Spa read-11
-
Upload
fabiana-tejeda -
Category
Documents
-
view
74 -
download
5
Transcript of Spa read-11
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
1
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 11
Estudio general de Lucas y Juan
Capítulo 1
Una perspectiva del evangelio de Lucas
El autor del evangelio de Lucas no era judío ni tampoco uno
de los doce apóstoles. Era griego y escribió su evangelio para un
hombre que también era griego. Los estudiosos creen que Lucas tuvo
como testigos oculares a María, la madre de Jesús; a Santiago, el
hermano de Jesús; y muchos otros como fuentes de información
mientras investigaba y escribía su evangelio. Pablo habla de Lucas
como su “médico amado” y su compañero de viaje. Obviamente,
viajó con Pablo para atender los síntomas físicos del “aguijón en su
carne” (2 Corintios 12). Pablo menciona a Lucas tres veces en sus
inspiradas cartas (Colosenses 4:14; 2 Timoteo 4:11; Filemón 24).
Lucas, además, es el autor del libro de Hechos, que dirigió
también al mismo hombre, Teófilo. Como este nombre significa “el
que ama a Dios”, algunos estudiosos creen que los dos libros están
dirigidos a cualquier persona que ama a Dios, en tanto que otros
creen que Teófilo era un hombre que conocía Lucas.
El autor de este evangelio era un hombre culto. En su tiempo,
habría sido considerado un científico. Usa más términos médicos que
Hipócrates, el “padre de la medicina moderna”, y su gramática es la
mejor de todos los escritores del Nuevo Testamento, entre ellos,
Pablo. Era un escritor talentoso y un historiador muy preciso.
Cuando Lucas registra los viajes misioneros de Pablo, usa los
pronombres “nosotros” y “ellos” indistintamente. Un estudio
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
2
cuidadoso de los pasajes donde aparece la palabra “nosotros” en el
libro de Hechos nos indica cuándo Lucas acompañó a Pablo en esos
viajes misioneros. Pablo escribe a los colosenses que Dios no llama a
la salvación a muchas personas que el mundo considera sabios (1
Corintios 1:26-29). Él y Lucas eran excepciones de esa regla, lo cual
podría, también, explicar su estrecha relación.
Lucas registra veinte milagros, de los cuales seis solo se
encuentran en su evangelio. Registra veintitrés parábolas, de las
cuales dieciocho solo aparecen en su evangelio.
Lucas es el evangelio favorito de muchos porque el Cristo
que nos describe es muy humano, compasivo, afectuoso y
sumamente identificado con nuestra humanidad. Como médico,
Lucas tenía una gran conciencia social, y nos ofrece una biografía de
un Cristo con una gran conciencia social. Lucas –siempre poniendo
énfasis en el toque humano- nos dice que Marta estaba enojada
porque María no quería ayudar en los preparativos y el servicio
cuando invitaron a Jesús a cenar (10:38-42). Con el ojo para los
detalles de un historiador preciso y el corazón de un médico
compasivo, Lucas es quien nos cuenta que la mirada de Jesús se
cruzó con la de Pedro en el preciso instante en que el gallo cantó,
cuando Pedro ya había negado a su Señor por tercera vez (22:60,61).
A lo largo de todo el evangelio de Lucas vemos el toque
humano de Jesús. Cuando sumamos todo, tenemos una descripción y
una imagen mental de Jesucristo que contribuye mucho al relato de
cómo fue y cómo es hoy, verdaderamente, el Hijo de Dios y el Hijo
del Hombre. El mensaje del tercer evangelio es la humanidad del
Dios-Hombre. El énfasis está en que este Hombre, que era Dios, se
identificó con nuestra humanidad.
Como historiador preciso y excelente escritor, Lucas presenta
un relato ordenado para su amigo Teófilo, que yo estoy convencido
de que era una persona real y muy destacada que amaba a Dios, y
que Lucas amaba (1:3). En su introducción al único libro de historia
inspirado del Nuevo Testamento, describe este tercer evangelio como
“todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día
en que fue recibido arriba” (Hechos 1:1,2).
Este historiador inspirado nos dice más acerca del nacimiento
y los primeros treinta años de vida de Jesús que cualquiera de los
otros escritores de evangelios. Sus primeros dos capítulos dedican
132 versículos a romper ese silencio. El evangelio de Lucas es un
relato ordenado e históricamente preciso de las cosas que Jesús hizo
y enseñó desde su nacimiento hasta su ascensión. Muchos estudiosos
creen que el versículo decisivo y clave de este evangelio es el 19:10:
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido”.
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
3
Capítulo 2
Pensamientos de Navidad
Según Lucas, cuando Dios penetró en la historia humana y se
convirtió en hombre, invitó a ciertas personas a participar en su gran
milagro. Si bien solo fueron unas pocas personas, cada una de ellas
tiene algo que enseñarnos con su ejemplo.
La virgen María
El ángel Gabriel visitó a María, una virgen que estaba
comprometida con un hombre llamado José. Gabriel dio a María la
misma noticia que había dado a Zacarías, un sacerdote que fue el
padre de Juan el Bautista: Dios se convertiría en hombre. El
sacerdote no le creyó, y por esa incredulidad el ángel le dijo que su
boca permanecería cerrada –quedaría mudo- y no se le permitiría
contar a nadie acerca de este milagro hasta que ocurriera. El ángel
Gabriel dijo a María que ella iba a concebir al Hijo de Dios y lo
llevaría en su vientre. María preguntó al ángel: “¿Cómo será esto?
pues no conozco varón” (1:34).
Si bien María le preguntó al ángel cómo podía ser que una
virgen tuviera un hijo, no respondió con la incredulidad de Zacarías.
El sacerdote no creyó que el milagro de su hijo fuera posible, en vista
de la esterilidad de su esposa y la edad avanzada de ambos. Por
cierto, nos damos cuenta de que María sí creyó las palabras del ángel
cuando Elizabet le dice: “Y bienaventurada la que creyó, porque se
cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor” (45).
La fe de los pastores
Una multitud de ángeles se les apareció a algunos pastores
que estaban cuidando sus rebaños de noche. Los ángeles les contaron
las Buenas Nuevas del nacimiento de Cristo (2:10,11). Note que estas
Buenas Nuevas anunciadas por los ángeles eran para todos. Luego de
recibir este mensaje –antes y después de ver este milagro- los
sacerdotes contaron a todos lo que los ángeles les habían dicho.
¿Alguna vez se preguntó por qué Dios les contó a los pastores
acerca de la primera Navidad? Todas las demás personas a las que se
les contó este milagro jugaron un papel vital, y parece que Dios se lo
dijera solamente a las personas que necesitaban saberlo. El sacerdote
y su esposa, Elisabet –los padres de Juan el Bautista- necesitaban
saberlo. María y José necesitaban saberlo, y creyeron, pero leemos
que María “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”
(19).
Los pastores, por otra parte, dijeron a todos lo que habían
visto y oído, tanto antes como después de ver este gran milagro. ¿Por
qué incluyó Dios a los pastores en su gran milagro? Porque sabía que
creerían y contarían a todos acerca del milagro de un Salvador, quien
es Cristo, el Mesías prometido, y el Señor.
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
4
Jesús, a los doce años, en el templo
Lucas rompe el silencio y nos dice lo único que conocemos
acerca de los treinta años que vivió Jesús entre su nacimiento y el
comienzo de sus tres años de ministerio público. Este es un incidente
que tuvo lugar cuanto tenía doce años de edad. Sus padres lo llevaron
a Jerusalén con lo que, aparentemente, era un grupo grande de
peregrinos religiosos.
Cuando están volviendo a su casa, les lleva tres días darse
cuenta de que Jesús no está con ellos. Desandan el camino
desesperadamente hacia Jerusalén y lo encuentran en el templo
haciéndoles preguntas a los líderes religiosos. Cuando sus padres le
cuentan cómo lo habían buscado desesperadamente, les contesta:
“¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi
Padre me es necesario estar?” (1:49).
Esto presenta a los padres de Jesús como muy humanos;
pierden a su hijo y lo encuentran en el último lugar donde pensarían
que podría estar. Luego, cuando escuchan de su boca que deberían
haberse dado cuenta de que Él estaría en los asuntos de su Padre en el
templo, donde lo encuentran haciéndoles preguntas a los escribas y
rabinos instruidos, este suceso se convierte en algo asombroso.
Aplicaciones personales
El Antiguo y el Nuevo Testamento nos dicen que Jesús
volverá a cruzarse físicamente con la historia humana en el milagro
de la Segunda Venida de Jesucristo. La esencia de la primera
Navidad es que Dios se encarnó para nuestra salvación. La esencia de
la Segunda Venida es la misma. En otras palabras, Dios va a hacer
otra Navidad; hay otra Navidad en camino. Así como la primera
Navidad fue la única esperanza que teníamos para ser salvos, su
Segunda Venida es la bendita esperanza de la Iglesia y la única
esperanza del mundo.
Dios nos ha dado conocimiento de esta única y bendita
esperanza a través de su Palabra. Él quiere usarnos para proclamar
las Buenas Nuevas del retorno de su Hijo a un mundo lleno de
personas que no tienen esperanza. Si dudamos acerca de este
milagro, como Zacarías, nuestra incredulidad cierra nuestras bocas y
no compartimos esta esperanza con nadie. Si cuestionamos y
analizamos todos los detalles de su retorno, como María, tal vez
estemos guardando estas cosas en nuestro corazón y no les estemos
hablando a las personas desesperadas de la única esperanza que
existe para ellas.
Debemos seguir el ejemplo de los pastores, y contar estas
Buenas Nuevas a todos aun antes de verlas por nosotros mismos.
¿Seguirá usted el ejemplo de los pastores y dirá a todos quienes
conoce acerca de la bendita esperanza que tiene como creyente y cuál
es, literalmente, la única esperanza de este mundo?
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
5
Capítulo 3
El manifiesto del Mesías
Hay, en realidad, dos pasajes que abren nuestra comprensión
del evangelio de Lucas. Ya he mencionado el primero (19:10). Jesús
nos da el segundo cuando va a la sinagoga de su ciudad natal y lee
del rollo del profeta Isaías (4:18). Si compara los dos pasajes, verá
que ambos indican claramente el propósito por el cual vino Jesús.
“Considerado dentro de su contexto, el primer versículo
presenta al Salvador del mundo haciendo lo que hizo,
verdaderamente, gran parte del tiempo: buscar y salvar a los perdidos
(19:10)”. Sin embargo, cuando se considera el otro pasaje en su
contexto, sirve como “el manifiesto del Mesías” (4:18). Este
manifiesto es una declaración más amplia acerca de por qué vino y
qué vino a hacer acá. A veces se lo llama “el manifiesto de Nazaret”,
porque fue anunciado en su ciudad natal al principio de sus tres años
de ministerio público.
La proclamación del manifiesto
“Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo
entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y
se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló
el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por
cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha
enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a
los cautivos, Y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos;
a predicar el año agradable del Señor.
“Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los
ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a
decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”
(Lucas 4:16-21).
Muchos líderes mundiales han iniciado su misión escribiendo
un manifiesto, que es una declaración de las respuestas y soluciones
que dicen tener para los problemas que las personas tienen en este
mundo. Cuando leemos que Jesús comenzó sus tres años de
ministerio público anunciando el manifiesto de Nazaret, debemos
darnos cuenta de que estamos oyendo el mayor manifiesto que haya
escuchado el mundo jamás. Esto es cierto no solo porque está
formado por Escrituras inspiradas y es el cumplimiento de una
profecía. El manifiesto de Nazaret es el mayor manifiesto que jamás
haya conocido este mundo, porque fue implementado perfectamente
por la Persona que lo declaró.
También deberíamos darnos cuenta de que Jesús estaba
anunciando el manifiesto de la Iglesia hoy, por la forma que dice
Lucas que comenzó su ministerio. El manifiesto de Nazaret no solo
nos muestra lo que hacía Jesús cuando vivió su vida aquí en la carne,
sino lo que desea hacer a través de quienes hoy nos llamamos “el
cuerpo de Cristo”.
Cierto movimiento mundial contaba con muy pocos
miembros, aunque habían pasado varios años después que fue escrito
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
6
su manifiesto. Entonces, un miembro escribió un pequeño folleto
titulado “¿Qué debe hacerse?”. Lo que quería decir, principalmente,
era: “¿Qué deberían hacer los que creen en el manifiesto?”. Ese
pequeño folleto movilizó a millones de personas a incorporarse a ese
movimiento.
La vida y las enseñanzas de Jesucristo son el manifiesto del
discípulo de Jesucristo. Los verdaderos seguidores de Jesucristo
creen que el Cristo resucitado y vivo tiene las únicas soluciones que
existen para las necesidades y problemas de la gente de este mundo.
Esta declaración de propósito de Jesús al inicio de su ministerio es su
pequeño manifiesto resumido que nos dice no solo lo que Él se
proponía hacer, sino lo que debe hacer cada uno de sus discípulos en
este mundo hoy.
Esta declaración, breve pero amplia, de los objetivos de la
misión de Jesús será el bosquejo de mi breve estudio general del
evangelio de Lucas. Al recorrer el tercer evangelio juntos, voy a
demostrar cómo Jesús proclamó su manifiesto cuando leyó de ese
rollo de Isaías en Nazaret, y luego probó a los líderes religiosos de su
tiempo que tenía la autoridad para implementar su manifiesto. El
evangelio de Lucas luego nos muestra cómo Jesús practicó el
manifiesto que proclamaba y probaba. Finalmente, voy a mostrar
cómo Lucas pinta un cuadro de un Jesús que invita y desafía a otros
(incluyéndonos usted y a mí) a convertirse en partícipes con Él en la
implementación de su manifiesto y su misión en este mundo.
La forma en que Lucas presenta su biografía de Jesús nos da
otra definición esencial de lo que significa ser un discípulo de
Jesucristo. Nos muestra lo que debe hacer la Iglesia de Jesucristo en
el mundo hoy.
Muchas veces pensé que sería maravilloso si un discípulo de
Jesús leyera nuestro manifiesto y luego escribiera un folleto titulado:
“¿Qué debe hacer un discípulo que cree en el manifiesto de Jesús?”.
Con el tiempo, me di cuenta de que ningún discípulo podría escribir
ese folleto para todos nosotros, porque Dios ha dispuesto su voluntad
para la vida de cada uno de nosotros, junto con su revelación de esa
voluntad, de forma tal que todos debemos presentarnos ante Él, como
hizo Pablo en el camino a Damasco, y preguntar: “Señor, ¿qué
quieres que yo haga?” (Hechos 9:6).
Si usted no es un seguidor de Jesús, mi oración es que este
fascículo le haga conocer a Aquel que se cruzó con la humanidad en
una forma personal y demostró ser el Prometido que quiere tocar su
vida también. Si usted es un discípulo de Jesucristo, mi oración es
que este estudio general del evangelio de Lucas le muestre lo que Él
quiere que haga usted. Que cada uno de nosotros podamos oír la
pequeña y queda voz de nuestro Señor resucitado y vivo que nos
hace saber lo que quiere que hagamos al participar con Él, que
implementa su manifiesto en nuestra carne mortal y a través de ella
hoy.
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
7
El manifiesto del Mesías, probado
Jesús está sanando y enseñando en una casa en Capernaum.
Los líderes religiosos, descriptos como “doctores de la Ley”, han
viajado a lo largo de Israel, desde Jerusalén a Galilea, para investigar
el milagro innegable de la curación de un leproso por Jesús. Esto
brinda el contexto en el cual Jesús prueba el manifiesto que había
proclamado en Nazaret. Realiza otra sanidad milagrosa en este
entorno, que fue “para que [supieran] que el Hijo del Hombre tiene
potestad en la tierra para perdonar pecados” (Lucas 5:17-26).
