estados
Unidos de Amrica (los que, pensando bien, son el nico pas en el mun
do sin un nombre propio)? Un sansimoniano, Michel Chevalier, en
1836 plantea una primera propuesta de latinidad de Amrica. Pero en
ese momento no tuvo suceso, Y Chevalier tuvo que esperar hasta con
vertirse de sansimoniano en consejero de Napolen III.
A partir de 1862, Charles Calvo, un francs de origen argentino pu
blica un Recueil complet des traites... de tous les Etats d'Amrique Latine30. El primer tomo llevaba una dedicatoria a Napolen III. Dedicatoria que el emperador aceptaba con placer. Y con mucho ms placer
porque haca tres meses que sus tropas se encontraban en Mxico. Qu
cosa mejor que justificar la presencia con la razn (el pretexto) de la la
tinidad el que era el grand dessein de Napolen III? Qu mejor cosa
poda esperar, para su sostn que una latinidad, aunque esta no valga
un cuarto? Y es aqu que reaparece el sansimoniano-bonapartista M i
chel Chevalier, promovido a idelogo del grand dessein. En 1864 pu
blica un libro: Le M exique anden et moderne cuya tesis principal es muy clara: Francia debe volverse lder de las naciones catlicas y latinas (Espaa, Portugal, Italia y ... Amrica Latina) contra las naciones no ca
tlicas, sobretodo Rusia, Prusia, Turqua!
Con el pasar del tiempo, la catolicidad desaparecer. No quedar
ms que la latinidad. En que fueran latinos los pases de Amrica Cen
tral y Meridional, solo Michel Chevalier lo saba. En efecto, se trataba
de un verdadera y propia prevaricacin, que la oligarqua americana se
apresur a recoger. Las lites americanas (come se suele llamarlas)
estuvieron muy contentas de poder aceptar una definicin que las hala
gaba tontamente y que, repito, no era otra cosa que una prevaricacin.
En Amrica no hubo ninguna otra reaccin o, si la hubo, se resolvi
en movimientos de criollismo cerrado que no podan hacer otra cosa que
favorecer a la progresiva latinizacin de Amrica.
La reaccin vino, repito, entre fines de los aos 20 y los aos 40. Pero
no abarc todos los pases americanos. Sin embargo, el fenmeno fue im
portante, porque el simple hecho de hacerse la pregunta Quines so
mos? traduca muy bien la dificultad de definirse en trminos nacionales.
El hecho inmigratorio. Es conocido. El ha sido enorme en algunos pases. Una verdadera avalancha humana se derram en Argentina, Brasil,
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Uruguay... entre fines del siglo X IX y comienzos del X X , sobreponin
dose al ncleo primitivo.
Prevaricacin numrica, pero tambin prevaricacin cultural (en el
sentido amplio de la palabra). Pero una prevaricacin que no se resuelve
en la formacin de un melting pot orgnico, en la formacin de una nue
va conciencia, sino ms bien en una nueva angustia. La frase argentina
el hombre desciende del mono; los argentinos descendemos de un bar
co traduce bien - en su amarga irona esta angustia.
Tenemos aqu una masa de hombres que llega al nuevo mundo aco
gida con entusiasmo (por lo menos al principio): la oligarqua local, en
efecto, deseaba estos hombres que deberan traer una nueva linfa civili
zadora (y tambin mano de obra). Pero poco despus esta misma oligar
qua se encuentra prevaricada por la llegada de un gran nmero de pola
cos, franceses, italianos y turcos ... Prevaricada, porque no tena ca
pacidad alguna de ofrecerles structures daccueil, estructuras donde
inserir desde todos punto de vista a estos nuevos llegados. Ellos,
en realidad, desarraigados de su tierra de origen, no buscaran nada me
jor que el de poder ser inseridos en un contexto nuevo.
Pero he aqu el punto el contexto ya era reluctante. As, la inte
gracin en muchos casos no se realiza, o se realiza mal. Ser necesario el
pasar del tiempo, de ms de una, dos generaciones, para que estos nuevos
llegados se vuelvan argentinos, uruguayos, brasileos, venezolanos ...
