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    Silva, Lorenzo 2010La aventura histrica de la Guardia CivilResumenPrlogo

    Captulo 2Captulo 3Captulo 4Captulo 5Captulo 6Captulo 7Captulo 8Captulo 9

    Captulo 10Captulo 11Captulo 12Captulo 13Captulo 14Captulo 15Captulo 16EplogoFin

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    va, Lorenzo 2010

    reno en el peligro

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    aventura histrica de la Guardia Civil

    Para los uniformados de mi familia, que meinculcaron con su ejemplo el valor que para un hombretienen la disciplina y la integridad:

    Lorenzo Silva Molina, comandante de Infantera;Manuel Amador, guardia de Seguridad, y AntonioGarrido, guardia civil, in memoriam.

    Juan Jos Silva, capitn de Aviacin.

    Mantente en cuanto te ha sido prescrito como si fueranleyes que, si las transgredes, estars cayendo en laimpiedad. Y no prestes atencin a lo que digan de ti, pueseso ya no es cosa tuya.

    Epicteto, Manual.

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    esumen

    Sereno en el peligro. La aventura histrica de la Guardia Civil ofrece un recorrido por el devenir espaol, desde 1844, en busca de ubradora que nos explique lo que de excepcin tiene un cuerpo de seguridad pblica que se conoce con el apelativo de benemliaridades, sus claroscuros, sus miserias y, pese a todo, sus glorias. Lorenzo Silva, que ya conoce el xito con sus novelas sobre los s Bevilacqua y Chamorro, se aventura por el ensayo en busca del carcter de esta peculiar institucin y de los hombres, y ms recienres, que la integran. Contra los tpicos ms arraigados, que sobre el Cuerpo existen, esta obra presenta una interpretacin personal drico de la institucin. Muchos espaoles todava la ven como una entidad reaccionaria, cuando en realidad es una creacin de la Espaado histricamente motor de progreso.

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    logo

    na orientacin preliminar

    Esto no es ni pretende ser, una historia de la Guardia Civil. De hecho, ni siquiera cabe considerarlo un libro de Historia, aunque esta sea eda la sustancia que lo alimenta y que el lector podr encontrar ms de una vez entre sus pginas. Sera por mi parte presuntuoso y aciendo de los pertrechos necesarios y sin haber dedicado al asunto los esfuerzos debidos, competir con quienes a esta fecha se han ocudiar con empeo y rigor cientfico el devenir de un cuerpo tan implicado en la historia reciente de Espaa. Desde quienes tradujeron su labsis exhaustivo, como el que constituye la monumental Historia de la Guardia Civilde Francisco Aguado Snchez (EHSA y Planeta, 198

    a los que optaron por ofrecer un relato ms sucinto, como el de Miguel Lpez Corral en la reciente La Guardia Civil. Claves histricnder a la Benemrita y sus hombres (La Esfera, 2009). A los lectores que deseen una historia de la Guardia Civil los remito en primer lugn de su mayor o menor inquietud, a esos dos ttulos, y desde sus pginas a la copiosa bibliografa que en ellos se cita. Se beneficiarn rabajo sistemtico y documentado de historiadores que, por aadidura, conocen a fondo y desde dentro la realidad de un cuerpo que no do demasiado permeable a la mirada exterior.Este libro nace con una ambicin ms modesta, o ms atrevida, segn se mire. La de ofrecer una sntesis divulgativa, destinada al lector s principales acontecimientos que fueron conformando, a lo largo de sus ms de 160 aos de existencia, el carcter de esta peculiar inss hombres, y ms recientemente mujeres, que la integran. Unos acontecimientos no siempre bien conocidos, a menudo simplificados y ns objeto de consciente o inconsciente manipulacin. A partir de ellos, me propongo esbozar una reflexin, por fuerza personal, en tanto qe la significacin que ha tenido y tiene la presencia de la Guardia Civil en la realidad espaola de los ltimos dos siglos. La intencin naiccin de que esa significacin no es en absoluto irrelevante, y de que por el contrario la actuacin de los guardias civiles, en el discurrir co

    momentos excepcionales vividos por este pas desde la fundacin del cuerpo, constituye un fenmeno cuya singularidad y trascendencia n sido, hasta aqu, ponderadas como se debiera desde fuera de las filas benemritas. Por si hiciera falta, y para lo que pueda valer, acn esto escribe ni es ni ha sido guardia civil, ni pertenece de ninguna manera a la familia del tricornio, salvo que se compute como tal circunso de que el marido de una de mis tas abuelas lo llevara durante un breve periodo de tiempo, hasta 1936 (es decir, treinta aos antes de

    ra al mundo).Esta mirada desde fuera, que me resta conocimiento de causa a otros efectos, me permite sin embargo contar con la distancia suficientratar de entresacar los hechos que pueden servir para bosquejar una visin global de la Guardia Civil desde la perspectiva del ciudad

    o para ensayar un balance de su pasado y de su presente no contaminado por agravios o reivindicaciones de raz corporativa. Lo que nque vaya a ser objetivo, porque nadie lo es y porque no niego mi predisposicin a emitir un veredicto en trminos generales favorable.

    r de justificar, tanto con los hechos histricos como con mi capacidad de razonamiento, es que ese veredicto no surge del capricho, sidad de satisfacer otra deuda que la que se deriva de observar la realidad con afn de justicia y procurando no dejarse cegar por prej

    modarse a los estereotipos de larga pervivencia y ms o menos general aceptacin.Naturalmente, no he llegado aqu por casualidad. Quiz alguno piense, al ver un libro sobre la Benemrita firmado con mi nombre, en qualgunos aos vengo publicando novelas policiacas protagonizadas por un par de investigadores de la Guardia Civil. Pero eso no es la cau

    consecuencia ms de una mirada estimulada por una serie de experiencias previas a la invencin de esos personajes. Ya deca Descaforma de conocimiento es proceder desde los hechos particulares para, a partir de ellos, tratar de inferir categoras generales. Esta ha a medida, mi manera de acercarme a los guardias civiles y de ir forjando la nocin de ellos, y de la institucin a la que pertenecen, que ins

    Anotar, por referirme a los dos extremos temporales, la primera y la ltima impresin que de mi trato con los guardias me devuelve mi me

    omento en que escribo estas lneas. La primera fue hace cerca de veinte aos, en una curva a la salida de Crdoba, que tom a 105 kilmecuando una seal me conminaba a hacerlo a 80.Trescientos metros ms all me detuvo una patrulla de Trfico, y el agente que se me dirigi, tras saludarme respetuosamente y comunicadar haba registrado mi exceso de velocidad, me identific, rellen el boletn de denuncia, me inform de que me asista el derecho a alegaen quince das y me pregunt si deseaba firmarla. Todo ello sin el ms mnimo reproche o descortesa. Firm la denuncia, recurr y al final rso, pero no por la negligencia de aquel guardia, que haba cumplido con su cometido a la perfeccin, sino por la desidia burocrtica de lancial de Trfico, que no logr tramitar en tiempo y forma el expediente.

    La ltima vez que me los cruc fue hace tan solo unos das, con motivo de la inusual nevada que bloque Madrid. En medio de un eorable, con todas las calzadas cubiertas por la nieve, y despus de haber atravesado el centro de la ciudad sin tropezarme con ninguna adomingo por la noche), tom la autova A-42, que bajo los copos que seguan cayendo con furia pareca a la sazn una carretera de Siberos luminosos advertan a los conductores que circularan solo por el carril derecho, para ir gastando la nieve con la rodada. Como es hapas, ms de la mitad de los que por all transitaban desobedecan el aviso para adelantar por el carril central o incluso el izquierdo. Haeci un vehculo de la Agrupacin de Trfico de la Guardia Civil. Un agente asomaba medio cuerpo por la ventanilla, jugndose el ndose literalmente la nevada (iban a buena velocidad), mientras empujaba con una baliza luminosa a los indisciplinados para que se aviyuvar a la seguridad ajena y a la suya propia. Gracias a ellos, y al menos mientras ah estuvieron, se evitaron los bobos alcances que

    psar las carreteras espaolas en cuanto caen tres copos. Y en todo caso, fueron los nicos representantes del Estado con los que este concontr, tras dos horas en medio de la ventisca.Podra contar otras muchas experiencias, mnimas (como lo son las dos que quedan referidas) o de ms alcance. Recuerdo, entre ctantes, la que se dio en una compaa en la que trabaj un tiempo, y a la que una maana llegaron dos guardias civiles de paisano en bmacin que poda servir para localizar al comando Madrid de ETA, entonces trgicamente activo. Estaban pendientes de recibir del juzn, pero el tiempo los acuciaba. Y lo que hicieron fue presentarse all, pedir excusas por solicitar la informacin sin el papel judicial y rogar pse les permitiera acceder a ella con la promesa de entregar el documento en cuanto lo tuvieran. Asumiendo, dijeron, que no tenan facultadr tal cosa, y que podamos negarnos a ello, en cuyo caso aguardaran a tener la orden. He sido abogado durante unos cuantos aos, y puedtros comportamientos policiales menos escrupulosos con el ordenamiento jurdico y, sobre todo, menos considerados con el ciudadano.Y no soy el nico. Referir tambin (y con ello acabo los ejemplos), lo que en cierta ocasin me confi un magistrado, cuyo nombre ones que se entendern. Despus de muchos aos trabajando con distintos cuerpos policiales, y dndose adems la circunstancia de habenos aos de su vida profesional dentro de uno de ellos, me confes que con nadie, ni siquiera con sus antiguos compaeros, se senta tan tuanto a la lealtad a la autoridad judicial y el respeto de las leyes y de los derechos de los ciudadanos, como cuando instrua una causa e

    vena la Guardia Civil.Que individuos distintos, en circunstancias y contextos tambin dispares, obren con arreglo a un carcter comn, tan marcado y tan identifico puede ser en modo alguno fruto del azar. El carcter que todava hoy, y a lo largo de la Historia, como trataremos de exponer, ha impreg

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    ucta y la ejecutoria de los guardias civiles, con todas las salvedades y todos los altibajos que se quieran, y que tambin se consignartado de un designio y de una conjuncin de factores de veras excepcionales. Por lo menos, en el contexto del zarandeado, atribulado y a pcionante pas en el que a estos hombres y mujeres les toc prestar sus servicios.Esa excepcionalidad es justamente lo que trata de indagar, en sus causas y su decurso histrico, pero tambin en su realidad presenteeccin futura, el presente libro. Si de ella deja un mnimo testimonio, y este llega a unos cuantos lectores, su autor se dar por satisfecho, tambin ha cumplido con su deber para con los no pocos guardias, de todos los perfiles y graduaciones, en quienes a lo largo de su cado apreciar el sincero, meticuloso y abnegado afn de servir a su pas y, sobre todo, a sus semejantes.

