Traduccion, Nacion e Identidad Cultural en America Latina (Susana Romano Sued)

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Nostromo 1 Nudos 1 Su ensayo De la traducción como crítica y como creación data de 1963 y es allí en donde delinea claramente su concepción de la traducción no como desnuda transcripción del contenido re- ferencial de los textos sino como una versión que conservara los mecanismos para-semánticos de los que se valió el autor en su lengua original. En su libro La operación del texto (1976), tomó el concepto de “transculturación” refiriéndose a la proyección histórica del concepto de “trans- creación”, y aquí hay que tener en cuenta que el autor tenía plena conciencia del significado que adquiría el hecho de que el concepto utilizado proviniese de la disciplina antropológica y de las posibilidades que se abrían en términos de la historia de la cultura, mismas que se quieren poner en evidencia ahora en este texto. La traducción cultural como un instrumento de legibilidad de las conexiones históricas de gran complejidad sobre las que se fueron construyendo las culturas, tomando en cuenta también las ubicaciones, las relaciones asimétricas en torno al poder de los componentes en juego y las legitimidades de los lugares de elocución en relación al elemento de las asimetrías planteadas por la dominación. Un programa para la construcción de un nuevo paradigma de inteligibilidad de la cultura latinoamericana. Bibliografía referida ANDRADE, Oswald de, “Manifesto antropófago”, en Jor- ge SCHWARTZ, Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáticos y críticos, México, Fondo de Cultura Económica, 1991. BIANCHI, Soledad, “Senderos que se trifurcan: esbozos para una crítica, trazos para una historia literaria”, en DE LOS RÍOS, Norma e Irene SÁNCHEZ RAMOS (coords.), América Latina: historia, realidades y desafíos, México, Posgrado en Estudios Latinoamericanos, UNAM, 2006. 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Como es sabido, la nación es un concepto joven, proveniente de la modernidad europea; una construcción que surge alrededor de la segunda mitad del siglo XVIII. Se trata de una entera creación humana que se realiza en tres dimensiones: la identificación de los ancestros, el folklore, y la cultura de ma- sas. 1 Dicha construcción se efectúa en detrimento de otras identidades minoritarias o débiles, ya que cierta parte de la cultura es olvidada, censurada, en beneficio de otros elementos que se privilegian. De manera que la invención de la nación, su narrativa, son actos preformativos, fundantes: discursos que fijan campos simbólicos e imaginarios a partir de los cuales se gestan políticas y programas, imperativos de la constitución de comunidades homogéneas, para ha- cerlas gobernables de acuerdo al programa de un sistema político hegemónico. Por otra parte, todo proceso de constitución identitaria conlleva una dialéctica implícita de lo otro y de lo mismo. La diversidad cultural y su historia nos han enseñado que recoger ideas, modelos, géneros del conjunto de discursos otros, y lanzarlos a la circulación cultural del mun- do propio a través de la imitatio, es parte intrínseca y necesaria del pensamiento y la cultura para la construcción de identidades individuales y comunitarias. La traducción es parte sustancial de esta dinámica, una práctica que custodia la supervivencia de las literaturas por fuera de las fronteras lingüísticas de origen. Conquista, colonia y traducción Desde las lejanas épocas de la conquista y la colonia la traducción se practicó en términos de servidumbre: modelos, ideas y literaturas originales debían ser trasladados a nuestro suelo lin- güístico en términos de superioridad jerárquica, de autoridad, lo que garantizó la reproducción de formas de dominación. Si bien desde hace algunos años ha ido cambiando la perspectiva, generándose un gran impulso para los estudios de traducción no normativos, aun rige en mu- chas posturas la mitificación de lo original. Nos preguntamos: ¿Cuán originalmente nacional es una teoría, una idea, una literatura? ¿dónde termina su pureza, su autenticidad, y dónde empieza su mixtura? ¿Los modelos cultu- rales y políticos locales son creaciones originales o vienen de la importación? Y también, ¿en qué medida una obra literaria traducida puede ser tenida por extranjera o local?. 2 Traducción, nación e identidad cultural en América Latina Susana Romano Sued 1 Estos tres elementos claves de la construcción de las identidades nacionales tienen lugar en diferentes épocas y bajos formas diversas, y permiten la difusión de la idea nacional. Se puede observar entonces que la invención de las naciones coincide con una intensa creación de géneros literarios o artísticos y está estrechamente ligada a la modernidad económica y social. Véase THIESSE, Création. 2 ROMANO SUED, Travesías, 2003.