Vale la pena de recordar el primer encuentro entre Martn Fierro y
un papolitano:
Jams me puedo olvidar
Lo que esa vez me pas
Dentrando una noche yo
Al fortn un enganchao,
Que estaba medio mamao
846 All me desconoci.
Era un gringo tan bozal
Que nada se le entenda
Quin sabe de ande sera!
Tal vez no juera cristiano,
Pues lo nico que deca
852 Es que era pa-po-Utano.De este primer encuentro, pues, a la sntesis, el camino ser largo32. Pe
ro Ser verdaderamente una sntesis? Yo lo dudo mucho tengo mu
chas dudas. Y mis dudas se confirman por ejemplo, en la posicin no re
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suelta todava de este problema, como la encontramos en la Radiografa de a Fampa. La creciente dependencia cultural. Pablo Neruda33 hablando a comienzos de los aos 20 escriba: por entonces nos llenbamos
la cabeza con lo ltimo que llegaba de los transatlnticos. No s por
qu, pero yo siempre he pensado que Pablo Neruda haya empleado
transatlntico en el sentido de barco ms que de personas del otro
lado del Atlntico. De todos modos, cualquiera sea el sentido exacto del
empleo de las palabras por parte de Neruda, queda un hecho: la depen
dencia, la espera del ltimo numero de la revista europea o norteame
ricana.
Debo recordar que si bien pocos entre los primeros precisamente
Pablo Neruda supieron librarse de esta dependencia, se lleg al colmo
con el hecho de que algunos escritores soaron (y en algunos casos reali
zaron su sueo) de escribir sus obras en francs e ingls?
Y la dependencia no ser slo literaria. sta se generalizar; las mi
siones europeas y norteamericanas organizarn los ejrcitos, la
educacin34, la administracin de los estados americanos. El juego sutil
de las becas, de las invitaciones haca la dependencia siempre ms tuer
te. En suma, el molde externo se haca siempre mas pesado. (Pero em
pieza una primera resistenzia: sobretodo la de los muralistas
mexicanos). Eran stas, me parece, las razones34 que ponan en movi
miento algunos de los ms bellos ingenios de la inteligencia americana,
con el fin de encontrar sus propias races nacionales. El fruto de su labo
riosidad fue grande en trminos intelectuales pero no me parece que tu
vo un impacto nacional (americano) real. Baste pensar en la tarda for
tuna de los 7 Ensayos de Maritegui para convencerse.Me parece que hoy nos encontramos de nuevo en la misma situacin.
He puesto en orden (un poco de orden) en mi biblioteca y he hecho una extraa constatacin: ser quizas una casualidad pero encuentro el
mayor nmero de libros artculos que tratan de contestar la pregunta:
Quines somos? entre 1927 y 1950; despus, un vaco casi absoluto; el
problema se ha vuelto a plantear en estos diez ltimos aos.
Y esto por qu?
Si hasta aqu he hablado apoyndome a auctoritates, ahora tengo
que intervenir en primera persona.
Permitan, por favor, a un viejo anarco-individualista indicar lo que
l cree que sea el Estado35: un instrumento de mediacin entre el Poder y
la Sociedad Civil. Hasta que el Estado logre absolver esta funcin, todo
ir bien (o parece ir bien). En caso contrario, se manifestar inevitable
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mente una disyuncin entre, precisamente, Poder y Sociedad Civil. , Pe
ro qu significa adhesin, disyuncin? Adhesin o disyuncin a qu co
sa? A quin?
Un concepto al que guardo cario desde hace aos y que ha constitui
do uno de los elementos principales-de mi reflexin sobre la historia de
Italia es el de proyecto nacional. Porque el punto es precisamente ste.
Nacin, Estado, Patria, Libertad son palabras que, o se resuelven en va
na retrica (los recuerdos de las batallas vencidas, de la sangre heroica
mente derramanda, de los gloriosos destinos futuros debidos al genio de
la raza) o se tienen que concretizar en un proyecto nacional (nacional,
no ciertamente nacionalista) el que contrariamente a lo que muchos
piensan no es nunca una ideologa. An mejor: una ideologa puede
estar al servicio de un proyecto nacional pero no puede nunca sustituir
lo. Y la condicin fundamental es que esta ideologa sea, en todo senti
do, espontnea y ya no de importacin.
