Sobre los diferentes méetodos de traducir - Antología

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    Edicin de: Dmaso Lpez Garca

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  • EDICIN DE:

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    DAMASO LOPEZ GARCIA

    Ediciones de la Universidad

    de Castilla-La Mancha

    1996 Cuenca

  • Traducciones de:

    A. A.gud y R. de Agapito Maria Jos Calvo Monto ro

    Chang Ho-Tien y Chang Yea-Ling

    Tefanes Egido Hans Christian Hagedorn

    Dn1aso Lpez Garca Svetlana Maliavina

    Giuseppe Mazzocchi Rosario Garca Moreno

    Maree lino Menndez y Pelayo Rosario Monto ro Murillo Lorenzo Riber Carlos Rubio Lpez de la Llave Daniel Ruiz Bueno

    Edicin de:

    DMASO LPEZ GARCA

  • , TEORIAS de la traduccin : antologa de textos 1 traducciones de A. Agud ... [et al.] ; edicin de D1naso Lpez Garca. [Cuenca] : Servicio de Publica-ciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1996.

    624 p. ; 22 cm. (Escuela de traductores de Toledo 3) I.S.B.N.: 84-88255-88-8 l. Traduccin e interpretacin. I. Lpez Garca, D1naso, ed. Lit. H. U niver-

    s idad de Castilla-La Mancha, ed. III. Serie. 82.03

    Relacin de colaboradores cuyas traducciones se han llevado a cabo expresmnente para su publicacin en esta obra:

    Mara Jos Calvo Montoro (Universidad de Castill a-La Mancha)

    Chang Ho-Tien (Universidad de Salamanca)

    Chang Yea-Ling (Universidad de Vallado] id)

    Rosario Garca Moreno (Institu to de Bachillerato Ramiro de Maeztu)

    Hans Christian Hagedorn (Uni versidad de Castilla-La Mancha)

    Dmaso Lpez Garca (Universidad Complutense de Madrid)

    Svetlana Maliavina (Universidad Cotnplutense de Madrid)

    Giuseppe Mazzocchi (Universidad de Pava)

    Rosario Montoro Murillo (Universidad de Castilla-La Mancha)

    Carlos Rubio Lpez de la Llave (Universidad de Castilla-La Mancha)

    Edita: Servicio de Publicaciones ele la Universidad de Castilla-La Mancha Director: Pedro Cerrillo Diseo Portada y Coleccin: Garca Jilnnez Coordinacin: Centro de Investigaciones de la Imagen (C.I.D.I.) Realizacin: Compobell, S.L. Murcia T.S.B.N.: 84-88255-88-8 Depsito Legal: MU-422-1996 1" Edicin: 1996

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    PROLOGO

  • contrario, que el siglo XIX, tras un declinante apego creativo hacja los temas y variaciones del mundo clsico, pusiera en duda si tan siquiera haba comenzado a entender el mundo clsico; aunque aplicada a asunto diferente, la opinin de Vossler sobre las traducciones alemanas de Dante, resume esta crisis que se ha prolongado y acentuado en el siglo XX:

    Si en Ale1nania disponemos en la actualidad de unas cuaren-ta naducciones deJa Divina C"o1nedia, y ninguna nos satisfa-ce, y todava esperamos otras, entonces esto demuestra cun violenta es la presin que Dante ejerce sobre nosotros con su espritu y su pensamiento psquico, y demuestra tambin lo poco seguros que estamos de haberle arrebatado ya los lti-mos secretos de esa 1ncntaJidad.

    La nocin de dificuJtad ha arraigado con firmeza entre traductores y tericos de la traduccin, quiz debido a esa indisimuJada tendencia del pensanliento occidental a la que no le importa subestimar Jo que se comprende con facilidad. AL optnisrno ingenuo del Renacimjento parece haberle .UTebatado la antorcha de La conf1anza y la seguridad el optimis-tno de los lingistas, del que el cjc1nplo de Rotnan Jakobson es una muestra reprcsenlativa. Sin embargo, las reflexiones sobre las limitacio-nes e imposibilidades de la traduccin han sido incesantes en tiempos recientes. La contundencia con que Ezra Pound descalifica siglos de filologa clsica trunpoco deja dudas acerca de la inseguridad contempo-rnea respecto de las traducciones del mundo clsico: 13 Para Jas lenguas europeas, la traduccin sigue siendo una L:'Uea inacabada e inacababJe, cada generacin, cada nuevo grado de evolucin de las lenguas piden una renovacin de las traducciones: la renovacin viene siempre de la mano de algo insatisfactorio que se cree que puede aplacar-se mediante una obra que si deja resueltos algunos problemas, deja otros sin resolver, o da a luz otros que quiz antes no existan.

    * * *

    Una edicin como esta no habra podido llevarse a cabo sin la colaboracin desinteresada de muchas personas a quienes se ha solici-tado ayuda, y a quienes se ha importunado. Hacia todos ellos debe

    13 Ezra Pound, El ABC de la lectura, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1968, pg. 47.

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  • quedar aqu testimonio del agradecimiento de quien ha preparado la edicin, y de los traductores que han hecho su trabajo expresamente para este libro. Debe figurar en lugar sealado don Luis Arroyo, Rector Magnfico de la Universidad de Castilla-La Mancha, quien con genero-

    sidad y entusiasmo indeclinables ha alentado este proyecto desde sus momentos iniciales. Esta antologa la ha hecho posible, tambin, una Ayuda a la Investigacin concedida, en tres convocatorias consecuti-vas, por la Universidad de Castilla-La Mancha a los profesores que formaron incialmente un equipo de investigacin: Mara Jos Calvo Montoro, Hans Christian Hagedorn, Dtnaso Lpez Garca y Rosario Montoro Murillo. Y, por riguroso orden alfabtico, el autor de la edicin, y los traductores de estos textos desean agradecer su colabora-cin desinteresada a Juana Victoria Gallego, a Margrit Hagedorn, al profesor Hideaki Sugita, al profesor Hiroto Ueda, a Guillermo Lpez Gallego, a Ludtnila Maliavina, a la profesora Consuelo Marco que ha revisado todos los textos chinos , al profesor Flix Piero de cuya generosidad se han bene6ciado las traducciones de la mayora de los textos que aparecen en latn y a la profesora Yang Deling.

    La parte ms significativa de las traducciones que forman esta antologa se ha llevado a cabo con motivo de esta. edicin. De la traduccin del alemn de los siguientes autores: Friedrich Schleierma-cher, Wilhelm von Humboldt, Johann Wolfgang von Goethe, Arthur Schopenhauer, Friedrich Nietzsche, Walter Benjatnin, Ulrich von Wila-mowitz-Moellendorf y Karl Vossler, es responsable Hans Christian Hagedorn, quien, adems ha seleccionado los textos idneos para este libro, y, en su caso, los ha anotado. De los textos en rabe de al-YaQ.iz, Sala)). al-Din al-Safadi, Sulayman ibn Jattar al-Busini y Taha I:Iusayn se ha encargado Rosruio Montoro Murillo, encargo que incluye no slo la traduccin y las notas, si,no la seleccin y aun la localizacin de los textos de una parcela del estudio poco o nada frecuentada. La versin y notas de los textos chinos de Yen Fu, Lin Yutang, Lu Xun, Fu Lei, Liu Jingzhi y Mao Dun, es, conjuntamente, de Chang Yea-Ling y de Chang Ho-Tien. Rosario Garca Moreno ha vertido y anotado los textos de los siguientes autores franceses: Joachim du Bellay, J.L. d' Alembert y Denis Diderot, el texto francs de Madame de Stael Del espritu de las traducciones , Victor Hugo y Paul Valry. Los textos en ingls de John Dryden, Matthew Arnold, Dante Gabriel Rossetti y Ezra Pound los ha seleccionado, traducido y anotado Dmaso Lpez Garca. Mara Jos Calvo Montoro ha traducido, seleccionado y anotado todos los textos del italiano: de Melchiorre Cesarotti, de Ugo Foscolo, de Gio-vanni Carmignani, la Carta de un italiano>> de Pietro Giordani, la

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  • respuesta escrita en italiano de Madame de Stael, de Giacomo Leopar-di, de Benvenuto Terracini y de Gianfranco Folena. El nico texto en japons, de Futabetei Shimei, lo ha vertido al espaol, y anotado, Carlos Rubio Lpez de la Llave. Giuseppe Mazzocchi se ha encargado de la traduccin al espaol de los textos portugueses: Joao Franco Barreto, Joaquim de Vasconcelos y Fernando Pessoa; Valeria Tocco ha hecho la seleccin de los textos portugueses, y los ha enriquecido con unas notas, que, aunque en el texto figuren como notas del traductor, a ella pertenecen. Los textos rusos, de Pushkin, Turgunev, Yukovski y Pasternak, los ha vertido al espaoJ Svetlana Maliavina.

    Para algunos de los textos se han utilizado traducciones ya publica-das, de las que se deja noticia en la resea bibliogrfica.

    Nota sobre la edicin

    Co1no toda antologa, se halla esta sotnetida a las variables que gobiernan Los criterios de sc1eccin y otnisin; criterios que no son siempre fciles de explicar ni de resumir, por ejemplo, la presencia de algunos textos la aconseja su difusin o su importancia como guas de una doctrina el u si va y de difcil descripcin, mientras que la de otros, lo que hace necesaria su revisin y divulgacin es precisamente su representatividad histrica, juntatnente con la poca importancia relati-va que se les ha otorgado, y la escasa difusin que han tenido. Si dos criterios tan alejados entre s rigen los criterios de seleccin, nada de extrao tendr que la antologa deje insatisfecho a ms de un lector, pero, despus de todo, suele ser ese el1nelanclico destino de las ms de las antologas. Si el lector echa de menos algn texto particular al que atribuya especia] significacin, la nica manera de compensar esa carencia ser que ese mismo lector compruebe que no sin alguna merma itnportante podr prescindirse de algn otro texto de los que s se incluyen.