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    Su ensayo De la traduccin como crtica y como creacin data de 1963 y es all en donde delinea claramente su concepcin de la traduccin no como desnuda transcripcin del contenido re-ferencial de los textos sino como una versin que conservara los mecanismos para-semnticos de los que se vali el autor en su lengua original. En su libro La operacin del texto (1976), tom el concepto de transculturacin refirindose a la proyeccin histrica del concepto de trans-creacin, y aqu hay que tener en cuenta que el autor tena plena conciencia del significado que adquira el hecho de que el concepto utilizado proviniese de la disciplina antropolgica y de las posibilidades que se abran en trminos de la historia de la cultura, mismas que se quieren poner en evidencia ahora en este texto. La traduccin cultural como un instrumento de legibilidad de las conexiones histricas de gran complejidad sobre las que se fueron construyendo las culturas, tomando en cuenta tambin las ubicaciones, las relaciones asimtricas en torno al poder de los componentes en juego y las legitimidades de los lugares de elocucin en relacin al elemento de las asimetras planteadas por la dominacin. Un programa para la construccin de un nuevo paradigma de inteligibilidad de la cultura latinoamericana.

    Bibliografa referida

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    El enunciado nacin e identidad cultural en Amrica Latina de nuestro ttulo, requiere al-gunas especificaciones que apuntan a desarmar estereotipos esencialistas. Como es sabido, la nacin es un concepto joven, proveniente de la modernidad europea; una construccin que surge alrededor de la segunda mitad del siglo xviii. Se trata de una entera creacin humana que se realiza en tres dimensiones: la identificacin de los ancestros, el folklore, y la cultura de ma-sas.1 Dicha construccin se efecta en detrimento de otras identidades minoritarias o dbiles, ya que cierta parte de la cultura es olvidada, censurada, en beneficio de otros elementos que se privilegian. De manera que la invencin de la nacin, su narrativa, son actos preformativos, fundantes: discursos que fijan campos simblicos e imaginarios a partir de los cuales se gestan polticas y programas, imperativos de la constitucin de comunidades homogneas, para ha-cerlas gobernables de acuerdo al programa de un sistema poltico hegemnico.

    Por otra parte, todo proceso de constitucin identitaria conlleva una dialctica implcita de lo otro y de lo mismo. La diversidad cultural y su historia nos han enseado que recoger ideas, modelos, gneros del conjunto de discursos otros, y lanzarlos a la circulacin cultural del mun-do propio a travs de la imitatio, es parte intrnseca y necesaria del pensamiento y la cultura para la construccin de identidades individuales y comunitarias. La traduccin es parte sustancial de esta dinmica, una prctica que custodia la supervivencia de las literaturas por fuera de las fronteras lingsticas de origen.

    Conquista, colonia y traduccin

    Desde las lejanas pocas de la conquista y la colonia la traduccin se practic en trminos de servidumbre: modelos, ideas y literaturas originales deban ser trasladados a nuestro suelo lin-gstico en trminos de superioridad jerrquica, de autoridad, lo que garantiz la reproduccin de formas de dominacin. Si bien desde hace algunos aos ha ido cambiando la perspectiva, generndose un gran impulso para los estudios de traduccin no normativos, aun rige en mu-chas posturas la mitificacin de lo original.

    Nos preguntamos: Cun originalmente nacional es una teora, una idea, una literatura? dnde termina su pureza, su autenticidad, y dnde empieza su mixtura? Los modelos cultu-rales y polticos locales son creaciones originales o vienen de la importacin? Y tambin, en qu medida una obra literaria traducida puede ser tenida por extranjera o local?.2

    Traduccin, nacin e identidad cultural en Amrica Latina

    Susana Romano Sued

    1 Estos tres elementos claves de la construccin de las identidades nacionales tienen lugar en diferentes pocas y bajos formas diversas, y permiten la difusin de la idea nacional. Se puede observar entonces que la invencin de las naciones coincide con una intensa creacin de gneros literarios o artsticos y est estrechamente ligada a la modernidad econmica y social. Vase thiesse, Cration.

    2 roMano sued, Travesas, 2003.

