Surf, La Experiencia del Equilibrio

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Surf la experiencia del equilibrio M A R T I N J A C O V E L L A

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Un libro sobre mi experiencia con el surf, escrito en California, donde vivi durante 7 años. Es una vision zen sobre el surf y la vida.

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S u r f l a e x p e r i e n c i a d e l e q u i l i b r i o

M A R T I N J A C O V E L L A

"Aquel que se ata a una Alegría la alada vida destruye; Aquel que besa la Alegría según vuela vive en la aurora de la Eternidad." William Blake

La experiencia del equilibrio, otra forma de vivir... ¿Qué puede tener de mágico pararse en una tabla y cabalgar una ola, y qué enseñanzas podemos tomar de esa experiencia? De ese jugar único que uno siente cuando juega, a cambio de ese pensar en jugar que finalmente nunca llega... Muchas veces somos presos de nuestra mente, creyendo que todo se soluciona pensando, pero la vida nos demuestra que pensar no siempre es la mejor solución. A partir de mi experiencia con el surf, fui aprendiendo a ver la realidad de otra manera, o tal vez recordando que todo se trata de un juego. Así conocí el mar, sin que mi cabeza me limitara, sino más bien dejándola libre y confiando en ella. Me aventuré al mar, simplemente, poniéndome en acción.

Supe aquietar mi mente, quitándole la posibilidad de controlar mis actos o de sugerirme un miedo. Sólo faltaba saber que dejar de pensar no me conduciría a la deriva. Saber que cuando estás claro, la deriva no existe. ¿Pero cómo podría lograr el equilibrio necesario para tomar una ola y no caerme? ¿Qué haría yo con mi dualidad, y con la posibilidad de dejar de pensar? Al ver una gran ola con varios surfistas que trepan la cresta mientras otros descienden de ella, con algunos que caen o saltan de sus tablas, con otros que recorren a gran velocidad las pendientes que la ola abraza antes de romper, lo más común es que inmediatamente uno piense: "no puedo", o "yo no podría hacerlo jamás". Pensar lo contrario, y preguntarse cómo sería hacerlo, nos comprometería con nosotros mismos. Pero pensar que no podemos no nos sirve de nada. Ser negativos nos conduce indefectiblemente hacia el fracaso. Por eso, alguien que no haya surfeado no podría adquirir semejante don y semejante destreza en un primer intento. Quien prueba su capacidad descubre sus dones. El aprendizaje en el surf, como en la vida, es parte del juego. Aprender y mejorar es una experiencia tan valiosa como enfrentar una ola gigante, infinita, sin darse por vencido. Y cada uno tiene sus propios tiempos, así como una fuerza impresionante suficiente para vencer sus propios temores.

Si los niños pequeños tienden a querer pararse en sus dos piernas, hasta que lo consiguen, me pregunto si el miedo a caerse no es sólo una cómoda excusa para no intentarlo.

Así como muchas veces nos valemos de nuestra mente, también es necesario confiar en el cuerpo, en la intuición, y en la vida misma. En el caso del surfista, una de las prioridades debe ser el respeto por el mar, quien tiene sus propias reglas y secretos. Es necesario hacerse amigo, conocerlo, unirse a él. Es el mar con quien vivimos esos momentos mágicos. Por eso es importante captar su mensaje: todo va y viene, y todo es uno. El mar no se rinde; no se detiene ante la indiferencia de las rocas. No hay que tener urgencia por aprender. Sólo hay que empezar. Hay quienes surfean hace más de una década, y sin embargo, siguen equivocándose y aprendiendo. El arte de vivir también es inagotable. De allí que la paciencia sea tan crucial para poder aprender sin apuros. Considerando que en mi vida me había dado varios golpes a causa de mi impaciencia, el surf pronto comenzó a afectarme en muchos aspectos de mi personalidad y en el modo en que yo me movía por este mundo. Por eso quiero compartir mi experiencia, ya que el surf y la vida tienen claves en común. Ya hemos hablado de equilibrio, de confianza, de paciencia... ¿No son ésos requisitos necesarios para un vivir mejor? Ahora debes preguntarte: ¿qué significan estas palabras para ti? ¿Te da lo mismo volar que llegar a la costa a los trompos? Hay un mar para cada uno. Hay una vida para cada uno. Y hay infinitas olas. Te deseo mucha suerte.

