Sonora precerámica: del Arcaico y del surgimiento de ...
Transcript of Sonora precerámica: del Arcaico y del surgimiento de ...
John P. Carpenter ,* M. Guadalupe Sánchez** y María Elisa Villalpando***
Sonora prSonora prSonora prSonora prSonora precerámica: del Arecerámica: del Arecerámica: del Arecerámica: del Arecerámica: del Arcaicocaicocaicocaicocaicoy del sury del sury del sury del sury del surgimiento de aldeas agrícolasgimiento de aldeas agrícolasgimiento de aldeas agrícolasgimiento de aldeas agrícolasgimiento de aldeas agrícolas****
El Noroeste de México ocupa una posición prominente entre el Suroeste de
Estados Unidos y Mesoamérica, indiscutiblemente dos de las regiones más
estudiadas en el mundo. Sin embargo, la arqueología en el Noroeste de Méxi-
co ha sido poco estudiada y en consecuencia pobremente entendida; como
podría esperarse, este problema se agudiza más cuando se trata del estudio de la
ocupación precerámica. No obstante, los arqueólogos del Suroeste de Estados
Unidos reconocen la artificialidad de la frontera internacional y consideran la
existencia de componentes Arcaicos en el Norte de México con similitudes
a las tradiciones del propio Suroeste. Además, el Noroeste de México cada
día adquiere un lugar más importante en los modelos que pretenden explicar
la difusión del maíz y el surgimiento del periodo de Agricultura temprana.
Ubicación
El territorio del estado de Sonora comprende alrededor de 184,934 km2 y re-
presenta aproximadamente el nueve por ciento del territorio de la República
Mexicana; cuenta con cuatro provincias fisiográficas (Escárcega, 1996:31-32):
1) el Desierto de Sonora, 2) la Franja costera sureña del Golfo de California,
3) la provincia de sierras y valles, y 4) la Sierra Madre Occidental (fig. 1). La
provincia del desierto de Sonora se extiende a lo largo de la frontera con Arizona
desde el río Colorado hacia el este hasta Nogales y hacia el sur hasta aproxima-
**** Departamento de Antropología, Universidad de las Américas-Puebla. [email protected]
**** Department of Anthropology. University of Arizona. [email protected]
**** Centro INAH Sonora. [email protected]
**** Nuestras investigaciones han sido posibles gracias al financiamiento del Instituto Nacional de
Antropología e Historia, del Consejo Nacional de la Ciencia y Tecnología, la Universidad
de las Américas-Puebla y la Arizona Archaeological and Historical Society. Sin embargo, los avances
que hemos logrado en La Playa deben ser atribuidos a muchos amigos, colegas y estudiantes que
han donado al proyecto una gran parte de su tiempo y conocimiento. Estamos especialmente
agradecidos con Ethne Barnes, Mike Brack, Jim Holmlund, Bob Jedinak, Austin Lenhart, Lorrie
Lincoln-Babb, Júpiter Martinez, Penny Minturn, Mayela Pastrana, Art Rohn y James Watson.
6ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
damente la distancia media entre Guaymas y
el río Yaqui. Esta región incluye tanto la costa
del Golfo de California, como la extensa plani-
cie costera y se caracteriza por presentar una
vegetación y clima típico del desierto de Sono-
ra. La provincia de la Franja costera sureña, com-
prende el extremo sur de la planicie costera,
que se transforma en una delgada banda que se
prolonga hacia el sur dentro del estado de Sina-
loa, constituida primordialmente por los enor-
mes depósitos aluviales del los ríos Yaqui, Mayo
y Fuerte. Aquí, la vegetación del desierto de So-
nora se entrelaza sutilmente con el matorral es-
pinoso sinaloense. La frontera este de ambas
provincias está delimitada por la provincia de
Sierras y Valles que se extiende por todo Sono-
ra y se caracteriza por sucesiones de serranías
con valles interiores en dirección norte-sur, pre-
domina la vegetación de los altos de Sonora en-
tremezclados con algunos arbustos espinosos
sinaloenses. El límite oriental del estado está
definido por la Sierra Madre Occidental, con sus
colosales bloques riolíticos ornamentados con
encinos y pinos.
Investigaciones previas
Aunque muy escasas, las investigaciones en la zo-
na de los últimos 70 años han documentado la
presencia de conjuntos de materiales arqueoló-
gicos Arcaicos en casi todo Sonora. A finales de
los años treinta, Gordon Ekholm (s.f., 1940)
describió en el sur del estado —a lo largo de dos
tributarios del río Mayo— varias localidades
con complejos arqueológicos compuestos por
metates en cuenco, manos en cantos rodados,
puntas de proyectil y herramientas de lítica
tallada, además de un sitio formado por un enor-
me conchero en la playa de Agiabampo ubicada
en el Golfo de California, cerca de la frontera
con Sinaloa. Ekholm (1940: 326-327) comparó
estos complejos arqueológicos con la tradición
Cochise del Arcaico arizonense recientemente
definida por Sayles y Antevs (1941) y que para
entonces no estaba publicada.
Malcom Rogers tenía la corazonada de que la
costa de Sonora probablemente había sido co-
rredor del “hombre temprano” (Hayden, 1956:
19), por lo que a principios de la década de los
años cuarenta persuadió a Julian Hayden para que
explorara más a fondo esta región. Hayden (1956,
1965, 1967, 1969, 1974) registró un conchero
Arcaico localizado en un antiguo estero junto al
actual estero Tastiota, y varios sitios Arcaicos
en la Sierra de El Pinacate (fig. 2). En 1949,
Donald Lehmer y Bryant Bannister efectuaron
un extenso reconocimiento del norte de Sono-
ra en jeep con el propósito de definir el límite
sureño de la cultura Cochise (Lehmer, 1949: 4).
Reportaron la presencia de sitios acerámicos en
las inmediaciones de los ríos Sonora y Zanjón,
del estero Tastiota y en el arroyo Cuchujaqui,
comparables a sitios de “horizontes tardíos de
filiación Cochise” (Lehmer, 1949: 5).
Durante los años cincuenta George Fay (1955,
1967) definió el “Complejo Peralta” apoyándo-
se en el conjunto de artefactos de 17 sitios loca-
lizados al oeste de Hermosillo, en la localidad
donde se encuentra el aeropuerto internacional
de esta ciudad. Paul Ezell (1954), en el reconoci-
miento que hizo para delimitar la frontera sur
11111
22222
33333
44444
� Fig. 1. Provincias fisiográficas de Sonora: 1) Desiertode Sonora, 2) Franja costera sureña del Golfo deCalifornia, 3) Provincia de Sierras y Valles,4) Sierra Madre Occidental.
0 300 km
7SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
de la Papaguería —el extremo noroeste de So-
nora—, recolectó varias puntas de proyectil Ar-
caicas, incluyendo algunas del tipo Pinto. Sin
embargo, notó que estos materiales Arcaicos apa-
recían solamente en zonas adyacentes a las
montañas y que virtualmente todos habían sido
encontrados en sitios con componentes cerámi-
cos, lo que confundía su posición cronológica
(Ezell, 1954: 15). Thomas Hinton (1955) reportó
tres puntas San Pedro como los únicos compo-
nentes Arcaicos observados durante su recorrido del
Valle de Altar, en el noroeste de Sonora. Frank
Holzkamper (1956) recolectó varias puntas de
proyectil en el estero Tastiota identificadas sub-
secuentemente por Rogers como tipos perte-
necientes a los periodos San Dieguito II y
Amargosa I (Hayden, 1956: 22). La cronología
del complejo San Dieguito continúa siendo bas-
tante ambigua; Malcom Rogers (1958) dató de
manera tentativa la fase San Dieguito II alrede-
dor del 4,000 a.p. y la fase Amargosa I como pos-
terior al año 3,000 a.p. Por otro lado, Julian
Hayden (1974, 1987) utilizando datos de la
Sierra de El Pinacate y de las excavaciones de
Ventana Cave modificó la cronología de Rogers
y colocó a la fase San Dieguito I y II antes del
Altitermal (8,000 al 6,500 a.p), y a las fases
Amargosa I y II alrededor del 4,000 antes del
presente. El arqueólogo mexicano Eduardo No-
guera (1958), realizó un reconocimiento corto
pero extenso en Sonora —en las inmediacio-
nes de Guaymas y Bahía Kino—, y ubicó sus
registros en el periodo Arcaico Cochise.
A finales de los años cincuenta y principios de
los sesenta, William Wasley localizó varios si-
tios acerámicos; los informes de este trabajo se
encuentran en la oficina de registro de sitios
del Arizona State Museum de la University of
Arizona en Tucson y aparecen en el Catálogo
de Sitios del Centro INAH Sonora (Braniff y Qui-
jada, 1997). Ronald Ives (1963) recorrió el área
entre el estero Tastiota y la Bahía Adair, repor-
tando la presencia de concheros con artefactos
asociados a una playa fósil compuesta princi-
palmente por el molusco de la especie Chione,mientras que en otra playa fósil constituida por
el molusco Turritella —tentativamente fecha-
do en el Pleistoceno tardío—, no había presen-
cia de materiales culturales.
Durante los años setenta Thomas Bowen (1974,
1976) registró muchos sitios sin cerámica a lo lar-
go de la costa central de Sonora; sin embargo,
con excepción de un probable sitio de filiación
San Dieguito localizado en la desembocadu-
ra del río Concepción, concluyó que se trata-
ba de sitios pequeños de actividades limitadas
pertenecientes a grupos comca’ac (seri) tardíos.
Bowen (1976: 90) señaló la posibilidad de que
existieran contextos Arcaicos en la localidad de
El Tecomate en la Isla Tiburón; en un conchero
de grandes dimensiones observó depósitos cul-
turales sin cerámica, dos metros por debajo del
último horizonte cerámico y sugirió que unas
estructuras ovales de piedras —conocidas como
círculos para dormir—, tenían una gran simili-
tud con elementos semejantes definidos en el
complejo San Dieguito-Malpais. Tierra aden-
tro, a lo largo de la cuenca del río Concepción,
Bowen (1976) definió la Fase I de su cronolo-
gía como esencialmente análoga a la fase San
0 300 km
SierraPinacate
BahíaAdair
La Playa
El Bajío
HermosilloIsla
Tiburón El Gramal
El Aigame
Tastiota
Río Mayo
Topolobampo
� Fig. 2. Sitios mencionados en el texto.
Isla San Esteban
8ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
Pedro de la tradición Cochise, la cual consideró
como antecesora de la tradición Trincheras.
