Tema 01. El Antiguo Régimen
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TABLA DE CONTENIDO 1. Introducción............................................................................................................................3 2. Población y economía. .........................................................................................................4 2.1. El sistema demográfico. .............................................................................................................4 2.2. La economía. ..................................................................................................................................5 La agricultura. ......................................................................................................................................................5 La industria. ..........................................................................................................................................................6 El comercio............................................................................................................................................................7
3. La Sociedad del Antiguo Régimen. ...................................................................................8
Los privilegiados: nobleza y clero. ..............................................................................................................8 El Tercer Estado..................................................................................................................................................9
4. La política en el Antiguo Régimen................................................................................. 10 4.1. La Monarquía absoluta ........................................................................................................... 10 4.2. El Despotismo Ilustrado ......................................................................................................... 11
5. La Ilustración ....................................................................................................................... 12 5.1. El pensamiento político .......................................................................................................... 14 5.2. El pensamiento económico.................................................................................................... 15
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1. INTRODUCCIÓN
El Antiguo Régimen era un sistema político, social y económico por
el cual una minoría –nobleza y clero- ostentaba todos los cargos públicos,
gozaba de privilegios jurídicos y fiscales, mientras que la inmensa
mayoría de la población –el tercer estado- pagaba impuestos, mantenía
con su trabajo a dichos grupos y no disfrutaba de ningún tipo de
privilegios.
En el terreno político se desarrollaron las monarquías absolutas, en
las que los monarcas tenían un poder absoluto, que provenía de Dios,
aunque durante el siglo XVIII en reinos como el de Francia, España, Rusia,
Austria o Prusia se vieron influidas por las ideas de la Ilustración y
adoptaron la forma de Despotismo Ilustrado. Este concepto político
intentaba conseguir el bienestar de sus súbditos, pero en la práctica no
fue muy efectivo.
En los ámbitos económico y social se produjeron importantes
cambios, especialmente en el tercer estado, cuyo grupo más destacado era
la burguesía, que tenía el poder económico pero estaba marginada de la
política. Sin embargo, sus aspiraciones a conseguir el poder político
culminarían, a finales de siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, en el
estallido de una serie de revoluciones políticas conocidas como liberales o
burguesas, entre las que destacaron la americana y la francesa.
Para concluir, a modo de resumen se puede decir que el Antiguo
Régimen tuvo lugar en Europa durante la Edad Moderna. Durante estos
siglos pervivieron, sobre todo en lo social y económico, muchos rasgos
propios de la Edad Media. Su fin llegaría con las revoluciones liberales o
burguesas y con la revolución industrial, y después de él se iniciaría el
régimen liberal y la Edad Contemporánea.
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2. POBLACIÓN Y ECONOMÍA.
2.1. El sistema demográfico.
En el Antiguo Régimen el sistema demográfico se caracterizaba por la
estrecha dependencia entre el crecimiento de la población y el de la
economía agraria. De esta manera, el crecimiento demográfico entre los
siglos XVI y XVIII fue muy reducido.
En general, las poblaciones europeas del Antiguo Régimen
presentaban unas características c0munes:
La natalidad era muy alta, ligeramente superior a la mortalidad,
debido a la inexistencia de métodos anticonceptivos y a una muy elevada
mortalidad infantil que había que contrarrestar.
La mortalidad era muy elevada y la esperanza de vida apenas
superaba los 30 años. La vida cotidiana de estas sociedades se
caracterizaba por una mala alimentación, la falta de higiene, los escasos
avances médicos, la ausencia de alcantarillado, etc. Los grandes episodios
de mortalidad catastrófica eran causados por enfermedades tales como la
peste, la epidemia más devastadora que se dio periódicamente en Europa
hasta el primer cuarto del siglo XVIII. Otras enfermedades importantes
eran la malaria, la tuberculosis o la viruela. Además, las frecuentes crisis
de subsistencias, provocadas por las malas cosechas, derivaban en
hambrunas que diezmaban la población. Por otro lado, las guerras
también causaban la muerte de miles de personas.
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2.2. La economía.
La agricultura.
En toda Europa, en la época del Antiguo Régimen, la economía
agraria (agricultura y ganadería) era la actividad esencial y el principal
sustento de la mayoría de la población. Esa actividad agraria se basaba en
una agricultura tradicional que ocupaba a la mayor parte de la población
activa (más de las dos terceras partes).
Las técnicas de cultivo casi no habían cambiado desde la Edad Media,
se seguía dando la rotación trienal y el barbecho. Además, las parcelas se
cultivaban juntas por la comunidad y los beneficios se repartían entre el
número de propietarios. Éste era el sistema de campos abiertos u
openfields. La productividad era muy baja, y cuando había una serie de
malas cosechas, se producían períodos de hambrunas.
