Todos Los Caballos Del Rey
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7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
1/67
MICHELE
BERNSTEIN
Tbdos
los
caballos
del
rey
H
ANAGRAMA
Panorama
de
narrativas
I
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
2/67
Michle
Bernstein
Todos
los
caballos
del rey
Traduccin
de
Mara
Teresa
Gallego
Urrutia
EDITORIAL
ANAGRAMA
BARCELONA
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
3/67
Thulo
de
la
edicin
original.
Tous
les
chevaux
du roi
Buchet
/ Chastel
Pars,
1960
Diseo
de la
coleccin:
Julio
Vivas
Ilustracin:
foto
de Michble
Bernstein
@ Editions
Nlia,2004
@
EDITORIAL
ANAGRAMA,
S.
A.,
2006
Pedr
de la
Creu,
58
08034
Barcelona
ISBN:
B4-339-7095-X
Depsito
Legal:
B.
12172-2OOG
Printed
in Spain
1Uerd1pie",.
L.
U., ctra.
BV
2249,krr,7,4
-
Polgono
Torrentfondo
08791
Sant LlorenE
d'Hortons
A
MODO
DE PRLOGO-
[.q euroRa:
Michle
Bernstein
naci
en
1932
en
Pars.
Adems
de
Todos
los caballos
del
rey,
public La
Nuit
(1961)
y
durante
quince
aos
escribi
una
crnica
literaria
en el
diario
Libration.
Et ueRo:
Con innegable
desenfado
public
Michle
Bernstein
en 1960 Todos
los
caballos
del
rl. No
tena previsto
hacer
carrera
en el
mundo
de
las
letras,
sino
que pretenda llenar
las arcas
de la Internacional
Situacionista,
ala
que perte-
neca,
escribiendo
un
bestseller.
Ni
Gallimard
ni
*
El
texto reproduce
una
excelente
nota informativa
de
dition.
Allia
destinada a
prensa y
libreros,
con motivo
de la
segunda
edicin
de
esta novela,
despus de la
primera
que
pu-
blic Buchet
/ Chastel en 1960.
(N.
del
E.)
Publicado
con
la
aluda
del Ministerio
Jiancs
c{e
Cubura-Centro
Nacional
del
Libro
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
4/67
Denol
ni
La
Table
Ronde aceptaron el
manus-
crito;
luego, en
Julliard,
llam
la
atencin
de
Frangois Nourissier.
Pero a
ste
no
le
gustaba
el
personaje
de
Hlne.
Por tan poco que
no que-
dase:
Michle
Bernstein
le
volvi
a
llevar el
ma-
nuscrito d. da siguiente
anunciando:
oHlne
ya
no existe Y,
efectivamente,
en
todas
las apa-
riciones de
Hlne
pona Virginie.
Nourissier
se
enfad
y
as
quedaron
las
cosas.
Por
fin
public
el
libro Buchet
/
Chastel.
Frangois
Mauriac lo coment
en
L'Express;
nC-
mo es que
a
una
chica
joven
y
guapa
como
Mi-
chle
le
gusta
aparentar
que
es
un
gamberro
fu-
gado
de
un
correccional?,
No
hizo
falta
ms
para que
la
autora quedara
consagrada
como
nel
monstruito de
Ia temporadar.
La
prensa
se
pre-
guntaba:
Es
un
original?
Es
una parodia?,
Pero Michle
Bernstein
haba
tomado
Ia
delan-
tera
redactando personalmente
dos
comentarios
que incluy
en la contraportada
del
libro:
uNo
hay
desenfado
sino en la superficie de
este
libro.
El
pudor
oculta una
sensibilidad
e
incluso un
sufrimiento
realesr, deca
el primero.
En el otro
se
hablaba
de
nun
argumento pobre
que
se desa-
rrolla
de
forma
complaciente
en
la Rive Gauche
8
y
en
la
Costa
A^)1, por
descontado,
entre
ininte-
rrumpidas
borracherasr.
Agotado
durante
dcadas,
Todos
los
cabalbs
del
rey
se
haba
convertido
desde
haca
mucho
tiempo
en
objeto
de
un
culto
subterrneo.
Y es
que
hay
en
este
libro
varios
libros.
Es,
en primer
lugar,
una
narracin
que
describe,
con
el estilo
de
la
poca,
el
libertinaje
de
la
juventud ms
libre
de
Ia
dcada
de
1950.
El argumento
recuerda
el
de
Las
amistades
peligrosas
traspasado
al
univer-
so
de
las
novelas
de
Frangoise
Sagan
y
narrado
con
su
caracterstica
forma
de
escribir
escueta
y
veloz.
El
resultado
es
un
relato
alavez
una
suerte
de
estudio
psicolgico
y
breve
libro
de
tica
amorosa
que
se
incluye
en
la tradicin
de
anlisis
psicolgico
de
la novela
francesa
clsica.
Pero
el
inters
por
Ia
Internacional
Situacio-
nista
aporta
a
esta
novela
laLuz
de
otro
enfoque.
Pues
no
resulta
difcil
descubrir
a
Guy
Debord,
marido
por entonces
de
Michle
Bernstein,
tras
el personaje
de
Gilles,
a
Asger
Jorn
detrs
del
de
Ole,
y
a
Michle
Bernstein
en
persona
con
los
rasgos
de
Genevive.
Todos
los
caballos
del
rey
puede
leerse,
pues,
como
una
novela
en
clave
que
brinda,
sin
lugar
a
dudas,
uno
de
los
retratos
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
5/67
ms
sensibles
de
Guy
Debord con los
que
se
puede
conrar,
de
su
sentido
del
humor
con
teln
existencial
de
fondo
y
de
su
muy
sincera
y
rendi_
da
entrega
a las
pasiones
que'agudizaba
aquel
sentimiento
suyo
de
la
huia
deitiempo.
pero,
por
encima
de
todo
ello,
esta
obra
resulia
ser
una
ilustracin
novelada
de
las
reoras
,i,r'r".iorirr"r,
cmo construir una
situacin
en
la
vida
coti_
diana,
de
forma
roralmente
d.lib..rjr,
y
conrro_
ll
ru
evolucin
para
no
caer
en
las
corrientes
pe_
ligrosas
que
siempre
acaban
por
volver
a insertar
ra
exrstencra
en
los
marcos
tradicionales.
En
un
famoso
cmic
detourn
de
inspiracin
situacio_
nista,
El
regreso
de
la
columnn
borrrti,
aparccan
dos
vaqueros
que
citaban
Todos
los
caballos
del
ley:
A
qu
te
dedicas
exacramente?
_
A
la
rei_
ficacin
-
Ya
veo.
Es
un
trabajo
_rry
r.rio
.on
libos
muy
gordos
y
mucho,
prp.l.r'.ncima
de
una
mesa
grande.
-
No.
Me
paseo.
Ms
que
nada
me
paseo.
para
Guy
olrroxs
Aum
10
-
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6/67
I
Aquella
mezcla
de
bandas
azules,
de
da-
mas,
de
conazas,
de
violines
que
habia
en
la
sala y
de
trompetas
que
habla
en
la plaza,
for-
maban
un
espectculo que
se
ve
ms Yeces
en
las
novelas
que
en cualquier
otro
lugar.
CeRp,Nar
DE
RETZ
-
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7/67
1
No
s
cmo
tard
tan
poco
en darme
cuen-
ta
de
que
Carole
nos gustaba.
No
haba
odo
hablar
de
ella
hasta
el
da
anterior,
en una
pe-
quea
galera
de
pintura
por
donde
andaba
esa
tropa
que
acude
siempre
a
las
inauguraciones
de
las
exposiciones
de
esos
pintores
cuyo
destino
es
que
no los
conozca
nadie.
Los pocos
amigos
de
antao
que
me encontr
eran
precisamente
los
que
no
habrla
querido
volver
a
ver
en
la vida.
Con
voz
demasiado
chillona
que
aspiraba
inten-
samente
a
resultar mundana,
la
anfitriona
ha-
blaba
de
los zapatos
que
llevaba
para
que
un
vi-
sitante
de
importancia
cayera
en
la
cuenta
de
que
ya
era
por
completo
insolidaria
con
el
fra-
caso
que
estaba
viendo
venir.
En
contra
de
lo
r5
-
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que
mandan
los
cnones,
la
inauguracin
no
llevaba
aparejado
un cctel y
no
haba nada
que
beber.
Cuando
recab con la mirada la ayuda de
Gilles,
vi que
el
pintor
le
estaba
hablando
con
mucha
animacin.
