Sonora precerámica: del Arcaico y del surgimiento de ...

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John P. Carpenter,* M. Guadalupe Sánchez** y María Elisa Villalpando*** Sonora pr Sonora pr Sonora pr Sonora pr Sonora precerámica: del Ar ecerámica: del Ar ecerámica: del Ar ecerámica: del Ar ecerámica: del Arcaico caico caico caico caico y del sur y del sur y del sur y del sur y del surgimiento de aldeas agrícolas gimiento de aldeas agrícolas gimiento de aldeas agrícolas gimiento de aldeas agrícolas gimiento de aldeas agrícolas**** El Noroeste de México ocupa una posición prominente entre el Suroeste de Estados Unidos y Mesoamérica, indiscutiblemente dos de las regiones más estudiadas en el mundo. Sin embargo, la arqueología en el Noroeste de Méxi- co ha sido poco estudiada y en consecuencia pobremente entendida; como podría esperarse, este problema se agudiza más cuando se trata del estudio de la ocupación precerámica. No obstante, los arqueólogos del Suroeste de Estados Unidos reconocen la artificialidad de la frontera internacional y consideran la existencia de componentes Arcaicos en el Norte de México con similitudes a las tradiciones del propio Suroeste. Además, el Noroeste de México cada día adquiere un lugar más importante en los modelos que pretenden explicar la difusión del maíz y el surgimiento del periodo de Agricultura temprana. Ubicación El territorio del estado de Sonora comprende alrededor de 184,934 km 2 y re- presenta aproximadamente el nueve por ciento del territorio de la República Mexicana; cuenta con cuatro provincias fisiográficas (Escárcega, 1996:31-32): 1) el Desierto de Sonora, 2) la Franja costera sureña del Golfo de California, 3) la provincia de sierras y valles, y 4) la Sierra Madre Occidental (fig. 1). La provincia del desierto de Sonora se extiende a lo largo de la frontera con Arizona desde el río Colorado hacia el este hasta Nogales y hacia el sur hasta aproxima- **** Departamento de Antropología, Universidad de las Américas-Puebla. [email protected] **** Department of Anthropology. University of Arizona. [email protected] **** Centro INAH Sonora. [email protected] **** Nuestras investigaciones han sido posibles gracias al financiamiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia, del Consejo Nacional de la Ciencia y Tecnología, la Universidad de las Américas-Puebla y la Arizona Archaeological and Historical Society. Sin embargo, los avances que hemos logrado en La Playa deben ser atribuidos a muchos amigos, colegas y estudiantes que han donado al proyecto una gran parte de su tiempo y conocimiento. Estamos especialmente agradecidos con Ethne Barnes, Mike Brack, Jim Holmlund, Bob Jedinak, Austin Lenhart, Lorrie Lincoln-Babb, Júpiter Martinez, Penny Minturn, Mayela Pastrana, Art Rohn y James Watson.

Transcript of Sonora precerámica: del Arcaico y del surgimiento de ...

John P. Carpenter ,* M. Guadalupe Sánchez** y María Elisa Villalpando***

Sonora prSonora prSonora prSonora prSonora precerámica: del Arecerámica: del Arecerámica: del Arecerámica: del Arecerámica: del Arcaicocaicocaicocaicocaicoy del sury del sury del sury del sury del surgimiento de aldeas agrícolasgimiento de aldeas agrícolasgimiento de aldeas agrícolasgimiento de aldeas agrícolasgimiento de aldeas agrícolas****

El Noroeste de México ocupa una posición prominente entre el Suroeste de

Estados Unidos y Mesoamérica, indiscutiblemente dos de las regiones más

estudiadas en el mundo. Sin embargo, la arqueología en el Noroeste de Méxi-

co ha sido poco estudiada y en consecuencia pobremente entendida; como

podría esperarse, este problema se agudiza más cuando se trata del estudio de la

ocupación precerámica. No obstante, los arqueólogos del Suroeste de Estados

Unidos reconocen la artificialidad de la frontera internacional y consideran la

existencia de componentes Arcaicos en el Norte de México con similitudes

a las tradiciones del propio Suroeste. Además, el Noroeste de México cada

día adquiere un lugar más importante en los modelos que pretenden explicar

la difusión del maíz y el surgimiento del periodo de Agricultura temprana.

Ubicación

El territorio del estado de Sonora comprende alrededor de 184,934 km2 y re-

presenta aproximadamente el nueve por ciento del territorio de la República

Mexicana; cuenta con cuatro provincias fisiográficas (Escárcega, 1996:31-32):

1) el Desierto de Sonora, 2) la Franja costera sureña del Golfo de California,

3) la provincia de sierras y valles, y 4) la Sierra Madre Occidental (fig. 1). La

provincia del desierto de Sonora se extiende a lo largo de la frontera con Arizona

desde el río Colorado hacia el este hasta Nogales y hacia el sur hasta aproxima-

**** Departamento de Antropología, Universidad de las Américas-Puebla. [email protected]

**** Department of Anthropology. University of Arizona. [email protected]

**** Centro INAH Sonora. [email protected]

**** Nuestras investigaciones han sido posibles gracias al financiamiento del Instituto Nacional de

Antropología e Historia, del Consejo Nacional de la Ciencia y Tecnología, la Universidad

de las Américas-Puebla y la Arizona Archaeological and Historical Society. Sin embargo, los avances

que hemos logrado en La Playa deben ser atribuidos a muchos amigos, colegas y estudiantes que

han donado al proyecto una gran parte de su tiempo y conocimiento. Estamos especialmente

agradecidos con Ethne Barnes, Mike Brack, Jim Holmlund, Bob Jedinak, Austin Lenhart, Lorrie

Lincoln-Babb, Júpiter Martinez, Penny Minturn, Mayela Pastrana, Art Rohn y James Watson.

6ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003

damente la distancia media entre Guaymas y

el río Yaqui. Esta región incluye tanto la costa

del Golfo de California, como la extensa plani-

cie costera y se caracteriza por presentar una

vegetación y clima típico del desierto de Sono-

ra. La provincia de la Franja costera sureña, com-

prende el extremo sur de la planicie costera,

que se transforma en una delgada banda que se

prolonga hacia el sur dentro del estado de Sina-

loa, constituida primordialmente por los enor-

mes depósitos aluviales del los ríos Yaqui, Mayo

y Fuerte. Aquí, la vegetación del desierto de So-

nora se entrelaza sutilmente con el matorral es-

pinoso sinaloense. La frontera este de ambas

provincias está delimitada por la provincia de

Sierras y Valles que se extiende por todo Sono-

ra y se caracteriza por sucesiones de serranías

con valles interiores en dirección norte-sur, pre-

domina la vegetación de los altos de Sonora en-

tremezclados con algunos arbustos espinosos

sinaloenses. El límite oriental del estado está

definido por la Sierra Madre Occidental, con sus

colosales bloques riolíticos ornamentados con

encinos y pinos.

Investigaciones previas

Aunque muy escasas, las investigaciones en la zo-

na de los últimos 70 años han documentado la

presencia de conjuntos de materiales arqueoló-

gicos Arcaicos en casi todo Sonora. A finales de

los años treinta, Gordon Ekholm (s.f., 1940)

describió en el sur del estado —a lo largo de dos

tributarios del río Mayo— varias localidades

con complejos arqueológicos compuestos por

metates en cuenco, manos en cantos rodados,

puntas de proyectil y herramientas de lítica

tallada, además de un sitio formado por un enor-

me conchero en la playa de Agiabampo ubicada

en el Golfo de California, cerca de la frontera

con Sinaloa. Ekholm (1940: 326-327) comparó

estos complejos arqueológicos con la tradición

Cochise del Arcaico arizonense recientemente

definida por Sayles y Antevs (1941) y que para

entonces no estaba publicada.

Malcom Rogers tenía la corazonada de que la

costa de Sonora probablemente había sido co-

rredor del “hombre temprano” (Hayden, 1956:

19), por lo que a principios de la década de los

años cuarenta persuadió a Julian Hayden para que

explorara más a fondo esta región. Hayden (1956,

1965, 1967, 1969, 1974) registró un conchero

Arcaico localizado en un antiguo estero junto al

actual estero Tastiota, y varios sitios Arcaicos

en la Sierra de El Pinacate (fig. 2). En 1949,

Donald Lehmer y Bryant Bannister efectuaron

un extenso reconocimiento del norte de Sono-

ra en jeep con el propósito de definir el límite

sureño de la cultura Cochise (Lehmer, 1949: 4).

