Título: AMAR ES VIDA. Autor: Jesús G. Báez. Este texto está protegido por los derechos de COPYRIGHT.Almería, España, 2017.

Amar es vida.

1 Juan 3:10–24

Introducción.

Semana tras semana, siguen saltando a todas las portadas delmundo informaciones e imágenes sobre nuevos atentadosterroristas por todas partes. Masacres de sangre inocentederramada por chavales a los que les han llenado la cabeza deideas radicales, acerca de un supuesto dios que se complace enel dolor, la violencia y la muerte.

En mi opinión, existen muchas causas legítimas por las quemorir, como por ejemplo, morir para salvar la vida de otrapersona. Pero también hay otras maneras de entregar la vidaque – con todo respeto – diría que son estúpidas. Por ejemplo,nunca entenderé a los que se juegan la vida por practicar undeporte de riesgo. Pero desde luego, lo que sí consideroabsurdo y aberrante es como sacrificar tu vida para matar aotros, y para colmo hacerlo en nombre de Dios.

Sin embargo, debemos tener cuidado, porque a menudo somosdemasiado rápidos a la hora de ponernos la toga de juez ycondenar a otros. Olvidamos que nadie está exento de cometer

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este tipo de errores. No hay más que echar un vistazo a lahistoria para comprobar que cualquiera puede tergiversar lasmás nobles ideas y convicciones para usarlas como armasarrojadizas, como excusas para matar con la concienciatranquila. No olvidemos que aunque hoy en día son losradicales islámicos los que están en las portadas, ayer lo fueronlos que defendían ideas políticas, y antes de ayer fue el propiocristianismo con sus cruzadas o su Santa Inquisición.

¿Hubo algo más absurdo que matar en nombre delcristianismo? Desde luego que no. Es más, se puede decir quela violencia es la antítesis del mensaje de Jesús, quien predicóun evangelio de amor, perdón y vida.

El apóstol Juan, concretamente, insiste una y otra vez a lo largode sus escritos de que el amor es el valor fundamental de la fecristiana. Y como tal, los seguidores de Jesús debemospracticarlo en todas sus múltiples facetas y expresiones. Esto seenfatiza especialmente en la Primera Epístola de Juan.

La epístola

Estamos ante una epístola que fue diseñada para circular pordistintas comunidades cristianas en el siglo primero,principalmente entre aquellas que estaban afincadas de la zonade Asia menor. Juan escribe esta carta con la intención de atajaruna serie de enseñanzas heréticas que estaban en ciernes en

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aquellos años y que estaban permeando en la Iglesia. Estasideas, defendidas por falsos maestros que habían salido deentre las propias congregaciones, seguramente fueron parte dela corriente filosófica que tomó forma un siglo más tarde,conocida como el gnosticismo.

En resumen, el planteamiento al que Juan se enfrentaba,defendido por los falsos maestros, se puede resumir de lasiguiente manera:

1. La materia es inherentemente maligna, lo cual nos lleva a una serie

de conclusiones lógicas y prácticas.

2. Es imposible que Dios se encarnase en un cuerpo material, así que

Cristo no era realmente Dios hecho hombre, sino que sólo teníaapariencia humana. Él, por tanto, no murió por nosotros porque no

tenía cuerpo.

3. Por otra parte, materia y espíritu son realidades distintas y

opuestas. No existe una conexión entre el cuerpo y el espíritu, porlo tanto puedo satisfacer sin reparo todo tipo de apetencias físicas

sin que ello afecte a mi vida espiritual.

Obviamente, las implicaciones de este tipo de enseñanzas erandesastrosas para la vida de la iglesia en general y de loscreyentes en particular. Por esta razón Juan se pone manos a laobra redactando un escrito que pudiese llegar a todos loslugares afectados con este tipo de planteamientos.

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Su intención era doble. Por un lado, pretendía contrarrestar lasfalsas enseñanzas acerca de Cristo. Por eso vemos un especialénfasis en la encarnación de Dios en la persona de Jesús. A lolargo de todo el texto encontramos detalles que van insistiendouna y otra vez en la realidad de la naturaleza humana de Cristo,de la cual él mismo había sido testigo.

Por otra parte, Juan quería consolidar a los auténticos creyentesen su fe. Si nos ponemos en la piel de aquellos cristianos, debióser bastante difícil encajar tan tremendo desengaño. Muchos desus supuestos hermanos, que habían convivido con ellos en suscongregaciones, eran los que habían resultado ser falsosmaestros. Personajes con apariencia cristianos, pero muertosespiritualmente. La confusión y la inseguridad que estasituación generó demandaban una respuesta. Por ello Juan lesva a proporcionar herramientas para poder identificar en suspropias vidas las marcas de una auténtica fe.

El apóstol va a insistir varias veces en tres evidencias: laconducta (el estilo de vida que desarrollamos) y el carácter(especialmente el amor al hermano llevado a la práctica), y porúltimo la propia fe en Jesús encarnado. Éstas tres son las pistasque confirman una fe genuina y que van apareciendocontinuamente en toda la epístola.

El pasaje al que nos acercamos en esta ocasión está situado enel capítulo tres. Leamos su contenido.

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1ª Juan 3:10–24

10En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos deldiablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a suhermano, no es de Dios. 11Porque este es el mensaje que habéisoído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. 12Nocomo Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y porqué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de suhermano justas. 13Hermanos míos, no os extrañéis si el mundoos aborrece. 14Nosotros sabemos que hemos pasado de muertea vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a suhermano, permanece en muerte. 15Todo aquel que aborrece asu hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tienevida eterna permanente en él. 16En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida pornosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas porlos hermanos. 17Pero el que tiene bienes de este mundo y ve asu hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón,¿cómo mora el amor de Dios en él? 18Hijitos míos, no amemosde palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. 19Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremosnuestros corazones delante de él; 20pues si nuestro corazón nosreprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todaslas cosas. 21Amados, si nuestro corazón no nos reprende,confianza tenemos en Dios; 22y cualquiera cosa que pidiéremosla recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, yhacemos las cosas que son agradables delante de él. 23Y este essu mandamiento: Que creamos en el nombre de su HijoJesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo hamandado. 24Y el que guarda sus mandamientos, permanece enDios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece ennosotros, por el Espíritu que nos ha dado.