Ya
se estaba
formando
un
grupito alrededor.
Era
un
pintor malo
y
un
an-
ciano
encantador rebosante
de
un
modernismo
pasado
de
moda. Gilles le
segua
la
conversacin
sin que se
le
notase cansancio alguno y
yo admi-
r su saber estar.
El pintor anciano
haba
perdido
pie ya en
la
generacin
anterior
a
la nuestra,
pero
no
por
eso
se
haba
desanimado.
Nos tena
afec-
to. Me parece
que
nuestra
juventud
le aportaba
una
confirmacin
de la suya.
Y a m su mujer me tena
implicada
en una
conversacin.
-Tengo
que presentarle a
mi hija
-deca-.
Tiene ms
o
menos
su edad,
pero
ella es tan
in-
madura.
Su
compaa
le
vendra
muy
bien.
La indulgencia
se compagina
mal con
el
abu-
rrimiento.
Sopes la
simpata mustia
de
la
seora.
No me apeteca
gran
cosa criar
a
una
hija
que
se
le
pareciera
y que, por
aadidura, fuera un poco
retrasada
mental.
Pero hay que
interesarse
por
las
t6
personas.
Me
inform
de
las ocupaciones
de
Ia
nia.
-Pinta.
Creo
que
tiene
talento,
pero
todava
no
se
ha encontrado
a s
misma.
-Como
su padre
-dije
imprudentemente'
Lo
cual
me
brind
la oportunidad
de
enterarme
de que
no
era
hija de
FranEois-Joseph,
sino
de
un
primer matrimonio...
Al
final
de una
frase,
afirm
con
entusiasmo
mi deseo
de
conocerla'
Fue
convincente
mi
vehemencia?
Me
habra
gustado
que
Gilles
estuviera
en
mi
lugar.
Parece
espontneamente
ms
agradable
que
yo.
Pero
el
caso
es
que,
despus
de
hablarme
tambin
de
Batrice,
la
mejor
amiga
de
su
hija,
que
escriba
unos
Poemas
buensimos
Para
su
edad
y
a quien
tena
intencin
de
regalar
el
libro
de
Rimbaud
que
acababa
de
comprar,
me
invit
a cenar
al da
siguiente
con
mi
marido.
Fue
una
cena
alegre.
Frangois-Joseph
no
pensaba
ya
en
la
suerte que
pudieran correr
sus
lienzos
y
estaba
como
un
nio
a
la
hora
del
re-
creo.
Sus
amigos
hacan
desfilar,
bien
ordena-
das,
las
ideas
de
hace
treinta
aos,
y
resultaba
t7
-
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9/67
placentero.
Las personas
de aquella poca
dieron
tanta
importancia
al humor
negro
que
incluso
sus
propias
bobadas
pueden
aspirar
siempre
a
cierto
grado de
ambigedad.
Tras
haber
comen-
tado
de
forma
picante
los
encantos
de
la
seora
que
venda
cuadros
y
no
daba canaps,
Fran-
gois-Joseph
empez
a
defender
las
caderas
opu-
lentas.
-No
como
las
tuyas,
Carole
-dijo-.
Toda-
va
no
tienes
gran
cosa
que
pueda
gustar
a
los
caballeros.
-Pronto
va a
estar
de
moda,
Frangois-Jo-
seph
-respondi
Carole,
ondulando
grcilmente
en la silla.
Estaba
claro
que
FranEois-Joseph
era
tan
sensible
a
aquella
moda
que
me
resultaba
violen-
to
presenciar
los
torpes
esfuerzos
que
haca
para
sacar
a la
muchacha
de su reserva.
Deba
de
lle-
var mucho
tiempo
naufragando
en
aquella
pos-
tura falsa.
Si mir
a
Carole
fue
quiz
porque
era
el
blanco
de aquellas arenciones
incmodas.
A
una chica
de
veinte
aos no
le
cuesta nada
dar
a
entender
a
los
hombres
de cincuenta
que
le
parece
que choch
ean;
y
a
sta le
costaba
me-
nos
que
a
nadie.
Aprovech
el momento
en
que
18
se
march
a
la
cocina
a
preparar
caf
y
me
fui
a
ayudarla.
Not que
me toleraba
sin
mayor
entusiasmo.
De
pie,
me
pareci
muy
bajita e
increble-
mente
menuda.
Con
el
flequillo
revuelto y
el
pelo
rubio
corto,
vesdda,
como una
nia
mode-
lo,
con
un
cuello blanco que
se
abra
sobre
un
jersey
azul,
no aparentaba,
desde
luego,
la edad
que
tena.
Su
torpeza
era estudiada.
Era evidente
que
Carole
no
haca caf,
sino un
1o.
Era para
darme
una
oportunidad
de quedar
mal
si
de-
mostraba
la
ms
mnima capacidad
de
ama de
casa
o si caa
en
la
ridiculez
de darle
un
consejo.
Nada tan
til
como una trampa
en
la
que
no
caes.
El desinters
del
que
puedo
ser
capaz
para
coger
agua
del
grifo
o
para
buscan
tazas
me
hizo
solapadamente
insolidaria
con
el
grupo,
que
esta-
ba
hablando
de
ediciones
poco conocidas.
Servi-
mos
juntas
un
lquido
oscuro
que
provoc
una
cordial
indignacin.
Blanco de una
reprobacin
general,
nos
sentamos cmplices
a
la
fiterza.Para
sacarle
partido
a
esa
ventaja,
orient
sobre
Carole
la conversacin
un tanto
irnica,
charlando
con
los
padres
entre
personas
mayores.
A Frangois-Jo-
seph,
satisfecho
de
hablar
de
ella,
no
hubo
ya
I9
-
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10/67
quien
lo
parase.
Carole,
desconcertada,
no
deca
nada.
Me enter de que
viva
lejos, en el
distrito
diecisis,
y
que tocaba
la
guitarra.
Tambin
Gilles
estaba callado y
nos
miraba
con
un
inters que
me
resultaba
conocido.
Pero
fui
yo
la que
propuse
llevar a la
mu-
chacha
en nuestro
taxi.
Y
cuando
Gilles
se reu-
ni
conmigo
en
el
pasillo y
me pregunt,
muy
amable, qu
bamos a
hacer,
le
contest:
-Pues
una
conqtlista,
claro.
No
me acuerdo
de haber
tenido
que
decir
algo
en el taxi.
Estaba a gusto,
estaba
cansada.
Era
lgico
que
a Gilles
le tocase el turno de
to-
marse
alguna molestia, aunque
slo fuera
por
cortesa.
Pero
la historia aquella
no
pareca
in-
fundirle cortesa alguna.
Pasamos por
Pigalle,
en
donde
hay
una
tienda de
ultramarinos
que
cierra
muy tarde.
Compramos
vino
y
almendras
saladas.
Haba que
convertir
Ia noche en
una
fiesta.
Ca-
role
pidi
pepinillos,
como una
merced
especial,
acechando
nuestra
sorpresa.
Gilles
adquiri
una
cantidad
extravagante, y
cebolletas
en
vinagre,
y
alcaparras, y
no
s
qu
ms, y se
lo brind
todo
ceremoniosamente.
Yo
aad
mi
presente,
que
adopt
la
forma
de
unas guindillas
rojas
y
ver-
20
des,
bastante gratas
a
la
vista, que,
mrito
suple-
mentario,
no
haba
quien
les
hincara
el
diente.
Cada
cual
en
su
posicin,
encantadores
y
encantados,
trepamos
ocho pisos
y
volvimos
las
esquinas
de
muchos
corredores.
Llegamos
a una
buhardilla.
Carole
viva,
segn
los cnones,
en
un
cuarto
de
servicio
que
pagaba
dando
clases
particulares
a
los
hijos
de
unos
cuantos
amigos.
Disfrutaba
as
de
completa
libertad,
segn
deca.
Sin duda
sus padres
no le
habran
negado
esa
li-
bertad
si se
hubiera
quedado
a
vivir
con
ellos,
pero,
en tal
caso,
no
habra
podido
hacer
bande-
ra, ante
ella
misma
y
ante
los dems,
de
aquella
candenre
afirmacin.
Nos
sentamos
en
el
suelo,
como
sioux,
en
un
espacio
reducido.
Gilles
le
demostr
a
Carole
que
es posible
abrir
una
botella dndole
golpeci-
tos
regulares
contra
la
pared.
Seguimos
bebien-
do.
