SESIÓN 26: PABLO, PREDICA EN ROMA

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Hechos 28 Introducción Hemos llegado al último episodio, de este gran libro, recuerden que nuestro cronista y doctor gentil, escribió un primer libro, una primera temporada, con 24 episodios donde nos describió acerca de su investigación de la vida de Jesús [Libro de Lucas] y en esta segunda temporada, en 28 episodios, [Libro de Hechos], nos ha relatado el emocionante inicio de la iglesia cristiana. Según los historiadores se cree que Lucas, tenía pensado escribir un tercer libro, una tercera. temporada, por esa razón, terminó de manera tan cortante o no tan concluyente el libro de los Hechos de los Apóstoles. Aunque el libro de Hechos no lo menciona, paralelamente a los Hechos que Lucas escribe, Pablo escribe sus cartas, que luego se convirtieron en gran parte del Nuevo Testamento. En el tiempo antiguo, una “carta” era un escrito privado dirigido a una persona; y una “epístola” era una carta dirigida al público en general. De manera que aunque algunas cartas Pablo las dirigió a personas específicas como Filemón y 1 y 2 de Timoteo, en realidad, los escritos de Pablo son y siempre serán escritos para la iglesia en general, de manera que la manera correcta de llamarlas es “epístolas”. Empecemos entonces con nuestro último episodio del libro de los Hechos. Pablo, el ayudador: Hechos 28:1–10 Una vez a salvo en la costa, nos enteramos de que estábamos en la isla de Malta. Dio la casualidad de que el padre de Publio estaba enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo, oró por él, puso sus manos sobre él y lo sanó. Entonces todos los demás enfermos de la isla también vinieron y fueron sanados. Como resultado, nos colmaron de honores y, cuando llegó el tiempo de partir, la gente nos proveyó de todo lo que necesitaríamos para el viaje. Hechos 28:1, 8-10 (NTV) Dios los llevó a la isla de Malta (que quiere decir refugio), donde los nativos recibieron a los 276 pasajeros, e hicieron lo mejor que pudieron para atenderlos. Para los griegos, todo el que no hablaba griego era un bárbaro. Estas personas demostraron ser amables y comprensivas. La tormenta cedió, pero hacía frío; así que, los nativos encendieron una fogata. SESIÓN 26: PABLO, PREDICA EN ROMA

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Hechos 28 Introducción Hemos llegado al último episodio, de este gran libro, recuerden que nuestro cronista y doctor gentil, escribió un primer libro, una primera temporada, con 24 episodios donde nos describió acerca de su investigación de la vida de Jesús [Libro de Lucas] y en esta segunda temporada, en 28 episodios, [Libro de Hechos], nos ha relatado el emocionante inicio de la iglesia cristiana. Según los historiadores se cree que Lucas, tenía pensado escribir un tercer libro, una tercera. temporada, por esa razón, terminó de manera tan cortante o no tan concluyente el libro de los Hechos de los Apóstoles. Aunque el libro de Hechos no lo menciona, paralelamente a los Hechos que Lucas escribe, Pablo escribe sus cartas, que luego se convirtieron en gran parte del Nuevo Testamento. En el tiempo antiguo, una “carta” era un escrito privado dirigido a una persona; y una “epístola” era una carta dirigida al público en general. De manera que aunque algunas cartas Pablo las dirigió a personas específicas como Filemón y 1 y 2 de Timoteo, en realidad, los escritos de Pablo son y siempre serán escritos para la iglesia en general, de manera que la manera correcta de llamarlas es “epístolas”. Empecemos entonces con nuestro último episodio del libro de los Hechos. Pablo, el ayudador: Hechos 28:1–10 “Una vez a salvo en la costa, nos enteramos de que estábamos en la isla de Malta. Dio la casualidad de que el padre de Publio estaba enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo, oró por él, puso sus manos sobre él y lo sanó. Entonces todos los demás enfermos de la isla también vinieron y fueron sanados. Como resultado, nos colmaron de honores y, cuando llegó el tiempo de partir, la gente nos proveyó de todo lo que necesitaríamos para el viaje. Hechos 28:1, 8-10 (NTV)

Dios los llevó a la isla de Malta (que quiere decir refugio), donde los nativos recibieron a los 276 pasajeros, e hicieron lo mejor que pudieron para atenderlos. Para los griegos, todo el que no hablaba griego era un bárbaro. Estas personas demostraron ser amables y comprensivas. La tormenta cedió, pero hacía frío; así que, los nativos encendieron una fogata.