En el siglo XVIII, a pesar del atraso de la agricultura europea, la
producción agraria en su conjunto creció, debido a la extensión de las
tierras cultivables a costa de la roturación de bosques y tierras baldías, a la
conversión de pastos en tierras cultivables, a la aplicación de técnicas de
drenaje para desecar los terrenos pantanosos; y, sobre todo, a la
intensificación de los cultivos, a la ampliación del regadío, etc.
Sin embargo, en países como Holanda e Inglaterra se estaban
introduciendo una serie de innovaciones (rotación continua con
alternancia de plantas forrajeras, abonos, etc.) que luego se conocerían
como revolución agrícola.
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La industria.
En la época del Antiguo Régimen, particularmente en los siglos XVII
y XVIII, se mantenían las formas tradicionales de la producción
manufacturera: el sistema gremial y las manufacturas reales en las
ciudades; y la denominada industria rural. La producción manufacturera
más importante era la textil, basada en la elaboración de tejidos de lana,
lino, seda y algodón.
En las ciudades seguían funcionando los gremios, que regulaban
todas las fases de la producción, desde el precio de las materias primas a la
calidad del producto final. Desde el punto de vista tecnológico, toda la
producción era artesanal.
En algunos lugares se introducen algunas formas económicas
capitalistas. En el campo, algunos comerciantes aprovecharon la baratura
de la mano de obra de los artesanos rurales a los que suministraban las
materias primas y se encargaban de comercializar la producción. Este
sistema se llamaba Domestic System, Putting-out System,
protoindustria o industria a domicilio. A pesar de todo, los rendimientos
eran escasos.
Las manufacturas reales surgen en el siglo XVII, en el marco de una
política mercantilista característica, sobre todo de las monarquías
absolutas, de fomento de la industria. Pero este tipo de manufacturas
concentradas en grandes “fábricas” mantuvo un sistema típicamente
artesanal y una producción especializada, bien en artículos de lujo
(tapices, porcelanas, sedas), destinados a los palacios reales o a los grupos
privilegiados, o bien a cubrir la necesidades militares de las monarquías
(construcción naval y de armamento).
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El comercio.
En la actividad comercial, el comercio terrestre apenas sufrió
modificaciones, y mantuvo el aislamiento de zonas muy próximas por la
escasez de caminos, por las aduanas interiores y por los diferentes
sistemas de pesos, medidas y monedas. Por el contrario, el comercio
marítimo creó una rica burguesía que se estableció en los puertos.
El desarrollo comercial más intenso se produjo en el comercio
colonial con América, África y Asia. En los siglos XVII y XVIII, las nuevas
potencias –Holanda, Francia e Inglaterra– disputaron con éxito el
predominio colonial de españoles y portugueses. La lucha por la
hegemonía del eje comercial fundamental, el Atlántico, se inclinó
finalmente en favor de Inglaterra.
El comercio colonial americano constituía la primera y principal área
comercial europea. La gran demanda en Europa de productos tales como
el café, el tabaco, el azúcar o el algodón fomentaron el desarrollo de las
grandes plantaciones en las colonias americanas, que se explotaban con
una numerosa mano de obra de esclavos negros transportados desde
África. La trata de negros y las plantaciones coloniales se convirtieron en
el principal negocio del comercio colonial. La expansión del comercio
atlántico se convirtió en la base del crecimiento económico de Europa
hasta la Revolución Industrial.
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3. LA SOCIEDAD DEL ANTIGUO RÉGIMEN.
En la sociedad del Antiguo Régimen existían profundas
desigualdades políticas, sociales y económicas. Era una sociedad
estamental, es decir, estaba dividida en tres órdenes o estamentos: la
nobleza, el clero y el Tercer Estado o Estado llano. Cada uno de estos
estamentos se diferenciaba de los otros, sobre todo, por tener un código
de leyes que les concedían a unos privilegios (alto clero y nobleza),
mientras que los otros carecían de derechos (Tercer Estado).
Los privilegiados: nobleza y clero.
Los estamentos privilegiados (la nobleza y el alto clero) gozaban de
numerosos privilegios: jurídicos (código de leyes propias y adecuadas a
su rango), políticos (monopolizaban la mayoría de los altos cargos del
ejército, de la administración y de la Iglesia) y fiscales (estaban exentos
del pago de la mayor parte de los impuestos).