Carole
tocaba
bien
la
guitarra'
Se
haba
cambiado
en
el acto,
muy pdica,
la
falda plisa-
da
por
unos
vaqueros.
uMe
los compro
-dijo-
en la
seccin
de
nios., Se
sent
a
lo moro
enci-
ma de
la cama
estrecha,
dndonos
la
cara.
Caro-
le
cantaba
bien,
canciones
de
toda
la
vida:
las
muchachas
que
son
hermosas
a
los quince
aos
21
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
11/67
y
sus
amigos
que
se
van a
la
guerra. Las
que
pierden
un
anillo
de
oro
a
la orilla del
ro,
lloran
la
huida
de
las
estaciones
y
no
quieren
cambiar
de
amor.
Las que
van
al
bosque,
que
ms
tarde
se aora
desde
el
mar,
y
los
viajes
que
no
acaban
nunca.
Me
dije
que
no
tena nada
de tonta
y
me
alegr
de
haber
dado
con
un
animalillo
tan
bo-
nito.
En
cualquier
caso,
le
gustaba
a
Gilles,
que
le haba
comprado
aquel
montn
de
pepinillos
y
le
hablaba
con
voz
hermosa
y
ronca;
a m
tam-
bin
me
gustaba.
Mis
sentimientos,
por
lo de-
ms,
rara
vez
iban
ms
lejos.
Beba
correctamente,
la
chica, para
tener
veinte
aos.
Incluso
beba
a
veces
de
la
botella
para
demostrar
que
era una
mujer
libre:
me
mi-
raba
de
reojo,
esperando
sin
duda
el
momento
en que
no
pudiera
yo
disimular
seales
de
celos.
Cantaba
con voz
algo
ms baja,
algo
ms
infan-
til;
el
tabaco,
deca;
pero
yo
saba
muy
bien
que
era
el
deseo
de
gustar.
Y,
tambin
para
gustar-
nos,
recuperaba
ancdotas
enternecedoras
que
deban
demostrarnos
cun
joven
era an,
cun
ingenua
era an,
cmo
se
fiaba de
todas
las per-
sonas
poticas
y buenas.
Su
guitarra
era un
ani-
22
mal
fiel
que
iba
con
ella a todas partes.
Ella
no
entenda
nada
y
slo
amaba
la
pintura
y
el
mar.
Y,
por
descontado,
a un
osito de peluche.
A eso de
las
tres
de
la maana, llamaron a
la
puerta.
El
jaleo
que estbamos
metiendo
justifi-
caba por dems
una
incursin de
los
vecinos.
Pero
no
eran
los vecinos.
Apareci
otra
Carole.
De
la misma estatura)
de
la
misma edad, con la
misma pinta
de
adolescente
muy
esbelta
y
no
demasiado
inocente. El
mismo
pelo
rubio
cor-
tado
casi al cero.
Aquella doble
entr,
nos
mir
impasible
y
en
un
abrir y
cera de ojos se
cambi
la
falda
por
unos
vaqueros,
que
seguramente
haba
comprado
en la
misma seccin
de
nios.
En-
tonces
Batrice
se
present.
Le asegur
que ya
haba odo
hablar
mucho
de
ella.
Y
ella afirm
que
estaba
encantada de
conocerme.
Si
se
la mi-
raba ms despacio,
dejaba de parecerse
a Carole.
Llamaban la atencin
aquel color
rubio
y aque-
lla
fragilidad
en
comn,
pero
el rostro
de
Ba-
trice era
firme, voluntarioso
/,
en
resumidas
cuentas,
poco
amable.
En la misma medida
en
que
era patente
que
Carole quera
agradar,
y
agradar precisamente
por
su
indefensin, Ba-
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
12/67
trice
no
era
sino
un
estar
a
la
defensiva
y
unos
buenos
modales
agresivos.
Acab por
coger otra
guitarra
y empez
a tocar
tambin,
sopesndo-
nos
con
la
mirada.
Cuando
Gilles y
yo
nos
fuimos, ellas
se-
guan
tocando,
pero
Gilles
haba quedado
con
Carole
para
la
tarde del
da
siguiente.
Qu
placer,
ya
cansada y un
poco
bebida,
en-
contrarte,
como
en
la
cancin,
con una
amplia
cama
blanca
y dormir
en ella
con
el
chico
del que
ests
enamorada.
Por 1o
dems,
tambin
esa
can-
cin
nos la haba cantado
la nia aquella,
la
de
la
felicidad para
siempre
jams
de
un amplio
lecho
blanco, en cuyo centro
es
tan hondo el
ro
que
todos
los caballos
del
rey
podran
beber
juntos.l
r"-or
felices
y
estbamos
muy enamorados.
En-
amorados
de
nosotros,
enamorados
de Carole,
enamorados
de
una
forma
un
tanto
inconcreta;
y,
en verdad,
era
lo
que
tocaba
entonces.
-Ests
contento?
-le
pregunt a
Gilles.
Asinti
con
Ia
cabeza
y
me
rode
el
cuello
con el
brazo.
Yo tambin
estaba
contenta.
-Te
gusta?
-atadi
1.
uAux
marches
du
paiais.
(N.
de la
T.)
24
Recib
la
misma
respuesta
afirmativa'
Era
lgico.
Porque,
en
fin,
si
a
Gilles
hubieran
deja-
do
de
gustarle
las
mismas
chicas
que
a
m,
eso
nos
habra
aportado
un
elemento
de
distancia-
ciamiento.
25
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
13/67
2
lJnos
das
despus, Gilles
trajo
a casa
un
cuadro
de Carole. Lo
elogi:
era
una pequea
composicin,
abstracra, no
fea
y,
desde
lue-
go,
mejor
que
las
cosas
que
pintaba
Frangois-
Joseph.
A
Gilles
en cambio
le
pareca
de
lo
ms me-
diocre.
En
cuestiones
artsticas
es mucho
ms
exigente
que
yo.
Pero,
como
tambin
tiene ma-
yor
lucidez,
siempre
acabo
por compartir
sus
opiniones.
Estuve
de acuerdo
con l
en que era
ms
flcil
hallar
en el cuadro de Carole los
ama-
bles tpicos
de
la
moda
que las
osadas torpezas
del
genio.
Pero
sal
en defensa
de la ausente:
las
novelas
y
los
cuadros se
componen
con las rece-
tas
oportunas.
Y no
deja de
tener
su mrito eso
26
.le
utilizar con
decencia
las trivialidades
de
la
propia
poca.
-Nada
que
ver con
Carole
-dijo
Gilles-.
No
es
consciente
de
esas
cosas.
En
su ambiente,
una chica
pinta
a menos
que
intente escribir.
Y
pinta
forzosamene
as.
Carole
es
incapaz de ser
hbil.
Ni
siquiera
consigue
saber
cmo
se vive.
Anda perdida
en
las
cosas
ms sencillas
y
todo
la
asusta.
-Lo
de
andar
perdida
es
una
habilidad
como otra
cualquiera.
Y
est
a su alcance.
-Le
sienta
bien.
Gilles
me
cont
entonces
que
el
cuadro,
in-
dependientemente
de
sus otros
mritos,
haba
valido
para
precipitar
la
crisis
entre
Batrice
y
Carole,
crisis que
se
haba
abierto
en el preciso
instante
en
que
aparecimos
nosotros
en el domi-
cilio de
ambas.
Batrice
estaba
encariada
con ese
cuadro.
Le
haba
rogado
insistentemente
a Carole que
lo
conservara
o
que
se
lo
diera
a
ella.
En
un ltimo
intento desesperado,
se llev
sus libros y dej
de
ir
a
dormir
a
la
buhardilla.
Acto
seguido,
Frangois-
Joseph
se enfad
tambin
con
Carole.
As que
sta
no quera
aparecer ya
por casa
de
su
madre,
en
27
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
14/67
donde, en cambio,
Batrice hallaba
refugio
cons-
tante.
Para comentar con
Frangois-Joseph
la in-
moralidad
de
la reciente
conducta
de
Carole.
Durante
esta temporada
yo
no
haba visto
demasiado
a
Gilles. Cuando
coincida con l por
las tardes, sola estar cansado
porque
se
haba
pa-
sado
la noche andando con Carole,
entre
Les
Ha-
lles,
Maubert y Monge.
No
la llevaba
casi
nunca
por Saint-Germain,
me
parece,
ni
por
las inme-
diaciones
de
Pigalle,
y
menos an por
Montpar-
nasse,
que aborrecemos;
por
ninguno
de
esos ba-
rrios
de
Pars
en que
la
noche transcurre
morosa,
igual
que el da, y en donde
se encuentra uno
continuamente
con
las mismas
personas.