Utilizando la información relacionada con el Ar-
caico sonorense, Julio Montané (1985[1996])
identificó varios geoglifos y veredas junto con
algunos petroglifos en diferentes localidades,
como pertenecientes a la tradición precerámica.
Randal McGuire y Elisa Villalpando (1993) re-
gistraron tres sitios con posible afiliación a la
fase San Pedro durante su recorrido en el Valle
de Altar. A partir de 1995, hemos documentado
componentes Arcaicos por lo menos en cuatro
localidades: La Playa, extendiéndose en el am-
biente aluvial del Boquillas al suroeste de San-
ta Ana; El Bajío, situado en el pie de monte
oeste de la Sierra San Jerónimo entre los ríos
Zanjón y Sonora, aproximadamente 20 kilóme-
tros al suroeste de Opodepe; El Gramal, locali-
zado en los alrededores de una pequeña playa
cercana a la costa central entre San Carlos y
Bahía Kino, y El Aígame, situado en la planicie
aluvial del río Mátape, 60 kilómetros al sureste
de Hermosillo. Resulta interesante que estos
cuatro sitios también tengan componentes
Paleoindios, incluyendo las tradiciones de pun-
tas de proyectil Clovis, y posiblemente Folsom,
Plainview y Dalton/Meserve.
Aunque las investigaciones arqueológicas has-
ta ahora son muy escasas y de alguna manera
desarticuladas, existen evidencias significativas
de que Sonora fue un lugar de actividad hu-
mana importante desde el Pleistoceno tardío.
Julian Hayden (1967,1976, 1987) defendió
siempre la existencia del complejo lítico
Malpais, compuesto por unifaciales y bifaciales
burdos y masivos cubiertos de una gruesa páti-
na, que representan una industria lítica de pre-
puntas de proyectil con fechas de 37,000 y 7,000
años antes del presente. Esta propuesta, al igual
que otras proposiciones similares que suponen
la existencia de tradiciones líticas prepuntas de
proyectil del Pleistoceno tardío en el occidente
de Norteamérica, no es enteramente aceptada.
En términos generales, a los componentes Ar-
caicos de Sonora se les asigna una filiación con
tradiciones definidas en el Suroeste de Esta-
dos Unidos (Phillips, 1989: 378-379). El extre-
mo noroeste de Sonora —desde la cuenca del
río Colorado Bajo y a lo largo de una delgada
franja del Golfo de California hacia el sur, hasta
la altura de Guaymas—, ha sido considerado de
filiación con la tradición San Dieguito/Amar-
gosa, definida por Rogers (1929, 1939) en el sur
de California y posteriormente extendida ha-
cia el este, hasta la cuenca de Tucson (Rogers,
1958). No obstante que estas dos tradiciones
se consideran generalmente como una unidad,
los conjuntos arqueológicos San Dieguito y
Amargosa reflejan dos componentes distintos
separados temporalmente por el periodo Alti-
termal, el cual se caracteriza por una gran se-
quía y altas temperaturas (alrededor del 7,500
al 4,500 antes del presente) (Hayden, 1976;
Mabry y Faught, 1998; Mabry, 1998d, 1998e).
Hayden (1974, 1976) consideró que el Comple-
jo San Dieguito evolucionó del complejo Mal-
pais más temprano, mientras que los Amargosa
arribaron a la zona posteriormente y fueron los
posibles ancestros de los pinacateños que ha-
blaban una lengua pima (Hiaced O’odham).
Los complejos Arcaicos del resto del estado de
Sonora, han sido comparados o directamente
atribuidos a la tradición Arcaica Cochise. Fay
(1955, 1958, 1967) consideró el “Complejo Pe-
ralta” como una variante de la tradición cultu-
ral Cochise por la presencia de una sola punta
de proyectil del estilo Pinto, la cual interpretó
como evidencia de la influencia del complejo
Amargosa. Sin embargo, ahora sabemos que en
una gran cantidad de localidades el conjunto
de materiales arqueológicos de filiación Peralta
es análogo a los artefactos representativos de la
fase San Pedro. Estos conjuntos comprenden me-
tates de cuenco poco profundos, manos en can-
tos, puntas de proyectil San Pedro, raspadores
terminales y laterales similares a los conjuntos
de artefactos afiliados a la cultura Cochise. Lo
más probable es que la punta de proyectil Pin-
to, mucho más temprana, represente una in-
trusión en el complejo de la fase San Pedro, de
ser así, el concepto complejo Peralta debería
eliminarse.
9SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
Se conoce la existencia de conjuntos de mate-
riales arqueológicos representativos de la fase
San Pedro en la región Franja costera sur, en
tierra adentro en el desierto de Sonora y en las
Sierras y Valles paralelos. También existe una
sobreposición considerable de los conjuntos de
la fase San Pedro con los pertenecientes a la fa-
se San Dieguito/Amargosa, a lo largo de la costa
central entre Guaymas y Bahía Kino. A la fe-
cha, no se han registrado componentes del Ar-
caico en la Sierra Madre en Sonora, aunque
Lister (1958) reportó maíz de un contexto ace-
rámico en una cueva poco profunda en la sierra
alta, en el noroeste de Chihuahua, en los lími-
tes con Sonora.
La Playa
La Playa (SON F: 10: 3) es uno de los sitios
arqueológicos de mayor extensión y uno de los
más espectaculares en el Norte de México y el
Suroeste de Estados Unidos. Se localiza cerca
del pueblo de Trincheras, Sonora, a 515 msnm
(fig. 3). Se extiende sobre un área de aproxi-
madamente 12 km2, en un ambiente compues-
to por la cuenca del río Boquillas y un abanico
aluvial que se forma en el pie de monte bajo la
Sierra Boquillas, que se extiende por lo menos
dos kilómetros hacia el oeste. El río Boquillas
comienza en la Sierra Cibuta, cerca de Noga-
les y corre hacia el oeste hasta unirse con el río
Magdalena a unos kilómetros de Estación Trin-
cheras. Aunque ahora el cauce se encuentra muy
excavado, mantenía un ancho afluente semiper-
manente hasta principios de 1960. Desde el
Pleistoceno temprano esta zona se ha caracte-
rizado por la formación de abanicos aluviales,
observándose en la actualidad algunos remanen-
tes de depósitos aluviales pleistocénicos; el
cauce actual del río Boquillas es mucho más re-
ciente y disecta los sedimentos del abanico
aluvial (Michael Waters, comunicación perso-
nal 2002).
La mayor parte de los restos culturales del sitio
se encuentran en los sedimentos del abanico
aluvial que comprende aproximadamente cua-
tro kilómetros de largo (este-oeste) por dos de
ancho (norte-sur). Las partículas principales en
su matriz son limos, aunque también se obser-
van concentraciones de arena y grava, con proce-
sos de formación de suelos. Los restos culturales
del sitio comienzan a verse desde el este, donde
el río Boquillas fluye de su captación en la par-
te media de la Sierra Boquillas, configurándose
como un río ancho una vez que entra a la plani-
cie. Los materiales arqueológicos son más abun-
dantes en la ancha y bien desarrollada planicie
Río Boquillas
N3375000
N3374000
N3373000
E4
48
00
0
E4
49
00
0
E4
50
00
0
E4
51
00
0
Hornos alineados/
Campos bordeados
Yacimientode esquisto
CanalesÁrea de losentierros
Montículos
Cerro Boquillas
0 500 m
La PlayaSON F: 10: 3
� Fig. 3. El sitio La Playa.
Trin
cheras
10ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
aluvial. Aunque la mayoría de los restos se ob-
servan en el aluvión —expuestos por la disec-
ción y erosión superficial extensiva—, el sitio
continúa algunos kilómetros hacia el oeste y
hacia el norte en el pie de monte de la Sierra
Boquillas.
A primera vista, lo más sorprendente del sitio
La Playa es el pavimento de piedras fractura-
das por fuego, que se extiende indiscriminada-
mente por varios kilómetros. Este pavimento
de artefactos es resultado de la intensa erosión
fluvial laminar y en cárcavas de los aluviones,
erosión que constantemente desintegra los ele-
mentos térmicos para cocción, en los que se usa-
ron piedras incandescentes como fuentes de
calor (hornos). Además de miles de hornos, la
erosión ha exhumado cientos de entierros huma-
nos (inhumaciones y cremaciones) y de perros,
y varias estaciones de lasqueo y de trabajo de
concha, observándose en la superficie miles
de artefactos de piedra pulida, piedra tallada,
concha, hueso y cerámica. En el sector este del
sitio se observan varios montículos con relleno
artificial.
Durante los últimos seis años el Proyecto Ar-
queológico La Playa ha tenido como misión
prioritaria rescatar los elementos y artefactos
en inminente estado de destrucción, y respon-
der a las cuestiones básicas de cronología, estruc-
tura del sitio, subsistencia e interacción regional
e interregional. Aunque Johnson (1960, 1963)
consideró que La Playa reflejaba una ocupación
Trincheras fechada aproximadamente entre los
años 700 y 1100 d.C., nuestras investigaciones
han identificado fauna pleistocénica y cabe la
posibilidad de que exista un componente Clo-
vis, uno de la tradición Malpais-San Dieguito,
una ocupación Arcaica y evidencias de que el si-
tio estuvo continuamente ocupado desde el
periodo del Arcaico tardío/Agricultura tempra-
na (ca. 1,500/1,200 a.C. al 200 d.C.) hasta la pri-
mera mitad del siglo XX. Una gran parte de los
artefactos y elementos pertenecen al periodo
de Agricultura temprana, incluyendo lo que
probablemente es la población de entierros más
grande hasta ahora conocida en todo el Noroes-
te. Esta larguísima historia ocupacional de La
Playa nos ha permitido utilizar la terminología
de los periodos ambientales mayores y caracte-
rizar un esquema cronológico para éstos, basa-
do en la reciente revisión y sistematización de
la información paleoclimática elaborada por Ma-
bry (1998b, 1998c).
Pleistoceno terminal (ca. 14,500-10,500a.p.) y Holoceno temprano(10,500-7,500 a.p.)
El ambiente aluvial del río Boquillas ofreció un
verdadero oasis durante el Pleistoceno tardío/
Holoceno temprano atrayendo un gran núme-
ro de animales. Numerosos restos animales
—mamut, bisonte, camello, caballo, antílope,
venado, jabalí y tortugas terrestres—, se obser-
van asociados a un paleosuelo del Pleistoceno,
del que quedan algunos vestigios en el sector
oeste del sitio.