    Respetar las peculiaridades de cada uno de los textos y de todas las lenguas traducidas ha sido tarea difcil. Traer aqu tan slo algunas noticias que pudieran interesar al lector. Los textos traducidos han sido alterados en proporciones mnimas, y siempre que se ha enmendado el original en algo que afectara a la comprensin se ha dejado constancia de la modificacin. De las supresiones ms significativas se ha dejado constancia mediante tres puntos encerrados entre parntesis rectangu-lares; no obstante, ha sido un criterio invariable de esta edicin que los textos deberan aparecer reproducidos ntegramente, pero como esta clase de reflexiones sobre traduccin carece de un gnero propio que

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  • Friedrich Schleiermacher

    Que un conjunto de palabras se traduce de una lengua a otra es algo que se nos muestra por doquier en las formas ms variadas. Si median-te la traduccin, por un lado, pueden relacionarse gentes a las que quiz separa originalmente el dimetro de la tierra, y si pueden incor-porarse a una lengua los fru tos de otra ya hace muchos siglos extingui-da, por otro lado, ni siquiera es preciso salir del 1nbito ele una lengua determinada para topar con este fenmeno. Pues no slo se trata de que los dialectos de las diversas comunidades de un mismo pueblo, y los diferentes estadios de evolucin de una misma lengua o dialecto en diferentes siglos, representen ya, en sentido estricto, lenguas distintas que requieran en no pocos casos una traduccin plena entre s, sino que incluso los hablantes contemporneos, no separados por un dialecto, sino slo pertenecientes a clases sociales diferentes, que, poco unidas por el trato, se diferencian grandemente en cuanto a su fotmacin, muchas veces, slo pueden cotnunicarse a travs de una mediacin semejante. Es ms, no nos vemos a menudo en la necesidad de tradu-cir para nosotros mismos, y antes que nada, las palabras de otro que es de nuestra 1nisma condicin, pero de diferente carcter y temperamen-to? Pues precisamente cuando sentimos que las mismas palabras ten-dran en nuestra boca un sentido totalmente diferente o, al menos, a veces, un contenido tns intenso, y otras, uno ms delicado que en la suya, y que nos serviramos a nuestro modo, si quisiramos expresar lo que l quiere decir, de palabras y giros bien diferentes, entonces parece que, al precisar para nosotros en qu consiste este sentimiento, y al convertirse este en pensamiento nuestro, traducimos. Incluso de vez en

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  • cuando tenemos que traducir nuestras propias palabras si queremos volver a hacerlas nuestras de verdad. Y esta facultad no slo se ejerce para trasplantar a suelo ajeno lo que una lengua ha logrado en el mbito de las ciencias y de las artes poticas, y para ampliar de esta forma el mbito de influencia de estos frutos del intelecto, sino que se ejerce tambin en las relaciones comerciales entre los individuos de diferentes pueblos, y en las relaciones diplomticas entre gobiernos soberanos, los cuales suelen hablar entre s slo en su propia lengua cuando, sin recurrir a una lengua muerta, desean mantener una estricta igualdad.

    Pero, naturalmente, no pretendemos incluir e11tre nuestras reflexio-nes actuales todo lo que se halle en estos vastos dominios. Adem.s aquella necesidad de traducir, incluso dentro de la propia lengua y del propio dialecto, siendo, ms bien, una necesidad momentnea del ni-mo, asimismo, en cuanto a sus consecuencias, se halla demasiado ligada al momento como para requerir otra tutela que la del sentiinien-to; y si fuera preciso dar reglas para esto, slo podran ser aquellas por cuyo cumpliiniento el hombre conserva una disposicin puramente tica, con el fin de que la mente tambin permanezca abierta a lo que menos afinidad guarde con ella. Si prescindimos ahora de esto, y nos detenemos, por el1nomento, en la traduccin de otra lengua a la nues-tra, entonces podremos diferenciar tambin aqu entre dos 1nbitos distintos aunque no con total rigor, pues esto raramente se logra, sino de forma algo borrosa, pero s con la suficiente claridad si se observan los puntos extremos . Pues si el intrprete ejerce su oficio en el mbito de los negocios, el verdadero traductor lo ejerce de forma principal en los de la ciencia y el arte. A quien opine que esta defini-cin es arbitraria, porque comnmente se entiende que la interpreta-cin es ms bien oral, mientras que la traduccin se escribe, le solicito indulgencia en atencin a la comodidad que proporciona para esta empresa, tanto ms cuanto en el fondo ambas definiciones no estn tan alejadas entre s. Lo propio del mbito del arte y la ciencia es la palabra escrita, siendo esta la nica posibilidad de perpetuar sus obras; e inter-pretar oralmente los frutos artsticos y cientficos sera no menos intil que imposible. En la vida comercial, sin embargo, la palabra escrita no es ms que un medio mecnico; lo original aqu es la negociacin verbal, y en realidad cualquier interpretacin escrita slo puede consi-derarse repiesentacin de otra oral.

    Muy prximos a este mbito, por espritu y naturaleza, se hallan otros dos que, sin embargo, por la gran variedad de fenmenos pertene-cientes a ellos, representan ya un paso intermedio hacia el mbito del

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  • arte, el uno; hacia el de la ciencia, el otro. Porque toda transaccin en la que medie la interpretacin es, por un lado, algo cuyo desarrollo se concibe en dos lenguas diferentes. Pero tambin la traduccin de textos de tipo puramente narrativo o descriptivo, que por lo tanto slo acarrea a otra lengua el desarrollo ya descrito de un acontecimiento, todava puede asemejarse mucho al oficio del intrprete. Cuanto menos se haya mostrado en el original el autor mismo, y cuanto ms haya el autor actuado solamente como rgano receptor del asunto, y haya seguido la disposicin de espacio y tiempo, tanto ms se trata en la traduccin de una mera interpretacin. De esta forma, el traductor de artculos perio-dsticos y de sencillas descripciones de viajes acta en principio como el intrprete, y podra resultar ridculo si su labor tuviera pretensiones superiores, y si aspirase a que se considerara su labor como la de un artista. En cambio, cuanto ms haya predominado en la descripcin la particular manera de ver y recrear del autor, y cuanto 1ns haya seguido una disposicin libremente elegida o dictada por la impresin, tanto 1ns su labor tira ya hacia el superior mbito del arte, y entonces ya tiene tambin el traductor que recurrir en su trabajo a otras fuerzas y habilidades, y ha de estar familiarizado con la obra del autor y con su lengua, en sentido diferente al del intrprete. Por otro lado, toda tran-saccin en la que intervenga la interpretacin ser, generalmente, el acuerdo de un caso concreto segn un determinado ordenamiento jur-dico; se traduce slo para los participantes, que conocen suficiente-mente estos ordena1nientos; y el vocabulario en ambas lenguas est condicionado ya legalmente, ya por el uso y por explicaciones recpro-cas. Cosa muy distinta son, sin embargo, las transacciones en que se determinan nuevos ordenamientos jurdicos, aunque, en la forma, muy a 1nenudo, no dejen de parecerse a aquellas. Cuanto menos estos nue-vos ordenamientos, a su vez, puedan considerarse un caso particular incluido en otro general suficientemente conocido, tanto ms conoci-Iniento y cautela cientficos requiere ya la redaccin; y tanto 1nayor conocimiento cientfico de causa y lingstico solicitarn del traductor para su tarea. En esta doble escala, por consiguiente, se eleva el traduc-tor cada vez ms por encima del intrprete, hasta llegar a su mbito 1ns propio, que es precisamente el de los productos intelectuales del arte y la ciencia: en los que, por un lado, es capital la libre y particular capacidad de recreacin del autor, y, por otro lado, lo es el espritu de la lengua, con el sistema de ideas y de matices de sentimientos fijado en ella, en los que el asunto no domina ya de ninguna manera, sino que es dominado por el pensamiento y por el espritu, e incluso muchas veces slo ha nacido con las palabras, y slo con ellas existe.

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  • Pero, en qu radica entonces esta significativa diferencia que na-die deja de advertir ya en las zonas fronterizas, aunque donde ms claramente salta a la vista es en los extremos? En las transacciones comerciales se trata preferentemente de asuntos objetivos o, al menos, de asuntos definidos con la mayor exactitud posible; toda transaccin comercial tiene, en cierto modo, una naturaleza aritmtica o geomtri-ca, siempre puede recurrirse a la ayuda de cifras y medidas; e incluso en el caso de aquellos conceptos que abarquen, como decan los anti-guos, el ms y el menos, y se designen por una escala de palabras que en la vida comn posean un sentido indeterminado, fluctuante cotno las olas, surge pronto, mediante leyes y hbitos, un uso fijo de las palabras concretas. Por lo tanto, si el hablante no fotja, con intencin dolosa, artificiales y escondidas vaguedades, y no yerra por descuido, entonces l es meridianamente comprensible para todos quienes en-tiendan de la causa, y don1inen la lengua, y en cada caso particular slo habr insignificantes diferencias en el uso de la lengua. Asimistno, sobre el asunto de qu expresin corresponde a cada una de otra lengua, rara vez dejarn de resolverse las dudas al momento. Por esto, la traduccin, en este mbito, se reduce casi a un oficio mecnico que cualquiera puede desetnpear con unos conocimientos modestos de atnbas lenguas, y en el que, con slo evitar lo manifiestamente falso, poca diferencia hay entre lo mejor y lo peor. En cuanto a los frutos del arte y la ciencia, en cambio, cuando se pretende transplantarlos de una lengua a otra, entran en consideracin dos circunstancias que cambian el asunto por completo. Pues, si entre dos lenguas se correspondieran sus palabras de forma idntica, expresando idntico concepto con igual amplitud, si sus flexiones representaran idnticas relaciones, y sus formas de combinar se entrelazaran de manera que las lenguas, en realidad, slo fueran diferentes para el odo, en este caso, toda traduc-cin, mientras con ella se pretendiera transmitir slo el conocimiento del contenido de algo odo o escrito, sera tambin en el mbito del arte y la ciencia algo tan puramente mecnico co1no en el de las transaccio-nes comerciales; y podra decirse entonces de toda traduccin, excep ... tuados los efectos logrados mediante el tono y el acento, que propor-cionaba al lector extranjero una relacin con el texto y su autor como la que goza el propio nativo. Sin embargo, en todas las lenguas que no se hallan tan estrechamente emparentadas entre s cotno para poder consi-derarse casi slo dialectos unas de otras, justo lo contrario es lo que ocurre; y cuanto ms separadas estn entre s, por origen y tiempo, tanto ms se observa que ninguna palabra se corresponde exactamente con otra en dos lenguas diferentes, y que ninguna forma de flexin

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  • resume exactamente la misma variedad de casos de relacin en lenguas diferentes. Y al extenderse esta irracionalidad, por decirlo de algn modo, a todos los elementos de dos lenguas, naturalmente tiene que alcanzar tambin a aquel mbito del trato social. Sin embargo, cierto es que aqu importa mucho 1nenos, y que apenas influye. Toda palabra que designa objetos y actividades que puedan tener su importancia est como homologada; y si, pese a ello, una sofistera vana y exagerada-Inente minuciosa quisiera precaverse an contra una posible acepcin diferente de los vocablos, entonces la cosa misma lo equilibrara todo de nuevo con la mayor rapidez. Todo lo contrario sucede en el terreno del arte y de la ciencia, y dondequiera que prevalezca el pensamiento, que es uno con la palabra, y no el objeto, que en la palabra como signo quiz arbitrario pero claramente determinado no tiene sino su representacin. Pues cun infinitamente difcil y complejo se vuelve aqu el oficio! Qu exactitud de conocimiento, y qu do1ninio de a1nbas lenguas exige! Y los tns peritos en la materia, y los ms eruditos estudiosos de la lengua, aunque cotnpartan Ja conviccin de que es imposible hallar un equivalente exacto, cuntas veces discre-pan significati vatnente cuando quieren determinar aunque slo sea la expresin que ms se aproxitna a la de otra lengua!

    Y puede afirmarse esto con igual nfasis tanto de las expresiones vi vas y pintorescas de las obras poticas, como de las ms rebuscadas, de aquellas que designan lo ms ntimo y lo ms general de las cosas, de la ciencia ms elevada.

