Santos. Los Milagros de Los Santos R-006 Nº064 - Mas Alla de La Ciencia - Vicufo2

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A ta izquierda, san Pabto et Ermitaño y san Antonio Abad reciben el pan que a

d¡ario ún cuervo les llevaba. Arriba, Sán Antonio de Padua predica a los peces' En

la oáoina siquiente, en primer término, unos leones cavan la fosa de San Pablo el

frm¡íano riuerto: a la derecha, San Francisco de Asis se dirige a las aves.

rificar al mártir hizo que trasladaransus reliquias en procesión hasta laiglesia de San G¡1. Allí, y ante el gra.n

§'entío, Santo Dominguito se reanimó,y sobre las andas que lo llevaban seárrodilló, juntó las manos y oró llenode vida. Todo el pueblo lo vio. Luego,se volvió a echar para no despertarsemás. El milagro hizo que su ProPioverdugo, Mossé AlbaYucet, Presenteen lo§actos de traslación, se convir-tiera, confesando y arrepintiéndose desu fechoría. Fue de este modo cómose supo la historia verdadera.

La cristiandad es una religión delcielo, sin duda; aunque la resurrec-ción de los cuerPos, tal Y como estáprometido que sucederá alfinal de lostiempos, se refiere con claridad a larecuperación de la carne, así como lo

creían los egipcios, de la misma carneque tuvimos en vida, solo que mejora-da, embellecida, espiritualizada, per-fecta, sin defectos, bien proporciona-da y... sensual, sintiente. ¿Quiere estodecir que en el cielo los seres, Yacompletos de personalidad, y no sólode alma, gozaremos Y gustaremos deuna existencia interminable, inagota-ble, con hermosos Prados, árboles,manantiales y amores, todo ello espi-ritual, pero con forma, tacto y senti-miento; un cielo en el que nada seráefímero, enfermizo, incompleto o de-crépito, como es este mundo aPa-rente, irreal; un cielo, en fin, de eter-na juventud? O, ¿significa más bie-nqué cuando la actual edad sombríaen la que vivimos concluya y sea res-taurada la creación con un nuevo ci-clo áureo, y sea replantado el paraí-so, volveremos tras la anunciadaresurrección de la carne a repoblar la

tierra renovada y alegre? Los teólogos

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han discutido tales preguntas a lo lar-go de los siglos. No hay conclusiones.Mas sea como fuere, a lo mejor, lacontemplación de Dios -para algunosde los más sutiles, la cumbre de losolaceres celestiales- no se verificaráiin sus obras, misterios y creacionesdivinas. No hay objeciones para quie-nes afirman que lo esencial es "con-templar a Dios" directamente en el

cielo, pero también es acePtable lapostura de quienes prefieren a la divi-iridad través de "sus cosas", y no sinellas. Los santos han insistido con susmilagros, y no Por azar, en la recuPe-racién del paraíso, han llamado laatención sobre el modelo selvático yprimitivo antes que urbano. Porqueios hombres de Dios, desprovistos, si-guieron hablando con los animales,fueron amados Por las flores Y lasplantas, y prefirieron antes que nadavivir y amar la naturaleza virgen.

I.A RECUPERACIÓN DEL PARAíSOTERRENAL

Hallábase un día San Antonio dePadua o de Lisboa, que tanto da, enRímini (ltalia), predicando sobre la feen la Santa Custodia y la presencia re-al en ella de Jesucristo. Muchos eranlos cristianos que no querían aceptar

esta doctrina, por lo que le censura-ban, Ie atacaban y le volvían la espal-da. Fue así cómo por divina inspira-ción volvió la esPalda a aquelloshombres y a su ciudad, Y acercósehasta el mar para hablar a los peces.Multitud de ellos, de todos los tama-ños y condición, sacaron a la superfi-cie sus cabezas; quietos, mirándole,escuchaban. "Oíd la Palabra de Dios