    Viladecans, enero de 2010

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    aptulo 1

    capricho de la reina nia

    Muchos de los xitos que recuerda la Historia nacieron de un fracaso. A menudo las ideas que contienen un germen de progreso, y quer antes de tiempo en las mentes de hombres ms lcidos que quienes les rodean, comienzan su andadura cosechando un spero revs.n desajuste lo que ha llevado a muchos precursores a la crcel, que como observara el caudillo marroqu Ahmed Raisuni (mientras tena enenerales espaoles empeados en conquistar su pas) ha sido frecuente fbrica de lderes. Para bien y para mal. De la experiencia prron su empuje dirigentes tan variopintos como el propio Raisuni o Adolfo Hitler, de memoria dudosa o infausta; o como Gandhi o Mandela, claroscuros supieron ser motor de mejora y avance para sus pueblos. Pero unos y otros tienen algo en comn: su inicial fracaso los fortaleceo, en el que en algn momento lograron finalmente prevalecer.En el origen de la Guardia Civil, una institucin que ha atravesado con notorio xito los ltimos 166 aos de la historia de Espaa, hay tamrgo desaire. Convencionalmente se seala como da de su nacimiento el 28 de marzo de 1844, fecha en que se firm el Real Decreto funn nuevo cuerpo de seguridad pblica a cuyos integrantes se les llam guardias civiles. Pero la historia, si no nos quedamos en la superficalidad administrativa, comenz bastante antes. Veinticuatro aos ms atrs, para ser ms exactos.El da 30 de julio de 1820, el teniente general Pedro Agustn Girn, a la sazn ministro de la Guerra, presentaba ante las Cortes el proyetituir la que haba dado en denominar Legin de Salvaguardias Nacionales. La iniciativa, sentida y ambiciosa, par en un descalabro total: n agrio debate, el proyecto fue desechado por amplia mayora y con furibundo menosprecio de los diputados.Pero pongamos la historia en su contexto. En primer lugar, quin era este hombre? Pedro Agustn Girn las Casas Moctezuma A

    mada, segn rezaba su nombre completo, era hijo de Jernimo Girn Moctezuma y Ahumada, tercer marqus de las Amarillas, pajeando VI y teniente de las Reales Guardias espaolas, quien tras guerrear en Amrica contra los ingleses y contra la Repblica Franceelln lleg a ser teniente general, gobernador de Barcelona y Virrey y capitn general de Navarra. Pedro Agustn, cuarto marqus de las Aaba distinguido a su vez en la Guerra de la Independencia, donde haba alcanzado sus ascensos militares, pero haba cado en desgraando VII a partir de 1815, por sus ideas liberales que casaban mal con la deriva absolutista que quiso imponer el Deseado a su regunciamiento de Riego de 1820, que hiciera al rey comprender de pronto la conveniencia de abrir camino en la marcha por la senda consta llevado a Pedro Agustn Girn al primer Gobierno revolucionario progresista, donde desempeaba la mencionada cartera de la Guerrapuesto tom conciencia de dos preocupantes realidades: el estado de profunda anarqua en que se hallaba el pas, por cuyos caminos camanchas los bandidos en que se haban convertido no pocos de los antiguos combatientes contra el invasor francs; y la indisciplrganizacin en que se hallaba sumida la Milicia Nacional, el cuerpo armado con que a la sazn se contaba para respaldar el orden, restel pronunciamiento liberal por su apoyo popular pero carente de unidad y de profesionalidad ms que discutible.Todo ello lo llev a concebir la creacin de un nuevo cuerpo armado que sirviera para garantizar la seguridad pblica. Era Girn ucrata, liberal de conviccin pero moderado en sus planteamientos, como quiz lo determinaba su ascendencia aristocrtica, y para ad no estaba reida con el orden y la exigencia del cumplimiento de los deberes personales y cvicos. Su Legin de Salvaguardias Naa lograr la paz y la seguridad en el interior del pas, entendido el trmino seguridad en su significado de custodia, amparo y garant

    r alusin al estado de afliccin en que se encontraba la nacin, a merced de los malhechores, indicaba el prembulo de su proyecto que loona no era por cierto crear algo radicalmente nuevo, sino recuperar el espritu de instituciones existentes en Espaa desde mucho tiempo acular aluda a las Hermandades castellanas, los cuerpos de autodefensa de los ciudadanos libres, surgidos por primera vez en Toledo enara hacer frente a los abusos de los seores feudales.Las Hermandades, que tendran una larga vida y diversas denominaciones (de las que la ms conocida quiz sea la de la Santa Hermandtaron bajo los Reyes Catlicos), son instituciones de indudable inters por s mismas, pero que adems resulta pertinente describir somestas pginas dedicadas a la Guardia Civil, por algunas llamativas coincidencias, en su funcionamiento y su devenir histrico, que la alusiproyecto de Pedro Agustn Girn nos impide reputar casuales. En efecto, surgieron las Hermandades como respuesta al bandidaje alen

    eores feudales y los alcaides de las fortalezas castellanas, que no solo tenan a sueldo sino que amparaban tras sus muros a los indeseaaban los caminos. Las Hermandades se sostuvieron pronto con tributos especficos, que garantizaban su solvencia econmica, y se convirtacables defensoras de la ley y pesadilla de delincuentes. Su eficacia corra pareja a su dureza: sus integrantes, jinetes y ballesteros, ajusditivamente a los infractores, casi siempre con una nica pena, el asaetamiento, que ejecutaban despus de convidar al reo a un banquecomparta mesa con sus verdugos. Penas menores eran los azotes y el corte de orejas, que llen de desorejados los pueblos de Castilla. cieron pronto temibles, y se convirtieron en el ms slido apoyo del poder estatal de la poca, esto es, el de los reyes, que los utilizaronplantar cara a las aspiraciones y desafos de la nobleza, sino incluso, merced a su acometividad y disciplina, en sus guerras contra lo

    ulmanes. No poco protagonismo tuvieron, por ejemplo, en la campaa para la conquista del Reino de Granada emprendida por loslicos, cuya Santa Hermandad Nueva tena las caractersticas de una potente fuerza militar, fuertemente centralizada y sustrada por comple

    enes concejiles para actuar como la punta de lanza del poder real.A partir del siglo XVI, con la disolucin de esta Santa Hermandad Nueva, las Hermandades cayeron en una cierta decadencia. Incluso ller para lo contrario de lo que haba llevado a su fundacin: apuntalar el poder y amparar los abusos de los caciques locales. La cada vertigirestigio llev a sus filas a elementos ms que sospechosos, y en poca de Cervantes su descrdito era casi total, como atestiguan las pgote: Venid ac, gente soez y mal nacida; venid ac ladrones en cuadrilla que no Cuadrilleros, salteadores de camino con licencia de mandad. Sobrevivieron las Hermandades en Castilla de forma residual, con funciones al final meramente honorficas, hasta su completa 835.Instituciones similares funcionaron en otros reinos. Hermandades medievales hubo tambin en Navarra y Aragn, y en Catalua actu, hazado el siglo XX, el famoso Somatn, especie de cuerpo de reserva de ciudadanos armados para perseguir el delito y restaurar el orden mergencia. La complejidad del tejido policial y parapolicial espaol a comienzos del siglo XIX la completaban los cuerpos regionales de see otros, podemos mencionar a los Guardas de Costa del Reino de Granada, los Escopeteros Voluntarios de Andaluca, Los Migueletes y FReino de Valencia, los Guardas del Reino de Aragn, los Miones y Migueletes de lava, Vizcaya y Guipzcoa y los Mossos d'Esquadra ca

    os ellos propona Pedro Agustn Girn refundirlos en un solo cuerpo distinto del ejrcito, lo que segn argumentaba traera grandes beneficdo, el ejrcito dejara de desgastarse en operaciones policiales, y por otro, se terminara con el trastorno social que produca el que los veueblos se vieran obligados a abandonar sus labores para perseguir bandidos, con el riesgo para sus vidas y el perjuicio para sus ha

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    rentes a tal empresa.Un cuerpo nico, una sola dependencia, un servicio uniforme, individuos escogidos. Tal era la propuesta, de la que aparte de la seguridadeguira una ganancia nacional ms que significativa: La circulacin interior, obstruida en el da hasta un grado difcil de concebir, quedar nconvenientes que en la actualidad la entorpecen y de este modo el comercio y el trfico de nuestro pas, que debe prosperar rpidamo del nuevo orden de cosas, encontrarn en este Cuerpo una proteccin bien necesaria a sus operaciones. Y prosigue el proyeencia y la exactitud en el servicio harn pronto ilusorio el aliciente que pueda ofrecer a los malvados la profesin de salteadores. Por ello norn las extorsiones que con tanta frecuencia se cometen, sino que disminuyndose los crmenes, sern en menor nmero los castigon de la sociedad descarriada de su deber dejar de emplearse en esta criminal ocupacin, luego que sepa que hay unas tropas uestas a perseguirla.Los dos pasajes transcritos acreditan el espritu profundamente liberal que animaba el proyecto. En definitiva, se trataba de crear las conque el pas pudiera superar su atraso, a travs de la actividad econmica y del cumplimiento de las leyes. Es el momento de decir qu

    stn Girn, marqus de las Amarillas, tena a la sazn como ayudante de campo a su hijo Francisco Javier Mara Girn Ezpeleta las Casashabra de sucederle en ese ttulo y tambin en el de duque de Ahumada, concedido por la reina gobernadora quince aos despus, en su spor el Ministerio de la Guerra. La implicacin ms que probable de Francisco Javier en la redaccin de este proyecto, junto con la impre

    u espritu, resultan de vital importancia para entender el origen y el carcter de la Guardia Civil, el cuerpo que tras la muerte de su padre (e) y ya convertido en quinto marqus de las Amarillas y segundo duque de Ahumada, iba a encargarse de constituir y organizar.Pero regresemos al verano de 1820. El proyecto de Pedro Agustn Girn comprenda una detallada estructura militar, que supolificacin burocrtica respecto de la del ejrcito, para adecuar mejor la Legin de Salvaguardias Nacionales a su cometido. Especifecto que para el servicio los Salvaguardias dependeran de las autoridades civiles (o jefes polticos) reservndose las militares todo lo rorganizacin, inspeccin y reemplazo. O lo que es lo mismo: naturaleza militar, direccin civil. Otro rasgo que retendremos, a la hora de eculiar filosofa inspiradora de la Guardia Civil, y que llevara a condicionar su propia denominacin.Pero todos los esfuerzos del teniente general, todo su esmero en concebir un cuerpo que fuera a la vez eficaz y compatible con sus aspales, se estrellaron contra unas Cortes que vieron en l un ataque a la Milicia Nacional y un sesgo reaccionario. No sera esta la ltima ocel espritu de una Espaa regeneradora, distante por igual del despotismo y del desorden, sucumba derrotado por uno o por otro, cuando nuncin de ambos. Mucho de esto le tocara vivir, despus de sufrirlo en su remoto origen, al cuerpo que acabara saliendo de aquel frecto. En 1822, padre e hijo partieron al exilio en Gibraltar, del que no regresaron hasta que los Cien Mil Hijos de San Luis repusieron al reyu poder absoluto. Pero en este nuevo periodo tampoco se cont con ellos.De hecho, en la ltima dcada del reinado de Fernando VII el modelo que se impuls desde el gobierno fue el de una polica civil, que pcial atencin a las ciudades, descuidando el mbito rural (y por tanto, manteniendo desatendido el problema de la inseguridad de los c