Cuando J.B. Alberti grita: gobernar es poblar, expone un proyec
to nacional. Este puede ser criticable (sobretodo por el modo en que se
realiz) pero es un proyecto nacional.
Es nacional, porque corresponde exactamente a las exigencias reales
del pas, porque no es abstracto, porque de hecho el poblar es un pro
blema central para Argentina. Poblar fue la solucin al dilema civili
zacin y barbarie puesto por D.F. Sarmiento en su Facundo. Un dilema que, como hace notar justamente Vanni Blengino36 se resuelve en el
choque esquematizable en dos espacios culturales que se excluyen pun
tualmente y que se convierten en la oposicin central que acomete las
ms diversas esferas de la realidad argentina. Civilizacin vs barbarie / ciudad vs pampa (desierto) / ciudadano vs gaucho / sedentansmo vs nmade / constitucin vs caudillismo / etc..
El proyecto nacional se desvi ciertamente por la contraposicin tan
aguda entre civilizacin y barbarie (o por lo menos por la interpre
tacin tan estrecha que se le dio).
Lo s: se podra decir que el de Sarmiento no es un proyecto sino un
canon de interpretacin. Pero no es as: Sarmiento tuvo la visin clara
que alrededor de los puntos por l enunciados, se jugaba (bien o mal:
ste es otro discurso) el futuro de su pas.
Un proyecto nacional es el punto en el cual convergen el pasado y
presente en vista de una realizacin futura. l no tiene necesidad de ser
tratado en tomos ponderosos: bastan pocas palabras. Quisiera citar un
ejemplo: despus de 1870 y la prdida de Alsacia y Lorena, el proyecto
nacional francs (quien desea lo puede criticar, pero esto no quita nada
a la realidad de ser un proyecto nacional) ser el de reconquistar las
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tierras perdidas. No faltaron libros, artculos, discursos (por lo general
psimos). Pero este proyecto se concretiz mas que en esos libros, en
una frase extremamente simple: Pensez y toujours; nen parlez ja-
mais. Y, sin dudas, todo un pueblo supo pensar.
Por otro lado, ste tiene que contar con las fuerzas reales que tiene a
su disposicin. En caso contrario, aunque esto pueda parecer una para
doja la disyuncin entre la Autoridad y la Sociedad Civil se vuelve todava mas grande de la que pueden crear las dictaduras, fuerzas reaccio-
narias y tiranas.
Segn las reglas de la composicin literaria, yo ahora tendra que in
dicar lo que podra ser el proyecto nacional para las naciones america
nas de hoy. Me abstendr de un ejercicio de este tipo. Desde que he ini
ciado a ocuparme de problemas de historia americana, he sabido siem
pre36 que la historia, y an ma's, la poltica de estos pases, tienen que ser
respetadas. Y s tambin que el nico modo para respetarlas es el de dejar que sus habitantes construyan sus modelos de interpretacin del pa
sado y la proyectacin del futuro.
NOTAS
1. En este sencido, habra que interesarse de otra palabra ms: provincia.
2. Para todo lo hasta aqu dicho, vase especialmente F. Chabod, L'idea di nazione,
Bari 1961 y E. Kantorowicz, The K ings two Bodies, Princeton 1957.
3. Chabod, L idea cit., p. 183.
4. b id ., p. 11.5. Cf. O . Vossler, Dar Nationalgedanke von Rosseau bis Rartke, Mnchen-Berlin
1937.
6. Chabod, L idea cit., p. 19.
7. A. Schiavone, Alle origini del diritto borghese. Hegel contro Savigny, Bari 1984, p.
59.
8. Cf. E, Fueter, Storia della storiografia moderna, Napoli 1944, vol. II, pp. 102 ss.
9. P. Barr, !s Germany a Nation?, Fortnighly Review, 1923, n. 114, pp. 890-895.
10. R. Romano, Dentro la storia del paese Italia, Belfagor, 1979, n. X X X IV , pp,
224-32.
