Super Hombres i Be Ricos

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Superhombres ibéricos

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    En el Principio fue el Folletn. Al menos en lo que a la materia de este libro se refiere, mas como salvo en el Gnesis no hay cosa que surja de la nada, habr de buscrsele sus races tambin. Que por no remontarse hasta precedentes tan aejos como la novela de caballeras o la literatura de cordel situar en la novela por entregas decimonnica, aquella forma de narrativa popular surgida al calor de los medios de comunicacin de masas, hipertrofiada de sentimiento, ayuna de psicologas profundas, hacedora y conductora de arquetipos y lugares comunes que casi doscientos aos ms tarde todava dejan sentir su influencia. Nacida con la revolucin industrial, precisa para triunfar de una poblacin mnimamente alfabetizada, ms urbana que rural, que haya hecho de la lectura uno de sus medios de ocio y que sea capaz de reconocer a la primera situaciones estereotipadas y motivos recurrentes a fin de poder sumergirse desde un principio en la accin, que es lo nico que le interesa, desentendida de contextos y descripciones. Independientemente de que autores de los llamados serios publicasen de este modo -caso de Dickens o Wilkie Collins, cuyas obras aparecen a menudo como suplementos seriados de peridicos- entiendo aqu por novela por entregas la que aparece fragmentada dirigida a un pblico amplio y poco formado; la que reduce a esquema aquellos conflictos que los escritores clsicos han abordado antes en profundidad; la que convierte el drama en melodrama.

    # Tremebunda, hiperblica, desaforada, la novela por entregas es madre y padre del moderno folletn.En la otra pgina: fascculo espaol del clsico francs Rocambole (c. 1920); abajo: temtica social y lacrimgena en las obras del espaol Luis del Val.

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    Busca el lector de estos productos el reconocimiento antes que la novedad, la sucesin ininterrumpida de lances antes que las causas profundas de stos, los caracteres de una pieza antes que las construcciones psicolgicas. ...Es un mundo de actos, de comportamientos, en el que tanto las motivaciones como las consecuencias ntimas que puedan acarrear tales actos no importan nada. Es en muchos casos un mundo donde no se puede hablar propiamente de la existencia de una psicologa. Es tambin, y esto en lo que se refiere a su tcnica, un mundo en el que los hechos importan ms que las palabras [...] Como en el folletn los hechos de la realidad estn llevados a un extremo de irrealidad, el gusto se convierte en lo que los patrones estticos de una sociedad considera mal gusto, a causa de ese tratamiento exacerbado y extremo. (1) Hecha para conmover, su nico propsito es distraer provocando emociones primarias y repetidas mediante mecanismos narrativos precisos como maquinaria de reloj; bien aplicada, la frmula puede resistir antes de quemarse miles de pginas, semanas y semanas que ofrecen al pblico nuevas existencias en vidas impostadas. Eugne Sue y su Judo Errante (1845), Ponson du Terrail con Rocambole (1858), Paul Feval y Los Misterios de Londres (1844), autores espaoles como Manuel Fernndez y Gonzlez, Julio Nombela, Wenceslao Ayguals de Izco o Luis de Val... todos son responsables de grandes xitos olvidados que jalonan la segunda mitad del Diecinueve, tochos de miles de pginas seguidas fielmente semana tras semana por legiones de lectores en cuya mente calan hondo. (2) As como ellos vulgarizan los clichs de la gran literatura, las generaciones siguientes hacen lo propio con sus obras despojndolas de artificio, recortando o magnificando a conveniencia sus aspectos

    1.- Mario Vargas Llosa en El folletn por entregas y el serial, mesa redonda reproducida en la revista Anlisi, nmero 9, 1984.

    2.- Para la novela por entregas se puede ver el estudio de Juan Ig-nacio Ferreras La novela por entregas 1840-1900, Taurus, 1972; para la historia del folletn consultar Fernando Eguidazu, Del fol-letn al bolsilibro-1900-1950, Silente, 2008.

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    Tebeo de aventuras, cine de episodios y folletn son parientes cercanos. No tanto como hijos y padres, pues nacen y se desarrollan casi al unsono, s por lo menos hermanos. Temas, formas de desarrollo, motivos y tipologas son los mismos. Las praderas literarias de Buffalo Bill, las calles de la urbe de Nick Carter, los mares de Montbars el pirata o los episodios misteriosos a lo Fantomas encuentran traduccin grfica casi simultnea en las numerosas vietas que de la mano de semanarios como TBO, Pulgarcito, Pocholo o BB aparecen en los primeros aos veinte. Aos que siguen a la Primera Guerra Mundial, en los que los kioscos espaoles se pueblan de cmics concebidos como revistas de contenido vario donde aflora el primigenio tebeo realista. Fagocitando cuanta influencia se le ponga a tiro, celuloide y narracin folletinesca alimentan sus races. Lenguajes simultneos crecidos todos con el siglo XX. Las historietas, como sus hermanos, inician una imparable evolucin, una invencin de recursos grficos, una codificacin que en muy poco tiempo define el medio. Junto a las abundantes pginas cmicas que constituyen el grueso de los semanarios se publican cortos relatos de aventuras, textos ilustrados que en breve se convierten en narraciones en secuencias. Sin embargo los avances semnticos