-les dijo al comienzo de su discurso-,vosofros peces del mar Y del río, Yaque no la quieren oír los infieles'.. Her-manos míos peces: mucha obligacióntenéis de alabar, según vuestra posibi-lidad, a nuestro Creador...". Y viendocómo crecía la multitud de sus oyen-tes, terminó el santo diciendo: "¡Ben-dito sea el eterno Dios!, que más lehonran /os peces... y meior escuchansu palabra los animales irracionalesque los hombres infieles". Al concluir,lós despidió con la bendición, y volvie-ron a las profundidades. San Pablo elErmitaño, un anciano del desierto deEgipto del siglo lV, no tenía necesidaddé'procurarse el sustento agobiadopor el trabajo de los hombres -esamaldición-. Cuando San Antón, Pa-dre del monacato cristiano, lo encon-tró en su cueva, vio que todos los dí-as, sin faltar uno, un cueruo le traía unpan en el pico. Y tamPoco San Pablo

A Santa cflsüa ta quisieron dar m

adversario.s. La metieron en un horno encendido; allí

pasó cinco días hablando Y ca

cabo dé ese tiempo, sus verdugos abrieron la cavidad

y Cristina salió ilesa por su propio pie.

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necesitó de sepultureros que le cava-ran su tumba al morir. Justo en el mo-mento, dos leones se acercaron, quecon sus patas removieron la tierra ehicieron la fosa. Después se retiraron,en silencio. A San Mamés, no sólo leacudían los animales; los árboles tam-bién le apreciaban, inclinándose a supaso. Mártir del siglo lll (+275), recibíaa la entrada de su gruta a las fieras y alos animales mansos, que juntos pare-cían comprender bien el significadode los evangelios cuando en voz altalos leía. Está muy divulgada la escenaen la que San Francisco de Asís es-tablece la paz entre el lobo y el pueblode Gubio (ltalia). El, asimismo, hablabacon las golondrinas y otras aves. Ycuando, en éxtasis todos, con suscompañeros, oraba en Santa María delos Angeles, aquel bosque, visto des-de Asís, era semejante a un incendioque lo consumía. El Beato Santos deUrbino (+1390), lego franciscano, fiela su maestro y fundador, también te-nía tratos con el lobo -ese forajido dela cultura humana-. Como le hubieraen cierta ocasión matado a la acémilaque servía al santo para acarrearle le-ña, Santos de Urbino le reprochó suacción. El hecho justificaría un cambiode papeles: el cazador dejó sus an-danzas en despoblado y se convirtióen servicial portador de leña para elmonje. No huían los animales de lossantos, como hacen de los otros mor-tales. Una cierva herida se vino a refu-giar y a meterse entre las pieles deSan Fructuoso, de modo que con lacomplicidad del solitario salvó la vida.Por dos veces consecutivas se guare-ció en los pliegues del sayal de SanJuan de la Cruz una liebre, al decla-

rarse un incendio en el convento y serperseguida por los otros frailes. Y sien ocasiones eran los animales losque buscaban abrigo entre los santos,en otras, cuando les tenían a su mer-ced, no les hacían daño alguno. SantaRufina (siglo lll), echada a la arena delcirco para ser devorada, mostró a losespectadores cómo el león hambrien-to se postraba y le acariciaba los piesdescalzos. E igual le ocurrió, en para-lelas circunstancias, al ya mencionadoSan Pantaleón.

Nobles a toda prueba, eran pródi-gos sin medida, que sacaban de lanada, de allí donde no había. Tresmujeres pueden en esto ser buenosejemplos. La primera, Santa lsabelde Portugal, reina. Nació en elcastillode Aljafería (Zaragoza), en 1271; murióen Estremoz (Portugal), en 1336, conIa corona real y el hábito de clarisa.Habituada a repañir sus bienes entrelos pobres, un día, sospechando algosu marido el rey Don Dinis, la inter-ceptó el paso. "¿Qué lleváis en esezurrón" -le preguntó-? La reina biensabía lo que llevaba, algunos panes yotros objetos de valor; pero le respon-dió: "F/ores -mi señor-; lleio rosas".Yal desplegar el manto fue eso lo Quese apareció. Y con las mismas rosas,

