Suena la alarma - bienestarcyh.org · Suena la alarma, estoy cansada y aunque ya es hora me cuesta...
Transcript of Suena la alarma - bienestarcyh.org · Suena la alarma, estoy cansada y aunque ya es hora me cuesta...
Suena la alarma, estoy cansada y aunque ya es hora me cuesta abrir los
ojos. Pienso que ni el café podría ayudar.
En urgencias nos piden a las enfermeras llegar muy temprano.
Tengo que darme prisa de salir.
Debo tomar el camión a las 5:00 am,
si no llegaré retrasada al trabajo.
Termino de planchar mi uniforme y me visto muy rápido.
Alcanzo a comer un poco del cereal que queda en la despensa, ya que todavía no nos pagan.
--No sabes lo orgullosa que estoy de ti, salva muchas vidas hoy-- comenta mi madre al
despedirnos en el portón.
Salgo corriendo para no demorar.
He llegado antes de que pase el autobús, lo sé porque ya hay mucha gente esperando
para subir.
Me siento en un lugar libre, respetando la sana
distancia, y mientras reviso los mensajes de mi celular:
-- ¡Ánimo, Andrea! Tu puedes, al rato llevo un poco de
comida a la casa. No te preocupes por tu pago --
escribe mi hermana en un mensaje.
De repente, mientras espero, siento un ardor en mi pecho. Una mujer
con mirada burlona me grita: ¡estúpida, nos vas a contagiar a todos!
Mis ojos se llenan de lágrimas. Me tiraron café.
No puedo regresar a cambiarme porque llegaré tarde y
descontarán el día de mi sueldo. Tendré que ir así al
hospital.
-- Tome, le doy mi sudadera para que
tenga algo seco y no se enferme -- me
dice un joven en el paradero.
Al llegar una de mis compañeras, Karina, pregunta:
¿qué te pasó, Andrea?
Le cuento y consigue un uniforme limpio que pueda usar hoy.
Mi otra compañera, Diana, se acerca para darme un cubrebocas.
Mientras me cambio, dice tristemente que una de nosotras ha dado
positivo a la prueba del COVID-19.
Tiemblo porque a cualquiera le podría pasar.
La siguiente podría ser yo…
Este virus no quiere parar.
Todos los días me expongo porque es mi
trabajo, este servicio es mi responsabilidad.
Sin embargo, existen muchas personas que
piensan que no les va a pasar nada.
Salen de paseo a la playa o van al
supermercado en grupo.
Si supieran cuántas camas y respiradores
hay en los centros médicos, tal vez lo
pensarían dos veces.
Ni modo, me toca hacer mi trabajo con la mejor actitud.
Llevo 6 horas de guardia y no alcancé la comida que nos da el hospital.
Voy al locker por mi cartera. Espero tener suficiente para comprar algo en la tienda más cercana.
Entonces, encuentro a unas personas regalando refrigerios a mis compañeros.
--Tome enfermera, un poco de cariño de todos los que recibimos su apoyo --
comenta uno de los voluntarios mientras me entrega una bolsita y un vaso con café.
Siento como si mi espíritu se recupera.
Puedo regresar a mis labores con más ánimos.
Por fin terminó la jornada.
Después de varias horas de uso, la piel alrededor
de mis ojos quedó marcada por los lentes de protección.
Mis manos están agrietadas a causa del lavado constante.
A Luis, el doctor al que asisto, se le pelaron las dedos.
El desinfectante nos pone sensibles las manos.
Él me cuenta que lleva casi un mes sin estar con su familia.
La pandemia lo ha privado de ver los primeros pasos de su hijito.
Luís también se queda más horas como yo.
Últimamente tenemos más trabajo de lo
normal.
Pero últimamente sentimos más
valentía de lo normal.
Es mejor así, dice. Trabaja tanto para
mandar dinero suficiente a su casa y que
todos puedan comer.
Durante la salida ningún camión quiere hacerme la parada.
El conductor grita que mejor regrese en taxi o Uber, para no
enfermar a los demás.
Tendré que caminar. Los pies empiezan
a dolerme, son 30 minutos para llegar a
la casa.
No tengo dinero para pagar ese tipo de transporte
y, aunque así fuera, sé que probablemente el
conductor no me daría el servicio.
Mientras camino, disfruto la calma de la ciudad, mucha gente está resguardada.
Recibo un mensaje de Diana, mi compañera. Me avisa que han dado de alta al primer paciente que recibimos con COVID-19, ahora puede
irse con su familia.
Estas noticias hacen que todo valga la pena.
Es tiempo de ser solidarios y como escuché una vez:
“No hay problema que no podamos solventar juntos, ya que hay muy pocos
problemas que podemos solventar solos”.
Cuidarte me cuida, cuidarme te cuida.
#QuédateEnCasa
Historia por:Bettina Burgos Evia, Guadalupe Gerónimo Salaya, Elizabeth Medina Olalde,
Laura Ponce Quintero y Cynthia Puc Hernández.
Ilustraciones por:Elizabeth Medina Olalde, Laura Ponce Quintero y Cynthia Puc Hernández.
Revisado por el cuerpo académico “Escuela y Bienestar”, de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Yucatán, integrado por:
Dr. Jorge Carlos Aguayo ChanDr. Efrain Duarte Briceño
Dr. Martha Vanessa Espejel López Dr. María de Lourdes Pinto Loría
Dedicado a todo el personal hospitalario que todos los días se arriesgan para cuidarnos.