Mientras Jesús estaba enseñando, cuatro hombres rompieron
literalmente el techo y bajaron, usando sogas, a un amigo que estaba
paralizado sobre una litera y lo pusieron ante Él. Para Jesús no
existían las interrupciones, sino las oportunidades. Y usó esta
oportunidad para probar su manifiesto, al decir al hombre que tenía
delante de Él: “Tus pecados te son perdonados”. Los destacados
líderes religiosos estaban consternados, y preguntaron: “¿Quién
puede perdonar pecados sino solo Dios?”.
Les contestó con una pregunta: “¿Qué es más fácil, decir: Tus
pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que
sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu
lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de
ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa,
glorificando a Dios” (5:23-25).
Cuando Jesús dijo al hombre que sus pecados eran
perdonados, estos visitantes distinguidos podrían haber estado
pensando: “¡Es fácil decirlo!”. Jesús concordaba con los teólogos en
que solo Dios perdona pecados. A través de este milagro, demostró
que Él era Dios con nosotros y que tenía la misma autoridad para
perdonar pecados en la tierra que la que tiene Dios en el cielo. Por lo
tanto, probó que tenía el poder y la autoridad para implementar su
manifiesto.
El manifiesto de Nazaret, practicado
Jesús proclamó que el Espíritu de Dios lo había ungido para
un propósito. “Me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres”.
No estaba hablando de pobres en un sentido económico, sino de los
espiritualmente pobres, los que nunca habían oído las Buenas Nuevas
de salvación. Eran pobres porque eran espiritualmente ciegos,
personas cautivas y de corazones quebrantados.
Los ciegos espirituales eran aquellas personas que no podían
distinguir su mano derecha de su izquierda (Mateo 9:36). Eran ciegos
espiritualmente. El objetivo de su misión era predicar el evangelio y
enseñar con el objetivo de que estos ciegos espirituales pudieran ver.
Jesús usó sus enseñanzas en forma de discursos, parábolas,
entrevistas y acciones para dar la vista a las personas espiritualmente
ciegas.
Jesús también dirigió sus Buenas Nuevas a los cautivos. Fue
enviado a “pregonar libertad a los cautivos”; en otras palabras, a
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
8
libertar a los que estaban atados (Lucas 4:18). Observe que en ningún
lugar de los evangelios Jesús encontró a una persona que no fuera
libre y la dejó en lo que Él describía como una cautividad. Este
fenómeno se ilustra de forma muy hermosa en el caso de la mujer
que había estado atada por Satanás por dieciocho años y fue liberada
por Jesús (Lucas 3:16). También aclaró el objetivo de su misión en
un diálogo hostil con los líderes religiosos (Juan 5-8:30-35).
Jesús describía las duras realidades de la vida como
tormentas. Él proclamó que todos tendríamos tormentas en nuestras
vidas. Cuando esas tormentas caen sobre las personas, algunas
trastabillan, y algunas se derrumban. Lo que tanto Isaías como Jesús
describían como personas magulladas y quebrantadas eran las que se
derrumban ante sus tormentas. La compasión de Jesús por estas
personas quebradas es una de las dimensiones más conmovedoras de
su vida y su ministerio. Como médico compasivo, Lucas enfatiza la
conciencia y la compasión social de Jesús por las personas
quebrantadas de este mundo.
¿Es usted espiritualmente ciego? ¿Se siente tan perdido que
no sabe adónde dirigirse? ¿Es usted libre? ¿Hace usted lo que quiere
o lo que debe hacer? ¿Es usted cautivo del pecado o de un hábito, y
no puede hacer nada fuera de aquellas cosas que lo controlan? ¿Está
usted magullado o quebrantado, e incapaz de encontrar sanidad en su
quebrantamiento?
Si contestó “sí” a alguna de todas estas preguntas, Lucas
presenta su biografía de Jesús de forma tal que nos muestra y nos
dice a usted y a mí que somos exactamente el tipo de personas para
las que Jesucristo vino a este mundo. Vino a darle vista a usted en su
ceguera, para liberarlo de su cautividad, y darle sanidad a su
quebrantamiento. Tome la decisión de confiar y recibir al Cristo que
usted conocerá en el evangelio de Lucas. Tome el compromiso de
seguirlo como su discípulo, y Él lo restaurará en todas estas áreas.
Capítulo 4
Participantes del manifiesto
Una observación final acerca de la forma en que este
manifiesto presenta un bosquejo de todo el evangelio de Lucas es
darse cuenta de que Jesús enseña continuamente a sus apóstoles
como aprendices y desafía a los demás a ser partícipes con Él en la
implementación de los objetivos de su misión, según los declaró en
Nazaret. El primer ejemplo claro de esto es la forma en que recluta a
Pedro para que participe con Él en la implementación de su
manifiesto.
Una mañana, muy temprano, a orillas del Mar de Galilea,
donde le estaba enseñando a una gran multitud, Jesús le preguntó a
Pedro, que acababa de volver de una noche infructuosa de pesca, si
podía usar su barco como púlpito. Aparentemente, Jesús necesitaba
un lugar más elevado para poder comunicarse mejor con una gran
gentío que lo había empujado hasta el borde del agua (Lucas 5:1-11).
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
9
No fue esta la primera vez que Jesús se encontró con Pedro.
Eso había ocurrido cuando el hermano de Pedro, Andrés, los presentó
(Juan 1:41,42). Se nos dice que Jesús hizo una invitación a estos
hermanos y a sus socios en el negocio de la pesca, Santiago y Juan,
que eran también hermanos. Esa invitación fue: “Venid en pos de mí,
y os haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19). Esta podría ser la
versión ampliada de Lucas de lo que Mateo describe en un solo
versículo. O podría ser que Lucas nos esté diciendo que Jesús repite
y refuerza su invitación, y, al mismo tiempo, indica lo que Pedro
debe aprender si quiere llegar a ser un pescador de hombres.
Luego de la sesión de enseñanza, le dice a Pedro,
básicamente: “Me gustaría que me llevaras a pescar”. Desafía a
Pedro a volver a llevar su barco adonde el agua es profunda. ¡Luego
le pide que arroje sus redes al agua para recoger una gran pesca! (4).
Mientras Jesús enseñaba a esa multitud, leemos que Pedro
estaba lavando sus redes y haciendo la limpieza luego de una noche
de pesca improductiva. Me imagino que no estaría de muy buen
humor esa mañana. También me imagino que, mientras le enseñaba a
ese gran gentío, Jesús estaba más interesado en este gran pescador
que en la gran multitud.
Jesús sabe que dentro de solo tres años, este hombre, que ni
siquiera podía atrapar peces, predicaría un sermón el día de
Pentecostés que daría como resultado la conversión de tres mil
personas, y que miles serían salvas cada vez que predicara el
evangelio en los días posteriores a Pentecostés (Hechos 2:14-42).
También sabe que, dentro de tres años, cuando la sombra de
este gran pescador cayera sobre los cuerpos de personas
desesperadamente lisiadas, ¡ellas serían sanadas milagrosamente!
(Hechos 5:12-16). Es por eso que creo que estaba más interesado en
Pedro ese día que en todas las demás personas.
¿Cómo hace Jesús para convertir a este hombre, que es
incapaz de atrapar peces, en un alguien que, junto con Pablo, sería el
más grande pescador de hombres que el mundo haya conocido
jamás? La dinámica espiritual que contesta mi pregunta tiene lugar
en el encuentro de Jesús con Pedro. Jesús desafía a Pedro a que sea
partícipe con Él en la implementación de los objetivos de su misión,
según aparecen en su manifiesto de Nazaret.
Cuando Jesús y Pedro estaban en lo profundo del agua, Jesús
dijo a Pedro que bajara las redes al agua. Pedro respondió: “Maestro,
toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado…”.
Vuelvo a usar mi imaginación y pienso que podría haber habido una
breve pausa en el medio de la respuesta de Pedro al cruzarse su
mirada con la de Jesús, luego de lo cual continúa: “…mas en tu
palabra echaré la red” (5).
Cuando esa red (o “redes”, NVI) volvió a la superficie,
¡estaba llena de peces! (6,7). En respuesta a este gran milagro, Pedro
cayó a los pies de Jesús y dijo: “Apártate de mí, Señor, porque soy
hombre pecador” (8). Jesús le contestó: “No temas; desde ahora
serás pescador de hombres” (10).
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
10
Antes de conocer a Jesús, la vida de Pedro tenía una prioridad
absorbente: atrapar peces. Estas tres palabras que habló Jesús a Pedro
son mi versión favorita de los que se llama la Gran Comisión:
“¡pescador de hombres!”. Muchos en la Iglesia tienen una tendencia
a evangelizar a mujeres y niños, porque resulta más fácil. Pero Jesús
sabía que las mujeres y los niños siguen a los hombres, y que si
“atrapamos” hombres alcanzaremos a hogares enteros para Él.
¿Por qué reaccionó Pedro a la pesca milagrosa diciendo que
era un pecador y, básicamente, diciendo al Señor que no tuviera nada
que ver con él? Algunos eruditos sugieren que Cristo había estado
predicando a la multitud acerca de la condición pecaminosa del
hombre, que Pedro estaba experimentando la convicción del pecado,
y que esta fue, en realidad, la conversión de Simón Pedro.
Otros eruditos creen que Jesús estaba reclutando a Pedro para
colaborara con Él para ayudarlo a implementar su manifiesto. Pedro,
tal vez, se dio cuenta de lo que Cristo le estaba preguntando:
“¿Quieres ser partícipe conmigo en dar vista a los ciegos, libertad a
los cautivos y sanidad a los quebrantados? ¿Quieres cambiar tu
prioridad, de atrapar peces a atrapar hombres?”. Estos estudiosos
creen que la reacción de Pedro estaba expresando la intensa
convicción de que se sentía totalmente indigno de ese llamado.
Tal vez estaba diciendo, básicamente: “Señor, tienes al
hombre equivocado. ¡No puede ser que me estés llamando para
atrapar hombres, porque soy completamente indigno e
incompetente!”. Si esta es la esencia de lo que estaba diciendo Pedro,
entonces estaba demostrando la primera bienaventuranza que Jesús
prescribió para todos sus discípulos: “Bienaventurados los pobres en
espíritu” (Mateo 5:3).
Para transformar a Pedro de un infructuoso pescador de peces
a un pescador exitoso de hombres, Jesús tenía que enseñarle primero
Quién era el pescador en su barco ese día. Cuando Pedro dijo:
“Maestro”, estaba sugiriendo que Jesús era el Maestro, pero él era el
pescador. Luego pasa a darle instrucciones a Jesús acerca de la pesca:
“Todo pescador sabe que, si uno no tiene éxito de noche, nunca
atrapará peces a la luz del día”. Este parece ser el espíritu de la
objeción de Pedro.
En segundo lugar, Jesús tenía que enseñar a Pedro que nunca
podría atrapar hombres hasta que aprendiera que el Cristo resucitado
y viviente es el único y verdadero Pescador de hombres. Estos dos
viajes de pesca de Pedro –uno muy infructuoso y el otro
sobrenaturalmente exitoso- lo convencieron para siempre de algunos
secretos espirituales:
“Pescar hombres no es cuestión de quién soy yo, sino de
quién es Él. Atrapar a hombres para Jesús no es cuestión de lo que
puedo hacer yo, sino de lo que puede hacer Él. Convertirse en un
pescador de hombres no tiene que ver con lo que yo quiero, sino con
lo que Él quiere. Y cuando hay pescas milagrosas de hombres,
siempre debo recordar que todas esas conversiones milagrosas no
fueron por algo que hice yo, sino un milagro sobrenatural que Él
operó a través de mi carne débil y mortal”.
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
11
¿Se da cuenta de por qué el Cristo resucitado y viviente
escogió a Pedro para predicar ese sermón del día de Pentecostés y los
sermones después de Pentecostés que llevaron a miles a la salvación?
Fue porque Pedro había aprendido esos secretos espirituales mejora
que cualquiera de los otros apóstoles. En el día de Pentecostés,
cuando estaban ocurriendo todos los milagros, señales y maravillas,
Pedro anunció que el Cristo resucitado y viviente era el responsable
de lo que estaba ocurriendo ese día (Hechos 2:32,33).
Por Cristo, en Cristo y para Cristo
Luego de este encuentro, leemos que Pedro y sus socios en el
negocio “dejándolo todo, le siguieron” (11). Este capítulo en el viaje
espiritual de Pedro nos muestra varios niveles de relación en nuestro
andar con Cristo. El primer nivel es vivir por Cristo; esto significa
recibir y ser bendecido por todas las formas maravillosas en que Él
salva y transforma gloriosamente nuestras vidas. Pedro experimentó
este primer nivel de relación con Cristo cuando fue bendecido con
esa pesca sobrenatural.
El segundo nivel de relación con Cristo es cuando entramos
en sus planes para nuestras vidas. ¿Alguna vez escuchó a personas
que dijeran: “He decidido incorporar a Jesucristo a mis planes”? Esto
tal vez suene algo noble al principio, pero si uno lo piensa, no somos
nosotros quienes debemos invitar amablemente a Jesús a que sea
parte de nuestros planes. Es Él quien quiere invitarnos amablemente
a participar en sus planes.
Hay una frase en el Nuevo Testamento que es la preferida de
los apóstoles para describir este segundo nivel de relación con Cristo.
Esa frase consta simplemente de dos palabras: “en Cristo”. Jesús
describió este nivel de relación en una metáfora hermosa. Según
Jesús, debemos relacionarnos con Él de la misma forma que una
rama está vinculada con una vid (Juan 15:1-16). En esta metáfora de
Jesús, el fruto crece abundantemente. Esto nos enseña que estas dos
palabras –en Cristo- también indican el medio humano a través de
quien se lleva a cabo la obra de Cristo en este mundo, porque
estamos correctamente insertados (“en”) el Cristo resucitado y
viviente.
El tercer nivel de relación con Cristo es vivir para Cristo (11).
Este nivel de relación centra nuestra motivación para seguir y servir a
Cristo cuando Él nos guía a participar en sus planes para alcanzar a
nuestro mundo con su evangelio de salvación. En este nivel de
relación, pasamos a ser partícipes con Cristo cuando da vista a los
espiritualmente ciegos, libera a los cautivos y sana a los magullados
y quebrantados de este mundo. Por Cristo, en Cristo y para Cristo,
participamos con Él en su labor de cumplir los objetivos de la misión
que declaró en su manifiesto de Nazaret. En esta hermosa historia,
Pedro recorre estos tres niveles de relación con Cristo y es un modelo
de ellos.
¿Ha sido usted bendecido por Cristo? ¿Está usted en Cristo?
¿Es fructífero? ¿Está viviendo para usted o para Cristo?
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
12
Capítulo 5
Parábolas de participación
Cuando usted lea el capítulo 15 del evangelio de Lucas, tiene
que darse cuenta de que está leyendo una de las más magníficas
parábolas que jamás enseñó Jesús. La idea central de esta parábola
consiste en enseñarnos la misma verdad que hemos visto en este
capítulo relacionada con el viaje espiritual de Pedro. Jesús está
reclutando personas que participen con Él en el trabajo de lograr los
objetivos de su misión en este mundo. El capítulo 14 concluye con
uno de los sermones más fuertes de Jesús, conocido como uno de los
“dichos duros” de Jesús. En este sermón, Él les pide un compromiso
total a aquellos que se convertirían en sus discípulos.
La parábola de las cosas perdidas
El capítulo 15 comienza diciéndonos que hubo dos respuestas
muy diferentes a su poderoso sermón. Los publicanos y pecadores
respondieron entusiastamente a su predicación. Se acercaron a Jesús
y formaron un círculo interior alrededor de Él. Pero los fariseos y
escribas se retiraron unos veinte pasos y formaron un círculo
exterior. Jesús dirigió la que tal vez fuera su más grande parábola a
dos círculos concéntricos de dos tipos de personas muy distintas:
alrededor de Jesús había un apretado círculo de pecadores y
publicanos que estaban siendo salvados. Luego, había un círculo más
grande de religiosos que habían dado un paso atrás y se preguntaban:
“¿Por qué se mete con pecadores y publicanos?”.