Reportaron la presencia de sitios acerámicos en

las inmediaciones de los ríos Sonora y Zanjón,

del estero Tastiota y en el arroyo Cuchujaqui,

comparables a sitios de “horizontes tardíos de

filiación Cochise” (Lehmer, 1949: 5).

Durante los años cincuenta George Fay (1955,

1967) definió el “Complejo Peralta” apoyándo-

se en el conjunto de artefactos de 17 sitios loca-

lizados al oeste de Hermosillo, en la localidad

donde se encuentra el aeropuerto internacional

de esta ciudad. Paul Ezell (1954), en el reconoci-

miento que hizo para delimitar la frontera sur

11111

22222

33333

44444

� Fig. 1. Provincias fisiográficas de Sonora: 1) Desiertode Sonora, 2) Franja costera sureña del Golfo deCalifornia, 3) Provincia de Sierras y Valles,4) Sierra Madre Occidental.

0 300 km

7SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS

de la Papaguería —el extremo noroeste de So-

nora—, recolectó varias puntas de proyectil Ar-

caicas, incluyendo algunas del tipo Pinto. Sin

embargo, notó que estos materiales Arcaicos apa-

recían solamente en zonas adyacentes a las

montañas y que virtualmente todos habían sido

encontrados en sitios con componentes cerámi-

cos, lo que confundía su posición cronológica

(Ezell, 1954: 15). Thomas Hinton (1955) reportó

tres puntas San Pedro como los únicos compo-

nentes Arcaicos observados durante su recorrido del

Valle de Altar, en el noroeste de Sonora. Frank

Holzkamper (1956) recolectó varias puntas de

proyectil en el estero Tastiota identificadas sub-

secuentemente por Rogers como tipos perte-

necientes a los periodos San Dieguito II y

Amargosa I (Hayden, 1956: 22). La cronología

del complejo San Dieguito continúa siendo bas-

tante ambigua; Malcom Rogers (1958) dató de

manera tentativa la fase San Dieguito II alrede-

dor del 4,000 a.p. y la fase Amargosa I como pos-

terior al año 3,000 a.p. Por otro lado, Julian

Hayden (1974, 1987) utilizando datos de la

Sierra de El Pinacate y de las excavaciones de

Ventana Cave modificó la cronología de Rogers

y colocó a la fase San Dieguito I y II antes del

Altitermal (8,000 al 6,500 a.p), y a las fases

Amargosa I y II alrededor del 4,000 antes del

presente. El arqueólogo mexicano Eduardo No-

guera (1958), realizó un reconocimiento corto

pero extenso en Sonora —en las inmediacio-

nes de Guaymas y Bahía Kino—, y ubicó sus

registros en el periodo Arcaico Cochise.

A finales de los años cincuenta y principios de

los sesenta, William Wasley localizó varios si-

tios acerámicos; los informes de este trabajo se

encuentran en la oficina de registro de sitios

del Arizona State Museum de la University of

Arizona en Tucson y aparecen en el Catálogo

de Sitios del Centro INAH Sonora (Braniff y Qui-

jada, 1997). Ronald Ives (1963) recorrió el área

entre el estero Tastiota y la Bahía Adair, repor-

tando la presencia de concheros con artefactos

asociados a una playa fósil compuesta princi-

palmente por el molusco de la especie Chione,mientras que en otra playa fósil constituida por

el molusco Turritella —tentativamente fecha-

do en el Pleistoceno tardío—, no había presen-

cia de materiales culturales.

Durante los años setenta Thomas Bowen (1974,

1976) registró muchos sitios sin cerámica a lo lar-

go de la costa central de Sonora; sin embargo,

con excepción de un probable sitio de filiación

San Dieguito localizado en la desembocadu-

ra del río Concepción, concluyó que se trata-

ba de sitios pequeños de actividades limitadas

pertenecientes a grupos comca’ac (seri) tardíos.

Bowen (1976: 90) señaló la posibilidad de que

existieran contextos Arcaicos en la localidad de

El Tecomate en la Isla Tiburón; en un conchero

de grandes dimensiones observó depósitos cul-

turales sin cerámica, dos metros por debajo del

último horizonte cerámico y sugirió que unas

estructuras ovales de piedras —conocidas como

círculos para dormir—, tenían una gran simili-

tud con elementos semejantes definidos en el

complejo San Dieguito-Malpais. Tierra aden-

tro, a lo largo de la cuenca del río Concepción,

Bowen (1976) definió la Fase I de su cronolo-

gía como esencialmente análoga a la fase San

0 300 km

SierraPinacate

BahíaAdair

La Playa

El Bajío

HermosilloIsla

Tiburón El Gramal

El Aigame

Tastiota

Río Mayo

Topolobampo

� Fig. 2. Sitios mencionados en el texto.

Isla San Esteban

8ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003

Pedro de la tradición Cochise, la cual consideró

como antecesora de la tradición Trincheras.

Utilizando la información relacionada con el Ar-

caico sonorense, Julio Montané (1985[1996])

identificó varios geoglifos y veredas junto con

algunos petroglifos en diferentes localidades,

como pertenecientes a la tradición precerámica.

Randal McGuire y Elisa Villalpando (1993) re-

gistraron tres sitios con posible afiliación a la

fase San Pedro durante su recorrido en el Valle

de Altar. A partir de 1995, hemos documentado

componentes Arcaicos por lo menos en cuatro

localidades: La Playa, extendiéndose en el am-

biente aluvial del Boquillas al suroeste de San-

ta Ana; El Bajío, situado en el pie de monte

oeste de la Sierra San Jerónimo entre los ríos

Zanjón y Sonora, aproximadamente 20 kilóme-

tros al suroeste de Opodepe; El Gramal, locali-

zado en los alrededores de una pequeña playa

cercana a la costa central entre San Carlos y

Bahía Kino, y El Aígame, situado en la planicie

aluvial del río Mátape, 60 kilómetros al sureste

de Hermosillo. Resulta interesante que estos

cuatro sitios también tengan componentes

Paleoindios, incluyendo las tradiciones de pun-

tas de proyectil Clovis, y posiblemente Folsom,

Plainview y Dalton/Meserve.

Aunque las investigaciones arqueológicas has-

ta ahora son muy escasas y de alguna manera

desarticuladas, existen evidencias significativas

de que Sonora fue un lugar de actividad hu-

mana importante desde el Pleistoceno tardío.

Julian Hayden (1967,1976, 1987) defendió

siempre la existencia del complejo lítico

Malpais, compuesto por unifaciales y bifaciales

burdos y masivos cubiertos de una gruesa páti-

na, que representan una industria lítica de pre-

puntas de proyectil con fechas de 37,000 y 7,000

años antes del presente. Esta propuesta, al igual

que otras proposiciones similares que suponen

la existencia de tradiciones líticas prepuntas de

proyectil del Pleistoceno tardío en el occidente

de Norteamérica, no es enteramente aceptada.

En términos generales, a los componentes Ar-

caicos de Sonora se les asigna una filiación con

tradiciones definidas en el Suroeste de Esta-

dos Unidos (Phillips, 1989: 378-379). El extre-

mo noroeste de Sonora —desde la cuenca del

río Colorado Bajo y a lo largo de una delgada

franja del Golfo de California hacia el sur, hasta

la altura de Guaymas—, ha sido considerado de

filiación con la tradición San Dieguito/Amar-

gosa, definida por Rogers (1929, 1939) en el sur

de California y posteriormente extendida ha-

cia el este, hasta la cuenca de Tucson (Rogers,

1958). No obstante que estas dos tradiciones

se consideran generalmente como una unidad,

los conjuntos arqueológicos San Dieguito y

Amargosa reflejan dos componentes distintos

separados temporalmente por el periodo Alti-

termal, el cual se caracteriza por una gran se-

quía y altas temperaturas (alrededor del 7,500

al 4,500 antes del presente) (Hayden, 1976;

Mabry y Faught, 1998; Mabry, 1998d, 1998e).

Hayden (1974, 1976) consideró que el Comple-

jo San Dieguito evolucionó del complejo Mal-

pais más temprano, mientras que los Amargosa

arribaron a la zona posteriormente y fueron los

posibles ancestros de los pinacateños que ha-

blaban una lengua pima (Hiaced O’odham).