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Estamos ante un pasaje en el que el apóstol Juan se acerca demanera muy particular a una de las evidencias de fe que hemosmencionado anteriormente: el amor al hermano. A lo largo deeste texto, se trata esta tema haciendo varios matices.

En la primera parte del texto, versículos del 10 al 15, podemosver cómo Juan desarrolla una idea muy concreta, que laausencia de amor es una señal inequívoca de la ausencia devida espiritual. Para desarrollar este planteamiento va a citarel paradigmático caso de Caín y Abel; y lo aplicará a nuestrapropia vivencia cotidiana.

En el segundo párrafo, versículos del 16 al 18, Juan va a daruna vuelta de tuerca al concepto del amor al hermano. Nos va acitar el propio ejemplo del Señor Jesús, que en su afán deamarnos hasta las últimas consecuencias, puso su vida pornosotros. De la misma manera, nosotros hemos de comprenderque el amor debe traducirse en acciones, más que en palabrasbonitas pero estériles.

Por último, termina con los versículos 19 al 24. En esta últimaparte Juan va a plasmar otra vez su intención de confirmar loscorazones de aquellos que han sido golpeados por el desengañode los falsos maestros y sus ideas. Con estas palabras el apóstolvuelve a traer a buen puerto a aquellos que se habían visto a laderiva en un mar de dudas e inseguridad; afianzando de nuevoa los hermanos en su fe. Una fe que es comprobada por estasseñales de auténtica vida, y por la presencia del Espíritu Santoen sus corazones.

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En conclusión, podríamos sintetizar todo el mensaje de estepasaje diciendo que cuando amo a mis hermanos de unaforma práctica, estoy demostrando mi fe y asegurando micorazón delante de Dios.

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Sin amor no hay vida.

10En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos deldiablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a suhermano, no es de Dios. 11Porque este es el mensaje quehabéis oído desde el principio: Que nos amemos unos aotros. 12No como Caín, que era del maligno y mató a suhermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eranmalas, y las de su hermano justas. 13Hermanos míos, no osextrañéis si el mundo os aborrece. 14Nosotros sabemos quehemos pasado de muerte a vida, en que amamos a loshermanos. El que no ama a su hermano, permanece enmuerte. 15Todo aquel que aborrece a su hermano eshomicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eternapermanente en él.

Como dijimos anteriormente, en este primer punto Juandesarrolla un planteamiento muy sencillo, pero no por ellomenos profundo: si no hay amor, no hay auténtica vida.Tratemos de desgranar esta primera parte del pasaje.

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Hijos de Dios e hijos del diablo

Suele decir la gente, como parte de la jerga popular, que todossomos hijos de Dios. Pero por muy popular que sea el dicho,eso no es cierto. A la luz de la verdad revelada en la Palabra, síque podemos afirmar que todos somos criaturas de Dios. Esdecir, debemos nuestra existencia al Dios Creador, quien nosdio la vida. Pero una cosa es eso, y otra muy diferente esafirmar que todas las personas son hijos e hijas de Dios. Talafirmación contradice algo que las Escrituras enseñanclaramente y “sin pelos en la lengua”.

De hecho, este primer versículo arranca directamenteplanteando una distinción muy concreta. Juan identifica aquídos tipos de personas: los hijos de Dios y los hijos del diablo.Y bien pueden distinguirse a los unos de los otros según surazonamiento.

Desde el comienzo hasta el final de la Biblia se observa estadoble realidad. Existen estas dos líneas genealógicas en elsentido espiritual. Están aquellos que son del Señor y aquellosque son del maligno. Estos dos colectivos han estado y estaránsiempre enfrentados entre sí. Los hijos de Dios son acusados,discriminados, perseguidos y violentados por los hijos deSatanás. Esta constante se ha dado desde principio de lostiempos, comenzando con el asesinato Abel a manos de suhermano Caín. Luego la vemos desarrollarse a lo largo de laspáginas de la Biblia y de la historia: en la época de los

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patriarcas, en la de los jueces y la de los reyes de Israel. Laseguimos observando en la época del exilio y de los profetas.También en los primeros años de la iglesia. Y así continuaráhasta el fin de los tiempos se alcanzará un clímax extremocuando se desarrolle una gran persecución de la fe cristiana,capitaneada por el Anticristo.

La Palabra de Dios es clara y directa en este sentido. No haymás opciones. No hay término medio, ni terrenos grises. Nohay personas neutras, viviendo en tierra de nadie. Al contrario,todos los seres humanos por naturaleza nacen, viven y sedesarrollan bajo el dominio del reino de las tinieblas. Sólosiendo rescatados por la sangre Cristo podemos adquirir esanueva ciudadanía, esa nueva identidad espiritual basada en elperdón y la salvación por la fe, llegando así a ser hijos de Dios.

La cuestión es que irremediablemente todos pertenecemos auno de estos dos bandos, y el apóstol da aquí la clave paradistinguir a unos y otros. “El que no hace justicia y que noama a su hermano, no es de Dios”.

Recuerdo el día en que mi esposa me confesó que sospechabaque estaba embarazada de nuestro cuarto hijo. Cuando por finse decidió a compartirlo conmigo, ya llevaba díasexperimentando todo ese tipo de sensaciones físicas yemocionales asociadas al embarazo. Por mi parte, en un primermomento me mostré bastante escéptico. Estaba convencido deque era absolutamente imposible de que se encontrara enestado. Yo mismo le animé a hacerse un test para así salir de

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dudas y que se quitara de la cabeza la absurda idea de quepodía estar embarazada. Cuando el test dio positivo, por pocome da un patatús. Llevaba semanas albergando sin saberlo unanueva vida en el interior de su vientre.

Algo parecido sucede cuando las personas se arrepienten de suspecados y reciben por fe a Jesús. En ese momento, ocurre unmilagro en el corazón: Dios siembra en él una nueva vidaespiritual por medio del Espíritu Santo que viene a morar en él.La Biblia emplea varias expresiones para referirse a este hecho.Se habla de nuevo nacimiento (Jn. 3:3), o de nueva creación (2ªCor. 5:17).