    ms se la carg, por inspiracin de Calomarde, con funciones de polica poltica, al perseguir como enemigos de la Religin y el Tronrsarios del rgimen. En 1829 se fundaba el Real Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras, para perseguir el contrabando (y el perjuaba a la Real Hacienda).A la muerte de Fernando VII se abri la espinosa cuestin sucesoria encarnada en su hija Isabel, an nia, con su muy deplorable consecuera guerra carlista. De nuevo las reformas quedaban aplazadas para hacer frente a una emergencia nacional que no contribuira, por rar los problemas endmicos, y menos los de la seguridad interior. La madre de la joven reina Isabel II, y regente del trono, la napolitanna de Borbn Dos Sicilias, hubo de echarse en brazos del partido liberal para hacer frente a la ola involucionista que apoyaba las pretens

    o de Carlos Mara Isidro de Borbn, hermano de Fernando VII. En 1834 encarg formar gobierno a Martnez de la Rosa, bajo cuyo manedi a intentar extirpar los restos del feudalismo hispnico, incluyendo la desamortizacin de los bienes eclesisticos dirigida por Juandizbal. La campaa militar contra los carlistas, bien atrincherados en sus bastiones de Navarra, el Pas Vasco, Catalua y el Maestrazgol eminente a los generales, y en particular a Baldomero Espartero, el Pacificadorque cerr en 1837 con el Convenio de Vergara el gricto blico (quedara solo Ramn Cabrera, guerreando en Catalua y Valencia) pero al precio de incorporar a un ejrcito hipertrfico a los mbatientes del enemigo. Tanto poder alcanz Espartero, que se hizo nombrar prncipe (de Vergara), us tratamiento de Alteza Real y fbre de 1840 el exilio de la regente, dejando en Madrid a su hija, la reina nia. No estaba nada mal, para un soldado de humilde origen he

    mo de batalla en batalla.

    Espartero, convertido en regente, liquid la polica civil anterior, potenciando el papel de la Milicia Nacional (que contaba con nada me000 hombres, 60.000 ms que el propio ejrcito). Acometi mltiples reformas, erigido en paladn del liberal-progresismo y ante la impotedo moderado, pero pronto, por su talante autoritario y su tendencia a confundir la voluntad nacional con su voluntad propia, se gan la enemantiguos compaeros de armas (o de los ms ilustres de ellos, como O'Donnell, Diego de Len y Narvez), que se juramentaron coaron conspirando para derribarle. Tras resultar fallida una primera intentona, los generales que no fueron fusilados tuvieron que exiliarse y sando desde sus escondrijos la rebelin. En noviembre de 1842 estall una revuelta popular en Barcelona, por la marginacin de la indusana en beneficio de la inglesa, a causa de la anglofilia del regente. Espartero, ni corto ni perezoso, orden al capitn general de Catalun, bombardear la ciudad desde el castillo de Montjuic. Con ello desencaden el principio de su final. Los desatinos de Espartero llevaron a resistas a pasarse al moderantismo.El 29 de junio de 1843 el general Serrano se alza en Barcelona contra el regente. Narvez avanza desde Valencia contra Teruel, toma la p

    chas forzadas se planta en Torrejn de Ardoz, donde presenta batalla a los generales Zurbano y Seoane, que disponen de fuerzas muy supe todo de la Milicia Nacional, fiel hasta el final a su protector. Pero no llega a haber combate. Los emisarios de Narvez persuaden a los gerteristas de rendirse. Soldados de uno y otro bando se abrazan. El 30 de julio de 1843, Espartero embarca en el Puerto de Santa Mara r

    o londinense.Tras la marcha de Espartero, los moderados triunfantes toman posiciones. Narvez, ascendido a teniente general, asume la capitana gerid. Juan Prim, recin ascendido a brigadier, es nombrado gobernador militar de la plaza. Al frente del gobierno queda Joaqun Mara Lprdadero hombre fuerte es Narvez, que vendr a representar para el partido liberal-moderado lo que Espartero para el liberal-progresistaesto Lafuente (citado en este punto por Aguado Snchez): En la coalicin triunfadora pareca prevalecer el elemento ms liberal, pero reelemento estaba ya dominado por el elemento conservador, cuyo jefe tena el prestigio principal de la victoria y era tan atrevido como astjefe don Ramn Mara Narvez. Nacido en 1800, haba comenzado su carrera en el selecto regimiento de Guardias Walonas. En

    enzar la primera guerra carlista, era solo capitn, pero ascendi rpidamente por sus acciones de guerra en Navarra. En 1837 organiz ejrcito de Reserva de Andaluca, labor en la que tuvo la cooperacin estrecha del segundo duque de Ahumada, Francisco Javier Girn, coa varios caudillos carlistas hasta Pacificar por entero Andaluca y Castilla, logro compartido que iba a cimentar la perdurable amista

    os. En 1838 fue nombrado mariscal de campo.Personaje carismtico, elogiado como uno de los mejores estadistas del siglo por una variada nmina de apologetas (incluido Benis), se le atribuyen ancdotas tan sabrosas como la que supuestamente protagonizara en el trance de su ltima confesin, cuando al preguesor si perdonaba a sus enemigos dio en responder que no poda, puesto que los haba fusilado a todos. Aunque fue sin discusin el hombrpas desde el mismo momento en que Espartero embarc al exilio, no se apresur a ocupar el silln. Dej que otros lo precedieran, pa

    aste correspondiente. Primero solucion el problema de la regencia, forzando que se declarase la mayora de edad de Isabel II un ao ana estipulada. Luego se propuso solventar los problemas que segua creando Catalua, por las dificultades de la industria textil y por los lucaires, partidas carlistas, subsistentes de la guerra civil, que asolaban aquel territorio. Por tales motivos, el segundo duque de Ahum

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    brado inspector general militar, con el encargo de verificar el grado de disciplina del Ejrcito en Catalua y Valencia, principalmente. Pan, con destino a Barcelona, el 29 de octubre de 1843.Coincidiendo con su marcha, hubo nueva revuelta en Catalua, al no haber podido cumplir Serrano las promesas que hiciera a sus habitan Prim fue el encargado de reprimir la de Barcelona, que liquid rpidamente. En cambio en Gerona la revuelta republicana de Abdn Tantuvo hasta enero de 1844, mientras que en Levante numerosos jefes carlistas, como Serrado, La Coba y Taranquet, mantenan part

    etan todo tipo de atropellos.En esa coyuntura asumi la jefatura del gobierno Salustiano Olzaga, que haba hecho mritos al clamar en las Cortes contra la ineficaca, por no ser capaz de identificar a quienes atentaron contra Narvez el 6 de noviembre de 1843, disparando sus trabucos sobre su car por la calle del Desengao de Madrid (accin en la que resultara mortalmente herido el coronel ayudante del general). Pero Olzaga, del 20 al 29 de noviembre. Su empeo en restablecer la Milicia Nacional y en reconocer los ascensos militares concedidos por Espartero ento de pisar suelo ingls (dos medidas que no gozaban en absoluto del beneplcito de Narvez) precipit su cada. Narvez pens entouel Cortina, que rechaz la propuesta, alegando que un jurisconsulto como l no iba a estar a merced de un soldado. El espadn de Lomaban sus adversarios, en alusin a su pueblo natal, volvi entonces sus ojos hacia Gonzlez Bravo, un hombre de oscuro historial,etista, que desde las pginas de El Guirigay, y con el seudnimo de Ibrahim Clarete, haba ridiculizado con ferocidad a la regente Mara

    sus amores con el guardia de Corps Fernando Muoz, llegando a llamarla ilustre prostituta. A sus treinta y dos aos, este personajado en la presidencia del gobierno el 5 de diciembre de 1843. Tan solo un mes despus, Narvez le puso a la firma al ministro de labrado por Gonzlez Bravo, su subordinado el general Mazarredo, su propio ascenso a capitn general. Sobra decir que el ministro rbramiento, dejando a Narvez colocado para hacerse con las riendas del pas. Pero antes de eso, deba gestionar el regreso de la reina rid, tal y como le haba prometido a esta en el exilio francs. Gonzlez Bravo, olvidando pasadas diatribas, no solo convino en la neceseso de Mara Cristina, sino que otorg el ttulo de duque de Rinsares a Fernando Muoz, legalizando el matrimonio morgantico entre ambEl 23 de marzo de 1844, Mara Cristina haca su entrada triunfal en Madrid. Una de sus primeras diligencias fue imponer a Gonzlez Buo y embozado fustigador, la Gran Cruz de la Legin de Honor, que su to el rey Luis Felipe de Francia le haba concedido. Un acto sin dudna cruel irona, que no tardara en aflorar, para mal del joven y acomodaticio presidente del gobierno.Cinco das despus del regreso de la reina madre, el gobierno de Gonzlez Bravo le presentaba a la reina Isabel II, que por entonces conta, el Real Decreto por el que se estableca una fuerza de proteccin y seguridad pblica. En el prembulo se la declaraba destinada a res funciones al ejrcito y a la Milicia Nacional, el primero inadecuado por ser su finalidad principal defender el Estado, y la segunda por teencia discontinua y ser su servicio transitorio. Por todo ello se optaba por crear un nuevo cuerpo permanente, separado del ejrcito, y nizacin distinta a la de los cuerpos de este, ms fraccionada y diseminada. Sus filas habran de nutrirse con oficiales y jefes especccionados y con licenciados del servicio militar con buena nota y justificada conducta. Se estipulaban tambin sus haberes, algo ms e

    os ordinarios, como corresponda a unos agentes que iban a desempear el servicio con una cierta independencia de la autoridad superan en algunos casos a ser depositarios de secretos importantes y que se veran expuestos frecuentemente a los tiros del resentieados tal vez por los halagos de la corrupcin.A lo largo de 18 artculos, el Real Decreto desarrollaba la estructura orgnica del nuevo cuerpo, con una terminologa a todas luces castrensa el personal que haba de formarlo, disponiendo expresamente el artculo 12 que en cuanto a la organizacin y disciplina dependerdiccin militar, por lo que resultaba discordante la alusin a una fuerza civil contenida en el prembulo, texto, por el que Prez Galds recnzlez Bravo, entre sus muchos desaciertos, y en contraste con ellos, el mrito de haber alumbrado un ser de grande y robusta vida, la

    , era en realidad obra del subsecretario de Gobernacin, Patricio de la Escosura. Este afrancesado conspicuo, antiguo capitn de Artillerus estancias en Biarritz con un capitn retirado de la Gendarmera francesa, llamado Lacroix, de quien debi de recibir alguna inspiracin. u articulado, sin embargo, el que sirviera de base fundacional para la futura Guardia Civil por lo que atribuirles la autora de esta a Gonzlcosura no deja de resultar discutible.Pero s fue este Real Decreto de 28 de marzo de 1836 el que dio lugar al nombre de la institucin. Cuando la joven reina ley loentaban, y sin poder entender muy bien qu era aquello de unas guardias armadas que podan estar al servicio y bajo la obediencires civiles, dijo que entonces ella las llamara guardias civiles, para dejar as reflejada su doble condicin. El capricho de la reinapor a posteriori al texto, quedando denominado el nuevo cuerpo, formado por militares, y siendo militar su disciplina, con el tan paradjiurable nombre de Guardia Civil.Solo faltaba, para llegar a la Guardia Civil que haba de conocer la Historia, que al duque de Ahumada, el hijo de Pedro Agustn Girn, se lein de reparar el desaire hecho en 1820 a su padre. Y merced a la confianza de Narvez, preparado ya para desembarazarse del insigzlez Bravo, iba a tenerla cumplidamente.

