Trabajo Final Populismo en América Latina

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PROBLEMAS DE HISTORIA AMERICANA “POPULISMO, NEOPOPULISMO Y “NUEVA IZQUIERDA” EN AMÉRICA LATINA. ENFOQUES, ANÁLISIS Y PERSPECTIVAS. CURSO 2013 Docente: Mg. Saúl Luis Casas Estudiante: Carlos Felipe Hurtado (89104/3) TRABAJO FINAL El populismo en Latinoamérica: una batalla por la redención 0

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PROBLEMAS DE HISTORIA AMERICANA

“POPULISMO, NEOPOPULISMO Y “NUEVA IZQUIERDA” EN AMÉRICA

LATINA. ENFOQUES, ANÁLISIS Y PERSPECTIVAS.

CURSO 2013

Docente: Mg. Saúl Luis Casas

Estudiante: Carlos Felipe Hurtado (89104/3)

TRABAJO FINAL

El populismo en Latinoamérica: unabatalla por la redención

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EL POPULISMO EN LATINOAMÉRICA:UNA BATALLA POR LA REDENCIÓN

“La tradición de los oprimidos nos enseña que el‘estado de excepción’ en el cual vivimos es la regla.

Debemos llegar a una concepción de laHistoria que corresponda a ese estado”

Walter Benjamin

Introducción

El concepto de populismo generó, desde hace sesenta años, un amplio y rico debate académico, que en más de una oportunidad se trasladó también al campo de la lucha política. En los últimos años, hemos visto un resurgimiento de esta categoría teórica, animando un debate que, nuevamente, ha superado los límites académicos, desarrollándose como una lucha polarizada. Por un lado, se ubican los defensores de la democracia liberal sostenida por los países centrales, los medios de comunicación, las derechas conservadoras y un “progresismo” también conservador. Por otro lado, encontramos a quienes sostienen y apoyan el populismo como experiencia política democratizadora, en función de las experiencias de Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Ecuador y Venezuela.

Históricamente, el debate sobre el populismo giró en torno de la diversidad e inexactitud terminológica, que se manifestó “en la larga lista de casos que se incluyen generalmente bajo la denominación de populistas”1. Hoy el debate se desarrolla como lucha –en todos los niveles- entre democracia y no-democracia.

El objeto de este trabajo es tratar de pensar que, si el concepto de populismo puede dar lugar a una vaguedad conceptual, lo mismo ocurre con el concepto de democracia, con lo cual la contrastación de ambos términos no nos lleva a ningún resultado positivo. ¿Por qué, entonces, no asumir que podemos pensar desde Latinoamérica con conceptos y realidades propias? ¿Por qué el concepto de democracia liberal forjado en Europa debe imponerse en el resto del planeta? ¿No estamos, en definitiva, ante el permanente debate de libertad/igualdad?

I) Populismo

El populismo ha sido uno de los fenómenos históricos más relevantes de la experiencia política latinoamericana.2 Sin embargo, no deberíamos hablar en pasado, ya que el presente de América Latina está marcado por el resurgimiento de experiencias populistas que intentan transformar la realidad de desigualdad e injusticia que predomina en el continente. Esto, como ya hemos dicho, ha dado lugar a un debate que rebasa ampliamente el ámbito académico, trasladándose a la arena política.

A fin de sintetizar las diversas interpretaciones académicas sobre el populismo, he confeccionado dos cuadros sinópticos, siguiendo los criterios clasificatorios de Aníbal Viguera para el primero y de Mackinnon y Petrone para el segundo.

1 Viguera, Aníbal. “Populismo y neopopulismo en América Latina”, en Revista mexicana de Sociología. México, UNAM, julio-septiembre 1993. p. 492 Mackinnon, María Moira y Petrone, Mario Alberto. “Introducción. Los complejos de la Cenicienta”, en Populismo y Neopopulismo en América Latina. Eudeba, 1998. p. 20

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•Germani: Una forma degradada de la democracia europea•Di Tella: Coalición policlasista: Masas disponibles

•Como fenómeno •Stein: El líder político ideológico •Carmagnani: Estilo político – subproletariado

•Laclau: Dimensión ideológica – articulación de discursosPopulismo

•Ianni, Cardoso, Faletto: Proyecto económico social – alianza •A partir de lo de clases– Estado y discurso populista social y económico •Vilas: Estrategia de acumulación de capital

