Tema 1. Historia y Conceptualizacion de La Psicopatia
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MÓDULO IMÓDULO IMÓDULO IMÓDULO I
José Manuel
Pozueco Romero
Experto en Psicología Criminal y Forense
TEMA
1
HISTORIA Y HISTORIA Y HISTORIA Y HISTORIA Y CONCEPTUALIZACIÓN DE CONCEPTUALIZACIÓN DE CONCEPTUALIZACIÓN DE CONCEPTUALIZACIÓN DE
LA PSICOPATÍALA PSICOPATÍALA PSICOPATÍALA PSICOPATÍA
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO: Psiquiatria.com / EduSalud (Campus Virtual) José Manuel Pozueco Romero
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PSICÓPATAS: Perfil, Crimino-Patología e Intervención TEMA 1 Febrero – Marzo 2011 (3ª Edición) Historia y Conceptualización de la Psicopatía
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MÓDULO I: Perfil Psico-Social y Criminológico del Psicópata
1. INTRODUCCIÓN
2. HISTORIA DEL CONCEPTO DE PSICOPATÍA
2.1. ANTECEDENTES REMOTOS: DESCRIPCIONES GENERALISTAS
2.2. ANTECEDENTES PROXIMALES: CONCEPTOS AMBIGÜOS
Controversia y Debate 1. Los sabios inmorales y los imbéciles morales: ¿Quién es quién?
2.2.1. Los moralistas
A. PHILIPPE PINEL (1801): La manie sans délire (manía sin delirio)
B. BENJAMIN RUSH (1812): La moral derangement (depravación moral)
C. JAMES COWLES PRICHARD (1835): La moral insanity (locura moral)
D. JEAN-ETIENNE DOMIQUE ESQUIROL (1838): La monomanía afectiva
2.2.2. Los degeneracionistas y hereditaristas
A. BÉNEDICT-AUGUSTE MOREL (1857): La folié des dégenerés (locura de los degenerados)
B. CESARE LOMBROSO (1876): El criminal nato y atávico
C. JULIUS LUDWIG AUGUST KOCH (1888, 1891): La inferioridad psicopática
2.2.3. Los psicopatólogos y sociólogos
A. EMIL KRAEPELIN (1896, 1904): Los estados psicopáticos y las personalidades psicopáticas
B. ADOLF MEYER (1903, 1905): La inferioridad constitucional
C. KARL BIRNBAUM (1909, 1914): La aparición del término sociopático
D. KURT SCHNEIDER (1923): Las personalidades psicopáticas
E. BENJAMIN KARPMAN (1923) y GEORGE EVERETT PARTRIDGE (1930): La sociopatía
2.3. POSICIONES MODERNAS: PERSONALIDAD, PSICOANÁLISIS Y COGNITIVISMO
2.3.1. HANS JÜRGEN EYSENCK (1957, 1970): Los psicópatas extrovertidos
2.3.2. OTTO KERNBERG (1970, 1989): Las personalidades antisociales y narcisistas
2.3.3. AARON T. BECK y A. FREEMAN (1990): Las creencias disfuncionales
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO: Psiquiatria.com / EduSalud (Campus Virtual) José Manuel Pozueco Romero
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2.4. POSICIÓN ACTUAL DEL TÉRMINO: CLECKLEY Y HARE
2.4.1. La perspectiva de HERVEY MILTON CLECKLEY (1941-1976): Los psicópatas “clínicos” y la demencia
semántica
2.4.2. La perspectiva de ROBERT D. HARE (1980-2003): Los psicópatas “puros”
3. CONCEPTUALIZACIÓN DE LA PSICOPATÍA
3.1. EL CONSTRUCTO DE PSICOPATÍA: ¿QUÉ ES UN PSICÓPATA?: LOS 20 RASGOS DE LA PSICOPATÍA
3.2. LAS DOS PERSPECTIVAS CONCEPTUALIZADORAS DE LA PSICOPATÍA
3.2.1. El enfoque de la personalidad
3.2.2. La perspectiva conductual
3.3. CATEGORIZACIÓN Y DIMENSIONALIDAD DE LA PSICOPATÍA: ¿CATEGORÍA CONTINUA O DISCRETA?
Controversia y Debate 2. ¿Ser más o menos psicópata?
4. RESUMEN Y CONCLUSIONES
5. EVALUACIÓN DEL TEMA 1
PSICÓPATAS: Perfil, Crimino-Patología e Intervención TEMA 1 Febrero – Marzo 2011 (3ª Edición) Historia y Conceptualización de la Psicopatía
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TEMA 1
HISTORIA Y CONCEPTUALIZACIÓN
DE LA PSICOPATÍA
JOSÉ MANUEL POZUECO ROMERO
Doctorando en Psicología
La Historia nos permite, de un modo u otro, poner las cosas en su sitio, al menos hasta donde alcancen las fuentes
bibliográficas consultadas. Más que ningún otro, sin duda, el moderno concepto de psicopatía tiene unos orígenes realmente
imprecisos, aunque bien podemos señalar que su reciente historia cuenta ya con más de 200 años. Los términos que se han
venido empleando para categorizar al psicópata han sido, ciertamente, muy variopintos: desde imbéciles morales hasta
degenerados constitucionales, desde maníacos sin delirio hasta locos morales, etc. Qué duda cabe que cada autor ha
proporcionado su pequeña contribución (más o menos acertada) al respecto, y autores sobre el concepto de psicopatía,
como veremos en este primer tema, desde luego sobran, pero no conviene olvidar esta porción de historia.
Por otro lado, la moderna conceptualización de la psicopatía tampoco está exenta de problemas. Las perspectivas
clínica y conductual han estado (y están) fuertemente confrontadas en esta conceptualización, ya que mientras la una (la
primera) pone el énfasis en los rasgos cognitivos, de personalidad y emociones del psicópata, la otra (la segunda) se centra
en las conductas observables, fundamentalmente las de tipo antisocial y criminal. Finalmente, la categorización de la
psicopatía como un continuo o como un taxón es otra de las problemáticas que frecuentemente circundan en torno a la
psicopatía, problemática que ha dado lugar a la hipótesis de que algunas personas puedan ser más o menos psicópata.
Palabras clave: antisocial, perspectiva clínica, perspectiva conductual, psicópata, sociópata.
La historia es el mejor antídoto contra la nostalgia.
LUIS ROJAS MARCOS
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO: Psiquiatria.com / EduSalud (Campus Virtual) José Manuel Pozueco Romero
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1.
INTRODUCCIÓN
En torno al concepto de psicopatía existe una vasta y variada literatura en la cual se puede constatar
la importancia creciente que ha alcanzado esta anomalía de la personalidad, principalmente en los dos últimos
siglos. Así, pues, no es extraño encontrar diversas definiciones y redefiniciones que intentan acercarse a una
delimitación clara de sus características clínicas y de su diagnóstico, lo cual refleja la complejidad del fenómeno
que estudiaremos a lo largo del Curso.
Siguiendo un cierto orden histórico, en primer lugar comenzaremos repasando algunos autores que, si
bien desconocían por completo el concepto en sí mismo, lo cierto es que nos legaron algunas descripciones
generalistas que en algunos aspectos definían parte de la personalidad del psicópata. En segundo lugar
realizaremos una breve revisión de algunos de los autores que han influido en la evolución histórica del
concepto de psicopatía. Finalmente nos centraremos en mayor profundidad en las tesis de HERVEY M. CLECKLEY y
de ROBERT D. HARE, cuyos planteamientos son los dos más relevantes en la construcción del moderno concepto
de psicopatía que está en la base de la escala de evaluación de la misma.
Como parte final de este primer tema, trazaremos un retrato robot de las 20 características o rasgos
definitorios esenciales de la psicopatía, en forma de listado, que nos servirá de referencia para posteriormente,
en el Tema 2, entrar de lleno en los pormenores de cada uno de estos rasgos psicopáticos. Tras haber expuesto
las 20 razones que definen y caracterizan al psicópata, finalizamos este Tema 1 entrando en dos problemáticas
frecuentes que aún hoy día rodean al estudio y comprensión de la psicopatía: me estoy refiriendo tanto a los
dos perspectivas conceptualizadoras de la psicopatía (la cognitiva y la conductual) como a la abierta discusión
de si este concepto constituye una dimensión continua (que implicaría la posibilidad de ser más o menos
psicópata) o una categoría discreta (que implicaría únicamente la posibilidad de ser psicópata o no serlo, sin
grados de ningún tipo).
¿Cuáles son los motivos que nos empujan a los investigadores a comenzar siempre el tema de la
psicopatía con la exposición de una revisión histórico-conceptual que pudiera resultar tediosa para algunos y
amena para otros? La razón principal es muy sencilla: durante más de 200 años de historia, al psicópata se lo
ha venido denominando de una variedad de formas, con una multitud de conceptos, algunos más acertados que
otros, pero ninguno dando en el clavo tanto como las propuestas de los doctores CLECKLEY y HARE. Aun así, la
impresión general de la mayoría de los estudiosos de la psicopatía es que no parece bastar con explicar los
orígenes del término para que muchas personas legas en la materia y muchos profesionales sigan albergando
ideas estereotipadas al respecto. Sea como fuere, lo que parece estar claro es que el concepto de psicopatía
tiene una historia que se hace necesario conocerla para, al menos, tener constancia de que el empleo de
cualquier otro término intercambiable no pertenece al amplio cuerpo de investigación científica.
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2.
HISTORIA DEL CONCEPTO
DE PSICOPATÍA
2.1. ANTECEDENTES REMOTOS:
DESCRIPCIONES GENERALISTAS
Yéndonos mucho “por las ramas”, como suele decirse coloquialmente, podemos llegar incluso al mismo
período histórico de antes de nuestra Era y del que todos conocemos la influencia y pensamiento de aquellos
filósofos griegos que ya son clásicos entre los clásicos. Así, dentro de la tradición griega filosófico-médica, un
tal TEOFRASTO (372–287 a.C.) describió, en su obra Los Caracteres, a lo que él llamó el hombre sin escrúpulos
de la siguiente manera:
El hombre sin escrúpulos pedirá prestado más dinero a una persona a la que nunca le haya devuelto nada… Cuando
vaya a hacer la compra, le recordará al carnicero que éste le ha quedado algo a deber y le pedirá a cambio algo de carne, Y,
si puede, huesos para el caldo. Si la estratagema tiene éxito, mucho mejor; si no, comprará un trozo de tripa y se irá riendo
(citado en WIDIGER, CORBITT y MILLON, 1992, p. 63).
Sin embargo, al igual que sucedió en el caso de HIPÓCRATES y del resto de sus coetáneos, TEOFRASTO
nunca empleó el término “psicopatía” para referirse al tipo de carácter por él denominado como hombre sin
escrúpulos. Ahora, eso sí, la descripción de este tipo de carácter es un fiel reflejo de algunas de las
características actuales que definen el concepto de psicopatía: una persona sin escrúpulos, es decir, sin
remordimientos ni sentimientos de culpa ni de vergüenza; una persona que no es capaz de ponerse en la
situación de los demás (incapaz de empatizar).
Dando un gran salto en la historia, nos situamos ahora en el período comprendido entre la Edad Media
y la Ilustración. Al igual que cualquier tipo de manifestación psicopatológica y/o conducta anormal, la conducta
psicopática era entendida en estas fechas siempre como resultado de posesiones demoníacas y de brujería.
Así, por ejemplo, si tenías epilepsia, esas convulsiones típicas de la misma se debían, según los santeros de
aquel entonces, a que la persona doliente tenía dentro de sí al diablo.
A partir del inminente declive religioso y la llegada de la Ilustración, afortunadamente se producen
algunos cambios en el pensamiento social general que se reflejan, de un modo ostensible, en el estudio de la
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delincuencia y de la conducta anormal en general. A partir de entonces, la atención pública abandona la
preocupación por el alma pecadora del delincuente para centrarse en el entorno que la produce. Las teorías
simplistas son desechadas y los investigadores dirigen su mirada ante la diferente naturaleza de los diversos
tipos de criminales (MCCORD, 1982).
Aunque, ciertamente, la historia y la literatura dan muestras constantes de la existencia de la
psicopatía, su clasificación diagnóstica realmente comienza, no sin pocos batacazos, en el siglo XIX,
concretamente en 1801 y 1809, con la primera aportación del médico-psiquiatra francés PHILIPPE PINEL. Como
veremos a continuación, con estos autores aparecen calificativos como manía sin delirio, locura moral, locura
de los degenerados, imbecilidad moral, delincuencia congénita, etc. (EYSENCK y EYSENCK, 1978), todos ellos
pretendiendo, de un modo u otro, caracterizar al psicópata –aunque un poco ambiguamente– tal como lo
conceptualizamos hoy día.
2.2. ANTECEDENTES PROXIMALES:
CONCEPTOS AMBIGUOS
El concepto actual de psicopatía –que todavía permanece abierto– es el resultado de varios siglos de
investigación y especulación clínica por parte de psiquiatras y psicólogos europeos y norteamericanos. Son
múltiples los trabajos en los que se ha revisado de forma detallada la evolución de este concepto teniendo en
cuenta la evolución de la Psiquiatría y las corrientes de pensamiento predominantes en cada época (véanse, por
ejemplo: BERRIOS, 1993, 1996; BLACKBURN, 1998a; CLECKLEY, 1976; COID, 1993; COOKE, FORTH y HARE, 1998;
DOREN, 1987; HARE, 1996a, 1998a; HARE y SCHALLING, 1978; KERNBERG, 1984; MCCORD y MCCORD, 1964; MELOY,
1988; MILLON, SIMONSEN y BIRKET-SMITH, 1998; PICHOT, 1978; WERLINDER, 1978).
En estos trabajos queda patente la importancia creciente que ha alcanzado esta anomalía de la
personalidad, sobre todo en los dos últimos siglos. Ahora bien, este camino no ha estado exento de
controversia, lo que refleja la complejidad del fenómeno que se pretende abordar. Parte de esta confusión se
deriva del uso de términos diferentes (locura moral, personalidad psicopática, psicopatía, sociopatía,
personalidad antisocial, etc.), olvidando que distintos términos no siempre reflejan distintos conceptos, o que
un mismo término puede hacer referencia a diferentes conceptos (WERLINDER, 1978).
Como decíamos, referencias a individuos que actualmente serían considerados psicópatas se pueden
encontrar en fuentes históricas y literarias muy antiguas. Sin embargo, los primeros intentos por delimitar los
comportamientos psicopáticos datan de finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Antes de pasar al siguiente acápite, merece la pena, siquiera sea sólo a modo de controversia, reparar
en el calificativo de imbéciles morales, ya que miga parece ser que tuvo desde antaño y, según parece
también, incluso hoy día siguen resonando ciertos ecos al respecto. Así, en la siguiente Controversia y
Debate 1 nos vamos a detener brevemente en este antiguo y actualizado concepto de los imbéciles morales,
sobre todo porque fue un concepto que dominó entre los moralistas y el cual, aunque con algunos matices,
también infectó a los degeneracionistas y al resto de autores enmarcados en las diversas escuelas.
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CONTROVERSIA Y DEBATE 1
Los Sabios Inmorales y los Imbéciles Morales: ¿Quién Es Quién?
Como acertadamente apostilla FRANCISCO PÉREZ
FERNÁNDEZ (2005) en su libro Imbéciles Morales, la
historia del crimen, y de los criminales, es tan antigua
como la del llamado oficio más viejo del mundo, pero su
caracterización, su análisis riguroso, pertenece
fundamentalmente a esas décadas tan convulsas que se
sitúan en el paso entre los siglos XIX y XX. En esas
décadas se produce una psiquiatrización y
criminalización de innumerables conductas humanas,
fundamentalmente aquellas consideradas molestas,
desagradables, incivilizadas; así, el que no era un
“loco”, era un delincuente, y, si no, un psicópata, a su
manera, a la de aquellos tiempos, pero un psicópata al
fin y al cabo.