Los materiales arqueológicos paleoindios inclu-
yen una punta de proyectil Clovis reportada por
Robles (1974) —actualmente resguardada en
una colección privada—, una punta estilo Clovis
cuya base se fracturó antes de acanalarla y dos
percutores de asta fosilizados recolectados por
miembros del proyecto. Una punta de proyec-
til del tipo Tapering stem o Western stem (puntas
de pedúnculo estrecho) está en la colección del
sitio depositada en el Arizona State Museum.
Es pertinente señalar que algunos tipos de pun-
tas similares (e.g. Jay, Lake Mojave, Silver Lake,
San Dieguito) se encuentran dispersos en todo
el oeste de Estados Unidos, su fecha de elabo-
ración es alrededor de los años 10,700 y 7,000
a.p. (Lorentzen, 1998: 142).
En el sitio también se concentran artefactos
pertenecientes al componente Malpais/San
Dieguito I. Los artefactos se observan asocia-
dos a un paleopaisaje formado por depósitos de
cantos y gravas remanentes de un canal flu-
vial invertido probablemente del Pleistoceno
terminal/Holoceno temprano. El complejo lítico
se caracteriza por presentar una gruesa forma-
11SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
ción de pátina y entre las herramientas obser-
vadas se encuentran grandes tajadores sobre
cantos (fig. 4), retocados unifacial y bifacialmen-
te, herramientas con retoque unifacial (e.g. ras-
padores de varios tipos, lascas con muescas para
descortezar y denticulados), buriles, perforado-
res y percutores, junto con un sinnúmero de
desechos de talla que comprenden lascas de pre-
paración de plataforma de núcleo y núcleos
formales. Las materias primas mejor represen-
tadas son el basalto y la diorita, seguidas en mu-
cho menor cantidad por riolita, latita y esquisto.
El fechamiento del complejo Malpais/San Die-
guito continúa siendo problemático, con edades
estimadas que van desde aproximadamente
37,000 a.p. (Hayden 1974, 1976) a 4,000 a.p.
(Rogers, 1939, 1958). La asociación del com-
plejo lítico con el canal pleistocénico en La Pla-
ya, sugiere que la deposición de los artefactos
líticos es posterior a los depósitos del Pleisto-
ceno terminal. El barniz del desierto presente
en las herramientas líticas y las gravas posible-
mente indican una fecha anterior al Altitermal
del Holoceno medio, aunque estudios recien-
tes sobre su formación señalan que existen di-
ferentes agentes involucrados (Huckell 1998:
170).
El Holoceno medio (7,500 - 4,500 a.p.)
Antevs (1948, 1955) definió al Holoceno me-
dio como un periodo Altitermal en el que la
temperatura se elevó y las lluvias disminuyeron
provocando condiciones ambientales adver-
sas. Aunque a la fecha se sigue debatiendo la
severidad del clima que prevaleció durante el
periodo Altitermal (Betancourt, 1990; Martin,
1963; Van Devender, 1990), la ausencia de com-
ponentes arqueológicos fechados durante este
periodo parece corroborar los modelos que plan-
tean la existencia de condiciones ambientales
inhóspitas (Berry y Berry, 1986; Mabry, 1998c,
1998d).
Es posible que el sitio La Playa haya estado ocu-
pado, por lo menos de manera intermitente
durante el periodo Altitermal. Hemos excavado
un entierro de una mujer adulta con un pecu-
liar tratamiento funerario: se encontró exten-
dida sobre su espalda con las piernas dobladas
y los brazos abiertos de tal forma que simulan
las alas de un pájaro en vuelo, cubierta por una
tela fibrosa a manera de huipil y con dos con-
chas marinas sobre su cuello, tiene deformación
craneal y presenta rasgos genéticos similares a
las poblaciones prehispánicas del Suroeste de
Estados Unidos (Barnes, 1999). Obtuvimos una
fecha de radiocarbono de 5480 +/- 50 AP (B-
169393, fecha directa de AMS en colágeno), ca-
librada a 4,380-4,240 a.C.
Aunado a esto, 15 de las 183 puntas de proyec-
til de la colección de La Playa pertenecen al ti-
po Pinto/San José (fig. 5). Éstas son puntas grue-
sas, pequeñas, con una longitud de entre 2 y
4 cm, y con pedúnculo expandido de lados cón-
cavos; hombros estrechos y base convexa, el
cuerpo frecuentemente se presenta aserrado.
Se han encontrado distribuidas en todo el Su-
roeste de Estados Unidos, la Gran Cuenca y la
Meseta del Colorado (Lorentzen, 1998: 145;
Sliva, 1997: 50). La asignación cronológica de
las puntas Pinto y San José es bastante vaga y
generalmente con fechas variables entre 9,500
y 2,800 a.p. (Irwin-Williams, 1973; Ambler,
1996; Lorentzen, 1998, Wormington, 1957); sin
embargo, Berry y Berry (1986: 315) basándo-
se en un grupo de fechas procedentes de la re-
gión este de la Gran Cuenca y la Meseta del
Colorado, razonablemente colocan a la tradición
Pinto en el periodo Holoceno medio.� Fig. 4. Ejemplos de la industria lítica Malpais/
San Dieguito.
0 10 cm
12ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
El Holoceno tardío(2,500 a.C. - 200 d.C.)
La utilización del valle del río Boquillas se in-
crementó considerablemente en este periodo
y parece coincidir con el regreso a condiciones
climáticas más favorables que prevalecen hacia
el 3,500 antes de nuestra era. Trece por ciento
de las puntas de proyectil son tipos asociados a
la primera parte del Holoceno tardío (antes del
periodo de Agricultura temprana), incluyendo
cuatro puntas Chiricahua (4,800-
2,500 a.p.), 27 puntas Cortaro
(4,300-2,300 a.p.) y dos puntas
Gypsum (4,500-1,500 a.p.) (Lo-
rentzen 1998: 144-147) (fig. 6).
Aunque posiblemente existen
varios elementos asociados a este
periodo anterior al de Agricultu-
ra temprana, hasta ahora en el
sitio no hemos fechado ningún
elemento de este periodo.
Las puntas Chiricahua miden
entre 2.5 y 4.0 cm de largo, tienen
muescas laterales cerca de la
base, cuerpo triangular general-
mente más delgado que el pe-
dúnculo y base profundamente
cóncava; su distribución está li-
mitada por el sur de Arizona y sur
de Nuevo México (Sayles, 1983;
Sayles, y Antevs, 1941).
Las puntas Cortaro tienen cuer-
pos triangulares en forma de hoja,
carecen de pedúnculo o muescas
y su base va de ligera a profunda-
mente cóncava con pulido lateral
presente en muchos especíme-
nes; la distribución de estas pun-
tas está limitada a la zona sur de
Arizona y Nuevo México (Jona-
than Mabry, comunicación perso-
nal 2002; Lorentzen, 1998: 147;
Roth y Huckell, 1992). Es muy
probable que Cortaro sea un tipo
de punta de naturaleza Sonoren-
se ya que se observa en todo el norte de la enti-
dad y al sur en Huatabampo.
Las puntas Gypsum miden entre 3.0 y 5.0 cm
de longitud, presentan cuerpos triangulares con
hombros anchos, pedúnculos cortos muy con-
traídos en su base; estilos de punta de dardo de
pedúnculo corto y contraído, conocidas en el Su-
roeste de Estados Unidos como Gypsum Cave,
Agustín y Pelona, y Gatecliff Contracting Stem
en la Gran Cuenca. Aparecen desde el año 4,000
� Fig. 5. Puntas del tipo Pinto/San José.
cm
13SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
antes del presente en el sureste de la Gran
Cuenca (Holmer, 1986), hasta el Valle inferior
del río Grande (Marmaduke, 1978), incluyen-
do todo el Suroeste de Estados Unidos y el No-
roeste de México (Holmer, 1986). Puntas de
morfología similar aparecieron anteriormente en
el centro de México en la fase Coxcatlán en el
Valle de Tehuacán (Mac Neish, et al., 1967), aso-
ciadas a maíz fechado por radiocarbono alrede-
dor de 4,700 antes del presen-
te (Long et al., 1989).
Aparentemente la ocupación
del valle del Boquillas siguió in-
crementándose durante el pe-
riodo de Agricultura temprana,
el cual comenzó alrededor del
año 1500 a.C. con dos fases: San
Pedro ca. 1,500/1,200 al 800 a.C.,
y Ciénega del 800 a.C. a ca. 200
d.C. Las características más re-
presentativas de este periodo
son: la presencia de maíz, con-
juntos de casas en foso, canales
de riego, manufactura de orna-
mentos de concha y puntas de
proyectil conocidas como San
Pedro y Ciénega (Mabry, 2002).
Catorce de las 16 fechas de
radiocarbono del sitio se ubican
dentro de este lapso; los datos
cronólogicos fueron obteni-
dos de entierros (colágeno), hor-
nos (carbón y semillas) y un
hoyo de poste en una superficie
de ocupación. Para este periodo,
la fecha de radiocarbono más
temprana es de 3250+/-40: se
trata de un entierro masculino
flexionado, recostado sobre su
espalda y cubierto de hematita;
la fecha más tardía es de un gra-
no de maíz que se encontraba
dentro de un hoyo de poste con
una edad de radiocarbono de
1885+/-50 (tabla 1).
Ciento seis puntas de proyec-
til (58 por ciento de las puntas identificables)
pueden ser asignadas a ambas fases del periodo
de Agricultura temprana. Recientemente Ste-
vens y Sliva (2002) han reconocido que las pun-
tas San Pedro comprenden realmente dos pun-
tas diferentes tanto en términos tecnológicos
como cronológicos. Estas puntas (fig. 7) tienen
cuerpo triangular alargado y bordes de rectos a
irregulares, cuello ancho, pedúnculo expandido
a
b
c
� Fig. 6. Puntas Gypsum (a), Chiricahua (b), Cortaro (c).
cm
14ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
y base de recta a convexa. Una de sus caracte-
rísticas distintivas son muescas laterales en for-
ma de “c” o en forma de oreja, localizadas muy
abajo o en la esquina de la punta (Stevens y
Sliva, 2002: 301).
La punta recientemente recono-
cida como Imperio es similar en
apariencia a la punta San Pedro,
pero presenta cuerpo triangular
relativamente largo y estrecho,
con pedúnculo recto ligeramen-
te más estrecho que el cuerpo;
tiene un pedúnculo formal en vez
de muescas laterales, y la base y
los bordes laterales del pedúncu-
lo algunas veces se presentan pu-
lidos (Stevens y Sliva, 2002: 304).