Los complejos Arcaicos del resto del estado de

Sonora, han sido comparados o directamente

atribuidos a la tradición Arcaica Cochise. Fay

(1955, 1958, 1967) consideró el “Complejo Pe-

ralta” como una variante de la tradición cultu-

ral Cochise por la presencia de una sola punta

de proyectil del estilo Pinto, la cual interpretó

como evidencia de la influencia del complejo

Amargosa. Sin embargo, ahora sabemos que en

una gran cantidad de localidades el conjunto

de materiales arqueológicos de filiación Peralta

es análogo a los artefactos representativos de la

fase San Pedro. Estos conjuntos comprenden me-

tates de cuenco poco profundos, manos en can-

tos, puntas de proyectil San Pedro, raspadores

terminales y laterales similares a los conjuntos

de artefactos afiliados a la cultura Cochise. Lo

más probable es que la punta de proyectil Pin-

to, mucho más temprana, represente una in-

trusión en el complejo de la fase San Pedro, de

ser así, el concepto complejo Peralta debería

eliminarse.

9SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS

Se conoce la existencia de conjuntos de mate-

riales arqueológicos representativos de la fase

San Pedro en la región Franja costera sur, en

tierra adentro en el desierto de Sonora y en las

Sierras y Valles paralelos. También existe una

sobreposición considerable de los conjuntos de

la fase San Pedro con los pertenecientes a la fa-

se San Dieguito/Amargosa, a lo largo de la costa

central entre Guaymas y Bahía Kino. A la fe-

cha, no se han registrado componentes del Ar-

caico en la Sierra Madre en Sonora, aunque

Lister (1958) reportó maíz de un contexto ace-

rámico en una cueva poco profunda en la sierra

alta, en el noroeste de Chihuahua, en los lími-

tes con Sonora.

La Playa

La Playa (SON F: 10: 3) es uno de los sitios

arqueológicos de mayor extensión y uno de los

más espectaculares en el Norte de México y el

Suroeste de Estados Unidos. Se localiza cerca

del pueblo de Trincheras, Sonora, a 515 msnm

(fig. 3). Se extiende sobre un área de aproxi-

madamente 12 km2, en un ambiente compues-

to por la cuenca del río Boquillas y un abanico

aluvial que se forma en el pie de monte bajo la

Sierra Boquillas, que se extiende por lo menos

dos kilómetros hacia el oeste. El río Boquillas

comienza en la Sierra Cibuta, cerca de Noga-

les y corre hacia el oeste hasta unirse con el río

Magdalena a unos kilómetros de Estación Trin-

cheras. Aunque ahora el cauce se encuentra muy

excavado, mantenía un ancho afluente semiper-

manente hasta principios de 1960. Desde el

Pleistoceno temprano esta zona se ha caracte-

rizado por la formación de abanicos aluviales,

observándose en la actualidad algunos remanen-

tes de depósitos aluviales pleistocénicos; el

cauce actual del río Boquillas es mucho más re-

ciente y disecta los sedimentos del abanico

aluvial (Michael Waters, comunicación perso-

nal 2002).

La mayor parte de los restos culturales del sitio

se encuentran en los sedimentos del abanico

aluvial que comprende aproximadamente cua-

tro kilómetros de largo (este-oeste) por dos de

ancho (norte-sur). Las partículas principales en

su matriz son limos, aunque también se obser-

van concentraciones de arena y grava, con proce-

sos de formación de suelos. Los restos culturales

del sitio comienzan a verse desde el este, donde

el río Boquillas fluye de su captación en la par-

te media de la Sierra Boquillas, configurándose

como un río ancho una vez que entra a la plani-

cie. Los materiales arqueológicos son más abun-

dantes en la ancha y bien desarrollada planicie

Río Boquillas

N3375000

N3374000

N3373000

E4

48

00

0

E4

49

00

0

E4

50

00

0

E4

51

00

0

Hornos alineados/

Campos bordeados

Yacimientode esquisto

CanalesÁrea de losentierros

Montículos

Cerro Boquillas

0 500 m

La PlayaSON F: 10: 3

� Fig. 3. El sitio La Playa.

Trin

cheras

10ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003

aluvial. Aunque la mayoría de los restos se ob-

servan en el aluvión —expuestos por la disec-

ción y erosión superficial extensiva—, el sitio

continúa algunos kilómetros hacia el oeste y

hacia el norte en el pie de monte de la Sierra

Boquillas.

A primera vista, lo más sorprendente del sitio

La Playa es el pavimento de piedras fractura-

das por fuego, que se extiende indiscriminada-

mente por varios kilómetros. Este pavimento

de artefactos es resultado de la intensa erosión

fluvial laminar y en cárcavas de los aluviones,

erosión que constantemente desintegra los ele-

mentos térmicos para cocción, en los que se usa-

ron piedras incandescentes como fuentes de

calor (hornos). Además de miles de hornos, la

erosión ha exhumado cientos de entierros huma-

nos (inhumaciones y cremaciones) y de perros,

y varias estaciones de lasqueo y de trabajo de

concha, observándose en la superficie miles

de artefactos de piedra pulida, piedra tallada,

concha, hueso y cerámica. En el sector este del

sitio se observan varios montículos con relleno

artificial.

Durante los últimos seis años el Proyecto Ar-

queológico La Playa ha tenido como misión

prioritaria rescatar los elementos y artefactos

en inminente estado de destrucción, y respon-

der a las cuestiones básicas de cronología, estruc-

tura del sitio, subsistencia e interacción regional

e interregional. Aunque Johnson (1960, 1963)

consideró que La Playa reflejaba una ocupación

Trincheras fechada aproximadamente entre los

años 700 y 1100 d.C., nuestras investigaciones

han identificado fauna pleistocénica y cabe la

posibilidad de que exista un componente Clo-

vis, uno de la tradición Malpais-San Dieguito,

una ocupación Arcaica y evidencias de que el si-

tio estuvo continuamente ocupado desde el

periodo del Arcaico tardío/Agricultura tempra-

na (ca. 1,500/1,200 a.C. al 200 d.C.) hasta la pri-

mera mitad del siglo XX. Una gran parte de los

artefactos y elementos pertenecen al periodo

de Agricultura temprana, incluyendo lo que

probablemente es la población de entierros más

grande hasta ahora conocida en todo el Noroes-

te. Esta larguísima historia ocupacional de La

Playa nos ha permitido utilizar la terminología

de los periodos ambientales mayores y caracte-

rizar un esquema cronológico para éstos, basa-

do en la reciente revisión y sistematización de

la información paleoclimática elaborada por Ma-

bry (1998b, 1998c).

Pleistoceno terminal (ca. 14,500-10,500a.p.) y Holoceno temprano(10,500-7,500 a.p.)

El ambiente aluvial del río Boquillas ofreció un

verdadero oasis durante el Pleistoceno tardío/

Holoceno temprano atrayendo un gran núme-

ro de animales. Numerosos restos animales

—mamut, bisonte, camello, caballo, antílope,

venado, jabalí y tortugas terrestres—, se obser-

van asociados a un paleosuelo del Pleistoceno,

del que quedan algunos vestigios en el sector

oeste del sitio.

Los materiales arqueológicos paleoindios inclu-

yen una punta de proyectil Clovis reportada por

Robles (1974) —actualmente resguardada en

una colección privada—, una punta estilo Clovis

cuya base se fracturó antes de acanalarla y dos

percutores de asta fosilizados recolectados por

miembros del proyecto. Una punta de proyec-

til del tipo Tapering stem o Western stem (puntas

de pedúnculo estrecho) está en la colección del

sitio depositada en el Arizona State Museum.

Es pertinente señalar que algunos tipos de pun-

tas similares (e.g. Jay, Lake Mojave, Silver Lake,

San Dieguito) se encuentran dispersos en todo

el oeste de Estados Unidos, su fecha de elabo-

ración es alrededor de los años 10,700 y 7,000

a.p. (Lorentzen, 1998: 142).

En el sitio también se concentran artefactos

pertenecientes al componente Malpais/San

Dieguito I. Los artefactos se observan asocia-

dos a un paleopaisaje formado por depósitos de

cantos y gravas remanentes de un canal flu-

vial invertido probablemente del Pleistoceno

terminal/Holoceno temprano. El complejo lítico

se caracteriza por presentar una gruesa forma-

11SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS

ción de pátina y entre las herramientas obser-

vadas se encuentran grandes tajadores sobre

cantos (fig. 4), retocados unifacial y bifacialmen-

te, herramientas con retoque unifacial (e.g. ras-

padores de varios tipos, lascas con muescas para

descortezar y denticulados), buriles, perforado-

res y percutores, junto con un sinnúmero de

desechos de talla que comprenden lascas de pre-

paración de plataforma de núcleo y núcleos

formales. Las materias primas mejor represen-

tadas son el basalto y la diorita, seguidas en mu-

cho menor cantidad por riolita, latita y esquisto.