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Después de todo lo que había hecho por los pasajeros, Pablo bien podía haber pedido un trono, e insistido en que todo el mundo lo sirviera. En cambio, hizo su parte en el trabajo y ayudó a recoger leña para el fuego. Ninguna tarea es demasiado pequeña para el siervo de Dios que tiene el sentir de Cristo (Filipenses 2:1–13).

El episodio de la víbora nos hace recordar la experiencia de Pablo en Listra (Hechos 14:6–18). Primero, la gente pensó que Justicia, una de sus diosas, había alcanzado a este notorio preso que se suponía que debería haberse ahogado en el mar, y que de alguna manera escapó. Cuando Pablo no se hinchó ni se murió, ¡decidieron que el apóstol debía de ser un dios! Tal es el razonamiento de los que juzgan por las apariencias.

¿Fue la víbora un arma de Satanás para eliminar a Pablo? La tormenta no lo ahogó, pero una trampa oculta tal vez podría atraparlo. Como cristianos, debemos constantemente estar alerta, porque ya sea la serpiente o el león nos atacarán (2 Corintios 11:3; 1 Pedro 5:8). También debemos tener presente que están observándonos, y que debemos usar toda oportunidad para magnificar a Cristo.

Pablo y el grupo se quedaron en Malta tres meses; y gracias a Pablo se les trató amablemente y se les despachó con regalos generosos. Como habían perdido todo en el naufragio, los pasajeros estuvieron agradecidos al ver que les suplieron sus necesidades. Lucas no dice nada en cuanto a evangelización en la isla, pero debemos creer que Pablo proclamó el evangelio a todos los que querían escucharlo. Su liberación milagrosa del mar y de la víbora, y su poder para sanar, por cierto, habrían despertado el interés de la gente; y Pablo seguramente daría la gloria al Señor (Mateo 5:16). Pablo llega a Roma: Hechos 28:11-20 Pablo, el predicador “Tres meses después del naufragio, zarpamos en otro barco, que había pasado el invierno en la isla; era un barco de Alejandría que tenía como figura de proa a los dioses gemelos. Hicimos la primera parada en Siracusa, donde nos quedamos tres días. De allí navegamos hasta Regio. Un día después, un viento del sur empezó a soplar, de manera que, al día siguiente, navegamos por la costa hasta Poteoli. Allí encontramos a algunos creyentes, quienes nos invitaron a pasar una semana con ellos. Y así llegamos a Roma. Una vez que llegamos a Roma, a Pablo se le permitió hospedarse en un alojamiento privado, aunque estaba bajo la custodia de un soldado. Tres días después de haber llegado, Pablo mandó reunir a los líderes judíos locales. Les dijo:—Hermanos, fui arrestado en Jerusalén y entregado al gobierno romano, a pesar de no haber hecho nada en contra de nuestro pueblo ni de las costumbres de nuestros antepasados. Los romanos me

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llevaron a juicio y querían ponerme en libertad, porque no encontraron ninguna causa para condenarme a muerte; pero cuando los líderes judíos protestaron por la decisión, creí necesario apelar al César, aunque no tenía deseos de presentar cargos contra mi propia gente. Les pedí a ustedes que vinieran hoy aquí para que nos conociéramos y para que yo pudiera explicarles que estoy atado con esta cadena porque creo que la esperanza de Israel—el Mesías—ya ha venido.” Hechos 28:11–20 (NTV) ¿Cómo llegó el evangelio a Roma? El mensaje del evangelio se había esparcido por Roma en diversas formas:

1. Muchos judíos que vivían en Roma, visitaron Jerusalén durante las fiestas religiosas. Algunos quizás, asistieron en Pentecostés, creyeron en Jesús y llevaron el mensaje de regreso a Roma.

2. También Pablo escribió su carta a los Romanos, antes de visitarlos. Luego, llega y es recibido en Apio, un pueblito situado a 70 Km de Roma, y otro grupo lo recibe en Tres tabernas situada a 55 km de Roma. (Una taberna era un lugar donde se vendían alimentos y se ofrecía alojamiento a los viajeros). Los cristianos se hicieron presentes para recibir a Pablo y animarlo. Pablo se sintió grandemente animado cuando se encontró con ellos, como era de esperarse. Ahora podía tener comunión con los creyentes y podrían ser de bendición mutua.

