TERCERA PARTE PIJA

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[imagen: colaboración especial de DOLO] PARTE 3 1 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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[imagen: colaboración especial de DOLO]

PARTE 3

1 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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Así en silencio recorrieron la primera parte del camino,

hasta llegar al río, una vez allí, se detuvieron y los hombres

con la ayuda de Maca y Esther comenzaron a descargar las

cajas del camión y llevarlas hasta la canoa, hicieron una

cadena y las dos chicas se pusieron una al lado de la otra,

cada vez que se pasaban una caja, un ligero roce, una

mirada divertida, más por parte de Maca quien miraba de

manera insinuante a Esther, y ésta, evitaba mirarla porque

era justo esa mirada la que tanto le cansaba. Ambas

trabajaban pensando la una en la otra, en esos días que

iban a estar irremediablemente juntas de una manera

intima y laboral, necesitándose la una de la otra, Esther

pensaba con algo de respeto, sin duda cuando tenía miedo

se volvía más vulnerable y su vulnerabilidad la llevaba

inexorablemente hasta los brazos de Maca. Una Maca que

pensaba en como iban a tener que afrontar por primera vez

juntas, algo que no se parecía a nada de lo que habían

vivido con anterioridad, y sabía que cuando más se dejaba

llevar por el corazón era en esos momentos, momentos en

que su propia tensión le hacía vaciar su corazón de

murallas, y era entonces cuando sentía esa necesidad de

encontrarse entre los brazos de Esther.

Una vez terminaron, cansados y algo sudorosos por el

calor que a pesar de la hora aún persistía, subieron a la

canoa. Les esperaban dos horas río abajo, Vilches se tumbó

tapándose con el sombrero la cara, Massamba que era el

encargado de llevarlos, llevaba el remo en la parte trasera,

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y delante se había sentado Maca, justo detrás, lo había

hecho Esther con un pie sobre un lateral y apoyado su

brazo sobre su muslo y su cabeza sobre este llenándose

del paisaje, allá donde sus ojos llegaran siempre había

verde, allá donde la vista le alcanzaba le daba la sensación

de ver un manto, un maravilloso manto, las aves

sobrevolando por encima de ellos, de colores variados,

algunos peces que saltaban cuando menos lo imaginaba, y

aquella mezcla de silencio y maravilloso murmullo de

cantos, le empujaba a y hacerse innumerables preguntas

¿qué habría por descubrir en aquellas zonas, en aquellas

inmensas arboledas?, ¿cuántos animales habrían ocultos

allí?, ¿cuánta gente estaría muriendo arrasada por la mano

del hombre en algún lugar de aquel bello paisaje?. Sus ojos

se cerraron unos segundos porque la tristeza la invadía

ante tales pensamientos.

M_ ¿En que piensas? –Esther oyó su voz y giró su cabeza

entonces la vio sentada a su altura mirándola

atentamente-. ¿En mí?

E_ Siempre que me ves pensar pienso en ti, sí.

M_ Lo sé –sonrió siguiendo la broma aunque sus ojos

también se mostraban de igual modo que Esther algo

apagados.

E_ Esto es precioso, parece mentira que tras este paisaje

haya tanta miseria y dolor.

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M_ Así es… la verdad que el hombre es el mayor animal

depredador que existe, y basta estar aquí para averiguarlo

–decía mirando alrededor con un suspiro.

E_ Oye Maca… ¿qué quiso decir Teresa con eso de que

me lo explicaras? –le preguntó al ver que se callaba

mirando el paisaje tal y como ella hacía.

M_ ¡Ah…si! –se recostó a su lado y sin pedir permiso

apoyó su cabeza en el hombro de una sorprendida Esther-.

Eso…

E_ Tranquila puedes apoyarte.

M_ Gracias, muy amable –sonrió de lado ante el gesto de

resignación de Esther-. Lo que quiso decir es que tengamos

cuidado, aquí en África hay una costumbre cuando

descubren que una mujer es lesbiana.

E_ Yo no soy lesbiana –se defendió enseguida entonces

Maca levantó la cabeza y la miró fijamente-. A ver Maca, yo

me acuesto contigo porque me apetece, como a ti conmigo,

punto. Pero yo no soy lesbiana.

M_ Bueno es saberlo… -hubo un corto silencio, después le

preguntó con su tono de voz algo ofendido y aunque lo

quiso maquillar Vilches que la conocía capto por primera

vez que un comentario de otra mujer le decepcionaba-.

¿Entonces... no te acostarías con otra mujer?

E_ No lo sé… contigo es diferente no hay compromiso,

¿eso es lo que tú quieres, no? –le preguntó aunque su voz

no sonó con demasiada contundencia.

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M_ Sí –contestó aturdida-. ¿Y es lo qué tú quieres, no?

E_ Sí –nuevo silencio... ambas pensando en como manejar

aquella partida de ajedrez, ninguna quería dejar que la otra

hiciera sobre ella un jaque mate. Tras un momento Esther

volvió a preguntar-. ¿Aquí hay lesbianas? –preguntó con

gesto de sorpresa.

M_ Joder… pues claro, lesbianas hay por todo el mundo

Esther.

E_ ¿En todo el mundo? –se preguntó con gesto de dudas-.

No creo que en todos los países hayan.

M_ ¿Por qué? –le preguntó ávida por averiguar que

pensamientos tenía Esther relacionados con el tema.

E_ Porque yo creo que aquí por ejemplo no deben saber ni

que esa remota posibilidad sexual existe.

M_ ¿Tú crees que es una posibilidad remota en el ser

humano, en la mujer o en el hombre?

E_ Bueno quiero decir… que es… vamos Maca que aquí

no hay quien lo vaya a mostrar ¿no? -le dijo mirándola de

reojo.

M_ Mal vamos Esther… mal vamos…

E_ Si yo no te llego a conocer nunca se me había pasado

por la cabeza.

M_ No te creo –le dijo firmemente.

E_ ¿Cómo qué no?

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M_ Tú misma me dijiste que con tu novio…

E_ ¿Y qué? –la cortó algo molesta por la presencia de los

demás que estaba segura que escuchaban la conversación-.

Eso no da motivo a nadie para pensar que puedo ser

bueno… que… quizá…

M_ Creo que siempre has dudado –insistía.

E_ ¡Ah por favor!... a ver si ahora te vas a creer que

tienes el poder de quitar dudas.

M_ Lo tengo, pero no yo, toda mujer lesbiana tiene el

poder de quitar una duda a otra mujer –lo dijo totalmente

convencida-. A Claudia por ejemplo, ella tuvo novios, varios

pero ninguno cuajaba, un buen día una amiga suya le dijo

que era lesbiana, despertó en ella ciertas dudas y...

E_ Ya –esta vez fue ella quien habló sin saber muy bien

porque algo ofendida-. Y a Claudia se le abrió el cielo.

M_ No, sé le abrió otra cosa –dijo sonriendo a carcajadas.

E_ Que bruta eres –la miraba seria.

M_ ¡Venga Esther un poquito de sentido del humor!, estoy

tratando de amenizarte el viaje con una conversación

amena para las dos.

E_ No, si te lo tendré que agradecer, con lo tranquila que

estaba yo viendo el paisaje.

M_ Ya pero el gesto que tenías no me gustaba –su voz fue

como si a Esther le cantaran una nana, un murmullo tan

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suave y tan tierno que le hizo temblar, le gustó, Maca sintió

aquel temblor y sonrió-. ¿En que piensas ahora?

E_ Es duro… no saber a que te vas a enfrentar y si vas a

estar a la altura.

M_ Mira, que no sirva de precedente, pero, yo estoy

segura que tú estarás a la altura, mucho más que eso…

E_ Gracias –le sonrió amable.

M_ Sigo con nuestra conversación que me interesa mucho

–dijo volviendo a buscar refugio en ella-. Dicen que una

mujer no se acuesta con otra por probar que opción le

gusta más de la noche a la mañana, una mujer se acuesta

con otra porque alguna vez se ha planteado la posibilidad

de sentirse atraída por otra mujer, solo que no se ha

atrevido a corroborarlo.

E_ ¿Dicen? –preguntó-. ¿Y tú que piensas?

M_ Pues yo soy de la opinión –guardó un poco de silencio

para saborear que en ese momento tenía toda la atención

de Esther a su alcance y se sentía feliz de ello-. Yo opino

que la gente se relaciona con quien le atrae, a veces las

mujeres nos atraemos entre nosotras pero nos da miedo el

que dirán, lo prohibido o los prejuicios, a veces nos

pasamos por el forro eso y nos dedicamos a ser felices,

pero odio que se empeñen en decir que está bien y que

está mal, odio que me digan con quien me tengo que

acostar para hacer lo políticamente correcto para que todo

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el mundo esté feliz, menos yo que soy lesbiana, por eso

sigo mis instintos respetando a los demás.

E_ Eso no es verdad –le dijo con calma-. No respetas… a

mí no me has respetado, me has avasallado, me has hecho

mobing en la selva –le dijo seria.

M_ Pero te ha gustado que te lo haga –levantó su cabeza

y se lo dijo con una sonrisa que a Esther le pareció

encantadora, Maca levantó un poco más el cuello y le dejó

un leve beso en los labios-. Yo sé a quien debo respetar y a

quien no, y a ti, te diré te he respetado muchísimo

créeme…

E_ ¿He de sentirme halagada? –enarcó una ceja.

M_ ¿Y yo entonces, he de sentirme halagada que sin ser

lesbiana te hayas acostado conmigo?

V_ Ejem ejem… -se oyó la voz de Vilches.

E_ Vale… acepto que yo tenía dudas pero que no sirva de

precedente.

M_ Ves –esbozó una sonrisa.

E_ Bueno y me vas a contar ¿o qué?

M_ Es que sé que te me vas a asustar y no vas a querer

hacerlo, peque –Esther le dio un pellizco en su brazo que le

hizo aullar-. ¡Auuu!

E_ Te lo tienes merecido.

M_ Yo te habré hecho mobing, pero tú guapa me agredes

–ante su suspiro algo cansado se puso seria-. Está bien te

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explico… aquí en África tienen como costumbre que si una

mujer se siente atraída por otra, piensan que es una

enfermedad, y que esa enfermedad se quita con un

remedio infalible.

E_ Miedo me das –le dijo arrugando la frente.

M_ Lo sabía... pero desgraciadamente es así, la violan

varios hombres repetidas veces a lo largo de días o

semanas, piensan que así la devuelven al camino correcto,

para que los Dioses no castiguen a quien se ha de casar con

ella… en la India las lapidan, aquí en algunos lugares de

África las azotan hasta la muerte. Teresa se piensa que

cuando salimos del poblado vamos a estar haciendo el

amor por todos los rincones –Esther carraspeó algo

incomoda-. Le gusta avisarme.

E_ Teresa te conoce muy bien.

M_ Perdona… hemos dormido juntas y no ha pasado

nada.

E_ No creo que lo diga por mí, sabes que yo soy una chica

de fiar.

M_ Me encantan las mosquitas muertas, pero tú no lo

eres… para mí suerte estás muy viva –su voz se torno

totalmente seductora.

V_ Ejem ejem –nuevo carraspeó desde el final de la

canoa.

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E_ No me gusta cuando me hablas así… ¿por qué lo

haces? –le preguntó de golpe.

M_ Soy así.

E_ No es verdad, no lo eres y por mucho que quieres

hacerme creer que eres así, es mentira. Y es más, aunque

al igual que tú juraré no haberlo dicho, eres una persona

encantadora cuando dejas esa mujer fatal a un lado, de

verdad… me gusta estar contigo cuando no me miras con

lujuria.

M_ ¿Yo te miro con lujuria?, ¡pero qué pija eres! –exclamó

divertida.

E_ No te rías de mí, jo –protestó con un gesto muy pijo.

M_ Ves… si es que eres imposible de soportar… ¡pija!

E_ Pues mira… tú eres imposible de soportar cuando te

pones en actitud calentorra, ¡calentorra!

M_ Me encanta… me encanta –dio una carcajada.

E_ Eres… ¡uf! –resopló.

M_ Dios que buena eres –volvía a reír con gana.

Durante un rato volvió a reinar el silencio, en la cabeza

de Esther las palabras de Maca bailaban como si estuviera

en el teatro y viera una danza, allí cada idea con un tutú

puesto dando vueltas, haciendo piruetas, poniéndose de

puntillas, y realmente no le importaba reconocer que Maca

le gustaba, ¿era lesbiana?, nunca lo había sentido, pero sí

se sentía atraída salvajemente por ella. Allí mientras

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reposaba la cabeza en su hombro, y en su cabeza se

representaba “La Danza del Lago de los Cisnes”, ella se

dejaba llevar por los latidos de su corazón, allí era libre por

primera vez era realmente libre… y le gustaba Maca,

porque negarlo, para que negarlo. La miró de reojo y sonrió,

después con dulzura le depositó un beso cálido como el

cielo de aquel atardecer sobre su pelo para volver a dejarse

embaucar por el entorno.

Al recibir aquel beso, las palabras que Esther le había

dedicado se peleaban duramente en su cabeza como si

fueran unos ávidos espadachines, le gustaba que Esther le

dijera que era encantadora, le gustaba que le dedicara su

tiempo, miradas a veces furtivas que sentía en su piel y que

le hacían sentirse nuevamente una mujer viva, le

encantaban aquellas conversaciones que siempre tenían de

manera casual, le gustaba escucharla cuando hablaba, pero

le encantaban aquellos silencios donde la escuchaba

siempre atentamente, no podía negar que de todas las

mujeres que había ido conociendo después de Julia, ella era

diferente, y sus miedos trataban de imponerse en ese

pensamiento a sus palabras, Esther era peligrosa, pero

quizás era la mujer por la cual poder arriesgar, poco a poco,

sin demasiadas esperanzas, pero estaba en África, todo era

irreal, todo estaba distorsionado, enamorarse era peligroso,

Esther podía volver a España, podía resultar herida o

muerta en cualquier momento, y de esa manera, el miedo

aniquilaba cualquier esperanza que le daban aquellas

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palabras de Esther que habían sido traspasadas por la fina

y decapitadota espada que manejaba el miedo.

E_ ¿Maca podrías explicarme más cosas sobre el virus? –

le preguntó de golpe.

M_ ¿Cómo qué?, si lo estudiaste… -le dijo separándose de

su hombro y moviendo el cuello de lado a lado-. Menudo

hueso tienes ahí…

E_ Sí –sonrió.

V_ Por favor explícale no estoy para más lecciones

morales –se oyó desde la otra punta de la canoa.

E_ Que chistoso es –sonrió mirándolo con el sombrero

tapando su cara, entonces saludó a Massamba quien asintió

aún con rostro serio pero con cierto cariño en su mirada por

esa blanca-. ¿Me cuentas?

M_ Sabes los síntomas, pero a la hora del reconocimiento

es vital fijarse en tanto el paladar que puede tener

apariencia roja como el cuerpo, suelen salir una erupción en

todo el cuerpo que contiene sangre, esta es fácil de

detectar pero cuando están en este estado es el último

síntoma, de ahí pasan a los delirios, al coma y a la muerte.

E_ ¿Qué se hace en estos casos?, digo antes de que

lleguen a ser detectados de esa manera los síntomas.

M_ No podemos hacer nada… -a Maca le encantaba

cuando Esther se ponía seria y hablaba con esa manera

suya de saborear su trabajo, aprender, esas ansias por no

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fallar, era su debilidad lo reconocía, pero para entonces las

palabras ya tenían una espada cruzada imposible de sacar-.

Cuando ocurre hay que aislarlos tratar que tengan el

mínimo contacto con nadie, tan solo con nosotros y

nosotros con máxima precaución y protección.

E_ Vale…

M_ Antes de que lleguen a ese estado que como sabes es

casi el final, también es posible el sangrado de ojos, nariz y

oídos, aquí no podemos hacerles transfusiones por lo tanto

no hay solución una vez lo desarrollan.

E_ Parece mentira que exista este virus y nadie haga

nada por él.

M_ Así es, a partir que estemos allí todo va a ser una

locura Esther, pasaran por nosotros de uno a uno para ser

controlados, tienes que tener cuidado porque muchas veces

si detectamos cualquier síntoma que esté relacionado con

el Ébola apartamos a la persona, y puede que los familiares

traten de golpearnos porque no quieren quedarse a morir

metidos en una tienda de campaña.

E_ Pero… ¿no están allí los militares?

M_ Sí, depende de quienes sean, a veces se implican y

nos ayudan, a veces miran a otro lado sobre todo si nos

golpean, no somos demasiado bien vistos por ellos.

E_ Ya… algo leí.

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M_ Pero sobre todo Esther, es un virus altamente

contagioso si tocas a la persona que lo lleva con guantes

luego sin tocarlos debes echarlos para quemarlos, si te

clavas una aguja estás perdida es como el SIDA, pero si

cumples todos los cuidados no tenemos porque infectarnos,

pero todos los ojos serán pocos ¿de acuerdo?

E_ ¿Y qué pasará con la gente que llega? –miraba al vacío.

M_ De momento han hecho un campo de refugiados, no

les van a dejar moverse de donde están, pero hay que ir

controlando a los que llegan, porque pueden ser los

portadores más peligrosos.

E_ ¿Y se quedan sin hogar, si nada?

M_ Pasan a ser refugiados, cuando pasen la cuarentena,

se les dejara ir a otros lugares, pero siempre como

refugiados, acostúmbrate que aquí la gente está hecha a

caminar y moverse de un lado a otro, no pierden nada los

que no tienen nada, lo único que poseen es la vida, y es lo

que quieren seguir teniendo.

V_ Que bien hablas, no me extraña que las tengas a todas

loquitas –su voz apareció cuando Maca terminó de hablar.

M_ Gracias, ya lo sabes...

E_ ¡A mí no Vilches!, ya lo sabes.

M_ A ti también –fue contundente.

E_ Ya salió la pedante.

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M_ Ya salió la protestota pija… oye… como que con ese

conjuntito que llevas… me recuerdas a alguien… ¿a quién?

E_ Ni se te ocurra –la miró desafiante-. Ni se te ocurra...

M_ ¡A Mona! –exclamó a carcajadas pero de pronto su risa

se detuvo Esther le había echado agua del río a la cara-.

¡Pero serás…!

E_ Quién ríe último, ríe mejor –dijo feliz-. Que lastima no

tener la cámara esa carita no tiene precio.

Durante lo poco que quedo de camino, siguieron

hablando de las epidemias que arrasaban África, se les unió

un Vilches que seguía preocupado, hablaban como si

pudieran realmente solucionar ellos el problema, y Esther

se percataba de cómo estaban de implicados ambos en el

tema, le gustaban aquellos ojos de Maca que se encendían

de brillo de esperanza o se apagaban ante la tristeza, le

gustaba escuchar cuando Maca hablaba con seriedad, era

profunda en sus reflexiones, trataba de ser justa en la

medida de lo posible y así, se daba cuenta que debajo de

aquel disfraz no solo había una buena mujer, sino, una gran

médico con un corazón enorme dispuesto a luchar por los

demás sin importarle su propia vida.

Una vez tocaron tierra, les esperaban tres hombres

con tres viejos caballos, los animales relinchaban sin cesar

cada caja que iban cargando, tras los animales Vilches

hablando en Kikongo con un hombre parecido a Massamba

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de quien se habían despedido con un sentido abrazo, tras

ellos, Maca y Esther a la misma altura.¡Uf!

E_ Pensaba que me habías tomado el pelo con eso de

andar.

M_ ¿Crees que haría eso?

E_ Sí –le contestó segura.

M_ Es verdad pero por esta vez, no… quizá a la próxima.

No hablaron más tan solo caminaban, de vez en

cuando Esther tropezaba, y cada tropezón era la mano hábil

de Maca la que le evitaba el golpe, entonces se sonreían,

seguían caminando con el sudor bien pegado a sus cuerpos,

algunas lianas les golpeaban en algunos tramos.

E_ Joder...

M_ Abre los ojos Esther... que pareces tontita.

E_ ¿Falta mucho? –su voz se mostraba algo cansada.

M_ Sí, peque, sí, anda toma –le dio una cantimplora-. No

quiero que llegues exhausta... te quiero bien fresquita –le

susurró mientras bebía.

E_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr –soltó el agua de su boca

contra la cara de Maca que sin poder reaccionar recibió

todo el líquido-. ¡Está caliente!... joder claro llevándola tú –

reía al ver como se apartaba el agua.

M_ ¡No está bien que tomes los modales de Mona! –le

dijo puesta en jarras mirándola con el pelo mojado.

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Siguieron andando tras Vilches en silencio, Maca reía

ante los continuos tropezones de Esther y se metía con ella,

que si patosa por aquí que si patosa por allá, llevaban casi

una hora de caminata cuando decidieron parar y

refrescarse en un riachuelo.

V_ Hacer vuestras necesidades refrescaros que ya vamos

al tramo final.

E_ Vale –le dijo tratando de ocultar su cansancio.

M_ Vamos.... –y allí estaban refrescándose en aquel

pequeño riachuelo.

E_ Uf se agradece ¿eh?

M_ Es cierto, se agradece poder quitarme tus babas.

E_ Exagerada...

M_ ¿Ah si?, ¿tú crees que exagero? –la miraba mientras se

refrescaba el cuello.

E_ Plenamente... que fresquita.

M_ ¿Es que estás caliente y necesitas refrescarte? –le

soltó con esa voz repleta de sensualidad.

E_ Pues tú ni te cuento, de donde estás tú hacia abajo,

seguro que el río se ha vuelto agua termal –le sonrió

sacándole la lengua.

M_ Me encanta tu puntito cínico.

E_ Y a mí me encanta que te encante porque sé que

realmente, yo te encanto –le decía con su sonrisa

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provocando en Maca una subida rápida y veloz de la

marcha de su sangre.

M_ Tienes razón, cuando la tienes la tienes –no dudó se

echó sobre ella cayendo las dos dentro del riachuelo que no

era profundo.

E_ Ahhhhhhhhhhhhhhh –nuevo grito de Esther antes de

caer dentro del agua y dar un buen trago.

M_ ¡Pero mira que eres gritona!, así se te baja el

calentamiento que llevas –y en entonces ante su sorpresa

atrapó su boca, como si fuera a succionarla.

V_ ¡Maca! –le gritó colérico-. ¡Tengo que estar cuidando

de vosotras como si fuerais dos quinceañeras calientes!,

¿qué coño hacéis?, ¡estamos trabajando en plena Selva y

vosotras jugando a dar grititos!, ¡no pienso aceptar esto,

fuera de ahí!

Las dos lo miraron como entendiendo que tenía razón,

que se les había ido de las manos aquella tontería, y es

que, ambas se perdían en la tensión que existía de manera

incontrolada entre ellas. Pasaron por delante de Vilches,

agachando la cabeza como si así le dieran la razón. Él

puesto en jarras observando como cada una se ponía su

mochila a la espalda, renegó lo suficiente como para que

ambas volvieran a agachar la cabeza.

Y el resto del camino fue así, ninguna hablaba, Esther

sentía que sus mejillas seguían todavía coloradas, Maca

sentía que cada vez le costaba más controlarse, y se hizo la

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promesa así misma de no volver a intentar nada en los días

o semanas que tuvieran que estar allí, en ponerse un velo a

las ganas de estar con ella, porque tal y como le había

dicho, Teresa sabía que Esther era de fiar, ella no.

Dos disparos al aire les dieron la bienvenida, Esther no

puedo evitar encogerse de hombros, después la voces,

gritos, y llantos, cuando la espesa Selva dejó paso libre a

los médicos que llegaban, se encontraron con una

alambrada, con cientos de personas en el otro lado,

llorando, gritando, quejándose, ellos pasaron de largo

dirigiéndose hacia la otra parte algo apartada de aquella

locura, otros disparos volvieron a sonar, un hombre negro

alto y con cara de muy pocos amigos, les recibió.

Tu_ Mbote, mi nombre es Tugamba, soy quien va a

protegerles.

V_ Hola coronel, soy Vilches.

Tu_ Si... oír hablar de Vilches y su equipo.

V_ Espero que bien –se quitó la mochila de la espalda.

Tu_ Mis hombres dirigir.

M_ ¿Qué pasa, no hay nadie que controle la entrada de

esa gente? –apareció la voz dura de Maca.

Tu_ No, últimos médicos marchar ayer...

M_ ¿Les habrán dado de comer?

Tu_ No... no hay comida.... estamos sin reservas.

M_ ¿Están ahí desde ayer?

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Tu_ Sí...

V_ Pues manos a la obra.

Tu_ Las chicas allí –señaló una destartalada cabaña con

una puerta de madera y paredes de ladrillo sin pintar-. Tú

allí.

V_ Menos mal que tienen deferencia con vosotras, yo en

una triste tienda... vosotras en casita –les dijo con sorna.

E_ ¿Nos ponemos a trabajar? –les preguntó.

V_ Esther... tranquila... no tengas prisa ¿vale?

M_ Vamos.

Esther siguió a Maca, abrieron la puerta y se

encontraron con dos catres de bambú, y nada más. Esther

miró a Maca y Maca miró a Esther.

M_ Es más de lo que imaginé, ahora... esto está para

limpiar.

E_ Si, Maca... esa gente...

M_ Esther tranquila... no podemos llegar y poner todo en

orden, poco a poco, de momento deja las mochilas aquí,

luego miraremos de limpiar algo –suspiró-. Está por

anochecer, si abrimos la verja será un autentico desastre...

hay que pensar en todo.

E_ ¿Y si no hay reservas... qué van a comer?

M_ No lo sé... nosotros no llevamos reserva para tanta

gente –sonó la puerta-. Adelante.

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V_ Bien, hay unos ciento cincuenta, los militares dicen

que parece que ninguno este enfermo por su forma de

gritar, les he dicho que hagan que se sienten, vamos a

hacer una revisión visual, al menos síntoma los

apartamos... no podemos hacer más, mañana con la salida

del sol, estaremos ahí.

M_ ¿Y los refugiados?

V_ Parece ser que son unos trescientos, por eso están

desbordados.

E_ Vilches si hay niños.... ¿vamos a dejarles sin comer?

V_ Esther te dije, primera norma, no dejarte llevar por el

corazón, no podemos hacer más.

E_ Si hay niños, prefiero darles mi comida y que coman

ellos.

M_ Espera Vilches, vamos a hacer una cosa, podemos

juntar nuestra comida... más algo de botes, si hay niños o

mujeres embarazadas las repartimos como sea.

V_ Joder... sois un peligro... vamos a crear un conflicto.

M_ Lo sé, pero...

V_ Está bien, no perdamos más tiempo hablando que se

nos echa la noche encima y hay que trabajar.

Salieron los tres con gesto serio, sin duda se

encontraron con un panorama mucho más desolador de lo

esperado. Prefirieron ayudar a los que estaban al otro lado

de aquella alambrada un tanto puesta de improviso los

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hombres apuntando con sus fusiles a aquella pobre gente

desesperada. Ojos repletos de miedo, de suplica, de ansias

por ser ayudadas. Cuando llegaron con sus mascarillas

puestas, sus guantes y cada mujer una bolsa cruzada en su

pecho la gente sintió tan solo con aquella presencia alivio

en su corazón. Murmullos que llegaban a ellos como si

fueran oraciones susurradas en una Catedral, los militares

habían separado a los hombres de las mujeres y niños,

apuntaban con sus fusiles advirtiendo que ante cualquier

movimiento dispararían. Vilches paseaba entre los

hombres, observaba el estado como podía de ellos, ninguno

se movió, ninguno hizo el mínimo esfuerzo por hacer nada,

las dos chicas comenzaron a revisar al centenar de mujeres

y niños, Esther iba justo al lado de Maca, de vez en cuando

si veían algo que le llamaba la atención se agachaba,

revisaba y seguía.

M_ Parece que todo lo que puedo ver... está bien.

E_ Si... es cierto, no he visto ninguna señal.

M_ De acuerdo, los niños están hambrientos, les han dado

agua... solo.

E_ Joder Maca...

M_ Vamos allá.

V_ Aquí todo bien...

M_ Aquí también.

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Vilches comenzó a hablar con el coronel, quien les

explicaba a todos lo que iban a hacer, prometiendo que

aquellos blancos al día siguiente les ayudarían, que

pasarían la noche allí, y que iban a repartir comida entre las

mujeres y los niños, los hombres aceptaron, y así Maca y

Esther comenzaron a repartir en porciones como podían su

propia comida, la comida que Teresa había preparado, las

mujeres la acogían algunas con lagrimas en los ojos, el

hambre era tal que no tenían casi ni fuerzas para masticar,

los niños lloraban ante aquellas blancas que les acariciaban

y ayudaban a sus madres a repartir la comida, Vilches

vigilaba, no podían correr ningún riesgo y sabía que lo que

estaban haciendo era un riesgo demasiado alto, pero esa

gente que había ante ellos no podían resistir mucho más

tiempo en aquellas condiciones. Estaban acabando cuando

por parte de los hombres uno demasiado joven se levantó

hacia Esther, el militar lo apuntó y cuando fue a disparar, se

encontró con la mano de Maca levantando su fusil

M_ ¡Pero qué haces! –le gritó el hombre comenzó a

hablarle frenético.

V_ Ya está bien –les dijo a ambas que se enzarzaron en

una discusión que tenía boquiabierta a Esther ante la rabia

y fuerza de Maca-. Se acabó... nos vamos.

M_ Hijo de puta –le espetó.

V_ Cállate quieres, te ha salvado.

M_ ¿De qué me ha salvado? –preguntaba casi histérica.

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Page 24: TERCERA PARTE PIJA

V_ A saber que te hubiera hecho.

M_ Nada... tienen hambre Vilches. ¡Coronel! –llamó al

hombre que la miraba duramente-. Ya puede ir diciéndole a

sus hombres que nada de disparar, no son animales son

gente... personas...

T_ Mwasi, mis hombres cumplen ordenes, le han

salvado... no interceda.

M_ No me ha salvado, iba a matar a un muchacho que

solo tenía hambre.

T_ Su culpa por ir, no ir, no pasar.

M_ Mierda –le dijo enfadada y con paso ligero se marchó

hacia su cabaña.

V_ No quiero que sus hombres disparen a la gente

¿entendido?

T_ Eso se volverá en su contra.

V_ No quiero escuchar ni un solo disparo contra esa

gente, ¿entendido?

T_ Muy bien –dio media vuelta y se fue.

E_ Vilches...

V_ Anda mira a ver si tú puedes calmar a la fiera de

Maca... un día nos van a meter plomo en el cuerpo por sus

arrebatos y ganas de impartir justicia.

E_ Vilches... no es justo que disparen.

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Page 25: TERCERA PARTE PIJA

V_ ¿Hay algo justo aquí, Esther? –le preguntó enfadado-.

Perdona... lo siento... creo que estamos nerviosos, por

favor, habla con Maca o esto será un infierno.

E_ De acuerdo.

V_ En cuanto salga el sol, os quiero aquí.

E_ Descuida.

Antes de retirarse, Esther giró su cabeza, allí estaban

todos en silencio, los niños algunos dormían, pero aquel

silencio y aquella situación le había afectado, sintió deseos

irremediables de llorar. Por último miró a los militares, y

negó con gesto de fastidio. Paseó con lentitud hasta donde

suponía que estaría una enfadada Maca, tragó saliva, quiso

tranquilizarse porque si ambas estaban nerviosas lo más

seguro era que terminaran discutiendo. Miró al cielo como

buscando ayuda, y se lamentó al darse cuenta que aquella

noche la luna y las estrellas también debían sentirse como

ellas, tan tristes que se habían escondido para no

encontrarse con la gente destrozada, humillada y

hambrienta. Volvió a mirar atrás, silencio. Pesado, triste,

oscuro, latente.

Abrió con cuidado la puerta y encontró a Maca sentada

en una de los catres.

M_ Me he cogido esté, ¿no te importa verdad?

E_ No.

M_ Vale...

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Page 26: TERCERA PARTE PIJA

El mismo silencio que existía fuera, se impuso dentro.

Sin palabras arreglaron aquel cuarto no muy grande,

suficiente para llegar y descansar, limpiaron como pudieron

el suelo, a Esther le sorprendió que Maca sacará sábanas

limpias, quitara lo que había, tan solo un trozo de tela, que

les sirvió para limpiar el resto, Esther por su parte, sacó un

pulverizador y echó perfume, Maca la miraba, con tan solo

aquel gesto logro que su enfado pasara.

M_ ¿Perfumas?

E_ Sí, es mejor darle un toque nuestro.

M_ ¿Nuestro?

E_ Eso he dicho... tu pones sábanas, yo perfume.

M_ Siento lo de antes –fue un murmullo como si con esas

palabras pudiera hacer daño.

E_ Estuviste genial.

M_ ¿Tú crees? –la miró con sus ojos brillantes.

E_ Sí, lo creo –se acercó a ella acariciándole la cara con

suavidad-. Yo hubiera hecho lo mismo.

M_ Sé que esto nos va a traer problemas pero... –elevó los

hombros dejándose acariciar.

E_ ¿Más? –la miraba con ternura.

M_ Sí Esther... más.

E_ Maca...

M_ ¿Qué? –le respondió apoyando su frente en la otra.

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Page 27: TERCERA PARTE PIJA

E_ Que yo... –le miró a los labios.

M_ Tú... ¿qué?...

E_ Tengo miedo

M_ Yo también...

E_ Ya –sonrió dejándose hacer, sintiendo como Maca la

atraía más hacia ella.

M_ Pero nos tenemos, ¿vale? –apoyó nuevamente su

frente sobre la otra.

E_ Sí... eso... eso es importante... ¿verdad? –sus ojos

brillaban intensamente.

M_ ¿Para ti lo es? –le preguntó mirándola a los ojos sin

sombras, sin velos con una amplia sonrisa.

E_ Sí, mucho.

M_ Para mí también Esther –le quitó con dulzura un

mechón de su frente.

E_ Vamos a superarlo, estoy segura... solo que tengo

miedo.

M_ Conozco ese miedo... es normal –hablaban entre

susurros mirándose a los ojos, llenándose una de la otra,

repletas ambas de calor-. No sabemos que nos va a pasar,

es una constante incertidumbre y un constante desafío,

pero no pienses en que va a ocurrir, mejor iremos paso a

paso ¿vale? –la miraba con una sonrisa que le daba a Esther

una confianza en ella tan grande que le provocó una sonrisa

entregada. Maca le musitó mientras sus dedos se

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Page 28: TERCERA PARTE PIJA

entrelazaban en su espalda haciendo que Esther cerrara los

ojos-. Me gusta tu sonrisa.

E_ Y a mí la tuya... y esas caricias lentas.... –dijo extasiada

mordiéndose el labio graciosamente.

M_ ¿Te gustan? –le preguntó mientras seguía moviendo

lentamente sus dedos por debajo de la camiseta de Esther,

notando como su piel se estremecía.

E_ Sí –susurró acercando su boca a la de Maca, pero sin

llegarla a besar.

M_ ¿Quieres que siga?

E_ Por supuesto –entonces coló sus manos por debajo de

la camisa de Maca.

M_ ¿Te has traído ese camisón negro de encaje? –le

preguntó moviendo sus labios y al hacerlo rozaba

ligeramente los de Esther.

E_ No, lo siento... lo tiene Valiente –cerraba sus ojos aquel

roce fino y tan profundamente suave le hacía tiritar.

M_ Lastima –ladeó su cabeza buscando aquel cuello que

tanto le gustaba.

E_ ¡Ay! –gimió.

M_ ¿Paro?

E_ Ni se te ocurra Maca... ni se te ocurra –su voz pasó de

ser un murmullo a un tono seguro y eso sí, extasiado por el

deseo.

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Page 29: TERCERA PARTE PIJA

M_ Ya me parecía a mí... –siguió besándola con lentitud.

E_ Maca... ¿crees que...? –Maca la miró mientras le

desabrochaba la camisa y tras un profundo suspiro Esther

terminó por decir-. Vale... sobra la pregunta.

M_ Así es... no hay nada mejor para combatir el miedo

que esto.

E_ Hablo la voz de la experiencia.

M_ Déjate llevar.

E_ Maca espera –le dijo tras ir desabrochando el botón de

su pantalón, Maca la miró.

M_ ¿Ahora qué? –la pregunta fue hecha con cierto

cansancio.

E_ ¿Y si entran?... mira que no estamos en casa y

Teresa... piensa que...

M_ Ya lo sabía yo –negó con la cabeza y tras un profundo

suspiro le dijo-. Mira la puerta, tiene cierre, por eso

dormimos aquí, las mujeres en este puesto siempre tienen

cabaña con cierre, digamos que son protecciones de las

altas esferas –Esther la miraba atentamente como si

estuviera hechizada por ella, Maca la miró humedeciéndose

los labios mientras ladeaba de un lado a otro con

movimientos cortos, haciendo que aquel gesto y en todo su

conjunto ella le provocaban a Esther ganas terribles de

atraparla para siempre-. ¿Podemos seguir?

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E_ Estás tardando mucho Maca... mucho –su voz repleta

de seducción y su mirada de avidez mostraron a Maca sus

ganas de seguir.

Maca con suavidad la apoyó contra la pared, sus besos

fueron aumentando intensidad, buscando su piel, las manos

se llenaban a cada centímetro de aquella mujer, mientras

Esther cerraba los ojos embriagada por la calidez que

estaba descubriendo aquella vez en Maca, tanta que sin

dudarlo, la apartó de su cuello que devoraba con ternura,

se miraron, sonrieron quizá por primera vez ambas al

mismo tiempo, con una sonrisa repleta de ternura, y

pasaron sus labios de la sonrisa a la necesidad de

encontrarse, comenzaron a besarse con cuidado, sin

avasallamientos, reconociéndose, jugando a entregar besos

finos, besos sin prisas, tenían todo el tiempo del mundo

para amarse, porque el mundo y el tiempo, era ese que en

ese momento disfrutaban, ese que compartían, hasta que el

deseo llegó tras reconocerse desnudas, las manos de Maca

apretaron las caderas de Esther, bastó que Esther

recorriera la espalda de Maca con las yemas de sus dedos

para que el deseo hiciera el resto. Comenzaron a besarse

con una pasión desmedida, sus cuerpos se buscaban y sin

titubeos, se encontraron y disfrutaron.

Mientras en su aldea, Teresa no podía dormir, se había

sentado en la mecedora que habitualmente era para

Vilches, el miedo y la tristeza se habían apoderado de ella,

con Ramón a sus pies, observaba la tranquilidad de la

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noche, toda su gente en sus cabañas, echando de menos al

resto, entre suspiros dejaba que sus miedos fueran saliendo

poco a poco de su interior, necesitaba tranquilizarse

pensando que todo iría bien, pero como siempre la

memoria en esos momentos, solía jugar malas pasadas y le

recordaba insistentemente aquella enfermera que habían

perdido en una misión, se había contagiado y no pudo

regresar, el solo hecho de pensar que podía ocurrirle algo

así a alguno de los tres que para ella eran tan especiales

sentía que su corazón se hacía un nudo, y no le dejaba

respirar. Entonces no le sorprendió, sino que agradeció, la

presencia de Massamba a su lado, se sentó en el escalón de

madera en silencio, al menos compartía con ella ese

instante de temor.

T_ ¿Volverán bien, verdad?

Ma_ Seguro que sí –contestó con esa voz tan repleta de

seguridad que parecía presagiar el futuro.

T_ Gracias.

Ma_ Se les echa de menos.

T_ Sí –sonrió agradecida.

Ma_ Volverán... tranquila.

En el catre de bambú dos cuerpos desnudos de mujer,

se habían entremezclado, se había abrazado como si de ello

les dependiera la vida, dormían en un duermevela que a

ninguna le tenía indiferente, mientras Esther se sentía

respaldada, Maca se sentía desbordada, se sentía como si

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Page 32: TERCERA PARTE PIJA

estuviera sobre una roca y ante ella la inmensidad del mar,

tan pequeña, tan insignificante ante aquello que se le venía

encima. Se habían amado por igual lo habían hecho como si

realmente fuera su primera vez, sin prisas, con caricias, con

besos, con ternura, con deseo en silencio pero con profundo

cariño. Por aquella razón Esther necesitaba sentir más a

Maca, y sin pensarlo dos veces con una sonrisa en sus

labios mientras Maca la estrechaba entre sus brazos le

comenzó a a acariciar con ternura, con calidez y cariño.

M_ ¿Puedes dejarme de acariciar así? –apareció la voz fría

de Maca.

E_ ¿Por qué?, me gusta hacerlo –aunque trató de no

demostrarlo le salió un temblor de desencanto.

M_ Ya... si no puedes dejar de hacerlo mejor me levanto –

se sentó en el catre, tras un suspiro profundo.

E_ ¿Qué te pasa? –le preguntó tapando su desnudez como

si en ese momento la actitud de Maca le hiciera darse

cuenta que estaba desnuda ante sus ojos.

M_ Nada, voy a arreglarme ya se hace de día.

E_ Pero...

Salió de aquella habitación que estaba siendo su

tortura, dejando a Esther totalmente boquiabierta,

desconcertada, pensativa. ¿Qué le había pasado?, entonces

mientras su vista seguía perdida por algún punto murmuró:

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Page 33: TERCERA PARTE PIJA

E_ Tiene miedo a sentir algo por mí... ¡joder... pues

estamos bien!, no me va a dar oportunidad a

desenmascarar su corazón. ¡Pero no sabe lo cabezota que

soy! –sonrió aunque no pudo negarse que aquella reacción

le había dolido y mientras se levantaba murmuró-.

Paciencia pija... paciencia.

Se encontraron cuando Esther después de adivinar

donde estaba la ducha pudo arreglarse y salir, ambas se

habían puesto unos pantalones largos de lino, tal y como le

había recomendado Maca en la aldea al prepararse la

mochila, al igual que Vilches, los tres llevaba una camiseta

de algodón y sobre ella, se pusieron la bata se ayudaron

entre los tres, pero en silencio, los militares habían

levantado ambas tiendas de campaña para ir reconociendo

a los que por cualquier motivo podían levantar sus

sospechas, guantes, mascarillas, ojos temblorosos y la

señal de que fueran pasando. Vilches a la izquierda, Maca a

la derecha, Esther en medio de ambos para ayudar, en ese

momento le hubiera gustado que estuviera allí Sissou, sin

lugar a dudas, lo que le esperaba era un trabajo intenso y

del que iba a aprender a marchas forzadas. Los ojos de

Maca, no la buscaron ni una sola vez, los suyos en cambio

la buscaron tantas veces que al final se perdía en su rostro

serio.

V_ Quiero toda la atención puesta en la gente que nos

entra ¿de acuerdo? –les dijo.

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Page 34: TERCERA PARTE PIJA

M_ No hace falta que lo digas Vilches –respondió

ofendida.

V_ Lo sé... pero pensar que si se nos escapa hay

trescientas personas ahí dentro que pueden verse

afectadas, así que vamos allá.

E_ Está bien –su voz reflejo una pena enorme por la gente

que allí esperaba entre suplicas.

Uno a uno iban pasando por los exámenes que debían

efectuarles, ninguno oponía resistencia, aquellos blancos la

noche anterior les habían proporcionado comida, algo de

calor en su mirada, más que nadie, solo por eso esperaban

pacientemente en el suelo sentados, sabían que no tenían

ningún tipo de prisa, la única era el hambre, y ésa, ya

estaban tan acostumbrada a soportarla, que no querían

morir por nada a cambio. Habían pasado algo más de

veinte personas en una hora, de todos ninguno con

síntomas claros de sufrir el Ébola, cuando ellos les

preguntaban si habían tenido contacto con alguna persona

que podía haber muerto del virus, ninguno decía que si, no

podían hacer otra cosa que creerles, Esther era la

encargada de suministrar a uno y a otro palas nuevas para

reconocer el interior de la boca, conforme se las daban

utilizadas las metía en una especie de fiambrera con

desinfectante, no sabían si les iban a desbordar la llegada

de la gente que huía despavorida, por lo tanto mejor

desinfectar y guardar que llegado el momento no tener

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Page 35: TERCERA PARTE PIJA

nada. Quienes mayor dificultad mostraban para dejarse

revisar eran los niños, por eso Maca debía desplegar todo

su encanto, las mascarillas normalmente les daban miedo,

y más de una vez ella se la quitaba ante la mirada

reprobatoria de Vilches que era el encargado de revisar a

los hombres, Esther los ayudaba por igual, pero siempre

que había un niño, sabía que era Maca la que necesitaba su

presencia, y así pasaron y pasaron hombres, mujeres,

ancianos y niños. A las cuatro horas de revisar, ya llevaban

más de la mitad de personas revisadas, ninguno tenía

síntomas, prosiguieron hasta que una madre llegó con su

hija a brazos, a Maca le llamó la atención, no era tan

pequeña como para llevarla en brazos, la mujer no quería

que la revisara, se negaba una y otra vez, aquello fue

suficiente para que los tres se tensaran, los militares la

miraban sin hacer nada, sobre todo a Maca a quien ninguno

veía con buenos ojos, tanto era así, que ninguno hizo el

mínimo movimiento por ayudarla. Maca hablaba con la

madre, pero no la soltaba, trato de hacerle entender que si

no la dejaba revisar... no podría pasar pero entonces la voz

de Esther le llegó clara y limpia.

E_ Maca mira su falda, está sangrando.

M_ Joder... Vilches creo que tengo un caso de ablación –

Esther no podía creer haber escuchado aquella palabra, no

podía creer que delante de sus ojos aquella pequeña

hubiera sufrido un acto así-. Me la llevo.

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Page 36: TERCERA PARTE PIJA

V_ Maca... llévate a la madre también.

M_ De acuerdo. La niña tiene que venir tú también –le dijo

la madre negó con su cabeza y entonces un hombre que

formaba parte de la fila, trató de salir-. Vilches.

V_ ¡Tú a qué esperas a poner orden! –le gritó al militar

que con desgana se puso ante el hombre con el fúsil de

lado para evitar que se acercara.

M_ Lo siento...ven... tú también. Vamos Esther –le dijo

V_ Cerrar esa parte... lo siento –les dijo a las mujeres que

se quedaron fuera mientras el hombre gritaba desesperado

tratando de librarse de aquel militar y la presencia de

Vilches que trababa inútilmente de dialogar con él-.

Empezamos bien ¡joder!

En el hospital de campaña, ambas habían entrado, la

madre no se separaba del cuerpo de la pequeña que lloraba

al ver el revuelo, porque aquellas dos mujeres blancas

trataba de separar a la niña de la madre, en un momento

dado el llanto cesó, el silencio mostró a ambas que la

pequeña se había desmayado. Aquel desmayo sirvió para

que la madre cejara en el forcejeo y finalmente la dejara en

brazos de Maca y saliera corriendo de la tienda en busca de

su marido.

M_ Vamos Esther... quítale toda la ropa, no te quites los

guantes.

E_ Si.... –hizo lo que le dijo mientras Maca le retiraba las

bragas-. Voy a por gasas.

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M_ Hijos de puta... cabrones... me cago en la puta –Esther

la oía renegar y su corazón comenzó a latir fuertemente-.

Me cago en las putas tradiciones...

E_ Toma aquí.... –su voz se quebró al ver el estado en el

que la pequeña tenía su órgano genital, hinchado, cosido

con una especie de hilo negro que no sabía ni que eso

existía, repleto de sangre, y sin duda lo que le oprimió el

alma fue aquella extirpación del clítoris y de los labios, tan

solo habían dejado un agujero, que por la corta edad de la

niña era demasiado pequeño, subió hasta su garganta una

bilis y hacia sus ojos miles de lagrimas mientras a lo lejos

escuchaba como Maca seguía insultado.

M_ Dame más Esther, ¡Esther más gasas coño! –le gritó

sacándola de su horror.

E_ Si, disculpa –le dijo con lagrimas en sus rostro y aquel

maldito nudo en su garganta que hacía que sus manos

temblaran.

M_ Ponle un gotero de antibiótico ¡pero ya! –su voz y su

rostro mostraban tanta indignación que estaba a punto de

estallar.

E_ Si... –con rapidez dejando a un lado toda la impresión

que aquello le había causado comenzó a trabajar, sin

perder detalle de Maca que seguía luchando con aquella

hemorragia-. Maca no llevas la mascarilla.

M_ No hace falta.

E_ Maca....

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M_ No hace falta Esther... me molesta...

E_ Le he puesto el gotero –no volvió a insistir.

M_ A toda caña Esther.

E_ Si...

M_ Ven aquí necesito que tapones mientras trato de

quitar esta mierda que le han puesto aquí, le está

provocando una infección.

E_ Tiene fiebre.

M_ Normal, ahora le pondremos un paracetamol si es que

logramos detener la hemorragia, no podemos perder

reservas inútiles, ¡y me cago en la puta que por culpa de

esta tradición, no vamos a lograr sacarla adelante! –decía

nerviosa mientras cogía un bisturí y las tijeras-. ¿Se

detiene?

E_ No...

M_ ¡Joder como no nos dimos cuenta anoche!

E_ Maca estaba oscuro, seguro la tenía en el brazo era

imposible darse cuenta.

M_ Ya, ya... –resoplaba-. Tapona más ahí.

E_ Dios mío –susurró.

M_ Si... eso, Dios mío... –contestó con rabia.

Estuvieron trabajando con la niña, más de una hora,

una hora donde ambas lucharon por la vida de aquella

pequeña, estaba entre la vida y la muerte, casi desangrada.

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E_ Maca no podemos hacer más.

M_ Ya lo sé... ponle el paracetamol.

E_ Está muy mal –la miró con pena.

M_ Lo sé pero... aún me queda esperanza, inyéctale –su

gesto triste había conmocionado a Esther.

E_ De acuerdo... está bien.

M_ En cuanto termines ven, voy a ver si veo a la madre al

menos que esté aquí con ella.

E_ Si.

M_ ¡Mierda! –se quejó echando los guantes a un lado.

E_ Vamos pequeña –le dijo quitándose la mascarilla-.

Todo va a ir bien, estás en las mejores manos de África,

complicada, pero es la mejor –aquel rostro pálido le causó

tanta pena que sin pensarlo le besó en la frente-. Descansa.

El trabajo continuó, por varias horas hasta que por fin

no quedó nadie, los militares volvieron a cerrar la

alambrada, y volvieron a quedarse cuatro allí de guardia

por si una nueva avalancha humana llegaba avisar y

mantener a la gente controlada a punta de fusil, el resto se

subió a un pequeño coche y se fueron al poblado a

descansar.

V_ Hemos tenido suerte, de todos nadie infectado que

podamos diagnosticar –decía quitándose la bata ante la

seriedad de Maca le preguntó-. ¿Y la pequeña?, ¿qué ha

sido?

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M_ Está mal, le han practicado una “Escisión

Clitoridectomia” –lo dijo con la tristeza grabada en sus

ojos-. Voy a ver.

V_ De acuerdo, no os quitéis la bata, voy a pasar las

notas... me han dicho que esta tarde llegara al

campamento un nuevo refuerzo, son de la Cruz Roja, a ver

si eso te anima Maca.

M_ Voy a ver a la niña –omitió el comentario.

E_ Voy contigo.

V_ Esther... ¡buen trabajo!

E_ Gracias –contestó sonriente aunque algo preocupada,

seguro que en aquel refuerzo llegaba alguna ex novia o ex

amante de Maca. La vio como la revisaba con atención-. La

fiebre no ha bajado mucho.

M_ Es normal... sigue dormida.

E_ Mejor, ¿no? –la miró triste.

M_ Sí –entonces miró a la madre que tenía la mano de su

hija entrelazada a la suya-. No te preocupes... haremos lo

que podamos –le dijo en perfecto francés asombrando

nuevamente a Esther pensaba que le diría algo grave pero

no, allí estaba su dulzura otra vez a pesar de haber

despotricado contra aquella maldita tradición-. Estaremos

pendientes, ¿vale?

Mu_ Merci.

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M_ Vamos –le dijo marchándose de allí quitándose las

batas y echándolas con todo al pequeño barril donde

habían echado todo para quemarlo-. Voy a ducharme.

E_ De acuerdo.

Entró a la cabaña, cogió su nueva ropa y se marchó,

Esther estaba tan desubicada con su reacción, que no sabía

muy bien como actuar, ni que decirle, pensó que lo mejor

era darle su espacio o mejor dicho, devolverle su espacio.

Así cuando ambas estaban arregladas se sentaron bajó un

árbol donde estaba Vilches con una pequeña mesa de

madera a rellenar cada uno lo que había hecho, Esther

firmaba los papeles que ambos le daban sin hablar.

V_ Ahora vuelvo... voy a traer algo de comer…

necesitamos reponer energía.

E_ Vale... miró a Maca y le preguntó-. ¿Cómo estás?

M_ Bien... ¿tú bien?

E_ Algo sorprendida –no pudo evitar decirlo ante la

mirada algo seria de Maca agregó-. Pensé que le dirías algo

a la madre y sin embargo...

M_ No puedo decirle nada, son sus tradiciones, son sus

estúpidas tradiciones que por mucho que yo pelee por que

entiendan que son ridículas... no logro nada más que

sulfurarme...

E_ Nunca había visto nada igual –murmuró afectada.

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M_ Ya... pues desgraciadamente es más habitual de lo

que se cree.

E_ No creí que aquí lo hicieran.

M_ Ya, como no creías que hubieran lesbianas... a veces

me sorprendes, eres un poco tonta –le dijo levantándose

mientras se marchaba de allí.

V_ He traído la... –se quedó con la palabra en la boca y la

comida en las manos, vio como Esther se levantaba como

una exhalación y se marchaba tras Maca-. Joder... no si... no

me van a dejar estar tranquilo. Mmmm Teresa mano de

Santa para la comida... mano de Santa.

Maca se había alejado a pasos agigantados dejando a

Esther de una pieza por un segundo, pero al reaccionar fue

tras ella, la vio parada tras la cabaña mirando el río que

tenían detrás, como si él pudiera darle alguna contestación

a las innumerables preguntas que se hacía, y si miraba a la

derecha sus ojos podían captar a lo lejos aquellos

refugiados que se repartían por la gran explanada que

había entre los potentes árboles, entre la fuerza del río que

bajaba con tanta rabia que veía como los troncos se

alejaban con paso rápido, así quería sentir la presencia de

Esther, lejana y que pasara por su sangre con paso veloz

sin llegar a su corazón. Sin embargo lejos de ello, escuchó

unos pasos que se acercaban hasta ella y supuso quien era,

cerró los ojos formando en su rostro una mueca repleta de

dolor, sabía que no iba a dejarla en paz, sabía que ahora se

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pondría a reclamarle, hasta porque no a gritarle, y tendría

que soportar aquella típica escenita que algunas le habían

dedicado y que tanto odiaba. Notaba sus pasos fuertes y

decididos, apretó los puños para poder encontrar la

tranquilidad necesaria para poder enfrentarse a aquella

enfermera que tanto genio tenía. Cuando oyó que los pasos

cedieron, abrió los ojos, estaba allí a su derecha con la

mirada perdida hacia la zona de los refugiados, Maca

fruncía los labios con fuerza, tanta que aparecían

blanquecinos, Esther suspiró y le dijo con voz tan calmada

que le pareció mentira que hablara ella:

E_ No creo que debas dejar de comer... precisamente

cuando más fuertes tenemos que estar, te guardo tu ración.

Dio media vuelta y se marchó, dejando peor si cabía a

Maca, que seguía mirando el río, sin duda, Esther sabía

nadar contra corriente. Agachó la mirada cerró después los

ojos, suspiró frunciendo el ceño, tras negar con la cabeza

agitadamente se dio la vuelta, sin duda tenía razón no

estaban allí para ser protagonistas de nada que no fuera

ayudar, sus problemas, sus miedos personales debían

quedar apartados.

Bajo el árbol que habían escogido para trabajar y

comer, Vilches esperaba que alguna de las dos llegara, vio

como lo hacía Esther con gesto muy serio, sin duda, habían

discutido, y eso no era bueno para la misión.

V_ Espero no tener que...

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E_ Vilches no pasa nada, ¿vale? –lo dijo tan firme que el

propio Vilches guardó silencio y siguió comiendo.

En el momento en que Maca regresaba con ellos, con

sus pantalones de lino y sus clásicas botas, comenzó a

sonar un silbato, Esther que acababa de coger su lata para

comenzar a comer, miró a un Vilches que tras el bocado

cerró los ojos protestando

V_ Joder.

E_ ¿Qué es eso? –le preguntó mirando alrededor.

V_ Más refugiados... será mejor dejar de comer... ¡Maca

vamos! –la llamó al ver que se había parado a mitad

camino.

E_ Si –copió el gesto del hombre, dejó a un lado su

comida y se limpió las manos y la boca.

V_ ¿Preparadas?

E_ Yo sí.

Maca no contestó pero comenzó a vestirse, habían

abierto otra caja, las provisiones comenzaban a notar el

trasiego de la gente, pero aún había suficiente como para

no tener que correr riesgo alguno. Mientras Vilches hablaba

con los militares que le aseguraban que llegaban sus

refuerzos y que iba a ser un goteo de personas, Maca ayudó

a Esther a atarse la bata, y después lo mismo hizo ella. Se

miraban tratando de darse fuerza, pero los ojos de Maca se

escaparon de la mirada triste de la enfermera que suspiró y

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tras un leve gesto de desespero se fue tras ella para

comenzar a trabajar.

Los militares llegaron con un bidón, lo pusieron junto a

Esther quien recibió la sonrisa del joven militar que se había

puesto allí, lo miró sin entender muy bien que hacía a su

vera, pero pronto lo entendió, allí había agua, debía ser

para ir refrescando a la gente, Esther miró hacia ellos y sus

ojos recibieron el primer impacto, llegaban exhaustos, con

los labios agrietados, con los ojos perdidos, con miradas

repletas de miedo, de dolor. Aquella gente provocó en ella

un dolor intenso en su alma, su gesto se tornó repleto de

oscuridad y el miedo por primera vez se desató en su

interior al ver a la gente desesperada en la alambrada

gritando y pidiendo socorro.

E_ Vilches... que no abran.

V_ ¿Por qué? –la miró atónito.

E_ Joder porque este hombre le va dar agua a todos del

mismo cazo –le decía apartándose la mascarilla.

V_ No hay otra manera, o se da o no se da, y llegan

muertos de sed –le decía algo contrariado.

E_ Dame un minuto... que no abran.

V_ Esther nada de numeritos... ¡pero bueno... pero que

par de locas tengo a mi cargo!

M_ A mí no me mires.

V_ A ti te miro, a ti –le señalaba con el dedo.

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E_ Ya vuelvo –les gritó mientras corría hacia su cabaña,

llegó casi a tropezones, rebuscando en su mochila-. ¿Dónde

los puse?... espero Maca no los viera... joder pero no tengo

ni para empezar... bueno... mejor esto que nada... ¿dónde

están? –seguía rebuscando nerviosa-. ¡Aquí está!... si...

juraría que había cogido otro...

Mientras en el puesto de control...

V_ ¿Se puede saber dónde coño está?

M_ ¡Yo que sé! –le dijo casi enfadada cuando la vio llegar

con algo en la mano-. Ahí la tienes.

V_ Pero...

E_ ¡Ya estoy! –decía jadeante-. Deja eso... ¿vale?... solo le

das a los niños y las mujeres que estén embarazadas... los

demás después ¿me has entendido? –el militar negó con la

cabeza pero mantenía su sonrisa a aquella extraña Mwasi

blanca.

V_ Me cago en todo lo que se mueve –dijo de repente

Vilches ante las carcajadas desmedidas de Maca y algún

que otro militar que trataba de decirle al chico en su idioma

lo que debía hacer-. ¿Vasos de piolin?. ¡pero Esther! –decía

desencajado.

E_ Mejor eso que nada. ¡Ya estamos dispuestos! –dijo con

firmeza, con seguridad.

V_ Ale... abrir... ¡ay que joderse! –susurró-. Piolin en la

Selva.

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M_ Vamos céntrate Vilches... te recuerdo que es pija –le

sonreía.

E_ Viene una mujer embarazada –les dijo de repente al

ver a una mujer que se doblegaba y las risas cesaron.

V_ Dejar que pase la mujer... la mujer... –los militares

salieron con sus fusiles y obligaron a los hombres a

separarse, cuando llegaron a su altura la mujer se caía y

fueron Vilches y Maca quienes salieron a su encuentro-.

Llevarla a la otra tienda.... arreglaros vosotras con ella no la

juntéis con la niña.

M_ De acuerdo... Esther ayúdame.

V_ Con mucha precaución Maca... está sangrando.

M_ Tranquilo.

V_ A ver tú –le dijo a uno de los militares-. Ciérrame esa

puerta, que pasen solo por aquí. Tranquilos todos tenéis

lugar –decía a los que fuera quedaban y renegaban por el

hambre y la sed.

Mientras, las dos mujeres llegaban a la tienda tal y

como advirtió Vilches evitaron ponerla con la niña, si una de

las dos era portadora del Ébola, mejor evitar que se

juntaran. La tumbaron en la camilla entre los gritos de dolor

de la mujer, el sudor y el sangrado.

M_ Ponte dobles guantes –le decía mientras separaba las

piernas de la mujer.

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E_ Ya –le decía con una tranquilidad que sorprendía a

Maca.

M_ Vale.... ya está aquí. Tubela munu kumu ya nge

(Dime tu nombre).

Mu_ Kimpa.

M_ Kima Kimpa... kamwana ya kwisa (Bien Kimpa, el

pequeño ya viene).

E_ Maca está sangrando mucho, ¿llevas doble guante? –le

preguntó algo preocupada.

M_ Sí... uf... ya le veo la cabeza... ¡joder que ya está aquí!

–decía colocando sus manos para ayudar a la madre que

hacía fuerza y gritaba a la vez.

E_ Le pongo el gotero... Kimpa fyoti bawu (Kimpa un poco

más) –le decía sonriendo mientras le daba la mano.

M_ Vamos... un poco más... un poco más... kumata...

kumata Kimpa (empuja.. empuja).

E_ Muy bien lo estás haciendo muy bien –le secaba el

sudor.

M_ Un poco más ¡mierda!, un poco más.

E_ ¿Qué pasa? –preguntó preocupada.

M_ Empuja.... kumata malembe, malembe–(empuja

despacio) Maca sudaba, Esther también, la mujer más-.

Ya... ya... ¡Kimpa keke a mwana! – (¡Kimpa es un niño!) dijo

contenta mientras el pequeño berreaba.

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Page 49: TERCERA PARTE PIJA

Ki_ Ahhhhh –decía exhausta apretando la mano de

aquella blanca que le sonreía con los ojos-. Melesi... melesi.

E_ Ya está, felicidades -le decía a la mujer con su sonrisa

marcada tras la mascarilla.

Mu_ Melesi... melesi... –repetía sin cesar moviendo de

lado a lado la cabeza con una gran sonrisa.

M_ Toma Esther... límpialo y se lo das, tiene que estar

bien limpio ¿de acuerdo? –la miró fijamente.

E_ Claro... que precioso es –sonreía-. ¿Verdad?

M_ Sí... si lo es sí –sonrió también mientras terminaba su

trabajo.

Tu_ Ziku Maca... me manda ziku Vilches –hablaba desde

fuera el coronel.

M_ Dile que está todo bajo control Tugamba.

Tu_ El padre estar aquí.

M_ Que pase –le dijo saliendo ella con su bata repleta de

sangre.

E_ Aquí tenéis a vuestro mwana –les dijo al ver como el

hombre delgado llegaba hasta su mujer y le sonreía, Esther

dejaba a la niña sobre el pecho de la madre que lloraba de

felicidad-. Es guapo, ¿eh?

Ki_ Melesi –le dijo mirando a su marido y hablando con él.

M_ Bien... esto ya está... dame un trozo de gasa grande.

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E_ Aquí tienes –le dijo mostrándose eficiente aunque algo

distante.

M_ Gracias.

E_ De nada.

M_ Ve con Vilches yo me apaño aquí –le dijo algo

contrariada al no recibir la sonrisa que esperaba por su

parte.

Esther no le dijo nada más, le regaló una caricia al

pequeño y salió dispuesta a ayudar a un Vilches que se

mostraba concentrado mientras revisaba un niño que

sostenía en los brazos su madre, durante ese momento, el

joven militar le enseñaba el vaso con el dibujo de piolin que

conseguía distraer al pequeño.

E_ Nunca he asistido a un parto tan rápido –dijo al llegar

feliz.

V_ Pues ya has vivido algo más... oye debo reconocer que

tus piolines me están ayudando con los niños.

E_ Me alegro mucho, la verdad –le sonrió.

V_ Sigamos, ¿y la doctora?

E_ Estoy segura que viene enseguida... estaba

terminando con la madre.

V_ Bien... ¿has arreglado lo que sea que has tenido con

ella?, dale el vaso y el agua, se lo ha ganado este chavalín –

le acarició la cabeza mientras la madre le daba las gracias.

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E_ Muy bien, ven aquí pequeñin –sonreía mientras le daba

el agua y bebía mientras la madre miraba a Esther con

gratitud-. Allí os darán a todos agua y comida. Malembe.

Mu_ Melesi.

Aquella palabra era la que más escuchó en todos los

que iban pasando, y más que la palabra en sí, sin duda lo

que le hacía estremecerse era la manera tan real con la que

agradecían la ayuda, parecía salir la gratitud del alma,

parecían tres enviados para dar calma en el desespero y

hasta aquel momento lo estaban consiguiendo, un parto,

una ablación horrible pero estabilizado el estado, y el resto

mucha hambre, mucha sed, cansancio y una tristeza difícil

de combatir.

E_ No tengo nada que arreglar con ella –le dijo mientras

recogía el instrumental abriéndole otro envase donde se

guardaban para entregárselo, esta vez a quien debían

revisar era una mujer mayor-. Es imposible arreglar nada

con alguien que no quiere hacerlo.

V_ Eso es cierto, bienvenida a la realidad.

E_ Ella se lo pierde.

V_ No dejes que se lo pierda Esther –le dijo con voz

esperanzada en que luchara por ella.

Volvió a cerrarse la alambrada, tras una charla de

Vilches con el coronel Tugamba, Esther y Maca se

marcharon cada una a una tienda. Era la hora en la que la

pequeña debía recibir las curas, sobrecogida por la

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situación de aquella niña que seguía dormida, los ojos de

Esther se llenaron de lagrimas, la madre la miraba sin

entender porque lloraba, aquella enfermera.

E_ No sé como puedes permitir algo así, es tu hija... ser

mujer no significa que deba pasar por esto, ser mujer es

algo hermoso que nadie debe manipular y mucho menos

hacer esto –le decía mientras le caía una lagrima-. Sé que

no soy nadie para decirte esto y sé ni me entiendes ni te

interesa... pero... no sabes el dolor que esto me provoca, la

rabia que nace en mí... ¿cuántas niñas morirán por este

rito?, esta pequeña ha tenido suerte de encontrarse con

Maca, ¿pero cuántas quedaran por el camino? –su voz se

ahogó por el dolor.

Volvieron a sentarse bajo el mismo árbol, esta vez lo

hicieron los tres, Maca seguía con el gesto algo serio, Esther

tras salir de curar a la pequeña, lo hacía con algo de su

misma seriedad, y Vilches parecía el más relajado de los

tres. Fue quien habló entre aquel silencio tenso.

V_ De momento no nos podemos quejar. ¿Cómo sigue la

pequeña?

E_ Tiene muy inflamada toda la zona, y algo infectada,

sigue con el gotero, le he hecho la cura pero... creo que va

a pasar mucho tiempo hasta que esté bien.

V_ Nuca lo estará.

E_ De verdad... no lo entiendo -su gesto reflejaba el

profundo desconcierto que sentía en su interior.

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Page 53: TERCERA PARTE PIJA

V_ Ni lo intentes entender, afortunadamente no está muy

extendido aquí en el Congo, pero sin duda, hay demasiados

lugares, tribus, donde se practica, lo hace una hechicera, la

madrina de la niña y la madre deben estar presentes, la

atan a un palo y deben guardar silencio para no deshonrar

a la familia –le narraba con la voz algo temblorosa-.

Dependiendo de cómo sea el modo, ponen una cataplasma

de hierbas en la zona, o cosen con cualquier cosa.

M_ En este caso le habían cosido con hilo de bambú, eso

le ha producido la infección.

V_ Animaladas varias –susurró afectado como ellas.

E_ ¿Y no hay manera de detener eso?

V_ ¿Puedes parar un alud de nieve?, ¿un desbordamiento

de un río? –la miró con seriedad-. Es cosa de la naturaleza

¿verdad?, para ellos esto es cosa de la naturaleza.

M_ La mujer no debe sentir placer, es algo tan arraigado

que muchas de ellas se sienten orgullosas de estar

mutiladas. Recuerdo una ocasión, íbamos Cruz y yo.

V_ No me nombres a esa preciosidad por favor... que se

me altera el estómago –dijo muy serio.

M_ Lo siento –sonrió al igual que lo hizo Esther-. Bueno

pues iba yo y otra compañera, a un campo de refugiados,

con la ayuda de una mujer adinerada del país, había dejado

a su marido, había sacado todo su dinero y ha creado una

zona donde las mujeres, prostitutas principalmente, pero el

resto también, se refugian con sus hijos, o solas, reciben

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educación y tratan de darles nociones de trabajos. Pues nos

comentaba que habían mujeres mutiladas que no querían

compartir el lugar con otras que no lo estaban porque eso

era pecado, era ir contra los dioses, contra Dios.

E_ Que fuerte –susurró nuevamente atraída por las

explicaciones de Maca.

V_ Así es, es un tema tabú para muchas, y aunque

nosotros tratamos de enviar informes y tratamos de buscar

soluciones es imposible.

E_ Pero esa niña... puede morir, aún no está fuera de

peligro –seguía hablando impactada ya no solo por lo que

veía, sino, por la forma en que lo hacían podía imaginarse a

las niñas atadas sufriendo aquella amputación y le creaba

una angustia terrible.

V_ Muchas mueren.

M_ Es cierto –miró a Esther nuevamente con el velo

puesto en sus ojos-. Es más te diría que no vuelvas a decir a

una madre delante de su marido todo lo que le has dicho –

esta vez quien miró fijamente fue Esther-. Si te entienden,

no dudaran en golpearte tú vas contra sus normas por eso

no nos ven con buenos ojos a las mujeres blancas. No

estamos mutiladas y estamos en constante pecado.

E_ Me hierve la sangre ante esto... no lo puedo evitar.

V_ Pues Esther Maca tiene razón, a todos nos provoca

esto... pero... hay que saber controlarse. ¡Mira quién viene

por ahí!

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Page 55: TERCERA PARTE PIJA

Señaló con su dedo hacia un coche que llegaba de la

Cruz Roja, se detuvo y al hacerlo se abrieron las dos

puertas traseras, un hombre canoso más o menos de la

altura de Vilches bajó por el lado que alcanzaba a ver

Esther, por el otro supuso que era alguien conocido para

Maca porque la vio ponerse en pie, y sonreír. Ella hizo lo

mismo, se puso en pie, pero aunque trató de sonreír no

pudo hacerlo al ver como una mujer de su estatura un poco

más y morena, se abrazaba a Maca de manera demasiado

elocuente.

Vilches sonreía abiertamente mientras se abrazaba al

hombre y se golpeaban la espalda con fuerza como

demostrando con ese gesto la alegría del encuentro, Maca y

la morena habían alargado para el gusto de Esther

demasiado el abrazo, y ella, observaba la escena desde un

lateral, muriéndose de ganas por poder ver la cara de la

mujer que se abrazaba con fuerza a la que la noche

anterior, había disfrutado de su piel de aquella manera tan

suave y tierna, a la que le había susurrado:

“M_ Esther... Esther... –repetía extasiada con un murmullo

repleto de placer

E_ Dime cariño –respondió de igual manera mientras

lamía con dulzura su cuello

M_ Sigue... me gusta tanto...

E_ Lo se, a mí también cariño –decía mientras sentía la

caricia íntima de Maca en su sexo

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Page 56: TERCERA PARTE PIJA

M_ No me digas cariño –apareció su voz algo más

ahogada por el placer que le estaba proporcionando Esther,

sus manos se enlazaron con el pelo de la enfermera, a

quien aquel comentario le había dejado algo helada. Maca

tuvo que casi suplicarle para quitar sus pensamientos de la

cabeza-. Por favor sigue...

E_ Maca...

M_ Ni se te ocurra gritar –le decía mientras atrapaba su

boca para mitigar el éxtasis que sabía iba a provocar en

Esther

E_ Mmm... mmmm Maca... –le decía entre susurros en el

interior de su boca

M_ Me gusta como te pones, me gusta mucho verte así,

peque”

Cuando Vilches insistió para llamarla, se dio cuenta

que su mirada estaba fija en la pareja de mujeres que

hablaban sonrientes, que sus ojos a pesar de mirar no

estaban viendo nada, que se había perdido en sus

pensamientos, para él estaba casi seguro que algo había

pasado entre ellas, y en ese momento lo confirmó. Tras

varios segundos de llamarla con insistencia, finalmente

consiguió que Esther reaccionara.

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V_ ¿Has bajado a la tierra, ya? –le preguntó con las manos

sobre las caderas-. Perdona Gustavo pero... aquí mi

enfermera aún está impresionada por la ablación de la niña

que tenemos y, la rabia le corroe hasta casi volverla de

piedra.

G_ Pues me gusta que esas cosas tan horribles afecten,

porque eso quiere decir que estamos implicados –le sonrió.

E_ Esther... me llamo Esther –le ofreció la mano.

G_ Mucho gusto Esther, este viejo cascarrabias siempre

igual.

V_ Viejo lo serás tú... yo estoy hecho un chaval –Esther

sonrió pero tan fingido que Vilches puso sus ojos en

blanco-. Esther Gustavo es un médico enrolado a este

continente ¿cuántos años?

G_ Veinte... veinte años aquí.

E_ Imagino la de barbaridades que ha debido de ver –le

dijo con total franqueza mientras veía otro abracito por

detrás “La madre que la parió... conmigo se porta así y

mírala con esa tipa... no sí, al final va a tener razón Vilches

y nunca debí caer”

V_ ¿Esther estás bien? –le dijo ya algo serio.

E_ Si, si perdona.

V_ Maca por favor... creo que deberíamos pasar a las

presentaciones ¿no crees? –le dijo si querer alterado.

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M_ Ya voy ya voy... Sigue igual de insoportable Carolina...

–le susurró sonriente en su oído.

Ca_ Me lo imagino, es lo bueno de Vilches y Gustavo no

cambian –sonrió.

V_ Esther te presento a la Doctora Márquez una

enfermera suiza con dominio de un español muy castellano

más concretamente de Valladolid, Carolina mi enfermera –

dijo orgulloso y aquel orgullo lo captaron tanto Maca quien

sonrió de lado, como Esther quien se sonrojó.

Ca_ Encantada... llámame Carolina –le estrechó la mano.

E_ Lo mismo digo Carolina –su sonrisa un tanto forzada.

Ca_ Yo soy cooperante de la Cruz Roja, hago un poco de

todo.

E_ Que bien –susurró y Maca la miró con una sonrisa,

había captado en su voz lo que sentía, algo de celos o más

bien, le había molestado su explicación un tanto arrogante.

V_ ¿Qué tal está tu marido?

Ca_ Tan borde como siempre... ¡ya sabes! –elevó los

hombros sonriendo.

E_ “Vaya... no la detienen ni que estén casadas, claro, es

solo por pasar el rato” –pensó mirando a la pareja que

seguía sonriendo por algo que había dicho Maca.

V_ Sentaros, y así nos ponemos al día de las cosas.

Ca_ Yo con tu permiso Vilches, voy a robarte a la doctora.

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V_ No es a mí a quien debes pedir permiso –Esther se

tensó de tal modo que hasta ella misma se asustó rezando

para que no la nombrara a ella-. Si Maca quiere ir.

M_ Vuelvo enseguida –le contestó sin mirar a Esther s

fueron en el jeep.

G_ ¿Y qué tal África, Esther?

E_ Bien, descubriéndola poco a poco –se hubiese querido

ir a la cabaña y apagar la llama de celos que se había

encendido en ella pero por cortesía se quedó allí con ambos

hombres.

V_ Más que bien Gustavo, esta vez hemos tenido suerte.

En el jeep, Maca iba mirando el panorama guardando

silencio, Carolina que la conocía bastante bien, la

observaba de reojo, nunca en los años que se conocían la

había visto así de distante.

Ca_ ¿Problemas?

M_ No... tonterías.

Ca_ Pues la tontería está muy buena, al menos tiene una

sonrisa encantadora ¿verdad?

M_ Sí –sonrió de lado sintiéndose descubierta, y tras

agachar sus ojos hasta mirar sus manos entrecruzadas,

volvía a mirar el horizonte.

Ca_ De lo que vamos a hacer ya sabes...

M_ Si... tranquila.

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Había pasado una lenta y pesada media hora donde

Esther había estado aguantando el tipo ante aquellos dos

hombres como pudo, sus pensamientos volaban desde

España, a Teresa, ¡cuánto la echaba de menos!, pasando

por aquella Julia que había dejado una mujer

insoportablemente hundida en su propio dolor, que cuando

era capaz de olvidarlo se volvía una mujer maravillosa,

hasta llegar a la situación que se vivía en aquellas dos

campañas, en una la muerte llamaba a la puerta de igual

modo que en la otra lo había hecho la vida.

V_ Gracias Gustavo –la voz de Vilches la sacó de su

ensimismamiento.

G_ Dame diez minutos y lo consigo.

V_ Muchas gracias.

G_ Hasta ahora Esther.

E_ Adiós –resopló-. Vilches voy a ver a la niña le toca la

cura.

V_ Esther... ahora que estamos solos quería decirte algo.

E_ Si vas a decirme algo de Maca, no me importa lo que

esté haciendo –le dijo seria.

V_ No pensaba decirte nada de ella, sois mayorcitas para

saber a que jugáis, aunque ahora que lo dices –ante su

mirada agregó con rapidez-. Está bien, no lo diré. Pero si

quiero decirte que me estás sorprendiendo muy

gratamente, lo de los vasos ha sido un puntazo –Esther

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sonrió-. Y esa sonrisa que ofreces a la gente alivia más que

el vaso de agua que les ofrecemos, estoy de verdad, muy

feliz porque estés aquí, orgulloso porque formes parte de

este loco equipo en este lugar del mundo olvidado por el

resto.

E_ Gracias –le dijo apurada-. La verdad me siento tan bien

entre tanto dolor que ni yo misma lo entiendo.

V_ Es simple, estás hecha para esto, al igual que... ¡oh

perdón no la puedo nombrar! –el guiñó el ojo con una

sonrisa-. Vamos a ver a la niña.

La revisaron con todas las precauciones tomadas y con

ambos rostros serios y afectados por aquello que seguía

causando en ambos una incomprensión tal que les dolía el

alma. Pero esa misma alma se reconfortaba cuando

pasaban al lado y allí, estaba la vida, en su máxima

expresión, el niño amamantando de la madre que había

podido comer algo de lo cocinado por Teresa, y feliz de ver

a su hijo sano y fuerte.

Al salir se encontraron con Gustavo pero ni rastro del

jeep ni de Maca. Ambas ausencias las vieron los ojos

audaces de Esther.

G_ Malas noticias Vilches.

V_ ¿Más casos?

G_ Así es –confirmó con rostro serio-. Se han elevado la

cifra de infectados hemos pasado a ciento veinte –Vilches

asintió resoplando mientras a Esther se le apagaba algo

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más la mirada-. De los veinticinco mil desplazados que se

habían estimado en un principio hemos subido a diez mil

más, no todos desplazados hacia este lugar pero sabes que

la mitad casi seguro.

V_ Joder... aquí no podemos atender a tantos.

G_ Lo sé, he pedido ayuda... la ONU va a controlar esto

dicen.

V_ Ya, como la última vez, solo hacen algo cuando lo ven

todo perdido, la última vez Esther hubieron ochenta y cinco

mil desplazados, ¿sabes lo que fue aquello?, además

desperdigados por las montañas, por el río, de norte a sur,

entonces se estimó una cifra de muertos alrededor de cien,

pero no sabemos cuanta gente se perdió en el camino.

E_ Vilches si todos tienen que venir aquí no sé como lo

vamos a afrontar, ya no solo nosotros que somos tres, sino

en el campo de refugiados.

G_ Allí hay diez voluntarios, cinco franceses de Médicos

sin Fronteras y cinco italianos de Eacnur, hemos solicitado

la ayuda de la ONU también para que nos instalen un

tanque de agua, es cierto que no podemos dar de beber a

todos en el mismo cazo como me ha explicado Vilches que

tú muy acertadamente dijiste o esto se propagara sin

remedio. Por otro lado es vital vuestra labor, por eso estáis

aquí, porque en esto sois los mejores.

V_ Somos los más pringaos, los que ponemos la otra

mejilla, dilo claramente.

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G_ Formáis un gran equipo y por lo que he oído solo os

faltaba tener una enfermera en condiciones, y la tenéis.

V_ Así es pero no se lo digas mucho no se lo vaya a creer

y se me haga peor que Maca, y con una tengo bastante.

G_ ¿No crees que tardan mucho? –le preguntó a Vilches

mientras Esther justamente pensaba lo mismo.

V_ Un poco sí –dijo mirando a horizonte como buscando

rastro del jeep.

G_ No me fío nada de ellas, juntas ya sabes...

V_ Pues si –elevó los hombros tratando de cortar la

explicación-. Bueno Esther, pues si quieres puedes retirarte,

creo que deberías descansar un buen rato ¿eh?, aquí no

tenemos horarios.

E_ No pasa nada tranquilo puedo esperar a que...

V_ Hazme caso... ve a descansar porque si aquí nuestro

amigo Gustavo ha dado en la diana, nos van a poner dos

grandes focos para poder revisar de noche y que no haya

gente perdida por aquí, necesitamos estar fresco, nos han

dicho una semana pero seguro estamos más. Ve a

descansar.

E_ Vale –aceptó resignada-. Gustavo encantada.

G_ El gusto ha sido mío –le dio la mano sonriendo.

E_ Si me necesitas Vilches.

V_ Tranquila...

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G_ Se nota que le gusta su trabajo.

V_ Si, hemos tenido mucha suerte, la verdad que le ha

pasado de todo en tan poco tiempo que otras con menos se

hubieran marchado.

G_ ¿Y qué tal con Maca?

V_ La tiene controlada.

G_ Imagino donde han ido –negó con la cabeza.

El jeep volvía, en él, el silencio volvía a ser

protagonista, hasta que Carolina detuvo el coche y antes de

bajar le dijo con cierta preocupación mirándola fijamente.

Ca_ Maca nunca antes te había visto así... quizá es tiempo

de soltar amarre ¿no crees?

M_ Es solo un mal momento, un poco de bajón... ya sabes

estar aquí...

Ca_ A mí no me engañas.

M_ Pues si no te engaño Carolina... por favor... –ladeó su

cabeza poniendo una mueca de suplica para que no

siguiera.

Ca_ Has estado todo el rato en otra parte, ¿crees que no

lo he notado?

M_ Ya, lo siento.

Ca_ La vida es el presente, el pasado no te sirve de nada,

bueno si, para joderte el presente.

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M_ Lo sé –su voz estaba tan apagada que a ella misma le

asustó.

Ca_ Pues haz algo... estamos de paso... y me has fallado –

le sonrió dejándole un suave beso en la sien.

M_ No ha estado mal –bajaron al ver que Vilches y

Gustavo se acercaban, no vio a Esther-. Ya estoy aquí... ¿ha

pasado algo?

V_ Nada importante que no se haya podido hacer sin la

presencia de la Ilustre Doctora Fernández

M_ ¿Necesitas algo más, a parte de tu coña? –lo miró

seria.

V_ No.

M_ Vale, pues me voy a mi cabaña a descansar, Gustavo

un gusto verte.

G_ Si casi no me has visto –le dijo jocoso.

M_ Estoy cansada ¿me disculpáis?

V_ Claro. Oye Carolina, no puedes dejármela así hecha un

trapo.

Ca_ Te aseguro que yo no la he dejado en ese

estado...cuando la he recogido ya estaba hecha un trapo.

Se había marchado con el rostro serio y marcando en

él una cierta preocupación, antes de entrar a descansar

resopló con fuerza, al entrar, Esther cerraba los ojos, había

escuchado nítidamente el motor del coche acercarse, se

había mentalizado de que aquella noche si se arrimaba a

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ella, si le quedaba tan poca vergüenza de hacerlo, la

sacaría a patadas del catre. Al fin y al cabo, no era nada

suyo, así que porque debía preocuparse de ella. La oyó

como entraba con cuidado tratando de no hacer demasiado

ruido, la oyó como se cambiaba ante el silencio de la noche

pudo escuchar hasta cuando el sujetador deslizó el cierre y

resbaló sobre su piel, instintivamente tragó saliva. La oyó

acostarse, y dar varias vueltas, era raro en ella y le llamó su

atención, Maca no solía moverse.