    Lo segundo, sin embargo, por lo que el verdadero traducir se con-vierte en un oficio muy diferente del mero interpretar, es lo siguiente: dondequiera que las palabras no estn completatnente determinadas por objetos que se hallan a la vista o hechos externos, que estas slo deben expresar, es decir, dondequiera que el hablante piense, en mayor o tnenor medida, de forma independiente, tiene este una doble relacin con la lengua, y sus palabras sern comprendidas cabahnente slo en la medida en que se comprenda esta relacin de forma correcta. Todo ser humano est, por un lado, en poder de la lengua que habla; l1nismo y todo su pensamiento son fruto de ella. No puede pensar, con completa concrecin, nada que se halle fuera de los lmites de ella; la forma de sus conceptos, la naturaleza y los lnites de sus posibilidades de cotn-binacin le vienen predeterminados por la lengua en la que ha nacido, y en la que se ha educado; la razn y la fantasa se hallan determinadas por ella. Por otro lado, sin embargo, todo ser humano que piense de forma independiente, y que posea autonoma intelectual, a su vez, tambin forma la lengua. Pues, ctno, si no mediante estas influen-

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  • cias, podra haberse desarrollado?, cmo podra haber crecido desde su primitivo estado inicial hasta llegar a una forma ms perfecta en la ciencia y en el arte? En este sentido, pues, es la activa energa del individuo la que crea originalmente slo con el fin transitorio de comunicar un estado pasajero de la conciencia nuevas formas en la dctil materia de la lengua, de las cuales, sin embargo, perdura en la lengua unas veces algo ms; y otras, algo menos; algo que, por su parte, recogido por otros, sigue extendindose y desarrollando su fuer-za creadora. Es ms, puede decirse que slo en la medida en la que uno influye de esta forma en la lengua, ser escuchado ms all de

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    su propio mbito inmediato. Las palabras que pueden reproducirse una y otra vez de esta misma forma, por mil y un rganos, necesariamente se desvanecen pronto; slo pueden y deben seguir existiendo aquellas que constituyen un nuevo 1nomento en la vida de la lengua misma. De ah que todas las palabras libres y superiores deban ser comprendidas de manera doble: en parte, en el espritu de la lengua de cuyos elemen-tos se componen, como manifestacin sujeta a este espritu, condicio-nada por l, y trada a la vida en l en la persona del hablante; y, por otra parte, deben ser comprendidas desde el punto de vista del alma del hablante, como obra suya, que slo de su particular existencia ha nacido en esta forma, .Y que slo por ella es explicable. Ms an, cualquier manifestacin de esta naturaleza solamente se co1nprende, en el sentido superior de la palabra, cuando sus dos aspectos se entienden conjuntamente y en su verdadera relacin recproca, de forma que se sepa cul de los dos predo1nina en el conjunto o en las diferentes partes. Las palabras nicatnente pueden entenderse tambin como obra del hablante cuando simultneamente se siente dnde y cmo se ha apoderado de este la fuerza de la lengua, cmo los rayos del pensa-miento han trazado su camino serpenteando en torno a las lneas con-ductoras de la lengua, dnde y cmo se ha quedado detenida en sus formas la inaprehensible fantasa. Las palabras, por otra parte, nica-mente pueden entenderse tatnbin como producto de la lengua, y como Inanifestacin de su espritu cuando se siente, por ejemplo, que slo un g1iego poda pensar y hablar de tal o cual forma, que slo esta lengua poda obrar de esta forma en el espritu humano , al sentir a la vez que slo este hombre poda pensar y hablar en griego de esta forma, que slo l poda coger la lengua y tomarla de tal o cual manera, que as se manifiestan slo su manera particular y viva de apropiarse de las riquezas lingsticas, slo su sentido para la medida y la eufona, slo su propia capacidad de pensi:uniento y de dar forma. Si, por lo tanto, incluso en una y la misma lengua ya resulta difcil la

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  • comprensin en este terreno, y si esta exige una exacta y profunda penetracin en el espritu de la lengua y en las peculiaridades del autor, cunto ms no ser un arte superior cuando se trate de los frutos de una lengua extranjera y distante! Ahora bien, quien haya llegado a dominar ese arte de la inteleccin, mediante los ms diligentes esfuer-zos respecto de la lengua, mediante el exacto conocimiento de toda la vida histrica del pueblo del que se trate, y mediante la ms completa comprensin de ciertas obras y sus autores, ese, sin duda, pero tambin slo ese, puede sentir el deseo de atreverse a descubrir a sus compatrio-tas y a sus contemporneos esa n1is1na comprensin de las obras Jnaes-tras del arte y la ciencia. Las dudas, no obstante, incrementarn cuando se acerque a la tarea, cuando desee definir con exactitud sus intencio-nes, y considere sus medios. Debe proponerse establecer relacin tan directa como la que hay entre el autor y los lectores de una misma lengua, pero entre individuos tan completamente ajenos entre s como lo seran los lectores y un autor de lenguas diferentes? O, si slo pretende descubrir tambin a sus lectores idntica comprensin e idn-tico disfrute que l posee, es decir que retengan la impronta del esfuer-zo, y que conserven entremezclado el sentitniento de lo ajeno, cmo ha de conseguir aunque slo sea esto, por no hablar de aquello, con los medios de que dispone? Para que sus lectores comprendan, tienen que recibir el espritu de la lengua original del autor, y poder apreciar su peculiar manera de pensar y su mentalidad; y para lograr ambas cosas, no puede ofrecerles sino su propia lengua, que en ninguna parte coinci-de plenamente con aquella, y puede ofrecerse l mismo, tal y cotno ha entendido a su autor, unas veces con 1ns claridad, otras con menos, y tal y como lo achnira y estima, unas veces ms; otras, 1nenos. No parece la traduccin, as considerada, una empresa disparatada? Por ello, en la desesperanza de alcanzar este objetivo, o, si se prefiere, antes de que pudiera llegar a figurarse este con claridad, se han inven-tado no para el verdadero sentido artstico y lingstico, sino, por un lado, para la necesidad intelectual, y, por otro, para el arte del espri-tu dos formas diferentes de fomentar el conocniento de las obras escritas en otras lenguas, suprimiendo con violencia alguno de aquellos obstculos, evitando prudentemente otros, pero renunciando por com-pleto a la idea de la traduccin que aqu se presenta: se trata de la parfrasis y la nitacin. La parfrasis pretende triunfar sobre la irra-cionalidad de las lenguas, pero slo de modo mecnico. Proclama la parfrasis: Aunque no halle en mi lengua la palabra equivalente de la lengua original, intentar cuando menos aproximarme lo ms posible a su valor, mediante la agregacin de complementos restrictivos o ampli-

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  • fica6vos. As, con torpeza, se abre paso entre un enojoso demasiado y un insoportable demasiado poco, por un camino en el que se acumulan los detalles inconexos. De esta forma quiz pueda reproducir el conte-nido con una exactitud limitada, pero renuncia por completo a la im-presin; y es que la palabra viva est irremisiblemente muerta cuando todos sienten que as no podra haber nacido originahnente de un alma hutnana. El para.frasta trata los elementos de ambas lenguas como si fueran signos matemticos que mediante adicin o substraccin pudie-ran reducirse a idntico valor, y en este procedimiento no puede apare-cer el espritu de la lengua transformada, ni el de la lengua original. Si, adems, la parfrasis pretende sealar psicolgicamente, mediante in-cisos intercalados a modo de mojones orientativos, las huellas de la asociacin de pensamientos donde estas sean muy tenues, y tiendan a desvanecerse, entonces aspira, a la vez, en el caso de composiciones difciles, a hacer las veces de un comentario, Jo cual menos an puede considerarse una forma de traduccin. La imitacin, en cambio, se resigna ante la irracionalidad de las lenguas; reconoce que de una obra de arte verbal no puede obtenerse en otra lengua ninguna copia que en cada una de sus partes diferentes se corresponda exactatnente con las del otiginal; antes bien, ante la heterogeneidad de las lenguas, de la que dependen esencialmente tantas otras heterogeneidades, no queda otro remedio que componer una reproduccin, un conjunto compuesto de partes evidentemente diferentes de las del original, pero que se aproxi-me en su efecto a aquel otro conjunto tanto como lo permita la hetero-geneidad del material. Semejante reproduccin ya no mantiene la iden-tidad con aquella obra, y de ningn modo se pretende con ella repre-sentar el espritu de la lengua original, ni que este acte en ella, sino que ms bien se atribuye .a lo ajeno que ste haya creado toda clase de cosas. Y en ca1nbio, lo nico a lo que aspira una obra de esta ndole, habida cuenta de la heterogeneidad de la lengua, las costumbres, la educacin, es a representar para sus lectores, en la mayor medida posible, aquello que ofreci el original a sus primeros lectores; por querer mantener la homogeneidad de la impresin, se renuncia a la identidad de la obra. El imitador, por consiguiente, no pretende en absoluto poner en contacto al escritor del original con el lector de la reproduccin, porque no cree que sea posible una relacin directa entre ambos, sino que slo trata de crear en este ltimo una impresin parecida a la que recibieron del original quienes hablaban la lengua, y eran contemporneos del autor. La parfrasis se emplea ms en el mbito de las ciencias; la imitacin, ms en el del arte; y as como cualquiera reconoce que una obra de arte pierde, cuando se parafrasea,

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  • su tono, lustre y todo contenido artstico, hasta ahora probablemente no habr quien haya incurrido en la necedad de intentar la imitacin de una obra maestra de la ciencia tratando libremente su contenido. Nin-guno de estos dos procedimientos, sin embargo, puede satisfacer a aquel que pretende, compenetrado del valor de una obra maestra ex-tranjera, extender el mbito de influencia de esa a los que hablan su propia lengua, y que observa ese otro concepto de traduccin ms riguroso. Por lo tanto, ninguno de los dos, al constituir ambos una desviacin de ese concepto, puede analizarse y juzgarse aqu con ms detenimiento: figuran aqu slo como seales de los lnites del mbito que propiamente nos ocupa.