•Weffort: Estado de compromiso•Touraine: Regímenes propios de países dependientes

•Germani•Proceso de •Di Tella modernización •Stein

•Cardoso y Faletto •Ianni•Vilas

•Histórico- estructural •Murmis y PortantieroPopulismo •WeffortClásico •Touraine

•James•Coyunturalistas •French

•Adelman

•Discurso ideológico •Laclau•De Ipola – Portantiero

Un rasgo común a la mayoría de las interpretaciones es el de su contrastación con el concepto de democracia, entendida ésta como democracia liberal. Se da por sentado que democracia es un concepto unívoco y que su práctica, en los países centrales, es una forma “normal” de práctica política que debe imitarse. Desde esta postura, el populismo latinoamericano tiene, desde su nacimiento, una carga peyorativa que, al decir de Germani, lo transforma en una práctica “degradada”, una “desviación” del modelo normal europeo.

Esto nos lleva a pensar que si democracia es una construcción teórica europea, por qué populismo no puede ser una construcción teórica latinoamericana tan válida como aquélla. Como afirma Eduardo Grüner, “no estamos dispuestos a dejarles la ‘teoría’ a Europa. Una buena parte del eurocentrismo ‘progresista’ consiste en la idea de que ‘ellos’ son los dueños del pensamiento (aún el más crítico) y ‘nosotros’ lo somos del sentimiento (de la pasión, el entusiasmo, el compromiso ‘visceral’)”.3

3 Grüner, Eduardo. La oscuridad y las luces. Edhasa, Bs. As., 2010. p. 25

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II) Democracia

Como habíamos manifestado, el concepto de democracia no es unívoco. En primer lugar, la misma palabra sirve para identificar formas de gobierno muy diferentes en el curso de la historia, por ejemplo, la democracia ateniense y la democracia liberal. En segundo lugar, se utilizan conceptos tales como “democracia formal o liberal o política o representativa” sin explicar a qué se refieren o denominan. En tercer lugar, la democracia es estudiada como un “tipo o modelo ideal”, sin analizar su puesta en práctica y sus falencias en los llamados “países democráticos.” Por último, su estudio se centra, en general, en los aspectos jurídicos e institucionales, sin ninguna relación con el sistema o estructura económica.

A continuación, veamos algunas consideraciones sobre este tema, desde la perspectiva de distintos autores.)

En el capítulo IV del libro sexto de La Política, Aristóteles nos habla de “Especies diversas de democracia”, teniendo en cuenta que la igualdad y la libertad son las dos bases fundamentales de la democracia. Según la preeminencia de alguna de ellas, surgirán las distintas especies, de tal forma que “cuanto más completa sea esta igualdad en los derechos políticos, tanto más se mantendrá la democracia en toda su pureza”.4

Bobbio sostiene que “la democracia de los antiguos es una democracia no liberal. Es una democracia que no reconocía los derechos de libertad. Entonces, era una democracia solamente en el sentido de la participación de los ciudadanos en el poder, pero sin que fueran garantizados esos derechos de libertad que forman el fundamento de las Constituciones modernas.”5

Pero, para complicar el concepto afirma que “la definición de democracia es siempre una definición formal, es siempre una definición procedimental, jamás consiste en una definición sustancial,” y por otro lado se contradice asegurando que “liberalismo y democracia son absolutamente interdependientes, en el sentido que hoy uno no puede estar sin el otro.”6

En realidad Bobbio omite decir que la democracia liberal supone un contrato entre individuos libres, iguales y autónomos, ya sea en la versión de Rousseau, Locke o Hobbes.