La noche, diferente a todas las anteriores desde que

estaba en la Selva, se le hizo algo extraña, acostarse al

atardecer, hacerlo sin el canto de los grillos, sin los aullidos

y sin esa música especial que sonaba, le hacía sentirse por

primera vez extraña. Y es que el cansancio de la noche

anterior le había dejado tan exhausta que había dormido

sin percatarse de la ausencia de los sonidos de fuera,

porque el corazón de Maca le estaba susurrando una

relajada canción de amor.

M_ ¿Duermes? –oyó de pronto como le preguntó, Esther

guardó silencio. Maca insistió como si necesitara saberlo-.

Esther... ¿estás durmiendo?

E_ ¿Qué? –le dijo escuetamente.

M_ Siento lo de esta mañana, me he comportado como

una idiota... lo siento Esther siento lo que te he dicho.

E_ Viniendo de ti no me afecta lo más mínimo, si hubiera

sido un comentario hecho por una persona coherente,

66 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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adulta y consecuente de sus actos, me hubiera dolido, pero

viniendo de ti, francamente, me da igual. Buenas noches.

Y fue cierto, Esther aparentó no importarle porque se

colocó mejor en la cama y se quedó profundamente

dormida, como si era lo que necesitara, como si aquella

excusa de poder decirle aquel pensamiento le hiciera

relajarse y entregarse al sueño. Pero sin duda para Maca

significó todo lo contrario. Más vueltas en la cama y cierto

desespero, la respiración serena de Esther le demostraba

que estaba dormida, así se levantó tratando de no hacer

demasiado ruido, salió a la fría noche con su manta

recogiendo su cuerpo y se sentó en la parte trasera de la

cabaña, apoyó la espalda a la madera prefabricada en

aquel punto que era una frontera imaginaria para separar

dos estados, un lugar de encuentro, entre unos y otros,

también para ella fue el lugar de encuentro con su interior y

Esther. Apoyó la cabeza mientras escuchaba con atención

el sonido del furioso río, y su mente se dejó ir. Necesitaba

encontrarse a si misma en esa maraña que tenía creada en

su propio interior.

El descubrir la mentira no fue el principio de la

debacle, tan solo fue el principio del dolor, recordaba como

había cogido un avión de vuelta y durante el trayecto había

dormido ayudada por un valium, no avisó que llegaba y

nadie le esperaba, recordó como en Brazzaville recorrió

calles como si estuviera soñando, veía pasar la gente y

cada vez que se cruzaba con un niño, escuchaba

67 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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nítidamente como se resquebrajaba su alma un poco más.

Fue a los dos días de estar en una habitación oscura y sin

ventilación, cuando apareció Cruz, Cruz fue la salvadora de

su desgracia, la llevó hasta la aldea y allí al principio Teresa

se encargaba de cuidarla, de tratar de entender su rabia, su

dolor, de hacerle ver que debía sobreponerse para poder

enfrentarse a los recuerdos y sobre todo, poder estar con la

calma necesaria para luchar por su hijo. Pero aquellas

buenas intenciones de Teresa, se iban perdiendo día tras

día, noche tras noche, los días se escondía en su cabaña,

tan solo salía si había alguna necesidad, las noches las

pasaba en la cama de Teresa, o caminando perdida por el

centro de la aldea como si se hubiera vuelto loca, no sabía

rehacer su vida, no encontraba nada que le hiciera salir del

pozo donde una traición le había empujado. Y ese pozo,

tocó fondo una noche, un golpe despertó a Massamba, salió

con su puñal en mano, revisó todo pero no halló nada que

pudiera sorprenderle, todos dormían, no había ni una sola

sombra que alterara la noche, sin embargo como buen

cazador, sus ojos se habían acostumbrado a detectar

cualquier cosa en la oscuridad, y aquella vez no fue

diferente, la halló en el suelo, tras su cabaña con una

botella en la mano, mojada por la lluvia, el pelo revuelto,

los ojos cerrados, con un vomito a su lado, Massamba la

cogió en sus brazos, la llevó hasta la ducha, le quitó la ropa,

la metió en la cama desnuda, y se quedo sentado a su lado.

La vio como los demonios vivían en su interior, se removía

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en la cama bajo un único nombre, Julia, sudaba, lloraba, y

con cuidado preparo un brebaje para poder sacarle ese

demonio de mujer que vivía en su interior, le costó pero lo

logró, a las tres horas Maca abría los ojos sintiendo la

pesadez de su cuerpo, el dolor y la angustia tenían mucho

peso, tanto que no podía moverse, entonces oyó la voz de

Massamba susurrarle, entregarle una ropa para que se

cubriera, y dándole la espalda, esperó a que estuviera

decentemente vestida. La miró con sus ojos grandes y

profundos, ella se asustó de lo que pudo ver reflejado en

aquellas pupilas, era su imagen distorsionada, y sintió un

miedo atroz que la llevó a llorar durante el resto de la

noche apoyada en el pecho fuerte de aquel hombre que tan

solo murmuraba frases en kikongo, frases que ella entendía

y sabía que le estaba dando fuerza, esperanza. Recordaba

como al día siguiente fue Cruz quien hablaba con ella, quien

le decía que no podía negar más su estado, que no podía

evitar que supieran que no podía curar, que no podía

ayudarle en las expediciones, entre todos, la ayudaron a

salir del pozo con la cuerda de la amistad, de la confianza, y

aquella cuerda poco a poco tirada por las manos amigas de

todos los que allí vivían con ella, la sacaron del fondo, pero

al dejarla en la superficie, se juró a si misma no volver a

sufrir por el amor de una mujer.

Y así fue como se volvió la canalla que tanto odiaba, la

canalla que escondía su corazón tras una legendaria

muralla china a modo de defensa, destruido una sola vez,

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era suficiente. Comenzó a disfrutar de algunas mujeres,

comenzó a darse cuenta que su físico y sus dotes de gran

conquistadora hacían que algunas enloquecieran por ella,

eso si, la máxima en su vida había pasado a ser, no

mientas, como lo hicieron contigo, eso hace pupa. Y así fue,

a todas las mujeres que pasaron por su vida, tanto en la

Selva como una vez que volvió a Madrid dos semanas, a

todas les advertía, pero como se le advierte a alguien

ilusionado como la enfermera francesa, que solo iba a ser

un entretenimiento. Superado lo de la francesa, siguió

jugando y ganando, Claudia nunca le pedía nada, Samantha

tampoco, hasta Bárbara le gustaba enredarse con ella de

vez en cuando, subir a las estrellas como decían. Todo era

superficial, todo hasta que llegó Esther. Lo que siempre

temió, un día llegaría una mujer que le haría temblar, era

irremediable, y ella lo conseguía, había trastocado todo su

mundo interior, toda la fuerza que sentía para jugar se le

había ido perdiendo por el camino, sobre todo, desde

aquella noche que estaba en su cabaña y le demostró que

podía ser como ella, mostrarse como ella, llenarla de placer

y marcharse, le debía haber gustado y sin embargo le dolió

tanto que se fuera, aquel fue el primer toque serio, había

necesitado seguir a su lado, había necesitado el abrazo, el

cariño, los mimos de aquella mujer y era lo que había

desatado su miedo, la segunda vez fue mucho peor,

aquellas caricias tiernas después de hacer el amor con una

ternura y suavidad tan recíproco que a la mañana siguiente

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le había aterrado sentir sobre su piel algo que podía

destruirla. Y por mucho que Teresa, Carolina tuvieran razón,

debía superar el pasado para poder disfrutar el presente

que tenía, aquel presente le creaba tantas dudas, tantos

miedos que sabía caería de nuevo, y si un día Esther la

dejaba destruiría su vida como ya una vez pasó.

M_ ¿Qué sabes... que sabe nadie lo que siento...?

incoherente, si, inmadura puede, pero ninguna me va a

volver hacer caer.

Puso sus codos sobre los muslos, sus manos se

cerraron y sus puños sujetaron el peso de su cabeza

apoyándose en su frente, Esther había movido todo como si

fuera un terremoto, el dilema era que todo había sido

construido con tanto ahínco que no había destruido lo

necesario, ¿valía la pena arriesgarse?, pero Esther se lo dijo

solo sexo ella tampoco creía en el amor, si se daba a ella...

¿qué pasaría?. Miles de preguntas martilleaban su mente,

hasta que no pudo más, hasta que se derrumbó de tal

modo que lo único que pudo hacer fue romper a llorar,

llorar como hacía mucho tiempo no lograba, estaba llorando

pero de tan diferente forma, antes lloraba por dolor, en ese

instante lloraba por un posible amor.

Pasó gran parte de la noche con esa necesidad de sacar

su dolor fuera, de dejar que las lagrimas inundaran su

rostro, para que no inundaran su corazón y terminaran por

ahogarla, cuando las lagrimas cesaron, recogió su pesado

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cuerpo y lo llevó hasta el catre junto a la mujer que le

estaba haciendo temblar, junto a la mujer que le había

hecho plantearse tantas preguntas y dudas, allí durmiendo

parecía inofensiva pero no era verdad, era demasiado

peligrosa hasta en eso, sentía unas ganas enormes de

abrazarse a ella, de rogarle que la estrechara entre sus

brazos, la acunara y le diera una sola oportunidad de

afrontar sus miedos, pero aún quedaba en ella, en pie esa

parte que el terremoto de emociones que le causaba Esther

no habían logrado derrumbar al suelo, y era justo la parte

que le impedía dar el paso de mostrarse herida por su

contestación, porque a ella si le dolían sus palabras, no le

eran indiferentes, le dolían y mucho. Se acostó agotada de

tanto pensar, se acostó cerrando los ojos con fuerza

obligándose casi a dormir sin pensar, sin recordar.

Cuando Maca se acostó y durmió, Esther se giró y

despacio de levantó, llevaba mucho tiempo despierta, y

solo cuando se aseguró que ella dormía fue capaz de

levantarse, preguntándose si era ella o la otra la culpable

del estado en el que había pasado la noche. No quiso

pensar más, se levantó y duchó, para después reunirse en

unas frescas mañanas con Vilches que por su gesto parecía

bastante enfadado.

E_ Buenos días Vilches… es muy pronto.

V_ Si lo es para mí, también para ti ¿no? –la miró serio.

E_ Iba a ver a la pequeña y el bebé.

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V_ Imagino, pero son las cinco y media.

E_ No podía dormir, ¿y a ti que te pasa?, ¿puedo? –le

señaló el suelo para sentarse.

V_ Claro, me pasa que no he entrado a sacar a Maca a

arrastras de su cabaña porque tú dormías, pero ahora no

hay nada que me lo impida.

E_ Espera –lo miró con gesto confundido-. ¿Qué pasa?

V_ Pasa que me tiene harto, pasa que no sé como atajar

esa vena de la Madre Teresa de Calcuta que tiene, ¡eso

pasa!. ¿Sabes qué hizo ayer con Carolina?

E_ No, pero me lo puedo imaginar –dijo dubitativa aunque

lo había supuesto todo el tiempo que estuvo con ella, hasta

había podido ver las imágenes entre las dos.

V_ Fueron a practicarle un aborto a una cría –Esther no

supo disimular su gesto de sorpresa-. Si, la niña había sido

violada por su padre, ¿qué se les ha ocurrido?, Carolina y

otra cooperante han emborrachado al padre hasta el culo,

como ninguno se atrevía a hacer el aborto, llegó Maca, “la

Salvadora de la Selva” y lo hizo –decía exasperado-. Y ahora

tenemos que apechugar con lo que la señora ha hecho…

E_ A ver Vilches… no creo que sea buena idea reprocharle

–trataba de hablar buscando algo de serenidad, por una

parte, le había tranquilizado saber que no había estado con

esa mujer de otra manera que no fuera metiéndose en líos,

se sorprendió ante su pensamiento.

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Page 74: TERCERA PARTE PIJA

V_ ¿Tú también perteneces a las Hermanas Caridad? –le

preguntó desafiante en su mirada.

E_ No Vilches, sé que eso no se puede hacer, ella también

lo sabe, es consciente del riesgo, por lo tanto si lo ha hecho

ella será consecuente con sus actos –volvió a ver una

diferencia en sus pensamientos, cuando se mostraba como

mujer era incoherente, cuando lo hacía como médica era la

más coherente del mundo a pesar de ir contra corriente.

“Te vas a volver loca con tanto pensamiento sobre ella”

pensó.

V_ Pero resulta que quien tiene que echarle la bronca soy

yo –la miraba serio.

E_ ¿Y sirve Vilches?, ella me parece que es así,

¿recuerdas la muchacha de nuestra última salida?, creo que

tiene demasiado corazón, aunque se haya convertido en

lugar de un músculo en una piedra –decía mirando el

horizonte con la mirada perdida.

V_ Vale… o sea, que ahora tengo a dos cabezas locas.

E_ No, tienes a dos mujeres que no entienden muchas

cosas de las que pasan, dos mujeres que tratan de evitar

sufrimiento en vano, ¿eso es tan malo?, si lo es, yo la

apoyo.

V_ Mira, no te dejes embaucar por ella, hazlo como mujer

si quieres, pero no como médico si pone su vida en peligro

o la nuestra, es mi deber llamarle la atención, lo he hecho

tantas veces, la he tapado tantas otras, la última antes de

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Page 75: TERCERA PARTE PIJA

llegar tú le metieron un balazo en la pierna, tuvo suerte que

con quien fue la devolvió, y logré que se acabaran sus

salidas nocturnas hasta lugares insospechados para ayudar

como tú dices, ¡si la matan pierdo una médica a parte de

una amiga!, y no puedo permitirme el lujo de perderla por

su poca cabeza o su gran corazón, llámalo como quieras, el

resultado es el mismo. Yo le lloraré unos días, pero ésta

gente la necesita, necesita a alguien como ella pero sin

locuras.

E_ Lo sé, pero hoy no lo hagas, te lo pido por favor.

V_ ¿Y eso?, ¿es un día señalado en el calendario por algo

especial?, ¡Santa Maca, quizás!, ¡prohibido cagarme en su

madre! –se mostraba realmente exasperado.

E_ Se ha pasado la noche llorando Vilches, creo que hoy

no es un buen día para ella –trato de mostrarse convincente

en sus palabras ante la angustia comprensible del hombre.

V_ Me jode mucho Esther…

E_ Lo sé –le interrumpió con una mirada suplicante.

V_ Sé por lo que ha pasado pero… no puedo siempre

justificar sus actos, lo siento, voy a tener que abrir

expediente.

E_ Bien, pero mañana ¿si?

V_ Mucho me va a tener que convencer Maca para que no

piense que es gilipollas perdida –asentía con la cabeza.

E_ ¿Y eso?

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V_ Si te deja escapar, es gilipollas.

E_ Bueno… a lo mejor quien no la deja escapar soy yo –le

guiñó el ojo sonriendo-. Y ella sigue siendo una gilipollas

que se aferra al dolor para justificarse que no puede ser

feliz, es más fácil… solo hay que dar la vuelta a todo eso.

V_ Tienes dos cojones si tratas de derribar esa piedra –la

miraba fijamente con un gesto de admiración que no ocultó.

E_ A veces derribar piedras te traen una sorpresa única y

maravillosa.

V_ Joder… quien lo diría, vasos piolín, ropa de marca,

cremas para la cara, para las piernas, ordenador portátil,

cámara de fotos último modelo, y lo mejor, decisión. Al

verte pensé que todas las tontas me tocaban a mí, ahora

pienso que me ha tocado de las tontas, la mejor.

E_ ¡Que fuerte Vilches... que fuerte! –decía muerta de

risa-. ¿Has desayunado?

V_ No, con este cabreo que llevo encima tengo más que

suficiente.

E_ No sirve Vilches, no sirve cabrearse con Maca, anoche

me di cuenta realmente de cómo es, y ¿sabes lo mejor?,

¡me encanta… me encanta! –sonrió mientras daba un

bocado ansioso a su pan.

V_ Estáis locas –la miraba negando repetidamente con la

cabeza aunque su gesto era mucho más relajado.

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Page 77: TERCERA PARTE PIJA

E_ Jo… yo pensaba que me ibas a decir que se había liado

con la Carolina ésa que me cayó fatal, y me acosté con la

idea de que en el ombligo del mundo donde jamás pensé

podría encontrarme con ninguna, está repleto de lesbianas,

¿todas convertidas por Maca?

V_ Ella tiene dos teorías, la primera, es una mujer con un

poder enorme de convertir, yo le llamo “la conversora a

lesbianas” –Esther sonrió tapándose la boca tras el bocado

a una especie de pan que Teresa les había preparado y no

sabía a nada-. La segunda teoría y a la que yo creo más, es

que dice que hay tantas aquí, porque las lesbianas tienen

muy buen corazón, son luchadoras, son decididas… y sobre

todo, son buena gente…

E_ Vaya teoría, como para rebatirla, ¿eh?

V_ Cruz dice que Maca tiene algo especial, Teresa dice

que tú tienes algo especial, así que sois dos personas

especiales en un mundo especial, ¿se puede pedir más?

E_ Tenemos un jefe especial –le sonrió.

V_ Eso es cierto. Pero no creas que se me ha pasado el

enfado.

E_ ¿Crees que vendrán tantas personas como esperamos?

V_ Sí lamentablemente, sí.

E_ La dejamos dormir un poco más, ¿verdad?

V_ Eres mi perdición...

E_ Lo sé –sonrió ampliamente.

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V_ Maca tiene suerte, espero sepa jugar sus cartas,

porque las tuyas están muy claras.

E_ Espero que salga bien, no me gustaría hacerle daño.

V_ Tú lo has dicho, se esconde en el dolor... para evitar

ser feliz porque le da miedo, así que... quien sabe, igual tú

eres su salvadora.

E_ Solo falta que con respecto a eso deje de ser egoísta.

Voy a ver a la pequeña.

M_ ¿Qué hora es? –apareció Maca con cara de sueño,

bostezando y despeinada.

E_ Las seis –le contestó-. Tienes algo de desayuno, pero

no te lo comas todo que no he acabado.

V_ Joder... vamos a tener que cazar un bisonte para ella

sola como come la tía –dijo jocoso.

M_ No tengo hambre, voy a ducharme y me cambio.

V_ ¡Maca!...

M_ No me vayas a caer encima Vilches por favor –su

rostro mostraba la tristeza de la que le había hablado

Esther.

V_ ¿Hasta cuándo vas a negarte una posibilidad de ser

feliz?

Maca no contestó, pero le hizo un gesto que

demostraba gratitud por sus palabras y aceptación a lo que

aquel mensaje le había mandado. Se duchó y cuando volvió

buscó en la tienda de campaña a Esther, la encontró

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arreglando el instrumental, era una obsesión para ella, todo

correcto, todo en su lugar, Maca la observaba con

detenimiento aunque prefería pensar con su lado Médico y

humanitario, rechazando de golpe cualquier otro

pensamiento que llegara hasta ella. Al girarse Esther la vio,

se quedó mirándola con detenimiento, no le llamó la

atención la manera que iba vestida, ambas habían lavado

su traje en el río y lo tenían secando al sol, así que el

siguiente traje era el mismo, ropa de lino, clara para evitar

que el calor se hiciera más penetrante en su piel, lo que le

llamó la atención fue aquella trenza y un pañuelo rojo

anudado en su frente, estaba demasiado bella pensó para

si.

M_ ¿Podemos hablar? –le preguntó algo temerosa por su

reacción.

E_ Claro –hizo un gesto como de absoluta confianza.

M_ Bien, lo primero, me merecí tus palabras de anoche de

la primera a la última.

E_ Ya lo sé, por eso te las dije –habló con calma mientras

sujetaba en una mano una venda y en otra un paquete de

algodón, ambos a los pocos segundos tenía la marca de sus

diez dedos.

M_ Lo sé, las acepto y te pido disculpas nuevamente.

E_ No quiero tus disculpas, quiero que no lo vuelvas a

hacer, para evitar estar siempre disculpándote aunque eso

no vaya contigo.

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M_ Bien, lo intentaré.

E_ Bien, eso ya es mucho –sonrió-. ¿La segunda?

M_ Quiero hacerte una proposición –le dijo muy seria.

Esther enarcó una ceja con una mirada algo provocativa-. Si

me dices que no, lo entenderé.

El silbato de uno de los militares sonando repetidas

veces daba la señal de que nuevos refugiados llegaban,

Vilches las vio salir de la tienda de campaña, Esther llegaba

con una de las cajas donde tenían los instrumentales

envasados al vacío, y Maca lo hacía con el gesto bastante

serio detrás de ella.

V_ Bueno… hoy empezamos antes la jornada –decía

poniéndose la bata ayudado por Maca.

E_ Esperemos que vengan de manera que no les

hagamos esperar mucho.

V_ Os recuerdo, nada de bravuconadas, ni nada de

tonterías, observar, reconocer y punto, ¿entendido?

E_ Sí.

M_ Me parece que vamos a tener bastante trabajo –dijo al

ver como llegaban.

V_ Pues manos a la obra.

No tuvieron mucho más que decirse, nuevamente

colocados como era habitual a la hora del reconocimiento,

Esther ayudaba a ambos, mujeres y niños a un lado,

hombres al otro, la primera hora de reconocimientos la

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hicieron bastante rápida, ningún caso que pudiera llamar la

atención, pero la siguiente hora todo fueron

complicaciones, la gente comenzaba a salir de todos lados,

del río, de los caminos, les veían llegar con la ropa

mugrienta, rota, sangre en los pies, y aquello aún

complicaba más su reconocimiento, unido a esto, se les

vino encima un sol de justicia, un calor infernal, las batas,

las mascarillas, los guantes, todo les molestaba lo

suficiente como para tener unas ganas horribles de

arrancarlo todo y poder trabajar al menos con algo de

comodidad. Disimuladamente entre los tres se vigilaban,

Vilches se mostraba firme con ellas, su mirada lo decía

todo, mientras que Esther y Maca se miraban a hurtadillas

como si realmente no quisieran hacerlo a los ojos, eso si,

cuando la Médico necesitaba su ayuda, bastaba que

aquellos ojazos se posaran en los de Esther para que ésta

supiera lo que quería, aquella complicidad en el trabajo, era

tan clara que Vilches se sentía más inseguro de lo que a las

dos mujeres revolucionarias se les ocurriría hacer.

Llevaban tres horas de colas y reconocimientos, de

escuchar suplicas de ayuda, de hambre, de sed, cuando

llegó el esperado tanque de agua prometido por Gustavo.

Era un camión pequeño con una cuba, en ella un pequeño

grifo debía ser el que diera a beber a los sedientos. La

gente que iba caminando ya lentamente hacia el

campamento, al distinguir que era agua, se volvían atrás a

la carrera con sus últimas fuerzas, los que esperaban

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pacientemente al otro lado de la alambrada, se tornaron

impacientes deseosos de mojar sus secos labios, sus

gargantas resquebrajadas, así comenzó una pequeña

disputa a los ojos de los militares que se miraban unos a

otros como señal de que ninguno hiciera nada.

V_ ¿Pero qué estáis haciendo?. Cerrar la alambrada,

¡cerrar la alambrada! –decía Vilches yendo hacia el camión

a toda prisa al ver a la gente como se empujaban unos

contra otros.

E_ Vilches van a beber del grifo… esperar… esperar… no

–decía nerviosa.

V_ Joder queréis ayudar –le gritó al militar que miró a otro

y elevaron los hombros.

E_ Fuera… fuera… fuera –les decía como podía

abriéndose paso mientras en el puesto de control los

militares empujaban a la gente que quería entrar por la

alambrada hacia fuera como podían para retener la

avalancha.

M_ Mierda… malembe... malembe -decía Maca mientras

tal como hacían sus compañeros trataban de separar a la

gente que se empujaba y gritaba entre si por un poco de

agua-. ¡Esther cuidado!

E_ ¡Au! –se quejó cuando vio como entre los empujones le

llegaba hasta ella echándola al suelo y cayendo de culo-.

¡Joder!

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V_ Tú, dispara al aire… dispara al aire –le decía fuera de si

mientras una mano negra se ponía en su cara arrancándole

la mascarilla y obligándole casi a caer.

M_ ¡Cuidado con el niño… hostias… el niño!... disparad

malditos cabrones… -les decía con gesto de terror al ver

como en los empujones habían echado a un niño que

lloraba desconsolado al suelo.

De repente se oyeron unos disparos que hicieron que

todos se agacharan, incluida Maca que los oyó silbar

demasiado cerca suyo, Vilches que notó como la mano que

le aprisionaba la cara lo liberaba, veía atónito como Esther

tenía en sus manos un fusil, Maca la miró tan sorprendida

como aterrada, “Dios que lo suelte pronto, con lo patosa

que es”, pensó. Y así fue, Esther le entregó el fusil al militar

joven y risueño que se lo había entregado para que ella

disparara. Entonces los tres se quedaban exhaustos por la

pelea contra la veintena de personas que se habían

enfrascado en esa lucha por beber. A Vilches le habían

arrancado como a Esther parte de la bata, a Maca el

pañuelo de la cabeza estaba en el suelo pisoteado, y los

tres con cara de locos miraban a la gente que seguía en el

suelo, las mujeres lloraban, los niños al ver a las mujeres

también y los de fuera gritaban y suplicaban. Ante aquel

panorama, Vilches tras la lucha sacó fuerzas de flaqueza

para con la respiración jadeante al igual que las chicas

poder hablar a la gente.

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V_ Malembe… hay para todos…

M_ ¿Estás bien? –le preguntó a Esther sujetándole el

brazo con gesto de preocupación mientras el pequeño que

llevaba en brazos seguía llorando.

E_ Sí, total un golpe más en el culito –renegó rascándose.

M_ Luego te lo miro –le guiñó el ojo aunque su mirada no

fue lasciva ni mucho menos, sus ojos mostraron algo de

intranquilidad que sorprendió a Esther.

Los militares a disgusto pusieron el orden que no les

apeteció poner en su momento, Esther junto a Vilches

vigilaban porque no se fiaban que lo hicieran los militares

de que nadie bebiera del grifo, Maca tuvo que revisar al

niño que debido a los empujones había caído y lloraba

desconsoladamente. Una vez todos saciados de la sed,

fueron marchándose poco a poco, quizá cuando tienes el

cuerpo a salvo de la desidia, es cuando pasa factura y

acude el cansancio, eso les estaba pasando a aquella gente

que llevaban tres días caminando, huyendo de la muerte.

V_ A ver… ¿vais a ser capaces de vigilar que beban de

uno en uno y sin tocar el grifo? –les preguntó de muy mal

humor a los militares que allí estaban.

Así estuvieron hasta que atendieron al último

refugiado, de los tres, Maca tenía el rostro tan pálido que

llamó la atención a los otros dos. Después de quitarse todo,

lavarse bien para desinfectarse, Vilches fue a buscarla.

V_ ¿Qué te pasa?

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M_ Nada… ¿por qué?

V_ Tienes mala cara.

M_ Tengo la regla.

V_ Al menos me quedo tranquilo, no estás embarazada,

no me gustaría perderte –le dijo enarcando una ceja.

M_ Vale sé que lo sabes…

V_ ¿Y?

M_ Nada… ya está –elevó los hombros.

V_ Come algo.

Allí se quedó sola algo mareada, sabía que no había

cenado ni desayunado, y el disgusto de la noche le había

afectado, así que decidió comer algo mientras se relajaba

en aquel rincón que siempre en todas sus escapadas

Vilches conseguía crear como suyo. Comía pensativa, sabía

lo que le pedía a Esther, y sabía que no estaba en

disposición de nada, pero aún así, le gustó aquella

confianza. Sonrió la recordar el gesto de Esther, y como fue

cambiándolo mientras Maca pensaba, “esperaba una

proposición indecente... lo sé”. Volvió a sonreír.

Un pequeño ruido le sobresaltó lo suficiente como para

de golpe abrir inquieta los ojos.

E_ Lo siento no era mi intención despertarte.

M_ ¿Me he dormido? –preguntó algo avergonzada.

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E_ Completamente, no has roncado, tranquila –le quitó

importancia.

M_ Menos mal –sonrió.

E_ ¿Ya está listo?

M_ Imagino. ¿Cómo va tu trasero?

E_ Va... en mi vida me había pegado tantos golpes en el

culo, de verdad, siempre caía de rodillas.

M_ Bueno, parece que en África todo lo que haces o vives

es diferente, hasta la forma de caer.

E_ Es verdad –sonrió con tanta dulzura que a Maca el

corazón le tembló.

M_ ¿Qué hora es?

E_ Son las dos y media.

M_ Vale. Ah por cierto, la próxima vez que tengas un fúsil

en tus manos, por favor, a punta bien lejos de donde yo

esté.

E_ Hecho, ¿a qué no ha estado mal?

M_ No... la verdad que ni a mí se me hubiera ocurrido.

E_ Es que perdona, la que vale, vale –sonrió nuevamente

dejando a Maca atrapada en aquella sonrisa.

M_ Si.

No dijo nada más, Esther tampoco, guardaron silencio

cada una apoyada en una parte del tronco del árbol. Por un

rato nada más compartieron el ruido de los pájaros, el

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llanto del bebé que debía estar hambriento y las risas

insoportables de los militares. Un nuevo silbato se escuchó.

E_ ¿Estás bien para atender?

M_ Claro.

E_ No tienes buena cara Maca.

M_ No te preocupes...

Volvieron al duro trabajo, nueva gente, nuevos rostros

pero las mismas reacciones, gratitud, sed y hambre, entre

ellos ninguno enfermo les quedaba ese consuelo cerca de

las seis de la tarde cuando acabaron. Maca seguía algo

demacrada, Esther preocupada por ella, Vilches del enfado

había pasado a la tranquilidad al rellenar papeles que era lo

que tanto odiaba, él estaba hecho para salvar vidas, no

para la burocracia. Tuvieron dos horas de descanso, cuando

una de las veces Esther salía de la tienda de campaña,

Maca la abordó porque iba a entrar, tras tomarse un

descanso obligada por Vilches.

E_ ¿Has descansado?

M_ Sí, iba a ver a la niña.

E_ A Mina... se llama Mina.

M_ ¿Mina? –la miró fijamente.

E_ Sí, ha despertado, he estado un ratito con ella, es

increíble yo creo que estaría gritando sin parar y llorando,

ella lo único que hace es morderse el labio, se ha hecho una

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Page 88: TERCERA PARTE PIJA

herida, por eso Vilches me ha mandado volver a inyectarle

para que descanse.

M_ Ya... suele suceder, los padres deben estar orgullosos

de su hija –dijo con cierta rabia, entonces la miró y le

preguntó-. ¿Y el bebé?

E_ Estupendo, es un glotón, la madre es primeriza... no le

entiendo mucho porque el dialecto que hablan...

Entonces el ruido del coche les obligó a callar, ambas

se giraron y descubrieron el jeep de la Cruz Roja, Maca miró

a Esther, y ésta asintió. Bajó tan solo Carolina del interior,

se dirigió directamente hasta donde se encontraba Maca,

se saludaron y fueron hacia donde un inquietante Vilches

las esperaba.

C_ ¿Qué tal Vilches?

V_ No tan bien como tú, nada más hay que verte lo

estupenda que estás, y lo mal que estamos los tres.

C_ Que gracioso eres, la verdad que estáis haciendo un

trabajo estupendo.

V_ Ya... ¿sucede algo? –le preguntó al ver que Maca y

Esther estaban juntas detrás de ella.

M_ Vilches Carolina ha venido a por mí, y le he dicho a

Esther que si quería venirse, ella no ha visto un campo de

refugiados.

V_ Menuda excursión le vas a regalar –la miraba

desafiante

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Page 89: TERCERA PARTE PIJA

M_ También podemos hablar con Teresa, debe estar

preocupada.

V_ ¡Ah claro!, Esther va para poder hablar con Teresa.

E_ Si Vilches... tengo ganas de saludarla y que me cuente

como está Mona, Valiente y los demás.

V_ ¿Y si vienen refugiados? –se puso las manos en las

caderas mirándolas algo irritado.

M_ Vilches está cayendo la tarde, a estas horas no viene

nadie.

V_ Ten cuidado Maca.

M_ Lo tendré, solo voy a enseñarle el...

V_ Ya... ya... solo vas de guía turística.

M_ Nos vamos, ¿vale?, si pasa algo por mediación de los

militares nos localizas.

V_ Claro... adelante... dale recuerdos a Teresa, Esther.

E_ Si –sonrió algo nerviosa-. Se los daré.

V_ ¡No sé que voy a hacer con ellas! –susurró negando

con la cabeza-. Si no tenía bastante con una, ahora son dos.

Una vez subieron en el jeep...

C_ Está pesadito ¿eh?

M_ Bueno... me conoce... no lo culpo.

C_ Ya, yo tampoco porque también te conozco –le decía

mirándola con una sonrisa de oreja a oreja mientras Esther

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trataba de con un suspiro controlado, mantener la calma-.

Bueno Esther... gracias por ayudarnos.

E_ Espero que todo salga bien –su voz sonó seria, su

gesto mucho más tenso de lo habitual.

C_ Claro que si. ¿Le has explicado? –le preguntó a Maca.

M_ Sí, le propuse si me quería ayudar, y aquí la tienes...

C_ De acuerdo... lo tienes preparado todo, el doctor

Williams estará a vuestro lado.

M_ ¿Cuándo fue la última vez que tuvo latido?

C_ Anoche.

M_ Es una operación sencilla, no entiendo porque nadie la

quiere hacer.

C_ Sabes como funciona esto... estamos desbordados con

todos, hay infinidad de problemas, Sida, infecciones de todo

tipo, la gente viene deshidratada, hambrienta, y no

podemos acudir a todos, es una operación sencilla, pero

sabes que arriesgada y tú en esto como en otras cosas eres

la mejor.

Hubo silencio como respuesta, Maca miró a través del

cristal de la ventanilla, era un riesgo, y además el niño

prematuro, muchas posibilidades de que todo saliera mal,

no habría porque hacerlo a escondidas, no habría porque,

pero las tradiciones no permitían que según quien tocara a

una mujer embarazada antes que la naturaleza llevara a

cabo su trabajo, el hechicero de aquella tribu había muerto,

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Page 91: TERCERA PARTE PIJA

por lo tanto, de igual manera que el día anterior había

hecho algo que iba contra la naturaleza, sabía que vista

para los demás, lo que estaba a punto de ocurrir era lo

mismo. Sus compañeros no querían correr riesgos cuando

iban a tener que convivir con aquella tribu, el que fuera

marcado como culpable podría encontrarse con problemas,

ella no estaba allí, y según los médicos del campo de

refugiados, ella era la ideal. Pero conforme se acercaba el

momento y pensaba que había arrastrado a Esther y podía

tener problemas, se le iban las ganas de llegar, de salvar la

vida de la madre y del pequeño, no quería que a Esther le

pasara nada, y se había dado cuenta en el momento de

tensión, cuando entre unos y otros empujaban y la vio caer,

suspiró profundamente.

C_ ¿Te encuentras bien?

M_ Sí –contestó sin mirarla.

C_ Ya llegamos.

M_ Déjame sola con Esther por favor.

C_ Claro cariño –le tocó el muslo y se bajó.

M_ Esther... estás a tiempo de...

E_ Si tú lo haces yo también, yo te ayudo –le dijo con

seguridad.

M_ De acuerdo... gracias.

E_ No me las des, yo pienso como tú y si puedo ayudarte,

al fin y al cabo es mi trabajo.

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Page 92: TERCERA PARTE PIJA

M_ No tienes porque implicarte en esto.

E_ Lo sé, pero quiero. ¿Bajamos?

Aquellas palabras que salieron de la garganta de

Maca, lo hicieron con un timbre de voz diferente, fue

consciente que volvía a mirar a la muerte cara a cara, en

aquellos ojos de mujer, el corazón se le detuvo un instante,

el miedo cubrió los latidos, y como ella, el rostro de sus dos

compañeros reflejó la tensión no solo por aquella mujer,

sino, porque en sus brazos llevaba un niño pequeño.

Una vez volvieron junto a Vilches, vieron que habían

refugiados, sin más Vilches les dijo

V_ De acuerdo… ya sabes lo que hay que hacer.

E_ ¿El niño? –preguntó con temor.

M_ Esther ven conmigo, tú llevas al niño… a ver dile al

militar que te sonríe que nos ayude.

E_ Si. Por favor… ven, kusadisa beno… - (ayúdanos) -lo

miró con gesto suplicante entregándole unos guantes para

que se los pusiera, el chico sonrió y ayudó a llevar con Maca

a la mujer-. Melesi.

La fila de mujeres se detuvo, quedaban unas siete u

ocho personas por revisar según el vistazo que Vilches

había dado, rápidamente dieron la voz de alarma los

militares todas las personas que llegaran a partir de se

instante, deberían ser apartadas en cuarentena. La base de

control dio el visto bueno e informó que el camión iba para

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Page 93: TERCERA PARTE PIJA

allá. Pero sin duda les quedaba a ellos la parte más

complicada. Vilches debía saber quienes eran sus

familiares, quienes habían tenido contacto con ellos, veía el

miedo en los ojos de las mujeres, de los hombres, veía

como trataban de evitar que los ojos de Vilches se pusieran

sobre los suyos. Era la tarea que más odiaba por cuantos

médicos pasaban ese momento, debía señalar a la muerte

entre la vida. Les habló y pidió que colaboraran con ellos,

quienes fueran familia o tuvieran contacto con ella que se

acercara, los militares con sus ojos repletos de furia como

siempre solían mirar, observaban a todos, en esas

ocasiones, olvidaban sus más y sus menos con los médicos

y ayudaban, ellos tenían mucho que perder si no lo hacían

así. El silencio se había adueñado de todos ellos, nadie

hablaba, nadie daba un paso, hasta que una mujer salió de

la fila con el gesto compungido, en su mano un tembloroso

trozo de tela, de sus ojos dos lagrimas, y su corazón a

punto de estallarle.

Mientras tanto, ellas con la mujer y el hijo entraron a la

otra tienda que les quedaba libre, una vez allí con la ayuda

del militar, la acostaron a ella primero, al hacerlo vieron

como un hilo de sangre salía por su oído derecho, Esther

con el niño en brazos lo dejó en la camilla que había al lado,

tratando de no juntarla demasiado para evitar en lo que

pudiera el contagio, si es que, el pequeño estaba libre de él.

93 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 94: TERCERA PARTE PIJA

M_ Gracias puedes salir –le dijo al militar que con una

sonrisa le hizo caso-. Tranquila… todo va a ir bien. Esther

necesito un gotero de suero, ¿llevas doble guante?

E_ Sí… Maca el niño… -la miró con pena.

M_ Lo sé…

V_ Aquí os traigo a la madre –apareció Vilches con gesto

serio.

M_ ¿Los maridos?

V_ Ninguno de momento. Pero este grupo pasa a

cuarentena ya están avisados, traen un camión para

llevarlos a todos juntos.

E_ ¿Y los que han pasado? –le ponía el gotero mientras

Maca iba a revisar al niño, la mujer ni siquiera protestó.

V_ Los van a ir recogiendo. ¿El niño, Maca?

M_ Estoy en ello… creo que… también –su voz mostró

cierta amargura-. Búscale una vena Esther, ponle

antibiótico, calmante y suero.

V_ Maca –se puso las manos sobre las caderas mirándola

con preocupación.

M_ Lo vamos a intentar.

V_ Poner las cortinas, sería bueno que al niño lo

alejáramos –Maca y Esther cruzaron una mirada de

profunda pena-. He detenido la rueda de reconocimiento,

debería estar seguro si tienen marido alguna de las dos.

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Page 95: TERCERA PARTE PIJA

M_ No hay duda la frecuencia es muy baja, y notó cierta

dureza en el vientre –decía mientras lo reconocía.

V_ Está bien, ante todo no perder la tranquilidad, Esther

quédate con el pequeño tú, ¿vale?

E_ Sí.

V_ Nosotros nos apañamos con la gente que queda fuera,

es posible que hayan más casos o puede que tan solo este

aislado, a partir de ahora debemos turnarnos para todo.

Haremos dos turnos, uno descansa ocho horas y los otros

dos duermen en dos bloques diferentes de cuatro horas,

¿vale? –ambas asintieron-. Maca tú empiezas con el de ocho

horas, pero ya sabéis que esto será si por la noche no

tenemos refugiados, si los hay… debemos atenderlos de

igual manera. Lo de hoy es un poco a bote pronto, son las

diez de la noche... vamos a terminar con la revisión.

M_ Bueno… empezó la pesadilla, ¿qué llevamos dos días?,

a mí me parece que estoy aquí una eternidad.

V_ Venga vamos… Esther nada de confianzas, no te

quites la mascarilla, ni los guantes, ni la bata ¿entendido?

E_ Sí, descuida.

M_ Al menor problema nos avisas.

E_ De acuerdo –a través de la mascarilla le quiso entregar

una sonrisa de calma y confianza.

No hablaron más, acostaron a la madre de la mujer,

pasaron las cortinas que dividían cada pequeña habitación

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Page 96: TERCERA PARTE PIJA

para convertirlas en habitaciones incomunicadas, Esther

entendía con dolor que aquellas mujeres habían llegado

para morir, sin duda, pero con todo lo que Maca le había

mandado poner al pequeño, le quedaba la esperanza de

que podrían salvarlo. Allí se quedo al lado de la criatura que

dormía, con las manitas apretadas, ¿cuánto tiempo podría

tener?, ¿un año?, ¿año y medio?, ¿qué había hecho él para

no poder luchar por la vida?, ¿por qué nadie encontraba

remedio a algo que era mortal y todo el mundo lo sabía?,

¿qué podía hacer ella por aquel niño?. Todas aquellas

preguntas en su cabeza, trasladaron una honda pena en su

corazón y una tensión en todo su cuerpo, el pequeño se

movió e hizo amago de llorar, Esther no podía soportar

aquella visión, se sentó y lo tomó en brazos, el pequeño

calló.

Fuera, la revisión se hizo de una manera mucho más

profunda, no habían rastros en nadie más ni tampoco había

aparecido nadie más relacionado con las dos mujeres y el

bebé, ambos cansados, y asustados porque no reconocerlo,

terminaron con el último refugiado, los ayudaron a subir al

camión y los veían alejarse allí todos juntos dejándose

hacer sin poder más que dejarse llevar a donde quisieran.

V_ Estamos jodidos, tengo que notificar estos tres casos.

M_ La mujer está mal Vilches.

V_ Imagino que le contagió el marido, por lo que un

hombre me comentó se unieron a ellos en el camino,

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venían solas –tras un profundo suspiro añadió-. Voy a tener

que ir a hablar con Dávila.

M_ De acuerdo.

V_ Imagino que no localizasteis ayer a Teresa, ¿verdad?

El silencio de Maca le dio a entender que no, la pena se

había instalado en los tres, era duro aquel momento, y

Maca tuvo una necesidad enfermiza de estar junto a Esther,

respiró cerrando los ojos, estaba claro su síntoma,

demasiado claro para ella.

Al entrar la vio sentada cerca del niño, repasó a la

mujer que con los ojos cerrados, la boca abierta y una

respiración lenta, parecía descansar, su madre permanecía

despierta y al verla entrar, con la mascarilla, los guantes, la

bata, la mujer con tristeza le dijo algo en una lengua que

por mucho que Esther quiso entender, no lo logró, pero sí

oyó como Maca le contestaba, las cortinas le impedían ver

su gesto, pero si cerraba los ojos podía imaginarlo en su

mente, y al saber que estaba ahí era como si una ventana

se hubiera abierto y le llegara un aire fresco que lograba

tranquilizarla.

M_ Hola –le saludó.

E_ Hola –le correspondió.

M_ ¿Cómo sigue este pequeño?

E_ Muy tranquilo –sonrió mirándolo y tras un suspiro le

dijo-. ¿Crees que lograremos salvarlo?

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M_ Esther… nadie se salva del Ébola –su tono trataba de

ser definitivo no quería que sufriera después.

E_ Pero es muy pequeño igual… -trataba de encontrar

alguna pequeña esperanza.

M_ No, no te hagas ilusiones de nada, la madre me acaba

de pedir que la deje estar con su hija, que no quiere que

muera sola, la gente lo sabe, sabe que van a morir, es así

Esther…

E_ Dios –fue un murmullo repleto de lastima.

M_ Ahora está tranquilo…

E_ ¿Y Vilches?

M_ Se va a hablar con Dávila y… bueno… con Teresa.

E_ ¿Crees que le dirán algo?

M_ No, a Vilches no creo. De todos modos, fui bastante

estúpida.

E_ No… fuiste leal a ti misma –al sentarse se quejo.

M_ ¡Oh es cierto ya no me acordaba! –se sentó frente a

ella.

E_ ¿Qué sucede?

M_ Tengo que revisarte el culito –le sonrió quitándose la

mascarilla.

E_ No… no si no es nada, solo es el golpe –decía algo

cortada.

M_ Ven –le dijo muy seria quitándose los guantes.

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E_ De verdad… que no es nada…

M_ No seas pesada quiero quedarme tranquila que no

llevas herida… ven –le decía tratando de mostrarse seria

aunque no podía evitar sonreír ante su gesto.

E_ ¡Uf…! Cansina ¿eh? –le decía quitándose la bata y

desabrochándose el pantalón.

M_ Uy pues llevas sangre en la braga, a ver acércate un

poco más que no te voy a dar un bocado por mucho que me

apetezca –Esther cerró los ojos algo nerviosa y dio un paso

para atrás-. Tienes herida si.

V_ Creo que… ¡coño! –se giró porque al entrar Maca tenía

sus dos manos puestas en la parte derecha del trasero de

Esther-. ¿Pero se puede saber que hacéis?

M_ Le estoy curando el golpe, lleva sangre.

V_ ¿Sin guantes? –le riñó.

M_ Vamos Vilches, es Esther –le dijo con una sonrisa

mientras Esther trataba de apartarse de Maca pero ésta no

la dejaba porque la tenía enganchada de las bragas-. No te

muevas ¡quieres!

E_ No es nada de verdad… -seguía queriéndose zafar de

ella pero Maca seguía estirando.

V_ Maca ponte los guantes de inmediato –decía sin

girarse mientras las dos mujeres enfermas observaban la

escena a través de las cortinas.

E_ Suelta –le decía bajito medio girada.

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M_ Está bien –la soltó de improviso y con la fuerza que

había estado haciendo Esther se fue hacia delante,

enganchándose con la cortina que separaba las

habitaciones y arrancándola de golpe-. ¡Pero mira que eres

patosa!

E_ ¡Au!

V_ ¡Pero…! –se giró y la vio con la cortina en la mano y

medio tumbada con el culo en pompa sobre una de las

camas, la madre reía abiertamente ante la situación

pintoresca, la hija también aunque con algún golpe de tos y

finalmente acabaron todos riendo-. ¡Lo que no te pase a ti!

E_ ¡Au… que daño! –se quejaba de su rodilla.

M_ Ahora tendré que mirarte la rodilla también… -se puso

en jarras pensando “y te vas a quitar los pantalones”

E_ De eso nada –le dijo como si adivinara sus

pensamientos, ante la carcajada de Maca.

V_ Me voy… no puedo trabajar con dos mujeres que están

como cabras… me voy…

M_ Anda ven –le decía poniéndole morritos.

E_ No.

M_ No seas mala.

E_ No.

M_ Quítate los pantalones –le decía con voz y gesto

travieso.

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E_ No –sonreía.

M_ ¿Se te ha ocurrido algo mejor, eh? –le decía abriendo

sus ojos y con los labios unidos formando una sonrisa.

E_ Anda déjame… que me pones nerviosa –sonreía

divertida.

M_ Ya lo sé, peque.

Finalmente, hicieron un trato, primero Esther se

duchaba y después la curaba, le hizo caso, se ducho, se

cambió la ropa y la tendía, después de lavarla en el río,

mientras Maca se quedaba al cuidado de los tres, volvía a

ponerse la mascarilla y los guantes, madre e hija le pedían

que salvara al pequeño, y ella prometía hacer todo cuanto

estuviera en sus manos. Cuando Esther regresó, Maca

consiguió curarle la herida que tenía en su trasero, después

de un momento distendido donde le habían conseguido

alegrar a la madre e hija que se habían reído con ellas.

Sin embargo la enfermedad seguía haciendo su

camino, la debilidad de ambas mujeres era mayor de lo que

en un primer momento podían imaginar, fue Maca quien

descubrió a las tres horas de ingresarlas allí que ambas con

las manos enlazadas habían fallecido, las tapó mientras

Esther había ido a la otra cabaña para las curas tanto de

Mina la pequeña niña, como de Kimpa la mujer que había

dado a luz. Al volver vio como cuatro militares salían con

dos camillas y dos cuerpos tapados, el corazón le dio un

vuelco, tras ellos, Maca con gesto serio.

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M_ Ya –dijo determinante.

E_ ¿Y el niño? –preguntó con sus ojos bañados por

lagrimas.

M_ Vive.

E_ ¿Qué van a hacer?

M_ Quemar los cuerpos, es la manera más eficaz y más

segura de que se detenga la transmisión, ya sabes la

cadena alimenticia de los animales…

E_ ¿Y el niño Maca?

M_ Esther no podemos hacer más, ¿vale? –la miró con

pena-. Voy a desinfectar todo.

Y así entre ambas, en silencio quemaron las sábanas,

la ropa, y todo cuanto podía transmitir la enfermedad,

después con un desinfectante lavaron el suelo de lona, y al

acabar ambas manteniendo el silencio compartieron sus

miedos por el pequeño que descansaba con algo de

dificultad al respirar.

Cuando Vilches llegó a la base, salió Gustavo a su

encuentro, habló con el extra oficialmente como amigo,

Vilches le escuchaba atentamente muy serio, y tras ponerle

al corriente de todo cuanto el hombre quería, se marchó a

la sala donde una radio le iba a comunicar con Dávila.

Datos, quejas, miedos, suposiciones, todo cuanto él

presentía y había vivido le estaba transmitiendo a su jefe,

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Page 103: TERCERA PARTE PIJA

Dávila escucha serio y preocupado las cifras, Vilches

hablaba con seriedad y su misma preocupación.

D_ Vilches… quiero que todas las medidas que sean

necesarias las toméis, si os quedáis sin mascarillas, sin

guantes o sin batas, no quiero que trabajéis, ¿de acuerdo?

V_ Eso es fácil decirlo a ochocientos kilómetros de

distancia, no oyes las suplicas de esa pobre gente –decía

abatido.

D_ Lo sé, yo también he estado en esa situación Vilches

no lo olvides… pero antes estáis vosotros.

V_ No me jodas Dávila… no me jodas… -decía nervioso.

D_ Ahora no es momento pero ya me ha llegado la queja

sobre las chicas.

V_ Pues rómpela –le dijo con rabia.

D_ Sabes que Maca es reincidente.

V_ Yo también.

D_ Ya te he dicho que de eso hablaremos con calma

cuando estéis en la aldea.

V_ ¿Sabes cuándo terminamos?

D_ Iban a ser cuatro días hasta que llegara el otro

refuerzo, pero les han surgido problemas en el camino, les

atacó la guerrilla.

V_ De puta madre –susurró.

D_ Una semana Vilches, una semana.

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V_ De acuerdo… pero esto indica que tendremos que

hacer cuarentena nosotros también, lo has pensado.

D_ Lo sé…

V_ ¿Y Teresa?, no puede estar una semana sola, mucho

menos cuarenta días.

D_ Va a estarlo… no hay más remedio.

V_ Mierda… -se quejó.

D_ Lo siento Vilches…

Tras tratar de recomponerse de aquel golpe duro que

Dávila le acababa de dar, logró comunicarse con Teresa, la

mujer ansiosa de noticias y con todos tras ella esperando lo

que contaba el Ziku comenzaron a intercambiarse saludos y

besos y demás.

V_ A ver Teresa no puedo estar mandado besos a todios!,

escúchame, las cosas se han complicado tenemos tres

casos, así que eso quiere decir que estamos cogiditos por

los cojones.

T_ ¿Cuarentena? –le preguntó seria y preocupada.

V_ Sí, es decir pasamos al plan B.

T_ Ya.

V_ Lo siento Teresa, lo siento por ti y lo sabes…

T_ Por mí no te preocupes he estado otras veces sola,

haremos lo que podamos…mi preocupación sois vosotros.

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V_ No te preocupes hemos tomado todas las

precauciones… todo bajo control.

T_ ¿Las chicas?

V_ Tan locas como siempre.

T_ Eso es bueno… -sonrió con lagrimas en los ojos-. Os

estaremos esperando.

V_ Lo sé…

Ma_ Ziku… tranquilo todo bajo control.

V_ Gracias Massamba, espero que todo vaya bien y esto

quede en una pesadilla más.

T_ ¿Quieres qué le diga algo a Cruz?, me iba a llamar.

V_ Dile que… -suspiró-. Dile que la quiero mucho.

T_ Suerte. Adiós –al notar la señal de la perdida de la

línea, Teresa sintió su corazón palpitar fuertemente, las

lagrimas resbalaron por su rostro y susurró-. Dios los

proteja.

Lu_ Yo rezar… yo rezar –le dijo abrazando a la mujer que

se sintió reconfortada por todas las mujeres.

T_ Dios nos escuche.

Cuando Vilches regresó al campamento eran las tres

de la madrugada, al escuchar el ruido del coche, ambas

salieron a su encuentro, los tres rostros estaban por un

estilo, en los tres las ojeras eran patentes, la tristeza

también.

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V_ ¿Qué ha pasado?

M_ Las dos mujeres han fallecido.

V_ Joder… ¿el niño?

M_ Está estable, no paro de ponerle antibiótico, suero,

calmantes, de momento no tiene hemorragia, eso es un

alivio.

V_ Nada es un alivio –protestó.

E_ Creo que nos ha dado un bajo con esto, pero

deberíamos tener algo de esperanza, ¿no?

V_ No Esther… todo aquel que tiene el virus, muere,

métetelo en la cabeza por favor.

E_ Es un niño.

M_ Esther te lo he dicho, niños, mujeres, hombres,

ancianos, todos… no tenemos vacuna, ¡no hay nada!

V_ Bueno quizá si tiene algo de razón Esther, estamos

nerviosos. ¿Habéis cenado? –ambas negaron con sus

cabezas y cierto gesto preocupado-. Pues vamos a tomar

algo… necesitamos estar fuertes porque además, la gente

que nos iba a sustituir les han atacado la guerrilla.

M_ Joder…

E_ ¿Hay alguna buena noticia?

V_ Mira la pija ha salido positiva –dijo de lado-. ¿Y tu

trasero?

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E_ Va –puso gesto de dolor-. No creo que se positiva con

mi pobre culo.

M_ Creo que deberías acostarte tú esas ocho horas que

hoy no vamos a poder disfrutar –le dijo a Esther.

E_ No, tú, que tienes mala cara y debes descansar.

M_ Creo que…

V_ ¿No empezaréis a discutir, no? –les preguntó molesto.

M_ Yo descanso. ¿Qué hay nuevo Vilches?

V_ UNICEF se ha enterado de lo que sucede, ha mandado

desde España dos aviones, los de la Organización Mundial

de la Salud van a mandar a un epidemiólogo, y como

siempre todo son buenas voluntades. En ese avión vienen

los materiales desechables que nosotros ya disponemos de

ellos, pero que a buen seguro van a necesitar los que nos

sigan, si las cuentas de Dávila son ciertas, en esta semana

podemos ver a más de ocho mil personas –dijo despacio-.

Son muchas personas y muchas las posibilidades de

encontrar nuevos casos.

M_ ¿Han aparecido alguno más?

V_ Sí a parte de los nuestros, cinco más, una familia

entera.

E_ ¿Y no piensan ponerse a trabajar sobre la vacuna?

M_ No… eso no deja dinero… Esther métete en la cabeza

que se movilizan en todo aquello que les reporte beneficios,

la vacuna del Ébola no es un beneficio para nadie.

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E_ ¡Me dan una patada esos fundamentos!

M_ Pero son reales.

E_ Aquí me gustaría verles, peleando y luchando por

salvar vidas… desde su sillón es muy bonito verlo.

V_ Me ha caído buena… dos revolucionarias… si es que ya

me lo decía mi madre, dos mujeres juntas nunca… -trató de

suavizar algo el ambiente y la tensión que los tres tenían-.

Bueno va os contare más cosas.

E_ No sé como podéis estar tan tranquilos… -les dijo de

pronto

V_ Porque estamos curtidos en mil batallas Esther… a todo

llega a acostumbrarse uno… desgraciadamente.

M_ No mires con el corazón, o te quedaras sin él.

E_ Como tú –le dijo sin medir demasiado sus palabras,

ante el gesto de Maca rápidamente agregó-. Lo siento…

perdona…

M_ No te preocupes, las cosas según de quien vengan

hacen efecto ¿no era así? –le enarcó su ceja derecha.

V_ ¿Os cuento de Teresa o preferís seguir con vuestra

dinámica de discusiones? –ambas se callaron pero sus

rostros mostraban en una pena por lo dicho, en la otra pena

por que no esperaba algo así-. Os manda recuerdos, que os

cuidéis, nada de curarle el culo sin guantes, que comáis,

nada de saltarse comidas, y Mona me ha mandado

pedorretas varias para las dos.

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Page 109: TERCERA PARTE PIJA

E_ Los echo de menos.

V_ Ellos también.

M_ Bueno… me voy a la cama.. si ocurre algo me llamáis.

V_ De acuerdo, pero Esther ahora mismo también se va a

la cama, yo hago las primeras cuatro horas al lado de ese

pequeñajo.

E_ ¿Seguro?

V_ Sí, ve a dormir ya si quieres.

E_ No, no tengo sueño.

M_ Hasta mañana –se retiró.

V_ Le has dado donde le duele.

E_ No era mi intención. ¿Te han dicho algo de lo que ha

pasado?

V_ Oficialmente no, extraoficialmente puedo decirte que

tenías razón, ha sido una trampa.

E_ ¿Para Maca?

V_ No directamente… para David… aunque de un disparo

han salido con dos pájaros menos.

E_ Bueno Vilches… voy a la cama al menos me estiro y a

ver si puedo relajarme un poco.

V_ Estás haciendo un buen trabajo, lo del disparo estuvo

de diez, y por lo que me he enterado, en la ayuda a Maca

estuviste mejor.

E_ Hubiera sido estupendo salvar al pequeño también.

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Page 110: TERCERA PARTE PIJA

V_ No siempre se logra Esther… no siempre –le dijo

contrayendo su barbilla.

E_ Buenas noches.

Se fue a paso lento, sabía que se había pasado con

Maca, antes de irse a dormir, pasó por las dos cabañas, se

puso los guantes y la mascarilla, entró a ver al pequeño que

seguía dormido, lo miraba con pena, le dejó una caricia en

su cabecita de pelo rizado y tras quitarse todo salió a ver

las demás pacientes, todo bajo control. Conforme iba

caminando hacia su cabaña, el estómago le iba haciendo

cosquillas, aún sentía en sus labios el beso de Maca, un

beso y unas palabras que le habían dejado pensativa, pero

sin duda la sucesión de problemas le había obligado a pasar

página de aquel momento que habían compartido. Al

entrar, la vio en su cama, de lado justo dándole la espalda,

suspiró, se cambió y cuando se fue a acostar se acercó con

sigilo, estaba dormida, la tapó pues se había destapado al

mover sus piernas, se agachó, subió la sábana y durante un

momento estuvo observándola, después le dejó un beso en

la sien y le dijo:

E_ Perdóname Maca, te juro que no quería decirte eso…

me gusta estar contigo, me gusta que me beses, y me

gustaría poder vivir esto que de repente ha surgido en

nuestras vidas… sé que tienes miedo, yo también, no es

fácil… pero me gustaría intentarlo, y me gustaría encontrar

las fuerzas para decírtelo despierta –le decía pasando un

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dedo tembloroso por su pelo y sus ojos repletos de

emoción.

Una mano tocó lentamente su pierna, al abrir los ojos,

Esther vio a Vilches allí que le hacía una señal en silencio,

Esther asintió y se levantó con cuidado para no despertar a

Maca. Al salir de la cabaña se encontró con un amanecer

único, hermoso, que le dejó boquiabierta, el cielo rojo

parecía un mar, con ciertos motes blancos en forma de

olas, era el primer amanecer que veía tan apasionante, se

lamentó de no tener su cámara, la vida le daba por un lado,

lo que le iba quitando por otro. Tras un bostezo miró el

reloj, siete y cinco, había dormido menos de cuatro horas,

pero Vilches necesitaba descansar alguna antes de ponerse

a trabajar. Pasó revista como era su costumbre, para

después ponerse la bata, los guantes, y la mascarilla, al

llegar a la altura del pequeño vio un gesto preocupado en el

rostro de Vilches.

E_ ¿Qué pasa?

V_ Le ha subido la fiebre está muy inquieto.

E_ Voy a cogerlo a ver si se calma, debe echar de menos

a su madre, ¿puedes acercarme la silla? –Vilches lo hizo-. Es

más deberíamos prepararle algo de leche, ¿no crees?

V_ Sí, voy a ello.

M_ No, deja ya lo hago yo –apareció Maca sin arreglarse

prácticamente con el pelo aún revuelto.

V_ ¿Qué haces de pie?

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Page 112: TERCERA PARTE PIJA

M_ Me he despertado, estoy bien tranquilo… ve a

descansar.

V_ De acuerdo. Nada de tonterías ¿vale?

M_ Vale –le respondió con cierto tono cansino.

E_ Tiene fiebre Maca –le comentó preocupada.

M_ Es normal, es el proceso.

E_ Ya –asentía cerrando los ojos, Maca se dio la vuelta y

le dijo-. Maca, siento lo de anoche, no quería decirte

aquello, de verdad.

M_ No te preocupes, no me afecta… tampoco dijiste nada

del otro mundo, ahora bastante tenemos con esto como

para discutir.

E_ Tienes razón, lo siento yo… yo… es que verás… -le

costaba decirle.

M_ ¿Me vas a contar algo o vas a seguir atascándote? –

sonrió levemente viendo como se ponía colorada.

E_ No que seguro te burlas –se defendió agachando la

mirada hasta el niño.

M_ Prueba, igual te sorprendo.

E_ Nada que… déjalo.

M_ Está bien, lo dejo, pero me quiero enterar parece

interesante lo que tengas que decirme… ya vuelvo.

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Page 113: TERCERA PARTE PIJA

E_ Pequeño… no sabemos ni tu nombre… -el niño abrió

sus ojos cristalinos por la fiebre-. Hola pequeño… me llamo

Esther y vamos a salvarte, estoy segura.

Durante dos horas estuvieron tranquilas, el niño tomó

su leche, y se aferró a la mano de Esther, Maca le decía que

tenía buena mano para los niños y Esther sonreía.

M_ ¿No has pensado tener hijos?

E_ La verdad que hubo una época que pensaba que un

hijo sería mi solución, pero cuando piensas así algo no

funciona.

M_ Eso es cierto –la miraba con ternura.

E_ ¿Tú no piensas tener ninguno? –le preguntó con algo

de temor por lo delicado del tema.

M_ A veces lo pienso… pero desde luego lo tendría yo…

de todos modos no creo que esto sea vida para un niño.

E_ Eso es cierto.

M_ Si…

Volvieron a guardar silencio por un rato.

E_ Creo que le ha subido la fiebre Maca.

M_ Déjame ver –lo tomó en brazos tumbándolo en la

camilla, el niño rompía a llorar-. No quiero soltarse de tus

brazos.

E_ No creo que sea eso –miraba al pequeño.

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M_ Yo creo que sí Esther… soy Pediatra. Está ardiendo

otra vez, inyéctale un paracetamol y tendremos que

ponerle más antibiótico.

E_ Va a quedarse muy débil Maca –la miró con sus ojos

preocupados que al llevar retirado el pelo y la mascarilla

tapando su boca, le daba todo el protagonismo a aquella

mirada intensa.

M_ Esther –susurró tras un suspiro.

E_ No lo puedo creer, ¡es qué no lo puedo creer!

M_ Quizá no estás preparada para esto Esther, creo que

sería mejor que no entraras más, yo me hago cargo.

E_ ¿Qué estás diciendo? –la miró con gesto incrédulo.

M_ Primera regla, no puedes encariñarte con nadie, y tú

lo estás haciendo con este pequeño –el niño lloraba sin

parar.

E_ Quiero estar aquí, y no me vas a convencer de lo

contrario.

M_ Está bien… si no lo hago yo, lo hará Vilches.

Maca salió a paso ligero, necesitaba huir de allí, cómo

explicarle que como ella se sentía tocada por aquel

pequeño, pero no podía hacer otra cosa que asegurarse de

que sufriera lo menos posible. Salió recibiendo toda la

crudeza del sol en su rostro, se puso la mano en forma de

parasol, entrecerró los ojos todo alrededor parecía en

calma, los militares dos dentro de un jeep durmiendo y dos

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Page 115: TERCERA PARTE PIJA

paseando de manera que controlaban la posible llegada de

mas refugiados. Era el tercer día, y comprendía que

aquellas muertes les complicaban su propia sobre vivencia,

ahora deberían estar preparando el Plan B, y sin duda no le

hacía ninguna gracia, ya lo había pasado una vez y creyó

volverse loca. Pero entonces detuvo sus pensamientos, sus

ojos se movieron despacio de un lado a otro como tratando

de buscar algo que halló y se detuvo. Sonrió ligeramente,

cuarenta días junto a Esther, eran otra cosa.

Dentro de la habitación de aquel improvisado hospital,

Esther volvió a coger al pequeño en brazos, el niño había

guardado silencio y refugiado en su pecho, al pobre la bata

le molestaba en su cara, era rasposa y Esther se daba

cuenta de ello. Decidió arreglar aquello de manera que el

niño estuviera bien sin correr ella peligro, sin duda se

estaba dando cuenta que aquel virus era letal, y ella lo

tenía demasiado cerca, ¿pero qué podía hacer?, el pequeño

necesitaba unos brazos que lo acunaran, y los de su madre

ya no los podía tener.

M_ Esther te he preparado el desayuno, ve y tómalo, por

favor.

E_ Ya había desayunado.

M_ ¿Me quieres engañar? –la miró duramente.

E_ Está bien…

M_ No he despertado a Vilches, creo que es mejor que

descanse y si sigue todo igual, hazlo tú también.

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Page 116: TERCERA PARTE PIJA

E_ No, tenemos que curar a Mina y…

M_ Van a trasladarlas Esther, las he curado yo y en

cuanto llegue la ambulancia se las llevan, aquí corren

peligro.

E_ Está bien –dejó al niño sobre la cama ante la mirad

dulce de Maca-. ¿Qué es eso que oí hablar a Vilches del Plan

B, Maca?

M_ Tendremos que guardar una cuarentena los tres.

E_ ¿Aquí? –le preguntó algo aterrada.

M_ No, aquí corremos peligro. Digamos que cada grupo

tiene un lugar para hacer la cuarentena, nos proporcionaran

comida, algo de ropa y dos cabañas, una para Vilches y

otra para ti y para mí.

E_ ¿Cuarenta días? –le preguntó tan atónita y con una

mirada perpleja que Maca frunció el ceño-. ¡Cuarenta días!

M_ Joder Esther… míralo por el otro lado –el niño se quedó

dormidito de lado guardando silencio, Maca estiró del brazo

de Esther saliendo de allí y quitándose la mascarilla al

tiempo que Esther hacía lo mismo y se soltaba la melena.

E_ ¿Un lado bueno? –le preguntó escéptica.

M_ Sí, estaremos solas y juntas cuarenta días… pensé que

te haría ilusión.

E_ Perdona ¿eh?, no quiero herir tu orgullo –sonrió

levemente-. Pero ¡cuarenta días!, podemos acabar subidas

al árbol más próximo.

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M_ Que poca imaginación tienes peque, tendré que

ayudarte a desarrollarla más –se acercó a ella y le dio un

beso suave en los labios-. Imagina la de cosas que podemos

hacer juntitas en cuarenta días.

E_ Subida a un árbol me veo… -dijo como si realmente se

quejara.

M_ Reconócelo, en el fondo tienes alma de Mona –se iba

acercando poco a poco a ella que mantenía un gesto algo

risueño cuando sonó el silbato-. Joder… ¡y tú sin desayunar!

Nuevamente el mismo trabajo, las mismas personas

pero con una diferencia, nada más Vilches y Maca

reconocían a los que iban pasando, de vez en cuando,

Esther si el niño estaba tranquilo, salía y les echaba una

mano, llevaban contados veinte en una hora, a las tres

horas de reconocimiento llegaron a los sesenta y cinco.

V_ Al menos ninguno de ellos tiene síntomas –decía

quitándose la bata, sudoroso.

M_ Vilches quiero pedirte un favor.

V_ Si –se secaba el sudor mientras se ponía su gorro.

M_ Es sobre Esther, no creo que esté preparada para lo

que está sucediendo.

V_ Pues yo la veo muy bien… además es de tu escuela.

M_ Lo sé… es una tía de puta madre, se implica y me ha

demostrado que es muy buena, yo no te hablo de eso –la

mirada fija de Vilches le hacia dudar, era la única persona

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Page 118: TERCERA PARTE PIJA

que cuando le hablaba sabía la escuchaba, la respetaba-.

Hablo emocionalmente.

V_ ¿Te ha dado calabazas? –la miró sorprendido.

M_ No es eso joder… ¡vale quieres que te lo diga más

claro! –Vilches sonrió de lado-. Esther se está encariñando

con ese niño, no entiende que no lo vamos a salvar, no

entiende que no podemos hacer nada, me preocupa su

estado emocional cuando el desenlace llegue.

V_ Te ha costado un poco menos de lo que pensé te iba a

costar –le dijo serio-. No sé si este día señalarlo en el

calendario –ante su gesto un tanto desesperado le dijo-. Me

gusta que salga esa Maca protectora, me gusta ir

recuperando poco a poco la esencia de la mujer que un día

conocí, y sí, yo también estoy preocupado por ella, no creas

que no me he dado cuenta. Y estoy menos preocupado por

la cuarentena, pensaba que podía ser un infierno, pero veo

que poco a poco va derribando tus murallas y me alegro.

M_ Yo no he dicho eso –aparentó seguridad.

V_ Claro que no, lo digo yo y basta. Voy a mandarla fuera.

M_ No le digas que te lo he dicho yo o no se irá, con tal de

llevarme la contraria…

V_ A cambio haces tú los informes.

M_ Joder… -protestó.

V_ Es lo que tiene ser negociador, en todo no puedo estar.

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Page 119: TERCERA PARTE PIJA

Maca se quedo con los brazos en las caderas, sin duda

él la conocía demasiado bien, y poco a poco sin darse

cuenta se estaba emocionando con eso de dar una

oportunidad, cada vez que le daba un beso, Esther no se los

rechazaba, incluso le parecía que le gustaban, por lo

tanto… algo había. Se enfrascó en los informes, números

de personas, cifras de personas, desaliento de personas en

definitiva. Cuando vio dos pies parados ante ella.

E_ Hola.

M_ Vaya sorpresa.

E_ Te has salido con la tuya, ¿eh?

M_ Ya ves… siempre que quiero algo lo consigo –la miró

intensamente.

E_ ¿Es un aviso?

M_ Puede –quiso apoyarse en el árbol y como estaba tan

pendiente de Esther, acabó cayéndose de lado ante la

carcajada de ella-. Si es que todo se apega joder…

E_ Ay señor… no puede ser la Doctora sexo por tierra,

¡qué gracia!

M_ Si es que me contagias lo de patosa… por cierto…

tengo que revisarte el culo.

E_ Más quisieras… con lo de ayer ya está curado… -volvía

a reírse-. Si es que… perdona ¿eh? –la mirada de Maca

mientras ponía bien la mochila que le hacía de cojín, le hizo

callarse-. ¿Me lo has preparado tú?

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M_ No… yo no preparo comida a traidoras que se burlan

de mí.

E_ Gracias… está muy rico.

M_ Te he dicho que no lo he preparado y déjame

concentrarme.

E_ Si, si –le decía mientras trabajaba con los papeles

Maca y ella comía.

El gesto de Maca de concentración atraía a Esther que

por un momento aparcó la pena por el niño y se concentró

en ella, la médica que por mucho que trataba de

concentrarse le era imposible, terminó por levantar la

mirada y mirarla.

E_ No he dicho nada.

M_ Ya sé que soy irresistible, pero te importaría no

mirarme así, me pones nerviosa.

E_ ¿Así… te pongo nerviosa?

M_ Sí –asintió con una sonrisa bastante incitante.

E_ Vaya… interesante… -sonreía con cierta victoria

mientras daba un trago a su botella de agua.

M_ Si… muy interesante. Por cierto… ya recuerdas eso

que me tratabas de decir antes o mejor dicho, ¿ya has

encontrado la manera sin atascarte de decírmelo?

E_ Eres mala… muy mala… pero me encanta –se levantó

y esta vez fue ella quien le dio un beso que la dejó helada-.

¿En el río me puedo bañar?

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M_ Sí.

Lo dijo como si estuviera aún algo hipnotizada tras el

beso y las palabras, el juego que se llevaban era de una

tontería total, nunca había recibido una respuesta como la

que le daba Esther, pero sin duda, ella en ese momento

jugaba sobre ventaja, sus palabras le daban una ligera

superioridad sobre ella, sabía lo que sentía, sabía lo que le

gustaría. Sonriente siguió con los números pero entonces

una voz dentro de su conciencia comenzó a recordarle algo.

M_ “Está en el río… ¿se estará bañando desnuda?… ¡uf

Maca olvida eso!… no estamos aquí para… ¡joder si igual

no lo contamos porque no vamos a poder disfrutar”… “no…

mejor compórtate que no te vea como la loca que solo

quiere acostarse con ella, vamos, sé buena chica como

debe ser”. He dicho poder disfrutar –murmuró con las cejas

alzadas y deteniéndose en su escritura.

Mientras los ánimos en la aldea no eran los mejores, ni

siquiera Mona ni Valiente lograban con sus piruetas alegrar

un poco la tristeza que todos tenían.

Ns_ Mami Teresa… todo irá bien.

T_ Lo sé pero es inevitable sentir miedo, además si se

contagian ya sabes la norma cual es y… -suspiró-. Tengo

miedo es así de sencillo.

Ns_ Yo también, ser mi familia y… sentir mal.

T_ Bueno… bueno… no podemos tampoco venirnos a

bajo, confío en los rezos de Lula, hasta en los míos propios

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Page 122: TERCERA PARTE PIJA

y… pero… ¡Mona deja de despiojar a los niños!, que

barbaridad –protestaba bajo la sonrisa de todos.

Si_ ¿Nge peso nde ke kwisa? (¿Tú dices que volverán?) –le

preguntó con la tristeza reflejada en su voz.

Ns_ Kizavabe, ban kele ezali likama (No lo sé ellos corren

peligro).

Si_ Kobanga na nkati (Tengo miedo).

Ns_ Ngun ngala kobanga na nkati kansi banzandu nde

kele tangota nsomo ti ngolo nge Mami Teresa (Todos

tenemos miedo, pero hay que ser valientes y fuertes por

Mami Teresa) –la miró con ternura, aquella niña les daba a

todos esa sensación de protegerla

Si_ Kulunga. Mami Teresa kele mwasi mfumu ya mbote

(De acuerdo. Mami Teresa es una buena jefa) sonreía con la

gratitud reflejada en sus ojos.

T_ Ya está… me va a dejar a los niños todos calvitos con

tanto estirón… ¡ay Jesús! –suspiró y las dos mujeres se

miraron con ternura hacia ella.

Si_ Ir bien Teresa… ir bien –le dijo con una sonrisa tan

grande, tan llena de vida y alegría que logró emocionar a

Teresa.

T_ Melesi… -la abrazó sin poder evitar que lagrimas de

emoción surgieran por su rostro mientras Nsona le daba la

mano-. Sois mi familia y os agradezco el apoyo a mí, y los

míos.

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Page 123: TERCERA PARTE PIJA

El sol golpeaba con todo su apogeo en esas horas, el

agua del río era cristalina y allí estaba calmada, rodeada de

montaña, fresca y se agradecía, y es que la razón, no pudo

con el calentamiento generalizado que Maca había sufrido

al pensar en Esther desnuda nadando por el río, lo intentó,

pero no quiso engañarse más, quería estar allí viéndola, sin

hacerle nada, debía comportarse se lo había propuesto y

debía hacerlo. Se acercó con cuidado, hacia la zona donde

normalmente se lavaban la ropa, se colocó tras unos

arbustos pero no la vio, afino más la vista, no conseguía

localizarla, y estaba extrañada si le había dicho que se iba a

bañar, lógicamente y a pesar de ser un poco cabeza loca,

no se habría ido hacia la zona donde los militares estaban.

Se elevó un poco más quedándose medio de cuclillas, con

el culo un poco hacia fuera y sus manos apoyadas sobre los

muslos para equilibrar su cuerpo, la mirada bien perdida al

frente y los sentidos bien afinados para escuchar cualquier

silbido que podía estar emitiendo, algún chapoteo, pero

nada escuchaba.

E_ ¿Buscas algo? –le preguntó dándole un susto que por

poco le cuesta la vida, su cara de espanto le hizo casi llorar

de la risa, mientras Maca se iba encendiendo un poco más

cada segundo-. Joder lo que has tardado en venir… ya

estaba aburrida… mira que eres de lo peor escondida ahí

querías espiarme –entrecerraba los ojos con las manos en

la cintura riéndose todavía.

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Page 124: TERCERA PARTE PIJA

M_ Solo he venido porque no me fío de ti, eres capaz de

ponernos en peligro y hace mucho que no te escucha gritar,

estás perdiendo esa esencia de Mwasi Esther, alias la pija –

se giró marchándose hacia el agua algo enfadada por la

pillada mientras soplaba hacia arriba el lado del flequillo

que había caído sobre su cara.

E_ No puedes vivir sin mí, es un hecho.

M_ Lo que no puedo es vivir con tus gritos.

E_ Pero si tú misma lo has dicho, ya no grito –le decía

poniéndose en jarras con una actitud algo provocativa.

M_ Por eso… porque esperaba que gritaras porque los

militares no son muy de fiar.

E_ ¿Celosa? –sonrió sin despegar los labios formando un

gesto simpático.

M_ Voy a darme yo un baño, paso de ti.

E_ Estoy segura que no –le susurró tan cerca que sin

poderlo evitar se tensionó de tal modo que Esther notó su

movimiento y le gustó-. ¿no quieres que nos bañemos

juntas?

M_ Yo voy a bañarme tú haz lo que quieras.

E_ Cuando quieres eres dura… pero yo sé como quitarte

esa tontería de encima, nena.

Sin más se enganchó a sus labios de manera brutal,

Maca que no lo esperaba terminó dando un traspiés y

cayendo dentro del río vestida, Esther la miraba sonriente y

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Page 125: TERCERA PARTE PIJA

le dijo con una mirada lasciva y sus palpitaciones a toda

marcha.

E_ Voy a tener que curarte el culito hoy a ti…

No le dio tiempo a contestarle tampoco, Esther sin

dudarlo se echó sobre ella divertida, la besó con pasión,

pasó su mano por el cuello de la Pediatra para que no

acabara bajo del agua, y ésta sacó sus manos

completamente mojadas para abrazar el cuerpo de Esther,

besos y gemidos de repente salieron de sus gargantas,

caricias de sus manos, y pasión de su corazón, pero no

estaban solas, el mundo estaba allí a pesar de todo, alguien

las vigilaba, alguien estaba siendo testigo de aquella pasión

incontrolada que se les escapó del control.

E_ Maca… -la besaba sin parar.

M_ Mmmm… Esther…

De pronto fueron conscientes del ruido, de la presencia

de alguien ante ellas.

Se separaron asustadas, Esther cayó al agua y justo

sobre una piedra golpeándose nuevamente el trasero pero

ahogó su quejido ante aquellos ojos rojos repletos de furia,

Maca se levantó tratando de recuperar la respiración, su

ritmo, su calma para poder hablar. Aunque en el fondo

sabía que no había defensa de lo que había sucedido.

M_ Lo siento –musitó con gesto de fastidio por tan poco

tacto.

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Page 126: TERCERA PARTE PIJA

V_ ¡Esto se pasa ya!, Maca…

E_ He sido yo Vilches, lo siento –se disculpó tratando de

que no le cayera una riña a Maca cuando ella no había

hecho más que dejarse llevar por la pasión que había

surgido en la propia Esther.

V_ Pues estamos bien, si la que tiene algo de coherencia

acaba echándose encima de la que no le queda nada,

¡estamos bien!. ¡Tenéis una cabaña! –les dijo alzando la voz

tras hacer una pausa.

E_ Lo siento… -miró de reojo a Maca, le pareció que

estaba hermosa, realmente hermosa con el pelo mojado,

con la boca entre abierta.

V_ ¿Y si no llego a ser yo?, ¿y si os llegan a ver?, ¿creéis

que los militares no habrían hecho nada?

M_ Está bien Vilches… tienes razón –trató de sacudirse el

agua como podía-. Hemos quebrantado las normas, lo

siento y te aseguro que no volverá a pasar, te doy mi

palabra.

V_ ¿Tú palabra?...

M_ Sí, mi palabra –le dijo enfadada.

V_ Mira Maca, estoy harto de tu palabra, tú con las

mujeres no tienes palabra, estoy harto de que nada más

pienses en pasar un buen rato, poniéndote a ti y a ella en

peligro, ¡estoy harto!, de tus calentones ¿me has

entendido?, ¡eh!

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Page 127: TERCERA PARTE PIJA

M_ Sí –al pasar por su lado le dijo bajito-. Podías haber

sido menos explicito.

E_ Vilches yo he…

V_ ¡Vilches nada!, y a ti te digo lo mismo –se giró

apuntándole con el dedo con actitud desafiante.

Una nueva llamada de refugiados hizo que los tres

olvidaran lo que había pasado, Esther por orden de Vilches

los ayudó, había sedado al niño para que sufriera lo menos

posible y la gente salía nuevamente a borbotones, parecía

que llegaban como una marea insistente repetitivos, todos

de igual manera golpeando una y otra vez el dique, que no

eran más que ellos tres. Los gritos de los niños, sus lloros,

los murmullos les ponían en una situación de nervios y

tensión que iba afectando poco a poco a sus músculos, al

paso de las horas. Habían logrado calmar algo a los niños

gracias a los vasos de piolín que quedaban y jugando con

ellos y Esther, les facilitaba el reconocimiento; las mujeres

exhaustas algunas embarazadas, las mas mayores a penas

podían sujetarse y una vez pasaban y llegaban a los brazos

de Maca o Esther, caían agotadas por el esfuerzo, entonces

se alargaba más el reconocimiento, a dos de ellas las

habían llevado con la ayuda de los militares hasta el

hospital, habían logrado recuperarlas y una vez

recuperadas los dos camiones que dispusieron para el

traslado, se las llevaban. Por su parte, los hombres llegaban

marcados por el miedo, el dolor, en su rostro y así, uno tras

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otro fueron pasando, el calor insistente, agobiante, no

ayudaba a facilitar el trabajo, a ambas la ropa humedecida

tras el revolcón en el agua les duró un suspiro, sudaban, les

incomodaba toda la seguridad que debían llevar, necesaria

para la protección pero que les hacía un verdadero calvario

el tiempo de trabajo.

M_ Vilches es imposible que los podamos atender a todos

–se limpiaba con el antebrazo el sudor.

E_ De material no vamos bien Vilches, no vamos a

abarcar a todos –decía angustiada.

V_ Lo sé, lo sé… ¡no podemos hacer más!, si no hay no

podemos revisar.

M_ ¿Y vamos a dejarlos fuera? –le preguntó elevando la

voz porque el murmullo de la gente les impedía oírse.

V_ ¡Eso se lo preguntas a Dávila!, yo cumplo órdenes.

M_ No me jodas Vilches… no me jodas.

V_ ¿A qué me recuerda eso? –se preguntó frunciendo la

frente-. Ah si… lo dije yo.

Tras unas horas intensas de trabajo, por fin parecía

que el número de refugiados aminoraba. Exhaustos,

ojerosos, casi deshidratados pues no les quedaba tiempo

para ellos mismos ni para poder beber. Al terminar y cerrar

de nuevo la alambrada, un profundo suspiro envolvió a los

tres, se fueron quitando las cosas y dejándolas en el bidón

donde les esperaba el fuego para destruir cualquier posible

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virus. Se despojaron de todo en silencio, pensativos y por

parte de Esther algo sonrojada cada vez que recordaba el

incidente con Vilches, pero también era verdad que lo

hacían más tranquilos al ver que ningún otro caso había

aparecido.