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    As como la historia de Amrica Latina debe abordarse a partir de una historiografa singu-lar, segn lo enuncia Julio Ramos en su ensayo Desencuentros de la Modernidad en Amrica Latina,3 es necesario igualmente tomar en cuenta el carcter sui generis de la traduccin en nuestro continente diferencindola de Europa. En los albores de las lenguas romances, las culturas europeas fundaron sus respectivas tradiciones traduciendo a las propias lenguas incipientes, rudimentarias, inferiores, el prestigio de las culturas y lenguas de la antigedad grecolatina. Los colonizadores espaoles procedieron a la inversa, al ignorar y borrar de Amrica toda cul-tura preexistente. Esta permanente poltica se continu a lo largo de siglos, an en los procesos de independencia y consolidacin de las naciones americanas: en las prcticas de traduccin predomin la idea de la completa ausencia de equivalencia semntica. Occidente hace nacer la historia de Amrica con el descubrimiento. Germn Arciniegas fue el primero en sealar el ca-rcter equvoco de esa denominacin, y propuso cambiarla por encubrimiento,4 nombran-do as la ocupacin sin precedentes con que se instal el castellano en las lenguas indgenas, que, al igual que sus hablantes nativos, se convirtieron en sbditos de la lengua superior del conquistador: Ni los conquistadores ni los misioneros atribuyeron verdaderamente sentido a las representaciones imaginarias, a los contenidos complejos de las lenguas americanas. [...] Amrica podra ser descrita como la gigantesca escena vaca de sentido donde se vierten los contenidos castellanos a las lenguas americanas.5

    Durante la conquista y la colonizacin se produjo la desestructuracin de las formas tradi-cionales de organizacin social, poltica, religiosa y econmica de los pueblos americanos, y la conformacin de una nueva sociedad criolla. Paralelamente se reestructur el mapa lingstico prehispnico. La presin conquistadora de los idiomas de mayor prestigio hizo desaparecer muchas de las numerosas lenguas que se hablaban en la regin. Y debido a la imposicin del sistema de la encomienda, numerosas comunidades fueron desmanteladas y con ellas sus len-guas, que en su gran mayora fueron confinadas al entorno reducido del habla familiar. Hay que considerar tambin como efectos lingsticos de la conquista espaola la instauracin de lenguas mezcladas, linguas francas, crles, as como todos aquellos fenmenos de interferen-cias y de prstamos.6 Slo a partir de esfuerzos relativamente recientes, sobre todo durante el siglo xx, comenz una lucha por el rescate de las culturas y lenguas prehispnicas. As se ha empezado a recuperar el pasado precolombino de las culturas americanas estableciendo nue-vas periodizaciones y generando discusiones acerca de los momentos, los lugares, y los hechos a ser reconstruidos, a fin de recrear legtimamente la historia de Amrica.

    Traducir es algo ms que el mero hecho de transcribir un texto en otra lengua. Se trata de procesos y relaciones, individuales e institucionales, en los que la circulacin internacional de ideas tiene un papel fundamental para las construcciones y acumulaciones de capitales simblicos e identitarios entre los que se cuenta el discurso crtico. No podemos dejar de interrogarnos sobre la magnitud de la propiedad y la soberana de ese discurso crtico. Y sobre los gestos que animan la recuperacin del mismo en el curso historiogrfico de la crtica.

    La funcin ideolgica, juntamente con la literaria, estn en la base de las estrategias y mo-delos de traduccin que, por lo general apuntan o bien a consolidar posiciones identitarias na-cionalistas, o bien a promover un dislocamiento de la epopeya cosmognica del mito nacional

    y extranjerizan. As la diasporizacin de lo extranjero desde el punto de vista de la exportacin, puede ser acriollado (domesticado), o puede remozar los horizontes de la cultura receptora, al hacer espacio a un cuerpo extrao que desafa los lmites del lenguaje nacional. El traductor es portavoz de un discurso social, que impregna la subjetividad, instancia indiscernible de su pro-pia prctica, dado que el traducir y la traduccin como resultado y factor de cultura, consisten en una reescritura, que resulta mediatizada por las instituciones de una sociedad. La funcin ideolgica no se restringe por cierto a la carga individual y biogrfica de valores, creencias, ideales de dicho sujeto: su lengua, la de su comunidad, est atravesada de historia, de legados e improntas y aportes dinmicos del discurrir social. Cuestiones institucionales complejas, como las polticas lingsticas en el interior de un estado, y polticas de mercado editorial ex-tranacionales, academias, grupos letrados, bibliotecas, universidades, medios de comunicacin, conforman una red que, aunque en muchos casos aparece fantasmtica o invisible, determina las selecciones de lo representativo de un acervo extranjero, previa evaluacin de la coloca-cin posible que dicho legado adquirir en el campo de la recepcin.

