Sociología ANtropología e Hisotria

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Universidad Nacional de MisionesFacultad de Humanidades y Ciencias SocialesEpistemología de las Ciencias Sociales

El presente pretende ser un breve informe sobre la relación entre la

Antropología, la Historia y la Sociología. El trabajo se desarrollará teniendo como eje

principal los cambios que se fueron dando, tanto en la concepción de ciencia social,

como en la relación entre las ciencias sociales –antropología, historia, sociología- desde

el siglo XIX y culminará con una conclusión sobre el vínculo de dichas ciencias

sociales, sus convergencias y divergencias.

La historia del conocimiento científico no es lineal ni uniforme. Las

características fundamentales para considerar a una actividad como científica, los

objetivos que se les adjudicaron a las mismas, las relaciones entre las distintas ciencias

y su basamento epistemológico fueron transformándose a medida que el desarrollo del

pensamiento y los contextos proponían nuevas preguntas y cuestionamientos que los

métodos utilizados hasta entonces no podían abordar satisfactoriamente.

Por ello es necesario comprender las características principales del pensamiento

científico dentro del contexto en el cual surgen, con aspiración a formar parte de la

comunidad científica, los estudios sociales.

Siguiendo a Von Wright, es la tradición “galileana” o “mecanicista” la que

predomina en el siglo XIX; dicha tradición está signada por el positivismo de Comte y

Mill, cuyos principios principales son el monismo metodológico, postura según la cual

es un solo método científico el que debe ser aplicado por sobre la diversidad de objetos

de estudio; dicho método es aquel que deriva de las ciencias naturales, siendo la física

matemática el arquetipo metodológico; un tercer principio es que la explicación

científica es de carácter causal, el científico debe “descubrir” las leyes que rigen la

“naturaleza” tanto física como humana y subsumir a ellas los casos particulares.

Entonces, los estudios sociales deben considerar su objeto de estudio, los

fenómenos sociales como cosas, como equivalentes a los fenómenos físicos en el

sentido de la búsqueda de leyes universales que permitieran la explicación causal.

¿Cómo se inserta la historia en relación a esta tradición? En Europa, durante el

siglo XIX, la historia se consolida como disciplina académica produciendo un aumento

en el nivel de profesionalización; se construyen archivos y bibliotecas nacionales, se

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publican colecciones de fuentes primarias, síntesis sobre métodos de investigación y

enseñanza de la historia.

En Alemania, principalmente a partir de von Ranke, se realiza un esfuerzo para

que la Historia deje de ser meramente un género literario y alcance características de

investigación científica. En este marco la Historia se encuentra en una situación

dicotómica ya que por una parte, goza de un status privilegiado por la reconocida

longevidad de la práctica historiográfica y su posicionamiento en la formación

académica superior, pero por otro la particularidad de los hechos sociales le impide la

formulación de leyes universales, por lo que en cuanto al método histórico se pone un

marcado énfasis en la crítica de las fuentes sobre las cuales se basa las producciones

historiográficas, ya que ello supone lograr un mayor grado de objetividad y neutralidad

por parte de un investigador, quien desde una concepción historicista se encarga de la

descripción de hechos políticos, artísticos, religiosos y bélicos según los datos aportados

por las fuentes de manera imparcial. Estas características le valen variadas críticas tanto

al método histórico como a la consideración de la Historia como ciencia, sobre todo por

parte de la Sociología.

Siendo una disciplina en formación y estando en plena definición de su campo

científico, la Sociología arremete contra disciplinas sociales para lograr el predominio

como ciencia social. Mientras que la Historia está firmemente afianzada en la educación

superior, la sociología lucha por un espacio propio e independiente, estando entonces

subordinada a la filosofía.

En Francia, Emile Durkheim y sus discípulos conforman una comunidad con un

marcado sentimiento de identidad, que en realidad se está construyendo mientras se

ajusta cuál es el campo de abordaje de la Sociología. Este grupo se caracteriza por su

combatividad expresada en las publicaciones de Anales Sociológicos, revista que se

lanza en 1898 y contiene trabajos y reseñas críticas. Acalorados debates polémicos se

dan a principios del siglo XX entre los defensores de la sociología como la ciencia

social por excelencia, y la economía, la historia, la etnografía, etc.

Según Durkheim, el papel de la historia sería el de disciplina auxiliar junto con

la etnografía y la estadística. La historia debería ocuparse de la recolección y

establecimiento de hechos mientras que la sociología se encargaría de la comparación,

interpretación y búsqueda de regularidades. Si la historia lograse realizar comparaciones

y superar el nivel de lo individual y particular, se equipararía a la sociología: esto

implica determinar a la historia al papel de disciplina secundaria para mantener su

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identificación frente a la sociología. Pero Durkheim no descarta la importancia de la

historia en tanto que reconoce el carácter histórico del conocimiento sociológico.