Ya que este libro no pretende ser un manual para el surfista, no daré muchos detalles técnicos sobre tipos de tablas, olas o estilos… Lo que sí recomiendo para quienes desean aprender a surfear es que primero entren al mar a jugar, a divertirse, a observar el comportamiento continuo y diverso de las olas desde que nacen hasta que mueren. También es bueno aprender a surfear gradualmente, es decir, comenzando con olas pequeñas, y luego yendo en busca de olas un poco más grandes, y así sucesivamente. En mi caso, yo atacaba las olas pequeñas y grandes con el mismo entusiasmo, pero eso no es lo más recomendable. Yo no había planeado aprender a surfear. Hasta que un día, casi sin saberlo, me sorprendí a mí mismo tomando mi primera ola. Y ya nunca volví a ser el mismo.

Cuando la mente está en plena calma,

aquello que es sagrado puede tener lugar. Jiddu Krishnamurti

Un paneo general...

Observo el mar, y el tiempo. Las olas grandes, las pequeñas, las que rompen hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia ambos lados, las que se cierran demasiado rápido, las eternamente abiertas... Observo cómo viene el viento, cómo es el estado del mar, si hay mucha gente, si hay rocas cerca, o algas que puedan enredarme... Con un poco de experiencia, estas consideraciones pueden durar un simple momento. Es importante conocer el mar, y saber qué podemos esperar. Mi primera regla antes de entrar (o salir, según cómo quiera indicarse el acto de meterse al agua), es pedirle permiso a Neptuno, el Dios del Mar. Si te parece una tontería, espera a encontrarte en un mar enfurecido. Pedir permiso es un mero acto de humildad, de respeto por el mar y por la naturaleza, ya que este deporte no busca dominar las olas sino que se logra por medio de un acto de entrega mutuo. Una ola es una decisión. Sin tiempo para dudas. Estás listo, tienes aire, energía y ganas. Tómala.

Prepararse mejor no es garantía de que tomarás más olas, pero quizás tengas más posibilidades y más recursos si lo haces. Y más que perseguir las olas, debes atraerlas, como hacemos con todo aquello que vale la pena en la vida. Sólo uno sabe cuánto debe prepararse para cada aventura. Aventurarse es crecer, y es una oportunidad que implica riesgos. Y es nuestro destino! Al igual que la naturaleza, estamos aquí para expresar nuestro máximo potencial. El surf es algo maravilloso y divertido. Correr hacia el mar como un niño inocente puede tener más valor que tanta planificación. Todo lo que ese niño que llevas dentro necesita es un poco de confianza.

Es más fácil quedarse cerca de la orilla

y echarle la culpa al ancla, por el viaje que nunca hicimos

en vez de reconocer que tal vez nos de miedo navegar.

¿Cuál es el mejor momento para entrar? En general, entre set (serie de olas) y set, el mar suele aplanarse por un momento, lo que varía según el lugar y las condiciones de ese día. En el caso del longboard (tabla larga), no siempre podemos meternos debajo de la ola o de la espuma, por eso, si intentas pasar la rompiente al entrar, a veces es conveniente trepar la ola antes que ser arrastrado por ella. El paddling, que es la acción de remar con las manos concentrando nuestro peso con el abdomen sobre la tabla, puede ser muy agotador si no logramos pasar la rompiente. Por eso es bueno tomarse el tiempo necesario para entrar en el momento justo. También hay que saber dónde ubicarse cuando enfrentamos una ola con varios surfistas que vienen en nuestra dirección. Esta es una típica situación en la que pueden ocurrir accidentes, especialmente si hay novatos en el agua. O dudas, o actúas. Si actúas, confía en tu elección.