    Desde nuestro punto de vista no normativo, la traduccin implica movimientos de contac-taciones, simtricas o desiguales, armoniosas o violentas, de dominacin o de equidad, entre lenguas y culturas, promotoras de envos, incorporaciones y copias, transformaciones y/o re-emplazos: de trminos, tpicos, referencias, estilos, formas, cnones en fin, que pueden estabi-lizarse y estereotiparse. Un caso revelador entre muchos es el de Octavio Paz y su construccin de una imagen de la cultura mexicana como hibridacin extica del acervo cultural europeo injertado en lo mexicano a partir de la conquista. Este autorretrato exportable, que satisface la nocin de alteridad latinoamericana que se tiene en Europa, alimenta complementariamente el concepto de cultura colonizada y promueve una comprensin restringida y restrictiva de la cultura, la identidad y la traduccin.7

    Es fundamentalmente en el siglo xix que Amrica Latina resulta impregnada por el discur-so modernizador. Los idearios del romanticismo europeo, en conjunto con la herencia ilus-trada, ingresan al continente y se diseminan por la va de la traduccin produciendo impactos muy profundos. Y cada una de las naciones, en sus procesos de emancipacin, constituye un caso especfico de asuncin de ese discurso moderno.8 Percibimos hasta la actualidad los efectos de modernidad entramados con las prcticas de importacin de discursos, de pasajes y de aduanas culturales.

    El concepto de importacin abarca la nocin de aduana: a travs de ella ingresan modelos, formas retricas, ideas, modos de comportamiento, tanto de textos como de los usos del vivir cotidiano, es decir que se la entiende superando el sentido bsico de la permutacin lingstica de vocablos. La cultura de una comunidad, de una nacin, es el resultado de la incorporacin de factores de distinta y mltiple procedencia.9 Son los modos particulares de apropiacin de

    3 raMos, Desencuentros, 1989.4 arCiniegas, Amrica, 1944.5 Catelli, y gargatagli, Tabaco, 1998, p. 129.6 Ibd.

    7 Recordemos la figura de la Malinche, capturada en la duplicidad de traductora y traidora, a quien se le imputa la responsabilidad de haber facilitado la conquista a travs de su condicin de lengua y de amante del conquistador. Aqu, la remanida frmula traduttore-tradittore vuelve a refirmar la tradicional asimetra entre un original en una lengua superior y su traduccin a una lengua subalterna, que coloca al traductor bajo la sospecha de no honrar la deuda lingstica con su amo.

    8 Ejemplo prnceps es la traduccin de El Contrato Social de J.J. Rousseau en nuestro continente y en especial en el Ro de la Plata.

    9 El fenmeno de la importacin/traduccin, puede ser abordado asimismo desde las categoras ya naturalizadas de acul-turacin y transculturacin, una manera igualmente enriquecedora de indagar sobre las mencionadas aduanas discursivas y el ingreso y adecuacin de paradigmas, modelos, discursos, con la multiplicacin correspondiente originada en los distintos soportes lingsticos.

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    lo otro los que hacen distintiva a una cultura, y no la pureza de sus contenidos, de modo que se debe relativizar el alcance de lo original, de lo autnomo absoluto.10

    Invenciones romnticas en la emancipacin sudamericana

    En la Argentina, la fundacin y legitimacin del discurso crtico como institucin nace casi junto con la repblica despus de 1810 y 1816. Su cantera permanente hay que buscarla en las bibliotecas europeas. La incorporacin de textualidades y escrituras de diverso cuo lingstico y cultural gener un movimiento de descolonizacin antiespaola y negadora de lo indge-na por una parte, y por la otra la reinstalacin de una dependencia concebida como necesaria garanta de esa ruptura con el orden colonial. Esto resulta evidente en las producciones crticas de mediados del siglo xix, impulsadas por la consigna imperativa de incorporar lo otro europeo no espaol para fundar lo propio, y as consolidar los discursos nacionales.

    Dos figuras claves del horizonte emancipador argentino son Juan Mara Gutirrez y Domin-go Faustino Sarmiento. Imbuidos del espritu independentista ambos exhortaron a la ruptura lin-gstica y cultural con Espaa, que representaba el atraso y el oscurantismo. Tanto para Gutirrez como para Sarmiento, un idioma, una literatura, una ciencia y un pensamiento nacionales, eran la base imprescindible para consolidar el proceso emancipatorio. Y la traduccin era uno de los medios fundamentales para lograr ese objetivo, y construir entidades de sujeto y de otro.