Esta gran enseñanza de Jesús no es, como piensan algunos,
una serie de varias parábolas, sino una continua “Parábola de las
cosas perdidas”. Esta parábola está dirigida principalmente a ese
círculo exterior, y les explica lo que está ocurriendo en el círculo
interior. En este contexto, Jesús también está rogando a los que están
en el círculo exterior que participen con Él en lo que está ocurriendo
en el círculo interior.
Jesús comienza la parábola de esta forma: “¿Qué hombre de
vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las
noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta
encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros,
gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles:
Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había
perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador
que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de
arrepentimiento”.
Jesús está diciendo a los del círculo exterior: “Ustedes miran
al círculo interior de personas y todo lo que ven son publicanos y
pecadores, proxenetas, prostitutas, bandidos y ladrones. Pero
déjenme decirles lo que ve Dios. Él ve a estas personas como ovejas
perdidas. Y cada vez que se encuentra una oveja perdida, hay gozo
en el cielo”. Jesús desafía al círculo exterior de esta forma: “Dios
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
13
valora a los pecadores perdidos. ¿Por qué no se regocijan ustedes
cuando las ovejas perdidas son encontradas?”.
Luego Jesús cuenta la historia de la moneda perdida. Dice
que una mujer tenía diez monedas, y perdió una. Tomó una escoba y
una luz, y barrió y buscó todo el día hasta que encontró la moneda
que había perdido. “Gozaos conmigo, porque he encontrado la
dracma que había perdido”. Hay varias interpretaciones posibles de
esta parte de la parábola. La enseñanza esencial es que la moneda
había sido propiedad de la mujer, se había perdido y fue recuperada
nuevamente.
Yo perdí una moneda valiosa cuando era un niño. Fue
rodando a un desagüe, que estaba cubierto con una rejilla de hierro.
Mi moneda estaba a unos cuarenta centímetros de donde yo estaba,
pero no la podía alcanzar porque el espacio entre las rejas era
demasiado pequeño para que mi mano y mi brazo pudieran pasar.
Estaba desesperado.
En ese momento, pasó un hombre con un paraguas, que se
ofreció a ayudarme. Tomó goma de mascar de su boca y la fijó a la
punta de su paraguas. Luego lo metió por el desagüe, hizo que la
moneda se pegara a la goma de mascar, retiró el paraguas y me
alcanzó la moneda. Esa moneda, ahora, tenía un valor doble para mí,
porque la había perdido y la había recuperado.
“Redimir” significa “volver a comprar” y “traer de nuevo” lo
que se ha perdido. Usted y yo somos más preciosos para el Señor
porque somos como esa moneda perdida cuando nos recupera a
través de la redención que es hecha posible por la muerte y
resurrección de su Hijo.
Esa es la esencia del concepto de redención, y de esta moneda
perdida y recuperada en la parábola de Jesús. Esto es obviamente una
metáfora de la redención que se enseña en toda la Biblia en libros
como Éxodo, Deuteronomio, Rut y en los libros de los apóstoles en
el Nuevo Testamento (1 Pedro 1:18,19). Jesús, obviamente, está
diciendo al círculo exterior: “Estas personas están perdidas, pero
están siendo redimidas. ¡Todos los ángeles del cielo se están
regocijando! ¿Por qué no se regocijan ustedes?”.
Entonces dijo Jesús: “Un hombre tenía dos hijos; y el menor
de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me
corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después,
juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada;
y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente”. Esta es la
historia, muy conocida, del Hijo Pródigo. Los círculos concéntricos
son el contexto en el cual Jesús cuenta esta historia. Está explicando
a ese círculo exterior lo que ocurre en el círculo interior cuando
enseña la parábola del Hijo Pródigo: “Algunas de estas personas son
hijos pródigos y están volviendo nuevamente a casa. Todos los
ángeles del cielo se están regocijando ¿Por qué no se regocijan
ustedes cuando vuelven hijos pródigos?”.
En resumen, el contexto de esta gran parábola es un retrato de
Jesús, que le dice al círculo exterior: “Todo lo que ustedes ven son
publicanos y pecadores. Déjenme decirles lo que ve Dios. Dios ve
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
14
personas que son como ovejas perdidas. No distinguen su mano
derecha de su mano izquierda, pero están siendo encontradas, y todo
el cielo se regocija. Dios ve personas que están perdidas como esa
moneda. Dios está redimiendo y reclamando a estos que han perdido
el camino. Dios ve personas que pueden parecerse a cerdos, y hasta
pueden oler a cerdos, pero no son cerdos simplemente porque hayan
estado viviendo en las pocilgas de este mundo. ¡Vuelven de estas
pocilgas porque son hijos! Todo el cielo se regocija cuando los
perdidos son encontrados. ¿Por qué no se están regocijando
ustedes?”.
Cuando apreciamos el contexto en el cual se enseña esta
parábola del Hijo Pródigo, debemos darnos cuenta de que el corazón
de la parábola es la vuelta del hijo pródigo. Hay una gran fiesta, con
baile y grandes festejos. Matan al becerro gordo. El hermano mayor
del hijo pródigo vuelve de su largo día de trabajo. Siempre ha
trabajado todo el día, todos los días, para su padre. Pregunta a uno de
los sirvientes: “¿Por qué hace esta celebración mi padre?”. El
sirviente le contesta: “Ah, porque su hermano ha vuelto a casa, y su
padre ha matado el becerro gordo, y está tan contento que no puede
contener su alegría”.
Luego leemos que este hermano mayor estaba enojado y no
quería entrar para unirse a su padre y a su hermano que había vuelto
en su tiempo de celebración. Sin embargo, el padre, que es reflejado
como un anciano que corre para abrazar al hijo pródigo, ama también
a su hijo mayor. El padre sale y le ruega, diciéndole básicamente:
“Hijo, tú estás siempre conmigo y me has sido fiel, y todo lo que
tengo es tuyo, pero tu hermano estaba perdido; ¿no comprendes?
Ahora ha sido hallado. Estaba muerto y ahora está vivo. ¿Por qué no
entras y participas en la celebración de este glorioso milagro?”.
Esta profunda parábola muestra el contexto en que Jesús la
enseña. El hermano mayor en esta parábola es ese círculo exterior de
fariseos y escribas que no quieren entrar y participar con los ángeles
en la celebración celestial porque los perdidos están siendo hallados.
El padre que ruega al hijo mayor que se una a la celebración es Jesús,
que invita a estos líderes religiosos que sean partícipes con Él en el
gran objetivo de su misión de buscar y salvar a los que están
perdidos, como lo proclaman los versículos clave de este evangelio
(Lucas 4:18; 19:10).
En cierto sentido, Jesús hace lo mismo aquí que cuando pidió
a Pedro que lo llevara a pescar (Lucas 5:1-11). Si bien no lo puedo
probar, creo que es posible que el más grande misionero que Jesús
haya llamado jamás haya sido uno de los líderes religiosos de ese
círculo exterior: Saulo de Tarso.
Al imaginarse a Jesús parado en ese círculo interior, rodeado
por publicanos y pecadores e invitando a la dirigencia religiosa a
participar en la salvación de las almas perdidas, la aplicación
personal y devocional de esta hermosa parábola es que Jesús también
nos invita a usted y a mí a ser partícipes con Él en la implementación
de su manifiesto de Nazaret. En un sentido, podemos decir que Jesús
está explicando a las diversas denominaciones de quienes profesan
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
15
ser su Iglesia hoy por qué nosotros, los evangélicos, valoramos la
evangelización, el compartir las Buenas Nuevas con los perdidos.
Dos parábolas sobre ricos
En el capítulo 16 leemos dos tremendas parábolas de Jesús
sobre hombres ricos. Estas dos parábolas deben verse en el contexto
en el cual Jesús enseñó la parábola de las cosas perdidas, en el
capítulo 15. Él dirigió estas dos parábolas a sus discípulos, pero
cuando finalizó la primera, los fariseos se sintieron ofendidos. Esto
significa que escucharon estas enseñanzas y que el Señor,
obviamente, quiso que estas dos historias también fueran para ellos.
La primera parábola acerca de un hombre rico, conocida
como “la parábola del mayordomo infiel”, parece una ilustración
negativa, pero es, en realidad, una declaración positiva acerca de lo
que es participar con Cristo en su manifiesto de Nazaret. La segunda
historia, “el rico y Lázaro”, es una declaración muy negativa acerca
de un hombre que era todo lo contrario del colaborador que estaba
reclutando Jesús.
La primera parábola confunde a algunos, porque creen que
Jesús está dando su aprobación a las acciones dudosas de un
estafador. Pero no interpretan la parábola correctamente. La parábola
es acerca de un hombre que tiene un mayordomo, o sea un gerente o
tesorero de su empresa. Es aquí donde encontramos una de las más
importantes palabras del Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento
enseña acerca del diezmo, de dar ofrendas, que van más allá del
diezmo, y también enseña que el pueblo de Dios debía hacer
sacrificios que les costaras algo (2 Samuel 24:24). Pero cuando uno
llega al Nuevo Testamento, la palabra operativa es “mayordomo”. El
concepto de la “mayordomía” no es que damos a Dios el diez por
ciento de todo lo que tenemos o lo que ganamos. La mayordomía
significa que todo lo que somos y todo lo que tenemos le pertenece.
La cuestión, en realidad, es la administración. ¿Está usted
administrando lo que Él le ha encomendado? Esto incluye su dinero,
pero también su talento, su tiempo, su energía, sus dones y
habilidades. En otras palabras, todo lo que usted es y tiene.
Recuerde que una parábola (para ‘al lado de’; ballo ‘arrojar’)
es una historia que se arroja al lado de una verdad que Jesús quiere
enseñar. La verdad que quiere enseñar Jesús es la mayordomía. La
historia que arroja al lado de esa verdad es, básicamente, la historia
de un hombre muy rico que tiene un mayordomo, un administrador.
El amo se entera de que este hombre no es un buen administrador y
está malgastando su dinero, o aun estafándolo. Le dice al
administrador que va a llamar a los auditores y que van a revisar los
libros.
El mayordomo entonces se sienta y tiene una pequeña
conversación consigo mismo. Se dice: “En este momento tengo
control sobre el dinero de mi amo. Pero apenas esos auditores revisen
los libros, me van a despedir, y voy a perder ese control que tengo
sobre el dinero de mi amo. ¿Qué puedo hacer?”. Piensa en sus
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
16
opciones y entonces hace planes para visitar a las personas que tienen
deudas con su amo.
Su estrategia es que está cuidando de su futuro. Está diciendo:
“En este momento estoy viviendo en una esfera donde tengo empleo
y tengo control sobre dinero y bienes que no son míos. Voy a usar
estos bienes, que no son míos, de forma tal que cuando me despidan
y pase a otra dimensión, y pierda el control del dinero y los bienes de
mi amo, habré hecho amigos que me recibirán gustosamente en sus
casas. Serán hospitalarios conmigo cuando no tenga adónde ir”.
Cuando su amo (su empleador, no el Señor Jesús), oye acerca
de lo que su mayordomo ha hecho, no lo elogia porque es un
estafador. Una traducción dice: “Fue elogiado porque pensó en su
futuro”.
Aplicación personal
¿Cuál es la verdad que Jesús quiere enseñar cuando cuenta
esta historia? La interpretación y la aplicación de la parábola son,
ciertamente, profundas. Jesús está enseñando: “Ustedes son como ese
mayordomo. Todo lo que tienen, en realidad, le pertenece a Dios.
Ustedes simplemente administran lo que se les ha sido dado. Así
como el mayordomo sabía que un día sería despedido, ustedes deben
saber que un día morirán y perderán el control de todo el dinero y los
bienes que Dios les ha dado para administrar. Luego oirán esas serias
palabras: ‘Ya no puedes ser mayordomo. Ahora, da cuenta de tu
mayordomía’”.
La esencia de esta parábola es que el mayordomo vivía en dos
dimensiones. En la primera dimensión tenía el control del dinero y
los bienes de su amo, pero sabía que pronto pasaría a otra dimensión
donde perdería ese control. Mientras estaba en la primera dimensión,
usó su control sobre esa riqueza de forma tal que se hizo de amigos
que estarían dispuestos a recibirlo cuando pasara a la segunda
dimensión.
Así como el mayordomo infiel usó la riqueza que no era suya
para hacerse de amigos para la próxima dimensión, nosotros
deberíamos usar lo que tenemos para hacernos de amigos para la
próxima dimensión, o sea el estado eterno. Cuando nos “despidan”
(es decir, cuando morimos), tendremos amigos que estarán
esperándonos para darnos la bienvenida a nuestras habitaciones
eternales, los lugares donde viviremos.
“El que gana almas es sabio” (Proverbios 11:30). Esto es lo
que enseña, en esencia, esta parábola. Use lo que se le ha dado en
esta dimensión de forma tal que, cuando muera, haya personas en el
estado eterno que le digan: “Usted ofrendó dinero para que un
misionero pudiera hacer un viaje para predicar. En ese viaje
misionero, yo conocí a Cristo. Yo no estaría aquí, en este estado
eternal, si usted no hubiera sido un mayordomo infiel”.
En otras palabras, esta parábola está diciendo que todo lo que
usted tiene no es suyo y no se lo puede llevar con usted. Pero puede
“comprar acciones en el cielo”. Una forma de hacer esto es manejar
su dinero y sus bienes de forma tal que el reino de Dios sea extendido
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
17
y Jesucristo edifique su Iglesia. Las personas pueden llegar a un
conocimiento salvador de Cristo porque usted administra fielmente lo
que Dios le ha encomendado.
Luego que Jesús contó esta historia, hizo esta grave
aplicación: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel;
y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.
Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará
lo verdadero?”.
Esta aplicación significa, en esencia, que Dios no nos
bendecirá si no somos fieles en la forma en que manejamos el dinero.
Este no es, en realidad, un enfoque sobre cuánto damos, sino qué tan
bien administramos lo que se nos ha dado. La administración, o la
mayordomía fiel y responsable, es la idea central de esta enseñanza.
¿Está usted participando con Jesús en la implementación de
su manifiesto? ¿Está usted siendo partícipe con Cristo en la
aplicación e implementación de su gran ministerio en este mundo y
para él? Usted puede hacerlo siendo misionero, evangelista, pastor o
como un fiel testigo de Jesucristo. Según esta parábola, usted puede
hacerlo, también, invirtiendo lo que Dios le ha encomendado para
financiar a quienes están siendo partícipes con Cristo como
misioneros, evangelistas, pastores, y fieles testigos de Cristo.
Hay muchas cosas en las que podemos participar con Cristo,
pero la pregunta que debo hacerle es: ¿está usted, verdaderamente,
participando con el Cristo resucitado y viviente para llevar a cabo los
objetivos de su misión en el mundo actual? Muchas de las
enseñanzas de Jesús nos dicen que viviremos toda la eternidad en el
estado eternal según la tremenda realidad de cómo contestamos esa
pregunta hoy.
En su segunda historia acerca de un hombre rico, Jesús dice,
básicamente: “Había cierto rico que vivía una vida de lujo, día a día:
vestía de púrpura y lino fino, vivía en una mansión y no podría haber
tenido una vida mejor. Echado en su puerta había un hombre llamado
Lázaro, y éste no podría haber tenido una vida peor”.
Si pensamos en esta historia como si fuera una obra en tres
actos, en el Acto 1 tenemos un hombre rico que usa sábanas de seda
y hace banquetes a diario. Y, cada día, cuando pasa por su puerta,
hay un mendigo acostado con los perros lamiéndole las llagas. El
hombre rico no podría haber tenido una vida mejor; el pobre, Lázaro,
no podría haber tenido una vida peor. Este es el Acto 1.
