Teología - Investigación Cualitativa

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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE TRUJILLO BENEDICTO XVI TRABAJO DE TEOLOGÍA Investigación Cualitativa Baylón Carranza Jorge Izquierdo Marín Sandra Rebaza Iparraguirre Julia

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universidad católica de trujillo benedicto xvi

TRABAJO DE TEOLOGÍA

Investigación Cualitativa

Baylón Carranza JorgeIzquierdo Marín Sandra

Rebaza Iparraguirre Julia

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PREGUNTAS DE TEOLOGÍA PARA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

I UNIDAD

Después de haber leído los capítulos I, II, y III responda las siguientes preguntas:

1. ¿Por qué cree Ud. que la Revelación natural no nos da un conocimiento perfecto de

Dios?

Revelar es manifestar una verdad, cosa o persona de modo inesperado.

Etimológicamente viene del latín re-velare, es decir, descorrer el velo. La acción de

revelar recae directamente en la persona que se revela y la da a conocer.

La revelación cristiana es el darse a conocer de Dios a los hombres. Su

manifestación en el mundo a través de signos, señales, sucesos y personas.

La revelación es la manifestación histórica de Dios al hombre, manifestación que

procede de acuerdo a una maravillosa pedagogía, con etapas, grados (cf. DV 3 y 4). Ella

se expresa adecuadamente con dos conceptos: Condescendencia divina: abajamiento de

Dios a nuestra realidad, palabras y gestos (kénosis), y Economía de salvación: Dios va

dirigiendo providentemente la historia hacia su plenitud, Cristo.

Para conocer una cosa hay que conocerla bajo una razón propia. Por ejemplo, ver

desde lejos un hombre no significa que sepamos que es Pedro o Pablo. Para poder

conocer a Pedro o Pablo debemos distinguirlos por alguna de sus características.

Conocer propiamente a Dios será conocerlo bajo una razón propia de Él y no será

suficiente conocerlo bajo la razón de felicidad que todos los hombres naturalmente

desean, pues, para muchos, la felicidad no está en Dios, sino en el poder, en las riquezas

o en los placeres.

La existencia de Dios bajo una razón particular y propia no es evidente para ningún

hombre.

San Anselmo, y después de él Descartes y Leibniz, pensaron de otra forma y

expusieron el llamado argumento ontológico, que dice así: “Dios es el ser más perfecto

que se puede pensar. Es más perfecto existir que no existir. Luego Dios existe.” Este

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argumento no es válido, por estar viciado en su planteamiento. Estamos afirmando que

Dios es el ser más perfecto que se puede pensar. Pero de que el hombre piense una cosa

como realmente existente no se sigue en absoluto el que exista en realidad. Una cosa es

el pensamiento de una cosa real y otra, muy distinta, la realidad de la existencia pensada.

Podemos pensar en el clavo más perfecto que pueda existir y esto no significa en

absoluto que exista; de ese clavo que se piensa, no se puede colgar ninguna cosa real.

En el conocimiento natural de Dios se plantean tres cuestiones: la posibilidad de

conocer a Dios con la luz de la razón natural; la posibilidad de demostrar la existencia de

Dios, y el hecho de la demostración de la existencia de Dios.

2. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre la religion cristiana y las otras grandes

religiones?

La diferencia fundamental es que Jesucristo a diferencia de los fundadores de otras

religiones es que se proclamó Dios, Salvador del mundo y centro de todos los corazones,

apelando a sus milagros, sobre todo el de su resurrección, como garantía de sus palabras

y doctrina.

3. ¿Por qué los católicos aceptamos, además de la Biblia, a la Tradición como fuente de

fe?

Cuando aquí hablamos de la Tradición (con mayúscula), nos referimos siempre a la

Tradición Apostólica. No debemos confundir la Tradición Apostólica con la “tradición”

que en general se refiere a costumbres, ideas, modos de vivir de un pueblo y que una

generación recibe de las anteriores. Una tradición de este tipo es puramente humana y

puede ser abandonada cuando se considera inútil. Así Jesús mismo rechazó ciertas

tradiciones del pueblo judío: “Ustedes incluso dispensan del mandamiento de Dios para

mantener la tradición de los hombres” (Mc.7, 8).