Tal como sucede en un embarazo, esto no es algo que se puedaobservar a simple vista, ni de forma inmediata. Nadie te da uncarnet de Nacido de Nuevo. No es sino hasta que va pasando eltiempo, cuando se pueden evidencian varios cambios en lapersona. En este caso, no hay una evidencia física como sucedecon un embarazo. Pero sí hay dos marcas muy concretas que elapóstol nos enseña a identificar: el cambio en la conducta y unatransformación del carácter.

Cambiar de religión es muy fácil. Sólo hay que sustituir unaserie de costumbres por otras. Lo que no es nada fácil, por nodecir imposible, es cambiar el corazón y las convicciones. Osea, dejar de pensar, de hablar, de actuar y de emplear nuestrotiempo de cierta forma, para comenzar a vivir de una maneradiferente.

Lo mismo sucede con nuestro carácter. Una auténtica relación

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con Jesús nos va a pulir y quitar toda esa escoria que llevamosdentro, hasta sacar de nosotros una persona capaz de dar amorgenuino y desinteresado, siguiendo el ejemplo del mismoCristo. Estas evidencias de una fe verdadera, es a lo que otrosmuchos pasajes llaman dar fruto.

(Mateo 7:16-21) [16] Por sus frutos los conoceréis.¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de losabrojos? [17] Así, todo buen árbol da buenos frutos,pero el árbol malo da frutos malos. [18] No puede elbuen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutosbuenos. [19] Todo árbol que no da buen fruto, escortado y echado en el fuego. [20] Así que, por susfrutos los conoceréis. [21] No todo el que me dice:Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino elque hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

En concordancia con las palabras del propio Jesucristo, estasmarcas de las que Juan habla, son los frutos por medio de loscuales podemos identificar a un auténtico hijo de Dios, o biendesenmascarar a un farsante mediante la ausencia de ellos. Sino hay un cambio real en el estilo de vida, si no hay unatransformación del carácter, si no se muestra un amor real ygenuino por los demás, entonces no estamos ante un hijo deDios, sino ante uno del otro bando.

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El mandamiento antiguo

Esto no era algo nuevo sino, en palabras de Juan, elmandamiento que había sido predicado desde el principio.Hacía más de medio siglo atrás que él mismo siendo un jovendiscípulo escuchó directamente estas palabras pronunciadas porJesús…

(Juan 13:34-35) [34] Un mandamiento nuevo os doy:Que os améis unos a otros; como yo os he amado, quetambién os améis unos a otros. [35] En esto conocerántodos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unoscon los otros.

A esto se refiere Juan cuando dice que el amor es lo que habíasido predicado y enseñado desde el principio. El amor es elpilar central del evangelio, es su valor más importante. Nuestrasalvación encuentra su origen en un Dios que nos ama tantoque entregó a su Hijo por nosotros. Se trata de un amor tangrande e infinito, tan inmerecido, que somos llamados acorresponder amando no sólo al Señor, sino también alprójimo. ¡Jesús nos exhortó a amar incluso a nuestrosenemigos!

El amor es el telón de fondo donde se representó la gran obradel evangelio. De hecho, todo el mensaje bíblico se puederesumir en amor. En otra ocasión Jesús mismo explicó que

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toda la ley – y por extensión toda la Biblia – se reduce a estosdos mandamientos: el amor a Dios y al prójimo. (ver Mat.22:36–40). Ésa es la razón por la que Juan insiste en esta marcade fe, la del amor al hermano, como la principal evidencia deuna auténtica vida espiritual.

Caín y Abel

Sin embargo, el apóstol pasa a considerar esta realidad desdeun prisma negativo. Cuando no hay amor, no hay vida. Juanilustra este hecho trayendo a la memoria el caso de Caín yAbel. Acerquémonos un poco más a esta historia.

Encontramos el relato de este homicidio en el libro delGénesis, en el capítulo 4. En los dos primeros versículos se nosplantea el nacimiento de los dos protagonistas de estahistoria…

(Génesis 4:1-2) [1] Conoció Adán a su mujer Eva, lacual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntaddel Señor he adquirido varón. [2] Después dio a luz asu hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caínfue labrador de la tierra.

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A continuación se nos cuenta cómo transcurrido el tiempo,tanto Caín como Abel se propusieron traer una ofrenda alSeñor, producto de su trabajo. Aparentemente, se trataba de dospersonas piadosas buscando la presencia del Señor. Pero eldesarrollo de los acontecimientos posteriores nos va ademostrar que no es oro todo lo que reluce.

No se dan muchos detalles acerca de cómo sucedió esto, perocuando se presentaron ambas ofrendas Dios aprobó el sacrificiode Abel, y sin embargo, no miró con agrado al que trajo Caínal cual reprendió.

Se ha especulado mucho acerca de cuál era el problema con laofrenda de Caín. ¿Es que no había dado de lo mejor que tenía?¿Acaso no había procedido según las indicaciones de Dios sinosiguiendo sus propias ideas? ¿O puede que las dos cosas a lavez? No lo sabemos con exactitud. Sea como fuere, su malaactitud fue puesta en evidencia, al mismo tiempo que Abel fueelogiado y reconocido por el Señor.

¿Cómo reaccionó Caín ante tal reprensión? De la peor maneraposible. La situación dio un giro realmente dramático. Aunquetuvo la oportunidad de arrepentirse y corregir su conducta,Caín planeó acabar con la vida de su hermano.

(Génesis 4:8) Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamosal campo. Y aconteció que estando ellos en el campo,Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.

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“¿Y por qué causa lo mató?” – se pregunta el apóstol. Élmismo responde, “porque sus obras eran malas, y las de suhermano justas”. Tal contraste ponía de evidencia su auténticacondición espiritual, oculta a simple vista, pero desvelada porsu conducta.

Hubo una vez una pequeña fábrica en la que una plantilla decinco trabajadores se pusieron de acuerdo para ser negligentesen sus labores. Unos a otros se cubrían en su malcomportamiento. Llegaban tarde, perdían el tiempo durante lajornada, hablaban continuamente por el móvil, y en definitivahacían lo menos posible cuando el encargado no estabapresente. Como todos actuaban de la misma manera ypermanecieron así durante bastante tiempo, el encargadopensaba que la fábrica avanzaba según su ritmo habitual.