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    aptulo 2

    humada, el visionario

    No es inhabitual que un hombre de ingenio pague un alto precio por demostrarlo por escrito. Al presidente Gonzlez Bravo le lleg el momprobarlo cuando una mano invisible deposit en manos de la reina madre, Mara Cristina, los artculos injuriosos que tiempo atrs le haba dseudnimo, con la insinuacin de su verdadera autora. El antiguo libelista quedaba amortizado, y el 2 de mayo de 1844 Narvez asdencia del gobierno, tomando para s la cartera de la Guerra, en la que mantuvo como subsecretario al brigadier sevillano ngel Gorri, conde de Vistahermosa, leal al nuevo presidente y viejo amigo del duque de Ahumada.

    Durante el mes de abril se haban producido algunos acontecimientos relevantes para la formacin del nuevo cuerpo. El todava minisrra, Mazarredo, mantuvo un tira y afloja con su colega de Gobernacin, el marqus de Peaflorida, para deslindar las funciones dertamentos y en particular las responsabilidades que corresponderan en el nombramiento de su personal a los jefes militares y polticotado, se dict el Real Decreto de 12 de abril, que aclaraba el anterior de 28 de marzo en el sentido de que si bien el Ministerio de la Grgara de la organizacin inicial de la Guardia Civil, reclutando sus efectivos entre los excedentes de personal del ejrcito, en lo sucesivo sepolticos los que se encargaran de los nombramientos de cargos y asignacin de destinos. Este esquema habra dado lugar, interpreta

    chez, a que la Guardia Civil se convirtiera en una suerte de simple vaciadero de un Ejrcito hipertrfico, sometido a los vaivenes polticos y ecaprichos del partido de turno. La falta de un inspector general, y los mseros sueldos que se contemplaban para la tropa, habran conducida institucin precaria, con defectuosa organizacin militar y condenada a resultar inestable, manipulable y fallida.Sea como fuere, el 15 de abril de 1844, este nuevo Real Decreto le fue remitido al mariscal de campo Francisco Javier Girn, duque de Ase hallaba a la sazn en Catalua en funciones de inspector general militar. Lo acompaaba la siguiente comunicacin:

    Al Mariscal de Campo Duque de Ahumada. Para llevar a cabo esta Soberana y Real disposicin se ha dignado comisionar a V.E. como organizacin de la Guardia Civil y sealar para proceder a ello los puntos de Viclvaro y Legans. A fin de que V.E. pueda sin prdida de

    principio al importante cometido que la digna accin de S.M. le confa y evitarle en lo posible consultas que naturalmente le ocurriran para s

    mpeo, debo decirle que V.E. queda facultado para proponer las medidas que conduzcan a la ms til organizacin de esta fuerza en vistentos que para ello puedan emplearse, teniendo en consideracin que del acierto de su primera planta depende su porvenir y el que proresultado a que se la destina. Muy recomendable e importante es la brevedad, pero ms an lo es la perfeccin. Las solicitudes deales con los datos ya reunidos en este Ministerio pasarn a la direccin del cargo de V.E. para que en consecuencia puedan hacerse a ecuentes propuestas en forma para todos los empleos de Jefes y Oficiales, debiendo V.E., proceder al nombramiento de las clases de trde componer el Cuerpo [] V.E. necesita manos auxiliares para los trabajos de la Comisin; puede V.E. por tanto proponer desde luonal y la organizacin en el concepto de que todos los sueldos y gastos son desde ahora con cargo al Ministerio de la Gobernacin.

    Mediante esta comunicacin, el ministro de la Guerra pona en manos de Ahumada la labor de organizacin inicial de la Guardia Civil quado para su ministerio. Las razones de su nombramiento hay que buscarlas en su competencia y rigor, que ya lo haban llevado al cector general militar. Pero una vez recibida la encomienda, no poda dejar de influir en el duque la experiencia que haba compartido un cuatrs con su padre, en la redaccin del proyecto de la Legin de Salvaguardias Nacionales. Comparndolo con el que ahora se le pon

    os, forzoso era que sintiese preferencia por aquel, y desde bien pronto se aplic a procurar que los decretos fundacionales quedaran sin tuidos por otro ms acorde a su concepcin de lo que deba ser un cuerpo que devolviera (o trajera, porque era algo indito) la seguridad

    ombre haba encontrado su destino en la Historia. Y la Guardia Civil acababa de tropezarse con el hombre que iba a ahormarla.

    Pero antes de continuar con el relato, quiz sea oportuno dar algunas pinceladas biogrficas sobre el personaje. Nacido en Pamplona zo de 1803, en el palacio del Virrey (cargo que entonces ostentaba su abuelo paterno, Jernimo Girn), hacia las cuatro de la tarde, Fer Girn morira el 18 de diciembre de 1869 en su domicilio madrileo del nmero 9 de la calle del Factor, a las dos y media de la madrugicin de miembro de la nobleza le hizo disfrutar de los privilegios otorgados a esta por Carlos IV e inici su carrera militar a la edad de doel empleo de capitn de Milicias Provinciales. Hijo nico, su infancia fue algo amarga, ausente casi siempre su padre por su implicacirra de la Independencia y sin el amparo de la madre, que prefera seguir al marido en sus correras, mientras Francisco Javier quedaba a cbuelo, perseguido por afrancesado. De talla mediana y no muy buena salud en la adolescencia, los contratiempos vividos con su paddo, forjaron en l un carcter inflexible y ordenancista, adems de proporcionarle grandes dotes de organizacin y una gran capacidad dea los moderados, no alberg especiales ambiciones polticas, contentndose con un puesto de senador vitalicio que compatibilizcacin a la Inspeccin General de la Guardia Civil. En cuanto a su hoja de servicios militares, la primera guerra carlista le dara ocanguirse y de demostrar su capacidad para el mando. Como coronel particip en la desarticulacin de partidas carlistas en la provincia de tarde en La Granja. Tras algn revs, como el que sufri frente a los rebeldes en Moratalaz, Narvez lo capt para organizar el Ejrcito de Rndaluca, lo que forj una slida relacin de camaradera entre ambos. En 1840 fue nombrado mariscal de campo por sus muchos mbate, en las acciones de Yesa, Alpuente, Montalbn, Miravete, entre otras, y por el acoso al recalcitrante caudillo carlista Ramn Cabreraarlo a cruzar en retirada la frontera deFrancia. Su carrera previa a la organizacin de la Guardia Civil se cerr con sumisin como inspector en Catalua y Valencia, donde su jo en una, minuciosa revisin de los muchos problemas que aquejaban al ejrcito de entonces, seguida de mltiples recomendacionrarlo en todos los aspectos, desde uniformidad y guarnicin hasta la simplificacin de la exasperante burocracia que lo agarrotaba. Segn

    chez, de quien tomamos esta semblanza, ello lo prepar, en no escasa medida, para la tarea de organizar el cuerpo de la Guardia Cte de este historial, al hombre tambin se le atribuye un jugoso anecdotario, que no excluye la leyenda. Quiz la ms repetida entre los s, y transmitida de generacin en generacin, es la que refiere que siendo an el duque un joven oficial, su padre, por entonces capitn ge

    aluca, recibi en su despacho al mtico bandolero Jos Mara el Tempranillo, ya convertido en arrepentido de la justicia, a la que ayurar a sus antiguos compinches. El padre se dirigi al hijo y le dijo: Mira, aqu te presento a Jos Mara el Tempranillo, un hombre valienel ex malhechor replic: No, mi general, yo no soy valiente, lo que ocurre es que no me aturdo nunca. Segn se cuenta, aquellas palabraron a fuego al futuro director de la Guardia Civil, que sola repetirlas a su gente cuando la despachaba a misiones que entraaban peligro.Fiel a este espritu, sea o no cierta la ancdota, el duque no se aturdi frente al delicado encargo recibido mediante la Real Orden de 15 dsolo cinco das despus, el 20 de abril de 1844, redactaba una comunicacin a los ministros de Estado y Guerra, en la que les trasladeras impresiones sobre la labor encomendada. En primer lugar, el contingente previsto de 14.333 hombres, repartidos en 14 Tercios, cpaas y 20 Escuadrones, resultaba imposible de reclutar, si es que se deseaba dotar el cuerpo con personal a la altura de su responsabili

    e propona empezar por un nmero inferior e irlo aumentando progresivamente a medida que se fuera incrementando el crdito presuppoco vea con buenos ojos, segn expuso, la nfima dotacin para la retribucin de las clases de tropa, tan baja que los que se presentaraner gente poco menos que perdida, y por lo tanto dispuesta a la corrupcin, siendo estas las clases que merecen ms atencin, pues casi

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    n que prestar su servicio individualmente, y los que tengan la circunstancia de conocida honradez, talla, saber leer y escribir, y demseren, no querrn por cierto tener ingreso en un cuerpo, en que han de arrastrar grandes compromisos y fatigas, con la seguridad de que y ofrecern ms garantas de orden cinco mil hombres buenos que quince mil no malos, sino medianos que fueran. Es de subra

    cupacin, constante en Ahumada, por contar para la Guardia Civil con personas cuya instruccin mnima les permitiera saber leer y escribirpona de relieve lo escogido del cuerpo que tena en mente, en un pas donde el ndice de analfabetismo se situaba sobre el setenta y co de la poblacin.A partir de estas premisas, realiz un estudio previo de plantilla, reorganizando la que se le haba proporcionado en los decretos funda

    plific las unidades y sus planas mayores, rebaj el nivel de cinco de los Tercios, proponiendo que los mandaran tenientes coroneles enneles, por su poca demarcacin, y propuso que hubiera ms oficiales subalternos, para que en su actuacin aislada la vigilancia fudiata. Y respecto a los empleos ms modestos, para los que propona el primer aumento de sueldo, incluso antes de que existiera elmentaba: Llegamos ahora al punto capital de esta organizacin, que es la dotacin de sus individuos de tropa, pues la de sus jefes y oficrrespondiente al servicio del Cuerpo. Si aquella no es la indispensable para proporcionar una subsistencia cmoda y decente no solicitar

    ada en la Guardia Civil aquellos hombres que por su disposicin y honradez se necesita atraer. Una peseta y el pan es el jornal de cero, que no tiene que entretener ni un vestuario, ni un equipo ampliado y lucido. Con todo, la propuesta del duque, que reduca los efec

    po, ahorraba al erario pblico 4.665.320 reales al ao.Todas sus ideas las resuma en siete puntos, que elev al Gobierno escritos de su puo y letra, y que se recordaran como las bases pararal pueda encargarse de la formacin de la Guardia Civil. Tales bases eran, en sntesis, las siguientes:

    1. Que est conforme con la organizacin que deba darse al Cuerpo, encontrando en la actual grave falta de dotacin a los guardias.2. Que tenga intervencin en el vestuario, caballos y monturas.3. Que debe ser quien proponga a todos los jefes y oficiales.4. Que hasta que cada Tercio se entregue, pueda decidir la separacin de aquellos miembros cuya permanencia no convenga.5. Que la organizacin debe ser progresiva, tercio a tercio.6. Que cuanto haya hecho el Ministerio de la Gobernacin debe pasar al general encargado de la organizacin.7. Que todos los que tengan entrada en el Cuerpo se le deben presentar personalmente en Legans (infantera) y en Viclvaro o Alcal (cas de marchar a las provincias donde se les destine.