La separación en dos puntas de
proyectil diferentes tiene un
mayor significado cuando se con-
sidera el contexto arqueológico.
En el sitio Las Capas en el valle
del río Santa Cruz en Arizona, se
recuperaron 40 puntas de proyec-
til del estrato 6A pertenecientes
a la fase San Pedro temprana (da-
tada en 2,897 a.p., promedio de
siete fechas no calibradas), mien-
tras que la mayoría de las puntas
San Pedro se recupe-
raron de la fase San
Pedro tardía (fecha-
da en 2,692 a.p., pro-
medio de 18 fechas
no calibradas) (Ste-
vens y Sliva, 2002;
Hesse y Sliva, 2002).
En la colección de La
Playa tenemos un to-
tal de 29 puntas Im-
perio (16 por ciento
de la muestra total)
(fig. 7), todas provie-
nen de superficie o
rellenos alterados, y
38 puntas San Pedro
(21 por ciento ), de las cuales todas con excep-
ción de una (asociada a una superficie de ocu-
pación que se encuentra a un metro de profun-
didad, fechada a 1885+/-50 con una cúpula de
maíz), provienen de contextos alterados. Las
Núm. de muestraNúm. de muestraNúm. de muestraNúm. de muestraNúm. de muestra TTTTTipoipoipoipoipo FFFFFecha deecha deecha deecha deecha de MaterialMaterialMaterialMaterialMaterialde elementode elementode elementode elementode elemento radiocarbonoradiocarbonoradiocarbonoradiocarbonoradiocarbono fechadofechadofechadofechadofechado
A8747 (convencional) horno 6 2000+/-80 carbón
A8744 (convencional) horno 9 1960+/-85 carbón
A8745 (convencional) horno 7 1960+/-50 carbón
A8741 (convencional) horno 18 1940+/-55 carbón
A8742 (convencional) horno 18 1885+/-55 carbón
AA33185 (AMS) horno 32 1825+/-50 maíz
AA33184 (AMS) poste 59 1885+/-50 maíz
AA33182 (AMS) entierro 52 2960+/-50 semilla de mesquite
B169394 (AMS) entierro 52 2850+/-40 colágeno
B169398 (AMS) entierro 313 1700+/-40 colágeno
B169397 (AMS) entierro 111 2010+/-40 colágeno
B169396 (AMS) entierro 93 2280+/-40 colágeno
B169395 (AMS) entierro 118 3250+/-40 colágeno
B169392 (AMS) entierro 11 2490+/-40 colágeno
� Tabla 1. Fechas de radiocarbono del periodo de Agricultura temprana.
a
b
c
cm
� Fig. 7. Serie de puntas del periodo de Agricultura temprana: Imperio (a),San Pedro (b), y Ciénega (c).
15SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
puntas de proyectil más comunes de este perio-
do son las estilo Ciénega con 45 ejemplares (24
por ciento del total de puntas) (fig. 7); dos pun-
tas del tipo Ciénega se encontraron asociadas a
entierros humanos: uno de ellos se encontró ex-
tendido y tiene una fecha de radiocarbono de
2280+/-40 (B-169396 en colágeno), calibrada
a 400-350 a.C.
Otros artefactos que pertenecen al periodo de
Agricultura temprana son charolas de piedra con
asas, protocharolas de piedra pulida, metates
planos y de cuenco, manos en cantos y percuto-
res de diorita. Asimismo una gran variedad de
herramientas sobre lasca y núcleo, cruciformes
de piedra y ornamentos de concha, junto con de-
sechos de manufactura, pulidores de esquisto
y todo tipo de punzones de hueso y astas utili-
zadas en la producción de objetos de concha.
Los implementos que muy probablemente
complementan el complejo del periodo de Agri-
cultura temprana son unas piedras de molien-
da alargadas y pesadas que miden entre 20 y
50 cm de largo, azuelas tabulares talladas y dis-
cos de piedra pulidos y tallados.
Entre los elementos que acompañan el comple-
jo de artefactos de este periodo se observan
numerosos hornos, varios cientos de entierros
humanos, entierros de perros, áreas de acti-
vidad donde se produjeron ornamentos de
concha y se tallaron herramientas líticas, agru-
paciones de manos y cuchillos tabulares y un
yacimiento de esquisto.
En La Playa se observan campos de agricultu-
ra que cubren un área de 35 hectáreas. Estos
campos están relacionados con el periodo de
Agricultura temprana y están constituidos por
canales orientados noreste-suroeste, bordes de
piedras delineando cuadrículas de 15 a 20 me-
tros y varios alineamientos continuos de hornos,
por una longitud de 50 a 150 metros, paralelos
a los canales. Los elementos descritos se en-
cuentran asociados con un paleosuelo sepulta-
do, son evidentes en la fotografía aérea y hemos
comenzado a elaborar los mapas correspon-
dientes en el campo. Las fechas de radiocarbono
obtenidas de algunos hornos excavados que for-
man parte de los alineamientos, sugieren su
asociación a la fase Ciénega (del 800 a.C. a ca.200 d.C.). Además, las rocas fracturadas por el
fuego asociadas a los hornos se encuentran muy
quebradas, lo que parece sugerir que el agua
fue un elemento importante durante el proce-
samiento térmico y su ordenamiento lineal pue-
de reflejar su distribución a lo largo del canal.
Hornos
En el sitio La Playa existe una gran variabilidad
de elementos utilizados para cocinar. La única
característica que tienen en común es que la
fuente de calor utilizada fueron las piedras in-
candescentes. Los 104 hornos excavados hasta
la fecha, tienen un diámetro de entre 0.45 y
4.02 m, y una profundidad que varía de 0.50 a
1.18 m (fig. 8). Aunque la mayoría son hornos
en hoyo de perfil globular, algunos de los ele-
mentos térmicos se presentan como montícu-
los de piedras y cenizas en los que la cocción se
realizó en la superficie.
El análisis del contenido de los hornos refleja
abundancia de restos de animales y plantas. En
nueve de los trece hornos analizados hasta la
fecha, están presentes cúpulas y granos de maíz
junto con semillas de mesquite, quenopodio y
amaranto (Sánchez, 1998). La abundancia de
maíz —determinada por partes por litro (ppl)
(Gasser, 1987)—, es relativamente alta, con un
promedio de 5.2 ppl por cada elemento. Los
quenopodios y amarantos también están bien
representados, con una abundancia promedio
de 4.08 ppl.
Como punto de comparación, Gasser (1987:
311) reportó que la abundancia de maíz en ele-
mentos arqueológicos Hohokam —reconocidos
como agricultores intensivos—, tienen un pro-
medio de menos de 1.0, lo que sugiere que ele-
mentos arqueológicos con abundancias de 5.0
ppl de una sola especie, pueden usarse como
indicadores de la función primaria de un ele-
mento. En contraste, la ubicuidad del maíz,
determinado por la presencia/ausencia de maíz
en elementos excavados, es un poco más baja
16ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
de 63 por ciento. Esta cantidad es comparable
al sitio Clearwater (Diehl y Waters, 1996), pero
mucho más baja que el resto de los sitios del
periodo de Agricultura temprana donde los es-
tudios presentan una ubicuidad de maíz cuyo
rango varía de 83 al 100 por ciento (Sánchez,
1998).
Los restos de fauna consisten principalmente
en conejo/liebre, venado y tortuga. En un solo
horno se recuperaron los restos de más de 20 co-
nejos: esto posiblemente sea un indicador de
la práctica de cacería con redes comunales. Otro
horno contiene los restos que probablemente
pertenecieron a varios guajolotes.
Entierros
Varias centenas de entierros humanos se ob-
servan expuestos en la superficie en diferentes
sectores del sitio. Hasta la fecha hemos exca-
vado 188 inhumaciones y 33 cremaciones. Es
muy probable que los entierros representen
diversas etapas de ocupación del sitio ya que se
observan en diferentes situaciones estratigrá-
ficas. Sin embargo, hemos determinado que por
lo menos un conjunto de 165 entierros que se
encuentran en el sector central del sitio (“área
de los entierros” en fig. 3) con similares trata-
mientos mortuorios e iguales características
paleopatológicas congénitas, pertenecen al pe-
riodo de Agricultura temprana. En este sector
del sitio hemos fechado varios hornos que per-
tenecen a este periodo; en general el conjunto
de artefactos tiene filiación con esta época. Esta
muestra es la más grande de una sola población
precerámica que se conoce hasta ahora en la re-
gión del Noroeste de México y el Suroeste de
Estados Unidos.
Los entierros de La Playa están en su mayoría
flexionados (54% , n=81), aunque también hay
� Fig. 8. Ejemplos de hornos en el sitio La Playa.
E392 E393
E388
E396Piedras quebradas
por fuego
Piedras quebradaspor fuego
Piedras quebradaspor fuego
Piedras quebradaspor fuego
17SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
inhumaciones semiflexionadas (13%, n=18),
extendidas sobre la espalda (12% , n=17) y cre-
maciones (22%, n=33) (fig. 9). La posición y
orientación del cuerpo es bastante variable, pero
el 30 por ciento de las inhumaciones tienen el
cráneo orientado al oeste. Una práctica genera-
lizada parece haber sido el atar a los difuntos
en bultos hechos de textiles y/o pieles y depo-
sitarlos en fosas de dimensiones reducidas, que
muchas veces resultaban demasiado pequeñas.
Sólo 27 entierros presentan ofrendas mortuo-
rias, se trata de nueve hombres, once mujeres,
cuatro cremaciones y un niño de cuatro años.
Tres hombres y una cremación tuvieron puntas
de proyectil asociadas, tres de las puntas como
objetos mortuorios y un fragmento distal de
punta de proyectil enterrado en las costillas del
individuo, que debió ser la herida mortal. Los
dos entierros más elaborados son el de una
mujer adulta en posición flexionada y enterra-
da con un caparazón de tortuga del desierto co-
locado boca arriba en el brazo; en el interior del
caparazón había una charola pequeña y una
mano de mortero con pigmento de color rojo
(elemento 111). El otro entierro es el de un hom-
bre adulto en posición extendida sobre su
espalda, debajo de la barbilla tenía una pipa
cilíndrica de basalto con una boquilla de concha
tubular de vermétido en un extremo, y cuatro
cuentas nacaradas en el pecho (elemento 324)
(fig. 10). Curiosamente, los esqueletos de es-
tos dos personajes presentan un estrés de tra-
bajo mínimo en sus huesos en comparación al
resto de la población del sitio (Barnes, 2002).