no teniendo dinero para pagar a losobreros que construían edificacionespiadosas o de otro tipo por ella impul-sadas, compensaba eltiempo y la de-dicación de los artesanos, que a re-glón seguido y en las manos de éstosse transformaban en monedas de cur-so legal. A Ia princesa de origen moro,Santa Casilda, le sucedió otro tantoque a Santa lsabel. Con Santa Juanade Aza (+1194) ocurrió el milagro delvino. Casada con el venerable condedon Félix de Guzmán, y madre detres santos: de Antonio, Mamés yDomingo de Guzmán, fundador de laorden de los predicadores dominicos,Juana de Aza era desprendida con elvino generoso de su marido, hasta elpunto de agotar el gran tonel dondeenvejecía. EI vino hizo honor a sunombre y el milagro también, pues alir el conde a comprobar los barrilesde sus bodegas y antes de ser descu-bierta doña Juana, la gran cuba sepresentaba de nuevo a rebosar, sinque al parecer alguien, siquiera su-brepticiamente, la hubiese abierto.

EL SANTO-CABALLERO Y ELDRAGÓN

El dragón, con su presencia indis-

-Yan Pantaleón resucitó a un niño gue se encontróabandonado en el campo. Lo curiosg ?s qy? atq no eracristiano bautizado cuando lo hizo, Por otra parte, yaconvertido, le condenaron a morir decapitado. Por másque insistían, el hacha rebotaba en su cuello, sin cortarlo.

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A*" h frialdad, incomprensión y ataques gue

recibió San Antonio cuando hablaba en Rímini sobreel misterio de la Santa Custodia, decidió dar espaldasa la ciudad. Encaminándose al mar, predicó entoncessu doctrina a los peces, que emergiendo le

escucharon hasta el final.

cutible y con su simbolismo, así comola ordalía o "Juicio de Dios" son losdos polos del heroísmo fantástico, tanlegendario como real, que igualmentese dan cita en la vida, hazañas y mila-gros de los santos. Relata fray JustoPérez de Urbel, en su Año cristianofl-omo ll), que Santa Casilda (siglo Xl)vio al dragón y lo ahuyentó. El santomonje llamado Sansón (480?-565?),principal evangelizador de la Galia,que llegaría a ser obispo de Dol, creíade igual modo en la existencia de losdragones. En sus andanzas por Bre-taña, halló Sansón una región que ve-nía siendo asolada por un fuerte y gi-gantesco reptil alado. En lugar deasustarse, el santo buscó la guaridadel monstruo, y con gran audacia fijóen aquella cueva profunda su vivien-da. Al poco, corríala noticia por el pa-ís: Sansón había echado fuera al dra-gón, que se había ido a quién sabedónde. Parecida fue la victoria deSanta Marta (siglo l), la hermana "ac-

tiva" de Lázaro, el amigo de Jesús.Tras la muefte del maestro y la diás-pora, encontramos a Mafta evangeli-zando a orillas del Ródano (Francia).Los moradores de Tarascón eran unpoco duros ante la nueva doctrina, asíque apenas hacía progresos. La jovenvirgen les hizo prometer, entonces, suconversión en masa, con sus princi-pales a la cabeza, si dominaba a latremenda bestia que les tenía en ja-que.

Aceptaron; y Santa Marla triunfó ensu lucha. Desde aquel momento, lashagiografías representan a la santasiempre con un dragón al lado y ata-do.

Nadie como los teólogos orlodoxosdel cristianismo griego, eslavo y orien-tal han desarrollado una doctrina ca-tólica sobre la figura simbólica deldragón. Mientras que para la cristian-dad latino-occidental, este animal ex-traordinario, este portento sobrenatu-ral, es digno de ser perseguido con