Estos estamentos privilegiados eran grupos cerrados en los que no
se dejaba entrar a nadie que no acreditase su nobleza heredada (“honor”)
u otorgada por el rey (“mérito”). Hasta bien entrado el siglo XVIII, la
nobleza, el alto clero y la monarquía compartían el poder dentro de una
estructura social estable. Además, el espíritu conservador de la nobleza y
del alto clero se mantuvo gracias a una serie de “vínculos” jurídicos o
legales (derechos señoriales), político-sociales (monopolio de los altos
cargos) o económicos (vinculación de propiedades agrarias).
Los aristócratas, como propietarios de grandes dominios,
continuaban ejerciendo muchos de los antiguos privilegios de señor
feudal: derechos de justicia local y vigilancia de aldea; derechos de
monopolio; derechos privativos y exclusivos; derecho a exigir de los
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campesinos una amplia gama de tributos, rentas y servicios feudales. Los
miembros del alto clero pertenecían, casi sin excepción, a la nobleza y,
además de las rentas que como señores feudales recibían de los arriendos
y tributos feudales, cobraban, en ocasiones, el diezmo.
A mediados de siglo XVIII, ante el movimiento ascendente de una
rica burguesía que trataba de conseguir un título de nobleza, la
aristocracia trató por todos los medios de defender y revalorizar sus
privilegios y honores, su monopolio sobre los cargos políticos,
administrativos, militares y eclesiásticos, así como también actualizar sus
rentas y derechos señoriales en lo que se conoce como la “reacción
aristocrática”.
El Tercer Estado.
El Tercer Estado era socialmente más heterogéneo pero tenía en
común que carecía de derechos y de privilegios. Destacaba una reducida
pero rica burguesía de grandes comerciantes y grandes arrendatarios de
tierras; unas clases medias formadas por funcionarios, miembros de las
profesiones liberales (abogados, médicos), artesanos y pequeños
comerciantes. Pero los grupos más numerosos del llamado Tercer Estado
eran las clases trabajadoras urbanas y, sobre todo, el campesinado (entre
el 80% y el 90% de la población).
La burguesía urbana –mercantil y financiera– y rural –propietaria o
arrendataria de tierras– estaba bastante desarrollada en Francia,
Inglaterra y Holanda. En el siglo XVIII estos burgueses trataron de
conseguir de los monarcas un título nobiliario. Por ello, a menudo, más
que reinvertir sus beneficios en el comercio o en la industria, los
empleaban en la compra de cargos en la judicatura, en la administración o
en el gobierno de una ciudad. La burguesía intentó mejorar su posición
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mediante matrimonios con la nobleza y buscó la ampliación de sus
poderes políticos y sociales, lo que provocó finalmente el enfrentamiento
con los grupos privilegiados.
Por su parte, el campesinado mantuvo un espíritu conservador hasta
mediados del siglo XVIII. Pero desde la década de 1760, la presión
demográfica y el alza del precio de los arrendamientos, la persistencia, en
algunos casos, de la servidumbre, el pago de los derechos feudales o
señoriales y del diezmo tuvieron como consecuencia la agitación rural
bajo la forma de las típicas revueltas antiseñoriales. Pero también en el
seno de las clases trabajadoras urbanas, las crisis de subsistencias de fines
de siglo provocaron la carestía de los alimentos y los motines populares.
La sociedad estamental en el siglo XVIII estaba experimentando una
serie de cambios demográficos, económicos y sociales que iban a
desembocar en la crisis del Antiguo Régimen.
4. LA POLÍTICA EN EL ANTIGUO RÉGIMEN
4.1. La Monarquía absoluta
En la mayor parte de los Estados de Europa, la forma de gobierno
predominante era la monarquía absoluta de derecho divino, en la que
todo el poder (ejecutivo, legislativo y judicial) se concentraba en las
manos de una sola persona, el monarca. Esta concentración de los
poderes en manos del rey, soberanía absoluta, se justificaba en que
dichos poderes los había recibido de Dios y sólo era responsable ante él.
La aplicación de estos postulados era muy diferente según los lugares.
En los Estados donde la monarquía absoluta era débil y la
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aristocracia poderosa, como Suecia, Dinamarca o Polonia, la monarquía
tenía que compartir su soberanía con los estamentos privilegiados y, por
tanto, el poder real se hallaba limitado. Por el contrario, las nuevas
grandes potencias del siglo XVIII con monarquías absolutas poderosas,
como Prusia y Rusia, crearon un ejército potente y una burocracia eficaz a
lo largo del citado siglo. En Rusia, el zar o emperador tenía un poder tan
absoluto, tan ilimitado, que se puede hablar de gobierno despótico o
autocrático.