Seis mujeres, tres hombres y un niño presentan
ornamentos de concha; dos individuos —uno
de sexo masculino y otro femenino— fueron en-
terrados con cristales de cuarzo empuñados en
la mano; una mujer
adulta fue enterrada
con dos manos y una
herramienta de hue-
so; un entierro doble,
secundario y primario,
contenía un asta de
venado como objeto
mortuorio. Trece indi-
viduos de ambos se-
xos fueron cubiertos
con un pigmento de
hematita roja y una
mujer fue enterrada
con una manta o cuero
decorado con bandas
de líneas, triángulos y
puntos en colores rojo
y amarillo, usando
pigmentos minerales.
Es muy probable que
algunas de las crema-
ciones pertenezcan a la
fase Ciénega (Haury
1957, Mabry 1998a).
Una punta de esta
misma fase muy fina y� Fig. 9. Ejemplos de tipos de entierros
en el sitio La Playa.
E414
Piedrapulida
Piedrapulida
E369
E361
Crematorios
E365
18ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
bien terminada fue
encontrada con una
cremación. Conta-
mos con una fecha de
radiocarbono para una
cremación de 1675 ±
60 a.p. (A8746, fecha
convencional en car-
bón de madera calibra-
da a 262-427 d.C.),
indicando una filia-
ción a la fase Trinche-
ras I. Otra cremación
fue colocada dentro
de un cuenco cerá-
mico del tipo Santa
Cruz Policromo (ca.
y Minturn, 1998). Siguiendo los cálculos de Tur-
ner (1979), este valor cae dentro del límite su-
perior para cazadores-recolectores (0.44-10.3
por ciento) y del límite inferior de los agricul-
tores (2.3-26.0 por ciento); sin embargo sola-
mente los dientes de seis individuos han sido
analizados.
Entierros de perros
Los entierros de perros constituyen uno de los
elementos más abundantes del sitio. De los 25
entierros excavados, 20 se encuentran en la
agrupación principal de entierros humanos, aun-
que ninguno se encuentra asociado directamen-
te con sus análogos humanos. Generalmente los
perros fueron colocados sobre su lado izquier-
do, encorvados en posición semiflexionada, sin
objetos mortuorios. Un entierro singular es el
de dos perros machos, uno al lado del otro, con
sus hocicos y cuatro patas apuntando hacia el
norte. Siguiendo a Saxe (1970), la colocación de
los perros dentro del cementerio formal parece
indicar que los canes eran miembros del grupo.
Producción de los ornamentosde concha
Una gran cantidad de conchas marinas ha sido
encontrada en todo el sitio. Han sido identifi-
cados 52 géneros con 59 especies, aunque no se
1,200-1,400 d.C.), lo que sugiere que las prác-
ticas mortuorias en La Playa son muy similares a
las observadas en el sur de Arizona.
Los análisis paleopatológicos preliminares indi-
can que la población de La Playa gozaba de bue-
na salud y se observa muy poca evidencia de
enfermedades congénitas e infecciosas (Barnes,
1999; Lincoln-Babb y Minturn, 1998); sin em-
bargo muchos individuos presentan un desgaste
extremo de los huesos largos por estrés físico
de trabajo pesado y un desgaste extremo de sus
dientes (Barnes, 2002). La presencia de exos-
tosis auditiva en algunos de los individuos sugie-
re un posible rasgo genético compartido con las
poblaciones de Matty Canyon del sureste de
Arizona (Lincoln-Babb, 1997; Minturn y Lin-
coln-Babb, 1995). La protuberancia occipital,
presente por lo menos en tres individuos, tam-
bién parece ser un rasgo común en las poblacio-
nes del periodo de Agricultura temprana de
varios sitios de Arizona (Lincoln-Babb y Min-
turn, 1998).
El análisis dental preliminar reveló patrones de
uso y frecuencia de caries característicos de las
poblaciones del periodo de Agricultura tempra-
na. La frecuencia de caries para la población de
La Playa es de 9.7 por ciento, cifra semejante a
la de los sitios Matty Canyon (9.9 por ciento) y
Wetlands Site (7.1 por ciento) (Lincoln-Babb
� Fig. 10. Objetos funerarios del entierro 324.
Pipa
Cuentas de concha
19SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
puede determinar qué cantidad refleja el com-
plejo de Agricultura temprana. Sin embargo, la
gran cantidad de especies utilizadas parece es-
tar asociada a los componentes precerámicos y
algunos ejemplares de concha quemada están
presentes en los hornos que datan de la fase
Ciénega. Al comparar la colección de conchas
de La Playa con la de Cerro de Trincheras (ca.
1,300-1,450 d.C.) ha quedado de manifiesto que
existen diferencias considerables entre los dos
conjuntos, con pocas especies en común y por-
centajes drásticamente diferentes de ornamen-
tos y especies representadas. Por ejemplo, Conussp. es la especie dominante en el Cerro de Trin-
cheras, con una representatividad de 58.35
por ciento (Vargas, 1995) y sólo ocupa el 0.13 por
ciento del total de La Playa, donde la especie
más abundante es Glycymeris gigantea represen-
tando un 68.3 por ciento de toda la concha re-
cuperada.
Desde 1936 Woodward describió al sitio La Pla-
ya como una “fábrica de brazaletes de concha”,
debido a que diferentes tipos de pulidores, bu-
riles, punzones de mitades longitudinales de
metapodio de venado y picotas de asta de ve-
nado se observan comúnmente asociadas con
áreas de trabajo de concha (fig. 11). Otras es-
pecies de concha muy comunes son las nacara-
das (8.4%), Modiolus (7.6%), Laevicardium elatum(1.6%), los vermétidos (0.87%), Chione (0.70%),
Olivella dama (0.30%) y Arene (0.26%).
Industria lítica
Los análisis cuantitativos del conjunto de pie-
cepillos, denticulados y lascas con muescas, re-
tocadas y utilizadas. También están presentes
cuchillos de agave tabulares, pero no podemos
determinar si pueden incluirse dentro del com-
plejo de Agricultura temprana.
Aproximadamente 90 por ciento de la indus-
tria lítica de La Playa fue elaborada usando ma-
terias primas locales: cuarzo, basalto, riolita, an-
desita y diorita. Los materiales de grano fino
cripto-cristalinos representan solamente el 9
por ciento de la colección, aunque el 35 por
ciento de las puntas de proyectil son de sílex.
Una estación de lasqueo compuesta de dos cla-
ses de sílex, contenía dos puntas Ciénega,
reconstruíbles que se rompieron y fueron dese-
chadas durante la manufactura. La obsidiana
está presente en el sitio, aunque tiene una re-
presentatividad mínima de 0.01 por ciento. Aun-
que en general el uso de materias primas en
puntas de proyectil del tipo Imperio, San Pe-
dro y Ciénega es bastante similar, en las puntas
Ciénega se observa una mayor utilización de ma-
terias primas foráneas ya que 49 por ciento de
las mismas están hechas en sílex, mientras que
sólo el 25 por ciento de las puntas Imperio y
San Pedro son de este material. El cuarzo re-
presenta una materia prima de mala calidad, sin
embargo, junto con la diorita y el esquisto es la
roca de más fácil acceso en la Sierra Boquillas;
el 40 por ciento de las puntas Imperio y San
Pedro son de este cuarzo local.
El conjunto de lítica pulida incluye un núme-
ro exorbitante de manos sobre canto y manos
largas que se usan con ambas extremidades,
� Fig. 11. Proceso de trabajo de brazaletes de Glycymeris gigantea.
dra tallada y pulida continúan en
proceso, por lo que la exposición
en este texto se limita a observa-
ciones preliminares. La colección
de piedra tallada, en general, es
consistente con los complejos
líticos de los sitios Donaldson y
Los Ojitos del periodo de Agri-
cultura temprana en el sureste de
Arizona (Huckell 1994); incluye
una gran variedad de bifaciales,
taladros, cuchillos, raspadores,
20ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
metates planos y en cuenco, charolas de basal-
to, morteros, protopaletas, manos de morteros,
pulidores y una gran cantidad de percutores. La
materia prima utilizada para su manufactura
primordialmente es granodiorita seguida por
esquisto, riolita y varios basaltos. Sin embargo,
virtualmente todos los percutores están elabo-
rados en una diorita de grano grueso de color
verde oscuro.
En la cumbre de un cerro pequeño localizado
en el punto donde el río Boquillas emerge a la
planicie aluvial, se encuentra un yacimiento de
esquisto. Los escarpes de roca presentan varias
marcas e incisiones profundas y muchos frag-
mentos tabulares fueron removidos usando pi-
jas de cuarzo. Aunque es muy probable que el
uso del yacimiento continuó hasta el periodo
Trincheras, muchos implementos para pulir uti-
lizados en la producción de ornamentos de con-
cha son del esquisto local y son muy comunes
en los componentes característicos del periodo
de Agricultura temprana.
Cerámica
Varios tiestos de un tipo cerámico previamente
desconocido se han encontrado asociados a com-
ponentes de la fase Ciénega. El tipo La Playa
Lisa es una cerámica elaborada por enrollado y
raspado, bien terminada, pulida y con desgra-
sante de arena fina, bastante diferente a la ce-
rámica de la tradición Trincheras. Un horno que
contenía cerámica La Playa Lisa registró una
fecha de radiocarbono de 1940±55 (4 al 129
d.C.). En un foso de almacenamiento en forma
de campana, todavía no fechado, se encontró
un tiesto de este tipo.
La cerámica La Playa Lisa comprende aproxi-
madamente el 2.5 por ciento de la muestra re-
colectada del sitio; sin embargo cabe señalar que
ésta no es representativa, ya que nos hemos en-
focado en el estudio de áreas reconocidas como
pertenecientes al periodo de Agricultura tem-
prana. Sí podemos decir que su presencia es
significativa y que aparece en diversos contex-
tos, lo que sugiere que pudo haberse elaborado
en La Playa, sin descartar la posibilidad de que
se trate de una cerámica intrusiva.
