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Taller de Reflexión Artística III
Profesor: Manuel Carballo
Ensayo Nº 1
Fecha de entrega: ver cronograma
Consideraciones generales:
-Recuerden que se trata de un trabajo escrito e individual. Que se evalúa la
capacidad para reflexionar, argumentar y exponer sus ideas (en esto último
entra también la ortografía).
-Deben utilizar los criterios de cita de la facultad (normas APA), cuyo pequeño
manual de estilo está en línea o pueden retirarlo impreso de la biblioteca
(segundo subsuelo de Mario Bravo 1050). Tengan especial cuidado en
entrecomillar todas las palabras que pertenezcan a los autores (cita textual) y
en mencionar la fuente cuando realizan una paráfrasis (sin excepción). De no
utilizar correctamente este criterio el trabajo deberá rehacerse.
-El trabajo debe tener un mínimo de 5 páginas. Esto sin contar hojas anexas
con o sin imágenes (recuerden colocar la información al pie de cada imagen).
-No se podrán incluir citas de más de 40 palabras. Solo se podrán incluir hasta
2 citas textuales de menos de 40 palabras. No hay límites para las paráfrasis.
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Disparadores del Ensayo Nº 1 Elija al menos dos ejes (preguntas) para establecer como tema del ensayo.
Recuerde que éste no es un cuestionario así que no se remita únicamente a
responder las preguntas, sino a partir de éstas intente configurar un contexto
desde el cual hablar acerca del periodo.
a- ¿Cuáles son los principales aportes del Renacimiento?
¿Por qué su naturalismo no sería del todo nuevo?
¿Cuál es la búsqueda que llevarán adelante los artistas del Quattrocento?
b- ¿Por qué el Renacimiento implica la aparición del artista moderno?
¿Cuál es la conexión entra la pintura flamenca y la veneciana? ¿Qué supone la
búsqueda del Cinquecento?
c- ¿Cómo pueden definirse los caracteres manieristas?
¿Cuáles son los hechos y el impulso con el que su arte está conectado?
¿Qué supone la Reforma Protestante para el panorama artístico?
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La fotografía del Renacimiento Renacimiento y Flamenco
El Renacimiento fue un movimiento cultural que tuvo sus orígenes en el
siglo XIV, inicialmente en Flandes e Italia (sobre todo, en la ciudad de
Florencia), cuyo principal objetivo fue el de resurgir o renacer los principios
clásicos de la Antigüedad Clásica.
Uno de los aspectos más sobresalientes de este período, fue el de la
búsqueda de un naturalismo minucioso, pero, como indica Hauser (2002), esto
no fue propio del Renacimiento, sino que una continuación del naturalismo del
gótico.
Este naturalismo del gótico comenzó cuando las cosas tomaron valor y
sentido y dejaron de ser meramente símbolos. Con la llegada del
Renacimiento, este simbolismo se fue perdiendo aún más, mientras que
aumentaba la importancia de llegar a una representación del mundo real más
fiel y sensible, mediante el estudio detallado de la naturaleza. “En el
Renacimiento el hecho notable no era que el artista se fuese convirtiendo en
observador de la naturaleza, sino que la obra de arte se hubiera transformado
en un ‘estudio de la naturaleza’ “ (Hauser, 2002).
Otro de los aportes indiscutibles de este movimiento, fue el del estudio
de las leyes de la perspectiva. De la mano del arquitecto e ingeniero italiano
Brunelleschi y sus exhaustivos estudios sobre las ruinas romanas, surgió un
nuevo modelo de construcción que durante casi cinco siglos los arquitectos de
Europa y América han seguido utilizado (Gombrich, 1992). Estas leyes,
basadas en la dimensión y tamaño de los cuerpos a medida que se alejan en el
espacio, le brindó a los artistas la posibilidad de reforzar ese naturalismo que
tanto anhelaban. Podían calcular matemáticamente las proporciones
necesarias para representar el espacio profundo en la superficie plana.
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Sin embargo, no nos detendremos demasiado en este aporte ya que se
desea hacer hincapié en la búsqueda de ese naturalismo, a partir de los
nuevos aportes que se realizaron, basándose en la observación de los detalles
y en el retrato pictórico, como representación de la sociedad y vida cotidiana de
ese entonces.
Si de detalles hablamos, debemos mencionar al artista del Norte, cuyos
descubrimientos revolucionarios supusieron algo eternamente nuevo. Jan van
Eyck (1390-1441), que trabajó en la parte de los Países Bajos denominada
Bélgica, supo dejar atrás las ideas del arte medieval que se basaban en ofrecer
una “fiesta para los ojos” como fruto de la observación. Estos maestros góticos
no se preocupaban tanto, entonces, de la similitud de las figuras y paisajes, por
lo cual sus perspectivas y diseños no eran tan realistas. Jan van Eyck subió un
escalón más hacia la cima de la perfección. Su observación de la naturaleza
fue aún más exacta. Con sus pequeños pinceles y su nueva técnica de la
pintura al óleo (que consistía en utilizar aceite, en vez de huevo o agua) pintó
con una paciencia infinita cada detalle y logró una técnica que le permitía
utilizar “capas” o, mejor dicho, colores transparentes, con los que lograba
iluminaciones nunca antes vistas, luces y sombras nuevas. A diferencia de los
italianos, que lograron un naturalismo casi científico, este artista logró esa
ilusión de lo natural, añadiendo un detalle tras otro, hasta que el cuadro se
convirtiera en un espejo del mundo visible (Gombrich, 1992).