S
lo
aficionado que es Gilles a pasar la
noche
dando
largas caminatas
a
esas
horas
en que un
cafe que
an no
ha
cerrado se convierte
en preciada
escala
por
esas
calles en que
no abundan
los noctmbu-
los.
Pasadas las dos de
la
madrugada,
la
calle
de
Mouffetard
est desierta.
Hay
que
subir
hasta
Panthon
para
encontrar
un
bar, en
la
calle
de
Cujas.
La etapa siguiente
cae
por
el Senado; des-
pus por
la calle
de
Le Bac,
a poco
que
se tenga
el
buen
gusto
de
no
entrar
en eso que an
llamamos
el
Quartier
Latin. Al llegar a este punto,
intuyo a
28
Carole contando
su
vida
(tampoco
debe de tener
ranta
an).
Y
el da se
levanta
al
llegar a Les Ha-
lles.
Es
un
rito.
En resumidas cuentas, al da siguiente,
ago-
tado quiz por
aquellas caminatas, Gilles
iba
a
traer
a Carole
a
casa.
Me sorprendi, a su
llega-
da,
lo
satisfecha
que
pareca de
haber provocado
o
padecido
las
recientes
rupturas.
Yo
le manifes-
t una
cordialidad
an
mayor,
y
me
pareci
que
la
reconfortaba.
Ya
saba
yo que el uso de sillas
le iba
a
pare-
cer abusivamente ceremonioso
o
que,
al menos,
eso
dira.
As que
la
anim a sentarse en
la
al-
fombra
y,
mientras bebamos algo
y
ella
me
ob-
servaba,
traje unos platos
con
esos
aperitivos
da-
neses
que son ya en s una comida
completa.
Estaba visiblemente encantada con
mi forma
de
recibir.
Por
1o
dems,
le haba afirmado con
todo el
descaro
que
eso
era
lo que haca siempre.
Y
a
ella
le
permita
hacer
gala del
desprecio
que
senta
por
las
comidas
burguesas
y
de
la
flexibili-
dad
de
sus
posturas.
He
visto a
muchas nias
grciles, en
mis
tiernos aos
escolares, parecer
gatitos
y
tanta
naturalidad no
me enga.
Pero
el
espectculo
resultaba
agradable.
Yo, muy
dig-
29
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
15/67
na
y
con
la
espalda apoyada
en
la
estantera
de
los
libros,
porque
no enrra
en
mi
papel
exhibir
las mismas
gracias, mantuve
una
conversacin
indiferente.
Luego,
fui
a descolgar
la
guitarra.
-Toca -le
dije.
-Quieres
que canre,
Gilles?
Gilles
quera,
por supuesro.
Luego
naci
una
concordancia perfecta
entre
los
tres
y
diji-
mos
muchas
ronreras.
Carole
me
explicaba
que
ramos
diferentes
de
todas
las
personas
a las
que
haba
conocido.
-Ya
-le
dije-; unos
cuantos
pnfilos
de la
escuela
de
Bellas
Artes.
-Qu
va
-se
defendi
ella
sin
conviccin-.
De
entrada, slo
me
llevis
cinco
aos. Tengo
muchos
amigos
de vuestra
edad.
Y
no
todos
son
unos
crerinos. Pero
resulta
difcil
de
explicar.
Vosotros
sois
a
la
vez
mucho
ms
viejos
y, al
mismo
tiempo,
ms
jvenes.
Sobre
todo
Gilles.
-Eso
es
porque
ests enamorada
de 1.
-Lo
s.
E
incmoda,
sin
duda,
por haber
respondi-
do as
de
forma
tan
espontnea,
cambi
rpida-
mente
de postura
y
toc
un
acorde.
Pero
yo no
rne
di
por enrerada.
30
-Gilles
-intent
expresar
eila-
siente
siem-
pre las
cosas
igual
que yo.
Pero,
adems,
me
ex-
plica por
qu.
-Es
un
camalen
pensante
-le
dije-.
Piensa
ias cosas
que
estn
por detrs de
las cosas.
Canta
algo ms,
le
gustar.
Carole vino
a tenderse
junto
a
m.
uNo
me
apetece
cantar,
dijo.
Y
me
cont
sus
ltimos
aos de
instituto y
cmo
haba
conocido
a
Ba-
trice. Yo
me abstuve de
hablar mal de
sta,
y
la
decepcion.
Fui a preparar
oua
jarra
de
Ia
mixtura
que
estbamos
bebiendo.
Mitad
zumo
de
naranja,
mitad
ron,
un poco
de
hielo. Es
una bebida
que
no tiene nombre y
que
a
Gilles
le
gustaba
mucho.
Mientras
lo
mezclaba
todo,
pensaba
que
Carole
deba
de
andar
muy
perdida y
que
las chiquille-
ras a
las
que
haba
renunciado
por
nosotros
le
haban
colmado
hasta
entonces
cuanto
de
cora-
zntenia.
Por lo
dems,
ese poco
corazn
pareca
ocupar
un
lugar enorme
en
su
existencia.
No
era
capaz de
vivir sola.
Me
gustaba
hacerla
cantar.
Me diverta
el
contraste
entre
su
habitual
apa-
riencia vulnerable y
la
guasa
que saba
hacer suya
en cuanto buscaba
refugio en
las
frases hechas.
31
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
16/67
De
esta
forma,
la vehemencia
con
que pretenda
agradar
a
Gilles
quedaba
desmentida
gracias
a
un
aspecto
altanero
que
slo
se
diriga
a un
hipotti-
co pblico.
Sacaba
el
labio
inferior
y
se
le
pona
ese perfil
que
se
suele
atribuir
a
la altivez de
los
Habsburgo en
la
historia y
en
las
fotonovelas.
Cuando
volv,
se callaron.
-Srvenos
de beber
-le
orden-,
y
haz
de
jo-
vencita
de
la
casa.
*Soy
la
jovencita
de
la casa
-dijo
ella.
Me
acerc
un
vaso
sin dejar
de sonrer
a
Gilles,
subi
las
rodillas
hasta
la
barbilla
y
se sujet
los tobillos
con ambas
manos.
El
ron
nos haba
ido
embotando
poco
a
poco.
-Estoy
cansada
-explic-.
Estaba
acostum-
brada
a
acostarme
tarde.
Ahora
es
mucho peor.
Y ya
ni
siquiera
pinto.
Vi
que
miraba
su
cuadro
en
la
pared
y que
le
satisfaca
su
lugar
entre
los
dems.
-Y
a Gilles
no Ie
pasa
lo mismo?
Cundo
uabaja?
Y volvindose
hacia
l:
-A
qu
te
dedicas
exactamente?
No
lo
s
muy
bien.
-A
la
reificacin
-contest
Gilles.
32
-Es
un
estudio
muy
trascendente
-aiad.
-S -dijo
1.
-Ya
veo
-dijo
Carole
con
admiracin-.
Es
un
trabajo
muy serio
con
libros
muy
gordos
y
muchos
papeies
encima
de
una
mesa grande.
-No
-dijo
Gilles-.
Me
paseo.
Ms que
nada
me paseo.
-No
1o
acabo
de
entender
-admiti
e11a-.
Pero
antes
tambin
me paseaba
mucho.
Antes
me paseaba
sola.
El
alcohol
la pona
triste.
Nos
habl
del
tiempo
que
huye.
De
la misma
forma
que
todos
los
adolescentes
que
estn
saliendo
de
esa
edad,
cuando
han
comprendido
o
ledo
los encantos
que
tiene,
viva
con
amargura
el envejecimiento,
el
cambio
de
estado.
Aunque
era
muy
joven,
an-
tes
lo
haba
sido
an
ms.
-No
pasa
nada
-dijo
Gilles-.
Me
parece
que
hemos
encontrado
un
mtodo
para
seguir
siendo
adolescentes,
o
como
si
lo
furamos.
Slo
enve-
jeceremos
en
ltima
instancia'
Ya te
meteremos
en
el
complot.
-Bien
-sonri
Carole-
y
nunca
estar
triste.
-Pues
s
-le
dije-,
hay que
estar
triste.
Enor-
memente.
Porque
si
no, envejecers
enseguida.
))
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
17/67
Carole brome:
-Entonces
vosotros estis
muy
tristes?
-Yo?
Una barbaridad
-dijo
Gilles.
Y resulta
que es
cierto.
A
fin
de cuentas, Gi-
lles
dice a
menudo
la
verdad.