Este proceso de psiquiatrización y criminalización lo
abanderaron como FOREL, LOMBROSO, MOREL, GAROFALO, FERRI,
CHARCOT, MAGNAN y tantos otros que desfilan por las
páginas de los textos de Psiquiatría, Psicología Criminal
y Criminología. Todos estos autores creen estar
haciendo ciencia y, a la vez, un gran servicio a la
humanidad al identificar a sus elementos anómalos y
extirparlos del tejido social que así dejan sano y
lustroso. Pero no parecen darse cuenta, o hacen como si
tal cosa, de que tal psiquiatrización/criminalización
desmedida se basa en la creación y asunción de una
moral científica, sustituta de la divina, que identifica las
costumbres del burgués occidental con el canon de
conducta universal.
Uno de los discípulos de estos artífices de las teorías
de la degeneración, MAX NORDAU, hace la labor del
divulgador llevando tales ideas al público ilustrado,
siempre ávido de conocimientos que ignora en su más
profundo sentido. En una de sus ilustradas conferencias,
NORDAU asestaba lo siguiente:
«¿Cuáles son los elementos psicológicos de la
tendencia criminal? (...) Egoísmo profundo,
anestesia moral –correspondiente a una
hiperestesia del sistema nervioso que suprime la
simpatía con el sufrimiento del otro–, debilidad
de voluntad, falta de precisión, incapacidad de
atención, y en consecuencia, de resistir a los
impulsos momentáneos. Ahora bien, todos esos
elementos los hallamos a la perfección no sólo
entre los salvajes, sino también entre los niños
de los pueblos civilizados (...) El salvaje es pues,
un criminal nato inconsciente de su criminalidad;
el niño es atávicamente un pequeño salvaje en
espera de que la civilización le civilice, y el
criminal nato, un salvaje atávico que vive en la
civilización, diferente del niño en que la
educación no tiene capacidad sobre él».
Lamentablemente, muchas personas han de sufrir
las consecuencias de tales ideas llevadas a la práctica, y
quizás uno de los casos más notables, por su sinrazón,
lo protagoniza OSKAR PANIZZA. Se trata de un escritor (y
médico) alemán al que PRESCHER define como “el más
insolente y atrevido, el más ingenioso y el más
revolucionario profeta de su tierra” y TUCHOLSKY como “la
figura más odiosa, la más disonante de toda nuestra
literatura actual (...) nadie ha atacado con tanta
brutalidad como él, en los tiempos del Reich alemán, a
la Iglesia católica y al Papa, a los alemanes y al
Emperador”. La historia de su relación con jueces y
psiquiatras comienza con la publicación en Múnich, en
1891, de una de sus conferencias, Genio y Locura, que
le supone ser depuesto inmediatamente de su grado de
médico asistente de la clase; uno de sus cuentos, El
Crimen de Tavistock Square, le vale en el mismo año
una denuncia ante el tribunal de buenas costumbres;
dos años más tarde publica La Inmaculada Concepción
de los Papas, escrito satírico en el que aboga por
extender tal dogma a los Papas, obra secuestrada por la
policía y prohibida en Alemania; y tal persecución se
desafora tras la publicación, en 1895, de su obra
principal, El Concilio del Amor, donde explica el
desencadenamiento de la sífilis a finales del siglo XV
como un castigo divino debido a los desenfrenos
eróticos de la corte papal de Alejandro VI, libro por el
que el tribunal le condena a prisión. A partir de aquí,
PANIZZA inicia un periplo por diferentes países europeos,
huyendo de los escándalos que generan sus obras y que
le suponen un rosario de condenas y de internamientos
en prisión y en manicomios, viviendo en carne propia el
aforismo de KRAUS según el cual «Los psiquiatras
reconocen a los locos de una vez por todas en que se les
nota muy alterados cuando se les encierra».
Obviamente, los desmanes científicos a los que se
abandonan jueces y psiquiatras no dejan de tener sus
detractores. PANIZZA, que tras lo dicho puede inferirse
que sabe muy bien de lo que habla, escribe Psicosis
Criminal en 1898, mientras huye de la justicia, obra a la
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que da un subtítulo que hace innecesario todo
comentario: Libro de consulta para médicos profanos,
juristas, tutores, funcionarios públicos, ministros, etc.,
para diagnóstico de las enfermedades políticas del
cerebro. Y otro de estos críticos, de los más agudos, es
el mismo KRAUS, quien escribe sobre la ampliación de la
teoría de la degeneración y su aplicación al mundo
literario y artístico que lleva a cabo el citado NORDAU:
«Así que al señor NORDAU se le ha ofrecido la
ocasión de orinar en la tumba de FLAUBERT. Le
achaca “delirios de grandeza” por haber
despreciado siempre a horteras y filisteos, del
tipo del señor NORDAU. “Sus juicios sobre los
seres humanos carecen de toda consideración,
de todo amor al prójimo. Las palabras que más
a menudo tiene en la boca son idiota, cretino,
bestia o majadero”. ¡Y eso lo dice el señor
NORDAU, que ha declarado cretino a MAETERLINCK,
desequilibrado a MALLARMÉ, idiota a d'AUREVILLY,
paralítico a HUYSMANS, majadero a GOBINEAU,
delirantes a Flaubert y BAUDELAIRE, indecente a ZOLA,
erotómano demente a MAUPASSANT, a los
hermanos GONCOURT, verborreicos cuya afección
principal es recoger orinales, mamarracho a
PUVIS DE CHAVANNE y chapucero a RODIN!».
Debemos tener bien presentes las consecuencias
sociales de estas teorías, pues en muchos casos las
ideas y preocupaciones de los autores que han tratado
el tema y que aparecen en cientos de libros, por muchas
décadas que nos separen de ellos, se parecen
asombrosamente a las nuestras, e incluso las soluciones
que dan a estos problemas son idénticas, obviando el
hecho de que nuestra mayor parafernalia técnica
disimula las soluciones dándoles un aspecto de
tecnología de altos vuelos. En suma, algunos parecen
pensar igual que los de antaño, sólo que ahora las cosas
se dicen con otras palabras y, claro está, empleando la
hiper-recurrida muletilla de “en nombre de la ciencia”.
¿Sabios aquellos –los de antaño–, y éstos –los de
ahora–? Puede que sí, pero inmorales, sin duda. No
podemos dejar de recordar las funestas secuelas que
desencadenan tales planteamientos al caer en manos de
políticos sátrapas y militares sanguinarios, sobre todo en
la primera mitad del siglo XX: depuraciones raciales,
políticas, ideológicas..., con los horrores del nazismo a
la cabeza; y hoy en día, de manera más solapada, tales
ideas continúan entre nosotros: sólo hemos de raspar el
ligero barniz de nuestra civilizada modernidad,
amparada en ese odioso tópico de “lo políticamente
correcto” –o ser “diplomático”, como sinónimo de
“cortés”–, para verlas brillar de nuevo.
De manera más o menos ingeniosa, a quien fuera se
le ocurrió inventarse el calificativo de imbéciles
morales para agrupar a todos aquellos sujetos que, aun
a pesar de no estar “locos”, es como si necesaria e
invariablemente tendieran al crimen/delito por el mero
hecho de su imbecilidad moral o supuesta inadaptación
e incomprensión a y de las normales reglas de la
sociedad. Es decir, que aquellos que sí comprendieran
dichas normas pero se las saltasen sin el mismo tipo de
escrúpulos que los anteriores, sin embargo, no sería tan
imbéciles morales como los primeros. Disquisiciones a
parte e independientemente de lo acertado o no del
término, si a los psicópatas se les considerara como de
imbéciles morales sólo podría hacerse en el supuesto
entendimiento de que ni siguen ni veneran la misma
moral que a la gran mayoría nos guía. Ahora, eso sí: de
imbéciles no tienen “ni un pelo”, como suele decirse
coloquialmente.
En cualquier caso, las enseñanzas que pregonaron
autores como NORDAU, PANIZZA y tantos otros no eran,
ciertamente, de una moral normal que digamos. Si bien
su sapiencia y cultura la emplearon para difundir teorías
de aquel calibre, la forma en que lo hicieron carecía de
tan pocos escrúpulos como la misma conducta que hoy
día guía las acciones de los psicópatas integrados.
FUENTE: Elaboración propia a partir de: POZUECO ROMERO, J. M. (2010, en prensa). Psicópatas integrados. Perfil psicológico y personalidad: La
mitad de su máscara. [Libro en prensa, en proceso de maquetación para su publicación].
Lamentablemente, las ideas mezquinas y difusiones de aquellos puntos de vista que acabamos de ver,
sin duda ejercieron su influjo en los años venideros, y buena muestra de ello son los conceptos tan ambiguos
que muchos autores emplearon para calificar al psicópata tal como lo entendemos en la actualidad.
Aunque en los siguientes acápites exponemos las corrientes o enfoques más destacados sobre el
concepto de psicopatía, así como los autores más notables en cada uno de ellos, sirvan los siguientes Cuadro 1
y Cuadro 2 como recorrido histórico general a modo de síntesis de todos los autores e instituciones que, de un
modo u otro, han tenido que ver con el estudio de este concepto.
PSICÓPATAS: Perfil, Crimino-Patología e Intervención TEMA 1 Febrero – Marzo 2011 (3ª Edición) Historia y Conceptualización de la Psicopatía
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CUADRO 1. El concepto de psicopatía a través de los tiempos y según los distintos autores
AUTOR Y FECHA
TÉRMINO
CARACTERÍSTICAS
THEOPHRASTUS (372-287 a.C.)
Hombre sin escrúpulos
Individuo moroso, cruel.
PHILIPPE PINEL (1801)
Manía sin delirio
Actos impulsivos, pero facultades cognitivas intactas.
BENJAIN RUSH (1812)
Depravación moral
Insensibilidad moral de los psicópatas como un defecto congénito.
JAMES C. PRICHARD (1835)
Insania/locura moral
Introduce el componente moral y los considera perversos y depravados.
JEAN-ETIENNE D. ESQUIROL (1838)
Monomanía afectiva
Todos los trastornos mentales con alteración de aspectos emocionales.
BÉNEDICT-AUGUSTE MOREL (1857)
Locura de los degenerados
Desviación hereditaria de la personalidad.
RICHARD VON KRAFFT-EBBIBG (1867)
Sadismo, psychopathia sexualis
Exageración de los impulsos sexuales normales con tendencias agresivas.
CESARE LOMBROSO (1876)
Criminal nato y atávico
Estigmas físicos y hereditarios.
J. L. AUGUST KOCH (1888, 1891)
Inferioridad psicopática
“Inferioridad” porque su constitución cerebral era considerada inferior, y “psicopática” debido a que todos los trastornos de la personalidad eran denominados así.
EMIL KRAEPELIN (1896, 1904)
Personalidades psicopáticas
Deficientes en afecto y volición.
ADOLF MEYER (1903, 1905)
Inferioridad constitucional
Trastorno mental caracterizado por un carácter peculiar y diferente.
KARL BIRNBAUM (1909, 1914)
Sociopatía
Diferenciación entre el comportamiento antisocial y la psicopatía.
KURT SCHNEIDER (1923)
Personalidades psicopáticas
Todos los subtipos de trastornos de la personalidad son personalidades psicopáticas.
WILHEM REICH (1925)
Carácter impulsivo
El superego no consigue tomar parte en la batalla del control de los impulsos entre el ego y el id.
R. C. CORIAT (1927)
Psicopatía constitucional
Carácter antisocial fijado en etapas tempranas. Complejo de Edipo no resuelto.
EMILIO MIRA Y LÓPEZ (1939)
Psicópatas perversos
A caballo entre los delincuentes morales y los amorales.
HERVEY M. CLECKLEY (1941)
Psicópatas “clínicos”
Delincuentes y no delincuentes que eran sus pacientes psiquiátricos.
HARRISON G. GOUGH (1948)
Teoría sociológica de la
psicopatía
Deficiencia en la habilidad de role-playing (representar un papel).
H. J. EYSENCK (1957)
Psicópatas extrovertidos
Disposición temperamental a la extroversión que les hace propensos a los comportamientos antisociales.
BENJAMIN KARPMAN (1961)
Psicópatas depredadores y
parásitos
Personas insensibles, emocionalmente inmaduras, desdobladas y carentes de real profundidad.
SILVANO ARIETI (1967)
Psicópatas simples y complejos
Deseo irrefrenable de satisfacer las propias conveniencias, cada subtipo de un modo distinto.
ROBERT D. HARE (1970)
Psicópatas primarios
Los mismos que los de CLECKLEY.
CATHY SPATZ WIDOM (1977)
Psicópatas no institucionalizados
Psicópatas no criminales que reúnen todos los rasgos psicopáticos, con excepción de los que comportan conductas delictivas.
ROBERT D. HARE (1980, 1985)
Psicópatas “puros” o criminales
Psicópatas criminales que reúnen todos los rasgos psicopáticos incardinados en el PCL-R.
OTTO KERNBERG (1984)
Narcisismo maligno
Hombre sin escrúpulos.
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO: Psiquiatria.com / EduSalud (Campus Virtual) José Manuel Pozueco Romero
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R. C. CLONINGER (1987)
Personalidad antisocial
Trastorno de origen neurobiológico.
AARON T. BECK y A. FREEMAN (1990)
Psicópatas o antisociales
Creencias disfuncionales de sí mismos.
PAUL BABIAK (1994)
Psicópatas con éxito
Psicópatas no criminales estudiados en el ámbito empresarial (BABIAK) o integrados entre nosotros (GARRIDO), y que reúnen todos los rasgos psicopáticos, con excepción de los que comportan conductas delictivas.
VICENTE J. GARRIDO GENOVÉS (2000)
Psicópatas integrados
FUENTE: Elaboración propia a partir de: POZUECO ROMERO, J. M. (2001). Delincuentes violentos y P.R.O.D.E.V.I.: Programa de Reeducación del
Delincuente Violento. Tesina de Licenciatura en Psicología. Valencia: Departamento de Departamento de Psicobiología y Psicología Social,
Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia (Inédito).
CUADRO 2. Términos de la APA (DSM) y la OMS (CIE-10 / ICD-10) para denominar y categorizar la psicopatía
MANUAL Y AÑO
TRASTORNO
CARACTERÍSTICAS
DSM-I (1952)
Trastorno sociopático de la personalidad o reacción
antisocial
Individuos de comportamiento habitualmente antisocial, que se muestran siempre inquietos, incapaces de extraer ninguna enseñanza de la experiencia pasada ni de los castigos recibidos, así como también de mostrar verdadera fidelidad a una persona, a un grupo o a un código determinado.
DSM-II (1968)
Personalidad antisocial
Impulsivo, egoísta, superficial.
DSM-III (1980)
Trastorno Antisocial de la Personalidad (TAP)
Inclusión de comportamientos antisociales repetitivos y crónicos como criterio necesario y suficiente.
DSM-III-R (1987)
TAP
Inclusión del criterio “carencia de remordimientos”.
DSM-IV (1994)
TAP
Inclusión de síntomas tradicionalmente atribuidos a la psicopatía.
DSM-IV-TR (2000)
TAP
CIE-10 (1992)
Trastorno Disocial de la Personalidad
Baja tolerancia a la frustración, agresividad y violencia.