plena hostilidad, odio, saña y temorescalofriantes, hasta procurarle lamuerte en todo tiempo y lugar, entrelos cristianos orientales, ya desde lasépocas de Bizancio, la suerte del dra-gón se reparte por igual entre una so-lución moderaday otra extrema. Paralos maestros del desiedo como Mar-co el Ermitaño y Nicéforo el Solita-rio, los dragones y los gigantes, cu-yas existencias no se ponían en duda,eran símbolbs de la pereza, el olvido,la ignorancia,lafuerza ciega que arra-sa, el pensamiento esclavizador. Porsu parte, Teófanes el Recluso, ensus enseñanzas y descripciones de lavida interior, afirmaba que "el descen-so hasta el corazón está obstaculiza-do por el Dragón". Pues bien, paraestos santos y teológos cristianos, nocaben ante el dragón más que dosactitudes: o se le domestica, transfor-mándole en potencia positiva y aliada(Calisto e lgnacio Xantópoulos), ose le decapita (Marco el Ermitaño yFiloteo el Sinaíta). Son varias las le-yendas que aluden a esas dos postu-ras en el trato que le dio San Jorge,soldado romano y máñir del año 304de nuestra era, más tarde patrono dela caballería andante y famoso entrelos famosos santos de la Edad Media.Hoy, la lglesia de Occidente (romana)le ha apeado de los altares y borradosu nombre del santoral; sin embargo,todavía resiste en elfrontispicio de nopocas ciudades y paÍses europeos.Esta resistencia del santo a no ser ig-

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norado en la modern¡dad constituye,sin duda, su mayor milagro, igual acuando en Oriente consiguiera librar ala doncella (el alma pura) dispuestapara el sacrificio, venciendo al mons-truo. Tanto da, pues la bestia es elsistema... No contaremos aquí la his-toria de San Jorge, que dejamos paraotro instante mejor.

Se puede argüir que estos relatosacaecidos entre santos, caballeros ydragones no son más que leyendas,por viejas y lejanas. Pero hay una queno es tan arcaica, y que aconteció enpleno siglo XVI español, cuando Euro-pa ya veía nacer el espíritu frío del ra-cionalismo y del humanismo renacen-tista, y casi todos se revolvían contrala Edad Media, menos las Españas.La prueba fue para San Juan de laCruz, el teólogo y poeta entre los po-etas mí§icos. En los años de los pri-

an Mamés leía en voz alta los evangelios a la

entrada de la gruta donde moraba, Enseguidaacudían a oírle toda suefte de fieras salvaies yanimales domésticos o pacíficos. Luego, al pasear, losárboles se inclinaban a su paso,

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crito hoy se conserva (vid. la Vida deSan Juan de la Cruz del padre Crisó-gono de Jesús y de fray Matías delNiño Jesús, publicada con la corres-pondencia y poesías completas delsanto por la BAC; Madrid, 1974).

Muchas veces los antiguos, los re-yes y caballeros de Ia Edad Mediaque tanto amamos, los pueblos ger-mánicos y celtas, poseían un sentido

del hecho. Fiscales, abogados, jue-ces, pasaban a un segundo plano. Enesos casos, la verdad y el honor, queya estaban en poder de uno de losoponentes, si bien ocultos, eclipsa-dos, se ponían de manifiesto en vir-tud de la causa operante, y por su-puesto milagrosa. Se trataba de lasordalías o "Juicios de Dios", tan fre-cuentes hasta el Renacimiento y de

En ta página anterior, junto a una representación de un santo en su paraíso, vemos -la

imagen de Santa /sab e! de lo\ugal. Sobreestas fheág izquierda,'cuadro repreéentanda uno de los milagros más famosos de Sanfo Doming_o de Guzmán; a la derecha, San

Juan de la CVuz, a quien camino de Medina del Campa se le apareciÓ un dragón.

meros estudios, y yendo el joven Juancon su hermano Francisco de Yepesde Arévalo a Medina, cerca de estalocalidad, y próximos a la ribera delZapardiel, saltó de pronto del fondode una charca cercana una bestiaatroz, que hizo ademán de acometera Juan de Yepes. El futuro santo, quedesde luego ya lo era, puso en fuga ala bestia con la señal de la cruz, vol-viendo ésta al hueco cenagoso por elque había emergido. Francisco locontó al llegar a Medina, y lo refiriótar¡bién a su confesor, Juan de SanJosé, que lo escribió, y cuyo manus-

de la justicia muy diferente al que hoyimpera, discutidor en extremo. Anteuna controversia, no se perdía déma-siado tiempo en largos discursos pre-parados por avezados leguleyos o porlos propios encausados; tampoco elrey o el juez intervenían como ocurreen las cortes actuales. Aunque nosiempre, y sobre todo entre los no-bles, la cuestión Ia decidía un duelo oun torneo, juramentado ante Diosmismo, quien al ser directamente in-vocado acudía invisible al proceso ylo dirimía con el resultado que semostraba. Todo el cuadro testificaba