Ahora bien, de Sousa Santos expresa al respecto que la democracia liberal “no garantiza las condiciones de igualdad política, reduce la participación en el voto, es vulnerable a la participación y no reconoce otras identidades que las individuales.”7 Asimismo sostiene que la burguesía concibió a la democracia liberal con un carácter restrictivo: limitaciones al sufragio, primacía absoluta del derecho de propiedad individual, represión de la actividad política fuera de las instituciones, corrupción de los políticos, legalización del lobby, etc.”8

Por su parte, Atilio Borón relaciona democracia con capitalismo en cuanto a su existencia conflictiva en lo teórico y sostiene que “la práctica histórica demuestra la dificultad de garantizar bajo el capitalismo avanzado la vigencia de un régimen democrático burgués.”9

Quien nos lleva a una mayor diversidad conceptual es Rancière, quien manifiesta que “la palabra democracia no designa propiamente ni una forma de sociedad ni una forma de gobierno. La “sociedad democrática” no es nunca otra cosa que un trazado ilusorio destinado a sostener tal o cual principio de buen gobierno. Tanto hoy como ayer, lo que organiza a las sociedades es el juego de las oligarquías. Y no hay, estrictamente hablando, ningún gobierno

4 Aristóteles, La Política, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1941, pág. 1935 Bobbio Norberto, Fundamento y futuro de la democracia, Edeval, Valparaíso, pág. 41 6 Ibíd.., pp. 39 y 407 De Sousa Santos, Boaventura, Pensar el Estado y la sociedad, CLACSO, Buenos Aires, 2009, pág. 318 De Sousa Santos, Boaventura, “¿Democracia o capitalismo?”, disponible en el sitio web: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-237107-2014-01-06.html9 Borón Atilio, Estado, capitalismo y democracia en América Latina, UBA, Oficina de Publicaciones del CBC, Buenos Aires, 1997, pág. 113

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democrático.”…”Una democracia sería, en suma, una oligarquía que concede a la democracia suficiente espacio como para alimentar su pasión.”10

Touraine, después de sostener que “Europa no es ya un continente de combatientes, [sino que] se convierte en un continente de jubilados.”, se refiere a la opinión pública francesa diciendo que “ha evolucionado cada vez más netamente hacia el ideal republicano, manifestando al mismo tiempo un escaso interés por la igualdad, valor central de la democracia.”11

Por último, Forster nos dice que “detrás del triunfo de la democracia liberal, tal cual la ha sabido construir el capitalismo de fin de milenio, lo que se instituye es una suerte de monstruosa perpetuación ad infinitum del orden burgués transmutado en realidad natural, en última referencia de lo civilizatorio y en culminación de la historia”.12

III) Contrastando

Hemos comprobado que ambos términos –populismo y democracia- se caracterizan por su polisemia. En consecuencia, cualquier contrastación entre los mismos conduce, a mi juicio, a un debate estéril. Del análisis de las diversas interpretaciones resulta, en general, que se compara el populismo en su aspecto empírico-negativo (Vargas, Perón, Chávez), con la democracia liberal en su faz teórica, como concepto unívoco, universal y pleno de validez positiva.

Melo, por ejemplo, “intenta explorar las posibles relaciones entre el populismo como formación discursiva general y la democracia como tradición política específica del siglo XX.”13

En ese intento, el autor – siguiendo a Laclau -, analiza el discurso peronista de la década del 40 (muy parcialmente a mi entender), lo convierte en un concepto que define al populismo en la relación igualdad/libertad y lo compara con la democracia liberal. Obviamente, surgen las preguntas: ¿Puede analizarse el populismo como un discurso, como algo formal, como una lógica? ¿Dónde está el tiempo histórico y el actual, dónde están los sujetos? ¿Por qué no analiza a la democracia liberal de igual forma? ¿El populismo no es acaso un combate, una lucha de excluidos, de oprimidos? ¿O es sólo una estructura lógica?

Por su parte, Arditti, en su trabajo, parte del concepto de “política democrática contemporánea” sin especificar si se alude a países en particular en donde se desarrolla ésta, o a textos constitucionales específicos. De la posterior lectura surge que se refiere a la “política liberal-democrática”, como un concepto universal que no requiere explicación y que axiológicamente es lo mejor para la humanidad. En esta democracia de laboratorio o academicista, el populismo es “un rasgo recurrente de la política moderna”, que puede aparecer como “modalidad plenamente compatible con la institucionalidad de un régimen político liberal-democrático” o bien, como “un antígeno que lleva (a la democracia) por el camino del autoritarismo.” De esta forma, Arditti “piensa la experiencia populista como una periferia interna de la política liberal-democrática.”14