    # La aventura de eco folletinesco ocupa con el tiempo un lugar cada vez ms destacado en los semanarios de historietas espaoles. Portada de Niel en Pulgarcito (Gato Negro, c. 1927).

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    que rpidamente se producen en la vieta de humor parecen no alcanzar durante algn tiempo a las de esttica realista, harto ms limitada en expresividad y en la que sin excepcin la imagen se limita a la descripcin de lo escrito. El bocadillo no se incorpora a la vieta y el texto se coloca a pie del dibujo, a menudo desentendindose de la sintona entre ambos. La principal influencia en estos primeros cmics espaoles son las historietas britnicas, muy difundidas en publicaciones como La Risa (Marco, 1924), El infantil (Aurora, 1924) o Rin-Tin-Tin (Marco, 1928), que se sirven casi exclusivamente del plano general en vietas abigarradas atentas a la descripcin del entorno, con textos abundantes que a menudo no hacen sino repetir lo expresado por lo grfico. Limitaciones que no desaparecen hasta la llegada de los primeros cmics americanos del gnero, con Flash Gordon a la cabeza, pero que no suponen un lastre para ofrecer productos bien concebidos y elaborados. Es el caso de los abundantes episodios publicados en TBO desde fecha tan temprana como 1921 de la mano de pioneros como Juan Martnez Buenda Tnez, Serra Massana o Manuel Urda. Aunque como en el folletn recojan en sus obras toda clase de gneros, interesa aqu la historieta de suspense en la que a base de elaborar enigmas cada vez ms estrambticos se van creando unas atmsferas alejadas de lo cotidiano que prefiguran la llegada del fantstico. Narraciones donde gradualmente asoma un mundo paralelo, semejante al de todos los das pero trascendido por el misterio, hecho tanto de referentes reales como literarios, en cuyo seno han de nacer los enmascarados y justicieros lejanos ancestros de los hroes materia de este libro. De la mano de Jean Rapsomanikis, autor de origen griego afincado en Espaa, colaborador del temprano TBO que llegara a dibujar papel moneda

    para el bando franquista durante la Guerra Civil, aparecen durante los primeros aos veinte episodios netamente fantsticos como El buque fantasma o adaptaciones de Edgar Allan Poe -Los asesinatos de la calle Morgue- y Guy de Maupassant -La mano, El miedo- junto a otros policiales -Los ojos de fuego, El misterio de la posada- todos ellos de lenguaje an muy primitivo. Con pericia mayor el gran Serra Massana, autor sobre el que volver en los siguientes captulos, hace lo propio en 1924 con La banda de los Montes Grises, adems de con abundantes historietas de caceras en las que parece sentirse ms a sus anchas, gnero muy en boga antes de que lo polticamente correcto estableciese su tirana. Es en la dcada de los treinta cuando se fortalece el tebeo de aventuras en semanarios de ediciones Marco como La Risa o Rin Tin Tin, donde se han dado a conocer un sinfn de producciones britnicas y en los que autores como Francisco Darns, Emilio Boix o Marc Farell hacen sus pinitos en la vieta

    # Truculencias a la carta en el TBO de 1926.

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    Dao colateral de la Guerra Civil es la desaparicin casi completa de las colecciones de folletines que con aquellos hroes de a diez cntimos adornan profusos los kioscos de los aos veinte y treinta. De golpe y porrazo se desvanece toda esa constelacin sustituida en parte por los modernos pulps, publicaciones de un mayor nmero de pginas que incluyen una novela completa en cada entrega. Populares ya antes del conflicto, su era de esplendor se inicia en la inmediata posguerra; su raigambre folletinesca se delata en la preferencia de hroes protagnicos que den ttulo a las nuevas sagas, una moda que desaparece durante los aos cincuenta cuando los bolsilibros imponen historias independientes sin personaje fijo. Editoras como Bruguera, Molino o Gerpla (Clper) buscan con sus productos hacerse con un segmento de mercado. Lecturas de evasin pura ms elaboradas que los aejos folletines, donde los personajes adquieren matices y ambigedades hasta entonces desconocidas, con nuevos motivos que sustituyen las caducas ensoaciones de raz decimonnica que animaban las viejas ficciones, donde nacen nuevas formas ms verosmiles a partir de los antiguos desafueros. Durante los cuarenta el

    # Con su sencilla camisa blanca arremanga-da y su musculatura en perpetua exhibicin, Hrcules Elizondo es un chicarrn de Bilbao que gusta entretener sus ocios lidiando con tiburones, sabios locos o supervivientes de la Atlntida.