El Acto 2 es la muerte de ambos. Los dos mueren. La muerte
es el gran denominador común. El rico muere entre sábanas de seda
en su mansión y es enterrado con gran pompa y ceremonial. Lázaro
muere acostado a la puerta del rico. No leemos que haya sido
enterrado. Podemos suponer que vino el equipo sanitario, levantó el
cadáver y lo tiró sobre una carretilla. Su cuerpo probablemente fue
arrojado sobre el gran basural ubicado fuera de Jerusalén, conocido
como “Gehenna”. El Acto 2 es la muerte de los dos hombres.
Cuando se levanta el telón para el Acto 3, descubrimos la
verdad que Jesús quiere enseñarnos al contar esta historia. Ahora
ambos están en el estado eternal. El mendigo –Lázaro- no podría
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
18
estar mejor. Está en el seno de Abraham, que significa que está en
una comunión íntima con Abraham. El rico está en el infierno. No
podría estar peor.
Leemos que el rico es atormentado. Hay una gran separación,
un gran abismo entre estos dos hombres, y ese abismo es final y
permanente. No se puede hacer nada al respecto. Cuando se le
informa esto al rico esto, él dice: “Padre Abraham, ten misericordia
de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y
refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama”. Pero
la respuesta que recibe es: “No, una gran sima está puesta entre
nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a
vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá”.
Ahora bien, cuando entiende esto, se preocupa mucho por sus
cinco hermanos. Dice: “Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa
de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a
fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento”. Y le
responden: “A Moisés y los profetas tienen; óiganlos”. Y él ruega:
“Pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán”.
Jesús asigna un gran valor a los escritos inspirados de Moisés
y los profetas en su respuesta al hombre rico: “Si no oyen a Moisés y
a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de
los muertos”. Esto se cumple literalmente cuando Jesús resucita de
los muertos y no es creído cuando proclama el evangelio que puede
hacer que las personas no sufran el destino del hombre rico.
¡Esta es una historia tremenda! Es el retrato más gráfico del
estado eternal en la Biblia. De aquí obtenemos los conceptos del
fuego del infierno, la condenación eterna, la retribución eterna y el
tormento eterno. Esta no es la única enseñanza de Jesús sobre el
infierno. El terrible lugar de refugio fuera de la ciudad de Jerusalén,
llamado “Gehenna”, representa la palabra favorita de Jesús para su
concepto del infierno. La palabra indica un gran valle afuera de
Jerusalén donde se arrojaba todo tipo de basura, incluyendo los
cuerpos de animales y de personas pobres. Durante algunos capítulos
muy oscuros de la historia hebrea, padres judíos ofrecieron a sus
hijos como sacrificios humanos a dioses paganos en ese valle.
Cuando Jesús enseñó que si llamamos necio a nuestro hermano
corremos peligro de ir al infierno, usó la palabra “Gehenna”. La
palabra transmite el concepto de desperdicio. Según Jesús, ser
salvado del infierno significa ser salvado de una vida desperdiciada.
Sin embargo, esta historia acerca del rico y Lázaro es su
descripción más definitiva del destino eterno de quienes no son
salvos. Una de las peores cosas acerca de esta descripción vívida del
estado eternal es que el rico tiene memoria. Tiene una eternidad
interminable para recordar su vida, los cincuenta o sesenta o setenta
años que vivió su vida aquí en la tierra. ¿Qué hizo con su vida? Ese
hombre existe con el tormento eterno de esa pregunta.
Esta historia sigue a la parábola del mayordomo infiel. Dios
da a cada uno de nosotros una vida, y somos administradores de esa
vida, y no solo de nuestro dinero, que en realidad podría ser la
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
19
dimensión menos importante de nuestra mayordomía. Nuestra vida,
nuestro tiempo, nuestra energía, nuestros dones, nuestros talentos,
nuestra salud son la esencia de nuestra vida. La pregunta eterna que
enfrenta el rico es: “¿Qué hiciste con tu vida?”.
En la parábola del mayordomo infiel, Jesús nos pregunta, a
usted y a mí: “¿Quieres ser partícipe conmigo en la implementación
y la aplicación de mi manifiesto, administrando fielmente tu vida y
todo lo que se te ha encomendado?”. Esta segunda historia acerca de
un hombre rico es la ilustración tremenda de alguien que contestó esa
pregunta de Jesús con un rotundo “¡No!”.
La aplicación de esta segunda historia sobre un hombre rico
también se centra en la conciencia social de Jesús y del compasivo y
amado médico, Lucas. Cuando leemos el relato, los detalles del
estado eternal son tan gráficos y trágicos que podríamos perdernos
las aplicaciones sociales.
Un hombre llamado Albert Schweitzer dijo que fue esta
enseñanza de Jesús la que cambió su vida para siempre. Renunció a
todos los símbolos de prestigio que disfrutaba como uno de los más
grandes organistas, filósofos, médicos y teólogos de Europa, y fue al
África para trabajar como médico misionero. Practicó la medicina en
una zona remota de África, donde los que estaban enfermos no
habrían tenido ninguna atención médica si él no se la hubiera
brindado. Schweitzer dijo que, cuando leyó esta historia de Jesús, no
le llevó mucho tiempo darse cuenta de que el Lázaro echado a las
puertas del rico es un mundo doliente que está a las puertas de
nuestras vidas.
Cuando Schweitzer se dirigió a África, dijo: “África es
Lázaro”. También dijo: “La vida de una persona es su propio
argumento”. Creo que esta es una afirmación muy profunda. Con su
vida, él declaró: “Lo que creemos realmente, es lo que hacemos.
Todo el resto son solo palabras religiosas”. Me pregunto si usted y yo
sabemos quién es Lázaro.
Yo creo que el desafío de esta gran enseñanza es considerar el
retrato gráfico y trágico que Jesús describe del estado eternal de los
perdidos. Esta perspectiva de la condenación eternal debería
motivarnos a presentar el evangelio a todos los que nunca han oído
del evangelio. Como el apóstol Pablo, debemos estar motivados por
los tres absolutos de la misión: uno murió por todos, todos están
perdidos, y todos deben oír las Buenas Nuevas (2 Corintios 5:13-
6:2).
Sin embargo, otra aplicación de esta historia es la idea central
y el tema del evangelio de Lucas: ¿Queremos –usted y yo- ser
partícipes con Jesús en la implementación y la aplicación de los
objetivos de su misión en este mundo según se describen en su
manifiesto de Nazaret? ¿Queremos participar con Él en dar vista a
los ciegos, libertad a los cautivos y sanidad a los quebrantados y
magullados de este mundo?
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
20
Tres filosofías de vida
En el evangelio de Lucas, note cuántas veces y en cuántos
lugares distintos Jesús nos desafía a ser partícipes con Él en la
implementación de su manifiesto. Quizá, porque es médico, Lucas es
el único escritor que nos da la parábola del Buen Samaritano. Jesús
cuenta la historia de un hombre que es robado y abandonado, casi
muerto, al costado del camino. Luego de esto, tres personas
diferentes pasan y lo ven allí, indefenso y sin esperanzas (10:25-37).
El camino, en esta historia, va de Jerusalén a Jericó. Los
sacerdotes solían viajar por este camino para descansar en Jericó de
sus tareas en el templo de Salomón. De a uno por vez, dos de estos
sacerdotes pasan y ven la condición terrible de este hombre
moribundo e indefenso. Básicamente, cada uno dice: “Te has metido
en un gran problema, pero no me voy a involucrar”. Leemos que
pasaron de largo.
Sin embargo, hay un samaritano que recorre ese camino
también. Cuando ve al moribundo, se detiene y se ocupa de sus
heridas, lo coloca sobre su animal y lo lleva a una posada. Luego de
darle dinero al mesonero, le dice: “Si necesitas más, cuando vuelva te
lo pagaré”.
Jesús enseñó esta parábola en respuesta a una pregunta que le
hizo un intérprete de la ley: “¿Quién es mi prójimo?”. Esta profunda
respuesta de Jesús presenta tres filosofías de la vida o del prójimo.
Luego de contar esta historia, Jesús contesta la pregunta del
intérprete de la ley con otra pregunta: “¿Quién, pues, de estos tres te
parece que fue un buen prójimo?”.
Jesús contesta primero la pregunta del intérprete de la ley con
el ejemplo de los bandidos que robaron e hirieron de muerte a este
hombre. La filosofía de ellos es: “Lo que es mío es mío, y lo que es
tuyo será mío tan pronto como pueda tomarlo”. Hay muchas
personas en el mundo con esa filosofía de la vida. Por eso tenemos
gobiernos, policías y fuerzas armadas.
El sacerdote y el levita –los religiosos de la historia- reflejan
una segunda respuesta a esta pregunta y una segunda filosofía del
prójimo: “Lo que es mío es mío, y lo que es tuyo es tuyo. Yo tengo
mis bendiciones, y tú tienes tus bendiciones. Realmente tienes un
problema, pero mi filosofía de la vida es ‘vive y deja vivir’. Lo mío
es mío; lo tuyo es tuyo. ¡No me voy a involucrar!”. Hay demasiadas
personas religiosas que tienen esta filosofía de la vida y del prójimo
hoy.
Hay una tercera respuesta en esta historia a la pregunta de
Jesús acerca de nuestra filosofía de la vida y del prójimo. El Maestro
absoluto en el uso de las parábolas arrojó esta historia al lado junto a
una verdad que quería enseñarnos. Esa verdad se expresa en la forma
en que el samaritano contesta la pregunta de Jesús. La filosofía de la
vida y del prójimo del samaritano era: “Lo que es tuyo es tuyo, y lo
que es mío es tuyo cuando lo necesites”.
Esa filosofía de la vida y del prójimo no nos hará ricos, pero
es la filosofía que tiene que ver con el Lázaro que está echado a
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
21
nuestras puertas: un mundo de personas que son espiritualmente
pobres porque están ciegas, cautivas y quebrantadas.
Cuando usted se mueva entre la gente cada día, aprenda a ver
a todas las personas que se cruzan con su vida como personas ciegas,
cautivas y quebradas para quienes vino Jesús. Aprenda a ver a las
personas de este mundo como ovejas, monedas e hijos perdidos, y
como el gran “Lázaro” que está echado a las puertas de la Iglesia.
Luego dese cuenta de que el Cristo que vive en usted desea
alcanzarlos a través de usted, y quiere que sea parte de la solución y
la respuesta a sus necesidades en esta vida y en la eternidad.
Se ha dicho que la Iglesia, en la actualidad, es como un
partido de la Copa del Mundo. Cuando uno asiste a un partido de la
Copa del Mundo, o lo mira por televisión, ¡ve descansar a miles de
personas que necesitan desesperadamente más ejercicio, mientras ven
ejercitarse a veintidós hombres que necesitan desesperadamente más
descanso! Al pensar en la misión mundial de Jesús hoy,
comprométase decididamente con el Cristo resucitado y viviente a no
ser un espectador, sino un participante y un jugador importante que
hará discípulos para Él en cada nación, comenzando por sus
prójimos.
Capítulo 6
El Salvador que busca
Una hermosa historia de sanidad (Lucas 8:26-39)
Quienes han trabajado en hospitales psiquiátricos antes de
que existieran los tranquilizantes podrán apreciar esta conmovedora
historia. Todos los que han enviado a familiares o seres queridos a
hospitales psiquiátricos darían todo lo que tienen para verlos sanos
mentalmente. Los profesionales de la salud que trabajan con personas
que consideramos enfermas mentales deberían fijarse bien cómo
Jesús logró esta sanidad milagrosa.
Cuando Jesús y sus discípulos fueron a la tierra de los
gadarenos, se encontraron con un hombre poseído por demonios.
Este hombre patético hizo una pregunta conmovedora a Jesús cuando
se encontraron: “¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios
Altísimo?” (8:28). Hay muchas personas en este mundo que tienen
tantos problemas que no creen que Jesús y su salvación puedan tener
alguna relevancia para ellas. Sufren tanto por sus terribles síntomas
que no pueden imaginarse que a Jesús le importen o que pueda
identificarse con sus problemas. En esta hermosa historia, un hombre
poseído por muchos demonios descubre que Jesús y la salvación
tienen mucho que ver con él y con las circunstancias trágicas de su
vida.
Hay otro mensaje importante en esta hermosa historia. Luego
de ser sanado, cuando Jesús está por partir, el hombre quiere entrar
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
22
en el barco para irse con Él. Podemos imaginarnos fácilmente por
qué querría dejar este lugar donde todo el mundo sabía de los
trágicos síntomas de sus años de tormento. También podemos darnos
cuenta de por qué quería estar con Jesús.
Pero se le dice: “Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes
cosas ha hecho Dios contigo” (8:39). Otra traducción dice que debía
mostrar las grandes cosas que Dios había hecho por él. Este hombre,
que es un milagro de Jesús, es ahora un misionero de Él para los de
su casa, los que mejor lo conocen.
Esto nos da una definición de un misionero. Si Dios ha hecho
grandes cosas por usted, entonces, usted es un misionero. Como una
vela sobre un candelero, o esa ciudad sobre un monte que no puede
ser oculta, debemos mostrar y contar las grandes cosas que Dios ha
hecho por nosotros. Esta tarea misionera debe comenzar donde más
cuesta, donde más nos conocen, y donde más significado tendrá: en
nuestras propias casas.
Este milagro de sanidad es, en realidad, un exorcismo. Jesús
habla y trata directamente con los demonios de este hombre.
¿Trataría Jesús a un hombre así de una forma diferente si estuviera
hoy aquí? ¿Llamaría la condición de este hombre “esquizofrénico
con rasgos paranoides”, lo enviaría a un psiquiátrico y lo mantendría
sedado por el resto de su vida? ¿Qué piensa usted?
El fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14)
Aquí tenemos dos hombres, dos oraciones, dos posturas y dos
pronunciamientos. Lo importante acerca de estos dos hombres es
que, al final de la historia, uno de ellos fue declarado “justificado”
por Jesús, y el otro, no; en otras palabras, uno fue salvo, y el otro, no.
Otra forma de decir lo mismo es que uno de ellos estaba en un estado
de gracia, y el otro, no.
La palabra “justificado” significa “como si nunca hubiera
pecado”. Además de esto, significa que Dios nos ha declarado justos.
El libro de Romanos nos dice, en forma muy completa, cómo hace
esto Dios. En esta parábola, Jesús nos da las Buenas Nuevas de que
esto es cierto. Según Jesús, la forma de ser justificados es orar como
lo hizo este publicano: “Dios, sé propicio a mí, pecador”.
Leemos que el fariseo oraba “consigo mismo”. Su oración
comenzaba con él, trataba de él y finalizaba con él. Nunca iba más
allá de él. “Orar” significa, literalmente, “pedir”. Según esta
definición, el fariseo no oraba, porque no pedía nada a Dios.
Esta parábola fue dirigida a quienes confiaban en sí mismos,
creyéndose justos, y despreciaban a los demás. ¿Cómo pasa a ser
justo un pecador? ¿Cómo puede Dios declarar justo a un pecador?
¿Es el resultado del esfuerzo propio? ¿Soy justo o justificado porque
confío en mis propios esfuerzos para ser justo? Esta parábola dice:
“¡No!”. Dios me declarará “como si nunca hubiera pecado” cuando
yo confiese que soy un pecador, que no puedo salvarme a mí mismo,
y pida que Dios tenga misericordia de mí.
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
23
En esta parábola, ¡Jesús declara las Buenas Nuevas de que
esto es cierto! Todo hombre, mujer, niño o niña de este mundo puede
ser justificado si tan solo asume una postura de humildad, contrición,
confesión y arrepentimiento y ruega: “Dios, ¡ten piedad de mí,
pecador!”. La postura que asumió el fariseo era justamente lo
contrario de la de oración, humildad, contrición, confesión y
arrepentimiento que nos coloca y nos mantiene en un estado de
gracia.