Después de la rompiente... Hay que observar el mejor sitio para tomar la ola. También es bueno observar el nivel y el comportamiento de los otros surfistas, y estar dispuesto a compartir la ola con otros. Quien esté más próximo a donde se forma la ola tendrá prioridad sobre los demás. Por eso, si alguien viene detrás de nosotros, quizá tengamos que hacernos a un lado ya que estamos en su camino. Ese también es un riesgo que hay que correr, ya que a veces, aquel que tiene la prioridad puede quedar rezagado, o caerse en el intento. Algunas reglas sobre el orden y el respeto.

¿Cuánto tiempo eres capaz de esperar? No te enfoques sólo en el horizonte más cercano para ver si hay algo digno de surfear. Aunque un día no encuentres olas para ti, en tu espera descubrirás que hay otras cosas para apreciar. El cielo azul, veteado con nubes como presencias divinas y frágiles, flotando, de horizontes quemados de amarillo, con islas como barcos, mar plateado, que nos calma, que nos devuelve bajo la brisa... Puedes apreciar los pájaros, el vuelo del pelícano, apenas razante, algún lobo de mar, delfines juguetones, y si tienes suerte, alguna ballena chapoteando en la distancia. Pero si hay mucho viento y el mar está picado, quizá no haya lugar para ti en esa sinfonía.

El mar no premia a los que están demasiado ansiosos,

demasiado ávidos o demasiado impacientes. Al igual que en el surf, en la vida debemos canalizar correctamente

el voltaje que nos produce la ansiedad, las ganas de vivir. Esa sensación de querer hacerlo todo en un instante, de querer experimentar todo de golpe... ¿Por qué tanto apuro? En vez de vivir plenamente, el temor a que la vida acabe a veces nos lleva a consumirnos antes que ella. Por esta razón, muchos optan por posponer su aventura. En cambio, el surfista no deja de buscar olas aun sabiendo que tienen fin. Sabe que quiere entrar, y entra. Cada día, al igual que cada ola, es un regalo listo para ser abierto. No te apresures. Cuando sientes que vuelas,

hasta el viento sabe cuán rápido quieres ir...

El conocimiento de los diferentes elementos a tener en cuenta antes y durante un día de surf, se vuelve un proceso mecánico. El pensamiento se vuelve conciencia, y entonces tenemos la capacidad de observar varias cosas a la vez e inmediatamente saber cómo reaccionar. Con la experiencia, todo pasa a ser una unidad, un acto armonioso, y le dejamos el trabajo a nuestros sentidos y a nuestros reflejos. La ironía del surf consiste en que logras tomar una ola justamente cuando dejas de pensar en lograrlo. Ya no piensas. Estás en unión con lo que te rodea. No hay temores ni dualidades. En el momento que piensas, te caes.

Los momentos del surf, las metáforas de la vida... ¿Cómo es eso de no pensar? ¿Acaso no se trata del equilibrio? ¿Del equilibrio entre la mente, el alma y el cuerpo? ¿Del equilibrio entre el universo y yo? Sí. Se trata de entregarse sin perder la conciencia, de estar conscientes sin perder la libertad... Como en el cuento de aquel hombre que fue a visitar a un gran sabio en busca de consejos. El hombre quería saber qué era la vida. El sabio, quien estaba muy ocupado para hablar con él, le propuso que recorriera el mundo y que llevara en la mano una cuchara con varias gotas de aceite. Y le indicó que no debía volcar ni una gota al suelo. Cuando regresara, recién entonces podría responder a las preguntas del viajero. El hombre partió, y luego de recorrer el mundo entero, volvió a ver al sabio, a quién con orgullo le mostró la cuchara, que aún conservaba todo el aceite. El sabio lo miró y le preguntó qué había visto del mundo, y el hombre, con tristeza, le respondió que no había quitado los ojos de la cuchara.

¿Qué significa ese misterio, esa metáfora? ¿Cómo ver el paisaje sin derramar una sola gota? El aceite simboliza la vida. Esta metáfora nos invita a meditar sobre cuánto estamos dispuestos a sacrificar por una experiencia. Y sacrificar no significa perder, sino ganar, vivir. Si al ver el paisaje pienso: "se me va a caer una gota de aceite..." entonces ya se me ha caído una, ya que esa gota representa ese tiempo sagrado en el cual, en vez de confiar, sentir, y disfrutar del paisaje, estaba preocupado porque el aceite no se derramara. Mientras tengas los ojos abiertos, tu cuchara siempre estará llena...