FUENTE: Elaboración propia a partir de: POZUECO ROMERO, J. M. (2003). Psicopatía y evaluación psicológica-forense de la peligrosidad: Prognosis
criminal. Trabajo de Prácticas del “Diploma en Psicología Jurídica y Forense”. Madrid: Departamento de Psicología Social, Facultad de Psicología,
Universidad Complutense de Madrid (Inédito).
Huelga decir que ninguna de las categorías de trastornos de la personalidad recogidos en el Cuadro 2
por las dos instituciones oficiales de Psiquiatría y Psicología son sinónimos de psicopatía. Además de por el
hecho de que la psicopatía no es ningún trastorno mental incluible en las nosologías psiquiátricas, esos
trastornos de la personalidad sólo recogen parte del síndrome más completo de la psicopatía.
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2.2.1. LOS MORALISTAS
A. PHILIPPE PINEL (1801): LA MANIE SANS DÉLIRE
(MANÍA SIN DELIRIO)
A pesar de la importancia de los trabajos que luego veremos de BENJAMIN RUSH, tradicionalmente se ha
considerado que el origen del concepto de psicopatía se debe al psiquiatra francés PHILIPPE PINEL, En 1801, este
autor acuñó la expresión manie sans délire (manía sin delirio) para describir un trastorno mental de
naturaleza básicamente emocional, caracterizado por la ausencia completa de restricciones en la conducta y por
una falta de remordimientos. Con este término se identificaba a aquellos pacientes que se comportaban de
forma impulsiva, arriesgada y violenta, a pesar de no presentar deficiencias en su capacidad de razonamiento.
Según MILLON, SIMONSEN y BIRKET-SMITH (1998), los psicópatas son capaces de darse cuenta de la
irracionalidad de lo que hacen, sólo que les trae sin cuidado. Es precisamente a PINEL a quien, generalmente, se
le da el crédito de reconocer a este tipo de locura como un trastorno mental específico (SMITH, 1978; ARRIGO y
SHIPLEY, 2001), el cual no necesariamente implicaban la presencia de un déficit de razonamiento.
B. BENJAMIN RUSH (1812): LA MORAL DERANGEMENT
(DEPRAVACIÓN MORAL)
En 1786, el médico norteamericano BENJAMIN RUSH publicó un ensayo en el que reconocía la existencia
de un cuadro clínico caracterizado por una disminución o ausencia total de la facultad moral, lo que dificultaba
la habilidad del individuo para comportarse adecuadamente sin que ello conllevara un deterioro del
funcionamiento intelectual. En este mismo año, RUSH propuso los términos micronomia y anomia para la
ausencia parcial y total de la facultad moral, respectivamente, entendiendo ésta en su sentido ético, esto es,
como una capacidad de la mente para distinguir y escoger entre el bien y el mal.
No obstante, en su obra de 1812, RUSH sustituyó estos términos por la expresión moral derangement
(depravación moral), tratando de enfatizar que cualquier patología de las facultades mentales, en este caso
la facultad moral, constituía una forma de depravación mental innata (WERLINDER, 1978). De este modo, lo que
hace RUSH es introducir una dimensión moral a los postulados de PINEL, al describir a un tipo de sujetos
poseedores de una depravación moral innata «en la que probablemente haya una organización original
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defectuosa en las partes del cuerpo relacionadas con las facultades morales de la mente» (MILLON y DAVIS, 1998,
p. 448). Caracteriza, además, a estos sujetos como poseedores de un patrón de irresponsabilidad de larga
evolución, el cual no iría acompañado de la respectiva culpa, vergüenza o duda sobre las consecuencias
destructivas de sus acciones. De esta forma, RUSH pasa a ser el iniciador de la práctica de condena social contra
los individuos etiquetados con estas características, fenómeno que, según ARRIGO y SHIPLEY (2001), se extendió
posteriormente por muchos años.
C. JAMES COWLES PRICHARD (1835): LA MORAL
INSANITY (LOCURA MORAL)
La línea de pensamiento de los moralistas que acentuaban la alteración de los aspectos emocionales se
desarrolló principalmente en Inglaterra, donde el psiquiatra JAMES C. PRICHARD (1835) introdujo el concepto de
moral insanity (locura moral) para referirse a la alteración mórbida de los sentimientos e impulsos naturales
sin un deterioro intelectual o de razonamiento, destacando sobre todo la ausencia de ilusiones o alucinaciones.
La locura moral aparece así como una variedad distinta a otras patologías mentales, caracterizada
fundamentalmente por la antisocialidad (WERLINDER, 1978).
PRICHARD (1835) planteó que la locura moral aparecía cuando «los principios activos y morales de la
mente se han depravado o pervertido en gran medida, el poder de autogobierno se ha perdido o a resultado
muy dañado, y el individuo es incapaz, no de razonar a propósito de cualquier asunto que se le proponga, sino
de comportarse con decencia y propiedad en la vida». En este sentido es en el que decíamos que la definía
como una perversión mórbida de los sentimientos, afectos, inclinaciones, hábitos, impulsos y de la disposición
moral, sin que esto conlleve un defecto intelectual o de razonamiento, así como tampoco alucinaciones (ARRIGO
y SHIPLEY, 2001). De este modo, defendió la idea de que el comportamiento de estos individuos se relacionaba
con un defecto del carácter, el cual había que reprender y condenar socialmente (MILLON y DAVIS).
D. JEAN-ETIENNE DOMINIQUE ESQUIROL (1838):
LA MONOMANÍA AFECTIVA
En 1838, JEAN E. D. ESQUIROL, el seguidor más destacado de la escuela de PINEL, incluyó los casos de
psicópatas en una categoría diagnóstica más amplia que denominó monomanie affective (monomanía
afectiva), la cual englobaba todos aquellos desórdenes mentales caracterizados por una alteración de los
aspectos emocionales (WERLINDER, 1978). En otras de sus obras llegó a hablar incluso de una monomanía
homicida, haciendo con ello buena gala del proceso de psiquiatrización/criminalización del que nos hablaba
PÉREZ FERNÁNDEZ (2005) en la Controversia y Debate 1 sobre los imbéciles morales.
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2.2.2. LOS DEGENERACIONISTAS Y
HEREDITARISTAS
A. BÉNEDICT-AUGUSTE MOREL (1857): LA FOLIÉ DES
DÉGENERÉS (LOCURA DE LOS DEGENERADOS)
A mediados del siglo XIX se inició una nueva línea de pensamiento en la Psiquiatría europea basada en
la teoría de la degeneración, que enfatizaba la vulnerabilidad o fragilidad nerviosa y la influencia de los factores
hereditarios en la etiología de los trastornos mentales (PICHOT, 1978). Desde esta perspectiva, el concepto de
psicopatía se seguía definiendo en términos de personalidad anormal, pero sin incluir el comportamiento
antisocial en su definición.
Dentro de esta corriente de pensamiento degeneracionista/hereditarista, el médico francés BÉNEDICT A.
MOREL, uno de los principales precursores de esta corriente, utilizó en 1857 la expresión folié des dégenerés
(locura de los degenerados) para referirse a una desviación hereditaria de la personalidad caracterizada por
la ausencia de planes consistentes, la desorganización de la vida diaria y la ausencia del sentido del deber en
cuestiones relacionadas con la familia y la sociedad (WERLINDER, 1978).
B. CESARE LOMBROSO (1876): EL CRIMINAL NATO Y
ATÁVICO
El italiano CESARE LOMBROSO es el máximo exponente de la denominada Criminología Positivista. En su
obra El Hombre Delincuente propone el concepto de criminal/delincuente nato, postulando que los hombres
estarían determinados biológicamente para el crimen, por lo que la conducta criminal sería una especie de
conducta atávica. Cabe destacar que esta postura fue la dominante hasta principios del siglo XX. Así, LOMBROSO
(1876) se empeñó en estudiar aquellos aspectos que caracterizan a los criminales, y para ello, ni más ni
menos, estableció una serie de rasgos físicos propios de los criminales predispuestos constitucionalmente:
[…] mandíbula grande y proyectada hacia delante, orejas alargadas y frente despejada, eran zurdos y físicamente
robustos, su desarrollo sexual era precoz, presentaban también insensibilidad táctil y agilidad muscular, etc. Desde el punto
de vista comportamental, eran emocionalmente hiperactivos, temperamentalmente irascibles e impetuosos, y presentaban
deficiencias de sentimientos altruistas (LOMBROSO, 1876, p. 450).
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Si la Psiquiatría de aquellos años patologizó a todos aquellos individuos que considerase como
anormales social y estadísticamente, la Criminología incipiente, con retratos robots como este aportado por
LOMBROSO sobre el delincuente nato, criminalizó no sólo a los mismos delincuentes, sino también a cualquier
persona que, por poco que “se resbalase”, incurriere en ciertas conductas antisociales; así, por muy suaves que
fueran éstas, el individuo que las exhibiera ya tenía muchas “papeletas” para convertirse en criminal y, por
supuesto, dejar descendencia criminal (sus hijos, según las tesis lombrosianas, iban a ser/nacer delincuentes
“sí o sí”, sin remedio alguno). Ante la contundencia de estas tesis estigmatizadoras, supongo que cualquier
comentario adicional sobra.
C. JULIUS LUDWIG AUGUST KOCH (1888, 1891):
LA INFERIORIDAD PSICOPÁTICA
En las últimas décadas del siglo XIX, sin embargo, algunos psiquiatras alemanes comenzaron a
plantearse que algunas manifestaciones mentales anómalas no alcanzaban la consideración de trastorno
mental. Por ejemplo, en 1891, J. L. A. KOCH propuso denominar psychopathischen minderwertigkeiten
(inferioridades psicopáticas) a todas las irregularidades mentales (congénitas o adquiridas) que no
conllevaban un retraso o enfermedad mental pero sí un desarrollo anómalo del carácter, distinguiéndolas de los
estados temporales de irritabilidad. Aun así, el término “psicopático” fue escogido por KOCH para subrayar la
existencia de una base física en estas alteraciones, en concreto una inferioridad o debilidad de la constitución
cerebral.
KOCH representa a la corriente de la investigación observacional. Lo que propuso fue que se cambiara
la anterior designación de locura moral por la suya de inferioridad psicopática. De acuerdo a MILLON, SIMONSEN y
BIRKET-SMITH (1998), este término se acerca más al que hoy conocemos, partiendo del supuesto de que la
psicopatía no sería una enfermedad, sino un desarrollo anómalo del carácter. KOCH utiliza este concepto para
caracterizar a aquellos individuos que tienden hacia los comportamientos anormales, debido a la influencia de la
herencia, pero que no son “locos” propiamente tales (ARRIGO y SHIPLEY, 2001). Como decíamos, el epíteto de
“psicopático” fue seleccionado por KOCH para sustentar su creencia de que existía una base física o desorden
congénito en estas alteraciones: « […] son siempre psicopáticas las personas que presentan estados y cambios
orgánicos que están fuera de la normalidad fisiológica. Surgen de una inferioridad de la constitución cerebral
congénita o adquirida».
Por si el asunto no estuviera lo suficientemente candente ya por aquellos tiempos llenos de criminales
natos y tesis desorbitadas sobre la naturaleza humana, esta terminología encontró muchísima aceptación en
Norteamérica y Europa, pero se basaba en presuntos defectos físicos, los cuales no fueron verificados a nivel
estructural o fisiológico (WERLINDER, 1978), y eso que autores o sabios (¿morales?) tan ilustres como SIR FRANCIS
GALTON, PAUL BROCA, ALPHONSE BERTILLÓN, los SHELDOM y otros tantos se devanaron los sesos por encontrar
relaciones entre determinadas áreas cerebrales y/o estigmas corporales que dieran crédito a las tesis
imperantes, relaciones que fueron de todo (incluso manipuladas y ajustadas a las hipótesis) menos estadísticas.
Así el patio (panorama), no era de extrañar que de vez en cuando salieran a la luz doctores Moreau.
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2.2.3. LOS PSICOPATÓLOGOS Y SOCIÓLOGOS
A. EMIL KRAEPELIN (1896, 1904): LOS ESTADOS
PSICOPÁTICOS Y LAS INFERIORIDADES PSICOPÁTICAS
Como era de esperar, la terminología de KOCH fue bien aceptada por los psiquiatras de la época, siendo
recogida por el prestigioso psiquiatra alemán EMIL KRAEPELIN. En 1896 propuso el concepto de estados
psicopáticos que posteriormente, en su obra de 1904, culminó con el concepto más conocido de
psychopathischen persönlichkeiten (personalidades psicopáticas, denominando así a ciertas alteraciones
congénitas de la personalidad caracterizadas por una anormalidad permanente del área afectiva-conativa,
diferenciándolas de los citados originären krankheitszustände (estados psicopáticos), que seguían el curso de
un trastorno mental.
KRAEPELIN propuso el término que hoy en día utilizamos de personalidad psicopática para referirse a
aquellas «personalidades pobremente dotadas por influencias hereditarias, dañadas en sus procesos
germinativos y otras influencias físicas tempranas en el desarrollo» (citado en GÓMEZ, MADARIAGA y SILVA, 1976,
p. 5), cuya condición era parte de un proceso irreversible, idea que perdura hasta nuestros días.
Tras una serie de modificaciones de sus primeros postulados, en 1909/1915 define a los psicópatas
como «personas con déficit de los afectos o de la voluntad» (citado en MILLON y DAVIS, 1998, p. 451), a los
cuales dividió en dos grupos: por un lado, sujetos que poseían una disposición mórbida, obsesiva, impulsiva y
desviada sexualmente, y, por el otro, sujetos que manifestaban peculiaridades en su personalidad, dentro de
los que distinguió a los excitables, los inestables, los impulsivos, los mentirosos y timadores, los pendencieros y
los antisociales. En relación a estos últimos, KRAEPELIN (1909/1915) sienta los precedentes de lo que sería la
nomenclatura actual, caracterizando a éstos como:
[…] los enemigos de la sociedad… caracterizados por una falta de elementos morales. Suelen ser destructivos y
amenazadores... carecen de una reactividad emocional profunda; poseen poca capacidad de comprensión y afecto. Es muy
probable que hayan tenido problemas en la escuela, siendo proclives al absentismo. Suelen empezar a robar desde muy
jóvenes y cometen crímenes de varios tipos (citado en PARTRIDGE, 1930, pp. 88-89).
Sin duda alguna, las tesis de KRAEPELIN van a notar su influjo en autores posteriores, algunos incluso
discípulos suyos. Aunque el intento de este autor por separar a las personalidades psicopáticas de otros
trastornos mentales fue encomiable, lo bien cierto es que su postura era aún muy de corte psicopatológica, por
lo que no desdeñaba la posibilidad de que la personalidad anormal de aquellos psicópatas que él estudio
estuviera, en algún momento, a caballo entre las psicosis y las neurosis, y mucho más cerca de aquéllas que de
éstas. De esta guisa, y a diferencia de lo que se sostiene hoy, los psicópatas podrían enfermar mentalmente en
algún momento.
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B. ADOLF MEYER (1903, 1905): LA INFERIORIDAD
CONSTITUCIONAL
Las formulaciones alemanas sobre la psicopatía tuvieron una importante repercusión en Norteamérica,
llevadas de la mano del psiquiatra suizo ADOLF MEYER. No obstante, este autor pronto se alejó de los modelos
alemanes y desarrolló su propia escuela psicobiológica.