-Ql
curiosa manera
de
estar triste
-di-
jo
ella.
-La
mejor.
Alargu la
jarra.
Carole,
muy
cerca
de
Gi-
lles, llen
los dos
vasos
y volvi
a
renderse de
es-
paldas.
Encendi
un cigarrillo,
le
temblaba
mu-
cho
la mano.
oQuieres
uno?,
dijo dulcemente,
y se volvi
hacia
1
para
drselo.
Fumaba
torturando
su labio
inferior.
Co-
lumpiaba
un mocasn en
la
punra
del pie
descal-
zo. El
jersey
azul suba
y
bajaba
con
la
respira-
cin,
como
si
hubiera
estado
corriendo. Un
momento
de
silencio.
No
quedaba
zumo
de
naranja;
beb un
rrago
de ron.
Carole
se
apoy en
los
codos para
hacer
otro
tanto
y
descans
la
cabeza
en el
hombro
de
Gilles.
l se acab
la
botella.
-Qu
queda de
beber?
-pregunt.
-Aguardiente
-dije-
y
caf
para
nuestro
gran
amor.
34
-No
seas
dura conmigo
-dijo
Carole dbil-
mente.
La
hermosavoz
de
Gilles
se
torn
cariosa:
-Genevive
es
odiosa.
Con
todo
el
mundo'
Y todo
el
mundo
la
quiere.
Yo tambin.
Nos
miramos
y
nos echamos
a
rer'
Carole
se
incorpor
un
Poco
y
nos
mir
por
turno'
Acab
por
retorcerse
en
la
alfombra
y
repos
la
cabeza
en
mis
rodillas.
Quiz
habra
sido
ms
lgico
que
se pusiera
de
pie
y
montase
un
escndalo.
El
amor
con-
yugal
no
suele
tener
buena
reputacin.
O,
si
hu-
biera
sido
ms
simple,
se
habra
difuminado,
a
modo
de
sacrificio
grato
Para
rememorar
en
el
futuro;
y
si
hubiera
sido ya
ms
mujer
habra
en-
tablado
una
de
esas
luchas
que'
en
los
libros,
concluyen
con
melanclicos
comentarios
acerca
de
la
perennidad
de
los tpicos
y
la
nostalgia
de
los
carios
prohibidos.
La
situacin
no
era
tan
nueYa.
Sacudi
un
poco
la
cabeza
para
Ponerse
c-
moda.
No
llevaba
nada
debajo
del
jersey.
La en-
derec
y
not
en
los dedos
latbieza
de
sus
costi-
llas.
Le
met
el pelo
por
detrs
de
las orejas
y
me
agach
para
respirar
su
aroma
a
lavanda.
Son-
35
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
18/67
rea,
pendiente de
m.
La
estrech
con
dulzura.
Se
incorpor
insensiblemente
y se
encontr
apo-
yada
en
m ms
de
cerca.
Estaba
en tensin.
Aquella presencia
liviana
inmovilizaba
la habita-
cin
en torno
a
nosotros.
Decir una
palabra
ha-
bra
roto
el equilibrio.
Acab
por
relajarse
en
mis
brazos y
se
durmi.
No
s
cunto
tiempo
transcurri
as. Gilles
me
indic por
seas
que
no
la
despertase,
cosa
que
yo
no
tena
intencin
de
hacer.
Cuando
volvi
a
moverse,
pareca
despejada.
AIz
la vista
hacia
nosotros
y
Gilles
le dijo
que
era
hora de
irse
a
ia
cama.
-No
quiero
quedarme a
dormir
-dijo
ella-.
Tengo que
estar
alafircrza
maana
a
las
diez
en
mi
casa.
Tenemos
que
irnos
ahora.
Gilles
se
levant,
ayud
a Carole
a ponerse
en
pie
y
cogi
las
llaves.
Luego
me dijo
que
los
acompaara.
Me
serv un
ltimo
vaso
de
agvar-
diente.
Carole
me
segua
con
la vista.
-No -dije-,
estoy demasiado
cansada para
salir de
casa.
Cuando
se
marcharon,
abr
una
ventanapafa
que
se
fuera el
humo y
me qued
all
acodada
mucho
rato, sin
beber.
La noche,
muy
hermosa,
36
estaba
a
punto
de
concluir;
faltaba
poco
para
el
verano.
Cuando pens
que ya haban
llegado
a
buen puerto,
me fui a acostar y me
dorm
en
el
acto.
37
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
19/67
3
Me
despert
tarde,
con
una
sensacin
de
bienestar.
Sin moverme,
fui
recuperando
uno
a
uno
los
acontecimientos
de
Ia
noche y
me delei-
t en
reconstruirlos,
junto
con
los
pronsticos
de
lo
que
traeran
consigo.
Le conced
a
cada
ademn
un significado concreto
cuyas
lejanas
consecuencias
se
deducan
solas.
Cuando
se
me
acab esa
diversin,
me di
cuenta
de que
ya
era
tarde para ir
a trabajar.
Porque
iba
casi
a diario
a
una
agencia
de publicidad.
Di
por
telfono,
desde
la cama,
una disculpa
verosmil. Aquel
acto
me colm
de
valor.
Ha-
bindome
liberado
de
las
obligaciones
del da,
me
puse
un pantaln y unas
sandalias;
me beb
el
t fro
de
la
vspera.
Saba
a
Gauloises.
El
3B
aguardiente
que quedaba me sent
bien.
Sal
a
la
calle muy animada.
Cuando
voy
con Gilles
estoy
acostumbrada
a
los
itinerarios
largos, complicados
y
llenos de
celadas.
Sola,
despus
de
un
caf y un
croissant
tomados
en
la
primera
barra de
bar
que encon-
tr, pero
demasiado
tardos
para
resultar proleta-
rios,
las calles
me
conducen
siempre
a
las
mismas
oquedades de
la
ciudad.
Gilles
sabe
reinventar
Pars.
Para
m,
la
orilla
izquierda
se
resume
en
unas pocas
teffazas.
Con el
pretexto
de
leer un diario de
la
tarde,
que ya
haba salido y dedicaba
mucho
espacio a
los amores
clebres,
me
acomod
al
sol.
Los
pa-
rroquianos
pasaban y
se detenan
en
mi
mesa.
Gan unos
cuantos
tragos
a
los
dados,
y
perd
otros
tantos,
sin aburrirme.
Cuando
lleg
Judith,
le
dej
mi
sitio
en la
partida.
Me
cogi
un cigarri-
llo
y
acab
enseguida.
Est
ms
habituada
a este
juego
que
yo.
-Ven
-le
dije-,
vamos
a tomar
algo a otro
sitio.
Me
gusta
Judith.
Ya la conoca
cuando anda-
ba
yo
metida siempre
en
este
ambiente.
Ella en-
tonces
iba a bailar
en
las cavas
de
los
cafs,
con tan-
39
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
20/67
tos
otros,
y
cantaba
un
Poco.
Ahora,
amistades
fie-
les
como
Ia suya
me
permiten
no
parecer
una
tu-
rista.
Tenemos
muchos
recuerdos
en
comn'
Judith
llevaba
un
pantaln
rosa
muy
ceido
y una
camisa
de
cuadros.
Visiblemente
ya
estaba
un
poco
bebida.
Pero
seguira
estndolo
sin
ma-
yor
d.ao
hasta
el da
siguiente,
como
a
diario'
Nunca
resultaba
ridlcula.
Me dio
noticias
de
unos
y
de otros.
-He
visto
a
Gilles
-me
dijo.
-Yo
tambin
-brome-.
Lo
veo
muchas
veces'
Judith,
haca
un
rato,
estaba
esperando
que
le pusieran
un
caft
en
un
resmurante
msero
y
divertido de
Ia
calle
de
Grgoire-de-Tours
en
donde
coincidamos
a veces,
cuando
entr
Gi-
lles
con
una
chica.
-Y
me
temo
que
ahora
estamos
reidos
-me
dijo.
No
pareca
verosmil.
Es cierto
que
Gilles
acaba
con
muchas
relaciones
por
motivos
bas-
tante
ftiles.
Lo
he
visto
ser
malo
de
forma deli-
berada.
Pero
por unas
pocas
personas
cuya
for-
ma de
ser
Ie
ha
gustado,
siente
una
amistad
firme
y tiene
una
amabilidad
a
prueba
de
1o
que
sea.
IJna
de
esas personas
era
Judith'
40
-Lleg
con una inepta
-dijo-,
una inepta
a
la que
llevaba de
la
mano.