Al ser el populismo un “discurso”, el mismo se manifiesta como un “rasgo” de la política moderna. Esta perspectiva, además de vaciar el concepto de contenido, lo analiza desde el eurocentrismo y con una carga negativa, peyorativa, como una desviación, como una práctica degradada del modelo europeo. Así fue concebido por Germani en la década del 60 en términos

10 Rancière Jacques, El odio a la democracia, Amorrortu, Buenos Aires, 2006, pág. 76 y 10711 Touraine Alain, Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy. Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 60 y 7812 Forster Ricardo, Crítica y sospecha. Paidós, Buenos Aires, 2003, pág. 27713 Melo Julián (2008) “La democracia populista: populismo y democracia en el primer peronismo”, en Pensamiento plural nº 3, Pelotas, Brasil, julho/dezembro. pág. 2414 Arditti, Benjamín (2004) “El populismo como periferia interna de la política democrática”, en Revista e- l@tina: Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 2, nº 6, enero-marzo. pág. 66

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claros y precisos. Hoy, con un vocabulario incomprensible y críptico, el posmodernismo dice lo mismo, sin darse cuenta que no han podido superar al sociólogo italiano.

En definitiva, considero que, tanto en la democracia liberal como en el populismo, el eje de la discusión pasa, por un lado, por la equivalencia y/o tensión entre libertad e igualdad y, por otro lado, por la cuestión de la representación. Sobre estos tópicos me extenderé en los siguientes apartados.

IV) Libertad/Igualdad

Como ya dijimos, para Aristóteles la libertad y la igualdad son las dos bases fundamentales de la democracia, sosteniendo que “la igualdad es la que caracteriza la primera especie de democracia, y la igualdad fundada por la ley en esta democracia significa que los pobres no tendrán derechos más extensos que los ricos, y que ni unos ni otros serán exclusivamente soberanos, sino que lo serán todos en igual proporción.”15

Pero en la democracia liberal, para Bobbio, sólo “el respeto de los derechos de libertad permite regular el funcionamiento del juego democrático”, de tal forma que “la realización integral de la igualdad (…) crea la nivelación y ésta mata la libertad.”16

En consecuencia, para la democracia concebida de esta forma, la igualdad es – en términos jurídicos -, sólo formal ante la ley. Su origen fue una reacción contra la sociedad estamental medieval, que posibilitó el desarrollo de la burguesía en lo político y económico con todo su potencial.17

La lucha iniciada en el siglo XIX contra la notoria desigualdad provocada a consecuencia de la Revolución Industrial y del desarrollo y expansión del capitalismo, originó la denominada “cuestión social”, que desplazaba la idea de igualdad formal por la de desigualdad material. En nuestro país, el reconocimiento de esta cuestión se plasmará en la Constitución de 1949, derogada por el gobierno de facto denominado, significativamente, “Revolución Libertadora” y cuya defensa de la democracia liberal inauguró un nuevo ciclo de exclusiones, con la pérdida de la libertad e igualdad para la mayoría de la población.

Con la Constitución de 1994 se logra consagrar estos derechos sociales, también llamados “demandas de redistribución”, materializándose, así mismo, las nuevas reivindicaciones conocidas como “demandas de reconocimiento”, cuyo objeto prioritario es la visibilidad y el reconocimiento de sus diferencias específicas. Es decir, igualdad de oportunidades de los distintos colectivos y grupos sociales.18 Como sostiene de Sousa Santos, “tenemos el derecho a ser iguales cuando las diferencias nos hacen inferiores; tenemos el derecho a ser diferentes cuando la igualdad nos quita nuestras características en el continente.”19

Esto no impidió que en los años 90, la marea neoliberal, sumada al discurso posmoderno, expulsaran del campo político la cuestión social (entendida como demanda de igualdad) y el conflicto social. Frente a la debilidad de los proyectos redistributivos en América Latina, aparece “una embestida constante de las políticas liberales más reaccionarias que gobiernan

15 Aristóteles, op. cit., pág. 19316 Bobbio N., op. cit., págs. 41 y 4617 Constitución de la Nación Argentina: art. 16: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales, ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas.”18 Abramovich Cosarin, Victor, El umbral de la ciudadanía, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2006, pág. 15.19 De Sousa Santos, Boaventura, op. cit.

