Sermon Lazaro

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¡QUITAD LA PIEDRA!

OBJETIVO: Mostrar que Cristo está dispuesto a hacer todo por salvarnos, incluso “gritar” a fin de resucitarnos a una vida nueva y de alcances eternos.

LECTURA: Juan 11:38-44

INTRODUCCIÓN

-¿Por qué grita la gente?-Se grita por diferentes razones… (Enojo, asombro, dolor, alegría, etc.)-¿Imagina Ud. a Cristo gritando? En caso de que así fuera, ¿por qué cree que lo haría? ¿Gritaría por las mismas razones que los seres humanos?-Esta noche estudiaremos dos relatos en los que la Biblia nos dice que Cristo, nuestro amoroso Salvador, gritó, y al hacerlo les invito a tomar en cuenta sobre todo la razón por la que lo hizo, a fin de entender que dichos momentos tienen que ver mucho con nosotros también.

Lázaro está muerto

Lázaro había muerto y yacía en una tumba. Al llamado de sus hermanas, Jesucristo vino a verlas. Su visita respondía al doble propósito de consolar a la afligida familia, así como para manifestar su poder aún sobre la muerte (leer Juan 11:11-16). ¡De hecho, el que Lázaro haya salido de su tumba después de haber permanecido allí cuatro días, cuando ya su cadáver “hedía”, es una prueba para nosotros que los muertos resucitarán a la voz de Jesús en el último gran día!

Y, oh, amigos míos, ¿no es acaso una bendición saber que la Biblia habla de la resurrección? ¿No es acaso algo grandioso saber que para los amigos de Jesús, la muerte tan solo es un “sueño” del cual él ha de levantarnos? Es posible que esta noche algunos de ustedes aún sientan

dolor por la pérdida de aquel ser querido que hoy no está más en casa. O tal vez conozcas a alguien que está pasando por una situación semejante. Pues recuerda que el mensaje de Cristo a la familia de Lázaro es para nosotros también: (leer Jn 11:23-25).

Y es en ese contexto, en el contexto de la certeza y de la esperanza que solo puede obtenerse en las palabras de Cristo que se da la primera ocasión en la que nuestro Salvador grita, notemos: (leer Jn 11:43).

¿Por qué grita Jesús? ¡Para dar vida a sus amigos!

La Biblia solo menciona dos ocasiones en las que Cristo “clamó a gran voz”, y esta es la primera. Pero, ¿por qué lo hizo? La Palabra de Dios nos dice que lo hizo evidentemente con el glorioso propósito de darle vida a su amigo, a Lázaro. Notemos la diferencia, los seres humanos no gritamos a menudo para eso. De hecho, en algún momento tal vez lo hagamos (gritar), pero para desear lo contrario a alguien (la muerte, o al menos que le vaya mal). Pero cuando Cristo grita lo hace para dar vida, específicamente a sus amigos.

Ilustración: Un día un sabio preguntó a sus discípulos por qué creían ellos que las personas se gritan unas a otras. Las respuestas que obtuvo fueron varias, pero tras escucharlas, el sabio dio a conocerles la respuesta más acertada, diciendo: “la gente grita por que sus corazones se han alejado tanto el uno del otro que no pueden ya escucharse”.

En efecto, la lejanía y la división ocasionada por el rencor y el enojo, o por la simple indiferencia a menudo provocan que gritemos. Pero también ha provocado que cada vez escuchemos menos la voz de Dios quien no ha dejado de llamarnos.

Sin embargo, por cuanto el mensaje que tiene para nosotros es de vida o muerte, si es necesario que él grite para que le escuchemos, él está dispuesto a hacerlo. Por cuanto quiere que nuestro corazón no esté más

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alejado del suyo, esta noche tú has venido hasta aquí por que él te sigue llamando y espera que, al igual que Lázaro, lo escuches a fin de pasar de la muerte a la vida. Siendo que los oídos de su amigo estaban cerrados por el poder de la muerte, el clamor de la misma fuente de la vida fue necesario a fin de despertarlo. ¡Sí, porque cuando Cristo grita, lo hace para dar vida a sus amigos! Piénsalo un momento: La voz de Jesús, clamando, "¡Lázaro, ven fuera!", es un ejemplo de la voz de Jesús que puede darnos una nueva vida, tal como lo hizo con Lázaro.