Interacción regional e interregional
El recurso foráneo más significativo del sitio es
la gran cantidad de concha marina procedente
del Golfo de California, localizado a 100 kiló-
metros hacia el oeste. No hemos podido deter-
minar si la concha fue adquirida directamente
por los ocupantes del sitio viajando a la costa o
por medio del intercambio con grupos costeros
(ancestros de los comca´ac). De cualquier for-
ma, sitios del periodo Trincheras cercanos a
Bahía Kino, como Playa Noriega o Gignac, con ce-
rámica Trincheras Púrpura-sobre-rojo, sugieren
una interacción significativa entre las poblacio-
nes de la tradición Trincheras y los comca´ac
prehispánicos. Existen elementos suficientes
para considerar que esta relación pudo haberse
establecido desde el periodo precerámico.
El sitio La Playa obtuvo recursos minerales de
varias regiones ubicadas a diferentes distancias.
La obsidiana de La Playa posiblemente provie-
ne en su totalidad de la fuente de Antelope
Wells en la frontera de Nuevo México y Chihua-
hua, 350 km hacia el este (Steve Shackley, co-
municación personal 1999). Según los análisis
realizados con espectómetro, la argilita roja de
alta calidad que hemos observado en el sitio,
proviene de la cuenca Tonto en Arizona, locali-
zada aproximadamente a 400 km hacia el norte
(James Gundersen, comunicación personal
1999).
La turquesa está presente tanto en forma de
ornamentos como de manera natural, pero no
se ha determinado su procedencia. Tampoco se
conoce la procedencia de la materia prima crip-
to-cristalina (sílex y calcedonia), muy utilizada
en la elaboración de puntas de proyectil. Se han
observado dos o tres nódulos pequeños de sílex
entre los cantos rodados en el canal del río
Boquillas, esto sugiere la existencia de una
fuente de sílex cercana, aunque todavía no lo-
calizada.
21SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
Discusión
Aunque sólo hemos comenzado a levantar el
velo, nos atrevemos a sugerir algunas propues-
tas interpretativas. Nuestras investigaciones
parecen sostener la importancia de los cambios
ambientales para la reconstrucción de mode-
los explicativos sobre los complejos del Arcaico
medio y la difusión de la agricultura de maíz. Si
bien el 11 por ciento de la colección de puntas
de proyectil pertenece al Arcaico medio, sólo
algunos datan del periodo Altitermal. Por otro
lado, parecen estar bien representados tanto el
complejo del Holoceno temprano San Dieguito/
Malpais como el periodo Arcaico tardío que si-
gue al Altitermal. Consideramos que La Playa,
al igual que una gran parte de los desiertos bajos
de la actual frontera, fueron abandonados casi
en su totalidad durante el periodo Altitermal.
Esta interpretación concuerda con los modelos
propuestos anteriormente por Berry y Berry
(1986), Hayden (1976), Mabry (1998d) y otros.
Las puntas de proyectil pertenecientes al pe-
riodo Altitermal —como son los tipos Pinto y
San José—, probablemente reflejan incursiones
de grupos norteños procedentes de la Gran
Cuenca y/o la Gran Planicie de Colorado hacia
el desierto de Sonora.
Al final del Altitermal, el desierto de Sonora
era un nicho vacío que fue repoblado subsecuen-
temente por grupos asociados a nuevas tec-
nologías. Las puntas Gypsum, junto con varias
otras puntas de pedúnculos contraídos, refle-
jan una nueva tecnología en la que se utilizaba
una resina adhesiva para fijar la punta al dardo.
Como Berry y Berry (1986), Mabry (1998e) y
Marmaduke (1978) han discutido el estilo de
punta Gypsum; aparece por primera vez en el
Centro de México, asociado con maíz en el Va-
lle de Tehuacán durante la fase Coxcatlán. Ésta
fue fechada por MacNeish entre el 4,800-3,600
a.C.y posteriormente revisada al 3,600 a.C.
(Long et al. 1989); planteamos la posibilidad de
que esta nueva tecnología de enmangado se
haya difundido hacia el norte junto con el cul-
tivo del maíz.
Recientemente las puntas de proyectil de esti-
lo Cortaro han sido fechadas con más precisión:
cronológicamente se han ubicado en el milenio
anterior al periodo de Agricultura temprana
(Lorentzen, 1998:147; Mabry, 1998e; Roth y
Huckell, 1992), reflejando tal vez un desarrollo
local originado en el sur de Arizona, suroeste
de Nuevo México y norte de Sonora. Se encuen-
tran con mayor frecuencia en asentamientos
aluviales asociados a las fases tardías de la ocu-
pación San Pedro o cerca de la planicie aluvial.
Estas puntas también han sido asociadas a la
presencia de maíz extremadamente temprano
con fechas de alrededor de 3,650 a.p. en el sitio
Clearwater (Mabry, 2002) y en McEuen Cave,
Arizona (Huckell, 1999).
La existencia de una discontinuidad en el re-
gistro arqueológico, observada hacia finales del
Altitermal, ha sido citada por varios autores para
sustentar la idea de que la introducción del maíz
fue el resultado de una migración de grupos del
norte de México (Berry y Berry, 1986; Huckell,
1995; Mabry, 2002). Aunque los modelos an-
teriores asociaron la migración con las pobla-
ciones de la fase San Pedro, tentativamente
sugerimos que el complejo Cortaro puede es-
tar vinculado con el arribo inicial de grupos
hablantes del tronco yutoazteca (Carpenter,
Sánchez y Villalpando, 2000).
La evidencia lingüística sitúa el territorio origi-
nal de los Proto Yutoaztecas (PYA) en algún lu-
gar entre el Mogollon Rim y la mitad norte de
la Sierra Madre Occidental (Fowler 1983; Hill
1996). Los datos glotocronológicos sugieren que
la comunidad PYA se separó en las ramas norteña
(California y La Gran Cuenca) y sureña (Sono-
ra) alrededor del año 6000 a.C. (Miller 1983:
118). Hill (1996, 1999, 2000) ha postulado que
la bifurcación ocurrió después de la adopción
de la agricultura de maíz, basándose en la exis-
tencia de cognados compartidos para términos
relacionados con prácticas agrícolas, incluyen-
do el vocablo para maíz.
22ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
Dada la correlación cronológica, estamos ten-
tados a sugerir que el Altitermal fue el posible
motivo de la separación inicial del grupo. Al des-
poblarse la región del desierto de Sonora, algu-
nos grupos se refugiaron en la Gran Cuenca,
mientras que otros se desplazaron hacia el sur
adentrándose en la Sierra Madre Occidental y/
o en la planicie costera del sur de Sonora y Si-
naloa. Miller (1983) identificó la región serra-
na entre los ríos Mayo y Sinaloa como la cuna
de los protoyutoaztecas Sonorenses (PSYA), ba-
sándose en la existencia de una gran diver-
sidad de idiomas yutoaztecas en un espacio
reducido.
Estos grupos PSYA seguramente fueron los pri-
meros norteños en adoptar la agricultura de
maíz. Benz (1999: 32-33) postula que la fami-
lia de maíz relevante en el norte de México, se
originó entre poblaciones pequeñas muy tem-
pranas, esparcidas desde el río Balsas hasta la
región de Colima-Jalisco en el occidente de Mé-
xico —donde se desarrolló la raza Reventa-
dor—, y después hacia la planicie costera de
Nayarit donde surgió la raza Jala; posteriormen-
te se difundió hacia las costas de Sinaloa y So-
nora donde al parecer se gestó el Chapalote. El
momento preciso de la difusión del maíz y su
desarrollo evolutivo solamente puede ser deli-
mitado usando las fechas más tempranas de
maíz para el centro de México y para el Suroes-
te de Estados Unidos. Así tenemos un lapso en-
tre los años 3,600 y 2,000 a.C., lo que significa
que los grupos protoyutoaztecas sureños pro-
bablemente recibieron el maíz a finales del pe-
riodo Altitermal o en el Holoceno temprano y
estuvieron involucrados en el desarrollo de la
raza Chapalote.
Los lingüistas ubican la ramificación original del
PSYA en los grupos históricos alrededor de los
años 2,500 y 1,500 a.C. (Hill, 1996, 2000, Miller,
1983). Hill (2000) ha demostrado que el maíz
se dispersó entre los hablantes de protoyutoaz-
teca Sonorense. Lo cierto es que sospecha-
mos que la diversificación de la rama Sureña
de los yutoaztecas está relacionada con la reo-
cupación del desierto de Sonora y de otras
regiones óptimas para el desarrollo de la agri-
cultura de maíz. Curiosamente, la distribución
de los complejos arqueológicos pertenecientes
al periodo de Agricultura temprana o semejan-
tes a la fase San Pedro hasta ahora conocidos,
coinciden con la extensión territorial de los ha-
blantes del tronco yutoazteca en el Noroeste
de México (Carpenter et al., 1996; Carpenter,
Mabry y Sánchez, 2000).
La subsistencia de los habitantes de La Playa
está relacionada con una estrategia económica
de tipo mixto de forrajeo y agricultura, con un
intenso cultivo de maíz combinado con una ex-
tensa utilización de plantas silvestres y anima-
les. A este tipo de estrategia la hemos definido
como el Complejo de Agricultura Sonorense
(Carpenter, Sánchez y Villalpando, 2002). In-
dudablemente el maíz fue la fuente fundamen-
tal de alimento almacenable para el invierno y
los primeros meses de la primavera. Aunque no
se puede negar la existencia de estrategias de
intensificación agrícola junto con un patrón
de asentamiento radicalmente alterado en el
sitio, es posible que la agricultura contribuyera
sólo de manera moderada al porcentaje total de
calorías consumidas. Estas deducciones están
sustentadas por la baja incidencia de caries en
la población, la gran cantidad de plantas sil-
vestres contenidas en los hornos y el estilo de
piedras de molienda utilizadas para triturar se-
millas silvestres.
La práctica de la agricultura de maíz, las es-
pecies vegetales que representan todas las
estaciones del año, la identificación de una
localidad funeraria donde enterraban a sus
muertos, junto con las evidencias de una gran
diversidad de actividades, la gran cantidad de
hornos para procesar alimentos, el conjunto
de herramientas líticas, manos y metates y la
distribución y densidad de elementos arqueo-
lógicos y artefactos, son indicativos de que du-
rante el periodo de Agricultura temprana la po-
blación de La Playa fue totalmente sedentaria.
La transición de la fase Ciénega a la tradición
Trincheras refleja la continuidad de ocupación
23SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
de la población del periodo de Agricultura tem-
prana. La diferencia más significativa es la trans-
formación del tratamiento de entierros, de
inhumaciones a cremaciones, y el surgimiento
de la tradición cerámica Trincheras. La cons-
trucción de geoglifos en La Playa también pue-
den ser atribuidos al periodo Trincheras.