Así, en un artículo publicado en 1903, MEYER mostró sus dudas acerca del trastorno del tipo
“psicopático-neurótico”, al creer que éste había sido manejado de forma demasiado esquemática y dogmática
dentro del marco de la teoría de la degeneración. De acuerdo con este autor, ese tipo de constitución no era
necesariamente hereditaria. En 1905 presentó una clasificación de fenómenos psicopatológicos entre los que se
incluía la constitutional inferiority (inferioridad constitucional), un trastorno mental caracterizado por un
carácter peculiar que no era posible ubicar en ninguna otra categoría psiquiátrica.
C. KARL BIRNBAUM (1909, 1914): LA APARICIÓN DEL
TÉRMINO SOCIOPÁTICO
KARL BIRNBAUM, prestigioso psiquiatra de origen germano-americano, en su tesis social de 1909 (Über
Psychopathische Persönlichkeiten) y en su libro de 1914 (Die Psychopathischen Verbrecher), fue el primero en
introducir el término “sociopático” en relación con el comportamiento antisocial, el cual, según sus
postulados, pocas veces surgiría de «rasgos inmorales inherentes al carácter», sino que más bien serían un
reflejo de la actuación de las fuerzas sociales, las que dificultarían la adaptación y adquisición de formas de
comportamiento aceptables.
D. KURT SCHNEIDER (1923): LAS PERSONALIDADES
PSICOPÁTICAS
Uno de los discípulos de KRAEPELIN, el también psiquiatra alemán KURT SCHNEIDER (1923) describió las
personalidades psicopáticas como aquellas personalidades anormales que sufren por su anormalidad, o cuya
anormalidad causa sufrimiento a la sociedad. Destacó que este tipo de individuos se caracterizan por una vida
emocional poco intensa, y carecen de vergüenza, decencia, remordimiento y conciencia. También señaló que
PSICÓPATAS: Perfil, Crimino-Patología e Intervención TEMA 1 Febrero – Marzo 2011 (3ª Edición) Historia y Conceptualización de la Psicopatía
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estos individuos son descorteses, fríos e irritables, y muy violentos cuando cometen crímenes; conocen y
entienden el código moral social, pero son indiferentes hacia él. Además, este autor propuso la existencia de
diez subtipos de psicópatas, caracterizando y designando a cada uno de ellos según sus rasgos más
prominentes; es ostensible el paralelismo existente entre estos diez subtipos de psicópatas y los diez tipos de
trastornos de la personalidad actual amparados por la APA.
Aunque reforzó la idea de que muchos de estos individuos eran delincuentes desde jóvenes e
incorregibles, creía que, además de estos sujetos que terminaban cometiendo actos delictuales, existían
algunos viviendo dentro de la sociedad en forma normal y muchos de ellos presentaban un éxito inusual en el
ámbito político o económico. Con su obra principal de 1923, Dies Psychopathischen Personlichkeiten (Las
Personalidades Psicopáticas), SCHNEIDER (1923, 1988) anticipó ciertos problemas contemporáneos relacionados
con estos «psicópatas» y se refirió a las ideas de los especialistas que le habían precedido muchas décadas
antes y se enfrentaron a los mismos problemas. Escribió lo siguiente:
[…] que el término locura moral era probablemente el más utilizado en la medicina forense y urgía a todas las
personas que trabajaban en el mundo legal a tener cuidado para que el pretexto de la locura moral no les arrebatase de las
manos la espada de la justicia.
No nos parece apropiado en los casos legales promover el pretexto de una responsabilidad disminuida en estas
personalidades sólo porque puede ser la única forma de ingresarlos en una institución. Nos parece una cuestión de principio
que los juicios sobre la culpabilidad no residan únicamente en consideraciones legales (SCHNEIDER, 1923, pp. 131 y 132).
De este modo, SCHNEIDER entendía la psicopatía de cuatro maneras: como un modelo de constitución
hereditaria y estática, como una anomalía del carácter, como un tipo asocial, y como una estructura morbosa
endotímica vital.
E. BENJAMIN KARPMAN (1923) Y GEORGE EVERETT
PARTRIDGE (1930): LA SOCIOPATÍA
Ahora bien, a diferencia de lo que ocurrió en Europa, la psiquiatría norteamericana pronto comenzó a
referirse a la psicopatía como una combinación específica de rasgos y comportamientos desviados. Por ejemplo,
en un simposio sobre psicopatía organizado por BENJAMIN KARPMAN en 1923, los investigadores tendían a englobar
en un mismo síndrome clínico características como el egoísmo, la insensibilidad afectiva y la agresividad, entre
otras.
Poco después, en 1930, el psicólogo estadounidense G. E. PARTRIDGE sugirió la necesidad de centrarse
en las manifestaciones antisociales y criminales del síndrome de personalidad psicopática, proponiendo el uso
del término sociopathy (sociopatía). Sin embargo, una buena parte de los psiquiatras norteamericanos
continuaron desligando la psicopatía de la criminalidad común. Algunos psicólogos y sociólogos parecían
empezar a tener claro lo que hoy día es toda una obviedad: que los delincuentes comunes podían ser
mayoritariamente calificados de TAP y minoritariamente de psicópatas, del mismo modo que comenzó a
extenderse la creencia y hecho cierto de que ni todos los psicópatas son delincuentes, ni todos los delincuentes
son psicópatas.
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2.3. POSICIONES MODERNAS:
PERSONALIDAD, PSICOANÁLISIS Y
COGNITIVISMO
2.3.1. HANS JÜRGEN EYSENCK (1957, 1970): LOS
PSICÓPATAS EXTROVERTIDOS
En 1957, H. J. EYSENCK propuso la categorización de los psicópatas extrovertidos a través de una
teoría que combina elementos de la biología y del aprendizaje, sosteniendo que «los psicópatas poseen una
disposición temperamental a la extroversión que les hace propensos a los comportamientos antisociales»
(citado en MILLON y DAVIS, 1998, p. 459). Según esta teoría del aprendizaje, aquellos individuos extrovertidos
adquirirían de menor forma y más lentamente los valores e inhibiciones del grupo social al que pertenecen, a
diferencia de los individuos normales, postura que se sustenta en la idea de la existencia de disposiciones
constitucionales innatas en estos sujetos.
En 1970 utiliza el término psicópata o sociópata, para designar a «aquellos individuos que
manifiestan serias dificultades de adaptación que no son deficientes mentales ni padecen de daño orgánico o
epilepsia, ni caben dentro de la neurosis o la psicosis» (citado en GÓMEZ ET AL., 1976, p. 11). En este momento,
describe los síntomas presentes en estos sujetos, quedando cifrados en los siguientes:
• Incapacidad de control emocional y de aprender de la experiencia.
• Impulsividad.
• Falta de previsión.
• Inmadurez emocional.
• Carencia de autorrealización.
• Ajuste insatisfactorio al grupo.
• Incapacidad para soportar el aburrimiento.
• Irresponsabilidad.
• Capaces de expresar todas las reglas sociales y morales verbalmente, pero sin comprenderlas y
obedecerlas.
Es ostensible el paralelismo (dado su influjo) de las tesis de EYSENCK con las descripciones clínicas que
CLECKLEY comenzara a dar ya en 1941.
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2.3.2. OTTO KERNBERG (1970, 1989):
LAS PERSONALIDADES ANTISOCIALES Y
NARCISISTAS
OTTO KERNBERG, un psiquiatra de corte psicoanalítica, hablaba en 1970 y 1989 de un afecto hacia el sí
mismo que es patológico; concibe a las personalidades antisociales y narcisistas en un continuo pero cada
cual con sus características propias. Así, el antisocial es una persona centrada en sí misma, grandiosa, con
una ambición desmesurada y actitud de superioridad. Un segundo rasgo de personalidad lo observa en la
relación de objeto: la envidia, la idea de la explotación de los demás y la necesidad de devaluarlos (LEÓN,
2004).
En este sentido, y al igual que CLECKLEY, KERNBERG ve a las personalidades narcisistas y antisociales
como poseedoras de un self en dos niveles estructurales: un self real de estas personalidades que está solo,
vacío, incapaz de aprender, inferior e inseguro; estando oculto por una máscara que se le superpone, la cual es
grandiosa en el caso del narcisista y es destructiva en el antisocial (MATA, 2000). Además, KERNBERG (1988)
afirma que la psicopatía, a diferencia de otras perturbaciones psiquiátricas, se acompaña por una extraordinaria
ausencia de ansiedad o depresión manifiesta, por lo que el principio motivador no sería la culpa sino la
vergüenza.
2.3.3. AARON T. BECK Y A. FREEMAN (1990): LAS
CREENCIAS DISFUNCIONALES
En 1990, desde una orientación cognitiva, BECK y FREEMAN realizan una aportación novedosa a la
caracterización de estos sujetos al poner énfasis en el papel que juegan las creencias disfuncionales al
momento de darle forma a algunos de los aspectos del comportamiento antisocial. Plantean que «estas
personalidades se ven a sí mismas como personas solitarias, autónomas y fuertes. Algunas creen que han
sufrido abusos y malos tratos por parte de la sociedad y, por tanto, justifican la victimización de los demás
porque consideran que ellos también han sido víctimas» (BECK y FREEMAN, 1990, pp. 48-49).
En cuanto a las creencias nucleares, se destacan «Tengo que preocuparme por mí mismo», «Me
golpearán a mí si no golpeo primero», «He sido tratado injustamente y tengo derecho a conseguir por cualquier
medio lo que me corresponde», «Los otros son débiles y merecen que los dominen», entre otras (BECK y
FREEMAN, 1995, p. 508), las cuales están a la base de la distorsión de los pensamientos automáticos de estas
personas, que devalúan al otro y lo hacen una víctima propicia para su propia protección o la satisfacción de
sus impulsos.
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2.4. POSICIÓN ACTUAL DEL TÉRMINO:
CLECKLEY Y HARE
2.4.1. HERVEY MILTON CLECKLEY (1941-1976):
LOS PSICÓPATAS “CLÍNICOS” Y LA
DEMENCIA SEMÁNTICA
Durante las últimas décadas, el psiquiatra norteamericano HERVEY CLECKLEY se ha convertido en el
principal referente para los estudiosos de la psicopatía (PATRICK, 2006). En su ya clásica monografía The Mask of
Sanity (La Máscara de la Cordura), publicada por primera vez en 1941, CLECKLEY realizó la primera descripción
comprehensiva del psicópata prototípico, intentando clarificar el problema de las terminologías y contrarrestar
la tendencia a incluir bajo el rótulo de psicopatía trastornos muy diferentes. Sus psicópatas “clínicos” lo eran
tal porque recibía a estos sujetos en su propia clínica psiquiátrica, donde desempeñaba su profesión.
A diferencia de otras posturas anteriores, CLECKLEY (1976) consideraba que la psicopatía es un trastorno
grave –más peligroso incluso que la psicosis– debido a su apariencia externa de normalidad. En su opinión, el
comportamiento antisocial de los psicópatas es sólo una de las posibles manifestaciones de un síndrome clínico
más amplio, cuyo núcleo está representado por una serie de características distintivas a nivel emocional e
interpersonal. Así, CLECKLEY describió al psicópata como un individuo de trato social aparentemente agradable
pero altamente asocial, agresivo e impulsivo; superficial emocionalmente; incapaz de sentir culpa y de
aprender de la experiencia, así como de establecer lazos de afecto duradero con otras personas. Asimismo, este
autor acentuó la extraordinaria habilidad del psicópata para mentir y manipular a los demás cuando da
explicaciones sobre su conducta pasada o cuando formula propósitos acerca de su conducta futura.
Partiendo de una idea intuitiva de los rasgos más relevantes del psicópata, y con ayuda de casos
clínicos extraídos de su práctica privada, CLECKLEY reflejó en 16 criterios las cualidades que él consideraba
distintivas del trastorno psicopático. En el Cuadro 3 listamos esos 16 rasgos psicopáticos. Aunque algunos
de estos criterios o rasgos son indicadores de desviación social, este autor mantenía que la conducta antisocial
y destructiva por sí misma no era suficiente para establecer un diagnóstico de psicopatía, aconsejando
distinguirla de la criminalidad común. De hecho, contempló la posibilidad de que las personalidades psicopáticas
no se encuentren únicamente en las instituciones penitenciarias, sino también en algunas de las posiciones
sociales más respetadas, como científicos, médicos, psiquiatras y hombres de negocios con gran éxito, por lo
que con ello sentó la hipótesis, en coincidencia con lo que ya había sugerido en 1923 SCHNEIDER de que los
psicópatas pueden muy bien no ser criminales y estar bien integrados entre nosotros (CLECKLEY, 1976), tesis
muy suculenta que posteriormente recogerían y propagarían al público en general autores más modernos como
ROBERT D. HARE, PAUL BABIAK, VICENTE GARRIDO, MARTHA STOUT y HUGO RUBÉN MARIETÁN, entre otros muchos.
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CUADRO 3. Los 16 rasgos psicopáticos según HERVEY MILTON CLECKLEY (1976)
1. Encanto superficial y notable “inteligencia”. 2. Ausencia de alucinaciones y otros signos de
pensamiento irracional. 3. Ausencia de nerviosismo o de manifestaciones
psiconeuróticas. 4. Indigno de confianza. 5. Falsedad o insinceridad. 6. Incapacidad para experimentar remordimiento o
vergüenza 7. Conducta antisocial sin aparente justificación. 8. Falta de juicio y dificultades para aprender de la
experiencia.
9. Egocentrismo patológico e incapacidad para amar. 10. Escasez habitual de reacciones afectivas básicas
(afectos poco profundos, simulados). 11. Pérdida específica de intuición. 12. Insensibilidad en las relaciones interpersonales
ordinarias. 13. Conducta exagerada y desagradable bajo el
consumo de alcohol y, a veces, sin él, 14. Amenazas de suicidio constantes pero raramente
consumadas. 15. Vida sexual impersonal, frívola y poco estable. 16. Incapacidad para seguir cualquier plan de vida.
FUENTE: Elaboración propia a partir de: CLECKLEY, H. M. (1976). The mask of sanity: An attempt to clarify the so-called psychopathic personality
(5ª Edición). St. Louis, MO: C.V. Mosby.
CLECKLEY se refirió a estos casos de psicópatas no criminales como manifestaciones subclínicas del
trastorno, al considerar que el concepto de “trastorno” implicaba un cierto grado de incapacidad o desajuste
social. Sin embargo, enfatizó que se trataba de manifestaciones alternativas de la misma patología que subyace
a los casos clínicos, ya que los casos subclínicos muestran signos de experimentar reacciones internas similares
a las de los casos clínicos.
En términos alegóricos, sugirió que el psicópata padece demencia semántica, pues no es capaz de
comprender las experiencias humanas en profundidad, aunque finge entenderlas. Es decir, el psicópata es
capaz de imitar la moral y otros sentimientos sutiles del ser humano y no tiene dificultad alguna en entender
las normas de interacción social, pero le faltan las emociones asociadas a dichas reglas. Según este autor, lo
que verdaderamente diferencia a los psicópatas criminales (que continuamente entran y salen de las prisiones o
los hospitales psiquiátricos) de los psicópatas “con éxito” es que en estos últimos la apariencia externa de
normalidad es mucho más firme (CLECKLEY, 1976), de ahí que suelan “salirse con la suya” en la mayoría de las
ocasiones y estar rozando la línea de delictividad en muchas ocasiones, sólo que las personas confiadas que los
conocen no sospechan nada en absoluto sobre esta posible doble vida o faceta.
