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UNIVERSIDAD MONTRER TÚ… MAJARETA… AMOR. POR: TIBERIO CESAR RANGEL ABREGO. Morelia, Michoacán.

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de César Abrego

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UNIVERSIDAD MONTRER

TÚ…MAJARETA… AMOR.

POR: TIBERIO CESAR RANGEL ABREGO.

Morelia, Michoacán.

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“TU… MAJARETA… AMOR”, es una novela corta y descriptiva, narrada al estilo LIBRE, en ella se plasman situaciones que el autor percibe en diferentes momentos de su vida. Cada personaje fue indispensable para la realización de esta historia; algunos tienen similitud con la realidad y otros son completamente ficticios. Novela meramente dramática, la realidad fue su fuente de inspiración.

Esta novela la quiero dedicar exclusivamente a mi persona, ya que realizarla significó un gran reto en mi desarrollo personal, emocional y como estudiante.

Recordar situaciones de la vida cotidiana que en realidad sucedieron y además buscar la forma adecuada de plasmarlos con palabras, no fue fácil en este maravilloso mundo de la escritura, pero me deja gran satisfacción haber logrado mi propósito, y sobre todo es una pauta para continuar comunicando de esta forma, nuevas historias, hazañas y vivencias que marcaron mi existencia.

Agradezco a mi familia por contribuir en mi desarrollo y por su apoyo incondicional que me han brindando todo el tiempo; personas y amigos que han sido o que forman parte de mi vida agradezco por la enseñanza que cada uno de ustedes me dio.

A mis profesores que profanan sus conocimientos y experiencias para nuestro crecimiento, pero en especial a Alejandra Sosa, que además de ser excelente profesora, representa un gran ejemplo para mi, como futuro profesionista y como persona, gracias a ella desarrollé el buen hábito de la lectura y ahora la narración, nuevamente, GRACIAS!

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No quisiera ni recordar los momentos tan hermosos que estuve a su lado, tampoco quisiera dejar de recordarlos, así como tampoco sé a donde voy, quiero estar con él, realizar esas cosas que siempre imaginé a su lado, todo lo que tuve en mente hacer con quien sería el amor de mi vida.

Todo comenzó aquel Diciembre de 1998, cuando te conocí por accidente en ese lugar que para los demás era tan bello, pero para mi significaba el mismo infierno, ese sitio era todo el exterior. Te encontré cuando mis días eran tan oscuros, sentado fuera de mi salón de clases te vi, estaba tan emocionado con la idea de que por fin era libre, estaría de vacaciones. Recuerdo muy bien ese frio tan peculiar de diciembre, indescriptible aroma que percibía desde mi niñez…eran las siete con treinta y siete minutos cuando vi mi reloj, levanté la mirada y vi tu sonrisa puesta en mi, no supe que hacer, me espanté, debo aceptarlo pero me agrado tanto tu sonrisa que terminé por acceder, despegar mi labio superior y lanzar un ligero gesto de agrado que salió natural en todo mi rostro.

Cabello negro, ojos brillantes, pestañas tenuemente risadas y esos labios gruesos hicieron que mi corazón se paralizara, me senté en una de las bancas esperando que Joana mi amiga terminara de hablar con la profesora de matemáticas y de pronto… vi como tomaste tu portafolio, caminaste unos cuantos pasos y te pusiste junto a mi diciéndome ¡Hola!, contesté lo mismo, con la voz temblorosa y baja, desee tanto que no te hubieras sentado ahí, que no me hicieras platica, pero sucedió lo contrario, cada movimiento de tus labios emanando dulces palabras y elogios hacia mi, hizo que mi mente no escuchara mi lado razonable, solo el emocional, gritándome: ¡es quien tanto esperabas!, ¡es quien tanto esperabas!. Roberto era su nombre, lo único que pude escuchar, no se cuanto tiempo pasó. Ligeramente escuché con tu dulce voz, “me despido que tengas bonita noche” regalándome nuevamente esa sonrisa.

En todo el trayecto de la escuela a mi casa no paré de pensar lo sucedido en la escuela, no hice más que llegar a casa y recostarme en la cama, imaginando lo bello que sería estar juntos tú y yo. Cualquier persona pensaría que es una tontería, que el amor a primera vista no existe, pero así fue.