Un erudito devoto creía que Zaqueo, el jefe de los publicanos
-con quien nos encontraremos en el próximo capítulo- era el
publicano que describe esta parábola. Se basa en el hecho de que
Jesús lo llamó por su nombre, lo que sugiere que se conocían. Esto
también sugeriría entonces que Jesús fue a Jericó para “hacer un
seguimiento” de la oración de Zaqueo, para explicarle lo que
significaba el arrepentimiento y cómo debía ser implementado en su
vida. Esto aparentemente involucraba repartir su dinero, que había
obtenido deshonestamente. Si bien esto es, en gran parte,
especulación, aumenta nuestro interés en una de las historias más
hermosas del Nuevo Testamento.
Jesús y el jefe de los publicanos (Lucas 19:1-10)
Cuando leemos los capítulos 18 y 19 de Lucas, encontramos
dos historias más de hombres ricos. También podríamos considerar la
entrevista con este jefe de los publicanos como una obra en tres
actos. El Acto 1 es cuando Jesús saluda a Zaqueo. El Acto 2
transcurre en la casa de Zaqueo, donde Jesús pasó todo el día
conversando e interactuando con este hombre que era despreciado
por todos en Jericó.
Cuando se levanta el telón del Acto 3, Jesús y Zaqueo están
saliendo de la casa de Zaqueo luego de haber pasado todo el día
juntos. Las primeras palabras salen de la boca de Zaqueo. Le dice
“Señor” a Jesús, y anuncia que va a dar la mitad de su dinero a los
pobres y que usará la otra mitad para pagar –al 400%- a quienes ha
estafado en Jericó. (Si no hubiera estafado a nadie, no habría
calculado que requeriría la mitad de su fortuna solucionar el
problema).
El Acto 2 es la parte más importante de esta “obra”. No
sabemos absolutamente nada acerca de lo que ocurrió en el Acto 2,
es decir, en la casa de Zaqueo. ¿De qué hablaron todo el día? Tienen
que haber hablado de lo que significa arrepentirse, ser perdonado y
seguir a Jesús. Esa discusión debe haber involucrado el dinero, si
tenemos en cuenta esas primeras palabras que pronunció Zaqueo.
Cuando Jesús escucha esas palabras del mayor pecador de Jericó, lo
declara un hijo de Abraham y anuncia que la salvación ha llegado a
su casa ese día.
Mi parte favorita de esta historia es cuando Jesús pasa su
único día en Jericó con este pequeño delincuente, y toda la gente se
queja. Me gustaría encargar a un artista que pinte a Jesús que, según
el historiador judío Josefa, era un hombre de contextura grande,
caminando hacia la casa del pequeño Zaqueo, rodeándolo con un
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
24
brazo, mientras todos los santurrones se quejaban porque Jesús
pasaba su único día en Jericó con el jefe de los publicanos.
Las hermosas palabras con las que termina la historia podrían
grabarse en una placa de bronce debajo de esa pintura: “Porque el
Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”
(19:10). Estas palabras son uno de los versículos definitivos de este
tercer evangelio y resumen la declaración de misión de la vida más
importante que haya vivido jamás sobre la tierra.
También vemos la estrategia de Jesús en esta entrevista. Él
solo está pasando por Jericó, y su estrategia obviamente consiste en
alcanzar a un hombre que puede impactar y alcanzar a Jericó luego
que Él haya pasado más allá de los límites de la ciudad.
Trate de imaginarse el impacto en la ciudad cuando Zaqueo
comenzó a llamar a las personas a las que les había cobrado
impuestos excesivos en Jericó, tal vez agregando un generoso
porcentaje para sí mismo, como hacían los publicanos
frecuentemente. ¡Imagine su sorpresa, su alegría y su estupor, cuando
ellos, pensando que les sacaría todavía más dinero, descubren que
solo quería devolverles cuatro veces lo que les había sacado porque
se había encontrado con Jesús! Me imagino que fue el mayor suceso
que ocurrió allí desde que los muros de la ciudad se derrumbaron en
el tiempo de Josué.
Otra entrevista con un rico (Lucas 18:18-27)
Hay otra historia acerca de un hombre rico en el capítulo
anterior que debería ser colocada junto a esta historia de Jesús y
Zaqueo. Cuando comparamos, y especialmente cuando contrastamos
a estos dos hombres, notemos primero lo que tienen en común:
Ambos eran ricos. Ambos eran judíos. Ambos ansiaban ver a
Jesús. Zaqueo se trepó a un árbol, mientras que el hombre que
llamamos el joven rico vino corriendo a Jesús y se arrodilló ante Él.
Ambos acudieron a Jesús públicamente. Aparentemente, ambos
estaban interesados en saber cómo ser salvos, o como tener vida
eterna. Jesús, obviamente, amaba a estos dos hombres.
Aparentemente, Jesús les dijo a ambos que se arrepintieran y
demostraran su arrepentimiento desprendiéndose de su dinero.
Al contrastarlos, notemos las diferencias asombrosas entre
ambos: El joven era moral y religioso, en tanto Zaqueo no era ni una
cosa ni la otra. El primero sería respetado por la comunidad, mientras
que se nos dice, claramente, que este no era el caso de Zaqueo.
La diferencia más importante entre estos dos hombres es que
Zaqueo se arrepintió y repartió su dinero, mientras que el joven
religioso y moral no lo hizo. Si bien el joven tenía integridad,
podemos suponer que murió moral y religioso, pero como un hombre
perdido. Esto significa que aun cuando Zaqueo era un bandido y no
era religioso ni moral antes de encontrarse con Jesús, ¡él está en el
cielo hoy, y el joven rico está en el infierno!
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
25
No debemos malinterpretar esta historia. Jesús no nos dice
que somos salvados por lo que hacemos ni por lo que dejamos de
hacer. Nos enseña que, cuando somos salvados verdaderamente, nos
arrepentimos y nos apartamos de nuestros pecados. Vemos que esto
aparece ilustrado vívidamente en el contraste de la forma en que
estos dos hombres respondieron a Jesús.
La historia de Jesús y Zaqueo, en realidad, comienza con la
parábola del fariseo y el publicano. Cuando leemos la secuela de esa
parábola, descubrimos el otro versículo definitivo que describe a
Jesús el Salvador que nos busca. Vemos ese retrato de Jesús y su
manifiesto una última vez cuando Lucas nos da su versión de la Gran
Comisión al finalizar su evangelio (Lucas 24:46-49).
Epílogo
Pensamiento cristiano
Jesús dio muchas enseñanzas, como su “parábola del
sembrador”, que nos dicen cómo encarar y cómo responder a su
enseñanza. Lucas registra tres metáforas que usó Jesús con este
propósito (Lucas 5:36-39; 7:31-35). Las primeras dos se refieren a un
parche de tela nueva colocada sobe un vestido viejo, y a un vino
nuevo (no fermentado) que ha sido vertido en odres viejos.
Las personas que escuchaban a Jesús entendieron estas
metáforas porque eran ilustraciones comunes, cotidianas y profundas.
Toda mujer que había cosido parches en ropa sabía que nunca se
debía coser material nuevo sobre un vestido viejo. El material nuevo
y fuerte tiraría de la tela vieja y haría un agujero más grande en el
vestido.
Muchos de sus oyentes probablemente habían cometido
también el error de echar vino nuevo o no fermentado en un odre
viejo y quebradizo. Al fermentar el vino nuevo, el odre viejo y
quebradizo, al ser rígido, no cedería ante esta presión interior. Un día
oirían un fuerte sonido de algo que estallaba, y verían el vino
corriendo por la pared donde habían colgado el odre. Entonces se
darían cuenta del error que habían cometido y que había provocado
el estallido, la destrucción del odre y la pérdida del vino.
La aplicación es que la enseñanza de Jesús (como el parche
nuevo y el vino nuevo) pondrá presión en nosotros cuando la
incorporamos a nuestra mente. Quienes son nuevas criaturas como
resultado del nuevo nacimiento son, obviamente, los “odres nuevos”
donde debe derramarse el “vino nuevo” de su enseñanza (2 Corintios
5:17). Solo estas nuevas criaturas tienen la capacidad de entender,
aceptar y aplicar su enseñanza; esta parece ser la aplicación de esta
metáfora.
¡Si no cedemos a la presión que su enseñanza ejerce sobre
nuestras voluntades, nuestras mentes explotarán, literalmente! Por
esta razón, Jesús no dice que no seamos “esquizofrénicos
espirituales” que tratan de servir a dos amos (Mateo 6:24). Si no
encaramos la enseñanza de Jesús y respondemos a ella con el
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
26
compromiso de obedecerla, lo que el apóstol Juan llama una
profesión de fe “tibia” en Cristo nos dará náuseas, y le dará náuseas
al Cristo resucitado cuando piense en nosotros (Apocalipsis 3:15,16).
Jesús usó la tercera metáfora como comentario sobre la forma
en que los líderes religiosos rechazaron su enseñanza y la predicación
de Juan el Bautista (7:31-35). En el mercado, los niños jugaban “al
casamiento” o “al funeral”, porque habían observado estos sucesos.
Solían pedirles a los ocupados mercaderes que se detuvieran a jugar
sus juegos de niños con ellos.
Mediante estas metáforas, Jesús estaba diciendo que los
escribas y fariseos eran como pequeños niños que le pedían a Él que
jugara al “funeral”, porque presentaba la imagen del hombre bendito
o feliz. Pedían a Juan el Bautista que jugara al “casamiento”, porque
era muy serio, vivía una vida espiritualmente disciplinada en el
desierto y predicaba el arrepentimiento.
El punto que quería destacar Jesús era que Él y Juan no
habían venido a jugar sus juegos de niños. No se iban a conformar a
la enseñanza de ellos, sino habían venido a revolucionar la enseñanza
religiosa establecida.
Usted ha sido expuesto a algunas de las dinámicas enseñanzas
de Jesucristo. ¿Cómo responderá a lo que ha aprendido en este breve
estudio general del evangelio de Lucas? ¿Qué hará con relación a lo
que sabe acerca de los objetivos de la misión del Cristo resucitado
que vive en usted? Esta enseñanza apunta a revolucionar su mente, su
vida y sus valores. Jesús nos advirtió a usted y a mí que, si no
hacemos nada con relación a su enseñanza, nuestra “doble visión
espiritual” hará que nuestras mentes exploten, literalmente.
El evangelio de Juan brinda el registro más completo de la
muerte y la resurrección de Jesús. Dado que tengo seis fascículos con
comentarios sobre 130 programas de radio acerca del evangelio de
Juan, reservaré mi comentario sobre esa parte vital de su vida y
ministerio para esos fascículos. Obtenemos la perspectiva más
significativa de su muerte en Lucas cuando Jesús dice a los apóstoles
que la Pascua sería cumplida cuando Él muriera en la cruz (22:16).
Con la excepción de Juan, los autores del evangelio simplemente nos
dicen que “lo crucificaron” cuando informan la muerte de Jesucristo
en la cruz.
Si usted no conoce a Cristo personalmente como su Salvador,
le ruego, como ministro del evangelio de Cristo, que se dé cuenta de
que Jesús vino a darle vista en la ceguera espiritual que tiene usted y
a liberarlo de su adicción a las diversas formas de pecado. Él quiere
sanar su corazón y su vida rotos, convirtiéndose en su Salvador
personal. Luego quiere darle un mayor propósito a su vida al hacerlo
partícipe con Él en su gran misión de buscar y salvar a los perdidos.
Confíe en Él ahora como su Salvador. Hágalo su Señor, y luego pase
el resto de su vida en relación con el Cristo resucitado y vivo,
cumpliendo el mayor manifiesto del mundo.
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
27
El evangelio de Juan
Capítulo 7
La lengua de señas de Juan
En otros seis fascículos doy notas para nuestros oyentes que
escucharon los 130 programas de radio en los que enseño sobre el
evangelio de Juan, versículo por versículo. En este fascículo quiero
presentar algunas notas para quienes han escuchado las transmisiones
que dan un breve estudio general del cuarto evangelio, como parte de
nuestro estudio general del Nuevo Testamento.
Estamos acercándonos a mi favorito entre los cuatro
evangelios. El evangelio de Juan es el favorito de millones de
personas porque Dios ha usado este evangelio para llevarlas a la fe en
Cristo. Me encanta la forma literaria inspirada en que Juan escribió
este evangelio porque los propósitos por los que escribió este
evangelio y el argumento sistemático que presenta a lo largo de sus
veintiún capítulos me dicen que este evangelio se trata en su totalidad
de Jesucristo. Este es mi evangelio favorito porque Juan no solo me
muestra cómo ser salvo sino que, a través de la lectura de este
evangelio, también llego a conocer al Salvador que me salvó.
El apóstol Juan, el mismo hombre que escribió el libro de
Apocalipsis, es el autor de este evangelio. Si usted conoce el último
libro de la Biblia, tendrá alguna perspectiva del estilo de escritura y
la forma literaria de Juan. Cuando él escribió el libro de Apocalipsis,
usó una palabra que nos ayuda a entender su forma literaria y su
estilo de escritura. Al comenzar el último libro del Nuevo
Testamento, escribe: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio,
para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la
declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan”.
El hecho de que Juan usara esta palabra tan interesante
cuando escribe Apocalipsis y este evangelio, nos dice que escribió
usando una hermosa y bíblica “lengua de señas”.
El apóstol Pablo escribió que el evangelio era locura para los
griegos porque ellos estaban en una búsqueda intelectual, y los judíos
“piden señales”. Lo que quería decir Pablo era que los judíos pedían
a Dios señales frecuentemente para probar que Él estaba con ellos y
los estaba guiando (Mateo 12:38-42). También quería decir que los
judíos a veces pensaban y se comunicaban por medio de una hermosa
“lengua de señas”.
Todo el libro de Apocalipsis es inspirado, profundo y está
escrito en una lengua de señas hebrea. Si bien la lengua de señas no
es demasiado obvia, Juan usa la misma forma literaria en su
evangelio.
Claves para el evangelio de Juan
Cuando Juan aporta estos dos libros inspirados al Nuevo
Testamento (el evangelio de Juan y el libro de Apocalipsis), es casi
como si estuviera escribiendo mensajes al pueblo de Dios usando un
código inspirado. Al leer estos mensajes, el pueblo de Dios necesita
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
28
“las claves que descifran el código”. He aquí algunas claves que le
ayudarán a “descifrar el código” de la profunda lengua de señas que
usa Juan en este evangelio.
Clave número uno
La primera clave para entender este evangelio es darse cuenta
de que el noventa por ciento de su contenido no se encuentra en los
primeros tres evangelios. Al leer este evangelio, debemos darnos
cuenta de que Dios tiene una perspectiva que quiere compartir con
nosotros acerca de la vida de Cristo que no se encuentra en Mateo,
Marcos o Lucas. Por lo tanto, deberíamos esperar leer una biografía
de Jesús muy diferente de las que hemos leído en los primeros tres
evangelios.
Clave número dos
Una segunda clave que nos ayudará a descifrar el código del
mensaje de este evangelio único es darnos cuenta de que el evangelio
de Juan es el único libro de la Biblia que está dirigido
específicamente al incrédulo, para llevarlo a la fe y a la vida eterna.
El apóstol Pablo escribe que el propósito de toda la Biblia es
“…que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para
toda buena obra (2 Timoteo 3:17). Por lo tanto, la Biblia no está
dirigida, en general, al incrédulo, sino al creyente.
En la Biblia, Dios, en realidad tiene un mensaje para el
incrédulo. Ese mensaje es que se arrepienta y crea en el evangelio.
Sin embargo, cuando los incrédulos se arrepienten y creen, Dios
luego tiene 66 libros inspirados que están llenos de verdad para ellos,
porque Dios quiere que los creyentes estén equipados para toda
buena obra que Él quiere realizar a través de sus vidas. Dios quiere
que todos los creyentes crezcan espiritualmente y sean
perfeccionados hasta llegar a ser las personas que Él las creó y recreó
para que fueran (Efesios 2:10; 4:12).
El evangelio de Juan es aquel mensaje de Dios para el
incrédulo que es el requisito previo para todo lo que Él quiere
decirles en los otros 65 libros de la Biblia. Si bien en el cuarto
evangelio hay mucha verdad profunda para perfeccionar al creyente,
este es el único libro de la Biblia que está dirigido claramente y
específicamente a los incrédulos con el objetivo de llevarlos a la fe
en Jesucristo.