El fechamiento del complejo Malpais/San Die-

guito continúa siendo problemático, con edades

estimadas que van desde aproximadamente

37,000 a.p. (Hayden 1974, 1976) a 4,000 a.p.

(Rogers, 1939, 1958). La asociación del com-

plejo lítico con el canal pleistocénico en La Pla-

ya, sugiere que la deposición de los artefactos

líticos es posterior a los depósitos del Pleisto-

ceno terminal. El barniz del desierto presente

en las herramientas líticas y las gravas posible-

mente indican una fecha anterior al Altitermal

del Holoceno medio, aunque estudios recien-

tes sobre su formación señalan que existen di-

ferentes agentes involucrados (Huckell 1998:

170).

El Holoceno medio (7,500 - 4,500 a.p.)

Antevs (1948, 1955) definió al Holoceno me-

dio como un periodo Altitermal en el que la

temperatura se elevó y las lluvias disminuyeron

provocando condiciones ambientales adver-

sas. Aunque a la fecha se sigue debatiendo la

severidad del clima que prevaleció durante el

periodo Altitermal (Betancourt, 1990; Martin,

1963; Van Devender, 1990), la ausencia de com-

ponentes arqueológicos fechados durante este

periodo parece corroborar los modelos que plan-

tean la existencia de condiciones ambientales

inhóspitas (Berry y Berry, 1986; Mabry, 1998c,

1998d).

Es posible que el sitio La Playa haya estado ocu-

pado, por lo menos de manera intermitente

durante el periodo Altitermal. Hemos excavado

un entierro de una mujer adulta con un pecu-

liar tratamiento funerario: se encontró exten-

dida sobre su espalda con las piernas dobladas

y los brazos abiertos de tal forma que simulan

las alas de un pájaro en vuelo, cubierta por una

tela fibrosa a manera de huipil y con dos con-

chas marinas sobre su cuello, tiene deformación

craneal y presenta rasgos genéticos similares a

las poblaciones prehispánicas del Suroeste de

Estados Unidos (Barnes, 1999). Obtuvimos una

fecha de radiocarbono de 5480 +/- 50 AP (B-

169393, fecha directa de AMS en colágeno), ca-

librada a 4,380-4,240 a.C.

Aunado a esto, 15 de las 183 puntas de proyec-

til de la colección de La Playa pertenecen al ti-

po Pinto/San José (fig. 5). Éstas son puntas grue-

sas, pequeñas, con una longitud de entre 2 y

4 cm, y con pedúnculo expandido de lados cón-

cavos; hombros estrechos y base convexa, el

cuerpo frecuentemente se presenta aserrado.

Se han encontrado distribuidas en todo el Su-

roeste de Estados Unidos, la Gran Cuenca y la

Meseta del Colorado (Lorentzen, 1998: 145;

Sliva, 1997: 50). La asignación cronológica de

las puntas Pinto y San José es bastante vaga y

generalmente con fechas variables entre 9,500

y 2,800 a.p. (Irwin-Williams, 1973; Ambler,

1996; Lorentzen, 1998, Wormington, 1957); sin

embargo, Berry y Berry (1986: 315) basándo-

se en un grupo de fechas procedentes de la re-

gión este de la Gran Cuenca y la Meseta del

Colorado, razonablemente colocan a la tradición

Pinto en el periodo Holoceno medio.� Fig. 4. Ejemplos de la industria lítica Malpais/

San Dieguito.

0 10 cm

12ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003

El Holoceno tardío(2,500 a.C. - 200 d.C.)

La utilización del valle del río Boquillas se in-

crementó considerablemente en este periodo

y parece coincidir con el regreso a condiciones

climáticas más favorables que prevalecen hacia

el 3,500 antes de nuestra era. Trece por ciento

de las puntas de proyectil son tipos asociados a

la primera parte del Holoceno tardío (antes del

periodo de Agricultura temprana), incluyendo

cuatro puntas Chiricahua (4,800-

2,500 a.p.), 27 puntas Cortaro

(4,300-2,300 a.p.) y dos puntas

Gypsum (4,500-1,500 a.p.) (Lo-

rentzen 1998: 144-147) (fig. 6).

Aunque posiblemente existen

varios elementos asociados a este

periodo anterior al de Agricultu-

ra temprana, hasta ahora en el

sitio no hemos fechado ningún

elemento de este periodo.

Las puntas Chiricahua miden

entre 2.5 y 4.0 cm de largo, tienen

muescas laterales cerca de la

base, cuerpo triangular general-

mente más delgado que el pe-

dúnculo y base profundamente

cóncava; su distribución está li-

mitada por el sur de Arizona y sur

de Nuevo México (Sayles, 1983;

Sayles, y Antevs, 1941).

Las puntas Cortaro tienen cuer-

pos triangulares en forma de hoja,

carecen de pedúnculo o muescas

y su base va de ligera a profunda-

mente cóncava con pulido lateral

presente en muchos especíme-

nes; la distribución de estas pun-

tas está limitada a la zona sur de

Arizona y Nuevo México (Jona-

than Mabry, comunicación perso-

nal 2002; Lorentzen, 1998: 147;

Roth y Huckell, 1992). Es muy

probable que Cortaro sea un tipo

de punta de naturaleza Sonoren-

se ya que se observa en todo el norte de la enti-

dad y al sur en Huatabampo.

Las puntas Gypsum miden entre 3.0 y 5.0 cm

de longitud, presentan cuerpos triangulares con

hombros anchos, pedúnculos cortos muy con-

traídos en su base; estilos de punta de dardo de

pedúnculo corto y contraído, conocidas en el Su-

roeste de Estados Unidos como Gypsum Cave,

Agustín y Pelona, y Gatecliff Contracting Stem

en la Gran Cuenca. Aparecen desde el año 4,000

� Fig. 5. Puntas del tipo Pinto/San José.

cm

13SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS

antes del presente en el sureste de la Gran

Cuenca (Holmer, 1986), hasta el Valle inferior

del río Grande (Marmaduke, 1978), incluyen-

do todo el Suroeste de Estados Unidos y el No-

roeste de México (Holmer, 1986). Puntas de

morfología similar aparecieron anteriormente en

el centro de México en la fase Coxcatlán en el

Valle de Tehuacán (Mac Neish, et al., 1967), aso-

ciadas a maíz fechado por radiocarbono alrede-

dor de 4,700 antes del presen-

te (Long et al., 1989).

Aparentemente la ocupación

del valle del Boquillas siguió in-

crementándose durante el pe-

riodo de Agricultura temprana,

el cual comenzó alrededor del

año 1500 a.C. con dos fases: San

Pedro ca. 1,500/1,200 al 800 a.C.,

y Ciénega del 800 a.C. a ca. 200

d.C. Las características más re-

presentativas de este periodo

son: la presencia de maíz, con-

juntos de casas en foso, canales

de riego, manufactura de orna-

mentos de concha y puntas de

proyectil conocidas como San

Pedro y Ciénega (Mabry, 2002).

Catorce de las 16 fechas de

radiocarbono del sitio se ubican

dentro de este lapso; los datos

cronólogicos fueron obteni-

dos de entierros (colágeno), hor-

nos (carbón y semillas) y un

hoyo de poste en una superficie

de ocupación. Para este periodo,

la fecha de radiocarbono más

temprana es de 3250+/-40: se

trata de un entierro masculino

flexionado, recostado sobre su

espalda y cubierto de hematita;

la fecha más tardía es de un gra-

no de maíz que se encontraba

dentro de un hoyo de poste con

una edad de radiocarbono de

1885+/-50 (tabla 1).

Ciento seis puntas de proyec-

til (58 por ciento de las puntas identificables)

pueden ser asignadas a ambas fases del periodo

de Agricultura temprana. Recientemente Ste-

vens y Sliva (2002) han reconocido que las pun-

tas San Pedro comprenden realmente dos pun-

tas diferentes tanto en términos tecnológicos

como cronológicos. Estas puntas (fig. 7) tienen

cuerpo triangular alargado y bordes de rectos a

irregulares, cuello ancho, pedúnculo expandido

a

b

c

� Fig. 6. Puntas Gypsum (a), Chiricahua (b), Cortaro (c).

cm

14ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003

y base de recta a convexa. Una de sus caracte-

rísticas distintivas son muescas laterales en for-

ma de “c” o en forma de oreja, localizadas muy

abajo o en la esquina de la punta (Stevens y

Sliva, 2002: 301).