ahíen adelante. No sólo los guerreroslo practicaron con fe y entusiasmo,sometiéndose con veracidad, sin do-blez, a sus veredictos; también lossantos han dejado varios casos de ta-les "juicios" en el devenir de la cultura.Si nos remontamos en años, descu-brimos a San Pantaleón retando a lossacerdotes de Diocleciano para de-mostrar ante los concurrentes qqé"Dios" eracapaz de devolver la saluda un enfermo. Pero el caso más es-pectacular de este tipo de milagros-pronto atacados por algunas tenden-cias teológicas que se fueron impo-

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Sobre estas líneas, San Serafín de Sarov, uno de /os sanfos rusosmás conocidos. A la derecha, San Jorge y el dragón. En la página

siguiente, Santa Teresa de Jesús, y otra imagen del mencionadosanto ruso.

niendo en la lglesia, hasta llegar abier-tamente a ser prohibidos o censura-dos por el papado en el siglo Xlll-, co-mo decimos, el más conocido Y unode los que más fama dieron a un san-to de la lglesia, fue el que tuvo lugar,además por partida doble, en la vidade Domingo de Guzmán. Había naci-do en Caleruega (Burgos), en '1170;

Ymuere en Venecia, en 1221. Fundadorde la orden de los dominicos, Pusie-ron Domingo y los suyos especial em-peño en derrotar a la herejía albigenseo cálara, objetivo que justificaría eldespliegue en toda regla de una am-plia cruzada teológica contra los queel santo estimaba adversarios peligro-sos. La primera batalla por la fe la li-bró el bienaventurado Domingo frentea un hereje, autor, como é1, de unopúsculo sobre la materia religiosacontrovertida. Diestros ambos con lapalabra, se dieron cita en Fanjeaux,

en torno a los cuales se congregaronjueces, teólogos, nobles y sacerdotesy un gran gentío. La disputa alcanzóciefta altura de argumentaciones enpro y en contra, que se emPieza a te-mer interminable, y sin resultado posi-tivo alguno para una de las paftes. Lacosa parecía estar en tablas. Así que,y para zaniar el asunto, los árbitros dela contienda verbal concluyeron quelo mejor era someter el enfrentamien-to a una ordalía o "Juicio de Dios", demodo que se les ocurrió poner a prue-ba la verdad entregando a las llamaslos dos escritos. El libro que no sequemara y saliera ileso sería declara-do "tesfigo de la auténtica fe", en tan-to que aquel otro que ardiera firmaríacon claridad su sentiencia, quedandoa todas luces evidenciada su false-dad. El ardor de la lumbre sería el juezinapelable. Echaron los manuscritos ala hoguera, y mientras el del hereje ar-

dió enseguida, el que había redactadoSanto Domingo no sólo no Prendió-de materia inflamable era-, sino quesaltó por encima del fuego, en su ver-tical, saliendo del cerco de las llamas.Parecía tener vida propia. Fue recogi-do del suelo y arrojado nuevamente;hasta tres veces se repitió la pruebacon él; y nada, ni cenizas en las can-toneras, ni chamuscada se mostróuna única hoja. Hemos dicho másarriba que este milagro se realizó conel santo por partida doble, Ya que eniguales o parecidas circunstancias secelebró otro proceso, en esta segun-da oportunidad en Montreal.

LA EXPERIENC¡A DEL DESTINO YDEL CIELO

La muerte es la Puerta ansiada Ybuscada del santo, PUes no otra leabre su destino, el cielo, Por el quesuspira. Ha habido milagros que hanpermitido experimentar, saber o cono-cer antes en qué consiste la muerte,cuándo se producirá, definitiva, y per-cibir aquí abajo una primicia de las de-licias celestiales. El iniciado desea mo-rir para renacer; el santo ve en lamuefte su liberación. "Vivo sin vivir enmí / y tan alta vida espero / que mueroporcjue no muero" -leemos en una cé-lebre poesía de Santa Teresa de Je-sús (1515-1582)-. Casi nadie tieneesos carismas mientras transita por es-