V_ Voy a darme una ducha.

E_ Yo voy con el niño.

M_ Yo me quedo aquí.

Parecía que a los tres les incomodaba la situación de

quedarse juntos, así que cada cual se fue a su lugar. Con el

rostro serio y el cuerpo molido, tal y como había dicho

Esther, sin apenas notarse los pies.

Mientras ellos sufrían para poder llevar como podían la

situación, Teresa había recibido la llamada de una

preocupada Cruz, que trataba de seguir como podía las

pocas noticias que daban en televisión.

C_ ¿Me oyes Teresa?

T_ Si hija si, como si te tuviera aquí –sonrió.

C_ ¿Qué tal estás?

T_ Bien, bueno.. ya sabes. ¿Y tú?

C_ Algo desesperada pero bueno… la verdad es que es

vergonzoso, apenas han pasado por encima en el

Telediario, son incapaces de decir que quien está ahora

mismo metidos en ese infierno entre otros, son tres

españoles.

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T_ Bueno… ya sabes que desgraciadamente el Ébola no

crea mucho interés.

C_ Estoy que muerdo, he hablado con Dávila, me ha dicho

los problemas que tienen, además se tienen que quedar

más días trabajando solos, ¡es inaudito!

T_ Así es Cruz, además hemos tenido que pasar al Plan B.

Massamba y Zulú irán a dejarles ropa, comida que les estoy

preparando.

C_ Si.

T_ También les dejaremos la radio para que puedan

comunicarse con nosotros, pero yo quiero decirle a Vilches

que vengan, los hombres están pensado en construir dos

cabañas pequeñas pero confortables con ramas para que

puedan estar aislados, pero no solos.

C_ Sería una buena idea, si –decía con sus manos

entrecruzadas apoyadas en la barbilla.

T_ A ver… no quiero pasar cuarenta días sin ellos, sin

saber como evolucionan más que por la radio.

C_ Uf… Teresa –resopló poniéndose la mano en la frente-.

Malditos hijos de puta, no hay nadie que busque una

solución a esto, bueno… mañana volveré a llamarte y a ver

si tienes algo nuevo que contarme –le dijo tratando de

tranquilizar sus desbaratados nervios.

T_ De acuerdo.

C_ ¡Ah se me olvidaba con el cabreo que llevo!

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T_ Dime.

C_ ¿A qué no sabes a quién me encontré ayer cuando fui

al despacho del Dr. Gutiérrez?

T_ Por tu tono a alguien que no te cae bien –trató de

sonreír aunque no le quedaban demasiadas anas para

hacerlo.

C_ A Julia.

T_ ¿Julia?, ¡y qué hacía allí! –esta vez quien se mostró

desbaratada por la noticia fue ella.

C_ ¿Sabes una cosa Teresa?, no sé porque me da la

sensación de que quiere que Maca vuelva.

T_ ¡Qué me estás contando que casi me caigo de la silla,

por Dios!

C_ Es una simple suposición, a ver, Dávila me ha contado

lo que pasó con David y las dos chicas que por cierto… ya

me contó Vilches que es un hueso duro de roer nuestra

enfermera.

T_ Bueno… creo que para Maca es la idónea Cruz, ésta sí.

C_ ¿También la ha convertido? –preguntó algo

sorprendida y ella misma se respondió-. No sé de que me

extraño.

T_ No Cruz, yo creo que Esther huía de algo que ella no

sabe ponerle nombre, y Maca se lo ha dejado claro, me

gusta mucho para ella.

C_ Bien… eso me alegra.

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T_ Dime lo de esa víbora, dime aunque me suba la acidez.

C_ Solo es suposición mía, pero… tú sabes que Carolina

es muy amiga suya, íntimas y que sigo pensando que a

través de ella sabe como está Maca.

T_ Puede, Carolina siempre me ha parecido muy falsa. Y

siempre muy cerquita de Maca. Pero no entiendo lo de Julia.

C_ Hace unos días me dijeron que su marido se había

marchado a la India, un año iba estar allí.

T_ Voy entendiendo.

C_ Maca se ha metido en un lío, justo por hacer algo que

Carolina le pidió, la van a expedientar y parece ser que

podrían remitirla a España.

T_ Se ha cansado del marido y ahora le apetece

reencontrarse con ella.

C_ Sabe que Maca no la ha olvidado, digamos que con la

excusa del niño... ¿entiendes?, no me extrañaría que

quisiera reencontrarse con ella, ya sabes, nos demostró que

montando numeritos es la mejor.

T_ Es muy capaz, pero bueno… no creo que Maca vuelva

con ella –dijo convincente.

C_ No estoy tan segura, Maca la quiere, creo que la sigue

queriendo.

T_ No te olvides que está Esther, y te digo que yo creo va

a hacerle olvidar a esa víbora, por mucho que se empeñe

ahora en buscarla.

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C_ Ojalá pero Teresa, veo que está manejando hilos y eso

siempre es peligroso.

T_ Estaré al tanto.

C_ Sabes lo que me repatea, que la hija de puta mueva

hilos para conseguir a su antojo poner aquí o allá a sus

amantes, y no sea capaz tanto que se llena la boca en las

Ruedas de Prensa, de decir las necesidades que sufrís ahí, y

sobre todo ahora en este momento que pase desapercibido

vuestro trabajo Teresa.

T_ Bueno pero tú sabes que Julia es hija de papá, así que

no te sulfures por eso también, yo trataré de hablar con

Maca.

C_ Teresa…

T_ Tranquila, todo va a ir bien, por cierto, ¿sabes lo qué

me dijo el duro de tu marido?

C_ ¿Qué?

T_ Que te quiere mucho.

C_ Gracias –no le pudo decir más sus ojos se llenaron de

lagrimas y sintió que la respiración se le entrecortaba, ella

sabía lo que estaban sufriendo, y se sentía impotente de no

poder ayudar. Pasó las manos por la cabeza, y resopló-.

Que todo vaya bien… solo pido eso.

Alrededor de las ocho de la noche, Maca terminó con

los informes, Vilches rellenaba los suyos, y Esther hacía

compañía al pequeño que dormía gracias a la sedación de

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Vilches. Allí en silencio cada uno hacía su trabajo hasta que

al final Vilches habló.

V_ Siento si me he pasado antes.

M_ No te has pasado, pero me hubiera gustado que no

comentaras algunas cosas.

V_ ¿Pretendes aparentar que eres una buena chica

delante de Esther? –le preguntó perplejo con tono algo

burlón.

M_ Digamos que… -nuevamente el silbato hizo la llamada,

tras suspirar dijo-. Bueno… vamos para allá.

E_ Ya estoy aquí –les dijo apareciendo de inmediato.

M_ ¿Cómo sigue el pequeño?

E_ Dormido.

V_ Bueno parece que no son muchos. Chicos darle al

botón necesitamos luz.

A penas una docena de personas, toda una familia que

no tenían más síntomas que el cansancio.

M_ Llevaban tres días y cuatro noches andando.

E_ Por sobrevivencia no creo que yo pudiera hacerlo de

otra manera.

M_ Así es.

V_ Bien… repartamos el trabajo, Maca los informes, yo

preparo la cena y… -se detuvo un jeep se acercaba hasta

ellos-. Vaya tenemos visita.

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G_ Hola… buenas noches –les saludó tras él bajó Carolina

con gesto serio al mirar a Esther.

V_ ¿Y este honor? –le preguntó mirando a Carolina.

Ca_ Hemos conseguido algunas cajas con instrumento

médico para las revisiones. Hola Maca cariño –le sonrió con

dulzura.

M_ Hola –le devolvió la sonrisa.

Gu_ Chicos podéis descargarlo –les dijo a los militares que

comenzaron a bajar las cajas-. ¿Dónde lo vais a colocar?

E_ Yo les indico.

V_ Gracias Esther. Estábamos preocupados la escasez ya

era importante. Más de los esperados en tres días, sí. Tengo

todo preparado, mañana pensaba mandártelo con el

cambio de guardia.

G_ Muy bien, ¿vamos?

V_ Claro –miró a Maca con la intensidad de pedirle calma,

ella asintió.

Ca_ ¿Cómo estás?, te veo un poco demacrada.

M_ Es lo que tiene trabajar sin horario, sin lista de

pacientes… la anarquía.

Ca_ ¿Estás enfadada?, percibo cierta ironía en ti.

M_ ¿Ironía?, no –se giró cerrando los ojos.

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Ca_ Imagino que la enfermerita te habrá tratado de

convencer de sus ridículas ideas –dijo con cierto desprecio

colocándose a su altura.

M_ No, no me dijo nada –le contestó muy serena.

Ca_ Ya –se quedó un poco cortada sin saber muy bien que

decir.

M_ Pero… dime tú, ¿a quién te querías cargar?, ¿a él o a

mí?, ¿o las dos? –la miró fijamente.

Ca_ Yo no me quería cargar a nadie, y mucho menos a ti,

no sabía nada.

M_ No sé porque no te creo Carolina –la miró fijamente.

Ca_ Así que… por lo que veo tiene más influencia sobre ti

de lo que pensaba, pues sabes una cosa Maca… no me

gusta para ti.

M_ Mientras me guste a mí no hay problema –sonrió

mirándola a los ojos-. Y te aseguro que me gusta mucho.

G_ Carolina nos vamos hay una urgencia en el

campamento. Vilches lo repaso pero dejarme que os

felicite, y siento el retraso, y siento no poder mandaros a

nadie estamos justos.

V_ Tranquilo… ya estamos a acostumbrados… somos

capaces de atender como hoy a doscientas cincuenta

personas.

G_ Enhorabuena –le sonrió sinceramente.

V_ ¿Qué le has dicho a Carolina?

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M_ Nada… ¿por?

V_ Menuda carita.

M_ Bueno vamos a ver como nos repartimos esta noche,

yo propongo que Esther duerma ocho horas, ¿qué te

parece?

V_ De acuerdo… me gusta que te preocupes por ella… si

señora –sonrió.

M_ Que pesadito con el tema.

Se marchó en busca de una Esther que estaba

trabajando con la ayuda de aquel militar que le sonreía

amigablemente, al entrar Maca no le gustó demasiado verlo

allí con ella, se acercó y él le hizo una leve inclinación con

su cabeza. Al darse cuenta de ese gesto, Esther se giró y la

vio.

E_ ¿Ya se han ido?

M_ Sí… menos mal que nos han dejado más material con

esta proporción de gente no sé como nos vamos a arreglar.

E_ Viene de UNICEF –no quiso nombrar a Carolina.

M_ Si, mandan bastante ayuda –se giró mirando al niño-.

Está tranquilo.

E_ Yo creo que Vilches le ha puesto algo, porque estaba

muy inquieto, pero mira de momento está aguantando más

que su madre, eso es buena señal.

M_ Vilches nos está haciendo la cena, bueno… -puso un

gesto gracioso se moría de ganas de abrazarla por detrás

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tal y como se encontraba-. Nada especial, calentar unos

botes, ¿podrías decirle al militar sonrisitas que se marche?

E_ ¿Por qué?, me ayuda… es más majo –le dijo

sonriéndole a él y se mostraba orgulloso de que aquella

mwasi mondele le sonriera.

M_ ¿Majo? –se preguntó enarcando ambas cejas. Después

negó con la cabeza-. ¡Ay que pija por Dios!, venga deja eso

y a cenar.

E_ Voy… ahora voy…

M_ ¿Me estás dando esquinazo?, ¿prefieres al sonrisitas

que a mí?

E_ ¿Quieres que te conteste? –la miró fijamente con esa

mirada desafiante en ella que tanta gracia le hacía a Maca.

M_ Está bien… me voy… no entres al cuarto del niño sin

protección Esther.

E_ Ya lo sé –le respondió un tanto cansada de sus

insistentes indicaciones.

M_ ¿No hay besito? –Esther la miró haciéndole un gesto

de susto hacia el muchacho que volvió a sonreír-. Vale…

vale… así que no quieres besito… ¿no será para no

romperle el corazón, no?

E_ ¿Puedes dejar de decir tonterías? –se puso en jarras.

M_ Tengo que revisarte el culito.

E_ ¡Maca!

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M_ Me pones cuando me llamas así –le contestaba de

manera rápida mordiéndose el labio inferior.

E_ Por favor.

M_ ¿Qué le voy a hacer? –elevaba los hombros sonriente.

E_ ¿Te puedes marchar?

M_ Así también me pones… ¿no te doy penita?

E_ ¡De verdad, eh! –protestaba.

M_ Está bien… está bien… pero me lo debes –le guiñó el

ojo y cuando se iba se giró con gesto simpático diciéndole-.

Y aún me falta saber que es eso que me tienes que decir

que te produce tanto nervio... me tienes intrigada.

E_ Está loca –susurró al verla salir, mientras la observaba

sin perder detalle de su andar y sus gestos a Vilches. Pero

de pronto percibió el sonido del pequeño. Lo miró con gesto

de miedo y salió hasta él, el militar iba a seguirla cuando le

dijo-. No entres, no entres… llama a Vilches… por favor…

avisa…

Gesticulaba nerviosa, pues el pequeño se estaba

convulsionando, se estaba poniendo los guantes pero no

podía soportar verlo así, en ese estado, sin pensarlo, le

cogió la cabecita para que no pudiera morderse la lengua.

V_ Mierda… convulsiones…

M_ ¡Esther los guantes! –le riñó.

E_ No puedo… daros prisa –decía con la tensión y el

miedo reflejados en su rostro.

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V_ Ya lo tengo suéltalo.

M_ La bata, la mascarilla, joder… lo estás tocando sin

nada –seguía riñéndole.

E_ Ya voy… Vilches… está ardiendo.

M_ ¿Le inyecto paracetamol? –lo miró a los ojos mientras

el niño convulsionaba.

V_ No… lo siento pero no…

E_ ¿Vas a dejarlo morir? –le preguntó casi fuera de sí.

V_ No puedo hacer más… inyéctale para sedarlo, poco a

poco.

M_ Yo lo hago –su voz reflejó una tristeza aplastante.

E_ Vilches…

V_ Esther… ya… ¿vale?, o te meto en un camión y te

mando a España, ¡vale!

Esther se dio la vuelta y salió despavorida de allí,

sentía que el estómago le subía a la garganta, sentía que el

dolor de ver al niño en aquellas condiciones y su más que

posible muerte, le estaban perforando el estómago. Se

quitó las lagrimas del rostro, se apoyó en el árbol más

cercano tratando de recobrar el aliento, echó la cabeza

para atrás se encontró con la oscuridad de la noche, con un

dolor indomable en su alma, entonces notó una mano sobre

su hombro.

V_ Esther… esto desgraciadamente es así.

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E_ Lo sé, disculpa –le dijo limpiándose las lagrimas.

V_ Escucha, te iría bien descansar, creo que estás

agotada.

E_ No podría dormir.

V_ Pues lo siento pero vas a dormir.

E_ ¿Cómo está?

V_ Tranquilo… sin sufrir.

E_ ¿Cuántos niños morirán sin poder ayudarles?

V_ Es cierto, pero.. no podemos hacer más, nosotros no

somos los que decidimos que esto es así, hacemos todo lo

que podemos, recuerdo cuando se murió en mis brazos la

primera mujer, ¿sabes por qué? –sonrió con rabia-. Por algo

tan sencillo como que no había hilo para coser una herida,

murió desangrada en mis brazos, y el primer niño, fue un

pequeño como éste –sus ojos se nublaban al narrar la

historia-. Llegó a mí desnutrido, no pude mantenerlo con

vida ni diez minutos. Sé como te sientes, sé el dolor que

experimentas pero Esther, si es superior a ti, si no puedes

ser capaz de controlar ese dolor, sintiéndolo mucho tendrás

que abandonar esto, no puedo consentir que nadie de mi

equipo sufra de la manera que tú lo estás haciendo,

comprendo que es el primer caso, pero… no lo voy a

consentir Esther. Y te digo más, eres la mejor enfermera

que he tenido, la mejor, me gusta trabajar contigo no

necesito decirte lo que debes hacer, pero, no puedo

permitir que la enfermera enferme por una situación como

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está, ni que pierda los nervios… ni que pierda la cabeza y

cometa la locura de tocar al niño sin guantes ni protección

de mascarilla. ¿Lo entiendes?

E_ Sí.

V_ Ahora vas a cenar, venga, Maca se queda con él y

luego te acuestas, tú haces turno de ocho horas hoy.

E_ Prefiero hacerlo de cuatro, Vilches por favor… -lo miró

con cierta suplica-. Déjame que al menos esté a su lado.

V_ De acuerdo –pensó “no creo que dure más de siete u

ocho horas… quizá será mejor que haga ella el primer

turno”-. ¿Quieres hacer el primer turno, tú?

E_ Gracias –sonrió.

V_ Si en el fondo soy de un blando ¡joder! –enarcaba las

cejas renegando mientras se volvía al hospital.

Junto a Vilches la cena fue lo menos triste posible, él le

contó la cara de Carolina, ese gesto era notable de una

buena respuesta de Maca, trató de distraerla sabiendo que

en el fondo ella estaba lejos de él, estaba más cerca del

niño. Negó con la cabeza cuando la vio marchar, cerró los

ojos y suspiró, iba a ser un momento amargo.

Cuando entró ya con todo puesto, vio que Maca

miraba al pequeño con los ojos apagados, de la Maca

coqueta de momentos antes cuando flirteaba con ella

delante del militar, no quedaba nada, allí había una mujer

con una mueca repleta de tristeza, de pena, una mujer

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diferente que la miraba con los ojos acuosos, demostrando

que su corazón sentía el estado de aquel pequeño.

E_ Me ha dicho Vilches que vayas, que cenes yo me

quedo las primeras cuatro horas.

M_ Pero...

E_ Por favor, no voy a poder dormir, al menos necesito

cansarme y cuando me acueste casi desmayarme –sonrió

con pena.

M_ De acuerdo –le cogió la mano y Esther agradeció aquel

gesto-. A cualquier novedad por pequeña que sea, me

llamas. ¿Vale?

E_ Claro.

M_ Está tranquilo...

Allí estaba la criatura, y Esther que escuchaba

perfectamente las palabras de Vilches en su cabeza, sentía

como la pena la inundaba por dentro, se sentó en la silla,

Vilches le había quitado los goteros, en su piel unas

pequeñas manchas rojas iban apareciendo, su respiración

lenta y pausada daba la sensación de que poco a poco su

vida se iba apagando. Esther lo tomó en brazos, el pequeño

suspiro, ella imaginaba a los Ángeles a su alrededor, debían

estar allí acunándolo con sus alas, dándole un amor que en

ese momento ella sentía por aquel niño, el pequeño se

acomodó y ella sonrió.

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Fuera la noche comenzaba a refrescar, las nubes

habían tapado la luna, sin duda estaba a punto de llover,

dos militares hacían ronda, vigilaban que nadie pudiera

entrar a la fuerza, Maca pensativa se tomaba las últimas

cucharadas de aquel bote. Vilches se había estirado en el

suelo, miraba el cielo buscando estrellas, se había puesto

una chaqueta de manga larga, y en silencio compartían la

noche como otras tantas que habían compartido en iguales

condiciones. Llevaban así algo más de una hora, cuando

Esther apareció, sus ojos les dieron la noticia, sus lagrimas

se desbordaron a su pesar, Vilches se levantó llamando a

un militar, entraron hasta la cama donde yacía ya el cuerpo

del pequeño sin vida, mientras fuera una suave lluvia

comenzaba a caer, Esther sintió un frío que los brazos de

Maca en un abrazo tan cálido como necesitado le entregó,

allí se fundieron entre lagrimas llorando por aquel pequeño,

que alguna vez les había sonreído, y que, aquellos ojos

cristalinos mirando a Esther eran los que al cerrar los suyos

se le aparecían en su mente.

M_ Esther... me gustaría poder sofocar este dolor pero...

lo debes sentir y superar –la había apartado de su cuerpo y

la miraba fijamente.

E_ Lo sé –decía entre hipos.

M_ De acuerdo... ve a la cabaña.

E_ No, quiero estar delante al menos habrá que rezarle

una oración, ¿no?

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M_ Pues... –no sabía que decirle.

E_ Pobrecillo... pobrecillo.

El momento más desagradable para cualquier persona

era el del adiós, para ellos como personal sanitario, ante la

perdida de una persona, era como una derrota, sus gestos

serios y sombríos, acompañaron al bebé envuelto en una

sábana hasta su final, allí, Esther pronunció una oración por

su alma, y antes de que empezaran con su duro final, se

giró y se marchó, Maca cruzó una mirada preocupada con

Vilches y éste tragó saliva, aquel nudo de la desesperación,

podía con él, sentirse atado de pies y manos al despedir al

pequeño, le provoca unas inmensas ganas de llorar. Hasta

el gesto de los militares era duro y penoso, todos, afectados

por aquella muerte, una vez acabado el ritual para evitar

cualquier propagación del virus, se retiraron sin palabras a

sus cabañas.

Con un gesto serio y unas marcadas ojeras, Maca llegó

hasta la suya, tomó aire y entró, allí en su catre Esther

estaba acostada, notaba que había llorado bastante, así se

lo decía su respiración entrecortada. Prefirió no decirle

nada, se cambió, apagó la luz y se dirigió hasta ella.

M_ Hazme un sitio Esther –ella obedeció, se hizo a un lado

dejando que Maca ocupara el vacío. La estrechó entre sus

brazos dejándole un beso en la sien-. Descansa.

E_ Gracias.

M_ No me las des...

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Durante unos minutos el silencio entre ellas dejó paso al

ruido del agua golpear la cabaña, Esther respiraba a golpes,

las lagrimas caían por su rostro a pesar de no quererlo ella,

la pena de su corazón era tan grande que agradecía la

compañía de Maca a su lado. Llevaban así un rato cuando la

voz de Maca suave, susurrante repleta de ternura le dijo al

oído.

M_ A mí también me gustaría intentarlo, y también me

gusta que me beses, y sé que no es fácil y si, tengo miedo a

tener algo más contigo que una simple atracción –Esther de

repente se quedó muda, quieta como una estatua-. Pero me

gustaría intentarlo.

Hubieron largos segundos de silencio, largos para

Esther, eternos para una Maca que sabía no dormía y lo

peor es que no obtenía respuesta, hasta que Esther se giró,

la miró con los ojos emocionados y buscó en la oscuridad

sus labios, se besaron suavemente y su cabeza buscó el

refugio en el pecho de una Maca que temblaba tanto o más

como Esther.

La noche se les pasó en un duermevela conjunto, a

veces Maca abría sus ojos para ser consciente que quien la

acariciaba, la abrazaba era Esther, que aquel cuerpo que a

veces saltaba sin poder evitar alguna pesadilla, era el suyo,

y en ese momento, las caricias lentas y un pequeño susurro

como si acunara a una niña, salían del corazón de Maca por

un pequeño agujero que se había formado en su gran

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Muralla China. Y cuando a la mente de Esther llegaba el

cuerpo inerte de aquel pequeño niño entre sus brazos,

cuando notó como exhalaba su último suspiro en la vida,

abría los ojos sintiendo un miedo desbocado, un miedo

atroz que tan solo se tranquilizaba al notar como los brazos

de Maca rodeaban su cuerpo, tan fuertemente suave que le

daba la tranquilidad que buscaba, sin ella, aquella noche se

hubiera convertido en un infierno, allí, recibiendo su calor

cada vez que abría los ojos se sentía capaz de seguir

adelante, mientras tapó el cuerpo del pequeño, pensó que

se había quedado sin fuerzas, que no podría seguir que no

era lo suficientemente fuerte como para aguantar aquel

mundo de locos, aquella vivencia superaba todo en ella,

pero allí estaba Maca, para darle la fuerza y la seguridad

que tanto anhelaba.

El sol aún no había salido del todo, se mostraba

coqueto, juguetón entre las nubes, parecía perezoso a

dejarse ver con todo su esplendor. Eso pensaba un Vilches

algo melancólico, los últimos acontecimientos y la falta de

escuchar la voz de Cruz, le habían dejado ese día bastante

por los suelos.

M_ Buenos días –le saludó mirándolo fijamente.

V_ Eso espero que sean buenos.

M_ ¿Qué te pasa? –comenzó a preparar un vaso de leche

de almendras que era lo único que podían beber.

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V_ ¿Qué me va a pasar?, ¿quizá qué estoy harto de esto?,

¿qué estoy harto de este mundo de mierda que da la

espalda a esta gente?, ¡puede! –se contestó el mismo

dentro de su indignación.

M_ Ya… hoy estamos tocados, pero recuerda Vilches…

debemos seguir es nuestro trabajo, hacer lo que esté

dentro de nuestras posibilidades, aunque esas posibilidades

sean mínimas y nos pongan de los nervios.

V_ Tú lo has dicho. ¿Cómo lo lleva Esther?

M_ De momento duerme, espero que cuando despierte

esté mejor que anoche, aunque imagino que hoy también

será un día duro para ella.

V_ ¿Y eso? –le preguntó al ver que ponía en una especie

de bandeja de madera que Teresa les había puesto, un vaso

de leche con dos bollitos.

M_ ¿Esto? –le preguntó con una sonrisa.

V_ Sí, eso.

M_ Bueno… como está así… he pensado llevarle el

desayuno.

V_ ¡Desayuno en la cama!, uau… -silbó.

M_ Vilches solamente es hoy que esta bajita de moral.

V_ Claro, claro… ¡uy mira un burro acaba de pasar

volando!

M_ Mira que eres tonto ¡eh! –le decía molesta mientras se

daba la vuelta para marcharse.

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V_ Por lo menos algo va bien –susurró acomodándose en

el árbol.

En la cama Esther había notado el vacío, su

compañera había desaparecido pero se sentía tan cansada,

tan desbordadamente cansada que pensó en estar un ratito

más allí, cerró los ojos sin dormir, solo necesitaba calmarse,

las palabras de Maca una vez despierta habían aparecido

en su mente como si fuera un torrente de agua fresca. Una

a una las repasaba, se daba cuenta que había jugado con

ella, sonreía mientras alzaba las cejas en señal de “no tiene

remedio”, pero entonces un miedo corría por sus venas,

aquello que quería intentar ¿qué era realmente?, llevar una

relación seria, o amigas con derecho a más roce del

acordado en un principio. Le gustaban sus besos, le gustaba

su compañía, ¿y?. No pudo seguir con sus preguntas porque

oyó como la puerta de la cabaña que hacía un ruido

ensordecedor por mucho cuidado que llevara Maca se abría,

cerró los ojos, ella también sabía jugar.

Al abrir la puerta Maca renegó para sus adentros “La

madre que la parió, tendré que echarle aceite, uf aún nos

quedan como mínimo cuatro días de locura… me gustaría

poder conseguir que esos cuatro días esta cabaña se

convirtiera en un bello palacio para mi Reina. ¡Joder Maca

que cursi estás!, que peligro… que peligro… si es que…

fíjate que carita… ¡ay Maca cuidado no te pierdas

demasiado!, tú ya sabes… poco a poco y con cautelas,

nada de enamorarte!, ¡eso está prohibido!”. Se acercó con

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paso muy sigiloso, sonriendo al verla allí dormida, dejó

sobre el suelo la bandeja poniéndose de rodillas, la miró

sonriendo… le encantaba aquella mujer, le acarició con

cuidado la mejilla y le retiró el flequillo. Esther abrió los

ojos.

M_ Buenos días.

E_ Mmmm, buenos días –se hizo la remolona moviéndose

un poco en aquel catre.

M_ ¿Qué tal has descansado?

E_ A tu lado bien… ¿y tú? –le preguntó sonriendo.

M_ Lo mismo –notó como se ponía colorada y aquello era

nuevo para ella-. Esto… que… te he traído el desayuno.

E_ ¡Vaya eso es todo un detalle por tu parte! –sonreía

sentándose mientras Maca se giraba a por la bandeja, al

volver a su sitio coincidió con el movimiento de Esther que

por un breve segundo mostró sus pechos-. ¡Ey que se te

cae!... estás tontita ¿eh?

M_ ¿Qué? –le preguntó algo turbada sin entender

realmente que le estaba pasando.

E_ Gracias –le acarició la cara con suavidad.

M_ Un placer –le sonrió ante ese gesto-. Lo de patosa se

contagia ¿eh? –Esther sonrió.

E_ ¿Y tú?

M_ Ya me he tomado la mía, tenía mucha hambre.

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E_ ¿Cómo vamos de comida?

M_ Para ti mal… al final voy a temer que se hagan

realidad las palabras de Teresa –Esther la miró mientras

masticaba con ansias aquellos bollitos-. Como se nos

acaben las provisiones igual me comes a ti.

E_ Mmm –dijo tratando de hablar con la boca llena.

M_ Tranquila… tranquila… -le decía sonriendo de lado

mientras quien se la comía era ella con los ojos.

E_ No que te quería decir que, con o sin provisiones

pienso comerte igual –le dijo mirándola intensamente a los

ojos con un gracioso juego de cejas.

M_ ¿Ah si? –le preguntó boquiabierta enarcando su ceja

derecha.

E_ Aja –susurró con la comida en la boca.

M_ Interesante –dijo sintiendo como su sangre se

revolucionaba de inmediato, después de contraer la barbilla

y asentir varias veces.

E_ ¿Te lo parece?

M_ Mucho sí… digamos que… es una buena opción no se

me había ocurrido, es más, ahora que recuerdo, no he

desayunado nada más que un triste vaso de leche –decía

poniendo gesto de pena, mientras se iba incorporando ante

la sonrisa de Esther.

E_ Pues yo tengo mucha hambre y no pienso darte mi

bollito –se medio giro para ocultarlo.

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M_ ¿Quién habla de ese bollito?, ¿eh? –le apartó el bollito

y fue tumbándose sobre ella hasta estar encima-. Yo hablo

de este precioso bollito.

Dicho esto besó su cuello, Esther cerró los ojos

suspirando sus manos pasaron por la cintura de Maca,

quien iba subiendo poco a poco por el cuello, tomó entre

sus labios el lóbulo de la oreja, mientras las manos de

Esther iban subiendo por su espalda tan levemente que a

su pasó sentía como la piel de Maca se erizaba, ambas

suspiraron. Maca se separó y la miró, sus ojos se quedaron

por segundos atrapados, lentamente iba a besar aquellos

labios que se mostraban sonrojados, entreabiertos

dispuestos a recibirla cálidamente. Cuando estaban a un

milímetro de encontrarse el silbato sonó.

M_ ¡Oh no! –susurró apoyando su frente en la de Esther.

E_ El trabajo nos llama –dijo decaída-. Solo espero que no

haya nadie infectado, sobre todo que no hayan niños.

M_ Yo también lo espero, venga levanta.

E_ Espera –le dijo de pronto.

M_ ¿Te encuentras mal? –lo preguntó al ver como se

giraba de golpe.

E_ No, el bollito –decía sonriendo.

M_ ¡Joder! –murmuró mientras salió a toda prisa.

E_ ¡No me lo puedo creer!... ¡uf como me pone! –

resoplaba mientras se comía de un solo bocado el bollito.

152 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 153: TERCERA PARTE PIJA

M_ ¿Qué tenemos Vilches?

V_ Mala hostia –ante la mirada de Maca dijo-. ¡Ah tú dices

de refugiados!, nada.

M_ ¿Y entonces?

E_ Hola… ya estoy aquí –decía algo nerviosa arreglándose

un poco la camisa.

V_ Quería comprobar si estabais bien.

M_ Cabrón –le dijo entre dientes ante su sonrisa de

medio lado.

V_ Si, esto es como cuando iban mis hijos a clase y daban

la señal de incendio, todos corrían, y Guillermo el último en

salir, ¿por qué?, porque estaba escondido por cualquier

armario haciendo manitas… vosotras igual.

M_ No tienes arreglo.

V_ Lo sé… lo sé… pero y con que caritas habéis salido.

E_ Eso tiene un nombre Vilches, envidia –dijo sin

esperarlo los otros dos Esther-. ¡Y es injusto!

Entonces se miraron los tres, y comenzaron a reír de

buena gana, liberaban una tensión que llevaban clavada en

el alma, pronto las sonrisas se fueron volviendo carcajadas,

y acabaron siendo lagrimas.

V_ Esto es lo bueno de trabajar con dos locas.

M_ Lo mismo digo, tener un jefe como una cabra está de

puta madre.

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E_ Bueno… voy a ducharme y… tendré que… bueno

desinfectar.

V_ Ya lo hice yo –como si de golpe volvieran a la realidad,

la cruda realidad, los tres cambiaron el rostro, la seriedad

en ellos daba muestras de que seguían tocados en el

fondo-. Bueno… esperemos que no tengamos que volver a

desinfectar nada.

M_ Ve Esther yo me ocupo de la cabaña y si nos da

tiempo ponte protección de esa carísima que has traído y

tomamos el sol en pantalones cortos.

V_ Tú no estás bien de la cabeza, el sonrisitas se muere si

la ve tumbadita tomando el sol.

M_ Es verdad... tengo al sonrisitas atravesado Vilches.

E_ ¡Vaya par! –renegó saliendo hacia la cabaña.

V_ Cierra la boca.

M_ ¿Sabes una cosa? –le miraba el culo-. Me encanta.

V_ Ay que joderse.

Cuando Esther terminó de ducharse, llegó a la cabaña

dispuesta a recoger sus cosas y unirse a sus compañeros, al

abrir, vio sobre su cama una flor, extraña, de un color

violeta intenso y en las puntas rosáceo, era como si con esa

visión de aquel regalo de Maca, alguien hubiera destapado

una lata, y en el interior un cúmulo de emociones y

sentimientos salieran como necesitados de expandirse,

expansionarse alrededor, la cogió entre sus manos

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Page 155: TERCERA PARTE PIJA

mientras unas lagrimas le caían por sus mejillas, la olió,

desprendía un perfume suave pero intenso, cerró los ojos y

escuchó tras ella mientras unas manos rodeaban su cintura.

M_ Me recuerda a ti, tú eres como ella, es especial, casi

única, tiene un olor maravilloso, y es hermosa –le decía

mientras la balanceaba con suavidad- Y si la miras mucho

acabas como tontita, y ni te cuento si la acercas a tu piel...

es suave como tú

E_ Vaya… -le dijo emocionada.

M_ Eh… peque… ¿por qué lloras? –la giró y le puso su

mano en la barbilla.

E_ Maca, lo siento es que nadie había hecho esto por mí

antes, quiero decir –se subía los mocos como podía y

mientras la miraba le dijo-. Nadie me había dicho algo así...

pero bueno... mira... debo estar horrible.

M_ Estás preciosa –le sonrió.

E_ No quiero volver a ver un niño morir en mis brazos

Maca… ¿crees que estoy preparada para estar aquí?, tengo

miedo –le dijo con una necesidad brutal.

M_ No digas eso, el primer niño, la primera persona,

siempre te lleva a pensar que no lo vas a soportar.

E_ Es que si no hubiera sido por ti, si no hubieras estado a

mi lado… ¿y si no estoy preparada como dijo Vilches? –la

miró con el miedo en sus ojos.

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M_ Claro que lo estás… -le dijo con pleno convencimiento

mirándola con el ceño fruncido-. Solo que llevamos tres días

aquí, intensos, no descansamos, solo hemos tenido tres

casos pero uno ha sido un niño, es lo más duro de trabajar

en África te lo aseguro.

E_ Maca… -escondió su cabeza en el pecho de la médico.

M_ Venga Esther… -le provocaba tanta ternura hasta ese

momento no había sido consciente de aquel sentimiento

que nacía en ella cada vez más fuertemente-. Escúchame,

no quiero que vuelvas a dudar de si vales para estar aquí,

vales y mucho, ¿entendido?

E_ Vas a pensar que soy tonta.

M_ No, pienso que eres maravillosamente sensible… a

pesar de lo que vas a sufrir aquí, me gustaría que esa parte

de ti no cambiara.

E_ ¡Uf… es preciosa! –dijo como escape ya que no podía

decir nada más.

M_ Como tú.

Entonces volvió a sonar el silbato, varias veces, se

miraron alzando las cejas con ganas de poderse entregar

un beso tranquilo y entregado, pero lejos de ello, Esther

depositó la flor donde la había encontrado y con una

sonrisa de Maca que le transmitía todo el apoyo que podía,

pasó por delante sin tiempo que perder.

V_ Chicas… ¡animo qué son un buen grupo!

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M_ Joder y tanto –dijo mirando hacia el lugar de donde

provenían.

V_ Vamos a tener que turnarnos, ¿de acuerdo? –los gritos

de la gente comenzaban a llegarles nítidamente-. Bueno…

si alguna sabe rezar que empiece.

La cola que se formó era grandiosa, hombres con

media casa en carretas, mujeres con colchones en su

cabeza, otras con ropa en un fardo, niños llorando

hambrientos, sedientos. Todos llegaban con el mismo gesto

de abandono, con el mismo gesto de tristeza, allí Esther los

veía llegar, casi pelearse por pasar primero, ante el

desorden que surgió, rápidamente llegaron los refuerzos

militares, la gente al verlos, se detenía, se callaba y todo

eso pasaba por los ojos de Esther que se había quedado

paralizada ante la aglomeración de gente allí.

M_ Venga Esther, vamos –le apretó el brazo en señal de

muestra de apoyo.

El trabajo fue duro, el sol ya había decidido justamente

en ese momento que ellos comenzaban a trabajar, a

aparecer en su máximo esplendor, apretaba con fuerza,

radiaba con una intensidad que el sudor molestaba, hasta

casi producir mareo. Los militares finalmente consiguieron

una especie de tela y con ingenio pudieron apañarla allí

para que actuara de parasol. Mientras los mismos militares

decidieron encargarse del agua, para aligerar un poco la

cola que se estaba formando. Aun así, el panorama era

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desolador. Llevaban ya siete personas atendidas, cuando se

oyeron unos gritos de un hombre, todos miraron hacia el

lugar, los militares apuntaron con los fusiles, el hombre

hacía aspavientos sin parar.

V_ ¿Qué le pasa?

M_ No lo sé está señalando algo, voy a ver –respondió

dejando su puesto.

V_ Ni se te ocurra.

M_ Vilches es una mujer –dijo saliendo abriéndose paso

entre la fila.

V_ ¡Mierda! –renegó pues Maca se había metido entre la

gente que empujaba por entrar.

E_ Voy con ella.

V_ Tú no te mueves de aquí –se mostraba nervioso con su

frente fruncida.

E_ Vamos protegidas Vilches.

V_ ¿De la rabia de la gente?. ¡Tú militar!, ¡por favor

protege a mi médico! –le dijo a un militar que salió con el

fusil en su mano y la gente le fue haciendo un pasillo.

M_ ¡Vilches está a punto de parir, necesito a Esther!

V_ Traerla Maca ¡por favor!... entra aquí ¡estás loca! –le

recriminaba sin verla solo la oía.

E_ Vilches... déjame ir –le decía con los ojos repletos de

miedo y un nerviosismo exasperado.

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V_ No.

M_ Vilches... preparar la sala de parto, que el niño viene

ya... y la madre tiene problemas.

V_ Cerrar la alambrada –dijo pesaroso sabía que aquello

aún enfurecería más a la gente y debía esperar a que al

menos Maca estuviera dentro-. Cuando entre ella.

E_ Voy preparando las cosas –se marchó de allí a preparar

la mesa donde ya habían traído al mundo al hijo de Kima.

V_ Dejen paso... paso... –decía haciendo aspavientos

mientras veía como Maca acompañada del hombre y el

militar traían a la mujer-. ¡Maca la mascarilla!

M_ Lo siento me la han arrancado.

V_ Joder... de esta no nos libra nadie.

M_ Vilches tiene el pulso muy débil. ¿Dónde está Esther?

V_ Lo está preparando todo, cerrar la alambrada ¡hostias!

–gritó enfadado consigo mismo y con el resto del mundo.

M_ No podemos parar Vilches, vienen muchos más.

V_ ¿Y qué pretendes qué haga, eh? –estaba realmente

molesto.

E_ Aquí, ya está todo preparado.

M_ Sigue tú... sigue tú y en cuanto acabe voy...

V_ Joder... –renegó con rabia-. Ponte una mascarilla.

E_ Maca está sangrando abundantemente.

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M_ Lo sé... lo sé... –se oían desde allí los gritos de la gente

pidiendo ayuda.

E_ Es una pesadilla –susurró.

M_ Olvídate de todo y ayúdame.

E_ De acuerdo...

Allí se quedaron con la mujer que no tuvo mayores

complicaciones para parir que luchar contra su propio

cansancio, el hombre a su lado sin separarse de ella,

sonreía mostrando sus dientes como perlas. El gotero,

secarle el sudor, Esther era una estupendo ayudante para

esos casos, una vez nació el niño lo cogió sabiendo cual era

el ritual, se dio prisa para dejarlo limpio, y envuelto en una

toalla se lo entregó a la madre, sin poder evitar sentir ese

pellizco de rabia en la vida, por lo que la noche anterior

habían tenido que perder.

Al salir, una vez pasado la tensión con la mujer, se

llevó al marido para que Vilches lo revisara, las cosas

parecían estar al borde del caos, la gente seguía pidiendo

por clemencia agua, alimento, y ellos de manos atadas sin

poder hacer otra cosa que lo que hacían.

E_ Vilches déjame que les dé agua.

M_ Es una locura Esther, se echan encima, a mí me han

roto la bata y me ha quitado la mascarilla.

E_ Que venga un militar conmigo –decía preocupada.

V_ No podemos arriesgarnos Esther, no se puede y ya...

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Siguieron trabajando, llevaban algo más de cuatro

horas intensas allí, sus rostros, sus músculos, todo

comenzaba a resentirse justo cuando oyeron un camión

llegar. Se dieron la vuelta y agradecieron ver a dos médicos

más, y una enfermera todos, con el chaleco de la Cruz Roja.

V_ Menos mal... no podemos con todo –le dijo al primer

hombre que llegó para presentarse.

Pi_ Mi nombre Pietro.

V_ Bienvenido Pietro... ¿traéis más instrumental?

Pi_ Sí, te presento a Luca, doctor y Liliana enfermera.

V_ Maca y Esther, yo soy Vilches.

Pi_ Vamos allá.

Una vez finalizadas las presentaciones, comenzaron a

trabajar los otros tres también, abrieron un trozo más de

alambrada y los pobres seres humanos que casi

desfallecían por el calor y el sol que les daba de pleno sin

nada donde poder refugiarse, agradecieron aquel gesto.

También habían traído agua y con decisión Luca, el doctor

le dijo algo a su compañero.

Pi_ Vilches Luca va a dar agua.

V_ Que lo acompañen los militares.

Pi_ De acuerdo.

La gente recibía el agua como si con ello les dieran

más vida, el trabajo era continuado pero al menos ya no

escuchaban voces. Cuando el cansancio empezó a hacer

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mella en los tres cooperantes de Médicos sin Fronteras,

Vilches habló con Maca para que ella y Esther y uno de los

dos médicos descansaran con ellas. Así determinaron que

fuera como ellas Luca que tras luchar con los que estaban

al otro lado de la alambrada volvió exhausto. Juntos se

fueron hasta la sombra del árbol, el chico más o menos

sobre unos cuarenta años, moreno, de facciones bien

marcadas y barba de dos días, sacó una mochila y se

acercó a ellas que trataban de encontrar una variedad

entre las latas que les quedaban.

L_ Permiso bambinas –Maca se giró insofacto, aquel tono

no le gustó demasiado, Esther lo miró algo apática, y muy

cansada-. Aquí trajimos algo de pasta para nuestros

compañeros.

E_ Gracias... la verdad que estoy un poco harta de las

latas –sonrió.

L_ Imagino –le devolvió una hermosa sonrisa que

reflejaba amabilidad.

E_ Mmmm que buena pinta tiene esto –decía sentándose

junto al hombre.

L_ Me alegro bella bambina que te guste.

E_ A estas alturas me va a gustar un macarrón puesto

sobre una piedra –él sonrió-. Maca ¿tú quieres?

M_ No, yo me quedo con mi lata –su gesto era bastante

tranquilo aunque su voz sonó algo acerada.

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L_ ¿De qué parte de España eres, Esther? –le preguntó

como si dudara de su nombre.

E_ Sí Esther –le sonrió.

L_ Oh, mi bella madonna como se agradece una sonrisa

como la tuya en un lugar así –sonreía con su mano en el

pecho.

E_ Gracias –lo miró algo sonrojada-. Soy de Madrid. ¿Y tú?

L_ Milán.

E_ El año pasado estuve en Milán, preciosa ciudad –

trataba de mantener una conversación que por un

momento le dejara tener su mente en blanco, demasiados

problemas juntos, demasiadas emociones.

L_ Para mí, la mas bella di mondo.

E_ Si... oye Maca no quieres probarlos están de muerte –

le dijo ante su pesado silencio.

M_ No, gracias... no sé me da muy bien la pasta.

L_ Oh... eso es un pecado.

M_ Más pecado es querer ser gracioso y no tener gracia –

le dijo sonriendo algo cínica.

E_ Esto... ¿hace mucho que estás aquí?, en África –trató

de intermediar.

L_ Certo, dos años... duros años...

E_ Ya.

L_ ¿Tú?

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E_ Pues ha perdido la cuenta –dijo volviendo a sonreír y

haciendo que él sonriera-. Creo que veinte días o por ahí.

L_ ¡Vaya te tocó esto, ya!

E_ Si –asintió algo cortada mirando hacia Maca-. Pero

tengo muy buenos compañeros, me lo hacen más sencillo.

L_ Entiendo –asintió él también miró a Maca-. ¿Maca?

M_ Así me llaman, sí –le respondió con cierto tono ácido.

L_ ¿Tú mucho tiempo?

M_ Oh si... mucho... –exageró.

E_ ¿Qué es eso? –le preguntó pues le estaba haciendo

sentirse incómoda con su estado borde.

L_ Un rico postre de dikongo y caña de azúcar.

E_ ¿Puedo probar? –sonreía al pensar en que podía comer

plátano y eso le daría más fuerzas.

L_ Es postre para una bella dama.

E_ Gracias –le dijo turbada.

M_ ¡Oye tú!... ¿no te cansas de hacer el payaso? –le

espetó de golpe al hombre que la miró con gesto ofendido-

Si hombre, ¿no te cansas nunca de decir tanta tontería?

E_ Maca.

L_ ¿Acaso decir a Esther que es hermosa, es una tontería?

V_ ¡Maca, Esther!

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M_ Ya vamos... no, tienes razón, Esther es hermosa, tú

eres la tontería –le apuntó con el dedo índice.

L_ Si fueras un hombre...

M_ ¿Qué?, ¿me partirías la cara? –lo miró desafiante

enarcando su ceja derecha.

E_ Maca ya está bien por favor...

M_ Claro Esther... claro que está bien –se levantó y se fue.

L_ Gilipollas –susurró.

E_ Tampoco te pases –le dijo enfadada comiéndose el

postre a toda prisa.

Hasta el puesto donde guardaban la ropa de

protección llegó Esther, su gesto era de cierto desconcierto,

la reacción de Maca no era para ella esperada, era cierto

que aquel pelma se había pasado con tanta insistencia con

ella. “¡Un momento!”, pensó, “igual se ha sentido

desplazada, ella es la devora mujeres... ¿se habrá

molestado por eso?, ¡qué infantil soy!, lo mejor es no darle

ninguna importancia”.

E_ ¿Dónde está Maca, Vilches?

V_ ¡Y yo que sé!... de momento ninguno... crucemos los

dedos –le dijo al respecto de todos los que habían ido

pasando.

E_ Anda ve a descansar se te nota muy cansado.

V_ Gracias por preocuparte por mí –le sonrió de lado.

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Esther miraba a su alrededor, era extraño que Maca no

estuviera, así que fue hasta el hospital, al pasar por delante

de la puerta del lavabo que ellas usaban, oyó su esfuerzo y

se quedó perpleja. La voz de Maca llegó a ella nítidamente:

M_ el ébola se manifiesta de muchas maneras... más que

nada son sangrados, pero suele comenzar con vómitos,

dolores de cabeza...

Todo su cuerpo tiritó de miedo, a Maca el día anterior

le dolía la cabeza, ahora vomitaba, tenía muy mal aspecto,

bueno ella misma lo tenía, su miedo era atroz pero no quiso

mostrarlo cuando vio como Maca salía con los ojos aún

llorosos del sobre esfuerzo que se notaba había hecho. Al

verla allí la miró con algo de malestar que indujo

rápidamente a Esther a disculparse.

E_ Te estaba buscando Maca... –se acercó hasta ella

quitándose el guante y tocándole la frente-. Estás

sudando... ¿has vomitado?

M_ Sí... un poco –hizo un gesto de malestar.

E_ Ve acuéstate un rato.. descansa.

M_ No, no se me pasara, me ha debido sentar mal la

comida.

E_ Eso ha sido el italiano... más pelma –le dijo sonriente

aunque por dentro tenía una necesidad de gritar que le

empujaba a apretar sus puños para no hacerlo.

M_ Pues tú parecías encantada.

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E_ ¡Mujer!, como no iba a estarlo, si te tiene a ti delante

que eres tan guapa, y me piropea a mí, ¡eso francamente

es como para estarlo, no!

M_ Muy graciosa.

E_ ¿Molesta? –sonrió.

M_ Un poco –la miró de reojo.

E_ ¿Qué puedo hacer para compensar ese malestar? –

sonreía.

M_ Luego hablamos.

E_ Vale, luego de que te acuestes un rato y descanses,

ahora somos más y podemos llevarlo mejor.

M_ No, no... debe ser un poco de italianitis aguda, porque

en mi territorio no se mete nadie, y tú eres mía. ¿Entendido,

peque? –le tocó la nariz.

E_ ¡Ah, soy parte de tu territorio!, además de altiva

posesiva... ¡menuda pieza me ha tocado en suerte!

M_ Lo vas a pagar caro –le dijo entre cerrando los ojos.

E_ Me encanta –pero cuando la vio andar delante suyo

sintió un pinchazo agudo en su alma. “No puede ser... no

nos puede pasar a nosotros... estás muy susceptible

Esther”.

Siguieron por tres horas más, ningún caso todo

satisfactorio, a parte de alguna infección que más tarde en

el campo les tratarían, heridas superficiales, síntomas de

hambruna por los días caminando, deshidrataciones, nada

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más. Al terminar, todos echaron sus batas, sus guantes,

mascarillas a la hoguera de la purificación como le había

llamado Pietro.

V_ ¿Os vais ya?, iba a sacar un poco de whisky y así

brindamos –dijo con ironía.

Pi_ Si nos vamos sí... creo que debemos descansar, allí se

nos acumula el trabajo.

V_ Con gusto iríamos a ayudaros pero... –elevó los

hombros en señal de lastima.

L_ Pues yo espero que si vengas a visitarnos bella dama –

le dijo bajito en el oído a Esther, nadie más que ella lo

escuchó.

E_ Lo siento pero no creo que pueda, aquí estamos

desbordados –entonces sintió la mirada de Maca.

L_ ¿Puedo visitarte yo?, me encanta esa sonrisa... me

gustaría saber más de ti.

E_ No hay mucho que saber, te agradezco tu amabilidad

pero...

L_ Preparo unas cenas sorpresas que te aseguro te

quedarías con la boca abierta.

E_ Yo también tengo sorpresas que te dejarían con la

boca abierta –le dijo sonriendo notando como Maca se

cabreaba más.

L_ ¿Ah si?... me gustan las mujeres como tú.

E_ Compartimos algo, ¿ves a mi doctora?

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L_ La engreída esa, sí.

E_ Pues a mi me gustan las mujeres como ella –le musitó

muy cerca del oído haciendo que Maca se encendiera y

fuera hacia ellos.

L_ Porca miseria –susurró.

E_ Ya ves... hola Maca... –le sonrió ampliamente.

L_ Me voy, ciao.

E_ ¿Cómo estás?

M_ ¿Qué le ha pasado?, ¿ha huido? –sonreía incrédula.

E_ Sí me gusta más mi militar sonrisitas que este pesao. Y

ahora... a descansar –le cogía del brazo para marcharse

hasta la cabaña.

M_ ¿Qué le has dicho? –la detuvo en seco.

E_ Nada... bueno, vale... le he dicho que yo soy de tu

propiedad privada, que no te gusta que nadie invada tu

territorio y que la última vez que alguien lo invadió,

resultó... ¡chas!, capado.

M_ Estás loca –la miraba con una sonrisa en sus labios,

entre incrédula y adorada.

E_ Aunque... deberías explicarme realmente que somos.

M_ ¿Cómo qué... que somos? –la miraba negando con la

cabeza.

E_ Exacto, si hay algo que no soporto es que nadie se

crea que me puede mandar, no soporto a la gente que es

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posesiva, y tú, según me aseguraste no lo eras, ¿no?, ¿o me

engañaste?

M_ Bueno... estamos a la paz... tú tampoco lo eras ¿no?

E_ ¿Y?, ¿yo cuándo he dicho o hecho algo que demuestre

lo contrario?

M_ A Carolina si hubieras podido, la hubieras traspasado

con tu mirada... ¡yo no soy celosa dijiste!

E_ Yo nunca he dicho eso –se defendió.

M_ Yo tampoco lo he dicho, todo son imaginaciones tuyas.

Ahora bien, nadie toca lo que es mío, y tú, eres mía –le dijo

sonriente mirándola a los labios, entonces miró a un lado

donde los militares estaban y enarcó una ceja-. ¿Vamos a la

cabaña?

E_ Tengo cosas que hacer –le dijo seria rascándose la

cabeza.

M_ ¿Qué cosas?

E_ Echar piedras al río –se miraron y dieron una carcajada

tan fuerte que todos las miraron y al hacerlo vieron a dos

mujeres blancas abrazarse con fuerza-. Vale, soy celosa,

mucho... tú has despertado los celos que nunca tuve.

M_ Me alegro... tú has despertado en mí el derecho a la

propiedad.

E_ ¡Pero serás! –le golpeó en el brazo graciosamente.

M_ ¡Au!

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V_ ¡Eh vosotras!, ¿dónde creéis que vais? –les dijo

poniéndose en jarras.

M_ Vamos a descansar.

V_ ¿Yo voy a descansar?, ¿he dicho algo de descansar? –

miraba atónito a ambas-. Pues a trabajar.

E_ Vale... yo te ayudo, Maca que descanse.

M_ ¿Qué pasa no puedo ayudar?

E_ No, tú a descansar.

M_ Está bien, celosa, marimandona, ¡menuda pieza me

ha tocado en suerte! –se fue renegando.

E_ Vilches ¿podemos hablar?

V_ Claro sentémonos que no me noto los pies. ¿Qué te

pasa?, yo no soy Teresa para dar consejos de señorita

Pepins.

E_ No es eso –sonrió nerviosa-. Es Maca...

V_ ¿Qué te ha hecho esa poca cabeza?

E_ Ayer le dolía la cabeza, y ahora acaba de vomitar –la

mirada de Vilches la aterró más aún-. No te ha dicho nada...

dice que le ha sentado mal la comida pero...

V_ Joder... –cerró los ojos asustado-. No me jodas Esther...

no me jodas...

Maca se había acostado en el catre de bambú, suspirando

profundamente se sentía agotada, sin fuerzas, la situación

se había complicado bastante, cuando salieron de su aldea

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pensaban que iba a ser duro, pero no como lo estaba

siendo. Ante Esther quería mostrarse fuerte, no quería que

la viera afectada por la muerte de aquel pequeño, no quería

que adivinara que estaba muerta de miedo, que tres casos

eran más de los que había vivido, y que estaba segura

llegarían más. No quería demostrarle que se moría de

miedo por el paso que había dado con ella, que lo había

hecho a ciegas, echándose del avión sin paracaídas, que no

quería fallarle y que cuando le preguntó ¿qué somos?, con

esa voz maravillosa, con esa sonrisa mágica, con esa

ternura que desprendía, no se atrevió a decirle no lo sé, no

sé que somos, solo sé que quiero estar así, a tu lado. El

miedo le iba venciendo terreno en su alma, en su corazón, y

en ese momento, más que nunca echaba de menos a

Teresa, la necesitaba, para decirle las palabras justas, que

Esther no tenía nada que le hiciera parecerse a Julia, y que

debía intentarlo, al menos eso se lo trataba de repetir en su

cabeza.

La voz de Vilches la hizo sobresaltarse, sin duda no iba

a descansar, debían haber llegado más refugiados, y ella,

no tenía fuerzas ni para levantarse. Abrió la puerta tras una

exhalación profunda y allí se los encontró a los dos, con

rostros serios.

M_ ¿Qué pasa?

V_ Pasa que no me has dicho nada de vómitos –le dijo

enfadado.

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M_ Vilches... –se medio quejo mirando a Esther con algo

de enfado.

V_ Pasa que ayer te dolía la cabeza, pasa que voy a

reconocerte.

M_ Por favor... estoy con la regla, es todo normal.

V_ ¿Te tocaba? –le preguntó con el gesto serio.

M_ Se me ha adelantado –dijo con cautela al ver su gesto

se quejó abriendo los brazos-. ¡Vamos Vilches!

V_ Al hospital... te doy dos minutos para que llegues.

M_ ¿Por qué le has dicho nada, eh? –le riñó sin querer.

E_ Maca... es mi deber decirlo... estoy segura que no será

nada.

M_ Pues si estás segura que no es nada, ¡haberte callado

la boca!

E_ Deja de ser egoísta, ¡quieres!

M_ ¿Egoísta? –la miró sin entender.

E_ Sí, deja de pensar en ti nada más... ya es hora que

dejes que los demás nos preocupemos de ti.

M_ No lo necesito, ¡gracias!

Hecha una furia llegó hasta el hospital, allí un Vilches

con gesto realmente preocupado la esperaba. Verlo así le

impactó, tras ella se detuvo Esther.

V_ Voy a reconocerte.

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M_ Pero Vilches... por el amor de Dios. No he hecho nada

que no entrará dentro del protocolo, no he tocado a nadie

sin guantes, llevamos cuatro días aquí no es tiempo

suficiente para desarrollar el virus, no te dejes guiar por la

paranoia de Esther –le decía al punto de la histeria.

V_ Maca voy a reconocerte y punto.

M_ Joder... ¡pero no te das cuenta! –las venas de la

garganta se marcaron.

V_ Me doy cuenta que estás mal.

M_ ¿Ah y tú no?, ¿os habéis mirado en un espejo, coño? –

decía fuera de sí-. Vale te vas a quedar más tranquilo, ale...

reconóceme.

E_ Yo no estoy paranoica, solo me preocupo por ti.

M_ Perdona... he vomitado una vez, y la culpa la tienes tú.

E_ ¿Yo? –le preguntó atónita.

M_ Sí, tú ¿o ya no te acuerdas del? ahhh ahhhhhh –no

pudo acabar la frase porque Vilches le metió un palo en la

boca para revisarla pero ella trataba de seguir hablando

ofuscada y porque no decirlo, muerta de miedo... sus

síntomas podían llevar a confusión, hasta a ella misma-.

Ahhah aggggg.

V_ Cállate haz el favor, no hay manera de reconocerte.

E_ Desde luego... encima que me preocupo por ti me

llamas paranoica –le dijo realmente enfadada.

M_ Ahahaha –movía el dedo hacia Esther-. Mmm ahhh.

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V_ ¡Te quieres callar que no veo!, ¡pareces Mona, leche!

M_ Joder –protestó nerviosa-. ¡Estáis locos!, ambos...

¿pero qué os pasa?

V_ A ver –resopló-. Vale igual nos estamos pasando –dijo

finalmente.

M_ Creo que estamos cansados y deberíamos pensar con

un poco más de cordura...

E_ Lo siento –dijo al ver el gesto de calma de Vilches.

V_ Déjame que te siga reconociendo.

M_ Vilches no tiene lógica por favor... ¿cómo voy a tener

el ébola?, piensa un momento.

V_ Si... tienes razón –se frotaba la frente.

M_ Vale... estamos cansados.. eso es todo –les dijo

mirándolos a los dos alternativamente.

E_ Lo siento... pensé que... lo siento –salió de allí con

gesto apenado.

V_ No tiene la culpa de haber sentido miedo Maca.

M_ Lo sé... Vilches por favor descansa, has perdido los

papeles.

V_ No quiero volver a pasar por lo mismo.

M_ Yo tampoco... pero así lo único que nos va a pasar es

que al final vamos a perder la concentración en lo que

debemos tener claro, nosotros, si estamos mal es más fácil

cometer un error.

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Page 176: TERCERA PARTE PIJA

V_ Hoy ha sido un día duro.

M_ Por eso... necesitamos descansar, deja los informes

para mañana, no va a pasar nada, no creo que sean los

últimos que hagamos, ¿no crees?

V_ Está bien... ¿estás segura que has vomitado por la

regla? –le preguntó alzando una ceja.

M_ Sí Vilches me estoy tomando calmantes, imagino que

debo estar floja y eso es todo.

V_ Está bien –asentía algo nervioso, sin duda se había

dejado arrastrar por el miedo-. No seas dura con ella.

M_ Para nada.

V_ Se ha preocupado por ti.

M_ Lo que pasa es que no quiere perderme sin probarme

bien –le guiñó un ojo y le entregó una sonrisa que le ayudó

más que darse cuenta que estaba limpia del virus-. Yo me

quedo vigilando, descansa.

Así lo hizo, Vilches se marchó y la dejó sola, se apoyó

en la camilla resoplando con fuerza, el miedo es libre sin

duda, y ella lo reconocía en si misma, ¿cómo no iba a estar

asustada Esther?

M_ “Que mona... se ha preocupado por mí” –murmuraba

para sí.

La buscó y la encontró en el río echando piedras, con

fuerza, la observaba con una sonrisa tímida, esas sonrisas

que no quieren demostrar que pueden ser amplias porque

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así se sienten, sino, quieren tener algo que esconden bajo

control, y en el caso de Maca, ese control, no le era fácil

desempeñarlo. Esther no había escuchado sus pasos

aunque suponía que iba a llegar.

M_ Es una buena descarga de adrenalina, pero te deja el

hombro destrozado –se acercaba a ella dejando una

distancia prudencial.

E_ ¿Aún sigues pensando qué estoy preparada para estar

aquí? –echó una piedra con toda su fuerza, que rebotó

varias veces sobre el agua para perderse finalmente en el

fondo.

M_ ¡Nunca he conseguido que rebote tanto! –decía

realmente sorprendida.

E_ No te burles.

M_ No me burlo.

E_ Ya –se giró para marcharse pasando junto a Maca pero

su mano sujetando el brazo de la enfermera la detuvo.

M_ Oye.

E_ ¿Qué?, ¡he metido la pata, lo siento!; me asuste, tienes

mala cara y vale reconozco que... no debí decirle a Vilches

debí...

M_ Esther, has hecho bien si es lo que tú pensabas que

era lo mejor, ¿vale?. Siento lo de antes creo que hemos

perdido los nervios todos. Y no lo sientas más, ven aquí –la

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llevó de su mano hasta una piedra que había cerca del río y

la obligó a sentarse a su lado-. Venga, siéntate.

E_ Me siento estúpida... –le dijo de repente.

M_ Estás cansada como lo estamos todos, es normal,

verás... hace cuatro años salimos a un misión como esta, no

fue tan aparatosa pero... era el ébola, igual. En aquel

momento en nuestro grupo había una voluntaria holandesa,

era médica y se estaba especializando en el área de

epidemiología, no es normal que una voluntaria nos

acompañe en estas misiones porque son realmente

peligrosas ya lo ves, pero insistió y tras recibir un permiso

especial, se vino –suspiró y los ojos se le nublaron mientras

miraba el suelo-. Estuvimos tres días y tan solo un caso de

ébola, no hicimos cuarentena porque habíamos tomado

todas las precauciones, pero cuando volvíamos era en el

Norte tardamos cuatro días en volver, comenzó a sentirse

mal, y... desarrolló el virus, Vilches, yo y la enfermera que

estaba en ese momento, no podíamos dar crédito a aquella

situación, lo pasamos realmente mal, se nos murió sin

poder hacer nada prácticamente, fue un golpe muy duro

para todos, por eso soy tan meticulosa contigo, porque

vivía la experiencia de perder a una amiga, sin poder hacer

nada –entonces la miró sus ojos estaban completamente

anegados por la tristeza- Entiendo tu preocupación,

entiende tú ahora la reacción de Vilches, cuando salimos

dijo aquello, de abandonarnos si nos pasaba algo, es muy

duro Esther, y yo no soportaría volver a pasar aquello.

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E_ Lo siento, debió ser muy fuerte, lo imagino –negó con

la cabeza.

M_ Mucho. ¿Pero sabes qué?

E_ ¿Qué?

M_ Me alegro que te preocupes por mí, si –asintió

contrayendo la barbilla-. Eso es un tanto a tu favor.

E_ Idiota –murmuro sonriendo.

M_ Eres buena Esther, muy buena en esto, aprendes muy

rápido y no quiero que dudes en nada, todos nos

equivocamos... ¿vale peque?

E_ Vale. Pobre Vilches.

M_ Si es que en el fondo no podéis vivir sin mí, ya lo sé.

E_ Ayyyy eres repelente.

M_ ¿Cómo los repele mosquitos?, pues te advierto que me

encantaría ahora mismo chupar la sangre de tu cuello –

Esther se mordió el labio sonriendo-. ¿Vamos?

E_ ¿Adónde?

M_ A la cabaña de momento... luego veremos que se nos

ocurre hacer –le musitaba con esa voz que la derretía.

E_ ¡Pero si estás muerta!

M_ Aún así, sigo estando divina e irresistible.

E_ Anda tira... ¡que cruz!

Entraron a la cabaña y decidieron acostarse cada una

en su catre de bambú, los nervios y el cansancio eran

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necesarios aplacarlos descansando bien, se durmieron

mirándose con una ligera sonrisa en los labios. Otra vez

todo bajo control, otra vez todo descontrolado,

maravillosamente descontrolado para ambas en lo que se

refería a su interior.

Un sonido fuerte las despertó, tras ese sonido

nuevamente el silbato, se levantaron a la vez, miraron por

la ventana y después se quedaron mirándose con temor.

M_ ¿Es de día?

E_ Joder Maca... nos hemos dormido –dijo mirando la

hora.

M_ ¡Mierda!

Salieron corriendo y allí las esperaba Vilches, las miró

a las dos.

V_ Os veo muy bien chicas... ¿habéis descansado, eh?

M_ ¿Por qué no nos llamaste? –comenzó con el ritual de la

protección.

V_ Porque os quiero frescas, han llamado que nos llegan

otra vez un buen grupo.

E_ ¿Vienen los de la Cruz Roja?

V_ De momento no, parece ser que van escalonados los

grupos, así que... tranquilidad, con un poco de suerte solo

nos quedan cuatro días más.

M_ Sólo... tú lo has dicho –sonrió.

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Page 181: TERCERA PARTE PIJA

V_ ¿Preparadas?

Era cierto, la gente comenzó a llegar, pero

contrariamente al grupo anterior, no alzaban la voz, no

gritaban, no pedían agua, ni ayuda. Algo extraño porque se

suponía que venían por el mismo camino, y debían llevar

los mismos días de cansancio. Todo transcurría normal, los

niños, las mujeres, todos se dejaban revisar sin problema,

Esther repartía sonrisas, al mismo tiempo que material a

uno y otro, Vilches y Maca, trabajaban con toda la

concentración que podían, que el calor les dejaba.

V_ ¿Todo bien Maca?

M_ De momento sí –dijo casi triunfal.

E_ Han pasado veinte personas –añadió Esther.

M_ A este ritmo, podemos pasarnos toda la mañana...

V_ Ni lo dudes.

Vilches terminaba de reconocer a un hombre, se

esperó allí ya que la mujer y sus dos hijos venían detrás,

Maca iba a reconocer a la mujer cuando algo en su brazo le

llamó la atención, su gesto fue captado por Esther, Maca

apartó a los niños de la mujer, el hombre se puso tensó

observando lo que aquella blanca estaba haciendo, Vilches

vio el movimiento. Y Maca confirmó.

M_ Uno Vilches, tengo uno –Esther cerró los ojos, los

militares se levantaron las mascarillas, y la gente se separó

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murmurando al ver a la blanca como no dejaba pasar a la

mujer.

V_ De acuerdo, Esther.

E_ Si... vamos –le dijo a la mujer.

Entonces todo se precipitó, nadie supo como, el

hombre que vio como Esther tomaba con precaución a su

mujer y los dos niños eran apartados por Maca, se precipitó

hacia ellas, apartó de un golpe a Esther, y comenzó a pegar

a su propia mujer.

V_ ¡Pero qué haces! –no le extrañaba la reacción pero

siempre le casaba pavor.

E_ ¡Déjala! –le gritó Esther tratando de retener al hombre.

M_ ¡Cuidado Esther! –no llegó a tiempo el grito de Maca

que aguantaba a los niños que habían comenzado a llorar al

ver como su madre tendida en el suelo recibía golpes del

hombre. Esther salió mal parada, llevándose un golpe en la

cara-. ¡Esther!

V_ Suéltala... suél... –tampoco pudo decir más Vilches, el

hombre se giro y descargó toda su furia contra él, comenzó

a golpearle.

M_ ¿Estás bien...?.... joder –dijo al ve su rostro

ensangrentado.

V_ ¡Ah, ah! –se quejaba Vilches cuando los militares

dispararon al aire.

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M_ ¡Vilches... Vilches! –se acercó a él que se había

quedado de lado inconsciente, el rostro de Maca lo decía

todo-. Vilches... contéstame... ayuda necesito ayuda –gritó

desesperada.

Con la ayuda de los militares reestablecieron el orden

mientras Esther se sujetaba la nariz con una gasa que le

había dejado Maca tratando de taponar la hemorragia. A su

vez, Vilches mientras se acordaba de la madre y toda la

parentela del hombre, se dejaba ayudar por los dos

militares que lo tumbaban en la cama, a todo esto Maca iba

de un lado a otro mascullando su rabia.

M_ Déjame que te vea –le dijo a Esther.

E_ Solo es el golpe… tranquila ve con Vilches y en cuanto

se me pare la hemorragia…

M_ Déjame que te vea por favor –insistió quitándose los

guantes, la mascarilla y la bata, todo le molestaba y es que

la situación había creado en ella una situación importante

de estado de nervios-. ¿Te duele?

E_ Un poco.

M_ No está rota.

E_ No… eso ya lo sé –le dijo con voz calmada-. Por favor…

estate tranquila ¿vale?

M_ Estoy muy tranquila Esther –le dijo con evidentes

síntomas de nerviosismo-. Aprieta fuerte, a ver si consigo

ver que tiene Vilches.

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E_ Ahora te ayudo.

M_ Vale –le sonrió y antes de marcharse dio un fuerte

respingo. Al llegar junto a su compañero pudo ver un corte

sobre su ceja que sangraba abundantemente-. Vaya

cabrón.

V_ Si… debimos prevenirlo antes.

M_ Vas a necesitar puntos.

V_ Tú no me coses quiero a Esther –le dijo serio.

M_ Me voy a poner celosa ¿eh?, así que no te pases –le

dijo tratando de sonreír para aplacar sus nervios.

V_ ¿Cómo estás Esther? –le preguntó mirando hacia un

lado donde apareció ella.

E_ He estado mejor en otras ocasiones… ¿y tú? –le

sonreía.

V_ Ni te cuento ¡ay! –se quejó mirando a Maca como

advirtiéndole que no se pasara.

M_ Al menos que nos quede el humor –susurró-. ¿Te

duele?

V_ Sí pero no está rota, es solo una fuerte contusión, y

menos mal que me ha dado tiempo a taparme los huevos –

dijo serio provocando una leve sonrisa en ambas-. ¿La

mujer?

M_ Ahora voy… no puedo sola con todo Vilches.

V_ Deberías –le dijo serio.

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E_ A ver… yo le coso –hablaba de nariz pues se había

puesto un algodón en uno de los agujeros.

M_ Dios parece que hayamos estado en la guerra.

V_ Tú te has librado guapa… claro a la señorita no pueden

tocarle su bello rostro.

M_ Ya sabes que no Vilches… -sonrió.

E_ Te ha dado bien, ¿eh? –él volvió a quejarse

levemente-. Gracias por ayudarme.

V_ Ha sido un placer. No te esmeres mucho tenemos que

ayudar a Maca.

E_ Tú no, después del golpe mejor te quedas aquí y

nosotras seguimos –le dijo con autoridad.

V_ De ninguna manera.

E_ Vilches… tú no vas a hacer nada si es necesario

pediremos ayuda a Pietro y…

V_ ¿No te gustara el italiano ese, verdad? –le decía con

voz aguda por el dolor en sus costillas y por el miedo a que

pudiera hacer daño a Maca.

E_ ¿Te hago daño? –le preguntó entrecerrando los ojos.

V_ No… y más te vale no hacérmelo.

M_ Vilches la mujer además del virus, tiene múltiples

contusiones, imagino que esa paliza no era la primera.

V_ Ten cuidado con el marido.

M_ Lo tengo controlado por dos militares.

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E_ ¿Y los niños? –preguntó preocupada.

M_ Estoy esperando que la enfermera termine de dejar

una bonita cicatriz –la miraba seria.

V_ No te preocupes ahora vamos.

M_ Tú, no, tú a guardar reposo –le habló con la misma

autoridad que Esther lo había hecho con anterioridad.

V_ Vale… pero no le hagas caso que quiere llamar a

Pietro.

M_ ¿Ah, si? –la miró seria.

E_ Lo digo porque Vilches necesita descansar.

M_ ¿Crees que tú y yo no podemos? –la miraba fijamente.

E_ Claro que podemos, pero será más lento.

M_ De momento esperaremos… estoy con los niños.

E_ De acuerdo. No, no me gusta –le dijo a Vilches cuando

pensaba que Maca se había ido pero aquel comentario le

sirvió para quedarse parada en la puerta.

V_ ¿El qué?

E_ El italiano –le pasó el algodón-. Esto ya está. A mí me

gusta Maca, sólo Maca.

V_ Es que Maca es mucha Maca –sonrió de lado.

Aquel comentario de Esther le llegó como si le

hubieran inyectado por vena un combinado de vitaminas

reforzadas, a pesar del momento delicado que estaban

viviendo, a pesar del susto que había pasado al ver como

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golpeaban a Vilches, era como si anduviera entre un mundo

de color, como si alrededor nada ocurriera, como si no

existiera el maldito Ébola, su mundo se había centrado en

esa frase, en esa persona, en esa mujer que sin duda le

había sacudido todo su interior, de las piedras alzadas no

quedaban muchas en pie, de la muralla menos. Sin

embargo no podía dejarse llevar por esa sensación de

bienestar, de sentirse querida como a ella le gustaba y

necesitaba, ansiaba que alguien de verdad rellenara esa

carencia que sentía en su vida, algunas mujeres habían

llamado su atención pero jamás habían provocado en ella

esa sensación de querer dar un paso más, Esther era sin

duda diferente a todas, incluso diferente a Julia. Se sintió

por un instante con los nervios en la boca del estómago, la

posibilidad de volver a dar una oportunidad al amor le hacía

sentirse tan bien como nerviosa, tan contenta como

asustada.

A los dos minutos la pareja revisaba con toda la

minuciosidad posible a las dos criaturas, la madre la habían

aislado y los militares habían tratado de aislar al marido,

ante la resistencia que opuso, tuvieron que esposarlo para

que las dos mwasis pudieran hacer una revisión mucho más

exhausta.

M_ Bueno… puede que la mujer se haya infectado pero

desde luego los niños no tienen síntomas están fuertes.

E_ ¿Pueden desarrollarlo más tarde?

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M_ Sí es una posibilidad. Y ahora ven antes de salir a

continuar con el trabajo quiero revisarte ese golpe.

E_ Estoy bien –le dijo sonriendo-. A quien tendremos que

revisar es a Vilches.

M_ Es un gruñón, lo más probable es que cuando

salgamos esté allí –le dijo quitándose la ropa y echándola a

un cubo para después quemarla.

E_ ¿Esto es normal?, quiero decir… esos golpes a su

mujer a mí o a Vilches.

M_ Desgraciadamente sí, a veces pasa, cuando un

miembro de la familia viene con el virus, sobre todo si es

mujer, debemos tener cuidado porque los hombres se

niegan a compartir el aislamiento si se encuentran sanos,

yo me he llevado algún mamporro también. A ver sube aquí

–le señaló una de las camillas libres.

E_ Yo me los llevo todos… hasta los tuyos –sonrió.

M_ Si... me acuerdo… me acuerdo, aquello te paso por

que ya estabas atrapada en mi encanto –le sonreía y

aparecía para Esther la mujer irresistible que tanto decía

ser, Esther se perdía en sus ojos. Maca comenzó a

reconocer aquella nariz que se había abultado un poco-. ¿Te

duele?

E_ Un poco…

M_ Vale.

E_ ¿Qué tienes aquí? –le señaló en el labio inferior.

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M_ ¿Qué tengo? –frunció su frente.

E_ A ver –se acercó con suavidad y le besó separándose

con una sonrisa cálida.

M_ Creo que aún sigue ahí –le dijo poniendo sus manos en

las caderas de Esther y acercándose con sigilo.

E_ Yo también lo creo –musitó mientras se volvían a besar

con más pasión, Maca dio un paso adelante y Esther abrió

sus piernas para recibirla, se besaron con fogosidad, con

necesidad pero con tanto amor que al separarse ambas en

los ojos de la otra vieron ese sentimiento que les hizo

temblar, y para poder sentirse unidas en ese sentimiento

que para ambas era nuevo, se abrazaron con una

dependencia total-. Maca…

M_ Ya… tenemos que trabajar –se separó mirándola

mientras se mojaba los labios.

E_ No protestes, tenemos cuarenta días y cuarenta

noches para nosotras –sonrió mientras le daba un ligero

golpe en su trasero.

M_ Pero si te fastidiaba quedarte conmigo –la ayudó a

bajar mientras su comentario sonaba como si en realidad le

resultaba fastidiado.

E_ Gracias. Pero ahora ya le veo el puntito…

M_ Puntazo peque… estar conmigo cuarenta días y

cuarenta noches… es un puntazo.

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E_ Presumida… la tía –dijo sonriendo mientras se

separaban para salir del hospital.

Durante un par de horas, pasaron revisión ellas solas,

hasta que Vilches apareció, el dolor se soportaba con

calmante, pero no podía soportar escuchar los gritos de

ayuda, de la gente ante la lentitud con que se movía la cola

de espera. Descansaron durante media hora para comer,

era necesario, a los tres les pasaba factura le estancia allí,

habían decidido parar, si seguían en ese ritmo, volverían a

perder la tranquilidad y sin duda, era lo peor que había

pasado. Aún les quedaba cinco largos días allí. Volvieron a

trabajar por la tarde, lo hicieron hasta entrada la noche,

hasta que el cansancio pudo con ellos. Y se retiraron, las

chicas en su cabaña trataban de reponerse de un día

terriblemente agotador, Esther tenía llagas en los pies con

un recipiente del hospital puso agua del río y se los puso un

rato a remojo con los ojos cerrados al notar el frescor del

agua y gran alivio. Maca la observaba estirada en su catre.

E_ Joder... como me duelen.

M_ Eso es lo malo de llevar zapatillas de marca...

E_ ¡Ah, las tuyas no lo son, eh!; si eres más pija que yo.

M_ Jajajaja –sonreía divertida-. Uf no tengo fuerzas... echo

de menos a Teresa.

E_ Yo también –dijo con melancolía-. Y a Mona, a

Valiente... a todos.

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Page 191: TERCERA PARTE PIJA

M_ Si pero yo a Teresa que ahora me haría un guisadito, y

si fuera a su cabaña diciéndole mami me duelen los pies,

me daría un masaje.

E_ ¡Pero que morro tienes! –le exclamó divertida-. ¿Te

duelen?

M_ Sí, mucho.

E_ Yo no soy mami, pero igual si me lo pides...

M_ ¿Ah si? –enarcó graciosamente su ceja.

E_ Sí –trató de no sonreír pero le fue imposible- ¡Ahora lo

tienes que hacer bien!

M_ ¿Qué quieres qué haga? –se acodó en la cama cara

hacia ella, con esa mirada repleta de atracción.

E_ Ganarte mi masaje, no todos tienen el placer de

recibirlo.

M_ Me siento afortunada... en parte... sabes que me lo

merezco porque soy quien soy...

E_ Sí, si... es verdad... eres quien eres –se secaba los pies

con una toalla mientras ponía gesto de dolor.

M_ Voy a ver como esta Calentorra de la Selva puede

ganarse un masaje –Esther dio una carcajada que trató

evitar que el sonido saliera de la cabaña tapándose con la

toalla la boca-. A ver... que puedo hacer... no se me ocurre

nada peque.

E_ Pues entonces... no hay masaje –le dijo sonriente al ver

su gesto de concentración.

191 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 192: TERCERA PARTE PIJA

M_ A ver si esto va por el camino idóneo –se acercó y le

besó la frente.

E_ Vas bien pero es poco.

M_ Mira que lista me ha salido la pija –Esther sonrió más

fuerte y le dio un pellizco en el culo-. ¡Au!

E_ No te pases o te quedas sin masaje.

M_ No puede ser... ¿tú sabes cómo estoy en este

momento?

E_ ¿Tienes fiebre? –le susurró en su oreja con su tono

repleto de sensualidad que hizo que Maca notara como el

deseo vencía su cansancio y se quedara con la boca abierta

mirándola repleta de deseo-. ¿Eh?

M_ Sí... tócame –Esther puso su mano en la frente y Maca

mientras se pellizcaba el labio inferior agarró su mano

llevándola hasta el interior de su pantalón-. ¿Tengo?

E_ Bastante –dijo con la respiración entrecortada

recibiendo suaves besos por parte de Maca.

M_ ¿Y?

E_ Habrá que hacer algo, sí, pero sigues sin convencerme.

M_ Mmmmm, ¿no?... a ver esto –metió su mano por la

camiseta y atrapó a la vez su pecho y su boca, mientras

apretaba con su mano aquel pezón erizado de Esther sus

lenguas ya luchaban en la boca ajena. Maca soltó pecho y

labios a la vez dejando a Esther con los ojos cerrados y el

deseo disparado-. ¿Y ahora, me lo he ganado?

192 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 193: TERCERA PARTE PIJA

E_ Sí, ahora sí, túmbate.

Maca le hizo caso con una ligera sonrisa, al tiempo que

se iba la luz, les pareció mucho más romántico, una vela

que funcionaba por las noches para que en caso de

necesidad pudieran salir corriendo sin golpearse con nada,

hizo de anfitriona. Esther abrió las piernas de Maca que

cerró los ojos con la respiración algo agitada y los pezones

bien marcados sobre su camiseta. Primero cogió un pie y

masajeó entre los jadeos y gemidos de una Maca que

parecía iba a tener un orgasmo solo con aquel tacto tan

maravilloso. Esther la miraba sonriente, Maca seguía con

los ojos cerrados suspirando, dejándose llevar con aquella

maravillosa sensación de que alguien la estaba mimando.

Esther mantenía un sonrisa en su rostro, estaba terminando

cuando se quito la camiseta, dejó los dos pies sobre la

cama y cuando fue a subir por su cuerpo, Maca soltó un

profundo ronquido.

E_ ¡Joder se ha dormido! –susurró fastidiada sentándose

en la esquina de la cama-. ¿Y ahora qué hago yo?, uf, me ha

contagiado su calentura y encima se duerme... ah... y por si

fuera poco se hace dueña de mi cama... ale, estupendo

Esthercita... ahora enfríate tu solita a base de relajación...

si... mejor me acuesto en su cama –le dejó un beso suave

en la frente mientras la tapaba con cariño, se acostó en la

cama de Maca y comenzó a dar vueltas, finalmente se

detuvo y dijo con más fastidio aún-. Encima tengo que

193 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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enfriarme sintiendo su olor... ¡que fuerte!... ¡pero qué

fuerte!

Se pasaron dos días más de la misma manera,

revisando nueva gente que llegaba con los mismos rostros

que todos los que habían pasado con anterioridad, la mujer

con ébola estaba agonizando mientras sus hijos no daban

muestras de la enfermedad y habían pasado a ser los

acogidos tanto de Maca y Esther, jugaban con ellos, los

llevaban al río donde se les escuchaba sus risas, les daban

la comida, y se hacían cargo de acostarlos. Cuando llegaba

la hora de dormir, lo seguían haciendo agotadas, besos,

caricias, pero no se pasaba de ahí, casi siempre una u otra

se quedaba dormida, así que decidieron posponer todo a la

cuarentena que les parecía maravillosa, tanto para

conocerse como para ir más allá de mantener una relación

sexual.