    Del Saln Literario de 1837 a la Aduana Borges

    En la dcada de 1830 los intelectuales porteos lanzaron un programa de fundaciones que contribuira a la liberacin total de Espaa, si bien las tomas de posicin y las discusiones no carecieron de contradicciones y diferendos. Emilio Carilla abord la cuestin del antiespao-lismo de los romnticos en el Ro de la Plata:

    ...el ataque a Espaa, ( a su historia, su ciencia, su literatura), no se detiene ante su lengua, aunque se hagan a veces concesiones [...] Juan Mara Gutirrez, Sarmiento y Alberdi son los que adoptan en la materia una actitud ms radical. Los tres testimonian en no pocos pasajes de sus obras, sus preocupaciones ante la lengua dentro de esa direccin.11

    Se apostaba a lograr un discurso nacional autntico en todos los aspectos de la cultura. En uno de los fundacionales discursos de Gutirrez, Fisonoma del saber espaol: cual deba ser entre nosotros, se afirma:

    Nula, pues la ciencia y la literatura espaola, debemos nosotros divorciarnos completamente con ellas, y emanciparnos a este respecto de las tradiciones peninsulares, como supimos hacer-lo en poltica, cuando nos proclamamos libres. Quedamos an ligados por el vnculo fuerte y estrecho del idioma: pero ste debe aflojarse da a da, a medida que vayamos entrando en el movimiento intelectual de los pueblos adelantados de Europa. Para esto es necesario que nos familia-ricemos con los idiomas extranjeros, y hagamos constate estudio de aclimatar al nuestro cuanto en aqullos se produzca de bueno, interesante y bello.12

    Hay que situar las estrategias intelectuales y escriturarias de Juan Mara Gutirrez en un punto de oscilacin entre los polos de la centralidad y la subalternidad, en el sentido de que su con-ciencia de ser perifrico y dependiente de Espaa, le impulsaban a un paradjico proceder: co-piar, reproducir (de Francia, de Alemania, etc.), para dejar de copiar y reproducir (lo espaol).

    Por su parte, en El saln literario de 1837, Flix Weinberg realiza un estudio minucioso de los que fue el escenario romntico e ilustrado a la vez, de la puesta en marcha de tan ambicioso programa de gestacin de discursos propios, entre ellos el de la crtica literaria, y pone de relieve la fascinacin que el pensamiento europeo y su literatura, especialmente francesa, ejerca so-bre nuestros intelectuales. Weinberg retoma las palabras de un miembro del grupo del Saln, Vicente Fidel Lpez:

    [todas esas obras] andaban en nuestras manos produciendo una novelera fantstica de ideas y de prdicas sobre escuelas y autores [...] nuestro espritu tom alas hacia lo que creamos las alturas [...] aprendamos a pensar a la moderna y a escribir con intenciones nuevas y con formas novsimas.13

    Weinberg sostiene que ste fue el origen de la asombrosa multiplicacin de libreras en Buenos Aires. A propsito, en La librera Argentina, un captulo de Las Sagradas Escrituras,14 Hctor Libertella seala:

    ...en 1837, en la nica drsena del puerto, un grupo de jvenes impacientes aguarda que des-carguen su preciosa mercadera. Paquetes con ejemplares de Sainte-Beuve, Vico, Montaigne, Dumas, Herder, Hugo, Byron, Adam Smith, Locke, Rousseau... La ansiedad de esos jvenes hace eco elctrico en uno solo de ellos, que espera la buena nueva o la novedad bibliogrfica en la ciudad. Es Marcos Sastre.15

    Reinaba decepcin y desencanto entre los vidos intelectuales y literatos porteos con respecto a la universidad, que de ningn modo satisfaca sus demandas de nuevas ideas con las que se pudieran reemplazar los modelos espaoles cados en desgracia; por lo cual acudieron a los acervos europeos con el expreso propsito de que Buenos Aires recibiera [...] puede decirse, los primeros reflejos que alcanzan a este continente del brillo de las producciones de los sabios que se consagran a la ilustracin y ventura de la Humanidad.16 El objetivo era entrar a toda costa en el movimiento intelectual de los pueblos adelantados de Europa, pero con la salvedad de que todo lo que se adoptara de Europa debera hacrselo segn las caractersticas propias del desarrollo social local.