La punta recientemente recono-

cida como Imperio es similar en

apariencia a la punta San Pedro,

pero presenta cuerpo triangular

relativamente largo y estrecho,

con pedúnculo recto ligeramen-

te más estrecho que el cuerpo;

tiene un pedúnculo formal en vez

de muescas laterales, y la base y

los bordes laterales del pedúncu-

lo algunas veces se presentan pu-

lidos (Stevens y Sliva, 2002: 304).

La separación en dos puntas de

proyectil diferentes tiene un

mayor significado cuando se con-

sidera el contexto arqueológico.

En el sitio Las Capas en el valle

del río Santa Cruz en Arizona, se

recuperaron 40 puntas de proyec-

til del estrato 6A pertenecientes

a la fase San Pedro temprana (da-

tada en 2,897 a.p., promedio de

siete fechas no calibradas), mien-

tras que la mayoría de las puntas

San Pedro se recupe-

raron de la fase San

Pedro tardía (fecha-

da en 2,692 a.p., pro-

medio de 18 fechas

no calibradas) (Ste-

vens y Sliva, 2002;

Hesse y Sliva, 2002).

En la colección de La

Playa tenemos un to-

tal de 29 puntas Im-

perio (16 por ciento

de la muestra total)

(fig. 7), todas provie-

nen de superficie o

rellenos alterados, y

38 puntas San Pedro

(21 por ciento ), de las cuales todas con excep-

ción de una (asociada a una superficie de ocu-

pación que se encuentra a un metro de profun-

didad, fechada a 1885+/-50 con una cúpula de

maíz), provienen de contextos alterados. Las

Núm. de muestraNúm. de muestraNúm. de muestraNúm. de muestraNúm. de muestra TTTTTipoipoipoipoipo FFFFFecha deecha deecha deecha deecha de MaterialMaterialMaterialMaterialMaterialde elementode elementode elementode elementode elemento radiocarbonoradiocarbonoradiocarbonoradiocarbonoradiocarbono fechadofechadofechadofechadofechado

A8747 (convencional) horno 6 2000+/-80 carbón

A8744 (convencional) horno 9 1960+/-85 carbón

A8745 (convencional) horno 7 1960+/-50 carbón

A8741 (convencional) horno 18 1940+/-55 carbón

A8742 (convencional) horno 18 1885+/-55 carbón

AA33185 (AMS) horno 32 1825+/-50 maíz

AA33184 (AMS) poste 59 1885+/-50 maíz

AA33182 (AMS) entierro 52 2960+/-50 semilla de mesquite

B169394 (AMS) entierro 52 2850+/-40 colágeno

B169398 (AMS) entierro 313 1700+/-40 colágeno

B169397 (AMS) entierro 111 2010+/-40 colágeno

B169396 (AMS) entierro 93 2280+/-40 colágeno

B169395 (AMS) entierro 118 3250+/-40 colágeno

B169392 (AMS) entierro 11 2490+/-40 colágeno

� Tabla 1. Fechas de radiocarbono del periodo de Agricultura temprana.

a

b

c

cm

� Fig. 7. Serie de puntas del periodo de Agricultura temprana: Imperio (a),San Pedro (b), y Ciénega (c).

15SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS

puntas de proyectil más comunes de este perio-

do son las estilo Ciénega con 45 ejemplares (24

por ciento del total de puntas) (fig. 7); dos pun-

tas del tipo Ciénega se encontraron asociadas a

entierros humanos: uno de ellos se encontró ex-

tendido y tiene una fecha de radiocarbono de

2280+/-40 (B-169396 en colágeno), calibrada

a 400-350 a.C.

Otros artefactos que pertenecen al periodo de

Agricultura temprana son charolas de piedra con

asas, protocharolas de piedra pulida, metates

planos y de cuenco, manos en cantos y percuto-

res de diorita. Asimismo una gran variedad de

herramientas sobre lasca y núcleo, cruciformes

de piedra y ornamentos de concha, junto con de-

sechos de manufactura, pulidores de esquisto

y todo tipo de punzones de hueso y astas utili-

zadas en la producción de objetos de concha.

Los implementos que muy probablemente

complementan el complejo del periodo de Agri-

cultura temprana son unas piedras de molien-

da alargadas y pesadas que miden entre 20 y

50 cm de largo, azuelas tabulares talladas y dis-

cos de piedra pulidos y tallados.

Entre los elementos que acompañan el comple-

jo de artefactos de este periodo se observan

numerosos hornos, varios cientos de entierros

humanos, entierros de perros, áreas de acti-

vidad donde se produjeron ornamentos de

concha y se tallaron herramientas líticas, agru-

paciones de manos y cuchillos tabulares y un

yacimiento de esquisto.

En La Playa se observan campos de agricultu-

ra que cubren un área de 35 hectáreas. Estos

campos están relacionados con el periodo de

Agricultura temprana y están constituidos por

canales orientados noreste-suroeste, bordes de

piedras delineando cuadrículas de 15 a 20 me-

tros y varios alineamientos continuos de hornos,

por una longitud de 50 a 150 metros, paralelos

a los canales. Los elementos descritos se en-

cuentran asociados con un paleosuelo sepulta-

do, son evidentes en la fotografía aérea y hemos

comenzado a elaborar los mapas correspon-

dientes en el campo. Las fechas de radiocarbono

obtenidas de algunos hornos excavados que for-

man parte de los alineamientos, sugieren su

asociación a la fase Ciénega (del 800 a.C. a ca.200 d.C.). Además, las rocas fracturadas por el

fuego asociadas a los hornos se encuentran muy

quebradas, lo que parece sugerir que el agua

fue un elemento importante durante el proce-

samiento térmico y su ordenamiento lineal pue-

de reflejar su distribución a lo largo del canal.

Hornos

En el sitio La Playa existe una gran variabilidad

de elementos utilizados para cocinar. La única

característica que tienen en común es que la

fuente de calor utilizada fueron las piedras in-

candescentes. Los 104 hornos excavados hasta

la fecha, tienen un diámetro de entre 0.45 y

4.02 m, y una profundidad que varía de 0.50 a

1.18 m (fig. 8). Aunque la mayoría son hornos

en hoyo de perfil globular, algunos de los ele-

mentos térmicos se presentan como montícu-

los de piedras y cenizas en los que la cocción se

realizó en la superficie.

El análisis del contenido de los hornos refleja

abundancia de restos de animales y plantas. En

nueve de los trece hornos analizados hasta la

fecha, están presentes cúpulas y granos de maíz

junto con semillas de mesquite, quenopodio y

amaranto (Sánchez, 1998). La abundancia de

maíz —determinada por partes por litro (ppl)

(Gasser, 1987)—, es relativamente alta, con un

promedio de 5.2 ppl por cada elemento. Los

quenopodios y amarantos también están bien

representados, con una abundancia promedio

de 4.08 ppl.

Como punto de comparación, Gasser (1987:

311) reportó que la abundancia de maíz en ele-

mentos arqueológicos Hohokam —reconocidos

como agricultores intensivos—, tienen un pro-

medio de menos de 1.0, lo que sugiere que ele-

mentos arqueológicos con abundancias de 5.0

ppl de una sola especie, pueden usarse como

indicadores de la función primaria de un ele-

mento. En contraste, la ubicuidad del maíz,

determinado por la presencia/ausencia de maíz

en elementos excavados, es un poco más baja

16ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003

de 63 por ciento. Esta cantidad es comparable

al sitio Clearwater (Diehl y Waters, 1996), pero

mucho más baja que el resto de los sitios del

periodo de Agricultura temprana donde los es-

tudios presentan una ubicuidad de maíz cuyo

rango varía de 83 al 100 por ciento (Sánchez,

1998).

Los restos de fauna consisten principalmente

en conejo/liebre, venado y tortuga. En un solo

horno se recuperaron los restos de más de 20 co-

nejos: esto posiblemente sea un indicador de

la práctica de cacería con redes comunales. Otro

horno contiene los restos que probablemente

pertenecieron a varios guajolotes.

Entierros

Varias centenas de entierros humanos se ob-

servan expuestos en la superficie en diferentes

sectores del sitio. Hasta la fecha hemos exca-

vado 188 inhumaciones y 33 cremaciones. Es

muy probable que los entierros representen

diversas etapas de ocupación del sitio ya que se

observan en diferentes situaciones estratigrá-

ficas. Sin embargo, hemos determinado que por

lo menos un conjunto de 165 entierros que se

encuentran en el sector central del sitio (“área

de los entierros” en fig. 3) con similares trata-

mientos mortuorios e iguales características

paleopatológicas congénitas, pertenecen al pe-

riodo de Agricultura temprana. En este sector

del sitio hemos fechado varios hornos que per-

tenecen a este periodo; en general el conjunto

de artefactos tiene filiación con esta época. Esta

muestra es la más grande de una sola población

precerámica que se conoce hasta ahora en la re-

gión del Noroeste de México y el Suroeste de

Estados Unidos.