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    poner de moda, y un castizo criado llamado Pepe Ruiz, paradigma del madrileo valiente, cazurro y poco instruido destinado a representar un papel de segundo orden como corresponde a su baja extraccin social. Y es que tanto el protagonista como sus amigos son seoritos, acaudalados, tradicionales, complacidos miembros de una lite econmica que goza de yates, mansiones e ilimitados recursos. Llama la atencin su seriedad: el humor, siquiera la irona, estn ausentes de estas novelas. Defensores convencidos del orden, nunca llegan a hacerse Elizondo y sus amigos con las simpatas del lector, que instintivamente rechaza ese aire formaln y circunspecto tan contrario al desenfado acostumbrado en el pulp. Y lo mismo ocurre con sus peripecias por inverosmiles que puedan llegar a ser. El afn por presentarlas de modo realista acaba con toda espontaneidad, con cualquier punto de alegre locura, con la desvergenza imaginativa que tantas veces constituye lo ms disfrutable de este tipo de ficciones. Hrcules visita los restos de una Atlntida situada en el desierto norteafricano como la de Pierre Benoit; descifra el misterio de un castillo encantado que alberga las siniestras maquinaciones de un mad doctor o frustra los planes de un aspirante a dueo del mundo que cuenta con un formidable rayo paralizador. Pero lo hace sin alma, sin entusiasmo, como parte de un deber cuyo cumplimiento no le resulta ni grato ni pesaroso. Personaje de una pieza que comparte sus andanzas con otros igualmente planos, sean hroes o villanos, no consigue seducir al pblico y se retira tras solo seis novelas que cuentan con sensacionales portadas de E. Vicente, veterano ilustrador cuya carrera comienza en los aos treinta.

    compartido con sus compaeros de tener que ambientar la accin en la Espaa de posguerra, un mbito demasiado familiar para un lector vido de exotismo y muy poco creble para las maravillas cientficas y la accin a raudales que las novelas van a mostrar. Hrcules Elizondo es un chicarrn de Bilbao -antes de las derivas nacionalistas lo vasco se considera eptome de lo espaol ms genuino-, millonario, guapo, bien preparado fsica e intelectualmente, que entretiene sus ocios combatiendo al mal all donde lo encuentre. Cuenta con un grupo de amigos que le secundan en su labor, gente seria y formal como l entre los que figuran un teniente coronel de artillera retirado, un mdico argentino representante de una hispanidad que el Rgimen quiere a toda costa

    # Puro bouquet pulp aos cuarenta.

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    Como no poda ser de otro modo, el culpable de la invasin de corteses brbaros que asola los tebeos del ltimo perodo republicano es Jos Canellas Casals, hombre clave para el gnero fantstico en nuestro pas y nombre con el que se quiera o no tropieza uno constantemente durante los aos treinta y cuarenta a poco que hurgue en la memoria de papel. Canellas ejerce como una especie de director artstico -en un tiempo en el que no existe en las editoriales espaolas de cmics semejante trmino- de la barcelonesa editorial Marco, firma consagrada a los pblicos ms populares responsable de lanzar al mercado decenas de colecciones de folletines y varios semanarios ilustrados. Estas revistas, surgidas durante los aos veinte, dedican sus pginas a la historieta de humor nutridas fundamentalmente por cmics britnicos que van a ejercer una profunda influencia en los autores de la generacin de anteguerra. Vista la calurosa acogida de cabeceras como Aventurero (1935) o Mickey (1935) muchos de los ttulos de Marco giran entonces hacia contenidos ms realistas acordes con la moda impuesta por los clsicos norteamericanos. El cargo de director no significa nada ms que hacerse responsable de buena parte del contenido de unos semanarios cicateramente administrados, lo que fuerza a Canellas a multiplicar su produccin hasta lmites insospechados; su sentido de la trama anrquico,

    # A partir de 1935 los semanarios de editorial Marco se llenan de fantsticas historietas de aventuras que siguen la moda americana del momento.