-Me
parece
que
la conozco.
-Del
tipo
escolar
ingls.
Toda
lisa,
igual
que
yo.
Con
cara
de
pasmo.
Y muy
rubia.
-Justo.
Pero
bonita.
-S
-admiti-.
Ms
bien.
Un cuerPo
boni-
to.
Pero
un
aspecto
de
sentimental
que
meta
miedo.
Le
chorreaba
la ternura
por
Ia cara.
Judith
desprecia
abiertamente
los
impulsos
del
corazn
y
todas
sus
manifestaciones,
prefiere
otras
turbaciones
que
sopesa
con
primor
y en
las
que
cifra
las nicas
relaciones
honestas.
Y tiene
un
carcter
tan enrgico
que
le
gusta
ms
hacer
de cazador
que de
presa.
Le
dio
la
enhorabuena
a
Carole
muy
espontneamente:
nGilles
debe
de
ser
un
amante
agradable.,,
Y aadi
que,
a
decir
verdad,
no tena
ni
idea de
si
lo
era.
Que
se
1o
haba planteado
a veces,
pero que
todava
no se
haba presentado
la ocasin.
-Cosa
que me
extraa ahora
que
1o
pienso
-dije.
Y
eso
fue
efectivamente
1o que
le contest
Gilles.
Carole
se puso
muy digna
y
coment
que
aquellas
bromas
no
tenan
ninguna gracia.
4r
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
21/67
Gilles,
por
1o
visto,
intent
entonces expli-
carle
que
Judith
era
indecente
por
natutaleza
y
que
a
nadie
le
haba
importado
nunca que
1o
fuera.
Y
Judith
debi
de
hacer cuanto
estuvo
en
su
mano
pana
agfavar
la tensin.
Conozco
su
es-
tilo.
Cuando
le
apetece,
echa
mano
de un
voca-
bulario
que
desconcierta.
Pero
Gilles
no
haba
permanecido
neutro. Tras
haberle
aconsejado
que
se
buscara
el amor
por
otra
parte,
se
march
con Carole.
Judith
contaba
con
gracia
esa
confusa
que-
rella, pero
estaba
apenada,
aunque
no
quera
ad-
mitirlo.
Es
muy
pdica
en
todo
cuanto
no
tenga
que
ver
con
el
amor.
Llam
al camarero
para
que
nos
sirviera
otra
ronda.
Trajo
dos
Ricard.
Le
ech
al
mo
el
agua
justa
para que
cambiara
de
color.
Gilles
nunca
le
Pone
agua.
-Es
una
historia
idiota
-le
dije-.
No
tiene
ni
pies
ni cabeza.
Cuando
uno
est
enamorado,
no
se
comporta
de
forma normal.
-Seguramente.
Extrajo de
sus
recuerdos
varios
ejemplos
de
extravlos
semejantes,
que
acompa
con
opinio-
nes desencantadas.
42
-Eres
maravillosa
-le
dije
al irme-.
Algn
da
me
parecer a
ti
Tena
po. d.lrtte
una
tarde
vaca.
Por suer-
te, en
un
cine
que
me vena
de
paso
daban
una
pellcula
del
Oeste
1o
bastante
antigua
como
para
que
no
se pudiera
dudar
de
sus
mritos.
Por una
mdica
cantidad,
presenci
unas
inundaciones
en
China;
los
esfuerzos de
un
ejrcito
que
vencla,
sin bajas,
a unos
terroristas
rezagados,
extravia-
dos
en
la
maleza
y
que a
nadie
Ie importaban
nadaya; una
inauguracin
presidencial
y un
par-
tido
internacional.
Luego,
la sonrisa de
Dientes-
Blancos
Colgate
nos
devolvi
al
cine
autntico,
ei
len
rugi
en la pantalla,
y
el
chico
a
caballo
conquist
a
la chica en
noventa
minutos.
Al
salir,
cog
un
autobs
en
marcha que
iba
hacia
la plaza
de
Maubert.
Desde
ah
me
fui an-
dando
a La Contrescarpe.
Las
terrazas
estaban
llenas.
Haba
sobre
todo pintores
y norteameri-
canos.
Algunos
norteamericanos
eran
pintores,
los otros
estaban
pensando
en
hacerse pinto-
res. Los
conoca
a
casi
todos.
Sus chicas
eran
guapas,
estaban ya
bronceadas
y vesdan
con
esa
extravagancia
que
tan bien
les
sienta.
Ms
all de una
sutil
frontera que
esa
gente
43
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
22/67
no crtza
nunca,
fui
calle
de
Mouffetard
abajo
y
entr en el
restaurante
que Gilles y yo descubri-
mos
hace
poco. Una
clientela obrera
toma all
una cocina campesina
muy
sabrosa.
Gilles
estaba sentado al fondo
de
la sala. Me
di
cuenta
de
que
yo
no tena
hambre, pero que
saba que lo encontrarla all. Me bes
la
punta
de los dedos
y
me
sent
enfrente
de
1.
El
dueo
me
trajo enseguida
la
servilleta en
la que todas
las
semanas pongo
mi nombre
alpiz.
Es el pri-
vilegio
de
los
parroquianos.
Cuando se presencia un encuentro de Gilles
y
mo, no
se puede saber si se
trata
de
una
cita
o
de una
casualidad. Nunca decimos
nada
que
in-
dique una
cosa
u otra.
-Qu
podra
beber?
-pregunt,
sealando
su vaso.
-Un
Ricard.
-No
me
gusta
el Ricard.
-Bebe
otra cosa.
-No
me
apetece
otra
cosa.
Llam
al dueo y
le ped
un
Ricard y un
pot-au-feu, igual que Gilles.
-De
dnde vienes?
-me
pregunt
cordial-
mente.
44
Con un
ademn impreciso
de
la mano
indi-
qu que
no habla hecho
nada
que
mereciera la
pena
contarse.
-Y
t?
-Yo -dijo
Gilles-
estoy enamorado.
-Ya.
Siempre
ests
enamorado.
Y
es
grave?
-No,
desde que
te conozco
nunca es
grave
-dijo
pesaroso.
-Eso
es
probablemente
porque
me
quieres
de verdad,
como
suele decirse.
-Es
de
temer.
Cuando
conoc a
Gilles, tres
aos
antes,
comprend
enseguida
que distaba
mucho
del
fro
libertinaje
que
con
frecuencia
le
atribuan.
En todas
las
ocasiones
pone en
sus deseos cuanta
pasin puede,
y
es ese estado
en
s
lo
que
siem-
pre
le
ha
gustado
en
todas sus aventuras
amoro-
sas,
sera
una
gran
locura
atribuirle
inconstancia.
El
ambiente que
creaba por doquier
era
fruto
de
esa sinceridad en
los
sentimientos y de una agu-
da conciencia
del
aspecto
trgicamente
pasajero
de
las
cosas del
amor. En consecuencia,
la
inten-
sidad de
la
aventura
iba en funcin
inversa
a su
duracin.
Gilles
llevaba
consigo
la
alteracin
y
la
ruptura antes de que
se
presentara
ninguna
ra-
45
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
23/67
zn
vlida:
luego,
habra
sido
demasiado
tarde.
Yo
era
una
excepcin,
estaba
a
cubierto.
-Yo
lo
creo
-dije-.
Lo
creo
de
veras.
No
te
apetece
hacer
sufrir
a
tu
mujen,
pane_
variar?
Dentro
de
nada
hars
sufrir
a
Carole.
-Sufrir?
-S,
la
hars
retorcerse
de
angustia
y
de
pa-
sin.
Es
muy
mona,
Carole.
Y
evidentemente
es
rubia.
Por cierto,
yo
tambin
siento
pasin
por
ri.
-S
-dijo
Gilles,
reticente-,
es
muy
mona.
-Eso
me tranquiliza.
Cuando
ests
lo
sufi-
cientemente
gastado
para
tener
una
relacin,
no
ser
con
ninguna
que
sea
muy
mona.
-Dios
mo
-dijo
Gilles-.
Quin
habla
de
tener una
relacin?
-Todo
est
la mar de
bien
-diie'
-Eso
mismo.
-Y
soy
tu
cmplice
ms
segura?
-S
-dijo
Gilles-,
en
el
mejor
de
los
mun-
dos posibles.
-No
tienen
gracia
esas
bromas
tuyas...
-dije.
Me par,
ruborizada.
Gilles
no
estaba
acos-
tumbrado
a
esperar
de
m
esa
clase
de
mal
hu-
mor.