Tenía tan solo 16 años cuando lo conocí, él era un hombre maduro, pesaban sobre su cuerpo 37 años; al principio pensé que sería una tontería, ¿Cómo un hombre como Roberto se fijaría en mí? Pues lo hizo, o al menos eso pensé. En una de tantas charlas, que tuvimos Roberto y yo en la escuela (no se, si lo encontraba por casualidad o me buscaba), salió esa palabra que muchos temen decir, te quiero; no tuvo miedo en decirlo, con cada una de sus letras lo dijo, llevando mi felicidad a su ultimo nivel.

Nunca se había concretado una cita como tal, mi Robert (así comencé a llamarle) decidió que entonces lo fuera a visitar a su oficina, era un hombre poderoso, con buena posición, soltero y con grandes aspiraciones (lo supe en una de nuestras charlas). Llegó el día en que le vería, me vestí elegantemente, fingí seguridad, tenia tantos nervios que se me caía

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cualquier cosa que mis manos sostuvieran, repasé un gran discurso y finalmente llegué a la entrada de su trabajo, tuve que dar mi nombre con el portero e inventar una gran mentira… que yo era parte de su familia, desde ahí pensé que todo comenzaba a ir mal, y así fue, Roberto no estaba, el portero muy amable decía que pasara y lo esperara, no pude, supongo que el nerviosismo era tan grande que como pude salí corriendo de ese lugar, no soporté la presión de que pudieran descubrirnos. Caminé y caminé sobre las calles sin dirección, con tantas cosas en mi cabeza, preguntándome ¿Por qué me puse de esa manera? ¿Por qué siento esto?; no supe que responderme, así que hui a casa, donde sabia que estaba seguro. Después de tres días llegando a casa encontré una carta, era de él diciendo que lo hubiese esperado, que no debí irme, que pude complicar las cosa, por su posición nadie debía enterarse de nuestra “relación”, sería un completo escándalo, por la diferencia de edades y por otros motivos. No supe que hacer así que no respondí; no hubo una segunda cita ni mas cartas, recibí mi castigo, o al menos eso creo, ya que no volví a saber del Sr. Roberto Maldonado hasta el siguiente año.

Fue muy grande mi desdicha, cuando viajaba recordaba su cara, y lamentaba no poder besarlo, sentir sus brazos apretando mi cuerpo, nunca pude ver el tamaño de sus manos, la textura de su cabello ni siquiera recordaba que tan alto era, parecía ser un sueño que se convirtió en pesadilla, una terrible pesadilla de la cual no podía despertar y ver un nuevo horizonte pero, ¿Por qué? ¿Qué tuvo ese hombre que me hechizó con su mirada y unas cuantas palabras?, oh, ¿Qué tengo yo, que me “enamore” así?

Creo ser una persona normal, común y corriente, con defectos y cualidades, crecí en una familia de clase media; tengo 3 hermanos; un hermano mayor Luciano y dos hermanas, Marina y Paloma. Desde mi niñez supe que era diferente de los demás niños y niñas, siempre le ayudé a mi padre, que no tenía un empleo fijo, hacía trabajos de plomería una que otra vez, solo cuando lo llamaban. Mi madre, la más noble, pura pero distante, trabajaba arduamente de lunes a sábado, era secretaria en una dependencia del gobierno.

Debo confesar que no tuve una visión mía, siempre viví el presente, bueno vivía, ahora solo tengo tantos recuerdos del pasado. Recuerdo muy bien cuando mis padres discutían y se golpeaban mutuamente, había gritos, insultos y amenazas; invisible me hacía de esas situaciones con profundos viajes imaginarios que me transportaban a un lejano lugar, donde solo estaba yo, había mucha luz, tranquilidad y no había dolor, el estomago completamente vacío y sin nudos que me destrozaban dentro. Desconozco si a mis hermanos también les causaba molestia, dolor o tristeza como a mí, no puedo comparar la tristeza con el dolor, la incertidumbre y el abandono alegre. La tristeza es algo pasajero y ligero, una ligera capa que cubre tus sentimientos de oscuridad; el dolor es una roca negra y pesada, que te aplasta y no te deja mover, que lleva todas tus emociones coloridas a lo más profundo de tu ser, aplastadas como el travieso niño que aplasta una cucaracha por temor.