Por tanto, CLECKLEY conceptualizó los aspectos más relevantes en cuanto al diagnóstico psiquiátrico de
la personalidad psicopática, ofreciendo una caracterización clínica diferente de criminalidad y de desviación
social. Y fue precisamente en un intento por clarificar el problema de las terminologías y contrarrestar la
tendencia a incluir trastornos muy diferentes bajo el rótulo de psicopatía, cuando, en 1941, propuso sustituir el
término por el ya citado de demencia semántica para resaltar lo que él consideraba la característica principal
del trastorno, la separación entre la palabra y la acción, es decir, la tendencia a decir una cosa y hacer otra, ya
que sería capaz de elaborar frases semánticas correctas, pero sin reconocer con precisión qué está diciendo; es
lo que JOHNS y QUAY (1962) describieron ingeniosamente al decir que el psicópata se sabe la letra, pero no la
música. Así, los sujetos con demencia semánticas era, según este autor:
[…] altamente asociales, agresivos e impulsivos, que carecen de sentimientos y de culpa (a veces no por completo), y
que serían incapaces de crear lazos de afecto duradero con otras personas [...] superficialidad emocional, trato social
aparentemente agradable e incapacidad para aprender de la experiencia. […] El psicópata no procesa los hechos o datos que
podrían ser llamados valores personales. Es incapaz de comprenderlos (CLECKLEY, 1976, pp. 376-387).
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De esta manera, para el psicópata no son eficaces las experiencias normales de socialización a causa
de este defecto innato que, junto con una capacidad emocional atenuada, dificulta el desarrollo de la moralidad
(ESPINOZA y COLOM, 1998). Así, con el déficit de la demencia semántica, CLECKLEY destacó de modo extraordinario
la presencia de un lenguaje hueco en el psicópata para manipular:
Puede repetir las palabras y decir que las comprende, pero no existe manera alguna de que pueda darse cuenta de
que en realidad, no las comprende. […] Su respeto por la verdad es nulo, y no ha de creérsele más en las explicaciones del
pasado que en los propósitos que pueda formular acerca del futuro y da la impresión de que ni siquiera puede comprender
por qué otras personas se ven tan comprometidas con la verdad. Lo cierto es que cuando mienten lo hacen con candor y
aparentan “que no les va nada en ello”; no “sobreactúan”, y son capaces de mirar tranquilamente a los ojos de sus
interlocutores en medio de la mayor de las falsedades. En los casos raros en que reconocen sus añagazas tratan de que los
veamos sinceramente arrepentidos de su “conducta frívola”, extrañándose de que no creamos sus nuevas promesas, hechas
“bajo palabra de honor” o con un “juramento solemne” (CLECKLEY, 1976, pp. 346-351).
En su opinión, CLECKLEY sostenía que los procesos lógicos del pensamiento funcionan perfectamente en
el psicópata, pero, sin embargo, usa el lenguaje sin llegar realmente a comprender el significado de lo que dice,
pues falla en estos sujetos la integración de la emoción con el sentido de las palabras:
Sus frases inteligentes son poco más que reflejos verbales; incluso sus expresiones faciales están sin el contenido
emocional que implican. No se trata de una comprensión, sino de una mímica excelente de ésta. Ninguna intención sincera
puede derivarse de sus conclusiones porque no existe ninguna convicción afectiva que pueda motivarle. Le es imposible
mostrar el más mínimo interés en las tragedias o alegrías del ser humano, las cuales no tienen significado ni constituyen
fuerzas motivacionales. Más aún, no tiene la capacidad de darse cuenta que otros se sienten “con-movidos”. A pesar de una
aguda “inteligencia”, es ciego frente a estos aspectos de la existencia humana. No es factible explicárselos, porque nada en
su conciencia existe que pueda compararse con estos conceptos (CLECKLEY, 1976, p. 351).
Así es como el psicópata, para CLECKLEY, sería una persona con un CI (Coeficiente Intelectual) normal,
pero de emociones empobrecidas, conducta irresponsable y motivaciones inadecuadas, lo que constituye un
comportamiento muy confuso para médicos, psiquiatras, psicólogos, abogados, policías, jueces, abogados, etc.,
en fin para todo quien tenga que ver con esta persona. Aún más importante que su propuesta de esta nueva
nomenclatura terminológica de la demencia semántica, formulada en 1941 y que en su momento no se
extendió demasiado, fue la claridad con la que en 1976 describió los principales rasgos de estos sujetos, los 16
que ya hemos visto en el Cuadro 3.
Como decíamos antes, muy significativa fue también su suculenta idea de que estas personalidades no
se encontraban únicamente en las instituciones penitenciarias, sino también en algunas de las posiciones
sociales más respetadas, es decir, enfatiza que este desorden no respeta clases sociales. Es así como no todos
los criminales son psicópatas. La mayoría de ellos no comete grandes crímenes, sino pequeñas transgresiones,
una y otra vez. CLECKLEY ilustró su tesis con varios ejemplos de científicos, médicos, abogados, psiquiatras y
hombres de negocios de gran éxito. Escribió lo siguiente al respecto:
En estas personalidades… suele existir un trastorno profundamente arraigado. La verdadera diferencia entre estos
individuos y los psicópatas que continuamente entran y salen de las prisiones o de los hospitales psiquiátricos consiste en que
su apariencia de normalidad es mucho más firme. La principal diferencia… reside tal vez en que la fachada de salud se
extiende al aspecto material superficial (CLECKLEY, p. 456).
Las investigaciones y textos posteriores dejan ver muy a las claras que los criterios de CLECKLEY han
sido utilizados corno un tipo de definición operativa de la psicopatía, en un principio para realizar evaluaciones
clínicas globales y posteriormente como un listado o conjunto de escalas de evaluación (HARE, 1980a, 1985a,
1985c, 1991, 2003b). Asimismo, la importancia otorgada a la desviación emocional en la definición y el origen
de la psicopatía ha perdurado hasta la actualidad, dando lugar a planteamientos teóricos que subrayan la
importancia etiológica del procesamiento anormal de la información afectiva en los psicópatas (DAMASIO, 1994;
HARE, 1991, 2003a; PATRICK, 1994, 2006), como posteriormente estudiaremos en el Tema 4.
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2.4.2. ROBERT D. HARE (1980-2003): LOS
PSICÓPATAS “PUROS”
El doctor ROBERT D. HARE, director del HARE’s Lab (Laboratorio HARE) y profesor emérito de Psicofisiología
y Cerebro en la Facultad de Psicología de la Universidad de British Columbia (Vancouver, Canadá), es uno de
los expertos más destacados a nivel internacional en el estudio de la psicopatía, no sólo por haber creado un
instrumento fiable y válido para evaluar la psicopatía en contextos penitenciarios, sino también por la gran
cantidad de evidencia empírica que ha aportado a través de un innumerable conjunto de investigaciones en
torno a este tema (FREEMAN, 2001; MOLTÓ y POY, 1997; RAINE y SANMARTÍN, 2000).
La definición del psicópata de HARE, que retoma las características señaladas por CLECKLEY, corresponde
a un individuo locuaz, arrogante, insensible, dominante, superficial, egocéntrico, falso y manipulador. En
términos operativos, HARE defiende que la psicopatía se distingue de otros trastornos psicopatológicos por un
patrón característico de síntomas afectivos, interpersonales y conductuales (HARE, 1991, 1993, 1996a). En el
plano afectivo, estos individuos se caracterizan por experimentar emociones lábiles y superficiales, por su
falta de empatía, ansiedad y sentimientos genuinos de culpa o remordimiento, así como por su incapacidad
para establecer vínculos duraderos con personas, principios u objetivos. En el plano interpersonal son
arrogantes, egocéntricos, manipuladores, dominantes y enérgicos. En el plano conductual son irresponsables,
impulsivos y buscadores de sensaciones, suelen transgredir con facilidad las normas sociales, y se caracterizan
por un estilo de vida socialmente inestable que incluye comportamientos parasitarios y faltos de planificación.
Entre las expresiones más obvias de estas tendencias de personalidad, HARE destaca la conducta criminal, el
abuso de sustancias y el fracaso en cumplir con las obligaciones sociales o en hacerse cargo de las
responsabilidades (HARE, 1991; HART, HARE y HARPUR, 1992).
Según HARE (1999a), los psicópatas utilizan el encanto, la manipulación, el engaño, la intimidación y la
violencia para controlar a otros y satisfacer sus propias necesidades egoístas; carecen de conciencia y de
sentimientos hacia los demás, con sangre fría cogen lo que quieren y hacen lo que les apetece, violando las
normas sociales y expectativas sociales sin, el más leve remordimiento ni sentimientos de culpa o vergüenza.
En este sentido, lo que destaca en el psicópata es la ausencia de las cualidades esenciales que permiten a los
seres humanos vivir en sociedad. Así, se puede afirmar que los psicópatas carecen notoriamente de empatía en
las relaciones interpersonales, es decir, son incapaces de comprender el estado emocional de otras personas,
fallando entonces en la actitud de entendimiento y aceptación del otro, cualidades que actuarían como
amortiguadores de la crueldad. No conocen la lealtad con nadie, sea con individuos, grupos o instituciones, ya
que sólo se mueven por su propio interés. La necesidad de estímulo los lleva a correr grandes riesgos de forma
no planificada e irresponsable, sin importarles las consecuencias dañinas de su conducta sobre otras personas.
Todo esto configura un estilo de vida caracterizado por la impulsividad, el nomadismo, la inestabilidad, el
oportunismo y la irresponsabilidad.
HARE (2004) plantea la posibilidad de que las experiencias sociales que normalmente moldean el
desarrollo de la conciencia –entendida como control interno– no tengan incidencia en los psicópatas. Aunque
éstos conocen las reglas, siguen sólo aquéllas que eligen seguir, no importándoles las repercusiones que ello
pueda tener para los demás, a quienes ven como meros objetos. Así pues, para HARE, los psicópatas son una
especie de depredadores sociales, ya que se sienten libres para satisfacer sus propias necesidades y deseos.
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Entre los motivos que explicarían la falta de conciencia de los psicópatas, HARE ofrece algunas
hipótesis:
• Una de las posibilidades es que estos individuos tengan una pobre capacidad para visualizar
mentalmente las consecuencias de su comportamiento, al comprobar que la imagen mental de las
consecuencias de sus actos para sus víctimas es particularmente vaga (HARE, 1993).
• Basándose en el trabajo de A. R. LURIA (1973), que puso de manifiesto la falta de resonancia
emocional en los diálogos internos de los psicópatas, HARE también planteó la posibilidad de que la
falta de conciencia de estos individuos no dependa únicamente de la capacidad para imaginar
consecuencias, sino también de la capacidad para establecer un diálogo mental con uno mismo.
• No obstante, la hipótesis que cuenta con un mayor apoyo empírico hace referencia a la incapacidad
de los psicópatas para desarrollar respuestas emocionales de miedo y de ansiedad –como ya
veremos en el Tema 4–. En ella se parte de que la ansiedad asociada al potencial castigo de un
determinado acto resulta fundamental para el desarrollo de la conciencia, lo que ayuda a suprimir
dicho comportamiento en el futuro (HARE, 1999c).
Para HARE (1999b, 2002), la agresión y la violencia del psicópata se ejercen de manera instrumental,
depredadora y a sangre fría, características más relacionadas con la naturaleza del individuo que con las
fuerzas sociales y ambientales que están detrás de la mayoría de los otros tipos de violencia. Desde un punto
de vista legal y psiquiátrico, HARE (1996a) señala que el psicópata es capaz de distinguir entre el bien y el mal,
posee plena conciencia de daño a nivel racional y, por tanto, tiene capacidad para optar. Ahora bien, el hecho
de que los principales inhibidores de la violencia y la conducta antisocial (la empatía, los estrechos vínculos
emocionales, el miedo al castigo, la culpa) sean inexistentes o muy deficientes en el psicópata hace que éste
tenga muchas más posibilidades de incumplir las normas o de ajustarlas a su conveniencia que el resto de
individuos. Otras características de la personalidad del psicópata, como su egocentrismo, su sentido
desmesurado de autovalía, su elevada impulsividad, su bajo control conductual y su necesidad de poder y de
control, explicarían por qué le es tan fácil maltratar a las personas más vulnerables por medio de la
intimidación y la violencia (HARE, 2000, 2001, 2003a).
En suma, HARE defiende el constructo de psicópatas “puros”, que son los que puntúan muy alto en el
Psychopathy Checklist-Revised (PCL-R). Así, entiende la psicopatía como una entidad clínico-forense (pero no
psicopatológica) compuesta por un núcleo afectivo e interpersonal y un conjunto de rasgos conductuales
directamente relacionados con una historia de comportamientos antisociales. Derivado de esta concepción de la
psicopatía, el PCL-R (HARE, 1991, 2003b) se nos presenta como el mejor instrumento que existe actualmente
para evaluar esta anomalía del carácter y/o de la personalidad en población forense/penitenciaria, ya que
ofrece una valoración sobre los dos componentes de la psicopatía: el núcleo de características afectivas e
interpersonales que CLECKLEY había enfatizado como nucleares en este síndrome (egocentrismo, crueldad,
mentira y utilización de los demás sin remordimientos) y el estilo de vida antisocial, impulsivo, parasitario y
crónicamente inestable. De hecho, durante las últimas décadas, el PCL-R se ha convertido en el instrumento
estándar para evaluar la psicopatía en muestras penitenciarias (MEALEY, 1995; MOLTÓ ET AL., 2007; PATRICK, 2006;
THOMAS-PETER, 1992; ZÁGON, 1995), asumiéndose el constructo de psicopatía implícito en él.
Recientemente, y como ya estudiaremos en el Tema 8, HARE y sus colaboradores han desarrollado
otros instrumentos derivados directamente del PCL-R para fines específicos: el PCL: SV (HART, COX y HARE,
1995, para uso forense –con psicópatas delincuentes– y clínico –con psicópatas no criminales–) y el PCL: YV
(de FORTH, KOSSON y HARE, 2003, para uso con jóvenes infractores). Una descripción y revisión sobre la validez
de constructo y la fiabilidad de estos instrumentos puede encontrarse en sus respectivos manuales, así como en
otros trabajos (COOKE, FORTH y HARE, 1998; GACONO, 2000; PATRICK, 2006).
PSICÓPATAS: Perfil, Crimino-Patología e Intervención TEMA 1 Febrero – Marzo 2011 (3ª Edición) Historia y Conceptualización de la Psicopatía
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3.
CONCEPTUALIZACIÓN DE
LA PSICOPATÍA
3.1. EL CONSTRUCTO DE PSICOPATÍA:
¿QUÉ ES UN PSICÓPATA?: LOS 20 RASGOS
DE LA PSICOPATÍA
Permítanme empezar con un marco de referencia que me ayude a dar sentido a lo que a menudo
parece un comportamiento sin sentido:
Los psicópatas pueden ser descritos como depredadores de su propia especie que utilizan el encanto, la manipulación,
la intimidación y la violencia para controlar a los demás y satisfacer sus propias necesidades egoístas. Faltos de conciencia y
de sentimientos hacia los demás, toman con extraordinaria sangre fría lo que les viene en gana y cuando lo desean, violando
las normas y expectativas sociales sin el menor sentimiento de culpa ni remordimiento alguno (HARE, 1996a, p. 25).
Esta cita magistral de 1996 pertenece al doctor ROBERT D. HARE, el mayor experto mundial sobre
psicópatas. En esta cita describe la esencia misma de la “psicopatía”, recogiendo casi todas sus características
definitorias y, lo más importante, sin mencionar los términos “criminalidad” ni “delincuencia”. Sin embargo, la
realidad es más compleja. Aquí, el profesor HARE describe a un tipo de persona que reúne una serie de rasgos o
características que bien el lector pudiera ya haber identificado o asociado a alguien de su alrededor o a alguien
que conocen, e incluso a usted mismo: de nuevo, la realidad es más compleja.