L, reina Santa lsabel de Portugal

que impulsaba. At instante.l sltocar las flores las

manos de /os trabaiadores, éstas se convertían en

monedas de oro Y Plata.

con rosas

a los obreros que trabaiaban para ella, en las obras

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te mundo. No sabemos cuándo nos vi-sitará nuestra seria amante solitaria,negra y blanca -la muerte-, ni qué es elcielo, ni la vivencia en la tierra de la luzdel Espíritu Santo. Rara preferencia ob-tuvo de Dios Santa Teresa de Jesús, aquien le hiciera ver, ocho años antesde que se produjera, el instante exactode su muerte. EI hecho está documen-tado, pues existe un pequeño texto ci-frado, de puño y letra, que la místicadel Monte Carmelo llevaba en su bre-viario a todas horas, y que todavía seconserva en el monasterio de Medinadel Campo, fundado porTeresa.

inclemencias, preguntó al maestro:"¿Cómo puedo reconocer la presen-cia del Espíritu divino en mí?". En eseinstante, el anciano Serafín le asiócon fuerza por los hombros, y le res-pondió: "Ahora /os dos estamos en elEspíritu santo. ¿Por qué no me mi-ras?". Motovilov, entonces, añadió:"No puedo miraros porque de vues-tros ojos salen rayos. Vuestro rostroes más claro que el soly mis ojos re-vientan de dolol'. "No temáis -le dijoel santo-, yos sois en esfe momentotan luminoso como yo... de otro mo-do no podríais verme as/'. A partir de

cuentro, en el que, al unísono, el am-biente que les rodeaba también cam-bió. La atmósfera reinante, pese alcrudo invierno ruso, se notaba prima-veral, cálida, bañada en el seno de unperfume indescriptible. Los dos nota-ban un calor intenso; sin embargo,descalzos sobre la nieve, ésta perma-neciafría y sin mudarse al agua. "Es-to significa -expresó el santo- que elcalor no está en el aire, sino dentro denosotros." Motovilov comprendió en-tonces el porqué los ermitaños resis-tían tan bien, encendidos con esefuego, el hielo del invierno sin casi

El cielo que se nos abre en la tierra ese instante, empezó entre los dos abrigo. Se cumplía en ellos, así, laes vivenciado por el misticismo del una íntima comunicación acompaña- doctrina anunciada por Cristo segúnOriente eristiano, fundamentado en la da de inefables sentidos íntimos, de la cual: "el Reino de /os cielos se en-incorporación de la luz divina, según percepciones espirituales, que el dis- cuentra dentro de vosotros". A Sera-vieron los tres discípulos de Cristo en cípulo publicó más tarde. La sensa- fín y a Motovilov sólo les hubiera fal-el monte Tabor ante la transfiguración ción de una paz y de una serenidad tado -tal vez no- aquello que viviera,de Jesús. Un día, el discípulo Moto- incapaces de describir; una inenarra- al final de sus días, San Julián elvilov, que había penetrado en el seno ble dulzura, acompañada de una inu- Hospitalario. Jesucristo se Ie apare-de la taiga rusa para encontrar al sfa- sitada alegría que inundaba todo el ció en la figura de un leproso, pidién-rezy gran santo ortodoxo, San Sera- ser, transformado en un sólo coraZón dole que le diera cobijo, comida y ho-fín de Sarov (1759-1833), que vivía ardiente... Otros muchos sabores y gar óaliente en su cabaña. Gélido, elen soledad, practicando la hesyquía u sensaciones cuenta Motovilov que vi- leproso le pidió a Julián que se acos-oración de Jesús, entre lobos, osos e vió junto a San Serafín en aquel en- tara con é1, y que con su cuerpo des-

nudo le diera calor. Abrazado a é1, Je-G sús se le mostró entonces como era

9an Juan de ta cruz iba con su hermano Francisco enrealidad, comenzando todo él a

lliá1ir=ásl,r,-u:§:*i31¡del río Zapardiel, de una sima cenagosa surgió un dragón, vo...

que et santo puso e lsidro-Juan Palacios

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