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económicamente Occidente.”20 Un claro ejemplo de este “clima de época”, podemos encontrarlo en el “Decálogo del populismo iberoamericano” de Enrique Krauze.21

Esa lucha de los excluídos y oprimidos, que con el nuevo siglo vuelven a encontrar en el populismo latinoamericano una recuperación de un pasado que sigue reclamando derechos, no excluye de ninguna manera la lucha por la democracia. Como sostiene Forster, “recuperar lo olvidado de la democracia lleva hoy, entre nosotros, el nombre litigioso de ‘igualdad’. Cuestión no menor la de establecer, de nuevo y bajo las exigencias propias de la época, el vínculo entre la libertad, figura ejemplar sin la cual la democracia languidece por inanición espiritual, y la ya mencionada igualdad, sin cual la misma democracia languidece por inanición de los cuerpos, es decir, por carencia de pan.”22

V) Representación

En general, cuando se habla de democracia se supone la existencia de un sistema representativo que, en sus orígenes – siglo XIX -, se sostenía en una base electoral muy estrecha, la cual se fue ensanchando a través de luchas populares con diversos resultados en el tiempo y el espacio. Es decir, luchas populares realizadas fuera de las instituciones democráticas; por ello no se debe identificar democracia con representación y con sufragio universal.

La inclusión de los excluidos al sistema de representación permitió reconocer la calidad de iguales a sujetos que hasta ese momento eran considerados incapaces e inferiores (negros/mujeres), o bien no reunían determinada riqueza según la ley vigente en cada una de esas democracias liberales.23

La representación, desde la vieja teoría del contrato hasta las posturas posmodernas, supone la existencia de un representante, un representado y un mandato que se manifiesta en el sufragio.24

Arditti piensa al populismo – dentro de tres posibilidades -, como “un modo de representación que se ha vuelto parte de la política democrática moderna.” Este concepto queda aclarado a continuación, al referirse a “la política liberal democrática.”25 Con ello se disipa la duda de si se refiere a otro tipo de democracia o no, resultando en definitiva un simple “aggiornamiento” lingüístico.

Sostiene que los populistas son bastante ambiguos acerca de la representación y que tienen un concepto muy vago de quién es el pueblo. A mi entender, aquí el autor es el que cae en una

20 Casullo Nicolás, “Populismo: el regreso del fantasma”, disponible en el sitio web: http://www.rayandolosconfines.com.ar/reflex12_casullo.html21 Krauze, Enrique, “Decálogo del populismo iberoamericano”, citado por Borón, Atilio, “¿Una nueva era populista en América Latina?”, págs. 63/74, en Borón, Atilio (comp.), Sujeto y conflicto en la teoría política. Luxemburg, Buenos Aires, 200122 Forster Ricardo, El litigio por la democracia, Planeta, Buenos Aires, 2011, pág. 3323 Nuestra Constitución establece en su art. 22: “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución.” Por ley nº 8871 (ley Sáenz Peña), sancionada en 1912, se estableció el voto universal, secreto y obligatorio para mayores de 18 años. El carácter de “universal” quedó totalmente desdibujado frente a las exclusiones: mujeres, extranjeros, argentinos incapaces de estado (dementes, sordomudos), de condición (eclesiásticos, militares, policías, presos, mendigos), y/o de indignidad (dueños de prostíbulos y otros). Tampoco se votaba en los Territorios Nacionales. Para las elecciones presidenciales de 1916, en el padrón electoral se encontraban en condiciones de votar el 15% de la población total, votando efectivamente el 10% de los inscriptos. En 1947 se sancionó la ley de sufragio femenino.24 La representación supone la existencia de un mandato (expreso o tácito), siendo este último un contrato regulado por el Código Civil, que en su Art. 1869 establece: “El mandato como contrato, tiene lugar cuando una parte da a la otra el poder, que ésta acepta, para representarla, al efecto de ejecutar en su nombre y de su cuenta un acto jurídico, o una serie de actos de esta naturaleza.”25 Arditti. B., op. Citada, pág. 66

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gran ambigüedad. En primer lugar, no define aspectos básicos como qué es la democracia liberal, qué es la representación y qué entiende por pueblo. Tampoco nos dice a qué autores y/o referentes populistas les alcanza su crítica. Toda su argumentación se basa en autores eurocéntricos como Hanna Fenichel Pitkin, Jacques Derrida o Bernard Manin. Este último habla de “las tres formas consecutivas de la representación en Occidente”, como si esto fuera una verdad universal. Y para confundir más aún los conceptos, entiende que “la democracia de audiencias o de lo público” en su “inmediatez virtual” se entrelaza con la representación populista.26

De esta forma, el único populismo potable sería aquel que ha sido vaciado de contenido político y de lucha por los excluidos y sometidos, o sea, aquel que ignora al pueblo.