    Ahora bien, el autntico traductor, que pretende conducir a su verdadero encuentro a estas dos personas totalmente separadas que son el autor del original y su propio lector, y pretende proporcionarle a este ltimo, sin forzarle, por otra parte, a salir del mbito de su lengua materna, una comprensin y un disfrute lo ms correctos y completos posible del primero: qu camino debe seguir para lograrlo? A mi juicio, slo hay dos: o bien el traductor deja al escritor lo ms tranquilo posible, y hace que el lector se acerque a l; o bien deja lo tns tranquilo posible al lector, y hace que el autor se acerque a l. Tan completamente diferentes entre s son ambos que, en cualquier caso, hay que seguir uno de los dos con el tnayor rigor posible, pues de lo contrario cualquier tnezcla dara necesariamente un resultado muy du-doso, y sera de temer que lector y escritor no llegasen a encontrarse nunca. La diferencia entre ambos mtodos, y su relacin mutua, son ms que evidentes. Porque, en el ptimer caso, el traductor se esfuerza por suplir con su trabajo la carencia de conocimiento, por parte del lector, de la lengua original. La misma imagen, la misma impresin que l obtuvo de la obra, mediante su conocimiento de la lengua original, intenta transmitirlas a sus lectores, y pretende, por lo tanto, al hacer esto, acercarlos a su propio lugar, que, en realidad, no les es propio. Si, en cambio, la traduccin quiere dejar hablar, por ejemplo, a un autor latino, tal y como habra hablado y escrito si hubiera sido alemn, y se hubiera dirigido a alemanes, pues entonces no slo mueve al autor, de este modo, hasta el lugar que ocupa el traductor, puesto que para este tampoco habla alemn, habla latn, sino que lo introduce directamente en el mundo de los lectores alemanes, y lo convierte en uno de ellos, y precisamente este es el otro caso. La primera traduccin ser perfecta a su manera, si puede decirse que, si el autor hubiera aprendido alemn tan bien como el traductor latn, habra traducido su obra, originalmente compuesta en latn, de igual modo como realmente

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  • lo hizo el traductor. La otra, en cambio, que no muestra al autor como l mismo la habra traducido, sino tal y como l la habra escrito en su forma original, siendo alemn, en alemn, apenas poseer otro criterio de petfeccin que el de poder afirmar que si se pudiera convertir al conjunto de lectores alemanes en conocedores y contemporneos del autor, la obra misma se habra convertido para ellos exactamente en aquello que ahora, al haberse transformado el autor en alemn, es para ellos la traduccin. Es en este mtodo, al parecer, en el que piensan quienes se sirven de la frmula de que debe traducirse a un autor tal y como l mismo habra escrito en alemn. Sin duda, de este contraste se infiere inmediatamente lo diferente que ha de ser el procedimiento en cada caso particular, y qu incomprensible y estril sera todo si se quisiera alternar ambos mtodos en el mismo trabajo. Pero me permito afirmar adems que aparte de estos dos mtodos no hay un tercero que persiga un fin determinado. Y es que no hay ms procedimientos posibles. Las dos partes separadas tienen que encontrarse en un punto medio, y este ser siempre el del traductor, o bien una debe trasladarse por co:mpleto al lugar de la otra; y de estas dos .maneras slo una cae dentro del campo de la traduccin; la otra se dara cuando, en nuestro caso, los lectores alemanes llegasen a aduearse de la lengua latina, o, mejor dicho, cuando esta se apoderase de ellos por completo, hasta llegar a la completa transformacin. Por lo tanto, por mucho que se hable de las traducciones palabra por palabra o por el sentido, sobre las fieles y las libres, y cuantas expresiones, adems de estas, hayan preva-lecido, si estas deben entenderse como mtodos diferentes, hay que poder reducirlos a aquellos dos. Y si, por el contrario, deben sealar errores y virtudes, entonces lo fiel y lo conforme al sentido o lo demasiado literal o lo de1nasiado libre sern cosas diferentes en un mtodo y en el otro. Mi intencin es, por consiguiente, y dejando aparte las cuestiones particulares sobre este asunto que ya han sido

    tratadas por los expertos en materia de arte, la de analizar slo los rasgos ms generales de ambos mtodos, eliminando as obstculos para que se comprenda en qu consisten las particulares ventajas e inconvenientes de cada uno de ellos, y desde qu lado alcanza cada uno, por lo tanto, mejor el fin de la traduccin, y cules son los lmites de su respectiva aplicabilidad. Tras un resumen tan general, quedaran dos cosas por hacer, para las que este ensayo no puede ser sino una introduccin. Para cada uno de los dos mtodos, y con relacin a los diferentes gneros discursivos, podran esbozarse unas reglas, y po-dran compararse y juzgarse los ms excelentes intentos que se han llevado a cabo en ambas direcciones para aclarar el asunto algo ms.

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  • Tengo que dejar ambas cosas para otros, o al menos para otra oca in. El mtodo que aspira a dar al lector, medjante la traduccin, la

    jmpresin que iendo alemn recibnia a travs de la lectura de la obra en su lengua original, previamente tiene que determinar, sin duda, qu clase de comprensin de la lengua original es la que propiamente desea nitar. Y es que hay una compren in que e te mtodo no debe imitar, y hay otra que no puede imitar. La primera e una comprensin escolar que avanza de forma chapucera a travs de cada detalle particular, con dificultad y casi con asco, y que, por tanto, todava no llega a alcanzar una clara visin del todo, una nocin viva del conjunto. Mientras la parte culta de un pueblo, en conjunto, no tenga experiencia de una penetracin ms profunda de las lenguas extranjeras, e peremo que el genio tutelar de aquello que han llegado ms lejos preserve tambin a estos de emprender traducciones de esta clase. Pues, si quisieran erigir como norma su propia comprensin, ellos mismos apenas seran com-prendidos, y poco sera lo que lograran ; i , en can1bio, su traduccin pre tendiera representar la co1nprensin comn, entonce lo abucheos y pateos no deberan cesar hasta desalojar lo ms pronto posible esta tosca obra de los escenarios. En tal poca, por lo tanto, son imita-c iones libres Jas que deben despertar y pulir el gusto por lo extranjero, y las parfrasis la que deben preparar una comprensin m general , parar abrir as el camino a las traducciones 1 No hay otra compren in que ningn traductor puede imitar. Y e, que, si pcn amo en eso hombres admirables, que suele producir la naturale-za de vez en cuando, cotno i quisiera de1nostrar que en cierto ca o particulare tambin puede derribar los obstculo de la idio incrasia nacional, hombre que se identifican de forma tan singu1ar con una existencia ajena, que se adentran hasta el fondo, con su vida y su

    1 Esta e ra todava, n general, la situacin de los alemanes en aque l tiempo en que, segn expresan las palabra"i de Gocthe (A. m. L

  • pensamiento, en una lengua extranjera y en los frutos de esta, y que, al ocuparse por completo de un Inundo extranjero, se enajenan entera-mente de su mbito patrio y de su lengua materna; o si pensamos asimismo en esos hombres que se encuentran predestinados, por decir-lo as, a representar la riqueza de la lengua en toda su amplitud, y para quienes todas las lenguas que lleguen a conocer sean de alguna forma del todo equivalentes, y parezcan hechas a su medida: estos estn en un punto donde el valor de traducir se reduce a cero. En efecto, puesto que en su comprensin de las obras extranjeras ya no interfiere ni la ms mniina influencia de la lengua materna, y como no adquieren la conciencia de su comprensin de ninguna forma en su lengua materna, sino que ellos tnistnos, completamente adaptados a la lengua original, la toman de for1na inmediata de esta, sin advertir inconmensurabilidad alguna entre su pensamiento y la lengua en la que leen, as, ninguna traduccin puede alcanzar o representar su comprensin. Como tradu-cir para ellos sera co1no echar agua al mar o incluso al vino, suelen sonrer compasivos desde sus alturas ante los intentos que se hagan en este terreno. Pues claro, si el pblico para el que se traduce fuera igual que ellos, no habra necesidad de semejante esfuerzo. La traduccin se dirige, por consiguiente, a un estado que se halla justo en medio de estos dos; y el traductor, por lo tanto, tiene que proponerse proporcio-nar a su lector tal imagen y tal disfrute como la lectura de la obra en la lengua original brinda al ho1nbre culto, a quien solemos llamar, en el mejor sentido de la palabra, aficionado y conocedor, que conoce a fondo la lengua extranjera, sin que llegue a serie nunca familiar; que no tiene que volver a pensar, como el estudiante, cada elemento en la lengua 1naterna antes de poder formarse una idea del conjunto, pero que, por otra parte, incluso all donde menos estorbos hay para disfru-tar de la belleza de una obra, sigue teniendo siempre una clara concien-cia de las diferencias entre esa lengua y su lengua tnaterna. Ciertamen-te, an despus de determinar estos puntos, el mbito de accin y la delimitacin de esta forma de traducir siguen siendo, a nuestro parecer, bastante imprecisos. Lo nico evidente es que as como el afn por traducir slo puede nacer cuando se haya extendido entre la parte culta del pueblo una cierta capacidad para el trato con las lenguas extranje-ras, de igual modo, arte slo se acrecentar y apuntar hacia metas cada vez ms altas a medida que el gusto por las obras del intelect9 extranjeras y su conocimiento se extiendan y refinen entre aquella parte del pueblo que ha perfeccionado y educado su odo sin hacer de la ciencia de las lenguas su verdadero oficio. Pero, a la vez, no pode-mos pasar por alto el hecho de que cuantos ms son los lectores

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  • sensibles respecto de estas traducciones, tanto mayores son los obst-culos que se yerguen en el curso de esta empresa, sobre todo cuando se tienen en cuenta los ms singulares productos del arte y la ciencia de un pueblo, los cuales, sin duda, son los objetos ms importantes para un traductor. Y es que, as como la lengua es una cosa histrica, no puede haber un verdadero sentido para ella si no hay un sentido para su historia. Las lenguas no se inventan; adems, todo trabajar puramente arbitrario con ellas o en ellas es una necedad; pero se descubren paula-tinamente, y la ciencia y el arte son las fuerzas que fomentan y coronan este descubrimiento. Todo espritu eminente en el que se configuren, en una de las dos formas, y, de manera caracterstica, una parte de las intuiciones del pueblo, trabaja y obra para tal fin en la lengua, y sus obras, por consiguiente, deben contener ta1nbin una parte de su histo-ria. Esto le acarrea, al traductor de obras cientficas, grandes e incluso, a veces, insuperables dificultades; pues, quien, provisto de conoci-mientos suficientes, lee una excelente obra de esta clase, en la lengua original, no se le ocultar fcilmente la influencia de aquella obra en la lengua. Nota qu palabras, qu combinaciones se le presentan all todava con el primer esplendor de la novedad; ve c1no se introducen subrepticia1nente en la lengua, por la peculiar necesidad de este espri-tu y por su fuerza designadora; y esta observacin detennina en gran medida la impresin que recibe. Por lo tanto, una parte inherente a la tarea de traducir consiste en transmitir precisamente eso al lector; al no hacerse as, se pierde 1nuchas veces una parte muy importante de lo que le est reservado. Pero, cmo puede conseguirse esto? Ya en los casos particulares, cuntas veces ser precisamente una palabra anti-gua y gastada la que mejor corresponda, en nuestra lengua, a una palabra nueva del original, de modo que el traductor, si hasta aqu pretendiera demostrar la potencialidad de la obra de influir creativa-In.ente en la lengua, tendra que poner un sentido ajeno en este lugar, y, poi consiguiente, tendra que desviarse al campo de la imitacin! j Cun-tas veces, aunque pueda traducir lo nuevo por algo nuevo, la palabra ms anloga, por composicin y etimologa, no ser sin embargo la que 1ns fielmente reproduzca el sentido, obligndole al traductor, a pesar de todo, a recurrir a otras reminiscencias si no quiere vulnerar el contexto inmediato! Tendr que consolarse con poder recuperar lo perdido en otros pasajes en los que el autor se sirvi de palabras antiguas y conocidas, y con lograr as en el conjunto lo que no pudo conseguir en cada caso particular. Sin embargo,. cuando se contempla la formacin de las palabras de un maestro en todo su conjunto, y el uso de palabras y de radicales etimolgicamente emparentados que