Estaban en medio de un día caluroso, infernal donde los

huidos iban llegando a cuenta gotas y eso les alargaba más

todavía el momento de estar bajo el sol, ningún caso más,

todo parecía ir sobre ruedas. Estaba todo bajo control,

hasta el cansancio lo llevaban de la mejor manera posible y

las chicas se habían hecho inseparables, bromeaban

cuando podían, cuando no sufrían por la mujer que moría

sola en aquella habitación mientras el hombre empezaba a

dar síntomas de que podía estar contagiado, cuando podían

se iban al río y participaban en una batalla de piedras

lanzadas al río, siempre ganaba Maca, y eso enfadada

194 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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sobremanera a una Esther que estaba descubriendo esa

Maca, que Teresa le había confesado. Estaban dando de

comer a los dos pequeños cuando vieron que Vilches volvía

del campamento. Se acercó hasta ellas con un andar un

tanto lento por el dolor que seguía teniendo por las

numerosas contusiones que había sufrido.

V_ Os dije que nada de encariñaros con los niños...

M_ ¿Qué te pasa? –le preguntó porque lo conocía tan bien

que sabía que tras ese gesto duro algo había.

V_ Nos vamos.

E_ ¿Nos vamos? –preguntó entre alegre y triste.

V_ Así es, el relevo está en el campamento y nos vamos

andando.

M_ ¿Qué?, ¿estás de coña? –le preguntó quedándose con

la boca abierta.

V_ ¿Acaso tengo cara de estarlo?

M_ Joder...

V_ A partir de hoy empieza nuestra cuarentena... somos

bichos raros, debemos estar aislados así que prepararlo

todo.

E_ ¿Y los niños? –preguntó alertada mirando a Maca.

V_ Los niños se quedan... ya les he puesto al corriente de

todo.

M_ De acuerdo, vamos Esther.

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E_ Pero...

V_ Nada de numeritos, nada de lagrimas, ¡te lo advertí! –

le decía moviendo su dedo cerca de su cara.

M_ Venga Esther vamos –se la llevó junto a los niños.

Juntas recogieron lo preciso, lo demás por orden de

Vilches lo quemaron todo, Esther veía consumirse en su

bidón de la depuración su camiseta de Dolce y Gabana, con

gesto triste que arrancaba la sonrisa de una Maca que tal

como ella se sentía triste por tener que dejar a esos niños

que iban a quedarse huérfanos si nadie lo remediaba.

Una vez todo estuvo preparado, cargaron sus

mochilas, se despidieron escuetamente de los militares que

tan poco los habían ayudado, mientras aquel militar sonrisa

le ofrecía a Esther una flor como recuerdo, y ella una

sonrisa fresca que al joven le pareció, el mejor regalo que

había recibido.

M_ Lo tienes coladito.

E_ Tonta... como a ti.

M_ ¿Y quién es ahora la altiva, engreída?

E_ Me dan pena los niños Maca –dijo triste.

M_ A mí también, pero estoy segura que los cuidaran tan

bien como nosotras, no temas por eso. Y ahora, bebe bien,

mójate de vez en cuando la cabeza que el camino es largo,

y el calor aprieta. ¡Ah y si te vas a caer, procura no

maltratarme más ese culo por favor!

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Page 197: TERCERA PARTE PIJA

E_ Graciosa.

M_ Aunque... pensándolo bien... voy a tener mucho

tiempo para masajearlo –se pasó la punta de la lengua por

los labios viendo como los ojos de Esther quedaban

atrapados en ellos y se quedaba con la boca abierta como

hipnotizada por aquel movimiento sugestivo de su lengua.

Entonces se acercó a su oído y le musitó haciendo que su

aliento al rozar su piel la erizara de deseo-. De hecho voy a

tener mucho tiempo para disfrutar de ti, peque.

V_ ¿Vais a seguir ahí como dos animales en celo, o

pensáis moveros?

Les preguntó Vilches, haciendo que ambas diera una

carcajada divertida, y con la ilusión de que estaban más

cerca de casa, comenzaron a recorrer el largo camino hacia

el río.

Llevaban algo más de dos horas andadas, se tuvieron que

detener porque Vilches no estaba demasiado fuerte para

soportar en silencio lo que estaba soportando, por su parte

Esther sentía como el calor aplastante podía con ella y el

dolor de sus llagados pies a cada paso se volvía una

tortura. Y tampoco estaba mejor Maca, se había ocupado de

cerrar el grupo, de vigilar calladamente a Vilches, proponer

dos veces dos paradas que no se dieron, y vigilar a la

patosa de Esther que se había tropezado unas cuantas

veces, así como de poder seguir andando ya que a pesar de

la hora el calor allí dentro de la Selva se hacía irrespirable.

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V_ Descansemos.

M_ Amén.

V_ No me toques los cojones.

M_ Te lo vengo diciendo desde hace rato, llevamos dos

horas y cuarto andadas, nos quedan dos horas más,

¿pretendes hacerlas del tirón tal y como estás?

V_ ¿Y cómo estoy?

M_ Molido a golpes.

E_ Déjalo Maca... no le riñas –se sentó soplando agotada.

M_ Y tú no salgas en su defensa –se puso en jarras

mirándola seria.

V_ Joder... me está matando este puto calor.

E_ Ni que lo digas...

M_ Voy a sacar algo y comemos, creo que sería bueno

comer ahora ¿te parece bien Vilches? –le preguntó con

burla.

V_ Si no fuera por lo que es... ya te hubiera dicho algo

muy gordo –dijo con su seriedad habitual.

M_ Reconócelo... soy tu debilidad –le guiñó un ojo

sonriente.

E_ Ya nos salió la petarda.

M_ Tú cuidadito con lo que dices –le sacó la lengua Esther

y Maca giró un poco la cabeza entrecerrando los ojos.

V_ Tengo unas ganas de llegar.

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E_ ¿Y qué vamos a hacer cuándo lleguemos?

M_ Tú por eso no te preocupes.

V_ Esther no sé si te matará el ébola, pero igual lo hace la

Calentorra de la Selva –le dijo muy pero que muy serio.

M_ ¡Vilches serás cabrón!

E_ Siiiiiii –decía muerta de risa.

M_ Encima ríele la gracia.

V_ Ya me dirás si es una gracia Esther... encima no le has

explicado nada... tienes un valor Calentorra.

M_ No te pases –le acusó con el dedo graciosamente,

mientras sacaba las cosas sentándose sobre una piedra

frente a Esther-. A ver... vamos hacia un lugar donde

tenemos dos cabañas, bueno... vale Vilches... dos casuchas

–corrigió al ver el gesto de Vilches.

V_ No esperes un palacete Esther.

E_ Bien... no lo esperaré –le sonrió reposando su espalda

cansada.

M_ Pues es un lugar que está a dos horas más de aquí,

junto al río, hay una zona donde decidimos armar un

pequeño campamento, ahora mismo me imagino que los

chicos nos habrán llevado ropa limpia, comida, y la radio

para hablar con la aldea y Dávila debemos seguir

instrucciones y estar comunicados por si pasa algo.

E_ ¡Por fin podré hablar con Teresa!

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V_ Yo no sé que tiene, que cuando no está con nosotros

estamos todos enganchados a ella.

E_ Tiene que es un cielo –dijo con un gesto repleto de

cariño.

M_ Mírala ella que bien se expresa.

E_ Maca, estudie en un colegio privado.

M_ Es cierto... ¡pija!

E_ A mucha honora, antes pija que sencilla –decía

sonriente.

M_ Bien. Allí nos distribuiremos en dos cabañas, tú y yo

en una, Vilches en otra –le sonrió.

E_ Pensé que estaríamos los tres separados –dijo

pinchándola.

M_ ¿Cómo separados?

V_ Es buena idea, Maca que duerma fuera.

M_ Sois muy idiotas ¿eh? –decía seria.

V_ Mira Esther, nosotros tenemos las mismas

posibilidades de tener que de no tener el virus, pero por mi

experiencia, creo que hemos trabajado bien, algún fallo

pero no creo que sea para asustarse. Por lo tanto digamos

que esto es más una prevención para el resto que

realmente otra cosa.

E_ ¿Y Teresa va a estar sola?

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M_ A ver… durante unos días sí, porque nosotros no

hacemos cuarentena –entonces Esther la miró enfadada-.

Lo siento es que no lo pude evitar –dio una carcajada.

E_ Joder y yo que pensaba que haría en cuarenta días

estaba toda yo agobiada.

V_ Te entiendo, no somos la mejor compañía.

E_ No es eso Vilches... es que... –ante la mirada de los dos

se sintió algo cuestionada.

V_ Déjalo no trates de arreglarlo, nuestra enfermera

Maca, nos odia.

M_ Jejeje –la miraba embobada.

V_ Que malo está esto, me muero por llegar y ver que nos

ha preparado Teresa.

M_ Sigo, pues eso, en el caso hipotético que hayamos

desarrollado el virus, éste lo hace entre cuatro y veinte días

aproximadamente, así que, nosotros al día veintiuno, nos

vamos.

V_ Si, ya ves... no somos nada obedientes.

E_ Me alegro de pertenecer a este grupo… de verdad.

M_ Yo más –la miró de manera muy insinuante.

V_ No trates de arreglarlo, ya me ha llegado al alma tu

anterior comentario.

Siguieron hablando un rato más, también de lo que

habían pasado, la preocupación por la gente que se

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quedaba, por los compañeros que iban a sustituirlos y que

debían luchar tal y como ellos lo habían hecho por ayudar al

máximo a todas y cada una de las personas que llegaban

desesperadas con el mínimo material y las mínimas

condiciones humanas.

V_ Debemos irnos… no quiero que nos caiga la noche

encima.

E_ ¡Qué calor!

M_ Sí, y ahora vamos a ir por la orilla del río, nos va a dar

de pleno.

E_ Madre mía –susurró mientras se ponía la mochila.

M_ ¡Cuidado que te caes! –le dijo abrazándola por la

espalda a pesar que justo en ese momento Esther no había

tenido ningún tropiezo cosa que le provocó una sonrisa.

Vilches comenzó a caminar y Maca le susurró en la oreja-.

Me muero de ganas de llegar.

E_ ¡Ay! –suspiró mordiéndose el labio.

El camino se les estaba haciendo largo y tortuoso, el

calor cada vez apretaba más, el ánimo había decaído un

poco en ellos, llevaban acumulado mucho cansancio y en

parte agradecían esos días de descanso que iban a tener

para poder recuperarse.

E_ Maca… ¿dónde vamos a estar es una zona tranquila?

M_ ¿Quieres decir si no corremos peligro? –Esther asintió

resoplando cansada-. En la Selva nada es seguro, desde un

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animal que tenga hambre y nos huela, hasta la guerrilla,

puede pasar cualquier cosa Esther.

V_ Lo dice para que por las noches duermas abrazada a

ella, ten cuidado con sus artimañas.

M_ Eres un cotilla Vilches –decía seria ante la sonrisa de

Esther.

V_ Lo que yo te diga.

E_ Lo sé… la voy conociendo ¡au! –gritó ya que Maca le

había pellizcado el culo.

V_ ¡Hombre… pensé que se te había olvidado gritar! –le

dijo sonriendo aunque su rostro pálido y ojeroso daba

muestras de que su camino se había vuelto un calvario.

M_ Oye Vilches… ¿y si nos quedamos aquí?

V_ No, falta poco y no voy a dejar que estéis a la

intemperie, no llevo arma.

E_ Me queda otro calmante Vilches… ¿lo necesitas?

V_ Soy fuerte… cuando lleguemos.

M_ De acuerdo –elevó los hombros mirando a Esther en

señal de resignación-. Oye Esther ¿y si repasamos algunas

palabras en kikongo?

E_ Buena idea así se me pasa el tiempo antes.

M_ Bien…

Y así hicieron, fueron repasando palabras,

descubriendo alguna nueva, Vilches también ayudaba, para

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tratar de no notar la fatiga que sentían, el dolor de pies y el

esfuerzo mental que llevaban para no dejarse llevar por el

agotamiento. Pero también habían cosas buenas, debían

andar por borde del río, aquel río que les llevó al infierno,

Esther recordaba sus pensamientos, y lo poco que esperaba

que se diera la situación que después se dio, esa confesión

suya a una Maca que pensaba dormía, las palabras de Maca

admitiendo que a ella también le pasaba algo parecido, la

ilusión que había nacido en ella por esa mujer entre tanto

desespero, entre tanto dolor, entre una angustia por la

necesidad de las personas, con ese pensamiento miraba el

cielo cobrizo, el ruido de las aves y demás animales, a

veces gritos que le hacían sobresaltarse, a veces cantos

que le hacían enternecerse, y el sonido del río, el agua

furiosa golpeando contra troncos que ocupaban un lugar en

medio del agua, rocas repletas de musgo que daban un

aspecto inusual, único, un ambiente que a pesar de ser

caluroso, tan solo por observar el maravilloso mundo que

les rodeaba, daba por bueno el largo paseo, el cansancio y

hasta algún que otro extraño estremecimiento de su

cuerpo. Su respiración cansada, era la misma que Maca

tenía, se habían cogido de la mano para que Esther no

tuviera tantos problemas especialmente por sus pies, sabía

que debía ir pensando en lo mucho que le había cambiado

la vida, ella misma la primera vez que hizo un recorrido

parecido, lo hizo con el corazón bombeando de una manera

alocada, su vida había cambiado, sus prioridades ya no

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eran las mismas, allí estaba en un mundo abandonado al

que ella quería pertenecer, colaborar, ayudar, y esa

sensación de la primera vez, era la misma que sentía años

después en ese lugar de la Selva donde debían esperar algo

que le asustaba ya no por ella, sino, porque temía que

alguno de ellos se hubiera infectado, aquel pensamiento le

hizo apretar inconscientemente la mano de Esther que la

miró con una sonrisa que logró tranquilizarla.

Mientras en la aldea, Teresa había acogido con júbilo

la noticia de que ya se disponían a ir al refugio, allí lo tenían

todo preparado hasta el último detalle, pero sobre todo lo

que más nerviosa la tenía era que por fin podría hablar con

ellos saber de primera mano como estaban las chicas,

escuchar su voz. Había dejado en la radio a un Zambi que

se mostraba nervioso también, todos echaban de menos a

aquellos tres blancos que se hacían de querer.

T_ ¿Ya?

Za_ No mami.

T_ Bueno… nada más aparezcan, ya sabes…

Za_ Si mami –sonreía mostrando sus dientes blancos y

perfectamente alineados al ver los nervios de la mujer.

T_ Me va a dar algo hijo… algo –levantaba los brazos

hacia el cielo provocando una gran sonrisa en él.

Ns_ Mami… tranquila… les deje todo bien.

T_ Ya… ya Nsona… pero no puedo evitar estos nervios.

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Ns_ Todo bien.

Lu_ Mami –le dijo sonriendo-. Todo bien.

T_ ¡Ay hija mía! –la abrazó con cariño.

Los tres habían llegado con el tiempo justo, el

atardecer les estaba ganando la partida, el camino había

sido más lento de lo que pensaban, primero por el

cansancio acumulado, segundo porque Vilches se estaba

encontrando mal, y tercero porque a Esther el

estremecimiento que le había dado a mitad camino,

insistía, sintiendo algo que no era normal, un frío se

apoderaba de ella, y los pies no le dejaban caminar deprisa,

se tomó a burla el comentario de Maca de llevarla a

caballito, pero sin duda lo dijo muy seria, la veía sufrir al

caminar. Cuando llegaron al lugar, Esther entendió lo que

Vilches le dijo, aquellas dos cabañas, no tenían nada que

ver con las del campamento, ni siquiera con las que habían

estado compartiendo los días atrás. Eran una especie de

chabola, construida con ramas de palmera, y algunas otras

que Esther no acertó a averiguar, el espacio era

sumamente reducido, por lo que pensó que iba a ser una

autentica prueba de resistencia, lo bueno era que el río

estaba cerca. Su gesto lo decía todo.

V_ Te avise que no era un palacete.

E_ Pero estamos en medio de la Selva… ¿aquí no hay

animales?

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V_ Sí los hay Esther, y también hay un poblado a menos

de dos minutos andando, ellos saben que estamos aquí, si

ocurre algo ellos nos ayudan.

M_ No te preocupes Esther, aquí han pasado muchos

médicos y enfermeras su estancia de aislamiento y no ha

pasado nada –le sonrió tratando de tranquilizarla-. Venga

vamos a ver que tenemos por aquí.

V_ Yo me tumbo chicas… no puedo más.

M_ De acuerdo yo me encargo de todo Vilches.

E_ Si… yo la ayudo –añadió algo sudorosa.

M_ ¿Te encuentras bien?

E_ Bueno… imagino que estoy como tú, agotada, pero

tenemos que trabajar.

M_ Es cierto –sonrió y al quedarse solas le dijo-. Lo siento

pero necesito hacer algo que vengo todo el camino

deseando.

E_ ¿Ah si? –sonrió pícaramente.

M_ Sí –acercó su boca a la de la enfermera que sonreía

esperando aquel roce.

V_ Maca… ¡joder! –renegó al verlas besándose.

M_ Queeeeeeeeeeeee –le dijo algo cansada de sus

interrupciones mientras lo miraba reflejando su malestar.

V_ Voy a poner unas normas, la primera, nada de besos ni

de caricias ni de cosas de esas en mi presencia… -Esther

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agachó la cabeza-. Segundo nada de gemir en medio de la

noche o corremos peligro de que algún animal venga y nos

devore –Maca lo miró entrecerrando los ojos.

M_ Lo mismo digo.

V_ Y tercero, haz una hoguera para ahuyentar posibles

depredadores nocturnos.

M_ ¿Tienes tú la radio?

V_ Sí, voy a sacarla aquí, habláis vosotras yo estoy

muerto.

M_ De acuerdo –sonrió-. Te preparo algo de tomar y te

tomas el calmante.

E_ Que vergüenza –murmuró cuando Vilches se fue.

M_ ¿El qué?

E_ Que nos diga eso.

M_ Ni caso –le hizo un gesto restándole importancia a sus

palabras.

E_ Voy a sentarme Maca… me duelen mucho los pies.

M_ Si… vamos a ver que tenemos dentro.

E_ Vale –hizo un esfuerzo pues al quedarse parada los

pies le hervían.

M_ Ahora los ponemos a remojo ¿vale?

E_ Sí –sonreía por como se mostraba con ella.

M_ Mira… -decía feliz-. No me lo puedo creer ropa… ¡mi

camiseta para dormir!

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E_ Dios… me pondría a llorar –decía al ver su ropa bien

puesta, y un quinqué para la luz-. Mis libros.

M_ Y los míos… sabe que se hace largo.

E_ ¡Comida! –exclamó casi con lagrimas en los ojos.

M_ Eh… peque –la abrazó por detrás.

E_ Lo siento –se puso a llorar.

M_ Eh… eh –la giró con ternura-. Es normal… tienes un

pequeño bajón.

E_ Es que soy tonta… lloro por nada.

M_ Eso no es cierto, lloras porque la esencia de Teresa

está aquí y la echas de menos.

E_ Si –asintió dejándose abrazar.

M_ Venga… ahora ya no nos queda nada prometo que

estos días se te van a pasar volando –sonreía.

E_ Maca… siento que vengo de un infierno…

M_ Hemos estado en un infierno Esther, nadie lo sabe

hasta que lo pasa.

E_ Estoy… no sé… me encuentro rara.

M_ Es cansancio, prometo esta noche dejarte descansar.

E_ Lo mismo digo –decía limpiándose las lagrimas

entonces ante el comentario de ambas dieron una

carcajada.

V_ Aquí os dejo la radio –habló Vilches desde fuera.

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M_ ¡Ya vamos! –exclamó feliz-. Mira vamos a hacer una

cosa, hablamos con Teresa, y nos damos un remojón en el

río.

E_ ¿De noche?

M_ Sí, no pasa nada… a estas horas los cocodrilos

duermen, las pirañas también.

E_ Que mala eres… de verdad… eh –se limpiaba la nariz.

M_ Venga, hablar con Teresa te animará –le pellizco

suavemente la nariz.

V_ La fogata Maca, primero la fogata –oyó que le decía

Vilches entrando en su chabola.

M_ Si, es cierto, tú no te muevas de aquí, voy a ver si

encuentro leña.

E_ Te acompaño –dijo al dar un paso pero su gesto de

dolor le dejó claro a Maca que no podía caminar.

M_ No… mira, tú habla con Teresa yo busco para hacer la

fogata.

E_ Vale… -le sonrió.

M_ Esther ¿puedo pedirte una cosa? –la miraba embobada

con los ojos brillantes.

E_ Claro –le devolvió la misma mirada.

M_ Pase lo que pase… nunca dejes de mostrarme esa

maravillosa sonrisa.

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E_ Solo si tú haces lo mismo –la miró emocionada y sin

más palabras se abrazaron dejándose un beso suave en los

labios-. Voy a hablar con Teresa.

M_ Y yo voy a… -la miraba atontada-, a…

E_ Por leña.

M_ Eso –sonrió carraspeó y se giró para buscarla entonces

pensó para si mientras se mordía el labio “me tiene tonta”.

E_ Maca… no me has dicho como va esto –le dijo al ver

que se marchaba.

M_ Es verdad… espera… a ver le das aquí –al hacerlo rozó

su brazo y ambas se miraron sonrientes-. Lo siento.

E_ No importa –sonrió divertida.

M_ Y con este walki esperas que te dé señal y hablas,

después sueltas el botón para escuchar.

E_ Vale… entendido –mientras lo explicaba apoyaba la

cabeza en su hombro.

M_ Voy a… por la leña –le dejó un beso en la frente.

E_ Vale –Esther hizo lo que le había dicho Maca y esperó.

Za_ Ziku –escuchó como llegaba su voz hasta allí.

E_ ¡Zambi! –exclamó alegre-. Mbote, soy Mwasi mondele

Esther.

M_ Que graciosa es –susurró al escucharla-. Joder y yo

que tonta, Massamaba nos lo ha dejado todo preparado… si

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es que… ¡céntrate Maca haz el favor de dejar un poco la

tontería!

E_ ¿Bonso beno kele na bwala? – ( ¿Cómo estáis todos en

la aldea?).

Za_ Beto kele bien… mami Teresa venir… mwasi.

E_ Gracias Zambi –le agradeció sinceramente aquel

esfuerzo porque le entendiera.

M_ ¡Ya tengo la leña! –le dijo orgullosa.

E_ Joder… que rápida eres.

M_ La que vale, vale –comenzó a prepararla cerca de las

dos chozas que aunque estaban separadas entre sí, con

una sola fogata era suficiente para alumbrar y protegerse.

E_ Me ha contestado Zambi –le dijo con una sonrisa

emocionada.

M_ Ya he visto que manejas mejor el kikongo –decía con

gesto serio mientras trataba de poner la leña.

E_ ¡Uf como me duelen los pies! –se quitaba las zapatillas.

T_ ¡Vilches!, ¡Esther!... ¡Maca! –aparecía la voz

entusiasmada de Teresa al otro lado.

M_ Muy bonito yo la última –protestó sonriendo ya que al

escuchar la voz de Teresa le había servido como un

bálsamo a sus nervios.

T_ Maca… cariño…

E_ Hola Teresa –dijo feliz.

212 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 213: TERCERA PARTE PIJA

T_ ¿Cómo va todo?, ¿cómo estáis?, supongo que

cansados… os he preparado mezclas de comida con mucha

vitamina, para que os recuperéis.

E_ Gracias… la verdad que tenemos hambre –sonrió.

M_ Ella tiene hambre Teresa, un poco más y se cumplen

tus previsiones, casi me come.

T_ Ya será menos exagerada. ¿Y Vilches, dónde está?

E_ Pues –Maca le hizo un gesto de que no le dijera nada-.

Se ha tumbado ya Teresa, estamos agotados.

T_ Imagino… -su tono de voz era decaído pero en seguida

se recuperó, no quería preocuparlas con sus propios

miedos-. ¿Y vosotras como estáis?

E_ Pues ciertamente como él, agotadas Teresa, pero muy

bien –dijo mirando a Maca fijamente mientras ella

preparaba el fuego de cuclillas.

T_ ¡Uy que voz de tonta! –exclamó sonriente como Lula,

Nsona y Sissou que estaban allí.

M_ Es que la tengo tontita Teresa.

T_ Ya veo ya…

E_ Un poco de respeto por favor que me voy a poner

colorada.

Mo_ Uhhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhh uh UHHHHHHHHHH

UHHHH AHHHHHHHHH.

213 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 214: TERCERA PARTE PIJA

E_ Monaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa –le gritó contenta antes

los gritos eufóricos del animal.

Mo_ AH AH AH AH AUUUUUUUU UHUHUHUHUHUHUHUH –

seguía gritando.

E_ Si cariño yo también te echo de menos. ¿Y Valiente? –

preguntó.

T_ Espera que está aquí sentadito, ven a ver dile algo a la

mami.

M_ ¿Mami? –se partía de risa.

Va_ Uh… uh…-dijo con timidez.

E_ Valiente cariño… ¿cómo está?

T_ Bien, no se separa de Mona… y Mona no se separa de

tu cabaña.

Mo_ UHHHHHHHHHHHHHH AHHHHHHHHHH –y a

continuación pedorretas varias.

T_ Ya Mona… ya… como ves te echa de menos.

M_ Oye Teresa, Valiente aún lleva el camisón de Esther.

T_ No…

M_ Pues guárdalo bien, ¿eh? que lo va a necesitar –Esther

abrió los ojos mucho en señal de recriminación que hizo

que Teresa sonriera como loca y Maca también-. Bueno…

¿cómo están todos?

T_ Muy bien aquí estamos todas escuchando.

E_ Besos para todas –dijo contenta Esther.

214 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 215: TERCERA PARTE PIJA

Ns_ Mwasi me alegro escuchar.

E_ Y yo Nsona, ¡Lula cariño estás por ahí!

Lu_ Mwasi aquí estar.

E_ Un besazo, ¿y mi aprendiz de enfermera como va?

T_ Espera –Teresa le tradujo la frase a Sissou que sonrió

poniéndose colorada.

Si_ Mwsi Esther kwisa maki, mono mekika nge (Mwasi

Esther venir pronto yo te extraño).

M_ ¿Ti mono, Sissou? –(¿Y a mí Sissou?) preguntó

sonriente guiñándole un ojo a Esther.

Si_ Talo Mwasi Maca.

E_ ¿Cómo está Yildas? –miraba como Maca se había

puesto con una posición muy sugerente con el culo muy

cerca de Esther, ésta carraspeó.

T_ Con los cuidados de Sissou mejorando. Todos bien.

E_ Nmala, Massamba… los demás.

T_ Todos bien, no os preocupéis por nosotros todo bien –

sonreía algo emocionada porque anhelaba poder

abrazarlas.

M_ Pues Teresa… nos vamos a despedir, tengo que

preparar la cena.

T_ ¡Qué chistosa! –sonrió-. ¡ah, decirle a Vilches que Cruz

ha llamado y está al tanto de todo!, muy histérica porque

en España han obviado que tres españoles han estado ahí.

215 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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M_ Que raro –sonrió mirando a Esther que seguía mirando

su culo.

T_ Cuidaros, mañana hablamos… besos.

Mo_ UHhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh –gritaba

como loca Mona.

T_ Mona cariño… dile adiós Esther.

E_ Mona… ya queda menos cariño… -le dijo sonriente.

T_ Hasta mañana chicas.

M_ Hasta mañana.

E_ Parecía mentira que podríamos comunicarnos ¿eh?

M_ Bueno… venga voy a traerte un poco de agua el río y

pones los pies a remojo.

E_ Gracias… -sintió un nuevo escalofrío mientras se

quitaba los calcetines esperando que el agua fresca aliviara

algo su dolor. Pero al ver sus pies, un gesto de miedo

envolvió su cara.

M_ Ya estoy aquí… ¿qué te pasa?

E_ Mira Maca –le enseño las pupas que habían y la sangre

seca.

M_ Son llagas Esther.

E_ ¿Seguro? –le preguntó con temor.

M_ Sí, pon los pies que te los limpie.

E_ No, no me toques.

216 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 217: TERCERA PARTE PIJA

M_ Vamos Esther… no me digas tonterías, son llagas

normales de caminar.

E_ ¿Y si no lo son?

M_ Déjame limpiarte.

V_ Ponte guantes Maca –apareció con gesto serio Vilches.

M_ ¡Está bien! –protestó.

V_ Menudos pies llevas Esther.

E_ ¿No será…?

V_ Claro que no… no tienes síntomas de nada –le tocó la

frente haciendo un esfuerzo-. No tienes fiebre… ni vómitos,

tranquila.

M_ Ya estoy aquí. Toma te he traído la comida, y el

calmante.

V_ Gracias doctora.

M_ A ver… -Maca se sentó frente a Esther, que había

metido los dos pies en el recipiente al notar el agua fría dio

un respingo-. Muy bien… ya verás como notas alivio y esas

zapatillas a la basura.

V_ Habló la voz de la experiencia.

M_ ¿Bien?

E_ Sí –decía con los ojos repletos de lagrimas.

M_ Tranquila –entonces metió sus manos con los guantes

y con una ternura que todvía desconocía Esther que Maca

poseía, comenzó a acariciarlos, con una gasa con todo el

217 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 218: TERCERA PARTE PIJA

cuidado del mundo-. Muy bien… eso es… voy a cambiar el

agua.

E_ Dios –susurró con alivio.

V_ Cuando quiere es un cielo… lo reconozco –le dijo

comiendo.

E_ Para mí… lo es siempre –Vilches la miró y sonrió.

M_ Ya estoy aquí –volvieron a hacer el mismo

procedimiento-. ¿Mejor?

E_ Sí… me escuece mucho –trataba de no llorar.

M_ Es normal.

E_ ¡Todo me pasa a mí joder! –se quejó.

M_ Eres la novata.

V_ Si recuerdo cuando yo fui novato, lo primero que hice

fue caerme encima de una mierda de hipopótamo.

E_ ¡Qué fuerte!

M_ Lo fuerte era tratar de levantarlo –decía sonriendo sin

parar.

V_ Cada vez que trataba de levantarme, me volvía a caer.

M_ A Zulú le dio tal ataque de risa que casi se nos queda

sin aire.

V_ Y eso no es todo, cuando fue a ayudarme a levantar

caímos los dos.

E_ ¡Y yo me quejo! –decía riendo.

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M_ Debiste verlos correr en calzoncillos al agua, y menos

mal que estaba cerca porque de lo contrario no hubiéramos

podido seguir.

E_ Menudo estreno Vilches. ¿Y tú?, ¿qué te pasó a ti?

V_ Cuenta… cuenta… -sonreía.

M_ Nada, no me pasó nada en especial –ante la mirada de

Esther agregó sonriendo-. Vale, lo admito, la primera

expedición que salimos, tuvimos que dormir en un poblado

que no conocíamos, iba con Cruz, una enfermera alemana

que era como un armario –Esther supuso que se habría

acostado con ella-. Y como siempre Massamba y Zulú que

eran quieren cuidaban de nosotras, tras un encuentro con

el jefe, un tipo muy raro con unas pintas como para salir

corriendo, nos invito a cenar. Cenamos algo que Cruz me

dijo no preguntes y come.

E_ No sé a que me recuerda eso… -sonrió de lado

mientras aquellas manos seguían con cuidado lavando y

acariciando sus pies.

M_ Total que comí, Cruz se fue a la cabaña a descansar, y

la alemana que se llamaba Gunther se quedó conmigo,

entonces vino una mujer muy simpática y nos ofreció una

vasija de barro con algo para beber, la alemana dijo que no,

yo por no hacer el feo bebí. A la media hora comencé con

unos sudores, como si estuviera volando por el cielo.

E_ Que fuerte.

219 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 220: TERCERA PARTE PIJA

M_ Lo fuerte viene ahora, la alemana se fue a la cabaña y

me dejó sola, yo llevaba un pedo que no sabía ni como me

llamaba, así que entré a una cabaña pensando que era la

mía, me acosté, pero estaba muy perdida, a los cinco

minutos de estar acostada se oyó un grito como los tuyos,

todos salieron, Cruz la pobre desencajada y se encontró con

el jefe que me llevaba cargada al hombro como si fuera un

saco de patatas, me dejó en la cabaña de Cruz… estuve dos

días durmiendo –Esther comenzó a reír sin parar-. Cuando

me desperté no podía ni andar, ni mover la cabeza y solo

hacía que llamar a Cruz desesperadamente.

E_ ¿Y?

M_ Se habían marchado y me dejaron allí sola… sin

compasión –dijo poniendo gesto serio.

E_ ¡Qué fuerte! –sonreía.

V_ Si, si, ya ves… lo suyo no es pasar desapercibida.

E_ Que va ¡ay! –la miró frunciendo el ceño.

M_ Lo siento.

V_ Bueno chicas… después de reír un poco que falta nos

hace… me voy a la cama.

M_ ¿Estás mejor?

V_ Lo estaré si descanso… una cosa… no pongas el

despertador.

M_ Tranquilo –sonrió divertida.

E_ Buenas noches Vilches.

220 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 221: TERCERA PARTE PIJA

V_ Descansar… que habrá tiempo para todo.

M_ Bueno a ver saca el pie y ponlo sobre mi pierna –le

tomó el pie y lo apoyó sobre su muslo Esther cerró los ojos

al notar dolor-. Madre mía Esther… no vas a poder andar

mañana.

E_ Ya lo sé –se quejó.

M_ Mira… ya tenemos una excusa –le guiñó el ojo

mientras la embadurnaba con una crema.

E_ Jeje –no se le ocurrió decir nada.

M_ Esto debe doler lo suyo.

E_ ¿Son llagas?

M_ Claro… ¿qué quieres que sean?

E_ No sé, nada –dijo negando con la cabeza-. Oye… vas a

tener que llevarme al brazo hasta la cama.

M_ Es verdad, con esto no puedes andar.

E_ ¿Y qué hacemos?

M_ Ya te digo –enarcó una ceja estirando de sus brazos y

cargándola al hombro con una facilidad que provocó un

gritito en Esther que hizo sonreír a Maca-. ¡No querías que

te llevara!

E_ Maca… Maca… por favor… -decía riendo sin parar.

M_ ¡Aquí estamos! –entró con una sonrisa de oreja a

oreja-. Ahora señorita a la cama.

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Page 222: TERCERA PARTE PIJA

E_ ¡Maca! –dijo riendo sin parar mientras la dejaba con

suavidad sobre el catre pero al hacerlo como si cayera se

tumbó sobre ella-. ¡Ay!

M_ Lo siento me he caído –decía mordiéndose el labio.

E_ Ya… ya.

M_ Estas cansada ¿eh?

E_ Sí –le contestó acariciando su rostro.

M_ Voy a proponerte algo.

E_ Mmmmm me encantan tus propuestas sobre todo si

son indecentes –pasó sus manos por el cuello y las hizo

descender por su espalda.

M_ Vamos a descansar, lo necesitamos… pero mañana

dejaremos al gruñón de Vilches perdido por ahí, y tú y yo,

nos dedicaremos a intercambiar –se calló.

E_ Intercambiar ¿qué? –le preguntó levantando un poco

su cabeza acercando lo justo sus labios a los de Maca que

la besó.

M_ Mmmm ¿qué te parece?... besos –le dejó uno en los

labios-, caricias –le acarició el brazo que rodeaba su cuello-,

y… cosas más íntimas –le susurró en el oído mientras con la

punta de la lengua recorría su oreja introduciéndose en ella

provocando un estremecimiento total en ambas-. Esther…

E_ Uf… no me hagas esto que no respondo Maca –le

susurró también en el oído mientras metía sus manos en la

camiseta y tocaba su piel.

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Page 223: TERCERA PARTE PIJA

M_ De acuerdo… creo que será mejor que cenes, y yo

también… bueno.. no sé si meterme en el río.

E_ Cuando has contado lo de antes la anécdota.

M_ Mmm –dijo golpeando graciosamente su nariz con la

de Esther.

E_ Pensé que ibas a contar que te habías acostado con

ella.

M_ No… con ella no –sonrió al recordar a aquella alemana

que era de armas tomar-. Cualquiera lo intentaba.

E_ Ya… -cerró los ojos mareada pero no le dijo nada.

M_ ¿Celosa? –la miró sonriente.

E_ Nunca he sido celosa.

M_ Es verdad… -sonrió para jugar durante un rato en su

boca, besos cortos y suaves, pero igualmente excitantes-.

Me voy a meter al río…

E_ Estás loca –le musitó graciosamente-. Pero me

encantas.

M_ Lo sé, ahora te traigo tu cena.

Y así fue, Maca le preparó una cena que les pareció a

ambas la mejor cena de sus vidas, se sentaron juntas sobre

el colchón, compartieron ese momento de una manera

íntima y muy reconfortante para ambas, hablaron de la

Selva, Maca le contaba historias y Esther entendía porque

estaba atrapada allí, a Maca le pasaba lo mismo, como un

día Teresa le dijo, sois iguales. Tras la cena, echó más leña

223 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 224: TERCERA PARTE PIJA

al fuego para recibir el calor, miró al cielo como esperando

que no lloviera, para poder aguantar el fuego. Antes de

acostarse, se acercó hasta donde Vilches dormía, lo oía

roncar y se quedó más tranquila. Volvió a mirar el cielo

estaba bastante estrellado y sonrió, por fin parecía que

podían respirar tranquilos. Dentro Esther había tratado de

esperarla despierta, pero le fue imposible, habían juntado

los dos pobres colchones para formar una sola cama, les

había gustado la idea, al verla dormir sonrió, suspiró y se

acostó a su lado, le dejó un beso en la frente, otro en los

labios y apagó la luz del quinqué.

E_ Abrázame Maca.

M_ Si… dame la mano.

Entrelazaron sus dedos y juntaron sus cuerpos, un

rápido sueño llegó hasta ellas y así unidas, dejaron a sus

mentes volar en libertad y a sus corazones galopar

entusiasmados, repitiendo el mismo compás de una balada

de amor.

La noche pasó para los tres con la tranquilidad del

descanso, si bien, cada uno a su modo, pasó algunos

instantes difíciles, a Vilches comenzó a dolerle el vientre,

trató de dormir a pesar del dolor, pero hubo un momento

que tuvo que levantarse de la cama. A Esther la sensación

de malestar no se le marchaba, los pies le daban ligeros

pinchazos y se sentía molesta, tan solo los brazos de Maca

le hacían sentirse mejor, más tranquila, la única que

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Page 225: TERCERA PARTE PIJA

realmente había pasado la noche con calma, había sido

Maca.

Cuando el sol comenzó nuevamente a amenazar en el

cielo, Maca abrió poco a poco los ojos, le había parecido

escuchar que la llamaban, levantó al cabeza de la

almohada, con gesto algo desconcertado, ¿estaría

soñando?, miró a Esther y la vio dormir con la postura de un

cuatro bien acoplada a su cuerpo, aquella visión le hizo

sonreír. Pero algo a la vez le hizo borrar su sonrisa, estaba

bañada en un sudor demasiado frío, le tocó la frente y su

gesto se volvió serio, pero entonces la voz le llegó nítida.

V_ Maca... ¿puedes salir un momento? –le llamó Vilches.

M_ Sí –le dijo levantándose.

E_ Maca... –la llamó.

M_ ¿Qué te pasa Esther?

E_ Me encuentro mal... tengo mucho frío.

M_ Espera me está llamando Vilches voy a ver que quiere

y vuelvo –le dijo con tono preocupado.

E_ ¿Qué le pasa? –levantó la cabeza y sintió un mareo

profundo.

M_ No lo sé, déjame ver, ¿sí? –salió con un dolor en el

centro de su pecho, no quería asustarse ni precipitarse,

pero al ver la cara de Vilches el mundo se desmoronó-.

¿Qué te pasa?

V_ Maca... creo que debéis marcharos.

225 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 226: TERCERA PARTE PIJA

M_ ¿Por qué? –lo miraba atónita al tiempo que salía una

Esther con ojeras y gesto de dolor.

V_ He vomitado sangre –dijo tratando de mostrarse

sereno.

M_ ¡Qué!

E_ No puede ser Vilches –le dijo acercándose.

V_ ¿Y a ti qué te pasa?

E_ Me encuentro mal, tengo fiebre, me duele todo –decía

casi a punto de llorar.

M_ A ver no vamos a precipitarnos, ¿vale? –trató de

ponerse lo más ecuánime posible-. Déjame que te

reconozca, eso es de los golpes.

V_ ¿A los tres días?... llama a Massamba y vete... creo que

Esther se debe quedar.

M_ ¿Crees que os voy a dejar aquí? –Esther se sentó con

lagrimas en los ojos.

V_ Fue el trato, lo siento Maca llama a Massamba y que te

recoja, tú no tienes síntomas.

M_ Los tendré –dijo finalmente con seguridad.

V_ No me vengas con esas, nos conocemos –su aspecto

era bastante malo.

M_ Vilches, me he acostado con Esther, hemos hecho el

amor, así que si ella lo tiene, yo también.

V_ Eso te pasa por caliente… -susurró débil.

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M_ Bien… a ver… Esther vete a la cama ahora voy

contigo, Vilches déjame reconocerte, lo más seguro es que

de los golpes tengas algo interno. ¿Tienes algún síntoma

más?

V_ He vomitado sangre, me duele el estómago… me dan

calambres en el vientre… ¿algo más?, no, creo que ¿cuánto

me puede quedar?

M_ Déjame ver.

V_ Ponte guantes y mascarilla o no me tocas, ni a mí ni a

Esther.

M_ Te he dicho que…

V_ Ponte los guantes y una vez los tengas ayúdame a ir

hasta la cama, y me dejas allí.

Maca le hizo caso, se puso los guantes y lo ayudó a

llegar a la cama, se tumbó con gesto evidentes de dolor, la

palpación de Maca le daba a entender que si no era el

ébola, era algo muy parecido, su gesto era serio y por más

que quiso mostrarse relajada le era imposible.

Mientras en su colchón Esther temblaba intensamente,

se había tapado con una ligera colcha que Teresa les había

llevado para las noches, sus dientes castañeaban, su

cabeza le martilleaba, y el estómago parecía que se había

vuelto loco, no cesaba de subir y bajar, a todo esto había

que sumarle el miedo que por unos segundos pasó con

aquel comentario de Vilches, en tan solo un segundo vio su

corazón destruido, podía tener el ébola, pero sin duda lo

227 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 228: TERCERA PARTE PIJA

que le había hecho temblar no era la fiebre, era el gesto de

Maca al mentir, y sin poderlo evitar las lagrimas llegaron a

sus ojos.

M_ ¡Esther! –apareció Maca con gesto muy preocupado al

ver sus condiciones.

E_ No te acerques Maca…

M_ No digas tonterías tú también, a ver –le tocó la frente,

Esther la miraba con los ojos cristalinos y algo

desenfocados-. Estás ardiendo.

E_ Si… y aún no me has hecho nada –sonrió de lado.

M_ Ya –sonrió también aunque le dolía el alma y se sentía

perdida.

E_ ¿Cómo está Vilches?

M_ Bueno… ahí está… oye te importa que lo ponga aquí…

me será más fácil cuidar de vosotros, separo el colchón y

cada uno en un lado, ¿vale? –le hablaba con una

preocupación que le salía por los poros de su piel.

E_ Vete Maca –ella no le contestó, sacó su saco de dormir

y se lo puso encima para que sudara. Esther agregó

mirándola fijamente-. Le has mentido.

M_ No le he mentido.

E_ Tú y yo hicimos el amor al llegar, le has mentido es

imposible que te haya contagiado.

M_ No pienso irme, no pienso dejaros.

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Page 229: TERCERA PARTE PIJA

E_ Mira Maca estás haciendo una tontería, si nos hemos

contagiado y tú no das signos de ello, márchate, Teresa te

necesita, África te necesita –le hablaba con una sinceridad

aplastante.

M_ Vosotros me necesitáis ahora y no pienso moverme –

le contestó mientras le daba una pastilla de paracetamol.

E_ No Maca… tú misma me dijiste lo de vuestra

compañera… no querías volver a vivirlo.

M_ Vale ya Esther… ahorra fuerzas, voy a por agua y te

pondré paños –le dijo con decisión de cortar aquella

conversación que le dolía tan solo de pensar que podía

pasarle algo.

E_ Maca… -la llamó al ver que se giraba para marcharse.

M_ Dime.

E_ Te quiero.

M_ Descansa –sonrió.

Al salir se encontró con otro día caluroso, y debía

hacerlo pero ella no lo notaba, ni veía el sol, y los animales

debían estar con su sinfonía de canciones variadas, pero no

las escuchaba, y seguramente el río debía estar en el sitio

que el día anterior lo dejó, pero ella no lo hallaba en su

camino, en sus pasos lentos que recorrían un suelo que

debía existir porque sino, de otra manera no habría llegado

hasta el agua, ¿qué le había dejado así de todo lo vivido?, la

situación de sus compañeros, el pánico a que todo lo que

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les pasaba fuera realmente que se habían contagiado, ¿por

qué ella no?, no tenía síntoma alguno, nada que le hiciera

pensar que ella estaba infectada, lo síntomas eran claros

pero ella no lo podía aceptar, se fustigó pensando en aquel

pensamiento, aunque cuando por fin oyó a los pájaros, vio

el agua y sintió el calor, recapacitó y dejo salir aquello que

había tratado de omitir, una voz, dos palabras, un

sentimiento.

E_ Te Quiero.

Y se lo había dicho así, con toda una calidez que le

había provocado unas ganas enormes de llorar, de meterse

en la cama a su lado, abrazarla y rogarle que la abrazara y

se lo repitiera, miles de veces, millones de veces, gritarle

no te lo puedo decir, no me sale pero… yo creo que

también… la pesadilla volvía a ella, ¿por qué lo había

dicho?, ¿por qué le había gritado con aquel susurro tan

suave y repleto de ternura ese te quiero?... ¿por qué?...

¿por qué?

M_ Esther voy a poner sobre tu frente un paño de agua

fría –le avisó mientras su voz temblaba por sus

pensamientos.

E_ Ve a traer a Vilches… que no esté solo.

M_ Tranquila… dime tienes algún dolor.

E_ Me duele la cabeza, y el estómago, tengo ganas de

vomitar.

M_ Está bien te voy a dar para eso…

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E_ Maca por favor… vete.

M_ No voy a irme y no lo vuelvas a repetir –le dijo muy

seria mientras buscaba una pastilla para darle-. Esto es

nada más una reacción de la caminata que nos hemos

dado, a Vilches se le ha agudizado el dolor, y a ti se te ha

agudizado la flojedad, no hay más.

E_ Me encanta cuando quieres demostrar que no tienes

miedo… ahora mismo si no fuera porque no me puedo

mover, te daría un buen morreo para quitarte el miedo –le

sonrió.

M_ Pero yo si me puedo mover ¿eh? –se acercó hasta sus

labios besándola-. Aunque no tengo miedo.

E_ Maca creo que voy a vomitar.

M_ Tranquila…

Fue a por un recipiente para que pudiera vomitar,

temía que lo que pudiera salir de su estómago fuera

sangre, si era sangre, no habría nada que hacer, sus manos

temblaban sujetando una su cabeza y la otra el recipiente.

M_ Tranquila cariño… tranquila –le musitó antes de que

Esther pudiera vomitar por fin.

En la aldea, el desayuno había sido mucho más

tranquilo, mucho más relajado, las mujeres hablaban de lo

que podrían hacer aquellas dos locas que se gustaban y

que se habían pasado los pocos días que llevaban juntas

discutiendo por no dar el brazo a torcer.

231 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 232: TERCERA PARTE PIJA

T_ Yo creo que dentro de todo lo malo, esta experiencia

puede ir bien para ambas, sobre todo para Maca.

Ns_ Es hora mami, es hora.

T_ Pues si… pero cuando tienes un dolor de alma como

tiene Maca, nunca la abandona por mucho que pueda

avanzar con Esther, un solo recuerdo de ese dolor y volverá

a caer, por eso antes de nada debe depurar su alma. Esther

creo que también ha llegado con su alma enrarecida, es

como si dos almas perdidas se hubieran encontrado en un

lugar tan mágico como peligroso, tal y como es África.

Lu_ Na Mianda kele na ban –puntualizó Lula.

Za_ ¡Teresa… ser mawasi Cruz!

T_ Voy –dijo contenta saliendo hacia la radio a su

encuentro acudió una Mona que desde el día que se había

marchado Esther, se había puesto una camiseta suya,

blanca con un dibujo del Pato Donals-. No Mona, no, no es

Esther… ¡Cruz!

C_ ¡Teresa soy yo! –decía contenta-. ¿Qué sabes de

Vilches?, ¿de las chicas? Estoy ansiosa.

T_ Calma, calma… todo bien, llegaron muertos de

cansancio, no les dio la gana llevarlos, ya sabes, Vilches

defendió a Maca de lo que había pasado y les hicieron

marcharse caminando.

C_ Ya… oye confirmadas mis sospechas.

T_ ¿Julia?

232 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 233: TERCERA PARTE PIJA

C_ Eso es, Julia.

T_ ¿Y qué hacemos Cruz?, debiste escuchar a las chicas

yo creo que esta desgracia les ha unido mucho más.

C_ Ya… quiero asegurarme bien y si es cierto, desde

luego así como la otra vez no intervine, esta vez, se las

verá conmigo.

T_ Cruz…yo creo que se lo voy a avisar… debe estar al

tanto. Y si tal y como me temo, Esther ha conseguido

derribar su muralla, ahora tiene una fuerza a su lado para

no caer.

C_ Ojala... pero lo que se dice por aquí no me gusta. Se

cargaron a David, y no me extrañaría que lo intentaran con

ella.

T_ Si, es que además ella no le importa y se mete en cada

lío, esta vez arrastró a Esther –decía subiendo un labio

hacia arriba.

C_ Ya.

Mo_ Uhhhhhhhhhhh.

C_ ¿Qué es eso Teresa? –preguntó algo inquieta.

T_ ¡Ay es Mona!, ya sabes Bárbara nos dejó al animalito y

aquí va con la ropa de Esther y se piensa que tú eres ella y

te saluda.

C_ Tengo muchas ganas de conocer a esa Esther –sonrió.

233 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 234: TERCERA PARTE PIJA

T_ Si, la verdad que… yo la aprecio mucho, se hace de

querer es buena, y a Maca le ha cautivado su naturalidad y

su carácter. Solo espero que salga bien.

C_ ¿Y mi hombre?

T_ Tu hombre anoche no quiso hablar conmigo, deja que

lo vea que le voy a decir poquito y bueno.

C_ ¿Cuándo podré hablar con él? –sonrió, Teresa era para

ella como una madre, y sabía que para su marido también.

T_ No lo sé Cruz, yo estoy esperando que me llamen, no

les quiero molestar.

C_ Tengo unas ganas de hablar con él.

T_ Por lo que sé al final fueron 4 casos.

C_ Ya…aquí están hablando de alrededor de treinta mil

desplazados y unos cien casos.

T_ Bueno… ya queda menos para que vuelvan al menos

me queda el consuelo que tienen comida, dentro de cinco

días irán los chicos a dejar más.

C_ Gracias por cuidar siempre tan bien de todos Teresa.

T_ Es mi deber.

C_ No, no lo es, deberían darte un premio al mérito y al

trabajo.

T_ Anda calla, calla que me pongo colorada.

Mientras en aquel improvisado hospital, Esther había

terminado de vomitar, el esfuerzo le había dejado casi sin

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fuerzas, Maca la ayudó a acostarse, le limpió la boca y con

miedo vio como perdía el conocimiento. Durante un rato

estuvo a su lado poniéndole paños, tanto en la frente como

en las muñecas, pero la fiebre no bajaba, su respiración era

algo dificultosa, y el gesto de Maca era de un total

abatimiento.

M_ Esther… ¿me oyes?

E_ Sí… mi ángel –le susurró.

M_ Voy a traer a Vilches, ¿vale? –no puedo evitar una

sonrisa triste al escucharla.

E_ Vale… no tardes.

M_ No –le acarició la frente y le dejó un beso-. Enseguida

estoy aquí.

En la cabaña de al lado, Vilches se quejaba de dolor,

cuando Maca lo vio se precipitó hasta él.

M_ ¿Qué te pasa Vilches?

V_ Me duele el costado.

M_ Ves… es una costilla seguro que al forzar en el camino

te ha perforado y si es así, deberíamos irnos al

campamento.

V_ ¿Cómo está Esther?

M_ Creo que es una insolación, ha vomitado pero ni una

gota de sangre –dijo algo más tranquila-. No le baja la fiebre

y, está hecha polvo ¡joder!

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V_ ¿Te das cuenta que has diagnosticado dos cosas

diferentes de lo que realmente podemos tener?

M_ No Vilches, ¡me niego a que ninguno de los dos haya

cogido el ébola!, vale Esther tocó al niño sin guantes, lo

admito.

V_ Joder –susurró cerrando los ojos.

M_ ¡Tú no hiciste nada!, nada incorrecto.

V_ En la pelea del agua perdí la mascarilla.

M_ Nadie tenía le enfermedad, hicimos todo

correctamente.

V_ Esther no.

M_ ¡Pero Esther no tiene el virus! –sus ojos se clavaron en

el hombre inyectados por el miedo, la rabia-. Voy a llevarte

con ella, así os puedo controlar a los dos.

V_ Vamos a hacer una cosa –tragaba saliva como podía-.

Busca cerca de vuestra puerta una sombra… pon el colchón

me ahogo aquí dentro.

M_ Pero…

V_ Haz lo que te digo por favor, no quiero estar

encerrado.

M_ De acuerdo… tengo que llamar a Teresa, quedamos

en eso.

V_ No le digas nada.

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M_ Ya lo sé no pensaba decirlo –lo miró como si aquel

comentario le hubiera hecho daño-. Voy a prepararte todo.

V_ Maca… gracias.

M_ No puede pasar Vilches… no puede pasar.

Con rapidez lo preparó todo, tal y como Vilches había

pedido justo al lado de la puerta, el enorme árbol que había

lograba dar una sombra lo suficientemente fuerte como

para que pudiera estar allí tumbado. Después Maca le puso

un vendaje compresivo por si realmente era la costilla, si no

lo era, no le haría ningún mal.

V_ Joder Maca… si salgo de esta procura esconderte…

¡qué daño!

M_ Lo siento, y sigo pensando que deberíamos ir al

poblado.

V_ ¡Coño qué dolor!

E_ Vilches… -lo llamó con la poca fuerza que le quedaba.

V_ ¿Qué te pasa Esther?

E_ Maca te ha mentido… no se ha acostado conmigo, no

puedo haberle contagiado dile que se vaya…

V_ ¿Me has mentido? –Maca no levantaba la cabeza del

vendaje.

E_ Sí te ha mentido… no quiero que le pase nada –se oía

su voz quebrada.

V_ Maca.

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M_ No me voy a ir, lo siento, te he mentido –dicho esto

entró a por Esther-. Vamos Esther por favor… tranquilízate.

E_ No quiero que te pase nada por mi culpa.

M_ Esther nos hemos besado, y la saliva también es un

transmisor, ¿de acuerdo?, así que relájate –le decía

acariciando su frente mientras la miraba con el ceño

fruncido.

E_ No quiero que te pase nada –decía cogiéndole la mano

M_ No me va a pasar te lo aseguro, ni a mí, ni a ti, ni a

Vilches.

E_ No soportaría verte mal –le decía mirándola a los ojos-.

Maca…

M_ Venga… trata de tranquilizarte o la fiebre no va a

bajar.

E_ Tengo ganas de vomitar.

M_ ¿Otra vez? –la miró preocupada.

E_ Sí, me encuentro muy mal –decía con el ceño fruncido.

Tras nuevamente volver a vomitar, se quedó

extasiada, con la ayuda de Maca, se lavó la boca, para

quedarse nuevamente dormida. Salió y Vilches no es que

tuviera mejor rostro pero, al menos estaba tranquilo.

V_ Ay que joderse… si nos hemos contagiado, ¡ay que

joderse!

M_ Pues si –puso gesto de fastidio.

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V_ ¿Sabes cuánto tiempo hace que no veo a mi hija?

M_ Desde que nació, como yo a mi hijo.

V_ Si, yo no lo veo porque estoy aquí, me queda el

consuelo de hablar con ella por la maldita radio, pero tú –la

miró con gesto severo.

M_ Déjalo Vilches –se sentó cerrando los ojos abatida.

V_ Tú no lo ves por culpa de la hija de puta de la madre,

¿pero sabes una cosa Maca?, ahí dentro tienes una mujer

que vale la pena, una mujer que serías muy imbécil si no le

dieras una oportunidad de verdad, te conozco y sé, que en

el momento Esther te acorrale saldrás corriendo, mírame –

Maca lo miró con los ojos repletos de pánico-. Sé valiente

por una vez Maca.

M_ Antes me ha dicho que me quiere –le musitó mientras

agachaba nuevamente la mirada jugando con un palo sobre

la tierra, tras un suspiro y levantar la cabeza, la apoyó

sobre el árbol y continuó tras tragar fuertemente el nudo

que se le había quedado en la garganta-. Me ha hecho

temblar, me ha dado miedo y ganas de decirle que me

ayude.

V_ Dile la verdad… que eres una gallina para el amor.

M_ Es una mujer maravillosa ¿verdad? –sonrió orgullosa.

V_ Lo es… y con un par.

M_ Si.

V_ Justamente lo que necesita para controlarte.

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M_ Es tan dulce… y tiene una sonrisa tan…

V_ Si salimos de esta Maca… no la dejes escapar por la

tontería de que no tienes corazón, si no tuvieras corazón,

no te habrías inventado lo que te has inventado para

quedarte.

M_ Me está doliendo mucho Vilches.

V_ Es amor… si salimos –la miró fijamente y Maca le

aguantó esa mirada con una mueca de terror-. Lucharas por

ser feliz, ¿verdad?

Tras la charla, Vilches se durmió en cuanto las pastillas

hicieron efecto, Maca entró junto a Esther que seguía

desfallecida, y se encontró más sola que nunca, un miedo

brutal apareció ante ella, no recordaba esa sensación

excepto cuando descubrió toda la verdad sobres Julia y su

pequeño. Sin embargo, aquel miedo que sentía era peor,

aunque no quería ver los que pasaba, cada vez se

encontraba con menos fuerzas, Esther cada vez estaba

peor, los vómitos si bien, en ninguno había sangre, eran un

síntoma junto a la fiebre y esos dolores en el vientre de los

que se quejaba para asustarse, y eso le provocaba un terror

desmedido. Allí estaba sentada a su lado cambiándole

paños de agua mientras no podía evitar que de sus ojos

cayeran lagrimas, se limpiaba con el dorso de la mano, y en

ese momento se sentía idiota, idiota por querer mantener

una barrera que Esther había logrado tumbar, idiota porque

el juego se le había ido de las manos pero aún así, era

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incapaz de dejarse llevar por completo, idiota porque no

podía tener tanta mala suerte, no podía haberse

enamorado y que la vida le quitara a la mujer que amaba

así de golpe. La soledad, le estaba pasando factura, suspiró

y fue a por más agua al río, sin pensarlo metió su cabeza

bajo del agua fría, dejo unos segundos que la sensación de

aquel silencio ruidoso la envolviera, dejó que su mente

sintiera el azote del agua una y otra vez, necesitaba que se

llevará sus malos pensamientos.

Tras un buen rato a su lado, recordó que debía hablar

con Teresa, no sabía muy bien como evitar que notara su

temblor de voz por el susto, no sabía muy bien como

controlar sus emociones, más que nunca necesitaba los

consejos y el abrazo de Teresa, más que nunca necesitaba

el calor de madre que ella le daba. Exhaló un profundísimo

respiro tratando que sus nervios quedaran aplastados en

sus pulmones, que le dejara hablar con tranquilidad, pensó

bien que le iba a decir, que excusa iba a ponerle, lo debía

hacer muy bien, Teresa la conocía perfectamente y lo más

seguro era que si captaba su destemplanza le hiciera

preguntas y acabara poniéndola a ella también, mal.

M_ Relájate… -se dijo a si misma y dio la señal de la

radio-. ¡Teresa!

Za_ Ziku, ziku Maca.

M_ Mbote Zambi…

Za_ Mami Teresa kusadisa.

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Page 242: TERCERA PARTE PIJA

M_ Melesi –mientras esperaba la llegada de Teresa, iba

respirando, poco a poco, inspiraba y expiraba tratando de

que su voz fuera fuerte, para poder dominar los latidos del

tam-tam en que se había convertido su corazón.

T_ ¡Maca cariño! –exclamó contenta-. Ya pensaba que no

iba a tener noticias… estaba por llamar.

M_ No es que estamos agotados Teresa, de hecho, solo

me he levantado yo al ver la hora he pensado que estarías

preocupada.

T_ ¿Va todo bien? –le preguntó haciendo que Maca

frunciera el ceño pasara la lengua lentamente por su boca y

tardara unos segundos en contestar-. Maca… ¿Maca?

M_ ¿Me oyes Teresa? –fue lo único que se le ocurrió-.

¡Teresa!

T_ Si, si te estoy oyendo… ¿me oyes tú a mí?

M_ Ahora si, dime ¿qué decías?

T_ ¿Si todo va bien?, te noto algo extraña.

M_ Va todo bien… solo que me duelen mucho los pies,

nos hicieron andar casi seis horas y fue lo único que nos

faltó para destrozarnos de cansancio.

T_ Ya… bueno… sabes como funcionan las cosas.

M_ Ya, imagino porque lo hicieron. ¿Cómo va todo?

T_ Bien, bien, no nos han llegado refugiados, de momento

todo en calma, demasiada calma diría yo. ¿Habéis hablado

con Dávila?

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M_ No –Dávila pensó, además debería hablar con él… no

podía decirle, no quería prefería si era el virus morir allí sola

que se los llevaran a cualquier sito separados-. Mira creo

que debemos hacer primero una cura de sueño y

cansancio, a penas hemos dormido –su gesto era realmente

angustioso si Teresa hubiera alcanzado a verlo sin duda se

hubiera impresionado.

T_ He hablado con Cruz, dile a Vilches que le manda

muchos besos y a ver si esto pasa pronto y puede hablar

con él.

M_ Si –asintió temblándole las manos ¿cómo se lo iba a

decir a Cruz?

T_ ¿De verdad estás bien? –insistió.

M_ Sí Teresa, estupendamente, voy a darme un baño en

el río mientras estos dos duermen, ¡qué vaya par de osos!

T_ Si… bueno… bueno –reía abiertamente-. Tú también

deberías descansar, imagino tu carita y me duele el corazón

solo de pensarlo. ¿Sabes qué?, había hablado con

Massamba de que me acercara.

M_ ¡No Teresa! –se precipitó con demasiado ímpetu a

decirlo.

T_ ¡Jo esas son las ganas que tenéis de verme!, llevamos

muchos días separados.

M_ Ya… pero… esto acabara enseguida… oye Teresa voy

a dejarte que me aprieta una necesidad.

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T_ Vale… vale… ¡ay entre una comilona y la otra

meona!... no sé yo que voy a hacer con vosotras.

M_ ¿Echarnos de menos? –sonrió pensando en Esther y de

pronto su sonrisa le traicionó.

T_ Maca cariño… ¿todo bien con Esther?

M_ Muy bien Teresa, muy bien –sonrió con lagrimas en los

ojos.

T_ Me alegro, sería tu compañera ideal, no la pierdas

Maca.

M_ No… adiós Teresa…

T_ Hasta la noche.

M_ Si –musitó hundiendo su cabeza entre sus brazos, la

desesperación se había apoderado de ella, se levantó

alejándose de las dos cabañas, se ahogaba, las lagrimas

caían a borbotones por sus mejillas y el abatimiento se

había vuelto insoportable, puso su mano en el pecho

tratando de controlar todos los sentimientos contradictorios

que la anegaban y susurró-. No puedo caer… no puedo

dejar que me vean muerta de miedo… no puedo ser tan

desgraciada… no puedo perderla así… solo pido una

oportunidad y… no la desaprovecharé, lo juro.

Mirando la radio se había quedado una pensativa

Teresa, la conocía demasiado bien como para no darse

cuenta que le ocultaba algo, se le hacía muy raro que

Vilches no hubiese hablado, dos veces y no lo había oído,

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Page 245: TERCERA PARTE PIJA

podía ser cierto que Esther estuviera durmiendo, pero el

timbre en su voz era extraño, la conocía demasiado bien.

Cuando se fue a levantar una nueva llamada le sorprendía.

T_ ¿Si?

D_ ¡Teresa! –le llamó alegre.

T_ Hola Dávila –trató de disimular las dudas en que le

había dejado Maca.

D_ ¿Oye qué sabes de los chicos?, he tratado de

comunicarme con ellos pero no hay manera.

T_ Están muy cansados Dávila, que dicho sea de paso, ¿tú

para qué estás? –le dijo enérgica acompañándole un gesto

de enfado verdadero.

D_ No te entiendo Teresa.

T_ Muy fácil, después de dar la cara allí con el calvario

que han pasado, les hacen volverse andando… ¿y tú que

haces?

D_ Teresa no me hables así.

T_ No Dávila, no, ellos pertenecen a tu custodia y tú

debes dar la cara por ellos.

D_ Sabes que Maca creó problemas y así no la puedo

defender –se defendió.

T_ ¡Por el Amor de Dios!, ¿qué problemas?, ayudar a dos

mujeres a que sus vidas fueran menos difíciles… ¡dime!

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D_ Las cosas no son así tenemos normas y hay que

cumplirlas.

T_ Dávila la conoces, conoces a los tres, los han mandado

a un infierno y nadie les ha echado una mano, ¡bueno si!, al

cuello, sabes que Julia está detrás de todo esto.

D_ Teresa no empieces con esas teorías tuyas de

conspiración.

T_ Mira… te lo advierto Dávila, si Maca resulta afectada

por todo esto porque así lo consideran me parecerá fatal,

porque ella da la cara siempre, y tú la escondes por ella,

ahora bien, si Maca resulta afectada por un capricho de la

cabrona esa… te juro Dávila que no sé como, pero de esto

se entera todo el mundo.

D_ Teresa trata de tranquilizarte por Dios… que hasta

tacos me dices ya –decía impresionado no por la defensa a

ultranza de Maca, que la conocía, y sabía que era por casi

un amor maternal, sino, por su modo de hablar-. Mira… yo

he dado la cara muchas veces y lo sabes, pero ahora mismo

estoy atado de pies y manos, no es mi intención que a

Maca le pase nada, ni por una ni por otra forma, así que si

te vas a quedar más tranquila trataré de averiguar, ¡pero

no confabules!

T_ ¡Dávila! –le alzó la voz enfadada-. Tú sabes tan bien

como yo de lo que es capaz esa mujer, así que te lo

advierto da la cara por tu gente Dávila, que al fin y al cabo,

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Page 247: TERCERA PARTE PIJA

tú estás sentado en un despacho y ellos se están dejando la

vida, al menos ¡eso hazlo bien!

Enfadada con el mundo indeseable que rodeaba a

Julia, salió del cuarto, agradeciendo encontrarse de frente

con Massamba, que era su apoyo, quien mejor la entendía.

Ma_ ¿Mami, qué sucede? –su voz profunda y grave le dio

seguridad.

T_ No lo sé Massamba, algo me dice que los chicos tienen

problemas.

Ma_ ¿Qué problemas? –la miró serio.

T_ He notado a Maca seria, no he hablado con Vilches, no

sé… igual es que estoy susceptible pero algo me dice que

nos están ocultando algo.

Ma_ Si mami quedar más tranquila, yo ir.

T_ Vamos a esperar hasta esta noche con la nueva

llamada… si mi sospecha sigue en pie, iremos a ver que

pasa.

Ma_ Mami decir… pero yo pensar algo.

Allí se quedaron valorando las posibilidades que le

estaba exponiendo aquel hombre que recibió al hijo de Lula

como propio y le estaba acunando en ese momento en que

los ojos de la muchacha buscaron los ojos del hombre, ante

la sonrisa de una Teresa que seguía creyendo a pesar de

todo en el amor.

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Trataba de recuperarse del intenso sofoco que había

sufrido, se prohibió volver a llorar otra vez, en ese instante

debía ser fuerte, no se iba a fustigar tan pronto, si tenían el

virus debían desarrollarlo en horas, entonces sería el

momento de asustarse, mientras tanto, seguiría luchando y

creyendo que era cualquier cosa menos el maldito Ébola.

Se acercó hasta Vilches que seguía dormido, tocó su

frente y notó que también él tenía algo de fiebre, suspiró.

Entró a la chabola y allí, estaba Esther con los ojos abiertos,

y la mirada perdida en el techo.

M_ Ya estoy aquí… ¿cómo está mi bombón? –sacó una

sonrisa de su alma mientras se agachaba.

E_ Derritiéndose –contestó sonriendo tímidamente.

M_ A ver –le tocó la frente-. Bueno esto ya está bajando

ves, como no es más que una insolación.

E_ Eso espero.

M_ Claro que sí, anda hazme un sitio.

E_ ¿Para qué?, voy sin arreglar cariño… ahora no podría ni

aguantarte un combate.

M_ Estás tú muy ingeniosa ¿eh? –le decía sonriendo

mientras se acostaba.

E_ Abrázame por favor.

M_ Claro, a ver para que te crees que me pongo así a tu

ladito sino para abrazarte fuerte, y tenerte así cerquita.

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E_ ¡Ay con lo loba que quieres ser, y eres todo un

corderito!

M_ Corderita a todo caso… y no te creas ¿eh? –le besó en

la sien.

E_ Maca estoy sudada.

M_ Si, hueles fatal –le decía mientras la estrechaba y

notaba el calor de su cuerpo.

E_ Gracias.

M_ Pero no importa.

E_ Muchas gracias… es toda una consideración por tu

parte, lo tendré en cuenta.

M_ Mmmm eso suena muy bien –le dejó un beso en el

cuello.

E_ ¿Y Vilches?

M_ Tranquilo, le he inyectado un calmante… duerme.

E_ ¿Qué te ha dicho Teresa?

M_ ¿Estabas despierta?

E_ Sí –suspiró profundamente.

M_ Pues… no le he dicho la verdad…

E_ Ya, pero lo habrá notado, tú mientes muy mal.

M_ ¿Ah si? –le acariciaba lentamente el vientre.

E_ Sí.

M_ ¿Y qué más hago mal?

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E_ Para mí nada –le dijo poniendo su mano sobre la de

ella.

M_ Descansa.

E_ Maca si me pasa algo… me gustaría...

M_ No va a pasarte nada –la interrumpió con cierto tono

molesto.

E_ Ya pero si me pasa, antes de perder el conocimiento

quisiera.

M_ ¡Esther!, no es nada lo que tienes.

E_ ¡No seas cabezota y déjame hablar! ¡jolines! –sacó de

su poca fuerza algo de genio.

M_ Está bien habla pija, pero no te aseguro escucharte –le

dijo suspirando.

E_ Ya veremos –se volvió lentamente sintiendo como su

cuerpo pesaba, como le dolían todas las articulaciones, y se

mareaba, fue esa sensación la que hizo que sus manos

apretaran fuertemente los brazos de Maca que la

sujetaban-. Ay.

M_ ¿Qué te pasa?

E_ Me he mareado, uf –resopló.

M_ Quieres estarte quieta, no hablar, no perder fuerzas.

E_ No pierdo fuerzas, Maca… si me llega la hora –Maca

cerró los ojos Esther sonrió-. No sé cuanto tiempo llevo,

¿mes y medio?, he vivido tanto en ese tiempo, ha sido todo

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tan intenso –hablaba con cierta dificultad-. Jamás pensé

vivir tantas cosas cuando quise venir, huí de Esther García,

al menos la Esther García que no me gustaba, y tú me has

hecho encontrarme de otra manera, que me gusta –Maca

sonrió mirándola a los ojos con cierta emoción-. Nadie me

ha querido, ni me ha demostrado tantas cosas como tú, a

pesar de ser insoportable, altiva, borde –decía sonriendo

mientras Maca no sabía si reír o llorar-. Pues me has hecho

inmensamente feliz, me has enseñado a valorarme, a

defenderme de tus continuos ataques, me has enseñado a

ser una enfermera valiente, defensora de lo que creo es

justo… manteniendo mis valores y todo eso lo has hecho tú.

M_ ¿Tanto? –la miró con los ojos brillantes.

E_ Sí, Maca, nadie había hecho nada por mí, tú lo has

hecho todo…

M_ Esther no he hecho nada que no te merezcas te lo

aseguro, bueno vale, cuando me ponía borde es que me

gustaba –sonreía y Esther cerraba los ojos-, no es que te lo

merecieras, pero… lo demás lo has conseguido tú. Creo que

no te valorabas lo suficiente, eso nos pasa a todos, y ese

defecto África lo corrige pronto –la miraba a los ojos con

total sinceridad con una mano sobre la cintura y el otro

brazo lo había pasado por el cuello.

E_ Ya.

M_ Descansa.

E_ Maca –murmuró.

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M_ Dime.

E_ Si me muero quiero que sepas que… eres lo mejor

que me ha pasado en mi vida y que me has hecho muy

feliz, y que, si sigues adelante no cierres la puerta a nadie,

eres una persona por la que merece la pena luchar contra

viento y marea, y lo que te dije es cierto, te quiero.

M_ Lo sé mi amor, lo sé –le besó en la frente

estrechándola contra si sin poder encontrar más palabras,

sin poder decirle nada más, era como si la emoción se

hubiera quedado atravesada en la garganta y no le dejara

hablar.

E_ Estoy contenta de haber venido, de haber conocido a

todos…

M_ Esther por favor… -le musitó, mordiéndose los labios.

E_ Pero sobre todo, estoy contenta de haberte conocido a

ti.

M_ Venga… descansa cariño –entonces su mano tocó algo

en su piel que le llamó la atención-. Déjame ver.

E_ Y quiero que le digas a Mona…que es simpática y no

me enfado a pesar que me robe la ropa –Maca la giró-. Y

que cuide de Valiente...

M_ Esther calla un momento.

Sus ojos se abrieron como platos y todo su mundo se

vino abajo, Esther comenzaba a tener unos granitos rojos

en toda su espalda, miró pecho, brazos, piernas y allí

252 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 253: TERCERA PARTE PIJA

estaba comenzando a invadir la piel que ella había

devorado.

M_ No joder... no –masculló repleta de rabia mientras

Esther caía en el más profundo silencio.

Le fue a quitar la ropa, pero se le ocurrió algo mejor, se

había vuelto a desmayar nuevamente por la fiebre que

nuevamente era alta. Salió en busca de ayuda con Vilches

pero dormitaba, le tocó y se dio cuenta que no era por

el calmante, lo hacía porque también tenía la fiebre alta, se

pasó las manos por la cara llegando casi a la

desesperación, pero no podía caer en ella, no podía dejarse

llevar por la situación que realmente le sobrepasaba. Cogió

un recipiente, Esther seguía igual en la misma postura que

la había dejado, sudando, y con esas pupas que no le

gustaban, que le hacían sentir que estaba en una continua

caída libre. Fue al río llenó el recipiente de agua, y entró, en

su afán por saber, cayó en un agujero que casi le cubría,

nadó un poco hacia abajo, y probó, después encontró lo que

buscaba, y es que sus nervios le hacían fallar cuando la

solución la tenía delante. Empapada, llegó hasta Vilches,

sacó otro trapo que había hecho al romper una sábana, la

empapó bien en el agua y lo puso sobre su frente, el

hombre abrió los ojos de par en par.

V_ Hola, ¿qué te pasa?, tienes mala cara.

M_ Nada… ¿cómo estás tú?

253 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 254: TERCERA PARTE PIJA

V_ He estado mejor.

M_ Tienes fiebre –su gesto seguía siendo preocupado.

V_ Si, y unas portentosas ganas de vomitar. ¿Cómo está

Esther?

M_ Ahora mismo desmayada por la fiebre, y como tú

vomitando.

V_ Deberías haberte marchado.

M_ No… somos un equipo, además sé que tú no me

hubieras abandonado.

V_ Yo no estaría tan segura –murmuró haciendo un gesto

de dolor.

M_ Voy a pincharte para la angustia aunque a Esther no le

ha servido de nada.

V_ Pues déjalo Maca.

M_ No voy a dejarte sufrir –lo miró fijamente.

V_ Ya vas admitiendo las cosas ¿eh?

M_ No, esto tiene una explicación, ¡joder Vilches no

podemos tener tan mala suerte!

V_ Si yo te contara… anda ve con Esther que ella es más

débil que yo.

M_ Vilches, se ha llenado de una especie de pupas rojas,

he pensado si fuera el sarampión.

V_ Maca… no da vómitos –le dijo con la voz cansada.

M_ No puede ser joder… ¡no!, ¡me niego!

254 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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V_ ¿Vas a ir contra la naturaleza?

M_ Toda mi vida he ido contra la naturaleza ¿no? –le

preguntó con algo de ironía.

V_ Eso es verdad… joder como me duele la cabeza.

M_ Déjame que te inyecte un calmante.

V_ Déjalos para más adelante… los vamos a necesitar –su

voz demostraba que el dolor ya era intenso.

M_ Voy con Esther… si me necesitas…

V_ ¿Silbo?

M_ Por ejemplo.

Llegó hasta ella, su angustia era tremenda, notaba

como los latidos de su corazón iban aumentando una

terrible angustia se apoderaba de ella por momentos,

aquellas pupas iban ocupando por momentos la piel

inmaculada de su ¿mujer?, pensó, sí mi mujer.

M_ Esther cariño… Esther –la llamó golpeándole

suavemente en la cara.

E_ Mmm.

M_ A ver cariño, trata de caminar, apóyate en mí, vamos.

E_ No puedo no tengo fuerzas.

M_ Claro que las tienes mi amor… venga… vamos –la

ayudó a levantarse.

E_ Me duelen mucho las piernas.

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M_ Es normal por eso venga, agarrate a mí que yo te

llevo.

E_ Au… Vilches… ¿cómo estás? –le preguntó apoyada

completamente en Maca.

V_ Aquí algo jodido, ¿y tú?

E_ Aquí… toda jodida –sonrió.

M_ Vamos… venga.

E_ ¿Dónde me llevas mi vida? –le decía cerrando los ojos.

M_ A ver el atardecer.

E_ Mmmm.

M_ A ver vamos a entrar en el río.

E_ Maca no puedo.

M_ Claro que puedes, vas a apoyarte en mí y vamos a

estar un buen rato en el agua para que esa fiebre rebelde

se baje.

E_ ¿Juntas?

M_ Sí, juntas.

E_ Haz conmigo lo que puedas –susurró mientras se

dejaba hacer.

Maca sonriendo entró en el agua fría, al hacerlo Esther

comenzó a tiritar, entonces se sentó justo donde un gran

tronco de árbol había encallado contra la tierra, apoyó su

espalda en él abrió las piernas y con suavidad dejó que

Esther se acoplara entre ellas. La abrazó fuertemente una

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mano sobre su vientre, la otra cruzando su pecho,

apoyándola en el hombro contrario, su cabeza reposaba

sobre el hombro de Maca, el agua golpeaba el cuerpo de

Esther suavemente, así como el de Maca, que no la

acariciaba, la sujetaba para que no desfalleciera.

M_ ¿Tienes los ojos abiertos?

E_ No –susurró débilmente.

M_ Ábrelos cariño, quiero que veas este atardecer, mira el

cielo…

E_ Si.

M_ Has visto el color naranja, no he visto en ningún otro

sitio un color como esté, y te prometo que cuando estés

bien, te llevaré a mi rincón, a mi escondite y cuando nos

hayamos pasado toda la noche haciendo el amor,

subiremos a descansar compartiendo el amanecer.

E_ Uf… se me pone la piel de gallina –sonrió mientras

Maca le daba un beso en la sien.

M_ Si mi vida… es la fiebre.

E_ Es hermoso estar así… -sonrió cogiendo su mano y

poniéndola sobre la suya, entrelazando los dedos-. Gracias

por este momento.

M_ Los vamos a repetir, ¿ves pasar las hojas?, así va a

pasar esto… vamos a superarlo.

E_ Siento que me hierve la piel y –se miró las manos-. ¿Y

esto?

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M_ Tranquila… esto es del sol.

E_ Ma…

M_ Es del sol –dijo con rotundidad interrumpiéndola-. Y

ahora, relajémonos vamos a estar un ratito aquí juntas,

tranquilas, sintiéndonos, ¿qué te parece?

E_ Una utopía –susurró mientras le caía una lagrima por el

rostro.

M_ Nada de llorar ¿eh?, es lo más hermoso que podemos

compartir estos veinte días, un bañito fresco… el atardecer,

este cielo tan impresionante y nosotras dos, ¿podemos

pedir algo más?

E_ Tiempo –susurró.

M_ Lo tendremos –guardaron silencio y Esther buscó la

manera de acoplarse mejor para poder contemplar el

espectáculo del cielo y ver el rostro de Maca. Ésta le

sonrió-. ¿Sabes una cosa?, la noche que hablamos del amor,

la noche que te conté todo lo que me había pasado con

Julia, sentí que me involucraba mucho contigo, pero que

eras como yo, podíamos tener una relación de sexo sin más

–Esther cerró los ojos y sonrió-. Después pensé, bueno…

también podemos ser algo más… y ahora que te tengo así

entre mis brazos, pienso, ¿merece la pena arriesgarme por

ti?, y me da miedo no te lo voy a negar.

E_ Lo sé… pero por mucho que quisieras solo sexo, luego

no era así.

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M_ ¿Y tú como lo sabes?

E_ Te olvidas que durante la mayor parte de la relación

con mi novio, disimule, o hice ver que disfrutaba, me hice

experta, y tú tanto como yo, no disfrutábamos del

momento, sino, que queríamos más.

M_ Vaya… ¡así que estoy al lado de toda una experta!

E_ Si.

M_ ¿Y no habrás fingido conmigo, verdad? –le volvió a

besar.

E_ Uf… eso es imposible.

M_ ¿Quieres que nos demos una oportunidad en serio?

E_ ¿Ser novias?

M_ Sí.

E_ ¿Y me lo pides así? –sus dientes volvieron a chasquear.

M_ ¡Mejor imposible, mira el entorno que tenemos cariño!

–sonreía.

E_ Qué sosa por favor… sosa… sosa.

M_ Vale… -aceptó casi a regañadientes-. ¿Esther quieres

ser mi novia?

E_ Si salgo de esta sí, aunque tendré que consultar con

Teresa.

M_ ¿Ah si?

E_ Ella es mi apoyo, me aconseja sobre ti.

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M_ ¡No me digas!

E_ El traje de la fiesta… ya sabes…

M_ Joder la fiesta… que buena estabas en esa fiesta –

sonreía mientras apretaba sus dedos entrelazados.

E_ Tú también.

M_ Bueno descansa… mira lo que vas a hacer es

descansar aquí en el agua, en silencio ¿vale?, y escuchando

el canto de los pájaros, nos iremos tranquilizando…

E_ ¿Y Vilches?

M_ Tranquila es un toro, esto nada más es una insolación.

E_ Pues me cago en la insolación.

M_ ¡No digas tacos! –le dijo dando una carcajada mientras

Esther se ponía de lado y se refugiaba en su pecho-.

Esther… solo quiero que sepas que… me han hecho mucho

daño, que no sé decir te quiero si no lo siento, que me

cuesta pero que me gustaría intentarlo, me gusta estar así

contigo, y eso no lo tuve con nadie que no fuera Julia, pero

me dio amor y también me destrozó, sólo quiero amarte

como te mereces, y quiero depurar mi alma, te pido que

tengas un poco de paciencia conmigo… solo un poco… soy

complicada lo sé, pero quiero intentarlo contigo.

E_ Lo sé –musitó mientras volvía a quedarse dormida.

M_ Eres muy importante para mí –trató de ser fuerte pero,

el miedo le venció haciendo que las lagrimas anegaran sus

mejillas, y golpearan duramente su corazón con el

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sentimiento de la pérdida absoluta, no podía ser verdad, no

la podía perder-. Quiero llegar a vieja a tu lado.

Pero Esther no contestó, la fiebre en el agua había

remitido, pero aquellos puntos se habían extendido más,

aguantó allí una hora, cuando comenzó a tiritar la llevó

nuevamente a la cama, la secó con delicadeza, le puso una

crema en todo el cuerpo para contrarrestar aquellas pupas,

la metió entre las sábanas, la tapó bien, le dio suero, pero

nada conseguía retener en el estómago, lo mismo que

Vilches que había comenzado con los vómitos, y Maca allí

entre los dos, realmente sintiéndose inútil.