    Nicols Rosa, en Los Fulgores del Simulacro, sistematiza la genealoga de la crtica en Argen-tina y analiza la construccin del discurso de Gutirrez revelando contradicciones ocultas que habra en la crtica romntica:

    Los modelos literarios, como los crticos, funcionan en forma particular dentro del fenmeno de la dependencia cultural: la presencia del lenguaje tanto del modelo como en la prctica de la rees-critura componen el funcionamiento de la ideologa como una produccin semitica particular.

    10 Para Nicols Rosa, no se trata de negar modelos si estos son vlidos ni la historia de estos modelos: se trata del criterio con que los aplicamos. Rosa discute y refuta aqu a Blas Matamoro en el terreno de la crtica literaria, especialmente de la aplicacin de modelos para dirimir la condicin de un texto borgeano. Cf. rosa, Fulgores, 1987, pp. 291-292.

    11 Carilla, Romanticismo, 1967, p. 170. 12 Citado en ibd., p. 171, las cursivas son nuestras.ibd., p. 171, las cursivas son nuestras., p. 171, las cursivas son nuestras.

    13 Citado en weinberg, Saln, 1977, p. 17. 14 libertella, Sagradas, 1993.15 Recurdese aqu que las reuniones del Saln se realizaban en la librera de Marcos Sastre, en donde se podan encontrar, como

    recin salidos del horno, los novedosos ejemplares que traan el tesoro de allende el mar, en el vientre de los barcos, de la Europa no espaola.

    16 weinberg, Saln, 1977, p. 24. All se ofrece un listado de los principales nombres que circulaban, fuentes favoritas en el hori-zonte de estos intelectuales. Desde 1830, coincidentemente con la repercusin de las jornadas revolucionarias parisinas de julio, comenzaron a multiplicarse en los escaparates de las libreras porteas centenares de volmenes que generosamente abran horizontes nuevos: literatos, juristas, filsofos, polticos, historiadores de allende el Atlntico, entremezclaron sus nombres en la avidez insaciable de nuestros jvenes.

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    Esta produccin de sentido se dobla nuevamente sobre una actividad crtica que si bien es la fi-gura inmanente del modelo, no establece una relacin de congruencia absoluta con el mismo. De esta manera consideramos tres niveles estructurales en la condensacin del proceso: el Modelo, la operatoria de la traduccin, y la puesta en praxis de la misma.17

    El discurso crtico de Gutirrez sera ejemplar ya que, por un lado, alberga en s mismo una serie de tesis iluministas reimpresas sobre los esquemas de la esttica romntica; y por otro lado se da como objetivo recomponer sus modelos por vas de la incorporacin de nuevos elementos y nuevas formulaciones que implican un estudio ms avanzado en la prctica al mismo tiempo que construye una regresin histrica fuertemente marcada en relacin a los presupuestos romnticos originarios.18 La siguiente afirmacin de Rosa es clave para nuestra mirada sobre la constitucin de un discurso crtico fundante en relacin con la apropiacin del pasado y con la importacin:

    La caracterstica constante en Gutirrez es la valoracin de la literatura como un fenmeno histrico cuya ley fundamental es la causalidad y su registro en la ilacin progresiva de la crono-loga: su preocupacin pionera en la Argentina por el pasado lejano (colonial) y el inmedia-to (revolucionario) proviene de esta premisa, acentuada por su afn documentalista entendido como una recuperacin del pasado. Hay all el registro del programa expreso para la literatura: la literatura americana slo existe o existir en oposicin a la cultura espaola viciada por su fanatismo y su clericalismo beato, su conservadurismo y su falta de libertad poltica.19

    Gutirrez tipifica en grado mximo la contradiccin generada por la transposicin de los mo-delos estticos del romanticismo ensamblados con la ideologa cultural de la Ilustracin que superpona la realidad de lo natural a lo real histrico. Con respecto a la crucial cuestin de la formacin del idioma nacional Gutirrez comprueba la relevancia de la inmigracin tanto en la lengua popular cuanto en el cosmopolitismo porteo tpico de una constelacin europea no espaola ms bien francfila y anglfila, y considera un mal necesario pasar por ese estado inevitable y transitorio de contaminacin del idioma causada tanto por la inmigracin como por la infatigable incorporacin y lectura de libros extranjeros.