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  • hace en muchos escritos relacionados entre s, cmo puede el traduc-tor hallar el camino que lo conducir al xito si el sistema de conceptos y sus signos es totalmente diferente en su lengua respecto de la del original, y si los grupos etimolgicos, en vez de ser paralelos y con-gruentes, ms bien se entrecruzan recprocamente en las ms capricho-sas direcciones? De manera que es imposible que el uso de la lengua por parte del traductor posea en todas partes idnticas coherencias que el del autor. Aqu, tendr que darse por satisfecho con lograr, en los casos particulares, lo que no podr lograr en el conjunto. Solicitar a sus lectores que no sean tan rigurosos como los del original al compa-rar un escrito con los dems, sino que juzguen cada uno ms bien por separado, y, ms an, que lo alaben si dentro de las obras aisladas, e incluso muchas veces slo en ciertos pasajes de estas, ha sabido con-servar, en relacin con los asuntos de mayor relieve, tal unifortnid.ad que una palabra no sea canjeada por multitud de sustitutos entera1nente diferentes, y que no reine en la traduccin una diversidad multicolor donde en la lengua original hay. un constante y estrecho parentesco en la expresin. Es en el mbito de la ciencia, sobre todo, donde se acumulan estos obstculos; otros hay, y no menos importantes, en el terreno de la poesa y tambin en el de la prosa artstica, para las que el elemento musical de la lengua, manifiesto en el ritmo y la modulacin, posee asimismo una significacin sealada y superior. Todo el Inundo advierte que el espritu ms delicado, el superlativo encanto del arte, en sus obras 1ns logradas, se pierde cuando se desatiende o se destruye esto. Por lo tanto, lo que del original advierte el lector sensible respecto de estos aspectos, como peculiar, como intencionado, co1no efectivo, por lo que se refiere al tono y la disposicin de nimo, como determi-nante para el acompaamiento mmico o musical de las palabras, tam-bin esto debe transmitirlo de igual forma nuestro traductor. Pero, cuntas veces casi es un tnilagro que no haya que decir siempre-no estarn irreconciliablemente reidas entre s la fidelidad rtmica y meldica, por un lado, y la dialctica y gramatical, por otro! Qu difcil ser evitar que al dudar qu sacrificar aqu, qu all, no se obtenga precisamente con harta frecuencia lo peor! Qu difcil ser conseguir siquiera que restituya el traductor, imparcialmente y de ver-dad, lo que haya tenido que suprimir en cada aspecto cuando se le brinde la ocasin, y que no caiga, aunque sea de forma inconsciente, en una continuada parcialidad debido a que sus simpatas lo inclinen con mayor fuerza hacia un elemento artstico que a otro! Y es que si su

    amor a las obras de arte se orienta sobre todo hacia la exposicin y tratamiento de asuntos de ndole tica, entonces le ser ms difcil

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  • advertir dnde ha pecado contra lo mtrico y lo musical de la forma, y se conformar, en lugar de buscar un equivalente, con una traduccin de esta forma que tienda ms bien a la sencillez y, en cierto modo, a lo parafrstico. En cambio, en el caso de que el traductor sea msico o conozca los preceptos de la mtrica, entonces postergar el elemento lgico para aduearse de lo musical de forma exclusiva; y al involu-crarse cada vez ms en esta parcialidad, cuanto ms avance, tanto menos satisfactorio ser el resultado. Y cuando se compare la traduc-cin, en conjunto, con el original, se hallar que, sin darse cuenta, se aproxima progresivamente a aquella mezquindad del escolar que ante los detalles pierde de vista la visin de conjunto, pues cuando, por virtud de la analoga material de tono y ritmo, se reproduce lo que en una lengua es sencillo y natural con expresiones difciles y chocantes, entonces el conjunto no dejar de causar una impresin enteramente diferente.

    Son dificultades de 1nuy diferente ndole las que se presentan cuan-do el traductor dirige la mirada a la relacin que mantiene con la lengua en que escribe, y a la relacin entre la traduccin y el resto de sus obras. Si exceptuamos a aquellos maestros prodigiosos que extien-den por igual su dominio sobre varias lenguas, o que, incluso, tienen por natural otra lengua adems de la materna, y para quienes no se puede traducir de ninguna manera, con1o ya hemos dicho, el resto de los lectores, por grande que sea la fluidez con la que lee en una lengua extranjera, siempre conserva, sin embargo, una sensacin de extraeza. Qu debe hacer el traductor para transmitir tambin a sus a quienes se presenta una traduccin en su lengua materna, precisamente

    esta sensacin de que se hallan ante algo extranjero? Ciertamente, se dir que la solucin de este rompecabezas se encontr ya hace tiempo, .y que en nuestra lengua se ha resuelto con frecuencia quiz demasiado bien, porque cuanto ms se cie la traduccin a los giros del original, tanto ms extranjera le parecer sin duda al lector. S, y en verdad es muy fcil, en general, sonrerse ante este mtodo. Pero si se desea que este contento no resulte demasiado barato, si uno no desea medir lo magistral y ptimo junto con lo psimo y escolar con el mismo rasero, hay que reconocer entonces que un requisito indispensable de este mtodo de traducir es una orientacin de la lengua que no slo no es cotidiana, sino que deja entrever adems que, en vez de haber crecido esta en plena libertad, se la ha obligado en direccin a una similitud y hay que admitir que hacer esto con arte y mesura, sin perjui-cios propios ni de otra lengua, es quiz el mayor obstculo que nuestro traductor tiene que superar. La empresa se presenta como el ms mara-

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  • villoso estado de degradacin al que puede llegar un escritor con talento. Quin no querra presentar su lengua materna en todo mo-mento con la belleza ms idiosincrsica de un pueblo de la que sea capaz cada gnero? Quin no preferir engendrar hijos legtimos que tnejor representen la estirpe paterna, antes que mestizos? A quin le gustar imponerse el deber de mostrarse con movimientos menos gi-les y elegantes de los que es capaz, y aparecer, al menos en ocasiones, tosco y rgido, para sorprender lo suficiente al lector para que no pierda conciencia de la cosa? Quin admitir de buen grado que se le tome por torpe, cuando se esfuerza por mantenerse prximo a la lengua extranjera tanto como le autoriza la propia, y que se le censure, como a aquellos padres que entregan sus hijos a los saltimbanquis, por acos-tumbrar su propia lengua a las nada naturales contorsiones extranjeras, en vez de adiestrarla con habilidad en la gnnasia nacional! A. quin, por ltimo, le gustara que fuesen precisamente los 1ns expertos cono-cedores y maestros quienes ms compasivamente se sonriesen ante l, alegando que apenas comprenderan ese alemn suyo, dificultoso y precipitado, si no recurrieran a su propio alemn, un aletnn helnico y romano! Estos son los sacrificios que esa clase de traductor .necesaria-mente ha de ofrecer, estos son los peligros a los que se expone si en su afn por mantener lo extranjero, en el tono de la lengua, se desva de una lnea finsima; y de los que incluso as, en todo caso, no llega a librarse del todo, porque todos se trazan esa lnea de manera algo diferente. Si luego, adems, considera la inevitable fuerza de la cos-tumbre, puede llegar entonces a temer que desde el ejercicio de la traduccin se introduzcan inadvertidamente tambin en sus obras libres y originales ciertas cosas speras y 1nenos apropiadas, y que se le insensibilice, en cierta medida, su fino sentido del bienestar patrio de 'la lengua. Y si piensa, incluso, en la poblada legin de los imitadores, y en la indolencia y mediocridad que gobiernan al pblico formado por los escritores, debe entonces asustarse de cunta laxitud e irregulari-dad, de cunta verdadera torpeza y dureza, de cunta degradacin lingstica de toda ndole quiz tambin l tenga que responsabilizarse, pues sern casi exclusivamente los mejores y los peores los que no pretendan sacar un falso provecho de sus esfuerzos. Se han escuchado con frecuencia las quejas de que semejante manera de traducir inevita-blemente tiene que perjudicar desde dentro la pureza de la lengua, y su sosegado desarrollo. Y aunque, de momento, no queremos considerar-las, con el consuelo de que frente a estas desventajas tambin habr quiz ventajas, y de que, as como todo lo bueno est mezclado con algo malo, la sabidura consiste precisamente en acopiar lo ms posible

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  • de lo primero, y lo menos posible de lo segundo; de esta ,difcil tarea de representar lo extranjero en la lengua materna se infiere, en todo caso, lo siguiente: en primer lugar, que este 1ntodo de traducir no puede prosperar en todas las lenguas por igual, sino slo en aquellas que no se encuentren aprisionadas por cadenas demasiado inflexibles de una expresin clsica, fuera de la cual todo es censurable. Estas lenguas cautivas pueden buscar una ampliacin de sus do1ninios ha-cindose hablar por extranjeros que necesiten ms lenguas adems de la que les sea propia; sin duda esas lenguas se prestarn para esto exquisitamente. Pueden apropiarse de obras extranjeras mediante imi-taciones, o tal vez mediante traducciones de aquella otra clase; esta manera, sin e1nbargo, la tienen que dejar a lenguas ms libres, en las que las anomalas y neologismos se toleren mejor, y de forma que de su acutnulacin pueda nacer en ciertas circunstancias un determinado carcter. En segundo lugar, se deduce de aquello con bastante claridad que esta forma de traducir no tiene ningn valor en absoluto si se practica en una lengua slo de forma aislada y casual. Y es que, obviamente, el propsito final no se consigue si al lector lo alcanza un espritu ajeno cualquiera; antes bien, si lo que se pretende es que l se haga una idea, aunque slo sea remota, de la lengua original y de lo que la obra le debe, y de esta forma se le quiere compensar por el hecho de que no la entienda, entonces no slo tiene que recibir la sensacin bastante vaga de que lo que lee no le suena del todo a vernculo, sino que debe sonarle a algo diferente y deter1ninado; esto, no obstante, slo es posible si puede hacer suficientes comparaciones. Si ha ledo algo de lo que sabe que se haya traducido de otras lenguas modernas o, en otros casos, de lenguas antiguas, y si est traducido de esta forma, entonces ya se le adiestrar el odo para distinguir lo antiguo de lo nuevo. Pero deber haber ledo mucho ms an para poder distinguir entre un origen griego y otro romano, o entre uno italiano y otro espaol. Y sin embargo, ni siquiera es este el objetivo supremo; antes bien, el lector de la traduccin slo igualar a los mejores lectores de la obra en la lengua original cuando, aparte del espritu de la lengua, tambin pueda vislu1nbrar y concebir poco a poco, con certeza, el singular espritu del autor en la obra, para lo cual el talento de la intuicin individual naturalmente es el nico rgano, pero precisamente para este es indispensable una cantidad an mayor de comparaciones. Y estas no se encuentran disponibles cuando en una lengua slo se traducen de cuando en cuando algunas obras de los maestros de algunos gneros. Por este camino, aun los lectores mejor formados slo pueden obtener un conocimiento muy imperfecto de lo