    Del examen de estos siete puntos no puede desprenderse un mensaje ms ntido: plenos poderes para organizar el nuevo cuerpo, y libre conformarlo con arreglo a su criterio. La peticin de Ahumada iba a resolverla el nuevo ministro de la Guerra y presidente del Gobierno, es

    poderoso Ramn Mara Narvez, mediante el nuevo Real Decreto de 13 de mayo de 1844, por el que se reconduca la organizacin de lacreada por el de 28 de marzo a la propuesta por el director al que se le haba encomendado. Acoga el prembulo del Real Decreto todade sus peticiones. Se dejaba bien clara la dependencia del Ministerio de la Guerra en todo lo relativo al personal, debiendo entendersecio peculiar con las autoridades civiles, y contando con una Inspeccin General desempeada por un general del Ejrcito. Se aceptaba ccin de efectivos respecto del proyecto originario como el principio de dotacin progresiva de sus tercios. Y se recogan, literalmexiones del duque de Ahumada sobre la necesidad de dotar de forma adecuada a los individuos de tropa. Esto llevaba a atribuir a los guar diario entre nueve y doce reales, en el caso de los de caballera, y entre ocho y diez y medio los de infantera. Es decir, ms del dobuesta original. En su articulado, el Real Decreto desarrollaba todos estos principios y la organizacin que haba de darse al cuerpo. Es de tculo 20, que fijaba las condiciones exigidas para ser guardia civil, y en el que quedaba claramente formulada la voluntad de contar con inccionados:

    Las circunstancias para entrar en la Guardia Civil han de ser en las clases de tropa: ser licenciados de los cuerpos del ejrcito permarva, con su licencia sin nota alguna; promover su instancia por conducto del alcalde del pueblo de su vecindad, con cuyo informe y el oco deber dirigirse al jefe poltico de la provincia; esta autoridad, tomando los informes que estime oportunos, la pasar al comandante geovincia, y este al jefe del tercio; no tener menos de 25 aos de edad ni ms de 45, saber leer y escribir, tener cinco pies y tres pulgadas, lostatura los que hayan de servir en caballera y dos los de infantera.

    Para los oficiales, se exiga en todo caso que fueran mayores de treinta aos, lo que garantizaba la incorporacin a la Guardia Civil de pa madurez necesaria. La oferta de unirse al nuevo cuerpo no careca de atractivo para los militares de graduacin, aunque algunos de ellosdesconfianza, por temor a que la inestabilidad poltica que caracterizaba a la poca lo convirtiera en una creacin efmera. Con todo, aral de la organizacin no le faltaron candidatos, y pudo efectuar una rigurosa seleccin en la que les dej bien claro que en el nuevo cura un sacrificio en el servicio y una limpieza de conducta superiores a los que se les peda en sus unidades de procedencia, teniendo lutamente proscrita la militancia poltica (contra lo que era usual en el ejrcito, despus de tantos aos de intervencionismo militrnacin del pas). La ms mnima falta en el expediente, que el director examinaba personal y meticulosamente, conllevaba el rechazo. A Ale interesaban hombres de honor, valor y limpia conciencia.Para las labores de organizacin, el director se instal con su equipo en un edificio del siglo XVII sito en el 14 de la calle Torija de Madrid, ente, y donde haban estado la residencia y las oficinas de los inquisidores madrileos del Santo Oficio, abolido pocos aos atrs. En el ve se fue recibiendo a los aspirantes en los acuartelamientos de Legans, Viclvaro y Alcal. Pronto se vio que no sera fcil cubrir las pl

    a. A comienzos de junio, en los quince batallones que guarnecan Madrid, solo se haba podido encontrar once hombres aptos para incorpo

    nidades de infantera de la Guardia Civil. Ello llev al duque a proponer la admisin de soldados de menor edad de la prevista en el Real 3 de mayo, pero sin hacer concesiones en cuanto a su talla e instruccin mnima. Tambin fue ardua la recluta de las unidades de caballeraultad aadida de la compra de semovientes y el equipo preciso. El 1 de agosto se contaba ya con 668 guardias de infantera y 368 de caa mediados de mes se haban incrementado hasta 758 y 415, respectivamente. El 1 de septiembre, el duque de Ahumada, como premio anizadora, fue nombrado primer inspector general del cuerpo, en analoga de derechos y sueldo con los dems directores e inspectores gs armas del ministerio de la Guerra, y la Guardia Civil se present en parada militar ante el Gobierno.El desfile tuvo lugar donde hoy se encuentra la estacin de Atocha. En total formaron 1.500 guardias de infantera y 370 de caballera, comandos y completamente uniformados, armados y equipados. Revistados por Narvez, con Ahumada a su izquierda, la impresin de marcplina que causaron los guardias fue excelente. Un rasgo que iba a distinguir a la Guardia Civil en todas las paradas militares en que particgo de su dilatada historia.En ese verano de 1844, Ahumada tambin puso a punto las cuestiones de intendencia, como los haberes del cuerpo, fijados por Real Ordegosto, y que arrojaban en conjunto unos ingresos para los guardias civiles por encima del promedio de la clase social de procedencia, yriores a los de sus homlogos del ejrcito. Baste apuntar que un coronel vendra a ganar 36.000 reales de velln anuales, frente a los 21ba en el ejrcito, diferencia que en los tenientes era de 7.300 a 5.000. Eso s, con todo y el esfuerzo hecho para aumentar sus ingrencia con las clases de tropa era enorme, si tenemos en cuenta que un guardia de segunda perciba 2.920 reales, un cabo 3.285 y un s

    ero, 3.832.Por Real Decreto de 15 de junio de 1844 qued fijada tambin la uniformidad del cuerpo, que variaba para caballera e infantera, pero quentos comunes contaba con casaca o levita azul, con cuello, vueltas y solapa de color encarnado, y pantaln de pao o lienzo azul o blanco

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    da de cabeza comn, el sombrero de tres picos, que en seguida, por galicismo derivado de chapeau trois comes, se conocera popuel nombre de tricornio. Para los jinetes se dispona que los correajes fueran negros, y para los infantes, de ante de su color, es decir, amabin se regulaban las armas que deban llevar unos y otros: carabina, dos pistolas de arzn y espada los de caballera; fusil corto, stera y pistola pequea los de a pie. Aunque en los primeros tiempos, por estrecheces presupuestarias (hubo que adelantar a los guardias esario para que se proveyeran inicialmente del equipo que iba a su costa), se les proporcion armamento de circunstancias, como fusiles daria a los infantes, sin pistola, y una sola pistola a los de a caballo.Otros dos textos cruciales de esta etapa fundacional son los reglamentos para el servicio, aprobado el 8 de octubre de 1844, y militar, das despus. El primero, redactado por el ministerio de la Gobernacin, sobre el borrador que dejara preparado el anterior subse

    cio de la Escosura, artfice del Real Decreto de 28 de marzo, estaba ms en lnea con una Guardia Civil sometida a la intervencinridades polticas que con el modelo de autonoma militar, bajo la direccin civil en lo relativo al servicio, que haba consagrado por inspiramada el Real Decreto de 15 de mayo. Contena numerosas disposiciones que haban de resultar problemticas y que condujeron a conflicguardias civiles y los comisarios y celadores de Seguridad Pblica. Dichos funcionarios, dependientes de los jefes polticos, se consgados de estos y quisieron poner a sus rdenes a los miembros de la Guardia Civil, a los que consideraban como los auxiliares o empleeccin que la ley les atribua y que no se les haba facilitado hasta la fecha. Un sonado incidente lo protagoniz el comisario de Getafe, qu

    cial de la seccin, apenas llegaron los primeros guardias, que estos se personaran a la maana siguiente a la puerta de su domicilio, vespara ser revistados. La orden no solo no se cumpli, sino que el incidente 1e cost al comisario el puesto. La Guardia Civil, con el palde del ministro de la Guerra, que a la vez era el presidente, dejaba as primer testimonio de su recio carcter.La dependencia de los jefes polticos que estableca este reglamente para el servicio, y que Ahumada combatira hasta hacerla desarastaba con el limitado recurso que alcaldes y jueces podan hacer a esta fuerza, siempre a travs de dichos jefes polticos o de sus delegantrario, el criterio del jefe de la fuerza sera el determinante a la hora de elegir el medio para restablecer el orden en caso de que se viera s de llegar a las armas, que en ltimo recurso podan usarse para hacer valer el imperio de la ley. El artculo 37 del reglamento concerdia Civil la trascendental funcin de instruir sumarias y atestados sobre la comisin de delitos, de donde vendra en mayor medida la automiembros.En cuanto al reglamento militar, impulsado y concebido por el inspector general, y por consiguiente muy en lnea con su personal concpo, regulaba todo lo relativo a instruccin, organizacin, reclutamiento, ascensos, disciplinas y obligaciones militares del guardia civil. Remependencia del ministerio de la Guerra, y se conceda a la Inspeccin General la facultad de establecer y perfeccionar el servicio privilesante a que se dedica el cuerpo, para concluir en una vigilancia rigurosa acerca de la observancia del reglamento, as como su cial. nicamente la Inspeccin General sera la competente para entenderse con los ministerios de la Guerra y Gobernacin en la partuno competa. El rgimen interior estara en todo marcado por las ordenanzas generales del ejrcito, primero y, despus, por lo que

    cio especial y privativo, le marcase el reglamento especial dictado al efecto.Queda patente en estas lneas la tensin entre los dos talantes, civilista y militarista, que, pese a la marcada personalidad de su fucterizar la historia toda de la Guardia Civil, hasta llegar a nuestros das. Y del texto se desprende la importancia concedida a la disciptitud en el servicio, as como la intransigencia con que les seran exigidas a los miembros del cuerpo. Aparte de prever un rgimen de ceccin por parte de los mandos, en el que no podran interferir los jefes polticos, declaraba este reglamento militar: La disciplina que es eipal de todo cuerpo militar, lo es an de mayor importancia en la Guardia Civil, puesto que la diseminacin en que ordinariamente debenndividuos hace ms necesario en este Cuerpo inculcar el ms riguroso cumplimiento de sus deberes, constante emulacin, ciega ober al servicio, unidad de sentimientos y honor y buen nombre del Cuerpo. Bajo estas consideraciones, ninguna falta es disimulable en los ges.La cursiva es nuestra, y conviene retenerla porque marcar de forma destacada la idiosincrasia del cuerpo. Adems, el duque ampogo de faltas que podan cometer los guardias, respecto de las que se prevea de ordinario para los militares. Lo eran, tambin, cservancia de lo marcado en sus reglamentos, la inexactitud en el servicio peculiar, ya sea de da como de noche; cualquier desarregucta; el vicio del juego; la embriaguez; las deudas; las relaciones con personas sospechosas; la concurrencia a tabernas, garitos o casa o fama; la falta secreto y el quebrantamiento de los castigos. Las faltas eran corregid con severidad, con penas que iban desde el arrlsin, pasan por la suspensin o el traslado. Y para los oficiales, el artculo 7 contena esta dura advertencia: El menor desfalco o falta demanejo de intereses ser causa, desde luego, de la total separacin del Cuerpo, sin perjuicio de las dems penas a que haya lugar con a