La noche cayó y la descubrió sin ganas de comer, con

un cansancio que le llenaba hasta el alma. Había ayudado a

Vilches, mientras Esther dormía, y cuando por fin pudo

quedarse tranquilo, la llamó.

M_ ¿Qué te pasa Vilches?

V_ Las pupas de Esther ¿son como estás? –le señaló su

mano.

M_ Joder –cerró los ojos.

V_ Vete de aquí.

M_ No, ya es tarde no os voy a dejar, lo siento.

V_ Estás agotada… tienes muy mala cara.

M_ Solo es hoy, mañana estaré mejor.

V_ Y nosotros peor.

M_ Me da igual, yo estaré aquí.

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Page 262: TERCERA PARTE PIJA

V_ ¿Nos vas a enterrar? –la miró desafiante.

M_ No hables así.

V_ Sé coherente.

M_ No me queda coherencia.

V_ Quiero hablar con Cruz, mañana hablaré con ella

quiero despedirme y tú mañana te vas.

M_ Bien, mañana hablarás con Cruz, pero no me iré –le

dijo rotunda aunque sin fuerzas.

V_ Y ahora… acuéstate, trata de descansar.

M_ Estás hirviendo.

V_ Lo sé… tápame y olvídate de nosotros, ve a mi choza

métete allí y descansa, no duermas con Esther.

M_ No voy a dejarla sola, voy a estar a su lado hasta el

final, aunque sé que ese final no va a ser el que piensas,

esto no es ébola.

V_ Bien… no tengo fuerzas para discutir.

M_ Descansa. Si me necesitas me llamas.

En la aldea, Teresa había trazado un plan, sabía que

algo pasaba y quería averiguarlo, era consciente de la

relación entre Nsona y Maca, sabía que muchas veces

cuando la médica se encontraba mal, Nsona conseguía

ayudarla más que la propia Teresa, de ese modo Zulú y

Massamba estaban allí junto a las dos mujeres mientras

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Page 263: TERCERA PARTE PIJA

Lula y Sissou se encargaban de acostar a los niños junto a

Nmala.

Zu_ ¿Ya?

T_ Sí.

Maca estaba respirando un poco de aire, fue a las

mochilas donde tenían los botes de comida todavía que les

habían llevado del campamento de refugiados, y mientras

abría la lata pensaba en cuanto tiempo les iba a quedar allí,

debía ser realista, si era el virus quedaría ella la última,

aquel pensamiento le hizo sentir un terrorífico

estremecimiento. Iba a cenar cuando oyó el ruido en la

radio, y tras el ruido, la voz de Zulú, le extrañó.

M_ Buenas noches Zulú, ¿qué ocurre?

Zu_ Nsona querer hablar.

M_ ¿Dónde está Teresa?

Zu_ Ahora venir...

Ns_ ¡Maca!... ganas yo de hablar.

M_ ¿Qué tal Nsona? –le preguntó con la voz apagada-.

¿Todo bien por ahí?

Ns_ Sí. ¿Y Mwasi Esther?

M_ Pues... ahora está dormida –su voz volvió a apagarse

un poco más tras la aparición de las dudas.

No_ ¿No estar bien Maca?

M_ Sí, sí, yo estoy bien, sí.

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Ns_ ¿Y Mwasi? –insistió mientras todos se intercambiaban

miradas nerviosas.

M_ Tiene... tiene un poco de fiebre... del calor el sol, ya

sabes... pero está bien.

Ns_ Notarte yo Maca.

M_ Tengo miedo Nsona... tengo miedo –repitió casi

inconscientemente agotada por el sufrimiento que llevaba

consigo y el propio cansancio.

Ns_ Maca...

M_ Todo es una mierda –renegó con rabia.

Ns_ No estar bien Maca... –Teresa asintió mirando a

Massamba.

M_ Si... solo estoy cansada y... –guardó silencio.

Ns_ ¿Y ziku?

M_ Durmiendo Nsona... tranquila de verdad, todo está

bien, mañana os llamaré ¿vale?, ¿de verdad Teresa está

bien?

Ns_ ¡Oh si!, ella venir ya.

M_ Me... me voy a la cama, dile que mañana la veo.

Buenas noche.

Ns_ Buenas noches Mwasi –luego miró a todos y sus

rostros marcaban preocupación-. Algo grave pasa.

T_ Si... ¿Massamba?

Ma_ Dejar a nosotros.

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Z_ A trabajar –le dijo al hombre que miraba a Teresa con

respeto.

T_ Dios mío... ¿qué pasará?

Tras estar un rato con Vilches, pues había vomitado

nuevamente, después de darle un calmante para los

dolores y comprobar que la fiebre se había detenido en

treinta y ocho de temperatura, se retiró a descansar un rato

con la promesa por parte del hombre de que si empeoraba,

la llamaría. Con el rostro serio, cansada hasta no poder casi

ni parpadear, se cambio y antes de acostarse le volvió a

poner crema por todo el cuerpo, parecía que las pupas no

iban a más aunque las tenía por todo el cuerpo, después s

e acostó junto a una Esther que por momentos se había

vuelto a cargar de fiebre.

E_ No quiero... más... yo no voy a llegar mamá.

M_ Esther cariño.

E_ No puedo, no tengo fuerza para llegar al río –deliraba.

M_ Esther tranquila no te vas a mover de aquí.

E_ ¿Maca?

M_ Sí, soy yo, y voy a estar a tu lado, descansa.

Esther se abrazó a ella quejándose, Maca necesitó

encontrar el tacto de aquella mujer, necesitó que le

cuidara, que le diera el calor que desprendía su cuerpo,

precisamente para calmar el miedo, ese miedo que se

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Page 266: TERCERA PARTE PIJA

había instalado en su alma, y aplacar así el temblor que ella

misma estaba sintiendo.

Quería cerrar los ojos y despertar con el sol del nuevo día,

con Esther a su lado radiante, besándola, amándola,

burlándose de ella, con Vilches cascarrabias riñéndolas por

sus besos a escondidas, quería necesitaba dormir, y que

todo quedara en una pesadilla cuando abriera sus ojos.

Besó a Esther y esperó que al abrir los ojos todo cuanto

había a su alrededor y le llenaba de miedo, desapareciera.

La noche era bastante intranquila, Esther no se había

movido casi, sin embargo Maca sentía un profundo dolor de

cabeza, y por más que quería abrir los ojos el cansancio era

tal que para lo único que tenía fuerzas era para abrazarse a

su enfermera, estaba tan agotada, las piernas le pesaban,

la boca se le secaba, no había cenado, finalmente tras

hablar con Nsona no había tenido fuerzas para nada, se

había acostado y deseando que todo pasara se había

obligado a dormir.

Un ruido la despertó ligeramente, algo que no era un

ruido cotidiano, si bien llevaba dos días en aquel lugar, no

era diferente a otros en los que había estado, los ruidos de

la Selva, aunque distintos eran todos iguales. Con un

esfuerzo muy grande, abrió sus ojos poco a poco, el día

estaba amaneciendo lentamente, las luces comenzaban a

iluminar el cielo, pero lo que entraba por la puerta y las

estaba iluminando era el reflejo de las llamas del fuego que

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antes de acostarse había avivado para espantar posibles

animales. Allí seguía, luchando por levantarse, luchando

porque tenía que averiguar que era aquel sonido extraño

que llegaba desde fuera, al girarse, vio a Esther, sonrió

levemente la fiebre había desaparecido, al menos no

estaba ardiendo como cuando se acostó, sin embargo, algo

le llamó la atención en su rostro, con el ceño fruncido la

miró, se fue acercando poco a poco, y aquel ceño fruncido

que formaba en su rostro una mueca de cierta

incertidumbre, se fue convirtiendo cada segundo que se

acercaba a ella, en un pánico desmedido.

M_ ¡Esther… Esther! –retiró la sábana de un solo golpe, la

miró, la tocó, con su boca medio abierta, con los ojos

anegados por las lagrimas-. No por favor… ¡Esther…

Esther…! ¡por favor… contesta! –le decía cogiéndola entre

sus brazos, la movía pero Esther no contestaba, la llamaba

pero no obtenía respuesta alguna, a Maca las lagrimas le

rodaban por las mejillas, sintiendo que la vida como a

Esther se le iba-. No… no… ¡no por favor!... Esther…

cariño… no te puedes morir… Esther…

Pero Esther no contestó… ni se movió… ni le dijo te

quiero… ni la miró... ni siquiera respiró.

Aquel ruido volvió a despertarla, se sentó en la cama

sudando, con la garganta seca, con el miedo en el corazón,

entonces rápidamente giró su cabeza, allí estaba Esther, la

tocó.

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E_ ¡Ay! –se quejó suavemente ante su caricia algo fiera

por el miedo.

M_ Duerme Esther –sonrió suspirando.

E_ Te quiero –susurró.

M_ Descansa…

Se levantó como alma que lleva el diablo, ¿sería

Vilches?, al salir el hombre seguía durmiendo, se abalanzó

hasta él con temor, seguía sudando por la fiebre, entonces

le llegó más claro de donde procedía el ruido, vio como tras

un árbol algo se movía, sintió pánico hasta que vio que eso

que se movía era Massamba, y en ese momento se vino a

bajo, la pesadilla unido a la situación que estaba viviendo,

le hizo volverse líquida, notaba como sus huesos se iban

rompiendo, como sus músculos dejaban esa tensión que

había mantenido desde que llegaran, y en su estado

líquido, comenzaron a derramarse lagrimas de tantas

emociones juntas que Massamba se asustó. Cuando se fue

a acercar a ella, con su mano en alto lo detuvo

M_ No Massamba, puedo estar infectada como ellos.

Ma_ Massamba venir para llevar –le dijo seguro.

M_ No… no… están los dos mal y… yo… me están

empezando a doler –comenzó a llorar sin poder controlar

sus lagrimas, su miedo, su rabia, entonces, cuando sentía

que se doblegaba los brazos fuertes y el pecho de

Massamba la sujetaron rompiendo a llorar como una niña-.

No puedo Massamba, no puedo.

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Ma_ Mwasi tranquila… todo se va a arreglar vamos junto

mami.

M_ No… no podemos.

Ma_ Zulú y yo, hacer un refugio para los tres, mwasi…

sola no poder.

M_ Pero… -no sabía que decir tan solo podía llorar.

Ma_ No estar sola… no estar sola.

Dicho esto, Maca se abrazó a él terminando de

explotar en un llanto que al duro hombre le hizo suspirar,

desde que la conocía, nunca la había visto así exceptuando

su problema personal nunca la había visto así de abatida,

de entregada rápidamente supo que mwasi Esther había

roto su coraza, y se había encontrado de golpe con una

realidad que le había dejado el alma y su esencia de ser

desprotegida.

No perdieron más tiempo, necesitaba huir de allí que

le ayudaran a curar a Esther, con una mascarilla y guantes

que le obligó a ponerse Vilches y tras una buena discusión,

los montaron en la barcaza, recogieron todo y salieron

rumbo a la aldea, Maca llevaba apoyada en sus piernas a

Esther, le acariciaba la cabeza, iba totalmente dormida, no

le perdía detalle, aquella pesadilla seguía tan viva en ella

que pensaba que si retiraba los ojos de su persona, podía

encontrarse con que se convertía en realidad. Por su parte

Vilches iba en un calvario demasiado cruel, si el movimiento

de la barca era fuerte y se movía de golpe, sentía un dolor

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agudo que le hacía estremecerse. Habían decidido ir al alba

precisamente para no tener que transportarlos a plena luz

del sol ni soportar el calor. Al llegar a tierra firme, Maca vio

el camión con aquel enorme rotulo de MSF para que fueran

respetados por las guerrillas, fue como si ella hubiera

venido de esa guerra que sabía existía, y lo hubiera hecho

con una herida honda en su alma, miró a Esther y le susurró

mientras los dos hombres llevaban en camilla a Vilches

hasta el camión.

M_ Ya estamos mi vida… aguanta… ya estamos no voy a

dejarte sola.

Hicieron la misma maniobra que con Vilches, al llegar

al camión, dejaron a Esther en la parte trasera, Maca subió

con ellos, se puso en medio sentada mientras tomaba la

mano de Esther.

V_ Más le vale a Zulú no dar muchos bandazos, le he

avisado, o no vuelve a dejar preñada a Nsona –dijo

enfadado. Después miró a Esther-. ¿Cómo está?

M_ Igual… solo que me he dado cuenta que las pupas no

van a más.

V_ Eso es buena señal. ¿Me has visto a mí?

M_ Sí, deja que te ponga crema la misma que le he

puesto a ella, es Aloe Vera pura... de la que usa Lula.

V_ Maca… -lo miró negando con la cabeza.

M_ Eh… si a Esther le ha funcionado a ti...

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E_ Mmmm –susurró con un timbre que daba a entender

que algo le dolía.

M_ ¡Esther!

V_ Ya me quedo sin crema, esta claro –dijo fastidiada pero

aliviado al ver a Esther que reaccionaba.

E_ Maca –susurró despacio.

M_ Si… cariño vamos a la aldea, han construido un

refugio para nosotros, vamos a ver a Teresa... nos está

esperando.

E_ Teresa –sonrió de lado-. ¿Cómo estás tú?

M_ Bien... bien... estoy bien no te preocupes por mí.

E_ ¿Cómo no me voy a preocupar?, tienes muy mala cara.

V_ Hola Vilches... ¿qué tal estás tú?, ¡qué va, aquí solo

tienes ojos para Maca!

M_ En el fondo eres un celoso compulsivo.

V_ Sabes que si.

E_ Hola Vilches... ¿cómo estás?

V_ Como tú, jodido.

E_ Me duele el estómago mucho.

V_ A mí también.

M_ Ambos tenéis fiebre y habéis vomitado –decía

acariciando la mejilla de Esther-. Estás aún un poco

caliente.

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E_ Claro... con esa camiseta que llevas –le musitó pues se

había puesto de lado cara a ella.

V_ Ejem... ejem –carraspeó graciosamente entonces Zulú

no pudo evitar un bache y Vilches se quejó amargamente-.

¡Ay!, ¡Zulú poco quieres a tus pelotas!

Zu_ Ziku... lo siento.

E_ ¿Falta mucho?

M_ No... tranquila... todo va a ir bien –le decía con su

mirada repleta de calor.

E_ Si tú estás a mi lado seguro.

No dijeron nada más, el camino a Maca se le hizo

interminable, seguía teniendo agarrada la mano de Esther,

y de vez en cuando le cambiaba el pañuelo a Vilches,

sintiendo como que si se relajaba ante la visión de Teresa,

caería redonda al suelo.

Cuando el camión llegaba a la aldea, hizo sonar dos

veces la afónica bocina tal y como habían quedado, la

puerta se abrió empujada por Laoubi, el camión entró con

lentitud, dio la vuelta y acercó la parte trasera hacia donde

estaba en huerto, a la derecha los hombres habían

construido una especie de hospital de campaña, con tres

habitaciones. Por fin se detuvo el camión, se abrió la lona

para que Massamba entregara la mano a Maca y pudiera

bajar, al hacerlo se encontró con Teresa, con mascarilla,

guantes y bata, sus ojos abiertos, una mueca de tensión al

ver el rostro enfermizo de Maca, una palidez que le asustó y

272 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 273: TERCERA PARTE PIJA

una delgadez, que le daba muestras del calvario que habían

pasado y que aunque ella conocía demasiado bien, le había

impactado. Al dejar los pies en la tierra, Teresa sin dudar se

dirigió hasta ella abrazándola, gesto que sirvió a Maca para

romper en un llanto desgarrador.

T_ Ya está Maca... ya está.

M_ Teresa –dijo con debilidad.

T_ Tranquila, desnúdate, ponte le pijama que te he dejado

y acuéstate.

M_ No, tengo que estar con Esther.

T_ Tú hazme caso, descansa, yo cuidaré de vosotros.

M_ No puede morirse Teresa –le decía con un gran sofoco.

T_ Claro que no... ve.

Maca le hizo caso, se encaminó hacia el hospital y allí una

Lula con los ojos abatidos la esperaba, la ayudó a lavarse, a

ponerse un pijama y una vez se acostó la arropó, dándole

sus manos como solía hacer a todos los que se encontraban

mal.

Lu_ Na Mianda kele na ban –le susurró cerca de su oído

como si fuera un suave piar de pájaro Maca la miró y cerró

los ojos esperando que aquellas palabras se hicieran

realidad.

Cuando Massamaba y Zulú bajaron a Esther, el rostro

de Teresa cambió, si le había impactado el rostro

demacrado de Maca, nada tenía que ver ya no solo el

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rostro, sino, todo el cuerpo de Esther, al verla su estómago

sintió un pinchazo al igual que su corazón, se acercó hasta

ella precipitadamente.

T_ Esther cariño... Esther.

E_ Teresa... hola –sonrió sudando.

T_ Tranquila todo esta bajo control.

E_ ¿Y Maca?

T_ La he mandado a dormir.

E_ Cuídala... no ha descansado y está.

T_ Shhhhhh, olvídate de todo, Lula te está esperando y

voy contigo.

E_ Cuídala si me pasa algo Teresa.

T_ No te va a pasar nada, ¡no seas tonta!

Por último descendió Vilches no mucho mejor...

T_ Hola... vaya vuelta ¿eh?

V_ Sí, estamos bien jodidos.

T_ Lo sé.

V_ Apártanos de todos.

T_ Esto todo bajo control.

V_ Gracias Teresa, no sabes lo que te he echado de

menos, verle las orejas al diablo, te hace ver cuanto quieres

a las personas.

T_ Lo sé, lo sé –le decía sonriendo.

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V_ Lo digo por Cruz.

T_ No tienes remedio... ni enfermo.

Metieron a los tres separados por unas cortinas,

cuando Esther llegó a la suya, Maca se levantó y la besó,

después se fue a la cama por orden de Lula, hasta que llegó

Teresa, y como buena enfermera comenzó con los cuidados

a los tres. Pronto Maca cayó rendida, el beso de Teresa, la

mirada confiada y la caricia de madre, le ayudaron a

dormirse con esa tranquilidad que tanto le había faltado. A

Esther nuevamente los vómitos y nuevamente la fiebre,

había llegado a ella, lo mismo que a Vilches. Teresa los

atendió, hasta que los tres quedaron dormidos. Los miraba,

con el ceño fruncido, era demasiado raro que Vilches y

Esther estuvieran tan mal y Maca no. Lo de Maca parecía

claro que era cansancio, por lo tanto, algo se le escapaba

de las manos, porque estaba segura que entre Maca y

Esther habrían habido ciertos acercamientos, y la saliva era

suficiente para traspasar el virus.

Tras unas horas allí con ellos, salió del hospital, fuera

la esperaban Massamba, Zulú, Yildas y las mujeres, los

niños tenían prohibido llegar a esa zona, y por supuesto

habían evitado que Mona y Valiente pudieran verlas llegar.

T_ Esto no es el Ébola, aunque los síntomas son los

mismos.

Ma_ Si... ser raro.

T_ ¿Habéis traído todo lo que tenían como os dije?

275 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 276: TERCERA PARTE PIJA

Ma_ Todo mami.

T_ De acuerdo. Zulú por favor, llama a Dávila ponle al

corriente y dile que estoy segura que no tienen el virus, de

momento.

Zu_ Si mami –cuanto Teresa hablaba, todos actuaban, ella

era la voz, la mujer resolutiva y calmada que todos

admiraban.

Ma_ Maca no estar y deber estar.

T_ Lo sé Massamaba yo también lo he vivido como tú y lo

sé.

Junto al hombre estuvo repasando todo lo que ellos

habían traído, y cuando anochecía tras casi diez horas de

sueño, Maca abrió los ojos, aturdida sin saber muy bien

donde estaba, hasta que vio a su lado a alguien leyendo,

acurrucó los ojos y la vio.

M_ Teresa....

T_ Dime hija.

M_ Tengo sed.

T_ Normal –le sonrió.

M_ ¿He dormido mucho?

T_ Unas diez horas de un tirón, hija –le dio el agua y Maca

miró a su derecha, allí estaba Esther con un gotero al igual

que Vilches. Después miró a Teresa y ésta sonrió-. A veces

el cansancio el abatimiento, el miedo no nos deja ver.

276 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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M_ ¿Por qué estás sin bata, sin guantes?

T_ ¿Tienes miedo a peder a Esther, verdad?

M_ Mucho –agachó la mirada triste.

T_ ¿Sabes qué tienen Esther y Vilches?

M_ ¿Qué? –preguntó con el miedo reflejado en sus

pupilas.

T_ Algo tan sencillo como una infección estomacal porque

los botes de comida estaban en mal estado, ¿verdad que tú

no comiste?

M_ ¿Me estás diciendo que no he sabido ver que era algo

así? –decía perpleja boquiabierta con pocas fuerzas.

T_ Sí hija, los síntomas son parecidos imagino que cuando

Vilches te dijo que había vomitado algo de sangre vuestra

falta de descanso os afectó sin remedio –le tocaba la frente

y la cara como si realmente fuera una madre protectora

que estuviera velando por su pequeña-. Ahora tienes que

comer, descansar y en nada estás otra vez fuerte, ellos les

costara algo más pero...

M_ Pensé que me volvía loca... no quería ver a Esther

pasando por eso... no podía soportar la idea de perderla –

decía mirándola dormir.

T_ Antes me ha estado contando cosillas –dijo con gracia.

M_ Ya –sonrió algo avergonzada.

T_ ¿Esto va a ir en serio Maca?

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M_ Me gustaría... ¿tú crees que sabré?

T_ Claro, la quieres desde el momento en que la viste, me

di cuenta.

M_ Ya, tú y tus corazonadas –dijo con cierto orgullo.

T_ Maca... Esther también está asustada, esto es nuevo

para ella –le decía con cautela.

M_ Lo sé –comentó con seriedad.

T_ Creo que es una oportunidad que deberíais aprovechar

las dos, vivir aquí sabes que es duro, pero si tienes alguien

a tu lado que te da lo que necesitas, se hace menos duro,

¿no crees que ya es hora de superar ciertas cosas?

M_ Esther es tan sensible que me provoca ganas de

protegerla, abrazarla –hablaba entre susurros-. Pero a la

vez es tan fuerte que me dan ganas de que sea ella la que

me proteja.

T_ Déjate proteger –le dijo con cariño ante el silencio de

la Pediatra.

M_ Debiste verla cuando perdimos al niño, nunca había

visto en unos ojos tanto desconsuelo, tanto dolor, esas

cosas que sólo ella expresa y que a mí me hacen temblar el

corazón –la volvía a mirar-. Es algo tan fuerte que me da

miedo, me da miedo equivocarme, me da miedo hacerle

daño.

T_ Mi madre decía, si no lo intentas siempre serás

perdedora, porque cuando idealizas algo ese ideal siempre

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se ve como lo bueno, lo mejor, pero si lo intentas puede

salir bien o mal, pero no podrás negar que al menos habrás

luchado por conseguirlo. Y creo que es lo que debes hacer

tú. Esther es una mujer maravillosa creo que tu

complemento ideal, es la única que he visto te ha hecho

dudar, te ha puesto en vereda, solo por eso yo lo intentaría

porque creo que es quien te puede ayudar a vivir mejor.

M_ Pero ella espera ser feliz a mi lado, y sé que eso es

una utopía.

T_ No cariño, la felicidad existe, yo cuando os he visto

aquí me he sentido feliz, todas las mañanas cuando salgo

de mi cabaña y veo alrededor a la gente haciendo cada una

su labor, me siento feliz, cuando abro los ojos y veo a

Ramón a mis pies mirándome, siento la felicidad, ¿por qué

tú no puedes hacer que la felicidad de Esther, sea

únicamente lo que tú puedes entregarle?, una sonrisa, una

caricia, un despertar, un buen desayuno... la felicidad solo

es una utopía para aquéllos que se ponen metas imposibles

de alcanzar, pero dime cariño –la miró con una sonrisa

tierna-. Con tu sonrisa, con tu amor, con tu pasión, con tu

mal genio pero tu maravillosa forma de ser ¿crees que no la

vas a hacer feliz?

M_ Dicho por ti parece imposible que no lo consiga –

sonrió ampliamente buscando el contacto en el pecho de la

buena de Teresa que la abrazó-. Sólo tengo que perder el

miedo, ¿verdad?

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T_ Exacto cariño –la besó en el pelo-. Ella te ayudará

recuerda, debes entender y aprender a pensar en dos,

mantener tu esencia cómo un solo individuo, pero pensar

que sois dos, respetaros y amaros.

M_ ¿Por qué mi madre nunca me ha dicho algo así? –la

miró con los ojos repletos de pena.

T_ Porque tu madre como muchos más, no han vivido

esto, no saben que el infierno existe, y que... ¡qué más da a

quien ames, si lo amas de verdad!, ¿vas a perder el tiempo

y la posibilidad de ser feliz por qué a alguien le parece que

está mal?. ¡A mí también me parecen funestas las guerras,

y a muchos como yo!, ¿las borran?, ¿las cambian? no, ¿por

qué vas a borrar o cambiar tú un sentimiento de amor

aunque sea a otra mujer? –le besó en la frente.

M_ Te voy a decir algo pero no te lo creas demasiado –le

dijo muy seria mirándola fijamente-. Te quiero.

T_ Lo sé... yo a ti también a pesar de todo –se miraron y

sonrieron.

V_ ¿Ya habéis acabado? ¡joder ni la casa de la Pradera! –

protestó desde el fondo del hospital.

T_ Vilches tienes un trauma con esa serie ¿eh? –le decía

riéndose.

M_ ¿Cómo estás?

280 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 281: TERCERA PARTE PIJA

V_ Bien... menos mal que Teresa nos ha librado de una

Doctora sugestiva con el Ébola, de lo contrario nos quema

vivos con una simple empacho.

M_ Ya... ya... ¿y quién dijo de los guantes?, ¿bata y

demás? –le dijo como si le hubiera ofendido aquel

comentario.

T_ Bueno... bueno... callaros que Esther duerme.

V_ Pero si no se entera, es una osa invernando.

T_ Le ha bajado la fiebre, pero creo que tiene tanto

cansancio que en dos o tres días no se despierta.

M_ Pobrecita mía...

V_ Lo que yo diga... si te viera el Michael Landon te

contrataba para La Casa la Pradera segunda parte.

Después de reír de buena gana, Vilches se durmió se

sentía como si la paliza se la acabaran de dar, Teresa dejó

descansar a una Esther que con el gotero, parecía dormir

tranquila, ya no vomitaba, y la fiebre iba bajando poco a

poco, Maca se giró en la cama que hacía un ruido soberano,

puso su brazo izquierdo bajo la cabeza, y con el derecho se

cogía las manos, así observaba como Esther dormía

placidamente, ya no tenía aquel gesto de dolor ni

desesperación, con la crema y las pastillas que Vilches

había mandado tomar, la fuerte erupción que sufría iba

bajando y con ella los picores, también porque no iba a

reconocer Maca, la magia de Lula había ayudado bastante y

entonces llegaba a su cabeza su frase, la frase que susurró

281 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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nada más llegar “los dioses están con vosotras”, ¿sería

verdad qué estaban con ellas?, sin duda habían estado muy

cerca de morir a manos de los salvajes que las retuvieron, y

trabajando con algo tan peligroso como el virus del ébola,

habían sobrevivido, sin duda, Lula debía llevar razón. Un

suspiro prolongado salió de ella mientras la miraba con una

dulce y tierna sonrisa.

Notaba que su cuerpo ya no le dolía, que podía

respirar mejor, que el estómago se había asentado tal y

como Teresa le advirtió que pasaría. Abrió los ojos y se

sintió reconfortada, sabía que estaba en casa, trato de

tragar saliva para remojar su seca garganta, trató de

moverse pero entonces notó como sus huesos se resentían,

y es que desde niña su tata siempre le decía que sus

fiebres le atacaban a los huesos sin remedio. Sonrió al

recordarla, era la única persona que le había dado calor.

Entonces con sus ojos cansados buscó a su derecha y allí

estaba una Maca que parecía dormir tranquila, sonrió. Allí

estaba la otra persona que le había tratado como una reina.

Suspiró. Sonrió.

T_ ¿Qué tal vas? –le preguntó con voz dulce Teresa que

estaba a su lado.

E_ Mejor Teresa... voy mejor. ¿Cómo está ella?

T_ Bien, mañana ya la saco de ahí y la mando a su

cabaña.

E_ ¿A su cabaña?

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Page 283: TERCERA PARTE PIJA

T_ Sí, no quiero correr riesgos innecesarios. Tenéis que

estar quince días en aislamiento..

E_ ¿Separadas? –le preguntó al ver el gesto de Teresa

agregó-. Quiero decir... cada una en una cabaña.

T_ Sí –asintió sonriente al ver su gesto serio.

E_ Vaya... me he acostumbrado a estar con ella que no sé

como lo voy a llevar –decía realmente seria.

T_ Tienes todo el tiempo del mundo para estar con ella.

E_ Ya... pero... joder –protestó.

T_ ¿Aún sigues teniendo miedo? –le acarició la cara como

momentos antes lo había hecho con Maca.

E_ Sí, pero... pienso arriesgarme, después de venir hasta

aquí, puedo con cualquier cosa, ¿no crees?

T_ Eso es verdad.

E_ Sé que está herida pero... creo que puedo curar su

herida, para algo soy enfermera –sonrió ampliamente

mientras cogía la mano que Teresa le había estrechado.

T_ Estoy convencida que si.

E_ Esa Julia le hizo mucho daño.

T_ Y... desgraciadamente parece que lo va a volver

intentar.

E_ ¿Cómo? –le preguntó mirándola con gesto de

intranquilidad.

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T_ Parece ser que lo del otro día con David, lo provocó

Carolina.

E_ Eso lo sé... tiene cara de mala –sonrió de lado con un

gesto característico de sentir cierta rabia en su interior.

T_ Julia está detrás.

E_ ¿Quiere volver a hacer daño a Maca?

T_ No, te lo digo porque no quiero engañarte, se lo voy a

decir a Maca de igual modo, pero quiero que tú lo sepas.

E_ ¿Qué pasa? –le preguntó algo asustada.

T_ Julia quiere volver a recuperarla, se ha cansado de su

marido y ahora quiere buscar nuevamente a Maca. El

fantasma ha decidido convertirse en realidad otra vez.

El silencio se hizo en el hospital, Teresa había hecho

caso a Nmaba, ella le había aconsejado que le dijera a

Esther, y después a Maca, si Maca quería rehacer su vida y

hacerlo bien con la enfermera, se lo diría, era una prueba

que a Teresa no convencía mucho pero la vieja Nmaba le

había dicho que era la única manera de saber si Maca tenía

limpio su corazón o aún esperaba ese reencuentro, sería

bueno para no hacer que Esther sufriera. Nuevamente Julia,

eso significaba nuevamente problemas y sufrimiento

La noche había caído irremediablemente, en el

pequeño hospital Vilches roncaba de lo lindo, y Maca no

podía dormir, si lo hacía Esther aunque la noticia de que

Julia volvía a la vida de quien se había enamorado no le

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Page 285: TERCERA PARTE PIJA

había hecho mucha gracia y le había provocado durante un

momento un miedo indomable que ocupaba su corazón.

Algo en su frente le hizo abrir los ojos poco a poco.

M_ Hola –sonrió ampliamente.

E_ Hola –sonrió aún algo atontada.

M_ ¿Cómo está mi bella durmiente?

E_ Bien –la miraba con devoción.

M_ Me alegro... –le tomó la mano y la besó.

E_ ¿Y tú?

M_ Bien, mañana me voy a mi destierro.

E_ ¿Y qué vamos a hacer? –le preguntaba con cierta

tristeza.

M_ ¿A qué te refieres? –le gustó ver que le preocupaba el

hecho de no estar a su lado, le acariciaba con cuidado la

cara, la miraba fijamente a los ojos.

E_ A eso de dormir separadas –contestó pasándose la

lengua por los labios.

M_ Una putada... es una gran putada... –asentía con la

barbilla un poco hacia fuera, entonces la miró de lado

sonriendo y le dijo-. Pero me gusta saber que no puedes

dormir sin mí –le guiñó un ojo mientras se mordía el labio.

E_ ¡Que coño! –susurró.

M_ Esa es mi pija... –la besó con suavidad en los labios.

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Page 286: TERCERA PARTE PIJA

E_ Eres... adorablemente presuntuosa –esta vez fue ella

quien le acarició la cara.

M_ Si, y te encanta.

E_ Pues sí –asintió sonriente.

M_ Y a mí, me encanta que seas tan pija –sonrió

besándola.

E_ Estás muy guapa a la luz del quinqué.

M_ Es que una... ya sabes... –movió un poco de lado a

lado su cabeza con esa sonrisa quita sentidos.

E_ Es cierto... mira que soy tonta.

M_ Debes acostumbrarte a que tu novia es muy muy pero

que muy guapa.

E_ ¿Mi novia? –la miró con la frente arrugada-. ¿Y cuándo

me has pedido a mí si quiero ser tu novia?

M_ Joder... en el río –la miró algo perpleja.

E_ ¿En qué río? –seguía mirándola expectante-. Tú lo que

quieres es meterte en mi cama, te veo venir –le ponía gesto

de advertencia elevando las cejas.

M_ ¿De verdad no lo recuerdas?

E_ No Maca... ¿qué debo recordar? –la miraba muy

incrédula.

M_ Te llevé al río, estuvimos metidas allí y...

E_ Anda... –sonrió.

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Page 287: TERCERA PARTE PIJA

M_ Que sí... bueno pues nada retiro lo de novia, haz sitio

a tu amante.

E_ Ves... ¡querías meterte en mi cama! –la miraba

entrecerrando los ojos.

M_ Claro, ¿tú no quieres? –le decía sonriendo con aire

seductor.

E_ Esto es muy pequeño.

M_ Pero abrazaditas o tú encima cabemos de muerte.

E_ Estás loca Maca, ¿y si se despierta Vilches?, me da

vergüenza –hablaba realmente apurada.

M_ Esther... ¿no lo oyes roncar?

E_ Maca no sé... además no soy tu novia para que te

metas en mi camita.

M_ ¡No me jodas Esther!

E_ Si no me lo pides bien... no entras –le decía

burlonamente-. ¿Y si me estás tomando el pelo?

M_ Eres un bicho, ya te lo pedí, si no te acuerdas no es mi

problema, ¡hazme sitio va! –le apremiaba con la mano.

E_ Ves como soy irresistible –ambas se miraron serias

rompiendo a reír a carcajadas-. Shhhhhh, shhhhh –le decía

nerviosa mirando a Vilches.

M_ Shhhh –no podía parar de reír- Me encanta cuando te

pones colorada.

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Page 288: TERCERA PARTE PIJA

E_ Jo, si es que... eres de lo que no hay –le dijo haciéndole

sitio.

M_ Eso es, ven aquí –dijo con un suspiro mientras la

abrazaba y metía su mano en el camisón tocando su pecho.

E_ Maaaaaaaaaaaaaaaaaca –le musitó con la voz trémula

en su oído.

M_ Dios Esther... como me gustas –la besó.

E_ Y tú a mí pero Vilches está aquí –musitaba mientras

trataba de pasar su mano del gotero por encima de la

cabeza de Maca.

M_ No nos oye tonta... –la hizo subirse sobre ella-. Así.

E_ Maca por favor, que estoy convaleciente que voy a

perder el gotero.

M_ Y yo... no tranquila.

E_ Maca que me va a subir la fiebre.

M_ Y a mí.

E_ Maca por favor.... –trataba de detener sus labios

jugando por su cuello-. ¿Qué ha sido eso?

M_ No he oído nada.

E_ He escuchado algo.

M_ No sé... ven... abre las piernas....

E_ Maca no...

M_ Venga mi niña...

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Page 289: TERCERA PARTE PIJA

La noche era bastante estrellada, llovía levemente, lo

justo para formar ese sonido agradable que proporcionaba

la lluvia golpeando el suelo, y el techo de lona. Todos

dormían, hasta los animales de la aldea. Hasta que de

pronto...

E_

AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

HHH

El grito de Esther inundó la calma de la noche,

haciéndola trizas.

T_ ¡Dios cuánto tiempo sin estos sustos! –renegó Teresa

mientras de un salto se ponía en pie y con los rulos en la

cabeza salía corriendo.

En la tienda... el grito había sido como si lanzaran una

bomba, Vilches se sentó en la cama de un salto, de otro se

puso en pie y de otro salió buscando de donde provenía el

aullido, al hacerlo se chocó de bruces con Teresa que iba a

entrar, la tuvo que coger con fuerza para que la pobre no

cayera al suelo, eso si, lo que no pudo evitar es que algún

rulo saliera despedido por el aire.

Dentro Maca se moría de risa, Esther tal y como su

amante que no novia, le había solicitado se había abierto de

piernas y así estaba acoplada totalmente a ella con el

gotero colgando y riéndose de igual manera. Ya que la

cama había cedido y se habían ido las dos y la cama al

suelo en pleno ataque de pasión.

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Al entrar de esa guisa se las encontraron un atónito

Vilches con la boca abierta mirándolas casi fuera de si, y

una Teresa con gesto muy pero que muy serio, puesta en

jarras que reflejaba que no le hacía ninguna gracia lo que

veía.

T_ ¡Maca! –le gritó haciendo que la médico se callara al

igual que Esther que se le fue la sonrisa de los labios en un

segundo y pasaron sus mejillas al color rojo de la

vergüenza.

Ma_ Mami...

T_ Tranquilo Massamba no hay nada.

Ma_ Kulunga –se retiró el hombre haciendo señales a Zulú

que llegaba.

V_ ¡Vosotras no estáis enfermeras del Ébola, no, ni

siquiera de un puto virus estomacal estáis enfermas de otra

cosa que por tener una dama delante no diré! –les decía

realmente molesto.

T_ Maca... Maca... –la riñó con dos golpes de voz fuertes

al nombrarla.

M_ ¿Qué?, ¿por qué me riñes a mí? –le decía a modo de

defensa sin soltar a una Esther que no sabía donde mirar.

T_ Es más que evidente ¿no? –enarcó una ceja con sus

dos grandes ojos abiertos.

E_ Maca por favor –le susurró con vergüenza.

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Page 291: TERCERA PARTE PIJA

M_ ¡Pues no veo la evidencia! –la dejó separarse de su

cuerpo como podía haciendo verdaderos equilibrios.

T_ Estás en la cama de Esther.

E_ Lo siento no quise asustaros pero...

T_ No importa cariño...

M_ ¡Esto no puede ser!, a ella no importa, y a mí me riñes

¡venga hombre! –renegó mientras hacia lo mismo que

Esther, tratar de ponerse en pie sobre el colchón.

E_ Calla Maca –le susurró como si no quisiera que

discutieran, o más bien, como si quisiera que todo aquello

pasara rápido y todo volviera a su sitio, más que nada,

porque sus mejillas estaban a punto de reventar.

Teresa se iba a acercar para ayudarlas que no Vilches

que tan solo las miraba con los brazos cruzados sobre el

pecho, Esther había logrado ponerse de rodillas como Maca,

la cama había caído rotundamente al suelo pero se había

quedado más alta de la cabecera que de los pies, entonces

cuando Teresa ya estaba a un paso de ellas de repente

oyeron un sonido llegado de fuera y otro grito clavadito al

de Esther.

Mo_

Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

hhhhhhh.

T_ No Mona no –decía con sus manos extendidas y las

palmas abiertas tratando de frenar el ímpetu del animal.

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Va_ Uhhhhhhhhhh –repetía Valiente con su media voz.

E_ Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy –no le dio tiempo a

reaccionar porque cuando se dio cuenta Mona estaba sobre

ella gritando de felicidad abrazándola con fuerza.

Va_ Uhhh –e hizo lo mismo que Mona solo que se le echó

a los brazos de Maca que volvió a caer de culo.

M_ ¡Pero bueno! –sonreía abiertamente los cuatro allí

revueltos en la cama.

E_ Mona... Mona cariño... ¡Maca deja de tocarme la teta!

M_ Yo no soy... joder... ya me gustaría ¿verdad Valiente?

T_ ¡Maca! –la riñó por el comentario y aunque no quería

no podía controlar la risita por debajo del bigotillo.

E_ Mona... Mona.

Mo_ Uh Uh uh Ah aha ha prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr –

pedorretas saliva a doquier y en todas direcciones por la

felicidad que sentía de ver a Esther.

V_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr –trataba de imitar a Mona pero

solo le salía un ligero silbido.

M_ ¡Pero que pronto aprende mi niñoooooooo! –decía

feliz.

T_ Mona ahora mismo baja de ahí.

V_ Esto solo me puede pasar a mí... todas locas... ¡todas

hasta las monas!

M_ Te estoy oyendo Vilches.

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Page 293: TERCERA PARTE PIJA

T_ El gotero Esther... el gotero... el gotero –le gritaba

nerviosa al ver como ante el movimiento de Mona el gotero

iba por el suelo a modo de serpiente.

E_ Mona cariño espera.

T_ Déjame ver que... ¡ayyyyyyyyyyyyyyy! –gritó pues el

cariño de Mona fue tal que le estiró de los divertidos rulos

haciéndola caer sobre Esther y Maca.

V_ ¿Toma ya....!, ¿no he visto nada igual desde la última

vez que el Atlético gano la liga y la copa, todas ahí... Teresa

que no estás en edad –decía al ver a la mujer patas para

arriba moviéndolas sin parar.

M_ Teresa... Teresa que te vas a mear –le decía muerta

de risa porque Mona le estaba dando lametazos sin parar

en el cuello.

T_ Jajajajajajaajajajajajajaajajaaja –era lo único que podía

hacer con las piernas en alto.

Ra_ Guau... guau... guau.. guau... –apareció Ramón

enfadado al ver a Teresa en aquellas condiciones.

V_ El que faltaba.

Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrr –pedorretas para el bueno de Ramón.

T_ Vilches ayúdame... ayúdame –le decía a gritos.

V_ Deja deja...que no sabía yo que usaras bragas rojas.

T_ Vilchessssssssssssssssssssssssssss –le dio un grito.

M_ ¿Bragas rojas? –preguntó muerta de risa.

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Page 294: TERCERA PARTE PIJA

E_ Maca ¡quieres dejar de reírte y ayudarla yo no puedo

se me va a salir el gotero! –decía nerviosa con Valiente

sentado en su regazo.

M_ A ver... Mona... ya vale... déjame que rescate a mami

Teresa que le va a dar un colapso, mira aprovecharía y te

haría el boca a boca.

T_ Cuando me levante.... jijijijijiji.... te diré yo jijijijijijiji...

quien te da el jajajajajajaja boca a boca. Monaaaaaa

paraaaaaaaaa –decía sin poder parar de reír.

Mo_ Uhhhhhhhh –se mostraba feliz comenzando a saltar

en el colchón al ver a todas a su alrededor.

M_ Ven aquí... –sonreía sin parar levantándola.

T_ No me río... ¡hala los rulos a hacer puñetas! –trataba

de recuperarse mientras se quejaba haciendo que Esther se

escondiera tras Valiente para no reírse pero Maca

comenzara a carcajearse como Vilches sin parar-. ¡Y solo tú

tienes la culpa de esto!, tú y tus calentones.

V_ Por algo su novia la llamó la Calentorra de la Selva,

Teresa.

E_ No es mi novia –dijo de repente Esther añadiendo leña

al gesto serio de Maca que tanto le gustaba.

M_ Vilches dice que no es mi novia... creo que se está

haciendo la interesante... joder que dolor de barriga, ¡uf!,

¡uf! –se sujetaba el vientre.

E_ ¿Teresa estás bien?

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Page 295: TERCERA PARTE PIJA

T_ Sí hija... ¡y tú a ver si le pones el freno a ésta o de lo

contrario me vas a matar a sustos con tus gritos! –le decía

seria tratando de ponerse el rulo que se le caía en la frente

y le hacía quedar muy chistosa.

M_ No sabes tú lo que va a gritar... lo que le queda por

gritar –susurró cerca del oído de Esther mientras la

levantaba.

E_ Déjame anda... déjame –le insistía sonriendo.

M_ Pero si te encanta.

T_ Vale ya. Tú fuera.

M_ Vale Mona fuera –le dio como si no entendiera de que

iba el comentario de Teresa.

T_ No, he dicho tú de tú.

M_ ¿Yo?, estoy convaleciente tengo que estar aquí.

T_ Y un jamón con chorreras convaleciente tú, la que lo

está es Esther, tú al aislamiento.

M_ Me niego, Vilches.

V_ Ante mi ausencia como doctor en este manicomio que

se ha convertido la aldea, es ella la que manda.

E_ Pero Teresa si no estábamos haciendo nada.

V_ Si, si, ¿quieres qué te cuente Teresa? –le preguntaba

serio con gesto interesante.

E_ Pero... si estabas roncando... –Vilches le guiñó un ojo,

Esther se sonrojó mucho más.

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Page 296: TERCERA PARTE PIJA

M_ No pienso irme.

T_ Me da igual, te digo fuera y es fuera... a tu cabaña.

¡Ya!

M_ Me parece muy fuerte, muy fuerte.

T_ Más fuerte me parece a mí que no sepas comportarte,

fuera.

V_ Ea ea ea la Maca se cabrea –canturreaba bajito

Vilches.

Mo_ Uh uh uh uh –parecía hacerle la música Mona.

E_ Pero... –negaba con la cabeza y entonces dijo firme-. Si

ella se va, yo también –sorprendiendo a todos, incluyendo a

Maca.

V_ Ea ea ea la Esther se cabrea –canturreaba nuevamente

divertido.

T_ Tú te quedas... ni que fuerais dos crías pequeñas ¿os

tengo que tratar cómo si lo fuerais?

M_ Eres una marimandona... ¡es mi novia!

T_ Cállate inconsciente –le dio una colleja en la cabeza.

M_ Au.

E_ No soy tu novia, tú no me has pedido que lo sea.

M_ Pero... pero... –miró a Vilches.

V_ Yo no sé nada.

T_ Os dais cuenta que esto es ridículo, estamos aquí

discutiendo un sin sentido.

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Page 297: TERCERA PARTE PIJA

Mo_ ¡Uhhhhhhhhhhhh!

T_ Hasta Mona me da la razón. Tú a tu cabaña, y tú, a la

cama con el gotero. Y tú a callar y dejar de canturrear –le

dijo a Vilches blandiendo su dedo.

M_ ¡Esto es el colmo macho!

V_ Ese macho es de mi propiedad y no le pega a toda una

señorita.

M_ A ver si me pega esto... ¡no me toques los cojones

Vilches! –dio la vuelta y se fue.

T_ ¡Vamos... haberse visto algo así!... ¡pero bueno! –decía

protestando-. Mona, Valiente a dormir.

Mo_ Uhhhhh –señalaba a Esther.

T_ No, a dormir a vuestro rincón –los monos le hicieron

caso y tras un abrazo sentido a una Esther seria se

marcharon contentos por ver a Esther-. Y tú, ven aquí que

te vea ese brazo.

E_ Lo siento, no te enfades Teresa.

T_ No me enfado, pero no sois dos crías para jugar, no

estamos aquí por gusto.

E_ ¿No la voy a ver?

T_ En doce días no... ¿no podrás aguantar? –el silencio de

Esther le hizo decir-. Jesús, María y José.

V_ Amén.

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Page 298: TERCERA PARTE PIJA

La noche acabó bastante bien, Maca divertida con su

falso enfado en su cabaña, riendo cada vez que recordaba

el momento entre las tres y los dos monos, suspiraba

porque le parecía que Esther quería que volviera a repetir la

petición de novia, sonreía sin parar como tonta, y es que

Esther la tenía así, no lo podía remediar. Por su parte,

Esther tras soportar las burlas continuas de Vilches sobre lo

ocurrido, finalmente se durmió tratando de trenzar planes

para poder estar con Maca, la echaba de menos y tan solo

hacia minutos que se había marchado de allí. ¡Y qué decir

de Teresa!, tras buscar sus rulos por el suelo y

recuperarlos, volvió a colocarlos en su sitio pero con unas

risas divertidas al recordar lo ocurrido. Sin duda, prefería

pensar que la pareja, iba a poder soportar juntas la

presencia de el fantasma de Julia, el momento de decirlo se

acercaba, y eso sí le quitaba el sueño.

Los cantos de las mujeres en la aldea, despertaron a

Esther, se rascó la frente y vio que estaba sola en el

hospital, ni Vilches ni por supuesto Maca estaban allí.

Suspiró con un fuerte anhelo ante la ausencia de la mujer

que le había hecho creer en si misma, y le había ayudado a

mostrarse válida para el resto, hasta para lo que pensaba

no lo era, en el amor.

T_ Muy buenos días –entró sonriente con una taza en sus

manos.

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E_ Buenos días Teresa... ¡uf!, creo que he dormido como

hacía siglos no lo hacía.

T_ No me extraña.

E_ ¿Y Vilches?

T_ Tras un examen lo he mandado a su cabaña.

E_ ¿Has visto a Maca? –le preguntó con algo de temor.

T_ Sí, la he visto.

E _ ¿Cómo está? –le preguntó sonriendo.

T_ Quisquillosa, quejosa y muy pesada.

E_ Me encanta –sonrió ampliamente.

T_ ¿Tú sabes donde vas a meterte con ésa? –la miró seria

aunque encantada de aquella situación.

E_ Sí, ¿sabes qué tienes razón? –la miró.

T_ El gotero ya te lo voy a retirar, yo creo que estás

prácticamente bien, la fiebre ha bajado, no has vuelto a

tener vómitos y la urticaria va bajando su intensidad –le

explicaba mientras le hacía su reconocimiento. Al acabar le

preguntó mirándola fijamente-. ¿En qué tenía razón?

E_ En que es una mujer maravillosa, digna de ir

descubriendo poco a poco.

T_ Así es.

E_ ¿Le has dicho algo?

T_ ¿De Julia? –la miró frunciendo su ceño.

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E_ Sí.

T_ No, aún, no.

E_ ¿Crees que Maca... va... va a hacer algo por verla? –le

preguntó mirándola con temor.

T_ No lo sé Esther, siempre es algo que me he

preguntado, Maca estaba muy herida pero también muy

enamorada, han sido dos años muy duros para ella, aunque

si esto hubiera llegado a suceder antes de venir tú, lo

tendría claro, Maca abandonaría todo por ella, ahora creo

que tengo más claro que no lo hará.

E_ ¿Después del daño... volvería con ella? –la miraba con

desconcierto no lo podía disimular.

T_ Cuando amas tanto, no alcanzas a darte cuenta que

ese amor te ha envenenado, te ha dejado inútil de por vida,

Maca caería sí, te lo puedo asegurar, pero ahora... te tiene

a ti y cada vez estoy más de acuerdo con lo que dice Lula.

E_ ¿Qué dice?

T_ Que los espíritus están con vosotras, os han unido y

nada os separara.

E_ Pues ojalá... porque yo también he descubierto que...

tengo mucho amor que dar –sonrió con esa sonrisa que tan

solo da la ilusión de creer en el amor.

T_ Me alegro cariño...

E_ ¿Puedo decirte algo más?

T_ Claro –sonrió.

300 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 301: TERCERA PARTE PIJA

E_ Me muero de hambre.

Ambas se quedaron sonriendo, sin duda, Esther estaba

mucho más recuperada, Teresa siguiendo las pautas de

Vilches le dijo que la controlara, si no había fiebre, ella

también se iría a su cabaña. Tan solo la mujer tendría

contacto con los tres, aunque los tres sabían que no

llevaban el virus, querían proteger al resto. Cada vez que

acababa de visitarlos, hacía una profunda limpieza, en sus

manos, si no habían síntomas no era preciso disfrazarse tal

y como ella decía. A todo esto, los niños del lugar se ponían

delante de la ventana de Maca, le cantaban, la saludaban, y

le contaban cosas de los días que no habían estado,

también, las mujeres llegaban hasta la ventana y le

hablaban, en esos momentos se sentía feliz al menos no

estaba del todo sola, pero sin duda cuando llegaba la hora

de quedarse allí encerrada, su corazón golpeaba con fuerza,

ella era un ave en libertad que odiaba los espacios

cerrados, pero sabía que debía estar allí, por el bien de

todos y aquello era lo que la retenía.

Por su parte, Esther había pasado toda la mañana

dando vueltas en la cama, no era suficiente castigo no

tener a su lado a Maca como para, hacerle acostar en su

cama, penetrando en sus poros, en sus fosas nasales su

olor. Estaba realmente desesperada, se encontraba mejor y

le pasaba como cuando era niña, no soportaba estar allí

metida sin hacer nada. Además aquella soledad le daba

para pensar en lo ocurrido con la tal Julia, sabía que el dolor

301 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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de Maca era demasiado grande por algo se comportaba

como lo hacía, una especie de válvula de escape hacia

tanto sufrimiento como fue para ella el engaño y sobre todo

conociéndola un poco más como la conocía, perder al que

para ella era su hijo. Y unido a todo ello, había que recordar

el hambre que tenía, la taza de caldo había caído

estupendamente a su estómago, y casi babeaba al oler el

rico aroma que llegaba de la cocina, así que entre aromas

se iba volviendo un poco más loca. Maca olía de muerte,

pero lo que estaban cocinando las chicas, mucho más.

A media tarde, con ese calor que aplastaba a todos,

parecía que la aldea estaba muy tranquila, todos en sus

respectivas cabañas, excepto Esther que seguía en el

hospital la mar de aburrida. Y ante tanto silencio se oían los

pasos de alguien por fuera, Esther tenía un excelente oído,

y no pudo evitar ponerse en tensión, al escuchar como algo

o alguien se acercaba. Se sentó en la cama mirando con los

ojos muy abiertos hacia fuera, y allí apareció una sonriente

Mona que le hizo gesto de silencio, Esther sonrió. El animal

de un salto se subió a la cama y aunque detrás Valiente

llegaba y quiso hacer lo mismo, no llegó a coger suficiente

altura cayendo de bruces. Esther le ayudó a subir

E_ Anda Valiente... no sé a quien me recuerdas. Oye Mona

esa camiseta es mía ¿eh? –les hablaba entre susurros con

un gesto divertido.

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Page 303: TERCERA PARTE PIJA

Mo_ Uhhhhh –abría mucho los ojos y juntaba sus morritos

graciosamente.

E_ ¿Qué? –le preguntó al ver su gesto.

Mo_ uh uh –entonces sacó de debajo de la camiseta un

papel.

E_ ¿Y eso? –le preguntó sonriente mientras lo cogía.

Va_ Ahhhh ahhh –dijo Valiente como si él también

quisiera ser protagonista del momento.

E_ A ver... –desdobló el papel leyendo en voz alta ante la

atenta mirada de los dos monos-. “ Hoy intenta que te

lleven a la cabaña, cuando caiga la noche pasaré a verte”.

¡Pero... ¡ -sonrió feliz elevando los hombros.

Mo_ Ohh ohhhhhh –decía entre susurros.

E_ Mierda no le puedo contestar.

Mo_ Ahhhh ahhhh –volvió a sacar algo de debajo de la

camiseta, un lápiz y se lo entrego haciendo pedorretas

tumbándose sobre su espalda y jugando con el lápiz con

sus pies.

E_ Anda no seas mala dame, antes de que llegue mami

Teresa.

Mo_ Uh uh uh uhhhhhhhhh –movía la mano

exageradamente para después darse un golpe en la frente.

Va_ Uhhhhhhhhhhhh –repetía el gesto de Mona.

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E_ Si, nos riñe fijo a vosotros os deja sin plátanos y a mí

sin caldo ¡seguro! –escribió la nota y se la entregó a la

mona que salió corriendo con Valiente detrás-. ¡Uf!... espero

que el fantasma se quedé donde está y no aparezca de

nuevo en tu vida porque eso significara que aparecerá en la

mía –susurró con tristeza.

En su cabaña esperaba ansiosa Maca la llegada de

Mona, sabía que Esther le contestaría y sin duda se moría

de ganas por ver que le había dicho, la vio llegar dando

saltos con la camiseta de Esther, no podía parar de reír

porque parecía su clon. Un clon de una mujer maravillosa.

El animal llegó, Maca abrió y pasaron.

M_ ¿Y bien? –se puso en jarras.

Mo_ Uhhhhhh –le dio el papel.

M_ Muy bien. “¡Tendrás que enseñarme la patita o de lo

contrario no voy a dejar entrar a una amante!...”. Que

cabrona es –susurró- Ya verás –escribió mientras Mona

daba volteretas y Valiente se pegaba golpes al intentarlo-.

Mona toma, corre antes que se despierte Teresa que le

quedan diez minutos... corre –le hacía aspavientos con las

manos-. Esther... Esther... ¡ufffffffff! –susurró echándose a la

cama de espaldas.

Ansiosa esperaba respuesta Esther, Mona volvió a hacer

todo el paripé al igual que Valiente y al final le entregó la

nota.

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Page 305: TERCERA PARTE PIJA

E_ A ver –musitó con una gran sonrisa-. “Yo te enseño la

patita y todo lo que tú quieras, pero tú, te pones ese

camisón de encaje negro”. Ayyyyyy –suspiró cerrando los

ojos-. Maca... Maca...

Otra vez Mona de vuelta, otra vez lo mismo solo que

una vez cogió el papel la mandó fuera, se aseguró de que

nadie estuviera por allí, y a los pocos segundos vio como

Teresa salía con su pañuelo atado a la cabeza y Ramón tras

ella moviendo la cola. Se apartó divertidamente de la

ventana, y estrujo el papel sin querer.

M_ Mierda... a ver –abrió y sonrió leyendo-. “¿Qué te vas a

poner tú?, me muero de ganas... pero creo que Teresa

duerme conmigo” –se le borró la sonrisa-. Joder eso no se

me había pasado por la cabeza. Teresita, Teresita...

Tras revisar a Esther Teresa no le dijo nada, tan solo le

llevo otra taza de caldo.

E_ Teresa me muero de hambre... con esto no tengo ni

para empezar.

T_ Lo siento cariño pero debemos controlar tu

alimentación.

E_ Ya... pero ¡jooo! –protestó.

T_ ¡Ay que protestona me has salido con la comida!

E_ Uf, es que me muero de hambre –abría sus ojos

haciendo reír a Teresa-. Oye Teresa.

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T_ Dime –la miraba mientras le preparaba la pastilla que

se debía tomar.

E_ ¿No me puedo ir ya a la cabaña?

T_ Sí, pero vigilada.

E_ De acuerdo... solo quiero salir de aquí.

T_ No vas a poder salir de la cabaña, es más, te lo prohíbo

de igual modo que lo he hecho con Maca.

E_ Confía en nosotras Teresa –le dijo tratando de ser lo

más convincente posible.

T_ No confío, por eso es mejor que esta noche duerma

contigo.

E_ ¿Conmigo? –trató de controlar su expresión, la broma

que le había hecho a Maca resultó ser verdad.

T_ Sí, ¿no tendrías planes, verdad? –enarcó una ceja

desafiante.

E_ No, no... ¿planes yo? –la miraba divertida.

T_ Más os vale.

La acompañó hasta su cabaña y al entrar agradeció

encontrarse con su hogar, porque para ella era su hogar,

sin duda ya no recordaba la gran cama de su casa, ni las

sábanas de seda, ni las cortinas, ni su televisión de alta

definición, para ella su hogar era ese. Aquellos dos muebles

y una cama. Sonrió pero en ese momento tenía una

prioridad, avisar a Maca que realmente Teresa se iba a

costar con ella, o a lo mejor Teresa había contado a Maca

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Page 307: TERCERA PARTE PIJA

que se quedaba a dormir y no pasaba. Se mordía nerviosa

una uña, debía contactar con Mona... pero... ¿cómo?

La noche llegó y Esther se mostraba nerviosa, trató

inútilmente de avisar a Maca, sus ventanas no daban

lateralmente de esa manera no había forma de verse,

tampoco había visto a Mona, y sin embargo, si a los niños

que les cantaban a las dos, les bailaban danzas típicas para

aliviarles el encierro, pero hablar con los niños era todavía

más imposible. Ni loca quería tener contacto con ellos y que

después pasara algo, se moriría del remordimiento.

Maca esperaba la llegada de Teresa para llevarse la

bandeja, así que averiguaría si tal y como le había dicho

Esther, dormiría con ella o tan solo era un farol que se había

dado Esther para inquietarla.

M_ Estaba buenísimo.

T_ Le ha salido muy bueno a Nsona, si.

M_ ¿Y Esther?, ¿ya ha comido esto?

T_ No, esta a base de caldos y creo que va a terminar

comiéndose lo primero que pille.

M_ Es una glotona.

T_ Venga descansa.

M_ ¿Aún sigue en el hospital?

T_ No ya la he pasado a la cabaña, espero que descanse

bien –sonrió.

M_ ¿Te ha preguntado por mí?

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T_ No... ella no.

M_ Vaya –protestó.

T_ Bueno duerme, descansa y mañana será otro día

menos que te quedará para ver a... ¿tu novia?

M_ Teresa te juro que le pedí que lo fuera, pero no se

acuerda, dice –enarcó sus cejas graciosamente.

T_ Mañana te ducharas tú primero, luego ella.

M_ Bien... tengo unas ganas enormes.

T_ Si, desinfectaremos bien y asunto arreglado.

M_ ¿Vas a dormir ya? –le preguntó con cautela mientras

se metía en la cama.

T_ Eso voy a tratar, sí, ¿por?

M_ No por nada, ¿quieres acostarte conmigo? –le

preguntó con una medio sonrisa algo cautivadora.

T_ ¡Quita... quita... con lo bien que se duerme en mi

cama!

Cuanto más se acercaba la noche, ambas más

nerviosas estaban, excitadas pensando la una en la otra,

pero Esther sabía que debía tranquilizarse, nada iba a

ocurrir teniendo centinela a su lado.

Maca se había acostado esperando el silencio sonoro de

la noche, sus manos se fregaban una contra otra, sus dudas

se resolvían en mordiscos de uña, pasarse varias veces la

lengua por los labios y como si fuera una quinceañera, las

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mariposas revoloteando en su estómago a la velocidad casi

de la luz. Las ansias podían más que la cordura, el anhelo

de estar junto a Esther, más que la tranquilidad de dejar

pasar aquella noche. Pasaron dos horas para ella

lentamente, tan lentas que casi no hacía falta que se

cortara las uñas en un mes, decidida se puso en pie, se ató

el pelo en una coleta, miró antes por la ventana varias

veces y finalmente abrió con sumo cuidado su puerta una

vez se convenció que no había movimiento alguno por

fuera, la abrió apretando los dientes para que no hiciera

ruido, apoyó un pie con cuidado sabía por experiencia las

maderas que hacían ruido y buscaba evitarlas, todo era

oscuridad fuera, siguió caminando en la penumbra hasta

llegar a la puerta de Esther, suspiró para controlar su

corazón, se escuchaba más que el canto de los grillos. Se

pasó la lengua por la boca con decisión y como si fuera un

ladrón dispuesto a robar la joya más preciada, abrió la

puerta de Esther lentamente. Pasó, un pie, otro, el cuerpo y

cerró.

Entonces la vio dormida, justo en la esquina de la cama

parecía guardarle el lugar para ella, se acercó con cautela

no llevaba el camisón negro de encaje pero estaba

hermosa, recuperada, su rostro pálido de días atrás y tenso,

había dejado paso a un rostro con color y relajado, si que

era cierto que en él se notaba la delgadez de estar tres días

en el estado en el que estuvo, pero no por eso, su belleza

se había visto afectada, eso pensaba Maca quien había

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llegado hasta la cama, la alta luna la dejaba ver

plenamente, sus rayos bañaban el rostro y quizá, por la

magia de ese astro Esther se mostraba más tranquila. Pero

entonces se percató que no estaba Teresa, miró al pequeño

habitáculo donde estaba el lavabo, la puerta cerrada,

¿estaría dentro?, puso atención, no oía nada y tampoco le

importó las ganas de abrazar el cuerpo de Esther eran más

que nada, se acostó abriendo el mosquitero, y

seguidamente la sábana, se metió a su lado con una sonrisa

de felicidad extrema, allí estaba solo para ella, estrechó su

cuerpo contra el suyo pasó un brazo por la cintura de

Esther abrió una pierna y la pasó por encima de la de la

enfermera quien al notar el contacto emitió un gemido de

placer.

M_ Descansa mi niña…

Y así hicieron Maca se durmió oliendo aquella piel que

parecía estar hecha a su medida, el deseo que había

sentido durante la tarde pensando en que se verían, había

dejado paso a una extrema ternura que era lo que

despertaba en ella de manera irracional.

Al rato de estar en la cama, el contacto con Maca le

hacía sentir que estaba protegida, que era feliz, sonrió al

notar su mano en el vientre, la acarició y se apegó todo lo

que pudo al otro cuerpo, ése que se había dado cuenta

necesitaba, ése que era igual a ella pero no por eso menos

importante, o en ese momento, el cuerpo que más calor,

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pasión y cariño le había dado hasta ese preciso instante.

Entonces con una sonrisa recordó lo que había pasado

momentos antes.

“T_ Ya estoy aquí –apareció con su pijama y Ramón.

E_ Teresa… -se pinzó el labio.

T_ Dime –se acercaba a la cama, Ramón se tumbaba a los

pies.

E_ Tú no tienes corazón –la mujer la miró muy seria-.

Perdona pero tú no sabes lo que necesito a Maca, mira si ya

hemos estado juntas, Mona y Valiente han estado con

nosotras, tú también, por favor Teresa… por favor la

necesito… ¿qué problema hay en que estemos juntas?,

¿qué durmamos juntas? –la miraba con tal gesto de lastima

que Teresa no sabía que decir-. La necesito

desesperadamente.

T_ No si… sé que tienes razón… es un poco ridículo, sí…

E_ No, no es ridículo sé que quieres lo mejor, y sé que tú

tratas de que así sea, pero créeme Teresa lo mejor es que

estemos juntas”.

Y con ese recuerdo se durmió dejándose abrazar por su

amor.

Las luces del alba marcaron el alegre cantar de los

gallos, sus cantos, iban despertando a algunos miembros

de la aldea, para cuando la luz ya estaba en su mayor

apogeo, Teresa estaba en el huerto recogiendo algunas

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manzanas para las chicas, y ayudada en la cocina por

Nsona preparaban los desayunos alegres, entre canciones y

risas, tenerlos allí a los tres les había devuelto la alegría.

T_ Voy a llevarles el desayuno, llamaré antes de entrar.

Ns_ Si –reía divertida.

Lu_ Todo tranquilo…

T_ Más nos vale Lula cariño, ¿qué tal el chiquitín?

Lu_ Guapo –sonreía orgullosa.

Ns_ Los hombres se van de caza, quieren traer carne para

bienvenida de los tres.

T_ Si, algo me ha dicho Massamba. ¿Sabes una cosa

Lula?, Massamba está muy bien –le guiñó un ojo divertida

ante la sonrisa de Nsona.

Lu_ Si –agachaba la cabeza algo sonrojada.

T_ Me alegro –le dejó un beso en la frente-. Voy a ver

como están… -hizo un gesto de temor ante la carcajada de

las dos mujeres que comenzaron a cantar. Entonces antes

de entrar susurró-. Solo espero que estén vestidas… vamos

Teresa que no es la primera vez que lo ves, ya pero… no

sé… Esther es como mi otra debilidad, no sé, no sé… -se

repetía sin cesar. Llamó con los nudillos y espero la voz que

le diera entrada, al no escuchar voz alguna insistió.

E_ Pasa Teresa –se oyó por fin la voz de la enfermera

ronca por el sueño.

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Page 313: TERCERA PARTE PIJA

T_ Esto… -abrió y al verla sola enarcó las cejas entonces

miró al baño.

E_ No, no, no está –le aclaró con rapidez.

T_ Pero… -no entendía muy bien.

E_ Creo que estuvo pero ya no sé si lo he soñado.

T_ Vaya por primera vez en su vida ha sido buena… no lo

puedo creer –abría su ojos como platos.

E_ Ni yo –se frotaba la cara, al ver la bandeja le dijo con

cara de felicidad-. ¿Todo eso es para mí?

T_ No, cariño… tú sigues con dieta blanda.

E_ ¡Y me lo enseñas! –protestó poniéndose en pie y

acercándose a la bandeja, al ver lo que había no pudo

remediar poner un pucherito-. ¡Oh no!, ¿no puedo probar

las tortitas?

T_ No, son para Maca, tú manzana asada.

E_ ¡Solo!

T_ Con un poquito de agua de arroz.

E_ ¡Agua de arroz!

T_ Esther por favor no grites me vas a dejar sorda –le

decía muy seria dejándole el desayuno sobre la mesa.

E_ Joder –protestó mientras sus ojos se iban tras la

bandeja de Teresa.

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T_ Bueno voy a llevarle el desayuno a la otra, espero que

no me grite como tú, igual tengo que aguantarle su mal

humor por no poder estar contigo.

E_ Oye se me ocurre algo.

T_ Miedo me das.

E_ Deja aquí el desayuno de Maca y dile que venga.

T_ ¡Anda… tú te crees que yo me chupo el dedo!

E_ Venga Teresa… -fingía como si estuviera a punto de

llorar.

T_ No sabía yo que tenías esa vena de payasa –le decía

frunciendo el ceño.

E_ Por fi… me muero de hambre… por fi… por fi…

T_ Está bien, si te doy el desayuno, Maca no entra, si

quieres que Maca entre, te conformas con tú desayuno –le

dijo puntualizando.

E_ De acuerdo…

En su cabaña Maca seguía sin dormir, antes que

amaneciera le había dejado un beso a Esther y había salido

como entró sin hacer ruido, desde que había vuelto a su

cama no había podido dormir, daba vueltas mientras

pensaba en que iba a pasar con su vida, si bien era cierto,

que nunca pensaba en el futuro desde que Julia le había

traicionado, con Esther todo era diferente, totalmente

diferente. Y esa diferencia le hacía sentirse como si

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estuviera sobre tierras movedizas, Esther era importante y

no la podía dejar escapar por el miedo a ser feliz.

La puerta se abrió, tras ella Teresa, y Maca carraspeó,

antes de irse había dejado la cama arreglada de tal manera

que no supiera que había estado compartiéndola con

Esther, porque estaba segura que Teresa pondría el grito en

el cielo por desobedecerla.

T_ Buenos días.

M_ Buenos días Teresa, ¿qué tal estás?

T_ Bien ¿y tú? –sonrió de lado mirándola fijamente.

M_ Pues bien… estoy bien…

T_ ¿Has descansado bien?

M_ Sí, mucho –sonrió-. ¿Has visto a Esther?

T_ Vengo de allí.

M_ Me ha parecido oírla –le dijo acercándose a su altura.

T_ ¡Es una quejita!, vamos como si no hubiera comido

nunca –se reía.

M_ Si –le mostró una sonrisa amplia y muy entregada.

T_ ¡Uy qué cara de tonta!

M_ ¿Si, se nota mucho?

T_ Bastante.

M_ ¡Ay Teresa!

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Page 316: TERCERA PARTE PIJA

T_ Oye… tú sabes que Esther es muy pero que muy

glotona.

M_ Si, ha tardado en descubrirse pero si, bastante.

T_ Pues le he dicho que le daba a elegir, entre tomarse tu

desayuno y el suyo –Maca sonrió, Teresa guardó silencio.

M_ ¿Y?

T_ Y que tú pases está noche con ella –Maca abrió los ojos

y no vio su desayuno.

M_ ¿Entonces?

T_ Mucho debe de quererte si, porque para tener la

bandeja delante de sus morritos y elegir que vayas esta

noche a su cama… me la imagino con unas babas colgando

de su boca… -decía muerta de risa-. Los ojos casi fuera de

su sitio y todo para que te deje pasar la noche con ella.

M_ ¿Te ha dicho eso? –la miraba con gesto embobado.

T_ ¿Tengo cara de mentir? –la miró seria.

M_ ¿Y me vas a dejar?

T_ Sí, se me ha ocurrido una cosa, esto es como aquel

concurso que nos decía Cruz ¿cómo era?, ese que estaban

todos en una misma casa.

M_ No sé.

T_ Pues vosotras vais a estar encerradas los once días

que quedan, nadie entrara, cuando os dejemos la comida o

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cena, se golpeara la puerta, solo saldréis a ducharos bajo

mi supervisión.

M_ Juntas –dijo ilusionada ante la idea notaba como se

estaba excitando solo de pensarlo.

T_ No, escándalos públicos no –decía seria paseando de

un lado a otro de la habitación bajo la atenta mirada de

Maca-. Si superáis esta prueba, entonces… lo habréis

superado todo.

M_ Bien, me parece justo si.

T_ ¿Te parece justo? –le preguntaba con cierta sorna

asintiendo con la cabeza.

M_ Ya te digo…

T_ Y yo te digo, Esther está baja de defensas –la apuntó

con su dedo blandiendo al aire.

M_ Teresa que sé cuidarla… que es mi niña… -le decía

poniendo cara de niña buena.

T_ Tu niña… ¡ay tu niña!, ven aquí –la estrechaba con

fuerza contra sí-. Me alegro Maca, me alegro mucho.

M_ Lo sé… solo espero que salga bien.

T_ Antes de que pases con ella, quiero hablar contigo, así

que ahora vas a desayunar o la voy a encontrar

enloquecida frente a la bandeja, luego hablamos con calma.

M_ ¿No me puedo ir ya? –la miraba atónita.

317 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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T_ Aún no, deja que este medio día le voy a dar de comer

algo más sólido, a ver como le sienta y entonces… podrás

pasar, ¿o pasa ella?

M_ Voy yo, voy yo –le dijo deprisa.

T_ Está bien.

M_ Teresa… -la mujer se giró mirándola con una sonrisa

en los labios-. Gracias.

T_ No hay de que… pero… te lo advierto nada de

tonterías Esther es una gran mujer.

M_ Lo sé –respondió emocionada y al quedarse sola, se

abrazó ella misma sonriendo al tiempo que cerraba los ojos

y murmuraba-. Esther… para que negarlo… me tienes loca.

Cuando Teresa entró a la cabaña de Esther, la vio

sentadita como una buena chica formal ante la bandeja,

con cara de estar pasando un momento muy malo, Teresa

no pudo más que sonreír.

T_ Estás graciosísima.

E_ ¿Y Maca? –la miró con cara de tonta sin remedio.

T_ Hasta la noche no vendrá.

E_ Tú me quieres matar.

T_ Jaja –dio una carcajada-. No, necesito hablar con ella.

E_ ¿De Julia? –Teresa asintió, Esther agregó con una

mueca de cierto miedo-. ¿Justamente hoy?

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T_ Sí, no quiero falsas esperanzas entre vosotras, Maca

debe saber la verdad, y una vez sepa la verdad tendrá que

elegir.

E_ No sabía que se te daba tan bien eso de las

disyuntivas –le dijo con cierto aire de desesperación.

T_ Es lo mejor –le acarició la cara con ternura sonriendo

como si entendiera su postura.

E_ Ya, perdona.

T_ Tranquila, todo irá bien.

E_ ¿Oye lo mío no ha llegado?

T_ No, ni tampoco me dijo nada Dávila.

E_ No sé... espero que mi madre no me falle –se rascaba

la frente de manera graciosa.

T_ ¿Cómo te ha sentado esto?

E_ Me ha hecho cosquillas, me muero de hambre.

T_ Dentro de un par de horas te traigo algo más, un poco

de arroz ¿vale?, veremos que tal te sienta.

E_ Si le pusieras un poquito de pollo estoy segura que de

muerte.

T_ Un poquito de pollo –sonreía.

E_ ¿Qué te ha dicho Maca?

T_ Está muy formalita, demasiado diría yo –fruncía el

ceño y le decía bajando la voz-. Ésa algo quiere.

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Terminaban la conversación con una gran carcajada de

las dos y Esther le daba un abrazo cariñoso a la mujer que

sentía que las cosas iban mejorando poco a poco.

A media mañana los hombres dieron los golpes

oportunos para avisar que partían de caza, Yildas que ya

estaba recuperado pero no lo suficiente como para ir de

caza, se quedaba en la aldea como vigilante junto a Louabi.

La danza de la caza, fue seguida tanto por Maca y Esther

que sonreían al ver como Mona trataba de seguir el ritmo

de los hombres, y como Valiente terminaba en el suelo tras

algunas vueltas. El ambiente relajado y feliz, ayudaba a que

todo fuera algo más fácil.

Hasta que a la hora de la siesta, Teresa se sentó frente

a Maca. Teresa en la silla y Maca sentada a los pies de su

cama, el rostro de la mujer era ciertamente tranquilo pero

en él, Maca denotó algo que no le gustaba por esa razón le

dijo muy seria:

M_ No me digas que ahora me vas a negar irme con

Esther porque ya lo tengo todo preparado.

T_ ¿Todo preparado?, ¿y puedo saber que vas a

necesitar? –le preguntó sonriendo como si le hubiera dicho

una barbaridad.

M_ Pero que mala eres –musitó sonriendo, mientras

continuaba diciéndole con gesto de ternura-. No voy a

poder pasarme con ella Teresa está malita, primero le daré

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tiempo para que se recupere, luego... –se mordió el labio y

movió débilmente la cabeza.

T_ Si, eso es cierto está malita. Bueno a lo que venía.

M_ Eso. Sé breve por favor –le dijo mientras subía sus

piernas sobre la cama-. Me están esperando.

T_ Julia ha vuelto a tu vida sin permiso –Maca empalideció

nada más escuchar aquel nombre le fue suficiente para

bajar las piernas de la cama, mirar desconcertada a Teresa

y cambiar su gesto por una mueca de incredulidad e

inquietud total, le había pedido brevedad y Teresa entendió

que era mejor arrojarlo sin rodeos-. Lo ocurrido en el campo

de refugiados no fue una casualidad, su mano que aunque

sea blanca parece negra, está detrás.

M_ Por favor Teresa –rió manteniendo el gesto de

perplejidad en su rostro-. No hagas como Esther.

T_ Puedes tomarlo como tú quieras, por lo que sé, ha

debido cansarse del marido, lo han destinado un año entero

a la India, debe estar aburrida y quien mejor que tú para

quitarle el aburrimiento –Maca se levantó de la cama con el

ceño fruncido, con el gesto de no poder creer que la mujer

que había destruido su vida podía volver a ella sin más-.

Cruz me puso en aviso.

M_ ¿No se lo habrás comentado a nadie? –la miró

fijamente.

T_ A Esther.

321 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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El silencio asustó a Teresa, sin duda esperaba de todo

excepto ese silencio, Maca se había apoyado en la pared

mirando por la ventana, fuera el mundo continuaba, las

luces de las cabañas demostraban que los niños aún no se

habían dormido, Nmala y su perro, llegaban a su cabaña la

mujer sabía debía estar nerviosa, su nieto iba como jefe del

grupo para la caza, podía adivinar como su cansado

corazón palpitaba tanto de alegría como de miedo, y por

delante pasó Lula con su pequeño en la espalda, sus ojos se

encontraron, la joven no pudo evitar una mirada triste al

entender el miedo reflejado en los ojos de la Doctora. Y

Nsona sentada esperando que su marido volviera de la

caza, con la esperanza de vida en su vientre, con la ilusión

en su mirada, tratando de dormir al pequeño Mbe, tan

inquieto como siempre. Todo fuera seguía funcionando,

dentro no funcionaba nada, ni siquiera su corazón.

En su cabaña Esther esperaba ansiosa, había estado

imaginando que podía pasar por la cabeza de Maca al saber

lo que ocurría, de repente había sufrido un miedo atroz al

pensar en la sola posibilidad de perderla, sabía que Maca

estaba muy herida, pero la herida de un corazón se mide

por el amor que ha dado, y su corazón había amado mucho

a Julia, ¿qué haría si decidía darle una oportunidad

nuevamente?, entonces el agobio que sentía era tal que

necesitaba levantarse de la cama y resoplar, notaba un

nudo en su estómago, y no era hambre precisamente.

Llevaba controlado el rato que llevaban hablando,

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demasiado para su gusto, ella pensaba sería mucho más

rápido, decirle Teresa la noticia, y Maca contestarle no me

interesa, al menos ese había sido su pensamiento su sueño.

Se mordía una uña, se asomaba a la ventana esperando

algo, y pasó un buen rato hasta que Teresa salió de la

cabaña de Maca dirigiéndose hacia el hospital. Iba

cabizbaja y de repente el miedo que se había asomado en

su persona, terminó por apoderarse totalmente de ella.

La ausencia de noticias, dejó a Esther muy tocada,

imaginaba que Teresa le diría algo y al no hacerlo se temió

lo peor. Y si la ausencia de noticias la tenían desconcertada,

la ausencia de Maca la tenía asustada, realmente asustada.

La tarde ya había dibujado hermoso colores en el cielo,

Maca lo miraba aunque no veía aquella variedad donde el

sentido de la vista debía hacer llegar a su mente un cuadro

extraordinario trazado para ser admirado, Maca no miraba,

no veía más que una lluvia que en ese momento no caía

fuera de su cabaña, pero sí lo hacia en el interior de su

cabeza, la lluvia de recuerdos, la lluvia de sus ojos ante

tales recuerdos. La noche la descubrió en soledad como le

había pedido a Teresa, la noche le llegó sin darse cuenta

mirando por la ventana sin ver que la oscuridad no solo

había envuelto fuera de su cabaña su presencia, sino, en su

interior como persona.

Y la tarde hasta la noche pasó de manera brutalmente

lenta para Esther, Nsona le había llevado el arroz que debió

323 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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llevar Teresa, no hizo preguntas, ya no le quedaban, tan

solo esperó recibir una respuesta o una confirmación a sus

miedos.

Y la noche llegó para Vilches, se le hizo tan oscuro como

el cielo que no tenía estrellas ni luna, las palabras de

Teresa iban llegando a él y llevándolo a la oscuridad, Maca

estaba perdida y así lo reconocieron los dos.

V_ ¿Lo sabe Esther?

T_ Claro…

V_ La vida es complicada y sin duda, a Maca se le va a

complicar en el momento menos adecuado.

T_ Nunca es el momento para que te destrocen la vida,

pero estoy de acuerdo contigo.

V_ ¿Y cómo lo ha tomado nuestra pija?

T_ Nerviosa.

V_ Normal y eso que ella no creo que llegue a imaginarse

lo que Julia fue para Maca.

T_ Ya… si te digo que me duele el estómago ¿me

creerías?

V_ Sí –dijo desanimado.

Para Esther esas hambres locas que tenía se le habían

marchado, desde el momento en que Maca no había pasado

a la habitación, caminaba de un lado a otro meditabunda,

se acostaba dando vueltas, había conectado el ordenador el

que había descubierto se había quedado inexplicablemente

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sin batería, se contentaba con ver las fotografías que había

sacado con su cámara. Admirarla calladamente sola. De

repente dos golpes en la puerta desataron su sonrisa, se

olvidó de todos los malos momentos que había pasado

pensando en que decisión habría tomado Maca, sabía que

era ella estaba allí como deseaba.

E_ Adelante –pero no entró-. Vamos no seas mala,

¿quieres que abra yo? –silencio como respuesta-. ¡Maca!

Mo_ Uh uh uhhhhhh –oyó la voz de Mona.

Va_ Uhhhhh –resonó como eco la voz de Valiente.

E_ ¿Mona?, ¿Valiente? –se preguntó sorprendida y

nuevamente decaída. Abrió la puerta y los vio allí formalitos

cada uno con una camiseta suya, cuando la vieron ambos

sonrieron mostrando sus dientes-. Hola chicos... pasar... –

aunque trató de sonreír no lo logró-. ¿Qué os pasa?

Mo_ Uh uh uhhhhhhhhhh –sacó una flor de su espalda y

se la entregó.

E_ Vaya... ¿y esto?... muchas gracias Mona –sus ojos se

llenaron de lagrimas una flor que no entendía que hacía en

la espalda del animal, ni porque se la había dado a ella-.

Gracias cariño.

Mo_ Uhhhhhhhhhhh –le dijo golpeando en la cabeza a

Valiente.

V_ Uh uh uh –decía tapándose los ojos.

Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhh.

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Page 326: TERCERA PARTE PIJA

V_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhh.

Mo_ Ah.

V_ Uh.

E_ ¿Ya habéis acabado de discutir?... no sé a quien me

recordáis –decía sonriendo mientras olía la flor.

V_ Uhhhhh –sacó un papel de debajo de la camiseta de

Esther que le venía a pesar de su pequeña talla grande y se

lo entregó con los ojitos repletos de cariño.

E_ Gracias Valiente –le regaló una sonrisa cariñosa.

Mo_ Uh –le gruñó a Valiente como dando por buena su

actuación.

Va_ Uhhhh –susurró abrazándose a Mona mientras

miraban a Esther y Valiente se sacaba un moco.