Los entierros de La Playa están en su mayoría

flexionados (54% , n=81), aunque también hay

� Fig. 8. Ejemplos de hornos en el sitio La Playa.

E392 E393

E388

E396Piedras quebradas

por fuego

Piedras quebradaspor fuego

Piedras quebradaspor fuego

Piedras quebradaspor fuego

17SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS

inhumaciones semiflexionadas (13%, n=18),

extendidas sobre la espalda (12% , n=17) y cre-

maciones (22%, n=33) (fig. 9). La posición y

orientación del cuerpo es bastante variable, pero

el 30 por ciento de las inhumaciones tienen el

cráneo orientado al oeste. Una práctica genera-

lizada parece haber sido el atar a los difuntos

en bultos hechos de textiles y/o pieles y depo-

sitarlos en fosas de dimensiones reducidas, que

muchas veces resultaban demasiado pequeñas.

Sólo 27 entierros presentan ofrendas mortuo-

rias, se trata de nueve hombres, once mujeres,

cuatro cremaciones y un niño de cuatro años.

Tres hombres y una cremación tuvieron puntas

de proyectil asociadas, tres de las puntas como

objetos mortuorios y un fragmento distal de

punta de proyectil enterrado en las costillas del

individuo, que debió ser la herida mortal. Los

dos entierros más elaborados son el de una

mujer adulta en posición flexionada y enterra-

da con un caparazón de tortuga del desierto co-

locado boca arriba en el brazo; en el interior del

caparazón había una charola pequeña y una

mano de mortero con pigmento de color rojo

(elemento 111). El otro entierro es el de un hom-

bre adulto en posición extendida sobre su

espalda, debajo de la barbilla tenía una pipa

cilíndrica de basalto con una boquilla de concha

tubular de vermétido en un extremo, y cuatro

cuentas nacaradas en el pecho (elemento 324)

(fig. 10). Curiosamente, los esqueletos de es-

tos dos personajes presentan un estrés de tra-

bajo mínimo en sus huesos en comparación al

resto de la población del sitio (Barnes, 2002).

Seis mujeres, tres hombres y un niño presentan

ornamentos de concha; dos individuos —uno

de sexo masculino y otro femenino— fueron en-

terrados con cristales de cuarzo empuñados en

la mano; una mujer

adulta fue enterrada

con dos manos y una

herramienta de hue-

so; un entierro doble,

secundario y primario,

contenía un asta de

venado como objeto

mortuorio. Trece indi-

viduos de ambos se-

xos fueron cubiertos

con un pigmento de

hematita roja y una

mujer fue enterrada

con una manta o cuero

decorado con bandas

de líneas, triángulos y

puntos en colores rojo

y amarillo, usando

pigmentos minerales.

Es muy probable que

algunas de las crema-

ciones pertenezcan a la

fase Ciénega (Haury

1957, Mabry 1998a).

Una punta de esta

misma fase muy fina y� Fig. 9. Ejemplos de tipos de entierros

en el sitio La Playa.

E414

Piedrapulida

Piedrapulida

E369

E361

Crematorios

E365

18ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003

bien terminada fue

encontrada con una

cremación. Conta-

mos con una fecha de

radiocarbono para una

cremación de 1675 ±

60 a.p. (A8746, fecha

convencional en car-

bón de madera calibra-

da a 262-427 d.C.),

indicando una filia-

ción a la fase Trinche-

ras I. Otra cremación

fue colocada dentro

de un cuenco cerá-

mico del tipo Santa

Cruz Policromo (ca.

y Minturn, 1998). Siguiendo los cálculos de Tur-

ner (1979), este valor cae dentro del límite su-

perior para cazadores-recolectores (0.44-10.3

por ciento) y del límite inferior de los agricul-

tores (2.3-26.0 por ciento); sin embargo sola-

mente los dientes de seis individuos han sido

analizados.

Entierros de perros

Los entierros de perros constituyen uno de los

elementos más abundantes del sitio. De los 25

entierros excavados, 20 se encuentran en la

agrupación principal de entierros humanos, aun-

que ninguno se encuentra asociado directamen-

te con sus análogos humanos. Generalmente los

perros fueron colocados sobre su lado izquier-

do, encorvados en posición semiflexionada, sin

objetos mortuorios. Un entierro singular es el

de dos perros machos, uno al lado del otro, con

sus hocicos y cuatro patas apuntando hacia el

norte. Siguiendo a Saxe (1970), la colocación de

los perros dentro del cementerio formal parece

indicar que los canes eran miembros del grupo.

Producción de los ornamentosde concha

Una gran cantidad de conchas marinas ha sido

encontrada en todo el sitio. Han sido identifi-

cados 52 géneros con 59 especies, aunque no se

1,200-1,400 d.C.), lo que sugiere que las prác-

ticas mortuorias en La Playa son muy similares a

las observadas en el sur de Arizona.

Los análisis paleopatológicos preliminares indi-

can que la población de La Playa gozaba de bue-

na salud y se observa muy poca evidencia de

enfermedades congénitas e infecciosas (Barnes,

1999; Lincoln-Babb y Minturn, 1998); sin em-

bargo muchos individuos presentan un desgaste

extremo de los huesos largos por estrés físico

de trabajo pesado y un desgaste extremo de sus

dientes (Barnes, 2002). La presencia de exos-

tosis auditiva en algunos de los individuos sugie-

re un posible rasgo genético compartido con las

poblaciones de Matty Canyon del sureste de

Arizona (Lincoln-Babb, 1997; Minturn y Lin-

coln-Babb, 1995). La protuberancia occipital,

presente por lo menos en tres individuos, tam-

bién parece ser un rasgo común en las poblacio-

nes del periodo de Agricultura temprana de

varios sitios de Arizona (Lincoln-Babb y Min-

turn, 1998).

El análisis dental preliminar reveló patrones de

uso y frecuencia de caries característicos de las

poblaciones del periodo de Agricultura tempra-

na. La frecuencia de caries para la población de

La Playa es de 9.7 por ciento, cifra semejante a

la de los sitios Matty Canyon (9.9 por ciento) y

Wetlands Site (7.1 por ciento) (Lincoln-Babb

� Fig. 10. Objetos funerarios del entierro 324.

Pipa

Cuentas de concha

19SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS

puede determinar qué cantidad refleja el com-

plejo de Agricultura temprana. Sin embargo, la

gran cantidad de especies utilizadas parece es-

tar asociada a los componentes precerámicos y

algunos ejemplares de concha quemada están

presentes en los hornos que datan de la fase

Ciénega. Al comparar la colección de conchas

de La Playa con la de Cerro de Trincheras (ca.

1,300-1,450 d.C.) ha quedado de manifiesto que

existen diferencias considerables entre los dos

conjuntos, con pocas especies en común y por-

centajes drásticamente diferentes de ornamen-

tos y especies representadas. Por ejemplo, Conussp. es la especie dominante en el Cerro de Trin-

cheras, con una representatividad de 58.35

por ciento (Vargas, 1995) y sólo ocupa el 0.13 por

ciento del total de La Playa, donde la especie

más abundante es Glycymeris gigantea represen-

tando un 68.3 por ciento de toda la concha re-

cuperada.

Desde 1936 Woodward describió al sitio La Pla-

ya como una “fábrica de brazaletes de concha”,

debido a que diferentes tipos de pulidores, bu-

riles, punzones de mitades longitudinales de

metapodio de venado y picotas de asta de ve-

nado se observan comúnmente asociadas con

áreas de trabajo de concha (fig. 11). Otras es-

pecies de concha muy comunes son las nacara-

das (8.4%), Modiolus (7.6%), Laevicardium elatum(1.6%), los vermétidos (0.87%), Chione (0.70%),

Olivella dama (0.30%) y Arene (0.26%).

Industria lítica

Los análisis cuantitativos del conjunto de pie-

cepillos, denticulados y lascas con muescas, re-

tocadas y utilizadas. También están presentes

cuchillos de agave tabulares, pero no podemos

determinar si pueden incluirse dentro del com-

plejo de Agricultura temprana.