También es ignorar que hay distintos criterios de representación (el sufragio no es la única forma), y de reclamos de grupos que no tienen una representación en el sistema: piqueteros, ahorristas, caceroleros, asambleas barriales, etc. Como sostiene Forster: “Lo que se está discutiendo, se lo diga o no, es, por un lado, el tipo de sociedad que se intenta construir o defender y, por el otro, los alcances efectivos de lo democrático en el interior de esas mismas sociedades.”27

Conclusión

A lo largo de esta breve exposición, se ha tratado de demostrar que de la constrastación de los conceptos de populismo y democracia no se obtienen resultados clarificadores, ya que se parte de concepciones culturales diferentes.

A partir del análisis de los trabajos de Benjamín Arditti y Julián Melo, se remarcó esta situación, ya que los autores parten de una posición eurocéntrica, en donde el populismo latinoamericano está denostado ab-initio frente a las bondades de una democracia liberal virtuosa. Para Arditti el populismo es “un fenómeno periférico de la democracia política moderna”, resultando esta última sinónimo de democracia liberal. 28 Melo, siguiendo a Aboy Carlès, sostiene que “el populismo es un péndulo” y culmina su trabajo afirmando que “los coqueteos institucionalistas del populismo deberían ser vistos, más que como un síntoma de transformismo y de pérdida de peso del sujeto popular en la configuración de la identidad política, como una inscripción de su propia hechura, que justamente muestra sus dificultades de estabilización, y su necesidad de reconstrucción constante.” (un verdadero enredo conceptual para explicar una praxis, un movimiento).29

Esto nos llevó a considerar que las pautas culturales nordatlánticas (al decir de Grüner) con una tradición secular de dominación sangrienta, no tienen por qué ser monopólicas del saber y la Razón. Latinoamérica puede por sí misma producir en la práctica y en la teoría formas de vida y de pensamiento diferentes. Parafraseando a Sartre: es hora que nos convirtamos en sujetos y dejemos de ser objeto.30 En definitiva – siguiendo y ampliando la idea de Marx -, es hora que las distintas disciplinas – desde cualquier ámbito -, dejen exclusivamente de interpretar el mundo y comiencen a transformarlo.31

Desde esta perspectiva, adoptamos la caracterización de los populismos latinoamericanos como procesos históricos característicos de nuestra región y, por lo tanto, no susceptibles de ser

26 Arditti, B, op. Citada, pág. 69/7127 Forster, R., op.citada, pág.6228 Arditti, B., op. Citada, pág. 7829 Melo, J., op. Citada, pág. 4030 “Europa hace agua por todas partes. ¿Qué ha sucedido? Simplemente, que éramos los sujetos de la historia y ahora somos sus objetos.” Sartre, Jean-Paul, Prefacio de “Los condenados de la tierra” de Frantz Franon, FCE, Buenos Aires, 2001, pág. 2531 Feinmann, José Pablo, La filosofía y el barro de la historia, Planeta, Buenos Aires, 2008, pág. 153

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analizados mecánicamente con los parámetros y categorías concebidas para el estudio de las sociedades europeas. En palabras de Nicolás Casullo, entendemos al populismo “como un sello del continente, como un piso propio de la memoria de los avasallados, donde una humanidad castigada y mayoritaria encontró en muchas ocasiones la forma de su contradictoria rebeldía, movilización y participación.”32

Por eso, para finalizar, hago mías las palabras de Forster: “En estos últimos años, una ola reinvindicadora de lo olvidado de la historia atraviesa Sudamérica reabriendo los expedientes de un debate no saldado en el que, bajo experiencias actuales y antiguas, reaparece, con fuerza, la multitud como garantía de una recuperación incipiente de la democracia igualitaria.”33

32 Casullo Nicolás, op. cit.33 Forster, Ricardo, op. cit. pág. 37

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