E_ A ver –sonreía imaginando lo que era y comprendiendo

entonces de quien venia la flor. Leyó la nota y dijo con cara

de susto-. Joder... ¿dónde tengo el camisón?

Dejó la nota, la flor encima de la cama y fue hasta el

armario, los dos animales la miraban, mirándose entre ellos

elevando los hombros, Esther sonreía, lloraba, no sabía muy

bien como tomar aquello pero sin duda Maca iba a pasar a

su lado, y eso era significativo y sobre todo, lo que quería

que ocurriera.

E_ Aquí está –dijo al verlo tras remover toda su ropa.

Va_ Uhhhhhhhhhhhhhhh –se echó a ella para arrebatarle

lo que pensaba era suyo.

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Page 327: TERCERA PARTE PIJA

E_ No Valiente... no... que va a venir Maca –le decía al

animal tratando de no dejar que cogiera el camisón.

Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh –gruñó a Valiente que seguía

tratando de luchar con Esther por el camisón.

E_ Suelta Valiente joder... que es mío –en ese rifi rafe al

final acabaron los tres en el suelo luchando por el camisón-.

Valiente.

Va_ Ahhhhhhhh.

Mo_ Uhhhhhhhhhhhhh.

E_ Nooooooooooooooooooooo.

M_ Vaya... no estás aburrida, no –los tres se detuvieron en

la lucha mirándola al escuchar su voz, Maca estaba

apoyada en el quicio de la puerta con su hombro sobre la

madera, su pie derecho pasado por delante del izquierdo y

los brazos cruzados sobre el pecho.

E_ Hola –le dijo torpemente mientras Valiente estaba

sentado sobre su vientre y Mona en el suelo encima de

Esther y Valiente una pose un tanto divertida todos con los

ojos muy abiertos.

M_ Si estás ocupada me marcho –le habló con ese tono

suyo borde y casi burlón.

E_ No, no –se apresuró a decir sin saber porque se puso

nerviosa, de un salto se levantó dando de lado a ambos

animales mientras se ponía el camisón en la espalda

sujetado por sus manos.

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Page 328: TERCERA PARTE PIJA

Va_ Uhhhhhhhhhhhhhh –señalaba el camisón.

Mo_ Ahhhh uhhh uh ah –se tapaba los ojos negando con

rapidez su cabeza.

M_ ¿Puedo pasar?

E_ Sí, sí –respondió atontada, Maca parecía mantener

nuevamente su pose chulesca recordándole a la primera

Maca que se encontró al llegar a la aldea.

M_ ¿Qué tienes ahí? –le preguntó señalándole la espalda

con las cejas.

E_ Mmmm, nada –sonrió no podía controlar sus nervios

mientras Valiente saltaba y trataba de quitárselo y Esther

se medio giraba para impedírselo huyendo de él.

M_ Valiente, Mona ¡fuera! –les dijo con autoridad.

Mo_ Uh uh uh uh –parecía quejarse por echarla.

M_ Gracias por la ayuda ahora fuera.

Va_ Uhhhhhhhhh –señalaba el camisón mientras lo

arrastraba Mona.

M_ Eso está mejor, sola para mí –dijo al quedarse solas,

Esther estaba como un flan, los nervios se habían

apoderado de ella, cuando Maca se había dado la vuelta

trató de dar un fuerte respingo silencioso para que no

pudiera oírla, apretando el camisón entre sus manos-.

Bien...

E_ Bien –repitió al ver que se acercaba a ella.

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M_ Por fin solas.

E_ Si –la miraba a los ojos como si quisiera adivinar que

pasaba por su mente.

M_ Estás mucho mejor –se pasó la lengua sensualmente

por los labios haciendo que la entrepierna de Esther llamara

suavemente a su dueña para hacerse notar. Mientras Maca

se quedó a un solo paso de ella sintiendo su propia

llamada-. ¿Puedo besarte?

E_ Tú sabrás –le respondió tratando de serenarse.

M_ ¿Por qué no te cambias? –le sonrió divertida

entendiendo aquella respuesta-. Y... así... te demuestro lo

que yo sé.

E_ ¿Me esperas?

M_ La eternidad si hace falta –la miró tan intensamente a

los ojos que le gustó lo que vio, temblar de emoción.

E_ En mucho menos estoy de vuelta, pero... es bueno

saberlo.

Maca no le contestó, tan solo se mordió el labio de

manera tan cautivadora que tuvo que suspirar para no

ahogarse con su propia felicidad. La vio perderse tras

aquella débil puerta, cerró los ojos, abrió un poco la boca,

suspiró.

Mientras, Esther notaba como su piel se había erizado,

la flor, la nota, su presencia, Maca estaba fuera

esperándola, no quería preguntarle más, solo quería que la

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abrazara y que musitara que era su niña, ni siquiera pedía

que le dijera que la quería, solo quería sentirla, saber que

estaba allí le hacía sentirse como si se estuviera dejando

llevar en la bajada de la más grande de las Montañas

Rusas. Se miró al pequeño espejo, notaba como sus mejillas

se habían alterado de la palidez que se vio la última vez a

ese rojo pasión que tenía en ese momento, notaba como su

cuerpo necesitaba ahogar la sed que sentía de ser bebida

por los labios de Maca, con una media sonrisa abrió la frágil

puerta y decidida a todo salió.

La habitación parecía diferente de cómo la había

dejado, las cortinas echadas, el mosquitero medio abierto,

una pequeña vela sobre la mesita encendida, no había más

luz, ni siquiera estaba Maca solo estaba ella con los pies

descalzos, el camisón que le llegaba hasta medio muslo y el

encaje que dejaba ver y no ver su piel como si jugara a un

escondite para su dueña, dio dos pasos hacia delante y

notó como los brazos de Maca por detrás se adueñaban de

su vientre, tragó saliva sintiendo desesperadamente la

necesidad de tocarla, se giró con anhelo con apremio y los

ojos de ambas se encontraron, en ellos marcado en sus

pupilas el más visceral y tierno deseo, no necesitaron

palabras, Maca atrapó los labios de Esther metiendo sus

manos directamente por debajo de la escueta falda del

camisón, posándolas en su trasero, acto seguido fue Esther

quien apartó aquella camisa con la que le había

sorprendido Maca, blanca y medio transparente que al igual

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Page 331: TERCERA PARTE PIJA

que ella le llegaba por la mitad del muslo y estaba

abotonada de manera que dejaba al aire su lunar. De

repente las respiraciones de ambas comenzaron a

dispararse sin control, las manos llenaban la piel ajena, las

bocas se destrozaban besándose, las lenguas calmaban la

fiereza de los labios, pasos rápidos hasta la cama, Maca

dejó caer a una Esther que no estaba dispuesta a dejarse

vencer rápidamente, y arrastró a Maca sobre ella, rodaron

por la cama con desespero, las bocas buscaban la piel, y

por encima del encaje, la boca hambrienta, sedienta de la

Doctora atrapó el pezón erecto de una enfermera que unió

sus labios perfilándose sus venas en la garganta y un leve

gemido salió como si fuera un grito ensordecedor de su

interior. Maca sentía su propia humedad, sentía que moría

de ganas por aquella mujer, apartó con rapidez el camisón

con tanta rapidez que Esther se vio desnuda de golpe y lo

mismo hizo segundos después con la camisa de Maca,

desnudas volvieron a rodar por la cama, Esther abrió sus

piernas y subió a horcajadas sobre Maca, rozó con su sexo

suavemente henchido de deseo el bello ajeno y cerró los

ojos notando como miles de rayos caían del cielo para

atravesar su espalda, esta vez el gemido y las venas de la

garganta se reflejaron en el cuello expuesto al lanzar la

cabeza hacia detrás de Maca, quien apretaba

desesperadamente los muslos de Esther con sus dedos

hasta casi dejarla sin circulación en la zona donde sus

yemas ansiosas de caricias descansaban.

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Page 332: TERCERA PARTE PIJA

E_ Mírame –musitó con la voz extasiada de placer-. Maca,

mírame.

Pero Maca hizo algo mejor que mirarla, de un impulso

se sentó, acoplándola sobre su cuerpo entre sus piernas

uniendo sus sexos, mientras se miraban, Maca apretó los

dientes, ladeó su melena hacia el lado derecho y con

fiereza hizo suyo el cuello desprotegido y entregado a ella,

lo lamió, lo besó, lo atrapó entre sus dientes mientras

Esther la apretaba con sus manos, con sus brazos, como si

fueran una cadena para encadenarse a su cuerpo y no dejar

que nada la separara de ella, tras lamer su cuello y

ayudarla a moverse contra ella, separó sus labios de la otra

piel echando la cabeza hacia detrás, y eso dejó camino para

que Esther hiciera lo mismo, con la punta de su lengua

repasó todo el cuello de Maca quien volvió a gemir, recorrió

el camino tan lentamente que notaba a su paso como se

iba erizando la piel amada, como la respiración de Maca

que se mordía los labios se incrementaba

irremediablemente, como sus brazos estrechaban su

cintura como la ayudaba a moverse más y más rápido,

entonces Esther necesitó aferrar su mano en el pecho de la

mujer que gozaba con los ojos cerrados con la boca entre

abierta, con la lengua proveyendo a sus labios de humedad,

con gemidos, con un goce que nunca había provocado en

nadie, ni siquiera ella misma había gozado así con su novio,

lo que estaba sintiendo en ese momento era único, como si

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Maca se hubiera decidido a abrir el techo de la cabaña y

entregarle un viaje al Universo.

Sentía como las manos de la Pediatra recorrían

lentamente con las palmas bien abiertas su espalda, notaba

como sus sexos humedecidos se llenaban, como si fueran la

marea que se desborda por los rayos de la luna, allí

mordiéndose, besándose desesperadamente, Maca

ayudaba a moverse más rápido a Esther, ambas gemían

ahogándose los gritos en las bocas, el ritmo se

incrementaba más y más, los ojos cerrados, los dedos

presionando la otra piel, las gargantas exigiendo paso para

que el aire desfilara como si fuera un tifón.

E_ Maca... –notaba como su voz era entre cortada ávida

del placer que estaba sintiendo.

M_ No pares Esther... Esther –se ahogaba nombrándola

quería adorarla, quería llevarla de la mano a un lugar

privado para ambas.

E_ Ya... Maca... Maca...

M_ Si, si, ya mmmmmmmmmmmmmmmmmmm –gimió

apoyando su frente en el hombro de Esther.

E_ Mmmmmmmmmmmmmmmm –igualmente desfalleció

con la respiración entrecortada entre los brazos de Maca.

Trataban de recuperarse, abrían la boca como si no

pudieran respirar, como si el placer las estuviera ahogando

en la felicidad, se miraron sonrientes, y comenzaron a

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Page 334: TERCERA PARTE PIJA

besarse con ternura, con una ternura apasionantemente

abrumadora.

Poco a poco fueron calmando sus respiraciones,

recuperándose por el maravilloso cansancio que tenían, se

miraban sonrientes entre besos y caricias, intercambiando

ese momento de intimidad, juntaron sus frentes, Maca se

pasó la lengua por los labios a lo que Esther le dijo:

E_ Me vuelve loca ese gesto, te lo advierto, me provoca

hacer locuras.

M_ Pues hazlas –le dijo con delicadeza mientras su mano

recorría la columna de Esther.

E_ Aún estoy convaleciente, Teresa me dijo que tenía que

tener conocimiento.

M_ Teresa... –asintió-. ¿Y a quién vas a hacer caso, a mí o

a Teresa?

E_ Está claro ¿no? –le preguntó provocativamente.

No hubieron más palabras, nuevamente la pasión rodó

en la cama, Maca la apoyó y se subió sobre ella, las manos

de Esther recorrían la espalda de su adorada amante, lo

hacía con suavidad de igual modo que los labios de la

médico recorrían su piel, con delicadeza mientras con una

mano se apartaba el pelo, con la otra recorría su cuerpo, y

besaba sus pechos, Esther sentía el placer de golpe otra

vez nacer en ella, sentía la sangre acumulándose al igual

que la humedad en su sexo, nunca había sentido aquella

necesidad visceral de que la siguieran amando, nunca

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recordaba había sentido algo parecido, y sin embargo con

Maca todo era distinto.

E_ Más Maca... quiero más...

M_ Estás convaleciente mi niña –le dijo sonriendo

mientras apoyaba su barbilla sobre sus costillas.

E_ Pero tú eres médico y sabes el remedio que necesito

para ponerme bien.

M_ ¿Para ponerte? –la miró enarcando su ceja derecha y

un leve movimiento de cabeza.

E_ Tú sabes como me pones –le musitó con la voz

cargada de erotismo.

M_ A ver.

Entonces abrió sus piernas y subió sobre Esther,

comenzaron a besarse con lentitud, para acabar en pocos

segundos de pasar a un fuego ardiente, cuando la lengua

de Maca tuvo suficiente placer con la exploración que hizo

en su boca, se encargó de rodar por la piel de su amada,

pasó lentamente por los pechos, por su vientre dibujando

suaves círculos, jugó en su ombligo mientras la enfermera

le obligaba a bajar con apremio, y pasó por su sexo, Esther

había abierto las piernas invitándola con total libertad,

quería darse a ella, quería que la volviera loca, sus ojos

cerrados, aquello le daba tanta incertidumbre, no notar

donde estaba, no saber donde iba a recibir la caricia, le

creaba un éxtasis casi al límite de la vida y la muerte.

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Page 336: TERCERA PARTE PIJA

E_ Maca... Maca...

M_ ¿Qué te pasa mi niña?, mi reina... mi princesa guapa.

E_ Te deseo tanto... nunca he deseado a nadie así.

M_ Esther –susurró.

E_ Ah –resopló sintiendo el deseo sobre su piel.

M_ Así, quiero que me desees, así –susurraba sin tocarla

solo contemplándola.

E_ Ahh mmmm Maca.

M_ Quiero tu deseo, quiero que seas mía.

E_ Si, si Maca por favor.

Y accedió a aquella suplica, sus labios atraparon el

sexo de Esther que no pudo evitar soltar un aullido leve,

notó como su lengua sin ayuda de sus manos jugueteaba

por sus labios, como lentamente se abría paso provocando

en Esther un alud de placer, seguía cerrando los ojos,

apretando sus manos sobre la cabeza de Maca que quería

llenarla de todo el placer que necesitaba dar, en ella en su

interior una batalla se había erigido como una tortura para

ella, se obligaba a pensar en Esther, en ese lugar en el

paraíso que quería regalarle, y entonces sentía su propio

deseo crecer con furia, su cabeza alejarse, volver,

marcharse, eludir pensamientos, mientras su boca ofrecía

caricias que se obligaban a que fueran lentas para alargar

más el momento de una Esther que ajena a la lucha interna

que Maca llevaba, disfrutaba de cada recorrido que sentía

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Page 337: TERCERA PARTE PIJA

en su sexo, de cada vez que Maca con su lengua abría,

cerraba, penetraba en su sexo, de cada roce, cada caricia

eran suyas, y sus piernas temblaban, su piel se erizaba, sus

manos apretaban a una Maca que de repente se volvió más

fiera en sus caricias, se apoyo de rodillas sobre el fino

colchón, sus dedos abrieron aquellos labios henchidos y

rojos para ir en busca del tesoro de Esther, lo encontró con

rapidez, lamía con toda la fuerza que podía como si así

fuera borrando cualquier otro pensamiento, y allí mirando

como los pechos de Esther ascendían y descendían cada

vez con mayor intensidad y rapidez, observando como su

respiración se agitaba, como su piel se erizaba, como sus

caderas no podían dejar de moverse en la boca de Maca,

como movía su cabeza de lado a lado, notando en su boca

como se tensionaba, notando como su propio sexo pedía

ser calmado, sintiendo que su corazón explotaría, entre

toda una marea de sensaciones, Esther se doblegó, ahogó

como pudo aquel grito de un orgasmo que había llegado a

ella como un remolino que en su corazón barrió todo lo que

por años había sentido, miedo, dudas, insatisfacción, Maca

acababa de borrar todo eso dejándole la sensación de

poder ser feliz, de poder luchar contra lo que hiciera falta

por ser feliz, le acaba de dejar desnuda de alma para ella.

E_ Maca.... –fue lo último que pudo decir con un hilo de

voz.

Pero no obtuvo respuesta, Maca estaba doblegada

como si sufriera un dolor insoportable en su interior, cuando

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abrió los ojos, se encontró con su figura allí, y vio sus

lagrimas, al levantarse notó su temblor, no le dijo nada, aún

con la respiración jadeante, la abrazó, la estrechó entre sus

brazos, dejándole un beso en la sien, cerró los ojos y la

obligó a acostarse.

M_ Ayúdame...

E_ Claro –susurró algo perpleja de su estado.

M_ Abrázame por favor.

E_ Si... –la tapó con la fina sábana y la estrechó entre sus

brazos, notó el suspiró entre cortado de Maca, y le dijo con

voz algo quebrada-. Solo quiero que me digas una cosa.

M_ Esther... yo... –cerró los ojos con temor.

E_ ¿Me lo has hecho a mí o a ella?

Maca sintió aquella pregunta como si le hubieran

traspasado con una espada el centro de su espalda, era

consciente que aquel mismo sentimiento o peor, había

sentido Esther, por esa razón no podía dejar las cosas así,

por un lado le hubiera gustado echar a correr, huir de la

situación tan tensa y desagradable que había vivido y le

había hecho vivir, no podía engañarla, no podía ser más

cruel de lo que ya había sido, por eso, se giró despacio

quería mirarla a los ojos, necesitaba mirarla a los ojos, los

suyos volvían a estar con la sombra que Esther los conoció,

y que durante algún tiempo en el Refugio, cuando la estuvo

cuidando, había desaparecido totalmente pero en ese

momento en que se giraba y la miraba, volvían sus bellos

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ojos a mostrarse apagados y tristes. Por instinto de

defensa, Esther apretó su mano sin percatarse si quiera

contra la cadera de Maca que era donde reposaba, aquel

acto reflejo dejó claro a la médica que estaba realmente

asustada tal y como a ella también le gritaban sus ojos.

Tragó saliva, le acarició lentamente la cara y con la voz

tan apagada como sus ojos le susurró como si al alzarla

pudiera romperla en mil pedazos.

M_ Esther te lo he hecho a ti, luchando contra sus

recuerdos…

E_ Creo que deberías descansar, pensar ¿no te parece?

M_ Sí, lo último que quiero es hacerte daño.

E_ Yo, lo único que quiero, es que te hagan daño a ti –le

acarició la cara con su misma ternura y Maca le tomó

aquella piel dejándole un beso sintiéndose afortunada-.

Descansa.

Ninguna dijo nada más, ambas temblaban y no era

precisamente de placer como momentos antes, ambas

sentían ese temblor repleto de miedo entre las luces y

sombras que la vela iba dibujando en la pared, sobre ellas

mismas, luces y sombras como habían vivido ellas, se

miraban como si fuera la manera de encontrar una paz,

como si así pudieran juntas ir hacia la luz, pero

irremediablemente, el miedo las acercaba cada vez más

hacía las sombras. Los párpados cubrieron ese sentimiento

que hacía dispararse las palpitaciones de sus corazones, lo

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escondieron, para no seguir torturándose por más tiempo y

trataron de dormir, Maca se había dado la vuelta obligando

de alguna manera que Esther la abrazara, así lo hizo, pero

ninguna podía dormir, ninguna podía respirar con

tranquilidad, a la enfermera tras el gran placer que había

sentido lo único que le quedaba era una congoja tan fuerte

que le dolía el estómago y se le había quedado un nudo en

su garganta que le producía dolor. A Maca por su parte, tras

esa lucha titánica que había librado con su interior por

sentir que era a Esther a quien quería volver loca, para

ahogar en el pozo de su dolor el recuerdo de la otra se

sentía sin fuerzas, abatida sin animo ni siquiera de decirle

algo que pudiera calmar su desidia porque no encontraba la

palabra que pudiera mostrar lo que realmente en su interior

no había, y era calma y paz.

Había pasado una hora desde que se habían dedicado

las últimas palabras, Maca se levantó de la cama, miró a

Esther que no dormía, tan solo parecía hacerlo, recogió su

ropa, se vistió y como si su alma pesara toneladas se

marchó de la cabaña, al escuchar como se cerraba la

puerta, Esther abrió sus ojos bañados en lagrimas, no

esperaba la reacción de Maca, la conocía y sabía que era

terriblemente cerrada que no iba a conseguir sacarle lo que

realmente sentía, dio una vuelta en la cama, quizás era el

momento de retirarse de dejarla, sabía que no podía ser

superficial con ella, aquello que le había dicho una noche

bajo la luna no era cierto, no podía acostarse con ella sin

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amarla. No podía ser como ella. ¿Y cómo era ella?, sin duda,

era como esa Maca que había llegado apoyada en la puerta,

la que le había besado con ternura, la que le había

acariciado y susurrado tantas veces su nombre, la que a

pesar de estar mal por dentro había dado lo mejor de si

para hacerle por un instante la reina del Universo del

placer. Se sentó en la cama, era la primera vez que se

sentía perdida en aquel lugar, desangelada y sola.

E_ Maca... ¿qué vamos a hacer? –susurró despacio.

Habían pasado cerca de tres horas desde que había

abandonado la cabaña de Esther, no se había acostado,

estaba a oscuras con una débil luz que entraba por la

ventana, había abierto el cajón donde bajo algunos libros

estaba oculta la fotografía de ella y su hijo. No le hacía falta

luz para ver el rostro de aquella mujer, lo sabía

perfectamente, lo había mirado tanto durante tanto tiempo

que no necesitaba luz para enfocar la imagen que en ella

guardaba, una imagen de la que creyó su familia, el

pequeño en brazos de una madre feliz y sonriente. Su única

fotografía porque las que tenía ella con el pequeño se

quedaron en la cámara, ésa se la entregó ella misma antes

de marcharse para su viaje a África y así que supiera que la

amaban y la esperaban, al menos esas habían sido sus

palabras. Suspiró. Sin querer había hecho daño a Esther, ¿y

ahora qué?, se preguntaba sin saber muy bien que debía

hacer, que debía decirle, hasta al marcharse notó como

enredaba algo más su relación con ella, cuando se

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despertara y no la viera ¿qué pensaría?. Suspiró, se pasó

las manos por la cara, por el pelo, frunció los labios notando

aún en ellos el sabor de Esther, cerró los ojos y se aferró al

recuerdo de sus caricias, de sus gemidos, de su piel

erizada, de sus dedos jugando con su pelo. Subió un pie

descalzo sobre la silla, apoyó su brazo sobre la rodilla y su

barbilla se depositó en el brazo, cerró los ojos y quiso

pensar que iba a hacer con su vida, que podía hacer por

escapar del pasado y entregarse al presente que vivía, o

por el contrario, escapar de ese presente y volver a vivir el

pasado que vivió con su familia.

Lentamente la puerta de su cabaña se abrió, la luz que

dejó pasar iluminó levemente la figura de Maca sentada en

la silla.

M_ ¿Qué haces aquí? –preguntó sorprendida.

E_ Te echaba de menos –respondió cerrando la puerta-.

¿Puedo pasar?

M_ No sé ni como eres capaz de hablarme –su voz era

susurrante y triste.

E_ No seas tan dura contigo Maca.

M_ Lo siento Esther de verdad.

E_ Ya lo sé –se acercó con cuidado mirándola con una

mezcla que se había apoderado en ella al entrar y verla,

una mezcla de ternura y pena-. ¿Puedo sentarme en la

cama?

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M_ Claro –sonrió mirándola con su misma mirada de

ternura-. Siento haberme marchado así.

E_ No sabía si te iba a molestar que viniera pero... –elevó

un hombro mientras suspiraba parecía como si entre ellas

se hubiera levantado un muro-… pero no quería dejarte

sola.

M_ ¿Cómo me vas a molestar? –la miró con sus pupilas

algo temblorosas, ante su sonrisa le dijo tras un suspiro-.

Me he marchado porque pensaba que no querrías que

estuviera a tu lado.

E_ ¡Mira qué eres tonta, eh! –le riñó sonriendo, Maca

agachó la cabeza sonriendo mínimamente-. Anda ven creo

que tenemos que hablar ¿no te parece?

Le señaló la cama con dos palmaditas sobre el colchón,

Maca obedeció porque se moría de ganas que la abrazara,

porque necesitaba sentirla, perderse en ella en el tacto de

su piel y aunque no quería hablar de su dolor, al menos la

necesitaba para que lo calmara. Se sentó con esa mirada

triste que tan poco gustaba a Esther, la observó sentarse

notando su abatimiento, suspiró con fuerza mientras

agachaba algo su cabeza y la melena cubría su rostro, las

manos se habían puesto sobre los muslos la enfermera se

percató de su ligero temblor, toda ella sin duda debía ser un

temblor porque le habían removido los cimientos.

M_ Te prometo Esther que no te he querido faltar al

respeto, ni siquiera he querido engañarte ni aprovecharme

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de nada, no busqué hacer el amor para olvidar, te busqué

porque te necesitaba, necesitaba estar contigo y sentirte,

pero reconozco que quizá debí hablarte, contarte lo que

había pasado aunque ni siquiera sé que tengo que decir o

hacer al respecto, no sé…–le hablaba sin mirarla-. Pero te

aseguro que me fue imposible hacer otra cosa al verte.

E_ Ya sabes que soy irresistible así que no creo que

hubiera podido suceder de otra manera –le apartó el pelo

de la cara tratando de quitar tensión al momento, Maca la

miró con una tímida luz en sus ojos-. Maca… sé que no ha

sido tu intención, quizá yo no debí preguntarte aquello…

M_ ¿Sabes una cosa? –se sentó de lado mirándola de

frente-. No quiero que me dejes, no quiero estar sola

necesito ayuda porque sé que sola no voy a superar esto,

necesito tenerte, ¿puedo ser egoísta?

E_ Claro que sí, ¿somos amigas, no?

M_ No, no somos amigas somos algo más, mucho más

aunque no lo recuerdes –la miraba llenándose de ella,

necesitando ver en sus ojos ese apoyo que gritaba.

E_ No voy a dejarte… para bien o para mal, en esto

estamos juntas y si estás dispuesta a luchar, yo también y

si me quieres a tu lado, te aseguro que a tu lado estaré –le

hablaba con una tremenda dulzura tanta como su imagen

desamparada le provocaba en su corazón.

M_ Por favor, abrázame.

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Esther así lo hizo, no lo dudó un instante la estrechó

entre sus brazos notando como Maca no había dejado de

temblar, notaba como sus manos rodaban por su cintura

abrazándola también hasta estrecharla contra ella de una

manera total mientras soltaba poco a poco aire por la boca,

sentía como se refugiaba en su pecho imaginando tratando

de sobreponerse a los recuerdos, le dejó un beso sobre la

frente estaba dispuesta a ayudarla, aunque como bien le

había dicho para bien o para mal, estaban juntas y

seguramente al final, sufrirían sin remedio juntas o

separadas, pero ya había un lazo tan fuerte entre ellas, que

pasara lo que pasara, el sufrimiento era una posibilidad,

pero Esther se quería aferrar de igual manera que Maca se

aferraba a su cintura, a su cuerpo, a su compañía, a la

posibilidad de cambiar ese sufrimiento por amor y felicidad.

Los golpes en la puerta les provocaron separarse de

inmediato, Maca se levantó y se puso de espaldas mientras

se limpiaba alguna lagrima rebelde que resbalaba por su

mejilla.

T_ ¿Puedo pasar? –preguntó Teresa desde fuera.

M_ Pasa.

T_ Buenos días –la cara de Esther y la actitud de Maca, le

dieron a entender que tal y como pensó los problemas

habían aparecido.

E_ Hola Teresa –se puso en pie.

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T_ ¿Quién se va a duchar primero? –su rostro reflejaba

esa tensión que le provocaba verlas así.

E_ Yo, pero tengo que ir a por la ropa.

T_ Vamos a ver, estáis de aislamiento, y esto más que un

aislamiento parece un cachondeo, ayer Maca me dice que

en tu cabaña, y resulta que hoy estás tú aquí, ¿qué vamos

a hacer? –se puso en jarras mirándolas a pesar de que Maca

seguía de espaldas y en ese momento la veía suspirar

profundamente, su espalda le dio el recado, estaba mal.

E_ Perdónanos Teresa, tienes razón, nos vamos a quedar

aquí, voy a por mi ropa y me ducho.

T_ Vale –al salir Esther cruzó una mirada con ella de cierto

nerviosismo, después Teresa miró a Maca y sin acercarse le

preguntó-. ¿Estás bien?

M_ Lo estaré, tranquila.

E_ Ya lo tengo Teresa –apareció tras ella-. Ahora vuelvo

Maca.

T_ Vamos –cerró la puerta y se encaminó con Esther

hasta la ducha mientras le decía-. A ver ahora esa ropa la

vas a poner aquí ¿vale? –le mostró una gran vasija de barro

que contenía agua y había un palo grande, Esther lo

miraba-. Vamos a desinfectar todo lo que lleváis por

protocolo más que nada, yo creo que después del susto que

hemos pasado no hay restos del virus en vuestro cuerpo,

¡vamos estoy segura!

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E_ De acuerdo –se desnudó delante de la mujer que no la

miraba y dejó la ropa allí metiéndose en la ducha con esa

sensación de desorientación que le provocaba aquella

situación que de repente se había presentado. Abrió el grifo

y comenzó a hablar-. ¿No han vuelto los hombres de la

caza?

T_ No, todavía no, debieron quedarse porque no sería

buena… seguro que llegan a mitad tarde o la noche cuando

consigan una buena pieza –sonrió.

E_ ¿Cómo está Vilches?

T_ Bien, renegando por todo ya sabes –removía la ropa en

aquel líquido verdoso-. Imposible de soportar.

E_ ¿Y Nsona, tiene controlado el embarazo?

T_ Sí, no olvides que es el cuarto, así que casi diría yo que

es capaz de tenerlo sola –miraba hacia la ducha, Esther

preguntaba sin dejar paso al silencio, como si el silencio

pudiera traicionarla y empujarla realmente a escuchar sus

pensamientos o su corazón, a escuchar la posibilidad de

poder perder a Maca.

E_ ¿Y Sissou, está bien?

T_ Sí está bien, le estoy enseñando cositas pero creo que

te prefiere a ti –dejó el palo limpiándose las manos con una

especie de delantal que llevaba en su vientre anudado a la

espalda.

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E_ ¿Y Lula?, ¿cómo está el pequeñín, y Massamba? –su

voz no tenía parecido alguno a la que acostumbraba a

hablar.

T_ Está muy bien, Massamba encantado.

E_ ¿Imagino que Nmala debe estar nerviosa con su nieto

en la caza?

T_ Lo está, lo está pero muy orgullosa también –su ceño

era fruncido, podía entender que no era nada sencillo para

ella la noticia de que Julia había vuelto a aparecer.

E_ ¿Yildas ya está bien del todo?

T_ Esther porque no te callas y rompes a llorar si es lo

que estás tratando de evitar mejor ahí que delante suya,

¿no crees?

La vida a Teresa le había enseñado a ser directa y

observar los comportamientos de los demás, lo había

aprendido de los animales, y en la Selva, observar ayudaba

mucho su madre siempre se lo decía, observa y aprenderás.

El modo de comportarse extraño en ella le hacía entender

que estaba asustada, el miedo la tenía casi histérica y no

había nada mejor como desahogar las dudas de aquella

manera. Suspiró al escucharla llorar, durante parte de la

noche había pensado como iban a actuar ambas, recordó la

conversación con Maca su gesto de pavor cuando le dijo

que Julia estaba tratando de volver a las andadas.

“M_ ¿Quiere volver conmigo? –le había preguntado

asombrada.

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T_ Es lo que pensamos, sí.

M_ Volver –repitió levantándose afectada por aquellas

palabras-. ¿Por qué le has dicho nada a Esther?

T_ Porque creo que debe saberlo.

M_ Pero no lo entiendo… quizá quiere dejarme ver al

niño.

T_ ¡Maca! –le llamó la atención-. Lo utilizará estoy segura

que va a tratar de recuperarte, no lo ves.

M_ Pero no lo entiendo, ¿recuperarme para qué? –su

gesto era de un asombro verdadero.

T_ Porque siempre fuiste su capricho.

M_ No es verdad, nos amamos.

T_ No, tú la amaste… ella te utilizó –le apuntó con su

dedo alertada por su reacción.

M_ Esther… -susurró.

T_ Esther si, ella está a tu lado.

M_ ¿Qué le voy a decir?

T_ Tienes que ser consciente de lo que hay, abrir tu

corazón de una vez, explicarle lo que sientes, Maca no la

puedes perder ahora y menos por un jugarreta de esta

mala zorra –le decía enérgica.

M_ Tengo que pensar –susurró muerta de ansiedad.

T_ ¿Qué necesitas pensar?

M_ No sé… quizá quiere dejarme ver al niño Teresa…

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T_ ¿Si te busca vas a hablar con ella? –la miraba incrédula

de pie tras ella.

M_ Sólo por el niño… quiero verlo… -la miraba con cierta

ilusión-. Necesito verlo no puedo dejar de soñar con él

todas las noches.

T_ No lo ves Maca… no ves que tan solo con saber que te

busca ya estas pensando en darle la oportunidad de hablar,

¿sabes lo que te va a decir?, yo te lo diré, que quiere que

veas al niño, que se ha portado como una estúpida, que

eres su madre también y que quiere dejar que lo veas,

entonces, utilizara todas sus artes para hacerte caer de

nuevo, es una herida que no tienes curada, y caerás. ¿Y

entonces qué pasara con Esther?. Ella es la única persona

que te puede curar, ella con su amor Maca… Esther…

M_ Esther –musitó mirando por la ventana y tras aquel

murmullo no volvió a hablar”.

Teresa sacudió la cabeza, aquella conversación le había

dejado muy preocupada, y al ver a Maca en las condiciones

que la vio al entrar a la cabaña, todavía más, pero sin duda,

el escuchar el llanto de Esther la preocupación se volvió en

dolor, sabía que debía dejarla llorar, no sabía que había

pasado entre ellas, pero sin duda, el fantasma de Julia había

hecho presencia en el peor momento. Y quizá lo peor

estaba por llegar.

Al salir de la ducha, Teresa la miró con una mueca triste

pero una sonrisa afectuosa, no hicieron falta palabras, el

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abrazo fue dado y recibido con toda la necesidad y por

igual.

T_ Esther…

E_ No se que tengo que hacer Teresa, la veo así y…

-resopló sin saber muy bien que decir, cerrando los ojos y

pasándose una mano por la cara.

T_ Sólo puedes hacer lo que dicte tu corazón, está mal ¿y

sabes por qué?, porque te quiere y esto le ha caído como

un cubo de agua fría.

E_ ¿Y qué hago Teresa?

T_ Maca tiene una herida de amor, lo que tienes que

hacer está claro, para curar esa herida necesita más amor,

ella dio mucho y recibió poco. Yo no quiero veros sufrir,

quiero veros reír y felices, sé que esto ha sido algo que no

esperábamos nadie, además ella tiene una carta guardada

que es el pequeño, solo puede contrarrestar esa carta, tu

amor, siempre y cuando estés dispuesta a arriesgar. Sé que

es mucho lo que te pido, es arriesgar tu corazón –guardó

silencio mirándola y encontrando su mirada nerviosa, para

decirle con pena y cierta incertidumbre-. ¿Lo harás Esther?

Era el turno de Maca para ducharse esperaba allí que

llegara Esther, lo hacía leyendo un libro, quería mantener

su cabeza ocupada hasta que fuera su turno. Cuando entró

Esther a la cabaña para avisarle, dejó el libro a un lado y

pasó por su lado, su enfermera le sonrió guiñándole un ojo,

Maca salió para reunirse con Teresa, llevaba su ropa en la

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mano y su mirada perdida en el suelo. Al ver que no estaba

allí pero si la vasija preparada, se empezó a desnudar, lo

hizo con un escalofrío que no era porque la mañana

estuviera fresca, sino, porque ella estaba helada por dentro

y su propia frialdad, le producía ese temblor.

T_ Venga que ya estoy aquí –decía llevando un cubo de

agua que había sacado del pozo para echarla en la vasija.

M_ ¿Pero qué haces?, anda déjame a mí –iba con

sujetador y bragas, no dudó en cogerle el cubo.

T_ ¿Me estás llamando vieja? –la miró con cierta molestia

pero agradecida por su gesto, como siempre, pensando en

los demás antes que en ella misma.

M_ No, pero estando yo no veo porque lo tienes que hacer

tú –echó el cubo en la vasija y metió su ropa.

T_ ¿Qué tal estás?

M_ Estoy… –se metió desnuda en la ducha.

T_ Nsona lleva muy bien el embarazo.

M_ Imagino es el cuarto –contestó sin más.

T_ Vilches está de un reniego –Maca no contestó-. No para

de protestar.

M_ Entra dentro de la lógica.

T_ Y los chicos no han vuelto de cazar –Maca tampoco

contestó.

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Teresa entendió que Maca no era como Esther, no

necesitaba hablar para no pensar, al contrario, Maca

necesitaba pensar, y ahí radicaba el problema, si la dejaba

pensar mucho tiempo, acabaría viendo lo que

indudablemente no era, y se dejaría influir por Julia. A todo

esto, no había tenido más noticias de Cruz, y sabía que

estaba tratando de sacar información, Cruz era una médica

muy respetada dentro de Médicos Sin Fronteras, tenía

contactos no como Julia pero importantes que podían

decirle alguna cosa para saber en que andaba la enemiga

número uno en ese momento de Maca.

Salió tras una ducha sin abrir la boca, al ver a Teresa

suspiró con fuerza, pero no le dijo nada, llegó a su cabaña,

y allí sentada estaba Esther, al verla sonrió, la enfermera al

encontrar su sonrisa sintió algo de calma en sus

desbaratados nervios.

E_ Maca no te has secado el pelo.

M_ No mucho, Teresa me estaba mirando mal –se quejó-.

Debía tener prisa.

E_ ¿Te lo seco?

M_ ¿Si? –le preguntó sorprendida.

E_ Pues claro, anda ven pero siéntate en el suelo, o no

puedo.

M_ Es verdad, es que eres una pequeñaja –le cogió de la

cintura cuando se dio la vuelta.

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E_ Pero llego a todos los sitios, te lo aseguro –se había

girado y la estaba mirando con una sonrisa y unos ojos

repletos de brillo.

M_ Estoy segura porque no he visto a nadie que se

proponga algo y luche tanto por conseguirlo como tú.

E_ Pues ahora me he propuesto algo.

M_ ¿El qué? –sonrió tímidamente.

E_ Me he propuesto borrar tu sombra de los ojos, y que

dentro de un año en este lugar me digas que mereció la

pena, no sé exactamente el que, pero que me digas,

mereció la pena –le dejó un suave beso en los labios

mientras las palmas de sus manos se posaban en el pecho

de Maca.

M_ Estoy segura que sea lo que sea si es a tu lado

merecerá le pena, ¿un año?

E_ Un año. Y ahora el pelo o te constiparas y los síntomas

nos volverán locas.

M_ No me lo recuerdes.

E_ Aunque yo sigo sin creerme eso de que me pediste ser

novia…

M_ Que mala eres –se sentó en el suelo.

E_ Me lo tendrás que volver a pedir –enarcó una ceja

mostrándole la sonrisa más maravillosa desde que había

llegado al lugar.

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M_ Ya veremos –sintió como toda ella volvió a temblar,

esta vez, de emoción y sonrió al verla como iba a por la

toalla y entonces susurró-. Espero que así sea, que merezca

la pena.

Durante un buen rato, Maca estuvo sentada en el suelo

entre las piernas abiertas de Esther que se había sentado

en la cama, le secaba el pelo con tal delicadeza que para la

Pediatra le parecía estar soñando, se dejaba hacer y sentía

sus manos primero con la toalla después con sus propios

dedos acariciar la cabeza, estaba notando tal liberación de

todo que por mucho que trató de evitarlo, unas lagrimas

comenzaron a inundar su cara, quiso evitarlo pero no pudo,

Esther la estaba llevando a sacar todo su dolor de una

manera silenciosa. Tras un suspiro las manos se detuvieron,

se sentó a su lado y la miró con sus lagrimas aún marcadas

en las mejillas, y entonces le sonrió con un gesto de animo

que le provocó a Maca apoyar su cabeza en silencio en el

hombro de Esther, mientras ésta la acariciaba con ternura

su mano, resguardada entre las de la enfermera.

Mientras en España, en Madrid, Cruz había averiguado

lo que esperaba e imaginaba, la tranquilidad de saber que

estaban todos fuera de peligro pero al mismo tiempo la

excusa perfecta para poder pasarse por los despachos, le

habían dejado averiguar ciertas cosas. Sin dudarlo

demasiado, se dirigió por un pasillo hasta llegar a un

despacho donde había un cartel que ponía Julia Martins.

Llamó y tras la orden de que pasara se adentró.

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C_ Hola Julia, ¿puedo pasar? –el rostro tranquilo y

sonriente de Cruz sorprendió a Julia que no sabía muy bien

que hacía allí.

Ju_ Claro pasa por favor.

C_ He venido por aquí y quería saludarte –notó la

impresión que le había causado verla en su despacho.

Ju_ Muy bien, ¿qué tal todo?, ya me he enterado que nada

más fue un susto, ¿no?

C_ ¿El qué? –la miraba dubitativa.

Ju_ Bueno… el problema de tu grupo, parecía que se

habían infectado por el Ébola, ¿no?

C_ Ah eso, si, si, todo está bien –sonreía-. ¿Y tú qué tal

estás?

Ju_ Con mucho trabajo.

C_ Imagino, no voy a robarte mucho tiempo.

Ju_ Tú dirás.

C_ Sabes que nunca he andado con rodeos, tú y yo

tuvimos un enfrentamiento muy duro por lo que pasó, pero

hoy no me voy a enfrentar a ti, hoy vengo a decirte tan solo

que dejes a Maca en paz, supongo que tus topos te habrán

informado de que está con una chica.

Ju_ Bueno eso…

C_ No, déjame acabar –le interrumpió con mirada asesina

y gesto muy serio con su voz contundente, difícil de

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eludirla-. Déjala en paz, ya la destruiste una vez como

persona, como mujer y como madre, no vas a conseguir

nada de ella ahora es feliz, búscate otra u otro que calme

tus caprichos, pero no mezcles el trabajo con tu desfogue.

Ju_ ¿De qué me estás acusando?

C_ Tú lo sabes perfectamente, déjala en paz Julia, esta

vez tiene a su lado a una mujer de verdad, a una mujer que

no va a permitir que tú le hagas daño, espero te quede

claro. ¡Ah! y ni se te ocurra utilizar a tu hijo para esto si te

queda tan solo un poco de dignidad.

Dio media vuelta y se marchó, en su despacho una Julia

enfurecida se sentó en su sillón, era cierto, era un capricho

suyo ¿y qué?, si Maca quería volver a su lado ¿quién lo iba a

impedir?, aquella Esther… aquella enfermera de poca

monta que estaba a su lado, aquella mujer no le llegaba ni

a la planta del pie, se lo había dicho Carolina, por lo tanto,

¡quién iba a impedir que Maca volviera a su lado!. Resopló

molesta con Cruz, siempre le había acusado sin tapujos, era

peligrosa porque era una amiga leal, y estaba segura que

se lo diría enseguida a su otra amiga leal…

Ju_ Teresita -murmuró con rabia.

Frente a la radio, una Teresa fuera de sí escuchaba

como Cruz le contaba lo ocurrido.

C_ Eso ha sido mi encuentro con ella, pero lo fuerte viene

ahora, Julia ha conseguido que de igual manera que a

David, Maca sea culpada de desobediencia, me han dicho

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que la van a citar en Brazzaville, lo más probable es que la

remitan a Madrid.

T_ Pero eso no puede ser… ¡cómo va a salirse siempre

con la suya! –gesticulaba nerviosa.

C_ No lo sé Teresa, pero si es así, nadie vamos a poder

evitar que esto ocurra.

T_ Déjame que hable con Dávila, déjame que haga todo lo

posible para frenar esta locura, porque está loca.

C_ Deberías ver su despacho, lleno de fotografías con su

marido y el pequeño.

T_ Para morirse –renegó.

C_ ¿Cómo lo lleva Maca?

T_ ¡Pues qué quieres que te diga!, la veo mal, no pensaba

que dudaría esta vez, porque yo creo que sinceramente

está enamorada de Esther, locamente enamorada, pero el

miedo le frena y encima, la posibilidad de poder recuperar a

su hijo, más.

C_ Ya, sabes tan bien como yo que a Maca la tiene pillada

por ahí, el pequeño no tiene culpa de nada y sin embargo

va a ser el culpable de que Maca vuelva a caer.

T_ Si, aunque yo creo que Esther está dispuesta a

ayudarla, sino, no estaría con ella.

C_ No la conozco pero ya la admiro.

T_ Si, es pequeñita pero matona –sonreía.

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C_ Hablando de matones, ¿mi hombre?

T_ Tu hombre me tiene harta, es como tener a un león

enjaulado… deberías verlo…

C_ Imagino, dile de mi parte que haga una cura de sueño,

que se relaje que por lo que me han contado, todo el

mundo habla maravillas del trabajo del equipo.

T_ ¿Y aún así crees que puedan buscarle las cosquillas a

Maca?

C_ Es que Maca no escarmienta… y esta vez le puede

salir caro.

T_ Claro, encima la Julita lo sabe, sabe que Maca le puede

el corazón.

C_ Así es… bueno… espero que aunque no sirva de nada

mi presencia, le haya parado un poco los pies.

T_ Yo también lo espero Cruz. Y ahora voy a darles la

comida que no sé que estarán haciendo toda la mañana, no

he querido molestarlas.

C_ ¿Me vas a decir que no estarán haciendo lo que

supongo?

T_ No Cruz, Maca está muy afectada y yo sé que es por

Esther, si Esther no existiera estaría bien, le daría igual que

Julia moviera hilos o no, pero ella en cierta manera sabe

que si Julia aparece no va a ser contundente con ella

porque espera la oportunidad de ver al niño, y entonces

sabe que le hará daño a Esther, eso la tiene mal.

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C_ ¡Joder! –protestó-. Vamos a ver que pasa mira… a lo

mejor nos preocupamos y no es para tanto, Maca en dos

días sola con Esther se da cuenta que no necesita para

nada a Julia, ni para tener a su hijo otra vez.

T_ Ya pero… si Maca tiene que ir a Madrid, no va a

acompañarla Esther.

C_ Bueno no nos adelantemos a acontecimientos, igual,

cuando declare nos dan una sorpresa y no se lo toman en

cuenta.

T_ Dios lo quiera. Voy a llevarles la comida.

Se despidieron hablando un rato más de las niñas, para

que le contara a Vilches, después salió hasta la cocina, los

hombres no habían regresado y veía los rostros

preocupados de Nmaba y Nsona, les había tratado de

tranquilizar porque incluso Lula se mostraba algo alejada y

Teresa sabía que Massamaba había causado en ella algún

sentimiento y lo esperaba ansiosa como las demás. Le

ayudaron entre charlas que trataban de animarse con los

hombres y la caza, todo iría bien, y esta vez con la

compañía de Sissou llevaron las dos bandejas de la comida.

T_ Chicas os dejo la comida.

E_ ¡Espera Teresa! –se oyó la voz de Esther. Abrió la

puerta con una sonrisa al ver a Sissou-. Hola.

Si_ Mwasi –le devolvió la sonrisa.

T_ ¿Qué te pasa? –la miró algo extrañada.

360 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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E_ Por favor puedes traerme el portátil de mi cabaña.

T_ ¿El portátil?

E_ Sí eso he dicho.

T_ Voy.

E_ Adiós Sissou.

Si_ Tener yo ganas de –se abrazaba el cuerpo.

E_ Yo también –sonreía agradecida.

M_ Las tienes a todas loquitas –le sonrió desde la cama.

E_ Si es que soy encantadora... a ver que tenemos por

aquí –decía mientras destapaba los platos.

Le contaba el contenido, y Maca la miraba fijamente,

durante largo rato, la había abrazado en silencio, le había

acariciado sin prisas, le había dejado el silencio para que

ella pensara todo cuanto necesitara, le había entregado

algún beso en la cabeza o en la frente para que supiera que

no estaba sola y mientras ella estuviera a su lado, sin

pedirle nada a cambio, contaría con su apoyo para estar

junto a ella o no, pero estaría allí. Así, mientras miraba

como le hablaba sin escucharla se decía.

M_ “Es adorable, creo que en toda mi vida nadie me

había tratado como lo está haciendo ella, nadie me ha dado

tanto en tan poco tiempo, me asusta, me da pánico porque

no puedo fallarle, quizás espera tanto de mí... pero... al

mismo tiempo es la única posibilidad que tengo de

recuperar a mi niño... aunque... ¿alguna vez fue mi hijo?,

361 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 362: TERCERA PARTE PIJA

para mí sí así lo siento, pero... joder es tan maravillosa que

no sé ni siquiera como puedo dudar, como puedo pensar

en, en la persona que más daño me hizo y ella en tan solo

unas horas me ha dado todo el amor, su comprensión, su

ternura, me ha demostrado que merece la pena

intentarlo... pero mi hijo... mi pequeño”.

La puerta se abrió dejando paso a una Teresa un tanto

asombrada por el pedido de Esther, pero como iban a estar

allí encerradas y con el nuevo giro que había dado aquel

encierro, quizá lo mejor era distraerse con algo.

T_ Aquí lo tienes, oye te aviso que no sé como Mona lo

abrió, y allí estaba frente a tus fotografías cada vez que

salías era un aullido que nos llenaba el alma de desespero a

nosotros también.

E_ Que guapa es Mona… -sonrió feliz por el comentario.

M_ Por lo visto no tengo exclusividad, me voy a empezar

a mosquear que lo sepas –le decía levantándose y

dirigiéndose hacia la bandeja una vez acabados sus

pensamientos-. Oye Teresa aquí tenemos para un

regimiento entero, mmmm esto está de muerte.

T_ Tenéis que recuperaros bien, Dávila me ha comentado

de nuevos ataques de la guerrilla, nuevos éxodos.

M_ Joder –protestó.

E_ Nunca van a parar ¿dudas?.

362 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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T_ Evidentemente no. A parte de eso quería comentaros

que mañana me voy.

M_ ¿Te vas? –la miró seria.

E_ ¿Dónde?

T_ Es que he quedado con un ligue, más guapo ¡alto y

moreno!, ¿qué pensáis que sois las únicas?, así que ale,

mañana os portáis bien que quedará Sissou a vuestro

cuidado, le he dicho que dos golpes y lo deja en el suelo.

E_ No hay problema.

T_ Hasta la noche.

E_ ¿Y la merienda? –preguntó con el ceño algo fruncido y

la sonrisa de Maca.

T_ Tú acabas con las reservas, y como hagas mucho

ejercicio, me veo a los pobres hombres convirtiéndose en

cazadores diarios –dijo muy seria marchándose.

E_ ¡Qué fuerte! –susurró al ver como se iba.

M_ No mujer, si tiene razón eres una tragona sin remedio.

E_ No, no lo digo por eso… lo digo por lo del ligue.

M_ Ah ni caso, nos ha vacilado.

T_ Te he escuchado nena –entró de repente asustando a

las dos.

E_ ¡Teresa! Que casi derramo dos gotas de caldo.

TyM_ Jajajajajaajajajajajaja.

363 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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T_ No tienes arreglo –se partían de risa-. Bueno a lo que

venía que la fruta es la merienda.

M_ Ya, muy bien… espero te aproveche la cita con tu

ligue.

T_ No entraré en detalles pero –hizo un movimiento ligero

de hombros muy gracioso que provocó en Esther que el

caldo que estaba bebiendo saliera despedido tipo pedorreta

de Mona-. Dios mío eres igual que Mona con razón te ve

como su madre.

EyM_ Jajajajajajajajajaa.

M_ Dios que bueno.

E_ Joder que me meo –salió corriendo hacia el lavabo

mientras las otras dos no paraban de reírse-. Os estoy

escuchando.

T_ Pero si aún no hemos dicho nada –miró con cariño a

Maca, se acercó dejándole un beso en la frente pues estaba

sentada y se fue.

M_ Gracias Teresa –le musitó antes de que cerrar la

puerta.

E_ ¿Se ha ido? –se asomó secándose las manos.

M_ Sí –su gesto era algo melancólico Esther se percató.

E_ No te lo comas todo ¿eh?, deja algo para merendar o

te comeré a ti –le susurró al oído al llegar a su altura,

entonces Maca le cogió suavemente de la muñeca y la

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obligó a sentarse al hacerlo Esther sonrió mientras se

quejaba sobre sus rodillas-. ¡Ay!

M_ A mí no se me amenaza –metió su mano por debajo de

la camiseta ante la sonrisa juguetona de la enfermera que

sintió un escalofrío al sentir su piel-. A mí, se me come

directamente.

E_ Es bueno saberlo –musitó al ver como lentamente

demasiado lentamente Maca acercaba sus labios a los

suyos.

M_ Pues ya lo sabes, peque –su voz volvía a estar cargada

de deseo y su mirada fija en los ojos de Esther, con una

mueca de avidez en su rostro que en su conjunto más la

caricia lenta de su mano en el vientre de la enfermera hizo

que ambas sintieran una necesidad visceral de besarse.

E_ Te… te… -tragó saliva-. Tengo hambre pero de comida

–aclaró nerviosa.

M_ Yo también –sonrió ante los nervios de Esther.

E_ ¿Comemos?

M_ Sí.

No dejaba de sorprenderla, igual era un torbellino de

fuerza y pasión, que igual como en ese momento se

mostraba quebrantable y casi parecía indefensa, era capaz

de desmontarla tantas veces con una sonrisa, con una

mirada, con una caricia podía conseguir despertar su lado

más sexual y otras veces el instinto maternal de la

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protección, nunca nadie había provocado en ella tantas

sensaciones y emociones, notaba que se estaba esforzando

por morderse la lengua, por no pedirle explicaciones más

que las que sabía por Teresa. Y seguía sorprendiéndola su

ternura, su dulzura a la hora de cuidarla, de mirarla hasta

de mimarla.

E_ ¿Me oyes?

M_ Perdona… estaba pensando.

E_ No pasa nada –asintió sonriendo restándole

importancia.

M_ ¿Qué me has dicho? –la miraba con ternura.

E_ Te comentaba que si te apetece ver fotos… no sé…

para pasar un rato agradable –notaba su mirada y sentía

como su corazón ardía de calma.

M_ ¿Fotos de quién? –sonrió de lado mirándola

intensamente.

E_ Bueno verás… tengo un amigo que es fotógrafo,

Daniel, me quería mucho.

M_ ¿Novio? –le preguntó enarcando su ceja derecha que

tan bien manejaba.

E_ Noooooo –exageró mucho la contestación entonces sin

poderlo evitar se puso roja y carraspeó-. Si te oye su marido

es probable que te diera una buena reprimenda, no he visto

hombre más celoso que él súper súper celoso.

366 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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M_ Vale, amigo entonces –sonrió mientras lamía

lentamente la cuchara.

E_ Ejem -carraspeó ante el gesto notando como se

excitaba irremediablemente-. Pues nos queríamos mucho

era el único que me apoyó cuando le dije esta aventura, lo

que pasa que el tiempo nos separó, antes de marcharse

con su marido a Málaga me hizo un regalo, y quiero que lo

veas.

M_ Deduzco que son fotografías tuyas.

E_ Si –sonrió algo tímida.

M_ Me encanta cuando te pones así de tontita.

E_ ¿Yo?

M_ Sí tú, cuando te sonrojas… estás para mmmmmm –

cerraba los ojos y juntaba sus labios en señal de

degustación.

E_ Eres muy mala ¿lo sabías? –le decía mientras Maca

sonreía-.¿Entonces qué dices?

M_ ¿Qué, que digo?... que por verte a ti… haría lo que

fuera –sonrió.

E_ Uf –resopló sonriente sintiendo como todo se alteraba

en su interior.

Terminaron de comer entre bromas, se lavaron los

dientes, se asearon un poco porque el calor era intenso y

aunque Maca parecía estar más relajada, la ansiedad que

se había instaurado en sus ojos, seguía allí intacta por

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mucho que Esther le hablara o le hiciera alguna carantoña.

En el fondo de no sabía si su alma si su corazón o su razón,

seguía una losa que pesaba mucho, una losa llamada Julia

que arrastraba lo que para Maca había sido en su vida lo

más importante, su hijo.

M_ Pero vamos a la cama estaremos más cómodas.

E_ Perfecto… ya decía yo que cuando llegué no iba el

ordenador me extrañaba… y ahora que me fijo… mira sus

huellas –decía señalando la pantalla.

M_ Es que Mona… es Mona, siempre ha sido muy

inteligente.

E_ Si… -se subió a la cama y se puso a su lado mientras el

equipo arrancaba.

M_ Es muy pequeño.

E_ Si último modelo, súper moderno –Maca dio una

carcajada-. ¿De que te ríes?

M_ Que cuando te sueltas y no te reprimes, te sale tu

súper lado pijo –le dio un pellizco en su trasero.

E_ Au…

M_ Me encanta tu lado pijo, pija.

E_ Y a mí el tuyo –entonces la pantalla se encendió y

apareció una fotografía de todos los niños de la aldea junto

a Nmaba y Mona-. Que ideales todos por favor.

M_ ¡Eh falto yo! –dijo ofendida-. Me acuerdo

perfectamente que yo estaba ahí –señalaba la pantalla.

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E_ Si, estaba enfadada contigo me caías fatal te quite –

sonrió traviesamente y agregó-, es más si te fijas, aquí se

ve tu pie.

M_ ¡Pero que mala persona! – mirándola con los ojos muy

abiertos y la boca de igual modo.

E_ ¿Qué quieres? eras insoportable –sonrió.

M_ ¿Ah si? –apoyó su barbilla graciosamente en el hombro

de Esther que asintió cerrando los ojos-. ¿Y ahora… sigo

cayéndote mal?

E_ Un poquito solo –le hizo el gesto con sus dedos índice y

pulgar mirándola entregada a ella-. Pero muy poquito.

M_ ¡Ah!, vale si es solo un poquito ¡ay que joderse! –se

quejó amargamente.

E_ Casi, casi, casi nada ya –le decía mirándola como

asentía con la cabeza.

M_ Bicho.

E_ Bueno… ¿quieres ver las fotografías o no? –le

preguntó contenta y más relajada.

M_ Quiero verlas…

E_ Prohibido reírse.

M_ No puedo prometerte que no me ría.

E_ Ya lo sé… y sé que te vas a reír pero –elevó los

hombros haciendo que Maca apartara la cabeza riéndose

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mientras se ponía la mano en el pecho y de manera

melodramática dijo-. Lo asumo.

M_ Jajaja –no evitó la sonrisa-. Oye espera, vamos a hacer

algo mejor que esto, espera voy a poner así las almohadas,

acércame ese de la silla.

E_ Si –se levantó y se lo dio.

M_ Eso es –dio varios golpes a las almohadas y se sentó

abriendo sus piernas y señalándole con dos golpes de sus

palmas sobre el colchón-. Ahora tú te pones aquí, el

ordenador ahí, y juntitas vemos las fotos, ¿te parece bien? –

la miraba con esa mirada suya insistente, penetradora.

E_ Perfecto –sonrió con gran ternura.

M_ Pues venga… dale al enter.

E_ Antes de darle al enter, ¿me puedes dar un beso?

M_ Claro –se miraron fijamente y Esther se giró un poco

sobre el pecho de Maca, juntaron sus labios suavemente,

separándose en seguida, no se dijeron nada, pero los ojos

tanto de Esther como de Maca dijeron lo mismo. Gracias.-.

¿Le das?

E_ Ya veras… seguro que te vas a partir de risa y esto es

jugar con desventaja.

M_ Tú lo has querido –pasó sus manos por el vientre de

Esther y la atrajo apoyándola sobre su pecho.

E_ Bien… vamos allá.

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El fichero se abrió, y justo en ese momento a Maca le

entró una especie de revuelo en su estómago, sin poderlo

evitar pensó que quizá vería alguna fotografía de su novio,

o con algún otro chico algún beso, alguna caricia, carraspeó

con delicadeza, aquello era una señal de que Esther le

importaba más de lo que ella misma quizá pensaba,

entrelazó sus dedos sobre el vientre de Esther, ésta

comenzó a comentarle las fotografías.

E_ ¿Qué te parece?, ¿era mona de bebé, eh?

M_ ¡Qué gorda!, seguro acabaste con toda la leche de tu

madre.

E_ No me dio el pecho… -en su voz un pequeño matiz de

tristeza.

M_ Mira que mona ella… -reía abiertamente al verla con

corta edad en la playa.

E_ Eso eran los veranos, yo estaba con mi tata.

M_ Me recuerdas tanto a mí –la estrechó con fuerza

contra ella.

E_ La verdad que no tuve una niñez para sentirme triste,

pero, me faltaba algo.

M_ Nos faltó el calor, yo pensaba que cuando tuviera un

hijo nunca le faltaría eso, calor de hogar, el calor de una

madre –la voz le falló por un momento y entonces Esther

apartó sus manos del vientre entendiendo que hablaba de

su hijo, entrelazó sus dedos y sonrió-. ¿Y este perro?

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E_ Se llamaba Poquito –reía abiertamente y su sonrisa

arrastraba sin remedio a la de Maca-. Eran tan poquita

cosa, que terminamos poniéndole Poquito…

M_ Yo tuve también uno que era más malo.

E_ Como tú, estoy segura, seguro que le enseñabas cosas

malas –sonrió.

M_ Pues ya veo a Poquito siendo un bichejo –dio una

carcajada al ver que en una foto salía Esther con el perro

metidos en la playa ambos con cara de susto.

E_ Sabía que te ibas a reír, no sabes lo fría que estaba el

agua, creo que le tengo tanta manía al mar por eso, por la

impresión que me dio tanto a mí como a mi pobre perrito.

M_ Pensé que una mujer como tú le gustaría el mar.

E_ Y me gusta, me gusta ir a pasear pero entrar en el

agua, siempre me impresiona.

M_ Jajajajajaajaja –se moría de la risa.

E_ No te pases.

M_ Ya eras patosa de pequeña –decía muerta de risa al

verla caída junto a la bicicleta.

E_ ¡Anda pues claro! –decía riendo sin remedio-. Mi madre

siempre me decía, ¡haz el favor de no hacer ninguno de tus

numeritos! –la imitaba con voz estridente.

M_ No me extraña… si es que… ¡uf!, que dolor de barriga

–decía tratando de calmarse.

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Así fueron pasando las fotografías, reían en la mayoría,

en otras Maca llegó hasta a silbar, y cuando ya fueron

llegando a la actualidad el nerviosismo que trataba la

Pediatra de disimular, le llenaba las venas recorriendo su

sangre, mezclándose en ella para llegar a su corazón

provocando casi una taquicardia. Aquella Esther le

encantaba, tenerla así, y no quería ver una sola fotografía

con su ex o con ningún otro.

E_ Y esta fue un día muy especial para mí, me di cuenta

que la vida era otra cosa, en este yate me dije, Esther esto

no es lo tuyo –decía con voz triunfante.

M_ Menudo yate.

E_ Si, ¿tú no tenías?

M_ No, yate no… ¿aún lo tienes? –la estrechó nuevamente

entre sus brazos.

E_ Mi padre sí.

M_ ¿Me llevarás un día en yate?

E_ ¿Me estás tomando el pelo? –la miró de reojo girando

un poco su cara hacia la derecha, aprovechando Maca y

dejándole un beso en la nariz-. ¿No has subido nunca a un

yate?

M_ Sí, pero yo quiero subir al yate contigo y llegar a alta

mar contigo y –metió su mano dentro de la camiseta

nuevamente de Esther mientras le dedicaba un sonido

juntando sus dientes de goce mientras Esther respondía

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con un gemido gutural ante la caricia-. Y al atardecer

hacerte el amor en cubierta.

E_ Mmmmm Dios –musitó cogiendo su mano y sacándola

de debajo de la camiseta-. No sigas Maca por favor.

M_ ¿Por qué? –le preguntó divertida.

E_ Porque me pones –le dijo abiertamente y su respuesta

volvió a dejar a Maca fuera de juego, antes un comentario

suyo le había provocado sonrojarse, ahora era ella la que

sin tapujos con su frase le hacía sonrojarse-. Y estamos

viendo las fotos.

M_ Vale… -aceptó sin mucho convencimiento.

E_ Mira esta es mi preferida –decía sonriendo.

M_ Las Pirámides de Egipto –susurró boquiabierta por la

fotografía, un atardecer rabiosamente bello, con Esther y

una niña en sus brazos-. Estas guapísima.

E_ ¿Tú crees?

M_ Sí, como diría Bárbara, para mojar pan.

E_ Esa niña era hija de nuestro guía, siempre iba a mi

lado, cuando me marché y vi su carita me pregunté como

podía ayudarla.

M_ Esther desgraciadamente no puedes ayudar a todos

los que necesitan esa ayuda, no está en tus manos.

E_ Lo sé… pero los niños son mi debilidad.

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M_ ¿Te gustaría tener? –le dejó un suave beso en la

mejilla.

E_ Sí, era mi sueño.

M_ Bueno… los puedes tener igual –le acarició la mano

con ternura.

E_ No, no puedo, tuve un aborto a los dieciséis años y…

me quede estéril –su voz sonó lenta y repleta de tristeza.

M_ Lo siento Esther… no sabía… -su caricia fue más

intensa.

E_ Mi sueño era tener cuatro o cinco, me encantan.

M_ Lo noto cuando estás con los pequeños, es inevitable.

E_ Como a ti, ¿verdad?

M_ Sí, siempre quise tener cuatro…

E_ ¿Te das cuenta cuántas cosas tenemos en común? –le

preguntó dejando pasar un poco el silencio que Maca había

impuesto en la habitación, y quiso desviar el tema.

M_ Sí, es verdad –sonrió-. ¿Y como es que fuiste tan

precoz?, no es que me importe pero… bueno…

E_ Pues fue una tontería, ya sabes… que si la primera

fiesta que si bebes la primera vez, que si el chico que te

gusta te toca, te besa, en fin… yo ni siquiera recordaba

nada hasta que… no me bajó la regla.

M_ ¿Y qué hiciste?

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E_ ¿Qué iba a hacer?, yo nunca había sido una niña

conflictiva, pero aquello me transformó en una degenerada

a los dieciséis años para mis padres.

M_ Que fuerte –dijo boquiabierta.

E_ Si, súper fuerte –entonces se miraron y dieron una

carcajada en otro momento se hubiera girado, se hubiera

subido sobre ella y la habría besado sin más, en ese

instante, se detuvo-. Vale, lo reconozco… soy pija.

M_ Mucho –reía divertida pensando en girarla y besarla

con pasión, de no ser porque de hacerlo quizá pensaría que

era otro arrebato para olvidar a… detuvo su risa y lo arregló

diciendo-. Tu vida no ha sido fácil tampoco.

E_ No, ya te lo dije, mi vida ha empezado a valer al llegar

aquí.

M_ ¿Me incluye a mí?

E_ No te incluye, digamos que eres la mayor parte de mi

mejora.

M_ Gracias… oye y… ¿por qué no hay fotos de tu ex? –no

pudo aguantar más la pregunta.

E_ Es una buena pregunta –sonrió alegremente-. Es que a

Daniel le caía fatal, siempre me decía “cariño… la persona

que te haga feliz no ha llegado todavía pero llegará y

entonces la incluiré en el álbum”. Así que ni una solo foto

suya tengo aquí.

M_ Tu amigo Daniel tenía buen ojo.

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E_ Claro.

M_ Sabía que entendías –le dijo con total convencimiento.

E_ ¿Entender?

M_ Sí que eras lesbiana.

E_ ¡Anda ya! –la miró como si se estuviera burlando de

ella.

M_ Que si mujer… que lo notaba…

E_ ¿A mí?

M_ Sí a ti y me apuesto lo que quieras a que cuando se lo

digas no lo vas a sorprender, te dirá siempre lo supe –

Esther la miraba fijamente-. De verdad.

E_ ¿Te estás quedando conmigo?

M_ Jajajajajaa –volvió a dar una carcajada acompañada

por una sonrisa incrédula de Esther-. Para nada.

E_ Mira ahora mismo agradecería a todos los Dioses que

un halcón mismamente nos aguantara un repetidor de

Internet.

M_ ¿Un halcón? –volvió a partirse de risa-. Joder estás

como una cabra.

E_ En serio –reía sin parar con ella entonces si se giró

poniéndose sobre ella jugueteando las dos tocándose por

aquí por allá para hacerse cosquillas-. No te burles de mí...

eres muy mala Maca... pero mucho.

M_ Esther que me haces cosquillas –le decía riendo.

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E_ Si es que eres lo peor –sonreía también.

M_ ¿Ah si? –la pudo detener y en su lucha se quedaron

con las respiraciones agitadas mirándose a los ojos,

intercambiando aquella mirada a los labios, entonces Maca

levantó un poco el cuello y Esther se acercó para besarla-.

Esther...

E_ Me encantaría que Daniel te conociera... seguro le ibas

a gustar.

M_ ¿Tú crees?

E_ Sí, porque él vería que me haces inmensamente feliz.

M_ Esther –la abrazó sin decir ni hacer más.

Durante un buen rato estuvieron abrazadas, se

quedaron dormidas, primero se despertó Maca, pasó

nuevamente visión a las fotografías, en todas había un

denominador común y era la sonrisa, sin duda, Daniel sabía

captar lo mejor de Esther, aunque lo que más le llamó la

atención fue el brillo de sus ojos en su foto favorita, cuando

decidió embarcarse en la aventura de África, entonces

sonrió con ternura, la miró y dejó un beso en la frente.

Antes de retirarse a dormir, Teresa pasó para

despedirse de ellas, ambas quisieron son sacarle cosas de

aquel ligue que Maca insistía no existía y Esther quería

pensar que si. Sin embargo como los hombres no habían

regresado, tuvo que posponer su cita a menos que durante

la noche o a primera hora llegaran los cazadores para que

Zulú la llevará a su destino. Una vez se despidieron, se

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acostaron, cada una a un lado de la cama, se dieron un

beso suave de despedida, y Esther abrazó el cuerpo de

Maca. La noche cayó inevitablemente, los sueños

comenzaron a hacer aparición en cada una de ellas,

mientras una se agitaba, la otra soñaba en una felicidad

que no sabía si existiría, tal fue así, que a mitad noche a

Esther la despertó una Maca sobresaltada:

M_ Esther... Esther... –le susurraba.

E_ ¿Qué? –se giró y al ver su rostro la inundó el miedo-.

¿Qué te pasa?

M_ Esther yo...

M_ Esther... Esther... –le susurraba tocándole el hombro.

E_ ¿Qué? –se giró y al ver su rostro la inundó el miedo-.

¿Qué te pasa?

M_ Esther yo...

E_ Maca –la miró notando en sus ojos un brillo especial,

entonces le sonrió acariciándole la mejilla con suavidad

mientras Maca cerraba los ojos ante el contacto con su piel

mientras soltaba una profunda exhalación.

M_ No puedo más –musitó con la voz ahogada en el

deseo.

Maca estaba acodada sobre el almohadón, la miraba

fijamente con sus ojos ansiosos, su mano derecha que era

la que le quedaba libre de total movimiento, comenzó a

acariciar suavemente el vientre de Esther, ésta entendió su

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mirada repleta de deseo a pesar de la oscuridad de la

noche, sus ojos resplandecían como los de un gato en mitad

de la oscuridad, tenían ese brillo que le gustaba ver, ese

brillo que la iluminaba a ella y le gritaba enloquecidamente

en silencio que la necesitaba.

M_ Quiero hacerte el amor…

E_ Maca… -sonrió con el mismo brillo que en sus ojos

existía, Maca se acercó lentamente hasta rozar sus labios.

M_ Házmelo Esther… te necesito –le decía sedienta de sus

besos hundiendo su rostro en el cuello de Esther

absorbiendo su olor, besando su piel, mirándola de nuevo

con sus ojos penetrantes, buscando en los otros lo mismo

que ella sentía-. Te deseo Esther, te deseo.

E_ Cariño –le acarició nuevamente la cara.

M_ Esther… nunca había necesitado a nadie como a ti… –

se lanzó frenéticamente a sus pechos, besándolos con

desespero sintiendo que las manos no le daban para

acariciar su cuerpo, la piel que tanto deseaba.

E_ Espera Maca –su voz jadeante tratando de detener

tanta pasión desmesurada en Maca.

M_ No puedo cariño… me muero por tenerte –musitaba

contra su piel, mientras apartaba la tela del camisón.

E_ Maca… -su deseo era igualmente feroz y

descontrolado, sus manos buscaban ansiosas quitar la

camisa de Maca, lo hizo una vez se sentó sobre ella, Maca

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levantó los brazos y Esther le sacó lo que le impedía beber

de sus pechos-. Mi amor…

M_ Así… mira como me tienes… dame tu mano tócame…

tócame –le decía jadeante mientras le cogía nerviosamente

la mano y la introducía en el interior del pantalón y al notar

el suave roce en su sexo no pudo más que cerrando los ojos

y echando la cabeza para tras gemir de placer -. Aggggg.

E_ Maca… ¡ah!... -gimió al notar su humedad.

M_ ¿Te gusta? –sus voces se mostraban cargadas de

deseo al igual que sus miradas y sus rostros tensos.

E_ Sí, sí, me encanta –tocaba delicadamente sus labios

húmedos abiertos, mientras atrapaba uno de sus pechos

que provocaban otro gemido en Maca.

M_ Quiero tocarte… ¿cómo estás tú, eh? –le decía entre

jadeos tratando de llegar a su sexo.

E_ ¿Tú qué crees?... vamos… pruébalo tú... –le provocaba.

M_ Esther… -entonces la tumbó suavemente contra la

cama, al perder el tacto momentáneamente de su mano en

su sexo, gimió nuevamente por el anhelo, una vez acostada

Esther abrió sus piernas, Maca se acopló uniendo ambas

humedades que se convirtieron en su mar salado

particular-. Mi vida…

E_ Maca cariño –sus manos volaban por su espalda

bajando hasta su trasero, entonces las depositó allí

apretando a la vez ambos cachetes.

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M_ Más fuerte Esther, apriétame más fuerte –le susurró

antes de introducir hábilmente la punta de su lengua en la

oreja de Esther que gimió con fuerza sintiendo como toda

ella se erizaba.

E_ Maca… Maca… ¡ay… ay! –gemía de gusto mientras

apretaba fuertemente el culo de una Maca que se movía

contra su sexo que la buscaba ansiosa moviendo

intensamente las caderas gimiendo, suspirando a la par.

M_ Esther… Esther… ah… -separó su boca de la oreja de

Esther y se miraron en la oscuridad a los ojos, de esa

manera que tan solo las amantes a punto de llegar al cielo

son capaces de mirar-. ¡Esther… me vuelves loca!

E_ No pares cariño… -notaba como todo su cuerpo desde

los dedos de los pies hasta la cabeza se tensionaba, como

su corazón latía tan veloz que parecía iba a volar, notar la

respiración jadeante de Maca en su oído aún la excitaba

más, y hacía que sus uñas se clavaran fuertemente en su

trasero obligándole a rozarse contra ella más y más rápido-.

Más… más…

M_ Esther… Esther… ah… ah… ah… ¡dios… dios! –decía

con las venas de su garganta a punto de estallar con los

latidos de su corazón enloquecidos resonando en sus oídos

a modo de un tam- tam que avisa que el placer está

próximo.

382 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 383: TERCERA PARTE PIJA

E_ Maca… ah… mmmm –cerraba los ojos con un

maravilloso quejido que se medio ahogaba en su garganta

entre respiraciones y contracciones de su cuerpo.

M_ Ya… ya… estoy a punto…

E_ Si… y yo… ahhhh

MyE_ Ahhh… mmmmmmmmmm.

Llegaron juntas repletas de su propia humedad

mezclada con la ajena, sus muslos humedecidos, sus bocas

secas buscando besos suaves para poder recuperar aliento,

sus latidos alborotados en el silencio de la noche, armando

un jaleo de amor como si fuera la danza del placer sonando

única y exclusivamente para ellas. Maca besó con

delicadeza la frente, los ojos, la nariz y los besos de Esther

que le devolvió uno a uno los besos, después se miraron a

los ojos sonriendo, cansadas, exhaustas pero

inmensamente felices, la abrazó como si pudiera perderla

para siempre, mirándola repleta de amor, Maca vio el amor

y sonrió. Esther vio la calma y sonrió.

E_ Nunca había tenido un orgasmo como los que tengo

contigo. ¡Qué barbaridad! –musitaba aún extasiada con una

sonrisa de felicidad bien marcada en sus labios.

M_ Mi vida –contestó de igual manera-. Espero que siga

siendo así… y si quieres que te diga la verdad –le besó la

punta de la nariz y le dijo mirándola fijamente-. Nadie me

ha excitado nunca, como lo haces tú.

383 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 384: TERCERA PARTE PIJA

No se dijeron nada más, tan solo se abrazaron,

buscaron una posición más cómoda para poder descansar,

sudorosas, cansadas pero maravillosamente entregadas la

una a la otra, entrelazaron sus dedos, cruzaron sus piernas,

acoplaron sus cuerpos, suspiraron como si pudieran robarle

a la noche el último suspiro de placer. La luna les dejó un

rayo de luz como si quisiera que ambas pudieran tener

presente sus dedos entrelazados, como si aquel momento

fuera detenido a través del tiempo para siempre.

Sin embargo, cuando las primeras luces del alba

amanecieron, Maca despertó sobresaltada, Esther no

estaba a su lado, algo comenzó a llenarla de miedo, al

sentarse en la cama para llamarla la vio apoyada en la

ventana mirando, y la calma inundó todo su interior

llenándole el corazón.

Los hombres habían llegado, Esther miraba a través de

la ventana como entraban exhibiendo su cacería, veía con

una sonrisa como Nmaba le daba a su nieto la bienvenida

de una manera especial con el respeto que el jefe cazador

se merecía, Nsona besaba a su marido contenta de tenerlo

de vuelta sano y salvo, y Lula sonreía débilmente a un

Massamba a quien a pesar de la distancia podía ver como le

brillaban los ojos. Suspiró. Entonces escuchó sus pasos y

volvió a suspirar.

384 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 385: TERCERA PARTE PIJA

M_ Me has asustado –le susurró mientras al mismo tiempo

pasaba sus manos por el vientre y le dejaba un beso en la

sien.

E_ ¿Y eso? –sonrió ante el tacto de sus labios en su piel.

M_ Pensé que me habías abandonado.

E_ Jamás haría eso –entonces se giró y la miró a los ojos

para que se diera cuenta que le decía la verdad-. Buenos

días.

M_ Buenos días –unieron sus labios con dulzura y las

manos de Esther pasaron por el cuello de Maca atrayéndola

irremediablemente hacia ella, tras un beso largo y

profundo, al separarse se besaron lentamente con besos

cortos y divertidos mientras sonreían-. ¿Qué mirabas?

E_ Ya han vuelto de la caza, es increíble cómo se recibe a

los cazadores –decía orgullosa de pertenecer a aquel clan.

M_ A ver –se asomaron las dos con sus brazos por detrás

de la espalda y sus manos bien cogidas a la piel ajena que

no por eso era menos reconocida-. Joder... menudo festín te

vas a dar.

E_ ¡Pero qué mala eres! –le hizo cosquillas.

M_ No –le apuntó con el dedo para que se estuviera

quieta.

E_ ¿Cómo qué no? –le sonrió ampliamente.

M_ Me puedes con esa sonrisa y lo sabes...

385 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 386: TERCERA PARTE PIJA

E_ ¿Ah si?, no me había dado cuenta –ponía gesto

interesante mientras sus manos la rozaban, estaba desnuda

y sentía necesidad de tocarla.

M_ Trolera –sonrió-. Vamos a la cama no me gusta dormir

sola.

E_ ¿Dormir?, es hora de desayunar.

M_ ¿Desayunar? –le cogió de la mano y se la llevó hasta la

cama echándola con gracia y subiéndose sobre ella

mientras le besaba el cuello-. ¿Qué te apetece tomar?

E_ Mmmm pues... ahora mismo me tomaría un par de

huevos fritos, con un buen trozo de bacon –Maca dejó de

besarla mirándola con la boca abierta y el codo apoyado

sobre la almohada y su mano sobre la frente-, un zumito de

naranja, unas tostadas con mermelada y me tomaría un

danone de fresa, ah y por supuesto un café con leche.

M_ Joder... –susurró-. Has roto en el encanto, cuando te

estoy besando no es muy romántico que me hables de

comida.

E_ ¿Qué tenías otros planes? –trataba de no reírse.

M_ ¿Tú que crees?

E_ No sé coméntamelos a ver... –sonrisa pícara, caricia

casi superficial pero electrizante, y mirada muy viva.

M_ Pues no sé si tiene caso ya –se hacía la ofendida.

E_ Vaaaaaaaaaaaaaaaaaa –le dijo un poco ñoña.

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M_ ¡Pero qué tontita eres! –Esther sonrió mientras pasaba

su dedo índice por la espalda lentamente provocando un

leve suspiro en Maca-. Pues había pensado primero

comerme esto –se dirigió hasta su cuello besándola, con

besos muy pequeños-, después beberme esto –mientras

una mano apretaba un pecho, su lengua lamía el pezón de

su otro pecho que la invitaba a continuar-. Y si te apetecía

podría seguir por aquí –con la punta de la lengua recorrió su

piel desde el pecho hasta el vientre y se detuvo a juguetear

en su ombligo.

E_ ¿Y qué más? –rompió el silencio la voz excitada de

Esther mientras cerraba los ojos.

M_ Pues... no sé... ¿no tendré bastante? –sonreí al ver

como se excitaba.

E_ No, te aseguro que lo mejor aún no lo has probado, y

sería una lastima –le puso su mano en el pelo y marcó su

rostro un sonrisa rebelde-. Que no siguieras descendiendo.

M_ Mmmmm, quizá tengas razón.

Abrazadas, desnudas, y con un sueño dulce tras recibir

y dar amor, escucharon dos golpes en la puerta, Maca abrió

un ojo, miró a Esther que no se había si quiera inmutado

ante la llamada. Nuevamente los golpes aquello significaba

que no solo les dejaban el desayuno, así que buscó su ropa

pero no la encontró, finalmente se enrolló una sábana a su

cuerpo y con el pelo despeinado, los ojos encerrados y un

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prolongado bostezo se dirigió hasta la puerta, la abrió

asomando su cabeza, el sol le hizo cerrar un ojo.

T_ Hola yo... –al ver su estado la miró fijamente con los

ojos abiertos como platos.

M_ Brevedad Teresa... no me aguantan las piernas.

T_ ¡Bueno! –hizo un gesto de negatividad-. Me voy con

Massamba y Zulú, volveré mañana.

M_ Bien –bostezó de nuevo.

T_ Madre de Dios... –susurró.

M_ ¿Madre de Dios, qué?

T_ Diez días así... acabáis con todas las reservas de

comida.

M_ Teresa te juro que cuando salgamos de aquí Vilches

tendrá que hacer algo –le decía con una sonrisa.

T_ ¿Vilches?, ¿de que hablas? –la miraba sin entender.

M_ Ven –le indicó con el dedo y cuando Teresa se acercó

hasta ella le susurró-. Nos vamos a volver adictas al sexo.

T_ ¡Ay Maca! –se quejó ante la carcajada de la Pediatra-.

Mira... me voy.

M_ Cuidado con tu ligue –le dijo sonriendo.

Entró la bandeja tras hacer innumerables equilibrios

para que no le cayera ni la bandeja, ni la sábana, entró.

Esther seguía durmiendo, se había encogido porque al

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quitarle Maca la sábana parecía había notado el fresco,

pero no por eso se había despertado. Maca sonrió.

M_ Esther... Esher...

E_ Mmmmmm –se quejó.

M_ Venga despierta dormilona.

E_ Tengo sueño –renegó.

M_ ¿Ah si?, pues que lastima porque la pinta que tiene el

desayuno es para no parar de comer.

E_ ¿Desayuno? –le dijo abriendo un ojo.

M_ Eso he dicho, pero tú tranqui, que si no quieres me lo

como yo.

E_ ¡Tus ganas tía! –le dijo sentándose mientras le daba un

escalofrío.

M_ Espera vamos a hacer algo mejor, yo me acuesto a tu

lado nos tapamos para estar algo más refugiadas y

desayunamos ¿qué te parece?

E_ Joder que pinta tiene esto –susurró sujetando la

bandeja.