    eyes.Por lo dems, Ahumada subrayaba la autoridad de que quedaba investidos sus hombres, incluso frente al resto de los militares, al dispoulo 9 del reglamento que cualquier militar, sin tener cuenta la graduacin, deba obedecer y acatar las rdenes que le fuer intimadasdia sobre objetos de su servicio.La coexistencia problemtica de estos dos reglamentos, con principios inspiradores tan dispares, provocaba a Ahumada una incomstente. Tanto fue as que no par hasta producir un peculiar documento en el que se resuma, de forma integrada, su visin de la misin, el funcionamiento del cuerpo que tan decisivamente haba contribuido a crear. Su voluntad, cuya legitimidad puede resultar discutible dpectiva actual, era poner a la Guardia Civil a resguardo de la contienda poltica, dotndola de una filosofa autnoma que le permitiera pcio civil sin menoscabo de la rgida disciplina militar y la ambiciosa envergadura moral que deseaba para ella. Paso previo fue la redacclar de 16 de enero de 1845, germen de lo que sera finalmente la Cartilla del Guardia Civil, el manual que, aprobado por Real Orden dmbre de 1845, se repartira a todos los miembros del cuerpo, y en el que quedara condensada la esencia del proyecto del fundador, asimicin por la mayora de quienes se unieron a sus filas.La lectura de este texto es fundamental para entender, an hoy (cuando ya hace mucho que no est en vigor) a los guardias civiles. A tod

    u paso por las academias, se les ha imbuido del espritu que contiene. Desde el artculo 1 de su captulo primero:El honor ha de ser la principal divisa del guardia civil; debe por consiguiente conservarlo sin mancha. Una vez perdido, no se recobra jams

    Exigencia mxima, y tolerancia cero, que se dira ahora, a quien viste el uniforme. Un rasgo tan importante como otros que se detallanulos siguientes, en los que se resalta tanto la necesidad de actuar con el aplomo, el valor y la prudencia que reclama su servicio, upuloso respeto a los derechos del ciudadano que, en la tradicin liberal que el duque haba recibido por herencia paterna, se preocupa des subordinados a observar siempre.As, la cartilla exige al guardia mostrarse siempre fiel a su deber, sereno en el peligro, y desempeando sus funciones con dignidad, pruza (art. 4). Le conmina a ser prudente sin debilidad, firme sin violencia, y poltico sin bajeza (art. 5). Procurar ser siempre un pronsel afligido, y que a su presentacin el que se crea cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tena su casa presa de las llamas, ccendio apagado; el que vea a su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo vea salvado; y por ltimo siempre debe velar por la propieridad de todos(art. 6). Pero precisa: Sus primeras armas deben ser la persuasin y la fuerza moral, recurriendo solo a las que llevedo se vea ofendido por otras, o sus palabras no hayan bastado (art. 18).Por otra parte, y en lo tocante al trato con los ciudadanos, ya advierte el artculo 3 o: Las vejaciones, las malas palabras, los malos modo

    usarlos ningn individuo que vista el uniforme de este honroso Cuerpo. Pero sigue: Ser muy atento con todos. En las calles ceder la ade la pared [] a toda persona bien portada, y en especial a las seoras. Es una muestra de subordinacin, para unos; de atencin, parauena crianza, para todos (art. 12). No entrar en ninguna habitacin sin llamar anticipadamente a la puerta, y pedir permiso, valindose d

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    V. su permiso u otras equivalentes []. Cuando le concedan entrar lo har con el sombrero en la mano, y lo mantendr en ella hasta des (art. 16). Cuando tenga que cumplir con las obligaciones que impone el servicio, lo har siempre anteponiendo las expresiones de hr, o tenga V. la bondad (art. 17). Por ningn caso allanar la casa de ningn particular, sin su previo permiso. Si no lo diese para recoteniendo la debida vigilancia a su puerta, ventanas y tejados por donde pueda escaparse la persona a que persiguiese, enviar a pedir aeneplcito para verificarlo (art. 25). Se abstendr cuidadosamente de acercarse nunca a escuchar las conversaciones de las personas qando en las calles, plazas, tiendas o casas particulares, porque esto sera un servicio de espionaje, ajeno de su instituto. No parece ndar ms en la cita para dejar claro cul era la clase de fuerza de seguridad que se pretenda.La cartilla se ocupaba tambin, despus de estas llamadas Prevenciones generales para la obligacin del Guardia Civil, de regular la as guardias en sus cometidos particulares, desde el servicio en los caminos y el control de armas o pasaportes, hasta la conduccin de presdaciones, incendios y terremotos, contemplados en el captulo noveno de la cartilla. Captulo este tan breve como influyente, porque al ren humanitaria del cuerpo, y colocarla en primera fila de sus misiones, contribuira a ganarle el apelativo de la Benemrita, por su fvencin en situaciones de desastre y el sacrificio en ellas de no pocos de sus miembros.Plasmada, ahora s, en negro sobre blanco la visin del fundador, la Guardia Civil dio comienzo a su trabajo. Y como veremos a partir del ente, no iba a defraudar en absoluto las expectativas.

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    ote de bandoleros

    Entre el ltimo trimestre de 1844 y los primeros meses de 1845, la Guardia Civil fue constituyendo y desplegando sus tercios por el onal. Especialmente relevante, y primero en formarse, sera el 1erTercio, con sede en Madrid, y a cuyo mando puso Ahumada al coronel Ppetente militar de origen suizo de su absoluta confianza que ya lo haba acompaado en su tarea de inspector general militar por tierras cancianas. Tambin se organizaron con prontitud, atendiendo a la necesidad que planteaban los elementos criminales y/o sediciosos que pus territorios, el de Catalua, el de Andaluca Occidental, con sede en Sevilla, y el de Levante (nmeros 2o, 3o y 4o, respectivamente) a cu

    tuaron, asimismo, jefes experimentados y carismticos. El coronel Jos Palms, procedente de la Guardia Real, y comandante-gobernte de Atarazanas, se hizo cargo del tercio cataln, que se procur dotar en lo posible de naturales del pas, para facultar la coexistencia desus gentes y con el cuerpo regional de los Mossos d'Esquadra, fundado a comienzos del reinado de los Borbones por un acrrimo parts, Pedro Antonio Veciana, bayle (juez) de Valls (paradjico origen, para una institucin que andando el tiempo se convertira en signo ide al centralismo de origen borbnico). En Sevilla asumi el mando coronel Jos de Castro, a quien acreditaba su experiencia contra los cacampia andaluza al frente de los Escopeteros Voluntarios de Andaluca. Vemos pues que, tambin en este punto, el duque dist de imp

    a tercio fue ocupando sus sedes, en lugares estratgicos de las respectivas ciudades. El de Madrid se ubic al principio en el Teatro Real, bras, y el de Barcelona en el Convento de Jerusaln. Por lo que toca a la Inspeccin General, con los aos se trasladara al Cuartel de Sar en la actualidad ocupado por las oficinas de Cajamadrid) desde su sede inicial del palacio de los inquisidores de la calle Torija.Sucesivamente fueron dotndose el resto de tercios, hasta doce de los catorce inicialmente previstos (el de Baleares no se formara hasta846, y el de Tenerife hubo de esperar hasta 1898, aunque como tal no quedara constituido hasta 1936). A finales de 1844 eran apenas 3dias sobre el terreno, de los 5.500 en que qued fijada la primera dotacin del cuerpo. En mayo de 1845, an sin cubrir esa cifra, se diento de la plantilla a 7.140 hombres.El trabajo de Ahumada y de su equipo para lograr este rpido despliegue, con tan justos recursos (teniendo en cuenta adems que buena eclutados qued en Madrid) debi de ser febril, ya que las tareas logsticas hubieron de simultanearse con el trabajo de labrar el car

    po y de sus gentes. Tarea esta que el inspector general asumi muy personalmente, imbuido de un talante a la vez severo y paternalistaba a vigilar y corregir con celo las desviaciones en que pudieran incurrir sus hombres respecto del camino trazado, pero tambin a estar pacerles sentir vivamente su apoyo, tanto a los propios guardias como a sus familias, cuando por motivo del servicio alguna de ellas qmparada. Esta meticulosidad la extenda, adems, a la previsin de cmo deba actuar, para su mayor eficacia y lustre, la Guardia Civil enuno de los muy diversos mbitos a los que se extenda su servicio.

    En efecto, si algo sorprende, y aun impresiona, es la multitud de frentes a que tuvo que atender la Guardia Civil apenas fue creada, y duera dcada de existencia. Y sorprende e impresiona, en no menor medida, la solvencia con que afront todos y cada uno de estos retos.ataba de limpiar de bandoleros los caminos, con ser esto ya bastante tarea. En lo que a este desafo respecta, su accin fue verdadectacular. Le bast esa dcada, de 1844 a 1854, para convertir los caminos de Espaa en vas seguras, en vez de despensa de malhece el primer momento pudieron los bandidos comprobar que tenan un grave problema.Pero como decimos, no fue esta, con ser quiz la ms relevante, y la que en ltima instancia haba motivado su constitucin, la nica misillevar a cabo a la recin nacida Guardia Civil. Para apreciar la magnitud del logro, quiz convenga repasar antes esas otras encomieni, de un gobierno sacudido por todas partes y que vio pronto en los hombres de Ahumada al ms competente de sus auxiliares para co

    mltiples enemigos.Ya en octubre de 1844 tuvo que intervenir para liquidar una conspiracin esparterista en Madrid, que pretenda el asesinato de Narvez estaba, entre otros, Juan Prim y Prats, indultado al final por el presidente, por la amistad que los una (y las splicas de su madre). En novieneral Zurbano el que se sublev en Njera, con escasos efectivos, en una intentona suicida que redujo la Guardia Civil de Logroo persigebeldes hasta el puerto de Piqueras. Tras caer prisionero, el general fue fusilado. En la primavera de 1846, los progresistas, mejor orgaaron una rebelin a gran escala en Galicia, dirigida por el coronel Sols y el brigadier Rubn, y a la que se sumaron casi todas las guarnicionn, excepto Corua y Ferrol. El teniente general Manuel Gutirrez de la Concha organiz la resistencia gubernamental, basada en p