Todo se desarrollaba según lo que habían tramado hasta que unnuevo trabajador se incorporó. Éste era distinto a los demás, sucomportamiento era diferente. Llegaba a su hora. No hablabapor el móvil, no se permitía distracciones. A pesar de que todoslos compañeros le presionaban para que se relajara un poco yse lo tomara con más calma, él seguía esforzándose por trabajarrápido y bien.

Al final de su primera semana de trabajo el dueño de la fábricase presentó para realizar una inspección sorpresa y comprobarel rendimiento de sus trabajadores. Resultó que el nuevo habíaproducido el triple en comparación con cualquiera de los otros

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veteranos de la fábrica. El propietario elogió al nuevotrabajador, mientras que a los otros les dedicó una durareprimenda. La buena conducta del hombre, puso en evidencialas malas acciones de los demás. Pero ellos lejos dearrepentirse, cerraron filas en contra de él.

Transcurrido cierto tiempo, los veteranos se empeñaron enhacer la vida imposible al nuevo compañero hasta que éste,cansado de tener que enfrentarse una y otra vez a ellos,abandonó el trabajo.

Este pequeño cuento ilustra la realidad de la que nos habló elSeñor Jesús en el evangelio de Juan 3:19–20...

[19] Y esta es la condenación: que la luz vino almundo, y los hombres amaron más las tinieblas que laluz, porque sus obras eran malas. [20] Porque todoaquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a laluz, para que sus obras no sean reprendidas.

Caín mató a su hermano porque era del maligno. Una malaacción, un asesinato, un fruto de la carne, demostró suauténtica identidad espiritual: era hijo del mal. Dicho de otraforma, como no tenía amor por su hermano, sino odio, no erahijo de Dios.

Este tipo de reacción hostil hacia los hijos de la luz es lomismo que nosotros debemos esperar vivir en nuestras propias

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vidas. Forma parte de esa ancestral enemistad entre los hijos deDios y los hijos del diablo. Nosotros no estamos exentos enabsoluto de vivir algún tipo de discriminación o persecuciónpor causa de nuestra fe. Incluso podemos afirmar que esnecesario que así sea. De otra manera, si nuestra fe en Jesúsnunca nos causara ningún inconveniente deberíamos evaluarcuál es nuestro auténtico compromiso con el Señor.

Jesús mismo nos preparó para esta situación con sus palabrassegún el evangelio de Mateo 10:21-22 …

[21] El hermano entregará a la muerte al hermano, y elpadre al hijo; y los hijos se levantarán contra lospadres, y los harán morir. [22] Y seréis aborrecidos detodos por causa de mi nombre; mas el que perseverehasta el fin, éste será salvo.

Por eso no nos debe sorprender si somos aborrecidos por elmundo. Si a Jesucristo, Dios hecho hombre, perfecto en amor,en conducta y en actitud, lo asesinaron, ¿qué otra cosa debemosesperar nosotros sus pobres, pequeños e imperfectosseguidores? Como dice el pasaje anterior, hasta nuestrosfamiliares más cercanos se volverán en contra nuestra enalgunos casos, por causa de nuestra fe.

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Relación causa – efectoLa Palabra de Dios nos enseña que cuando la eternidad seainaugurada habrá muchas sorpresas. Muchos de los que confíanen sí mismos como auténticos cristianos, obradores de grandesmilagros y cosechadores de grandes éxitos, llegarán a escucharaquellas sorprendentes palabras de Jesús: “apartaos de mí,hacedores de maldad, nunca os conocí” (ver Mateo 7:21–23).

La pregunta obvia a la que esta declaración nos arroja es,¿cómo sé yo que soy un auténtico cristiano, y no un farsante?Juan nos va a dar otra vez la solución. Siendo fiel a su propioestilo, insiste una y otra vez en las mismas verdades. Acontinuación el apóstol vuelve a plantear la misma idea porpartida doble: en forma positiva y en negativa. “Nosotrossabemos que hemos pasado de muerte a vida porqueamamos a los hermanos. El que no ama, permanece enmuerte.”

Se puede plantear desde el punto de vista del principio decausa–efecto. Todo efecto es provocado por una causa, yexplica su origen por ella. Si un día llego a mi casa y encuentroun balón de fútbol en el suelo del salón, en medio de unmontón de cristales rotos, y donde antes había una ventanaahora hay un marco vacío, ¿cómo se explica esta realidad? Laventana rota (efecto) necesariamente implica una causa (niñojugando al fútbol).

Volvamos a nuestro pasaje. Cuando comienzo a tratar y servir alos demás con una actitud que desprende un amor sacrificial y

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completamente desinteresado (efecto), necesariamente tieneque haber una causa que los explique: Cristo me ha salvado yme ha dado una vida eterna que se manifiesta en estos frutos.

Hay dos detalles que se pueden ampliar aquí. El primero deellos es que el amor al hermano es una evidencia de fe quesupone para nosotros un motivo de seguridad. Nota el énfasisal comienzo de la frase: nosotros sabemos.

Cuando en Las Escrituras encontramos pasajes como éstedonde leemos este tipo de advertencias acerca de la feverdadera o falsa, no es para que nos entreguemos a la duda yla desesperación de la incertidumbre, atormentándonoscontinuamente acerca de la validez de nuestra fe o de nuestrasalvación. Esos pasajes están ahí para aquellos que bajo laexcusa de la gracia gratuita, viven sus mismas vidas desiempre, pero llevando la careta de cristianos – bien seaevangélicos o sea de la rama que sea – . Para este perfil decristiano carnal están dirigidos todos esos pasajes inquietantes.

No obstante, la voluntad de Dios es que aquellos que tratan deandar en sus caminos con sinceridad y compromiso, disfrutende la seguridad de saberse salvos a pesar de las inevitablesmeteduras de pata. Como dice Juan, nosotros sabemos queestamos vivos. Pase lo que pase, Dios ha sembrado un vida enti que nada ni nadie te podrá arrebatar.

Por último Juan añade aquí una vuelta de tuerca para situar estetema en la perspectiva correcta. ¿Hasta qué punto es importantela cuestión del amor al hermano? ¿Con qué nivel de seriedad

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me tengo que tomar todo esto?