Juan nos dice por qué escribió este profundo evangelio: “Hizo
además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las
cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para
que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que
creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:30,31).
Una traducción moderna tiene una nota a pie de página que
dice: “Una señal es una evidencia milagrosa que apunta al poder de
Dios en su gracia redentora”. Por lo tanto, una señal es un milagro
que demuestra que Jesús era el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios y el
Salvador del mundo.
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
29
En el último versículo de este evangelio, Juan escribió que, si
se hubieran registrado todas estas señales de Jesús, el mundo entero
no podría contener los libros que tendrían que escribirse. Trate de
descubrir cuántos libros se han escrito sobre la vida, las obras y la
influencia de Jesucristo, y apreciará la verdad del comentario final de
Juan sobre Jesús.
Juan quiere que examinemos su registro de estas señales que
demuestran sus afirmaciones acerca de Jesús. En esencia, nos está
diciendo: “De entre todas las muchas señales milagrosas que realizó
Jesús, consideren –con una mente abierta- las que he registrado en
este libro. Ellas deberían convencerlos de que Jesús de Nazaret era el
Mesías, el Hijo de Dios. Quiero que crean esto, porque cuando crean
en estas verdades acerca de Jesucristo, nacerán de nuevo y recibirán
vida eterna” (20:30,31; 1:12,13).
Cuando una persona le dice a un pastor que le gustaría
comenzar a leer la Biblia, y le pregunta dónde debería comenzar, el
pastor quizá le pregunte: “¿Es usted creyente?”. Dado que Juan
escribió para la persona que aún no cree, cuando contesta: “No, pero
estoy interesado”, el pastor suele decir: “Comience a leer su Biblia
desde el evangelio de Juan”. Los pastores dan este consejo,
frecuentemente, debido al propósito que indica Juan: que él escribió
este evangelio para que el incrédulo pudiera llegar a ser creyente y
experimentar la vida eterna.
Clave número tres
Otra clave para entender el evangelio de Juan es darse cuenta
de que este evangelio presenta un argumento teológico acerca de
Jesús. Los evangelios de Mateo y de Lucas presentan estrategias del
ministerio de Jesús en sus inspiradas biografías. Sin embargo, el
argumento lógico y sistemático que presenta Juan en su evangelio es
específico, continuo y coherente a lo largo de cada uno de sus
veintiún capítulos.
El propósito de los cuatro evangelios es decirnos que Jesús
vino. Mientras Mateo presentó a Jesús como el Rey del reino de los
cielos, Marcos lo presentó como el Siervo y el Hijo del Hombre,
Lucas enfatizó su humanidad, Juan quería decirnos principalmente
que Él era Dios.
El argumento sistemático de Juan es que Jesús es el Cristo, el
Mesías prometido, el Hijo de Dios. Busque esa verdad a lo largo del
evangelio de Juan, a partir del capítulo 1, hasta llegar al final del
evangelio, y verá que en capítulo tras capítulo de su evangelio, Juan
enfatiza continuamente este argumento: el Jesús de Nazaret histórico
es el Cristo, el Hijo de Dios y el Salvador del mundo.
Jesucristo no tenía nombre y apellido, como en el caso de un
hombre que se llame “Juan Pérez”. “Jesús” era su nombre; “Cristo”
era su título. Cuando decimos que es “Jesucristo” estamos diciendo
que Jesús –el Jesús de Nazaret histórico- es el Cristo. La palabra
“Cristo” es la forma de decir “Mesías” en griego. Cuando Juan nos
dice que Jesús es el Cristo, nos dice que el Jesús que vemos en el
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
30
Nuevo Testamento es el Mesías acerca de quien se profetiza y que es
prometido en el Antiguo Testamento.
En el libro de Hechos se nos dice que, en sus viajes
misioneros, el apóstol Pablo, que era un rabino, iba a las sinagogas
en ciudad tras ciudad y razonaba a partir de las Escrituras con los
rabinos judíos con quienes se encontraba, mostrando que Jesús es el
Cristo (Hechos 17:2,3). En sus cartas, el apóstol Pablo nos dice que
la base doctrinal fundamental de la comunión en la Iglesia del Nuevo
Testamento era que Jesús era el Señor (1 Corintios 12:3).
En la primera de las tres cartas inspiradas que escribió Juan,
que usted podrá encontrar casi al final del Nuevo Testamento, el
apóstol escribe que la base doctrinal de la comunión en la Iglesia del
Nuevo Testamento era que “Jesús es el Cristo” (1 Juan 2:22; 5:1). El
argumento que Juan expresa en dos breves frases en su primera carta
es el mismo que presenta sistemáticamente en su evangelio.
Clave número cuatro
Basándome en las primeras tres claves de este evangelio, esta
es la forma en que creo que debemos leer el evangelio de Juan.
Debemos leer cada uno de los veintiún capítulos buscando respuestas
a estas tres preguntas: ¿Quién es Jesús? ¿Qué es la fe? ¿Qué es la
vida?
Juan escribió este evangelio para darnos un registro de las
señales, o evidencias milagrosas, que realizó Jesús y que él eligió
porque quiere convencernos de que la respuesta a esa primera
pregunta es que Jesús es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios. En
capítulo tras capítulo, Juan nos mostrará y nos contará de muchas
formas hermosas que Jesús es el Cristo, el Mesías, el Hijo unigénito
de Dios. Juan expresará esta verdad básica de diferentes formas en
cada uno de los veintiún capítulos.
En cada capítulo, deberíamos buscar también la respuesta a la
pregunta: ¿Qué es la fe? Juan dijo, en cierta forma: “Voy a contarles
estas cosas acerca de Jesús. Si creen estas verdades acerca de Él,
nacerán de nuevo y recibirán vida eterna” (20:30,31; 1:12,13). En
cada capítulo, Juan no solo nos desafiará a creer en este argumento
sistemático acerca de Jesús. También nos mostrará lo que es la fe
para él, cuando nos exhorte a creer en su argumento acerca de quién
es Jesús.
Pero, ¿qué es la fe? Este es un concepto muy difícil de definir
y mantener en foco. Por lo tanto, en capítulo tras capítulo, y de
muchas formas hermosas, Juan nos ilustrará lo que significa creer
que Jesús es el Cristo.
En cada capítulo, Juan también nos mostrará y nos contará lo
que es para él la vida eterna. La vida eterna no es solo una vida
interminable. Va a usar este concepto también, pero la vida eterna no
es meramente una cantidad de vida, sino también, y principalmente,
un calidad de vida. Juan escribe que Jesús dijo: “Yo he venido para
que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
¿Qué es esta calidad de vida abundante que Dios ha ideado y que, por
lo tanto, Él espera que experimenten los seres humanos?
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
31
Es la calidad de vida lo que describe Juan cuando usa la
expresión “vida eterna”. La vida eterna es una calidad y cantidad de
vida. La vida eterna es una calidad de vida abundante que comienza
en esta vida y se prolonga en el estado eterno.
Juan nos dice que no experimentamos esta calidad de vida
eterna como consecuencia de nuestro nacimiento físico. En cambio,
si experimentamos otro nacimiento, que él llama “nacer de lo alto”,
como resultado de ese segundo nacimiento viviremos una mayor
calidad de vida en un nivel superior. Tendremos “vida
abundantemente” o “vida eterna”.
En capítulo tras capítulo de este evangelio, Juan no solo nos
dirá, sino que nos mostrará lo que es para él la vida eterna. Por lo
tanto, al leer cada capítulo de este evangelio, deberíamos hacernos la
siguiente pregunta: “¿Qué es la vida eterna en este capítulo, Juan?”.
Cuando usted lea en oración cada capítulo, pregunte: “En este
capítulo, Juan, ¿quién es Jesús, qué es la fe y qué es la vida?”. Notará
que Juan contestará profundamente estas tres preguntas en cada
capítulo de su evangelio.
Clave número cinco
Otra clave para entender el evangelio de Juan es esa hermosa
e inspirada lengua de señas que usa. El evangelio está escrito en dos
niveles. Un niño puede entender el primer nivel. Usted puede usar
este evangelio para enseñar a leer a sus hijos, porque Juan usa
palabras más simples que los autores de los demás evangelios. Un
niño puede leer y entender el evangelio de Juan en el nivel uno. Sin
embargo, siempre hay un nivel más profundo de significado en este
evangelio. El más devoto y maduro hombre de Dios jamás alcanzará
las profundidades de ese segundo nivel de significado en este
evangelio.
El evangelio de Juan es mi evangelio favorito por ese
segundo nivel en el que Juan escribe su hermosa, inspirada, alegórica
y espiritual lengua de señas. Se me ha dicho que se necesita, al
menos, una maestría en Teología y Filosofía para entender el nivel de
significado más profundo de este evangelio. No estoy de acuerdo. Yo
creo que necesitamos que el Espíritu Santo nos muestre ese
significado más profundo mientras leemos el evangelio de Juan. Al
leer usted este evangelio, pida al Espíritu Santo que le muestre ese
nivel más profundo de significado en cada capítulo.
Clave número seis
Hay una perspectiva adicional que quisiera compartir con
usted mientras leemos el evangelio de Juan juntos. En el capítulo
doce, unos griegos se acercan al apóstol Felipe con este pedido:
“Señor, quisiéramos ver a Jesús”. Haga que este pedido de los
griegos sea su oración personal y devocional mientras lee este
evangelio. Mi clave final para descifrar el código de esta lengua de
señas es desafiarlo a leer este evangelio orando: “Padre, quisiera ver
a Jesús”.
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
32
Si hace esto, descubrirá que el evangelio de Juan es como una
“galería de arte espiritual”. Cada capítulo es como una “sala” de esa
galería de arte. Usted encontrará que de las “paredes” (versículos) de
cada una de esas salas (capítulos) cuelgan hermosos “retratos” de
Jesucristo. El apóstol del amor exhibe estos “retratos” inspirados de
Jesucristo en cada uno de los capítulos de este evangelio.
Yo encontré quince retratos de Cristo en el primer capítulo y
catorce en el cuarto capítulo. Vea cuántos puede encontrar usted
mientras lee el evangelio de Juan. Luego, escoja un retrato de Jesús
para cada capítulo del evangelio de Juan. Imagine una placa de
bronce bajo cada uno de los retratos. Memorice los veintiún títulos de
estas placas. Por la noche, duérmase adorando mientras recorre el
evangelio de Juan, meditando en los retratos de Cristo que ha
escogido para cada capítulo de este evangelio.
Estas son las “placas de bronce” que he puesto bajo mis
retratos de Cristo para cada capítulo. En los capítulos 1 a 7:
El Cordero de Dios – El que puede convertir tu agua en vino
– El único Salvador de Dios – El Agua de vida – La Clave para las
Escrituras – El Pan de vida – El Maestro que vino de Dios.
En los capítulos 8 a 14:
El Hijo que nos hace verdaderamente libres – La Luz del
mundo – El gran Pastor de las ovejas – La Resurrección y la Vida –
El Grano de trigo que cae a la tierra y muere para glorificar a su
Padre – El Siervo que tomó la toalla – El Camino, la Verdad y la
Vida.
En los capítulos 15 a 21:
Una Vid que busca ramas – El que envía al Espíritu Santo –
El Sumo Sacerdote que ora – El Testigo perfecto – El Cristo
crucificado – El Cristo resucitado y el Cristo que encomienda.
Estos son mis retratos favoritos de Cristo en los veintiún
capítulos del evangelio de Juan. Mientras estudia este evangelio,
escriba los retratos que encuentra en cada uno de los capítulos,
porque sus retratos personales tendrán mucha más importancia para
usted que los míos.
Los ancianos de mi primera iglesia pusieron el pedido de esos
griegos en una pequeña plaqueta de bronce y la fijaron a la parte
interior del púlpito, de forma que, cada vez que subía al púlpito, yo
veía: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”. Ellos no solo querían que yo
viera esas palabras cuando predicara, sino que también querían que,
cada vez que tuviéramos un orador invitado, él también viera:
“Señor, quisiéramos ver a Jesús”. Los ancianos estaban diciendo:
“Queremos ver a Jesús cada vez que se predica la Palabra de Dios en
este púlpito”.
Pida al Espíritu Santo que le dé una revelación multifacética
de Jesucristo mientras lee el evangelio de Juan. Luego conteste estas
otras dos preguntas: “¿Qué es la fe, y qué es la vida eterna?”. Cuando
vea a Jesús, ¡crea, nazca de nuevo y reciba la vida eterna!
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
33
Capítulo 8
Un estudio general del evangelio de Juan
Cuando los predicadores están aprendiendo a predicar un
sermón, se les dice que hagan tres cosas. “Primero, díganles lo que
van a decirles. Luego, díganselo. Después, ¡díganles lo que les han
dicho!”. Cuando Juan escribe este evangelio, sus primeros dieciocho
versículos son considerados un prólogo en el que nos dice lo que nos
va a decir. Luego, a partir del versículo diecinueve del capítulo 1
hasta el versículo veintinueve del capítulo 20, nos lo dice.
Finalmente, en los versículos treinta y treinta y uno de ese capítulo,
nos dice lo que nos ha dicho.
Cuando nos dice lo que nos va a decir, entre otras verdades,
nos dice que cuando el Verbo vivo se hizo carne y vivió entre
nosotros, cuando las personas lo recibieron (creyeron en Él) o
respondieron adecuadamente a Él, nacieron de nuevo.
Experimentaron un nacimiento que no era físico o natural. Nacieron
de Dios.
Luego de habernos dicho lo que nos dirá, pasa a darnos
ejemplos de lo que escribió, que quienes respondieron correctamente
a Jesús nacieron de lo alto. En capítulo tras capítulo, nos dará
ejemplos de cómo las personas nacían de nuevo cuando respondían
correctamente a Jesucristo. Comienza diciéndonos cómo algunos de
sus apóstoles se encontraron por primera vez con su Señor y
Salvador. Le preguntaron dónde vivía. Él los invitó a que vieran
dónde vivía. Dado que su decisión de ir a ver dónde y cómo vivía los
llevó a vivir para Él y morir por Él, obviamente experimentaron lo
que significa nacer de Dios cuando vivieron con Jesús.
En el capítulo 2, el nuevo nacimiento se describe
alegóricamente cuando Jesús aparece como el que puede transformar
el agua en vino. Los pasos que llevan a este milagro, -y, por
aplicación, al nuevo nacimiento- se nos retratan alegóricamente.
Primero, por las palabras de María: “No tienen vino” (2:3). Dado que
el vino es un símbolo de alegría en las Escrituras, podemos aplicar
estas palabras de María en forma devocional como una confesión de
que no tenemos alegría, o que no hemos nacido de nuevo.
El agua es a veces un símbolo que representa a las Escrituras.
También leemos que la Palabra de Dios es la “semilla” que genera el
nuevo nacimiento, y se nos dice que la fe viene cuando oímos la
Palabra. Algunos ven en las grandes tinajas de 70 litros que son
llenadas de agua un cuadro de nuestras vidas, que son llenadas con la
Palabra de Dios como un paso que conduce al nuevo nacimiento
(2:7; Efesios 5:26; 1 Pedro 1:23; Romanos 10:17).
Las palabras de María a los sirvientes representan la clave
para convertir a la Palabra de Dios en un poder en nuestras vidas:
“Haced todo lo que os dijere” (2:5). Mientras usted llena su mente y
su corazón con la Palabra de Dios, haga todo lo que Él le diga que
haga. Estos pasos que conducen al nuevo nacimiento también pueden
ser aplicados como una fórmula para una renovación espiritual
personal, cuando esta sea necesaria.
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
34
Quienes están familiarizados con el evangelio de Juan saben
que el capítulo 3 es donde Jesús dice al rabino Nicodemo que debe
nacer de nuevo. Debemos notar que la única vez que Jesús usó esta
expresión fue cuando dialogó con uno de los maestros más
destacados de Israel. Aun cuando Jesús no usa la expresión “nacer de
nuevo” con otros, según Juan, esto es lo que ocurre con aquellos que
responden de la forma correcta a Jesús.