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  • extranjero a travs de la traduccin; y es impensable que puedan ele-varse hasta formarse un juicio verdadero, sea sobre el texto original, sea sobre la traduccin. Por ello, esta manera de traducir requiere, en cualquier caso, un proceso a gran escala, un transplante de literaturas enteras a otra lengua, y, por lo tanto, slo tiene sentido y valor en un pueblo que tenga una firme determinacin de hacer suyo lo ajeno. Los trabajos aislados de esta ndole slo tienen un valor relativo como precursores de un inters por este procedimiento, que se desarrolla y forma de una manera ms general. Si no logran despertar este inters, entonces es que en el espritu de la lengua y de la poca hay algo en contra de ellos, y entonces slo aparecern como intentos fallidos, y, por s solos, poco o ningn xito tendrn. Pero incluso si la cosa llega a levantar el vuelo, no es de esperar fcilmente que un trabajo de esta ndole, por exquisito que sea, encuentre una aceptacin general. Con las muchas precauciones que hay que tomar, y con los obstculos que hay que vencer, deben formarse varias opiniones sobre qu partes de la tarea han de recibir ms atencin, y cules han de ser secundarias. De este modo, se formarn entre los maestros diferentes escuelas, por decirlo as, las que, a su vez, formarn sus partidos de adeptos entre el pblico; y aunque un solo mtodo sea la base comn, podrn coexistir, sin duda, varias traducciones de una rnistna obra, concebidas segn diferentes criterios, de las cuales no podr decirse que sea una, en conjunto, ms perfecta o inferior, sino que slo algunas partes estarn mejor logradas en una; y otras, en las dems; y slo todas juntas y relacionadas entre s, segn y cmo una u otra hagan hincapi en esta o aquella aproximacin al original, o en este o aquel cuidado de la propia lengua, completarn finalmente la tarea, mientras que cada una por s sola nunca tendr sino un valor relativo y subjetivo.

    Estas son las dificultades con las que se enfrenta este mtodo de traduccin, y las imperfecciones que le son esencialmente inherentes. Pero, reconocidas estas, hay que valorar, por otro lado, la propia em-presa, a la que no se le puede negar mrito. Depende este de dos condiciones, que la comprensin de obras extranjeras sea un fenmeno comn y deseado, y que a la propia lengua se le reconozca una cierta flexibilidad. Donde se cumplen estas, tal manera de traducir llega a convertirse en asunto cotidiano, interviene en todo el proceso del desa-rrollo intelectual, y como se le atJ.ibuye un cierto valor, proporcionar adems un disfrute seguro.

    Y, por otra parte, cmo se presenta ahora el mtodo contrario, el cual, sin exigirle esfuerzos ni fatigas al lector, pretende colocar al autor extranjero como por arte de magia en su inmediata presencia, y preten-

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  • de mostrar la obra tal y como sera si el propio autor la hubiera escrito originalmente en la lengua del lector? Esta pretensin se ha enunciado no pocas veces como la que habra que exigirle al verdadero traductor, y como superior y ms perfecta en comparacin con la anterior. Tam-bin ha habido esfuerzos concretos y acaso trabajos magistrales que muy ostensiblemente se haban propuesto alcanzar esta meta. Veamos, pues, cmo se presenta esto, y si tal vez no sera bueno que este procedimiento, hasta ahora, sin duda, menos comn, llegase a ser ms usado, y llegase a desplazar a aquel otro arriesgado y en muchos aspectos insuficiente.

    Lo que advertimos en seguida es que de este mtodo la lengua del traductor nada tiene que temer. Su primera norma ha de ser la de no permitirse, con ocasin de la relacin que su trabajo mantenga con una lengua extranjera, nada que no se autorice tambin a todos los escritos originales del mismo gnero en la lengua del traductor. Ms an, el traductor, como cualquier otro, tiene que observar, al menos, el mismo esmero en lo que se refiere a la pureza y perfeccin de la lengua, y tiene que perseguir la misma agilidad y naturalidad en el estilo que se admire en el autor en su lengua original. Y no es menos cierto que, si queremos darles a nuestros compatriotas una idea ntida de lo que determinado autor representaba en su lengua, no podemos servirnos de mejor frmula que la de presentarlo hablando como debemos imagi-narnos que habra hablado en nuestra con mayor motivo cuan-do el grado de desarrollo en que encontr su lengua guarda cietto parecido con el de la nuestra en este motnento. En cierto sentido podemos imaginar cmo habra hablado Tcito si hubiera sido alemn; es decir, siendo ms exactos, cmo hablara un alemn que fuese en nuestra lengua lo que Tcito fue en la suya. Dichoso quien lo imagine de forma tan viva que pueda hacerle hablar de verdad! Mas que esto pueda conseguirse, hacindole hablar de lo que el Tcito romano ha-blaba en latn, es asunto diferente, sobre el que no es sencillo pronun-ciarse de forma afirmativa. Una cosa es comprender correctamente y representar de alguna forma la influencia que ha ejercido una persona sobre su lengua, y cosa muy diferente es querer saber cmo habran cambiado su pensamientos y su expresin si hubiera estado acostum-brado a pensar y a expresarse originalmente en otra lengua! Quien se halla persuadido de que pensamiento y expresin son esencial, interior y completamente' la misma cosa y que sobre esta conviccin descan-sa ciertamente el arte de toda comprensin de la lengua, y, lo tanto, tambin de toda traduccin , puede querer separar a una persona de su lengua materna, y pensar que alguien o incluso una serie de pensa-

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  • mientas de una persona pueden llegar a ser una y la misma cosa en dos lenguas diferentes? Y aun admitiendo que en cierto modo sean diver-sas, puede arrogarse la prerrogativa de desmembrar las palabras hasta sus ms ntimos componentes, de separar de ellas toda participacin de la lengua, y, mediante un proceso nuevo y, por decirlo as, qumico, recombinar lo ms ntimo de estas palabras con la esencia y la fuerza de otra lengua? Para resolver este problema es obvio que habra que separar limpiamente todo lo que en la obra escrita de una persona, incluso de la manera ms insignificante, es recuerdo de lo que hubiera dicho u odo en su lengua materna desde la infancia, y habra que agregar entonces, en cierta forma, al desnudo y particular modo de pensar de la obra, concebido en su orientacin hacia un determinado objeto, todo aquello que fuera recuerdo de lo que l hubiera dicho u odo en la lengua extranjera desde el principio de su vida, o desde su primer conocimiento de ella, hasta alcanzar la capacidad de pensar y escribir en ella de forma original. Esto no ser posible hasta que se consiga recombinar productos orgnicos 1nediante artificiales procesos qumicos. Es ms, puede decirse que el propsito de traducir tal y como el autor habra escrito originalmente en la lengua a la que se le traduce no slo es inalcanzable, sino adems ftil y vano; pues quien reconozca la fuerza tnodeladora de la lengua, en su identidad con la idiosincrasia del pueblo, tambin ha de admitir que los tnejores han llegado a serlo, sobre todo en lo que se refiere al saber, y tambin en cuanto a la posibilidad de su representacin, con y a travs de la lengua, y por consiguiente ha de admitir que la lengua no es algo que se lleve de forma mecnica y externa, por decirlo as, como si se hallara sujeta por correas, y, como tiro de caballos que fcilmente pudiera sustituirse por otro, pudiera alguien, segn su capricho, engan-char su pensamiento tras otra lengua; y ha de admitir, en fin, por el contrario, que con originalidad slo se escribe en la lengua materna, y que, por lo tanto, de ninguna forma puede plantearse la pregunta de cmo habra escrito sus obras un autor en otra lengua. Contra esto, por otra parte, se alegarn sin duda dos casos que ocurren con bastante frecuencia. En primer lugar, es cierto que hubo en otros tiempos y no slo excepciones aisladas, que de estas an hoy las hay, sino abun-dantes ejemplos una capacidad de escribir e incluso de filosofar y poetizar con originalidad en otras lenguas diferentes de la materna. No se debera, pues, para obtener un criterio an ms fiable, atribuir mentalmente esta capacidad a todo escritor al que se quiera traducir? N o se podra, porque lo singular de esta capacidad reside en que slo se da en aquellos casos en que lo idntico no podra decirse de ninguna

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  • forma, o, al menos, no podra decirlo la misma persona en la lengua materna. Si nos remontamos a la poca en que comenzaban a formarse las lenguas romnicas, quin sabra decir cul era entonces la lengua materna de aquellas gentes? Quin se atrevera a negar que, para quienes mova un afn cientfico, el latn era ms propiamente su lengua materna que el romance? Ahora bien, para ciertas actividades intelectuales esto tiene ms largo alcance: en tanto que la lengua mater-na an no se haya desarrollado lo suficiente para estas actividades, aquella lengua sigue siendo la lengua materna, de forma parcial, en que se transmitieron aquellas corrientes intelectuales a un pueblo naciente. Grocio y Leibnitz no podan, al menos no sin transformarse en perso-nas totalmente diferentes, filosofar en alemn u holands. Es ms, an cuando aquelJa raz ya est completamente seca, y el acodo se haya desprendido por completo del viejo tronco, quien no sea por s mismo a la vez una fuerza modeladora y revolucionaria de la lengua, an tiene que adherirse de muchas formas voluntariamente o determinado por razones secundarias a otra lengua. A nuestro gran rey2, los pensamien-tos ms delicados y profundos le venan en una lengua extranjera, una lengua de la que se haba apropiado para estos fines de la forma ms ntitna. Era incapaz de poetizar y filosofar en alemn del modo en que lo haca en francs. Hemos de lamentar que la proclividad hacia Ingla-terra que prevaleca en parte de su familia no hubiera podido encauzar-se de forma que aprendiera la lengua inglesa desde su infancia, pues esta lengua floreca en su ltima Edad de Oro en aquellos momentos, y es tanto ms prxima a la alemana. Es lcito creer, a modo de consuelo, que si hubiera gozado de una educacin rigurosamente cientfica, ha-bra preferido filosofar y poetizar en latn antes que en francs. Puesto que todo esto se halla sometido a circunstancias particulares, y puesto que todos crean, pero no en cualquier lengua extranjera, sino slo en una determinada, y slo aquello que no han podido crear en la suya propia, as pues, nada prueba respecto de un mtodo de traducir que pretende mostrar cmo habra escrito alguien en otra lengua, lo que de hecho escribi en la suya propia. En cambio, el segundo caso, el de leer y escribir de forma original en otras lenguas parece ms favorable para este mtodo. Porque quin negar a nuestros cortesanos y hom-bres de mundo que las cortesas que salen de sus labios en otras lenguas tambin las han pensado de fo1ma espontnea en aquellas lenguas, sin traducirlas acaso primero para s del pobre alemn? Y as como es su fama saber decir estas gentilezas y sutilezas con igual