Observa sus palabras en el versículo 16: todo el que aborrecea su hermano es homicida. ¡Mira lo alto que se ha puesto ellistón! El odio es para Dios algo tan grave como el asesinato.Después de todo, el uno es consecuencia del otro. Es inevitablepercibir aquí nuevamente el eco de las propias palabras deCristo en el Sermón del Monte…

(Mateo 5:22-24) [22] Pero yo os digo que todo aquelque esté enojado con su hermano será culpable ante lacorte; y cualquiera que diga: "Inútil" a su hermano,será culpable delante de la corte suprema; y cualquieraque diga: "Idiota", será reo del infierno de fuego. [23]Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, yallí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti,[24] deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve,reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven ypresenta tu ofrenda.

La relación entre hermanos es para Dios un asunto primordial,muchísimo más importante que otras muchas cuestiones a lasque nosotros concedemos una desmedida atención. Con todaincoherencia somos capaces de ser meticulosos con, porejemplo, la decoración del escenario de mi iglesia, y al mismotiempo participar del tiempo de culto con toda tranquilidadaunque no me hablo con varias de las personas que están

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presentes.

¿No es ilógico a la luz de la Palabra? ¿No es absurdo? ¿Qué eslo realmente importante, entonces? ¿De qué sirve tener elmejor y más cuidado lugar del culto, si entre hermanos larelación no está bien?

Podría tener algún sentido para nosotros, que somos expertosen poner mil y una excusas con tal de no arreglar la situacióncon el hermano (no estoy preparado, necesito tiempo, ya esdemasiado tarde…). Pero para el Señor esto es injustificable.En la misma línea, Pablo escribe en 1ª Corintios 13:1–3…

[1] Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero notengo amor, he llegado a ser como metal que resuena ocímbalo que retiñe. [2] Y si tuviera el don de profecía, yentendiera todos los misterios y todo conocimiento, y situviera toda la fe como para trasladar montañas, perono tengo amor, nada soy. [3] Y si diera todos mis bienespara dar de comer a los pobres, y si entregara micuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nadame aprovecha.

Si no hay amor, todo lo demás, está de más. El amor es lo másimportante. Cuando amo a mis hermanos de una formapráctica, estoy demostrando mi fe y asegurando mi corazóndelante de Dios.

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Amar es mucho más que palabras.

16En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vidapor nosotros; también nosotros debemos poner nuestrasvidas por los hermanos. 17Pero el que tiene bienes de estemundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contraél su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? 18Hijitosmíos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho yen verdad.

A continuación hallamos un ejemplo práctico con la intenciónde definir un poco mejor qué consiste realmente el amor alhermano. Amar es mucho más que decir te amo, te quiero, o teaprecio. Las palabras son fáciles de pronunciar. Pero más alláde las palabras, tenemos que estar dispuestos a amar siguiendoel ejemplo Cristo. Es decir, un amor que se expresa por sushechos, un amor entregado, sacrificado.

Vemos un poco más en detalle las ideas que Juan plantea eneste punto del pasaje.

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El amor de Jesús

El punto de partida es, una vez más, el evangelio. Hasta ahorase había estado hablando de Caín como un ejemplo negativoque encarna la antítesis del amor. Ahora en el otro extremoencontramos a Jesús, la expresión máxima del amor. Observaeste resumen del ministerio de Cristo…

(Juan 13:1) Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendoJesús que su hora había llegado para pasar de estemundo al Padre, habiendo amado a los suyos queestaban en el mundo, los amó hasta el fin.

Si algo define la vida y la obra de Jesús, es el amor. Estaspalabras en el evangelio de Juan son la antesala de la famosaescena en la que Cristo va a lavar los pies a sus discípulos,justo antes de morir crucificado. Aquí se resume en un sóloconcepto lo que había sido todo su ministerio hasta elmomento: “habiendo amado a los suyos que estaban en elmundo, los amó hasta el fin”.

El combustible que prendía el corazón de Jesús era el amor.Todo lo que Cristo había hecho, todos los milagros, todos lossermones, todas las sanaciones, habían sido motivados poramor. Y por su puesto, el punto climático de su vida en latierra, lo que sería la máxima expresión de su amor por

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nosotros, su muerte en la cruz, también fue motivada por amor.En la misma línea, Pablo escribe...

(Romanos 5:6-8) [6] Porque mientras aún éramosdébiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. [7]Porque a duras penas habrá alguien que muera por unjusto, aunque tal vez alguno se atreva a morir por elbueno. [8] Pero Dios demuestra su amor para connosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo muriópor nosotros.

Juan afirma que “en esto hemos conocido el amor, en que élpuso su vida por nosotros”. ¿Adónde quiere llegar? A que elamor de Dios se ha dado a conocer por sus hechos: un Dios queal que no le importó humillarse, encarnarse en un ser humano,vivir una vida humilde y sencilla, haciendo el bien y,finalmente, morir en la Cruz.

Pase lo que pase en la vida, cualquier desgracia, dolor,sufrimiento, enfermedad o muerte, aunque no entienda por quéel Señor lo permite, puedo confiar en que Dios me ama porquemurió por mí. Su amor es mi fuente de fe, consuelo y esperanzapara afrontar esta vida.

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Un amor correspondido

Pocas cosas hay tan satisfactorias como el hecho de encontraruna persona a la que amar y que ésta te corresponda sinreservas. Nada hay más bello. Pero cuando trasladamos estarealidad al terreno de nuestra relación con Dios, el hecho deamar y ser correspondido adquiere otros matices que Juanespecifica en este pasaje.

Cuando conocemos a Cristo, en nuestro corazón florece el mássincero y entregado deseo de corresponder a ese amor tanincreíble e inmerecido que Dios ha mostrado por nosotros almorir en la Cruz. Pero ya no se trata de una relación de amorde tú a tú, sino que también involucra a otros. Según elapóstol, a nuestro Padre se le corresponde amándole no sólo aél, sino también a los hermanos. En palabras de Juan,“también nosotros debemos poner nuestras vidas por loshermanos”.

Un amor que se manifiesta por sus hechos.

Y yo me pregunto, ¿qué significa poner nuestras vidas por loshermanos? ¿A qué, concretamente, se está refiriendo? En susentido más literal, si nos vamos a un extremo, estaríamoshablando de estar dispuestos a sacrificar nuestras vidas para

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salvar la de nuestro hermano, que es exactamente lo que hizoCristo.