En las grandes monarquías tradicionales de Europa (Francia, España
y el Imperio Austríaco), la autoridad real no tenía límites ni control en
teoría, pero en la práctica se hallaba limitada por el poder que ejercían
también los estamentos privilegiados, la nobleza y la Iglesia.
La única excepción era la monarquía “limitada” de Inglaterra. Desde
la Revolución Gloriosa de 1688 se sancionó por primera vez la división de
los poderes, la libertad de imprenta, la inamovilidad de los jueces y el
derecho a la propiedad privada. Los poderes del Parlamento se
acrecentaron, en especial en lo relativo a la aprobación de los impuestos.
No obstante, el rey conservó una serie de prerrogativas tales como las de
nombrar a los ministros y negarse a sancionar las leyes presentadas por el
Parlamento.
El Parlamento británico que estaba formado por dos Cámaras (Lores
y Comunes) de la que sólo la Cámara de los Comunes era electiva, tenía
en el siglo XVIII un carácter predominantemente rural y aristocrático.
4.2. El Despotismo Ilustrado
La influencia del pensamiento ilustrado alcanzó las cortes europeas y
algunos soberanos, sin renunciar a su carácter de monarcas absolutos,
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intentaron experiencias reformistas que pretendían unir la autoridad
real con las ideas de progreso de la Ilustración. Este Despotismo
Ilustrado se puede definir con la conocida frase “Todo para el pueblo pero
sin el pueblo”.
Algunos monarcas como Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia,
Carlos III de España y José II de Austria se mostraron tolerantes con las
ideas reformistas de la Ilustración. También los ministros y un sector
minoritario de la nobleza y del clero se mostraron favorables a las nuevas
ideas del Siglo de las Luces. Pero estos déspotas ilustrados estaban
preocupados, ante todo, por la eficacia y se esforzaron por “racionalizar”
el Estado de tal manera que resultara reforzado su poder absoluto.
El absolutismo ilustrado o “despotismo ilustrado” se inscribe así en
la línea del absolutismo del siglo XVII, esto es, en el refuerzo del Estado
dentro de un marco territorial nacional, en la expansión económica bajo la
protección estatal (mercantilismo) y en el desarrollo comercial en manos
de una burguesía que proporcionaba administradores y financieros a la
propia monarquía.
5. LA ILUSTRACIÓN
El siglo XVIII, conocido como el “Siglo de las Luces”, fue una época
de gran vigor intelectual que abarcó casi todas las ramas del
conocimiento. La Ilustración fue un movimiento intelectual y científico
cuyo objetivo era ilustrar a la sociedad europea de la época mediante la
difusión de la ciencia, la técnica, las artes y el pensamiento. Hunde sus
raíces en los cambios en las concepciones políticas, científicas y religiosas
de la llamada revolución científica del siglo XVII al compartir con ella la
idea de que la razón y la libertad de pensamiento eran el único método
para alcanzar el verdadero camino del conocimiento científico y para
destruir las creencias establecidas, la superstición y el oscurantismo.
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Los ilustrados expresan su total confianza en la razón como
instrumento de crítica de todo lo existente (las creencias religiosas, la
organización social y política, etc.) y en la libertad de pensamiento sobre
todo en las cuestiones religiosas y científicas, ambas al servicio del
progreso, de la felicidad y del bienestar. Estas ideas llevaron a los
ilustrados a una prolongada lucha con el poder religioso, su gran
competidor político y cultural. Su programa educativo intentaba instruir y
elevar el nivel cultural de las naciones y de sus pueblos y sacarlos de su
ignorancia o bien librarlos del peso de una educación tradicional en manos
de la Iglesia.
Aunque la Ilustración no constituye un sistema filosófico de
pensamiento y adopta diferentes formas en cada uno de los países
europeos, se pueden señalar algunos principios comunes:
1. Su confianza en la razón como método universal para alcanzar el
conocimiento, sometiendo a crítica todas las ideas o teorías que no estén
contrastadas por la experimentación.
2. Su defensa de la libertad de pensamiento y la tolerancia tanto en
las cuestiones científicas como religiosas, de ahí sus ataques al
dogmatismo, a la superstición y a la intolerancia religiosa.
3. Su idea del progreso concebido como la facultad de los seres
humanos para alcanzar la riqueza, el bienestar, la felicidad y la justicia.
4. Sus críticas, más o menos moderadas, a la organización social
vigente sustentada en los privilegios de sangre en lugar de basarse en el
mérito, la capacidad y el esfuerzo del individuo; al caduco sistema feudal;
y al poder absoluto justificado tan sólo por su origen “divino”.