    2 Federico 11, el Grande, 1712- 1786, rey de Prusia. (N. del T.)

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  • soltura en muchas lenguas, tambin las pensarn en todas, sin duda, con idntica facilidad, y todos sabrn tambin de los dems bastante bien cmo habran dicho en italiano exactamente lo que acaban de decir en francs. Cierto es, por otra parte, que estos discursos tampoco pertenecen al mbito en que los pensamientos brotan con fuerza de la profunda raz de una lengua particular, sino que son como el berro que cualquier habilidoso hace crecer sin tierra ninguna sobre un pao blan-co. Estos discursos no son ni la sacra solemnidad de la lengua ni su bello y bien medido juego, sino que, como en estos tiempos los pue-blos se mezclan de for1na anteriormente desconocida, todo es mercado, y estas son conversaciones de mercado, sean de carcter poltico, lite-rario o recreativo; y de ninguna forma caen bajo el dominio de la traduccin, sino slo, por ejemplo, bajo el del intrprete. Si luego se renen se1nejantes discursos, al igual que se rene el velln para hacer fieltro, con el fin de formar un conjunto superior, y se convierten en escritura, como de vez en cuando puede ocurrir, entonces tal escrito, que est ambientado enteramente en la atmsfera ligera y elegante, sin revelar ninguna profundidad de la existencia, ni conservar ninguna peculiaridad del pueblo, puede traducirse conforme a esta regla; pero, adems, slo tal escrito, porque slo este pudo haber sido concebido originalmente igual de bien en cualquier otra lengua. Y no puede llegar esta norma ms lejos que quiz tatnbin hasta las puertas y antesalas de obras ms profundas y soberbias, que muchas veces tambin se am-bientan por completo en la esfera de la vida ligera de la sociedad. Y es que, cuanto ms los diferentes pensamientos de una obra, y su encade-namiento, estn impregnados de la idiosincrasia del pueblo, y quiz adems poseen incluso el cuo de una poca concluida hace ya mucho tiempo, tanto ms la norma pierde todo sentido. Porque por muy cierto que siga siendo, en muchas instancias, que slo mediante el conoci-miento de varias lenguas el hombre adquiere una cierta formacin, y se convierte en ciudadano del mundo, hemos de reconocer, por otra parte -as como no consideramos autntica aquella ciudadana del mundo que en momentos importantes suprime el amor a la patria , que tampoco, respecto de las lenguas, es tal amor general el amor justo y verdadermente instructivo, que pretenda equiparar para el uso vivo y superior, cualquier lengua, sea antigua o moderna, con la lengua ma-terna. Al igual que a una nacin, el hombre tambin debe decidirse a pertenecer a una lengua u otra; en caso contrario flotar sin sujecin en

    ' un enojoso espacio intermedio. Bien est que todava se escriba en nuestro pas en latn de forma oficial, para que permanezca vi va la conciencia de que ha sido esta la sacra y cientfica lengua materna de

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  • nuestros antepasados; es conveniente y provechoso que as suceda tambin en el mbito de la comn ciencia europea, para facilitar las relaciones, pero tambin en este caso slo se conseguir en la medida en que, para tales estudios, el objeto lo sea todo; y la opinin propia y la composicin, poco. Lo mismo sucede con las lenguas romnicas. Quien escribe en tales lenguas de forma obligatoria y oficial ciertamen-te ser consciente de que sus pensamientos, en el momento original de su nacimiento, son ale1nanes, y que muy pronto, mientras se forma el embrin, ya co1nienza a traducirlos; y quien se sacrifique de esta forma por la causa de la ciencia slo se hallar sin esfuerzo libre, y sin traducir de forma secreta, all donde se sienta seor absoluto de su objeto. Naturalmente, adems hay una libre aficin a escribir en latn o en cualquier otra lengua romnica, y si esta escritura tuviera realmente como propsito el de crear en otra lengua con igual perfeccin y originalidad que en la propia, yo la declarara, sin vacilar, un arte perverso y nigromntico, como lo sera el tener un doble fantasmal, con el cual el hombre no slo pensara burlarse de las leyes de la naturaleza, sino tambin confundir a los dems . Pero no creo que sea este el caso, y esta aficin es ms bien un juego sutil y 1nmico que es, cuando ms, un elegante pasatiempo de las antesalas de la ciencia y el

    arte. La creacin en otra lengua no es original, antes bien, el recuerdo de cierto escritor o del estilo de cierta poca, que en alguna medida representa a una persona colectiva, se halla grabado en el alma casi como una viva imagen exterior, cuya imitacin dirige y determina la creacin. De ah ta1nbin que por este camino rara vez nazca algo que aparte de la precisin mmica tuviera verdadero valor; y puede uno deleitarse con esta popular prestidigitacin con toda tranquilidad, cuanto ms la persona representada se trasluce por doquier con bastante clari-dad. En cambio, si alguien se ha convertido incluso, en contra de la naturaleza y la costumbre, en una especie de desertor de la lengua materna, y se ha rendido a otra, no se trata entonces en absoluto de escarnio afectado y falso cuando asegura que ya no sabe moverse de ningn modo en aquella, sino que es slo una justificacin que se debe a s mismo, que su condicin es de verdad un prodigio de la naturaleza

    .

    que desafa todo orden y regla, y es tambin una tranquilidad para los dems, que, al menos, saben que no se ha desdoblado como un fantasma.

    Pero ya nos hemos entretenido demasiado tiempo en lo extranjero, y hemos aparentado hablar sobre la escritura en otras lenguas, en lugar de hablar de la traduccin de otras lenguas. El caso, sin embargo, es el siguiente. Si no es posible escribir con originalidad en otra lengua algo digno de traduccin, considerada como arte, y que a la vez la requiera,

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  • o si esto constituye al menos una rara y maravillosa excepcin, tatnpo-co puede establecerse para la traduccin la regla de que ella debe expresar exactamente los mismos pensamientos que tendra el autor mismo en la lengua del traductor; porque no abundan lo ejemplos de escritores bilinges, de los que podra deducirse una analoga a la que podra atenerse el traductor; y este, al contrario, como hemos dicho, se hallar casi por completo, en toda obra que no se asemeje a la amena conversacin o al estilo comercial, a merced de su propia imaginacin. Y qu se podr objetar cuando el traductor le dice al lector: Aqu te presento el libro tal y como lo habra escrito el autor si lo hubiera escrito en alemn; y cuando el lector le contesta: Te estoy tan agra-decido como si me hubieras presentado el retrato del autor con el aspecto que tendra si su tnadrc lo hubiera concebido de otro padre? Pues, si de las obras que en un sentido superior pertenecen a la ciencia y al arte el pecu]iar espritu del autor es la madre, el padre ha de ser su propia lengua patria. Tanto el pritnero como el segundo de estos peque-os artificios apelan a unos conocimientos misteriosos que nadie po-see, y sJo como juego pueden disfrutarsc sin cuidado.

    Se confirma con claridad hasta qu punto la aplicabilidad de este mtodo es limitada, y su casi nulidad en el tn bi to de la traduccin, cuando se advierten los obstculos insuperables con los que se enfrenta en cierta ramas de la ciencia y el arte. Si ya en el uso cotidiano de Ja lengua hay que reconocer que son pocas palabras las que se correspon-den por completo con las de otra lengua, de forma que sean perfecta-mente intercambiables, y que incluso cuando se empleen en idnticas construcciones causen idntico efecto, ms an habr que reconocerlo en lo que se refiere a los concepto., tanto rns cuanto mayor carga filosfica soporten; y sobre todo, por lo tanto, habr que reconocerlo respecto de la filosofa. Aqu, ms que en cualquier otro mbito, toda Jengua abarca, a pesar de todas las opiniones coexistentes y sucesivas, un sistema de concepto que, precisamente por rozarse, relacionarse y complementarse en la mi rna lengua, forman un conjunto cuyas partes aisladas, sin embargo, no se corre ponden con las de ningn sistema de otras lenguas, descontando apena , 'Dios' y 'Ser', el sustantivo y el verbo originales. Incluso lo absolutamente universal, aunque se halle fuera del dominio de la idiosincrasia, est iluminado y teido por ella. Dentro de este sistema de la lengua tiene que brotar la sabidura de todos. Y todos se nutren de lo que hay, todos contribuyen a sacar a luz lo que no existe, pero ya se encuentra preformado. Slo as puede vivir la sabidura de cada uno, y puede dominar realmente su exi tencia, la cual, por cierto, l resume por completo en esta lengua. Es decir, si el

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  • traductor de un escritor filosfico no puede decidirse a obligar a la lengua de la traduccin, todo lo que pueda, hacia la lengua original, para hacer que se vislumbre si es posible el sistema de conceptos desarrollado en esta; y si, por el contrario, pretende que su escritor hable tal y como habra dado forma a sus pensamientos y palabras en una lengua ajena, qu ms puede hacer, dada la desemejanza de los eletnentos en ambas lenguas, que parafrasear aunque no consiga as su propsito, porque una parfrasis no puede parecer ni parecer nunca nada nacido originalmente en la propia lengua o transformar obliga-toriamente toda la sabidura y la ciencia de su autor en el sistema de conceptos de la otra lengua, y as sucesivamente con todas y cada una de sus partes, procedimiento este que no per1nite prever cmo se podra poner lmites a la ms absoluta arbitrariedad? Ms an, hay que decir que quien tenga un 1nnimo respeto por los afanes filosficos y su desarrollo no puede entregarse de ninguna manera a juego tan frvolo. Que me perdone Platn si del filsofo paso al dramaturgo. En lo que a la lengua se refiere, la comedia es el gnero artstico que ms cerca se halla del mbito de la conversacin social. Todo lo que se representa recibe su vida de las costumbres de la poca y del pueblo, que, a su vez, estn vivamente reflejadas sobre todo en la lengua. Soltura y

    m naturalidad en la gracia son su primera virtud, y precisamente por eso son aqu enormes las dificultades ele la traduccin que se funda en el mtodo que acabamos de examinar. Porque cualquier aproximacin a una lengua extranjera petjudica aquellas virtudes de la presentacin. Pero si la traduccin pretende hacer hablar incluso a un dratnaturgo cotno si originalmente hubiera escrito en la lengua a la que ha sido traducido, claro est que hay muchas cosas que no podrn expresarse, porque no son propias de este pueblo, y por consiguiente carecen tambin de signo lingstico. Aqu, por lo tanto, el traductor tiene que suprimir enteramente ciertas cosas, destruyendo as la fuerza y la for-ma del conjunto, o bien tiene que ree1nplazarlo por algo diferente. As pues, en este terreno, la frmula, cumplida a rajatabla, conduce por lo visto a la mera imitacin o a una tnezcolanza an ms repugnante y desconcertante de traduccin e imitacin, que, sin piedad, arroja al lector como una pelota de un lado a otro, entre el mundo suyo y el ajeno, entre el ingenio y la gracia del autor y los del traductor, lo cual, para el lector, no puede ser un disfrute puro, y con seguridad acabar producindole vrtigo y cansancio. En cambio, quien traduce segn el otro mtodo, no tiene motivos para semejantes modificaciones arbitra-rias, dado que su lector siempre debe tener presente que el autor viva en otro mundo y escriba en otra lengua. Quien traduce est vinculado

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  • slo por el difcil arte de suplir el conocimiento de este mundo ajeno de la manera ms breve y eficaz, y de dejar traslucir en todo momento la mayor soltura y naturalidad del original. Estos dos ejemplos, tomados de los extremos opuestos de la ciencia y el arte, demuestran con clari-dad lo poco que el verdadero fin de todo traducir, el disfrute ms genuino posible de obras extranjeras, puede conseguirse mediante un mtodo que pretende insuflar por completo a la obra traducida el espritu de una lengua que le es extraa. A esto hay que aadir que toda lengua tiene sus particularidades tambin en los ritmos, tanto en prosa como en verso; y que, si quisiera enunciarse la conjetura hipottica de que el autor tambin podra haber escrito en la lengua del traductor, tambin habra que presentarlo con los ritmos de esta lengua, con lo cual su obra se deformara an ms, y el conocimiento de su particula-ridad que pennite la traduccin se lnitara an en mucho .mayor 1nedida.