    Podemos afirmar que en Juan Mara Gutirrez, con su proyecto modernizador, a la vez ilustrado y romntico, se anticipan aquellas contradicciones y crispaciones puestas en eviden-cia cien aos ms tarde, por la figura ineludible del canon argentino: Jorge Luis Borges. Sus emblemticas reflexiones acerca de lo propio y lo otro de la cultura y la literatura argentinas, condensan ejemplarmente el debate sobre la identidad nacional. Encontramos un paralelo en la figura del brasileo Haroldo de Campos, quien, recuperando la propia tradicin brasilea de la antropofagia,20 propona y practicaba el derecho de apropiacin de los recursos impor-tados diaspricos por la va de la transcreacin21. Borges sostuvo insistentemente que la traduccin es siempre reescritura (en alemn Nachdichtung), es decir una de las definiciones que la tradicin ha dado para el traducir, y que compartimos plenamente.

    El traductor argentino y la tradicin

    Borges saba que para en el momento de su advenimiento a la literatura los monumentos literarios espaoles ya existan para siempre. Y este saber le acompa en su propsito de desacralizar los legados, sobre los que se interrog sin pausa, buscando un modo de fundar y sobre todo de fundamentar la existencia de una literatura nacional, ms all de toda simpli-ficacin folclorizante y superando tambin toda pose de cosmopolitismo. De sus postulados extraemos la siguiente serie de interrogantes: Qu lengua nos escribe cuando es una lengua heredada? Qu pensamientos, qu ideas nos habitan que murmuran en el espejo de esa lengua otra? Qu rango tiene la tradicin? Preguntas que involucran por cierto la compleja cuestin de la identidad. Son bien conocidas las respuestas que ensay Borges a esas preguntas en su ensayo clave El escritor argentino y la tradicin con la provocadora tesis de que la tradicin no sera sino una invencin, un artilugio retrico. La argentinidad o latinoamericanidad en la literatura no estara dada por la proliferacin de rasgos tpicos ni de un lenguaje ms o menos gauchesco, sino en la universalidad de sus registros.22 De lo que se concluye que la condicin de lo argentino no proviene de la obligatoriedad de una remisin al pasado, a un supuesto origen, encarnado en una figura o en un modelo como podra serlo el gaucho, para cierto canon nacionalista: [...] debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentinos es una fatalidad y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectacin, una mscara.

    Borges sostena en ese mismo ensayo que la cultura occidental es materia disponible para la literatura con infinitas posibilidades de reutilizacin. Frente al fuerte reclamo ideolgico de desextranjerizar y nacionalizar la cultura argentina, propuso destituir las ideas de origen, de au-tor, de obra original y conclusa, para postular en cambio a nuestra cultura como un continuum de traducciones.23 Lo que denominamos escritura en la Dispora. Entendemos la Dispora, por una parte, como dispersin de una comunidad de origen, que rehace comunidad, si bien frag-mentada, en otro suelo, exiliada de su tierra-lengua natal. Por otra parte la consideramos como territorio utpico y ucrnico, alegre, en tanto lenguas, lenguajes, poesa, literatura, gracias a la traduccin se proyectan en un otro suelo, en otra lengua, y en otro tiempo, superando la res-triccin de frontera, territorial, lingstica, cultural.

    Borges por su parte hizo de la traduccin un programa literario, asimilndola a un modelo de lectura y de escritura. Su actividad especfica de traductor, indisolublemente ligada a su escritura creativa, se refleja en la difusin en la Argentina de autores y gneros literarios como el policial y el fantstico, que contribuyeron a ensanchar el horizonte esttico y lingstico de la literatura argentina. Su tesis de que todo lo escrito es desde siempre traduccin, del estatuto equivalente de la traduccin y el original, porque ningn texto sera definitivo aparece profu-samente en sus ensayos, cuentos y poemas. Leemos, por ejemplo, en Las Versiones Homri-cas, de 1952, que [...] la traduccin parece destinada a ilustrar la discusin esttica:

    presuponer que toda recombinacin de elementos es obligatoriamente inferior a su original, es presuponer que el borrador 9 es obligatoriamente inferior al borrador H, ya que no puede

    17 rosa, Fulgores, 1987, pp. 56-57.18 Ibd., pp. 57-58.Ibd., pp. 57-58.19 Ibd.Ibd. 20 andrade, Utopia, 1990.21 CaMpos, Arte, 1977; Potica, 1990; (y con A. sato) Brasil, 2004.

    22 Adorno denuncia y refuta en su Teora Esttica la remisin al origen como garanta del valor de la obra de arte. Ver al respecto roMano sued, Travesas, 2003.

    23 La afirmacin moderna de que nada ha sido escrito an, y la clsica de que todo ya ha sido escrito forman parte del oxmoron de la biblioteca de Babel en el cuento homnimo de Borges, que contiene todos los libros en todas las lenguas.