Aproximadamente 90 por ciento de la indus-

tria lítica de La Playa fue elaborada usando ma-

terias primas locales: cuarzo, basalto, riolita, an-

desita y diorita. Los materiales de grano fino

cripto-cristalinos representan solamente el 9

por ciento de la colección, aunque el 35 por

ciento de las puntas de proyectil son de sílex.

Una estación de lasqueo compuesta de dos cla-

ses de sílex, contenía dos puntas Ciénega,

reconstruíbles que se rompieron y fueron dese-

chadas durante la manufactura. La obsidiana

está presente en el sitio, aunque tiene una re-

presentatividad mínima de 0.01 por ciento. Aun-

que en general el uso de materias primas en

puntas de proyectil del tipo Imperio, San Pe-

dro y Ciénega es bastante similar, en las puntas

Ciénega se observa una mayor utilización de ma-

terias primas foráneas ya que 49 por ciento de

las mismas están hechas en sílex, mientras que

sólo el 25 por ciento de las puntas Imperio y

San Pedro son de este material. El cuarzo re-

presenta una materia prima de mala calidad, sin

embargo, junto con la diorita y el esquisto es la

roca de más fácil acceso en la Sierra Boquillas;

el 40 por ciento de las puntas Imperio y San

Pedro son de este cuarzo local.

El conjunto de lítica pulida incluye un núme-

ro exorbitante de manos sobre canto y manos

largas que se usan con ambas extremidades,

� Fig. 11. Proceso de trabajo de brazaletes de Glycymeris gigantea.

dra tallada y pulida continúan en

proceso, por lo que la exposición

en este texto se limita a observa-

ciones preliminares. La colección

de piedra tallada, en general, es

consistente con los complejos

líticos de los sitios Donaldson y

Los Ojitos del periodo de Agri-

cultura temprana en el sureste de

Arizona (Huckell 1994); incluye

una gran variedad de bifaciales,

taladros, cuchillos, raspadores,

20ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003

metates planos y en cuenco, charolas de basal-

to, morteros, protopaletas, manos de morteros,

pulidores y una gran cantidad de percutores. La

materia prima utilizada para su manufactura

primordialmente es granodiorita seguida por

esquisto, riolita y varios basaltos. Sin embargo,

virtualmente todos los percutores están elabo-

rados en una diorita de grano grueso de color

verde oscuro.

En la cumbre de un cerro pequeño localizado

en el punto donde el río Boquillas emerge a la

planicie aluvial, se encuentra un yacimiento de

esquisto. Los escarpes de roca presentan varias

marcas e incisiones profundas y muchos frag-

mentos tabulares fueron removidos usando pi-

jas de cuarzo. Aunque es muy probable que el

uso del yacimiento continuó hasta el periodo

Trincheras, muchos implementos para pulir uti-

lizados en la producción de ornamentos de con-

cha son del esquisto local y son muy comunes

en los componentes característicos del periodo

de Agricultura temprana.

Cerámica

Varios tiestos de un tipo cerámico previamente

desconocido se han encontrado asociados a com-

ponentes de la fase Ciénega. El tipo La Playa

Lisa es una cerámica elaborada por enrollado y

raspado, bien terminada, pulida y con desgra-

sante de arena fina, bastante diferente a la ce-

rámica de la tradición Trincheras. Un horno que

contenía cerámica La Playa Lisa registró una

fecha de radiocarbono de 1940±55 (4 al 129

d.C.). En un foso de almacenamiento en forma

de campana, todavía no fechado, se encontró

un tiesto de este tipo.

La cerámica La Playa Lisa comprende aproxi-

madamente el 2.5 por ciento de la muestra re-

colectada del sitio; sin embargo cabe señalar que

ésta no es representativa, ya que nos hemos en-

focado en el estudio de áreas reconocidas como

pertenecientes al periodo de Agricultura tem-

prana. Sí podemos decir que su presencia es

significativa y que aparece en diversos contex-

tos, lo que sugiere que pudo haberse elaborado

en La Playa, sin descartar la posibilidad de que

se trate de una cerámica intrusiva.

Interacción regional e interregional

El recurso foráneo más significativo del sitio es

la gran cantidad de concha marina procedente

del Golfo de California, localizado a 100 kiló-

metros hacia el oeste. No hemos podido deter-

minar si la concha fue adquirida directamente

por los ocupantes del sitio viajando a la costa o

por medio del intercambio con grupos costeros

(ancestros de los comca´ac). De cualquier for-

ma, sitios del periodo Trincheras cercanos a

Bahía Kino, como Playa Noriega o Gignac, con ce-

rámica Trincheras Púrpura-sobre-rojo, sugieren

una interacción significativa entre las poblacio-

nes de la tradición Trincheras y los comca´ac

prehispánicos. Existen elementos suficientes

para considerar que esta relación pudo haberse

establecido desde el periodo precerámico.

El sitio La Playa obtuvo recursos minerales de

varias regiones ubicadas a diferentes distancias.

La obsidiana de La Playa posiblemente provie-

ne en su totalidad de la fuente de Antelope

Wells en la frontera de Nuevo México y Chihua-

hua, 350 km hacia el este (Steve Shackley, co-

municación personal 1999). Según los análisis

realizados con espectómetro, la argilita roja de

alta calidad que hemos observado en el sitio,

proviene de la cuenca Tonto en Arizona, locali-

zada aproximadamente a 400 km hacia el norte

(James Gundersen, comunicación personal

1999).

La turquesa está presente tanto en forma de

ornamentos como de manera natural, pero no

se ha determinado su procedencia. Tampoco se

conoce la procedencia de la materia prima crip-

to-cristalina (sílex y calcedonia), muy utilizada

en la elaboración de puntas de proyectil. Se han

observado dos o tres nódulos pequeños de sílex

entre los cantos rodados en el canal del río

Boquillas, esto sugiere la existencia de una

fuente de sílex cercana, aunque todavía no lo-

calizada.

21SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS

Discusión

Aunque sólo hemos comenzado a levantar el

velo, nos atrevemos a sugerir algunas propues-

tas interpretativas. Nuestras investigaciones

parecen sostener la importancia de los cambios

ambientales para la reconstrucción de mode-

los explicativos sobre los complejos del Arcaico

medio y la difusión de la agricultura de maíz. Si

bien el 11 por ciento de la colección de puntas

de proyectil pertenece al Arcaico medio, sólo

algunos datan del periodo Altitermal. Por otro

lado, parecen estar bien representados tanto el

complejo del Holoceno temprano San Dieguito/

Malpais como el periodo Arcaico tardío que si-

gue al Altitermal. Consideramos que La Playa,

al igual que una gran parte de los desiertos bajos

de la actual frontera, fueron abandonados casi

en su totalidad durante el periodo Altitermal.

Esta interpretación concuerda con los modelos

propuestos anteriormente por Berry y Berry

(1986), Hayden (1976), Mabry (1998d) y otros.

Las puntas de proyectil pertenecientes al pe-

riodo Altitermal —como son los tipos Pinto y

San José—, probablemente reflejan incursiones

de grupos norteños procedentes de la Gran

Cuenca y/o la Gran Planicie de Colorado hacia

el desierto de Sonora.

Al final del Altitermal, el desierto de Sonora

era un nicho vacío que fue repoblado subsecuen-

temente por grupos asociados a nuevas tec-

nologías. Las puntas Gypsum, junto con varias

otras puntas de pedúnculos contraídos, refle-

jan una nueva tecnología en la que se utilizaba

una resina adhesiva para fijar la punta al dardo.

Como Berry y Berry (1986), Mabry (1998e) y

Marmaduke (1978) han discutido el estilo de

punta Gypsum; aparece por primera vez en el

Centro de México, asociado con maíz en el Va-

lle de Tehuacán durante la fase Coxcatlán. Ésta

fue fechada por MacNeish entre el 4,800-3,600

a.C.y posteriormente revisada al 3,600 a.C.

(Long et al. 1989); planteamos la posibilidad de

que esta nueva tecnología de enmangado se

haya difundido hacia el norte junto con el cul-

tivo del maíz.

Recientemente las puntas de proyectil de esti-

lo Cortaro han sido fechadas con más precisión:

cronológicamente se han ubicado en el milenio

anterior al periodo de Agricultura temprana

(Lorentzen, 1998:147; Mabry, 1998e; Roth y

Huckell, 1992), reflejando tal vez un desarrollo

local originado en el sur de Arizona, suroeste

de Nuevo México y norte de Sonora. Se encuen-

tran con mayor frecuencia en asentamientos

aluviales asociados a las fases tardías de la ocu-

pación San Pedro o cerca de la planicie aluvial.