A su vez, la metáfora que se desprende de este cuento nos dice que... El equilibrio no se logra pensando. En el momento en el que el pensamiento (dual, miedoso) rompe la armonía en busca de control, no hace más que perder ambas cosas. Uno puede controlar su cuerpo y su tabla de surf, pero no la ola. Las gotas que podemos derramar nos hablan del paso del tiempo. ¿Pero de qué sirve el tiempo si no lo vivimos? Para poder apreciar lo nuevo que la vida nos entrega cada día, debemos tener desapego. Así como no puedes retener un paisaje, ni llevarlo contigo, tampoco puedes retener una ola bajo tus pies. Como tú, o como yo, una ola está allí sólo una vez, y sólo puedes disfrutarla en ese momento. Si podemos hacer eso, entonces el efecto de esa experiencia sí podrá afectarnos para siempre. Para lograrlo, debemos transformar el miedo en confianza. Y para confiar, no hay que tener miedo a caerse. ....Una gota en el océano, un hombre, un mar...

Un maestro dijo, sobre el espíritu del guerrero: "Aunque se nos ha hecho creer que si dejamos de aferrarnos acabaremos sin nada, la propia vida demuestra una y otra vez lo contrario: que el desprendimiento es el camino que lleva a la auténtica libertad". Del mismo modo, no podemos aferrarnos a la tabla. Debemos pararnos sobre ella, encontrando el equilibrio entre nuestro cuerpo y el mar. Ponte en movimiento, y comprobarás que eres libre.

En otras palabras, para hacer equilibrio sobre la tabla, hay que "soltarla", quitarle nuestras manos de encima... Sin embargo, en la vida, queremos cruzar a la otra orilla sin abandonar tierra firme. ¿A qué nos estamos aferrando? El surf me enseñó que para tener hay que no tener, y que al recibir lo nuevo, se tiene todo. Saber que saltar no es abandonar el pasado es estar vacío para llenarse del presente y para que la vida continúe.

Caerse no es morir;

puedes nadar hacia la costa, si quieres, o puedes volverlo a intentar.

Sólo se ahoga

quien quiere estar en ambas orillas al mismo tiempo.

Condiciones para surfear: en el surf como en la vida

Respeto: al mar. a la vida. Humildad: para caerse, para golpearse, para quedar hundido un rato, para recordar el valor del respiro, para apreciar el aire, la belleza de estar flotando... para saber cuándo estamos listos. Confianza: en el universo, en uno mismo. Conciencia: para saber, para elegir, para no otorgarle todo el poder al mar, o al miedo. Experiencia: para tener más conciencia, y más confianza, sin perder el respeto y la humildad, y para saber qué ola tomar, y cómo. Paciencia: para apreciar, para relajarse, para aprender.

Atención: para observar en armonía, para disfrutar, para no distraerse en los momentos clave. Agilidad: para nadar para pararse para moverse para surfear. Agradecimiento: para ti, por intentarlo, y para el mar para el viento y para el tiempo para la luna y las mareas para tu tabla que te lleva a volar... Mantenimiento: para cuidar el instrumento. La tabla es como nuestra vida. O como nuestro cuerpo. Debemos cuidar de ella, limpiarla, curar sus golpes, mantenerla liviana. Cuanto más peso lleves, más tendrás que remar...

Con una tabla puedes surfear,

pero ella, sin ti,

jamás podría lograrlo.

Los longboards (o tablones), nos permiten disfrutar más del "viaje", del descenso y del empuje de la ola. Y las tablas más pequeñas, al ser más rápidas, nos permiten mayor maniobrabilidad y mayor libertad de acción. ¿Qué tabla escoges entonces? La vida es un poco así. A veces es más placentero dejarse llevar, sin que eso signifique que hemos dejado de participar, Y a veces es mejor tener más control, y mayor aporte de tu agilidad y de tu cuerpo si quieres más acción. Ahora tú eliges: ¿Cuánto de ti, y cuánto del Universo?...