Yo siempre
les
haba
dejado
esa
flaqueza
fe-
46
menina
a las dems.
Hice
un
esfuerzo
para
vol-
ver al mundo
bien ordenado
en el
que nunca
re-
sultaba desagradable
sino
a sabiendas
y sin crer-
melo.
Y nunca
con Gilles.
-Me
parece
que el tema
est
agotado
-dijo,
dejando
el vaso.
Le
contest
que tambin
yo
estaba
agotada
y
esa
noche no
volvimos
a hablar
de Carole.
La
vida
corriente
transcurra
sin perturba-
ciones.
Gilles
desapareca
y
volva a
aparecer
con
bastante regularidad.
Por
prim era
yez
quizi,
no
me
haca
casi
confidencias.
Carole hubiera
pre-
ferido
hacrmelas.
Me
demostraba
una
confian-
za
y un
inters
sorprendentes
sin
sentirse moles-
ta
en
absoluto. Lo
que como
es lgico me
infunda
estima
por ella.
Cada
vez que estba-
mos
juntas,
me
cautivaba
su encanto) me
entra-
ban
ganas de protegerla, incluso
contra
Gilles.
Pero,
fuera de
esos
momentos, slo
hablaba
de
ella
con
indiferencia,
sin
querer
reconocerle
de-
rnasiada
existencia.
47
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
24/67
Lleg la noche en
que
me
enter de
que
Gi-
lles se
haba
peleado
con Carole.
Me
lo encontr
en
casa.
Estaba
leyendo.
Pareca un
tanto
desdi-
chado.
-Me
aburro
-anunci.
-Has
roto
con Carole
-constat.
-Eso
es.
-Qu
lstima
-dije-.
Era
tan
bonita.
Por
qu
motivo
cree ella
que te
has enfadado?
-Por
ninguno.
Debe
de estar
cavilando.
-Gilles,
acabars
por
hacer
que
todo
el
mundo
crea
que
tienes
mal
carcter.
Gilles
contest
que quienes
podan
tener
motivos de queja
no
tenan
ya
oportunidad
de
demostrrselo.
Not
que
en
esta
ocasin pona
cierta
afectacin
en ese
hbito del
desapego
que,
no obstante,
le
resultaba tan
natural.
Le
pregun-
t
si estaba disgustado.
-Pues
claro
-contest-.
Esta
historia
me
te-
na entretenido.
No
queda
ms
remedio
que
cambiar.
Pero, en
fin, se sabe qu
se pierde,
pero
no se sabe qu
se encontrar.
En
su
cara,
expresiva
por desgracia,
se
refle-
jaba
la
consternacin.
Y,
durante
dos
das,
la
cosa
ms bien
se
agrav.
48
Me
aburra conyugalmente. Pero
no
siento
aficin
por
la
desdicha.
Se lo
dije, y le
propuse
Ilamar
por telfono
a Carole
para
que
viniera
a
vernos.
Seguro
que vena en
el
acto. Gilles
se
neg
airadarnente.
Aquella
idea
ma le
pareca
digna
de
un vodevil.
Admit
que
era
una
necedad
y que
nada
bueno
poda
salir
de ella.
Vala
ms
ver
a
otras personas.
Intent llevarlo
a casa
de
Ole,
que esa noche
haba
organizado
una
fiesta
en su
taller. En
casa
de
Ole
es
dificil esrar
rrisre.
-Pues
por
eso mismo
-dijo
Gilles,
hundido
en
su silln-
llarnara
la
atencin.
Aadi,
al
cabo
de
un momento,
que
estaba
demasiado
desconsolado
para beber.
Se
acerc
a
la
estantera
y
empez
a
desorde-
narla.
Sac
montones
de
libros,
uno tras
otro:
los
miraba
mucho
raro,
como
si
dudase
de su
posible inters,
o como
si
se
le
hubiera
olvidado
leer.
Tras
haberlos
sopesado,
los
volva a
dejar,
apilndolos.
A
m me
crispaba
esa lentitud.
Por
fin,
dio
con
una novela
policaca
y se enclaustr
en ella.
Yo
cog
otro libro,
por hacer
algo,
y me
acomod
enfrente
de
1. Pero,
por
mucho
que
me
esforc,
no hizo
ni
caso
de
mis
manifestacio-
nes
de
despecho. No
tard
en
entrarme
sueo.
49
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
25/67
Eraya
tarde cuando son
el telfono'
Fui
a
contestar:
era
Carole,
quien,
con
voz
abatida,
me
pregunt
enseguida
si
estaba
Gilles'
-Buenas
noches,
Carole
-dije.
Gilles
acudi
antes
de
que
1o
llamara'
Re-
gres
a
mi
libro;
no
era
asunto
mo'
No
enten-
"
,r"d,
de
lo
que
estaban
diciendo;
Carole
de-
ba
de
hablar mucho
y
Gilles
le
contestaba
con
monoslabos.
Lo que
ms
deca
era:
s'
Cuando
colg,
vino
a
decirme
que
Carole
llegara
de
un
momento
a otro.
-Os
habis
reconciliado?
-pregunt-'
E'ra
un
malentendido?
-He
cambiado
de
opinin
-dijo
Gilles-'
Es
un
derecho.
El
derecho
bien
conocido
de
cam-
biar
de
opinin
sin
tener
que
or
comentarios
malvolos.
-La
malevolencia
no
da
mucho
juego
que
digamos
en
un
vodevil.
Bien
pensado
-dije-'
esto
es
ms
bien
un
cuento
de
hadas'
Vivieron
felices
muchos
aos
y
no
tuvieron ningn nio'
Y
cambiaron
muchas
veces
de
opinin'
-No
tiene
nada
que
ver
-dijo
Gilles-'
Es
un
caso
Particular.
-Nunca
lo
habra
Pensado.
50
-Pues
era
patente.
-No
veo
nada
-dije-.
Nada
de
nada. Ni
si-
quiera
es
la chica
ms
guapa
de
las que cono-
cemos.
Gilles
me contest
que
mi
mala
fe
saltaba
a
la vista.
Que
nunca
haba dicho
que
le
gus-
tasen
las chicas guapas,
sino
un
tipo de belleza
de
la
que Carole
era
un
ejemplar
de
lo
ms
lo-
grado.
-Desde
luego
-dije-,
un aire
triste.
-No,
un aire
triste,
no.
Aire
fatigado.
-Qu
tara
eso
de
tener
energa.
No
le inte-
resas a
nadie.
-Es
cierto
-dijo
Gilles-.
Carole
est
Perpe-
tuamente
perdida.
Siempre
necesita
a
alguien
que
se
ocupe
de
ella.
-A
ti,
seguramente.
-A
m, de
momento.
Nos
llevamos
bien.
-Gilles,
a
ver
si eres
serio.
Qu
tenis
en
comn?
-Los
defectos
-dijo-.
Tenemos
los
mismos
defectos.
Fue ella
quien
me
lo
dijo,
pero
es muy
cierto.
T
y yo
tenemos
ms
bien
cualidades
en
comn.
-Es
poca
cosa.
5i
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
26/67
-
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27/67
{
:=-'
-Esto
es
un
desmadre
-dije.
-Ya
lo creo
-dijo
Ole-.
De
dnde
pueden
haber salido
todas
esas
personas?
-No
conozco
ni
a
una
sola.
-Pues
yo
tampoco.
En
cualquier
caso,
pare-
ce que
se conocen
entre
s.
La
prxima
vez
apos-
tar
a
alguien
en
la
puerta.
Con
una
gorra
en
la
cabeza
y
consignas
severas.
En
realidad,
en casa
de
Ole
siempre
pasaba
lo mismo.
Daba
facilidades
para
que
lo
invadie-
ran y,
luego,
se
lamentaba.
Ole
Posee
una
gran
dosis
de
ingenuidad
voluntaria.
-De
acuerdo
-dije-.
Tengo
un
amigo
bo-
xeador.
Ahora
es
novelista. Ya
te
lo traer.
-Y
Gilles?
Vendr
ms tarde?
-No
-dije
amargamente-.
Creo
que
est
bo-
rracho.
Me
abuchearon.
Eso
no
era
motivo.
Y,
ade-
ms,
Gilles
saba
beber.
Y
yo,
esta
noche'
qu
iba
a
hacer?
En cualquier
caso,
me
llevaban
mu-
chsima ventaja.
De
repente,
me
sent
a
gusto'
Era
algo
estupendo
eso
de
tener
amigos
que
la
invitasen
a una
a tomar
copas.