Allá por 2001, en el transcurso de mis investigaciones para mi Tesina de Carrera en Psicología y
revisiones sobre la literatura de la psicopatía se me ocurrió una cita que creo que al concepto de psicopatía le
“pega” más que a ningún otro: «Cuanto más defines un concepto, mucho más lo limitas». Quizás más que
ningún otro, el concepto de “psicopatía” también es preciso acotarlo o delimitarlo a una serie de rasgos o
características concretas y específicas, aun a riesgo de caer en esa “limitación” que inevitablemente conlleva
toda acotación o delimitación conceptual.
Aunque en el Tema 2 nos detendremos a definirlos detalladamente, en el Cuadro 4 exponemos el
listado de las 20 características o rasgos esenciales del psicópata tal como se expresa en el PCL-R.
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CUADRO 4. Los 20 rasgos o características del psicópata según el PCL-R de ROBERT D. HARE (1991)
1. Locuacidad y encanto superficial. 2. Sentido de autovaloración grandilocuente. 3. Necesidad de estimulación y propensión al
aburrimiento. 4. Mentira patológica. 5. Estafador-engañador y manipulador. 6. Ausencia de remordimientos y de sentimientos
de culpabilidad. 7. Afecto superficial. 8. Insensibilidad, crueldad y falta de empatía. 9. Estilo de vida parásito. 10. Pobre control de la conducta.
11. Conducta sexual promiscua. 12. Problemas de conducta en la infancia. 13. Incapacidad para establecer metas realistas a
largo plazo y aprender de la experiencia. 14. Impulsividad. 15. Irresponsabilidad. 16. Incapacidad para aceptar la responsabilidad de
sus actos. 17. Relaciones maritales frecuentes y breves. 18. Delincuencia juvenil. 19. Revocación de libertad condicional. 20. Versatilidad criminal/delictiva.
FUENTE: Elaboración propia a partir de: HARE, R. D. (1991). The Hare Psychopathy Checklist-Revised (PCL-R): Manual (1ª Edición). Toronto,
Ontario, Canadá: Multi-Health Systems.
Esos 20 rasgos son los que definen actualmente a la psicopatía y
se encuentran incluidos en el único instrumento de evaluación de la
psicopatía: me estoy refiriendo al antes ya citado PCL-R, publicado en
1991 por el doctor ROBERT D. HARE (en el que sólo se incluyeron varones
encarcelados) y renovado recientemente en 2003 (incluyendo, esta vez,
datos sobre mujeres psicópatas delincuentes). Se trata de un instrumento
de evaluación que se creó, en primera instancia, entre 1980 y 1985, para
medir los rasgos de la psicopatía dentro de la población forense
(delincuentes). Sin embargo, con el tiempo, la necesidad y los nuevos
cambios sociales, así como el prolífico y sucesivo cuerpo de investigaciones
científicas, todo ello ha provocado que la investigación más reciente sobre
la psicopatía haya tenido que derivar este instrumento a la población civil
(nosotros), ya que se ha comprobado que la psicopatía se extiende mucho
más allá del complejo submundo delincuencial.
A modo de resumen, la personalidad y emociones del psicópata aglutina los rasgos o características
de los ítems 1, 2, 4, 5, 6, 7, 8 y 16. Por otro lado, la conducta antisocial y estilo de vida desviado del
psicópata se condensan en los ítems 3, 9, 10, 12, 13, 14, 15, 18 y 19. Los dos ítems restantes (11 y 17) son
también rasgos de la psicopatía, sólo que se trata de características que no encajan en ninguna de las dos
facetas o factores principales (personalidad/emociones y conducta/estilo de vida) de la psicopatía.
Precisamente son esas 20 características de la psicopatía las que actualmente definen el moderno
concepto de psicopatía, integrando tanto a la psicopatía criminal como a la psicopatía no criminal.
Respecto a esta última, simplemente obviando algunos ítems o rasgos del PCL-R que comportan conductas
criminales/delictivas se terminaría creando, en 1995, un instrumento de evaluación de la psicopatía no
criminal o integrada derivado del original de 1991: se trata del ya citado PCL: SV (Psychopathy Checklist:
Screening Versión –“Listado de Psicopatía: Versión Reducida”–), elaborado por los doctores STEPHEN D. HART,
DAVID N. COX y ROBERT D. HARE con muestras de psicópatas no delincuentes.
PCL-R (1991)
PSICÓPATAS: Perfil, Crimino-Patología e Intervención TEMA 1 Febrero – Marzo 2011 (3ª Edición) Historia y Conceptualización de la Psicopatía
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Esta vez, el nuevo instrumento ya no sólo servía como un
indicador que podría apuntar a una posible psicopatía aplicado en
contextos forenses (correccionales o penitenciarios), sino también
como un instrumentos concreto y específico de evaluación de la
psicopatía en contextos clínicos (con pacientes psiquiátricos) y en
contextos civiles (para la selección de personal y en estudios de la
comunidad social de personas no delincuentes).
Así, pues, el PCL: SV es una versión reducida a 12 ítems de los
20 originales que componen el PCL-R. En el Cuadro 5 exponemos dicho
listado de 12 ítems psicopáticos transformados.
CUADRO 5. Los 12 ítems o rasgos del psicópata no criminal según el PCL: SV (1995)
1. Superficial. 2. Sentido desmesurado de la autovalía. 3. Mentira y manipulación. 4. Ausencia de remordimientos. 5. Ausencia de empatía. 6. No aceptación de responsabilidades.
7. Impulsividad. 8. Pobre autocontrol de la conducta. 9. Ausencia de metas realistas. 10. Irresponsabilidad. 11. Conducta antisocial adolescente. 12. Conducta antisocial adulta.
FUENTE: Elaboración propia a partir de: HART, S. D., COX, D. N. y HARE, R. D. (1995). The Hare Psychopathy Checklist: Screening Version (PCL:
SV). Toronto, Ontario, Canadá: Multi-Health Systems.
Las características que acabamos de exponer serán de capital importancia a lo largo de todo este
Curso, ya que en el tema siguiente vamos a profundizar de manera muy detallada en las mismas y que nos
ayudarán a comprender cómo son estos psicópatas que nos rodean, acechan y perturban, sean éstos
delincuentes o no.
Para descripciones más amplias y detalladas de estas
características de la psicopatía, sobre todo de la de tipo “no criminal” o
“integrada”, recomiendo a las personas interesadas la lectura de uno de
los textos más conocidos del doctor HARE y dirigido al público en general:
Without Conscience (de 1993), del que existe traducción en castellano
(Sin Conciencia, publicado en la Editorial Paidós, en 2003). Asimismo,
como lectura complementaria, también les recomiendo el interesante
libro El Psicópata: Un Camaleón en la Sociedad Actual, publicado en 2000
por el profesor de la Universidad de Valencia VICENTE GARRIDO, un texto
muy significativo e ilustrativo por las magistrales descripciones y
ejemplos de la vida real que allí nos relata.
PCL: SV (1995)
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO: Psiquiatria.com / EduSalud (Campus Virtual) José Manuel Pozueco Romero
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Todos estos rasgos de personalidad y conducta de la psicopatía que hemos descrito en los
Cuadros 4 y 5 se dan, de manera omnipresente, tanto en los psicópatas criminales como en los psicópatas
no criminales o integrados. La importancia de esta etiqueta diagnóstica (psicopatía) nunca fue baladí; de
hecho, llegó a alcanzar tremenda importancia en conflictos bélicos tan despiadados y sanguinarios como la
Segunda Guerra Mundial, donde, paradójicamente se intentaba reclutar, por un lado, a sujetos con la cabeza
bien sentada y, por otro, a sujetos camicaces que fueran capaces de sentir el menor miedo posible y no
mostraran ningún reparo en portar y usar armas de manera indiscriminada.
Es evidente, en suma, que el uso de esta categoría diagnóstica tiene sus repercusiones en muchos
campos de estudios y aplicación. Por este motivo, el mismo creador del PCL-R, el instrumento por excelencia de
evaluación de la psicopatía, nos advierte, y con razón, del uso profesional y no indiscriminado del empleo de la
misma, ya que los fines para los cuales pueden ser empleados tanto el PCL-R como la etiqueta de “psicópata”
son tan variados como las pretensiones de quienes los usan.
3.2. LAS DOS PERSPECTIVAS
CONCEPTUALIZADORAS DE LA
PSICOPATÍA
Ha habido diferentes modos de considerar la psicopatía como un constructo. Dependiendo del punto de
vista, algunos aspectos han sido enfatizados y otros minusvalorados. En la actualidad parecen coexistir dos
tradiciones netamente distintas en el estudio de la psicopatía que revelan un desacuerdo fundamental en torno
a cómo se conceptúa el propio síndrome (HARE, 1996a, LILIENFELD, 1994, 1998; MOLTÓ y POY, 1997; NEWMAN y
WALLACE, 1993; POY, 1999).
Así, teniendo en cuenta el énfasis diagnóstico puesto bien en la faceta emocional de la psicopatía o
bien en sus manifestaciones antisociales del síndrome, SCOTT LILIENFELD propuso en 1994 dos líneas de
conceptualización en la evaluación y comprensión de la psicopatía:
• El enfoque de la personalidad o aproximación clínica tradicional: representada por autores
como CLECKLEY, MCCORD y MCCORD, y HARE, quienes defienden que la psicopatía debería ser
entendida como una constelación de rasgos de personalidad.
• El enfoque comportamental o aproximación conductual: representada por autores como
CLONINGER, ROBINS y la misma APA, quienes defienden que la psicopatía debe conceptualizarse en
términos de conductas antisociales.
Asimismo, como es lógico, ambas aproximaciones difieren sustancialmente en los métodos de
evaluación empleados en cada caso (LILIENFELD, 1998), lo cual ha generado aún más controversia entre los
investigadores, los cuales entienden y evalúan a los sujetos psicópatas en función del enfoque en el que se
posicionen. A continuación, vamos a profundizar en los postulados principales de estas dos aproximaciones de
estudio de la psicopatía.
PSICÓPATAS: Perfil, Crimino-Patología e Intervención TEMA 1 Febrero – Marzo 2011 (3ª Edición) Historia y Conceptualización de la Psicopatía
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3.2.1. EL ENFOQUE DE LA PERSONALIDAD
El enfoque de la personalidad se enmarca dentro de la llamada perspectiva clínica tradicional.
Huelga decir que se le denomina “de la personalidad” porque los distintos autores ponen el énfasis en los
rasgos de personalidad del psicópata.
El enfoque de la personalidad es el resultado natural de la amplia tradición clínica existente en Europa
y Norteamérica y se ha visto reflejado fundamentalmente en las obras de CLECKLEY (1941, 1976), KARPMAN
(1941, 1961), MCCORD y MCCORD (1956, 1964), CRAFT (1965) o MILLON (1981), en los criterios diagnósticos de la
segunda edición del DSM para el TAP (APA, 1968), y en los criterios diagnósticos de la novena y la décima
edición de la International Classification of Diseases (ICD-9, ICD-10) de la WORLD HEALTH ORGANIZATION para el
trastorno disocial de la personalidad (WHO, 1978, 1990). Por ejemplo, en el DSM-II se describía a los
psicópatas (allí denominados sociópatas) con rasgos como egoísmo, crueldad, impulsividad, ausencia de culpa y
lealtad, propensión a echar la culpa a los demás e incapacidad para aprender de la experiencia. Incluso se
afirmaba explícitamente que una historia de conductas antisociales repetidas no justificaba necesariamente el
diagnóstico de psicopatía (DAVIES y FELDMAN, 1986; TENNENT, TENNENT, PRINS y BEDFORD, 1990).
KARPMAN (1941, 1961) propuso distinguir la psicopatía idiopática o primaria (que incluía reacciones
propiamente psicopáticas que no podían ser explicadas por ningún proceso psicodinámico) de la psicopatía
sintomática o secundaria (que incluía reacciones de apariencia similar a las psicopáticas pero que respondían
más a procesos neuróticos). Así, este autor enfatizó que el psicópata primario es un individuo frío y cruel en sus
relaciones interpersonales, pero capar de simular emociones y vínculos afectivos si con ello obtiene algún
beneficio.
Para el matrimonio WILLIAM MCCORD y JOAN MCCORD, las características principales de la psicopatía son la
incapacidad para amar y para sentir culpabilidad (MCCORD y MCCORD, 1956, 1964). Por su parte, MICHAEL J. CRAFT
(1965) consideró como rasgos principales la ausencia de sentimientos hacia los demás y la tendencia a actuar
por impulsos y sin ningún prejuicio, y como secundarios la agresividad, la falta de vergüenza y de sentido de
culpabilidad, la incapacidad para aprovechar la experiencia vivida, y la ausencia de motivaciones adecuadas.
No obstante, como hemos visto, la propuesta más representativa e influyente de esta aproximación
clínica fue, sin duda, la del psiquiatra norteamericano HERVEY CLECKLEY, debido a la claridad con que describió los
16 principales rasgos del psicópata prototípico (CLECKLEY, 1941, 1976). Aunque este autor incluía entre sus
criterios (como se puede observar en el Cuadro 3) algunos indicadores de desviación social (como también lo
hace HARE en su PCL-R), mantuvo y subrayó que la conducta antisocial por sí misma no era suficiente para
establecer un diagnóstico de psicopatía. Concretamente, este autor consideraba que la conducta desviada de
estos sujetos era sólo una faceta de un síndrome más amplio, cuyo núcleo venía representado por una serie de
características distintivas a nivel emocional e interpersonal (PATRICK, 1994; ZÁGON, 1995). Por tanto, insistimos,
para CLECKLEY la psicopatía no se restringía a las poblaciones penitenciarias, sino que los psicópatas podrían
encontrarse también desempeñando profesiones socialmente bien consideradas, una perspectiva que, sin duda,
trajo (y sigue trayendo) fuertes críticas, quizás por un cierto miedo a que estos hoy llamados psicópatas
integrados fueran (y sean) descubiertos de un modo u otro. Sin embargo, muchos autores le dieron la razón a
CLECKLEY, hallando que, gracias a sus buenas habilidades sociales y/o a su alto nivel intelectual, estos sujetos
logran evitar el contacto formal con la ley (BABIAK, 1995a, 1995b; WIDOM, 1977, 1978).
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Curiosamente, fue la misma la que, basada en primera instancia en esta aproximación clínica o de la
personalidad, estableció con claridad y subrayó con énfasis en la versión del año 1968 del DSM (DSM-II) que
las ofensas de tipo legal o social que ocurran repetidamente no son suficientes para justificar el diagnóstico de
personalidad antisocial que por aquel entonces había creado (APA, 1968). Así, pues, esto significa que no es
necesario poseer una historia de comportamiento antisocial para ser un psicópata y viceversa. Esto mismo fue
previamente discutido por CLECKLEY en la primera edición de su obra de 1941 (La Máscara de la Cordura), quien
afirmó que muchos psicópatas no tienen una historia de comportamientos antisociales y pueden incluso
alcanzar estatus profesionales socialmente valorados, como personajes de la política o del espectáculo. Años
después, en 1987 y con la tercera edición revisada del DSM (DSM-III-R), la misma APA cambia de opinión y de
enfoque radicalmente para decir exactamente lo contrario que había sostenido en 1968: ahora era
absolutamente necesario el conjunto de rasgos de conducta antisocial para poder establecer el diagnóstico.
Partiendo de toda esta tradición clínica, el doctor ROBERT D. HARE desarrolló el Psychopathy Checklist
(PCL; HARE, 1980), en un intento por disponer de una métrica común que combinara rasgos de la personalidad
y comportamientos antisociales. Independientemente de la incomodidad con la que unos u otros investigadores
se mueven en el estudio de la psicopatía, son el concepto y metodología de evaluación desarrollados por el
doctor HARE los que actualmente se manejan con mayor acuerdo por los investigadores.