Nicodemo reconoce a Jesús al declarar que es un Maestro que
ha venido de Dios. Alguien ha dicho: “Lo que realmente creemos es
lo que hacemos. Todo lo demás son solo palabras religiosas”. Es
como si esta entrevista comenzara con Nicodemo, que le dice a
Jesús: “He visto lo que haces, y por eso vengo a escuchar tu charla
sobre religión”. Después de recibir esta afirmación, el Señor,
básicamente, le dice a este distinguido rabino: “Debes comenzar de
nuevo. Debes comenzar de otra forma, y debes comenzar conmigo”.
Jesús dice a este maestro de Israel que no debe maravillarlo el
hecho de que necesite nacer de nuevo, como si fuera incomprensible,
innecesario o imposible. Según Jesús, el propósito de este nuevo
nacimiento es ver el reino de Dios y luego entrar en él. Esto es
simplemente la enseñanza de que Dios es un rey, y nosotros debemos
convertirnos en súbditos de Él. Es, simplemente, el énfasis que
hemos visto a lo largo de toda la Biblia, que se centra en estas dos
palabras: “¡Dios primero!”.
En esta conversación con Nicodemo, Jesús hace las
afirmaciones más dogmáticas acerca de sí mismo. Dice que es el
único Hijo de Dios, la única Solución de Dios para el problema del
pecado, y el único Salvador de Dios. También dice que el hecho de
creer en Él cuando dice estas cosas acerca de sí mismo significa
salvación eterna, y no creer significa condenación eterna (3:14-21).
Estas afirmaciones fueron hechas en respuesta a una pregunta
que Nicodemo hizo dos veces. Esa pregunta fue: “¿Cómo?”. La
respuesta de Jesús es una palabra: “Cree”. La parte que nos toca a
nosotros en la experiencia del nuevo nacimiento es creer. La parte de
Dios es como el viento. No podemos ver ni predecir el viento. “Así
es todo aquel que es nacido del Espíritu”, según Jesús. Si bien no hay
ninguna profesión de parte de Nicodemo en este encuentro, otras
referencias a él en este evangelio, junto con la tradición, nos
convencen de que finalmente nació de nuevo (7:50; 19:38-42).
El capítulo 4 nos cuenta la historia de una sencilla mujer
samaritana pecadora que nació de nuevo. Si bien Jesús no usa estas
tres palabras –nacer de nuevo- con ella, ya que adapta sus metáforas
a las necesidades de esta mujer, nos damos cuenta de que este es otro
ejemplo de una persona que nació de nuevo porque respondió
correctamente a Jesús. Él se presenta como el Agua de vida y le dice
que un sorbo de esta agua de vida saciará su sed para siempre.
Le dice que este sorbo de Agua de vida se convertirá, en ella,
en una fuente de donde vendrán a tomar otros. Esto se cumple
cuando ella obviamente nace de nuevo y alcanza a los hombres de
Samaria para Cristo. Descubre las dos mayores experiencias de su
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
35
vida: nacer de nuevo ella misma y ser el medio humano a través del
cual otros nacen de nuevo.
Piense en las respuestas a nuestras tres preguntas en los
primeros cuatro capítulos de este evangelio. ¿Quién es Jesús? Él es el
Verbo vivo de Dios que se hizo carne y vivió con nosotros para que
pudiéramos nacer de nuevo. Él es Aquel que puede convertir el agua
en vino. Es nuestra única esperanza de un Salvador. Es el agua de
vida que puede saciar nuestra sed de vida, y puede convertirse en una
fuente de la que otros pueden beber y nacer de nuevo.
¿Qué es la fe? La fe consiste en responder correctamente a las
afirmaciones de Jesús acerca de quién es Él. La fe es: “ven a ver
dónde y cómo vive”. La fe es oír y obedecer la Palabra de Dios. La fe
es tan simple como tomar un sorbo de agua que usted cree que
saciará su sed.
¿Y qué es la vida? La vida consiste en nacer de nuevo. La
vida es que el agua sea convertida en vino. La vida es ver el reino de
Dios y entrar en él. La vida es un sorbo del agua de vida que sacia las
distintas cosas de la vida que nos dan sed, y se convierte en usted en
una fuente de la que otros sacian la sed espiritual que sienten en
distintas áreas de sus vidas.
Las afirmaciones de Cristo
Los próximos cuatro capítulos de este evangelio registran un
diálogo largo y hostil entre Jesús y las autoridades religiosas. El
diálogo se interrumpe y cambia de lugar a veces, pero continúa hasta
que algunos de estos líderes creen, y otros intentan apedrearlo por
blasfemia, porque decía ser igual a Dios y, más aun, que era
realmente Dios. Jesús obviamente quiere que tenga lugar esta
confrontación. Logra que estos líderes religiosos lo escuchen al
quebrantar deliberadamente la ley del día de reposo.
Jesús sanó a un hombre en el día de reposo, en el estanque de
Betesda, que estaba muy cerca del templo. Ordenó al hombre que
tomara su lecho y lo llevara frente al templo. Era contrario a las leyes
del día de reposo llevar una carga en ese día. Esta sanidad fue el
detonante para el diálogo hostil que continuará hasta el capítulo 8.
La curación de este hombre continúa los ejemplos de Juan
sobre personas que nacieron de nuevo cuando respondieron
adecuadamente a Jesús. En esta ocasión, hay una gran multitud de
enfermos, y Jesús sana a un solo hombre. Tal vez sanó a este hombre
en particular porque había renunciado al estanque y a lo que puede
haber sido una creencia supersticiosa acerca de los poderes sanadores
del estanque. En esta historia, la fe se convierte en una cuestión de
renunciar a todas aquellas cosas que no nos pueden sanar.
Al inicio del diálogo, Jesús comienza por decir cosas que lo
convierten en sobrenatural: dice que Dios le ha entregado todo juicio.
Afirma osadamente que puede hacer lo que Dios puede hacer. Si
tomamos un anotador y escribimos todas estas afirmaciones de Jesús,
veremos que nos deja con las mismas opciones: creer en Él, o
apedrearlo y sacarlo de nuestras vidas para siempre. En palabras de
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
36
un autor inglés, podemos llamarlo mentiroso; podemos ser benévolos
y llamarlo lunático; o llamarlo Señor nuestro, y adorarlo y seguirlo.
Luego de hacer estas afirmaciones asombrosas, Jesús dice a
los líderes religiosos que no les falta evidencia para creer en lo que
Él dice. Ellos respetaban mucho a Moisés, así que Jesús dijo que
Moisés había escrito acerca de Él. No podían negar que Juan el
Bautista era un profeta. Por lo tanto, Jesús cita las palabras de
afirmación que Juan habló acerca de su Señor. Cita las palabras de
Dios el Padre en su bautismo como evidencia de la veracidad de sus
afirmaciones. También nos da los versículos clave de toda la Biblia
cuando dice que todas las Escrituras testifican acerca de Él y
confirman la veracidad de sus afirmaciones (5:39,40).
En el capítulo 6, Jesús acompaña el milagro de la
alimentación de los cinco mil con su discurso más profundo y difícil.
El discurso del Pan de vida trata, en realidad, del trabajo
significativo. Comienza esa parte del diálogo diciendo a las
autoridades religiosas que están haciendo un trabajo que no es
significativo. Cuando ellos le preguntan qué hace todo el día, les
habla de su trabajo.
En esencia, dice que Él habla palabras que son Espíritu y
vida, y que Dios le indica que las hable. Cuando las personas
responden positivamente a estas palabras, descubren que Él es el Pan
de vida que descendió del cielo. En el capítulo 4, Él es el Agua de
vida. En este capítulo, el Pan de vida.
Muchos que se decían discípulos se rehusaron a seguirlo
luego de este discurso porque Él decía que debían “comer su carne y
beber su sangre” para tener la vida eterna que posibilitaba el Pan de
vida que Él decía ser. En este contexto, Pedro da una buena respuesta
a la pregunta: “¿Qué es la fe?”. Cuando Jesús pregunta a Pedro si él
también lo dejará, Pedro dice –palabras más, palabras menos- que
aun cuando no entienda, él cree. Como Pedro, debemos creer y seguir
a Jesús aun cuando no entendamos.
Jesús, en realidad, estaba enseñando que el beber y el comer
son ilustraciones de la fe. Uno cree que un vaso de agua puede saciar
su sed y salvar su vida. Demuestra su creencia cuando tomar ese vaso
de agua. Uno cree que el pan evitará que se muera de hambre, así que
come ese pan. La fe es beber y comer, según Jesús.
Comer su carne significa creer todo lo que enseñó y
ejemplificó cuando el Verbo eterno se hizo carne. Beber su sangre
significa creer en el significado de su muerte en la cruz, que Él fue el
Cordero de Dios cuando murió ahí. De este lado de la mesa de la
comunión y de la cruz que representa, es mucho más fácil entender
esta muy difícil metáfora. Los apóstoles y discípulos no tenían la
ventaja de esta perspectiva.
En el capítulo 7, Jesús dice que su enseñanza es la enseñanza
de Dios. Cuando cuestionan esta afirmación, da una buena respuesta
a la pregunta de qué es la fe. Dice que aquellos que acuden a su
enseñanza con la voluntad de cumplirla sabrán que su enseñanza
viene de Dios (7:17). El enfoque intelectual del mundo es: “Cuando
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
37
sé, entonces hago”. El saber conduce al hacer. Según Jesús, el hacer
conduce al saber.
El capítulo 8 pone fin al diálogo dinámicamente. Jesús
predica muy enfáticamente cuando dice a estas autoridades religiosas
que son hijos del diablo, y que están sujetos a su malvado padre. Les
dice que son esclavos del pecado y que morirán en sus pecados si no
creen. Dice que Él es del cielo, pero que ellos son del infierno, y que
irán al infierno si no creen.
Cuando concluye su tremendo sermón, muchos de estos
líderes religiosos creen (8:30-36). Cuando Él responde a su profesión
de fe, les presenta tres fases del nuevo nacimiento.
El primer paso hacia el nuevo nacimiento es creer. Jesús les
indica a quienes dicen creer en Él que continúen en su Palabra y se
conviertan realmente en sus discípulos. Les explica que la fase dos es
perseverar en su Palabra y convertirse en verdaderos discípulos.
Luego describe la fase tres, cuando les promete que tendrán
una experiencia que los hará verdaderamente libres. La fase tres es
ese perseverar en la Palabra que los llevará a conocer, por relación, a
aquel que es la Verdad. Su promesa es que, cuando el Hijo los haga
libres, serán verdaderamente libres. La tercera fase del nuevo
nacimiento será como salir de la cárcel, según la promesa de Jesús
(8:30-36).
Lo último que dice en este diálogo, lo dice cuando aquellos
judíos que no creen lo acusan de dar la impresión de que Él conoce a
Abraham. Les contesta: “Antes que Abraham fuese, yo soy”.
Entonces es cuando algunos de ellos intentan apedrearlo. Reflexione
sobre todas estas afirmaciones de Jesús y luego conteste, en oración,
esta pregunta que Jesús hizo una vez a sus apóstoles: “¿Quién decís
que soy yo? (Mateo 16:15).
El capítulo 9 comienza con un milagro de sanidad, que es
seguido por otro fuerte discurso de Jesús. Los predicadores suelen
presentar la verdad que quieren predicar y luego ilustran esa verdad.
Como los profetas Jeremías y Ezequiel, que comenzaban sus
sermones con actos simbólicos, o pantomimas, que atrapaban la
atención de sus oyentes, Jesús precede sus discursos sobre el Agua de
vida, el Pan de vida y la Luz del mundo con sucesos que ilustran su
mensaje antes de predicarlo.
Luego de dar la vista a un hombre de unos 40 años que nació
ciego, Jesús predica que Él era la Luz del mundo. Dice que Él es un
tipo especial de luz que revela la ceguera de quienes dicen ver, y da
vista a los que saben que son ciegos.
Unos mineros que estuvieron atrapados por tres días y tres
noches como resultado de una explosión que causó un socavón en
una mina fueron rescatados finalmente. Cuando uno de los mineros
preguntó a los rescatadores por qué no habían traído luces con ellos,
los mineros y los rescatadores se dieron cuenta de que había sido
cegado por la explosión. Había estado ciego por tres días, pero no lo
había sabido hasta que llegaron los rescatadores, que en realidad
traían muchas luces. Jesús decía que Él era ese tipo de luz: la Luz del
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
38
mundo que ilumina a los espiritualmente ciegos y revela la ceguera
de los que no saben que son ciegos.
Cuando los líderes religiosos se dieron cuenta de lo que
estaba diciendo, le preguntaron si les estaba diciendo que ellos eran
espiritualmente ciegos. Jesús les contestó que, si ellos fueran ciegos,
no tendrían pecado. Pero, como estaban orgullosos de que veían, no
tenían excusa para su pecado. Las consecuencias teológicas son que
sin la luz no hay pecado, y que la esencia del pecado es el rechazo de
la Luz, según Jesús (9:40,41; 15:22).
El capítulo 10 es como una segunda parte del Salmo 23 de
David. Jesús claramente dice ser el Buen Pastor que describe David
en ese salmo. Las metáforas que usa declaran que está conduciendo a
los judíos devotos fuera de la religión establecida para que lo sigan a
Él hacia la salvación. Esto tiene una aplicación literal para el ciego
que sanó, porque fue expulsado de la sinagoga por decir que Jesús
era su Señor.
El capítulo 11 es el gran capítulo sobre la resurrección en este
evangelio. Esta hermosa historia indica cómo Jesús permite que tres
personas experimenten los dos mayores problemas sin solución de la
vida –la enfermedad y la muerte- precisamente porque Él las ama. Él
quiere que aprendan que Él mismo es la Resurrección (la victoria
sobre la muerte) y la Llave para la vida eterna. Aprenden esto a
través de la experiencia de la muerte de Lázaro; quien cree y vive
unido a Cristo nunca morirá (11:25,26). Esta historia milagrosa ha
dado inspiración y vida eterna a millones de personas que la han oído
predicada a lo largo de siglos de la historia de la Iglesia.
El capítulo 12 divide al evangelio de Juan en dos secciones.
Aproximadamente la mitad de los capítulos de este evangelio cubren
los primeros treinta y tres años de la vida de Cristo, y la otra mitad
cubre la última semana de su vida. A lo largo de este evangelio
leemos la frase: “no había llegado su hora”. En este capítulo oímos a
Jesús que, sabiendo que finalmente “había llegado la hora”, ruega:
“Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta
hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu
nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo
glorificaré otra vez”.
Jesús entonces se retira a un aposento alto con los doce
apóstoles para celebrar lo que me gusta denominar “El último retiro
cristiano”. Comenzó su ministerio con “El primer retiro cristiano”,
cuando enseñó el Sermón del Monte. Fue ahí donde reclutó a estos
apóstoles. Les ha enseñado, les ha mostrado y los ha entrenado
durante tres años. Su último retiro con ellos es su “graduación” de los
tres años de “seminario”.
En este contexto, da el discurso más largo que tenemos
registrado, que se denomina “El discurso del aposento alto”. Aparece
en los capítulos 13 a 16 de este evangelio. Algunos incluyen el
capítulo 17, donde tenemos la magnífica oración de Jesús por los
apóstoles y aquellos que creerán a través de ellos, lo cual nos incluye
a usted y a mí.
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
39
Este discurso es, en realidad, un diálogo íntimo con estos
hombres. Ellos le hacen preguntas, y gran parte de este discurso se da
como respuesta a sus preguntas. En el capítulo 13 leemos que
comenzó este discurso con el acto simbólico de lavarles los pies.
Lucas nos dice que camino al aposento alto estaban discutiendo
acerca de quién sería el mayor en el reino que creían que Jesús
establecería pronto (Lucas 22:24-30). ¡Cómo los tiene que haber
impactado cuando Él, su Amo y Señor, asumió el papel de siervo y
les lavó los pies a todos ellos!