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    al descubierto su cabeza, que parece flotar en el aire adquiriendo sin que se sepa muy bien porqu un color verdoso jalonado por dos ojos de fuego. Como es natural, semejante aparicin suele provocar el pnico, y ms yendo la Voz como va armado de pistola. Arma que como todas las de sus hombres atonta un rato sin matar jams. Y es que, singular excepcin en tiempos de valores castrenses, la organizacin de Yuma cree en la redencin del enemigo y con tal fin captura a todos sus adversarios para internarlos en una colonia secreta que posee en Amrica, donde se les provoca completa amnesia y se les vuelve a educar para aprovechar su talento en pro de la humanidad. No se piense que los enemigos de Yuma son maleantes de tres al cuarto: lo mismo combate la Voz en las ruinas de la ciudad jordana de Petra con Aquel a quien nadie puede ver cara a cara y seguir viviendo, uno de esos entraables clones de Fu Manch al que como es de rigor acompaa su hija, que desbarata el rapto de la cientfica Dolores Arana, su novia, aunque para ello tenga que llegar hasta el desierto de sal de Eritrea donde un tal Fedor mantiene un ejrcito secreto con el que aspira, lo mismo que el oriental de antes, a dominar el mundo. Pretensin de dictadura universal que aparece continuamente en la ficcin del momento, muy en sintona con una Europa ocupada por las tropas de Hitler.

    Tambin reflejo del pathos de la poca es la curiosa tomos en accin, publicada poco despus de los ataques a Hiroshima y Nagasaki, gracias a la cual nos enteramos de que el poder destructor del tomo no fue descubierto por americanos, alemanes ni soviticos: no seor, los espaoles lo hicimos primero, y adems muchsimo ms barato.

    El gobierno estadounidense, impotente ante la ola de desapariciones que sufren los mejores cientficos del pas, decide pedir auxilio a Yuma. Un aspirante a dueo del mundo llamado Omega intenta hacerse con la exclusiva de la bomba atmica raptando a

    # Descubre la novela tomos en accin que, contra lo que se piensa, la bomba atmica la invent un espaol llamado Duesto y fabricarla no le cost ms de diez o doce mil pesetas.

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    .- Mi hija Ana, seores -dice un respetable caballero presentando una joven ante el comisario de polica y un S que saluda alzando su sombrero. .- Cada vez que se mira a un espejo ve un Buda colosal hacindole las muecas ms horribles. .- Es original! -contesta S complacido- .- A ver, seorita, mrese en aquel espejo. Formas tradicionales atravesadas por el discurso de lo absurdo: no cabe imaginar arranque ms folletinesco. En la misma lnea se desarrollan todos los episodios, enfrentado S al Vampiro del Ao 3000, capaz de trasmitir los balazos por televisin para alcanzar a los espectadores, al Gorila de Fuego cuya colosal sombra se proyecta en el cielo de la ciudad o al Automvil Fantasma, un utilitario teledirigido coronado por una pequea cpula. Los dilogos oscilan entre la hilaridad y la extravagancia, destacando siempre las impecables maneras que S acostumbra exhibir: .- Hola!, -saluda desde la ventana levantando su chistera mientras irrumpe en una reunin de secuestradores- Yo soy S! Por qu se obstinan en seguir los caminos del mal? Yo he venido a hablarles

    de la honradez. Y es que gusta nuestro hombre de afear la conducta de sus contrincantes, dolindose sinceramente de lo baldo de sus esfuerzos para acabar con l: No s porqu dispara usted contra m -se lamenta mientras varios proyectiles impactan en su pecho- Llevo una doble coraza catdica que atrae y funde las balas hacindolas tan mansas como gatitos de angora . Extravagante, ajeno, casi irreal, mantienen los episodios de S un encanto congelado, valiosa reliquia de un mundo olvidado oculta entre tanta pgina inane. La fantasa de Canellas, cada vez ms desfasada, encuentra ltimo refugio en una de las primeras series de cuadernos editada por Bruguera, Aventuras y viajes (1947). All, adems de dar vida a algn que otro pistolero, urde las andanzas de Zingar Dan en lo que representa su postrer encuentro con Francisco Darns, que tantos de sus guiones ilustrase antes de la Guerra. Ensalada habitual del autor, con sus chinos malos, sus ambientes futuristas, sus cientifismos absurdos y su incomprensible argumento, Zingar Dan es una especie de paladn del futuro enfundado

  • 1 y 2/ Los vampiros del aire, Marc Farell, editorial Marco.3/ Mirculas, ilustrador desconocido, Unin librera de editores, S.A. 4/ El Corsario X, Marc Farell, editorial Marco.

  • 1/ El Hombre de las Dos Cabezas, Vctor Aguado, editorial Vincit. 2/ El Titn de los Mares, Marc Farell, editorial Marco.

    3/ El Crculo Rojo, Marc Farell, editorial Marco. 4/ Khun Zivan, Marc Farell, editorial Marco.

  • El Capitn Maravillas, Manuel Gutirrez Gutmaga, lbum de cromos de editorial Fher.