(V-16) Pablo quería predicar el evangelio en Roma y finalmente llego allí pero, ENCADENADO, a través de naufragios y después de muchas pruebas. Y aunque tal vez, Pablo hubiera deseado una travesía más fácil, él sabía, que Dios lo había bendecido mucho al permitirle reunirse con los creyentes en Roma y predicar el mensaje a judíos y gentiles en esa gran ciudad.

La preocupación de Pablo: Hechos 28:21-30 “Ellos respondieron:—No hemos recibido ninguna carta de Judea ni ningún informe en tu contra de nadie que haya venido por aquí; pero queremos escuchar lo que tú crees, pues lo único que sabemos de este movimiento es que se le ataca por todas partes. Entonces fijaron una fecha, y ese día mucha gente llegó al lugar donde Pablo estaba alojado. Después de discutir entre unos y otros, se fueron con las siguientes palabras finales de Pablo: «El Espíritu Santo tenía razón cuando les dijo a sus antepasados por medio del profeta Isaías: “Ve y dile a este pueblo: Cuando ustedes oigan lo que digo, no entenderán. Cuando vean lo que hago, no comprenderán. Pues el corazón de este pueblo está endurecido, y sus oídos no pueden oír, y han cerrado los ojos, así que sus ojos no pueden ver, y sus oídos no pueden oír, y su corazón no puede entender, y no pueden volver a mí para que yo los sane”.” Hechos 28:21-27 (NTV)

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La más grande preocupación de Pablo fue su testimonio a los judíos de Roma. Ellos no habían recibido ninguna palabra especial en cuanto al apóstol, pero sí sabían que en muchos lugares se hablaba en contra de la secta cristiana (Hechos 28:21–22). Cuando uno lee la carta de Pablo a los romanos, parece que los judíos de Roma habían malentendido algunas de sus enseñanzas (Romanos 3:8; 14:1 en adelante). El apóstol dijo claramente que su apelación al césar no debería interpretarse como una acusación contra su nación. En realidad, era preso por amor a su nación, y la esperanza de Israel. En el día señalado, Pablo pasó de la mañana hasta la tarde explicando las Escrituras y revelando a Cristo en la ley y los profetas. Había dialogado de esta manera con los judíos en una sinagoga tras otra, y ahora proclamaba la Palabra a los líderes de las muchas sinagogas de Roma.

¿El resultado? Algunos se persuadieron y otros no. Cuando los líderes judíos dejaron la casa de Pablo, ¡iban discutiendo entre sí! Pero Pablo había dado fielmente su testimonio a los judíos de Roma, y ahora se dirigiría a los gentiles.

Pablo citó a estos hombres las palabras de Isaías (Isaías 6:9–10), palabras que describían su trágica condición espiritual. Jesús, había usado este pasaje en conexión con sus parábolas del reino (Mateo 13:13–15; Marcos 4:12; Lucas 8:10). El apóstol Juan, en su Evangelio, aplicó esas palabras a Israel (Juan 12:39–40), y Pablo las citó en su Epístola a los Romanos (Romanos 11:7–8). Una cosa es oír y otra muy diferente escuchar, y hay una gran diferencia entre ver y percibir. Si alguien debía poseer entendimiento espiritual eran estos líderes judíos, pero sus corazones estaban embotados y duros. Muy a menudo, los que más disfrutan de los privilegios espirituales son los menos dispuestos cuando deben tomar decisiones espirituales.

¡Pero la incredulidad del pueblo judío no puso fin al ministerio de Pablo para el evangelio! Al contrario, anunció que el evangelio que algunos judíos habían rechazado sería proclamado ahora a los gentiles, “y ellos oirán” (Hechos 28:28). Este es uno de los principales temas de Hechos: cómo el evangelio pasó de los judíos a los gentiles, y de Jerusalén a Roma. Pablo mantenía una casa abierta y recibía a todo el que quería conversar de las cosas del reino de Dios. Estaba encadenado a un guardia que era relevado cada seis horas, pero que estaba obligado a escuchar a Pablo mientras predicaba, enseñaba y oraba. ¡No es sorpresa que algunos de ellos fueron salvos! (Filipenses 1:12–14; 4:22).