Una de las polémicas más interesantes es aquella acaecida entre François

Simiand, una brillante mentalidad integrante del grupo de los jóvenes durkheimianos, y

Charles Seignobos, quien desde 1980 es nada menos que el encargado de la “Pedagogía

de las ciencias sociales” en la Sorbona. Lo que realiza Simiand, siguiendo la línea

crítica de los durkheimianos, es desacreditar los argumentos de los historiadores y

descalificar a la historia como ciencia dando una lección de método científico pero con

una extrema efervescencia. Simiand es completa la crítica a la historia pero con menos

indulgencia; denuncia los “ídolos” de la “tribu de los historiadores”, a ser, el político, el

individual y el cronológico. Critica la noción de causalidad como sucesión de hechos en

sentido cronológico y no la causalidad como relación entre dos hechos del mismo orden,

establecido por su subsunción a una ley. Simiand esta en contra de la historia

“historizante” y directamente la disminuye, a diferencia de Durkheim, a un nivel de

inutilidad incluso como auxiliar de la sociología. Los aportes críticos al método

histórico son reconocidos más tarde por la escuela de los anales.

Por su parte, la disciplina antropológica se reconoce como una ciencia natural

más que como social hasta bien entrado el siglo XX. A partir de la segunda mitad del

siglo XIX, el estudio cultural se enfoca desde varias perspectivas, algunas consideradas

historicistas, es decir utilizando el método histórico que según Radcliffe Brown, intenta

explicar las instituciones mediante sus etapas de desarrollo, “(…) el método avanza

mediante la demostración de las relaciones temporales efectivas entre instituciones o

fenómenos o estados de civilización particulares” y otras que critican las anteriores ya

que éstas no permiten la formulación de leyes generales. Dichas perspectivas

corresponden a la escuela evolucionista de antropología social británica, la escuela

difusionista alemana y el funcionalismo. La primera sostiene que el desarrollo de la

cultura se realiza lo largo de una única línea, por lo que todas las culturas pueden

ubicarse en una misma serie de dicha línea; la segunda sostiene que los caracteres

culturales pueden pasar de una región a otra y de una comunidad a otra mediante varios

procesos y no se interesa por el concepto de evolución; el funcionalismo se aleja del

historicismo en busca de relaciones sincrónicas, entiende la cultura como un conjunto

de instituciones y el antropólogo debe explicar qué función tienen estas en el

funcionamiento de la sociedad.

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Años más tarde, Evans-Pritchard reflexiona sobre el alejamiento de la historia

que tuvo la antropología y sostiene la necesidad del acercamiento; Esta postura se

comprende por los cambios que se fueron dando en el pensamiento científico.

Volviendo a la distinción de Von Wright, ante la primera tradición “galileana” o

“mecanicista”, surge como respuesta otra tradición, denominada “aristotélica” o

“teleológica” que aborda la dicotomía ciencias naturales – ciencias sociales desde otra

perspectiva. La tendencia de esta tradición es, como señala von Wright, más

heterogénea; se da como impugnación al positivismo y el postulado del monismo

metodológico y el autor la llama hermenéutica, representada por distintos científicos

sociales y filósofos como Droysen, Dilthey, Simmel Weber y otros. Lo que se acentúa

en esta tendencia es la delimitación entre ciencias naturales y ciencias sociales; las

primeras, denominadas nomotéticas, aspirarían a realizar generalizaciones sobre

fenómenos que se pueden predecir y reproducir, mientras que las segundas,

denominadas ideográficas, buscarían “comprender” las individualidades y

particularidades de su objeto. De esta manera para distinguir la explicación de la

comprensión, se introduce una dimensión semántica, la intencionalidad de los agentes.

Esta dimensión permanece en la discusión metodológica hasta el presente.

Con la corriente hermenéutica que se afianza sobre todo luego la Segunda

Guerra Mundial, se restringen las anteriores polémicas de identificación con las ciencias

naturales y se dan intentos de acercamiento y diálogo entre las ciencias sociales; éstos

fueron los objetivos de la escuela historiográfica de los Annales –fundada por Lucien

Febvre y Marc Bloch en torno a la publicación de la revista “Annales de la Historia

económica y social”- que rechaza la historia historicista y fomenta el desarrollo de

nuevos temas y enfoques mediante una perspectiva interdisciplinar; comienzan a surgir

producciones historiográficas que abordan temáticas distintas a la descripción de hechos

políticos y bélicos, explorando nuevas áreas de investigación como la sociedad, la

cultura y las mentalidades.

El estigma negativo que había recaído sobre la historia se va reconsiderando

tanto por la antropología como por la sociología; retomando la postura de Evans-

Pritchard sobre la necesidad de acercamiento de la antropología a la historia, este autor

distingue entre dos tipos de historia, una historizante, al estilo anteriormente descripto,

y una “historia sociológica” que utiliza abstracciones, generalizaciones y modelos para

buscar regularidades, tendencias y secuencias típicas. Según Evans-Pritchard es esta

segunda historia la que debe volver a entablar diálogo con la antropología y propone,

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como no lo habrían hecho a principios de siglo, que las diferencias entre la antropología

y la historia no son ni de objetivos ni de método, ya que no supone una diferencia

metodológica que el antropólogo haga estudios de primera mano y el historiador lo haga

a través de documentos o que los períodos de tiempo analizados sean diferentes. Se

puede decir que la diferencia radica en el enfoque realizado desde diferentes ángulos,

por lo que se escribe también de diferente manera: “Los historiadores escriben historia,

por decirlo así, hacia delante, y nosotros intentamos escribirla hacia atrás”, por el solo

hecho de ser ciencias sociales, la antropología y la historia están vinculadas

incuestionablemente.