Estas puntas también han sido asociadas a la

presencia de maíz extremadamente temprano

con fechas de alrededor de 3,650 a.p. en el sitio

Clearwater (Mabry, 2002) y en McEuen Cave,

Arizona (Huckell, 1999).

La existencia de una discontinuidad en el re-

gistro arqueológico, observada hacia finales del

Altitermal, ha sido citada por varios autores para

sustentar la idea de que la introducción del maíz

fue el resultado de una migración de grupos del

norte de México (Berry y Berry, 1986; Huckell,

1995; Mabry, 2002). Aunque los modelos an-

teriores asociaron la migración con las pobla-

ciones de la fase San Pedro, tentativamente

sugerimos que el complejo Cortaro puede es-

tar vinculado con el arribo inicial de grupos

hablantes del tronco yutoazteca (Carpenter,

Sánchez y Villalpando, 2000).

La evidencia lingüística sitúa el territorio origi-

nal de los Proto Yutoaztecas (PYA) en algún lu-

gar entre el Mogollon Rim y la mitad norte de

la Sierra Madre Occidental (Fowler 1983; Hill

1996). Los datos glotocronológicos sugieren que

la comunidad PYA se separó en las ramas norteña

(California y La Gran Cuenca) y sureña (Sono-

ra) alrededor del año 6000 a.C. (Miller 1983:

118). Hill (1996, 1999, 2000) ha postulado que

la bifurcación ocurrió después de la adopción

de la agricultura de maíz, basándose en la exis-

tencia de cognados compartidos para términos

relacionados con prácticas agrícolas, incluyen-

do el vocablo para maíz.

22ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003

Dada la correlación cronológica, estamos ten-

tados a sugerir que el Altitermal fue el posible

motivo de la separación inicial del grupo. Al des-

poblarse la región del desierto de Sonora, algu-

nos grupos se refugiaron en la Gran Cuenca,

mientras que otros se desplazaron hacia el sur

adentrándose en la Sierra Madre Occidental y/

o en la planicie costera del sur de Sonora y Si-

naloa. Miller (1983) identificó la región serra-

na entre los ríos Mayo y Sinaloa como la cuna

de los protoyutoaztecas Sonorenses (PSYA), ba-

sándose en la existencia de una gran diver-

sidad de idiomas yutoaztecas en un espacio

reducido.

Estos grupos PSYA seguramente fueron los pri-

meros norteños en adoptar la agricultura de

maíz. Benz (1999: 32-33) postula que la fami-

lia de maíz relevante en el norte de México, se

originó entre poblaciones pequeñas muy tem-

pranas, esparcidas desde el río Balsas hasta la

región de Colima-Jalisco en el occidente de Mé-

xico —donde se desarrolló la raza Reventa-

dor—, y después hacia la planicie costera de

Nayarit donde surgió la raza Jala; posteriormen-

te se difundió hacia las costas de Sinaloa y So-

nora donde al parecer se gestó el Chapalote. El

momento preciso de la difusión del maíz y su

desarrollo evolutivo solamente puede ser deli-

mitado usando las fechas más tempranas de

maíz para el centro de México y para el Suroes-

te de Estados Unidos. Así tenemos un lapso en-

tre los años 3,600 y 2,000 a.C., lo que significa

que los grupos protoyutoaztecas sureños pro-

bablemente recibieron el maíz a finales del pe-

riodo Altitermal o en el Holoceno temprano y

estuvieron involucrados en el desarrollo de la

raza Chapalote.

Los lingüistas ubican la ramificación original del

PSYA en los grupos históricos alrededor de los

años 2,500 y 1,500 a.C. (Hill, 1996, 2000, Miller,

1983). Hill (2000) ha demostrado que el maíz

se dispersó entre los hablantes de protoyutoaz-

teca Sonorense. Lo cierto es que sospecha-

mos que la diversificación de la rama Sureña

de los yutoaztecas está relacionada con la reo-

cupación del desierto de Sonora y de otras

regiones óptimas para el desarrollo de la agri-

cultura de maíz. Curiosamente, la distribución

de los complejos arqueológicos pertenecientes

al periodo de Agricultura temprana o semejan-

tes a la fase San Pedro hasta ahora conocidos,

coinciden con la extensión territorial de los ha-

blantes del tronco yutoazteca en el Noroeste

de México (Carpenter et al., 1996; Carpenter,

Mabry y Sánchez, 2000).

La subsistencia de los habitantes de La Playa

está relacionada con una estrategia económica

de tipo mixto de forrajeo y agricultura, con un

intenso cultivo de maíz combinado con una ex-

tensa utilización de plantas silvestres y anima-

les. A este tipo de estrategia la hemos definido

como el Complejo de Agricultura Sonorense

(Carpenter, Sánchez y Villalpando, 2002). In-

dudablemente el maíz fue la fuente fundamen-

tal de alimento almacenable para el invierno y

los primeros meses de la primavera. Aunque no

se puede negar la existencia de estrategias de

intensificación agrícola junto con un patrón

de asentamiento radicalmente alterado en el

sitio, es posible que la agricultura contribuyera

sólo de manera moderada al porcentaje total de

calorías consumidas. Estas deducciones están

sustentadas por la baja incidencia de caries en

la población, la gran cantidad de plantas sil-

vestres contenidas en los hornos y el estilo de

piedras de molienda utilizadas para triturar se-

millas silvestres.

La práctica de la agricultura de maíz, las es-

pecies vegetales que representan todas las

estaciones del año, la identificación de una

localidad funeraria donde enterraban a sus

muertos, junto con las evidencias de una gran

diversidad de actividades, la gran cantidad de

hornos para procesar alimentos, el conjunto

de herramientas líticas, manos y metates y la

distribución y densidad de elementos arqueo-

lógicos y artefactos, son indicativos de que du-

rante el periodo de Agricultura temprana la po-

blación de La Playa fue totalmente sedentaria.

La transición de la fase Ciénega a la tradición

Trincheras refleja la continuidad de ocupación

23SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS

de la población del periodo de Agricultura tem-

prana. La diferencia más significativa es la trans-

formación del tratamiento de entierros, de

inhumaciones a cremaciones, y el surgimiento

de la tradición cerámica Trincheras. La cons-

trucción de geoglifos en La Playa también pue-

den ser atribuidos al periodo Trincheras.

En nuestra opinión, la tradición Trincheras, no

representa el componente más sureño de la ra-

ma Desértica de los hohokam como se había

propuesto anteriormente (e.g., Johnson, 1960,

1963); pensamos que sus semejanzas, probable-

mente se deban más a que comparten una tra-

dición lingüística de agricultores de maíz. El

surgimiento de horizontes cerámicos tempranos

caracterizados por vajillas lisas de color café pu-

lido —a las que les siguen cerámicas con engobe

rojo, algunas veces con una predilección de su-

perficies texturizadas—, se puede observar en

un área que se extiende desde el Mogollon Rim

hasta el estado de Durango. El posterior desa-

rrollo de diferentes tradiciones cerámicas que

incluyen a los hohokam, Mogollon, Trincheras,

río Sonora, Huatabampo, Loma San Gabriel, e

inclusive los ancestros de los grupos Pueblos

muy posiblemente puede remontarse en origen

hasta los hablantes de Yutoazteca Sonorense del

periodo de Agricultura temprana (Carpenter,

Mabry y Sánchez, 2000).

Conclusiones

Las investigaciones realizadas indican que el

valle del río Boquillas fue habitado periódica-

mente desde el Pleistoceno terminal hasta el

Holoceno medio, y de manera continua desde

el final del periodo Altitermal hasta mediados

del siglo XX. Hemos identificado a La Playa

como la comunidad de Agricultura temprana

más extensa hasta la fecha conocida en el No-

roeste de México y el Suroeste de Estados

Unidos. El conjunto es consistente con los com-

ponentes de las fases San Pedro y Ciénega del

suroeste de Arizona. La información bioarqueo-

lógica sugiere la existencia de una población

compartida genéticamente y sostiene también

su correlación. La distribución de conjuntos de

artefactos similares a lo largo de una gran parte

del Noroeste de México, sugiere que el comple-

jo arqueológico de Agricultura temprana en el

actual Suroeste de Estados Unidos refleja el ex-

tremo más septentrional de una tradición del

Norte de México. Finalmente, si estamos en lo

correcto, la evidencia más temprana de la apa-

rición de la agricultura en esta área debe datar

de finales del periodo Altitermal o de princi-

pios del Holoceno tardío y sus evidencias de-

ben encontrarse en las bien irrigadas planicies

aluviales del extremo sur de Sonora y norte de

Sinaloa.

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