El arte de este revolucionario halló su máximo reconocimiento en los
retratos. El que más nos ha llamado la atención es El matrimonio Arnolfini de
1943. Si se lo observa a simple vista podemos observar a una simple pareja
holandesa que se está casando. Cada detalle está en su lugar. La alfombra, el
rosario, las zapatillas, las frutas de la ventana. Sin embargo, cuando
observamos más detalladamente, podemos divisar en el espejo de atrás, una
sombra azul: el propio pintor y testigo. Arriba del espejo acompaña una frase
en latín que dice: Jan van Eyck estuvo presente. “Por primera vez en la historia
el artista se convertía en un perfecto testigo ocular en el verdadero sentido de
la palabra” (Gombrich, 1992). No se sabe con exactitud de quién fue la idea de
utilizar este recurso, pero este hecho puede ser comparado con el de tomar
una fotografía frente a un espejo. Dentro de la obra final, está el reflejo del
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testigo de ese momento, volviéndolo más real, es decir, certificando que ha
estado ahí, que las cosas han sido así.
Otro pintor, suizo esta vez, nos hizo ver el mundo real de ese entonces
con otra particularidad. Conrad Witz (1400-1446) pintó Cristo caminando sobre
las aguas (1444). Se trata de un altar que pintó para Ginebra en el que en vez
de representar una imagen convencional de agua u olas, decidió representar el
lago de Ginebra, el que ellos conocían. Se trata de un paisaje real que hoy
existe. Esto es el primer “retrato” de un paisaje legítimo. Allí no están los
apóstoles de los cuadros antiguos. En cambio, observamos verdaderos
pescadores, los reales hombres del pueblo. Como si hoy visitáramos ese lugar
y encontrásemos a los hombres de allí trabajando.
Los artistas flamencos se preocuparon menos por alcanzar los cánones
de belleza y armonía ideales del arte italiano, pero nos dejaron a cambio,
representaciones llenas de vida, que reflejaban la vida cotidiana de las
personas, de una manera muy fiel y real. En ninguna otra época anterior se
habría podido lograr semejante grado de atención y detalle (Gombrich, 1992).
También, el pintor Alberto Altdorfer (1480-1538), de Ratisbona, salió a
los bosques y montañas para estudiar las formas de la naturaleza. Se convirtió
así en uno de los primeros paisajistas. Esto es un cambio de gran importancia
ya que comienzan a pintarse piezas en las que el hombre no está presente,
algo que ni siquiera los griegos (gran amantes de la naturaleza) habían hecho.
Años más tarde, el mayor de los maestros holandeses del siglo XVI que
representó escenas de la vida cotidiana fue Pieter Brueghel (1525-1569). Se
enfocó más que nada en las escenas de la vida de los campesinos. Y, a pesar
de que todo su trabajo esté teñido por un humor de la época en el que se veía
a los aldeanos como payasos, es decir, como personajes burlescos (Gombrich,
1992), nos ha obsequiado la posibilidad de presenciar cómo eran sus fiestas y
regocijos, sus trabajos, sus comidas.
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Es de suma importancia destacar los descubrimientos del Renacimiento,
tales como el uso de la perspectiva, el sfumato de Da Vinci y la pintura al óleo,
entre otros más, que llevaron a desarrollar ese naturalismo tan deseado. Pero
creemos que es necesario también destacar el labor de estos artistas
renacentistas, y más que nada, flamencos, que nos dejaron observar cómo era
la vida cotidiana en aquellos años. El artista no era solo un artesano, un pintor,
un arquitecto; era además un químico, un farmacéutico, un herrero, un
intelectual, un observador. Pero sobre todo, a palabras de hoy en día, era
también, una especie de fotoreportero. Levaba consigo un cargo más. Con su
minuciosa observación y un naturalismo altamente desarrollado, llevaban al
lienzo, la vida real. Sabemos hoy en día, cómo lucían las importantes y ricas
familias de esa época, gracias a sus retratos. Con una pesada responsabilidad,
estos artistas eran encargados por las grandes personalidades, para realizar
obras que inmortalizarían a sus familiares y ocuparían un lugar específico en
las grandes casas o capillas (Hauser, 2002). Es el único registro visual que
tenemos de aquellos años.
Por eso, podemos hablar de que ellos eran también fotógrafos. Al fin y al
cabo, el arte de la fotografía significa pintar con luz. Algo que Jan van Eyck, por
ejemplo, nos enseñó muy bien con su pintura al óleo.
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Bibliografía:
• Cesati, Franco (1999). Los Medicis, historia de una dinastía europea.
Mandragora. Florencia.
• Gombrich, Ernst (1992). Historia del Arte. Alianza. Madrid.
• Hauser, Arnold (2002) Historia Social de la Literatura y el Arte. Debate.
Madrid.
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Anexos
Jan van Eyck: “El matrimonio Arnolfini”. 1943. Londres. National Gallery.
10
Conrad Witz: “Cristo caminando sobre las aguas”. 1444. Ginebra. Musées d'art et
d'histoire de Genève.