En nuestra opinión, la tradición Trincheras, no
representa el componente más sureño de la ra-
ma Desértica de los hohokam como se había
propuesto anteriormente (e.g., Johnson, 1960,
1963); pensamos que sus semejanzas, probable-
mente se deban más a que comparten una tra-
dición lingüística de agricultores de maíz. El
surgimiento de horizontes cerámicos tempranos
caracterizados por vajillas lisas de color café pu-
lido —a las que les siguen cerámicas con engobe
rojo, algunas veces con una predilección de su-
perficies texturizadas—, se puede observar en
un área que se extiende desde el Mogollon Rim
hasta el estado de Durango. El posterior desa-
rrollo de diferentes tradiciones cerámicas que
incluyen a los hohokam, Mogollon, Trincheras,
río Sonora, Huatabampo, Loma San Gabriel, e
inclusive los ancestros de los grupos Pueblos
muy posiblemente puede remontarse en origen
hasta los hablantes de Yutoazteca Sonorense del
periodo de Agricultura temprana (Carpenter,
Mabry y Sánchez, 2000).
Conclusiones
Las investigaciones realizadas indican que el
valle del río Boquillas fue habitado periódica-
mente desde el Pleistoceno terminal hasta el
Holoceno medio, y de manera continua desde
el final del periodo Altitermal hasta mediados
del siglo XX. Hemos identificado a La Playa
como la comunidad de Agricultura temprana
más extensa hasta la fecha conocida en el No-
roeste de México y el Suroeste de Estados
Unidos. El conjunto es consistente con los com-
ponentes de las fases San Pedro y Ciénega del
suroeste de Arizona. La información bioarqueo-
lógica sugiere la existencia de una población
compartida genéticamente y sostiene también
su correlación. La distribución de conjuntos de
artefactos similares a lo largo de una gran parte
del Noroeste de México, sugiere que el comple-
jo arqueológico de Agricultura temprana en el
actual Suroeste de Estados Unidos refleja el ex-
tremo más septentrional de una tradición del
Norte de México. Finalmente, si estamos en lo
correcto, la evidencia más temprana de la apa-
rición de la agricultura en esta área debe datar
de finales del periodo Altitermal o de princi-
pios del Holoceno tardío y sus evidencias de-
ben encontrarse en las bien irrigadas planicies
aluviales del extremo sur de Sonora y norte de
Sinaloa.
24ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
bi
bl
io
gr
af
ía • Ambler, J. Richard
1996. “Dust Devil Cave and Archaic
Complexes of the Glen Canyon Area”,
en Glen Canyon Revisited, P. R. Geib (ed.),
Salt Lake City, University of Utah Press,
pp. 40-52 (Anthropological Papers,
119).
• Antevs, Ernst1948. “The Great Basin, with Amphasis
on Glacial and Postglacial Times:
Climatic Changes and Pre-White Man”,
University of Utah Bulletin, vol. 38,
núm. 20, Salt Lake City, University
of Utah Press, pp. 168-191.
1955. “Geologic Climatic Dating in the
West”, American Antiquity, vol. 20,
núm. 4, pp. 317-355.
• Barnes, Ethne1999. “Lab Analysis, La Playa Burials”,
México, Centro INAH Sonora,
mecanoescrito.
2002. “Lab Analysis, La Playa Burials”,
México, Centro INAH Sonora,
mecanoescrito.
• Benz, Bruce F.1999. “On the Origin, Evolution, and
Dispersal of Maize”, en M. M. Blake
(ed.), Pacific Latin America in Prehistory:The Evolution of Archaic and FormativeCultures, Pullman, Washington State
University Press, pp. 25-38.
• Berry, C. F. y M. S. Berry1986. “Chronological and Conceptual
Models of the Southwestern Archaic”,
en C. J. Condie y D. D. Fowler (eds.),
Anthropology of the Desert West: Essays inHonor of Jesse D. Jennings, Salt Lake City,
University of Utah Press, pp. 253-327
(Anthropological Papers, 110).
• Betancourt, Julio1990. “Late Quaternary Biogeography
of the Colorado Plateau”, en J. L.
Betancourt, T. R. VanDevender y P. S.
Martin (eds.), Packrat Middens: The Last
40,000 Years of Biotic Change, Tucson,
University of Arizona Press,
pp. 259-292.
• Bowen, Thomas1974. “Esquema de la historia de la
cultura Trincheras”, en B. Braniff
y R. S. Felger (eds.), Sonora: Antropologíadel Desierto, México, INAH/SEP,
pp. 347-363.
1976. Seri Prehistory: The Archaeologyof the Central Coast of Sonora, Tucson,
University of Arizona Press
(Anthropological Papers of
The University of Arizona, 27).
• Carpenter, John P., Guadalupe Sánchezy Elisa Villalpando2002. “Of Maize and Migration: Mode
and Tempo in the Diffusion of Zea maysin Northwest Mexico and the American
Southwest”, en Sarah Schlanger,
Boulder (ed.), Traditions, Transitions,and Technologies: Themes in SouthwesternArchaeology, Colorado, University Press
of Colorado, pp. 245-258.
1996. “Of Language, Lithics and Lunch:
New Perspectives on the San Pedro
Phase from La Playa, Sonora, Mexico”,
ponencia presentada en Conference on
Archaic Prehistory of the Southwest,
Albuquerque.
• Carpenter, John P., Jonathan Mabryy Guadalupe Sánchez2000. “Arqueología de los Yuto-Aztecas
Tempranos”, en J. L. Moctezuma
Zamarrón y J. H. Hill (eds.), Avances yBalances de Lenguas Yutoaztecas, Homenajea Wick R. Miller, Hermosillo, Centro
INAH Sonora (edición especial de
Noroeste de México en CD ROM).
• Diehl, M. W. y J. A. Waters1996. “Archaeobotanical and Osteofaunal
Assessments of Diet Composition and
Diversity”, en Archaeological Investigationsof the Early Agricultural Period Settlement atthe Base of A-Mountain, Tucson, Arizona,
Tucson, Center for Desert Archaeology
(Technical Report, 96-71).
25SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
• Ekholm, Gordon1940. “The Archaeology of Northern
and Western Mexico”, en C. L. Hay
(ed.), The Mayas and Their Neighbors,New York, Appleton-Century Company,
Inc., pp. 307-320.
s.f. “Fieldnotes”, New York, American
Museum of Natural History,
mecanoescrito.
• Escárcega, José Antonio1996. “Geología de Sonora”, en HistoriaGeneral de Sonora, Vol. I: PeriodoPrehistórico y Prehispánico, Hermosillo,
Gobierno del Estado de Sonora,
pp. 27-96.
• Ezell, Paul H.1954. “An Archaeological Survey of
Northwestern Papagueria”, The Kiva,vol. 19, núms. 2-4, pp.1-26.
• Fay, George E.1955. “Prepottery Lithic Complex from
Sonora, Mexico”, Science, vol. 121,
núm. 3152, pp. 777-778.
1958. “A Hematite Ore Deposit in
Sonora, Mexico”, Southwestern Lore,vol. 24, núm. 1, pp.5-6.
1967. “An Archaeological Study of the
Peralta Complex”, en OccasionalPublications in Anthropology, ArchaeologySeries, núm. 1, Greeley, Colorado State
University.
• Fowler, Catherine S.1983. “Some Lexical Clues to Uto-
Aztecan Prehistory”, International Journalof Linguistics, vol. 49, pp. 224-257.
• Gasser, Robert1987. “Macrofloral Analysis”, en J. C.
Ravesloot (ed.), The Archaeology of the SanXavier Bridge Site (AS BB:13:14) TucsonBasin, Southern Arizona (Part 3),Tucson,
University of Arizona Press,
pp. 303-318 (Arizona State Museum
Archaeological Series, 171).
• Haury, Emil W.1957. “An Alluvial Site on the
San Carlos Indian Reservation,
Arizona”, American Antiquity, núm. 23,
pp. 2-27.
• Hayden, Julian D.1955. “Notes on the Archaeology of the
Central Coast of Sonora, Mexico”, TheKiva, vol. 21, núms. 3-4, pp. 19-23.
1965. “Fragile-Pattern Areas”, AmericanAntiquity, vol. 32, núm. 3, pp. 335-344.
1967. “A Summary Prehistory and
History of the Sierra Pinacate, Sonora”,
American Antiquity, vol. 32, núm. 3,
pp. 335-344.
1969. “Giratory Crushers of the Sierra
Pinacate, Sonora”, American Antiquity,vol. 34, núm. 2, pp. 214-235.
1974. “La arqueología en la Sierra del
Pinacate, Sonora, México”, en B. Braniff
y R. S. Felger (eds.), Sonora: Antropologíadel Desierto, México, INAH/SEP
(Científica, 27), pp. 261-265.
1976. “Pre-Altithermal Archaeology in
the Sierra Pinacate, Sonora, Mexico”,
American Antiquity, vol. 41, pp. 274-289.
1987. “Early Man in the Far
Southwestern United States and
Adjacent Sonora, Mexico”, ponencia
presentada en International Union
for Pre- and Proto-Historic Sciences,
Commission for the Peopling of the
Americas, XI Congress, Mainz,
Alemania.
• Hesse, India y Jane Sliva2002. “The Organization of Lithic
Technology at an Early Agricultural
Village: The View from Las Capas”,
ponencia presentada en la 67 reunión
anual de Society for American
Archaeology, Denver.
• Hill, Jane H.1996. “The Prehistoric Differentiation
26ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
of Uto-Aztecan Languages and the
Lexicon of Early Southwestern
Agriculture”, ponencia presentada
en la 61 Reunión Anual de Society for
American Archaeology, New Orleans.
1999. “Linguistics”, ArchaeologySouthwest, vol. 13, núm. 1, p. 8.
2000. “Dating the Break-Up of Southern
Uto-Aztecan”, en J. L. Moctezuma
Zamarron y J. H. Hill (eds.), Avances yBalances de Lenguas Yutoaztecas, Homenajea Wick R. Miller, Hermosillo, Centro
INAH Sonora (edición especial de
Noroeste de México en CD-ROM).
• Hinton, Thomas1955. “A Survey of Archaeological Sites
in the Altar Valley, Sonora”, The Kiva,
vol. 21, núms. 1-2, pp. 1-12.