La Tradición Apostólica se refiere a la transmisión del Evangelio de Jesús. Jesús,

además de enseñar a sus apóstoles con discursos y ejemplos, les enseñó una manera de

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orar, de actuar y de convivir. Estas eran las tradiciones que los apóstoles guardaban en la

Iglesia. El apóstol Pablo en su carta a los Corintios se refiere a esta Tradición

Apostólica: “Yo mismo recibí esta tradición que, a su vez, les he transmitido” (1 Cor.

11, 23).

Resumiendo, podemos decir que Jesús mandó “predicar”, no “escribir” su

Evangelio. Jesús nunca repartió una Biblia. El Señor fundó su Iglesia, asegurándole que

permanecerá hasta el fin del mundo. Y la Iglesia vivió muchos años de la Tradición

Apostólica, sin tener los libros sagrados del Nuevo Testamento.

II UNIDAD

Después de haber leído los capítulos IV, V, y VI responda las siguientes preguntas:

1. ¿Porque los judíos no aceptan a Jesús?

De acuerdo a algunos artículos indagados en los judíos, estos no aceptan a Jesús

como su Mesías porque Jesús no cumplió las profecías mesiánicas. ¿Qué es lo que el

Mesías tiene que lograr? , La Biblia dice que debe:

- Construir el Tercer Templo como está escrito en el libro de Ezequiel 37:26-28:

“(26) Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los

estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre.

(27) Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me

serán por pueblo. (28) Y sabrán las naciones que yo el Señor santifico a Israel,

estando mi santuario en medio de ellos para siempre.”, y aun lo estamos

esperando.

- Reunir a todos los judíos de regreso en la Tierra de Israel, como está escrito en

el libro de Isaías 43:5-6, “(5) No temas, porque yo estoy contigo; del oriente

traeré tu generación, y del occidente te recogeré. (6) Diré al norte: Da acá; y al

sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra”

aquí puedo decir que ya son más judíos en Israel que en el Mundo, pero el

camino es aun largo por andar.

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- Traer una era de paz mundial, acabar con el odio, la opresión, el sufrimiento y la

enfermedad. Como está escrito en el libro de Isaías 2:4: "Una nación no

levantará espada contra otra nación”

- Esparcir un conocimiento universal sobre el Dios de Israel - uniendo a toda la

raza humana como una. Como está escrito en el libro de Zacarías 14:9: “Dios

será Rey sobre todo el mundo - ese día, Dios será Uno y Su Nombre será Uno”.

- El Mesías debe ser descendiente del rey David por el lado paterno como está

escrito en Génesis 49:10 “No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de

entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos.” e

Isaías 11:1 “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus

raíces”.

2. Argumentos para probar la divinidad de Jesús

San Juan 1:

1 En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era

Dios.

San Juan capítulo 8:

57 Entonces los judíos le dijeron: “¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a

Abraham?" 58 Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo: antes de que

Abraham existiera, Yo Soy.”

Ex 3:

14 Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy.” Y añadió: “Así dirás a los israelitas:

“Yo soy” me ha enviado a vosotros.”

Pero no me crean a mí, en el capítulo siguiente de Juan dice lo que entendían los

judíos. Decía Jesús:

30 Yo y el Padre somos uno."31 Los judíos trajeron otra vez piedras para

apedrearle.

32 Jesús les dijo: “Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por

cuál de esas obras queréis apedrearme?” 33 Le respondieron los judíos: “No

queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú,

siendo hombre, te haces a ti mismo Dios.”

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San Juan, su capítulo 18:

4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: “¿A quién

buscáis?” 5 Le contestaron: “A Jesús el Nazareno.” Díceles: “Yo soy.” Judas, el que

le entregaba, estaba también con ellos. 6 Cuando les dijo: “Yo soy", retrocedieron y

cayeron en tierra.