Perdón, ahora vengo... Nado hacia la ola, que comienza a formarse mar adentro. La enfrento. Mido la distancia a ojo. Allí viene... Ya estoy en posición de tomarla, así que me coloco de espaldas a ella. Comienzo a nadar nuevamente, hasta que siento que la ola me está empujando. En ese momento, me apoyo rápidamente sobre mis manos y extiendo los brazos para elevarme y colocar mis pies sobre la tabla. Coloco un pie atrás, y otro más adelante, de costado, y flexiono las piernas un poco, para conseguir más equilibrio. Ya me he parado y estoy surfeando! Desciendo a gran velocidad, y ahora debo escaparme del tubo, siguiendo la diagonal que la ola sigue hasta su fin... Pongo más peso sobre el pie trasero, en mi caso el derecho, me inclino un poco hacia adelante, y doblo hacia la derecha, mi dirección preferida, quedando semienfrentado a la ola, que me lleva con ella. Me sigue una espuma blanca, un mar azulado. Gerónimo!!!!!!!!

Hay días que... Los días de la vida se parecen a los días del surf. Hay días en los que te sientes un Dios entre las olas, y surfeas, y te sorprendes, y evolucionas, estando presente… Hay días en los que te caes una y otra vez, porque llegas a destiempo, o porque piensas demasiado. La magia está siempre. Aún cuando no la encuentras. Comprender que la vida es así es comprender los tiempos, la naturaleza, y la naturaleza de la vida misma. Es difícil predecir si tomaremos la próxima ola. Sólo hay un estado en el que podemos apenas sentirnos listos, con paz, con silencio y con adrenalina, listos para remar sin pensar en el resultado. ¿Sabés de qué estado te hablo?

El equilibrio en la vida... Justo cuando estás listo para ir hacia "adentro" (tu interior), todo te lleva hacia afuera: las relaciones, el trabajo, el éxito, el dinero. Justo cuando estás dispuesto a sacrificarlo todo, te llega todo, se te llenan las alforjas. Así, también, el mar puede darte todo, y quitarte todo. Aprovecha la ola mientras estés arriba, llénate de ella. Te servirá para cuando estés abajo. Aprende del pez, aprende del pelícano...

Nada es para siempre; el ahora es eterno: ¿Qué podemos llevarnos de la vida? ¿Podemos llevarnos el pasado, algo material, un ser querido...? ¿Qué cosas podemos llevarnos realmente con nosotros? Podemos llegar a la cima de una alta montaña, pero no podemos llevarnos la montaña a casa. Tampoco tendría sentido quedarse allí para siempre. Moriríamos en vida. No es posible aferrarse a lo inaferrable. Sólo podemos quedarnos con la experiencia de escalar, con las sensaciones, con los efectos del paisaje y de la travesía en nuestras almas. Y sólo por un instante. El instante en el que estamos allí, viviendo esa experiencia. Todo tiene su fin. Ni el recuerdo puede parecerse al presente. El efecto de la experiencia es lo único que nos delata; el cambio se nota en nuestros ojos, y en nuestra sonrisa nueva. Todo tiene su fin, aun el infinito volver a empezar...

Las olas también tienen su fin. No importa cuánto nos haya costado conseguirlas. Cuando la ola rompe, todo empieza otra vez: debemos volver a nadar en busca de la próxima. Sólo tú sabes cuántas olas necesitas... Lo cierto es que cada ola es diferente. Como cada día es diferente. En el mar, de pronto estás en la cima, por un momento que parece eterno, y te deslizas sobre la ola como en un sueño, libre, feliz, protagonista entregado y dedicado a su arte, y de pronto, la ola llega a su fin, y el mar te acaricia y te susurra: "no habrá otra ola igual a esa, jamás, y tú nunca volverás a ser el mismo".