Por cuanto la Palabra de Dios dice que sin Cristo estamos "muertos en delitos y pecados" (Ef 2:1), al igual que Lázaro necesitamos de la ayuda del único que puede resucitarnos tanto espiritual como físicamente, ¡necesitamos de nuestro amigo Jesús! Por qué no decirle esta noche entonces: "¡Oh Señor, resucítame! ¡Dame la vida que solo tú puedes dar! Se que estoy muerto, pero Tú has prometido darme la vida y vida en abundancia!” (Jn 10:10).

Y es que no hay mejor manera de apreciar el valor de la vida que cuando se está consciente de la realidad de la muerte…

Ilustración: (relatar alguna historia relacionada con la pérdida de un ser querido o de la cercanía de la muerte debido a un accidente o enfermedad grave).

¡Oh! Si Cristo clamara esta noche: "¡Lázaro, ven fuera!", ¿habría algún Lázaro aquí que, aunque esté aprisionado en un inmenso sarcófago de malos hábitos e impiedad, estaría dispuesto a permitir que el clamor de Cristo hiciera pedazos las ataduras de su muerte espiritual para recibir entonces la vida que solo Cristo puede otorgarle?

Sí, estimados amigos, no fueron los discípulos, sino Jesús, quien dijo, "¡Lázaro, ven fuera!" El apóstol Pedro pudo haber clamado durante un buen rato: "Lázaro, ven fuera," pero Lázaro no se habría movido ni siquiera un centímetro; lo mismo le habría ocurrido a Santiago o a Juan;

pero cuando Jesús lo hace, hay resultados por el poder de su Palabra. Mi mensaje por lo tanto, esta noche no es sino una forma imperfecta de convencerte de la necesidad que todos tenemos de escuchar la voz de Jesús. La invitación a que hagas lo que Cristo sí pidió que hiciéramos, nota: (leer Jn 11:39-41).

Aunque aparentemente no había nada ya que pudiera hacerse por el cadáver de Lázaro mas que mantenerlo en la tumba, detrás de una gran piedra, al decir: "¡Quitad la piedra!", Cristo nos pide que hagamos a un lado todo aquello que impida que salgamos a su encuentro. Por que si bien su voz puede traspasar cualquier barrera, incluidas las más grandes rocas, el mero hecho de oírlo no significa que estemos dispuestos a quitar la piedra y salir de la muerte espiritual. ¡Cuánta gente habrá escuchado la voz de Cristo y sin embargo esto pareciera no producir mayor efecto en su vida! Pero el problema no es que la voz del Salvador se haya debilitado, sino que la “roca” es demasiado grande y hay quienes no desean quitarla y deciden permanecer en la “tumba”.

Pero esta noche, en el nombre del Señor, yo te pido que quites la piedra. Sí, la piedra de la duda, del temor, de la indiferencia, de aquello que no te ha dejado decidirte en favor de Cristo. ¿No oyes que él te llama, deseas que siga gritando? Pues, si es necesario lo hará, ¡porque cuando Cristo grita lo hace para dar vida a sus amigos!

¿Por qué grita Jesús? ¡Para dar la vida por sus amigos!

En este momento tengo que hacer entonces una pregunta solemne: ¿cuántos de los que estamos aquí podemos decir que tenemos la vida de la cual estamos hablando? ¡Cuántas veces hemos oído acerca de este tema, pero pareciera que nuestra respuesta positiva al mismo aún no se ha dado! ¿Cuán a menudo, amigos, conocidos o familiares te han invitado a experimentar este tipo de vida sin que tú la hayas aceptado?