San Juan capítulo 20:

28 Tomás le contestó: “Señor mío y Dios mío.”

Un judío observante como el apóstol Tomás no iba a tomar en vano el nombre del

Señor, y si llama “Dios mío” a NSJC es porque lo era.

San Lucas capítulo 6

1 Sucedió que cruzaba en sábado por unos sembrados; sus discípulos arrancaban y

comían espigas desgranándolas con las manos. 2 Algunos de los fariseos dijeron:

“¿Por qué hacéis lo que no es lícito en sábado?”

3 Y Jesús les respondió: “¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David, cuando sintió

hambre él y los que le acompañaban, 4 cómo entró en la Casa de Dios, y tomando

los panes de la presencia, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él

y dio a los que le acompañaban?”

5 Y les dijo: “El Hijo del hombre es señor del sábado.”

San Lucas capítulo 5

21 Los escribas y fariseos empezaron a pensar: “¿Quién es éste, que dice

blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?”

Efectivamente, sólo Dios puede perdonar los pecados, ellos lo sabían, Jesús lo sabía,

y aun así le perdona los pecados al paralítico y a otras personas, y por eso nosotros

sabemos que NSJC es Dios.

San Mateo, capitulo 28:

18 Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y

en la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el

nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enseñándoles a guardar todo

lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta

el fin del mundo.»

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3. ¿Por qué decimos que Jesús no es un impostor?

De acuerdo a la personalidad de Cristo como nos la describen los evangelios. Es

impostor el que busca su propio interés, el que engaña al prójimo para alcanzar un

fin. Jesús, por el contrario, jamás utilizó su prestigio para obtener ventajas de

ninguna clase, su comportamiento siempre fue sincero y leal.

La santidad de Jesús es un hecho único en la historia; sólo Él pudo decir: "¿Quién

de vosotros me acusará de pecado con razón?" (Jn. 8,46)

Tampoco Jesús es un iluso, lo prueban su perfecto equilibrio mental y su

constitución física, de naturaleza atlética. Jamás sufrió enfermedad alguna, ni crisis

nerviosa. Durante su vida pública y su Pasión demostró su fortaleza física, nunca

perdió el equilibrio ni la serenidad y siempre fue dueño de sus sentidos.

Jesús siempre fue consciente de tener un fin en la vida, del deber de realizar la

misión encomendada por el Padre: salvar al mundo mediante su pasión y muerte.

Jesús no lo olvida ni un momento. Varias veces el Evangelio nos narra tentativos

para hacerle desistir de su empresa, y cada vez Jesús supera el obstáculo con una

afirmación férrea de su voluntad. El último asalto lo recibió Jesús de su misma

naturaleza durante el episodio de Getsemaní:

"...y comenzó a sentir terror y abatimiento" (Mc. 14,33)"

Pasado el momento de decaimiento recobra plenamente el dominio de sí. Si en la

vida de Jesús no hubiese existido este episodio, quizá hubiésemos creído que era un

insensible. Sus sentimientos ante la muerte revelan, por el contrario, la inmensa

carga emotiva de su naturaleza humana.

Jesús une al heroísmo de la voluntad, una extraordinaria lucidez de ideas; siempre

ve lo esencial, lo importante. Ante todo su inteligencia va unida a un perfecto

equilibrio que demuestra tener especialmente en los momentos de prueba y de

triunfo, y en su compasión ante las miserias ajenas.

A través de la Pasión, Jesús demuestra su dignidad y su entereza; desde el momento

de su prendimiento hasta el último suspiro, ni una palabra, ni un gesto revela en El

debilidad ni decaimiento.

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Se concluye que un impostor o un iluso no actúan como Jesús, y que debe ser lo que

El afirma. Sólo Dios nos puede dar pruebas más fuertes.

III UNIDAD

Después de haber leído los capítulos VII, VIII, y XI responda las siguientes preguntas:

1. ¿A qué se le llama plenitud de los tiempos? Explique

Todas las grandes intervenciones de Dios en la antigua alianza estaban orientadas a

la intervención definitiva y plena de Dios, hacia “aquel que había de venir” hacia el

Mesías que establecería el Reino de Dios en el mundo. Este momento -la plenitud de los

tiempos- aconteció cuando “Dios envió a su Hijo nacido de una mujer” (Gál. 4,4-5).