Esta misma semana, de hecho, hemos sido testigos de unejemplo literal de lo que supone entregar la vida por otrapersona. Se trata de un caso que ha salido en todos los mediosde comunicación. Londres, en pleno ataque terrorista, tres tiposacuchillaban a todo el que se cruzaba en su camino. Un jovenespañol, Ignacio Echeverría, pasa por allí montando en sumonopatín. Los ve atacar a una mujer y no lo duda ni unsegundo. Se abalanza sobre ellos con lo único que tiene a lamano, su monopatín. Finalmente sucumbió bajo las cuchilladasde estos desalmados.

Estoy convencido de que si te paras a preguntar un domingo entu congregación cuántos de los asistentes estarían dispuestos aentregar su vida para salvar la de otra persona, probablementeun gran número de ellos levantaría la mano con todasolemnidad. No obstante, es posible que aunque muchos denosotros estemos dispuestos a morir, pocos estemos dispuestosa perdonar una ofensa, a dar preferencia a las opiniones deotros, o si quiera a ceder el asiento que habitualmente ocupolos domingos.

¿En realidad, qué significa poner mi vida por el hermano? Élmismo propone un ejemplo práctico. “El que tiene bienes deeste mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierracontra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?”

Una de las formas de llevar el amor a la práctica es ayudar a un

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hermano que esté en necesidad. El planteamiento de base es elsiguiente: el que realmente ha conocido el amor de Dios,ayudará con sus bienes a un hermano que está necesitado. Eneste caso, el texto lo plantea de nuevo desde una perspectivanegativa.

El que no ayuda a su hermano, no lo ama en realidad. Y si noama, no ha conocido el amor de Dios.

En este punto, se pueden recordar aquí las palabras deSantiago, las cuales siguen el mismo hilo conductor…

(Santiago 2:14-17) [14] ¿De qué sirve, hermanos míos,si alguno dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acasopuede esa fe salvarlo? [15] Si un hermano o unahermana no tienen ropa y carecen del sustento diario,[16] y uno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos ysaciaos, pero no les dais lo necesario para su cuerpo,¿de qué sirve? [17] Así también la fe por sí misma, sino tiene obras, está muerta.

Queda bastante claro que es nuestra responsabilidad ayudarnosunos a otros en este área. Sin embargo, creo que es importantehacer un inciso aquí.

En nuestro contexto hoy en día, dar ayuda económica se haconvertido en algo muy complejo. A veces topamos conpersonas que ven en la iglesia tan sólo una fuente de recursos alservicio de sus propios intereses y necesidades. Incluso, hay

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quien llega al extremo de mostrar una fe fingida con tal deseguir accediendo a la ayuda que la iglesia les brinda. Y cuandono hay más dinero, más comida o más ropa, desaparecen.

¿Qué hacer en estos casos? Tengo dos sugerencias. Primero,NUNCA des dinero en efectivo a alguien que no conozcas. Encaso contrario, no podrás estar seguro de que la personarealmente necesite el dinero o de que lo use en aquello para loque supuestamente lo ha pedido. Sin entrar en detalles, lo digopor experiencia.

Segundo, desconfía de aquel que pide ayuda una y otra vez deforma desesperada. Las personas que abusan se vuelvenexpertas en manipular a los demás para recibir aquello quedesean. Llegan a plantearte la situación de tal manera que túresultas ser su única salvación a su supuesta situación extrema.Y si no los ayudas, resultará en una absoluta desgracia por tuculpa.

En mis años al frente del ministerio he llegado a aprender unaverdad que a menudo se repite: el que realmente necesitaayuda, no la pide, tienes que ofrecérsela tú.

No en vano nos dijo Jesús que somos enviados como ovejas enmedio de lobos, y por tanto debemos ser “astutos comoserpientes y sencillos como palomas” (Mat.10:6). Y como elmismo Pablo también advirtió, “el que no quiere trabajar, quetampoco coma” (2 Tes 3:10).

Dicho esto, una vez hemos prevenido en contra de los abusones

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que a veces asolan los recursos de la iglesia, esto no quita queSÍ DEBEMOS estar prestos a AYUDAR a los que realmentenecesitan de nuestra colaboración.

De manera que el amor al hermano, del cual se está hablandoen este pasaje, además de la ayuda con recursos, también setiene que traducir en servicio, en apoyo, en sacrificiospersonales y en general todo lo que pueda hacer a favor de mihermano y en detrimento de mis propios deseos y opiniones.

Pablo plantea este mismo principio de forma algo másgeneral…

(Filipenses 2:3-4) [3] Nada hagáis por egoísmo o porvanagloria, sino que con actitud humilde cada uno devosotros considere al otro como más importante que así mismo, [4] no buscando cada uno sus propiosintereses, sino más bien los intereses de los demás.

Nuestro comportamiento, palabras, acciones y decisionesdeben transmitir a mis hermanos de la iglesia el siguientemensaje: tú eres más importante que yo. ¿Qué pasaría si todosadoptáramos esta actitud? Sin duda sería toda una revoluciónpara la sociedad.

Juan concluye este punto con la exhortación, como ya hemosexplicado, de saber mostrar un amor que va más allá de laspalabras. “No amemos de palabra ni de lengua, sino de

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hecho y en verdad”.

Aquí resuenan los ecos de 1ª Corintios 13:4–7…

[4] El amor es paciente, es bondadoso; el amor notiene envidia; el amor no es jactancioso, no esarrogante; [5] no se porta indecorosamente; no buscalo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido ;[6] no se regocija de la injusticia, sino que se alegracon la verdad; [7] todo lo sufre, todo lo cree, todo loespera, todo lo soporta.

Éste es el amor que va más allá de las palabras, el amor brilla,el que muestra a Cristo en el corazón.

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Amar afianza el corazón.

19Y en esto conocemos que somos de la verdad, yaseguraremos nuestros corazones delante de él; 20pues sinuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazónes Dios, y él sabe todas las cosas. 21Amados, si nuestrocorazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; 22ycualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porqueguardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que sonagradables delante de él. 23Y este es su mandamiento: Quecreamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemosunos a otros como nos lo ha mandado. 24Y el que guarda susmandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en estosabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu quenos ha dado.