11. Naturalmente, no deseo con esto decir que el racismo moderno desciende nica
mente de las historiografas nacionales.
12. E. Fueter, Storia cit., vol. II, p. 101.13. Vase sobre este punto L. Febvre, Le problme historique du Rhin, in Le Rhin, So
cit Gnrale Alsacienne de Banque loccasion de son 50e anniversaire, s.l., s.f.; A. De-
mangeon y L. Febvre, Le Rhin. Problmes d histoire et d conomie, Paris 1935; L. Febvre,
Frontire: le mot et la notion, in Pour une historie part entire, Paris 1962, pp. 11-24.
14. Demangeon-Febvre, Le Rhin cit., p. X.
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15. L. Febvre, La terre et l volution hmame (1922), Paris 1970, p. 334.
16. Una perfecta proyeccin de este modelo me parece ser B. Croce, Storia d'Europa nel secolo X IX , Bari 1942.
17. Vase sobre este punto P. Chaunu, Interpretacin de la Independencia de Amrica
Latina, in Aa.Vv., La Independencia en el Per, Lima 1972, pp. 129-130.
18. M . W ortmann, Government and Society in Central America, 1680-1840, New
York 1982.
19. Vase las interesantes consideraciones, a proposito de Mxico, de D .A . Brading,
Los orgenes del nacionalismo mexicano, Mxico 1973.
20. Vase el excelente libro de B. Baczko, Les imagtnaires sociaux, Pars 1984.
21. Me sea permitido citar mi Simn Bolvar et a culture europenrte: heurs et mal-
beurs, en prensa. Y vase tambin A. Filippi, Las interpretaciones cesaristas y fascistas de
Bolvar en a cultura europea, Latinoamrica. Anuario de Estudios Latinoamericanos,
1984, n. 17, pp. 164-204.
22. F. Pon tei 1, Les classes bourgeotses et l avnement de la dmocratie, Paris 1968, p.
86. Se agregue que, en el caso francs, para ser electores hay que pagar por lo menos 200
francos de impuestos directos, p;ira ser elegibles la cifra es de 500 francos.
23. A. Annino, Il patto e la norma alle origini della legalit oligrquica in Messico,
Nova Americana, 1982, n. 5, p. 135. Para el problema de conjunto de la oligarqua es
obligatorio recurrir a M . Carmagnani, La grande illusione delle oligarchie. Stato e societ
in America Latina (1850-1930), Turin 1981.
24. Cfr. G. Carrera Damas, Estructura de poder interno y proyecto nacional inmedia
tamente despus de la Independencia: el caso de Venezuela, Washington D .C ., 1983.
25. Cit, in Annino, Il patto cit., p. 160.
26. Lima 1980, p. 96.
27. Roma 1934,
28. Utilizo la edicin italiana: Il marxismo e la questione nazionale e coloniale, a cura
du G. G . Straneo Caracciolo, Turin 1948.
29. Marx y Engels se interesaron slo a las cuestones nacionales irlandesa y polaca y
nicamente por razones tcticas: contro Rusia prototipo de la reaccin e Inglaterra
que ellos consideraban la cuna posible de la revolucin proletaria. II marxismo cos
rimasto senza una concezione della nazione che la collochi nella logica dei modi di produ
zione e delle lotte di classe, quantunque queste siano indicate come il fondamento della
storia, e nella visione universale della rivoluzione proletaria, vista come il suo avvenire,
cfr. R. Galiissot, Nazioni e nazionalit nei dibattiti del movimento operaio, in Aa.Vv.,
Storia del Marxismo, Turin, voi. 2, p. 788. Vase tambin G. Haupt, M . Lowy y C.
Weill, Les marxistes et la question nationale (1848-1914), Paris 1974, y S. Kalmanovitz,
Notas sobre la formacion del estado y la cuestin nacional en America Latina , Ideologia
y Sociedad, 1977, n, 20, pp, 33-58.
30. Falta un estudio de conjunto sobre este grupo de intelectuales. Lo estaba prepa
rando Diana Guerrero que fue masacrada por los militares argentinos. Un tentativo slo
parcialmente alcanzado de una visin de conjunto lo representa los artculos de Nova
Americana, 1980, n. 3.