Las convergencias entre las ciencias sociales se van poniendo en evidencia,

aunque las fronteras no dejan de marcarse y cada autor propone la unidad en torno a la

disciplina en la que se formó. Así Braudel, representante de la segunda generación de

anales, afirma que no hay una historia, sino historias, una multiplicidad de maneras de

abordajes y la sociología se relaciona de distintas maneras con esos tipos de historias;

así como se consideraban incompatibles a principios del siglo XX, en la segunda mitad

del mismo, otros tipos de historia pueden llegar a confundirse con la sociología, como

los estudios históricos en la larga duración, ya que son las historias de las estructuras,

de la permanencia; pero la identificación disciplinaria se mantiene por la práctica, la

formación y la diferenciación institucional.

Desde entonces y hasta la actualidad se ha analizado en gran medida cuáles son

los puntos de vinculación y de diferenciación entre las ciencias sociales. El primer

elemento de convergencia es la naturaleza del objeto de estudio común que las agrupa

en contraste con las ciencias naturales. La naturaleza de ese objeto que es el hombre y

su actividad como problemas, no puede estudiarse mediante los principios con los que

se abordan los fenómenos físicos ya que los fenómenos sociales son únicos y no pueden

reproducirse y experimentar con ellos bajo los mismos parámetros. La tradición

hermenéutica, a la vez que ha posicionado de manera diferente a las ciencias sociales en

relación a su objeto, ha permitido también abordar como problemática a las ciencias

mismas, sus métodos y fundamentos epistemológicos, vinculando los mismos con un

estado del pensamiento científico determinado cuyas preocupaciones y

cuestionamientos surgen de la realidad del contexto histórico en el que se desenvuelve

la actividad científica. El investigador no puede ser totalmente objetivo ni siquiera en

las ciencias de la naturaleza, tanto en las mediciones y experimentaciones como el tipo

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de problemática que estudia, ya que la misma es suscitada por los requerimientos del

momento.

Bachelard afirma en este sentido que las ciencias no pueden producir verdades,

ya que lo que anteriormente se postula como tal, luego deja de serlo. Para este autor, la

historia de las ciencias es la historia de la superación de obstáculos epistemológicos, que

implican deconstruir el conocimiento anterior y construir su superación, que luego

puede ser nuevamente deconstruida y así sucesivamente. Los cambios en las ciencias

sociales pueden ser abordados en este sentido.

Se ha visto hasta aquí como fue cambiando la relación entre las ciencias

sociales, primeramente afanadas en acercarse al modelo de las ciencias naturales casi

como si fuera una competencia entre ellas, luego reformulando sus objetivos, sus

métodos y su objeto, se encontraron con más factores en común y necesidad mutua que

con diferencias. En la actualidad es indiscutible el íntimo vínculo entre la Antropología,

la Sociología y la Historia pero aún se encuentra en debate el por qué de las fronteras,

en qué se basan estas y si es posible superarlas. Sobre esta cuestión Passeron sostente lo

siguiente “Las fronteras entre las disciplinas antropológicas deben en efecto su trazado

menos a la necesidad lógica que a la forma de los debates inscriptos en un campo

intelectual con las continuidades de afiliación y de enfrentamiento a éste vinculadas.

Las características sociales del reclutamiento y del ejercicio del oficio académico, con

sus instituciones, sus modelos de escritura, sus circuitos de intercambio y de publicación

con frecuencia incrementaron el entreveramiento de los nombres y de los dominios, al

mantener diferencias de pertenencia que habían perdido su pertinencia de objeto o de

método.” (Passeron, 2004); es decir que la diferenciaciones se remontan al surgimiento

de las mismas como disciplinas en tensión, con una pugna por un espacio en la

investigaciones sociales que luego de no tener razón de ser siguió vigente sin basamento

lógico, se podría decir que por tradición disciplinar. Pero el autor indaga en el terreno

epistemológico y llega a la conclusión de que la Antropología, la Sociología y la

Historia son epistemológicamente indiscernibles en tanto que el objeto de ambas es el

curso histórico del mundo, objeto que obliga a la especificación espacio-temporal de las

aserciones más generales ya que los fenómenos del devenir histórico no son factibles de

ser reproducidos espontáneamente ni de aislar variables para su experimentación.

Passeron sostiene que esta conformación epistemológica aúna las tareas que tienen las

ciencias históricas para volverse inteligibles.

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Bibliografía

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