De hecho, el Antiguo Testamento es una preparación y todo en él anuncia a Cristo y

confluye en Cristo. Él es el centro del plan de Dios (Ef. 1,3-19; 3,1-12). Con él han

llegado los “últimos tiempos” (Heb. 1,2), el “tiempo de la salvación” (2Cor. 6,2).

Con su muerte se realiza la victoria de Dios sobre el mal y sobre Satanás (Jn. 12,31;

16,11). En Él Dios realiza la alianza nueva y eterna (Mc. 14,22-23). Con Él se abre el

paraíso, tanto tiempo cerrado (Lc. 23,42-43). Por Él se nos da el Espíritu, que transforma

el hombre dándole la nueva vida y realizando la nueva creación (Jn. 19,30-34; 20,22;

3,5; 7,37-39). Él es el centro de la historia, “el Principio y el Fin”, “el Alfa y la Omega”

(Ap. 22,13). Él es “el mismo ayer, hoy y siempre” (Heb. 13,8), “el que era y es y viene”

(Ap. 1,8), continúa presente en su Iglesia y “no se nos ha dado otro nombre en el que

podamos ser salvos” (Hech. 4,12).

Desde la perspectiva de la historia humana, la plenitud de los tiempos es una fecha

concreta. Es la noche en que el Hijo de Dios vino al mundo en Belén. Esa expresión se

encuentra en la carta a los Gálatas, San Pablo desea evocar una dimensión más profunda

que se refiere a todo lo que se realizó en la cueva de Belén cuando “Dios envió al mundo

a su Hijo, nacido de mujer”, el acontecimiento misterioso de la Noche Santa en el que el

hijo de Dios entró en la historia de los hombres y, en cierto sentido, la superó, o ¿en qué

otra manera puede definirse la entrada de Dios en la historia sino como superación de la

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historia misma? Cuando Dios se hizo hombre, el tiempo, en su sucesión de años, de

siglos y de milenios, es introducido en la dimensión de la eternidad divina: al venir al

mundo, mediante su Hijo, Dios quiso unir entre sí las dimensiones del tiempo y de la

eternidad. De esta forma el hombre está llamado a participar en la eternidad de Dios.

2. ¿A qué se llama expectación mesiánica?

Es la actitud de atenta espera por la venida de Uno que representa la intervención de

Dios en la historia humana. Para los cristianos, esa intervención divina en la historia del

mundo cristaliza en la venida de Jesucristo: la obra consumada de Cristo en su muerte y

resurrección, ascensión a los cielos, y la venida del Espíritu Santo con la consiguiente

inauguración del periodo de la Iglesia y el inicio de su comisión mundial. Para los

escritores del Nuevo Testamento, la expectativa mesiánica de Israel está cumplida en la

venida de Jesús. Varios pasajes bíblicos delinean la identidad de Jesús: es el Mesías

prometido (Lucas 2:11); es el Hijo de Dios (Lucas 1:32); y es el Hijo de David, con

derecho al trono del reino mesiánico (Lucas 1:32,33). También delinean características

de la obra a realizar en su primera venida: es un Salvador (Lucas 2.11); vino para

redimir a los esclavizados por el pecado (Gálatas 4:4,7), otorgándoles el perdón (Mateo

1:21).

Sin embargo, la esperanza mesiánica cumplida es aún una esperanza mesiánica

pendiente (2 Corintios 5:1 al 4; Hebreos 9:28). El elemento pendiente está dado por la

partida del Mesías de este mundo, y su ausencia física hasta el momento de su prometido

regreso (Juan 14:3; Hechos 1:10,11); regreso cuya fecha precisa, Dios se ha reservado

como secreto (Marcos 13:32).