    Adems, esta hiptesis ficticia sobre la que, por otra parte, se funda por completo la teora de la traduccin que acabamos de analizar, de hecho, desborda con tnucho la finalidad de este oficio. La traduccin, analizada segn el primer punto de vista, es cosa de la necesidad de un pueblo del que slo una pequea parte puede adquirir un conocitniento suficiente de otras lenguas, mientras que la mayor parte tiene una disponibilidad para el disfrute de obras extranjeras. Si esta parte pudie-ra convertirse por completo en aquella, esa forma de traducir sera intil, y difcilmente se encargara nadie de labor tan ingrata. N o suce-dera lo mismo con el mtodo analizado en segundo lugar. Este no tiene nada que ver con la necesidad, antes bien, es fruto de la arrogan-cia y la codicia. Y a podra haberse extendido en grado superlativo el conocimiento de las lenguas extranjeras, y ya podran ser asequibles para todo aquel que estuviera capacitado las obras ms insignes en estas lenguas, y an as seguira siendo la de traducir una extraa empresa, que, sin embargo, congregara en torno a s una audiencia tanto ms numerosa y curiosa si alguien prometiera presentarnos una obra de Cicern o de Platn tal y como ellos 1nis1nos la habran escrito hoy directamente en alemn. Y si alguien nos llevara al punto de hacer esto no slo en la propia lengua materna sino incluso en otra lengua, sera este para nosotros acaso el maestro indiscutible en el difcil y casi imposible arte de fundir en uno los espritus de las lenguas. Pero claramente se entiende que esto, bien mirado, no sera ya traduccin, y la finalidad tampoco sera la del disfrute ms genuino posible de las obras mismas, sino que progresivamente se asemejara a una imitacin, y slo quien conociera previamente a aquellos autores de forma directa

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  • podra disfrutar en verdad de tal obra de arte o artificio. Y el verdadero propsito slo podra ser el de mostrar, en casos particulares, la misma relacin entre algunas expresiones o co1nbinaciones y una cierta idio-sincrasia en varias lenguas, y, en conjunto, iluminar la lengua con el peculiar espritu de un autor exttanjero, si bien totalmente separado y desligado de su lengua. Y puesto que aquello, por lo tanto, slo es un juego ingenioso y gracioso, y esto se funda en una ficcin casi imposi-ble de llevar a la prctica, se entiende por qu esta manera de traducir slo se emplea en intentos muy infrecuentes que, a su vez, tambin muestran con bastante claridad que no puede procederse de esta forma de manera generalizada. Asi se explica tambin que, ciertamente, slo distinguidos maestros, que puedan atreverse a acometer tareas prodi-giosas, puedan trabajar siguiendo este mtodo, y justamente son slo quienes ya han cumplido con sus verdaderas obligaciones ante el mun-do los que pueden atreverse a aventurarse en un juego incitante y algo peligroso. Pero tanto ms fciltnente se comprende tambin que los maestros que se sientan capaces de emprender algo semejante miren con bastante compasin este oficio de aquellos otros traductores. Y es que piensan que, en realidad, slo ellos practican el arte bello y libre, mientras que aquellos les parece que se hallan mucho ms cerca del

    intrprete, dado que, en fin , tambin sirven a la necesidad, si bien, a una necesidad de orden algo superior. Y les parecen dignos de compa-sin, ya que emplean mucho ms arte y esfuerzo de lo que seria justo en un oficio subalterno e ingrato. Y de ah que adems se muestren magnnimos a la hora de aconsejar que en lugar de emprender traduc-ciones semejantes a esas deba uno servirse, en lo posible, de parfrasjs como tambin hacen los intrpretes en los casos difciles y comprome-tidos.

    Qu hacer pues? Debemos compartir esta opinjn y seguir este o

    consejo? Los antiguos, al parecer, tradujeron poco en aquel sentido ms autntico, y tambin la mayora de los pueblos modernos, desani-mados por las dificultades de la verdadera traduccin, se contentan con la imitacin y la parfrasis. Quin se atrever a afirmar que haya traducciones al francs, sea de las lenguas antiguas o de las germni-cas! Pero por mucho que los alemanes quisiramos prestar odo a este consejo no lo seguiramos. Una necesidad interior, en la que se mani-fiesta con claridad una particular vocacin de nuestro pueblo, nos ha impulsado a traducir casi todo, no podemos retroceder, y hemos de seguir adelante. Al igual que, tal vez, slo mediante el trasplante ml-tiple de plantas ajenas se ha hecho nuestro suelo ms rico y frtil, y nuestro clima ms suave y grato, de igual modo sentimos que nuestra

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  • lengua, dado que nosotros mismos, por la indolencia nrdica, la move-mos menos, slo mediante el variado contacto con lo ajeno puede crecer lozana y desarrollar completamente su propia fuerza. Y con esto parece coincidir que, debido a su respeto por lo ajeno, y a su naturaleza conciliadora, nuestro pueblo est destinado a juntar en su lengua, a la vez, todos los tesoros de la ciencia y el arte extranjeros y los propios, como, por decirlo as, un gran conjunto histrico, para guardarlo en el centro y corazn de Europa, para que todos puedan disfrutar ahora, con la ayuda de nuestra lengua, de la manera ms pura y perfecta de la que puede ser capaz un extranjero, de todo lo bello que haya florecido en los diversos tie1npos. Este parece ser, en efecto, e] verdadero sentido histrico de la traduccin en gran escala, tal y co1no ha venido a ser comn entre nosotros. Para ella, sin embargo, slo el mtodo que hemos descrito al principio es aplicable. Sus dificultades, que no he-mos ocultado, tjene que aprender a vencerlas el arte en la medida de lo posible. Ya contamos con un buen cotnienzo, pero la mayor parte an est por hacer. Tambin aqui tienen que preceder Jnuchos intentos y ejercicios antes de que se consigan obras de mrito, y al principio atraen la atencin cosas que son superadas luego por otras 1nejores. Muchos son los ejemplos que 1nuestran en qu gran rncdida algunos artistas en parte ya han vencido estas dificuJtades, y en parte felizmente se han abierto paso entre ellas. Y aunque trabajen en este ca1npo quienes no sean tan expertos, no nos preocupemos melindrosamente por los daos que puedan ocasionar a nuestra lengua. Pues, en primer lugar, hay que tener en cuenta que una lengua en que la traduccin se practica en tan gran escala tiene tambin un rea lingstica propia para las traducciones, a las que hay que autorizar cosas que en ninguna otra parte se consienten. Quien, a pesar de todo, siga difundiendo ilcita-mente semejantes innovaciones hallar pocos o ningn imitador, y si no queretnos echar cuentas acaso para un perodo demasiado breve, podemos confiar en el proceso de asimilacin de la lengua, que supri-mir todo lo que se haba adtnitido slo por una necesidad adventicia, y que, en realidad, no convenga con su naturaleza. Por otra parte, no debemos ignorar que mucho de lo hermoso y vigoroso de la lengua se ha desatTollado slo mediante la traduccin, o bien slo por ella se ha rescatado del olvido. Hablamos detnasiado poco, y charlamos relativa-mente detnasiado; y es innegable que desde hace algn tiempo tambin la escritura se haba adentrado demasiado por este rumbo, y que la traduccin ha contribuido en no poca medida a que vuelva a imponerse un estilo ms severo. Si algn da amanece una poca en que tengamos una vida pblica por la que, por una parte, deba desarrollarse una

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  • sociabilidad ms rica en contenido y ms conveniente para la lengua, y de la que, por otra parte, se obtenga un espacio ms libre para el talento del orador, acaso entonces la traduccin nos haga menos falta para el progreso de la lengua. Y ojal amanezca esa poca antes. de que hayamos recorrido dignamente todo el ciclo de los esfuerzos de los traductores!

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  • ./

    In dice

    Prlogo .. . . . . . .. . . . . .. . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . .. . . .. . . . .. . . . . . . .. . . . . . . . .. . .. . .. . .. . . . .. . 7

    /

    ANTOLOGIA DE TEXTOS

    Marco Tulio Cicern Del mejor gnero de oradores . . . .. . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . .. . . . . ... . .. . . . .. . . .... 27

    San Jernimo Epstola a Pamtnaquio sobre la mejor forma de traducir...... 32

    al-J? iihiz De El libro de los animales .. .... ... .. . ... .. . .. . .. ... .. .. .. .. . .. ... . .. .. . ... . . . . .. 45

    al-Din al-Sqfadl De al-Gayt al-musayyam fi sarfJ lami yat al- (agam .................. 49

    Martn Lutero Misiva sobre el arte de traducir ............................................. 51

    Juan Luis Vives

  • Joao Franco Barreto Prlogo a Ene ida portuguesa................................................. 82

    John Dryden Del prefacio a la traduccin de las Epstolas de O vi dio . . . . . . . . . .. 88 Del prefacio a Silvae o segunda parte de miscelneas poticas 94 De la dedicatoria a la Ene ida . . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . .. 97 Del prlogo a Fbulas . .. . .. .. . .. . ... .. . ... .. . .. . .. . .. . .. .. .. . . .. .. . .. . . .. .. .. .. .. . .. 99 De Biografa de Luciano. ... . . . .. . . . . .. .. . .. . .. ... .. . . .. ... .. . .. . ... . .. .. . .. . .. . .. .. 102

    J.L. d'Alembert y Denis Diderot Traduccin, en Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios . . .. . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . .. . . . .. .. . .. 105

    M elchiorre Cesarotti De Ensayo sobre la filosofa de la lengua . . .. . . . ... .. . .. .. . . . . . . .. . . . .. .. 11 O

    Jos Cadalso De Cartas marruecas . . . . .. . .. .. .. . .. . .. . .. .. . . . . . . . .. . .. .. . . . . . .. . .. .. .. .. . .. . .. .. . . . 112

    Ugo Foscolo Intencin del traductor . . . .. .. . .. . . .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .. . . . .. . . .. . .. . . . .. . .. . . . .. . 116

    Giovanni Carmignani .. . .. . .. ... .. . . .. .. . ... .. . .. .. . .. . .. .. . . .. . . . .. . .. . .. . .. . .. . . . . . . 119

    Vasili Andrievich Yukovski Sobre la fbula y las fbulas de Kry lov . .. .. .. ... . . .. . ... .. . .. .... . .. . . 124

    Johann von Goethe De Poesa y verdad .. . .. . .. .. . ... ... ... .. . .. . . . .. .... .. .... . . .. .. .. .. ... . ... .. ... ... . .. 126 De En recuerdo fraternal de Wieland .. ... .. .. .