3.2.2. LA PERSPECTIVA CONDUCTUAL
La perspectiva o aproximación conductual cobró fuerza en la década de los 70, viéndose reflejada
tanto en dos sistemas de clasificación de los trastornos mentales vigentes en esa época –el St. Louis Criteria
(FEIGHNER ET AL., 1972) y el Research Diagnostic Criteria (RDC; SPITZER, ENDICOTT y ROBINS, 1975)– como en los
criterios de las tres últimas ediciones del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders de la AMERICAN
PSYCHIATRIC ASSOCIATION (DSM-III, 1980; DSM-III-R, 1987; DSM-IV, 1994) para el trastorno antisocial de la
personalidad (TAP). Esta aproximación se justifica, por una parte, en la dificultad para evaluar de manera fiable
los rasgos de personalidad y, por otra, en la consideración de que la delincuencia a una edad precoz es un claro
síntoma del trastorno (ROBINS, 1966, 1978), de ahí el gran peso que tiene el comportamiento delictivo y
antisocial en los criterios del TAP (HARE y HART, 1995; WIDIGER ET AL., 1996; WIDIGER y CORBITT, 1995). Según los
defensores de esta perspectiva, resulta más fácil centrar la atención en las conductas concretas que tipifican un
trastorno que en sus causas subyacentes. Estas ideas ejercieron una notable influencia sobre el DSM-III (APA,
1980) y su revisión, el DSM-III-R (APA, 1987), donde aparece la categoría de TAP para sustituir anteriores
entidades diagnósticas como psicopatía, sociopatía o personalidad disocial.
La contrapartida del enfoque conductual critica el enfoque de la personalidad diciendo que los criterios
de CLECKLEY requieren demasiada inferencia y que, consecuentemente, dejan mucho espacio para una baja
fiabilidad entre distintos evaluadores (CLONINGER, 1978). Así el DSM-III (APA, 1980), en contraste con el DSM-II
(APA, 1968), impone el criterio de “comportamiento antisocial repetitivo y crónico” no sólo como necesario, sino
también como suficiente diagnóstico del trastorno. Así, huyendo de los criterios basados en inferencias sobre
rasgos de personalidad, se operacionalizó el citado síndrome en términos de una historia de conductas
antisociales fácilmente reconocibles. De acuerdo con esta aproximación conductual, y concretamente en el
DSM-III-R, la APA (1987) propuso la siguiente definición del TAP:
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La sintomatología esencial de este trastorno consiste en una pauta de conducta irresponsable y antisocial, que
empieza en la infancia o en la primera etapa de la adolescencia y continúa en la edad adulta (…) Entre los signos infantiles
típicos se encuentran las mentiras, los ribos, la holgazanería, el vandalismo, las peleas, las huidas del hogar y la crueldad
física. En la edad adulta sigue la pauta antisocial, lo que puede conducir al fracaso a hacer frente a las obligaciones
económicas, a actuar como padre responsable, o para planificar, así como a una incapacidad para mantener una actividad
laboral sostenida (APA, 1987, p. 410).
Sin embargo, algunos críticos (por ejemplo, LYKKEN, 1995) consideraron que el enfoque
comportamental había supuesto convertir los conceptos de TAP y criminalidad crónica en sinónimos. En un
intento por responder a este criticismo proveniente de los investigadores que defendían la importancia de los
atributos de personalidad de la psicopatía –excluidos en el diagnóstico de TAP–, el DSM-III-R (APA, 1987)
incluyó el criterio de “ausencia de remordimientos” en el TAP con el propósito de evaluar la incapacidad de
sentir culpa, que es considerada crucial por muchos otros autores, pero siguió manteniendo el énfasis,
sustancialmente, en las conductas antisociales.
Del mismo modo, tanto la última edición del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (el
DSM-IV; APA, 1994) como su revisión (el DSM-IV-TR; APA, 2000) supusieron un intento fallido por mejorar los
criterios del TAP, reduciendo el número de ítems y considerando más ítems tradicionales de la psicopatía
prototípica (HARE, 1996b; HART, HARE y HARPUR, 1992). Así, trabajos previos sobre el TAP indicaron que la validez
de este diagnóstico se vería incrementada mediante las evaluaciones globales de psicopatía realizadas por
clínicos, especialmente en el caso de internos penitenciarios (WIDIGER ET AL., 1996). Sin embargo, lo bien cierto
es que el DSM-IV no ha incluido finalmente características de personalidad sobre la psicopatía complementarias
a los criterios puramente conductuales del DSM-III-R.
El énfasis que los criterios del DSM-III, DSM-III-R y DSM-IV (APA, 1980, 1987, 1994) han puesto en
las conductas antisociales y abiertamente delictivas de la psicopatía ha producido un incremento en la fiabilidad
de los diagnósticos de TAP, pero a expensas de su validez, ya que no incluye las características afectivas e
interpersonales que tradicionalmente se han considerado centrales en la psicopatía (HARE, HART y HARPUR, 1991;
HARPUR y HARE, 1991; LILIENFELD, 1998; ZÁGON, 1995) y que, a la postre, permiten distinguir perfectamente a los
psicópatas criminales de otro tipo de criminales que no son psicópatas (COOKE, MICHIE, HART y CLARK, 2004; HARE
ET AL., 1990, 1993a, 1993b; HARE, FORTH y HART, 1989; HARE y HART, 1995, 1999; HART, 1998; HART ET AL., 1992).
Como vemos, las investigaciones realizadas a favor del concepto de psicopatía como un constructo
único y distinto del de TAP son innumerables. Esta cuestión cobra mayor relevancia todavía si tenemos en
cuenta que el diagnóstico de TAP subsume un conjunto de trastornos de la personalidad con etiologías muy
diversas junto al psicópata prototípico descrito por CLECKLEY (HARE, HART y HARPUR, 1991; LILIENFELD, 1998; ROGERS
y DION, 1991). A este respecto, diferentes estudios han demostrado que un 75% y un 80% de los criminales
convictos satisfacen los criterios del TAP (GUZE, 1976; HARE, 1983). Sin embargo, la tasa de prevalencia de la
psicopatía en centros penitenciarios, definida por otros instrumentos que si tienen en cuenta las características
de personalidad de este síndrome –como es el caso del PCL-R de HARE (1991)–, se sitúan entre el 15% y el
25%, conformando un conjunto de personas relativamente homogéneas respecto a sus características afectivas
e interpersonales (HARE, 1996b).
Por lo tanto, podemos afirmar que existe una asociación asimétrica entre ambos procedimientos de
evaluación: en torno al 90% de psicópatas diagnosticados con el PCL-R cumplen también los criterios del TAP,
pero sólo un 20-30% de los diagnosticados como TAP satisfacen los criterios del PCL-R para la psicopatía (HARE,
1991; HART y HARE, 1989). En consecuencia, los individuos diagnosticados como TAP serán más heterogéneos
con respecto a los rasgos de personalidad que definen la psicopatía (HART ET AL., 1992). Asimismo, estos
criterios no permiten identificar a los denominados psicópatas “con éxito”, aquellos individuos que poseen las
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características de personalidad prototípicas de la psicopatía, pero que no muestran, por otro lado, una conducta
antisocial continuada y crónica (PATRICK, 1994; SUTKER y ALLAIN, 1983; WIDOM, 1977).
En suma, la existencia de estas dos distintas tradiciones en la conceptuación de la psicopatía es
importante conocerlas porque, y debería haber quedado ya claro, no miden ni aportan conceptos iguales. El
principal hallazgo, en resumen, es que la psicopatía y el TAP son dos constructos clínico-forenses al mismo
tiempo parecidos pero distintos; de algún modo, la psicopatía “se traga” al TAP, pero excluyendo muchos de los
rasgos antisociales/delictivos de este último. De modo sintético, la lucha entre ambas perspectivas o enfoques y
el estado actual de la cuestión puede resumirse en los siguientes puntos:
• La tendencia a igualar el TAP con la criminalidad transforma el diagnóstico de psicopatía desde un
patrón disfuncional de conductas interpersonales en otro de conductas criminales (ROGERS y DION,
1991) que, además, no parece justificado a tenor de la evidencia empírica disponible (HARE,
1991). Por tanto, constituye un error y una fuente de confusión grave el uso intercambiable de
ambos términos (es decir, la psicopatía descrita por CLECKLEY versus el TAP del DSM-III-R), como
si se tratara del mismo constructo (MOLTÓ y POY, 1997).
• Otra diferencia entre la visión de la psicopatía entre el punto de vista de la personalidad y el
comportamental es el uso de diferentes tipos de conceptos (LILIENFELD, 1994). Por un lado, el
acercamiento centrado en la personalidad trata los criterios de la psicopatía como conceptos
abiertos. Si un profesional de la clínica elige evaluar la psicopatía desde este enfoque, él/ella
utilizará conceptos abiertos que necesitarán su propio juicio para poner todas las piezas juntas y,
así, llegar a una conclusión global. Esto ciertamente ayudará a mejorar la fiabilidad y validez del
constructo. Por otro lado, si en vez de esto, se elige un enfoque de tipo comportamental, el
clínico o investigador se verá restringido a usar los datos que le aportan estrictamente los
indicadores para cada criterio. De este modo se incrementará la fiabilidad de los resultados que
proporcionen diferentes evaluadores, pero, en contrapartida, se disminuirá la validez del
constructo (LILIENFELD, 1994).
• Varios autores han criticado el acercamiento comportamental tanto por ser demasiado inclusivo
como por ser demasiado poco inclusivo. Centrándonos en la primera de estas críticas, este
concepto ha sido considerado demasiado inclusivo, ya que identifica como psicópatas a individuos
que padecen otros síndromes relacionados (es decir, falsos positivos), como, por ejemplo, varios
trastornos de ansiedad (BOYD ET AL., 1984). Este hallazgo atenta contra la validez del constructo,
ya que la baja ansiedad ha sido considerada uno de los rasgos distintivos de la figura del
psicópata (CLECKLEY, 1941). Estos falsos positivos han sido denominados psicópatas “secundarios”
o “sintomáticos” (BLACKBURN, 1988; KARPMAN, 1941), en oposición a los psicópatas “primarios” o
“idiopáticos” (KARPMAN, 1941). La otra fuente de criticismo merma validez al acercamiento
comportamental argumentando que éste es demasiado poco inclusivo, ya que, desde este
enfoque, no se llegaría a diagnosticar como psicópatas a aquellos individuos que han evitado el
contacto repetido con el sistema legal. Esto significa que este acercamiento se centra demasiado
en los psicópatas no exitosos y mal adaptados (prácticamente todos los delincuentes comunes,
los cuales, por cierto, son más TAP que psicópatas), pero poco en los psicópatas de alto
funcionamiento cognitivo-intelectual, también llamados exitosos (BABIAK y HARE, 2006; WIDOM,
1977, 1978), bien adaptados (SUTKER y ALLAIN, 1983) o integrados (GARRIDO GENOVÉS, 2000).
Hoy en día, el debate continúa; y no es que no exista todavía unanimidad en la conceptualización de la
psicopatía, sino que, simplemente, los psicólogos clínicos y los psiquiatras se basan en la perspectiva
conductual, mientras que los psicólogos forenses y los criminólogos se basan más en el enfoque de la
personalidad, pero sin desdeñar en absoluto los rasgos conductuales (antisociales/delictivos).
PSICÓPATAS: Perfil, Crimino-Patología e Intervención TEMA 1 Febrero – Marzo 2011 (3ª Edición) Historia y Conceptualización de la Psicopatía
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3.3. CATEGORIZACIÓN Y
DIMENSIONALIDAD DE LA PSICOPATÍA:
¿CATEGORÍA CONTINUA O DISCRETA?
Buena parte del debate que se ha generado en torno al constructo de psicopatía se basa en determinar
si los psicópatas se diferencian cualitativamente del resto de individuos o si se trata de una cuestión de grado.
La consideración de la psicopatía como una categoría discreta o como una dimensión continua tiene
importantes implicaciones, tanto conceptuales como prácticas, relacionadas con la evaluación, la etiología y el
tratamiento de este síndrome de personalidad anormal (PATRICK, 2006).
De acuerdo con LILIENFELD (1998), si la psicopatía fuera una categoría discreta o taxón, los
investigadores tendrían que restringir sus estudios a las muestras clínicas o forenses, a no ser que hubiera
evidencia de una alta incidencia del síndrome en otro tipo de poblaciones. En este sentido, los esfuerzos
deberían ir dirigidos a la búsqueda de factores etiológicos que diferencien entre individuos con y sin psicopatía
(CLECKLEY, 1941); esto implicaría que la investigación con muestras de tipo no clínico y no criminal sería
cuestionable en cuanto a su validez externa. En cambio, si la psicopatía fuera un constructo dimensional,
entonces estaría justificada la generalización de los resultados de los estudios que examinaran la psicopatía en
muestras subclínicas (por ejemplos, estudiantes); así, si consideramos la psicopatía como dimensión (BLACKBURN
y COID, 1998), la investigación que utilizase muestras de tipo no criminal y no clínico podría ser generalizada a
individuos afectados más severamente.
Además, desde una perspectiva taxonómica, la investigación no sólo debería encaminarse a mejorar
nuestro conocimiento sobre la naturaleza de la psicopatía, sino también a explorar qué puntos de corte resultan
más adecuados para establecer el diagnóstico de psicopatía en función del objetivo del estudio e incluso de la
cultura en que éste se desarrolle (COOKE, 1996, 1998). Asimismo, algunos autores han enfatizado la necesidad
de que los estudios taxonómicos incluyan indicadores de diferentes dominios (MARCUS, JOHN y EDENS, 2004). Por
su parte, la investigación basada en una aproximación dimensional es probable que se oriente a identificar
los factores causales que contribuyen al desarrollo de los rasgos psicopáticos, más que a localizar la causa de la
psicopatía (LILIENFELD, 1998).
Hasta hace poco tiempo, tanto en el ámbito profesional corno en la cultura popular, se asumía que la
psicopatía era un taxón o categoría discreta. Asimismo, los sistemas diagnósticos estándar, como el DSM,
parten de una perspectiva categórica (por ejemplo, si un individuo presenta o no un trastorno antisocial de la
personalidad/psicopático, asumiendo que aquél que lo presenta se diferencia cualitativamente del resto). Por el
contrario, cada vez son más los investigadores que consideran que, en el caso de los trastornos de la
personalidad, es más adecuado adoptar una perspectiva dimensional (BLACKBURN, 1998a; LIVESLEY, 1998;
WIDIGER, 1998).
Por ejemplo, el estudio de RONALD BLACKBURN y J. W. COID (1998), que utilizó una muestra de 167
ofensores violentos de una prisión inglesa, proporciona apoyo para las hipótesis que consideran la psicopatía
como una dimensión. Los resultados de este estudio apoyan la fuerte relación existente entre algunos
instrumentos utilizados en la medida de la psicopatía y el TAP, en comparación con la escasa o nula relación
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que se encontró entre los instrumentos utilizados para la medida de la psicopatía y otros usados para medir
otros trastornos de personalidad. Sin embargo, las correlaciones que, aunque en menor escala, se observaron
entre los instrumentos de medida específicos para la psicopatía y otros trastornos de personalidad ponen en
duda la validez de la conceptualización de la psicopatía como una de las varias categorías discretas de la
personalidad. De este modo, los resultados de este estudio apuntan hacia la consideración de la psicopatía
como una de las pequeñas dimensiones de los trastornos de personalidad. Sin embargo, estos resultados deben
ser considerados con precaución, ya que todas las evaluaciones fueron realizadas por el mismo evaluador,
luego no se pudo comprobar la validez de las mismas ni hubo una fiabilidad interjueces.