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Pero, tal vez preguntes: “¿y por qué habría de hacerlo? Cristo gritó, pero lo hizo hace mucho tiempo y específicamente por Lázaro, y ese ni siquiera se parece a mi nombre. Bueno, pues recuerda que la Biblia menciona narra dos historias en las que Cristo gritó y es precisamente la segunda ocasión la que ahora te invito a recordar: (leer Mat 27:38-46).

Trata de imaginar la escena: Un hombre inocente pende de una cruz como si fuera el peor criminal de sus días. La gente se burla de él, y gozan viéndolo sufrir. Pareciera ser demasiado para cualquiera, incluso para aquel que se ha identificado como “hijo de Dios”. Y es entonces cuando su voz, sí la misma voz que tantas veces había expresado gran sabiduría e innumerables bendiciones a chicos y grandes, la misma que un día calmó una tormenta, la misma que volvió a la vida a Lázaro, retumba con gran volumen para decir: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?”

Entender el profundo significado de estas palabras es mucho más que pensar que son la expresión desesperada de un moribundo cuyo injusto sufrimiento parece ser demasiado. De hecho, pese a estar matizadas por el obvio dolor del castigo que estaba recibiendo, al expresarlas Cristo demuestra una vez más la comprensión de su misión y, sobre todo, el inmenso amor que le ha llevado a permitir incluso que le crucifiquen. Y es que en los tiempos bíblicos, mencionar dos veces el nombre de alguien, era una señal de familiaridad, esto es, de cariño y afecto. Cristo sigue amando y confiando tanto en su Padre celestial como siempre, de otra forma no la llamaría “dos veces” en este versículo y en ese momento tan difícil. Pero el amor que demuestra al referirse a su Padre de esta forma, solo es comparable con el que le ha llevado a estar dispuesto a experimentar el dolor que el pecado ocasiona al separarnos eternamente de Dios. Sí, porque “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Cor 5:21), “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos

como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Is. 53:5-7).

En efecto, como nuestro sustituto, recibió el castigo del pecado, la muerte, (Rom 6:23), a fin de que ninguno de nosotros tenga que experimentar dicha separación eterna. Por eso, tras haber clamado, la Biblia nos dice que murió (leer Mat 27:50). Te das cuenta ahora por qué grita Jesús: ¡Jesús grita para dar la vida por sus amigos! ¿Por qué grita la gente? Por muchas razones, pero la mayoría de las veces esos gritos no se parecen en nada a las razones de Cristo, porque cuando Cristo grita lo hace para dar vida a sus amigos y para dar la vida por sus amigos. A Cristo no le dio vergüenza morir por ti, permitió que lo golpearan, lo maltrataran y que lo colgaran desnudo en una cruz y todo esto por amor a nosotros, sus amigos.

¿Amigos? ¿Realmente somos sus amigos? Sí. La Biblia dice que no hay mayor más grande que el que representa poner la vida por un amigo (Jn 15:13), entonces definitivamente Jesús nos considera sus amigos. Así que escúchalo decirte esta noche: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos” (Jn 15:15). Y algo más: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15:14). Después de todo, ¿podría considerarnos alguien su amigo si hiciéramos lo contrario a lo que espera de nosotros? ¿Podríamos pasarnos la vida ofendiendo a alguien y aun así considerarnos sus amigos? Por eso Lázaro se levantó, porque conocía y reconocía la voz de su amigo. Y tú, ¿consideras a Cristo tu amigo? Entonces, escucha su voz esta noche que te llama. Oye su voz que desde esa terrible cruz clama antes de dar su vida por ti, su amigo, y por ti, su amiga.

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¿Y qué es lo que él quiere que hagas, además de escucharlo? Que aceptes su plan para tu vida. Que aceptes la salvación que hoy te ofrece. Una nueva vida que la Biblia compara con un nuevo nacimiento.