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La difusión de las ideas ilustradas fue desigual. La publicación de la
Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, de las artes y de los
oficios supuso uno de los esfuerzos más significativos para compilar en
una obra monumental todo el saber científico y cultural del momento. En
ella colaboraron los intelectuales más activos que recibieron el nombre de
“filósofos”. Se pretendía poner al alcance del público todos los
conocimientos y descubrimientos. Los nuevos espacios públicos (los
salones y las academias) contribuyeron en gran manera a la difusión de la
ciencia, el pensamiento, la literatura y el arte. Sin embargo, la Ilustración
fue un movimiento minoritario.
5.1. El pensamiento político
Entre los escritores de la Ilustración hubo muchos que recibieron el
nombre de “filósofos”. Propugnaban la libertad de pensamiento y
expresaban su rechazo a la monarquía absoluta, a los privilegios, al
tradicionalismo y a la intolerancia religiosa. Afirmaban que todos los
hombres poseen unos derechos naturales y que los gobiernos se han
creado con el fin de garantizar esos derechos. Los ilustrados defienden la
teoría del “contrato social” y coinciden en criticar y rechazar el origen
divino de la monarquía.
Entre los pensadores políticos ilustrados destacan los siguientes:
John Locke (1632-1704), en sus Dos tratados sobre el gobierno civil
(1690), expone que la sociedad civil surgió de un contrato entre los
individuos que acordaron libremente abandonar el estado de naturaleza
para constituir una sociedad civil con el fin de garantizar mejor sus
derechos (la vida, la libertad y la propiedad). consideraba la monarquía
absoluta incompatible con la sociedad civil, y defiende que el poder
ejecutivo y el poder legislativo supremo estén separados.
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El barón de Montesquieu (1689-1755), en su obra El espíritu de las
leyes (1748) explica que no hay un sistema perfecto de gobierno para
todos los países, pero no obstante rechaza la monarquía absoluta
existente en Francia y se declara partidario de un sistema de gobierno
similar al inglés: una monarquía moderada, en la que la libertad se halle
asegurada por la división de los poderes, de tal modo que cada uno de los
poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) pudiera controlar a los otros dos.
Por su parte, Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), en el Contrato
Social (1762) nos muestra que el estado social establecido no es el natural,
pero aun- que éste ha destruido la inocencia y la libertad primitiva del
hombre al menos debe ofrecerle a cambio algo mejor. El contrato entre
gobernantes y gobernados debe actuar, por tanto, en beneficio de lo que
Rousseau llama la “voluntad general” y la formulación de buenas leyes
iguales para todos. Esta concepción de la “voluntad general” se identifica
con el pueblo. Por primera vez se afirma el principio de la soberanía
popular, cuya influencia será enorme en el contexto de las revoluciones
liberales posteriores.
5.2. El pensamiento económico
La ideas ilustradas en el ámbito de la economía dieron lugar a dos
doctrinas: la fisiocracia y el liberalismo económico. La fisiocracia, según
uno de sus máximos teóricos, F. Quesnay, descansa en el principio de que
la única fuente de riqueza es la agricultura mientras que el comercio no
es productivo y la industria sólo trabaja con productos procedentes de la
tierra, los transforma pero no crea riqueza. Por ello, el principal grupo
social es el de los propietarios de la tierra y los cultivadores; los demás
son personas “estériles”. Un discípulo de Quesnay, Turgot, ministro de
Luis XVI, fue el iniciador del liberalismo económico en Francia, al indicar
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que se debe dejar en libertad al individuo para producir y fijar los precios y
salarios, expresado en la conocida máxima: Laissez faire, laissez passer, le
monde va de lui même (Dejad hacer, dejad pasar, el mundo marcha por sí
solo).
Pero el verdadero creador de la doctrina del liberalismo económico
fue el escocés Adam Smith (1723-1790). Según él la verdadera riqueza de
un país reside en el trabajo de sus habitantes. Para ello el hombre debe
actuar bajo el impulso de su interés personal (individualismo económico)
y realizar la actividad económica que mejor le parezca, sometido
únicamente a las “leyes naturales” de la oferta y de la demanda. Para
conseguir esa libertad de acción, los gobiernos deben conceder una
libertad en la producción nacional y en el comercio internacional
(liberalismo económico).
Por lo tanto, condena las reglamentaciones y los obstáculos al libre
comercio y defiende el librecambio. Smith cree firmemente que de este
libre juego de las “leyes naturales” toda la sociedad consigue ventajas.