Arresto domiciliario Mientras Pablo vivió bajo arresto domiciliario, hizo más que hablar a los judíos. Durante estos dos años en Roma, Pablo escribió las cartas o epístolas a los Filipenses, Efesios, Colosenses y

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Filemón. Esperaba ser puesto en libertad, y la mayoría de los estudiosos concuerdan que fue así. En libertad La tradición dice que liberaron a Pablo después de 2 años de arresto domiciliario en Roma y de ahí emprendió su cuarto viaje, probablemente viajando hasta España (Romanos 15:24, 28). Durante este período escribió las cartas a Timoteo y a Tito. Adondequiera que iba Pablo, trataba de llevar a los judíos y a los gentiles a la fe en Cristo Jesús. Durante este tiempo, tuvo a Timoteo con él, a Juan Marcos, Lucas, Aristarco, Epafras, Justo y Demas. También encontró a Onésimo, esclavo fugitivo de Filemón, y lo llevó a la fe en Cristo. A Epafrodito a Tíquico que era el cartero de Pablo, que entregó Efesios Colosenses y Filemón (Col. 4:7–9). Arrestado de nuevo Fue arrestado de nuevo, y posiblemente allí escribió su última carta a Timoteo, esta vez, su situación cambió drásticamente. No vivía en una casa, sino que fue encadenado en una cárcel y tratado como criminal (2 Timoteo 1:16; 2:9). El invierno se avecinaba, y le pidió a Timoteo que le llevara su capa (2 Timoteo 4:13). Pero lo triste de este segundo encarcelamiento fue que los creyentes de Roma lo habían abandonado (2 Timoteo 4:16–17). El gran apóstol a los gentiles fue abandonado por los mismos que él había ido a ayudar. “Así que quiero que sepan que esta salvación de Dios también se ha ofrecido a los gentiles, y ellos la aceptarán». Durante los dos años siguientes Pablo vivió en Roma pagando sus gastos él mismo. Recibía a todos los que lo visitaban, y proclamaba con valentía el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo; y nadie intentó detenerlo. Hechos 28:28-31 (NTV) Dos cosas quedan claras en el fantástico libro de los Hechos:

1. Los Romanos denunciaban y perseguían a los cristianos en todas partes porque los veían como una amenaza para el sistema romano. Los cristianos creían en un Dios, en cambio los romanos tenían muchos dioses, incluyendo al César. Los cristianos estaban comprometidos a una autoridad de mayor rango que el César.

2. Los libros de los Hechos, no trata de la vida de Pablo, sino acerca de la expansión del

evangelio y esto es presentado con claridad capítulo tras capítulo. El libro de los Hechos narra la historia de la iglesia cristiana y su expansión en círculos cada vez más amplios tocando a Jerusalén, Antioquía, Efeso y Roma; las ciudades más influyentes del mundo oriental. Hechos, también muestra los milagros sorprendentes y los testimonios de los héroes y mártires de la iglesia primitiva; Pedro, Esteban, Jacobo, Pablo. El Espíritu Santo, impulsó y llevó todo el ministerio, al obrar en la vida de gente ordinaria; mercaderes,

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viajeros, esclavos, carceleros, líderes de iglesia, hombres, mujeres, gentiles, judíos, ricos, pobres. Muchos héroes desconocidos de la fe, continúan los Hechos del Espíritu Santo, a través de generaciones posteriores, cambiando el mundo con un mensaje que sigue siendo el mismo mensaje que como cristianos debemos llevar: Cristo Jesús es Señor y Salvador para todo aquel que lo sigue. Hoy, podemos continuar escribiendo la historia de la difusión del evangelio. Llevando el mensaje a un mundo necesitado de oír y creer.

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Preguntas para dialogar

En el libro de los Hechos, vemos cómo Espíritu Santo, impulsó y obró a través de gente ordinaria; mercaderes, viajeros, esclavos, carceleros, líderes de iglesia, hombres, mujeres, gentiles, judíos, ricos, pobres. Muchos héroes desconocidos de la fe, continúan los Hechos del Espíritu Santo, a través de generaciones posteriores, cambiando el mundo con un mensaje que sigue siendo el mismo, “Cristo Jesús es Señor y Salvador para todo aquel que cree en Él”. Hoy, podemos continuar escribiendo la historia de la difusión del evangelio, llevando el mensaje a un mundo necesitado de oír y creer. ¿Estás disponible y dispuesto/a, a unirte con lo que Espíritu Santo planeó para tu vida?

Para orar: Dios, tus planes para la humanidad se siguen desplegando, y en este tiempo que me das vida, me invitas a participar activamente en él. Quiero seguirte, y ser útil en tu Reino. Te sigo. En el nombre de Jesús. Amén.

Para hacer: Piensa, ¿qué creo que hoy el Espíritu Santo, está hablando a mi vida?

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