En este último apartado, Juan vuelve a incidir en una cuestiónimportante para aquellos creyentes que habían sido asoladospor la duda y la confusión de los falsos maestros. Se trata de la

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seguridad de un creyente cuyo corazón está seguro y confiado,porque sabe que está en Dios, y Dios en él.

También aquí Juan describe cómo es el perfil de aquel cuyaconfianza está bien afianzada en el Señor y culmina repitiendouna vez más que si guardamos sus mandamientos, estamosdemostrando nuestra auténtica fe, sobre a todo a nosotrosmismos.

Afianzando el corazón

Juan afirma que “en esto conocemos que somos de la verdad,y aseguraremos nuestros corazones delante de él”. Lo quequiere decir es que si nuestras vidas se caracterizan por amor,en especial el amor al hermano del que se ha venido hablando,un amor que va más allá de palabras bonitas y que se hacerealidad en acciones y sacrificios; entonces podemos tenerplena confianza de que realmente estamos en Cristo.

A pesar de las luchas, problemas y persecuciones; a pesar detodos los valles de sombra y de muerte que podamos atravesaren esta vida, el deseo de nuestro Padre celestial siempre ha sidoque podamos sentirnos felices y bienaventurados de sabernossalvos. Ésta es la misma seguridad y confianza de la que hablael apóstol Pablo cuando escribe el final de Romanos 8…

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(Romanos 8:37-39) [37] Pero en todas estas cosassomos más que vencedores por medio de aquel que nosamó. [38] Porque estoy convencido de que ni la muerte,ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, nilo por venir, ni los poderes, [39] ni lo alto, ni loprofundo, ni ninguna otra cosa creada nos podráseparar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señornuestro.

Pase lo que pase, siempre estaré con Cristo, quien me protegede todo: del presente, de mi pasado, de mi futuro, de misenemigos, de mí mismo con mi mala cabeza y mis malasdecisiones. Nada ni nadie me separará del Señor ni de su amor.

La duda y la culpa

Pero lo cierto es que no siempre sientes esa seguridad. Nosiempre confías en que de verdad estás en sus caminos, de queen verdad él te ha salvado y te ha perdonado. En ocasiones, porcausa de tu condición humana, y por tu corazón caído, eresatormentado por la duda y por la culpa. Quizá sea por accionesque hiciste en el pasado, secretos que nadie conoce y que tehan provocado una herida tan profunda que sientes que ya nose puede cerrar. Se convierte un dolor continuo que te taladra lamente, el alma y la conciencia, que en cierto sentido aceptascon resignación porque piensas que mereces sentirte mal por lo

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malo que eres. Pero eso es una trampa, y Dios quiere liberartede ella.

Juan afirma aquí que “si nuestro corazón nos reprende,mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas lascosas”.

¿Qué tiene más credibilidad, lo que yo crea que soy o lo queDios dice de mí? Planteado así, parece obvio. Él no seequivoca, nadie puede contradecirle. El problema es que nosiempre creemos lo que Dios dice de nosotros.

En su Palabra, el Señor me dice que soy santificado, que soyuna nueva criatura, que todas las cosas son hechas nuevas, queya no hay condenación para mí porque estoy en Cristo Jesús.Pero en vez de creer estas verdades, a menudo le otorgamosmás credibilidad a las mentiras que incendian nuestras mentesy corazones.

“Soy demasiado malo como para que Dios me perdone, que nosoy lo suficientemente bueno, que no merezco nada y no valgopara nada. Soy en ser humano despreciable y por eso debomartirizarme cada día con este tipo de pensamientos como sifueran latigazos con los que me inflijo penitencia.”

Pero resulta que Dios ya sabe todas las cosas. Sabe lo que hice,conoce mi historia, todo mi pasado. Él escudriña mis secretos

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más profundos, mi miedo, mi vergüenza, mi culpa. Y no sóloeso, sino que además también conoce cómo será mi vida futura,mis futuros aciertos y errores. Mis futuras malas decisiones yequivocaciones. Y a pesar de todo, no me condena, me ama.

(Romanos 8:31-34) [31] ¿Qué, pues, diremos a esto? SiDios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? [32] Elque no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregópor todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con éltodas las cosas? [33] ¿Quién acusará a los escogidosde Dios? Dios es el que justifica. [34] ¿Quién es el quecondenará? Cristo es el que murió; más aun, el quetambién resucitó, el que además está a la diestra deDios, el que también intercede por nosotros.

Si Dios me ha justificado muriendo en mi lugar, nadie tienederecho a acusarme, nadie tiene derecho a condenarme. Ni siquiera yo mismo.

El corazón seguro

A continuación Juan establece el perfil de alguien cuyo corazónestá confiado y seguro en Dios. Dice que “si nuestro corazónno nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquieracosa que pidiéremos la recibiremos de él, porqueguardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son

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agradables delante de él.”

Parece que el amor al hermano tiene múltiples beneficios, nosólo asegura y confirma nuestros corazones delante de Dios,sino que también tiene un plus que incide en oracionescontestadas, a la luz de este texto. Podríamos decir que en lamedida en que nuestras vidas se caracterizan por la seguridad ypor la obediencia, habrá un mayor índice de oraciones quereciben respuesta favorable. Estas palabras recuerdan mucho aotras que son recogidas en el evangelio de Juan 14.13–14:

([13] Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, loharé, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. [14]Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

¡Pero ojo! Una mala interpretación de este pasaje, si losacamos de contexto, podría llevarnos a una conclusióndisparatada. ¿Cualquier ocurrencia mía pudiera llegar a serrealidad, tan sólo pronunciando las palabras mágicas en elnombre de Jesús amén?

Es como esa escena de la comedia COMO DIOS, en la queBruce (Jim Carrey), desempeñando el papel de Dios, vuelca lasoraciones de todos los creyentes de su ciudad a su correo

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electrónico, y les contesta a todos con una repuesta masiva,diciendo que SÍ, sin pararse si quiera a considerar lo queestaban pidiendo. Acto seguido vemos mujeres que adelgazancon la dieta del donut, y montones de ganadores del premio dela lotería. ¿Cuál es el resultado en ese mundo ficticio? El caostotal.