• Holmer, Richard N.1986. “Common Projectile Points of the
Intermountain West”, en C. J. Condie
y D. D. Fowler (eds.), Anthropology of theDesert West: Essays in Honor of Jesse D.Jennings, Anthropological Papers núm.
110, University of Utah Press, Salt Lake
City, pp. 89-115.
• Holzkamper, Franz M.1956. “Artifacts from Estero Tastiota,
Sonora, Mexico”, The Kiva, vol. 21,
núms. 3-4, pp. 12-19.
• Huckell, Bruce1995. Of Marshes and Maize: PreceramicAgricultural Settlements in the Cienega Valley,Southeastern Arizona, Tucson, University
of Arizona Press (Anthropological Papers
of the University of Arizona, 59).
1998. “A San Dieguito Site on the Lower
Gila River, Southwestern Arizona”, TheKiva, vol. 62, núm 2, pp. 145-174.
1999. “McKuen Cave”, ArchaeologySouthwest, vol. 13, núm. 1, p. 12.
• Irwin Williams, Cynthia1973. The Oshara Tradition: Origins of
Anasazi Culture, Portales, Eastern New
Mexico University (Contributions
in Anthropology 5, 1).
• Ives, Ronald1963. “The Problem of the Sonoran
Littoral Cultures”, The Kiva, vol. 28,
núms. 3-4, pp. 28-32.
• Johnson, Alfred1960. “The Place of the Trincheras
Culture of Northern Sonora in
Southwestern Archaeology”, tesis de
maestría, Department of Anthropology,
University of Arizona.
1963. “The Trincheras Culture of
Northern Sonora”, American Antiquity,
vol. 29, núm. 2, pp. 174-186.
• Lehmer, Donald J.1949. “Archaeological Survey of Sonora,
Mexico”, Chicago Natural History MuseumBulletin, pp. 4-5.
• Lincoln-Babb, Lorrie1997. “Apéndice I: Dental Analysis of
the La Playa Burials”, en J. P. Carpenter,
G. Sánchez y E. Villalpando (eds.),
Rescate Arqueológico La Playa (SON F:10:3)Municipio de Trincheras, Sonora, México,
México, Archivo Consejo de Arqueología
INAH.
• Lincoln-Babb, Lorrie y Peggy D. Minturn1998. “Análisis de los restos óseos
humanos”, en E. Villalpando, J. P.
Carpenter, G. Sánchez y M. Pastrana
(eds.), Salvamento Arqueológico La Playa,Informe de la Temporada 1997-1998 yanálisis de los materiales arqueológicos,México, Archivo Consejo de Arqueología
INAH, pp. 123-129.
• Lister, Robert1958. “Archaeological Excavations in the
Northern Sierra Madre Occidental,
Chihuahua and Sonora, Mexico”, en
University of Colorado Studies, Boulder,
University of Colorado Press (Series
in Anthropology, 7).
27SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
• Long, Austin, Bruce F. Benz, D. J. Donahue,A. J. Jull y L. J. Toolin1989. “First Direct AMS Dates on
Early Maize from Tehuacán, Mexico”,
Radiocarbon, vol. 31, núm. 3,
pp. 1035-1040.
• Lorentzen, Leon H.1998. “Appendix: Common Paleoindian
and Archaic Projectile Points in
Arizona”, en J. B. Mabry (ed.),
Paleoindian and Archaic Sites of Arizona,
Tucson, Center for Desert Archaeology,
pp. 138-151 (Technical Report, 97-7).
• Mabry, Jonathan B.1998a. “Mortuary Patterns”, en J.B.
Mabry (ed.), Archaeological Investigationsof Early Village Sites in the Middle SantaCruz Valley: Analyses and Synthesis, Tucson,
Center for Desert Archaeology,
pp. 697-738 (Anthropological
Papers, 19).
1998b. “Frameworks for Arizona’s Early
Prehistory”, en J. B. Mabry (ed.),
Paleoindian and Archaic Sites of Arizona,
Tucson, Center for Desert Archaeology,
pp. 1-18 (Technical Report, 97-7).
1998c. “Late Quaternary Environmental
Periods”, en J. B. Mabry (ed.),
Paleoindian and Archaic Sites of Arizona,
Tucson, Center for Desert Archaeology,
pp. 19-32 (Technical Report, 97-7).
1998d. “Archaic Complexes of the
Middle Holocene”, en J. B. Mabry (ed.),
Paleoindian and Archaic Sites of Arizona,
Tucson, Center for Desert Archaeology,
pp. 65-72 (Technical Report, 97-7).
1998e. “Archaic Complexes of the Late
Holocene”, en J. B. Mabry (ed.),
Paleoindian and Archaic Sites of Arizona,
Tucson, Center for Desert Archaeology,
pp. 73-88 (Technical Report, 97-7).
2002. “A Model of Early Agricultural
Systems in Southwestern North
America”, en Michael Diehl (ed.), Early
Agricultural Period Environment andSubsistence, Tucson, Center for Desert
Archaeology, pp. 31-57 (Anthropological
Papers, 34).
• Mabry, Jonathan B. y M. Faught1998. “Archaic Complexes of the Early
Holocene”, en J. B. Mabry (ed.),
Paleoindian and Archaic Sites of Arizona,
Tucson, Center for Desert Archaeology,
pp. 55-64 (Technical Report, 97-7).
• Marmaduke, William S.1978. “Prehistoric Culture in
Trans-Pecos Texas: An Ecological
Explanation”, tesis de doctorado,
Department of Anthropology, University
of Texas at Austin, University
Microfilms.
• Martin, Paul S.1963. The Last 10,000 Years, Tucson,
University of Arizona Press.
• MacNeish, Richard S., Antoinettte Nelken-Terner e Irmgard W. Johnson1967. The Prehistory of the Tehuacan Valley,Vol. 2. Nonceramic Artifacts, Austin,
University of Texas Press.
• McGuire, Randal y María Elisa Villalpando1993. An Archaeological Survey of the AltarValley, Sonora, Mexico, Tucson, Arizona
State Museum, University of Arizona
(Arizona State Museum Archaeological
Series, 184).
• Miller, Wick R.1983. “Uto-Aztecan Languages”, en A.
Ortiz (ed.), Handbook of North AmericanIndians, vol. 10, Washington, D. C.,
Smithsonian Institution,
pp. 113-124.
• Minturn, Peggy y Lorrie Lincoln-Babb1995. “Bioarchaeology of the Donaldson
Site and Los Ojitos”, en B. Huckell
(ed.), Of Marshes and Maize, Tucson,
University of Arizona Press, pp. 106-116
(Anthropological Papers of the
University of Arizona, 59).
28ARQUEOLOGÍA 29 � enero-abril 2003
• Montané, Julio César1996. “Desde los orígenes hasta 3000
años antes del presente”, en HistoriaGeneral de Sonora, Tomo I: PeriodoPrehistórico y Prehispánico, Hermosillo,
Gobierno del Estado de Sonora, pp.
151-195.
• Noguera, Eduardo1958. Reconocimiento arqueológico en Sonora,
México, Dirección de Monumentos
Prehispánicos INAH (Informe, 10).
• Phillips, David A.1989. “Prehistory of Chihuahua and
Sonora, Mexico”, Journal of WorldPrehistory, vol. 3, núm. 4, pp. 373-401.
• Robles Ortiz, Manuel1974. “Distribución de artefactos Clovis
en Sonora”, Boletín, núm. 2, México,
Instituto Nacional de Antropología
e Historia, pp. 25-32.
• Rogers, Malcom1929. Report on an ArchaeologicalReconnaissance in the Mojave Sink Region,
San Diego, San Diego Museum of Man
(Archaeological Papers, 1).
1939. Early Lithic Industries of the LowerBasin of the Colorado River and AdjacentDesert Areas, San Diego, San Diego
Museum of Man (Archaeological
Papers 3).
1958. “San Dieguito Implements from
the Terraces on the Rincon Pantano and
Rillito Drainage System”, The Kiva,
vol. 24, núm. 1, pp. 1-23.
• Roth, Barbara y Bruce Huckell1992. “Cortaro Points and the Archaic of
Southern Arizona”, The Kiva, vol. 57,
núm. 4, pp. 353-370.
• Sánchez, M. Guadalupe1999. “Of Roasting Pits and Plant
Remains: Preliminary Analyses of
Archaeobotanical Remains from La
Playa, Sonora, Mexico”, tesis de
maestría, Departament of Anthropology,
University of Arizona.
• Saxe, Arthur A.1970. “Social Dimensions of Mortuary
Practices”, tesis de doctorado,
Department of Anthropology, University
of Michigan, Ann Arbor University
Microfilms.
• Sayles, Edwin B.1983. The Cochise Cultural Sequencein Southeastern Arizona, Tucson,
University of Arizona (Anthropological
Papers, 42).
• Sayles, Edwin B. y Ernest Antevs1941. The Cochise Culture, Globe, Gila
Pueblo (Medallion Papers, 29).
• Sliva, R. Jane1997. Introduction to the Study and Analysisof Flaked Stone Artifacts and LithicTechnology, Tucson, Center for Desert
Archaeology.
• Stevens, Michelle N. y R. Jane Sliva2002. “Empire Points: An Addition to
the San Pedro Phase Lithic
Assemblage”, The Kiva, vol. 67, núm. 3,
pp. 297-326.
• Turner, Christy G. II1979. “Dental Anthropological
Indications of Agriculture Among the
Jomon People of Central Japan”,
American Journal of Physical Anthropology,
núm. 51, pp. 619-636.
• VanDevender, T. R.1990. “Late Quaternary Vegetation and
Climate of the Sonoran Desert, United
States and Mexico”, en J.L. Betancourt,
T. R. VanDevender y P.S. Martin (eds.),
Packrat Middens: The Last 40,000 Years ofBiotic Change, Tucson, University of
Arizona Press, pp. 134-165.
• Vargas, Victoria1993. “Concha”, en R. H. McGuire y E.
Villalpando (ed.), “Excavación
29SONORA PRECERÁMICA: DEL ARCAICO Y DEL SURGIMIENTO DE ALDEAS AGRÍCOLAS
Arqueológica de Cerro de Trincheras”,
Informe Preliminar de la Temporada de
Campo 1995, México, Archivo Consejo
de Arqueología INAH, pp. 53-72.
• Woodward, Arthur1936. “A Shell Bracelet Manufactory”,
American Antiquity, vol. 2, núm. 2,
pp. 117-125.
• Wormington, H. Marie1964. Ancient Man in North America,
Denver, Denver Museum of Natural
History.