Cuando terminó de lavarles los pies, preguntó: “¿Sabéis lo
que os he hecho?” (12). Esa pregunta se contesta en el primer
versículo del capítulo, donde leemos: “Como había amado a los
suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. Hizo esta
aplicación: “Yo les he dado un ejemplo. Si yo les he lavado los pies,
ustedes deberían lavarse los pies los unos a los otros”.
Más adelante, realmente contesta esta pregunta y hace una
aplicación dinámica, cuando enseña: “Un mandamiento nuevo os
doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también
os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis
discípulos” (13:34,35).
Él había amado a estos hombres durante tres años de formas
que nunca habían sido amados antes. Estaban todos en ese aposento
alto porque Él los había amado, y se estaban esforzando por devolver
ese amor. Todos hicieron un pacto y un compromiso con Cristo al
reunirse por última vez con Él antes de su muerte. Este nuevo
mandamiento los desafiaba a hacer un nuevo pacto y un nuevo
compromiso; un compromiso mutuo. Este nuevo mandamiento
también creaba una nueva comunidad, que se convertiría en su
Iglesia. Él quería que esa comunidad fuera una comunidad de
personas que se amaran entre sí; una colonia de amor.
En el capítulo 14 predicó su “sermón fúnebre” en
anticipación a su muerte. Les dijo que los dejaba (indicando que iba a
morir), pero sus corazones no deberían turbarse, porque Él iba a
prepararles un lugar. Sus corazones no deberían turbarse, porque
había una Persona que iba a consolarlos. Y, gracias a este
Consolador, siempre tendrían una paz sobrenatural en sus corazones,
que Él llamó “mi paz”.
También los consoló diciéndoles que su relación con Él sería
aún más íntima luego de su muerte. Les dijo que la clave para esa
relación sería su obediencia a Él y a su enseñanza, que el Espíritu
Santo bendeciría haciendo creando la intimidad con su Salvador
resucitado. La clave de las palabras y las obras de Jesús había sido su
intimidad con el Padre, y la clave de las palabras y las obras de los
discípulos sería su intimidad con Él a través del Consolador, el
Espíritu Santo (10:30; 14:22,23).
Luego de haberles enseñado estas cosas en el aposento alto,
los llevó a un huerto y les dio su discurso inicial. Bajó la rama de una
vid repleta de frutos. Luego ilustró lo que ya les había enseñado en el
aposento alto con una profunda metáfora. Luego de haber señalado la
verdad de que el fruto crecía abundantemente de las ramas porque
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
40
estaban unidas y en concordancia con la vid, los exhortó a
permanecer en concordancia con Él, y prometió que serían fructíferos
si lo hacían.
Luego les dio seis razones por las que simplemente debían ser
fructíferos. Debían ser fructíferos porque esto les daría gran alegría,
porque Él los había escogido y designado para que fueran fructíferos,
porque les había ordenado que fueran fructíferos, y porque Él no
tenía otra forma de llegar al mundo, sino por medio de ellos (15:1-
16).
Hay un poema que describe a Jesús en una nube luego de su
muerte y resurrección. En el poema, Jesús habla de su vida y su obra
con los ángeles, incluyendo su plan para alcanzar al mundo a través
de los apóstoles. Uno de los ángeles le pregunta qué hará si los
apóstoles no alcanzan al mundo para Él. Su respuesta: “¡Entonces no
tengo otro plan!”.
La última razón que da Jesús por la que los apóstoles debían
ser fructíferos es que Él es la vid, y ellos son las únicas ramas que
tiene. Esta metáfora es una exhortación a ser fructíferos, su discurso
inicial a los apóstoles, y presenta a Cristo como fue y como es hoy:
una Vid en busca de ramas.
En el capítulo 16 promete enviarles el Espíritu Santo, que Él
llama el Consolador. Describe la naturaleza y la función del
ministerio del Espíritu Santo cuando venga a ellos. Este capítulo se
cumple literalmente en el día de Pentecostés.
En el capítulo 17 hace una oración inspirada y profunda por
estos apóstoles. A lo largo de todo el evangelio de Juan, Jesús ha
estado haciendo referencia a las obras que Él debe realizar. Cuando
uno estudia esta oración, resulta obvio que estos apóstoles han sido
una de sus obras más importantes. En el primer tercio de la oración,
ora por su propia obra y dice que Él ha glorificado al Padre
finalizando la obra que le ha asignado.
Luego ora por la obra de los apóstoles, en quienes ha
invertido una parte tan grande de sus tres años de ministerio. El
tercio final de su oración es por aquellos que creerán las Buenas
Nuevas a través de los apóstoles. Esto significa que está orando por
su Iglesia. Ora para que vivamos en una unidad tan sobrenatural con
Él y entre nosotros que el mundo sepa y crea que el Padre los ama
tanto como ama a su Hijo.
Cuando agregamos algunos versículos del capítulo 20 a este
concepto en su inspirada oración, tenemos la versión de Juan de la
Gran Comisión (20:21). Con esto en vista, Él no puede orar pidiendo
al Padre que saque a los apóstoles o a su Iglesia fuera del mundo,
porque Él nos ha enviado al mundo, así como el Padre lo ha enviado
a Él, para buscar y salvar a los perdidos (17:18).
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
41
Epílogo
La mayoría de los estudiosos creen que el evangelio de Juan
finaliza en el versículo 31 del capítulo 20. El capítulo 21 ha formado
parte de este evangelio desde que fue escrito, pero los estudiosos
creen que fue agregado como una posdata. En este capítulo-epílogo,
Jesús recuerda a siete de los doce apóstoles –y a Pedro- que ¡Él no
los comisionó a atrapar peces, sino a hombres (21:1-14)!
Estos apóstoles regresaban de una infructífera expedición de
pesca nocturna. Desde la playa, el Jesús resucitado les indicó que
arrojaran sus redes del otro lado de su barco. Apenas se llenó la red
con pescados, Juan supo que el Extraño en la playa era el Señor.
Esta es otra aparición posterior a la resurrección de Jesús
donde no es reconocido por los discípulos que lo conocían y lo
amaban (Lucas 24:30,31). Fue la pesca sobrenatural la que les hizo
saber que el Extraño en la playa era su Señor. Cuando Pedro se dio
cuenta de que era el Señor, inmediatamente se arrojó al agua y nadó
hacia la playa. Su Señor les sirvió el desayuno de pescado y pan que
ya había preparado.
Jesús tiene una curiosa entrevista con Pedro en este entorno,
donde le enseña a este hombre, que sería el principal líder de la
Iglesia, tres nuevas lecciones fundamentales acerca de atrapar
hombres, como las que consideramos cuando analizamos su
entrevista con Pedro, según la registra Lucas (Lucas 5:1-11).
Podríamos decir que en esta entrevista Jesús estaba convirtiendo a un
“don nadie” en alguien (21:15-17).
Desde el día en que se encontraron, Jesús le estuvo enseñando
a Pedro tres lecciones: que él no era nadie, que él era alguien, y lo
que Jesús puede hacer con alguien que ha aprendido que no es nadie.
Pedro estuvo aprendiendo esa primera lección desde el momento en
que conoció a Jesús hasta que salió a la oscuridad y lloró
amargamente porque había negado a su Señor tres veces.
En esta entrevista, Jesús intentaba enseñar a Pedro la segunda
lección: que él era alguien. En el día de Pentecostés, Pedro, la iglesia
y todo el mundo aprendieron la tercera lección: lo que el Cristo
resucitado y viviente puede hacer con alguien que ha aprendido que
no es nadie.
Siete de los hombres que estaban allí esa mañana también
estuvieron presentes en el aposento alto, cuando Pedro se ufanó de
que amaba al Señor más que ellos. En presencia de esos siete
hombres, Jesús entra en un profundo diálogo con Pedro. Hay varias
interpretaciones posibles del significado profundo de las preguntas y
las respuestas que Jesús y Pedro intercambiaron en este encuentro.
Una posibilidad es que Jesús está preguntando a Pedro si realmente
ama a su Señor más que los otros hombres que se unieron a ellos dos
en ese desayuno en la playa.
Otra interpretación es que Jesús está preguntando a Pedro si
ama a su Señor más que los pescados que acaba de atrapar. Esto
podría incluir el negocio de la pesca misma. Como aprendimos en
una entrevista anterior de Pedro con su Señor, Jesús había encargado
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
42
a Pedro que “atrapara hombres”, y Pedro ahora había vuelto a
intentar atrapar peces (Lucas 5:1-11).
Si queremos apreciar el intenso drama de lo que Jesús y
Pedro se están diciendo, es sumamente importante entender, en el
lenguaje en que se registra ese diálogo para nosotros, el significado
de las palabras con que ellos se refirieron al amor. Por ejemplo,
cuando Jesús pregunta a Pedro, en la presencia de aquellos siete
hombres, si el amor de él era superior al de ellos, usa la palabra
griega agape.
Esto significa que Jesús estaba preguntando a Pedro si su
amor por su Señor era un tipo de amor de compromiso total e
incondicional (1 Corintios 13:4-7). Cuando Pedro contesta que ama
al Señor, usa la palabra griega fileo. Esto significa que está
confesando que su amor por Jesús es simplemente una amistad
superficial.
Jesús pregunta a Pedro por segunda vez si verdaderamente
ama a su Señor. Nuevamente, Jesús usa la palabra agape. Pero esta
vez no le pregunta si su amor por su Señor es mayor que el amor de
estos otros siete apóstoles. Pedro vuelve a contestar usando la palabra
fileo. Vuelve a confesar que su amor por Jesús es solo una clase de
amor del tipo de la amistad.
Por tercera vez, Jesús pregunta a Pedro si ama a su Señor,
solo que esta vez Jesús usa la palabra fileo. Jesús ahora le está
preguntando a Pedro si su amor llega, siquiera, a ser el de un amigo.
Pedro se siente profundamente dolido y contesta: “Señor, tú lo sabes
todo; tú sabes que te amo” y, por tercera vez, usa la palabra fileo.
Pedro le estaba diciendo ahora a Jesús: “Tú sabes que, por lo menos,
soy tu amigo”.
Este estudio de las palabras griegas nos dice que Pedro es un
hombre quebrantado. No se ufana ahora como lo había hecho en el
aposento alto. Ahora confiesa y experimenta las primeras dos
bienaventuranzas: está llorando porque es realmente pobre en
espíritu.
Este diálogo entre Jesús y Pedro es conmovedor cuando nos
damos cuenta de que, cada vez que Pedro confiesa su amor inferior
por el Señor en respuesta a su sincera confesión, Jesús le encarga que
alimente y pastoree a sus ovejas. El Gran Pastor de las ovejas deja
bien en claro que, para alimentar y pastorear a sus ovejas, Él quiere
un hombre que haya experimentado el fracaso. El Señor, obviamente,
no quiere un pastor perfeccionista que haga exigencias insensibles e
irreales a sus ovejas.
¿Por qué irrumpió el Cristo resucitado con gran poder en el
día de Pentecostés a través de este hombre, Pedro? Cuando
entendemos la dinámica de esta entrevista en la playa esa mañana,
tendremos la respuesta a esa pregunta. Más que cualquiera de los
otros apóstoles, Pedro había aprendido lo que Cristo podía hacer a
través de alguien que ha aprendido que no es nadie.
En este contexto, Jesús enseña también una lección vital
acerca de la voluntad de Dios para la vida de un discípulo (21:18-23).
Pedro solía ufanarse del hecho que estaba dispuesto a morir por
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
43
Jesús. En el capítulo-epílogo de este evangelio, leemos que el Jesús
resucitado decide indicar a Pedro cómo moriría. Si la tradición es
correcta, esto significa que Jesús contó a Pedro que tendría el
privilegio de ser crucificado cabeza abajo por su Señor.
Cuando Pedro escucha esto, sigue mostrando su humanidad al
señalar con su pulgar por sobre su hombro a Juan, que era su socio en
el negocio de la pesca, y preguntar a Jesús, básicamente: “¿Y qué
pasará con él? ¿Cuál es tu voluntad para su vida y su muerte?”. Jesús
contesta diciendo a Pedro que su voluntad para la vida y la muerte de
Juan no era de su incumbencia. La palabra de nuestro Señor para
Pedro es: “¿Qué a ti? ¡Sígueme tú!”.
En la providencia de Dios, estamos todos diseñados para ser
únicos y distintos de toda otra persona del mundo. Recuperamos esa
individualidad única a través de nuestra salvación. ¿Por qué,
entonces, esperamos encontrar la voluntad de Dios para nuestras
vidas, que nos hará distintos de toda otra persona del mundo,
comparándonos con su voluntad para otros creyentes?
En esta aparición posterior a la resurrección, Jesús
claramente está recordando a los apóstoles que han sido
comisionados por su Señor para atrapar hombres. También los
exhorta a pastorear y alimentar a aquellas ovejas perdidas que serán
alcanzadas a través de la gran cosecha venidera.
En su diálogo con Pedro, Jesús desafía a los apóstoles a
descubrir su voluntad para sus vidas individuales en cuanto al papel
específico que quiere que cumplan en el ministerio de cosecha y
alimentación que comenzará en el día de Pentecostés, cuando nacerá
la Iglesia.
Este último capítulo del evangelio de Juan es como una
sinfonía en tres movimientos. El primer movimiento es el desafío de
Jesús a estos apóstoles a involucrarse en la gran cosecha que viene y
a asegurarse de arrojar la red grande. El segundo movimiento es su
desafío a Pedro y a los siete a involucrarse en la alimentación y el
pastoreo de aquellos que seguramente serán cosechados. El tercer
movimiento es para que ellos –y, por aplicación, usted y yo-
descubran la voluntad de Dios individual para sus vidas al obedecer
su Gran Comisión.
Cuando los autores de los primeros tres evangelios informan
la muerte de Jesús en la cruz, simplemente escriben dos palabras:
“Lo crucificaron”. Dado que aproximadamente la mitad de los
capítulos del evangelio de Juan están dedicados a la última semana
de su vida, cuando murió y resucitó, este evangelio tiene el registro
más detallado de esta, la mayor crisis en la vida de Cristo. Como ya
he explicado, tengo otros seis fascículos que brindan un comentario
más profundo sobre más de cien programas de radio acerca de este
evangelio de Juan. Reservaré para estos fascículos mi comentario con
referencia a la perspectiva de Juan sobre la muerte y resurrección de
Jesucristo.
Concluyo este breve estudio general del evangelio de Juan
con un desafío. Cuando usted termine su lectura de este profundo
evangelio, reflexione sobre sus retratos de Cristo y pregúntese quién
Fascículo No. 11: El evangelio de Lucas y el evangelio de Juan
44
es Jesús y qué es la fe. Luego pregúntese, en oración, si conoce por
fe al Jesucristo del que ha leído en este evangelio. Si lo conoce por
fe, entonces tiene vida eterna porque, como una rama en unión vital
con una vid, usted está en una relación con el Cristo resucitado y
vivo, que es eterno.
Un discípulo del Cristo resucitado que tiene ese tipo de
relación con Él reflexionó sobre las perspectivas modernas y
liberales sobre Cristo, y dijo: “Yo creo que Él es, en tanto ellos ni
siquiera están seguros de que Él fue. Y mientras ellos ni siquiera
están seguros de que Él haya hecho, yo sé que Él sigue haciendo”.
Otra gran persona dijo: “El Cristo resucitado es quien dice ser, y
puede hacer todo lo que dice que puede hacer. Tú eres quien Él dice
que eres, y puedes hacer todo lo que Él dice que puedes hacer,
porque Él es, y Él está contigo”.
Eso fue lo que aprendió Pedro de su Señor en la playa esa
mañana. Mi oración sincera y ferviente es que usted aprenda estos
mismos valores eternos al experimentar vida eterna, porque ha hecho
un estudio general de mi evangelio favorito conmigo.