M_ Ni caso, lo tuyo es grave ¿tienes algún secreto más? –

la miraba fijamente enarcando una ceja.

E_ ¿Qué dices?

M_ Al principio teníamos casi, que obligarte a comer y

ahora...

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E_ ¡Qué va!, yo siempre he sido una tragona lo que pasa

que al principio tenía los nervios en el estómago, solo dejo

de comer cuando me preocupa algo, por eso siempre

estaba en el gimnasio para peder lo que ganaba comiendo.

M_ ¿Ibas a un gimnasio? –la miró fijamente.

E_ Sí, ¿por qué me lo dices así?

M_ No sé... no pareces la típica pija de gimnasio, bueno...

aunque –se detuvo mientras cogía su vaso de café.

E_ ¡A ver que vas a decir! –le advirtió mirándola

fijamente.

M_ Si... tienes pinta si, joder el primer día que llegaste te

faltaba una cámara de televisión detrás, más bien parecía

que ibas a desfilar por la Sabana como si fueras una Diosa –

decía riéndose.

E_ Muy graciosa, lo que pasa es que una tiene clase –dejó

definitivamente la bandeja sobre la cama y cogió el pan que

Teresa les preparaba.

M_ ¿Qué más secretos guarda mi bella compañera de

cama?

E_ ¿Cómo quedamos, no era tu novia?

M_ No, según tú no, así que ahora eres compañera de

cama, eso sí, no una compañera cualquiera no –le decía

bajito jugando con su nariz en la mejilla de Esther que

sonreía-. La más pija de todas, y la más...

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E_ ¿Qué? –le sonrió al ver como se mordía el labio inferior

juguetona.

M_ La más caliente de todas –le musitó y vio como Esther

se sonrojaba-. Me encanta que te sonrojes así.

Y continuaron desafiándose, desayunando, riendo,

bromeando, descansando, mirándose en silencio.

En el camión, Zulú iba al volante, en medio Teresa y a

la derecha Massamba con su fusil en mano, los tres iban

hablando en kikongo, hablaban sobre la cacería y le

contaban como se había comportado el joven Ngouabi, a

mitad camino, donde ellos creyeron era seguro, bajaron y

sacaron la reserva de comida que entre Nsona y Lula les

habían preparado, se sentaron y distendidamente

mantuvieron una charla esta vez sobre Yildas y la joven

Sissou que parecían gustarse.

Z_ Mami, nuestra aldea es una aldea de amor.

T_ Es verdad –reía abiertamente la definición del divertido

Zulú.

Z_ Mwasi Esther, también quedar flechada –asentía con

sus grandes y blancos dientes al aire sonriendo.

T_ Eso es algo que nos ha venido del cielo Zulú, creo que

somos una gran familia, incluso a Massamaba le ha tocado

un poquito su corazonzote –lo miró sonriendo.

Ma_ Mami... mami –meneaba lentamente la cabeza.

T_ ¿Qué hay de malo?, nada... pues ya está.

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Z_ Sólo faltar Teresa –decía riendo a carcajadas.

T_ No, no a mí no...

Ma_ Si mami, tú también –el hombre que acostumbraba a

ser serio, dio una carcajada que hizo que la Selva entera

replicara, los tres reían de buena gana acompañados por

los cantos y aullidos de los demás habitantes.

Cuando llegó el momento, siguieron su camino, la cita

de Teresa estaba a cinco horas en coche, debían pasado al

estado de Cuvette, donde alguien les esperaba en Lobako.

Caía la noche cuando Nsona volvió a golpear la puerta

de la cabaña, desde fuera oyó la carcajada de Esther y

sonrió, sin duda, aquella Mwasi era la idónea para Maca,

una Maca que abrió la puerta. Nsona miró de reojo y vio

como sacaba su brazo desnudo y después el pie cerraba la

puerta.

Otra puerta se cerraba, en ese instante un hombre se

sentaba frente a Teresa, tras más de dos horas de charla, la

mujer salió, y se reunió con sus dos acompañantes que

luchaban para no dormirse.

Ma_ Mami.

T_ ¡Ay Massamba! –suspiró ladeando la cabeza-. No sé...

no sé...

La noche en la aldea se descubrió lluviosa,

intensamente lluviosa, pero las chicas no parecían escuchar

más que sus latidos como sonido único, representando la

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balada de amor que tanto les gustaba. Era cerca ya del

amanecer cuando Maca llamó a Esther.

E_ No puedo más cariño... no tengo fuerzas... no puedo –

decía tras una tarde noche intensa de amor.

M_ Venga –sonrió ante su comentario-. Vamos, levanta

quiero enseñarte una cosa.

E_ ¿Qué? –decía aturdida con los ojos casi cerrados.

M_ Ven, levanta dame la mano.

E_ ¿Qué hora es? –le preguntaba mientras le daba la

mano.

M_ Voy a llevarte al paraíso mi amor.

E_ Otra vez, si creo que no he dejado de estar allí –decía

con voz somnolienta mientras bostezaba y Maca sonreía.

M_ Ya lo veras, espera –fue a coger la manta mientras

Esther se apoyaba en el marco de la puerta y cerraba los

ojos-. Pero mi niña... ¿tan cansadita estás?

E_ Sí –ponía un puchero.

M_ Venga que esto merece la pena y más después de una

noche lloviendo.

E_ Vale –aceptó con una pequeña sonrisa.

Maca bajó una especie de escalera de madera, subió la

primera y después le indicó a Esther que hiciera lo mismo,

lo hizo pero cuando estaba por el segundo escalón se

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tropezó y se quedó colgando de la escalera con los pies al

aire.

M_ ¡Pero Esther!

E_ Auuuuuuuuuuuu –se quejaba.

M_ Mira que eres ¡eh! –no podía evitar la carcajada-.

Venga va...

E_ Ay que daño... –se quejaba pero al subir a un pequeño

cuadrado una especie de terraza que daba a la parte

trasera de la aldea se quedo con la boca abierta-. Joder...

M_ Es maravilloso ¿eh? –se sentó, y le hizo una señal para

que se sentara también, más que nada porque no cabían de

otra manera-. Ven y disfruta.

E_ Uf –resopló mientras se refugiaba entre sus brazos y

Maca extendía la manta sobre ellas la tapaba bien

apoyando su espalda en la pared de madera en un

almohadón que tenía allí preparado-. ¿Este es tu lugar?

M_ Sí, ahora es nuestro lugar –le besó en la sien.

E_ Es impresionante... –murmuró mientras entrelazaba

sus dedos a los de Maca-. Realmente impresionante.

Y así era, las luces y sombras de la noche, luchaban con

el sol que quería salir dejando en aquella batalla una visión

impresionante del lugar, el cielo se dibujaba de una

variedad única de colores, mientras el olor a tierra, hierba

mojada les daba un toque exótico realmente envidiable.

Esther no recordaba en su vida haber vivido algo parecido.

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Y a eso, se le unían las voces finas de algunas aves que con

su himno daban la bienvenida a ese sol poderoso que

luchaba con las nubes por mostrar toda su majestuosidad, y

aquel día, el sol quería mostrarse a dos mujeres que

miraban con los ojos repletos de ilusión por compartir algo

tan hermoso. El silencio entre ellas ante el espectáculo fue

alterado por la voz de Maca.

M_ Julia es todo para mí.

Maca notó como el cuerpo entero de Esther se tensaba

entre sus brazos, por mucho que tratara de no mostrar

impresión, aquella frase era la que menos esperaba, la que

menos podía entender y su cuerpo no pudo evitar mostrar

la sacudida causada, así como sintió un mazazo inesperado

en su corazón. Y como Esther estaba de espaldas, no pudo

ser testigo de una lucha que se había desatado en sus ojos

que perdían por un momento el espectáculo que frente a

ellas se les estaba brindando, la misma batalla que tenía el

sol en ese momento con la oscuridad, era la que ella tenía

con sus lagrimas para retenerlas, sin duda había sido un

golpe inesperado y doloroso, tremendamente doloroso,

pero si estuvo allí en sus silencios debía seguir estándolo,

debía dejarla hablar como hasta ese momento había

respetado su silencio, así que lo único que fue capaz de

hacer fue rozar con sus dedos los de Maca, una caricia

suave que estaba repleta a su vez de una extrema dulzura

que fue como esperada por la Pediatra para seguir, a pesar

que Esther estaba muestra de miedo de lo que pudiera

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seguir a aquella maldita frase que le había dejado helada y

casi provoca que su corazón se detuviera.

M_ Lo bueno y lo malo que hay en mí es Julia, porque

desde que la conocí solo viví para ella, le entregué mi vida

y todo mi amor, estaba ciega por ese amor si alguien me

decía cualquier cosa sobre ella, yo no hacía caso, si yo veía

cualquier cosa extraña en su comportamiento siempre

encontraba una disculpa –Esther tragó saliva no sabía si

debía o no hablar, realmente no sabía que hacer, así que

exhaló un profundo suspiro que pareció ayudar al sol a

apartar algunas zonas oscuras y teñir así el cielo de un

color sonrojado. Maca por su parte notaba los latidos de

Esther apresurados sobre su antebrazo que rodeaba el

cuerpo de la enfermera, sabía que le estaba provocando

temor pero era necesario ser franca con ella-. Confundí

amor por estupidez, era de las que pensaba que el amor

existía realmente, que dos personas podían entregarse a

ese sentimiento, por supuesto no era estúpida total, sabía

que era complicado mantener una relación en esas

condiciones siempre distanciadas, por eso me plantee dejar

Médicos Sin Fronteras para poder estar a su lado, vivir a su

lado, y te juro que todo lo que hacía era por amor, por un

inmenso amor. Ella me hizo lo que soy, no había tenido otra

mujer más que ella, aprendí a amar, a desear, a querer, a

despertarme anhelando besos, caricias, a dormirme

abrazada a otro cuerpo, sentirme segura, después ya sabes

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lo que vino –su voz se quebró pasó su lengua por sus labios

se habían secado como siempre que hablaba de Julia.

E_ Maca... –musitó al escuchar su silencio.

M_ Déjame hablar creo que te debo una explicación, no

es justo que guarde silencio frente a esto, no es justo para

ti ni para mí desde luego es un problema que tengo y que

por extensión te ha afectado a ti.

E_ Te escucho –le instó como si así pudiera darle

tranquilidad para seguir hablando.

M_ Julia ha vuelto a aparecer como me temía, ni un solo

día puedo dejar de pensar en ella, a pesar de todo lo que

significaba en mí que era mucho dolor ella seguía aquí,

puedes llamarme gilipollas...

E_ Nunca haría eso, creo que es comprensible –la

interrumpió rápidamente, y aunque su voz trataba de ser

fuerte la debilidad se había apoderado de ella. Volvió a

entregarle un silencio como si de esa manera le diera la

señal de que la escuchaba, de que por mucho que quisiera

huir, no podía, estaba encadenada a ella-. Antes de venir

aquí no lo hubiera entendido, ahora lo entiendo

perfectamente tu actitud.

M_ Gracias –sonrió agradeciendo sus palabras con un

beso sobre el pelo-. Siempre sabía que un día haría algo por

volver, es así, es una mujer superflua que a través del

tiempo y la distancia he sabido analizar, ella jugaba una

partida donde ni su marido al que odie injustamente, ni yo,

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éramos sabedores de ese juego tan solo ignorantes

participantes, nosotros no sabíamos que ella se había

enamorado de dos personas a la vez, ¿eso puede ser?, creo

que sí, solo que ella lo quería todo y jugo con los dos, yo

salí perjudicada como es normal, ella no iba a dejarlo a él le

daba lo que quería un hijo y un respeto ante la sociedad,

pero no por eso me iba a dejar de lado, sabía que un día

volvería a intentarlo y me daba miedo, porque es como si

tuviera un poder extraño sobre mí.

E_ Me he dado cuenta –sonrió ampliamente herida.

M_ Lo siento –le besó nuevamente, esta vez la frente-. Sé

que mi reacción fue la peor y más en ese momento íntimo

de las dos, pero no era fácil para mí, quizá saber que

preguntaba por mí removió muchas cosas son esos

misterios insondables que habitan en el corazón los cuales

no puedes manejar a tu antojo, te manejan ellos a ti.

Hubo un silencio corto, Maca volvió a humedecer sus

labios y entonces estrechó más fuerte el cuerpo de Esther

contra el suyo, ella se dejó hacer volviendo a suspirar,

mirando la magia que ocurría delante de sus ojos, entonces

como si se dejara llevar por los colores y los primeros rayos

de sol, se llenó de calma, no era posible que Maca le diera

ese amanecer para decirle que no quería estar con ella, la

conocía Maca no era así. Se relajó de repente y buscó

colocarse en mejor postura contra su pecho, entonces le

soltó los dedos que tenía entrelazados, para agarrarse

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fuerte a sus dos manos para darle la confianza que sabía

Esther le estaba pidiendo con ese silencio para continuar.

La fuerza que ella podía entre ver en sus líneas que le

quería decir le daba.

E_ Imagino que si a mí me hubiera pasado como a ti,

estaría igual, pensé en un primer momento que ella te

interesaba y no te voy a mentir, me dolió.

M_ Lo sé Esther, por eso necesito hablar, cuando te he

dicho que ella es todo en mí, era el punto y final a lo que

ella ha supuesto para mí, yo pensaba que nunca sería

capaz de olvidarla, que siempre estaría en mí, que siempre

andaría como enganchada a mi corazón y de hecho así era,

por más mujeres que pudiera conocer ninguna me ayudaba

a sacarla, era como si con cada una de ellas todavía me

castigara más –suspiró con actitud triste como si así

reconociera que lo que hacía no era lo que quería, su ceño

se frunció, su garganta se había vuelto a secar y volvió a

tragar aquel nudo que tenía allí en forma de Julia y al que

quería derrotar definitivamente-. Esta mañana he entendido

lo que necesito de Julia, porque la sigo teniendo ahí

presente, porque he esperado una palabra suya, sigo

pensando que ella es la madre de mi hijo, ella tiene el

poder sobre el sentimiento que me une a él, a un hijo que

no tengo, que no sabe de mí, un hijo que ante la sociedad

tiene un padre, ante mi corazón tiene en mí una madre, ella

me conoce, Teresa tiene razón, es capaz de utilizarlo para

volver a intentar estar conmigo, y pongo la mano en el

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fuego que lo lograría, que yo caería en su juego, volvería a

hundirme en el fango por mi hijo –hizo una corta pausa y su

voz se torno nuevamente tierna y pausada, relajada y

delirante para Esther-. Pero esta mañana cuando me he

despertado y tú no estabas a mi lado, me he dado cuenta

que en mi corazón no queda ni rastro de ella, por un

momento he pensado que te podía perder y me he dado

cuenta que, estás ahí que te has colado en él, has borrado

todo lo que siempre quise borrar y sola no pude, y ahora en

este momento puedo decirte que Julia lo fue todo, en

pasado, un pasado que necesitaba gritar, porque mi

presente y futuro eres tú. Tú que has entrado a mi vida

como un ciclón y no quiero que nada me impida ser feliz a

tu lado, no quiero que una duda entre nosotras pueda

hacernos daño, quiero que sepas lo que Julia significó para

mí, un gran amor no correspondido, lo sé, pero fue mi gran

amor, pero al mismo tiempo quiero que sepas que tú eres

lo que me importa ahora, que tú eres la mujer que quiero a

mi lado, que siento como parte de mí –hizo otra pausa para

tomar aire y poder decirle con total rotundidad-. Esther

sabes que me cuesta decir te quiero, que me cuesta

entregar mi corazón y creer nuevamente en el amor... que

me había prometido no hacerlo nunca más, pero tú eres el

amor personificado, eres la ternura y la pasión, eres la

comprensión, me escuchas, me riñes, me haces mejor si

estas a mi lado, me has enseñado que son los celos, y ahí

me asusté, porque yo solo quería tu cuerpo y de repente

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cuando te vi con Carlos, lo quería todo, tu cuerpo, tu sonrisa

para mí, tus besos solo míos, no soy celosa ni posesiva, ni

siquiera con ella, pero tú me muestras un lado diferente de

mí, y como antes dije lo de Julia, ahora digo, quiero todo de

ti Esther –lo dijo como un susurró tan tímido que inundó

brutalmente el espacio, al mismo tiempo que el sol

iluminaba el cielo de la misma manera que el corazón de

Esther se había iluminado con las palabras de Maca-. Lo

quiero porque te quiero a ti, porque hoy me he dado cuenta

que eres todo en mí.

E_ Maca... sé que fue importante para ti, no puedo

reprocharte nada, creo que es normal el proceso que has

pasado –le hablaba con voz arrolladoramente tierna, suave,

envolviéndola en ese amor que le mostraba día a día-. Yo

solo puedo decirte que te quiero, esta mañana cuando

miraba por la ventana a Nsona abrazar a Zulú, veía un brillo

en sus ojos especial, ese brillo yo jamás lo tuve –Maca

sentía que el nudo en la garganta se había desecho, por fin,

se sentía liberada de Julia, y abrazó con fuerza a esa mujer

toda dulzura que tenía entre sus brazos-. Eso es lo que tú

me provocas Maca, amor, ni siquiera sabía que tenía tanto

para dar, ni siquiera imaginaba que podía pasar toda una

noche envuelta en el más puro deseo, para mí era algo

inimaginable, y sin embargo, contigo todo es fácil, contigo

es vivir la vida al día, casi al límite, y eso lo vi esta mañana,

estaba en tus manos, si me hubieras dicho que querías

volver con ella, creo que la tristeza me hubiera matado,

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pero es tu decisión cariño, no puedo obligarte a amarme si

no es así.

M_ Eres maravillosa –le obligó a darse la vuelta, Maca

lloraba con esas pequeñas y finas lagrimas de la alegría y

emoción-. Realmente maravillosa...

E_ Tú también –le limpiaba las lagrimas con cariño.

M_ No sé a quien debo agradecer que estés aquí, pero te

juro que lo hago todas las noches.

E_ Mi amor –unió sus labios con suavidad, con cariño,

Maca respondió de igual manera al beso.

M_ Cariño –apoyó su frente sobre la de Esther-. Nunca

pensé que pudiera sentir esto... creo que tú me estás

enseñando a amar de otra manera, y me siento muy feliz –

decía emocionada-. Me siento correspondida y eso, te juro

que es la primera vez que me ocurre.

E_ Pues anda que tú –dio una carcajada divertida

mientras ambas lloraban emocionadas de poder

reencontrarse, tras volverse a besar, a mirarse, a

encontrarse, Esther le preguntó-. ¿Qué esperas de mí

Maca?

M_ Espero que sigas siendo así, que me sonrías todas las

mañanas, que sigas a mi lado, que seas tú, tú misma no

quiero que cambies nada por mí, quiero que te muestres

como eres –Esther sonrió entonces con su voz sedosa le

musitó abriendo de par en par las puertas del corazón de la

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enfermera que la miraba fijamente a los ojos-. Quiero esa

sonrisa todos los días de mi vida.

E_ Cariño –la abrazó sintiendo como Maca la estrechaba

fuerte entre sus brazos y le dejaba un beso en el hombro.

M_ ¿Qué esperas tú de mí? –la separó mirándola a los

ojos.

E_ Espero que seas así, sincera hasta en lo más difícil que

es abrir un corazón herido, dejarme entrar en tu vida,

espero que todos los días me llenes con esa sonrisa tuya

que me derrite, y espero, que un día podamos juntas llegar

a Madrid, y si lo quieres y necesitas, luchemos por tu hijo, si

lo decides, me tendrás a tu lado.

Aquellas palabras de Esther, lograron que Maca sintiera

lo que era la felicidad, se volvieron a abrazar a besar con

lentitud, con esmero, con cariño infinito y abrazadas,

dejaron que el amanecer les inundara para ser testigo de su

felicidad.

Tras contemplar el final del amanecer, bajaron

nuevamente a la cabaña, nuevamente se entregaron a la

pasión pero en aquel momento, quizá por la seguridad, por

el amor que se habían confesado fue mucho más intenso,

los besos, alcanzaban lugares que raramente quedaban sin

explorar, los labios se reconocían y jugaban con la

intensidad, con el roce suave e intenso de sus lenguas que

se anhelaban por igual, las caricias se mostraban lentas,

tiernas y apasionantes, abarcaban tanta piel como

403 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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deseaban, caricias que cuando tocaban los pechos se

tornaban fieras, caricias que cuando llegaban al vientre

volvían a ser suaves, caricias que buscaban el centro del

otro ser para inundarlo de placer. Y así, rendidas quedaron

fundidas en un abrazo durmiendo, olvidándose del mundo,

olvidándose de todo excepto ese amor que les bombeaba

en el corazón.

Dos toques en la puerta daban la señal del desayuno.

E_ Maca… el desayuno.

M_ Mmmm.

E_ Ve –musitaba.

M_ Yo fui ayer, te toca a ti –se acomodó más en la cama

metiéndose en la sábana.

E_ Voy.. voy… ¿y mi ropa? –preguntó rascándose la

cabeza mientras bostezaba y se mostraba cansada.

M_ Ehhhh ¿qué haces? –le preguntó al notar que le

quitaba la sábana.

E_ Voy que insisten y no sé donde me dejaste la ropa –

decía musitando para que quien estuviera fuera no pudiera

escuchar su conversación.

M_ Joder… no tardes…

E_ Shhh –la mandó callar. Se enrolló la sábana al cuerpo

desnudo y abrió, al ver quien había allí esperando sonrió-.

¡Hola!

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Page 405: TERCERA PARTE PIJA

T_ Jesús, María y José –dijo a modo de sorpresa al ver su

cara.

E_ ¿Cuándo has llegado?

T_ Esta mañana… ¿cómo lo vas a coger? –le señaló la

bandeja.

E_ ¿Puedes pasarla tú?, es que… -ponía gesto de

circunstancias.

T_ Ya… ya… me hago cargo.

E_ No mires, Maca está desnuda –le susurró bajito.

T_ ¡Bueno! –hizo de su gesto un verdadero escándalo.

E_ ¿Cómo te ha ido? –le preguntó bajito porque Maca que

dormía de lado sin que se viera nada de su cuerpo desnudo

no la despertara.

T_ No del todo bien, pero ya se verá.

E_ ¡Ah! –pareció no entender sus palabras.

T_ Os doy una hora para desayunar y os vais a la ducha

que… -hizo una señal en su nariz como de que la cabaña

olía.

E_ Vale –se puso colorada sin poderlo remediar.

T_ Y te voy a decir una cosa Esther, tienes muy mala

cara.

E_ No he dormido mucho –se defendió.

T_ Esther… el sexo adelgaza te lo advierto –le dijo una

vez fuera de la cabaña apuntándola con su dedo índice.

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E_ Me quiero quedar en los huesos si es así Teresa, nunca

había vivido algo tan… tan… tan… ¡ay! –suspiró y cerró la

puerta con cara de enamorada total.

T_ ¡Por los Clavos de Cristo! –susurró impactada por la

declaración.

Dentro, después de dar un buen trago de zumo y un

bocado a un pedazo de coco, se acercó mirando a una Maca

que dormía rendida, nunca la había visto así, era consciente

que se había quitado un buen peso de encima, apoyó una

pierna sobre la cama y le acarició el brazo con ternura.

M_ Te echo de menos.

E_ Y yo mi vida.

M_ Ven un poco más –se giró abriendo los brazos y fue

como una invitación irresistible a la que no quiso resistirse.

Se refugió entre ellos, sobre el pecho que se había enfriado

de Maca-. Te echaba de menos…

E_ Creo que voy a tener que hacer algo te has quedado

helada –le acariciaba el pecho derecho.

M_ Si es que no tienes conciencia en abandonarme –le

acariciaba a su vez la espalda.

E_ Soy mala.

M_ Mucho.

E_ ¿Me perdonas?

M_ Te lo vas a tener que ganar.

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E_ Teresa me ha dicho que el sexo adelgaza.

M_ ¿Ya ha vuelto? –le preguntó abriendo los ojos.

E_ Sí.

M_ Que extraño… ¿dónde habrá ido? –preguntó con cierto

misterio.

E_ Con el novio, no tenía cara desde luego.

M_ Ya te dije se quedo con nosotras.

E_ ¿Y dónde crees que habrá ido?

M_ Ni idea, bueno viene Navidad, igual ha ido a tratar de

conseguir algo de tela para las fiestas.

E_ ¿Tú crees?, ¿no nos sirven los liputas que tenemos? –

apoyó su barbilla sobre su pecho.

M_ Uf, si te lo pones, te aseguro que me da algo si no te

tengo antes, me debes dejar muy saciada para no echarme

a tu cuello –Esther dio una carcajada, Maca la miró y

acarició lentamente su cara-. Me encanta verte reír.

E_ Tú me haces reír, creo que más que en toda mi vida –

la besó con suavidad.

M_ Me alegro.

E_ Te quiero –la besó como si supiera que a Maca le

costaba decirlo y de esa manera se lo ponía más fácil.

M_ Esther –la abrazó fuertemente.

En la cabaña de Vilches, Teresa caminaba de lado a

lado un tanto nerviosa mientras se frotaba las manos,

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hablaba sin parar mientras él comía sin abrir la boca más

que para masticar las masas que hacían las mujeres en

forma de bollo. Cuando terminó de hablar, Vilches terminó

de comer, entonces la miró con gesto serio, muy serio.

V_ ¿Y qué esperabas?

T_ Otra cosa, algo de entendimiento.

V_ No lo vas a lograr.

T_ ¿Y qué vamos a hacer?

V_ Esperar –elevó los hombros.

T_ ¡Ahora, justo ahora!

V_ Teresa… me duele la cabeza no has parado de hablar

desde que has entrado, estás histérica con este tema, has

hecho más de lo que debías, y yo haré igual, punto, así

que… relájate no me alteres mi retiro forzoso que ya me

tiene hasta los mismísimos.

T_ De momento no habéis desarrollado nada, creo que

podríamos rebajar los días ¿no?

V_ Creo que sí, porque me voy a volver loco.

T_ Bueno cálmate que hoy te va a llamar Cruz.

V_ Por eso Teresa porque si estoy trabajando no pienso

en otra cosa, pero si la oigo, hablo con ella y me vengo

aquí... me pongo muy mal.

T_ No tenéis remedio.

V_ ¿Y eso? –la miró enarcando una ceja.

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T_ Pues eso porque las otras dos están igual, van a

quedarse en los huesos.

V_ Serás mal pensada –le respondió ofendido

entrecerrando los ojos.

T_ Piensa mal y acertarás.

Habían terminado el desayuno, Esther le había contado

como Teresa les había dejado avisado que en una hora

estaría por ellas, así que tuvieron que frenar la pasión y

comenzaron a conocerse algo mejor, a la pregunta de una

la otra contestaba.

E_ ¿Cuándo te diste cuenta que eras lesbiana?

M_ Uf muy pronto, jeje –sonrió con picardía-, mi hermano

tenía una amiga que estaba siempre por casa, a mí la

amiga me producía unas subidas de todo que no sabía por

entonces como bajarlas –Esther ser moría de la risa por los

gestos de Maca-. Así que pensé que nada más era que esa

chica me gustaba porque le gustaba a mi hermano y como

siempre rivalizábamos por todo –elevó los hombros-. Pero

después, vino a casa una chica para el servicio, me tenía

loca.

E_ ¡Tú eras ya una salida de pequeña! –le decía

sonriendo.

M_ Y tanto que si ¡qué quieres que haga! –la miraba

provocándola.

E_ Pues que a partir de ahora me mires solo a mí.

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M_ Eso sabes que no tienes que decírmelo, ya sé que eres

celosa así que me cuidaré mucho de hacer nada indebido.

E_ Más te vale.

M_ Lo mismo digo –se acercó a besarla cuando la puerta

se abrió de par en par asustándolas-. Eh Teresa ¿se te ha

olvidado llamar?

T_ No, si os llego a pillar, traía esto para despegaros –

enseñó una especie de sacudidor que tenía puesto en la

espalda mientras las miraba muy serias.

Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh, uh uh uh.

M_ A la cama no a la cama no –le gritaba como loca Maca.

Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrr –pedorreta para Maca salto a la

cama y abrazo para Esther.

M_ La madre que te parió –le dijo secándose la cara.

E_ Es adorable mi pequeña Mona... ¿y Valiente?

T_ Castigado.

M_ ¿Lo has castigado? –se miraron entre ellas-. ¿Y eso?

T_ Historias para no dormir, debe oler vuestras hormonas

y el niño va salido por ahí, ha aprendido que tiene algo para

utilizar, le he pillado haciendo una guarrada con el banco

del comedor –abría muchos los ojos.

Mo_ Uh, uh uh ahhhhhhhhhh –movía las manos

exageradamente al compás de sus caderas para lante, para

tras.

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E_ Que fuerte –murmuraba Esther al ver al animal hacer

ese movimiento.

M_ Parece Fiebre de una Noche de Sábado.

Aquel comentario más el baile de Mona, fue una buena

excusa para reírse muy a gusto las tres, empezando por

Teresa que se tuvo que juntar las piernas en señal que de lo

contrario se hacia pipi. La primera en ducharse fue Esther,

hicieron el mismo ritual de la ropa, se metió en la ducha y

comenzó a cantar.

E_ Adoro la calle en que nos vimos... la noche cuando nos

conocimos.

Mo_ Ahhh uhhhh, ahhhhh, uhhhhhhhhhh.

E_ Adoro las cosas que me dices, nuestros ratos felices,

los adoro vida mía –cantaba entusiasmada mientras

recordaba sus besos, sus caricias, sus susurros.

Mo_ Aaahhhhh, uhhhhhhhhh, uhhhh uhh uhhhh.

E_ Adoro la forma en que sonríes –no podía dejar de

sonreír al cantar esa estrofa-, el modo en que a veces me

riñes, la seda de tus manos, los besos que nos damos, los

adoro vida mía –subía el tono.

Mo_ AHHH, UHHH, AHHHHHH, UHHHHHH, AH AH AH AH

AH –seguía el compás de Esther.

T_ Esto es pa mear y no echar gota, que dice Vilches...

que sincronización.

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Page 412: TERCERA PARTE PIJA

Y así siguieron hasta que Esther dio por finalizada la

ducha, Mona los coros, y Teresa el martirio. Esther salió en

su nube particular, cogió de la mano a Mona y se fue a la

cabaña, Teresa se quedó allí de piedra al ver el estado en el

que se marchaba, y tras el espectáculo vivido, no lograba

reponerse del todo. Entonces entró Maca, se desnudó sin

decirle palabra y sin más se metió en la ducha.

T_ Otra –susurró negando con la cabeza al menos no

canta.

M_ Teresa... ¿piensas decirme donde has ido?

T_ No tengo nada que contar.

M_ A mí no me engañas que te conozco.

T_ Te conozco bacalao aunque vengas disfrazao –soltó

riendo.

M_ ¿Estás bien? –sacó la cabeza mirándola incrédula con

el jabón en su pelo.

T_ Después de soportar un dueto Esther Mona, cantando

Adoro, no muy bien la verdad.

M_ Mi Esther cantando Adoro.

T_ Eso he dicho, oye... ¿tu Esther?

M_ ¡Ay Teresa que creo me han pillado! –sonreía dentro

de la ducha sintiéndose feliz.

T_ ¿Me lo vas a explicar?

M_ Sí, pero cuando salga de esa cabaña, si salgo viva.

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T_ A ver que haces porque Esther se me está quedando

en los huesos y tú... a ti te veo más flaca de cara.

M_ ¿Quieres que te cuente lo que hago? –volvió a sacar la

cabeza enarcando sus cejas.

T_ Payasa eres, ¡va que no tengo todo el día!

Ns_ Mami... tener una llamada.

T_ Vaya por Dios...

M_ Ve que no me voy a escapar te lo aseguro –le decía

gritando-. Nsona, bonso nge kele? (Nsona como estás).

Ns_ Mwasi Maca, kele mbote. ¿Ti nge? -(Maca, estoy

bien.¿Y tú?) le dijo con una sonrisa amplia y feliz.

M_ Mono kele na monikaka (Estoy en la luna) le decía

demostrando su felicidad, frase que dedicaban cuando

alguien era feliz, realmente feliz.

Ns_ Me alegro –dijo sin esconder su alegría sincera.

M_ Melesi Nsona.

Ns_ Esther kele Mwasi sambu na (Esther es la mujer para

ti). Mbata Mwasi.

M_ Mbata –le dijo mientras pensaba aquellas palabras de

Nsona, sonrió y susurró-. Si, Esther es la mujer que

necesitaba, si.

Cuando Teresa llamó a la puerta de la cabaña, Maca ya

estaba allí contándole la conversación que había mantenido

con Nsona, Esther sonreía feliz de ver que a todos les

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parecía tan bien su relación. Asombrada por un lado por la

facilidad con que todos admitían aquello, se suponía que en

el tercer mundo, que para ella en ese aspecto superaba al

supuesto “primer mundo y sus prejuicios”.

M_ Pasa Teresa.

T_ Esther ven, es tu madre.

E_ ¿Mi madre?

T_ Eso ha dicho, toma, ponte la mascarilla.

M_ ¡Vamos Teresa!

T_ No quiero riesgos.

E_ Ahora vuelvo mi amor.

M_ No tardes –le lanzó un besito.

T_ Mi amor... no tardes... ¡madre mía cuanta tontería! –

decía burlándose pero encantada de ser testigo de aquel

amor.

M_ Teresa ¿podrás venir un momento mientras Esther

habla?

T_ Claro cariño –le sonrió.

M_ Gracias. ¡Ay! –suspiro hondo muy hondo, hondísimo

de amor.

La acompañó hasta la radio, para Esther ir caminando

por la aldea sin poder acercarse a nadie era un palo, saludó

a los niños con su amplia sonrisa, Nmaba saludó porque su

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perro le tocó con la pata y sabía que alguien había, su nieto

le dijo que era Esther.

Nm_ Nzambi nge kubotikila, Mwasi Esther (Dios te

bendiga, Esther).

E_ Melesi Namba, melesi –le contestó emocionada.

T_ Venga Esther... vas a hablar con tu madre.

E_ Ya... pero... no dejan de sorprenderme –la miró con los

ojos emocionados-. Espero que no me diga que no hizo el

encargo.

T_ Tranquila, sobre todo no discutas, te dejo hablar sola

con ella ¿vale?

E_ Gracias Teresa.

Allí la dejó y salió a paso ligero hacia la cabaña, sonrió

al ver como los niños jugaban con su rota pelota, gritaban y

hacían los bailes que habían visto a las dos mwasis, Maca

reía abiertamente tras la ventana, reconocía aquel

movimiento en Esther y recordó aquel partido de fútbol que

tanto le había gustado. Suspiró algo asustada.

T_ Aquí me tienes, ¿tú dirás?

M_ Necesito tu ayuda para algo que quiero hacer, pero

antes quiero que sepas algo.

T_ Espero que bueno, porque últimamente todo es malo.

M_ He hablado con Esther, le he hablado con toda mi

franqueza respecto a Julia.

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T_ ¿Y? –la miraba con el ceño fruncido.

M_ Tenías razón, Esther es una mujer maravillosa repleta

de amor para dar, y de tantas otras cosas –le decía con

gesto feliz.

T_ Ya –sonrió sentándose junto a la cama, junto a ella.

M_ He compartido contigo mis peores momentos

¿verdad?

T_ Sí, he sufrido y lo sabes.

M_ Pues ahora quiero que dejes de sufrir, voy a sacar de

mí ese espíritu malvado que me poseyó, y voy a centrarme

en amar a Esther.

T_ ¿Me lo estás diciendo en serio? –la miraba fijamente.

M_ ¿Crees que bromearía en algo así?, la quiero... me ha

enseñado a quererla con una fuerza que me asusta Teresa,

y me he dado cuenta con lo de Julia –la nombró con

tranquilidad y entonces la buena de Teresa se percató que

era cierto, lo había superado-. En otro momento me habría

alegrado, me habría puesto frenética, feliz, dispuesta a

esperar, sin embargo lo que sentí fue miedo, miedo por si

perdía a Esther.

T_ No sabes lo que me alegra, te lo digo de corazón –le

acarició el pelo con ternura.

M_ Lo sé, por eso te lo cuento, para que estés tranquila y

sepas que Esther ha derrumbado del todo la muralla que

creé, y ahora necesito tu ayuda.

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T_ ¿Mi ayuda?

M_ Sí, verás...

Al rato llegó Esther con gesto tranquilo, la charla con su

madre había sido muy amena, al llegar a la cabaña se

quedó un rato Teresa hablando con ellas, contándoles cosas

de la aldea, como Massamba había dicho que Ngouabi

estaba preparado para salir de allí, para ser un hombre,

como Zulú le había aconsejado al muchacho que al igual

que Massamba le dijo, esperara un poco más de tiempo y

que a poder ser, fuera llevado por algún camión de Médicos

Sin Fronteras. Sobre Lula y sus pasos hacia Massamba,

parecía que la muchacha iba perdiendo el miedo y repulsión

que le había quedado por los hombres después de su

experiencia, como Yildas y Sissou también se acercaban

poco a poco, como los niños preguntaban por las mwasis y

pedían jugar al fútbol con ellas, como Zambi, Dib y Laobi,

querían darle una sorpresa a Zulú por ser nuevamente

padre, y como ella y Nmaba, hablaban de aquellas dos

mujeres que tanto se querían. Ambas sonreían ante el

enorme cariño y dulzura que existía en la aldea, en lo

mucho que las respetaban y las querían.

E_ ¿Y Vilches?

T_ Ni me lo nombres, me tiene contenta.

M_ Paciencia Teresa ya sabes que él es como un león,

enjaulado se vuelve insoportable.

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T_ Me lo dirás a mí. Bueno pues me retiro a descansar y a

preparar la cena.

M_ Vale.

E_ ¿Nos vas a traer algo rico? –la miró sonriente.

T_ No sé... me lo pensaré. Hasta luego.

M_ Bueno... ya empezaba a plantearme la idea de echarla

–se acercó a ella abrazándola por detrás mientras la mecía

suavemente y Esther se dejaba mecer.

E_ Pobrecilla.

M_ ¿Todo bien con tu madre?

E_ Bueno, en su línea distante, pero bien. Le he hablado

de ti –sonrió.

M_ ¿De mí?

E_ Sí, bueno no le he dicho la verdad creo que le daría un

pasmo.

M_ Vaya –Esther se giró entonces mirándola-. Lo siento.

E_ Yo no, el día que se lo diga, lo haré con la cabeza muy

alta, si quiere bien, si no, pues peor para ella porque se

queda sin conocer a una nuera espectacular.

M_ En eso tienes toda la razón –la besó en la frente-. No

va a tener una nuera mejor que yo.

E_ Por supuesto. ¡Creída por favor! –dijo finalmente

explotando en una carcajada ante el gesto y el guiño de

Maca.

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M_ Ya sabes que si. ¿Bueno y a ver que le apetece a

hacer a mi peque? –le besaba con suavidad.

E_ Descansar, tengo agujetas cariño –le reía-. Y

podríamos aprovechar para aprender algo de kikongo.

M_ De acuerdo. Luego nge ti mono kuyongana.

E_ Espera.. espera... eso me lo dijiste una vez.

M_ Inga kuanwa (si cariño).

E_ Eso no vale... eso no vale...

M_ Nswalu mono kele yanwu –le susurró al oído.

E_ Dios.. dios... ¿dime el significado ya?, no seas bruja..

no seas mala Maca –ella se moría de risa.

M_ No señora lo tienes que aprender.

Así pasaron un buen rato, Maca impresionada por la

hoja de cálculo de Esther, le encantaba su pulcritud para el

trabajo, y no solo como enfermera, se daba cuenta que

para todo era tan recta como para su trabajo. Finalmente

descifró la frase de Maca que se reía abiertamente.

E_ No si yo cuando digo lo que digo... así que estás

yanwu.

M_ Mucho.

E_ Y quieres que vaya nswalu.

M_ Si –le hizo un pucherito.

E_ ¿Alguna vez te han dicho que eres muy mala?

M_ Pocas –negó graciosamente.

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E_ Pues te lo digo yo decirme Nsawalu mono kele yanwu

(rápido que estoy caliente), para picarme...

M_ Me encanta cuando hablas en kikongo, tu

pronunciación es espectacular.

E_ Perdona –se separó cuando le iba a besar-. Es que...

cuando una es buena... es buena.

M_ Payasa...

E_ Pues si... y ahora te digo yo, nge ti mono kuyongana

(hagamos el amor).

La echó contra el colchón y siguieron con su rutina de

amarse lentamente.

En la hora de la cena, Esther notó que Maca estaba algo

nerviosa, le había hecho vestirse con la poca ropa que

pasó, y ella misma se había puesto un conjunto pantalón y

casaca negro que le quedaba de muerte. Cuando sonaron

los golpes característicos, Maca le hizo sentarse en la silla.

M_ No te muevas.

E_ Vale –sonrió algo nerviosa de verla a ella.

M_ Pasa.

T_ Buenas noches –entraron Teresa y Sissou que se

quedo fuera dejándole la bandeja a Maca que le guiñó un

ojo-. Aquí está vuestra cena.

E_ ¡Dios!, ¿y esto? –le preguntó poniéndose en pie y

ayudándole.

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T_ Maca dijo cena especial... aquí está cena especial.

E_ ¿Ah si? –la miraba con una sonrisa divertida mientras

Maca dejaba la otra bandeja sobre la mesa.

M_ Estooooo si –sonrió feliz.

E_ ¿Te quedas Teresa?

T_ Pues no lo sé –elevó los hombros divertida mirando a

Maca.

M_ No, no se queda.

E_ No entiendo nada y me estás poniendo nerviosa –le

sonrió.

T_ ¿Puedo decir algo? –levantó el dedo Maca asintió-. A mí

también.

M_ Me encanta poner nerviosa a las dos mujeres que más

quiero.

T_ Mira que bien.

E_ Es un bicho sin remedio Teresa.

M_ Bueno a ver... a lo que iba, ven Esther –le tomó la

mano y se planto delante de Teresa. Suspiró

profundamente mientras las velas jugueteaban con la luces

en la cabaña haciendo un entorno repleto de

romanticismo-. Quería que Teresa estuviera presente,

porque como veo que andas floja de memoria –Esther

sonrió cogiéndole la mano nerviosa mientras Maca sacaba

de uno de sus anchos bolsillos una flor igual a la que le dejó

sobre la cama, se la puso en la oreja apartando el pelo, le

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daba una luminosidad a Esther que Teresa admiró de igual

manera que lo estaba haciendo Maca-. Eres la persona más

importante de mi vida, te lo dije no sé a quien debo dar

gracias por tenerte a mi lado, por aparecer con esa

arrebatadora sonrisa que me ha conquistado desde el

primer día, sé que no va a ser fácil porque en lugar donde

estamos no lo es, pero quiero que lo seas todo para mí, por

eso Esther García –hizo una pequeña reverencia, Teresa las

miraba con emoción-. Aquí delante de Teresa como testigo

de mi gran amor por ti, te digo, ¿quieres casarte conmigo?

Hubo silencio, tanto que se escucharon los golpeteos de

los tres corazones, el de Teresa emocionado al ver a Maca

recuperada siendo la misma de siempre, el de Maca ansioso

por la respuesta y el de Esther sorprendido, halagado y

enormemente, feliz.

E_ ¿Puedes repetirlo?

M_ ¿Quieres casarte con esta mujer que te adora? –le

decía con sus dedos entrelazados y una sonrisa maravillosa

en su cara.

E_ Sí quiero, claro que quiero, ¡claro qué quiero!

Se fundieron en un abrazo, un beso de pasión, unas

lagrimas emocionadas rodando por las mejillas de ambas, y

una mirada repleta de felicidad por parte de Teresa, una

mirada que al mismo tiempo, trataba de esconder el miedo

que sentía en ese momento.

422 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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Al separarse, Esther la miró un poco sorprendida, Maca

lo hacía divertida, Teresa carraspeó como queriendo

participar de aquella buena noticia que la llenaba de

satisfacción por ambas.

E_ Espera un momento –le dijo de pronto a Maca

frunciendo el ceño, gesto que borró la risa de Teresa.

T_ “Ya verás tú, al final no se me casa” –pensaba con una

mano puesta en la cadera.

M_ ¿Qué pasa? –la miraba divertida sin poder dejar de

sonreír.

E_ ¿Cómo me voy a casar contigo sin antes haber sido tu

novia? –la miraba muy seria-. Se van a pensar que estoy

embarazada.

T_ ¡Mira que eres burra! –dijo sin poder callarse

apartando a Maca y abrazándola con cariño, durante el

abrazo, le susurró-. Gracias.

M_ No te pases Teresa que estás tocando mucho.

T_ No sí… cuando yo digo que sois tal para cual, es que lo

sois –besó a Maca sonriendo-. Que emoción ¡madre!,

menuda boda vamos a hacer. ¡Por fin puedo colocarte!

M_ ¿Pero como puedes decir eso con lo mona que soy? –le

decía entrecerrando los ojos como si se ofendiera ante su

comentario recibiendo la mueca de burla por parte de

Teresa.

E_ ¿Puedo preguntar algo?

423 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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M_ Claro mi amor, puedes preguntar todo lo que quieras –

metió su dedito juguetón en el escote de Esther que la

apartó sonriente, llevándose Maca el codazo de Teresa ante

su acción delante suya-. ¡Au!

T_ Las manos quietas en mi presencia.

E_ A ver, yo he visto bodas por rituales rarísimos, espero

que no sea ese ritual de ir con una faldita nada más –

enarcaba las cejas.

T_ ¿Crees que ésta te dejaría ir así? –le preguntó con

sarcasmo.

M_ Un respeto ¿eh Teresa?

T_ No Esther, de hecho es la segunda boda que vamos a

hacer.

M_ Es cierto, la primera fue Zulú y Nsona –sonrió al

recordarlo.

T_ Y nos lo pasamos muy bien.

M_ Es cierto, menudo pedo pillé –sonrió recordando que

Zambi y ella se pasaron con la bebida y acabaron metidos

en el bebedero para los animales que tenían por aquel

entonces.

T_ No me lo recuerdes.

E_ ¿Pero me lo vais a contar? –preguntaba divertida de

verlas como si fueran Tip y Coll debatiendo-. ¡Vaya pareja!

T_ Yo hago la boda.

424 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 425: TERCERA PARTE PIJA

E_ ¿Tú?

T_ Anda claro, para algo me ha de servir ser la más vieja

del lugar ¿no?

M_ Tenemos que preparar los vestidos.

T_ Sobraron telas, no hay problema.

M_ Me niego a que Esther se haga un modelito como el

liputa, o, os aseguro que no respondo –le decía muy seria.

T_ Calla, calla –decía haciéndose la escandalizada.

E_ Tanto discutir en España la ley de matrimonios

homosexuales, y llego a la Selva y en un santiamén me

casan.

M_ Pero… antes tengo que aclararte algo –la cogió de la

cintura omitiendo el carraspeo de Teresa-. Aquí no hay

divorcio.

E_ ¿No? –no podía evitar esa sonrisa juguetona, divertida

y alegre que le provocaba Maca cuando se ponía en ese

plan divertido.

M_ No.

T_ Nada, lo que yo diga, como dos cencerros. Así que os

dejo con vuestros preparativos, dos padrinos por cada una.

E_ ¿Puede ser Mona?, sé que le haría mucho ilusión –le

preguntó sacando la cabeza un poco por fuera de la figura

de Maca.

T_ Me lo temía –se marchó mascullando sin cesar.

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Page 426: TERCERA PARTE PIJA

M_ La vamos a volver loca –reía.

E_ Maca –la miraba fijamente con sus ojos repletos de

amor, un amor verdadero y único.

M_ Dime cariño –la miraba con su misma devoción.

E_ Si esto es un sueño no me dejes despertar.

M_ No lo es… te lo aseguro, es más te lo voy a demostrar.

Sus manos se colaron por debajo de su blusa rozando

suavemente su piel, mientras Maca se mordía el labio

inferior mirándola fijamente, cuando vio que Esther cerraba

los ojos y hacía lo mismo con sus manos buscando la piel

de la Pediatra, le musitó.

M_ ¿Sueñas?

E_ No…

M_ Me alegro –se inclinó lentamente atrapando sus

labios-. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Esther.

E_ Tú también, te lo aseguro –se abrazaron y al hacerlo

vio la cena sobre la mesa-. Esto… esto… que digo yo que…

M_ Tienes hambre -confirmó.

E_ Si –sonrió tan feliz que arrastró la misma sonrisa en los

labios de Maca.

Mientras ellas cenaban, Teresa volvía a reunirse con

Vilches, el hombre la miraba serio, si momentos antes había

sido una fiera enjaulada caminando de lado a lado, nerviosa

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y con cara de susto, en ese momento hacia lo mismo pero

con una felicidad que a Vilches le asustaba.

T_ ¡Imagínate!, nuestra Maca casada… no me lo puedo

creer, todo ha sido tan rápido.

V_ ¿No estará embarazada, verdad? –le dijo muy serio.

T_ ¡Ay Vilches! –protestó de mala gana-. No hagas

bromas.

V_ Debo reconocer que cuando quiere es inteligente y

rápida.

T_ Está enamorada de verdad, no había visto yo esos ojos

así ni con Julia.

V_ Es que mi Esther es mucha Esther.

T_ Si, la verdad que es un cielo de chica y espero que

todo les vaya muy bien.

V_ Tranquila, lo intentaremos.

T_ No sé como va a tomar lo que le viene.

V_ Pues como siempre, con tranquilidad

T_ Ya pero ahora no es lo mismo, ahora si la mandan a

Madrid, sería en el peor momento –decía con la

intranquilidad manifiesta en su rostro, con las manos

apretadas y el andar nervioso.

V_ Bueno, no nos vamos a poner histéricos, ni perder el

norte, que bastante lo hemos perdido ya.

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T_ ¡Qué guapas van a estar!; les pienso hacer el mejor

vestido de toda la Selva.

V_ ¡Teresa eso no tiene ningún mérito! –renegó con gesto

amargo.

T_ ¡Mira Vilches!, bah… no te digo nada ¿para qué?

V_ Joder pues llevas una hora que no has parado, me

estás maltratando psicológicamente.

T_ ¡Tendrás queja! –abrió mucho los ojos-. Bueno a ti te

voy a hacer un traje que con la cámara de fotos de Esther

vamos a alucinar a Cruz.

V_ A mí me dejas tranquilo, ya sabes que esas cosas no

me gustan.

T_ Eres un desaborio.

La noche llegó como tantas otras envuelta en lluvia,

tras darse el festín de la cena, donde las carcajadas y

susurros combinaron la velada, con caricias lentas en sus

manos, entre sus dedos. Una vez finalizaron decidieron

subirse a su refugio con la manta bien abrigadas y bajo una

pequeña repisa de madera que Zulú le había hecho para

refugiarse de la lluvia, a disfrutar de la noche, estaban

abrazadas medio dormidas saboreando ese olor

característico de la lluvia y la hierba mojada.

E_ Maca –la llamó con aire confidencial.

M_ ¿Qué? –sonrió, esa voz en susurros le encantaba.

E_ He pasado mucho miedo con esta última misión.

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M_ Yo también, sobre todo cuando tenías los síntomas…

-le besó la frente mostrándose nuevamente tierna y

cariñosa.

E_ Es un tema del que no se puede sacar nada positivo.

M_ Cierto.

E_ Sin embargo a mí me está dejando los mejores

momentos de mi vida hasta ahora, a tu lado así, como si

nada existiera, solas tú y yo.

M_ A mí también –le acarició el brazo-. Aunque no creas

que todo será así, ya has conocido el lado amargo de la

Selva.

E_ Sin duda, ¿por eso nos casamos no? –le preguntó con

candidez.

M_ Sabes mi teoría, en África no puedes pensar en el

futuro, así que hay que aprovechar el presente al máximo y

quiero en ese presente que estés tú, así tal y como estás

ahora.

E_ Que belleza Maca de verdad... no sabía que en la

oscuridad de la noche podías admirar tanta belleza.

M_ Gracias –le dijo amablemente.

E_ ¡Mira que eres presumida! –exclamó sonriendo

mientras se daba la vuelta-. ¿Puedo?

M_ ¿Subir?

E_ Sí.

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M_ Claro –abrió las piernas y Esther se colocó entre ellas

como había aprendido a hacer y tanto le gustaba, Maca

apoyó su cara entre el pecho y el cuello de la enfermera

que cerró los ojos-. Me encanta estar así.

E_ Y a mí, sentirte tan cerca –le acariciaba lentamente la

espalda con la voz extasiada por la satisfacción de estar

con ella-. Tan cerca y así tan guapa, la luna te hace

irresistible.

M_ Lo sé –le besó el cuello, suavemente erizando su piel-.

Porque contigo hace lo mismo, me hace perder el control te

aviso.

E_ Pues piérdelo –la miró intensamente con una pasión

desmesurada.

M_ Esther –susurró.

E_ Nunca he hecho el amor bajo la lluvia.

M_ ¿Es una propuesta? –se separó observándola

detenidamente.

E_ ¿Tú qué crees?

M_ Qué me muero de ganas de hacerlo bajo la lluvia, si

Sinatra cantó, porque no vamos a gemir nosotras. ¿Y esto?

–le preguntó tocando su ropa interior-. ¡Esto me sobra!

E_ Jajajaja –dio una carcajada al notar como sacaba su

tanga de un movimiento-. ¿No nos caeremos a bajo?

M_ Uf no sé, pero mira… si me mato haciéndote el amor o

me muero mientras tú me lo haces, no habrá muerte más

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dulce que esa, peque –se apresuraba a levantar su blusa

larga.

E_ Tienes razón, no podemos perder tiempo –le decía

jadeando mientras le bajaba el pantalón-. Joder que difícil.

M_ Es que esto es pequeño –la besaba como loca

mientras hablaba y trataba de ponerse de lado.

E_ ¿Preparada? –le sonrió.

M_ Sí, mucho –salieron de aquel pequeño refugio y se

tumbaron bajo la lluvia-. Hostia que frío está el suelo.

E_ Y el agua que cae... ¿crees que es buena idea? –decía

jadeando mientras le subía la blusa y tocaba sus pechos.

M_ Amarte es buena idea, sea donde sea, y en nada la

vida volverá a ser estresante y difícil, disfrutemos estos

momentos –la tocaba, besaba, arañaba con furor.

E_ Tienes razón –hacía los mismo, le daba lo mismo que

recibía-. Maca... Maca..

M_ ¿Qué?

E_ Qué buena estás ¡joder! –le dijo con excitación

desmedida besándola como loca.

M_ Y tú mi amor... la luna te sigue convirtiendo en loba.

E_ Si, si –se movía sobre ella.

M_ Así... así...

En aquel momento ambas se entregaban bajo la luz de

la luna, recibiendo el agua de la lluvia sobre sus cuerpos,

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Page 432: TERCERA PARTE PIJA

era una sensación nueva para ambas, añadido al deseo, se

encontraban con la belleza del entorno, con sus suspiros

mezclados por los cantos de los animales, con el sonido de

la lluvia como compañera en la danza del placer, y es que

para ellas amarse era lo principal, el motivo que a las dos

les había ayudado a superar sentimientos y miedos

anclados en su interior.

Una vez secadas, y relajadas en la cama, Esther

abrazaba el cuerpo de Maca, si algo tenían era que las dos

necesitaban abrazar y se abrazadas por igual, lo sabían y

desde la primera noche siguieron siendo una, no importaba

quien abrazara pero siempre una y después la otra dando y

recibiendo por igual. Esther dormitaba relajada como

siempre que acababan de amarse, Maca aferrada a la mano

de su futura mujer, no podía evitar una lagrima recorriendo

su rostro.

E_ No te parece una perdida estúpida de tiempo, Maca...

¿no te parece que perdemos el tiempo nuestro tiempo?, un

tiempo que no volverá –Maca la miraba seria-. Dime, ¿no te

parece que esta manera de llevar lo que sentimos es una

verdadera lastima perderla?, sin luchar...

M_ Creo que es tarde ya Esther... me voy a la cama.

E_ Siempre huyes cuando debes afrontar algo, te da

miedo.

M_ Esther.

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E_ Maca tienes miedo a ser feliz, ¿no te das cuenta?, por

eso no luchar por poder ver a quien es tu hijo, por eso

prefieres no verlo, pierdes el tiempo en lamentaciones pero

no afrontas la vida, tienes miedo Maca, miedo a ser feliz.

Durante la noche, en aquella cabaña, se escapó alguna

caricia, algún beso tierno, buscar ese otro cuerpo,

abrazarse más, aún dormidas buscarse y encontrarse les

daba la misma paz que cuando lo hacían despiertas.

Soñaban sueños parecidos, y lo que en un principio fue un

encierro, se había vuelto en un maravilloso encierro entre

las paredes del amor, entre las luces y sombras de las

velas, o en la oscuridad que antes transformaba pesadillas,

y miedos habían aprendido a que ya forman una sola, que

las manos si buscaban encontraban, que si las bocas

necesitaban tenían, que si el miedo las alcanzaba, al lado

tenían la calma. Y aquella noche no fue diferente a las

anteriores, fue una más, una noche más dedicada al amor.

Suspiros, susurros repletos de pasión, susurros repletos de

ternura, caricias lentas, caricias abrasadoras, sudor,

gemidos, besos tiernos y frenéticos, amor infinito amor.

Los rayos del sol luchaban con las cortinas para poder

entrar a alumbrarlas en su despertar, para poder participar

en aquella cabaña de igual modo que lo hacían los rayos de

la luna, y es que, parecía que ambos astros se habían

aliado con ellas y las envolvían de luz para que nunca más

ninguna tuviera la oscuridad en sus vidas. Y cuando aquel

rayo ganó la partida a la cortina, llegó hasta el rostro de

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Maca, desnuda abrazaba el cuerpo de Esther que dormía

boca abajo con las manos escondidas debajo de su

almohada, la sábana las tapaba de forma anárquica y

cuando abrió el ojo con esfuerzo se encontró con la visión

maravillosa de aquella mujer que tantas emociones le

estaba provocando. Era imposible no acariciarla, no podía

aguantarse las ganas de abrazarla, besarla, parecía que

nunca tenía suficiente, era un deseo enfermizo que le

gustaba sentir, que tenía una respuesta como nunca antes

nadie le dio, se sentía querida por Esther, respetada, la

saciaba de amor, y eso provocaba en ella esa sensación de

haber superado tantas cosas de un solo golpe, sentimientos

y miedos que pensó nunca superaría, sin embargo, ahí

estaba la mujer que había logrado derrumbar todas y cada

una de sus razones para no volver a creer en el amor, en

ese momento no solo creía en él, sino, notaba lo mucho que

lo necesitaba, con esa sonrisa que le provocaba verla,

tenerla, adorarla comenzó a pasear su dedo por el medio

de la espalda desnuda de su compañera provocando un

gemido placentero pero lejano, muy lejano que le hacía

entender que estaba por los mundos de los sueños,

mientras, se preguntaba si en ese mundo ella también sería

protagonista como lo era la enfermera en los suyos, y lo era

desde hacía más tiempo del que quizá hasta la propia

Esther podía imaginar, comenzó a soñar con ella al poco de

estar allí, y fue así como fue luchando contra su interior, en

los sueños fue desbancando a la otra, a la que le había

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matado el amor. Se levantó un poco para acomodarse

sobre ella y comenzar a besar el cuerpo desnudo que

parecía invitarla a ello, pero cuando empezó, unas voces la

detuvieron.

E_ Mmmmm, sigue… -musitó volviendo en sí.

M_ Despierta oye esto –le dijo con una sonrisa feliz.

E_ No oigo nada –volvió a dejar caer la cabeza sobre la

almohada.

M_ Vamos cariño, esto es para nosotras –le dijo sonriendo

mientras fuera las mujeres cantaban en voz baja como si

fueran las olas del mar, dando suaves palmas como si

quisiera arropar a la pareja.

E_ Están cantando –susurró mientras se iba

incorporando-. ¿Qué dicen, no lo entiendo?

M_ Cuando abras tus ojos, y la luz del sol te

ilumine, verás a tu lado el motivo para seguir viva,

cuando llegue la luna y vayas a dormir, invocaras a

los dioses para agradecer que siga ahí, la vida os

llevará de la mano por caminos sinuosos, pero la paz

de vuestro corazón, hará que viva siempre el amor…

E_ ¡Uf! –resopló emocionada-. Que bonito.

M_ Si –la miró con sus ojos repletos de ternura y cariño-.

Como tú.

E_ Maca… -la abrazó fuertemente mientras las voces de

las mujeres les llegaban desde fuera.

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M_ Vístete corre, ya veras –le sonreía.

Se vistieron con la misma ropa que la noche anterior,

sonreían felices y Maca que sabía lo que iba a encontrarse,

la miraba repleta de ilusión y emoción, quería que Esther

fuera feliz por encima de todo, y aquello conociéndola sabía

que la iba a hacer inmensamente feliz.

Salieron y al abrir la puerta, vieron como los escalones

de la cabaña estaban repletos de flores y hierba

rabiosamente verde, mientras las mujeres dejaban unas

vasijas con un líquido, como les sonreían y según la

tradición les dejaban raíces y dos collares hechos de

madera de árbol. Ambas miraban los presentes realmente

sorprendidas, no esperaban algo así, mientras la canción

seguía sonando en las voces de las mujeres encabezadas

por Nmaba.

E_ Que fuerte.

M_ Si, es la tradición... nos dejan flores para ambientar

nuestras almas, así como aloe vera sacado directamente de

la planta para rociar nuestro cuerpo y que ahuyente los

malos espíritus, raíces de fruta para que tengamos hijos

sanos –sonrió-. Y esos dos collares tallados de madera,

significan que nuestro amor perdurará como lo hacen los

árboles en el tiempo.

E_ Estoy asombrada te lo juro, no sé ni que decir –sonreía

a las mujeres.

M_ Con tu sonrisa se lo has dicho todo.

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E_ Melesi –les dijo emocionada mientras las mujeres

seguían bajando la voz y cantando junto a una Teresa que

las miraba orgullosa de aquel matrimonio, de aquella pareja

que iba a ser especial para ellas, dos hijas, si, dos hijas-.

¡Achus!

M_ ¡No me digas que te has constipado! –la miró

sonriendo.

E_ No creo... será alergia.

M_ Melesi mwasis –les dio sonriendo.

Muj_ Yayi ikele beto ebo sambu na beno kudivuluta (Aquí

está nuestra ofrenda para vuestra felicidad).

T_ A partir de ahora, guardáis compromiso la una con la

otra, el primer día cuando nazca el sol después de vuestro

retiro, cada una estará en su cabaña, con últimos rayos del

sol, se hará oficialmente vuestra boda. Nde na Ngulusi ya

beno tendila tuka bubu, na nki ntangu ti na monikaka, (que

el señor os proteja desde hoy, con el sol y la luna)

Muj_ Nde na Ngulusi ya beno.

MyE_ Melesi –dijeron a la vez cogidas de la mano.

E_ Achus.

Las mujeres se marcharon sonrientes, mientras Maca

miraba fijamente a Esther, que graciosamente elevó los

hombros preguntándole la frase de Teresa que quería decir,

Maca comenzó a traducirle y decirle lo que pasaría el día de

la boda, Esther escuchaba atenta, maravillada de aquel

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mundo, que dentro de la desgracia sacaba fuerzas para

crear en la tenebrosidad del vivir día a día, una alegría que

inundaba todo y lo llenaba de luz.

M_ Así es cariño, lo mejor y lo peor está aquí.

E_ Me asombra... oye y con el aloe verá ¿tú crees que...

podremos... ya sabes?

M_ Jajajajaja –dio una carcajada que resonó en toda la

cabaña y sorprendiendo a Esther la empujó hasta la cama,

ésta cayó abriendo sus piernas dejándole el hueco

necesario para que Maca se acomodará-. Creo que este

encierro te está haciendo peor que yo.

E_ Eso es imposible –le dijo sonriendo mientras buscaba

sus labios y Maca los retiraba.

M_ No, en ti ha sido muy posible –fue a besarla pero

Esther también sabía jugar y le retiró la boca-. ¡Con que

esas tenemos, eh!

E_ Aprendo rápido.

M_ Desde luego, pero yo... soy la mejor... no lo olvides –

entonces le cogió por sorpresa de los brazos echándolos

hacia tras y así llegando a su boca con total libertad, una

vez besada, indagada en su interior, la miró con ojos

seductores y le musitó tocando con su nariz la suya-. Lo

ves.

T_ Vamos... vamos.... vamos –entraba Teresa haciendo

que ambas de un salto se pusieran en pie.

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M_ ¡Joder Teresa no sabes llamar!

E_ ¿A qué me recuerda eso? –puso su mano en la barbilla

llevándose la mirada de riña de Maca.

T_ Hoy tengo muchas cosas que hacer, así que aligerar.

E_ Oye Teresa –se levantó corriendo a por su desayuno

dejando a Maca en la cama sentada mientras cerraba los

ojos y negaba con la cabeza-. Que sepas que me ha

encantado lo que habéis hecho.

T_ Esto no es nada, te aseguro que te queda mucho por

sorprenderte.

M_ A mí eso de separarnos otra vez no me gusta nada –le

decía con el ceño fruncido mientras llegaba hasta la mesa.

T_ Tú a callar –le dijo sin contemplaciones-. Y a la ducha

que no tengo todo el día.

M_ ¿Yo?

T_ Sí, tú, Esther está comiendo y tiene que recuperarse.

E_ ¡Achús!

T_ Jesús hija... jesús.

M_ Eso te pasa por dormir con el culo al aire –le dijo muy

seria mientras se daba la vuelta.

E_ ¡Maca! –la riñó pero con esa sonrisa tan maravillosa

que la descolocaba.

T_ ¡Señor... señor! –repetía saliendo de la cabaña.

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M_ La tienes escandalizada Esther, y eso que no sabe

como me pones –le susurró en el oído mientras le

acariciaba con la punta de su lengua el lóbulo.

E_ Ahhhhhhhhhhh –suspiraba guturalmente mientras

mordía su masa de pan.

M_ Vuelvo en seguida –le guiñó el ojo-. Au.

E_ Eso por ponerme y dejarme –le dijo tras pegarle una

palmada en el culo.

M_ Mala.

Al salir, Teresa la esperaba con los brazos cruzados, ella

le sonrió, siguieron con el ritual de siempre, ropa

desinfectada, mientras Maca se aseaba, una vez salió,

cuando Teresa iba a salir de allí, Maca la llamó.

M_ Teresa... espera por favor.

T_ ¿Qué te pasa?

M_ Necesito hablar contigo un momento y quiero que sea

a solas.

T_ Dime –la miraba con cierto temor por su rictus serio y

juntas fueron hasta un escalón grande que había en un

lateral para poderse sentar, lo hicieron y Teresa miró a

Maca que la notaba demasiado seria.

M_ Tengo miedo –susurró tras un profundo suspiro

mientras cerraba los ojos.

T_ ¿De qué?

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M_ Anoche cuando Esther me abrazaba, no pude

remediarlo Teresa, me puse a llorar.

T_ ¿A llorar?, ¿por qué? –la miraba alertada por su gesto

de miedo, le cogió la mano mirándola con temor.

M_ Porque tengo miedo a no estar a la altura de Esther,

es una mujer sorprendente, maravillosa, única... no sé... me

da miedo, me asusta.

T_ Maca, cariño mírame –le puso la mano en la barbilla-.

Creo que es la mujer que te mereces, la que puede darte

esa felicidad que siempre has anhelado.

M_ ¿Y si no soy capaz de hacerla feliz? –seguía aterrada.

T_ ¡Pero qué tonterías dices! –le dijo con el ceño fruncido.

M_ No sé Teresa, nunca me habían tratado como ella, ya

no solo en la cama que es un volcán que me excita como

ninguna otra, sino, hasta cuando estoy durmiendo se ocupa

de mí, me tapa, me abraza, me besa... cuando estamos

abrazadas siempre tiene la caricia justa que necesito, ¡si

hasta me ha dicho que luchar por Alejandro! –Teresa abrió

los ojos como platos y tras un segundo le dijo casi

histérica-. Joder Teresa que Esther es un pedazo de mujer...

T_ A ver Maca, estás un poco desbordada eso es todo,

pero Esther está haciendo lo que cualquier persona que

está enamorada de otra hace, eso implica que tú tienes que

ser como eres, ni más ni menos, no significa que debas

hacer cosas que no sientes, ella siente taparte por la noche,

¿cuál es el problema?

441 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

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M_ No es un problema, es que... ¡joder que no estoy

acostumbrada y no sé como responderle a esas cosas!

T_ Ya, tú estas preparada para responder un buen

calentón ¡Maca! –la riñó-. Deja de pensar así, tú has sido la

mujer más atenta del mundo por una mujer que no te dio

nada, ¿quieres decirme que no vas a saber tratar a Esther?,

no me lo creo, de verdad, eres atenta, fantástica,

cuidadosa, no tengo dudas de que la vas a tratara como a

una reina. Y ella lo sabe.

M_ Me da miedo no darle lo que espera.

T_ Ella solo espera amor.

M_ ¿Solo? –la miró con cierta ironía.

T_ Sí, solo y de eso tú tienes para dar y tomar,

¿entendido?

M_ Quiero que salga bien Teresa, necesito que salga bien.

T_ Pues cuídalo, el amor es como una planta, hay que

cuidarla, regalar, abonarla todos los días, pues eso es lo

que tienes que hacer. Amarla, respetarla, cuidarla, adorarla

y sobre todo, demostrarle todo eso, eso es amor.

M_ Vaya animo me das, a mí que se me mueren todas las

plantas que tuve –sonrió de lado.

T_ ¡Tonta eres! –le dio un golpecito-. ¿Así qué un volcán?

–le preguntó elevando sus cejas.

M_ Teresa te aseguro que me he acostado con varias,

pero ninguna como Esther.

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T_ Quizá porque lo hace con amor, ternura, pasión –Maca

la miraba pensativa-. Eso es lo que se dice hacer el amor, lo

otro tiene otro nombre que me niego a decir.

M_ Si, lo otro es follar, esto es amar.

T_ ¡Qué bruta eres Maca, qué bruta eres! –le decía con

gesto de espanto.

M_ Te quiero –la abrazó de repente suspirando.

T_ Yo también... a pesar de que seas un poco

desagradable cuando quieres.

Cuando le llegó el turno a Esther, Maca entró y le dijo

con su sonrisa boba de verla, que Teresa la esperaba, antes

de salir, Esther se colgó de su cuello y comenzó a besarla,

pequeños besos continuados en los labios mientras le decía

con voz entregada, agudizada por el deseo.

E_ Te he echado de menos, has tardado mucho... te

quiero, mi amor... mi vida...

M_ Esther... Esther... que no te dejo ir ¿eh? –le decía

abrazándola contra su cuerpo fuertemente contestando a

todos y cada uno de sus besos.

E_ Cariño... –suspiraba mirándola con efusividad.

M_ Venga ve o Teresa me reñirá a mí, se piensa que soy

yo la que empieza siempre –le decía susurrando mientras la

miraba a los ojos con esa felicidad que habían en ellos.

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E_ Es que siempre empiezas tú cariño –le pasó la mano

disimuladamente por su pecho izquierdo con gesto de

pillina.

M_ Eres muy mala, ahora te vas y me dejas con este

fuego –musitó con su voz embriagada por ese deseo, con

sus ojos abrasando los de la enfermera que sonreía feliz,

mientras Esther posaba sus manos en el trasero, apretando

fuerte, muy fuerte acompañando al gesto de sus manos una

mueca de pasión-. Esther...

E_ Pues mantenlo, por tu bien... –le guiñó un ojo

graciosamente mientras la seguía besando sin cesar-.

Mantenlo.

T_ ¡Esther! –la llamó desde la esquina.

E_ Ya voy... es que Maca no me deja salir... –dijo con una

amplia sonrisa y antes de irse le sacó la lengua divertida.

M_ Serás bicho –le dijo atónita mientras la veía salir

corriendo hacia la ducha, cerró la puerta y suspiró con el

amor latiendo en su pecho-. Esther...

E_ Lo siento, lo siento –decía como una niña pequeña al

llegar juntando sus manos sobre el pecho.

T_ Les dije a las chicas que nada de Áloe, pero ellas

dijeron que es la tradición así que usaré tapones –le decía

mientras la veía como con una sonrisa traviesa se quitaba

las zapatillas.

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E_ ¿Qué quieres decir? –se desnudaba echando la ropa en

el desinfectante.

T_ Nada... nada...

E_ Oye Teresa –le dijo desde dentro de la ducha-. Mi

madre dice que lo mandó, no debe de tardar en llegar, así

que... si llega antes de la boda lo guardas todo para Noche

Buena.

T_ No te preocupes.

E_ Tengo unas ganas –se mostraba ilusionada.

T_ Ya lo sé... oye Esther, creo que no te lo he dicho,

gracias por devolver a Maca la ilusión de amar, creo que

nunca nadie la ha tratado como tú y eso a mí me llena de

alegría y satisfacción, creo que Maca merecía alguien como

tú.

E_ ¿Cómo yo? –sacó la cabeza abriendo un poco la

puerta-. He descubierto muchas cosas Teresa, hemos

cambiado mucho las dos.

T_ Cierto –le sonrió.

E_ Quiero pensar como ella me ha enseñado, pensar en el

día, sin mirar mañana, pero en toda mi vida Teresa, en toda

te lo aseguro –movió su cabeza lentamente cerrando los

ojos para hacer más fuertes y ciertas sus palabras-, me

había sentido así, ella es especial, me hace sentir especial,

sé que Julia sigue ahí agazapada, ¿pero sabes qué?, no me

importa –Teresa la miró entre admirándola y al mismo

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tiempo desconcertándola por su actitud hacia Julia-. Sí

Teresa, no me importa, amo a Maca y el tiempo dirá si

consigo que solo piense en mí, si habré conseguido eso que

tú dices, devolverle la ilusión de ser amada.

T_ No puedo saber cual es su interior Esther, pero creo

que la conozco lo suficiente como para tener muy clara su

elección y decisión que ha tomado.

E_ En la distancia Teresa –le dijo entrando nuevamente

en la ducha.

El silencio se hizo entre ambas, los pájaros llenaron con

sonidos suaves el momento en que Esther abrió el grifo y se

enjuagó, Teresa removía la ropa en la vasija, sus ojos se

habían centrado en el remolino que el agua hacía. Quería

descifrar las palabras de Esther, sin duda, había sido

sincera. Al verla salir y secarse la miró como esperando que

continuara sin realmente ser consciente de la verdad que

les esperaba.

E_ Tiene que llegar el día en que Julia de una u otra

manera aparezca en la vida de Maca nuevamente, entonces

sabré si realmente es lo que parece, que esta enamorada

de mí, hasta hoy te puedo asegurar que creo firmemente

que sí, de igual manera que yo lo estoy de ella, creo que es

innegable que nos gustamos, estamos bien juntas, nos

gusta trabajar juntas, nos saltamos las reglas juntas –le dijo

con una sonrisa y Teresa sintió ese pellizco en su corazón

que lo demostró con una mueca en su barbilla-. Sé que el

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fantasma de Julia no puede desaparecer hasta que Maca la

enfrente, yo solo puedo hacer lo que hago, darle todo mi

amor, porque nunca me había enamorado de nadie como lo

he hecho de ella... nadie me había hecho tan feliz y me

había hecho sentirme tan importante como lo hace ella.

Cuando salgamos de este encierro, el día a día, los

problemas, entonces será cuando de verdad ambas

podamos darnos cuenta del amor que sentimos.

T_ En eso tienes razón.

E_ Sé que sentimos mucho amor Teresa, lo sé.

T_ Maca es una mujer increíble, a veces un poco ermitaña

pero siempre con la verdad por delante, ella se ha abierto a

ti en el corazón.

E_ Lo sé.

T_ Y eso no lo había vuelto a hacer con nadie, ¡y lo más

importante! –Esther la miró con el gesto relajado de

sentirse feliz y querida-. Ha pensado en ti para formar una

familia, esto de la boda que puede parecer algo bueno...

hasta cierto punto divertido... para ella sé que es

importante, lo hace aquí en África porque África es parte de

su corazón, y con ello te está diciendo que te quiere.

E_ Gracias Teresa.

T_ No tengas dudas, eres una mujer inteligente que ha

sabido ir quitando la armadura de su corazón, hasta que te

lo ha entregado, ahora sólo tienes que alimentar ese amor,

como una planta, regarla todos los días, cortar las hojas que

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pueden dañarla, esas hojas pueden llamarse Julia, pero te

aseguro Esther, que Maca se ha dado a ti, está en tus

manos, y yo me alegro que esté en tus manos, porque solo

tú puedes hacerla renacer como la flor que un día fue.

E_ La quiero Teresa –la miró fijamente a los ojos-. La

adoro, la amo... es lo más importante que tengo en la vida.

T_ Rezo para que esa vida conjunta sea larga y duradera.

E_ Gracias por cuidarla.

T_ Ahora es tiempo que la cuides tú –se abrazaron con

fuerza, esa fuerza que da el cariño mutuo-. Maca va a ser tu

mujer...

E_ ¡Y qué mujer! –exclamó sonriendo.

T_ Bueno... tú no te quedas atrás –le hizo una señal para

que se acercara hasta tenerla cerca y susurrarle-. Me he

enterado que eres un volcán.

E_ ¡Qué! –exclamó poniéndose colorada sin remedio ante

la carcajada de Teresa que por fin parecía feliz al saber lo

que ambas sentían que no era otra cosa que amor sincero-.

¿Eso te ha dicho?

T_ Si –asintió con un juego divertido de cejas, y una

sonrisa maliciosa-. ¿Y ella?

E_ Ella ... ¿pero serás cotilla? –sonrió.

T_ Lo que yo diga, esta noche tapones.

E_ ¡Cuéntame eso, va!

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T_ Que te lo cuente ella... eso no por decirme nada.

E_ Pero si te escandalizas...

Mo_ Ahhhhhhhhhh ahhhhhhhhhhhh ahhhhhh, uhhhhh

uhhhhhhh uhhhhhhh –apareció como loca Mona con ese

modelito de suéter pantalón al ver a Esther.

T_ Mona... no –gritó pero fue tarde, se lanzó al cuello de

una Esther que trastabilló un poco pero finalmente no cayó

al suelo, así empezó a darle vueltas a Mona gritando

divertida-. No sé quien esta peor, si la mona o la otra mona.

E_ ¿Y Valiente?, ¿aún sigue castigado?

T_ Valiente –se puso la mano en la frente-. Dios mío esta

noche voy a vendarle las orejas.

E_ ¡Pero bueno!... me quieres contar...

T_ No, cotilla –le dijo cerrando un ojo divertida-. Venga a

la cabaña.

E_ Oye Mona, ¿quieres ser mi madrina cariño?, me voy a

casar con Maca.

Mo_ Uh uh –la miraba fijamente.

E_ Si, con Maca, nos casamos y necesito una madrina,

quieres serlo ¿tú?

Mo_ Ah ah ah aha hahahah uhuh uh uh uh –decía sin

parar como loca moviendo las manos en el aire haciendo

gestos exagerados.

E_ Yo también estoy contenta –se abrazó a ella feliz.

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T_ Mi consejo es que te vuelvas a la ducha, te quites el

olor a Mona o hoy pasas la mano por la pared.

Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr –pedorreta para Teresa.

T_ A mí no se me hace eso ¿eh?

Mo_ PRRRRRRRRRRRRRRRRRR –se abrazó más a Esther

que se moría de la risa.

T_ Venga Mona, va, va déjala que tiene que ir a la

cabaña.

E_ Oye Teresa tú no crees que esto es un poco absurdo,

Mona puede contagiarse porque ha estado con nosotras

varias veces...

T_ ¿Y?

E_ Esto del aislamiento pues...

T_ Te podrás quejar tú, de esto que me he inventado,

mira tengo a Vilches calladito en su cabaña, no me da mala

vida, os tenia a vosotras para ver si de una vez por todas

erais capaces de arreglar lo vuestro, ¿te puedes quejar?

E_ ¡Eres la leche Teresa! –la abrazó sonriendo

ampliamente.

T_ Venga... a la cabaña.

E_ Si.

T_ Vale, Esther... –ella la miró-. Desde que llegaste supe

que ibas a ser especial, pero no me imaginé que lo serías

tanto. Te quiero.

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Esther se fue tras abrazarse a Teresa con esa sensación

de sentirse importante, con esa sensación de amar y ser

amada, de querer a los de alrededor y ser querida por los

de alrededor, con su sonrisa brillante y cristalina, llegó a la

cabaña, al abrir la puerta vio a Maca en la cama de lado

durmiendo, estaba tan maravillosa, se sentó a su lado

mirándola, contemplándola le acarició la frente y le dejó un

beso, acomodándose a su cuerpo, estrechándola,

sintiéndose en ese instante en la intimidad de las dos, la

mujer más feliz del mundo.

Comieron divertidas, tras pasar gran parte de la

mañana abrazadas, entre susurros cariñosos, palabras

tiernas y suspiros. Mientras comían Maca le contaba algo

más de la vida de Teresa, de cómo había sido para ellos

importante, de cómo una vez, había logrado que a ella y a

Cruz las soltaran libremente después de secuestrarlas, de

cómo ayudaba a todas las personas que habían en la aldea,

las que habían pasado, las que llegarán, y las que a buen

seguro seguirían pasando.

M_ Para mí ha sido como mi madre... cuando volví de

Madrid después de lo de Julia, creo que si no hubiera sido

por ella y Cruz, me hubiera dejado morir –decía mirando el

plato, suspiró-. Pero Teresa ahí donde la ves, es una gran

mujer cuando las cosas se ponen feas, siempre da la cara

por todos. E imagino que ese viaje que ha hecho fue por mí.

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E_ Yo también... ¡pero no pensemos en eso ahora!, y

dime lo de esa vasija que sigue fuera y no sé porque no

puedo entrar.

M_ Me parto pensando en Teresa callándose esto.

E_ Pues si, si, todo por no decirle como eras en la cama –

Maca ladeó un poco la cabeza enarcando su ceja-. ¿Yo soy

un volcán?

M_ Sí, cuando te lo propones eres un volcán bien caliente,

explosivo, una fiera vamos.

E_ ¡Maca! –la riñó lanzándole la servilleta.

M_ Ehhhhhhh –se quejó riéndose sin parar.

E_ Pues que sepas que eso mismo tenía pensado yo de ti

–reía divertida.

M_ Si es que en el fondo somos adorables.

E_ Venga cuenta... cuenta...

M_ Jajaja –volvía a reírse de buena gana.

E_ Mírala si es que se parte a mi costa.

M_ No en serio... lo siento a ver –carraspeó-. En África las

costumbres, van por etnias, ¿vale?, cada una tiene una

manera de celebrar ceremonias, has visto la danza de los

cazadores, aquí es diferente a la el pueblo más cercano,

eso es así, los dioses son diferentes, por lo tanto para las

ceremonias es lo mismo. En esta aldea como los primeros

en llegar fueron Massamba, Yildas, Zulú y Nsona, se hizo

uniendo los diferentes rituales de cada etnia –Esther la

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miraba atentamente, le encantaba cuando le explicaba las

cosas de África, le encanta cuando le explicaba cualquier

cosa, ¡bueno!, le encantaba cuando hablaba aunque fuera

del tiempo-. Total que unos días antes de la ceremonia, te

hacen esa entrega que tenemos fuera, esa vasija contiene

puro Áloe Vera, por si solo, puede ser gratificante para

darte un masaje relajante, pero –se mordió el labio inferior

divertida.

E_ ¿Qué? –se levantó ante aquel gesto de frenesí de Maca

que separó la silla para que Esther se acoplara sobre ella-.

Sigue.

M_ ¿Y esto?

E_ Es que desde allí estoy muy lejos y no oigo bien –se

reía.

M_ Ah –entonces metió sus manos por la camiseta

tocando sus pecho mirándola con la boca abierta y sus ojos

extasiados-. ¿Así mejor?

E_ Mucho mejor, sí –su voz salió entre cortada por la

caricia-. Sigue con eso... me está dando cierto respeto, que

lo sepas.

M_ Más te va a dar cuando lo sepas –le dejó un beso

cándido en sus labios.

E_ Uf... Maca... –su voz repleta de excitación mientras

pasaba sus manos por la nuca de la Pediatra.

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M_ Sigo... pues en esa vasija se mezcla el Áloe con cierto

brebaje especial, se une, se mueve y se deja durante un día

para que la luz del sol y de la luna impregnen el líquido,

entonces, la pareja que se va a casar, pasan la noche

juntas, él en esta caso ella –sonrió pícaramente mientras se

pasaba la lengua por los labios-. Ella pone ese brebaje

sobre el cuerpo de la otra, y lo mismo hace la otra, se pone

por el la espalda, por el pecho, por las piernas....