31. Tambin para este problema carecemos de un estudio que examine como se desar
rolla y consolida la expresin Amrica Latina. Vase al respecto G. Martinire, L nven-
tion d un concep opratoire: la latinit brsihenne, in Aspects de la coopration franco-
brsilienne, Paris-Grenoble 1982, pp. 25-38; A. Ardao, Uruguay y el nombre Amrica La
tina, Cuadernos de Marcha, 1979, n. 1, pp. 49-52. Esperamos vivamente que el impor
tante estudio de A. Filippi, Las metamorfosis americanas de la latinidad (ideologas e hi
storiografas sobre nuestra Amrica), actualmente indito y que el A, tuvo la cortesia de
facilitarme, sea publicado pronto.
32. A. de Humboldt, Essai politique sur file de Cuba, Paris 1826, voi. II, pp. 111-12.
34. J. Hernndez, Martin Fierro, in E. Martinez Estrada (ed.), Muerte y transfigura
cin de Martin Fierro, Mxico 1948, voi. I, pp. 841-52.
35. Cfr. V. Btengino, Immigrazione italiana, letteratura e identit nazionale, Nova
Americana, 1980, n. 3, pp, 331-53.
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21
36. P. Neruda, foesia y prosa de Ramn Lpez Velarde, in Aa.Vv., Presencia de Ra- ,
mn Lpez Velarde en Chile, Santiago 1963, p. 23.
37. Vase, por ejemplo, el excelente libro de A. Helg, Cwihser le peuple et former les
lites, Pars 1984 que muestra muy bien la influencia de las misiones europeas en la polti
ca de la enseanza en Colombia.
38. A las cuales habra que agregar, sin duda alguna, y con la excepcin de Marite-
gue, la influencia de la crisis 1929-32 y, sobretodo, del perodo posterior a la crisis.
39. Sobre el complejo problema de diferentes tipos de estado, vease N . Bobbio, Stato,
in Enciclopedia Einaudi, Turin 1981, pp. 453-513 y L. Perini, Lo Stato: ilgrande model-
lo f*, in Enciclopedia Einaudi cit., vol. 15, pp. 993-1033.
40. Blengino, Immigrazione cit., p. 332.41. A. Jara, A propsito de un libro reciente de historia econmica venezolana, Bole
tn Americanista, 1981, n. 31, p. 147: Descubriendo Amrica, llego a nuestros archi
vos uno de ellos [seguidores de la escuela de los Annales], con fabulosos esquemas y modas
europeas. Haba que seguir y cultivar ciertas panaceas que, aunque ya no estaban tan nue
vas, parecan atractivas todava. La historieta se remonta a 1957. Era necesario, a toda costa, hacer historia de los precios. Ella permita auscultura todo, comu si Chile, Peru o
Mxico del siglo XV III hubieran estado realizando la Revolucin Industrial inglesa. El
annimo personaje soy yo. A Santiago haba sido invitado por Mario Gngora para dictar
un curso sobre la historia de los precios y tambin de las monedas, de la demografa, etc.
en Europa. Y de ello habl: si el seor Alvaro Jara entendi mal, la culpa no es ma. Y no
recurrir a testimonios (que sin embargo existen, de M . Carmagnani a P. Cunill que en
tonces muy jvenes tuvieron la cortesa de seguir mis seminarios) porque en todos mis
35 aos de enseanza universitaria y en todos mis escritos he siempre luchado (incluso con
feroces polmicas) para relativizar conceptos, problemas, mtodos en las diferentes si
tuaciones temporales y espaciales. Quisiera agregar Para el seor Alvaro Jara personas
como Florescano, Tandeter, Arcondo, Wachtel, Borah, Johnson Jr. y tantos otros que se
han ocupado de historia de los precios en Amrica han perdido su tiempo? Tuve y tengo
todava mucha estima para el seor Alvaro Jara como estudioso y le soy todava hoy muy
grato por todo cuanto me di|o a proposito de los problemas histricos americanos. Pero
esta estima y esta gratitud caen frente a los procedimientos mentirosos que el seor Alvaro
Jara cree de deber adoptar conmigo.
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