    mnas mviles encabezadas por guardias civiles, que minaron la moral de los esparteristas y acabaron haciendo cundir el desnimo en susos de un mes, Rubn acab pasando a Portugal y Sols, desalojado de su bastin de Santiago, capitul en Orense. Sometido a consejo da sus oficiales, muri fusilado el 29 de abril.La dureza de la represin no impidi que hubiera otras asonadas progresistas. Como el motn de agosto en Madrid, disuelto expeditivamrTercio de la Guardia Civil, que practic 300 detenciones, o la de noviembre en Valencia, capitaneada por un sargento, tambin capturadobres del cuerpo. El partido moderado fue generoso con los guardias civiles. Les reparti numerosas cruces de Mara Isabel Luisa y ochoando de primera clase.Pero los moderados no solo tenan problemas a siniestra, sino tambin a diestra, y frente a ellos hubieron de emplearse igualmente losmritos. Si la sucesin en el trono de Isabel II dio lugar a la primera guerra carlista, la cuestin de su casamiento abrira nuevas crisis. Al

    adre de la reina pretendi que desposara al conde de Trpani, su hermano (y to de Isabel II). Pero Narvez le puso el veto, lo que condsin del presidente en febrero de 1846, aunque sigui controlando el ejrcito y regres a la presidencia un mes ms tarde, para volver a dePor otra parte, los carlistas pretendan que la reina se casara con Carlos Luis, conde de Montemoln, e hijo de Carlos Mara Isidro, qu

    cado en l de sus derechos dinsticos. Pero Montemoln no aceptaba ser solo rey consorte, con lo que al final la reina se cas en octubre otro primo, Francisco de Ass, hombre de voz atiplada y buen carcter, pero escasa energa, a quien se acabara conociendo con el hirienteaquita. La segunda guerra carlista estaba servida.Los elementos carlistas no haban dejado de infiltrarse en las regiones fronterizas, y por las tierras del Pas Vasco, Navarra, Catalstrazgo circulaban agitadores y partidas que pronto toparon con la GuardiaCivil. En Catalua esta se emple con prudencia (por su escasez de efectivos)contra los trabucaires, que en seguida se percataron de que hacan frente a un enemigo mucho ms organizado, motivado y capaz que el ejrcito. Esa experienciasirvi a los guardias para tomar conocimiento del terreno, lo que les sera extremadamente til para enfrentar la revuelta de los matinerselque se conocera la segunda guerra carlista y que procede de la premura con que se alzaron y de la necesidad que tenan estas rilleras de levantar los campamentos de madrugada para no ser sorprendidos.

    La revuelta fue instigada por Montemoln desde Londres, donde estaba refugiado tras haberse fugado de su confinamiento en Franeras acciones, a comienzos de 1847, encabezadas por los jefes guerrilleros Tristany y Ros de Eroles, tuvieron como objetivo preferenacamentos de la Guardia Civil, que se defendieron con denuedo. Tomaron el relevo jefes como los autonombrados coroneles Boquica G

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    ra los que lucharon los generales Pava y Gutirrez de la Concha. Este, como haba hecho en Galicia frente a los rebeldes progresistas, rdisciplinados guardias, que entraron con frecuencia en refriega con los montemolinistas y fueron, de nuevo, profusamente condecorerno trat de combinar la dureza con las ofertas de indulto, pero los recalcitrantes matiners no solo no cedan, sino que se permitan provoo la entrada en abril en la ciudad de Barcelona, en lo que hoy es el barrio de Sants, donde sembraron el pnico. En julio, Ramn gnado por los rebeldes como capitn general de Catalua, Aragn y el Maestrazgo, cruz la frontera de Francia. Traa con l utemolinistas, que pronto aumentaron hasta diez mil, con la recluta que iba haciendo a su paso por los pueblos. Form cuatro pequeas divisiete partidas que denomin batallones. Al frente puso a los jefes guerrilleros que haban brillado en las escaramuzas previas.En el mando de las tropas gubernamentales se sucedieron los generales Pava y Fernndez de Crdoba, con resultados bastanadores, que culminaron en el descalabro de noviembre en Avi. Ello condujo al nombramiento, de nuevo, del general Gutirrez de la Concez a invertir el curso de la campaa, hasta que, en abril de 1849, Montemoln, que pretenda pasar a Espaa para alentar la revuelta, fue unos aduaneros franceses. Su captura provoc el desnimo de sus partidarios. En el Maestrazgo, las partidas de Gamundi y Rocafurt sucu

    el destacamento especial que la Guardia Civil envi a Caspe, donde el sargento del cuerpo Jos Buil se distingui en la defensa delado por los montemolinistas aprovechando que el grueso de las tropas se hallaban en misin de reconocimiento. En Catalua, Cabrera logoso gubernamental, pero el 18 de mayo de 1849 se vio obligado a cruzar nuevamente en retirada la frontera. Los hombres del duque de Ah

    smo que ya lo pusiera en fuga una dcada atrs, tuvieron no poca intervencin en su derrota. Y no solo en el teatro de operaciones dondemado Tigre de Tortosa, sino en los dems lugares donde logr prender la rebelin montemolinista. En Burgos mantuvieron a raya al coroneconocido como Villasurque en Hontomn trat en vano de reducir a los pocos guardias que defendan la casa-cuartel a las rdenes del cauel Rey. Incluso lleg a fusilar ante sus ojos al guardia Calixto Garca, puesto de rodillas para la ejecucin. En Len, el capitn Villanueva acrtida de Muoz Costales, despus de que este se apoderase de dos cuarteles. En Toledo los benemritos neutralizaron al comandante Mgadier Bermdez. Y en Navarra y Pas Vasco, los hombres del cuerpo desmantelaron la partida de Andrs Llorente en Estella y apresvia al jefe de la rebelin en ese territorio, el general Alza, gentilhombre de Montemoln, que fue expeditivamente fusilado.La efectividad de la Benemrita para librar al gobierno de todos sus adversarios polticos quedaba pues acreditada, hasta extremos que llecupar al propio Ahumada. La significacin de los guardias en la lucha contra progresistas y carlistas los hizo tan queridos a los ojos de los erno como objeto de aversin por buena parte de la poblacin, lo que iba en perjuicio no solo de su misin esencial, el mantenimiento dco, sino de su necesaria aceptacin por parte de la ciudadana. El duque as lo advirti al Gobierno, que desoy sus protestas, lo que ador a pedir el relevo de su cargo, aunque su peticin no fue atendida.Otro frente, ms neutral desde el punto de vista poltico, pero no menos exigente para los hombres del cuerpo, fue la represin del conttarea, encomendada fundamentalmente al cuerpo de Carabineros, en tanto que responsable principal del resguardo fiscal de las frin la asumi la Guardia Civil, con arreglo al criterio expuesto por el duque en el captulo XI de la cartilla: al ser una infraccin de la ley, los g

    ban obligados a perseguir todo contrabando del que tuvieran noticia, sin perjuicio de la competencia del cuerpo fronterizo. Y no se tratabeo de segundo orden. Los contrabandistas de la poca estaban bien organizados y eran en extremo violentos. Desde Gibraltar pasaban os, por la frontera pirenaica atravesaban el ganado y las armas, y en el interior del pas se traficaba con moneda falsa y plvora. A veces se

    escala, con alarde cuasi-militar. El 4 de junio de 1846 un contingente de 600 hombres de a pie y 200 a caballo se present en el pos (Almera) para proteger el paso de un gigantesco alijo. Sobra decir que los carabineros del lugar fueron impotentes para evitarlo. Dliegue, los guardias se emplearon en reducir este fenmeno, no muy diferente en su mecnica armada de la lucha contra bandoleros y gu

    stas, cosechando xitos como del cabo Molero, del puesto de Hurcal-Overa (Almera), que marchando a pie hasta Pechina (es decir, unmetros) logr, tras interceptar un contrabando de plvora, localizar la fbrica que la produca, para luego, sin arredrarse por el esfuerzo, volv

    nto de origen. Otra dificultad que hubo que vencer fueron los frecuentes intentos de compra por parte de los contrabandistas, como losentos duros que le ofrecieron al cabo Gonzlez, comandante del puesto de Alhabia (Almera), tras encontrar en una cueva cuarenta y cuatr

    abo rechaz el soborno, que representaba unos veinte aos de su sueldo, como rechazaran los guardias que apresaron a cuatro contrab casero de Matasanos (Crdoba) los cuatro reales ofrecidos por estos. Segn las crnicas, uno de los guardias respondi, despectivo:

    en todo el mundo para comprarnos.Pero de todos los servicios que le toc asumir a la Guardia Civil su dcada fundacional, quiz ninguno fuera tan ingrato como las condicios. Antes de que existiera el ferrocarril, los traslados de presos eran una verdadera odisea, que complicaba el sistema penitenciario espaa: depsitos correccionales para las condenas hasta dos aos, crceles peninsulares para delitos castigados con hasta ocho aos y presa para penas superiores. Como consecuencia, los guardias tenan que emprender con los reclusos, prendidos en la famosa cuerda de s de cientos de kilmetros a pie, sometidos a las inclemencias del tiempo y expuestos a toda suerte de accidentes. Una experiencia infraunos y otros, como lo eran las prisiones a que los conducan. Bien poda suceder que antiguos cmplices de algn prisionero los ataoblado, para liberar al compinche, como le sucedi en julio de 1848 al guardia Miguel Prades, de Valencia, que result gravemente heri

    ega, pero mantuvo al reo bajo su custodia. Tampoco caba excluir que la gente reaccionara con violencia hacia los as conducidos, lo quee de Ahumada, siempre escrupuloso y previsor, a dictar sus instrucciones para el particular: Todo preso que entre en poder de la Guar considerarse asegurado suficientemente y que ser conducido sin falta alguna al destino que las leyes le hayan dado: as como ellos rn creerse justamente libres de insultos, de cualquiera persona, sea de la clase que fuese, y de las tropelas que a veces suelen comet. El guardia civil es el primer agente de la justicia, y antes de tolerar que estas tengan lugar, debe perecer, sin permitir jams que persona

    nsulte, antes ni despus de sufrir el castigo de la ley por sus faltas (art. 2 del Captulo XII de la Cartilla). Viendo el espectculo que en nuestroduce con los detenidos a la puerta de los juzgados, se comprende que, todava hoy, Ahumada sera un adelantado a su tiempo, en pueccin y respeto debido a los privados de libertad.Por lo dems, el servicio, en el que los guardias haban de compartir las mismas fatigas que los penados (o ms, como muestra el caso

    dias que conduciendo a un octogenario desfallecido a la altura de Galapagar, lo acabaron cargando a hombros), adems de vignderlos si era menester, dio no pocos sinsabores a los miembros del cuerpo. Las fugas se castigaban severamente, con el arresto inmete responsable en el mejor de los casos. Para prevenirlas, los guardias acabaron recurriendo a diversas astucias. La ms famosa ojar a los reos de cintos, tirantes y hasta botones, para que no pudieran caminar sin sostenerse los pantalones con las manos, lo que imeo inherente a la carrera, so pena de verse trabados por los tobillos por la prenda en cuestin.Otros servicios de mayor lucimiento y prestigio prestados por los guardias fueron el socorro de nufragos (como los de la goleta inglesarrancada en la desembocadura del Guadalquivir el 9 de abril de 1848), entre otros muchos de ndole humanitaria, con ocasin de indaciones y otras catstrofes. De su significada actuacin en este campo acabara sacando el famoso apelativo de Benemrita (o lo q

    mo digna de galardn). Pero para completar el relato de su intensivo aprovechamiento en esta primera poca, hemos de resear an elprestan en campaa, formando parte del cuerpo de ejrcito expedicionario que enjunio de 1847, bajo las rdenes del general Gutircha, pase Portugal para ayudar al gobierno de ese pas a sofocar la revuelta dirigida por la llamada Junta Revolucionaria de Oporto. Concpitulacin de la plaza (lo que le vali la concesin del ttulo de marqus del Duero) la Guardia Civil se encarg del mantenimiento del ord

    ad recin conquistada, con arreglo a las nuevamente escrupulosas instrucciones que haba impartido al efecto el duque de Ahumadaacar que la orden de formar el destacamento la recibi el inspector general el 31de mayo de1847, y que en esa misma fecha curs la ordacin y las Instrucciones para el servicio de las secciones del Cuerpo de la Guardia Civil que se destinen a los Ejrcitos de Operaciones

    despus quedaban aprobadas por Real Orden. Una muestra ms de la diligencia pasmosa con que el cuerpo, bajo el impulso de su fundamiendo las misiones encomendadas, pese a su variedad y lo escaso de sus efectivos.Pero volvamos a lo que puede considerarse como la misin principal de la Guardia Civil en este periodo inicial, o al menos, la que, s