El tiempo de ausencia física del Mesías es el periodo de la Iglesia, y es también el

tiempo de oportunidad para la humanidad de escuchar el evangelio de Jesucristo, el

mensaje de perdón de pecados y salvación eterna (Mateo 28:19,20; Marcos 16:15, 16;

Romanos 11:25 al 27). Pero debe quedar claro que desde los días de la primera venida

de Cristo, el mundo está viviendo su etapa final (1 Juan 2:18; 1 Corintios 10:11; Hebreos

1:2). El corazón de la expectativa mesiánica cristiana se centra, entonces, en la segunda

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venida de Jesucristo. Pero en tanto dura la ausencia física del Mesías, su presencia

espiritual es una realidad prometida y constante (Mateo 28:20; Juan 14:16-18).

3. ¿Explique cuáles son los aspectos en que se diferencia Jesús de otros fundadores de

religiones?

Los fundadores de las demás religiones, lo mismo que sus líderes religiosos, nos han

dejado unas doctrinas, unas normas de conducta, unos ejemplos. Jesús va más allá. Lo

centra toda en su persona. Es ésta una de las principales características de Jesús y es lo

que realmente llama la atención cuando uno compara la religión cristiana con las demás

religiones.

Por una parte, se nos propone como maestro, como guía, como modelo; pero por

otra, se constituye en punto central de los creyentes, cosa que ningún otro líder religioso

ha hecho; éstos se han sentido enviados por Dios y se han tenido como simples

enviados; se han dado la importancia que se quiera, pero siempre salvando la gran

distancia entre Dios y ellos.

Jesús ha insistido siempre en su “Yo”, en su personalidad, que es divina. Por eso ha

dicho, no que enseña el camino o la verdad o que conduce a la vida, sino que Él es el

camino, la verdad y la vida. Ha dicho que el Padre y Él son uno y que quien le ve a Él

está viendo al Padre, y que nadie va al Padre sino por Él; nos dice que aprendamos de

Él, que vayamos a Él. En otras palabras, nos centra en Él; pero además, lo hace con una

humildad impresionante. Nadie le puede tachar de orgulloso; habla y actúa con la mayor

naturalidad del mundo y con una plena disponibilidad para atender y servir a cualquiera

que se acerque a Él.

Es el pastor que da la vida por sus ovejas, la vid de la que parte la vida a los

sarmientos, la luz que ilumina a quienes creen en El. Se constituye como centro de todos

los hombres. Por una parte, está a su servicio dando sentido a sus vidas; por otra, exige

que se le dedique la vida “a Él”. Perderla por Él es conservarla y conservarla para sí sin

referencia a Él, es perderla.

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Y se van extendiendo por el mundo los creyentes, no sólo en Dios, sino también en

Jesús. Y a través de la Historia van apareciendo millones de cristianos que son capaces

de entregarle la vida con tal intensidad que renuncian a cualquier cosa que no sea la

amistad con Jesús; y esta amistad la llevan a tales extremos, que ni siquiera ante la

muerte retroceden. Y veintiún siglos después, hay también gente que está: en la cárcel

por Él y que sufre persecución por Él y que pierde la vida por Él y que renuncia a llevar

una vida normal y corriente por Él y que se dedica plenamente a anunciar, incluso fuera

de su patria, a Jesús como salvador de todos los hombres.

En conclusión podemos decir que Jesús fue el único que dio su vida por nosotros.

Las Escrituras dicen: “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres,

un hombre, Cristo Jesús, que se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos”

(1 Tim. 2:5, 6).

Jesús desempeña un papel clave en el desarrollo del propósito divino. Dios lo envió

“como luz al mundo, para que todo el que pone fe en [él] no permanezca en la

oscuridad” (Juan 12:46). Según el apóstol Pedro, “no hay salvación en ningún otro”

(Hechos 4:12). Esto es así porque alcanzamos la salvación gracias a la valiosa sangre de

Cristo (1 Pedro 1:18, 19). Jesucristo entregó su vida como sacrificio redentor para librar

a los hombres del pecado que introdujeron nuestros primeros padres, Adán y Eva (Mateo

20:28; 1 Timoteo 2:6). Dios también utilizó a su Hijo para revelar Su voluntad y

propósito (Juan 8:12, 32, 46, 47; 14:6; Hechos 26:23).