Como se ha comprobado en diversos estudios, el PCL-R proporciona una puntuación dimensional,
representativa del grado en que un individuo se asemeja al psicópata prototípico descrito por CLECKLEY (HARE,
1991, 2003b). De hecho, se ha comprobado que la adopción de una perspectiva categórica para la psicopatía
es artificial o, al menos, igual de problemática que para el resto de los trastornos de la personalidad (HARE y
HART, 1995). No obstante, HARE también ha reconocido la utilidad de clasificar a los sujetos en función de su
grado de psicopatía, recomendando el uso de una puntuación mínima de 30 para establecer el diagnóstico de
psicopatía con fines de investigación (HARE, 1991, 2003b).
Siguiendo estas directrices, muchos investigadores han tratado de comprobar si los psicópatas difieren
de los no psicópatas en variables externas teóricamente relacionadas con el constructo –como las que
estudiaremos en los Temas 3 y 4–. A pesar de que algunos datos fisiológicos (por ejemplo: ARNETT, 1997;
LEVENSTON, PATRICK, BRADLEY y LANG, 2000) y conductuales (por ejemplo: MITCHELL, COLLEDGE, LEONARD y BLAIR,
2002; SIMOURD y HOGE, 2000) parecen ir en este sentido, todavía no se dispone de suficiente evidencia empírica
que permita llegar a la conclusión de que existen diferencias consistentes entre los psicópatas y los no
psicópatas (HARE, 2003b). Además, apenas hay estudios que hayan examinado la estructura de la psicopatía a
partir de análisis taxonómicos (HARE, 2003b).
Uno de los pocos estudios con análisis taxonómicos sobre las puntuaciones del PCL-R fue el de
HARRIS, RICE y QUINSEY (1994), en el que se empleó información de archivo de una gran muestra de pacientes
forenses varones. Los resultados de estos análisis apoyaban la hipótesis de que la psicopatía es una categoría
discreta, definida principalmente por el comportamiento antisocial y los problemas de conducta en la infancia.
No obstante, HARE advirtió que esta conclusión podría estar sesgada por el procedimiento utilizado para evaluar
la psicopatía, ya que muchos de los ítems más discriminantes del síndrome (por ejemplo, los rasgos de la
personalidad inferidos) no pueden ser evaluados adecuadamente únicamente a partir de información de archivo
(HARE, 1991, 2003b). En consecuencia, HARE plantea la posibilidad de que el taxón obtenido en dicho estudio
refleje, en realidad, un patrón de criminalidad persistente, o bien se halle asociado a un trastorno mental.
A pesar de que hay un amplio consenso en que la psicopatía representa un constructo unitario
coherente (HARE, 1991, 2003b), también existe abundante evidencia empírica sobre su multidimensionalidad.
Así, CLECKLEY (1976) planteó que la psicopatía constituye un síndrome inherentemente paradójico en el que
confluyen, al mismo tiempo, un desajuste conductual severo y un aparente buen ajuste psicológico.
Concretamente, los criterios propuestos por este autor apresan tres aspectos diferentes del síndrome
psicopático: a) indicadores explícitos de un buen ajuste psicológico –entre los que se incluyen el encanto
superficial y la notable inteligencia, la ausencia de alucinaciones/pensamiento irracional, la ausencia de
nerviosismo y la amenaza de suicidio raramente consumado–; b) indicadores de una desviación conductual
persistente –incluyendo los comportamientos antisociales sin aparente justificación, la irresponsabilidad, la
promiscuidad, y la incapacidad para seguir cualquier plan de vida–; y c) aquellos ítems que reflejan la
existencia de reacciones emocionales pobres y la falta de relaciones interpersonales auténticas, que serían los
que, para este autor, constituyen el núcleo del síndrome.
PSICÓPATAS: Perfil, Crimino-Patología e Intervención TEMA 1 Febrero – Marzo 2011 (3ª Edición) Historia y Conceptualización de la Psicopatía
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Los esfuerzos por plasmar los criterios de CLECKLEY en el PCL/PCL-R (HARE, 1980, 1991) dieron lugar a
un conjunto de ítems que principalmente reflejaban desviación y desajuste, quedando muy poco representadas
las características relacionadas con el buen ajuste psicológico. De hecho, se ha señalado que el PCL-R cubre un
conjunto heterogéneo de rasgos de personalidad desadaptativos (BRINKLEY, NEWMAN, WIDIGER y LYNAM, 2004). Por
tanto, la consideración de la psicopatía como un constructo unitario –tomando la puntuación total del
individuo en el PCL-R– conduce a una imagen del psicópata como un individuo más agresivo y psicológicamente
desajustado que la mayoría de los ejemplos de caso descritos por CLECKLEY (PATRICK, 2006).
Además, como veremos en el Tema 8, las primeras investigaciones sobre la estructura del PCL/PCL-R
enfatizaban la existencia de dos factores oblicuos que reflejaban, por un lado, los síntomas afectivos e
interpersonales destacados por CLECKLEY y, por otro, los síntomas asociados con un estilo de vida crónicamente
antisocial (HARE ET AL., 1990; HARPUR ET AL., 1988). Más recientemente, COOKE y MICHIE (2001) han propuesto un
modelo alternativo de tres factores, y HARE un modelo de cuatro factores, donde cada uno de los dos factores
principales del PCL-R puede subdividirse, a su vez, en dos facetas más específicas (HARE, 2003b; HILL ET AL.,
2004; VITACCO ET AL., 2005). Ello implica que el PCL-R evalúa un constructo unitario pero multifacético (LILIENFELD
y FOWLER, 2006), análogo al de la inteligencia general en sus facetas verbal y manipulativa (PATRICK, 2006).
Una de las estrategias más utilizadas para delimitar los elementos distintivos de la psicopatía ha
consistido en explorar las posibles divergencias existentes entre la relación que mantienen las distintas facetas
del síndrome evaluadas por el PCL-R –especialmente la varianza única de cada una de ellas– con otras
variables externas relevantes (PATRICK, 2006). Como se verá con más detenimiento en el Tema 8, el modelo de
dos factores del PCL-R ha resultado útil para distinguir los dos grandes componentes de la psicopatía
(MCDERMOTT ET AL., 2000; PATRICK, BRADLEY y LANG, 1993; PATRICK, CUTHBERT y LANG, 1994).
Por ejemplo, PATRICK ET AL. (2005) mostraron que la dimensión de desviación social (Factor 2) del PCL-R
mantenía una fuerte asociación con la psicopatología externalizante, pero no la dimensión
interpersonal/afectiva (Factor 1). Dado que otra investigación ha demostrado que este amplio factor
externalizante refleja una elevada vulnerabilidad común hacia los trastornos incluidos en el espectro
externalizante (KRUEGER ET AL., 2002), la divergencia encontrada podría implicar que la dimensión de desviación
social de la psicopatía apresa esta vulnerabilidad a la psicopatología externalizante, mientras que la dimensión
interpersonal/afectiva apresa esa combinación única de rasgos que incluyen, por una parte, la faceta ajustada
de la psicopatía (ausencia de nerviosismo, desenvoltura social, etc.) y, por otra, el déficit afectivo que lo
caracteriza, en línea con la propuesta de CLECKLEY (PATRICK, 2006). Aun así, algunos autores propusieron que el
segundo factor del PCL-R debería descomponerse más, distinguiendo las características que hacen referencia al
estilo de vida impulsivo, irresponsable y parasitario de aquéllas que reflejan una disposición al comportamiento
antisocial (LILIENFELD, 1994; LYNAM, 2002).
También se han desarrollado algunas investigaciones con objeto de explorar si subgrupos de individuos
con puntuaciones elevadas en el PCL-R difieren en términos conductuales o de personalidad –ya veremos este
aspecto en el Tema 2–, así como si subgrupos de individuos con puntuaciones muy elevadas en una faceta de
la psicopatía y puntuaciones relativamente bajas en otra difieren en estas variables (PATRICK, 1994).
Otras propuestas recientes plantean la necesidad de redefinir el constructo de psicopatía
(LILIENFELD y FOWLER, 2006), Así, más que un síndrome caracterizado por una constelación de signos y símbolos
interrelacionados (KAZDIN, 1983), se ha propuesto que la psicopatía podría tratarse de una configuración
desadaptativa de dimensiones relativamente independientes (LILIENFELD y ANDREWS, 1996; BENNING ET AL., 2003;
GROVE y TELLEGEN, 1991). Partiendo de esta perspectiva se desarrolló el Psychopathic Personality Inventory
(PPI), un cuestionarlo de autoinforme desarrollado para evaluar las tendencias psicopáticas en muestras no
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penitenciarias (LILIENFELD y ANDREWS, 1996; POYTHRESS ET AL., 1998). Recientes análisis taxonómicos llevados a
cabo sobre los datos obtenidos a partir del PPI no han extraído una solución taxonómica, lo que sugiere que la
psicopatía podría ser entendida como un constructo continuo (GUAY y KNIGHT, 2003; HARE y NEUMANN, 2006;
MARCUS ET AL., 2004). Además, los resultados de varios estudios recientes realizados sobre la estructura factorial
de este instrumento (BENNING ET AL., 2003, 2005) aportan evidencia sobre la existencia de dos factores
ortogonales, cuyas correlaciones con variables criterio externas son similares a las que se han encontrado para
las dos dimensiones principales del PCL-R (HARPUR ET AL., 1989; PATRICK, 1994, 1995; PATRICK ET AL., 1997; VERONA
ET AL., 2001).
También se ha sugerido la posibilidad de entender la psicopatía desde un modelo dimensional del
funcionamiento general de la personalidad (por ejemplo, el archi-conocido en Psicología modelo de los
cinco factores; WIDIGER y COSTA, 2002). Desde esta perspectiva alternativa se plantea que la psicopatía podría
estar representada por modelos multidimensionales que describen patrones de variantes desadaptativas de
rasgos de la personalidad normal (BLACKBURN, 1998a; LYNAM, 2002; LIVESLEY, 1998; WIDIGER, 1998; WIDIGER y
LYNAM, 1998). Varios estudios recientes ofrecen evidencia empírica en esta línea (BENNING ET AL., 2003; BRINKLEY,
NEWMAN, WIDIGER y LYNAM, 2004; MILLER, LYNAM, WIDIGER y LEUKEFELD, 2001; MILLER y LYNAM, 2003).
CONTROVERSIA Y DEBATE 2
¿Ser Más o Menos Psicópata?
Esta controversia que pone a debate la posibilidad de ser más o menos psicópata surge como consecuencia,
lógicamente, de la perspectiva dimensional que conceptualiza la psicopatía como un continuo, es decir, como una
dimensión en la que en un polo extremo tendríamos “nada psicópata” y en el otro polo extremo tendríamos
“psicópata puro”. La cuestión es relativamente fácil de entender si tenemos en cuenta que el PCL-R, que es el
instrumento de evaluación de la psicopatía, cuenta con un sistema de puntuación que oscila de 0 a 40, habiéndose
establecido el punto de corte en 30 puntos, a partir del cual ya podemos establecer un diagnóstico de “psicopatía”.
Sin embargo, como decíamos, la situación es relativamente sencilla de entender. Uno de los problemas
principales de la perspectiva dimensional es que, tal vez, no haya tenido en cuenta que en las misma instrucciones
de uso del PCL-R se expone claramente que puntuaciones totales iguales o inferiores a 29 podrían estar encubriendo
serios trastornos psicopatológicos –por ejemplo, esquizofrenia paranoide– que nada o muy poco tienen que ver con
la psicopatía (HARE, 2003b). En este sentido, entonces, si contempláramos la posibilidad de enfocar la psicopatía
como una dimensión o continuo, tendríamos que hacerlo siempre en base a una puntuación total PCL-R igual o
superior a 30, pero nunca inferior a ésta.
Toda esta controversia o polémica ha venido a agriarse aún más por el moderno planteamiento de los
denominados psicópatas integrados, es decir, sujetos que, sin llegar a ser técnicamente delincuentes, comparten la
misma estructura de personalidad y emociones que los psicópatas criminales (HARE, 1993). Si bien no podemos pasar
por alto esta realidad social que ya puso de manifiesto el mismo CLECKLEY en su obra La Máscara de la Cordura, es
evidente que se hace necesaria mucha más investigación empírica para corroborar no la existencia en sí misma de
los psicópatas integrados, sino los perfiles exactos de este tipo de individuos a través de los cuales deberíamos estar
alerta ante posible eventualidades de la vida cotidiana, eventualidades que podría llegar a desembocar incluso en
consecuencias funestas, habida cuenta de la imprevisibilidad de la conducta e intenciones de los psicópatas.
FUENTE: Elaboración propia.
PSICÓPATAS: Perfil, Crimino-Patología e Intervención TEMA 1 Febrero – Marzo 2011 (3ª Edición) Historia y Conceptualización de la Psicopatía
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En definitiva, e independientemente de su unidimensionalidad o multidimensionalidad, si el síndrome
de la psicopatía representa una combinación específica de rasgos distintivos, como mantenía CLECKLEY (1976),
aislar estos componentes puede proporcionar una herramienta de gran utilidad para comprender mejor la
totalidad del síndrome y sus variantes –entre las que deberíamos contemplar la de los integrados–, así como
para elucidar los mecanismos etiológicos subyacentes (FOWLES y DINDO, 2006). No obstante, todavía no se ha
llegado a un acuerdo ni sobre la naturaleza de la psicopatía como constructo ni sobre la claridad y precisión de
las distintas tipologías o variantes posibles.
4.
RESUMEN Y
CONCLUSIONES
El término psicopatía ha adoptado una innumerable variedad de conceptos y ha tenido una gran
variedad de sentidos a lo largo de la historia. Hoy en día, aún es fuente de confusión para muchas personas
que lo consideran práctica y erróneamente sinónimo de perturbación mental y/o de criminalidad (HARE, 1996a).
En este Tema 1 hemos revisado las principales formas de entender la psicopatía hasta la actualidad,
las aportaciones de los autores que más han influido en la definición de este concepto a lo largo de la historia,
habiendo realizado también una sucinta introducción sobre algunos de los instrumentos de medida que se han
derivado de los distintos enfoques conceptuales. Sin duda alguna, las aportaciones de HERVEY M. CLECKLEY y
ROBERT D. HARE han supuesto un salto cualitativo en la construcción del concepto de psicopatía que ha guiado la
mayor parte de la investigación moderna sobre este tópico, incluyendo la que aquí se presenta. También hemos
planteado diversas cuestiones todavía no resueltas en torno a los límites conceptuales que presenta la
definición de este constructo bajo las dos aproximaciones imperantes: la clínica y la conductual.
El tema de la categorización o dimensionalidad de la psicopatía sigue todavía sin estar resuelto, por lo
que, desde luego, necesita mayor bagaje investigativo para poder llegar a una conclusión que de una vez por
todas acoja la unanimidad de clínicos e investigadores forenses.
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO: Psiquiatria.com / EduSalud (Campus Virtual) José Manuel Pozueco Romero
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5.
EVALUACIÓN DEL
TEMA 1
En la Plataforma del Campus Virtual de Edusalud, en formato on-line, disponen ustedes de los
ejercicios propuestos que hay que realizar para la evaluación de este Tema 1. Sigan las instrucciones allí
detalladas y procedan a realizar dichos ejercicios para poder superar la evaluación del Tema 1.