Entonces, “¿qué debo hacer para ser salvo?" Preguntó un día un soldado romano al apóstol Pablo, a lo que este respondió: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo." "El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado." (Hc 16:30-31).

Si confías en Jesús hoy, si crees en él, serás salvo, pero la confianza se demuestra, de ahí que el texto también diga: "El que creyere y fuere bautizado, este será salvo." Observen cómo los dos elementos están unidos; yo no me atrevo a separar lo que Cristo ha unido, ni me atrevo a invertir el orden apropiado: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo." ¿Quieres nacer de nuevo? ¿Quieres pasar de muerte a vida? Pues eso es lo que representa el bautismo. Algo que, por cierto, también practicó y ordenó el mismo Cristo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado (Mat 28:19-20). Por cuanto la amistad se demuestra en acciones concretas y evidentes, y es algo que no puede ocultarse, asimismo el bautismo es la declaración pública de nuestra amistad con Cristo; recuerda: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15:14).

Ilustración: (Narre una experiencia en la cual algún amigo suyo o usted mismo estuvo dispuesto a hacer algo “costoso” o de gran “valor” por otra persona o bien use la siguiente historia: El gran evangelista Billy Sunday cuenta de cierto buque que, como consecuencia de una avería “hacía agua”, la que inútilmente trataban de sacar los tripulantes manejando las bombas. La entrada del líquido elemento superaba a sus esfuerzos, viendo lo cual, el capitán mandó formar la tripulación y dijo: “Es inútil fatigarse más, ya que sólo retardamos nuestra muerte. El remedio consistiría en que alguien

expusiera su vida en favor de los demás, tratando de taponar la abertura del agua. La empresa es arriesgadísima, pero es la única esperanza. ¿Quién se decide?” Todos comprendieron la necesidad de tal sacrificio, pero cada uno pensaba: Ojalá que algún otro se ofrezca. Los momentos pasaban en silencio, haciéndose la situación cada vez más angustiosa. Una voz rompió el silencio. “Yo iré, padre mío”. El padre no podía negarse a tal ofrecimiento y con el corazón dolorido dio el último abrazo al hijo, lanzándose éste sin pérdida de tiempo a las aguas, dispuesto a la peligrosa tarea. Pronto se dejó sentir el efecto de esta ayuda externa; las aguas disminuyeron rápidamente, pero el hijo del capitán no reaparecía. Su cuerpo fue hallado entremetido en la abertura.Todos comprendieron lo ocurrido. El joven no halló más rápida manera de atajar el paso de las aguas, cuyo empuje hacía inútil todo otro intento. Todos lloraron de emoción ante su cadáver, exclamando: "¡Lo hizo por nosotros!".

LLAMADOPues bien, si hoy estás dispuesto a declararle a Cristo, tu amigo, cuanto confías en él, si realmente quieres demostrar que estás escuchando su clamor de salvación por ti, dile desde lo más profundo de tu ser esta noche: "hoy me entrego a ti Jesús, pues sé que necesito la vida. Estoy sepultado en la muerte espiritual, y por cuanto no puedo volver a la vida por mi mismo, yo sé que cuando tú hablas eres capaz de dar vida."

Ven a él. ¡Tienes que hacerlo! Cristo te ofrece su vida, ven esta noche y acéptala. Pues dondequiera que haya un "ahora," es el momento de aceptar su invitación. "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones." Es tiempo de pasar de muerte a vida. ¿Dejarás que el Señor siga gritando sin responderle? ¿Esperarás a que sean las condiciones adversas las que te orillen un día a reflexionar porque ahora piensas que aún no estás listo para responderle? No hagas esperar a un amigo, no lo defraudes con tu demora. Y en lugar de eso, ¿quisieras junto conmigo, poniéndote de pie, decirle a Jesús, aquí estoy Señor, “Toma

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mi vida, tu tienes la solución”. Ponte de pie, y juntos digámosle eso a Cristo en oración.