Tuve
la impre-
sin
de
que
habra
resultado
agradable
poder
de-
cir
algo
en
serio:
Bueno,
habra
empezado,
54
nGilles
no
ha venido porque
no
le
apeteca.
y
les
habra
preguntado
qu
deba
hacer
yo. En
el
fondo,
todos
tenan
ms
experiencia.
Slo
que
era
una
experiencia
diferente.
Volv
al
taller.
Anduve
de un
lado
para
otro,
con
el vaso
en la
mano.
Un
joven
sin
resuello
me invit
a
bailar.
Pero,
por forruna,
nunca
he
sabido bailar.
Me
pregunt
con
quin
haba
ido.
Le
dije
que
haba
ido
sola.
Insisti,
porque
tena
aspecto
de
estar
aburrindome.
As
que estaba
pensando
en presentarme
a
sus
amigos.
Le
di es-
quinazo,
saboreando,
en
cierto
modo,
el hecho
de estar
all
como
en
mi
casa
sin
que
se
notara.
Me
qued
en
un rincn
tranquilo.
Nadie
se
fija-
ba
ya en m.
Se alegraban
de haber
encontrado
un
sitio
donde
divertirse,
puesto
que
se
estaban
divirtiendo.
Era
gente
joven
muy
como
es
debi-
do,
a
lo mejor
eran
incluso
estudiantes.
Nada
notable
en la
concurrencia,
salvo
la
chica
que
ejecutaba,
en
el cenrro
de la
habita-
cin,
rpidas
figuras
de
baile.
Grcil,
con
un
pelo
largo
y liso
que haca
resbalar
en
el
mo-
mento
adecuado,
pero
con
un
traje
de
vestir
que
resultaba
fuera
de lugar.
Y tambin
un chico
ru-
bio,
con la
espalda
pegada
a la
pared,
junto
a la
55
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
28/67
-tl
puerta,
muy
guaPo
y
visible
desde
todos
lados
porque
era
realmente
muY
alto.
En
cualquier
caso,
tena
el
vaso
vaco
y
volv
a
la cocina.
La verdad
es
que
all
estaba
la cosa
mucho
ms
animada.
No
haba
que
ceder
al
mal
humor.
Al
cabo
de
un
rato,
se
abri
la puerta
y
entr
el
chico
alto.
Se
sent
con
toda
naturali-
dady
se puso
a
escuchar
lo
que
decamos' Tena
un
aire
muy
tranquilo.
Me
dio
cierto
miedo
que
lo
echasen,
porque
estaba
claro
que
aqu
todo
el
mundo
le
resultaba
ajeno.
Seguro
que
si
hubiera
dicho
algo
1o
ha-
bran
recibido
de
uas.
Sobre
todo
si
hubiera
pedido
permiso
para
entrar.
Pero
se
estaba
quie-
to
y
era
simptico
y
nadie
tom
ninguna
inicia-
tiva.
Ms
adelante,
cuando
intervino
en
la
con-
versacin,
lo
adoptaron
sin
problemas.
Poco
a
Poco
se
iba
vaciando
el
taller'
EI
ni-
co
que
no
se
mova
era
nuestro
grupo'
Al con-
trario,
la
cocina
fue
dando
acogida
a
otros
ele-
mentos
que
haban
pasado
la
velada
en
otra
parte.
Uno
de
ellos
salud
y present
al
joven,
que
se
llamaba
Bertrand.
Nos
apretamos
Para
hacerles
sitio.
Bertrand,
que
se
haba
puesto
a
mi
lado,
me
pas
un
brazo
por
detrs
de
los
56
hombros. Cualquiera
de
los
amigos
presenres
habra
podido
hacer
lo
mismo
sin
que
me
llama-
se la
atencin.
Pero
un
brazo
desconocido
no
tiene
el
mismo
sabor;
aquel
conracro
me
turba-
ba. Y
no
saba
darle ningn
sentido
a
aquel
ges-
to,
que
poda
no
rener
intencin.
As
que
hice
como
que
no
me
fijaba,
aunque
ya
no
me
atre-
va
ni
a
moverme.
Me habra
gustado
volver
la
cabeza
para
mi-
rarlo.
Me
gustaba
mucho.
Pero
la
verdad
es
que
no
poda.
Aquella
situacin
me
pareci
absurda.
Me
levant
y
me
desped,
a ver
qu
pasaba.
Como
suele
pasar,
fue
la
seal
de
partida
para todos.
En la
calle, tras
estrechar
todas
las
manos,
slo
quedamos
los
que vivamos
cerca
y
volvamos
a
pie.
Bertrand
segua
cerca
de
m.
Caminbamos
sin
prisa.
En
cada
cruce,
al-
guien
se
iba.
Bertrand
y
yo
hablbamos
casi
en
vozbala:
eran
esas frases
vacas
de la
madrugada.
Haba
pasado
el
cansancio
de la
noche.
Cuando
me lleg
el
rurno
de separarme de
los
dems,
no
dije
nada
y segu
con
ellos.
Al
final,
Bertrand
y
yo
nos
quedamos
solos.
l
57
-
7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey
29/67
Siempre me despierto
ms
temprano
en
una
cama
a
la
que
no
estoy
acostumbrada'
Vi a
Ber-
trand,
lo
record.
Pona
en
todo
lo
que
haca
una
suerte
de
encanto
f,cil'
No
hablaba
mucho'
Mir
a
aquel
muchacho
que
dorma
junto a
m'
Dios,
qu
alto
Y
qu
guaPo
era'
Ct"rdo
.*
i;o'
durante
la
noche'
que
slo
tena
diecinueve
aos,
me
qued
sorprendida'
Nunca
habra
credo
que
se
pudiera
tener
tan
pronto
aquella
seguridad
tranquila'
A
fin
de
ir'r..t,"r,
mis
diecinueve
aos
no
quedaban
tan
lejos;
me
acordaba
perfectamente
de
1o
tonta
que
haba
sido
en
mis
relaciones
con
los
dems'
Er,
.in.o
aos,
haba
aprendido
bastantes
cosas'
Y
Bertrand
cuando
tuviera
mi
edad?
Cuntas
,ri"r,
en
internados
varios,
ocupadas
an
en
pe-
learse
con
sus
mejores
amigas
o
en
preguntarse
por
la
realid"ad"
del
mundo
sensible'
como
hacen
i",
.n,r.hrchas
bien
educadas,
estaban
abocadas
a
crueles
Preocupaciones
por
culpa
de
mi
com-
paero
actual
Me
apeteca
desPertarlo'
regresa
primero
a
la
realidad,
ja
haber
visto
dormir
al
otro:
situra
de
tener
que
mostrarse
58
Pero
para
qulen
es
una
desventa-
se
halla
en
la
te-
solcito.
Ms
va-
la
dormitar
un
poco
ms;
y,
con
la
colabo-
racin de
la
pereza,
resultaba
agradable.
As
que
fue 1 quien hizo
los primeros gestos
y
fui
yo
quien,
importunada en pleno
sueo,
lo re-
conoc.
Luego, cuando
le
di a
entender
que
la histo-
ria
se
haba acabado, parcca que
le
costaba
en-
tenderlo.
-Pero
bueno
-dije-.
Es imposible que
no
sepas lo que
es
una ayentura.
Digamos que
para
ti
ha
sido una
aventura.
-Siempre
te comportas
as?
-me
pregunt
con
severidad.
-Ms
o
menos.
-Por
principio?
Me ech a
rer.
-Tengo
yo
cara
de
tener principios?
Es
una
tica,
amor
mo.
-Es
que
me
gustas
-dijo.
-Es
algo
recproco
-dije
con
toda
sinceri-
dad.
-Podramos
prolongar
esta
aventura.
El
tiempo que
te
panezca.
-Cada
vez
que
se repite,
resulta menos
de-
seable.
59
-
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-
-Eso
debe
dePender
calidad
de
las
Personas'
-Milagro
-dije-.
Te
has
toPado
a
menudo
No
se
inmut.
Lo mir
complacida.
-Ahora -le
dije- tienes
que
irte.
Me pregunt por
qu.
Le
expliqu
que, por-
que
era
perezosa,
me
gustaba
contemplar
la acti-
vidad
de
los
dems.
Y quera ver
cmo se
levan-
taba
antes
que
yo.
Salir
juntos
de un
hotel
resulta sucio,
indeciso.
No
sabe
uno
en qu
es-
quina
separarse.
-De
todas
formas
-contest-,
tengo
que vol-
ver
a
casa. Si
mis
padres
se
inquietan, te