Es obvio, cuestión de sentido común, que la promesa acerca decontestar positivamente a nuestros ruegos no se aplicaabsolutamente cualquier cosa que pidamos, como sucedía enesta peli. De ser así, viviríamos llenos de comodidades y sanoscomo una manzana, mientras que al mismo tiempo nuestracondición moral estaría hecha un desastre, y nuestra vidaespiritual sería inmadura y sin frutos. Por eso no le dejamos alSeñor más remedio que darnos una negativa detrás de otra. Elapóstol Santiago nos explica el por qué de estas negativas…

(Santiago 4:3) Pedís, y no recibís, porque pedís mal,para gastar en vuestros deleites.

¡Gracias a Dios por todas las veces que nos contesta con unrotundo NO!

Tal como enseña nuestro pasaje, hay algunas verdades queacotan esta promesa acerca de la oración. En el versículo 22 seconecta la oración contestada con un requisito, al decir:“porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas

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que son agradables delante de él”. Ésta es la clave.

Una persona que se está esforzando en llevar una vida deobediencia, caracterizada por una fe perseverante, por lasantidad, por la búsqueda personal del Señor, y por una entregaincondicional, va a orar de una forma mucho más eficaz. No vaa elevar al Padre oraciones egoístas y carnales, pensando en suspropios deseos, sino que su mente y su corazón van a estarsintonizados con Dios, haciendo que sus oraciones tengan unsentido mucho más bíblico, mucho más orientado hacia losdeseos y planes del Señor que a los propios. Por eso susoraciones serán contestadas.

Compromiso de permanencia

Juan finaliza este texto con una última afirmación reiterada,“el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, yDios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros,por el Espíritu que nos ha dado”.

Como viene siendo habitual en los escritos de Juan, vuelve ainsistir de nuevo en lo mismo: una vida de obedienciademuestra una fe verdadera. En este versículo en concreto

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podemos encontrar dos matices añadidos. Por una parte Juanofrece una doble afirmación acerca de la permanencia. Elcreyente permanece en Dios y Dios en él.

Uno de los calvarios más grandes a los que te suelen sometertodo tipo de compañías telefónicas, eléctricas o de otros tipos,se trata de los conocidos “compromisos de permanencia”.Haces un contrato con ellos del cual no te puedes desligar enuno o más años, a cambio de disfrutar de sus servicios. Alprincipio todo te parece bonito, hasta que por alguna razón, lacompañía no eran tan buena como parecía, y ya no tienes másremedio que soportar la permanencia, que se convierte en unauténtico calvario.

Con Dios, también hay permanencia, pero ésta no se agota, nocaduca. Y sobre todo, nunca nos perjudica, sino todo locontrario. Nos protege, nos preserva, nos salva. Según estepasaje, la unión entre Dios y el creyente es como dos manosque se aferran mutuamente, la una a la otra, para no soltarse.No sólo el creyente se aferra a Dios para permanecer en él, sinoque el propio Señor aferra a su hijo para que éste no se pierda,sino que llegue a la salvación y la vida eterna que le habíaprometido.

(Juan 10:27-29) [27] Mis ovejas oyen mi voz, y yo lasconozco, y me siguen, [28] y yo les doy vida eterna; yno perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mimano. [29] Mi Padre que me las dio, es mayor quetodos, y nadie las puede arrebatar de la mano de miPadre.

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Hay también un segundo matiz que Juan añade al final deltexto, el cual le va a servir de enlace con el siguiente capítulodel libro. Se trata del Espíritu Santo morando en el corazón delcreyente, como una prueba de que estamos en Dios.

El Espíritu Santo cumple varias funciones nuestras vidas. Nosda vida, nos bautiza, nos capacita, nos ilumina elentendimiento, nos concede dones… y entre otras cosas más,nos confirma como hijos del Señor. Así nos los enseñan pasajescomo Romanos 8:15-16…

[15] Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitudpara estar otra vez en temor, sino que habéis recibido elespíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,Padre! [16] El Espíritu mismo da testimonio a nuestroespíritu, de que somos hijos de Dios.

Ésta es, por tanto, una de las funciones clave que desempeña elEspíritu Santo en nosotros, la de confirmar que realmentesomos hijos de Dios. Quizá la pregunta a la que nos lleva estaafirmación es, ¿y cómo sé yo que el Espíritu Santo estárealmente en mi vida?

Se podrían decir varias cosas como respuesta a esta pregunta, yel mismo Juan lo va a plantear en el capítulo siguiente. Peropodemos aprovechar esta cuestión para concluir y cerrar el

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círculo que hemos venido trazando. Sabemos que su Espíritumora en nosotros por los frutos que produce en nuestras vidas,por el cambio de conducta, por la capacidad de corresponder aDios amando al prójimo.

¿Ha cambiado mi vida desde que estoy en los caminos delSeñor? ¿Soy diferente o soy el mismo de siempre? ¿Pueden verlos demás en mí ese cambio? ¿Soy una persona que ama dehecho y no de palabra? Entonces es que el Espíritu de Diosmora en mí.

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Conclusión.

Acercarnos a este texto de 1ª Juan 3:10–24 supone una buenaexcusa para evaluar varias cosas de nuestra vida cristiana.¿Cómo sé que vivo una fe auténtica, que llevo dentro unaauténtica vida espiritual? ¿Cómo puedo estar seguro de que mivivencia con Cristo no es una farsa, una mera representación,una religiosidad configurada en costumbres y rutinas vacías ysin sentido? Según las palabras del pasaje estudiado, larespuesta es muy sencilla. Si amo, estoy vivo. Nada más, ynada menos.

Por supuesto que se trata de un amor que necesariamente tieneque ir más allá de las palabras. Es fácil decir te quiero, pero notanto demostrarlo con ayuda, con sacrificios, con actos deservicio, con humilde abnegación. Pero si realmente amo y doymuestras evidentes de mi fe, puedo descansar y confiar en quemi vida está escondida, como dijo Pablo, con Cristo en Dios.

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¿Qué lugar existe más seguro que ese? Por tanto, no hayexcusas. Amor es la esencia de todo lo que hemos dicho. Amores vida.

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