Imagínate una ola de mar. Vista de cierto modo, parece poseer una clara identidad, un principio y un fin, un nacimiento y una muerte. Vista de otro modo, la ola en sí no existe realmente, pues sólo es el comportamiento del agua, 'vacía' de cualquier identidad propia, pero 'llena' de agua. Así, al reflexionar detenidamente sobre la ola, puedes percibir que es algo que el viento y el agua hacen temporalmente posible, y que depende de una serie de circunstancias en cambio constante. Cada ola está relacionada con cualquier otra ola... Comprender la naturaleza, la interdependencia de las cosas, los ciclos de la vida y sus componentes, puede servirnos para ver cómo todo se afecta mutuamente. Alguna vez te preguntaste cómo comenzó la brisa que roza tus mejillas?

Cuando entras al mar, eres tú con tu tabla. Y no digo ni solo ni sólamente con tu tabla. Tú no estás solo frente al mar. Estás en unión con él y con todos tus sentidos, y por lo tanto, estás con el universo. Sin embargo, el surf, al igual que la vida, es un viaje que requiere sólo de ti. Sólo tú puedes surfear una ola. Sólo tú puedes lograr el equilibrio que tú necesitas... Elige tu ola, y vive tu propio destino.

Señales... Un fuerte huracán había azotado a Baja California, y el mar obsequiaba viajes maravillosos prácticamente gratis. El costo: simplemente intentarlo, animarse. Eran las olas más grandes y espectaculares que había visto. Y me alegré de estar presente, y de sentirme preparado para vivir eso. Estaba tomando las mejores olas de mi vida. Estaba extasiado, soprendido y conmovido. Quizás para comprobar que no era un sueño, seguía volviendo en busca de una ola más.... ¿O se trataba de otra cosa? Algo me decía que pronto me iría de Malibu, y que quizás no volvería a estar en el mar por un tiempo. Algo me decía, que nunca habría otro día igual. De repente, mientras comenzaba a descender de una ola gigante, sentí que mi tabla vibraba como jamás lo había hecho antes. Iba muy rápido, y las fuertes vibraciones me hicieron sospechar que algo andaba mal. Vi mis pies inútiles, sobre una tabla que ya no podía soportar más presión. No quise pensar que esa ola podía terminar allí. Pero de pronto, mi tabla se partió en dos, y en medio de la explosión, me entregué a los brazos del mar. No sé cuánto tarde en saltar al agua, pero recuerdo que tuve tiempo de agradecer a la vida por aquel día maravilloso. Nadé hacia la costa, llevando conmigo las dos mitades de mi tabla, apenas unidas. Era hora de despedirse, y sentí que el mar me decía: "Ya podés volver a casa"... Y yo le respondí: "Gracias, mar, gracias por tus olas".

El mar es sanador. Unos segundos en el agua, y tus problemas se habrán evaporado. Puedes tener cuentas que pagar, o puedes haberte peleado con tu novia o con tu novio, o lo que fuera, pero cuando estás en el mar, todo eso te parece más simple, o irreal, o ni siquiera te preocupas, ni piensas en ello. Una buena ola puede alcanzarte para que recuperes la confianza en ti mismo, y tu alegría. Cuando regreses a tierra firme, tus problemas se parecerán a una ola pequeña, incapaz de lastimarte. Cada gota es una nota que lleva el eco de la eternidad.

Según cómo trates tu tabla

y según el respeto que tengas por el mar, la vida sabrá qué darte

y qué quitarte.

Las olas lo son todo. Son las maestras y la razón de ser del surf.

Puedes sentirte orgulloso de estar en contacto directo con el mar y la naturaleza.

Esta es tu tierra, cambiante, sorprendente y poderosa.

Al practicar este deporte, conspiras para que otros comiencen a amar y a cuidar

este extraordinario hogar cubierto de estrellas, este planeta tan lleno de vida...

En el fondo de mi mente, más allá de mis pensamientos,

puedo ver un horizonte lleno de mar.

Como una llama eterna que me indica el camino, el mar será siempre la referencia que ilumina mi destino.

Si alguna vez creíste que no lo lograrías, ahora sabes que nada es imposible.

Allí fuera hay un universo esperando por ti, ojalá lo descubras.

escrito en Buenos Aires, diciembre de 1998.

corregido en agosto de 1999.

Diseño de tapa provisorio / Próximo a editarse

textos e imágenes de Martín Jacovella copyright®