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    rende de todos los textos fundacionales, influy de forma ms determinante en su formacin: la seguridad de los caminos y la lucha olerismo. Hay que comenzar diciendo que el del bandolerismo espaol es un fenmeno complejo, tan popular (y hasta clebrerficialmente conocido. En su gnesis influyen una serie de factores, algunos digamosjustificativos, como las desigualdades sociales y laada del atraso endmico del pas y del inadecuado e injusto reparto de las tierras, tanto por su acumulacin desproporcionada en nes (Extremadura, Andaluca) como por su atomizacin excesiva en otras (en el Norte del pas). Otros factores que podramos detivamente favorecedores fueron la spera orografa del territorio, que facilitaba emboscadas y la ocultacin de las partidas, y la deficienviaria, que permita a los salteadores, buenos conocedores del terreno, golpear una y otra vez con grandes garantas de xito. Todanstancias, ms algn gesto de generosidad o valor por parte de tal o cual bandolero (rasgo comn en la psicologa del gangsterexquier era y lugar) desembocaron en una visin romntica del oficio, que curiosamente ha caracterizado la percepcin que de l haaleciendo hasta nuestros das, con el refuerzo nada balad de algn serial televisivo que tena como gallardo hroe al desvalijador del prjimPero adems de todo esto, existan razones ms oscuras, en las que entramos de lleno en las motivaciones puramente asociales, y dif

    mibles, que estaban detrs de estas conductas. El bandolero tena un modo de vida que lo exima de trabajar, le granjeaba el temor y el reente y le proporcionaba un fcil enriquecimiento. Todo ello representaba una tentacin demasiado fuerte para ciertos individuos de cado, muchos de ellos curtidos en la guerra de guerrillas contra el francs, o en las sucesivas guerras civiles que jalonaron el reinado de

    o tanto acostumbrados a vivir peligrosamente y ms proclives a rentabilizar en beneficio propio esas habilidades que a entregarse a latas labores del campo. Hay que sealar adems que en el bandolerismo espaol se distinguen dos fenmenos de naturaleza diversa. Uolerismo en sentido propio, protagonizado por esos outsiders que de su arrojo y desprecio de la ley lograban vivir de sus fechoras. El otro en llamarbandolerismo reflejo: el que, organizado por los caciques locales, aprovechando la inseguridad reinante y la posibilidad de imen a otros bandoleros, les llevaba a armar y mantener partidas que asolaban la propia regin donde incluso los organizadores desemonsabilidades pblicas. Por eso, no debe sorprender que, cuando Guardia Civil comenz a atacar el asunto, enviara a prisin a no pocos aclandestinos de otras tantas partidas de salteadores. As ocurra por ejemplo con el de Malcocinado (Badajoz), que haba formado una ba

    empleados del ayuntamiento, o el de Pina (Teruel) que no solo actuaba como consejero de la partida del cabecilla el Segundo, sinoodiaba adems las armas. Lo que plantea un llamativo paralelismo en este punto de la accin de la Guardia Civil con la labor de las Hermaellanas en la poca medieval, al defender a la poblacin de los atropellos de los caciques de entonces, los alcaides de castillos y fortalezaYa lo fueran en sentido propio o respondiendo a este mecanismo reflejo, en cualquier caso los bandoleros suponan en Espaa una caca de primer orden, por el dao que producan a la economa del pas pero tambin a la integridad y la dignidad de las personas. No sntos sus robos, con rotundas tcnicas de intimidacin que buscaba anular a sus vctimas; aprovechndose del miedo que infundan,nidad de que gozaban, se servan de la fuerza para tomar por ella otros objetos de su codicia. No era nada infrecuente, ms bien al contra

    mujeres sorprendidas por los bandidos en los caminos, o en los cortijos y las casas rurales aisladas, se vieran obligadas a satisfacer otro

    serva para que el matn de turno calmara sus muy viriles ardores.Como ya anticipamos, los criminales camineros pudieron intuir muy pronto que con la llegada de los guardias civiles su poca dorada toc

    Uno de los primeros avisos lo recibieron en la carretera de Extremadura en la noche del 7 al 8 de diciembre de 1844. Llegando la diligevera de la Reina al trmino de Arroyomolinos, fue asaltada por un grupo de siete bandidos que obligaron a desenganchar las cabardazaron y vejaron a los viajeros. Cuando se daban a la fuga con el botn, fueron interceptados por una patrulla de guardias civiles, que losrdando. Viendo que tenan obstruido el paso, lucharon. Los cadveres de seis bandoleros quedaron tendidos sobre el camino y el sptim

    onero. Para ejemplo, el jefe poltico de Madrid dio orden de que el carro con los cuerpos sin vida de los malhechores recorriera las callad escoltado por los guardias. La impresin fue memorable, y el alborozo entre arrieros y mayorales de diligencias, tan irrefrenabsiasta.Hacer un repaso de todas las acciones y partidas desmanteladas en este decenio de 1844-54, o an de una muestra escogida de ellas, eximensiones de este libro. Baste decir que cayeron una a una todas las gavillas (como tambin se las llamaba) que se haban enseoarreteras, tanto principales (las seis radiales, sobre cuyo trazado se hicieron luego las actuales autovas) como secundarias. Por ejemplo, eotijas, que controlaba implacablemente el paso por Despeaperros, en la carretera de Andaluca, o la banda que sembraba el terror a la aolar, en la de Francia. Para ello, los guardias combinaron toda suerte de tcnicas, desde aguardar al acecho a los bandoleros en los punton atacar, hasta viajar escondidos en las propias diligencias. Con frecuencia deban entrar en combate con los criminales, nada dados a retoridad, y a menudo, por lo autoridad, y a menudo, por lo primitivo de su armamento de fuego, se luchaba cuerpo a cuerpo. No pocas mu

    didos por estocada, es decir, por herida de arma blanca, registran los partes de la poca.Como ejemplo notable de todas estas acciones podemos reconstruir la singular historia del verdadero Curro Jimnez, el barquero de Canspir la famosa serie televisiva, tan atractiva como llena de inexactitudes en su presentacin de la figura del bandido. De hecho, Franciscnez, que tal era su nombre, nunca luch (ni pudo hacerle contra los invasores franceses, ya que naci en 1820, y mucho menos contrelete, ya que no los haba en el extremo occidental de Andaluca, que fue su rea exclusiva de actuacin. Sin duda alguna, su accin msl asesinato de Juan Guzmn, alcalde de La Algaba, que secretamente haba organizado la partida del llamado Matasiete, un ex presidiario veinte hombres trat de sorprender por encargo de Guzmn al famoso caballista, para eliminar la competencia. Tras adelantarse a sus atasembarazarse de buena parte de ellos, Curro acab con el instigador. Esta masacre tuvo lugar cuando an la Guardia Civil no haba llegncia, y la batida que emprendieron seis compaas del ejrcito fue infructuosa. Irnicamente, fue este bandido uno de los primeros detenidrdia Civil. En enero de 1845 lo atrap el sargento Norcisa, comandante del puesto de Cantillana, su pueblo natal. Pero poco despus el esnal se fug de la crcel, aprovechndose de la escasa seguridad de los centros penitenciarios de la poca. Todo un revs para los guarda completarse cuando la partida de Jimnez les caus uno de los primeros muertos en su lucha por asegurar los caminos, el guardia Fr

    es. En sucesivos encuentros an hiri a otros tres miembros del cuerpo. Pero tras un enfrentamiento, de nuevo, con los guardias del pu

    illana, la banda qued maltrecha y durante dos aos pareci que Curro Jimnez se haba esfumado sin dejar rastro. Reorganizada su pa, se uni a la sedicin carlista, en un movimiento ms tctico que ideolgico, para hallar una salida a su trayectoria criminal. Pero el o, comandante del puesto de Sanlcar la Mayor, herido de gravedad en una de las escaramuzas del bandido con la Benemrita, y el illo, jefe de la seccin, se juramentaron para acabar con l. Lo lograron el 2 de noviembre de 1849, fecha en que el barquero de Cantillanaos de sus encarnizados perseguidores.Prosper Merime haba hecho famoso, tiempo atrs, a Jos Mara el Tempranillo (tambin llamado por sus paisanos Medio Peo) forjanda el arquetipo del bandido romntico. Pasado el ecuador del siglo, otro viajero francs, el barn de Davillier, escribi: De los bandoleroa en Espaa ms que el recuerdo. Hoy los caminos son absolutamente seguros gracias a la activa vigilancia de los civiles. Los home haban ganado su primera gran batalla.

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    evolucin y contrarrevolucin

    Aparte de tener sus propios problemas, materializados en las guerras civiles derivadas del problema dinstico y, en ltima instancctuosa cohesin y la precaria vertebracin de los reinos y territorios que la formaban, la Espaa del siglo XIX no pudo sustraerse a los movucionarios que sacudieron en esa centuria el continente, y con los que hubo de lidiar al mismo tiempo. La revolucin de 1848, que atravepa desde que prendiera en enero su llama inicial en Palermo y Npoles, tambin lleg a la pennsula Ibrica y, como no poda ser de otra miri su forma peculiar en la nunca apagada pugna entre moderados y progresistas.

    Y ello, aunque en los aos previos haba habido no pocos intentos de reconciliacin. La boda real, en 1846, propici una amplia abada por el gabinete de Istriz, el dirigente moderado que sucedi a Narvez tras su salida de la presidencia del gobierno. Ello devoles a progresistas conspicuos como lvarez Mendizbal, lo que contribuy a precipitar la crisis del gobierno. En los primeros meses de dieron en la presidencia el