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Ese dolor que marcó mi corta existencia, disminuyó cuando mis padres firmaron el acta llamada “divorcio”, así de contradictoria es la vida, para cualquier hijo suele terminar su mundo al ver que sus padres ya no estarán juntos, en mi caso no, sentí como esa roca negra en un segundo liberó mi cuerpo y despertó mis emociones. Luciano, mi hermano, se fue junto con mi padre, en la casa se quedó mi madre, Marina, Paloma y yo. Mentiría si dijera que era completamente feliz y que olvidé el dolor, no es así, mis hermanas y yo pasamos situaciones difíciles, la triste caída de mi madre rematada con un fuerte y fulminante golpe en la cabeza, de nuevo congeló mi alma y sentí nuevamente como esa piedra no solo me caía encima, me rompía en mil pedacitos. Día a día extraño a mi madre y me pregunto ¿Qué tantas cosas tenía en su cabeza cuando dio su último respiro? ¿Habrá sido completamente feliz con mi padre? ¿Qué detonó su rompimiento? Nuevamente me hago preguntas que nunca sabré la respuesta, como todo, nunca encuentro respuesta, chiste o cualquier cosa a mi vida.

Tuve noticias de Roberto, el 11 de septiembre de 1999, cursaba el ultimo año de preparatoria, no tengo la menor idea de como pasé a ese nivel, no se. Esta vez no solo me lo topé en la calle, tan guapo y presentable como siempre, lo encontré con un adorno más, una bonitilla y promiscua joven, que lo tomaba del brazo y le sonreía, como el me sonrió a mi; quedé en estado de “shock”, no supe realmente lo que me puso así, verlo con alguien mas ó verlo a él. No pude evitar las lágrimas en mis ojos, cayendo a mi reseco rostro, mojando mis labios y endureciendo mi corazón, supe que no valía nada, que era tan poca cosa para estar con él, lo mejor era alejarme y no saber mas.

Con mucha voluntad concluí la preparatoria, no dejé de pensar durante todos esos meses en su rostro, en su barba cortada en forma de candado, su tan correcto lenguaje, sentía un dolor en mi ser, una pasión desmedida por estar con el amor de mi vida, abrazarlo fuerte y no soltarlo, asfixiarlo con mis besos y que los respondiera.

Visualicé toda una vida con el Sr. Maldonado, compartiendo nuestras vidas, construir un bello hogar para los dos, nunca separarnos y ser felices, pero, ¿Qué sabia yo de él?, la respuesta, NADA, lo único que sabía es que no le importé y que sus palabras significaban mentiras, que sus gestos eran tan falsos y que no era una buena persona.

Entré a la universidad, pensando que tal vez así estaría a tu nivel y podrías darte cuenta de tu error, que mal estoy, insisto en construir algo que ya no es, una situación que no tiene remedio. Esos días en que pasaba la tarde viendo por la ventana, la gente pasar, sin probar alimento en todo el día y fumar gran cantidad de nicotina, solté en llanto, hacía tanto tiempo que no lo hacía, todas esas rocas oscuras que me cayeron habían hecho que mis sentimientos los esconda muy, muy dentro y no salgan, que permanezcan ahí haciéndome tanto daño, no importa, no me gustaría imaginarme como todos se burlarían mientras mis ojos lloran de desesperación, demostrando mi sufrir por el hombre que no me ama.

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Es muy contradictoria mi vida, hay momentos en que tengo tantas ilusiones, y otros en que quisiera dormir y no despertar jamás. Tantas desgracias en mi vida no pueden ser normales me tiene que llegar algo que alegre mi existencia… ¿Cuándo?

Tal vez tenga que volver a nacer para tener una posibilidad más de encontrarme contigo, cerraré mis ojos y…

Estimado García (colega):

Desconozco completamente el estado emocional de mi paciente, sigo sin resolverlo, según otros colegas y algunos libros, casos como estos se deben a la genética y se complementa con el crecimiento físico, no tenemos antecedente alguno, llegó aquí sin familiares, tenemos entendido que se encontraba en su departamento, según su vecina, no respondía a ninguna pregunta cuando vio que salía del elevador de su piso, solo mencionaba el nombre de Roberto desesperadamente, estaba en un estado de parálisis mental. Hasta este momento seguimos sin encontrar quien es Roberto. No tiene marcas de violencia en su cuerpo, y su departamento parece ser como cualquier otro, no hay indicios de estupefacientes, drogas o alcohol en su organismo.

Espero puedas venir al hospital, hagamos una valoración de la paciente y podamos resolver esta situación, espero tu pronta respuesta, que estés muy bien. Saludos.

Ps. Carlos Belmontes.

… mis heridas tal vez podrán sanar, el tiempo no siempre ayuda, pasarán y pasarán los días y te extrañaré más que nunca, ahora deseo nunca haberte conocido pero así fue, ahora la luz cubre mis ojos y estoy en un lejano lugar, donde no veo mis pies, mi corazón no sufre y no siento rocas negras aplastando mis emociones.

FIN