E_ Joder... que sepas que me estás poniendo muyyyyyyy

nerviosa –sonreía.

M_ Entonces como es la primera vez, bueno... nosotras no

pero... es así... una embadurna el sexo de la otra con el

brebaje –Esther abrió los ojos como platos sintiendo un

pequeño pellizco allí mismo-. Se hace porque esta mezcla

es muy excitante y favorece que el hombre penetre por

primera vez a la mujer.

E_ Uf –suspiró graciosamente.

M_ ¿Recuerdas aquel masaje que me diste con aceite de

palmera?

E_ ¡Cómo olvidarlo! –dio una carcajada.

M_ Es cierto uffffff... como me dejaste de mal.

E_ ¿Y yo qué?, ¡eh!, casi me muero –sacó sus manos de

sus pechos que los masajeaban dulcemente y entrelazó sus

dedos-. Sigue.

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M_ Aquel brebaje es parecido a este, bueno no en su

totalidad, aquel brebaje es para excitar... ya sabes... yo

noté tu humedad sobre mí y casi me volví loca.

E_ Que mala fuiste, sabías eso y me usaste, menos mal

que fui dura e implacable.

M_ De lo que te ha servido –salió su vena orgullosa sin

poderlo evitar.

E_ Eres de un creído, vamos... vamos que das asquito.

M_ ¿Ah si?... mira que aún no nos hemos casado –se

acercó a su boca lentamente.

E_ ¿Y?

M_ Me puedo arrepentir por ser mala conmigo.

E _ Una vez me dijiste que aprendiera que aquí no habían

leyes, que había que imponerlas, ¿recuerdas?

M_ Sí –sonrió rozando su nariz.

E_ Si no te casas conmigo, te aseguro que mi ley fatal

caerá sobre ti.

M_ ¿Y qué me harás? –preguntó.

E_ Caminare delante de ti desnuda, me acercaré pero no

me podrás tocar, buscaras mis labios y no te besaré...

M_ Para... para... eso es un castigo solo de pensarlo –

decía riendo.

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E_ Pues ya lo sabes. Sigue por favor. Porque eso del

brebaje por todo el cuerpo me gusta, y ya ni te cuento si

me lo vas a poner delicadamente por...

M_ Si, y tiene un sabor –se besaron gimiendo boca sobre

boca-. A ver... a parte de excitar tiene otra propiedad, esta

noche todos deben saber que estas haciendo el amor, es

decir, tus grititos tienen que adueñarse de la noche.

E_ ¡Anda ya me tomas el pelo!

M_ Bueno aunque lo quieras evitar no podrás, es así como

la futura esposa demuestra al futuro marido que está

siendo mujer, y el marido gime porque la está haciendo

mujer.

E_ Ya pero tú y yo... –decía sonriendo.

M_ Tú y yo igual, hasta los niños saben que esta noche de

esta cabaña van a salir los espíritus del amor.

E_ Espíritus del amor... ¡me estás tomando el pelo! –le

gritó sonriendo de oreja a oreja.

M_ Para nada, pero ya veras por mucho que quieras sellar

tus labios no podrás.

E_ Que me da vergüenza –dijo poniéndose colorada.

M_ Me encanta cuando te pones colorada... me encanta...

Se besaron con delicadeza, Maca acariciaba la espalda

de Esther, mientras ésta acariciaba su cuello, su nuca. De

repente se separó.

M_ ¿Qué pasa? –la miró extrañada por su reacción.

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Page 457: TERCERA PARTE PIJA

E_ ¿Podremos ducharnos antes? –la miraba seria.

M_ Pues... no sé... eso es Teresa la que manda.

E_ Me quiero duchar antes si me vas a hacer tu mujer

esta noche.

M_ No te burles, luego vas a alucinar.

E_ ¿Tú ya lo has hecho? –la miraba picarona.

M_ ¿Cómo lo voy a hacer?, es la primera vez que me caso

cariño.

E_ ¡Ah!, ¿y estás contenta de casarte? –metió sus manos

en la camiseta.

M_ Quizá me he precipitado pero... ¡ay! –se quejó ante el

pellizco de Esther y su sonrisa divertida-. Que malvada

eres.

E_ Dime.

M_ Sí mi amor, estoy muy feliz no solo de casarme, sino,

de tenerte, de poder estar a tu lado –le besó suavemente

en los labios-. ¿Y tú?

E_ A mí eso de que no haya divorcio me ha acojanado un

poco ¡para qué engañarte! –elevó los hombros poniendo un

gesto muy serio.

M_ ¡Pero qué payasa es mi niña! –la abrazó pegándole

una palmada en el culo-. Dios como me gusta este culo.

E_ Siempre te ha gustado.

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M_ Se puede decir –hablaba mientras lo acariciaba-. Que

me conquistaste por tu culito adorable.

E_ Vaya yo pensé que había sido mi simpatía, mi

hermosura, mi elegancia, mi pijerio...

M_ Pues no, fue tu culo. Y ahora vamos a descansar o

esta noche no damos la talla.

E_ Pero no pienso gritar.

M_ Ya veremos –la arrastraba de la mano-. Adoro tus

gritos.

E_ Ya pero no voy a ser yo quien monte un espectáculo

sexual Maca –se dejaba arrastrar.

M_ Tú no cariño, ya lo sabes, el brebaje nos va a ayudar a

llegar si normalmente lo hacemos al cielo, con esto al

paraíso directamente, se mete en los poros, y llega a la

sangre, al cerebro, al corazón, a... aquí –puso su mano

sobre las bragas de Esther que dio una carcajada. Entonces

mirándola fijamente le dijo-. Te adoro.

Descansaron abrazadas, sus respiraciones tranquilas,

pausadas daban a entender que habían conseguido

reestablecer la calma en sus agitados corazones, tanto fue

así que cuando Teresa entró ninguna se inmuto, sonrió al

verlas abrazadas, sin duda, aquella pareja sería definitiva,

si, se amaban y juntas superarían las malas formas e ideas

de Julia.

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T_ Buenas tardes, ¡tenéis cinco minutos para levantaros!,

vais a ducharos y aquí os dejo a cada una su túnica, no

quiero atrasos, la cena está lista.

M_ Hola mi amor –le dijo una vez se quedaron solas.

E_ Hola... –se desperezó para terminar de colocarse entre

sus pechos otra vez.

M_ ¿Cómo estás?

E_ Uf... en la gloria si estoy contigo.

M_ Tenemos cinco minutos cariño.

E_ Si se me ha aparecido Teresa en mi sueño vestida de

cura...

M_ Jajajaja, ha venido si, pero no vestida de cura, te lo

aseguro.

T_ ¡Aún estáis ahí! –les dio una voz que les hizo

sobresaltarse de nuevo.

M_ Joder Teresa como sigas así no llegamos a la boda.

T_ Vamos... vamos... las dos fuera.

M_ ¿Las dos? –enarcó su ceja derecha.

T_ Eso he dicho... ¿qué pasa tanta pasión te ha dejado

tontita?

M_ No, me ha dejado con agujetas que mi niña es mucha

niña.

TyE_ ¡Maca! –la riñeron a la vez.

M_ ¡Ay perdón se me ha olvidado que sois dos pudorosas!

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T_ Anda tira a la ducha y tú también.

E_ ¿Juntitas que bien? –susurró encantada.

M_ ¿Ahora no le dices nada a ella?

Y así entre bromas, risas y diversión se fueron hasta la

ducha, primero se ducho Esther, fuera Maca esperaba a una

distancia considerable, Teresa como siempre desinfectando

la ropa, y Esther desde dentro silbando, aquel silbido le

llegaba a Maca en pleno oído y le llegaba al cerebro

machacadamente.

T_ ¿Dónde vas?

M_ Es como el flautista de Amelín Teresa, tiene un poder

sobre mí buena voluntad –decía encaminándose hacia la

ducha.

T_ ¡Quieta o tu buena voluntad se llevara un mamporro! –

le enseñó la pala con la que movía la ropa.

M_ Eres dura e intransigente.

E_ Te estoy escuchando Maca.

M_ ¿Y? –le preguntó abriendo los ojos.

E_ Que te estás pasando con la pobre Teresa.

T_ ¡Ves!

Cuando salió Esther, se cruzó con Maca que entraba

para ducharse, iba con su albornoz toda limpia, pelo,

cuerpo, y casi alma, se cruzaron una mirada totalmente

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apasionada, y una sonrisa enamorada, porque a pesar de la

pasión, lo que más seguían compartiendo era la ternura.

Esther veía moverse los pies desnudos de Maca en el

plato de la ducha, su mente podía imaginar perfectamente

el resto de su cuerpo en ese momento el agua estaría

resbalando por su cuerpo, solo pensarlo le hizo rascarse la

nuca y carraspear.

T _¿Qué? –la miró seria.

E_ Nada... no he dicho nada.

T_ Vale pensé que decías algo.

M_ ¿Esther puedes alcanzarme el champú se me ha

olvidado? –decía sonriendo ante su gran idea, cuando la

mano le entregó el champú estiró del brazo plantándole un

beso en los labios, al rozarlos se separó como loca-.

¡Teresa!

T_ Si Maca –la miraba seria, muy seria con una expresión

que a Maca si hubiera en ese momento podido hubiera

estallado allí de la risa.

M_ Lo siento.

T_ No tienes remedio, te lo da Mona, y se lo plantas igual

–le decía seria mientras fuera se oía las carcajadas de

Esther-. ¡Y tú para ya que te vas a mear!

E_ ¿A qué mi chica besa bien? –le guiñó el ojo

graciosamente.

M_ Joder –susurró dentro de la ducha.

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Una vez fuera, bien secas, Teresa acompañó a Esther a

su cabaña y le dio una túnica de seda pura de color rojo,

después fue a Maca y se la llevó allí mismo dándole otra

túnica del mismo color. Después las reunió en la puerta de

la cabaña y allí todos, hombre, mujeres y niños,

murmuraban una canción, mientras batían sus palmas y

sonreían ampliamente hacia las dos mwasis que los

miraban encantadas, también Vilches desde la puerta de su

aislamiento las miraba sonriente, esa sonrisa que Maca

sabía perfectamente lo que quería decirle, los dos perros,

Mona, Valiente, todos estaban allí observando aquel

momento, entonces Maca le dio la mano a Esther, y ésta la

miró sonriente, esa sonrisa que tan solo Esther era capaz

de entregarle y hacerla feliz.

Ambas siguiendo las instrucciones de Teresa, se

inclinaron un poco hacia los testigos de que iban a perder la

pureza, Esther y Maca no pudieron evitar mirarse de reojo a

hurtadillas. Después Teresa les dijo.

T_ El color de la pasión... espero que os vaya bien... –

depositó una flor en la oreja de Esther, de igual modo lo

hizo en la oreja de Maca para después seguir hablando-.

Hoy os desposáis... aunque ya tenéis práctica, claro –

susurró arrancando la sonrisa de las dos-. Que los Dioses os

ayuden a encontrar vuestra alma.

Teresa abrió la puerta de la cabaña y se apartó,

dejando que las dos pasaran, estaban radiantes con las

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túnicas, con las flores destacando en su cabello, con una

ligera pintura que Teresa les había dejado ponerse, labios y

ojos, nada más, lo demás debía ser puro y limpio para

entregarse a los dioses. Cuando ellas entraron en la cabaña

sus ojos se abrieron y demostraron una emoción verdadera

que les abrigó el corazón.

Ante ellas la cabaña aparecía repleta de velas,

colocadas estratégicamente, haciendo que la estancia

tuviera un colorido especial, casi parecía como un lugar de

culto, un hermoso culto al que estaban destinadas las dos a

realizar aquella noche. Las sábanas las habían cambiado,

blancas y relucientes de hilo, listas para ser protagonistas

en su encuentro sobre ellas, en la mesa una cena

suculenta, y por la ventana los rayos de la luna justo

impregnando aquella vasija que a Esther le estaba dando

ya respeto. Apretó la mano de Maca quien le devolvió el

gesto, todo era impresionante, no faltaba nada más que se

cerrara la puerta y ellas quedaran dentro. A sus espaldas la

aldea cantaba, bajaban la voz dejando que fuera casi un

arrullo, un hermoso arrullo.

T_ Adelante, la noche es vuestra.

Con estas palabras Teresa hacia oficial la entrega de

aquellas dos mujeres, ambas dieron dos pasos sin poder

variar en sus rostros esos gestos de felicidad, esos gestos

de alegría y emoción, todos ellos reflejados en sus ojos por

la luz de las velas. Oyeron como se cerraba la puerta y

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como lo cantos cesaban, entonces un grito cruzaba la

noche, era la voz de Nsona, la mujer casada de la aldea y la

encargada de prestar las sábanas a las recién

comprometidas. Tras el grito, silencio.

E_ Dios mío –musitó alucinada por todo.

M_ Si, recuerda... esta noche las protagonistas somos tú y

yo –se le acercó y con su mano le acarició la cara, y

suspiró-. Sólo tú y yo.

E_ Mi amor.

Se acercaron besándose entregadas la una a la otra,

después de un beso con cierta dosis de pasión, detuvieron

la pasión parar poder cenar y continuar con el rito, eso si, ni

un segundo pudieron para de reír.

E_ ¿Y esto es afrodisíaco? –decía muerta de risa.

M_ Sí –contestaba sonriendo.

E_ ¡Dios mío Maca que me veo no parando y muriendo

saciadas de sexo!

M_ De eso no se muere nadie, te lo aseguro.

E_ ¿Ah si?, ¿tú lo has probado en ese estado salvaje que

me cuentas? –la miraba con los ojos entrecerrados

picándola.

M_ Sí, y te aseguro que si el aceite de palmera te puso a

cien, esto... te va a poner a mil.

E_ ¡Pero si antes me has dicho que nunca lo has usado!,

¡eres una mentirosa! –le decía sonriendo.

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M_ Yo no, pero he oído los aullidos de los amantes –decía

con voz misteriosa y gesto místico.

E_ ¡Anda ya te quedas conmigo!

M_ Tú misma cariño... tú misma –sonrió.

E_ Dios mío –musitó alucinada por todo.

M_ Si, recuerda... esta noche las protagonistas somos tú y

yo –se le acercó y con su mano le acarició la cara, y

suspiró-. Sólo tú y yo.

E_ Mi amor.

Se acercaron besándose entregadas la una a la otra,

después de un beso con cierta dosis de pasión, detuvieron

la pasión parar poder cenar y continuar con el rito, eso si, ni

un segundo pudieron para de reír.

Mientras ellas cenaban, Teresa le retiraba a Vilches la

bandeja, su mal humor había menguado un poco tras

hablar con Cruz, y poder estar escuchando los balbuceos de

su pequeña María, para un hombre de hielo como él se

definía, era muy importante que lo dejaran solo en la radio

porque tras escuchar a su hija, siempre terminaba con

lagrimas en los ojos. Pero esa vez al terminar respirando

hondo pensando que tres meses más y volvería a Madrid

para poder abrazar a su hija, y a su mujer.

T_ Bien... pues ya está todo, mañana te traigo el

desayuno un poco más tarde, ¿no?

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V_ ¡Cómo lo sabes!, mala noche se nos presenta a los

solitarios.

T_ ¿No lo dirás por mí?

V_ No que va Teresa, lo digo por Mona, ¡no te jode! –

parecía protestar pero al contrario en el fondo le gustaban

esos tira y afloja con Teresa.

T_ Yo tengo el problema solucionado.

V_ Ya... ¿crees que con lo que grita Esther, unos tapones

van a solucionarte el problema?, ¡no seas ingenua!, ¡te

hacía más lista!

T_ Míralo por otro lado, los gritos de Esther no son lo que

más me preocupan, sino, los de Maca que ella siempre ha

sido muy silenciosa –le decía con gesto preocupado-. La

verdad, eso si me va a descentrar por eso los tapones.

V_ Yo me tomaría una buena dosis de relajantes.

T_ ¿Y qué te lo impide?

V_ Porque en el fondo, ese morbo de dos mujeres me

gusta –ponía gesto cínico que ante la mirada de Teresa

sonrió sonoramente-. Venga Teresa que es broma.

T_ Broma... broma... no sé ¿eh?, que los hombres para

esas cosas... –movía la cabeza.

V_ ¿Sabes lo qué me maravilla?, anda siéntate –le dijo con

calma. Teresa aceptó el ofrecimiento que deseaba le

hiciera-. La facilidad de esta gente para admitir y aceptar

ver a dos mujeres como si realmente fueran una pareja

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mas, sigue maravillándome esta gente, sigue

sorprendiéndome su capacidad de tolerancia.

T_ Mira Vilches, desde pequeña he vivido en diferentes

lugares de África, lo sabes hace años que me asenté aquí,

en el Congo, y día a día durante estos cincuenta y tantos

pocos pasados...

V_ Muchos más Teresa –le dijo serio interrumpiéndola.

T_ ¡Serás tonto!, ¡bueno!, sigo, pues durante todo este

tiempo la gente me sigue sorprendiendo, tienen una

habilidad para amoldarse a las nuevas gentes

impresionantes, ellos no juzgan, si exceptuamos la

guerrilla, y los del poder, la gente de a pie, la que diríamos

en España, el pueblo, tan solo vive y deja vivir. Hace

algunos siglos...

V_ ¿Me vas a soltar un rollo?, ¡no me hagas que se me

baje la libido mujer que esta noche hay fuegos artificiales!

T_ Mira que te pones en plan plasta insoportable ¿eh? –lo

miraba seria mientras el daba otra carcajada-. Desde luego

no sé para que te cuento nada.

V_ Va... va... no te enfades... que esto es todo broma para

ayudarte a pasar la solitaria noche que te vas a pasar

escuchando gemidos como loca.

T_ ¡Cómo te decía! –insistió con fuerza-. Hubo épocas y

tribus que tenían la figura de dos mujeres para vivir juntas

en matrimonio, una de ellas siempre era viuda, la otra era

la joven, la joven era entregada a un hombre que la viuda

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elegía para que la dejara en cinta, y ese hijo pasaba a

formar parte de la pareja, y así sucesivamente tú sabes que

los hijos son el futuro de las familias, así que... es una

tradición que aunque ha venido a menos, hoy en día aún

sigue patente, por lo tanto, que Maca y Esther estén juntas

no les sorprende, además los hombres de está aldea

respetan a ambas, y eso, se lo han ganado ellas.

V_ Eso es cierto, y son los hombres quienes deberían

poner el grito en el cielo... pero no... estoy orgulloso de esta

aldea, de este mi pueblo y de mi gente.

T_ Yo también Vilches... dentro de lo malo, tenemos algo

bueno, amistad y respeto.

V_ Que bien hablas.

T_ Y ahora me voy a mi cabaña, voy a ver como

tranquilizó a Valiente porque éste desde que ha conocido

para lo que sirve lo que tiene entre piernas me lleva loca.

V_ Pobre... esta noche celibato Teresa, celibato –le decía

sonriendo.

T_ Buenas noches.

V_ ¿Sabes una cosa más Teresa? –ella lo miró con gesto

tranquilo-. Estoy orgulloso de tenerte a mi lado, de haberte

conocido.

T_ Gracias, lo mismo digo –sus ojos se llenaron de

emoción, no era muy común en Vilches decir tales cosas,

pero pensaba que hablar con su mujer lo dejaba

468 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 469: TERCERA PARTE PIJA

definitivamente sensible porque era un hombre sensible-.

Valiente vamos cariño... a ver que hago contigo.

Las dos mujeres habían decidido tomarlo con calma,

habían degustado la cena despacio sin prisa y se habían

confesado partes de sus vidas. Asombradas veían que

tenían más en común de lo que podían imaginar, sonreían

cada vez que descubrían algo que les hacía aproximarse en

actitudes, así Maca descubrió que Esther era menos pija de

lo que pensaba y Esther justo lo contrario, Maca era más

pija de lo que imaginaba. Después pasaron a besarse, un

buen rato, Esther estaba expectante, a la vez que intrigada

por lo que debían hacer. La noche era silenciosa, era de

esas repletas de sonidos pero todos por momentos habían

decidido callar, la luna ofrecía su máximo esplendor, y las

estrellas se habían repartido estratégicamente por el cielo

para formar un espectáculo único y maravilloso. Aquel

silencio fue roto por otro sonido que ambas conocían pero

que a Esther le sorprendió, los golpes del tam-tam.

E_ ¿Y eso?

M_ Nos están dando el permiso.

E_ ¿El permiso? –la miraba realmente descolocada ante

todo lo que estaba sucediendo.

M_ Sí, te traduzco, la noche llegó ya, la luna está en lo

alto y vuestros corazones esperan respuestas.

E_ ¿Eso dice el tam-tam?

469 Una Pija en la Selva, Parte 3 © by ldana, 2009

Page 470: TERCERA PARTE PIJA

M_ Más o menos, es lo que ellos nos dicen, se supone que

es el canto de los Dioses, ellos nos están diciendo, os

damos permiso.

E_ Ah... pues yo no siento nada ¿eh? –elevó un hombro

graciosamente.

M_ Tranquila... acabamos de empezar ¿no? –la miró

lascivamente.

E_ Voy sintiendo, voy sintiendo con esa mirada, voy

sintiendo.

M_ Entonces vamos bien –se levantó dirigiéndose a la

ventana cogiendo la vasija de barro con el líquido que se

había espesado un poco.

E_ A ver –sonrió-. Yo uso Áloe Vera y nunca me ha dado

por excitarme –hablaba sin dejar de sonreír.

M_ Ya, ¿y?

E_ No sé es que... –daba una carcajada-. Me da

vergüenza... no sé es como...

M_ Sentir que todos están esperando tu orgasmo,

perdona peque, pero es que todos lo están esperando, ¡ah!,

y no te olvides, el mío, también –le guiñó un ojo.

E_ Esto me hace reír sin parar –decía francamente

sonrojada con una mano en el pecho.

M_ Sonreír es lo mejor además tú tienes una sonrisa

maravillosa, lo sabes mi vida –sonreía también.

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Page 471: TERCERA PARTE PIJA

E_ ¡Que fuerte! –murmuraba mientras Maca se acercaba

a ella y la besaba, en medio del beso Esther se puso a reír

como loca-. Lo siento... lo siento...

M_ No pasa nada –sonreía igual que ella.

E_ ¡Uf... que calor! –movía su mano delante de su cara.

M_ A ver... se supone que aquí la que sabe como funciona

esto soy yo... pero no tengo ni idea de que hacer –la miraba

puesta en jarras.

E_ Pues a mí se me ocurren varias cosas, esa flor en tu

pelo me pone –al decirlo sonrió.

M_ ¿Ah, te pone? –ladeó la cabeza y Esther con una

sonrisa asintió-. ¿Pero... te pone mucho?

E_ Mucho, así que espera... –se acercó a ella-. No te

muevas ¿eh?

M_ ¿Qué me vas a hacer?

E_ ¿No confías en mí?

M_ ¿Puedo elegir para la respuesta un comodín ante esa

pregunta?

E_ ¡Serás mala! –le dio una buena palmada en el culo que

le supo a gloria a Maca.

M_ Ohhh –dijo sin poderlo evitar suspirando.

E_ ¿Te gusta?

M_ No... pero me has dejado ko. Creo que vas a tener que

estar debajo todo el rato.

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Page 472: TERCERA PARTE PIJA

E_ Pues no me importa –le dijo suavemente al oído

haciendo que toda la piel de Maca se estremeciera al rozar

su cálido aliento la piel.

M_ Esther... –susurró.

E_ Esto me sobra –desabrochó el vestido dejándola de un

solo movimiento desnuda, entonces por detrás la abrazó

poniendo sus manos en los pechos de una Maca que

cerraba los ojos en pleno éxtasis-. Así mucho mejor.

M_ Si... pero yo también quiero tocar –le susurró haciendo

que esta vez quien se estremeciera fuera Esther.

E_ Pues toca, cariño –musitó haciendo que Maca se girara

y la mirara con fuerte deseo-. Maca...

M_ Dime –la besó en el cuello.

E_ ¡Qué calor!

M_ ¿En todo tu cuerpo? –pasó su lengua por el cuello de

una Esther que pensó se moría allí mismo mientras estiraba

suavemente su pelo obligándola a exhibir su cuello.

E_ Sí, pero en una parte en especial.

M_ Ven –la llevó hasta los pies de la cama-. Ahora

tenemos que ponernos este aceite.

E_ Cariño nos vamos a resbalar no vamos a poder hacerlo

–decía mirando como el aceite se escurría entre los dedos.

M_ Absorbe rápido penetra en los poros y despierta el

deseo.

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Page 473: TERCERA PARTE PIJA

E_ Pues yo lo tengo despierto hace rato, así que –suspiró.

M_ ¿Ahora te parece que me quedo contigo?

E_ No Maca... ¡oh! –gimió al notar como las manos de

Maca comenzaban a frotar su cuello-. Se ha hecho más

espeso.

M_ Influjo de la luna.

E_ Mi amor... estás tan guapa, tan deseable –le decía

mirándola con una mezcla de pasión y ternura.

M_ Y tú... y eso no es influjo de la luna te lo aseguro –

sonrió mientras sus manos recorrían sus pechos-. ¿Te

gusta?

E_ Sí, ¿y a ti? –mientras ella hacia lo mismo.

M_ Me encanta.

Poco a poco fueron mojando sus manos en la vasija,

más lentamente comenzaron a distribuirla por sus cuerpos,

conforme pasaban las manos la piel parecía admitir la

cantidad que ponían sobre ella, parecía abrirse y dejar que

inundara todo su interior provocando un autentico fuego en

ellas. Esther seguía los movimientos de Maca, el vientre, las

piernas, los brazos, ella hacía lo que Maca, no se besaban

no podían besarse, tan solo tocarse, y cada vez lo deseaban

más, hasta que por fin, Maca con su mano derecha depositó

el aceite en el sexo de Esther, ésta sintió un escalofrío

recorrer su cuerpo de pies a cabeza, y de igual modo hizo

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Page 474: TERCERA PARTE PIJA

como había hecho con ella, provocando el mismo

estremecimiento en Maca.

En su cabaña, Teresa trataba de dormir con sus

tapones, sus rulos y su insomnio, justamente aquella noche

debía aparecer de tal manera, era injusto, ¡pero que le iba a

hacer!, se movía en la cama, sabía que el embrujo debía

haber empezado, recordaba la vez de Nsona y Zulú, no

había sufrido tanto como estaba sufriendo aquella noche

con las dos mujeres, le palpitaba el corazón sin saber muy

bien porque tan acelerado, quizá porque en el fondo para

ella Maca, era como una hija, ésa que no pudo tener y como

cualquier madre pensar en el momento de su paso a mujer

le provocaba esos nervios, cuando se dio cuenta de la

tontería que estaba pensando, no pudo más que comenzar

a reír, Ramón la miraba fijamente con sus orejas bien altas,

Mona se levantó del suelo donde roncaba mirándola con los

ojos muy abiertos, y Valiente que se había quedado

impresionado con sus rulos desde la primera vez que los

vio, veía como aquellas piececitas se movían ante el

movimiento por las risas de la mujer, todo un espectáculo,

que Ramón decidió perderse tras un bostezo, y volvió a

dormir, Mona copió al perro, y estiró de un Valiente que

seguía el movimiento de los rulos con una expresión

cejijunta. Al final tanta risa, le provocó la perdida de uno de

los tapones, y mientras lo buscaba le llegó un sonido,

limpio, fresco, feliz

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Page 475: TERCERA PARTE PIJA

M_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh,

ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

E_

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

hhhhhhhhhhhhhhhhh.

T_ Joder –murmuró impresionada.

M_ Ahhhhhh ahhhhhhhh ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

E_ AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH.

T_ Joder –repitió al borde del escándalo.

M_ Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

ahhhhhhhhhhhhhh.

E_ Mmmmmmmmmmmmmmmmmmm,

AHHHHHHHHHHHHHH.

T_ ¡Uf uf uf que calor!

Teresa ya no sabía como ponerse, se había despejado y

es que su cabaña estaba la más próxima a ese volcán que

se escuchaba bullir con demasiado auge, se había puesto a

pasear, parecía que la calma había llegado.

T_ Por fin... deben estar agotadas ¡Dios mío no había

tenido esto tanta fuerza en todo el tiempo que yo

recuerdo!... ya... menos mal... directamente desmayadas –

se sentó en la cama mientras Ramón daba la vuelta y la

miraba con un bostezo, ella le hacía señal con el dedo para

que volviera a dormir. Se tapó con la sábana y cerró los

ojos.

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Page 476: TERCERA PARTE PIJA

M_ Si, si, si, ayyyyyyyyyy ahhhhh ayyyyyyyyy

ahhhhhhhhhhh.

T_ ¡No puede ser! –gritó exasperada perdiendo esta vez

un rulo de su cabeza-. No puede ser... no puede ser...

¿cuántos llevan ya?... ¡nunca había escuchado a Maca!...

pero está niña es una fiera... ¡a qué tengo que ir a poner

orden!; no si... ya lo decía mi padre, las mujeres no tienen

fin... ¡y qué razón! –volvía a caminar por la cabaña.

Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr –pedorreta al canto.

T_ ¿Qué pasa te molesto?, ¿no puedes dormir? ¡pues te

aguantas!, ¡no haberme robado el tapón!, vamos a ver si es

que una no puede caminar... ¡qué esto no puede ser

bueno!, que tenemos que empezar con los vestidos que me

las veo venir, dormiditas en la boda, no si... a los gritos de

Esther estamos acostumbrados, ¿o no? –le preguntó a

Mona.

Mo_ UH uH –respondió elevando los hombros y moviendo

la cabeza..

T_ ¡Pero a Maca!... ¡jamás!

M_

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

T_ Me la ha matao ¡la Esther me la mata!... ¿se habrá

pasado en la mezcla Lula?, con razón sonreía tanto... ¡eso

es!, ¡me la ha matao!... ahora vendrá el grito de Esther... si

no viene es que me la ha matao –decía nerviosa con la

manos apretadas.

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Page 477: TERCERA PARTE PIJA

Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

T_ Mira Mona, a que te vas fuera –le apuntó con el dedo-.

¿Cómo me voy a quedar tan tranquila con lo que hay?,

¡vamos mujer!... que no.. que no es normal. Mira ya se han

vuelto a callar, ¡he pedido hasta la cuenta!... por favor a ver

si es verdad... un poco de calma por favor... –se calló y miró

expectante-. Si, silencio... absoluto silencio, si a dormir.

En la cabaña, Maca yacía sobre Esther medio de lado, la

melena sobre su propia cara y con la boca abierta, tratando

de no morir ahogada, con los ojos cerrados con el corazón

palpitante, con una sensación de estar flotando de felicidad.

E_ Joder... –susurró.

M_ Esther nunca... había sentido esto –tragaba pues su

garganta se había quedado seca de tanto gemir.

E_ ¡Ni yo! –le acarició la cara haciendo que se moviera un

poco.

M_ No puedo moverme –le dijo sonriendo.

E_ Me gusta cuando te pones colorada, me gusta cuando

aprietas los dientes y cierras los ojos, me encanta ver como

tiemblas.

M_ Si es que ya te digo... nunca había sentido esto.

E_ ¡Joder con el Áloe Vera!, y yo usándolo y no

enterándome de nada.

M_ ¿Ahora me crees?

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Page 478: TERCERA PARTE PIJA

E_ Sí... ahora sí –decía sonriendo ampliamente-. Menos

mal que mañana no salimos de la cabaña o de lo contrario

me iba a morir de vergüenza.

M_ Es que sale del alma ¿eh?

E_ Sí, tenemos mucho amor en el alma cariño –la miraba

con una infinita ternura.

M_ Y mucha suerte de que con lo grande que es África, te

mandarán a mis brazos tan fácilmente.

E_ ¿A tus brazos?, ¡pero serás presuntuosa!, si eres tú la

que has caído rendida a mis pies.

M_ ¡Que gracia, deja que me ría! –hacía como si diera

carcajadas.

E_ La suerte que tienes es que no me puedo casi ya ni

mover... de lo contrario.

M_ ¿De lo contrario, qué? –la desafío como a ella le

gustaba con la mirada.

E_ Odie esa mirada tuya de cautivadora, de mujer fatal,

pero ahora que sé es mía, me encanta porque esa mirada

me hace arder.

M_ ¿Y... como es que eso no lo sabía yo? –le besó en los

labios.

E_ Son secretos de guerra –le devolvió el beso.

M_ ¿De guerra?

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E_ Claro, tú y yo hemos mantenido una guerra digna del

mejor estratega.

M_ Eso es verdad... ¿y sabes quién ha ganado? –sonrió.

E_ No, no me lo puedo imaginar –le decía imitando sus

gestos.

M_ Las dos, hemos ganado las dos porque estoy segura

que hoy me has mostrado la felicidad, y no digo por el sexo,

por estos orgasmos maravillosos, sino, porque me has

mostrado tu corazón, en tu mirada mientras hacíamos el

amor.

E_ ¿Y qué has visto?

M_ He visto a una mujer maravillosa, que me ama.

E_ ¡Qué casualidad, yo he visto lo mismo!

M_ Por lo tanto hemos ganado las dos.

E_ Si mi amor... hemos ganado las dos, ha triunfado el

amor.

M_ Exacto... si es que mi pija tiene una boquita...

E_ Gracias.

M_ Que me vuelve loca con esa boquita cuando habla y

cuando actúa –elevaba las cejas graciosamente.

E_ No me digas eso que me pongo colorada.

M_ ¡Pero si es la verdad! –decía subiéndose a horcajadas

sobre ella-. Me vuelves loca cuando me acaricias –le cogía

la mano y sobre ella le hacía que acariciara su pecho-. Así,

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lo ves... y cuando me besas –le hablaba con su voz sensual

despertando nuevamente el deseo en Esther, acariciando

los labios de la enfermera que a parte de apretar su pecho

le acariciaba lentamente la espalda-. Y... si no recuerdo

mal, queda aún aceite en la vasija –le musitó en el oído.

E_ Somos malas, la tradición dice que debe usarse todo.

M_ ¡Pero qué lista es mi niña! –sonrió alcanzando

nuevamente el aceite-. Te quiero.

E_ Te quiero.

En su cabaña, Teresa agradecía la tranquilidad, estaba

cogiendo el sueño, al igual que los dos monos y su adorado

Ramón. Balbuceaba medio dormida, cosas ininteligibles

cuando de repente algo le hizo sentarse en la cama,

perdiendo nuevamente algún rulo.

T_ No... estoy obsesionada... no.

M_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhh.

E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

T_ ¡Dios!

Por fin, el silencio llegó tarde pero llegó, todos dormían

plácidamente, el sol comenzó a colarse por las ventanas de

todas las cabañas excepto en la de las chicas desposadas

que tenían una doble tela puesta por Nsona y Lula para

evitar que las despertara la luz del sol.

T_ No puede ser... ¿ya?

Mo_ UH UH UH UH –enérgica protesta de Mona.

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T_ Ya lo sé Mona –entonces se giró y al vio a su lado

abrazada a ella, su grito fue espectacular-. ¡Ahhhhhhhh!

Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhh –respondió Mona.

V_ Ah ah ah ah ahahhhhhhh.

R_ Guau guau guau guau –daba vueltas sobre si mismo.

T_ ¡Callaros! –les dijo a todos-. ¡Menuda nochecita!

Se levantó ojerosa, y al salir vio a Vilches apoyado en la

puerta.

V_ Buenos días Teresita.

T_ Serán para ti.

V_ ¿Qué hacías tú imitando a las chicas?, ¿con quién has

tenido ese orgasmo que te ha provocado el gritito?

T_ ¡Mira Vilches!, no estoy para bromas.

De repente las risas de todos, que ya habían

empezado a trabajar, se silenciaron, un sonido les llegó

nítido desde fuera de la aldea y seguidamente la campana

daba aviso.

V_ ¡Mierda refugiados!

Fueron segundos, los que los ojos de todos tardaron en

girarse y ver como la gente se agrupaba y entraban por la

puerta.

T_ Nsona los niños –le gritó con nervios.

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Ns_ Nmaba kotaka na nzo –(Nmaba entrar en casa) –le

gritó al ver como la gente entraba sin miramiento gritando,

llorando, suplicando.

V_ Massamba distribuye, Zulú montar el hospital entre tú

y Ngouabi, rápido.

T_ Voy a llamar a Maca y Esther.

V_ Que se pongan mascarillas, no sabemos de donde

vienen. ¡No los toquéis! –gritó a Sissou y Lula que

comenzaron a ayudar.

Mientras ajenas al revuelo Maca y Esther desnudas

sobre la cama, dormían placidamente, Maca tenía una

pierna sobre Esther y su mano rodeando la cintura de la

enfermera que apoyaba su mano izquierda sobre el pecho

izquierdo de la Pediatra, tal y como era su preferencia. Un

sonido lejano le hizo abrir un poco los ojos, no sabía muy

bien que pasaba, su boca seca, y una pesadez en todo el

cuerpo le hizo prestar atención a aquel ruido que venía

desde fuera de la cabaña. No le hizo falta mucho tiempo

para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

M_ Esther... Esther...

E_ No puedo… uno más y me muero –musitó destrozada,

cansada pero inmensamente feliz.

M_ Cariño levanta, han llegado refugiados.

E_ ¡Qué! –al levantarse se quejó-. ¡Ay que agujetas!

M_ Ni que lo digas.

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T_ ¡Chiiiiiiiiiiiiiiiiicas!, lo siento, lo siento -dijo al verlas

desnudas allí vistiéndose.

M_ Ya vamos.

E_ Si...

T_ Tomar esto os lo tenéis que poner –les dio las

mascarillas rápidamente.

M_ ¿Por qué?

T_ Estáis aisladas, y no sabemos de donde vienen.

M_ De acuerdo, guantes Esther, todo con guantes –le

decía mientras rápidamente se hacía la coleta en el pelo.

E_ Si descuida –hacía ella lo mismo.

Fuera, Teresa se había puesto guantes, su gesto duro y

su mirada repleta de nervios demostraba la magnitud del

problema, al igual que Maca y Esther que una vez salieron

de la cabaña se quedaron quietas inmóviles mientras una

mujer arrastras se acercaba a ellas rogando con la mueca

de angustia en su rostro.

Muj_ Masa... masa... madya sambu na sika –( Agua...

comida por favor ).

M_ Nsona... trae agua por favor. Malembe... –una vez miró

que la mujer tan solo tenía aparentemente sed y cansancio,

ambas salieron corriendo hasta Vilches-. Ya estamos aquí.

V_ Bien, ¿ya sabéis como funciona, no?, pues ale a

trabajar.

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M_ ¿Algún herido?

V_ Soy uno, he mirado a cuatro personas, ¿cuántas

calculas que hay?, ¿quizá cien? –elevó una ceja con sus ojos

crispados.

E_ Vamos Maca –le dijo al ver el gesto de disgusto de la

Pediatra que de mala gana cogió su maletín y se dirigió a

revisar acompañada por Esther-. Joder...

M_ ¿Qué pasa?

E_ Nada... que... creo había olvidado el olor a sangre y el

sentimiento de dolor.

M_ No pienses en eso... ¡venga! –le sonrió tratando de dar

animo.

Como siempre estuvieron distribuyendo a las personas,

Massamba, Ngouabi que iba a su lado para aprender, Zulú,

y Yildas, habían ayudado con los pocos hombres que

llegaban. Nsona por orden de Teresa no se acercó a nadie,

tan solo preparaba el agua, y repartía en una fuente trozos

de fruta, mandioca, y algo de carne de la que estaba

preparada para las dos agasajadas. Nmaba con su perro fiel

distribuía el agua, Mona y Valiente se habían sentado en un

rincón, mientras contemplaban a la gente se despiojaban

uno a otro, mientras Ramón parecía revisar a todos, por si

algo ocurría y debía avisar. Sissou acompañaba a Vilches, y

Teresa se encargaba un poco de todo. Lo primero que hizo

fue hablar con una de las mujeres mayores. Cuando supo

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Page 485: TERCERA PARTE PIJA

que lo había se acercó a Vilches que estaba junto a Maca y

Esther con una señora reconociéndola.

V_ Massamba, al hospital –le dijo cansado.

T_ A ver... vienen del interior de la Selva, hace unos días,

la guerrilla arrasó el pueblo, mató a hombres, mujeres y

casi todos los niños, me ha comentado que algunas de las

mujeres que hay fueron violadas, que dos murieron por el

camino y que fue una pesadilla.

V_ ¿Te va a decir quienes son?

T_ No, ya sabes –ladeó su cabeza.

E_ ¿Cómo qué no? –preguntó con cierto enfado, su rostro

tras la noche y ese empezar de día marcaba rasgos de

profundo cansancio.

V_ ¡Costumbres! –se quejó.

M_ Pues nada, vamos a averiguarlo, que pasen todas las

mujeres por el hospital –decía puesta en jarras con el sudor

reflejado en su camisa, con el gesto duro-. Reconoceré a

todas.

V_ Buena idea. Les diré a Zulú y Yildas que tienen el

rostro más tranquilo, si mando a Massamba igual se me

asustan –suspiró mirando el desolador panorama-. ¡Hijos de

puta!

T_ Déjame a mí Vilches.

V_ De acuerdo... ¿los niños?

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M_ Los que he revisado, bien, habrán unos diez.

Desnutridos, Lula se está encargando de ellos.

V_ ¡Sissou, vandaka! (Sissou vamos!).

M_ Está bien Teresa, será mejor que nos ayudes –miraba

alrededor.

E_ No debe ser muy difícil distinguirlas.

T_ No.

M_ Es más yo estoy viendo una.

Susurró mientras cogía el maletín sujetando su Fonendo

para que no se le cayera ante su movimiento, y esquivaba a

grandes pasos la gente que seguía en el suelo, recibiendo

agua y comida. Esther la siguió, Teresa también, los

hombres en la distancia aguardaban una señal de alguna

de ellas para actuar. Maca se acercó a la mujer, se agachó

y pudo oler la sangre, tanto era así, que una arcada llegó a

ella, pero la retuvo, mientras los ojos de Esther se abrían de

par en par. La mujer medio desmayada, se había apoyado

en otra joven que mantenía el mismo gesto de terror que

ella.

M_ Mbote, mono kele ziku Maca. Kwenda kunata nge na

nkiki mono, kulunga?. Ve kobanga na nkati (hola, soy la

doctora Maca, voy a llevarte conmigo, de acuerdo?, no

tengas miedo) –su voz dulce, su tacto suave con la mujer,

consiguió que esta desviara su mirada pérdida, Esther y

Teresa, la miraban con gesto totalmente compungido-.

Massamba kusodisa nge, malembe (Massamba te ayuda,

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tranquila) –los ojos de la mujer se cerraron, Maca tocó su

pulso-. ¡Rápido Massamba!. Esther prepara quirófano, ¡ya!

Al llegar Massamba y Ngouabi para ayudarla, la chica

que había al lado huyo despavorida gritando ante la

proximidad de los hombres, la mujer desmayada cayó al

suelo ante la falta de apoyo. Ngouabi cuando fue a ayudar

a Massamba, se detuvo en seco, miró a la mujer y un frío

estremecedor se hizo con él, Zulú lo apartó suavemente y

ayudó.

M_ Vilches... te necesito ya –le dijo apuntándole con su

dedo mientras pasaba a toda prisa.

V_ Sissou vandaka, todo esfuerza será poco –cuando vio a

la mujer susurró-. Joder.

E_ Ya está Maca, tengo preparado gotero.

T_ Dejarme que le quite la ropa.

M_ Joder... ¿cómo ha podido llegar viva hasta aquí? –se

preguntó mientras se ponía la bata.

V_ Maca... creo que... no vamos a poder hacer nada.

M_ Si crees que no vamos a poder hacer nada, te vas.

V_ Vale, vale –levantó las manos.

E_ Tiene el pulso muy débil –dijo apurada con los nervios

ya a flor de piel.

Pero el silencio se hizo en el quirófano cuando Teresa

retiró la ropa de la mujer, los ojos de todos, captaron una

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bestialidad tan avasalladora, que les faltó a todos el aire

mientras escuchaban con Sissou rompía a llorar.

T_ Vamos Sissou, sal, yo me encargo.

Si_ Ve, ve –(no, no insistió con rabia).

M_ Veamos ¿por donde empezamos? –un nudo se había

instalado en su garganta mientras con cuidado Vilches y

Esther ponían cada pie de la mujer en uno de los escalones

de un potro tan viejo y destartalado que parecía no

resistiría el peso-. Desinfecta lo que puedas Esther.

E_ Si...

V_ Maca... ¿sabes que haría yo?

M_ Dime –como siempre que Vilches daba una idea ella

era la primera en prestar atención.

V_ Tendremos que vaciarla, y hacerle una colonoscopia,

sabes que eso aquí es prácticamente la muerte.

M_ ¿Y si no la hacemos?

V_ Lo mismo. Así que... vamos allá. Esto va a ser largo,

quizá Teresa mejor sal con Sissou, mira a ver a las mujeres

que quedan, si alguna más esta en mal estado, o tú o yo

dejamos de operar y salimos.

M_ De acuerdo. Aquí Esther.

E_ Está totalmente desgarrada.

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M_ Si, no sé como ha podido llegar andando. Ponle

antibiótico, en esa parte del armario tenemos las bolsas,

necesito todo el instrumental, Esther.

E_ De acuerdo.

V_ No entiendo como pueden dormir tranquilos, bueno sí,

quizá porque como dijo el Doctor Mwghe, las bestias

salvajes de la Selva han dejado paso a estos desgraciados.

M_ Ha perdido mucha sangre Vilches, mira esto.

V_ Han debido de utilizar palos, mira lo que lleva aquí.

M_ Joder...

Los rostros, eran tan serios, tan duros, expresiones

gélidas, debían trabajar y no pensar, pero a veces era tan

complicado no involucrarse en aquello, que Esther debía

hacer esfuerzos, no podía entender como la noche anterior

todo había sido felicidad, alegría y ternura, y en ese

momento todo se había vuelto tristeza, desgracia y dolor.

Llevaban algo más de una hora cuando salieron del

quirófano, Teresa había acostado a dos mujeres más, los

rostros de los tres le dieron a entender la verdad.

V_ ¿Alguien es familiar?

T_ Sí, su hija también fue violada, y a su marido le

obligaron a mirar, le dijeron que si cerraba los ojos lo

matarían, finalmente lo mataron –su voz se rompió.

V_ Odio esto... lo odio me dan náuseas. ¿Maca las revisas

tú?

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M_ Sí –dijo con un hilo en su voz.

V_ Ahora mando a los hombres que la saquen... ¿hay más

mujeres?

T_ Sí, pero ninguna lo quiere decir la vergüenza, ya sabes,

imagino que luego irán viniendo.

V_ De acuerdo. Voy a hablar con Dávila Me da vergüenza

ser hombre hoy y mirar a esas mujeres a la cara –sus ojos

se llenaron de lagrimas.

M_ Vamos... voy a reconocerla –le dijo a Vilches igual de

afectada.

Al terminar, fuera, no se oía absolutamente nada ese

silencio tan potente que se les clavaba en el alma, a todos,

Nsona repartió comida, Teresa curó heridas superficiales

junto a una más que afectada Sissou. Nmaba rezaba por el

alma de aquella mujer que habían enterrado sin nombre,

otra cruz más de madera de viejo roble. Y en el pequeño

hospital, Esther terminaba de desinfectar el instrumento

usado en vano para salvar la vida al deshecho de mujer que

llegó. Lo hacía con las lagrimas corriendo por su rostro, con

el corazón apretujado, y el desanimo clavado en sus venas,

en sus músculos, en su corazón. De pronto la sintió, ese

abrazo que le dio por la espalda, metiendo su cabeza en la

melena suelta otra vez de Esther, un suspiro tan profundo,

tan herido como el de ella, Esther se giró, la miró, se

miraron con los ojos rasgados por las lagrimas y se

abrazaron con fuerza, una fuerza absoluta, en medio del

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dolor, la ira, la rebeldía, la injusticia, estaban las dos,

compartiéndolo, repartiendo las lagrimas del dolor, como la

noche anterior habían repartido las caricias, del amor.

Era media tarde cuando por fin, habían conseguido

estabilizar las hemorragias de las dos mujeres que habían

solicitado ayuda. El silencio fuera del hospital había llegado

cubriendo todos los rincones, la gente exhausta dormían

unos apilados contra otros, los pocos niños que habían, tras

un reconocimiento exhaustivo por parte tanto de Maca

como de Vilches, se habían integrado con el resto de niños

de la aldea, y jugaban ajenos como tantos otros niños que

habían pasado por allí a la desgracia que habían vivido,

algunos huérfanos, que habían sido adoptados en el drama

del momento.

Aquel panorama desolador lo estaban captando los

ojos de Esther, se había sentado con una taza de Aluá en su

mano, con la barbilla apoyada sobre las rodillas y un nudo

en su corazón. Oyó sus pasos acercarse y sonrió, tan solo

sentirla cerca le daba animo, y fuerza.

M_ Hola cariño.

E_ Hola –le sonrió más cuando se sentó junto a ella

mirándola con esa ternura que los ojos de Maca le

regalaban-. ¿Has tomado algo?

M_ No, no me pasa nada.

E_ Yo necesitaba beber, estoy demasiado seca por

dentro.

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M_ Claro. ¿Cómo estás? –le pasó una mano por los

hombros acercándola hasta su hombro.

E_ Impresionada.

M_ Lo sé.

E_ Cierro los ojos y veo la brutalidad en esa mujer y...

M_ Es bueno hablarlo Esther, no te quedes callada.

E_ ¿Y la hija?, el marido... –negaba con la cabeza.

M_ Sí, son animales salvajes, hienas, porque ni los

animales hacen algo así, pero... debes entender Esther que

esto es parte de este loco mundo, que nosotras, bueno,

nosotros todos, solo podemos darles el auxilio que les

damos, un poco de paz, pero nada más desgraciadamente

ahora lo denunciaremos, pero siempre prometen esto va a

cambiar, ¿cómo cambias a los salvajes que viven como

ratas?, no hay cambio, tan solo podemos hacer que su dolor

y su humillación, no sea mortal. Mira Sissou, mira Lula...

ellas poco a poco con ayuda lo han superado, que no

olvidado –le hablaba con un amor infinito, con delicadeza-.

Es lo único que podemos hacer Esther, a veces me siento

inútil, pero cuando miro a Lula y recuerdo lo que luchamos

por ella... es la única satisfacción que me queda.

E_ Maca cariño... –la miró con pena y le dejó un suave

beso en la comisura de los labios.

Mo_ Uh Uh Uh –se hizo espacio entre ellas y se sentó

abrazándose a Esther.

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M_ ¡Pero bueno qué quiere decir esto!

Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr –pedorreta para Maca sin

ninguna contemplación.

M_ ¡Mona! –se quejó ante la sonrisa de Esther-. Oye

guapa que te enteres que Esther es mía, ¡a ver que solo me

falta esto, eh!

E_ No te quejes... pobrecita que hace mucho tiempo que

no le doy mimos.

Mo_ Uh uh uh –decía despacito a modo de respuesta.

E_ Ves... unos cuantos mimos –la ayudó a subir a sus

brazos-. Jo como pesas ¿eh?

Mo_ Uh, ahhhhhhhhhhh –asentía sacando todos sus

dientes a relucir.

T_ Hola chicas... ¿puedo? –las miraba con cierto corte

después de todo lo que había escuchado la noche anterior

que a ellas prácticamente se les había olvidado-. ¿Qué tal

vais?

M_ Bien Teresa, esperando a ver si se decide alguien más

a pedir ayuda.

E_ No lo entiendo.

M_ Ya lo dijo Vilches, costumbres, para ellas es una

humillación lo que les ha ocurrido, así que tratan de no

mostrarlo.

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T_ Hay que estar atentas cuando van al lavabo,

normalmente la mancha de sangre es la señal, pero aún

así, es complicado que nos dejen actuar.

E_ Canallas –susurró.

Ma_ Mwasi Maca.

M_ Si Massamba.

Ma_ Creo que una mujer necesita ayuda –como siempre

Massamba como buen cazador, y hombre solitario, se había

acostumbrado a observar.

M_ Vamos.

E_ Mona quédate aquí.

M_ No Esther, ve al hospital, me voy a acercar yo sola a

ver si así la convenzo.

E_ Vale lo preparo todo.

T_ Allí está Vilches... voy a decirle a Nsona que caliente

agua.

Y así fue, aquella mujer joven que Massamba había

observado, se dejó ayudar por la Mwasi blanca que se

acercó, y por las otras dos Mwasis blancas que estaban

dentro de aquel recinto, ella tan solo fue capaz de llorar. A

cambio recibió calor, cariño, una mano suave la de Teresa

que le daba calma, unos ojos los de Maca y Esther, que le

daban fuerza y apoyo, y unas palabras de Sissou que le

daban su ejemplo y su comprensión.

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Cuando terminaron, Vilches las requirió a las dos en su

despacho, las hizo sentarse, su gesto era serio. Suspiró y

miró a ambas a los ojos.

V_ ¿Cuándo pensáis hacer la boda?

M_ Pues... –cruzó una mirada a Esther que la miró con

cierto temor-. Según los cálculos de Teresa dentro de tres

días.

V_ Ya.

E_ ¿Pasa algo?

V_ Pasa que o la adelantáis o no os casáis.

MyE_ ¡Qué!

V_ Lo siento he hablado con Dávila, me ha dicho que

tienes que ir a Brazzaville.

M_ Joder –cerró los ojos con rabia.

E_ Yo me voy con ella –dijo con rotundidad.

V_ ¿Qué parte no has entendido de la dicha Esther?

E_ ¡No me toques las narices Vilches! –Maca que tenía

cruzadas sus piernas había apoyado los codos sobre ellas, y

sus dedos pasaban una y otra vez algo nerviosos por sus

ojos y nariz.

V_ ¡No Esther, no me toques las pelotas tú a mí! –elevó la

voz nervioso, entonces agregó-. A mí me gusta tan poco

como a ti, pero no puedo hacer otra cosa, ¡la requieren a

ella!

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E_ Pero yo estuve con ella.

V_ Pero a ti no te llama nadie, ¿lo entiendes?

E_ No, y no pienso quedarme aquí de brazos cruzados,

¡ya lo sabes!, voy a curar a la pequeña –salió de allí con

rabia.

V_ Joder.

M_ Déjala, ya hablo yo con ella –su tono era tan

apesadumbrado que Vilches sintió rabia y echó el bolígrafo

contra la pared.

V_ No puedo hacer nada Maca...

M_ Lo sé. Gracias de todos modos.

V_ Puedes irte.

M_ Gracias... no te preocupes por Esther yo me encargo

de ella.

V_ Si, será lo mejor –cuando salió Maca resopló con

fuerza, desespero y una ira focalizada en sus ojos donde las

venas se notaban sobremanera.

Al salir se encontró con ella poniendo en el armario

algunas vendas, se les habían terminado y sabía que en

cualquier momento volverían a necesitarlas, Maca sintió un

nudo en su corazón, tal que le entraron unas ganas terribles

de llorar, se apoyó contra la pared que justo había junto al

armario y se cruzó de brazos.

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M_ Esther –ella no la miró entonces descruzó los brazos y

una mano acarició su barbilla para que la mirara, estaba

llorando-. Cariño... todo va a ir bien ¿vale?

E_ No te puedes ir.

M_ Solo me han citado para hablar, ya está, ¿vale? –

insistió.

E_ Si te vas... me voy contigo –le dijo segura.

Maca se quedo tan impactada, por las forma de decirlo

Esther, no pensaba que nadie pudiera mostrar tal amor por

ella, tanto, que la abrazó fuertemente suspirando.

M_ Esther...

E_ Te quiero mi vida... te quiero y no quiero separarme de

ti nunca –se había separado mirándola con tal devoción que

Maca negó con la cabeza formando un puchero en su

barbilla-. Nunca mi amor... nunca...

M_ Yo tampoco Esther... yo tampoco.

El día se les pasó tan rápidamente que cuando se dieron

cuenta seguían curando a los refugiados con la luz del

motor porque la noche había caído. Desde ese abrazo

donde sintieron el amor profundo entre ellas, poco tiempo

disfrutaron juntas.

En el hospital, Esther estaba reponiendo y recontando

todo el material que les quedaba con la ayuda de una

atenta Sissou que aprendía como debía reponer, tal y como

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lo hacia ella, con la exactitud y el orden que tanto le

gustaba. Estaban en ello cuando entró Vilches.

V_ ¿Cómo vais?

E_ ¿Van a traer repuestos? –preguntó seria.

V_ No creo.

E_ Entonces vamos bastante justos.

V_ ¡Y cuándo no! –protestó. Luego miró a Sissou y le hizo

un gesto para que se quedaran a solas él y Esther. Cuando

la chica se salió, Esther siguió anotando en el papel sin

prestarle atención a la presencia de Vilches-. A mí tampoco

me gusta la idea, ¡pero no se puede hacer nada!,

¿entiendes?

Esther levantó la vista del papel y se le quedo mirando

fijamente.

En la cabaña de Nsona, ésta se estaba dejando revisar

por Maca, la mujer le sonreía agradecida al ver su gesto de

felicidad por lo bien que parecía ir todo. Cuando terminó, se

unió a Teresa que estaba en el huerto tratando de recoger

patatas para poder prepararles una cena con todo el

alimento posible. Cuando Maca llegó la escuchaba renegar

aireada, sonrió no pudo evitarlo, acercándose hasta ella con

gesto sereno aunque la procesión iba por dentro.

M_ ¿Puedo ayudarte? –sonrió.

T_ Uf parece que los Dioses no están de nuestra parte.

M_ ¿Y eso?

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T_ Todas las patatas que hay, o podridas o tan pequeñas

que no sé… no sé… -negaba con la cabeza mientras la

miraba.

M_ Bueno Teresa no te preocupes con la carne que hay

podemos alimentarlos bien… sabes que no vamos a

conseguir mucho –comenzaba a rebuscar las patatas-.

Massamba Zulú y Ngouabi se han ido a ver si pescaban

algo.

T_ Ya lo sé no deberían haberlo hecho, es peligroso.

M_ Bueno… ellos saben Teresa.

T_ ¡A veces pienso que Dios no existe! –dijo muy

enfadada rebuscando entre las hojas y el suelo.

M_ ¡Vaya pero si tú eres muy creyente! –le decía sin dejar

de rebuscar de cuclillas en la tierra.

T_ ¡Pues mira… cada vez que veo algo así me pregunto

por que!, ¿por qué? –decía con energía y un gesto de rabia

contenida en sus ojos.

M_ Quizá porque Dios creó al hombre, y el hombre se

creó a si mismo, en varias especies, entre ellos el salvaje.

T_ Y que todos los días mueran gente como esta pobre

mujer, su marido, los niños que me han contado… ¡y ellos!,

¡Dios! –dijo de repente.

M_ ¿Te das cuenta que estas filosofando?, acabas de

decir que cada vez crees menos y acabas con ese ¡Dios!

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que lo abarca todo, hasta la rabia más profunda que

sentimos.

T_ Estoy cansada Maca… cansada.

M_ Lo sé –asintió mirándola con los ojos repletos de

desesperanza. Dejó pasar unos segundos, lo que le costó

exhalar un profundo suspiro y le preguntó-. ¿Te ha dicho

Vilches lo de la boda?

T_ ¡Ah no me hables de eso!, ¡ni lo mientes! –le decía

apuntándola con el dedo mientras Maca la miraba

divertida-. ¡Y no te rías!, deja que hable yo con Dávila esta

noche…

M_ ¿Sabes una cosa Teresa? –detuvo su búsqueda, se

mordió el labio inferior mientras apretaba sus manos con

cierto temblor. Teresa la miró con gesto triste entendiendo

lo que iba a decirle-. Por primera vez en mi vida… tengo

miedo… tengo miedo a que me manden a Madrid y me

tenga que separar de Esther.

En el hospital los ojos rojos, enfurecidos y acusadores

de Esther se habían clavado en un Vilches que entendía el

enfado pero poco o nada podía hacer.

E_ No, no lo entiendo Vilches, no entiendo que por salvar

la vida de una mujer le quieran quitar del medio, no

entiendo que yo no pueda ir a testificar y a decir lo que

pasó, no entiendo que tú no me dejes ir, ¡no entiendo,

cómo te quedas tan tranquilo aquí cruzado de brazos

mientras Maca se tiene que enfrentar sola a algo tan

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injusto como eso ¡y por último no entiendo! –alzó la voz y el

dedo para cortar a un Vilches que iba a contestarle-. ¡No

entiendo este mundo de mierda!

V_ Vale Esther estás nerviosa, y no voy a tomar en cuenta

según que…

E_ ¡Pues deberías tomarlo! –le desafió con la mirada sin

alzar la voz pero lo suficientemente enérgica como para

hacerse fuerte.

V_ A mí me gusta tan poco como a ti, pero yo no puedo

hacer nada, ella actuó indebidamente, tenemos protocolos

que seguir, tenemos normas y un día puede que le salga

muy caro sobrepasarlas, ¿para hacer el bien?, claro, lo sé,

yo también lo hago, pero soy más prudente que ella.

E_ Pues entonces, si tú también te saltas reglas, verás

que esto es una encerrona, y que la única que la puede

aclarar soy yo.

V_ No puedo quedarme sin enfermera.

E_ ¡Te quedas sin médica! –seguía fuerte y desafiante.

V_ Esther –resopló tratando de no perder los nervios-.

Escúchame si es por la boda.

E_ A la mierda la boda, esto es mucho más importante

que la boda –dijo fuera de si cerrando los ojos-. ¡No te das

cuenta Vilches!, ¡no quieren que Maca esté aquí!, y es

injusto el motivo por el cual no quieren.

V_ Pero ella no fue lo suficientemente lista Esther.

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E_ No pienso dejarla sola –le dijo con contundencia.

V_ Si te vas con ella estarás desobedeciendo e

infringiendo las normas –se puso las manos en las caderas

con actitud algo inquietante mientras pensaba en las

posibles reacciones que aquello podía conllevar.

E_ Te dejo con Sissou, con Teresa, ¡y si me quieres

denunciar hazlo!

V_ Yo no seré quien lo haga, pero si te plantas allí… serán

ellos quien os echen, y entonces me quedaré sin una

médica y una enfermera que formaban un gran equipo y

que pueden ayudar a mucha gente… entonces tu egoísmo

por Maca empujará a mucha gente a perderse, te dije

cuando bajaste del avión, nada de lazos, y no has tardado

demasiado. ¿Quieres ir?, vas.

Teresa había ayudado a Maca a levantarse del suelo,

habían llegado hasta el escalón y se habían sentado

desanimadas. Teresa le había ofrecido un pañuelo para

poder controlar su lagrimas, y se había quedado ella otro

porque su abatimiento estaba segura le iba a hacer llorar.

T_ Te comprendo cariño.

M_ La he encontrado Teresa, es… es simplemente

maravillosa… y ahora no puedo perderla es el amor de mi

vida.

T_ Lo sé –dijo con gesto de pena-. Las cosas siempre

vienen cuando no tocan, pero mira, vamos a tener la

esperanza de que puedas aclararlo.

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M_ Si Julia esta detrás de esto no voy a poderlo aclarar.

T_ Quizá sí, quizá haya una manera.

M_ ¿Crees que no lo he pensado?, llevo toda la tarde

dándole vueltas a la cabeza.

T_ Sabes que es peligroso.

M_ Pero por Esther haría lo que fuera.

T_ Te conozco y eso sería muy duro para ti.

M_ Lo sé, pero te lo repito, por Esther haría lo que fuera.

T_ Está bien… prepararé litros y litros de tila… que Lula

rece, y mira… quien sabe, ¡obramos un milagro!

M_ Pero para eso no puede venir Esther –la miró

trasladando en sus ojos una suplica de ser ayudada.

T_ Ya… y quiere ir.

M_ Debiste ver como se puso con Vilches, tiene un

carácter mi niña –sonrió orgullosa.

T_ Ya… ya… -sonreía-. Y otras cosas… vamos… digo yo –

se limpió la nariz.

M_ Jajajaja –soltó una carcajada repleta de lagrimas-.

¿Tanto se oyó?

T_ ¡Corchos!, ¿lo preguntas de verdad? –abrió sus ojos

como platos mirándola con un gesto repleto de seriedad e

incredulidad.

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M_ Es tan pasional… me hace perder el sentido Teresa…

te lo juro –decía sonriente como recordando por primera la

fabulosa noche vivida.

T_ Bueno ese tema vamos a dejarlo que por poco me

cuesta una enfermedad –Maca dio una carcajada-. Y vamos

a ver si podemos preparar algo para esta pobre gente que

les pueda aplacar el hambre.

M_ Lo malo es aplacar el miedo y eso no lo vamos a

conseguir.

Vilches se había ido a su despacho, enfadado no con

Esther sino con el mundo entero, sabía que en ese

momento no era bueno para que llamaran a Maca, lo había

intentado por activa y pasiva, había intentado retrasar la

llamada, pero no lo había logrado, en parte, se sentía

frustrado. Y en parte comprendía y admiraba la postura de

Esther.

E_ Vilches… ¿puedo pasar? –se asomó con cierta timidez.

V_ ¡Vaya la loba regresa de corderita!, pasa –le dijo

irónico.

E_ Es mi vida Vilches… así de sencillo –le dijo mirándolo

fijamente a los ojos.

V_ ¿Crees que no lo sé? –ella agachó la cabeza y la

mirada dura de Vilches se tornó blanda y afectuosa-. A mí

me jode muchísimo que vaya, he tratado de impedirlo

Esther, pero… no puedo.

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E_ Lo sé… lo sé… lo siento yo estaba cabreada y…

V_ Y menos mal que habías soltado adrenalina durante la

noche, sino, me comes.

E_ ¡Pero…! –se sonrojó sin remedio.

V_ Mira… voy a tratar de hablar con Dávila, ¿vale?, voy a

pedirle que como favor te deje ir.

E_ Gracias –sonrió ampliamente.

V_ Esa sonrisa me gusta más que la mirada asesina que

me has dedicado antes. Ahora entiendo como has

conseguido domar a la fiera.

E_ Es una fiera encantadora Vilches, y no quiero que la

echen tan solo por salvar una vida.

V_ Bueno…

E_ ¿Cuándo se tiene que ir?

M_ Vaya… así que aquí de diálogo mientras yo trabajo –se

detuvo en la puerta cruzándose los brazos sobre el pecho.

E_ Hola cariño –la besó sonriente mientras Vilches

carraspeaba, Esther sonrió ante el gesto del hombre.

M_ No creas que por decirme hola cariño y darme un

besito de nada, se me va a marchar este enfado que tengo

por abandonarme tanto rato.

E_ ¿Me has extrañado?

M_ No, pero me ha tocado hacer la cura con Sissou y que

quieres que te diga a ella no puedo tocarle el culo.

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V_ Pues os aviso –las miraba serio-. Otra noche como

esta, y me matáis a Teresa, debisteis ver los colores de

cara, y los suspiros que salían de su cabaña.

M_ Que fuerte… -susurró sonriendo.

V_ Pues nada ahora os dejo, voy a ver si me dan de cenar.

Cuando las dejó solas, ambas suspiraron sin poderlo

evitar, mirándose a los ojos descubriendo ese sentimiento

que tanto les gustaba encontrar en los ojos ajenos. Se

acercaron con tranquilidad, con lentitud mirándose a los

labios, rozándolos suavemente, con ese pequeño roce,

despertaron en ellas miles de emociones, miles de

amaneceres, se separaron volviéndose a mirar y terminaron

en un abrazo fuerte y dependiente la una de la otra.

M_ Esther no quiero que vengas, no quiero que me

acompañes.

E_ Pero –la miraba totalmente absorta.

M_ Sé que quieres apoyarme, pero… tu apoyo puede ser

peor, puede arrastrarte a ti también.

E_ No me importa –la miraba con los ojos repletos de

tristeza.

M_ Pero a mí si, quiero que te quedes tranquila lo que

tenga que pasar lo voy a enfrentar sola y sin implicar a

nadie más.

E_ ¡Es injusto!

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M_ Lo sé, y no te niego que voy con miedo, porque del

resultado que se dé pueden apartarme de ti –Esther cerró

los ojos-. Voy a luchar con todas mis fuerzas para que eso

no se dé, cariño, y quiero que sobre todo estés tranquila

aquí ayudando como siempre.

E_ Maca si te vas…

M_ Eso no lo vamos ni a pensar ¿de acuerdo?

E_ Te quiero.

M_ Y yo, y a mí vuelta prometo llevarte a la cascada –la

cogió por la cintura y se marcharon a cenar mientras le iba

hablando-. Allí podemos gritar sin escandalizar a nadie –

daba una carcajada.

E_ ¡Qué mala eres! –le golpeaba el brazo con una sonrisa.

M_ No me prives de esa sonrisa, ¿vale?

E_ Claro.

Llegaron al comedor y las caras de todos les dio a

entender que algo pasaba, miraron a Vilches y éste con la

barbilla algo tensa les confirmó la noticia.

V_ Mañana debes ir a Brazzaville, vendrán a llevarse a los

refugiados y de paso te irás tú con ellos.

El silencio tras las palabras de Vilches… se adueñó de

todo, las caras y los gestos tensos, se hicieron dueños de la

calma y las sonrisas.

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El silencio tras las palabras de Vilches… se adueñó de

todo, las caras y los gestos tensos, se hicieron dueños de la

calma y las sonrisas.

M_ Mejor… cuanto antes… mejor –miró a Esther y vio que

se giraba entrando a la cocina, entonces con la rabia que no

quería demostrar delante suya susurró-. Mierda…

V_ Te han pillado Maca.

M_ Lo sé.

V_ Si te vas ella no lo va a soportar.

M_ Y yo tampoco.

V_ ¿Has pensando algo?

M_ Sí.

V_ Yo he hablado pero ya sabes… ¿qué has pensado? –

Maca le explicó a grandes rasgos cual era su idea y él le

dijo-. Joder… si lo haces… los ovarios los tienes muy bien

puestos, creo que será bueno para ti.

M_ Lo sé.

Mientras en la cocina, Teresa le daba un pañuelo a

Esther y se quedaba ella otro.

T_ Toma cariño.

E_ No quiere que vaya.

T_ Es mejor… déjala que ella lo trate de solucionar.

E_ Si se va…

T_ Esperemos que no.

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E_ No lo podré soportar y ella…

T_ Ella te lo digo seguro, tampoco.

E_ ¿Qué podemos hacer?

T_ Yo ya hice lo que estaba en mi mano, sólo espero que

sirva de algo Esther, no le digas nada a Maca, no quiero que

se cree falsas esperanzas.

E_ Mierda… -susurró abatida.

T_ Venga anímate, que no te vea así.

E_ ¡Cómo es la vida, no!, de la noche a la mañana todo

cambia, lo que es risa se vuelve llanto, y lo que es

tranquilidad se vuelve infierno.

T_ Eso es la vida cariño… por eso hay que vivirla al día, el

presente es lo que vale, el pasado son recuerdos el futuro

desconcierto, así que vive esta vida que tenemos, el hoy

Esther, el hoy.

E_ Maca tiene razón en eso… bueno… prácticamente en

todo.

T_ Si, venga a cenar que hay que alimentarse para seguir

luchando.

Durante la cena, hablaron un poco de todo, sobre todo

de finalizar el aislamiento pues llegados al punto de no

desarrollar ningún tipo de síntoma, era para todos mejor

salir de las cabañas, ya que tenían trabajo que hacer. Los

hombres llegaron con las cestas llenas de pescado, se les

había dado bien la pesca. Al volver las mujeres apartaban

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de ellos sus miradas. Nmaba, con su perro fiel, había

acudido a ellas y les hablaba, su propia vivencia transmitía

un calor para que ellas superaran el trago que les estaba

tocando vivir sin remedio alguno. Las mujeres la

escuchaban, algunas no podían detener las lagrimas y

rodaban sin más hasta golpear la arena, los ojos tristes de

las mujeres, llenaban de miradas repletas de dolor sus

gestos, y aquellos gestos eran seguidas con atención por

Esther con Mona en su brazo, Maca y Teresa con Valiente

en el suyo, se habían sentado como hacían siempre un

ratito en el porche para observar la luna, las estrellas y

respirar aire, pero aquella noche el aire era amargo,

nuevamente verían marchar un camión repleto de almas

perdidas, sin saber donde iban a ir a parar, aquella

situación que a cualquier persona del mundo civilizado le

causaría pavor, a ellas, lo único que les provocaba era esa

desidia acumulada con los años y los movimientos de una

tierra a otra, siendo nunca dueños de algo, sino reyes en el

mundo de la nada.

M_ Cariño creo que será mejor que nos acostemos.

Vilches ha hecho la ronda, si pasa algo nos llaman.

T_ Si descansar, yo me encargo de vigilar también…

venga… -sonreía.

E_ No tengo sueño.

T_ Pero descansas.

E_ Y estoy al lado de mi amor, ¡venga vamos!

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M_ Muy buena idea… si… hasta mañana Teresa.

E_ Venga Mona cariño baja –Mona vestida con unos

pantalones cortos de Esther bajó-. Mírala ella que fashion

con mi ropa…

M_ ¡Pija!, ¡es la primera mona pija de la Selva! –reía

abiertamente.

Mo_ Uh uh uh uh uh –movía los brazos al aire.

E_ ¿Y Valiente qué?, ¿tú que? –sonreía al ver los gestos de

Mona.

Va_ Ah ah –se acomodaba más en el brazo de Teresa.

R_ Guau guau guauuuuuuuuuu.

T_ Venga Ramón… venga… si tú eres mi ojito derecho.

M_ Tenemos conflicto sentimental ¿eh?

E_ Si –sonrió ampliamente-. Vamos… venga.

M_ Buenas noches a todos –se pusieron a andar y Mona lo

hizo tras ellas, al darse cuenta Maca, se giró se puso en

jarras ante la sonrisa de Esther y dijo-. ¿Dónde crees que

vas?

Mo_ Ah ah ah –se acercó a ella agarrándose a sus piernas

y acariciándola.

M_ Zalamera eres…

E_ Total, pero es tan mona… mírala… como le vamos a

decir que no…

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M_ Pues muy sencillo Esther, diciéndoselo que es una

mona.

Mo_ Ahhhhhhhhhhh –decía suavemente.

M_ Joder… pero sin subir a la cama ni hacer ruidos ¡ni

echarte pedos! –dijo con mucho énfasis.

E_ ¡Maca! –reía con ganas.

M_ ¿Hostias no has sufrido uno de ellos?

E_ Sí, pero mírala la has puesto en evidencia –Mona se

había sentado en el suelo mirándose los pies, y metiendo

sus uñas entre los dedos-. Pobrecita. Venga vamos…

M_ ¡Ay que joderse! –susurró mientras Mona pasaba de

largo de ellas abriendo la puerta y echándose dando

volteretas por el suelo-. Es increíble…

E_ Pues si… no tan increíble como tú… pero bueno…

M_ Oye Esther –la detuvo cuando iban a entrar.

E_ Dime –le contestó también con la misma sensualidad

que ella le había preguntado.

M_ ¿Vas a ponerte el camisón de encaje, negro? –le

preguntaba mientras le acariciaba el pelo.

E_ Maca los refugiados nos están mirando.

M_ ¡Pero si o no! –sonreía con esa picardía en ella tan de

Macarena Wilson.

E_ Si me lo dices así, ¡cómo resistirse!

M_ Pues… ¡a qué esperamos!

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La noche aguantó sin lluvia, algo que agradecieron los

refugiados, Teresa antes de irse a dormir, hizo un repaso a

todos con la compañía de una Sissou que se había visto

terriblemente implicada en ello, le gustaba y charlaba con

Teresa, aquella joven era inteligente, y escucharla a Teresa

también le ayudaba a, a pesar de todo, seguir creyendo en

que Dios, existía.

Sentado en el porche de su cabaña, el joven Ngouabi,

descansaba apoyando su cabeza en la madera, pensativo,

reflexivo, había hablado con su abuela, sin tapujos, sobre

aquella mujer que le había provocado unas arcadas

terribles, y que le había dejado tocado, la tarde pescando

no había sido suficiente para dejarse de reprochar su

actitud ante la frialdad del gran Massamba a quien cada día

admiraba más, y Zulú. Suspiraba tratando de aceptar que

era algo natural, y como su abuela le había dicho

provocado por su corazón y sensibilidad. Sonrió ante la

sabiduría de su abuela, ¿dónde iba a estar mejor que allí?, y

su aceptación hacia Massamba, le permitía al mismo

tiempo, aceptar que Lula fuera feliz a su lado. Sonrió al

pensarlo, entonces al levantar la mirada del suelo, vio como

una chica salía hacia la puerta, con una habilidad que a él

le había dejado helado, abrió a penas para poder pasar su

delgado cuerpo y salió, no se lo pensó echó a correr tras

ella. La vio a pocos pasos, caminaba sin saber muy bien

hacia donde ir, el joven no sabía muy bien como actuar, era

la primera vez que se le presentaba una situación así,

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decidió torpemente acercarse y taparle la boca, la chica

que pensó estaba siendo atacada por alguien le mordió

tratando de escapar, él el dijo.

Ng_ Malembe… malembe, shhhhhhhhhh… te kobanga na

nkanti, mono kele bampangi, malembe (tranquila…

tranquila.. no tengas miedo, yo soy hermano).

La excusa del camisón negro de encaje les facilitó ese

momento de relax, de juego de seducción, de besos y

caricias lentas de pie, de besos y caricias lentas en la cama,

dos cuerpos desnudos buscándose y encontrándose, labios,

piel, aromas, en definitiva volver a su mundo, a ése

reservado que tan solo habían fabricado ellas, un mundo

donde en ese momento al acabar silenciosamente, querían

huir, refugiarse solas, mantenerse en ese impas donde

nadie pudiera acceder, donde fuera un mundo diseñado por

ellas y para ellas, libre, repleto de amor. Al finalizar, unas

sonrisas traviesas, ese roce de nariz contra nariz repleto de

dulzura y cariño, esos besos finos, cortos pero tan

importantes, tan sabrosos como los que momentos antes

habían repartido repletos de pasión.

M_ Te quiero…

E_ Y yo cariño… te quiero muchísimo –le musitaba sobre

su pecho-. Mañana te voy a extrañar.

M_ Lo sé, yo también… ¿te das cuenta?, desde que

llegaste es la primera vez que nos vamos a separar.

E_ Si –sonrió con una inmensa tristeza.

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M_ Será todo el día, imagino que después podré volver.

E_ ¿Y cómo volverás?

M_ No lo sé… pero volveré –sonrió besando su sien.

Durante un rato estuvieron en silencio cada una

valorando la situación y las palabras que podían decir y

podían poner más o menos tristes a las otras, por eso

prefirieron el silencio… el brutal silencio entre ellas a las

palabras que podían doler más. Hasta que en un momento

Esther como captando a través de los latidos del corazón lo

que le ocurría a Maca, se separó de su pecho y le susurró.

E_ Quiero abrazarte.

M_ Claro… lo estaba necesitando.

E_ Ven –le hizo un hueco y se abrazaron con fuerza-. Todo

irá bien mi amor… todo irá bien.

M_ Ahora va mejor –sonrió con un profundo gesto de

pena.

E_ Cariño no sé que pasará mañana, pero ten por seguro

que pase lo que pase, no nos van a separar.

M_ Lo sé –dijo sin mucho convencimiento.

E_ Te lo digo yo, y lo que yo digo es –le pegó una

palmada en el culo.

M_ ¡Joder se me había olvidado que eres una

marimandona en toda regla!

E_ Pues ya lo sabes.

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Ni una ni otra durmió, pero al menos el abrazo fue

reconfortante para ambas, con los primeros rayos del sol,

con los cantos de las gallinas, comenzaron a moverse para

levantarse.

M_ Buenos días mi amor.

E_ Buenos días cariño –se besaron con calma, Maca se

tumbó sobre ella mirándola a los ojos con esa mirada

penetrante que tan claros sentimientos desataba en ella-.

Yo también te quiero.

M_ Mi amor –sonrió al ver descubiertos sus

pensamientos-. Pórtate bien hoy si mí ¿eh?

E_ Claro… no me voy a escapar.

M_ Nada de excursiones.

E_ Lo prometo.

M_ Mira que… me he dado cuenta que soy muy celosa –la

miraba con la cabeza doblada suavemente.

E_ Pues ya sabes… lo mismo te digo a ti –la miraba

sonriente.

Mo_ Uhhhhhhhhhhh –se hizo notar Mona entre los

arrumacos de la pareja.

M_ Ultima vez que duerme aquí –le susurró.

E_ Déjala no nos interrumpe, solo observa.

Va_ Uhhhhhhhhhhh –apareció también Valiente a su lado.

M_ Joder… ¿cómo ha entrado Valiente?

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E_ Míralo que ojitos pone… si es que están para

comérselos.

M_ Yo me comería otra cosa –le dijo muy seria.

E_ ¡Maca… no me digas eso… que se me encienden las

luces de alerta! –le decía sonriendo y aquel comentario

provocó en Maca una sonora carcajada.

M_ ¿Así que te enciendo las luces de alerta? –se subió

sobre ella.

E_ Sí –admitió no sin sonrojarse.

M_ Entonces tus luces y las mías deben ir al compás. Es

decir, una discoteca tú y yo.

EyM _ Jajajajajajaaj.

MoyVa_

AhhhhhhhhhhhAhhhhhhhhhAhhhhhhhhhhAhhhhhhhhhh.

Sin embargo dos golpes en la puerta hicieron que

ambas y los animales guardaran silencio. Maca se levantó y

se asomó, allí con gesto serio estaba Teresa, no le hicieron

falta las palabras para saber que debía marcharse. Maca

asintió con gesto serio y cuando cerró la puerta se giró

diciéndole a una Esther que se había quedado como si fuera

una estatua de sal, pendiente de un solo soplido para

deshacerse de manera total.

M_ Voy a ducharme y me voy cariño.

E_ Maca… -la miró con tanto miedo que Maca se asustó.

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M_ Escúchame no me voy a marchar aunque me echen

de aquí, ¿vale?, nadie me va a separar de ti, por favor…

E_ Ya lo sé –sonrió finalmente entendiendo que no podía

mostrarse tan mal, Maca debía afrontar aquel tribunal con

la mayor entereza posible-. Venga… no les hagas esperar.

Al salir vieron como uno a uno iban subiendo a los

refugiados al camión, como aquellos hombres y mujeres se

dejaban llevar como si fueran almas en pena, de aquí allá,

sin nada más que la vida en su poder. También vieron a

Vilches y Massamba discutir con uno de los encargados que

habían llegado para llevárselos. No entendían que pasaba,

pero sin duda algo grave era por el rostro de Vilches. En la

ducha, Maca pudo soltar alguna lagrima pero tan efímera

como el agua resbalando por su piel, no podía hacer

esperar, debía hacer todo cuanto ellos tenían pensado para

ella, para no crearse más problemas, por eso su ducha y

sus lagrimas fueron rápidas, llegaron y se marcharon en un

suspiro.

M_ Ya estoy Vilches… ¿qué pasa? –le preguntó al ver los

rostros de todos.

V_ ¡Solidaridad, protección, admiración, lucha,

reivindicación!, ¡eso pasa!

M_ ¿Qué? –lo miraba un tanto desconcertada porque tal y

como su rostro demostraba, entendía a que venían aquellas

palabras.

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V_ Pues eso Maca, Massamba y Zulú han dicho que no

vas sola, te esperan en la cafetera, eso si, espero que los

inconscientes te devuelvan sana y salva, no esté el horno

para bollos –entonces se detuvo la miró, y agregó-. ¡Nunca

mejor dicho!

T_ ¡Vilches! –le riñó Teresa-. Ve cariño que te están

esperando, no les des el gusto ¿de acuerdo?

M_ Sí mami.

T_ No me vengas con tu porte borde –le riñó.

M_ No, mami.

Tras darle un beso, las mujeres de la aldea la

despidieron, los niños se subieron a su cuello, Nmaba le

hizo la señal de persignación sobre su cuerpo y finalmente

se separaron para dejarla con Esther.

M_ Mi vida… no quiero que te preocupes ¿eh?

E_ Y tú procura no pasarte que te conozco –le sonrió.

M_ Vale.

E_ Te quiero.

M _Y yo –se abrazaron con fuerza-. Te quiero.

¡Cuidármela! –les dijo antes de subir a la cafetera.

Los niños, salieron tras el coche, las mujeres gritaban

como en ellas era costumbre, y Esther cuando vio como

perdía de vista el coche, sintió como su mundo de

desmoronaba.

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