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    haber sino borradores.[...] La supersticin de la inferioridad de las traducciones amonedada en el consabido adagio italiano procede de una distrada experiencia. No hay un buen texto que no parezca invariable y definitivo si lo practicamos un nmero suficiente de veces [...] El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religin o al cansancio.

    En el paradigmtico relato Pierre Menard, autor del Quijote se nos entrega una metfora de la escena de la traduccin: pensar un escritor francs contemporneo generando, desde su propio universo mental, algunas pginas que reproducen textualmente dos captulos del Qui-jote. Lo que el relato de Borges postula, engaosamente, es que hay dos obras que participan de un mismo lenguaje, o sea la paradoja reversible de que en lo diverso se da lo mismo, y en lo mismo lo diverso. Recordemos sin embargo que el texto de Menard, su transcripcin del Quijote, est en francs, de modo que la identidad es imposible, o en todo caso, ese dato queda oscuro, y hace de la tesis borgeana algo equvoco y polismico. Si de un lado sera imposible replicar en una lengua algo que est escrito en otra, del otro, aun si fuera posible obtener una rplica perfecta, sta disolvera por innecesaria y superflua la existencia del original.

    Traduccin, tradicin, identidad. Horizonte de lo probable

    Recordemos algunas de las preguntas que fuimos plantendonos a lo largo del presente escrito. Las figuras que nos han guiado en nuestras reflexiones formularon sendas propuestas para pensar la tradicin, la cultura, el mundo de las ideas, la literatura, en general y de la Argentina en particular. Estas figuras operan a la vez como modelos de traduccin y modelos de iden-tidad, desplegadas desde una conciencia que se sabe en los mrgenes, fuera de la centralidad metropolitana, y descartando cosmogonas mticas. Nos ensean que se trata de una historia en continua construccin, y con ello nos habilitan un acceso a la literatura y a los textos aligerado de la demanda de la rplica, de la transparencia, de la literalidad, de la traduccin fiel. Lo autntico propio deviene entonces de un proceso, y lo traducido no es sino un momento en el largo dilogo que las obras establecen con las lenguas del mundo. Un dilogo por cual, gracias al aduanero y al interpres el que habla en el medio, las obras del mundo germinan en otros sue-los. Si consentimos en que la universalidad es un ensamble de textos y lenguas, ya no se trata de rastrear los orgenes en estado puro, limpio de todo lo que viene de afuera, sino de atender a los modos de apropiacin. Y tambin de olvidar la amenaza de lo imposible y transitar el camino, ms aliviado, de lo probable. Un camino, en fin, desde donde se puede resistir.

    Bibliografa referida

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    Los historiadores de la Amrica Latina, a partir del proceso de profesionalizacin de la historia ocurrido a partir de la segunda mitad del siglo pasado, pusieron nfasis en la objetividad y en la neutralidad axiolgica, pretendiendo que stas les permitiesen realizar una tarea al margen de los prejuicios, valores y premisas con los que se caracteriza a la sociedad y a la historia tradicio-nal. Empero, si bien el fenmeno de la profesionalizacin pretende deslindar a la historia de los usos polticos que de ella se hace, los historiadores, bajo el discurso de objetividad histrica y la neutralidad axiolgica, suponen que pueden cubrir con pdico velo, el hecho de que la historia objetiva que se proponen realizar, ha seguido fielmente las necesidades de la poltica y que basta un pronunciamiento, avalado por las prcticas imperantes en la comunidad cientfica internacional, para liberarlos de la obligacin de dar cuenta a sus lectores de las categoras que manejan y de debatir, frente a ellos, las premisas en las que descansa su trabajo profesional. As, su inters ha estado centrado ms en los instrumentos metodolgicos y menos en el con-texto en el que stos operan.

    La profesionalizacin de la historia ha significado, en el ltimo medio siglo, un anlisis cuidadoso, entre otras importantes cuestiones, de la objetividad y la subjetividad, el relativis-mo, el lenguaje, los discursos, los imaginarios, la memoria, as como en sujetos subalternos, etc. Sin embargo, el grupo de quienes como historiadores se dedican a la historia regional, en forma inexplicable, no ha generado un debate sobre la categora de regin ni, tampoco, sobre la relacin entre sta y la categora de Estado nacin a la que se propone superar. Pareciera que para los historiadores dedicados al estudio de la regin les resultan claros los problemas

    Apogeo y decadencia de la historia regional

    Ignacio Sosa